BÁRBARA MINGO COSTALES (Santander,
1978) es escritora. Su libro más reciente
es Lloro porque no tengo sentimientos (La
Navaja Suiza, 2024).
ENSAYO POLÍTICO
La llamada de
los clásicos
por Armando Chaguaceda
Ugo Pipitone
EL ARTE DEL GOBIERNO.
CONFUCIO, NIZAM Y
MAQUIAVELO
Ciudad de México, Taurus,
2024, 208 pp.
El arte del gobierno. Confucio, Nizam y
Maquiavelo, de Ugo Pipitone, es una
obra formidable que aborda problemas neurálgicos del acontecer global:
el impacto de la degradación ambiental; la polarización y la desigualdad
crecientes en sociedades avanzadas; el
persistente atraso socioeconómico en
el resto del orbe; la agudización de conflictos generacionales, acelerados por
la revolución tecnológica y las mutaciones en el mundo del trabajo; la creciente falta de legitimidad y resultados,
a los ojos de millones de ciudadanos,
de la democracia liberal. Alerta sobre
el avance, derivado de todo lo anterior,
del populismo y el autoritarismo dentro y fuera de Occidente. En un sentido amplio, Pipitone (Piamonte, Italia,
1946) nos revela que “hemos llegado
a la situación en que la supervivencia
de la especie y de los sistemas democráticos requiere la introducción de un
componente de responsabilidad intergeneracional que, de no venir de los
comportamientos económicos espontáneos, no puede venir sino de la política y, paralelamente, de la maduración
cultural de sociedades crecientemente conscientes de que los vivos deben
dejar de considerarse propietarios de
la Tierra, para asumir la tarea de custodios, encargados de conservarla para las
generaciones sucesivas”. En esta pieza
magistral de erudición y compromiso
democráticos, el repaso del legado de
los pensadores clásicos los convierte
en una tropa de refuerzo para las batallas por nuestra sobrevivencia colectiva.
El investigador ubica lo que llama el
“arte del gobierno” dentro de las necesidades funcionales de las diversas y
crecientemente complejas comunidades humanas, las cuales necesitan un
sistema de normas, principios e instituciones para regular las pasiones, conflictos, intereses e identidades que las
conforman. Las instancias de gobernanza nacional y social representan su
realización de mayor escala y formato,
y la política, su esfera de acción y pensamiento. Desde esa lectura, el autor
reconoce la valía del pragmatismo político, al que concibe no como una mera
falta de fines siempre proclive al relativismo moral o ideológico, sino como
la posibilidad y la habilidad para combinar respuestas nacidas de la observación de diferentes experiencias globales
y cuyo propósito es superar los problemas antes mencionados. Pipitone
parece apostar por la construcción no
despótica de comunidades políticas
capaces de conciliar la eficacia de la
acción pública y los derechos de ciudadanía, en el marco de una democracia agonística que evade los extremos
de la autocracia estatista y la anarquía
comunitarista.
En esa búsqueda, el libro repasa diferentes pensadores, realidades y
visiones, con una sólida lista de referencias clásicas y contemporáneas.
Identifica en Confucio (551 a. C.-479
a. C.) la lógica detrás de una milenaria
civilización –con el poder como fuente
de acceso a riqueza– de decurso ininterrumpido, donde la moralidad y benevolencia protectora, encarnadas en el
máximo gobernante, van ligadas a la
meritocracia como mecanismo de formación del funcionariado y al rol de la
educación como vehículo de perfeccionamiento personal y de movilidad
social. La propuesta es conservadora,
dentro del orden jerárquico, pero tiene
la ventaja de provenir de una civilización carente de una religión trascendental que articule su orden y progreso.
Ello ha permitido hoy día que países de
Asia con una marcada huella confuciana puedan superar en pocas deudas el
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Mireya Hernández, que en este caso
recoge y presenta una colección de tropiezos, hundimientos, caídas o traspiés,
y así por ejemplo de Isadora Duncan
o del atleta Jim Thorpe pasamos a la
campesina mantuana Clelia Marchi,
que bordó su historia en una sábana,
libro que a su vez me hizo pensar en
Doscientas sesenta y siete vidas en dos o tres
gestos (2016), de Eugenio Baroncelli,
por su aire de enciclopedia caprichosa
y por su gusto por lo alucinante y variado de los senderos que pueden tomar
nuestras vidas.
La propia María Negroni tiene una
buena cantidad de libros de esta clase,
que son como inventarios a la fuerza
personales. En este habla de las clasificaciones de la biología, pero en los
otros recoge por ejemplo a los poetas
exiliados (no solo administrativamente), y esta vez el libro se llama La palabra
insumisa (2021), o bien la Galería fantástica (2009), en que se detiene en los más
destacados textos de la literatura latinoamericana del XX, y así varios más.
Estas colecciones son también taxonomías, estos escritores hacen sus jerarquías, sus álbumes con las flores que
van recogiendo. ¿Qué queremos los
humanos ordenando el mundo, qué
buscamos en el rescate de esas vidas?
Estar con aquella gente desaparecida, rescatarla del pasado, contribuir
al tapiz inacabable. Todos montamos
colecciones más o menos inconscientes. En el afán enciclopédico que nos
mueve a intentar lo exhaustivo, lo natural es que alguien nos inventaríe también a nosotros. ~
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legado de atraso –baja productividad,
escasa innovación, pobreza extendida,
mal desempeño institucional– acumulado por generaciones.1
Sin embargo, reconoce el autor, el
estatismo reaccionario y el despotismo solipsista no son la única lectura
posible del confucianismo, si entendemos este como un sistema de valores y
una pauta de comportamiento asentados sobre cierta homogeneidad étnico-cultural, el espíritu comunitario y
la deferencia a la autoridad. El énfasis en la protección gubernamental de
los más desfavorecidos, el encomio a la
denuncia de la corrupción por parte de
los funcionarios probos y, in extremis, el
derecho a la rebelión popular frente a
un gobernante opresor e incapaz, apuntan a otro legado presente en la obra
del pensador chino. Pipitone destaca,
en sintonía con su trabajo anterior, que
la tradición del confucianismo democrático es compatible con una cultura
constitucional e instituciones liberales,
capaces de acomodar la participación
pluralista de ciudadanos, como son los
casos de Taiwán, Corea del Sur o Japón.
Hasta hace un par de años, este estatus
era vigente también en Hong Kong.
Particularmente recomendable
para el lector latinoamericano –dada
la ignorancia sobre la realidad político-intelectual china y las repetidas apologías al uso en la academia regional–2
resulta la crítica de Pipitone a los mantras del filósofo político, residente en
China, Daniel A. Bell. Nuestro autor
exhibe las falencias empíricas (el peso
del liderazgo comunista en la promoción de cuadros, el rol inapelable del
Partido Comunista, la recentralización y personalización del poder) y las
carencias normativas (la ausencia de
1 Véase, del propio Pipitone, La salida del atraso.
Un estudio histórico comparativo, Ciudad de México,
FCE/CIDE, 2020.
2 He abordado recientemente este punto en
“Intelectuales, debate y pluralismo en la China
actual: un comentario a ‘Ma Wukong’”, revista Asia/AméricaLatina, vol. 8, núm. 15, Buenos
Aires, Grupo de Estudios sobre Asia y América
Latina/Instituto de Estudios de América Latina
y el Caribe/Universidad de Buenos Aires, 2023.
LETRAS LIBRES
debates, rendición de cuentas y participación libre como condición de cualquier democracia) del modelo mixto de
democracia y meritocracia que propone Bell. Pipitone expone con claridad
meridiana, sin estridencias, la mezcla
de apología política, deformación histórica y manipulación teórica presentes en la obra del pensador canadiense.
El libro viaja también al Medio
Oriente, donde Pipitone encuentra
en Nizam al Mulk (aprox. 1018-1092)
un pensador que defiende la centralidad de una religión guerrera y desempeña el rol de guía de la acción política y la moral privada. Todo ello a partir de un poder unipersonal que opera,
en simultáneo, como guardián de la
fe y moderador de la corrupción de
los poderosos. Hombre de Estado,
Nizam aprovecharía el legado imperial persa para erigir sobre este entramado, con auxilio del entonces joven
islam, un nuevo tipo de poder espiritual y político. Con relativa semejanza al de Confucio, este modelo ofrece
un tipo ideal de soberano defensor de
los pobres, enemigo de la corrupción y
promotor de la virtud. En este caso, una
virtud conducida por la fe.
Con un tono más crítico, el autor
identifica cierta incapacidad de la
cultura y la civilización construidas
alrededor del islam para erigir una
modernidad propia, capaz de avanzar
en materia de derechos e instituciones
sin sucumbir al poder de la religión
–en su triple condición de fuerza social,
legal y moral– o de autoritarismos seculares aliados o enfrentados a aquella.
Dicha situación deja a las sociedades
musulmanas oscilando entre el despotismo modernizador, con apoyo o no
de los clérigos, y la asunción al poder de
estos, lo que podría adoptar la forma
de una dictadura teocrática o de un sistema de gobierno híbrido –parecido al
Irán actual–, inaplicable en otras partes del mundo y menos proclive a la
modernización que sus pares confucianos. Expresado lo anterior, el espíritu
autocrítico de Pipitone no desconoce las rebeldías y disidencias nacidas
periódicamente en las poblaciones que
viven bajo esos órdenes –como fue la
llamada Primavera Árabe o las regulares protestas en Irán– ni tampoco oculta el efecto que la colonización europea
pudo tener para frustrar alguna potencial modernización alternativa dentro
del universo islámico.
El arte del gobierno termina su recorrido en la Florencia –y proto Italia– de
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), quien
aparece en todo su esplendor como
defensor de un orden republicano y de
una estatalidad premoderna, capaces
de acomodar la libertad individual, el
compromiso cívico y la contención del
conflicto socioestatal, dentro y fuera de
los muros de la ciudad renacentista. En
este repaso de su vida y obra, Pipitone
reconoce la capacidad de Maquiavelo
para ponderar el rol simultáneo que
desempeña tanto la libertad civil
–incluida la protesta popular– como
la eficacia gubernamental en la maduración de cualquier sistema político
moderno; lejos de las absolutizaciones
ligadas a (y derivadas de) las posteriores
visiones de Hobbes y Rousseau. Sobre
esta misma idea, Pipitone recupera una
idea de Discursos sobre la primera década de
Tito Livio que reza: “En toda república
hay dos espíritus contrapuestos: el de
los grandes y el del pueblo, y todas las
leyes que se hacen en pro de la libertad
nacen de la desunión entre ambos [...]
los deseos de los pueblos libres raras
veces son dañosos a la libertad, porque
nacen, o de sentirse oprimidos, o de
sospechar que pueden llegar a estarlo.”
Si bien El arte del gobierno identifica
problemas, recupera legados y sugiere agendas, se abstiene de desglosar
estas últimas con precisión. Una tarea
de ese talante ameritaría el concurso,
colectivo y aplicado, de un consorcio
de expertos en políticas públicas o el
programa de un partido con vocación
de poder. El libro reconoce, eso sí, la
posibilidad de compaginar, de manera
selectiva, aportes de distintas tradiciones políticas –en particular la maquiavélica occidental y la confuciana, en su
variante democrática– para responder
reeditar utopías arcaicas en sus variantes comunitaristas y populistas.
Subraya el autor –y con él coincidiremos seguramente no pocos lectores– la importancia de reconocer,
ponderar, asumir y defender el legado que nos define. Pipitone es enfático
cuando señala que comparar los universos confuciano, islámico y occidental no puede (ni debe) realizarse en un
plano de igualdad, donde a cada uno
se le asigne un mismo peso específico.
“El Occidente desarrollado –asegura– es el espacio político y cultural en
que la humanidad ha ido más lejos
en los terrenos del bienestar, la democracia y el reconocimiento de los derechos de las personas. Y es desde ahí
de donde tiene que partir la disponibilidad de aprender lo que haya que
aprender de otros universos culturales.
Occidente es, en ese sentido, el término
y la razón de una reflexión comparativa. El debido respeto a cada cultura no
significa desconocer sus alcances históricos y sus distintos desempeños en
el reconocimiento de los derechos de
LIBRO DEL MES
HISTORIA
Una España agitada
por José Andrés Rojo
Michael Reid
ESPAÑA
Traducción de Albino Santos
Mosquera
Madrid, Espasa, 2024, 456 pp.
La España de la que se ocupa Michael Reid es la de unos
años tumultuosos. Enseguida asoma en el libro el fin de
fiesta de aquel esplendor económico que se vino abajo con
la crisis financiera mundial de 2007-2008. El país quedó a
la intemperie y tuvo que recurrir a la Unión Europea para
colectividades internamente diferenciadas, así como de los individuos que
las conforman.”
Quienes habitamos Occidente
–incluida la Latinoamérica fundada
en las premisas culturales occidentales, con los ricos ingredientes del mestizaje y la periferia– tenemos el reto de
construir modos de gobernanza que
acomoden un mejor equilibrio entre
libertad individual y justicia social. Ello
sin recrear un espíritu comunitario de
moralidad o religión administradas por
el Estado, al servicio de los poderosos.
Si logramos combinar compromiso
democrático, eficacia económica, conservación ambiental y reducción de la
polarización social, con ayuda del legado de los clásicos y movilizando nuestras mejores reservas de creatividad y
cohesión, el reto identificado en este
libro tendrá una respuesta a la altura
de la época. ~
ARMANDO CHAGUACEDA es politólogo
e historiador, especializado en el estudio
de la democracia y los autoritarismos en
Latinoamérica y Rusia.
curar los excesos de una banca que presumía de estar saneada. Unos años antes, el 11 de marzo de 2004, se produjeron los atentados yihadistas en los trenes de cercanías de
Madrid, y cuya autoría el gobierno de José María Aznar
atribuyó inicialmente a ETA; a los pocos días el PP perdió las
elecciones y José Luis Rodríguez Zapatero tomó las riendas
de una sociedad convulsionada por el brutal atentado. El
15 de mayo de 2011 las plazas de España se llenaron de los
que se reclamaron como “indignados”, que criticaban a un
Parlamento que no los representaba. La crisis del bipartidismo estaba servida: Podemos encarnaría poco después la
rabia de aquellos días y el hartazgo de unas clases medias
muy tocadas por los recortes, y Ciudadanos se proyectaría
como una fuerza que hablaba de ocuparse de los problemas
reales. El procés había arrancado en Cataluña en 2012, y en
2017 se sucedieron sus episodios más enfáticos: la aprobación de las leyes de desconexión del 5 y 6 de septiembre, el
referéndum del 17 de octubre, la declaración (momentánea)
de independencia el 27 de octubre y la inmediata respuesta
del Estado aplicando el artículo 155 de la Constitución para intervenir la autonomía, el discurso del rey, la cárcel para
algunos líderes independentistas, la fuga de otros. Aquello
LETRAS LIBRES
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a los retos del presente. Consciente de
que el dogma neoliberal fracasó –porque
hemos constatado que una mayor eficiencia a nivel micro no produce, por
sí sola y a largo plazo y escala, mayor
inclusión y paz social–, Pipitone ve
un papel renovado para ciertos políticos como planificadores reformistas de
agendas futuras.
En la misma senda de autores como
Norberto Bobbio –a quien cita–,
Amartya Sen y Martin Wolf, Pipitone
propone salvar la democracia sin
renunciar al capitalismo: reformando ambos. Para ello, defiende la necesidad de repensar el papel y la forma
de un Estado de bienestar dentro de
esta era de globalización acelerada y
cambio en los patrones demográficos,
productivos y consumistas. Insiste, en
varios momentos del libro, en la valía
de transformar el liberalismo, tornándolo sensible –en ideas y hechos– a los
intereses de las nuevas generaciones y
capaz de maridar la defensa de la libertad individual con una revitalización
del sentido comunitario. Todo ello sin
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