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sábado, 24 de agosto de 2024

EL CIPRÉS DE LA SULTANA
¿Testigo de una traición?
Fotos: Alfonso Alegre Heitzmann

Según la leyenda que recogió el novelista renacentista Ginés Pérez de Hita en 1525 un ciprés plantado en el patio del Generalife, fue testigo mudo de los amores furtivos de Morayma, esposa del rey Boabdil, y un apuesto caballero de la tribu de los Abencerrajes. Los encuentros de los amantes a su sombra, en noches de luna llena, fueron delatados al último rey moro de Granada. La ira de Boabdil fue tal que en represalia mandó degollar a varios caballeros de la noble tribu musulmana. La leyenda identifica aún hoy las manchas de óxido de hierro existentes en el fondo de la fuente de la Sala de los Abencerrajes de la Alhambra con la sangre derramada en la venganza.
     Fue posiblemente la divulgación de los viajeros románticos que visitaron Granada en el siglo XVIII la que generalizó este fantástico relato. Aunque si el bautizado como Ciprés de la Sultana pudiera hablar quizá contara historias aún más fabulosas.

     Los botánicos José Tito y Manuel Casares creen que este ejemplar de Cupressus sempervirens fue, hasta que murió no hace muchos años, el ciprés más antiguo de Granada.
     Aparece ya bastante crecido en un grabado fechado en el año 1500, integrado en una hilera de árboles de la misma especie que dio nombre al lugar del Generalife donde se encontraban: Patio de los cipreses.
     Para los botánicos no hay duda de que, por su enorme tamaño, fue plantado en época árabe y que pudo vivir más de 600 años. Muríó en los años 80 del pasado siglo. La leyenda atribuye su muerte a un rayo. Sin embargo, Tito y Contreras opinan que, en realidad, murió de viejo.
     Los turistas que visitan la Alhambra sólo pueden contemplar hoy su tronco seco, apenas una ruina de su antiguo esplendor, junto a una inscripción que recuerda su leyenda. El ciprés forma parte de uno de las estancias con más encanto de la residencia de verano de los monarcas de la dinastía nazarí. Junto a otros árboles -ya desaparecidos- flanqueaba un patio con un estanque cercado por setos de arrayán y en medio de él islotes con frondosa vegetación y otro estanquillo central con una fuente de piedra.
     Alfonso Alegre Heitzmann nos dice en su blog: "Vale la pena señalar la singular belleza de este patio cuya extraña forma debe interpretarse como fruto de una armoniosa evolución. Hacia 1920, el paisajista francés J.C.N. Forestier, se entretuvo en buscar su geometría y averiguar cuál era la base matemática que generaba tanta perfección formal. Al parecer experimentó con su trazado en algunos de los jardines que hizo, añadiendo y variando elementos y proporciones. No es de extrañar, pues, que este pequeño patio sea uno de los más bellos e insólitos de la historia de la jardinería".



Información: 

https://www.waymarking.com/waymarks/wm1776X_Ciprs_del_Patio_de_La_Acequia_del_Generalife_Alhambra_Granada
https://www.alhambra-patronato.es/el-patio-del-cipres-de-la-sultana

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lunes, 8 de enero de 2024

ARMAND PAZ RICO, en Facebook
El ciprés de Silos

El 17 de noviembre de 1835 la vida monástica de Silos se interrumpe a consecuencia y efectos de la desamortización de Mendizábal que implicaron la pérdida por expolio de parte de sus riquezas artísticas y documentales. Por fin, el 18 de diciembre de 1880 se establece una nueva comunidad de monjes benedictinos llegados de la abadía francesa de Ligugé, dirigidos por el monje Ildelfonso Guépin.  (de Wikipedia)

En 1880 fueron plantados cuatro cipreses por los monjes franceses de Solesmes que reabrieron el monasterio (cerrado por la Desamortización en 1836). Trajeron con ellos la tradición del canto gregoriano, que se había perdido aquí, y entre otras mejoras plantaron cuatro cipreses (de la forma estirada de Cupressus sempervirens) en cada esquina del Claustro románico. Uno salió normal, no apuntado; junto con otros tres fue languideciendo, y muriendo, por las heladas burgalesas; dos al menos por falta de sol. 

El poeta Gerardo Diego impresionado por el más lanzal* (ya con 45 años) le escribió en 1924 uno de los sonetos castellanos más conocidos, que solíamos recitar (de broma) empezando por:

“Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acojonas el cielo con tu lanza…” 

El superviviente, que quedó en posición anormal y asimétrica, tiene ahora algo más de 145 años y casi 30 de altura. Estuvo también a punto de irse también con sus hermanos, fue salvado por el agrónomo del IVIA de València Juan Tuset hace unos 30 años. La receta fue sencilla: eliminación del césped regado a sus pies, y reducir los riegos a sólo dos (profundos) al año. Lo difícil era saber qué pasaba y qué hacer.

*Lanzal: adxectivo Alto, delgado e bin proporcionado, coma unha lanza. Corpo lanzal (Real Academia Galega)

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jueves, 19 de octubre de 2023

¿Te gustan los cipreses?

LUIS FERRER I BALSEBRE
Cipreses


     Todos tenemos un árbol favorito. Son como los animales, cada cual tiene su preferencia. Hay gente que es más de perros que de gatos, igual que hay amantes de los camelios, los robles o los sauces llorones. Charlando salió a colación este tema y constaté que los gustos arbóreos tienen tanto connotaciones estéticas como sentimentales. Había quien mostraba nostalgia por un carballo centenario de la casa de sus abuelos. Otro se emocionaba recordando la corteza del abedul dónde grabó con su chica un corazón ensartado, después de un revolcón veraniego. Una se derretía hablando de la higuera que asombró su infancia, otro de un limonero, otro de un souto de castaños, donde, decía, iba a reiniciarse abrazándolos. A mí me gustan los cipreses, dije. ¡Qué horror! —contestaron al unísono— si son árboles de cementerio, tristes, no dan flores ni sombra, ni te puedes subir a ellos, ni grabar corazones en su piel ¿Cómo te pueden gustar? En Cataluña, los cipreses son árboles que expresan hospitalidad. Toda mi vida he vivido entre ellos y en mi casa presiden la entrada y salpican todo el espacio.
     La sombra del ciprés, efectivamente, es alargada, cosa singular para un árbol; están en
los cementerios no solo por su carácter hospitalario, sino también por sus dignidades, tienen un cepellón muy pequeño que no extiende raíces y no causa daño a las sepulturas, y muchos sostienen que ahuyenta de ellas a los ratones. Son árboles perennes de un verde seco que relaja la vista y el alma. No admiten grafitis ni ahorcados. A todos los árboles los mueve el viento, pero, al ciprés, lo acaricia. Muy pocas especies bailan como el ciprés, que flamea habaneras, elegante, serio, sin estridencia alguna. Los Cupressus sempervivens, además de creer en Dios, actúan como antenas que recogen las malas energías, como una especie para malos rollos. Y, por si fuera poco, es magnífico remedio para la circulación, alivia varices, mata verrugas y se faja con herpes y hemorroides con unas indudables propiedades antivíricas. Además, desprende una resina con profundo olor a cedro que es uno de los olores más relajantes que hay, con reminiscencias a inciensos árabes. Los cipreses se miran de abajo para arriba, obligan a levantar la vista al cielo y eso siempre reconforta. Fueron mis razones, pero he de reconocer que alguien que contó su idilio con un liquidámbar me hizo dudar. Un relato apasionado que transcurría acariciando la corteza del liquidámbar —esas cordilleras de corcho que lo envuelven— y lágrimas de ámbar. Pero me quedo con el ciprés, es mucho más fiable, no muda de color, no se desnuda, ni llora y, en estos tiempos, se agradece.

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domingo, 9 de octubre de 2022

JUAN ENRIQUE GÓMEZ
Cipreses para la enamorada

23 grandes cipreses bordean el camino entre Ambroz y Belicena, y bajo ellos el recuerdo de un gran amor

Es territorio de antiguas almunias árabes, donde aún es posible encontrar cortijos en los que sobreviven viejos aljibes nazaríes, depósitos que recogieron aguas para saciar la sed de los que allí vivieron a lo largo de más de cinco siglos. Es la hacienda del camino de San Antón, el tradicional sendero que transita entre Ambroz y Belicena, en pleno corazón de la Vega de Granada. Es el centro de un paisaje fértil, donde se recorta la imagen de una verde muralla formada por grandes árboles. Son 23 cipreses de más de una decena de metros de altura, que con sus densas ramas parecen custodiar una pequeña lápida en honor de una mujer, Blanca Jara Seijas. Un humilde bloque de piedra ante el que los caminantes se detienen para guardar un instante de recogimiento y contar su historia a quienes por primera vez recorren las entrañas de las tierras que fueron de la Orden de Santiago, los Franciscanos y de Manuel Seijas, que fuese titular de cuatro ministerios y redactor del Código Penal que desde el XIX marcó la justicia española hasta 1973.
     Los árboles del camino de San Antón son los cipreses de la enamorada. Blanca, bisnieta de Manuel Seijas, era tan querida por su marido, Rafael Dolz, que en 1941, cuando ella cumplía 23 años, recibió un sorprendente regalo: en el camino de acceso a su hacienda, Rafael, había plantado tantos cipreses como años cumplía su esposa. La historia la recoge Agustín Gil García en su libro 'Senderos e historias por la Vega de Granada', a quien se la contó el hijo de Blanca, Ricardo Dolz de Castellar Jara, conocido como propietario del mesón J.R.
     Son los mayores cipreses del valle de Granada. Blanca vio crecer la arboleda y paseo bajo ella durante seis décadas, y a su muerte, en abril de 2009, su nombre en la placa de piedra situada bajo el octavo ciprés, indica que el amor aún camina entre los árboles.

 


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lunes, 27 de julio de 2020

Simbología del ciprés en Cataluña

FRANCESC ROMA i CASANOVAS
La simbología del ciprés en Cataluña
La simbologia del xiprer a Catalunya... (Article sencer)

(...)   El tema de los cipreses fue percibido a finales del siglo XIX por el poeta e historiador Víctor Balaguer a raíz de una visita al macizo del Montseny, pero no consiguió dar una formulación demasiado clara (Balaguer, 1893):
     “Y por cierto que yo ignoraba, y aquí he sabido, el origen de este ciprés aislado y único que con tanta frecuencia se ve en las masías y casas de campo catalanas. Cuando las órdenes religiosas, Briareo de cien brazos, se extendieron por todas partes dominándolo todo, cuidaron de atraerse las familias más importantes de la comarca y de hacerse suyos los dueños de las granjas, caseríos, quintas ó masías. Conquistado ya el dueño de casa, se le nombraba hermano, y pertenecía desde aquel momento á la germandat ó hermandad del convento. Entonces, á la puerta de su casa ó en el sitio más visible de su huerta ó de su patio, allí donde pudiera descollar mejor ó distinguirse más, se plantaba un ciprés. Esta era la señal de que la casa aquella pertenecía á la hermandad y que sus puertas se abrían siempre de par en par para los frailes y monjes transmigrantes ó viajeros que cruzaban por la comarca. También, en cambio, el dueño tenía posada en el convento” (Balaguer, 1893; pàg. 105).

     No sabríamos decir si la información que aporta Balaguer es demasiado fiable, en todo caso, nos interesa explicar que poco más tarde, en 1912, Cielos Gomis afirmaba que en las masías de la Garrotxa el ciprés servía para indicar a los frailes mendicantes que allí les daría acogida gratis (Gomis, 1912). Lo mismo dice la enciclopedia Espasa-Calpe, pero sin precisión geográfica (véase entrada ciprés).
     En este mismo sentido, un trabajo bastante interesante como el de Antoni Noguera y Massa sobre la peregrinación medieval acaba de confirmar que los peregrinos recibían gratuitamente la acogida y la hospitalidad en algunas masías cercanas a las grandes rutas de peregrinación:
     "Eran jornaleros acomodados cuya tarea era dual: cuidar de la masía, de los campos y del ganado, y practicar la caridad a todo peregrino que llamaba a su puerta. Por tan loable costumbre, su masía era llamada "Hospitalet", pues debía alojar un corto número de peregrinos transeúntes. Con seguridad, debían habilitar una cámara en la masía para este fin o bien la paliza. Al abrigo de la masía tenían plantado un ciprés, símbolo de hospitalidad, el cual se divisaba de lejos "(Noguera, 1994; p. 148).
     En cuanto al Montseny -territorio en el que ya hemos visto que ciertos cuentos explican que hay que ayudar a los pobres que llegan a las masias- sabemos que existía un código no escrito a través del cual se sabía lo que se podía esperar cuando se llegaba el portal de una masía. Según Martí Boada (comunicación personal), si había un ciprés ante la casa se tenía derecho a una pequeña comida, el pan y trago, es decir, vino, pan y un poco de embutido. Si había dos, entonces se podía esperar todo una comida completa. Tres cipreses quería decir que, además, se tenía el derecho de pasar la noche. Según Boada, en la mayor parte de las masías se encontraban habitaciones para hospedar a los trabajadores eventuales u otros visitantes. Por otra parte, siempre era posible pasar la noche en el pajar. Hemos de decir que en 1997 se construyó en Granollers, a los pies del Montseny, un centro de atención a los sin techo que se ha hecho decir El Xiprer: incluso se ha plantado uno de estos árboles para de simbolizar su rol social (el 9 nou, 14 de abril de 1997). Nuestra investigación nos indica que esta costumbre es conocido aún hoy en día, como mínimo, en el Bages, Vallès, la Garrotxa y el Montseny, pero que el significado exacto del número de cipreses varía de un lugar a otro.
     De este modo, sabemos que en la entrada de la masía de Coromines (Moianès) hay plantados dos cipreses que aún hoy en día sus inquilinos nos indican que querían decir que en ese lugar se podía pedir caridad. En este mismo lugar nos han indicado (6 de abril de 2000) que tres cipreses hubiera querido decir que, además, los transeúntes tendrían derecho a recibir acogida(...)

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miércoles, 23 de mayo de 2018

EL LENGUAJE DE LOS CIPRESES
de trocha.org.es
 

Cipreses guían el camino hacia un núcleo rural habitado
Estos esbeltos árboles, popularizados en nuestro país por encontrarse comúnmente en los cementerios o camposantos, también se pueden ver al borde de antiguos caminos que, en su tiempo, fueron rutas de cierta importancia e, incluso, abundan en muchos parques y jardines, tanto públicos como particulares.
     Lógicamente, al buen observador no se le escapa la pregunta de rigor: ¿por qué están ahí los cipreses? Para entender mejor el papel de este árbol tendremos que empezar por obtener un cierto conocimiento del mismo.
     Desde la perspectiva científica, el Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado dice: la palabra ciprés  (del provenzal cyprés) m. Bot. (gén. Cupresus) fam.: cupresáceas, clase: coníferas; árbol siempre verde, con copa de forma cónica, y madera rojiza, olorosa, que pasa por incorruptible; tiene flores amarillentas, hojas pequeñas, en filas imbricadas, y fruto de glábula de unos 3 cm. de diámetro. Hay varias especies.
     Según el Diccionario de los Símbolos, de Jean Chevalier Alain Gheerbrant(1), el ciprés fue un árbol sagrado entre numerosos pueblos; gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama el árbol de la vida (ciprés tuya). En Europa es un símbolo de duelo. Quizás se trata de todos modos de una mala interpretación, aunque sea de origen muy antiguo, del simbolismo universal y primitivo de las coníferas que, por su resina incorruptible y su follaje persistente, evocan la inmortalidad y la resurrección.
     El teólogo Orígenes ve en el ciprés un símbolo de las virtudes espirituales, pues el ciprés desprende muy buen olor, el de la santidad.
     En el Diccionario de los Símbolos y Mitos de J.A. Pérez-Rioja (2), se dice de él: En su calidad de árbol perenne, siempre verde, perfumado, de madera incorruptible como la del cedro, ha tomado una significación funeraria. Ya desde los tiempos paganos, se asocia con la idea de la muerte. Por ello se encuentra generalmente en los cementerios. En heráldica, simboliza elevados y nobles sentimientos, como la idea de la incorruptibilidad.

     Se presume que estos árboles, originarios de las regiones del Egeo, llegaron a la Península Ibérica en los barcos romanos, (...)
     Los antiguos viajeros –casi siempre caminantes– la vista de estos árboles, junto o próximos a las casas solariegas, obtenían conocimiento sobre las posibilidades de encontrar allí refugio y amparo, (...)
     Si el camino era largo y debía durar varios días, los viajeros no tenían más remedio que alojarse en fondas, hostales, figones y otros establecimientos del mismo ramo. Pero si el viaje se tenía que realizar en todo o en parte por montaña y en ámbitos descampados, el caminante se veía abocado a pedir hospitalidad en alguna casa solariega que pudiera encontrar a lo largo de su ruta. (...)
Hospital de Benasque
Actual hospedería de un antiguo refugio para caminantes
construído hace ocho siglos por los monjes Hospitalarios
.

       Para señalar la disposición de alojamiento en esas casas de campo aisladas, se eligió un símbolo inequívoco, visible desde muy lejos para los viajeros: el esbelto ciprés, árbol de hoja perenne.
     Según los estudiosos, parece que los romanos fueron los primeros en utilizar los cipreses como elementos de señalización en su cultura, estableciendo, incluso, una especie de código: en una edificación aislada en la montaña, cerca de caminos, la presencia de un solo ciprés informaba al viajero de la posibilidad de obtener agua en ese punto; dos cipreses significaba que disponía de comida, y tres o más cipreses que era un centro de reunión con dormitorio.
Ciprés ornamental del monasterio de Silos
     Asimismo, tuvieron otras utilidades nuestros majestuosos cipreses. A las autoridades romanas se las distinguía con hileras paralelas de estos árboles, en la entrada de sus casas, para hacer saber que se trataba de una figura social importante. Todavía hoy pueden verse, por muchos lugares de la geografía española, fincas rústicas y palacetes luciendo esta señorial formación arbórea. También en las avenidas o vías principales de acceso a las ciudades se plantaban cipreses para dar así la bienvenida a las gentes, pero en especial a las tropas y generales victoriosos.
     Esta simbología romana contribuyó a que posteriormente, en la era cristiana que sucedió al imperio romano, se plantaran cipreses en cementerios para darnos la bienvenida a la vida eterna. Así, de esta manera, el paso de los siglos y el desconocimiento popular de la simbología original, han contribuido a que en la actualidad se considere que los cipreses son meros árboles funerarios y, en ocasiones, portadores de mal augurio.
     En consecuencia, si nos atenemos a lo que inicialmente significó el ciprés, tendremos que convenir que su elección como símbolo fue un acierto por sus propiedades: perfil inequívoco, hoja perenne, gran altura (hasta 35 m.), gran resistencia…, que le convierten en el árbol ideal para ser visto a grandes distancias.
     A partir de ahora, cuando salgamos de marcha montañera, ya sabremos qué nos están diciendo estos esbeltos y majestuosos árboles..

Francisco C.L.

domingo, 15 de abril de 2018

SARV-E ABARKUH, ¿el ciprés de 4000 años?
     Este ciprés (Cupressus sempervirens) -en Persa: سرو ابرکوه Sarv -e Abarkuh-, se alza en la región de Yazd, en Irán desde hace, se dice, 4.000 años, es decir empezó a crecer cuando los habitantes del Asia central estaban en proceso de inventar las ruedas con radios.
     El venerable ejemplar, también llamado el Sarv zoroastriano, fue reconocido Monumento Nacional por el gobierno, tiene una altura de 25 metros y una circunferencia de copa de 18 metros. Es una importante atracción turística. Este árbol es nombrado como tal por primera vez por el historiador y geógrafo persa Hamdallah Ghazvini, durante el siglo XIV, siglo en que parece que ya era una atracción turística y religiosa.
     Existen varias leyendas sobre el árbol. Una sostiene que Sarv-e Abarkuh fue plantado por Jafet, hijo del profeta bíblico Noé. Otra leyenda incluye a Vishtaspa, que plantó un ciprés en memoria de Zoroastro al que llamó el ciprés de Kashmar, que duró dos milenios hasta que los árabes invadieron Persia en el siglo VII y acabaron con él. Sin embargo, otro ciprés plantado por él mismo Zoroastro en Abarkuh sobrevivió hasta nuestro días.​ En otros mitos, se ha descrito que el árbol tiene un alma que lo mantiene en pie a lo largo de los siglos.

Fotos de la red - Mapa
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martes, 24 de junio de 2014

JOSÉ EUSEBIO CARO (Colombia, 1817-1853)
El Ciprés


¡Árbol sagrado, que la obscura frente,
inmóvil, majestuoso,
sobre el sepulcro humilde y silencioso,
despliegas hacia el cielo tristemente!

Tú, sí, tú, solamente
al tiempo en que se duerme el rey del mundo
tras las altas montañas de occidente,
me ves triste vagando
entre las negras tumbas,
con los ojos en llanto humedecidos
mi orfandad y miseria lamentando.

Y cuando ya de la apacible luna
la luz de perla en tu verdor se acoge,
sólo tu tronco escucha mis gemidos, 
sólo tu pie mis lágrimas recoge.

¡Ay! hubo un tiempo en que feliz y ufano
al seno paternal me abandonaba;
en que con blanda mano
una madre amorosa
de mi niñez las lágrimas secaba...

Y hoy huérfano, del mundo desechado,
aquí en mi patria misma
solitario viajero,
desde lejos contemplo acongojado
sobre los techos de mi hogar primero
el humo blanquear del extranjero!

Entre el bullicio de los pueblos busco
mis tiernos padres para mí perdidos;
¡vanamente... ! Los rostros de los hombres
me son desconocidos.

Y sus manes, empero, noche y día
presentes a mis ojos afligidos
continuo están, continuo sus acentos
vienen a resonar en mis oídos. 

¡Sí, funeral ciprés! Cuando la noche
con su callada sombra te rodea,
cuando escondido en el solitario búho
en tus obscuros ramos aletea;
la sombra de mi padre por tus hojas
vagando me parece
que a velar por los días de su hijo
del reino de los muertos se aparece.

Y si el viento sacude impetuoso
tu elevada cabeza,
y a su furor con susurrar medroso
respondes pavoroso;
en los tristes silbidos
que en torno de ti giran,
a los paternos manes
escucho que dulcísimos suspiran.

¡Árbol augusto de la muerte! ¡Nunca
tus verdores abata el bóreas ronco!
¡Nunca enemiga, venenosa sierpe
se enrosque en torno de tu pardo tronco!
¡Jamás el rayo ardiente
abrase tu alta frente!
¡Siempre inmoble y sereno
por las cóncavas nubes
oigas rodar el imponente trueno!

Vive, sí, vive y cuando ya mis ojos
cerrar el dedo de la muerte quiera,
cuando esconderse mire en occidente
al sol por vez postrera,
moriré sosegado
a tu tronco abrazado.

Tú mi sepulcro ampararás piadoso
de las roncas tormentas;
y mi ceniza entonces agradecida,
en restaurantes jugos convertida,
por tus delgadas venas penetrando, 
te hará reverdecer, te dará vida.

Quizá sabiendo el infeliz destino
que oprimió mi existencia desdichada,
sobre mi pobre tumba abandonada
una lágrima vierta el peregrino. 
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miércoles, 4 de junio de 2014

CIPRESES CONTRA EL FUEGO

Los últimos días de junio de 2012 ardieron en Andilla, en el interior de la provincia de Valencia, casi 20.000 hectáreas de arbolado y otras 30.000 se quemaron esos días en Cortes de Pallás. Fueron dos de los incendios más graves en la historia de la Comunidad Valenciana.
      En el interior del territorio quemado hay una parcela experimental conformada por diversos tipos de cipreses plantados en 1992. Estos cipreses apenas sufrieron bajas. Los técnicos de la empresa pública Imelsa -Diputación de Valencia-, fueron a visitar las parcelas de cipreses: el experimento había funcionado favorablemente.

       Los análisis llevados a cabo en la zona del incendio de Andilla demostraron que el 90% de los ejemplares de ciprés plantados en la zona había sobrevivido. Se quemaron los pinos, los carrascos, las encinas, los quejigos, las coscojas, los enebros, las sabinas y las aliagas, pero la barrera formada por 946 cipreses de distintas especies y una altura de unos 9 metros se salvó rodeada por el fuego. Una superficie de 8.892 metros cuadrados ignífuga. Incluso en el interior de la pardela había un pino rodeno antiguo que sucumbió a las llamas pero no así los cipreses.
       Los expertos aseguran que el ciprés mediterráneo tiene unas características morfológicas y ecológicas que le hacen "especialmente interesante" en la lucha contra los incendios: "menor inflamabilidad y combustibilidad que otras especies, baja emisión de partículas incendiarias, disminución de la biomasa presente en la superficie y su acción como cortavientos, lo que dificulta el avance del fuego de copa, de suelo y los incendios explosivos".
Pero todo esto lo podréis leer en un interesante libro que ha editado IMELSA y que está disponible en la red.





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Aunque no todo el mundo esté de acuerdo, somos como somos.
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viernes, 15 de noviembre de 2013

TASSILI  N'AJJER - Argelia
Cipreses del Sáhara (Cupressus dupreziana)
Coordenadas: N 25º 30' 0" - E 9º 0' 0"


     Esta región del sureste de Argelia es una joya para el mundo, famosa entre paleontólogos -mas de 15.000 muestras de arte rupestre- y botánicos -cipreses, mirtos endémicos...-. Fue incrita como Patrimonio de la Humanidad en 1982
     Es una meseta montañosa de arenisca cuyo punto más alto es Adrar Afao con 2.150 msnm. La capacidad de la arenisca para retener el agua, la altitud que reduce la evaporación y lo intrincado del lugar, nos dan la explicación de la existencia de estas reliquias botánicas.

La información de la Revista Foresta de José Luis Lisbona Gil  es excelente.
Las fotos y los vídeos de JJbenitez son muy ilustrativos
Ciprés del Botánico de Madrid, 2 m (oct. 2013)
      Este ciprés -tarout- endémico del Sahara fue descubierto para los científicos en 1884.
      Muchos de estos árboles tienen mas de 2.000 años. Se han contabilizado 233 en diversas agrupaciones y su conservación es crítica. Por esta causa se han plantado en diversas partes del mundo. El Botánico de Madrid cuenta con un ejemplar, está situado entre los ágaves, y la Universidad de Murcia tiene en bosquete con unos cuantos ejemplares, en su apartado de la flora del norte de África.

 
Descripción de Wikipedia
     Esta especie se diferencia respecto de la emparentada Cupressus sempervirens (ciprés del Mediterráneo) en su follaje más azulado, con una pequeña mancha de resina blanca en cada hoja; la más pequeña siempre aparece alisada en un único plano. Posee también pequeños conos, de entre 1.5-2.5 cm. El ciprés de Marruecos (Cupressus atlantica) es muy similar, siendo considerado por varios especialistas como una variedad de Cupressus dupreziana.
      Probablemente, como resultado de su aislamiento y su baja población, el ciprés del Sáhara ha desarrollado un sistema reproductivo único de apomixis masculina, mediante el cual las semillas adquieren completamente el contenido genético del polen, que es capaz de producir por él mismo un embrión, utilizando las semillas de otra especie como medio de difusión. No existe aporte genético de las plantas hembra, que sólo suministran el sustento nutricional (Pichot et alii, 2000). Los retoños son por tanto réplicas exactas del árbol progenitor. El ciprés de Marruecos no comparte esta peculiar característica.

     El ciprés del Sáhara es ocasionalmente cultivado en el sur y el oeste de Europa, en parte con fines de conservación de la especie ex situ, y también como árbol ornamental.



Foto: JJbenitez






Foto: Jose Luis Lisbona Gil

     Las pinturas fueron descubiertas para occidente en 1934 por el teniente francés Brenans. Las descubrió mientras inspeccionaba los oasis del lugar. Sorprendentemente ante él aparecieron aquel fantástico conjunto de cientos de figuras humanas y representaciones de hipopótamos, elefantes, cocodrilos... 
     Su hallazgo se lo comunicaron al antropólogo Henri Lothe quien les dedicó dos décadas de trabajo. Una larga aventura para este científico francés, que viajó al lugar en diferente ocasiones clasificando una a una, con esmero y detalle, todas aquellas pinturas y gravados.
Henri Lhote
Información: Fotos de Google, de Jose Luis Lisbona Gil y JJbenitez


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domingo, 30 de diciembre de 2012

NICOLÁS CORREA DEL CASTILLO (Santander 1907-1980)
El Ciprés

Adarga sideral inofensiva
que prende a los luceros dormitando.

Nocturno fantasmón de un negro espíritu
que abandonó su cuerpo a los gusanos.

Índice de las manos vegetales
que nos muestra un camino ya olvidado.

Huso que hila los vientos más rebeldes
en la gigante rueca de los campos.

Escobillón de túneles nocturnos
que recoge el rocío congelado.

Antena de los muertos sumergidos
que toma tierra en todos los osarios.

Centinela que, rígido, vigila
eternamente firme el Camposanto.

Gótico caramelo de los aires.
Penitente andaluz encapuchado.

Pararrayos de tórtolas lejanas.
Penacho de un sepulcro aristocrático.

Eres, ciprés, mis pobres oraciones,
que al calor apretado de los pájaros
se arborizan ante la impotencia
de llegar por mis culpas a lo Alto.
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lunes, 29 de octubre de 2012

JOSEP SEBASTIÀ PONS (1886-1962) 
Xiprers adormits


        Dels xiprers envellutats,
        verdosencs, assolellats,
        la somniosa renglera
        entorneja la ribera
        i les hortes i els prats.

Xiprers adormits, vos guardeu els horts,
        i els lleugers tresors
dels aibres, riquesa blanca de la plana,
i amb el vostre silenci de la tramuntana
        ne burle l'esforç.

Altius i solius, amb vostra barrera,
        s'aixecant austera,
guardeu el misteri de l'hort encantat,
i ningú veurà si en l'hort amagat
        riu la primavera.

Xiprers adormits, ben atapeïts,
        jo vindré de nits
me seure en els prats que molla l'aiguatge,
caminant que cerca, després del viatge,
        la font de l'oblit.

A l’hora tranquil·la i de gran puresa
        on la lluna estesa
pertot diu son cant d'un ritme diví,
en la clariana que sap endolcir
        la més gran tristesa.

El cor, el meu cor, vull amurallar
         d'un negre llindar,
d'un semblant qu'aturi mirades bavoses,
llavis molsudets i dents verinoses
         que el fan sagnejar.

Aixís no sabran quines blanques roses
         ne són mig descloses
darrera el fullam, sota el cel d'argent;
aixís no veuran el meu sentiment
         les flors misterioses.

Xiprers adormits, verdosencs i forts,
         guardeu sempre els horts
de les rufucades i males ventades;
d'un amor passat guardeu les pensades
com en la nit clara vetllau tots els morts. 


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martes, 19 de junio de 2012

CARLES SALVADOR (Valencia 1893-1955)
Xiprers

Aquells raspalls que hi ha dins del calvari
de punta al cel i esperen nuvolades
són plens de goig davant la volta blava.

Ells van creixent pel gust d'ésser útils,
per fer-se poc a poc menys manejables,
per viure eternament en ampia vaga.

Només l'estel remot exorna els vèrtexs, 
només 1'ocell fa niu en llurs brancatges. 
(Ocell i estel —mon cor!— refils i brasa).

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miércoles, 6 de junio de 2012

EL CIPRÉS
Cuento de China

    Hace muchos años, en un pequeño pueblo a la orilla del Yangtse, vivía un comerciante llamado Li Jian. Se ganaba la vida con una tienda de especias y su carácter era tan fuerte como las mercancías que allí vendía. A los clientes que se atrevían a cuestionarle los precios enseguida los enviaba a freir espárragos, y pobre de aquel que osara llamar a su puerta para preguntar una dirección o pedir un poco de arroz. Li tenía dos perros de ojos feroces y cabeza cuadrada, y le costaba muy poco amenazar con ellos a cualquiera que se acercaba a su casa. A la mujer de Li no le gustaba el comportamiento de su marido, pero poco podía hacer para cambiarlo.
     Li vivía en una pequeña casa al lado de la carretera. La casita tenía tejado de pagoda, un patio estrecho en la entrada y un pequeño huerto detrás. Fuera de la casa, junto a la carretera, crecía un ciprés, que según decía Li había sido plantado por su bisabuelo. Era un árbol alto y esbelto, cuyas ramas más gruesas se proyectaban hacia el cielo y las más pequeñas colgaban hacia el suelo. Las ramillas eran de un tono rojizo oscuro. Li estaba orgulloso del árbol porque los protegía del sol de la tarde y en los calurosos días de verano daba sombra a la sala de estar.
     Un día, después de haber cenado arroz cocido, fideos y pescado, Li salió a tomar el fresco al patio. Se enfadó muchísimo a ver a un pobre y andrajoso vendedor ambulante que dormitaba bajo el árbol. ¿Cómo se había atrevido a entrar en su propiedad?, se dijo a si mismo.
    -¿Quiere decirme por qué otras personas han de disfrutar de la sombra de mi árbol? -dijo gritando y acercándose grandes zancadas al vendedor.
     Lo zarandeó bruscamente y le ordenó que se fuera. El pobre vendedor, aturdido porque le habían despertado tan de sopetón de su sueño, quería saber qué había hecho para merecer aquel trato.
     -¡Está durmiendo a la sombra de mi árbol! –le regañó Li, muy enojado.
     -Perdone, señor –dijo el vendedor humildemente-. Creía que los árboles eran de todo el mundo… y, además, éste se encuentra en propiedad pública.
     El vendedor ambulante miró a su alrededor como para asegurarse de que no había cometido ningún delito contra la propiedad.
     -Puede que sí, pero este árbol es mío, y nadie más puede disfrutar de él –respondió Li enfadándose cada vez más.
     Los perros habían acudido trotando hasta detrás de su amo y esperaban sus órdenes. El vendedor miró los ojos malignos de los animales, recogió sus artículos y salió a todo correr. El comerciante lo observó mientras se alejaba sin dejar de proferir maldiciones.
     Al cabo de unos días, el vendedor ambulante volvió a pasar cerca del árbol. Se detuvo un momento y sintió cómo se ruborizaban sus mejillas al pensar en los insultos que había tenido que soportar. Se sorprendió al oír que las ramas le susurraban algo al oído. Dio unos pasos atrás, satisfecho de la idea que el árbol le había trasmitido.
     Muchos días después, Li, al volver a la tienda, vio otra vez al mismo vendedor ambulante durmiendo bajo el árbol.
     -¿Cómo se ha atrevido a volver? –vociferó-. ¡Lárguese inmediatamente o haré que mis perros se le echen encima!
     -Perdone, señor –dijo el vendedor ambulante con el máximo respeto-, pero quiero hacerle una propuesta.
     ¿Una propuesta?, pensó Li. ¿Acaso estaba loco aquel hombre?
     -¿Y qué propuesta es esa? –preguntó con la última brizna de paciencia que le quedaba.
     -Me gustaría comprarle la sombra de su árbol –dijo el vendedor con aire decidido.
     -¿Comprar la sombra de mi árbol? –repitió Li.
     El vendedor ambulante asintió con la cabeza. El comerciante nunca había oído que nadie hubiera comprado la sombra de un árbol. Le pareció de lo más extraño, pero la curiosidad le venció.
     -¿Cuánto me da por ella? -preguntó con suspicacia.
     -Veinticinco monedas de oro -respondió el vendedor desatando una bolsita de tela para mostrar su tesoro.
     -¡Veinticinco monedas de oro! -repitió Li, intentando disimular su codicia. Y cerraron el trato. Por veinticinco monedas de oro el vendedor ambulante podía disfrutar de la sombra del árbol siempre que se le antojara. Pero antes de darle el dinero, el vendedor ambulante quiso redactar un contrato de venta en que se reflejaran los detalles de la transacción. Li le acompañó gustoso al notario, quien les extendió tres copias. Li se sintió muy satisfecho por haber hecho tan buen negocio y el vendedor ambulante se fue canturreando.
     Todos los días el vendedor iba a disfrutar de la sombra del ciprés. A veces se echaba una siesta y otras veces aprovechaba para guardar sus artículos en pequeñas bolsas. Un día llegó acompañado de algunos amigos que iban vestidos con ropa tan andrajosa como la suya. Se sentaron todos bajo el árbol y se pusieron a jugar una partida de cartas. Era un día de verano y, por la tarde, la sombra se proyectó sobre la sala de estar de Li. El vendedor y sus amigos recogieron las cartas y todas sus cosas y se trasladaron al interior de la casa. La mujer de Li, que estaba atareada en el huerto, oyó unas fuertes risotadas que venían de su casa. Para allí se fue como una exhalación y, al entrar, vio a una pandilla de hombres raros y zarrapastrosos tumbados por el suelo de su sala de estar.
     -¿Qué significa todo esto? -preguntó la mujer completamente desconcertada.
     -Mejor pregúntaselo a tu marido -dijo medio riéndose el vendedor ambulante, y siguió fijándose en la carta que pensaba jugar a continuación.
     La mujer de Li salió corriendo de su casa y le envió recado a su marido.
      Cuando Li llegó a casa, se quedó mudo de rabia. Al recuperar la voz, dijo a gritos:
      -¡Largo de mi casa, granujas!
      -¡Espere un minuto! -le dijo el vendedor ambulante, sacando del bolsillo la escritura del bolsillo y blandiéndola delante de la cara de Li-. Es mi sombra, ¿lo recuerda? Voy a donde ella va y ahora resulta que está dentro de su sala de estar.
      Los amigos ahogaron una carcajada tapándose la boca.
      Era absurdo. Presa del pánico, Li se dirigió a donde el notario para pedir justicia, quien repasó el contrato y meneó la cabeza por la insensatez de Li. No se podía hacer nada. El contrato no podía anularse sin el consentimiento de ambas partes. Li anduvo lentamente hacia su casa sin saber qué hacer. Por fin se le ocurrió une idea: volvería a comprar la sombra.
     -No es posible  -le dijo el vendedor ambulante.
     -¿Y por qué no? -preguntó Li nervioso.
     -Pues porque el precio ha subido y me parece que no lo podrá pagar -dijo el vendedor.
     -Le doy cincuenta monedas de oro -le ofreció Li, y las gotas de sudor le resbalaban por la frente.
     -Doscientas -le dijo el vendedor con decisión, y sus amigos asintieron con un movimiento de cabeza.
     -¡A  eso se le llama robo! -vociferó Li sacando la bolsa que llevaba escondida en el pecho para poder librarse de un vez por todas del vendedor ambulante.
     Éste se quedó muy satisfecho con lo que había ganado. Dicen que con parte de las monedas abrió un local en el pueblo en el que servían te de todas clases. Y desde luego siempre tenía una mesa vacía para que sus amigos pudieran jugar una partida de cartas. Incluso el casamentero le encontró esposa, y tuvo una vida llena de riqueza y felicidad. En cuanto Li Jian, se quedó sin nada. Su mujer, al igual que el dinero, le abandonó, y se pasó el resto de su vida acompañado por sus perros y maldiciendo el momento en que vio a aquel vendedor ambulante. Pero desde entonces, nunca más se negó a que alguien disfrutara de la sombra del gran ciprés.

---Fin---