Madame Du Barry - Jean Plaidy
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Jean Plaidy
Madame du Barry
Amante real
ePub r1.0
RoqueNublo 30.12.15
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Ttulo original: Madame du Barry
Jean Plaidy, 1994
Traduccin: Mercedes Cernicharo & Dimas Mas
Ilustraciones: Sir William Russell Flint
Retoque de cubierta: RoqueNublo
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1. Coucher en Versalles
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que en la deslumbrante corte de Versalles la querida de un rey se elevaba sobre la
esposa con quien las razones de estado le haban forzado a casarse aceptaba las
invitaciones de cuando en cuando, realzando la ocasin con su presencia.
Pero ahora la reina ya estaba muerta, el delfn estaba muerto; y la propia madame
de Pompadour estaba muerta tambin. Su cuerpo haba sido llevado en procesin
solemne desde Notre-Dame de Versalles hasta Pars. El viento ululaba, llova con
fuerza y Luis, que contemplaba la procesin desde la ventana de su cabinet intime,
senta una pena tan borrascosa como el tiempo, sollozaba y las lgrimas desbordaban
sus mejillas.
Al caballero Le Bel, el jefe de sus valets de chambre, le gustaba recordar la
emocin del rey en aquel momento. Le Bel lo conoca bien, pues se deca que
comparta los secretos del rey como nadie antes lo haba hecho en la Corte. Era Le
Bel quien haba conducido por aquellas estrechas escaleras a muchas doncellas tras el
rito solemne del coucher, cuando era la costumbre de Luis el cambiar la cama
ceremoniosa de la fra alcoba por una habitacin ms pequea y acogedora.
Luis, contaba Le Bel, se haba enjugado de repente las lgrimas, haba controlado
sus sollozos y fue como si se hubiera hecho a la idea de que deba acostumbrarse a
una vida que no fuese dirigida por la marquesa de Pompadour.
A la pobre marquesa no la acompaa el tiempo para su viaje a Pars dijo
Luis, casi bromeando; y Le Bel se regocij al escucharlo. Su Majestad superara el
dolor.
Pero la melancola persista. A la edad de Luis no era fcil cambiar. Cada uno de
los hombres que soaban con el poder que podran obtener del rey tena la conviccin
de que el lugar de la Pompadour haba de ser llenado; y haba de llenarse con una
mujer que no olvidara a los amigos que la haban ayudado a adquirir el ms
importante y poderoso papel en la Corte de Francia.
El duque de Richelieu, en parte para divertir al rey, y en parte para enfadar a
Choiseul, comenz a hablar de esa exquisita criatura: la condesa dEsparbs.
Un destello de inters brill en los ojos de Luis, pero fue efmero, y aun antes de
que Choiseul cortara el elogio que Richelieu haca de la condesa, con elogios de su
propia hermana a quien no haca mucho haba casado con el duque de Gramont, el
viejo pero extremadamente poderoso noble, Luis ya estaba bostezando y su mirada
se volvi lnguidamente hacia el cojn de terciopelo donde descansaba su gorro de
noche.
Haba un cambio, en efecto. Podra ser que todava suspirara por la Pompadour,
la mujer que haba sido maitresse en titre durante dieciocho aos? Era imposible.
Toda la Corte saba que varios aos antes de su muerte, el ttulo haba pasado a tener
carcter meramente nominal.
El rey se estaba haciendo viejo. Eso era evidente para cada uno de los caballeros
que asistan al coucher, incluyendo a Choiseul, quien, en esta ocasin, tena el
honor de sostener la vela con que el rey era alumbrado en su camino a la cama, y a
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Richelieu, que lo miraba celosamente. Todos pensaban que deban suministrarle al
rey una nueva doncella; y que si ella fuera lo suficientemente habilidosa, bella y
maleable en manos de sus avaladores, qu buenos bienes podra depararles!
Mientras tanto, a Luis XV de Francia le iluminaban el camino hasta la cama
solitaria.
*
Se me acab la juventud dijo el rey para s cuando se qued a solas, y no
es el hecho de que ya nunca pueda volver a ser como antes lo que me provoca tan
gran melancola, sino esta lasitud que me domina y me hace sentir que ya no importa
nada.
Los ojos de la madurez no ven como los ojos de la juventud. Nada tiene ya el
mismo encanto, sea una hermosa pintura, un bello edificio o una hermosa mujer.
Hubo un tiempo en que esa habitacin le complaca, pues l mismo la haba diseado.
La cama real de su bisabuelo Luis XIV nunca le haba gustado, y a menudo se retiraba
(despus de la ceremonia del coucher, por supuesto, y recordando siempre que
haba de volver a ella antes del lever) al cabinet du Conseil, donde encontraba
una cama ms caliente y una compaa ms agradable. Por lo tanto, decidi que
quera construirse un dormitorio propio. Sera una hermosa habitacin, decorada por
el escultor Verberckt, y dispondra de varios aposentos alrededor de la habitacin. Y
as fue como se crearon los petits appartements, cuya construccin consolid la
reputacin de artistas como Verberckt, Rousseau y Le Brun.
Fue a la edad de diecisiete aos, cuando el joven rey, rodeado de adulacin donde
quiera que fuera, se dio cuenta por vez primera de la belleza de la piedra.
Versalles! La creacin de aquel fabuloso bisabuelo, de cuyos das de gloria an
se hablaba con respeto!
Ahora, tendido en su cama, l poda recordar vagamente la ltima vez que haba
visto a su bisabuelo. Era como una pintura vista desde lejos: los colores se
desdibujaban. Estaba la cama real y el viejo hombre tendido en ella, la expresin
serena aunque con un rictus de dolor; un sacerdote estaba arrodillado ante la
balaustrada que haba a los pies de la cama, la cual impeda que la gente se acercara
mucho al lecho. Daba la impresin de que la estancia hubiera estado llena de mujeres
que lloraban. Poda recordar el aire de solemnidad y el enfermizo olor de la muerte.
Era agosto, las ventanas estaban abiertas y desde abajo llegaba la msica de los
oboes y los tambores.
Madame de Ventadour, su institutriz, haba ido a buscarlo para decirle que su
bisabuelo deseaba verle, y el modo como lo cogi de la mano para llevarle fue
distinto. El mismo se senta presa de una gran agitacin, como si presintiera que un
gran acontecimiento estaba a punto de ocurrir. Lo haba sentido realmente, o lo
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haba imaginado ms tarde? Podra l, tan joven, tan ignorante, darse cuenta, a pesar
de tener slo cinco aos y medio, de que pronto se iba a convertir en rey de Francia?
Pens en el hombre en la cama; el gran rey que haba llegado al final de sus das,
incapaz de abandonar su lecho a causa de la gangrena de su pierna. Era el mismo rey
que una vez haba encantado a toda la Corte con su habilidad para el ballet, el ms
apuesto rey de Francia, el creador de Versalles, con todas sus bellezas y sus locuras
le Roi Soleil.
Madame de Ventadour le haba llevado junto al lecho a requerimiento del
agonizante, y el viejo hombre cogi la mano grosezuela del que haba de ser rey,
mientras una leve pena le asomaba a los ojos.
Sers un gran rey, Luisito dijo. No tengas prisa por ir a la guerra, como a
m me pas. No debes imitarme en eso, ni tampoco debes derrochar la riqueza de la
nacin en construir como yo he hecho. En lugar de preocuparte por los edificios,
preocpate por los hombres, pequeo. Alivia su sufrimiento. Eso es lo que debes
hacer. Mi nio bien amado, yo te bendigo.
Fue un momento solemne. Lo fue para m? se preguntaba asombrado un Luis
de cincuenta y ocho aos de edad. Comprend que un rey estaba traspasando su
corona a otro, o meramente me limit a esperar que el abrazo se acabara, porque a m
no me gustaban las caricias de los viejos?.
Pues generalmente a los jvenes no les gustan las caricias ni el contacto con los
viejos; a menos que sean lo suficientemente mayores como para darse cuenta de las
ventajas que podran acompaarlos.
La caricia de un rey puede curar la repulsin, como cura el mal del rey, pens el
rey, sonriendo sombramente en la oscuridad de su dormitorio.
*
El recuerdo persista. l no haba seguido el consejo de su bisabuelo, pues el
amor por los edificios elegantes estaba en su sangre, como pareca estarlo en la de
todos los Borbones. Esa era una de las razones por las que echaba tan tristemente de
menos a la Pompadour. Cunto se haban divertido juntos planificando la
construccin de los chteaux. Pens en el resultado de todas esas horas
encantadoras dedicadas al intercambio de ideas. Ah estaba el delicioso Petit Chteau
de Choisy, y los chteaux de Saint Hubert y La Muette; y ah estaban tambin esos
encantadores pabellones de caza en Fausse Repose y Saclay; y tambin la pequea
joya que eclipsaba todas las dems: Petit Trianon.
Ciertamente no haba seguido el consejo de su bisabuelo.
Embargado por tan extrao nimo, pens con remordimiento en esa
extravagancia. Haba comprado el Chteau de Crcy-Couv para la Pompadour.
Empez a calcular: eso haba ocurrido unos veinte aos atrs y haba costado
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setecientas mil libras. Poco despus haba construido el Hermitage en Versalles;
despus vinieron el Hermitage de Fontainebleau y Compigne junto a La Celle St.
Cloud. Y aun entonces, la extravagante querida no estaba satisfecha y an habra de
tener el Chteau de Bellevue. Pero por qu censurar a la Pompadour? Era l quien
en realidad amaba esas obras maestras en piedra, como lo haba hecho antes su
bisabuelo. El haba esquilmado la riqueza de la nacin con esa aficin, a pesar de la
recomendacin de Luis XIV; y a causa de ello, mientras l derrochaba tantsimos
fondos en esos dolos de piedra, la pobreza se haba adueado de su reino, y el
nombre de Bien Amado que le haban dado cuando era aquel joven encantador del
que tanto esperaban, se haba convertido en una burla.
Las imgenes iban y venan de su mente. Y ah estaba aquel da en que haba
descubierto un panfleto en el suelo de su dormitorio, y en el que poda leerse: Luis,
si alguna vez te amamos, fue porque no habamos descubierto tus vicios.
Esas palabras le hicieron sentir un escalofro pero slo momentneamente: se
senta seguro en el dorado esplendor de su Versalles.
Tambin recordaba aquella nota que haba sido colgada en las puertas del Louvre.
Las palabras parecan percutir en su cerebro incluso ahora:
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Sucedi tan rpido que quienes le rodeaban no supieron darse cuenta en el
momento de qu estaba ocurriendo. Slo cuando susurr que haba sido apualado y
seal al fugitivo Damiens pudo ser ste capturado.
Haba credo al principio que la daga estaba envenenada, aunque Lasmartes, su
montero mayor, despus de examinar la herida, declar que en cosa de cuatro das
traeran juntos a casa algn ciervo del bosque. No crey a Lasmartes, porque pens
que el buen hombre quera tranquilizarlo. Pero el montero no se equivocaba: la herida
pronto cicatriz y l se encontr bien enseguida.
Pero la gente de Pars no se preocup por su salud como lo hiciera en otro tiempo.
Cuando trece aos antes el rey estaba gravemente enfermo en Metz, la tristeza se
apoder de la nacin. Entonces an era Louis le Bien-Aim. Despus de aquello
haba convertido a Jeanne Antoinette Poisson en la marquesa de Pompadour; le haba
permitido gobernarle a l y a su pueblo para, como la gente pensaba, desastre de
ambos. Y el precio del pan haba subido bastante ms all de los medios materiales de
mucha gente pobre y sufriente.
Damiens haba pagado un alto precio por lo que haba hecho. El desempleado
lacayo de Artois no estaba bien de la cabeza, pero eso no le salv. Fue condenado a
una pena ms horrible que la que tuvo el asesino de Enrique IV: fue colgado,
apaleado, arrastrado y descuartizado. Fue un espantoso espectculo que llen a la
muchedumbre de asco y horror. Luis oy que la ejecucin haba tardado una hora y
cuarto en realizarse, y que Damiens haba tenido que contemplar los preparativos
para su tortura y muerte durante ms de media hora desde el cadalso, antes de que la
horripilante operacin comenzase.
Cuando Ravaillac muri sufriendo incluso mayor tormento que Damiens, la
gente haba coreado y aplaudido sus sufrimientos. Se trataba de un perturbado
mental, como lo fue Damiens, pero haba matado al ms grande rey que Francia haba
conocido, el amado del pueblo; y Damiens meramente haba atentado contra un rey
que se haca impopular a marchas forzadas.
En consecuencia, la gente no aplaudi la ejecucin de Damiens; los tiempos
haban cambiado y los parisinos tenan mayor cultura que los del siglo anterior. Hubo,
sin embargo, una mujer que, buscando ganarse el favor real, contempl, entera, la
absurda y brbara ceremonia.
Luis tembl al pensar en aquella mujer. La criatura asquerosa, se dijo ahora,
como lo haba dicho entonces.
Era algo que nunca olvidara; una escena que volva a l cuando estaba solo por
las noches.
La creciente impopularidad, el estado de las arcas reales, y un pueblo insatisfecho
que se mora de hambre en las calles y que ya no gritaba Vive le Roi cuando la
carroza real pasaba al lado de la gente; todas esas cosas volvan los tiempos difciles,
y an haban de serlo ms. La gente ya no le tena a la realeza el mismo respeto de
antes.
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Me estoy haciendo viejo dijo el rey, recostado en sus almohadas y se me
acaba el tiempo.
*
El sueo an no le vena, y antes que considerar el estado del Tesoro o los
sentimientos de la gente, era mejor volver los pensamientos a materias ms
agradables. El amor! Pensara en el amor. Trat de echar una mirada retrospectiva y
vio una procesin de mujeres; y haba muchas cuyas caras no poda recordar en modo
alguno.
Pens en la rivalidad que haba existido entre las facciones de Chantilly y
Rambouillet, y en cmo cada bando haba buscado conseguir sus favores
proveyndole de una doncella que mirara por sus intereses particulares.
Luis conoca sus maquinaciones. Sonri al recordarlas, le encantaban sus
maniobras. Como era un hombre perezoso le encantaba que le buscaran las doncellas.
Fue en Rambouillet donde conoci a la condesa de Mailly, quien se convirti en
un placentero interludio. Era tan solemne, tan devota, que se comportaba ms como
una monja que como la amante del rey. Y, por supuesto, uno se aburra enseguida de
esa devocin y esa modestia. El bisabuelo Luis haba encontrado las mismas
cualidades en la pequea Louise de la Vallire, y el mismo aburrimiento. No era ese
tipo de mujer modesta quien poda deleitar por mucho a los reyes de Francia; y
entonces se interes por la hermana pequea de la condesa, madame de Vintimille,
que era muy diferente de su hermana. Ah, s, ambiciosa y un poco virago, y el pueblo
la odiaba. Record el da en que fue enterrada y cmo le llegaron las noticias de que
la gente la haba insultado al paso del cortejo fnebre. Y la condesa, temiendo que l
pudiera sufrir a causa de la muerte de su rival, fue a confortarlo.
A l le gustaba aquella familia. Tambin su bisabuelo haba sentido un afecto
similar por una familia de chicas, las bellas Mancini! An haba otra hermana, Marie
Anne, la deliciosa viuda del marqus de la Tournelle. Le haba seducido ms que
cualquier otra mujer que hubiera conocido hasta ese momento. Ella era una mujer de
hierro y con un pensamiento propio. Una de las primeras cosas en las que haba
insistido era en que su hermana deba ser expulsada de la Corte.
Se ri ahora al pensar en ella. Poda recordarla claramente porque tena el retrato
de Nattier para refrescarle la memoria. Era vivaz y en sus ojos azules destellaba el
entusiasmo cuando hablaba de lo que deseaba.
Se haba permitido a s mismo caer bajo su influencia porque quizs el camino
por el que ella insista que deba ir haba sido trazado previamente por Richelieu y
Noailles. La hizo duquesa de Chteauroux, pero en su momento fue sustituida por la
todopoderosa marquesa de Pompadour.
Si le haba permitido a la Chteauroux llevarle por el camino que ella deseaba, lo
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mismo hizo con la Pompadour: dej que lo llevara de la mano por donde ella quera.
Le haba dado honores, ttulos, riquezas, todo lo que ella haba pedido; incluso el gran
honor del tabouret haba sido suyo. Se trataba del ms alto honor de la Corte, que
la habilitaba para sentarse al Grand Couvert y en todas las ceremonias de la Corte.
Nunca antes un honor as haba recado en un plebeyo, y los nobles y las mujeres de
la Corte quedaron horrorizados.
Luis chasc sus dedos ante ellos. Estaba dispuesto a desafiarlos en nombre de su
dama. Quera que supiesen que si deseaban honores en su Corte, antes haban de
rendir pleitesa a su dama. El delfn estaba encolerizado, se haba peleado con su
padre y su relacin jams volvi a ser amistosa desde aquel momento. Slo debido al
sentido de responsabilidad del delfn consinti ste en aparecer en pblico con su
padre como si nada ocurriera entre ellos.
Hubiera sido mejor rey que yo suspir Luis. Sin embargo l estaba muerto,
ay!, y el heredero del trono de Francia era ese joven desgarbado, gauche, sin pizca
de atractivo y que era ms feliz en compaa de constructores y cerrajeros que en la
de sus iguales.
Qu ser de l cuando yo me haya ido? se pregunt Luis en la oscuridad.
Qu ser de Francia?.
Pero se supona que haba escogido recordar el placer de sus amores pasados.
Estaba ese Parc aux Cerfs, aquel establecimiento del cual l saba que se
hablaba con asombro en las calles de la capital.
Pero qu era el Parc aux Cerfs? Pues apenas una casa tranquila en los
alrededores de Versalles; una casa en la que Le Bel instalaba a las jvenes que se
supona podran renovar el apetito gastado de su amo y apartarlo de su interminable
aburrimiento.
A ojos del rey no haba nada chocante en ello. Las chicas iban por lo general por
su propia voluntad, y no era verdad que l tuviera un harn all; como mucho deba de
haber unas dos o tres, todo lo ms cinco o seis. Y esas encantadoras chicas se
consideraban a s mismas honradas y, desde luego, afortunadas, pues cuando
abandonaban el Parc aux Cerfs lo hacan con una dote que las converta en un
partido deseable.
El Parc aux Cerfs haba existido en tiempos de madame de Pompadour, con su
aprobacin. Por aquella poca ella ya no comparta el lecho con l y su relacin era
exclusivamente de una gran amistad, y a pesar de eso era ms fuerte que nunca. l
necesitaba su amistad; le resultaba reconfortante subir las escaleras de su alcoba y
saber que ella siempre estaba all. No esperaba que ella le proporcionara los placeres
que encontraba en el Parc aux Cerfs, eso le corresponda a las jvenes que podan
ofrecerle su belleza y su juventud. La Pompadour era para l, y siempre lo haba
sabido, algo ms.
Haca tres aos que haba clausurado el Parc aux Cerfs, pues tras la muerte de
la Pompadour y del delfn declar que ya no se senta atrado por tales actividades.
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Era por eso, o porque se iba haciendo viejo y estaba perdiendo su entusiasmo por
los placeres de la vida?
Al final result que los pensamientos de amor le haban devuelto a la melancola
de pensar en la perdida juventud; y ahora, del recuerdo de las mujeres a las que l
haba amado pas al de su familia. Sin embargo, en su familia slo poda pensar con
un ligero disgusto, pues no haba un solo miembro de ella por quien sintiera un afecto
real.
Matrimonios reales! gru. Asuntos de conveniencia. No es a nuestras
reinas a quienes amamos. Pobres reinas, forzadas a casarse incluso siendo como
somos. Qu posibilidades tienen de complacernos si han de competir con la
exquisita Chteauroux y la deslumbrante Pompadour?
Su reina haba intentado complacerle. Y bien que podra. Ella, la hija del
destronado rey de Polonia, casarse con el rey de Francia! La propia Mara le haba
contado cmo oy la noticia por primera vez.
Vivamos con cierta precariedad dijo. No tenamos de nada. Vivamos de
la caridad desde que mi padre perdi su trono. Philip Weber, un canciller del Elector
Palatino, nos permiti usar su casa en Wissembourg, y ah vivimos con la
incertidumbre de no saber hasta cundo podramos quedarnos. Mi padre intent vivir
como un rey y tena unos pocos amigos fieles que se constituyeron en nuestra Corte,
pero no poda olvidar que haba sido desposedo de su reino. Estaba tristsimo, y
como nosotros lo queramos mucho, tambin nos afectaba su tristeza. Un da nos
convoc a todos a su presencia y nos hizo arrodillar al tiempo que daba gracias al
Seor. Cuando me alc del suelo corr a abrazarlo, pues siempre hubo una enorme
ternura entre nosotros. Y yo le dije: Padre, tu trono ha sido restaurado. No hija
me respondi. Hay mejores noticias incluso que sas. Vas a convertirte en la reina
de Francia.
Pobre Mara! Fue sa en realidad su buena fortuna?
En primer lugar ella era seis aos mayor que l, y seis aos eran lo suyo cuando el
novio apenas tena quince. Quienes estaban por encima de l la escogieron a ella
porque creyeron que quien haba sido educada en la simplicidad no interferira con
sus planes. Queran una reina en la que se pudiera crear un sentimiento de
inferioridad, madame de Prie aprobaba de todo corazn la boda, y madame de Prie
tena un absoluto control sobre el duque de Borbn, quien haba sido nombrado
Primer Ministro porque perteneca a la familia real. Haba muchos, sin embargo, que
se opusieron a la unin; eran incapaces, adems, de comprender por qu se haba
hecho esa eleccin.
Una msalliance, fue llamada en algunos barrios. El era el primer prncipe,
dijeron otros, que se casaba con una simple demoiselle.
Oh, esos panfletistas! Cmo exacerbaban una situacin que les daba juego para
sus versos satricos! Haban satirizado a la reina, a madame de Prie y al duque de
Borbn. En cuanto a l mismo el encantador rey de quince aos, no poda hacer
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ningn mal en aquellos das; se dijo que estaba en manos de los intrigantes, su
pequeo rey, Luis el Bien Amado. Ahora, por supuesto, se trataba de un asunto
distinto.
Record cmo haba esperado, con temblorosa aprensin, a conocer a su reina,
pues los rumores decan que era deforme y horrorosa, que sus manos y sus pies eran
palmeados, que sufra de escrfula, que era epilptica y un monstruo. En cierto modo
haba sido todo un alivio encontrarse con aquella mujer sencilla de quien, durante las
primeras semanas de matrimonio, l haba llegado a pensar que era hermosa.
Al pensar en ella, ahora que estaba reciente su muerte y que l era mucho mayor y
quizs ms sabio, se daba cuenta de que no haba sido, el suyo, un matrimonio
desafortunado. Cuando estudi el retrato que le hizo La Tour, vio en su rostro un
cierto encanto, que no haba sabido ver mientras viva. Era inteligente y amable,
sencilla, por supuesto, y en absoluto excitante; pero haba dado a luz a sus hijos y lo
haba amado como l no haba sido capaz de amarla a ella.
Su primer encuentro fue en Moret, un lugar que desde aquel momento fue
llamado Le Carrefour de la Reine, pues mand instalar un pequeo monumento para
conmemorar el sitio del encuentro. El tiempo haba sido malsimo, y recordaba cmo
el barro haba salpicado sus finas ropas y las de los cortesanos. La vio entonces, y en
su extraordinario alivio la haba cogido del brazo con un fervor que dej atnitos a
todos los que miraban, y as conquist el corazn de la trmula Mara, quien desde
aquel instante lo ador.
Despus sigui la boda en Fontainebleau, con todo el esplendor y la pompa de los
Borbones, el destello de sus joyas y el brillo de sus vestidos. Record a Mara con su
terciopelo prpura y su armio, y tambin cmo las orgullosas princesas de Francia
estaban un poco picadas a causa de que se les obligara a sostener la cola del vestido
de la advenediza.
Lo que recordaba con mayor claridad fue el momento en que el duque de
Montemart dio a Mara el cofrecillo en que se hallaban las baratijas que ella haba de
distribuir entre su servicio, el tradicional corbeille.
Es la primera vez dijo Mara con toda sencillez que puedo ofrecer un
presente.
l le cobr cierto afecto entonces, sobre todo porque ella no era un ser afectado y
estaba encantada de haber llevado a su familia semejante fortuna a travs de su
casamiento. De hecho, le fue imposible concentrarse en la obra de Moliere que haba
seguido, porque tena volcados sus tiernos pensamientos en su esposa.
Ella amaba intensamente a su padre y, con motivo de la boda, Luis concedi
permiso para que fueran a Francia. Se hospedaron en el Chteau de Chambord y
Mara no pudo expresar suficientemente su entusiasmo y su gratitud. Qu placer le
haba deparado contemplar su alegra! Si pudiera sentir ahora un placer semejante!
La luna de miel en Fontainebleau fue todo un xito. Tonta de Mara! Si hubiese
sido tan sabia como la Pompadour, hubiera reconocido la gran oportunidad que tuvo
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entonces de gobernar a su marido. Pero ella crey y su padre crey lo mismo
que no era al rey quinceaero a quien ella deba obedecer, sino a su benefactor, el
duque de Borbn.
Pero el cardenal Fleury que haba sido tutor de Luis y ejerca una gran influencia
sobre l, se haba propuesto que el duque saliera de la Corte. Y cuando consigui su
propsito cosa que a ojos de cualquier persona mnimamente inteligente era algo
que haba de suceder inevitablemente, la oportunidad de la reina de influir de
manera determinante en la vida de su esposo desapareci.
Luis se cans de ella; o lo que es igual, comenz a descubrir los encantos de otras
damas de la Corte. Pobre Mara! Estaba condenada a convertirse en otra abandonada
reina de Francia.
Mara haba muerto en el presente ao y a ello se debi que, acostado en su cama
solitaria, el rey pensara ms en ella de lo que lo haba hecho en muchos aos.
*
Estaba su familia, y la familia debera complacer a un hombre. Mara haba sido
una mujer frtil; pero era una pena que la mayora de sus diez hijos hubieran sido
nias, aunque tambin le dio un delfn. Pero era mejor no pensar en el delfn. La
frialdad que se haba interpuesto entre ellos haba sido algo muy desagradable, y
ahora l estaba muerto. Podra decir que haba sido una gran tragedia, y dejarlo
sencillamente en eso. Qu buen rey hubiera sido! Y en su lugar, ah estaba ese
desgarbado y grosero cerrajero, el mayor de los hijos del delfn, el nieto de Luis,
heredero del trono de Francia.
Qu sera de l? Qu sera de Francia? Estpidos pensamientos eran esos que le
venan, en la oscuridad sepulcral de la noche, a un rey que haba reinado mal y que
saba que el estado de infortunio del pas se deba en buena medida a l mismo. Slo
hay un consuelo si el rey quiere:
Al menos no estar aqu para verlo.
Quizs no era del todo egosta. Quizs no haba sometido completamente a su
conciencia, y por eso era por lo que apenas poda soportar que el tmido joven
heredero del trono viniera a su presencia.
El delfn naci debi de ser en 1729. El tercer nacimiento real. Primero hubo
gemelas, Louise-Elisabeth y Anne-Henriette, y despus de ellas una nia que naci
muerta. Despus, una gran alegra recorri su reino: Luis el Bien Amado tena su
heredero, un nio encantador.
Y encantador haba sido el delfn, desde luego. Fue una tragedia para Francia que
el Destino no le hubiera permitido llegar al trono. Hubiera sido l capaz de
enderezar el timn de la nave del Estado y hacerla seguir una senda recta y
provechosa? Quin saba! A veces, en la quietud de la noche, cuando el rey se senta
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ms perspicaz, le pareca que no haba modo de eludir el firme desarrollo de los
acontecimientos. Las personas no sufren indefinidamente; y los filsofos y los
escritores estaban muy ocupados. Oh, qu poderosas eran las armas esgrimidas por
esos hombres que descubren la existencia de cnceres en el cuerpo enfermo del reino!
Extrpalos advertan los escritores, el pueblo de Francia cambia la tirana por la
libertad.
Se haba agitado y movido tanto que su gorro de noche de seda le haba cado
sobre un ojo, pero senta tal desidia que ni siquiera se lo retir hacia atrs.
Estpido Luis, pens; cmo esperas controlar un reino, si no eres capaz ni de
controlar tus pensamientos.
*
Por dnde iba? Ah, s, la familia. Su gran familia, entre la que debera haber
seguramente alguien que pudiera deleitar a un viejo solitario.
Ese debiera haber sido el delfn, pero ninguno de ellos le haba apreciado. Era
demasiado reservado, y en eso se pareca a su madre. Era demasiado piadoso,
siempre, pens Luis airadamente, no slo cuando caa enfermo y tema no seguir en
este mundo. No, el delfn haba sido verdaderamente religioso y se preocupaba por el
bienestar del pueblo; srieux, tena mucho de hombre de estado, y hubiera sido un
consuelo saber que l estaba esperando para sucederle en el trono.
El delfn se haba casado dos veces. Primero con Mara Teresa Rafaela, Infanta de
Espaa, quien muri poco despus de la boda; y despus con Mara Josefa de
Sajonia, quien demostr ser una esposa modelo para un modlico delfn, aunque al
principio lo encontr muy fro.
Pero all estaba la joven Anne-Henriette, la hermana mayor del delfn, para
cobijar a Mara Josefa bajo sus alas y ensearle no slo cmo comprender a su
marido, sino tambin a su nuevo pas, de modo que los entendidos pronto elogiaron
tanto al delfn como a la delfina.
El delfn apenas tena treinta y siete aos cuando muri, y supo antes de su
muerte que sta no tardara en producirse. Sufra de tuberculosis y, sin embargo,
continu en su puesto, atendiendo a sus deberes, hasta el ltimo da, dando a aquellos
que le servan tan poco trabajo como pudo. Haba sido cuidado por su esposa, a quien
se le parti el corazn con su muerte. Estaba perdida, pobre Mara Josefa, sin el
marido a quien idolatraba. Luis haba visto la carta que ella le escribi a su hermano y
en la cual le expresaba la sinceridad de su dolor:
Es la voluntad de Dios que yo haya de sobrevivir a aquel por quien hubiera dado
mi vida mil veces. Pasar el resto de mi peregrinaje por la Tierra preparndome para
reunirme con l en el Cielo.
Pobre Mara Josefa, su peregrinaje fue muy corto. Apenas un ao ms tarde muri
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de la misma enfermedad de que haba muerto su esposo.
Mi hijo, el delfn, y su esposa, muertos en el plazo de un ao murmur Luis,
quedamente, y en menos de dos aos mi propia esposa, la reina, tambin ha
muerto. Ah, Muerte, que constante has sido con nosotros.
Anne-Henriette haba muerto cuando tena veinticinco aos. El la llor
profundamente: era la mejor de todos sus hijos. A su hermana Louise-Elisabeth la
haba casado con el duque de Parma y la haba perdido. El pequeo duque de Anjou,
que naci un ao despus que el delfn, muri cuando slo tena tres aos de edad.
Muerte Muerte todo era un cuento de muerte. Sin embargo, algunos de sus
hijos haban sobrevivido. Hizo una mueca en la oscuridad. El afecto que alguna vez
pudo haber tenido por las hijas que le quedaban, haca tiempo que haba sido
sustituido por el desprecio. Apenas soportaba ni pensar en ellas. Acrecentaban su
aburrimiento, exactamente lo que l trataba de alejar.
Deba pensar en ellas cuando nias, porque entonces le complacan bastante ms
que ahora: la mayor, Adelaide, luego Victoire, Sophie, Thrse-Flicit y Louise-
Marie.
Thrse-Flicit haba muerto cuando nia en la abada de Fontevrault. Record
el duro golpe que sufri cuando oy que la princesa haba muerto. Las pequeas
nunca quisieron ir a Fontevrault, haban llorado y pataleado; pero, como dijo Fleury,
que era quien gobernaba el reino a todos los efectos, deban ir por motivos de ahorro,
pues las princesas, con todo su squito, eran una sangra para el presupuesto real.
Adelaide era la nica que no haba ido. Adelaide era astuta. Estpida como
pareca, era veinte veces ms inteligente que sus hermanas. Lo haba acechado en su
chambre intime, le haba rodeado las rodillas con sus brazos y llorado
patticamente, y cuando l la levant con sus brazos y le pregunt qu la afliga, ella
haba acercado su clido rostro lloroso al de su padre y lo abraz hasta dejarlo sin
respiracin:
Querido padre, yo no quiero marchar, no quiero dejarte.
Inteligente Adelaide! Ella s que saba cmo engatusar a alguien en aquellos das.
Era la ms bella de sus hermanas, y l se sinti emocionado. En consecuencia,
mientras que las otras cuatro fueron a Fontevrault, Adelaide permaneci en Versalles.
Luis se encogi de hombros. Pobres nias! Qu aprendieron en su convento?
Bien poco, se dira, pues cuando salieron, diez o doce aos despus parecan bastante
estpidas, en comparacin con las jvenes de la Corte.
Adelaide, por supuesto, era diferente. Pero la vida haba sido amarga para ella. Se
haba librado del convento porque no podra haber aceptado aquella vida, tal y como
sus hermanas lo hicieron. Las pobres Victoire y Sophie la consideraban maravillosa,
y repetan cuanto ella deca. Dos necias que imitaban a otra necia.
Adelaide deseaba ser una mujer inteligente; intent aprenderlo todo y consigui
no aprender nada; deseaba ser una femme fatale, y an fall ms estrepitosamente
en esto.
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Louise quizs tena ms carcter. Si no hubiera sido chepuda, quizs hubiera
hecho algo provechoso de su vida. Al final rehus permanecer en la Corte como una
ms del cuarteto de hijas solteras del rey, vindose cada ao ms y ms lejos del
matrimonio, menos atractiva y ms extravagante. Profes como carmelita.
Odiaban a su padre? Pensaban que haba fallado en sus deberes para con ellas?
Y haba l fallado? Ni un marido para ninguna de las cuatro! Seguramente eso era
una muestra de laisser-aller por su parte. Seguramente no hubiera sido tan difcil
encontrar maridos para las hijas del rey de Francia.
Vagaban por el palacio como tres cuervos; Adelaide al frente, Victoire y Sophie
asintiendo, como si hicieran eco a sus palabras. Eran objeto de las risas de todos, y se
las trataba con un falso respeto, pues era bien conocido que el rey no tena ningn
respeto por sus hijas.
Sin embargo, cuando eran pequeas, l haba sentido un gran afecto por Adelaide,
y a menudo bajaba la escalera que separaba su alcoba de la de ella, y le llevaba el
caf que l mismo haba hecho, pues siempre le haba gustado cocinar un poco.
Incluso en los tiempos presentes haba algo extrao en esas tres. En ese ncleo
central de la familia no era necesaria ninguna ceremonia, pues l no lo deseaba. Pero
Adelaide insista en ello. Cuando el rey vena a traerle su caf, ella avisaba a Victoire,
y Victoire, en su alcoba, tena rdenes de Adelaide de llamar a Sophie, y sta a
Louise. Entraban trotando, a intervalos preestablecidos, mientras Adelaide asenta
con la cabeza, casi como una figura mecnica, pensaba l. Todas eran, en realidad,
como figuras mecnicas.
Mon Dieu! suspir el rey. Pens que estaba dicindole adis al
aburrimiento y a la melancola mediante estos viajes al pasado, y se me ocurre
pensar en mis hijas Adelaide, Sophie y Victoire! No parece sino que est invitando al
tedio a que vuelva de nuevo. Ah, mi querida marquesa, no deberas haberme dejado
as.
*
Un ruido en la habitacin. De repente se puso en guardia.
Quin hay ah? Responde!
Pudo ver una figura en la puerta; se movi, dentro de sus ropajes, con una gracia
infinita. Por un momento pens que haba conjurado el fantasma de la Pompadour.
Soy yo, sire dijo una voz delicada. Puedo acercarme a Su Majestad?
Qu quieres?
Ella no respondi. Y decidi no esperar a que le diesen permiso. Avanzaba de
puntillas hacia la cama de una manera casi infantil, como si quisiera decir: Mira
qu atrevida soy!.
Al llegar a la cama salt a ella para caer de rodillas y extendi sus brazos por
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encima de la colcha, de modo que cuando estuvieron desnudos, l pudo reconocer en
la perfeccin de sus formas redondas a la condesa dEsparbs. Haba admirado esos
brazos muchas veces sobre la mesa. Se deca que eran los ms bellos de la Corte, y
los ms rapaces. Apenas haba un solo hombre a quien la petite Esparbs hubiera
considerado lo suficientemente poderoso o apuesto que no hubiese sido abrazado por
ellos.
lcese, madame dijo Luis. Estoy convencido de que su posicin es la ms
incmoda.
Ella se puso de pie con una sonrisa, se sent en la cama y le ajust el gorro de
noche, que caa sobre un ojo.
Esto dijo ella, colocando sus famosos brazos cruzados sobre el pecho, a
modo de proteccin es bastante ms confortable, sire.
Quizs para ti dijo l, pero no para m: ests sentada sobre mi pie.
Le pido mil disculpas, sire se acerc ms a l.
Quin te permiti entrar?
Preferira no decirlo, sire.
Insisto, sin embargo.
Yo asumo toda la responsabilidad, sire. O el mrito aadi con salacidad,
cualquiera que sea el que Su Majestad crea que pueda servir como recompensa.
Richelieu?, pens. DAumont? Choiseul no, desde luego. Bien, Esparbs
mejoraba con mucho a algunas de las mujeres en que l poda pensar.
Cul ser, sire? continu ella.
Es demasiado temprano para un juicio de esa naturaleza dijo Luis.
Ella enlaz sus manos casi estticamente.
Dime qu te complace tanto dijo l.
El que vaya a haber un juicio, sire.
Luis ri irnicamente.
Soy un hombre viejo, querida dijo.
Sire, no hay en todo el reino quien pueda igualar su juventud con vuestra edad.
Estaba diciendo sigui Luis con cierta frialdad que soy un hombre viejo al
que no se le puede engaar fcilmente. Una mujer con tan indiscutibles talentos como
los tuyos puede mejor casarlos con alguien de su propia edad.
Sire, no hay ningn otro que pudiera darme lo que yo anso.
Eso es bien cierto dijo el rey. Dime lo que ansias. Qu ttulo te gustara,
querida?
Ella se incorpor de la cama de un salto.
Me temo que no he sabido expresarme, sire. Le pido permiso para retirarme.
Concedido.
Se alej de la cama, andando hacia atrs con la mayor de las formalidades,
mientras le miraba tristemente.
Luis se encogi de hombros una vez ms. De repente ri. Se ajust el gorro de
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noche y le hizo sitio en la cama.
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2. El duque de Choiseul
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Ya es demasiado tarde para eso.
Yo digo que se deben cambiar.
Por orden de Su Majestad, quizs?
Monsieur de Choiseul, se ha referido usted hace unos momentos a la afliccin
del rey. Estaba por casualidad recordando la muerte de la marquesa?
La suya entre otras. El delfn, la delfina, la reina, la muerte de todos ellos ha
supuesto una amarga afliccin para Su Majestad.
Y usted comparte profundamente la pena del rey por la muerte de la marquesa,
no es as? Choiseul arque las cejas una vez ms.
Entra dentro de lo adecuado que un sbdito comparta la tristeza de su monarca
dijo.
Y usted, monsieur le Duc, debe compartirla ms que la mayora de sus
sbditos. Todos saban lo amigo que era de la marquesa. Fue usted quien le brind su
apoyo, no es as? Y usted a quien ella ayud a encumbrarse en su alta posicin, no?
Fueron muy buenos el uno con el otro, usted y la marquesa.
Sus pies golpeaban el suelo con enfado. Se estaba atreviendo a amenazarle. Si l
saba que deba ser amigo de la Pompadour, no debera ignorar que para mantener su
posicin debera pagar igual tributo a la nueva favorita del rey.
La nueva favorita!, pens Choiseul. Nunca! Una cabeza hueca que haba sido
la amante de casi todos los hombres de la Corte! Una golondrina no hace verano; ni
dos noches en la cama del rey hacan una Pompadour.
Nos entendamos bien rumi.
Y gobernaban el pas entre los dos.
Ahora ella estaba sonriendo casi con coquetera. Mon Dieu!, pens Choiseul.
Estaba sugiriendo que ella y l podan hacer lo mismo?
Sonri astutamente.
La marquesa era la mujer ms inteligente de Francia.
Sus ojos se haban posado en sus bellos brazos.
Qu es lo que est mirando? pregunt.
La miro a usted, condesa dijo l; tiene los ms bellos brazos de Francia.
Monsieur de Choiseul replic speramente, tomar en consideracin la
solicitud de mi primo para un alto puesto en el ejrcito?
Ya le he dicho que las listas han pasado ya la aprobacin real.
Quiere decir que no har nada por mi primo!
Mi querida condesa, si estuviera en mi poder
Su poder es muy grande, y lo que yo le pido es una cosa muy pequea.
Como antes, ella observ el irritante encogimiento de hombros, y no pudo sino
perder la compostura.
Se arrepentir de haber rehusado hacerme este pequeo favor, monsieur le
Duc.
Siento mucho contrariarla, condesa.
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Oh, s, monsieur de Choiseul, le aseguro que se arrepentir. Dme una semana.
Por supuesto que se la doy contest Choiseul, pues eso s que est en mi
mano hacerlo.
Ella se levant y abandon precipitadamente la habitacin. Choiseul hizo una
reverencia y se sent, mientras escuchaba el roce de sus enaguas de seda.
As que hubo salido, Choiseul empez a inquietarse. La mujer estaba loca, pero
ya haba habido locos que haban gobernado a reyes.
Ella tena razn cuando afirmaba que deba su ascenso a madame de Pompadour.
El cardenal Bernis haba perdido su puesto porque no miraba a la dama con la
seriedad que ella pensaba que se le deba, y porque, en otras palabras, era un imbcil
corto de miras. l, Choiseul, se haba hecho cargo de Asuntos Exteriores en lugar de
Bernis. Haba sido lo bastante inteligente para comprender que la poderosa favorita
del rey pretenda disponer de algo ms que los placeres del rey.
Cuando Marshal Belle-Isle muri, recay en Choiseul el ministerio de la Guerra,
y al asumirlo, al tiempo que traspasaba Exteriores a su primo, el duque de Praslin, su
posicin se vio reforzada. Esto, sumado a la ayuda de la Pompadour, lo convirti en
el hombre ms poderoso del gobierno de la nacin. Haba sido lo suficientemente
inteligente como para saber que mientras la Pompadour lo apoyase y el rey siguiese
apoyando a la Pompadour, l mantendra su puesto.
Haba sido una locura, entonces, tratar as a madame dEsparbs?
Crea que no. Estaba convencido de que podra enfrentarse a esa mujer en
cualquier ocasin. Adems, aunque l siempre fue amigo de madame de Pompadour
y haba contado con su apoyo, supo en cierto modo conservar su independencia y
sirvi dignamente a su pas. Hizo restallar sus dedos. Madame dEsparbs no durara
ni tres semanas.
De repente estall en carcajadas.
Madame dEsparbs no durar tres semanas se dijo en voz alta.
Era necesario reemplazarla, y rpidamente, por alguien que le fuera leal, pues en
su desesperado intento por alejar la melancola, el rey podra inclinarse hacia una
mujer como madame dEsparbs, e incluso podra intentar convertirla en una
Pompadour, y entonces, a merced de las sutiles manos de sus enemigos, quin sabe
qu podra ocurrirle!
Choiseul tena sus planes. Su poltica exterior estaba lejos de ser un xito. La
Guerra de los Siete Aos y la Paz de Hubertsburg eran un amargo recuerdo en su
memoria, y tema que sus enemigos estuvieran prestos a recordarse a s mismos y a
los dems el papel preeminente que l haba jugado en ellos.
Al mirar hacia atrs se preguntaba si no hubiera sido ms sabio dejar que Francia
se mantuviera al margen de esa lucha entre Federico de Prusia y Mara Teresa, la
emperatriz de Austria, por la posesin de Silesia; una guerra en la que Inglaterra y
otras naciones europeas haban tomado parte.
Haba credo que el lado de Francia estaba junto a Austria, y ahora estaba
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planeando una unin entre los dos pases para que su amistad fuera reforzada de la
ms segura de las maneras, cuando el duque de Berry, heredero al trono de Francia,
se casase con la pequea Mara Antonieta, la hija de Mara Teresa. Junto con Suecia,
Polonia y Rusia, Francia haba luchado contra Prusia e Inglaterra; y cuando un ao
antes del cese de hostilidades Rusia cambi de bando, Francia haba empezado a
preguntarse qu iba a sacar en claro de esa guerra. Estaba claro que iba a perderla.
Los sueos de un imperio colonial francs se haban evaporado, y los ingleses haban
confirmado su supremaca en Norteamrica y en la India.
Sin embargo Choiseul haba decidido no descorazonarse. Planeaba nuevas
conquistas para Francia, y ese mismo ao haba conquistado Crcega.
Tena grandes planes: quera convertir a Francia en el ms poderoso pas de
Europa. Pretenda reformar el ejrcito de tierra y la Armada. Y no estaba dispuesto a
permitir que sus planes se arruinaran slo por una estpida mujer que haba
entretenido al rey durante una o dos semanas.
Desech sus temores. La mujer lo haba amenazado. Era ridculo. l, tienne,
duque de Choiseul, se consideraba a s mismo el hombre ms poderoso de Francia. El
rey confiaba en l, aprobaba su poltica. Era un noble de ilustre cuna, descendiente de
la gran casa de Lorena, y eso lo pona en una posicin especialmente privilegiada
ante Mara Teresa, quien se haba casado con un prncipe de Lorena. Sus contactos
eran contactos con la realeza, y l era un brillante hombre de estado. Era encantador y
popular tanto entre los colegas polticos como entre el pueblo. Haba tenido la
perspicacia de cubrir los ms importantes puestos de la Corte y el gobierno con
quienes le serviran lealmente. Recientemente haba estado de acuerdo con la
expulsin de los jesuitas de Francia, una decisin que haba aumentado su
popularidad en Espaa y Portugal.
Sera bien tonto si se dejaba intimidar por las insinuaciones de una estpida
mujer.
Mientras l meditaba, su hermana, la duquesa de Gramont, entr en su habitacin.
Entr sin respetar ningn protocolo, pues se entendan muy bien y no haba nadie en
el mundo que conociese sus secretos mejor que su hermana; no haba nadie en quien
confiara como confiaba en ella.
Era una mujer grande, sin ningn encanto femenino; tan ambiciosa como l. Su
mayor deseo era que ambos se elevaran por encima de todos en el pas y permanecer
en ese privilegiado sitial.
Se acerc a l rpidamente, se inclin sobre l, le cogi la mano y se la apret
fuertemente, un gesto que expresaba ms afecto que una simple caricia.
Ahora mismo estaba pensando en ti dijo el duque. Adivinas por qu?
Ten la seguridad contest ella de que si me necesitas, nunca estar muy
lejos. De qu se trata?
Esa mujer, dEsparbs, ha venido a verme. Quiere una promocin para un
familiar indigente.
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Pobre tienne! Cuntos te han pedido algo semejante?
Esto era ms que una peticin; puede decirse que era una amenaza.
Una amenaza de esa imbcil! Cmo puede estar en posicin de amenazarte?
Imagina que con su amoroso cuerpecillo dominar al rey.
La duquesa ri con su profunda risa masculina.
Se imagina la muy tonta que es una Pompadour?
No olvidemos que cuando a madame de Pompadour se la vio por primera vez
en la Corte se dijo de ella: Se imagina que es una Maintenon?. Con la
imaginacin se puede llegar muy lejos, hermana; imaginacin ms la lujuria del rey y
las maquinaciones de nuestros enemigos.
Mi queridsimo hermano, de verdad ests preocupado?
No seriamente, pero en poltica, querida, y creme que los asuntos amorosos
de los reyes, y especialmente del rey de Francia, se convierten rpidamente en
poltica, es aconsejable examinar cada posibilidad con mucha atencin.
Entonces debemos asegurarnos de que esta advenediza jams alcance la
posicin de la Pompadour.
Si pudiramos
Ella asinti. No era necesario completar la frase. Llevaban tanto tiempo juntos
que a veces podan entenderse sin que mediasen muchas palabras. Ella saba lo que
quera decir. Si pudiramos encontrar una protegida, la perfecta muequita, hbil en
las tcnicas amorosas e ignorante polticamente; alguien que estuviera eternamente
agradecida a los Choiseul por haberla colocado en ese lugar donde la mayora de las
mujeres de la Corte deseaba estar! Pero dnde poda hallarse semejante dechado de
virtudes?
Cuando el duque estaba a solas con su hermana era muy diferente del hombre de
estado que presida el consejo de ministros o deslumbraba a la Corte. Se converta en
un nio pequeo que dependa de su hermana mayor, ms capaz que l.
Los lazos entre ellos eran ms fuertes que los que pudieron tener con ninguna otra
persona. Haba quien deca que ese afecto entre ellos era antinatural, y algunos de sus
enemigos haban apodado a Choiseul Tolomeo, por los reyes egipcios que se
desposaban con sus hermanas.
En su niez haban vivido en las propiedades venidas a menos de su familia,
meditando en su grandeza pasada y soando con el modo como podan restaurar su
fortuna. A menudo hablaban del viejo castillo de Stainville, donde haba transcurrido
su niez llena de carencias. De vez en cuando se complacan, estremecidos, al
recordar aquellos das para luego compararlos con el presente. Chteau Fastidio,
apodaban al viejo hogar de Stainville; y ahora que tenan una buena posicin en la
Corte iban a luchar con todas sus fuerzas para conservarla.
La duquesa haba sido enviada a un convento, pues qu otra salida haba para
una joven pobre pero de alto linaje aristocrtico? Mientras que su hermano haba ido
a la Corte para buscar fortuna.
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Educado, encantador, cortesano de los pies a la cabeza y, al mismo tiempo,
destinado a ser uno de los ms astutos hombres de estado de su tiempo, no tard
mucho en abrirse camino; y, cuando su posicin se lo permiti, una de sus primeras
acciones fue sacar a su hermana del convento y llevarla con l a la Corte, y arreglar
para ella un brillante matrimonio. Cierto que su esposo era el depravado duque de
Gramont, pero con un hermano tan poderoso respaldndola no tuvo necesidad de
permanecer en compaa de su marido. Tena el nombre y la posicin que l le daba,
pero su hermano le dio el resto, y lo hizo exitosamente.
Un pensamiento les asalt a ambos. Se miraron el uno al otro y bajaron la mirada,
pues ambos estaban avergonzados de ello.
Choiseul se haba casado haca muy poco con una joven de gran fortuna. Tena la
suerte de que no slo era extremadamente rica, sino enormemente hermosa.
Mademoiselle Crozat-Duchtel sumaba a estas cualidades el haberse enamorado
profundamente de l y slo haba deparado bienes a Choiseul, pues desde que
contrajo matrimonio el rey se mostraba incluso ms amistoso que antes. Luis senta
una gran ternura por la bella seora que era mademoiselle Crozat-Duchtel. Pero la
esposa de Choiseul tena tanta reputacin por su virtud como por su belleza, y haba
dejado claro que el nico hombre en quien estaba interesada era su brillante y
fascinante marido.
Ahora el pensamiento le haba sobrevenido al duque y a su hermana: si la
duquesa de Choiseul pudiera ser inducida a seducir al rey, qu esperanza podra
haber para una mujer tan estpida como la condesa de Esparbs?
Ninguno de los dos lo mencion. No fue necesario. Ambos lo desecharon
inmediatamente. A pesar de toda su ambicin, Choiseul era un hombre digno. Slo en
la ms extrema de las necesidades llegara a pensar en la posibilidad de convertirse
deliberadamente en un cornudo.
Su hermana conoca sus sentimientos. Y l tena razn, por supuesto. Tales
mtodos eran indignos de los Choiseul.
Haba otra alternativa. La duquesa de Gramont no tuvo miedo de decir en voz alta
lo siguiente:
Creo que no le disgusto a Luis.
Choiseul se qued atnito. Su hermana era una mujerona, ancha, masculina y bien
entrada en los cuarenta.
Bien dijo. Luis tiene cincuenta y ocho. Es bastante ms viejo que yo.
Hay demasiadas jovencitas aleteando a su alrededor.
La Pompadour no era ninguna jovencita, y fjate cunto la estimaba!
Ella lo sedujo cuando era joven y hermosa aclar Choiseul.
Tambin l era joven entonces. No, lo que l quiere es una mujer que pueda
serlo todo para l, no slo amante, sino compaera y consejera. Luis se hace viejo.
Quiere una mujer que pueda estar a la altura de su inteligencia, una mujer con cabeza.
La perspicacia de Choiseul, tan aguda para tantas cosas, desapareca cuando se
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trataba de su hermana. No la vea como una mujer caballuna, de poderosa
personalidad, aunque sin las gracias de madame de Pompadour. Para l era una mujer
de gran atractivo, y si ella estaba envejeciendo, no era menos cierto que Luis ya no
era ningn jovencito.
Quin sabe continu la duquesa de Gramont, incluso podra haber una
boda. Su bisabuelo se cas ya muy viejo, y con madame de Maintenon nada menos.
Ah, haremos que vea las cosas como nosotros!
Cada vez le tiene ms miedo a la muerte dijo Choiseul vidamente, pues su
hermana le estaba haciendo ver a travs de sus ojos un glorioso futuro para la familia
cuando ella se uniera en matrimonio con el Borbn real.
Y aadi su hermana como su bisabuelo, quizs podra desear una unin
legal que fuera aceptable a ojos de la Corte y del Cielo.
Choiseul dudaba.
Mientras que tal unin pudiera ser aceptable a ojos del Cielo, dudo mucho,
querida hermana, que lo fuera a ojos de la Corte.
Entonces rieron juntos. Ella hizo restallar sus dedos:
Pues peor para la Corte! dijo. Una vez que est establecido, la Corte har
lo que se le ordene. Los Choiseul seremos quienes llevaremos la voz cantante.
Verdaderamente ests poseda por el genio, hermana. Saludo a la reina de
Francia. Ella puso los dedos sobre sus labios.
No tan deprisa, Etienne, querido. No debemos arriesgarnos. A esa coqueta de
Esparbs no le faltan atractivos, y no debemos menospreciarlos.
Qu sugieres, mi reina?
Ella es indiscreta. Es una posibilidad. Podramos hallar el modo de ponerlo en
conocimiento del rey. Una favorita indiscreta puede ser muy fastidiosa.
Choiseul asinti con la cabeza lentamente. Luego rode a su hermana con sus
brazos y la abraz como sola hacerlo cuando eran nios en el Chteau Fastidio.
Ambos pensaban que el camino que se abra ante ellos poda ser incluso ms
exitoso que el actual.
El duque de Choiseul pidi audiencia al rey y se le concedi.
Lo que tengo que decirle murmur es slo para los odos de Su Majestad.
Luis movi la cabeza para hacer salir a sus asistentes y se qued a solas con el
duque.
Y cules son esas nuevas tan importantes? pregunt el rey.
Son de naturaleza tan personal, sire, que tiemblo slo de pensar en decirlo.
Pues no veo que tiembles dijo el rey, sonriendo irnicamente. Pero s
detecto cierta ansiedad en tus maneras, monsieur le Duc.
Mi ansiedad se debe a que quiero proteger a Su Majestad del escndalo.
Ah, se es un plato que he probado a menudo en mi vida, luego quizs picar un
poco ms no me haga ningn dao.
Este escndalo es notablemente diferente, sire. Hemos odo hablar en otras
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ocasiones de vuestras aventuras amorosas y los franceses han dicho: Es un poco
mchant, eh, este rey nuestro, pero es un hombre. Tiene sus favoritas en la Corte y
fuera de la Corte, sus pequeos divertimentos, su Parc aux Cerfs. Y sonrean y lo
aprobaban. Pero no se trata de ese tipo de escndalos.
Entonces de qu se trata? dijo el rey algo molesto. Contina y dmelo.
Se ha producido un insulto contra la hombra de Su Majestad.
Y cmo ha sido eso?
Circulan pasquines por todo Pars y Versalles. Su Majestad ha mostrado
ltimamente cierto inters por una joven y bella mujer, y toda su Corte estaba
encantada de verlo feliz. Pero esa mujer a quien habis honrado es indigna, pues es
ella quien ha revelado al mundo asuntos que deberan ser secretos de alcoba. Sire,
esta mujer ha dicho que a pesar de los repetidos estmulos, al rey le es imposible
hacer el amor.
Luis mont en clera.
No creer semejantes, semejantes mentiras monstruosas.
Choiseul sac un papel de su bolsillo.
Puedo pedirle que eche un vistazo a esto, sire? Explicar, ms claramente que
yo, mi preocupacin por vuestra reputacin.
Comprob cmo el rostro de Luis se enrojeca por la rabia a medida que iba
leyendo.
Haba sido una jugada inteligente sobornar a una de las doncellas de la condesa
para que le proporcionara un recuento fidedigno de las palabras que, de hecho,
podran haber intercambiado el rey y su favorita. Ah estaba, una relacin de sus
conversaciones: las discusiones sobre si la condesa iba a ser abiertamente proclamada
favorita del rey, y luego el cruel comentario sobre la impotencia real aun a pesar de
los repetidos intentos por superarla.
Luis estruj el papel y lo arroj al suelo. Choiseul lo recogi.
Su destino debe ser la destruccin absoluta, sire. Eso es, ni ms ni menos, lo
que merecen los autores de esto.
Se ha de censurar a un hombre porque se hace viejo? pregunt Luis.
No, sire. Slo se le puede censurar por indiscreto.
Las arrugas airadas del rostro de Luis se hicieron ms profundas durante unos
instantes antes de desaparecer.
Despus llev su mano al hombro de Choiseul.
Hiciste bien en ensearme esto. Es mejor que a uno le hagan mirar, por
desagradable que sea, lo que ocurre a sus espaldas.
Choiseul cogi la mano del rey y la bes.
Sire, entonces estoy perdonado. Ahora comprender mi agitacin. Os
arriesgarme a ofender su dignidad porque no poda quedarme al margen y dejar que
se mancillara el honor de Francia.
Mi buen amigo, en mi gratitud por tu honestidad te perdono la temeridad de
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haber abordado este delicado asunto. Tus palabras son sabias. Quin puede escapar
al paso de los aos y sus desarreglos? Se necesitara ser inmortal. Pero yo todava soy
rey de Francia, y sera ciertamente un loco si permitiera que mi honor fuera tratado
tan liviana y descortsmente.
Ella ha cometido un pecado imperdonable, sire.
Luis le lanz una mirada suplicante.
Su suegro continu Choiseul la acogera en sus tierras. Estn lo bastante
lejos de Versalles y Pars para que sea lo suficientemente conveniente. Tengo
permiso de Su Majestad para arreglarlo todo?
Hazlo as dijo el rey.
Choiseul hizo una reverencia y se retir. Estaba exultante. Ese pequeo asunto se
haba resuelto de modo satisfactorio para l y para su hermana. Haba sido una
excelente idea y en vista de la indiscreta naturaleza de la seora, un notable xito.
Lo nico que faltaba ahora era desterrar a la condesa dEsparbs del pas, antes de
que ella comprendiera las razones de su destitucin.
A partir de entonces el camino estara franco para la nueva favorita del rey, para
que los brillantes Choiseul dominaran a Luis y a Francia.
Monsieur Le Bel haba vuelto al pabelln Mazarin para beber un vaso de vino
cuando encontr a Jean du Barry.
Monsieur Le Bel no senta especial inters por l. Du Barry era un tipo optimista
que en repetidas ocasiones haba llamado su atencin sobre alguna bella joven que
deseaba que llevara ante el rey.
Le Bel era ms que escptico respecto a Du Barry, pero tena debilidad por el tipo
y su compaa siempre era divertida, por lo que no le fue enojoso darse cuenta de que
iban a beber juntos.
Buenos das tenga, monsieur Le Bel.
La reverencia de Du Barry fue solemne pero amistosa.
Tena unos cuarenta aos, y las seales de la vida disipada que haba llevado
comenzaban a hacerse visibles para todos. Hubiera sido mejor para l, pens Le Bel,
si nunca hubiese abandonado el campo. Conoca algo de la historia de Du Barry, que
vena de una buena familia de nobles de provincias, de algn lugar cerca de Toulouse.
En su lugar de procedencia hubiera sido sin duda una persona importante; de ah que
tuviera un vago aire de sorpresa, como si le pasmara que en Pars no se le valorase
como en Toulouse.
Se haba casado y, sabindose posedo por el genio, no contento de permanecer en
el campo, haba decidido ir a Pars a buscar fortuna.
Su mujer era una persona rica, pero a l no le llev mucho tiempo disipar su
fortuna. Haba tenido esperanzas de entrar al servicio de Choiseul, pero el ministro no
tena el ms mnimo inters por ese hombre de provincias.
Tuvo mayor fortuna con los negocios, y con el suministro de bienes al ejrcito
hizo mucho dinero. Gastaba mucho en el juego y llevaba un tren de vida muy alto,
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dando rienda suelta a su afn de disipacin de tal manera que, hasta en los crculos
sociales en los que se mova, se gan el apodo de Le Rou.
Sin embargo, l quera algo ms que triunfar en los negocios: quera llegar a tener
poder en la Corte. Ese camino pareca, de momento, estar cerrado para l, aunque no
crea que fuera as para siempre. Estaba decidido a encontrar un modo de entrar, y Le
Bel saba que haba hecho planes al respecto.
Todos los que haban visto la ascensin de madame de Pompadour crean que el
camino para el xito en la Corte slo poda alcanzarse a travs de la favorita del rey.
Por lo tanto, en el fondo del corazn de este noble provinciano slo anidaba una idea
obsesiva: l haba de encontrar, entre todas las doncellas de Pars, la perfecta favorita
que, a la vez que dominase al rey, fuera dominada por l, Du Barry.
Le Bel ri para sus adentros. Qu curioso que en esta gran ciudad, como en el
propio Versalles, apenas hubiera quien buscara el poder de otro modo que no fuera
brindndole al rey una favorita.
Los Borbones, desde Enrique IV en adelante, se volvan de cera en las manos de
las mujeres a quienes amaban. De ah que la ms importante persona del reino fuera
la favorita en jefe del rey.
Era la vida, la vida de Francia y, ciertamente, la vida de los Borbones. Nadie
poda cambiarlo, luego qu poda hacer una persona ambiciosa sino intentar
proporcionar al rey una favorita que excediera a todas las dems y que, al tiempo que
le procurara placer al rey, le diera el poder a su avalador?
Era divertido, sin embargo, el hecho de que ese insignificante provinciano
encontrara en las calles de Pars, o dondequiera que buscase sus mujeres, lo que los
hombres y mujeres de la Corte estaban buscando entre las filas de la alta sociedad.
Buenos das tenga, conde le respondi Le Bel. Espero que me acompae
para dar cuenta de esta botella de vino.
Ser un placer dijo Du Barry.
Se sent y le pidi noticias sobre los sucesos de la Corte, pues saba que no haba
otra persona que pudiera contarle ms de lo que a l le interesaba que monsieur Le
Bel.
Las cosas ya no son como eran dijo Le Bel.
Lamenta la desaparicin del Parc aux Cerfs, monsieur?
Su Majestad era ms joven entonces, y debo decir que el Parc era una fuente
de continuo placer para l. En el Parc no hubiera podido ocurrir un asunto tan triste
como el de la condesa dEsparbs.
Y de qu se trata?
Le Bel habl a su compaero acerca de las indiscreciones de la favorita del rey.
Algo as sencillamente no hubiera podido ocurrir en el Parc aux Cerfs
reiter. All las cosas se llevaban con ms decoro. En el Parc Mere Bompart
estaba como una reina. Puedo asegurarle que hasta el rey la respetaba. Saba usted,
monsieur le Comte, que el costo de ese establecimiento se acercaba a los cuatro
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millones de libras al ao?
No es de extraar que el pueblo murmure.
Dir, sin embargo, que es mucho mejor un Parc aux Cerfs que un rey
demasiado aburrido para gobernar a su pueblo, y con todo el mundo preocupado slo
por proveerle de una favorita.
Y desde la partida de madame dEsparbs para el campo, quin goza del favor
del rey?
Le Bel ri.
Casi parece una broma. Nunca lo adivinara, amigo mo, por lo que voy a
decrselo. La duquesa de Gramont.
Cmo? Esa vieja mula?
Eso se dice en la Corte, pero es verdad. Monsieur de Choiseul es un hombre
muy importante. El aconseja al rey firmar este y aquel acuerdo. Su poder es grande,
pero ninguno de nosotros se dio cuenta de que era lo suficientemente grande como
para hacer que Su Majestad aceptase a la Gramont.
Es imposible! vocifer Du Barry.
Eso hubiramos dicho nosotros tambin. Pero el duque de Richelieu sabe por el
propio monarca que ella lleg a su alcoba sin anunciarse e inesperadamente y que
no pudo hacer nada. Su determinacin venci la indiferencia del rey. Y se dice que
ella planea casarse con l.
Mi querido amigo dijo Du Barry, tal arreglo slo puede depararnos
intranquilidad a todos. Yo puedo presentar al rey a la ms encantadora criatura de
Francia.
Vaya! Hay muchas criaturas encantadoras en Francia.
He dicho la ms encantadora. Permtame que se la presente.
Quizs en otra ocasin.
Mientras tanto, Su Majestad est siendo atacado por esa mula.
Despus de la sorpresa inicial, no dudo que Su Majestad sabr cmo protegerse
a s mismo.
Con todo, si yo pudiera hacerle conocer a esta bellsima criatura, imagine su
gratitud! Ella no le olvidara, monsieur Le Bel. Puedo jurarlo.
Bien, entonces debera permitirme conocer a esa encantadora joven.
Venga a casa conmigo ahora mismo.
Vaya, debo regresar a toda velocidad a Versalles. No me haba dado cuenta de
que era tan tarde.
Me promete que ver a mi joven doncella, monsieur Le Bel?
Le Bel suspir.
Muy bien, se lo prometo.
Los dos hombres se dijeron adis y se despidieron, pero no antes de que Du Barry
hubiera concertado la fecha para su prximo encuentro.
Cuando dej a Le Bel se dirigi a toda velocidad a su casa, en la calle des Petits
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Champs, frente a la des Moulins.
Descubri que estaba sin aliento, aunque ello ms se deba a la emocin que a la
carrera. Ni siquiera se haba fijado en que sus finas ropas estaban salpicadas de barro,
el asqueroso barro de Pars, de sabor sulfuroso. En cualquier otra ocasin hubiera
estado enfadadsimo, y el hecho de que le pasara inadvertido daba una indicacin de
lo alborotado que estaba.
En cuanto entr en su casa llam a un sirviente.
Est madame du Barry en su habitacin? pregunt.
S, seor le respondi.
Entonces dile que venga enseguida. No no. Mejor voy yo.
Subi apresuradamente la ancha escalera, atraves el gran saln, donde casi cada
noche tena invitados. Subi otro tramo de escaleras y abri la puerta.
Jeanne! llam. Jeanne!
La joven estaba peinndose y se volvi hacia l sonriendo. Cada vez que la vea,
incluso despus de un brevsimo perodo de tiempo, su belleza le maravillaba, tan
perfecta era. Su pelo era fino y le caa en doradas ondas sobre los hombros; su piel
era fina y delicada, sus ojos, de un azul deslumbrante y, quizs porque pareca que la
naturaleza hubiera deseado regalarle esa belleza singular que slo se da de mucho en
mucho, sus cejas y sus pestaas eran de color marrn oscuro, en abierto contraste con
su destellante blancura.
Tal belleza bien podra haber resultado irritante, pero no poda decirse tal cosa en
el caso de la pequea Jeanne Bcu. Era generosa, de espritu abierto y tolerante hasta
casi el descuido.
Era esbelta y graciosa, con manos y pies bien formados. Poda llevar vestidos
como una duquesa, lo cual le vena de su entrenamiento en la casa de modas Labille.
Y si, cuando ella abra la boca, dejaba entrever un conocimiento ms estrecho de los
faubourgs de lo que hubiera sido posible en una joven doncella de la Corte, eso
poda decirse que le aada un toque de picarda que era necesario en medio de tanta
perfeccin.
Mi Jeanne! grit Du Barry, cogiendo sus manos y besndolas.
Ella correspondi con su ms amistosa sonrisa.
Qu es lo que te tiene tan alterado? pregunt.
Acabo de dejar a monsieur Le Bel.
Es tan apuesto como su nombre?
No es momento para frivolidades, querida. El es el principal valet de
chambre del rey y tienes que conocerlo.
Jeanne hizo una reverencia burlona.
Du Barry levant un dedo admonitoriamente:
El problema contigo es que nunca puedes ser seria, Jeanne. Y eso ser tu ruina.
Es mejor morir de risa que de algunas cosas de las que yo he odo hablar.
Ahora escchame.
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Te escucho. Estamos entusiasmados. Vamos a conocer al valet de chambre
del rey. Y tenemos que ser agradables con l, muy agradables, pero serios.
Lo que yo quiero para ti, querida, no es el valet de chambre. El es
nicamente el peldao que nos llevar hasta el rey.
Jeanne puso una de sus bellas manos en la boca para evitar un estallido de risa.
Du Barry gru. Manos tan bellas forzadas a hacer gestos tan crudos. La agarr por
los hombros y la zarande airadamente.
Te llevar hasta el rey aunque tenga que arrastrarte hasta l.
No ser necesario le dijo. Estoy dispuesta. Llvame a ese peldao y yo
dar un salto hasta el palacio.
Sintate dijo Du Barry. Ahora piensa en lo que le pas a madame de
Pompadour, y recuerda que a ti puede pasarte lo mismo. Has de olvidarte de
Vaucouleurs y de todos los lacayos y doncellas que fueron tus compaeros; has de
olvidar todo lo que ha sucedido en tu vida hasta este momento. Debes olvidar que
cuando yo te conoc eras una vendedora en la casa Labille. Todo eso est muerto y
enterrado. Ahora es muy posible que ests a punto de introducirte en la Corte.
Se hizo el silencio en la habitacin, y slo lo rompa el tictac de un reloj dorado
sobre la chimenea.
Du Barry sinti como si aquel silencio realzara la importancia de la ocasin.
Estaba seguro, segn miraba fijamente a la bellsima joven, que esta vez no fallara;
ya la vea abrindole el camino al poder y a la riqueza. Crea que iba a conseguir lo
que les haba sido imposible conseguir a muchos poderosos hombres de Francia.
Jeanne estaba mirando al vaco, con una sonrisa fija en sus labios.
Bien, no ests emocionada? dijo Du Barry repentinamente.
Sigui sonriendo como si no lo hubiera odo. Y despus dijo:
T has dicho que lo olvide, que lo olvide todo, todo lo que me ha sucedido
desde que soy lo bastante mayor como para recordar. Lo divertido es que cuando t
decas que olvidara yo no haca sino recordar. Lo vea todo claramente. Mi madre
siempre metida en harina, y su delantal caliente por el horno y la casa sombra no
lejos de la plaza Royale, el convento de SainteAure y la Casa Labille y
Ya te he dicho que todo eso son cosas que has de olvidar.
Ah! dijo Jeanne, sin dejar de sonrer; pero yo sigo recordando.
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3. Jeanne Bcu
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evidente que, aunque era muy pequea, haba pasado, en no poca medida, a la
pequea Jeanne.
El abuelo Bcu sola hablarle del glorioso ao que haba pasado como marido de
la condesa; le contaba cmo se haba convertido despus en cocinero de la condesa
Marie Isabelle de Eudre, a quien el rey am durante un tiempo. Oh, s, el abuelo Bcu
haba visto, o entrevisto, al rey cuando iba a visitar a su bella amante.
El viejo recorra la habitacin arriba y abajo imitando los andares y el porte del
rey.
Era el gran Luis XIV, pequea. El Rey Sol, que solan llamarle. Ese s que era
un rey! Ya no los hay de esa clase hoy en da. Este Luis, en fin, no es Luis XIV,
desde luego.
Pero cmo puede serlo, abuelo dijo Jeanne con agudeza, si l es Luis XV?
Esa respuesta haba conseguido que el abuelo Bcu riera hasta casi asfixiarse.
Despus puso su mano llena de arrugas en el hombro de la pequea y, como ya haba
hecho en otras ocasiones, le dijo:
Es usted muy aguda, seorita Jeanne.
Ella sola subirse a sus rodillas y vigilar su boca, esperando que comenzase a
hablar. No haba nadie que le pudiera contar cuentos como lo haca el abuelo Bcu;
cuentos que le hablaban de un mundo bien distinto al de Jeanne. En ellos poda ver un
esplendor que nadie en Vaucouleurs conocera jams. Lacayos vestidos de azul y
escarlata; viandas servidas en platos de oro y plata; apartamentos decorados con
terciopelo y brocados, y las dos condesas, aquella con la que su abuelo se haba
casado y la otra a quien haba servido, parecidas a la figura de porcelana que tena
sobre la mesa y que era una reliquia de aquellos agradables tiempos pasados.
Pero el abuelo Bcu no poda vivir siempre, y cuando l muri desapareci la
magia de Vaucouleurs.
No hay nada que nos retenga aqu dijo Anne a su hija y cuesta mucho salir
adelante. Pero Pars ya es otra cosa, puedes creerme.
As pues, decidieron que iran a Pars, y Jeanne se puso muy contenta, pues en la
gran ciudad le sera ms fcil olvidar que nunca volvera a ver a su abuelo de nuevo.
Anne hablaba con su pequea hija; pues desde la muerte del abuelo, no tena a
nadie con quien poder hacerlo.
All no estaremos indefensas le explicaba Anne. Gracias a Dios tenemos
amigos. Tienes tos y tas en Pars, mi pequea, y se ganan bien la vida. Ellos nos
ayudarn a salir adelante.
Iban, le explicaba Anne, a una gran casa en Pars donde ella trabajara como
cocinera. La pequea Jeanne deba entender que era una oportunidad llovida del
cielo, pues, si no molestaba a los dueos de la casa, podra acompaar a su madre y
no habra necesidad de separarse.
Pareca un buen futuro, y emprendieron el viaje a Pars.
Tan pronto como Jeanne puso sus ojos en la ciudad, oli el barro sulfuroso y oy
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los gritos de los vendedores, tan pronto como vislumbr los bulliciosos mercados,
qued absolutamente prendada. Supo que pertenecera a ese lugar como a ningn
otro.
Era el abuelo Bcu el que haba dado su encanto a Vaucouleurs, y cuando l
desapareci, Vaucouleurs se haba convertido en una pequea ciudad aburrida y
montona. Ella intua que fuera lo que fuese lo que le ocurriera en esta gran ciudad,
Pars sera siempre para ella el ms delicioso lugar del mundo.
Durante sus primeras semanas, peda a los sirvientes de la mansin que la
llevaran con ellos siempre que tenan que salir a hacer algn recado.
Hubiera deseado poder estar en la calle todo el da, pues cada hora pareca
ofrecerle nuevos entretenimientos. A las nueve en punto las calles estaban llenas de
camareros que llevaban bandejas con el desayuno para la gente que viva en las
pensiones. Los barberos, sus telas blancas llenas de polvos, salan raudos de sus
tiendas para servir a sus clientes, y con pelucas y tenacillas se apresuraban entre la
multitud. Ms tarde, los camareros y los barberos eran relevados por otros
comerciantes o por los abogados que se apresuraban camino del Chtelet y de otros
juzgados, con sus togas revoloteando a su alrededor, mientras que sus defendidos
corran tras ellos tratando de seguir su paso. Tambin aparecan los financieros que
iban hacia la Bolsa. Y los hombres y mujeres que no tenan nada que hacer por la
maana se encaminaban hacia el Palacio Real, para sentarse a la sombra de los
rboles y hablar de poltica y de los escndalos de la Corte.
Los carruajes retumbaban por las calles, salpicando desperdicios sobre los
desprevenidos, y era necesario caminar de puntillas para evitar arruinar los bordes de
las faldas y las medias con ese barro venenoso.
Incluso a las tres de la tarde, cuando las calles estaban medio vacas, apenas
perdan nada de su encanto. Entonces era posible ver los edificios, algunos de una
belleza extraordinaria, otros lamentablemente srdidos; apasionantes por igual a ojos
de una pequea que vena del campo.
A veces su madre iba a comprar, y se llevaba a la pequea Jeanne. Salan bastante
temprano para conseguir lo mejor de aquello que fueran a buscar. Entonces vea
cmo llegaba la gente del campo con la fruta y las flores, con el pescado, los huevos
y la mantequilla, abrindose camino hacia Les Halles; y dos veces por semana, los
panaderos de Gonesse traan el pan a la ciudad.
Comprar a la gente del campo y hablar con ellos era un inmenso placer, pues les
encantaba hablar y todos tenan una sonrisa, y a veces un pequeo regalo, para
aquella pequea de ojos azules, con una mirada tan llena de vida y de buenos deseos
para todos.
A Jeanne le apenaba que la gente del campo tuviera que volver a l, y cuando los
dejaban y ella regresaba a casa con su madre se consideraba muy dichosa de poder
quedarse en la ciudad.
A veces se detenan en la esquina para tomarse un caf au lait en tazas de loza
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que compraban a alguna de las mujeres que llevaban su carga a la espalda.
A Jeanne le saba a gloria, pero Anne refunfuaba:
Dos sueldos la taza, y apenas si lleva una pizca de azcar! Esta gente de la
ciudad son unos ladrones.
Jeanne asenta con la cabeza, se beba su caf caliente y amaba a toda la gente de
Pars, fueran ladrones o no.
Jeanne era aventurera por naturaleza. Se le haba dicho a menudo que su sitio
estaba abajo, con los sirvientes; pero la escalera que conduca a una gran sala era una
permanente tentacin para ella y, a pesar de su deseo de hacer lo que se le haba dicho
que hiciera, una y otra vez acababa al pie de esa escalera, y tena que echar mano de
toda su fuerza de voluntad para no subirla. Con frecuencia suba algunos escalones,
consideraba lo mala que era y entonces volva a la cocina, al lugar que le
corresponda.
Ella comprenda bastantes ms cosas de lo que los adultos pensaban. Le gustaba
sentarse en su rincn, comindose un panecillo caliente o un trozo de gteau que
algn sirviente le hubiera arrojado a las manos, pues todos ellos parecan deseosos de
darle algo, quizs como tributo a su belleza, que aumentaba cada da
prodigiosamente. Y mientras as estaba, los otros hablaban y ella permaneca en
silencio, la mirada en el suelo, los odos alerta.
Un da oy a Nicols Ranon hablar con su madre como sola hacerlo. De hecho,
cuando conversaban, estaban tan concentrados que olvidaban incluso la presencia de
la criatura, y as Jeanne pudo aprender un montn de cosas sobre su nuevo hogar.
Es un hombre riqusimo le estaba diciendo Nicols a Anne. Y esperemos
que siga amando a la seorita. Porque qu podra hacer ella sin l? Qu haramos
todos?
El, como saba Jeanne por otras conversaciones, era el gran monsieur Billard
du Monceaux, cuyo nombre deba pronunciarse en un susurro en la casa. Se deba en
gran parte a aquel gran hombre el que Jeanne hubiera de procurar no subir nunca
aquellas escaleras. Monsieur Billard de Monceaux visitaba a quien Jeanne llamaba
la dama. Era la seora de la casa, mademoiselle Frdric, que era muy bella y a
quien el poderoso y rico monsieur Billard de Monceaux vena a ver con frecuencia.
Cuando se presentaba, toda la casa se alteraba de arriba abajo. Los cocineros
estaban ocupados. La camarera personal de la seora bajaba corriendo a la cocina
para pedir esto o lo otro, y por toda la casa reinaba una tensin general. A veces se
quedaba un da y una noche, y a veces dos das y dos noches.
Para Jeanne era casi como si se quedara un ao, pues en esas ocasiones deba
permanecer bien escondida. Y como nadie la sacaba para ver la ciudad, estaba
deseando que monsieur Billard de Monceaux se marchara para que la casa recuperara
su ritmo habitual.
Una fortuna sigui contando Nicols. Una fortuna, te lo digo yo. La hizo
en el ejrcito. se es el camino para hacer una fortuna, querida Anne. El ejrcito! A
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algunos nos hace soldados; pero el que es despierto sabe hacer dinero; l es de los
que saben hacer dinero. Contratas para el ejrcito. Suministros de ropas, comida y
todo tipo de cosas. Se dice que consigui sus contactos a travs del mismsimo duque
de Choiseul. El duque quiere que el ejrcito francs no le vaya a la zaga a ninguno, ya
ves. Y a lo mejor lo ha conseguido, quin sabe, pero lo que es seguro es que est
haciendo rico a este hombre.
No le envidies su dinero dijo Anne con su mentalidad prctica. A nosotros
tambin nos llega algo.
Nicols palme las posaderas de Anne y los dos rieron juntos. Anne se acerc a la
alacena y sac un pastel. Se sentaron y comenzaron a comer. Tenan las cabezas muy
juntas, y susurraban. Pero no sobre las cosas que Jeanne quera or. Jeanne conoca
ese tipo de susurros. Aparentaban estar enfadados el uno con el otro, y se regaaban,
aunque en realidad se rean todo el rato. No era muy interesante.
Un da estaban tan metidos en su pasatiempo que no se dieron cuenta de que
Jeanne se haba escabullido de la cocina.
Sin poderlo evitar, se haba visto atrada a los pies de aquella escalera.
Dudaba, puso su pequeo pie en el escaln y esper.
Escuchaba. Poda or las risas mezcladas de su madre y de Nicols Ranon y no
tena ningn deseo de regresar a la cocina.
Entonces, deliberadamente, comenz a subir las escaleras.
Lleg hasta una gran sala que pareca estar llena de cosas hermosas. Haba
pinturas de hombres y mujeres en las paredes y del centro del techo penda un enorme
candelabro.
Haba cabezas de animales saliendo de las paredes, o as se lo pareci a Jeanne, y
todas la miraban. Las personas de los cuadros tambin parecan mirarla.
Jeanne les sonri, aunque parecan decididamente poco amistosas. Las observ
con mayor detenimiento.
Estis muertos dijo. Eso es lo que os pasa.
Un animal, con un par de cuernos feroces, la miraba como si estuviera a punto de
morderla, y Jeanne le sac la lengua y, para demostrar que no estaba asustada, le dio
la espalda.
El suelo era precioso. Estaba hecho con baldosas blancas y negras. Se detuvo para
examinarlo y sigui el dibujo con los dedos. Mientras estaba entretenida en eso, oy,
horrorizada, pasos que no procedan de la escalera por la que ella haba subido, sino
de la propia sala.
Se puso de pie de un salto y retrocedi hacia las escaleras, pero no fue lo
suficiente rpida; alguien le haba cortado el paso y ella fue a chocarse contra una
bata de seda.
Su corazn lata con violencia, tena miedo de levantar los ojos y de repente sinti
que la cogan por la barbilla y le hacan levantar la cabeza.
Quin eres t? dijo el hombre que estaba agarrndola.
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Soy Jeanne Bcu respondi, sa soy yo. Cuando Jeanne estaba asustada
le daba por hablar mucho, por eso sigui. Y tambin s quin es usted.
Quin? pregunt el hombre.
Usted es l.
Bien dijo el hombre, por lo menos no soy ella.
Seguro que usted es l dijo Jeanne. Y usted perdone que se lo diga, pero
me est haciendo dao en el brazo.
Disclpame dijo l.
La solt y ella vacil durante unos instantes, dudando si deba salir corriendo o
no. Daba menos miedo en la realidad que en su imaginacin, pens ella; y en
cualquier caso no tena sentido correr, pues ya la haba visto.
Nos echar a la calle? pregunt.
Por qu?
Porque usted me ha visto.
Crees que hara eso?
Me dijeron que no deba subir las escaleras. Que no subiera aqu, y menos
cuando usted est. Pero
Entonces eres una nia desobediente, no? Ella asinti con la cabeza. Y
qu estabas haciendo aqu?
Mirando.
No ests asustada de m, verdad?, o s? pregunt l. Ella sonri, porque
haba visto en su rostro esa indulgencia que ella siempre provocaba en los dems. Lo
neg con un movimiento de cabeza. Cmo dijiste que te llamabas?
Jeanne Bcu.
Y vives aqu?
Mi madre cocina para la seorita.
Y t quieres que tu madre siga cocinando para la seorita. Jeanne asinti con
la cabeza enrgicamente. Luego no quieres que yo le descubra lo desobediente que
es su hija. Qu me daras si no digo nada? Un beso?
Jeanne estaba radiante.
Dos prometi.
l la levant en sus brazos. Ella le cogi la cara con las manos y le dio dos besos,
uno en cada mejilla, tan fuertes como su alivio.
Ri, la volvi a poner en el suelo, ella se gir y sali corriendo.
Al pie de las escaleras se encogi para escuchar, pues haba odo que alguien
entraba en la sala.
Entonces l habl. Y Jeanne supo que era un hombre que no saba cumplir sus
promesas, pues estaba hablando con la seorita y las primeras palabras que oy
fueron:
Acabo de ver a esa chiquilla encantadora. Dice que es hija de la cocinera.
Pero no tena importancia; l no estaba enfadado, eso era obvio.
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Jeanne haba descubierto cmo era realmente l, y haba hecho otro
descubrimiento: una sonrisa y un beso era todo lo que se peda de ella incluso los
caballeros importantes cuando la cogan haciendo lo que no deba.
Despus de aquello, siempre que l vena a la casa mandaba a buscarla.
A la seorita le haca gracia aquel inters de l.
Estoy convencida le dijo un da de que vienes aqu ms para ver a la
pequea Jeanne Bcu que para verme a m.
Monsieur Billard de Monceaux lo negaba, pero Jeanne, que estaba escuchando
aplicadamente como siempre haca, no estaba tan segura de que dijera la verdad.
La seorita le compr un vestido y su propia camarera le pein el cabello para
que estuviera preparada cuando monsieur Billard de Monceaux se presentase. Era ese
descaro que tena, deca monsieur Billard de Monceaux, pellizcndole las mejillas, lo
que ms le gustaba de ella.
Luego quiso saber qu haca ella durante todo el da. Se pasaba el tiempo en la
cocina? Pues no debera. No saba leer ni escribir, y no le gustaba pensar que esa
atrevida gamine fuese tan ignorante. Tena una idea. Le gustara ir a la escuela?
Jeanne lo pens. S, le gustara. Haba visto libros y se haba enfadado porque no
era capaz de comprender esos raros dibujos negros que se alineaban juntos en las
pginas. Quera saber qu haba en los libros.
Monsieur Billard de Monceaux habl con Anne. Por esa poca Anne era muy
amiga de Nicols Ranon y desde el punto y hora en que monsieur Billard de
Monceaux estaba tan interesado en la hija de Anne, algo de ese inters alcanzara a la
propia Anne. Ella se casara con Ranon; y l se preocupara de que Ranon tuviera
una buena posicin; y en cuanto a la joven Jeanne, debera ir durante unos cuantos
aos al convento de SainteAure.
Anne consider que eso era tener fortuna. El traslado a Pars se haba revelado
muy oportuno. Ahora iba a tener un marido y una hija educada.
El dorado pelo rizado, los adorables ojos que eran tan serenos, pero no inocentes,
levantaron muchos escrpulos entre las monjas de SainteAure. Incluso cuando
Jeanne se visti con el uniforme del convento, con una capucha negra que esconda la
gloria de sus rizos dorados y una banda blanca de lino sobre la frente, pareca
encantadora. No pudieron ocultar su piel de porcelana, la exquisita lnea de su rostro
ni esos ojos azules que, en parte por esa mezcla de serenidad y malicia, tan
enigmticos se aparecan. Su joven y esbelto cuerpo fue embutido en basta estamea,
y sus zapatos eran cerrados y hechos de cuero amarillo.
Las chicas que conoci en el convento no eran en absoluto de familias ricas. Las
tarifas en SainteAure eran bajas, unas doscientas diez libras al ao. ste era un
convento muy distinto de otros como el de Fontevrault, al que haban sido enviadas
las hijas del rey para recibir educacin.
Las cincuenta y tres monjas del convento pertenecan a la orden de san Agustn y
las reglas eran muy estrictas. El da se dedicaba a las obligaciones y haba muy pocos
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placeres; la comida era correcta, pero de lo ms simple; y a las alumnas no se les
permita jugar, ni rer: la risa estaba considerada un pecado.
Esto ltimo era particularmente insufrible para una nia del temperamento de
Jeanne y sufri continuas reprimendas y castigos. Incluso as fue imposible aplacar su
buen nimo, y en todos los aos que pas en el convento nunca lleg a perderlo.
Echaba amargamente de menos las calles de Pars y a menudo deseaba volver a
ellas con todo su corazn, pero tambin estaba ansiosa por aprender todo lo que
pudiera, y se aplic con entusiasmo a leer, escribir y llevar las cuentas del internado,
lo que la atraa bastante ms que los trabajos manuales y la cocina.
Haba en la naturaleza de Jeanne un componente filosfico que le permita
adaptarse tranquilamente a todos los cambios de su vida y que le proporcionaba ese
carcter radiante que le granjeaba las simpatas de todos, excepto de aquellos en los
que suscitaba la envidia. Jeanne careca por completo de malicia y del deseo de
venganza, y hasta cierto punto fue esa serenidad, engendrada por esos rasgos de
personalidad, lo que la transform en la ms bella mujer de todo Pars.
La vida ahora se rega por las campanas. En vez de ser despertada por los
panaderos de Gonesse que entraban en Pars, o por las voces de los vendedores, en su
camino a Les Halles, tena ese repicar de campanas. Deba levantarse a las cinco de la
maana, lavarse con agua fra, sentarse en su sitio en el refectorio, estar lista para or
misa a las siete, leer, escribir y forzar a sus perezosos dedos a coser.
La costura hubiera podido ser interesante si los materiales que ella usara fueran
brocados y terciopelos como aquellos de los que el abuelo Bcu le haba hablado y
que ella haba visto en el saln de la seorita Frdric; pero lo que deba coser en el
convento eran camisas para los pobres o gorros negros para las monjas y nias como
ella misma.
Y as pasaron los aos.
Cuando Jeanne lleg a los quince aos de edad, se dio por concluida su
educacin, y monsieur Billard de Monceaux, que haca tiempo que ya no visitaba a la
seorita Frdric, pareca haberse olvidado por completo de la nia que una vez le
encantara. Por lo tanto, cuando Jeanne dej el convento, volvi a casa de su madre y
su padrastro.
Estaba ms bella que nunca, y con el barniz de su educacin pareca una autntica
dama en la humilde morada que los Ranzn haban establecido en las cercanas de la
plaza Real.
Jeanne supona un problema para ellos. Era una joven educada. Y claramente se
vea que no poda convertirse en una sirvienta. Pero qu otra cosa haba para ella?
Anne no vea claro el futuro de su hija, ni tampoco Nicols, pues haba aprendido a
pensar como Anne.
Anne se senta incmoda, pues su hija le haca recordar los tiempos en que ella
era joven y atractiva. Siempre haba habido admiradores que le decan lo encantadora
que era y ella era lo bastante inteligente para ver que Jeanne llamara la atencin el
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doble que ella; y adems la naturaleza complaciente de Jeanne indicaba que
compartira generosamente lo que tuviera para ofrecer, como lo haca con una cinta o
un dulce que se le peda que compartiera.
Cuando paseaban por los jardines del Palacio Real, no dejaban de comprobar las
muchas tentaciones en las que podra caer una chica hermosa si no se la protega en la
jungla en que vivan. Bajo los rboles, las mujeres se exhiban y los galanes las
requebraban. Muchas chicas jvenes del campo, que haban venido a Pars para
ganarse la vida en las sombrereras o en las sastreras, pensaban disfrutar de una vida
ms rica a travs de sus paseos por los jardines del Palacio Real.
Y qu ms natural le deca Anne a Nicols que la joven Jeanne quiera
comprar ella misma algn trozo de cinta para recogerse el cabello o algunas baratijas
brillantes, y lo haga siguiendo el camino de esas chicas para conseguirlo?
Necesita que alguien vele por ella, desde luego estuvo Nicols de acuerdo.
Yo siempre he tenido la sensacin de que el destino le tiene reservado algo
especial dijo Anne. Mira, si no, el modo como monsieur Billard de Monceaux
pag todo ese dinero para que recibiera una educacin.
Se dio cuenta de que se convertira en una belleza.
Esa es la cuestin dijo Anne. Ella es ms que preciosa. Por todos los
santos, jams he conocido a nadie que le llegue ni a la suela de los zapatos.
Para distraer la atencin de su hija, Nicols le hizo notar los nuevos estilos de
peinado que llevaban algunas damas.
Caray, cada vez son ms y ms altos! Se sorprendi Nicols. Pronto sus
cabezas sern ms largas que el resto de sus cuerpos.
Se sentaron bajo un rbol y, mientras contemplaban a los paseantes, un joven
llamado Lametz, amigo de Nicols, se acerc y se sent con ellos durante un rato. Era
peluquero, y Nicols se divirti un poco a su costa comentndole lo ridculo de
ciertas modas.
El joven Lametz se defendi a s y a su negocio con buen humor y, cuando ya se
levantaban para partir, Nicols sugiri que poda acompaarlos a casa a tomar un
vaso de vino.
Jeanne les sirvi el vino y desde el momento en que puso sus ojos en ella, el
joven peluquero fue incapaz de pensar en ninguna otra cosa. Coment lo inusual de
su gracia y su belleza, y Nicols y Anne le confiaron sus temores sobre su futuro.
Podra aprender el oficio de peluquera dijo el joven. Creedme, con modas
tan sofisticadas, se puede hacer una fortuna en el negocio.
Anne mir a Nicols, con la esperanza asomndole en la mirada. Pareca querer
decir: qu te haba dicho?
No podemos afrontar el gasto de su aprendizaje dijo ella.
Mi querida seora Ranon dijo alzando la voz, no tiene ni que pensar en
ello. Deseara fervientemente ayudar a vuestra hija a convertirse en una peluquera.
As fue como Jeanne entr de aprendiza de peluquera.
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Le encantaba. Los fantsticos adornos que empezaban a llevarse en el pelo eran
una fuente de diversin inacabable.
El negocio que el joven Lametz haba heredado recientemente de su padre era de
primera clase. l estaba interesado en las modas de las seoras. No era para l lo del
negocio de la barbera, con los vidrios del escaparate llenos de polvos y pomadas, y el
aire viciado de un olor a pelo chamuscado. El haba puesto sus ojos en las seoras
finas de Pars y tambin de la Corte.
Jeanne le animaba, y l pasaba mucho tiempo peinndola, colocando sus rizos
dorados segn el nuevo estilo que haba pensado probar en la duquesa.
Naturalmente sola decir, cuando la vea con este peinado me sentir
decepcionado. Jams podr competir contigo, Jeanne.
Y entonces le tomaba la cara entre sus manos y le deca que rasgos tan perfectos
prestaban encanto a cualquier cabello, y que si probaba todos los peinados en ella y
luego se los enseaba a las damas de la Corte, pronto se convertira en peluquero de
la Corte, pues esas estpidas seoras eran tan vanidosas como pavos reales. Se las
podra convencer fcilmente de que los peinados les quedaran como a ella, si
accedan a hacrselo.
Nuestra fortuna al alcance de la mano.
Nuestra, monsieur Lametz? dijo Jeanne. En ese momento l le agarr las
manos y se las bes, y despus sus mejillas y sus labios.
Debemos casarnos dijo. Debemos seguir juntos para siempre.
Jeanne estaba encantada. l haba sido muy bueno con ella, y Jeanne siempre
quera dar algo ms de lo que reciba; pero eso era casi imposible, pues l haba sido
amabilsimo.
Se casara con l? Por supuesto que lo hara, si eso era lo que l deseaba.
Entonces dijo el ardiente y joven peluquero, soy el hombre ms feliz de
Francia.
Pero este estado de felicidad no dur mucho, pues cuando el enamorado joven le
cont a su madre cules eran sus intenciones, madame Lametz se puso furiosa.
Desposar a una aprendiza! grit madame Lametz. Nunca lo permitir.
Anne Ranon te envi a la chica para que cayeras en esa trampa! ste es el final de
tu bello romance, hijo mo. Yo enviar ese paquete picaruelo de regreso al sitio
adonde pertenece, que no es otro que los jardines del Palacio Real. Creme, lo s.
Y de hecho, despus de mucho padecer, el joven amante, roto el corazn y el
espritu pues era muy joven y nunca haba sido capaz de desafiar a su autoritaria
madre, se vio forzado a abandonar a la joven aprendiza, y Jeanne fue enviada de
nuevo con su madre y su padrastro.
Anne estaba furiosa. Pensaba que su hija ya estaba colocada, y nada le hubiera
complacido ms que verla casada con monsieur Lametz.
Cuando supo que madame Lametz se haba referido a ella como un intriganta y
una alcahueta, fue a la polica y pidi que se hiciera justicia; su honor y el de su hija
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haban sido vilipendiados. Mientras tanto, madame Lametz haba involucrado al
cur y entre ambos, la Iglesia y el Estado, haba de sustanciarse el proceso.
Pero el resultado final fue que Jeanne qued, una vez ms, sin un futuro
despejado.
Con todo, ella continuaba atrayendo la atencin de todos con cuantos se
relacionaba, y no pas mucho tiempo antes de que otra persona llena de buenos
deseos le encontrara un empleo. Tena estudios y saba leer; por lo tanto sera la
lectora de una tal madame de la Garde.
La dama viva en un chteau muy cerca de Pars el Chteau Courneuve
con cierto estilo, pues era la rica viuda de un granjero de impuestos. Eso significa
que su difunto marido haba arrendado un puesto, llamado granja, que le capacitaba
para recaudar impuestos; pues ste era el mtodo fiscal que se usaba en Francia antes
de la Revolucin. Las ganancias de estos fermiers gnraux eran sustanciosas; y en
consecuencia, la mansin en la que ahora se hallaba Jeanne era ms lujosa que
cualquier otra cosa que hubiera conocido antes.
Jeanne se acostumbr enseguida a ese lujo. Ahora se daba cuenta de que la
emocin que haba sentido por Lametz era simplemente gratitud. El haba sido
amable con ella y ella haba querido corresponder a su amabilidad. Por lo tanto, no se
senta destrozada por la separacin, y con notable generosidad esperaba que l no la
amase tanto como deca.
Ahora Jeanne disfrutaba del placer de la vida en el chteau y se propuso
complacer a madame de la Garde para poder continuar en ese delicioso lugar toda su
vida.
Madame de la Garde estaba encantada con la adorable jovencita, que poda leer
adecuadamente y pareca bastante recatada. Todo podra haber ido la mar de bien si el
hijo pequeo de madame de la Garde no hubiera ido a visitarla.
El joven caballero se alegr enormemente as que puso sus ojos en la joven
lectora de su madre. Jeanne se encontr con que la asediaba en los jardines, paseaba
con ella, le hablaba, le besaba las manos y los labios y le deca que era la joven ms
bella que haba visto nunca.
A Jeanne le complaca saber que verla le produjese tanto placer, y estaba
agradecida por todos los detalles con los que l trat de regalarla. De nuevo, como en
el caso del joven monsieur Lametz, sinti que creca dentro de ella la gratitud y quiso
recompensar a este joven por todo lo que haba hecho por ella, haciendo todo lo que
l quisiera que hiciese para l.
Este affaire concluy rpidamente cuando el hijo mayor de madame de la
Garde regres a casa.
Como su hermano, rpidamente descubri en Jeanne a la ms bella mujer que
nunca hubiera visto, y ahora, cuando Jeanne paseaba por los jardines, eran dos los
hermanos que deseaban acompaarla, mirndose ferozmente el uno al otro por detrs
de ella, empujndose por tener el placer de ayudarla como si fuera una frgil invlida,
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en vez de una joven saludable. Y cuando los dos hermanos llegaron a las manos,
madame de la Garde se enter de lo que estaba ocurriendo.
Cit a Jeanne para la lectura y cuando Jeanne recatadamente se dirigi a la mesa y
estaba a punto de abrir el libro, madame de la Garde fue incapaz de contener sus
sentimientos por ms tiempo.
Pensar grit que yo haya metido a una intrigante criatura como t en mi
casa. Debo haber perdido la razn. Si con mirarte a la cara ya se ve. Sube las
escaleras inmediatamente y empaca tus cosas. Sal de esta casa inmediatamente.
Pero madame grit Jeanne, casi sin voz. No comprendo
No? grit la madame, encendida. Pues basta con que yo lo entienda. No
es que uno de mis hijos se haya vuelto lo bastante loco como para querer casarse
contigo, sino que son los dos. Estoy segura de que debe haber una vena de locura en
esta familia, y se ha necesitado de una intrigante como t para sacarla a la luz!
No he sido yo, madame dijo Jeanne con presencia de nimo quien les ha
pedido que se casen conmigo. Son ellos los que lo han mencionado, y los que se
han peleado por m.
Puerca intrigante! grit madame de la Garde. T has echado algn
conjuro de bruja en esta casa. No consentir que te quedes aqu ni un minuto ms.
Vete enseguida. Y si no ests lista para que te lleven a la guardilla de tus padres en
cinco minutos, mandar que te arrojen a la calle.
Jeanne hizo una reverencia, fue a su habitacin y recogi sus cosas.
Estaba desolada por tener que dejar el hermoso castillo, y senta pena por los dos
hermanos, cada uno de los cuales le haba declarado que se morira si no se casaba
con ella.
Con todo, acept su destino con su habitual filosofa. Cuando los acontecimientos
se repiten, ya no pueden ser completamente inesperados.
El siguiente puesto de Jeanne fue el ms significativo. A travs de l se introdujo
en un mundo bastante alejado del que haba conocido hasta entonces.
Madame Labille, la cotizada modista y sombrerera de la calle Saint Honor,
estaba interesada en contratar a una joven que fuera lo suficientemente decorativa. Su
establecimiento era uno de los punteros de la ciudad, y cada da era visitado por gente
que viva muy prxima a la Corte. Las mujeres iban a examinar sus finos brocados y
sus terciopelos, y a comprar sombreros exquisitos. La labor de sus empleadas
consista en lucir los vestidos o los sombreros para tentar a las mujeres ricas a
comprarlos.
Las mujeres no eran las nicas que se acercaban a la tienda. Traan con ellas a sus
amigos; y a veces incluso venan los hombres solos. Decan que queran comprar
algn presente de los de madame Labille para una amiga; pero madame Labille saba
perfectamente que les atraan bastante ms sus empleadas que sus gneros, y algunas
de ellas haban dejado la tienda para seguir una lujosa vida de placer.
Llevarse a las bellas vendedoras de madame Labille hubiera supuesto perder la
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gran atraccin de su negocio. De ah que esa enrgica mujer de negocios estuviera
constantemente alerta para reemplazar a las jvenes atractivas que la abandonaban.
Las chicas vivan en la tienda, y madame Labille se preciaba mucho de tener una
casa virtuosa; pero siempre permita a la chica escogida entregar paquetes a
domicilio, pues as le daba al cliente la oportunidad de llegar a un mejor
conocimiento con la chica, mayor del que era posible en la tienda.
Se deca que el establecimiento de madame Labille comenzaba a parecerse ms y
ms a un apartamento de Versalles.
Jeanne recibi una invitacin para conocer a madame Labille, y a sta le bast
una simple mirada para convencerse de que la chica era absolutamente idnea para su
establecimiento.
Jeanne, hasta ese momento, haba sido conocida como mademoiselle Ranon,
pero cuando se uni a la nmina de empleadas de Labille se la empez a conocer
como mademoiselle LAnge. Era un nombre adecuado, pues por su exquisito color, su
expresin serena y esa belleza que la haca destacarse entre las chicas ms atractivas,
poda ser fcilmente comparada con un ngel; por otro lado, para aquellos que
preferan escoger una compaa menos religiosa, un rayo de malicia o sensualidad
poda descubrirse en ella, lo cual provocaba un cierto regocijo, teniendo en cuenta
cmo se llamaba.
Pars ya tena la reputacin de abanderar la moda del mundo, y vivir en esa
perfumada atmsfera de elegancia impresion a Jeanne. Por supuesto que adoraba las
telas preciosas, y a menudo le pareca injusto que ella, que estaba hecha para
llevarlas, estuviera obligada a venderlas a gente vieja y desagradable, por quienes
esas telas poco podan hacer, la verdad.
En los vestidores, las chicas se probaban los vestidos, los sombreros, las tnicas
increbles, y hacan ver que estaban siendo presentadas al rey en los apartamentos
reales o bailando en la Galera de los Espejos. Sus contactos con los galanes de la
Corte implicaban que ya tenan alguna idea de cmo era la vida en los hogares de los
ricos, y como a menudo haban de llevar las compras a las casas de hombres jvenes
haban visto el interior de muchas grandes casas.
La atmsfera del establecimiento de Labille era, por lo tanto, como la de un
invernculo; las chicas que entraban en l rpidamente perdan su simplicidad y
empezaban a aprender mucho de la vida en una sociedad muy diferente de aquella en
la que haban nacido.
Jeanne descubri que le gustaba esa nueva vida. Ahora se rea de s misma por
haberse entristecido cuando fue echada del Chteau Courneuve; y se preguntaba
cmo era posible que hubiera soportado el aburrimiento de esa vida en el campo.
All, era cierto, dos hombres la haban amado desesperadamente; pero aqu haba al
menos veinte que la cortejaban con idntico ardor. En cuanto al pobre monsieur
Lametz, el coiffeur, la vida que hubiera compartido con l hubiera sido muy
montona, comparada con su divertida existencia de ahora. Por lo tanto, se senta
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agradecida a madame Lametz a pesar de los insultos que les haba dedicado a ella y a
su madre. En cualquier caso, a Jeanne le resultaba imposible albergar resentimiento
contra nadie durante mucho tiempo.
Madame Labille vigilaba a sus chicas con un ojo de guila. Sagaz, inteligente, en
todo momento pendiente de los intereses de la Maison Labille, mantena una
apariencia de respetabilidad al tiempo que nunca ofenda a ningn cliente. No era en
modo alguno de extraar que el establecimiento de madame Labille se hubiera
convertido en un club donde los galanes de la Corte y los hombres de todas las
edades buscaban aventura.
Al fin y al cabo, traan negocio, luego bienvenidos fueran; y madame Labille
estaba encantada cuando reconoca a importantes caballeros de la Corte.
Un da, la marquesa de Quesnay fue a la tienda. Madame Labille en persona sali
a la puerta para recibirla cuando lleg el carruaje.
Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos el gran honor de recibirla, seora
condesa dijo con nerviosismo madame Labille.
La marquesa acept el homenaje con elegancia aristocrtica y, ya dentro de la
habitacin privada de madame Labille, le dijo a sta que deseaba comprar nuevos
vestidos y ver las ltimas telas que tena.
Se los llevaron y la marquesa, despus de examinarlos, pidi que algunas de las
chicas se los probasen para ver cmo sentaban y luego decidir si se los quedaba o no.
Jeanne fue una de las chicas a las que se avis en esa ocasin, y madame Labille
se percat de que la marquesa estaba ms interesada en la chica que en las telas.
Oh, querida dijo la marquesa, acariciando los rizos dorados de Jeanne,
ese color te sienta maravillosamente! Lstima que yo no sea tan rubia ni tan esbelta!
La seora marquesa parecer ms encantadora que mi pequea Ange le
asegur madame Labille a su cliente, porque, aunque bonita como es ella, le falta
apostura y elegancia.
La marquesa se mordi levemente el labio y asinti con la cabeza. Indic a
madame Labille que quera quedarse a solas con ella.
Es una chica preciosa dijo as que Jeanne hubo salido de la estancia.
Todos comentan su belleza dijo madame Labille, y no deja de ser un
milagro que no se le haya subido a la cabeza la vanidad por tanta adulacin.
Tiene el aire sereno de la que se sabe hermosa y no alardea por ello. La
encuentro interesante.
Me sorprende que haya podido retenerla tanto tiempo dijo madame Labille
. Y no es por falta de pretendientes, si an no es la favorita de algn rico cortesano.
Lo ser tarde o temprano. Pobre nia! Aqu est ella, entre todas estas cosas
preciosas, viendo cmo las usan mujeres como yo.
La seora es muy modesta. Estas telas preciosas han sido diseadas para
personas como usted, no para la pequea Ange.
Yo dira que tiene suficiente belleza sin adorno ninguno. Una chica as me ira
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muy bien.
En su saln de juego, seora?
Exacto. As que se sepa que tengo semejante belleza all, esos caballeros que
parecen pasarse la vida dedicados a la caza de mujeres como su pequeo ngel
acudiran en tropel, y tambin gastaran su dinero. Prstemela.
Me tiene a su servicio, seora. Mademoiselle LAnge le llevar a su casa lo que
usted escoja y le dar permiso para que pase all la tarde.
Esta es mi buena amiga Labille! Y trate de que vaya adecuadamente
vestida, cargndomelo tambin en mi cuenta, por supuesto.
Ser un placer.
La marquesa sonri, agradecida.
Vstala de forma sencilla, pero exquisita. Sin mucho aparato, ya sabe. No
escondamos la absoluta perfeccin de su figura juvenil.
Se har como lo pide la seora dijo madame Labille, y suspir. La
experiencia le deca que muy pronto la exquisitamente bella y extraordinariamente
bondadosa mademoiselle LAnge dejara de pertenecer a la nmina de la casa Labille.
Las chicas de Labille se arracimaron en torno a Jeanne. Siempre haban sabido
que ella era guapa, pero nunca, decan, lo haba estado tanto como ese da.
Su vestido era de un color lavanda plido, escotado para que se le viera el cuello
blanco y el comienzo de los senos; la falda estaba adornada con metros de cinta de
satn; y con su pelo claro peinado en torre sobre su cabeza ella estaba contenta de
haber adquirido esa experiencia con monsieur Lametz pareca, como madame
Labille secretamente pens, la ms hermosa criatura que jams haba visto en su
saln.
Las chicas le daban consejos.
No te apresures a entregarte al primer noble que te lo pida, ngel!
Recuerda que el amor de los nobles no dura.
Queremos que nos lo cuentes todo. Madame Labille les pidi que se callaran.
Recuerda, mademoiselle LAnge dijo serenamente, que ests
representando a la Casa Labille, y que si alguien te pregunta dnde se hizo el vestido
que llevas, debes decirlo. Puedes traer contigo a quien sea que est interesada en el
momento en que le vaya bien o lo desee. Y que no se te suban a la cabeza todas las
adulaciones que recibirs. Recuerda bien esto: esos hombres galantes no hacen sino
repetir su repertorio. No valen mucho. No seas alocada. Recuerda el buen hogar que
esta casa ha sido para ti.
La respuesta de Jeanne fue abrazarse a madame Labille como muestra de gratitud.
Le asegur que nunca lo olvidara. Madame Labille le haba proporcionado los das
ms felices de su vida.
Luego bes a todas las chicas y se fue en un carruaje al saln de juego de la
marquesa de Quesnay.
Esa noche Jeanne conoci al conde du Barry.
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Ese encuentro fue, tambin, el ms importante de su vida. El conde se sinti
inmediatamente atrado por ella, como muchos otros en casa de la marquesa; pero en
el caso de Du Barry haba una diferencia. Se sinti presa de desmedidas esperanzas
cuando la contempl, no por lo que haca a la satisfaccin de sus deseos, sino por
algo ms que eso. Crey ver que en esa chica exquisita haba un gran futuro para l.
Quiso saber cosas de su vida y ella le cont que perteneca a la Maison Labille.
Eso pareci complacerle. De hecho, lo haca todo ms sencillo.
En apenas unos minutos ella le haba contado su infancia y cmo monsieur
Billard de Monceaux haba procurado por su educacin en un convento, por lo que en
modo alguno era tan ignorante como algunas otras chicas de la Casa Labille.
Sin embargo dijo Du Barry, hay un mundo de diferencia entre t y una
seora.
Jeanne, que no estaba acostumbrada ms que a recibir halagos, se sinti un poco
confusa.
Tu cara es hermosa sigui Du Barry, y tienes una figura preciosa. Pero
cuando te mueves, cuando gesticulas, cuando comienzas a hablar adis! Se
desvanece la ilusin. Cualquiera puede ver que procedes de los faubourgs.
Lo que tengo ya me est bien dijo Jeanne.
Pero no le durara a un caballero ms de una o dos semanas.
Ya he odo muchas veces antes que es imposible satisfacer a un caballero ms
de una o dos semanas, luego eso no es una novedad para m.
Mi pobre nia, me parece que te han informado mal. Hay mujeres que han
satisfecho a caballeros durante veinte aos, y eso cuando ya han dejado de ser
jvenes y hermosas. No me digas que, en tu ignorancia, jams has odo hablar de
madame de Pompadour!
Todo el mundo ha odo hablar de madame de Pompadour. Yo hablo de
caballeros, no del rey.
Debera decir a Su Majestad lo que acabas de decir. Le divertir saber que no lo
consideras un caballero.
Jeanne, sin poder evitarlo, senta un cierto temor por el hecho de estar en
compaa de alguien que poda hablar con el rey.
Du Barry se dio cuenta y le satisfizo.
Tu problema, mademoiselle LAnge, es que no ves ms all de tus narices, tu
visin es muy restringida. Hay muchas cosas que yo podra ensearte.
Ahora dijo Jeanne estamos en terreno conocido. Toda mi vida he conocido
a caballeros que me aseguraban que podran ensearme un montn de cosas. Sin
embargo, lo que aprend de ellos no parece que haya sido mucho, despus de todo.
El conde du Barry estaba ms impresionado de lo que deseaba demostrar. Ella
tena un cierto ingenio y, como no era spero, supona una novedad. Esa chica, con la
base adecuada que l podra proporcionarle, sera todo un xito.
Comenz a hablar de s mismo, buscando impresionarla con la grandeza de sus
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antepasados, exagerando considerablemente las posesiones de su familia cerca de
Toulouse y su posicin en la Corte.
Le dijo que deseaba que tuviera mucho cuidado. Si no lo haca, pronto se
convertira en la amante de un elegante caballero, como esos que la miraban ahora
casi de un modo carnvoro; sera la amante de uno, luego la de otro. Ira pasando de
mano en mano y con cada cambio su posicin empeorara. Ella haba visto a las
mujeres de los barrios bajos de Pars o no? Bien, pues as acabara si no tena
cuidado.
Tena el deseo de protegerla. Qu le parecera la idea de aceptar esa proteccin?
Soy joven dijo Jeanne. Soy fuerte y cada da voy conociendo mejor el
mundo. Si no necesitaba protector hace dos aos, por qu he de necesitarlo ahora?
Porque ahora ests ms cerca del peligro que hace dos aos.
Peligro? Yo no veo ningn peligro.
Aquello que no se ve es bastante ms peligroso que lo que se ve.
Me divierte usted dijo Jeanne.
T me deleitas. Diversin, deleite. Puede haber una combinacin ms
afortunada? Tengo una casa en la calle des PetitsChamps. Me gustara ensertela.
He prometido que regresara a la Casa Labille.
Entonces te acompaar hasta all.
As lo hizo y le dijo au revoir de un modo casi solemne.
Jeanne, al referir sus aventuras a sus amigas, tuvo que admitir que el conde du
Barry era el hombre ms extraordinario que haba conocido nunca.
Al da siguiente l fue a la tienda, y tambin al otro. Encarg trajes elegantes para
su hermana, dijo; y Jeanne haba de llevrselos a su casa.
As lo hizo ella y l aprovech para ensearle su casa, con un bello saln donde
atenda a sus invitados. Sera muy feliz, le dijo, si ella accediera a ser una de sus
invitados, pero antes tena que darle algunas lecciones sobre cmo deba comportarse.
Porque aadi si sabes cmo actuar y hablar de modo que te parezcas lo
ms posible a una dama, yo podra arreglar que te invitaran a la Corte.
Sus ojos se encendieron ante esa perspectiva, y pens en el abuelo Bcu y en las
historias que le contaba sobre una dama a la que el rey visitaba.
Du Barry la observaba, y supo que poco a poco la estaba arrastrando hacia la
trampa.
Y Du Barry lo consigui. Jeanne dej la Casa Labille con grandsima pena de la
seora, quien no pudo ms que encogerse de hombros y murmurar: Bueno, es la
vida. Con alguien como ella algo as haba de suceder, tarde o temprano.
l hizo mucho por ella. Jeanne reciba lecciones cada da. Aprendi a hacer
reverencias; cmo no estallar en carcajadas estruendosas cuando estaba complacida;
cmo sostener un abanico y llevarse la mano a los labios cuando bostezaba; y cmo
comer pulcramente.
Lo que era un trabajo de mil demonios era, declaraba el conde, ensearle cmo
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deba hablar.
El conde era muy paciente y ella le cobr afecto. Tena mucho que agradecerle,
por lo que era inevitable que cuando l deseara ser su amante, ella accediera a tenerlo
por tal, y de igual modo, puesto que as lo quera su protector, se sentira en la
obligacin de complacer a sus amigos como le haba complacido a l.
En ciertos crculos empez a ser conocida como la bella amante de Du Barry. Se
la poda ver en las recepciones que l ofreca en su casa; y a causa de su encanto y de
su belleza hubo muchos que suspiraban por ser invitados.
El incluso permiti que se la conociera como madame du Barry, para que todo el
mundo supiera que, aunque l le permitiera una cierta coquetera cuando lo
consideraba oportuno, ella le perteneca.
Despus de cuatro aos Jeanne continuaba con ese ritmo de vida.
Cuando a veces recordaba a su amante que una vez le haba hablado de ser
presentada en la Corte, l la invitaba a tener paciencia. El no desesperaba de poder
conseguirlo. Era un asunto extremadamente delicado, le asegur; y no deban
apresurarse.
A ella le impresionaba ver el brillo de su mirada cuando pensaba en esa
posibilidad; notaba que se le quebraba la voz.
Jeanne haba dicho, entre risas, que no crea que l fuera capaz de mantener su
promesa y de presentarla en la Corte. Por eso, aquella ocasin en que regres, lleno
de agitacin, y cont su encuentro con monsieur Le Bel, ella ni se inmut; y cuando
le dijo que deba olvidar el pasado, ella correspondi recordndolo.
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4. Cena en Versalles
Noto, Le Bel dijo el rey, que tus pensamientos no estn con nosotros.
Le Bel, que se haba inclinado para ajustar el zapato de su seor, mir hacia arriba
horrorizado.
Estoy en un dilema, sire musit, el rostro enrojecido por el esfuerzo de la
inclinacin y por la mortificacin que le depar la acusacin real. No me atrevo a
contradecir a Su Majestad; y sin embargo, a decir verdad, debo decir que mis
pensamientos estn continuamente puestos en Su Majestad.
Cada da te vuelves ms cortesano le replic el rey, es natural. Cunto
tiempo llevas a mi servicio? Oh, no importa. Basta saber que es mucho tiempo. En
qu estabas pensando, Le Bel? En alguna mujer que te gusta?
Sire, puedo decir con toda honestidad que las mujeres que ms
persistentemente han ocupado mis pensamientos son aquellas que yo crea que
podran satisfacer a Su Majestad.
Y has cumplido bien tu cometido, Le Bel. No ser yo quien lo niegue. Ahora
dime, qu se te est pasando por la cabeza? Quin es ella y por qu has decidido
mantenerla alejada de m?
Le Bel se puso de pie.
La perspicacia de Su Majestad es extraordinaria dijo.
Bien. Estoy esperando.
Sire, es verdad que pensaba en una mujer. Pero estoy profundamente perplejo.
Debera atreverme a presentrsela a Su Majestad?
Cuntas mujeres me has presentado en el pasado, Le Bel? Lo recuerdas? Yo
no. Sin embargo, no dira yo que en el desempeo de tus actividades seas un hombre
muy atrevido.
Siempre he seleccionado a esas mujeres con el mayor de los cuidados, sire.
Todas ellas han sido fsicamente atractivas, y todas ellas han tenido al menos la
apariencia de una buena educacin.
Y esta nueva?
Le Bel movi la cabeza.
Cuntame dijo el rey. Es estrbica? Tiene el labio leporino? Me
atrevera a decir que tales deformidades, en muy concretas circunstancias, le dan una
cierta picarda a la experiencia.
Fsicamente es la perfeccin, sire.
Y cmo es que la perfeccin te perturba tanto?
Sire, la he visto y me he quedado pasmado por su belleza, y sin embargo
Le Bel alz los hombros.
Y sin embargo? le urgi el rey.
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Se han hecho grandes esfuerzos para suavizar sus maneras
Y los resultados? pregunt Luis.
Ay, sire! Aunque sera imposible encontrar a quien la igualara en belleza, sera
igualmente imposible hacerla presentable para la Corte.
Me interesa dijo el rey lnguidamente. Por qu es imposible instilar un
poco de educacin dentro de esa criatura perfecta?
No la conozco lo suficiente para decirlo, sire. Es muy de pueblo, quizs. Su
risa es demasiado sonora, demasiado repentina, demasiado incontrolada. Podra
saludar con cierto decoro, pero eso apenas le dura unos minutos; acabara arrojando
la mscara del decoro y entonces
Y entonces, Le Bel?
Entonces no tenemos ms que une petite grisette, sire.
S, pero una muy bella. La ver, Le Bel.
Su Majestad, no creo que se d cuenta de lo aburrida que puede ser la
compaa de gente as.
Tonteras. He conocido a todo tipo de mujeres.
Imploro su clemencia, sire, pero debo sealar que aunque las mujeres de baja
condicin le han complacido a veces, durante poco tiempo, siempre ha sido mi
propsito, y el de otros, proteger a Su Majestad del embarazo de lo vulgar.
Me mimas, Le Bel dijo Luis sardnicamente. Y debes dejarme tomar mis
propias decisiones.
Perdone, sire. Slo pienso en su comodidad y su placer.
Ver a tu grisette.
Quizs podra divertirle durante una tarde. Sin embargo El rostro de Le
Bel se ilumin.
Comprendo dijo el rey. Desearas que no supiera que su nuevo amigo es el
rey, por miedo de que incluso una pequea dosis de su compaa resulte demasiado
astringente para el paladar real y sea necesario prescindir de ella despus de haber
soportado durante cinco minutos su risa demasiado alta, repentina e incontrolada.
Sire, podra hacer una pequea fiesta en mis habitaciones. El rey asinti.
Y si Su Majestad quisiera honrarme con su presencia
El rey asinti de nuevo con la cabeza.
Ir dijo. Me presentar como el barn de Gonesse. Entonces, si nuestra
grisette me decepciona, buscar alguna excusa y me retirar de la fiesta, y no
habr habido dao alguno.
Le Bel se arrodill y bes la mano real.
Su Majestad me ha sacado de un gran dilema.
El rey agit la mano y despidi a su valet de chambre.
Cuando se qued solo sonri. Un observador podra pensar que algn importante
asunto de Estado haba sido despachado.
Esta es Francia, meditaba, en el siglo XVIII, y yo soy el rey de Francia.
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Se acerc a la ventana y contempl la Avenue de Pars. Era una vista que no
dejaba de llenarlo de una vaga aprensin. El pueblo de Pars no le tena afecto, y l
raramente iba a la capital. La pobreza, que era imposible no ver all, le produca una
inquietante y desasosegadora ansiedad interior.
Le dio la espalda a la vista. Era bastante ms agradable pensar en la cena
prxima, durante la cual podra divertirse o disgustarse por el nuevo descubrimiento
de Le Bel.
Un sirviente entr para anunciar que el duque de Choiseul peda audiencia.
Estaba preparada. Su vestido haba sido escogido con el mayor de los cuidados.
Du Barry la examin desde todos los ngulos, mientras ella posaba, casi llorando de
la exasperacin.
Es que no puedes ponerte seria ni por un momento? le pidi, la voz
temblndole de la emocin. No te das cuenta de que al fin, despus de todos estos
aos, vamos a ser admitidos en el palacio de Versalles?
Estara loca si dijera que no le replic Jeanne, pues no has hablado de otra
cosa desde que lleg la invitacin de tu monsieur Le Bel.
No lo digas con ese tono tan despectivo. Si fueras una mujer sabia, deberas
hacer todo lo posible para convertirlo en tu monsieur Le Bel.
Jeanne arrug la nariz.
No es de mi gusto. Es demasiado viejo, y no me gustan sus ojos entrometidos.
Me siento como una vaquilla a la que se ha puesto precio de venta.
Creo que ya te he mostrado la necesidad de congraciarte con monsieur Le Bel.
Jeanne se encogi de hombros.
Ya he odo bastantes reproches acerca de mi primer encuentro con monsieur Le
Bel. A monsieur Le Bel no le gusto. Pues bien, tampoco me gusta l a m. T te me
echaste encima y me dijiste que echaba por la borda mis oportunidades. Me
amenazaste con devolverme a madame Labille. Y ya ves, mon ami, estabas
equivocado. Dijiste que a monsieur Le Bel no le interesbamos. Y aqu tienes esta
invitacin a cenar.
Creo que s por qu musit Du Barry. Monsieur Le Bel te considera una
joven tan bella que, a pesar de tus malos modales, est dispuesto a darte una nueva
oportunidad. Por lo tanto, te lo pido, comprtate esta noche.
Jeanne le acarici las mejillas.
Pareces muy preocupado le dijo. Lo har lo mejor que pueda: pero ya
sabes lo olvidadiza que soy.
La mir con exasperacin. Estaba encantadora con su vestido de encaje azul. Slo
con que hubiera conseguido imprimir en ella los modales de una dama de la Corte,
sera irresistible.
Se estaba dando cuenta ahora de la futilidad de su intento. Haba escogido esta
flor, esta rosa, no, esta orqudea, en las calles de Pars, y slo por su belleza exquisita
haba credo que podra entrenarla y moldearla hasta convertirla en otra Pompadour.
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Era ahora, cuando tenan esa gran oportunidad que haban estado esperando ante
ellos, cuando se daba cuenta de su insensatez. Le Bel, prendado como haba quedado
por su encanto, dudaba si sera o no un paso inteligente presentrsela al rey, quien, si
bien habra de quedar rendido ante su belleza, quedara tambin horrorizado ante sus
modales, que seguan aflorando en momentos de gran agitacin a pesar de todo el
barniz con el que haba intentado ocultarlos; y como uno de los rasgos ms
caractersticos de Jeanne era esa joie de vivre, para ella la vida siempre estaba llena
de esos momentos.
Sera de alguna utilidad decirle algo ms ahora? No. Ahora slo caba confiar en
la suerte.
El carruaje estaba esperando. Ambos hicieron el viaje en silencio. El con
aprensin; ella llena de entusiasmo. De vez en cuando ella rea en voz alta como a sus
secretos pensamientos.
Monsieur Le Bel les estaba esperando. Le ech un vistazo a Jeanne y la
preocupada expresin de sus ojos se despej un poco. Su apariencia cumpla
sobradamente cualquier expectativa.
Jeanne le devolvi una amable y pronta sonrisa; su reverencia fue corta y rpida,
y pareci contener un cierto rasgo de ligereza.
Du Barry se percat de la inquietud del valet de chambre y gru interiormente
mientras saludaba a Le Bel con una formalidad ceremoniosa, un recordatorio mudo a
Jeanne de que estaba en el palacio de Versalles y de que se deba sentir impresionada.
As que los conduca escaleras arriba, Le Bel dijo:
Es una cena muy ntima. Apenas unos pocos caballeros de la Corte, amigos
mos.
Du Barry lanz una mirada a Jeanne que pretenda recordarle una vez ms que
estaba a prueba y que deba recordar que cada minuto que estuviera en la compaa
de esa gente ellos estaran pendientes de si cometa alguna falta, algo que sirviera
para calificarla de grisette, una chica del pueblo. Le Bel an tena sus dudas y
deseaba conocer la opinin de sus amigos antes de presentrsela al rey.
Que Jeanne haba olvidado que estaba a prueba result obvio cuando dijo con
toda franqueza:
Nunca pens que cenara en Versalles!
Madame dijo Le Bel precipitadamente, supongo que comprender que
esta fiesta tiene lugar en mis pequeos aposentos.
Jeanne estall en una risotada.
No debera disculparse por la pequeez de sus aposentos, monsieur Le Bel.
Estn en Versalles, y eso ya nos basta. No esperaba cenar en el comedor real o bailar
con el delfn en la Galera de los Espejos!
Du Barry contuvo la respiracin mientras Le Bel se aclaraba la garganta.
Sin embargo, madame dijo Le Bel con dignidad, incluso en el ms
humilde aposento de Versalles observamos la etiqueta de la Corte.
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He odo que Su Majestad insiste en ese punto dijo Jeanne. Oh, qu vida!
Haban aparecido gotas de sudor en el tabique nasal de Le Bel. Haba llegado a la
puerta y pareca estar intentando reunir el valor para abrirla.
Cree que aparecer como un estpido a ojos de sus amigos, pens Du Barry.
La puerta se abri. Cuatro o cinco hombres estaban sentados alrededor de una
mesa servida con vino y comida.
Monsieur Le Bel anunci a los invitados:
El conde du Barry y su cuada madame du Barry.
Los hombres se haban levantado de la mesa y se acercaron a los recin llegados.
Uno por uno tomaron la mano de Jeanne y se inclinaron ante ella mientras ella
permaneca de pie sonrindoles.
Sentmonos dijo Le Bel, con la voz chillona por los nervios. Madame du
Barry, le ruego que tome asiento junto al barn de Gonesse.
Jeanne se sent y contempl la mesa. La comida y el vino parecan excelentes y
sus ojos brillaron.
Se gir y estudi a su vecino, un hombre que deba de estar por los cincuenta,
imagin; no era apuesto, sino todo lo contrario, aunque tena un aire de distincin
como no lo haba visto en ningn otro hombre. Eso lo colocaba por encima del resto
y, desde el primer momento, Jeanne sinti que los dems se daban cuenta. No era por
sus ropas, que eran elegantes pero no distintas de las que llevaban los otros. Se senta
vagamente intrigada y se pregunt por qu sera que aquel hombre haba despertado
su inters de aquella manera.
Barn de Gonesse dijo ella. Me gusta vuestro nombre.
Me complace dijo l.
Quiere saber por qu?
Si es tan amable de decrmelo.
Bien, se debe a que me recuerda a los panaderos de Gonesse.
Hubo un revuelo inmediato alrededor de la mesa.
Monsieur Le Bel indic rpidamente a uno de los sirvientes que sirviera a
madame du Barry, y Jeanne apart su radiante sonrisa del barn de Gonesse para
darle las gracias al sirviente con su buen talante de siempre.
Uno de los caballeros aventur nerviosamente:
Madame, sigui hoy la jornada de caza? El barn es un gran cazador.
No dijo Jeanne, yo no sigo la caza.
El barn de Gonesse se inclin hacia ella.
Estaba comparndome con los panaderos dijo. Le ruego que contine.
Se trata slo del nombre Jeanne estall en una sonora carcajada. En modo
alguno es usted como un panadero, monsieur le Barn. Yo dira que ningn
hombre podra parecerse menos a un panadero que usted.
Le Bel ri nerviosamente.
Madame du Barry dijo uno de los caballeros, dgame qu piensa de las
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nuevas danzas que han sido introducidas en la Corte.
Se puede decir con confianza que me gustan mucho, pues a m me gustan todos
los bailes respondi Jeanne. Despus se volvi hacia su vecino y le sonri, pues
sinti que era el nico entre los invitados que se senta cmodo.
Espero que no se haya molestado dijo ella cuando he dicho que me
recordaba a los panaderos.
Por supuesto que no.
Se inclin hacia el barn y susurr:
Creo que he sorprendido a los otros.
Ri, y sus labios se replegaron en las esquinas. El barn estaba divertido, pero no
rea tan sonoramente como ella. Los otros parecan seguir sus pasos y todo el mundo
ri en la mesa.
Ellos entran, ya sabe, con su pan dijo ella y no se les permite volver a
llevarse ni una pieza de vuelta. Han de dejar lo que no puedan vender. Y es triste
cuando no pueden venderlo todo. Siempre me daba pena de ellos cuando eso suceda.
Me apena dijo el barn de Gonesse que mi nombre le haya recordado esas
cosas tristes.
Ella le palme afectuosamente la mano.
Es muy amable por su parte se volvi hacia l, y sus ojos azules estaban
brillantes; pero no ha sido culpa suya. Y yo ni por asomo estoy triste. En efecto,
estoy muy contenta. Es una maravillosa experiencia cenar dentro del palacio de
Versalles, no cree?
Estoy muy agradecido a monsieur Le Bel por haberme invitado a esta cena
dijo l.
Para m es muy emocionante. Y me da pena el pobre rey, porque l ha de cenar
tantas veces en el palacio de Versalles que no creo que eso le emocione grandemente.
Estoy convencido de que en eso tiene toda la razn.
Ella apoy los codos sobre la mesa y su mirada se encontr con la de Du Barry.
Algo no iba bien, porque se remova en su silla como si tuviera un dolor horrible, y
tena la cara ligeramente desencajada, como si quisiera enviarle algn mensaje.
Algo va mal? pregunt.
Se hizo el silencio. Todos dejaron de contemplarla a ella y miraron al conde du
Barry, quien, fingiendo no haberla odo, hizo un comentario a su vecino de mesa.
Jeanne se encogi de hombros y se gir de nuevo hacia monsieur de Gonesse.
Est ansioso por que les cause una buena impresin a todos ustedes susurr
. Me temo que mis modales le molestan.
Entonces es que es un patn si le molesta lo que debera encantarle dijo el
barn.
Jeanne se llev la mano a la boca para amortiguar su carcajada.
Dgame qu la divierte tanto dijo el barn.
El problema con los caballeros de la Corte es que ellos nunca dicen lo que
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piensan. Encantar! Mis modales! Usted sabe muy bien que eso es mentira.
Protesto contest l. No es mentira. Juro que yo encuentro sus modales
encantadores. Sus ojos se abrieron halagadores.
Me gusta dijo. Es un hombre muy amable. S lo que est pensando. Esta
mujer cenando en Versalles, es vergonzoso. Mira cmo se comporta. No
pertenece a Versalles. Ya sabe, a esta otra gente no le gusta en absoluto; pero como
usted es tan amable, pretende hacerme creer lo contrario. De nuevo volvi a coger
su mano. Por eso es por lo que me gusta. Usted lleva los buenos modales ms
lejos, eso es lo que hace. Apuesto a que puede bajar y volver la cabeza tan bien como
cualquiera de stos; sin embargo tambin puede ser amable.
Ahora me est adulando dijo l. Yo no soy muy amable.
Tonteras!
Los otros haban odo su salida exaltada y de nuevo ella se percat de que se
haba hecho un silencio en la mesa.
Se gir hacia el barn con aire conspirador y, levantando su mano, protegi su
rostro de los dems y le sonri:
No se atreva a contradecirme dijo sobre algo que resulta tan obvio. Ella
se inclin hacia l acercndose ms. Es usted un hombre importante?
Por qu me lo pregunta?
Es por la manera como le miran, el modo como se comportan con usted. Creo
que piensan que soy impertinente con usted. Lo soy?
Para mi gusto usted est siendo deliciosa. Estoy disfrutando mucho de esta
fiesta y lo debo enteramente a su presencia.
Yo tambin me estoy divirtiendo y pienso bueno, no, no se debe totalmente a
usted, porque yo me lo hubiera pasado bien de cualquier modo. Cenar en Versalles!
Qu gracia. Yo cenando en Versalles.
Siempre le divierte tanto la vida?
Ella pareci retroceder en el tiempo. A Vaucouleurs, la casa de mademoiselle
Frdric, su breve aprendizaje en la peluquera, el Chteau Courneuve, la Casa
Labille, incluso el convento. Al volver la vista atrs le pareci como si hubiera
disfrutado de todo.
Ahora se rea de esos recuerdos; los pequeos incidentes del pasado flotaban ante
el ojo de su mente e incluso aquellos que podan parecer trgicos ahora parecan
divertidos.
Perdneme, monsieur le Barn dijo ella; pero hay mucho de lo que
rerse en la vida.
En su vida, quiere decir.
En la de todo el mundo, me imagino. No est de acuerdo?
No parece que en la ma haya habido mucho de qu rerse.
Pareca tan desgraciado en ese momento que ella le dio un codazo amistoso en el
brazo. Era uno de los gestos que Du Barry haba intentado corregir con mayor
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esmero.
Depende del modo como lo vea dijo ella. Si se va por el mundo como un
agonas, no puede esperarse que la vida sea muy divertida, o s?
l estuvo de acuerdo en que bien podra ser ese su caso.
De nuevo volvi ella a rer.
Es bastante raro dijo. Nunca dice s o no, a secas. Cada cosa que dice es
como una importante sentencia. Pero preste atencin, estoy segura de que le deben de
haber pasado un montn de cosas divertidas.
Estoy intentando recordarlas.
Parece como si ya lo hubiera probado todo en la vida y se hubiera aburrido de
ella.
Ha diagnosticado mi caso muy correctamente.
Escchese a usted mismo dijo ella. Slo escchese! Ve a lo que me
refiero cuando digo que es incapaz de decir un sencillo s o un no?
Monsieur Le Bel se haba levantado y le habl al odo al barn de Gonesse.
Si necesita que lo rescaten
Por supuesto que no confirm el barn. Estoy en medio de una
conversacin que da la casualidad que me interesa mucho.
Le Bel volvi a su asiento cabizbajo, pero aliviado.
Jeanne se mordi el labio y le lanz a Le Bel una mirada de triunfo, al tiempo que
asenta con la cabeza; al hacerlo se dio cuenta de que Du Barry la miraba perplejo.
Qu pesados!, pens. Me gusta mi barn. El es la persona ms interesante de su
cena.
Quera rescatarlo de m? le susurr al barn. Qu impertinencia!
Estoy completamente de acuerdo.
Como si usted no pudiera rescatarse a s mismo. Es usted un nio? Necesita
que le ayuden a desembarazarse de una mujer que habla demasiado? Volvi a
coger de nuevo su brazo. Yo dira que nunca ha sido de los que han tenido un
problema de ese tipo. No, a juzgar por esas preciosas frases suyas. Volvi a rer.
La verdad es que tengo la sensacin de que usted disfruta hablando conmigo tanto
como yo con usted.
Qu inteligente es usted!
Y bien, de qu estbamos hablando antes de que nos interrumpiesen? Ah, ya
s. Deca que haba experimentado muchas cosas y que no haba quedado nada digno
de inters.
Un triste estado para un hombre, no le parece?
Es un estado estpido. Siempre hay algo nuevo en la vida, algo sobre lo que
sera interesante aprender. Eso es lo que siempre he pensado.
Resulta que yo he vivido muchos ms aos que usted. Y es probable que haya
sufrido algunas experiencias que usted no ha probado an.
Me hace rer dijo ella. Tambin debe haber un montn que usted no
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conozca. Y otra cosa ms, incluso aunque no sea joven, y ya veo que no lo es, hay
cualidades que pertenecen a la gente mayor y de las que los jvenes carecen.
Siempre he pensado que la juventud es una de las ms deseables posesiones.
Ella hizo restallar los dedos.
Oh!, monsieur de Gonesse, tiene mucho que aprender. Me gustara llevarlo a
dar una vuelta por Pars. S, Pars, no muy lejos del palacio de Versalles. All vera
mucha gente pobre, todos con bastantes motivos para estar tristes y todos jvenes; y
quizs la mayor tristeza sea la de ser jvenes y no saber que la vida no puede
reducirse a la miseria. Una sombra cruz por su rostro. Pero mejor no hablemos
de ellos. Se supone que sta ha de ser una noche feliz.
Tiene razn dijo l. No debemos permitir que nada nos arruine esta noche.
Pero me gustara hacerle comprender, monsieur Melancola, que no tiene
ninguna razn para estar triste por que ya lo haya experimentado todo y no le quede
nada nuevo por hacer.
Resulta ser un mentor encantador dijo l. Ella ri y agit un dedo ante l:
Entonces trate de seguir mi consejo.
Es algo que estoy deseando hacer. Ella lo mir intensamente.
Sabe? Creo que lo he visto en algn otro sitio antes.
Ojal la hubiera visto yo antes a usted. Le aseguro que entonces no hubiera
sido esta noche la de nuestro primer encuentro.
Lo dice de verdad, monsieur de Gonesse, o me est diciendo otra de sus
aduladoras mentiras otra vez?
De verdad dijo l.
Entonces estoy contenta. Creo que hemos establecido una relacin demasiado
amistosa como para enturbiarla con mentiras.
No creo haber visto jams a nadie con un rostro y una figura que se pueda
comparar con la de usted.
Y tampoco ha visto a nadie con unos modales como los mos.
Eso es verdad.
Comprendo. Una cosa le agrada, la otra le horroriza. Venga. Admtalo.
Puede decir lo que le guste. Deje las formalidades a un lado, pues ya me ha
demostrado de sobras que sabe tanto de esta etiqueta de Corte como cualquiera de
ellos.
No debe pedirme que admita lo que no es verdad. No dijo usted que debera
haber sinceridad entre nosotros? Encuentro su persona absolutamente hermosa, y sus
modales enteramente picantes. Ya ve, es una combinacin irresistible.
Lo que veo es que yo lo hago todo al revs y usted me consuela. Pero me gusta
por eso. No le dije que era amable? La amabilidad me complace ms que la juventud
o la buena apariencia en un hombre.
Me est diciendo que le agrado?
Para responder, ella volvi a acariciarle la mano una vez ms.
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Su mirada se cruz con la de Du Barry y le hizo una mueca tan descarada que le
oblig a desviar la mirada rpidamente. Mir la habitacin en derredor y comprob el
buen gusto del mobiliario y el aire de elegancia que exhiba incluso esa pequea
habitacin. Cenar en Versalles!, pens; y dese haber podido presumir de esto ante
las chicas de Labille o comparar sus experiencias con las del abuelo Bcu.
Dgame en qu piensa dijo monsieur de Gonesse.
Estaba pensando en mi abuelo. Le hubiera gustado verme ahora. El vio una vez
a Luis XIV. Dijo que era un gran rey. Ojal hubiera podido verlo yo.
El era impresionante, incluso al final.
Le conoci?
Le he visto.
Caramba, usted no sera entonces ms que un nio!
Tena cinco y medio cuando muri.
El muri aqu en este palacio, verdad?
Gonesse asinti con la cabeza.
Ahora le he entristecido dijo ella. Versalles no es un lugar donde se haya
de estar triste.
Cmo puede saberlo, cuando es sta su primera visita?
Cmo! Y todo este esplendor? Para qu es, eh? El mrmol fino, la
cristalera brillante, las estatuas del jardn, y las fuentes y las flores Para qu es
todo esto? No es para hacer feliz a la gente?
As es! dijo l. Pero dime, qu parte del palacio te ha impresionado ms?
Se lo dir. Esta parte. Esta habitacin. Porque en ella estoy yo en una cena y he
conocido a mi buen amigo monsieur Melancola de Gonesse.
El sonri de nuevo.
Esta noche tambin esta habitacin es mi lugar favorito en el palacio de
Versalles. Qu son la Galera de los Espejos, el Saln de Hrcules, la Grotte de
Thtis comparados con esta petit chambre de monsieur Le Bel? Y todo porque
est iluminada por la presencia de quien es seguramente la ms encantadora mujer de
toda Francia.
Creo dijo ella que el palacio le resulta muy familiar. Hbleme de esos
lugares, el Saln de Hrcules y todos los dems.
Cunto mejor sera si te lo pudiera ensear, esto es, todo lo que es posible
ensear. Ya comprendes
Lo comprendo, claro que s. Hay lugares que no me puede ensear.
Podran surgir ciertas dificultades.
Ciertas dificultades! Su risa subi a un tono agudo. Por supuesto que ha
de haberlas! No espero que me ensee el dormitorio del rey!
Eso podra conseguirse con tiempo dijo.
Quizs cuando no est.
l raramente sale.
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Y le extraa? Dicen que tiene miedo de ir por Pars.
Yo ya no me extrao de nada.
Ah sale el viejo cnico. Hay muchsima pobreza en Pars y la gente oye todos
esos cuentos sobre l. Desde luego es sabio por quedarse en Versalles y no asomar la
cara por Pars.
Le odia mucho la gente?
Ella se puso seria, y entonces dijo tranquilamente:
Cuando las cosas van mal, siempre se odia a los que estn arriba. Los que
carecen de posesiones siempre odian a los que las tienen.
Y t qu piensas t de l?
Yo? A quin le importa lo que yo piense del rey?
Quizs a l.
Esa respuesta provoc su ms sonora risa. Le dio un leve codazo una vez ms.
Lo deca en serio eso de que podra ensearme algo del palacio?
S.
Cundo?
Por qu no ahora? El se inclin hacia ella acercndose ms e imitando su
gesto, levantar la mano para proteger el rostro de los otros comensales. A decir
verdad, estoy un poco cansado de esta fiesta; quiero decir de los invitados que no
somos nosotros. Te importara escaparte?
Estoy segura de que eso sera una grave violacin de la etiqueta.
Y te importa que lo sea?
A m no, pero usted
Si a ti no te importa, por qu debera importarme a m?
Pero cmo?
Djamelo a m.
l se levant. Jeanne estaba demasiado contenta para darse cuenta de que todos
los dems tambin se haban levantado.
Madame du Barry y yo hemos decidido echar un vistazo al palacio. Les ruego
que se sienten y continen con la cena.
Ellos dudaron, y el barn continu con cierta firmeza:
He dicho que se sienten.
Se sentaron. Y ofreciendo su brazo a Jeanne l la condujo fuera del apartamento
de monsieur Le Bel.
Cuando la puerta se cerr tras ellos, Jeanne comenz a rer.
Perdneme dijo ella, pero es por sus caras. Estoy segura de que no lo
olvidarn mientras vivan. Ese monsieur Le Bel Pens que se iba a caer al suelo con
un ataque de clera y en cuanto a ese otro el viejo
Richelieu.
Ese era su nombre? Cre que se iba a desmayar en el acto.
Tan contagiosa era su risa que el barn se uni a ella. Jeanne comenz a imitarle,
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su gesto real, su fra y clara voz:
He decidido que echaremos un vistazo al palacio. Les ruego que se sienten y
continen con la cena. Si les hubiera amenazado con dispararles con un mosquete
no se habran quedado tan parados. Es esta etiqueta Todo es etiqueta en Versalles.
Debe admitir que es cmico.
S se mostr de acuerdo el barn, lo admito.
Ella lo mir con arrogancia.
Quin es monsieur Melancola, entonces?
No el barn de Gonesse contest l. Madame du Barry, puede que usted
no se d cuenta de ello, pero est obrando un milagro.
De repente ella se puso seria.
Estoy encantada dijo. En efecto, soy feliz muy, muy feliz. Usted es una
persona demasiado encantadora para ser melanclico. Y permtame que se lo diga,
me gusta ms cuando re que cuando est abatido.
Luego encuentra que estoy empezando a gustarle?
Por supuesto que empieza a gustarme. Me gusta desde el momento en que lo
vi. Quizs se debe a que vi que yo le gustaba y que no le importaba lo chocante que
mi comportamiento les resultara a los dems. Ella acerc de repente su cara a la de
l y le bes en la mejilla. Ahora, monsieur de Gonesse, exploraremos el palacio.
Ella se colg de su brazo. Pero qu pasar si nos descubren?
Pues vayamos con cuidado para que no nos descubran contest l en un
susurro. Le habl de la Galera de los Espejos.
S dijo ella. Llveme all, si no es peligroso.
Me siento valiente esta noche dijo el barn.
Esa es una buena seal le dijo ella. Significa que est olvidando todos esos
pensamientos melanclicos sobre la vejez y no tener nada que hacer.
Estoy aferrado a una ilusin.
No es una ilusin. Usted no es viejo, monsieur le Barn. Recuerde cmo rea
hace un momento. Esa era una risa joven. Ni el hombre ni la mujer tienen necesidad
de sentirse viejos si no lo desean.
Me gusta tu filosofa. Espero que me ensees ms.
Lo har. A cambio de esta visita al palacio que me va a regalar.
El empez a hablar de Versalles y ella lo escuch arrebatada. Pareca que era un
tema que le apasionaba y el hablar con alguien que tan poco saba de l consigui
animarle en cierta medida.
Del palacio de Versalles se ha dicho que es uno de los ms bellos lugares del
mundo le cont l. El rey lo mand construir para mostrar su grandeza y la
grandeza de Francia a ojos del mundo. Todo en este edificio es el resultado de un
concienzudo trabajo de reflexin. El rey no se limit a decir construidme un
palacio, y entonces sus artistas, arquitectos y obreros construyeron esto. Oh, no! El
ms refinado palacio del mundo occidental no poda llegar a existir de un modo tan
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fcil. Ella se mostr de acuerdo y asinti vigorosamente. l continu: El rey era
le Roi Soleil, y el palacio haba de representar los mundos que giraban alrededor de
l. Todo fue dispuesto para mostrar la gloria del sol; el simbolismo est en cada
columna, cada patio y cada galera.
Deca mi abuelo que ya no ha habido reyes como l nunca ms.
Ah dijo el barn, su bisnieto se le parece en algunos aspectos: en su deseo
de crear bellos edificios. Ha gastado demasiado tiempo y dinero en sus palacios y sa
es una de las razones por las que, como t dices, hay mucha miseria a pocas millas de
aqu, en Pars.
Ya se est poniendo melanclico de nuevo. Hbleme sobre el sol y sus mundos.
En el lado oeste del palacio hay tres prticos y cada uno tiene cuatro columnas.
Ah se representan los doce meses del ao, y sobre las ventanas del primer piso
puedes hallar escenas que representan las cuatro estaciones. Si estudias las piedras
angulares sobre las ventanas, vers que representan todas las edades del hombre,
desde la infancia hasta la vejez.
A medida que hablaba, la haba ido guiando con un aire de absoluta familiaridad,
hasta que alcanzaron la Gran Galera.
A Jeanne le sobrecogi la belleza del lugar. El barn permaneci quieto,
contemplando su xtasis con un tranquilo placer.
El arquitecto continu fue Mansart; la decoracin se debe a Le Brun,
aunque, por supuesto, no debe olvidarse a Tubi y Coysevox.
Ella no estaba escuchando, slo poda mirar las altsimas ventanas, cada una de
las cuales se reflejaba en el espejo de enfrente. Haba diecisiete enormes candelabros
de cristal, y muchos otros ms. Jeanne comenz a contarlos, pero desisti. Las
cortinas eran de brocado blanco y oro; los guridons que cubran las paredes
estaban hechos de plata brillante, como los jarrones, que contenan flores de todos los
colores. Los suelos estaban cubiertos por las ms exquisitas alfombras de Savonnerie,
y todo alrededor de la Gran Galera y en el techo se haban excavado figuras
alegricas de una belleza que cortaba la respiracin.
Incluso la natural exuberancia de Jeanne qued reprimida ante la contemplacin
de tanta grandeza.
Seguramente es el ms bello lugar del mundo dijo. Oh, monsieur de
Gonesse, cmo puedo agradecerle que me lo haya enseado?
T sabes que se deja entrar al pblico en Versalles. No necesitabas que yo te
trajera.
Ah, pero verlo as sin nadie ms aqu que nosotros dos! Esa es la manera de
ver la Galera de los Espejos.
Estoy empezando a preguntarme dijo el barn, acercando su cara a la de ella
si no ser tambin la manera de ver todas las cosas.
Jeanne volvi a sonrerle. Se dio cuenta de que l le estaba cobrando afecto. Se
mostr imperturbable. El la complaca porque haba sido amable con ella y la haba
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salvado de la solemnidad de la cena. Senta que creca en ella una gran gratitud.
Bien dijo ella, de hecho nos escapamos de la tristeza de monsieur Le Bel y
sus amigos, o no?
Lo hicimos bes l su mano. Y ojal nuestra escapada pudiera ser
permanente.
Estaba confundida, pero no quiso preguntarle qu haba querido decir con eso. Se
gir hacia el esplendor de la Galera.
ste es un lugar perfecto para bailar dijo ella. Fue hecho para bailar.
Deberas verlo en las ceremonias solemnes le dijo. Entonces s que diras
que realmente es esplndido.
Ella se haba apartado de l y haba iniciado unos pasos de baile, con su vestido
azul girando a su alrededor. Una figura solitaria en la Gran Galera.
El barn la miraba, y al hacerlo se dio cuenta de que ella haba obrado el milagro.
Haba olvidado que tena cincuenta y ocho aos; haba olvidado que era viejo. Ella no
le haba adulado, como lo hacan todos aquellos con quienes entraba en contacto; y
sin embargo haba conseguido desterrar su melancola; durante una velada haba
conseguido que compartiese su gloriosa juventud. Ahora, mientras la miraba, se
preguntaba por qu no poda continuar compartindola por ms tiempo que una
velada.
Empezaba a impacientarle el continuar con la mascarada. Quera tener ese clido,
joven y estaba seguro de que tambin apasionado cuerpo entre sus brazos.
Ya basta dijo. Y su voz autoritaria la sorprendi a su pesar. Ella dej de
bailar y se acerc a l. Tienes un aspecto encantador. Me pasara horas vindote
bailar, pero
No han de sorprendernos dijo ella.
Hay otros lugares que quiero ensearte.
A ella no le alarm la urgencia que haba en su voz; tena suficiente experiencia
para darse cuenta de que la necesitaba, y se preguntaba vagamente cmo acabara la
extraa velada.
l la condujo por unas escaleras a un conjunto de habitaciones de un piso
superior. A ella le pareci que haba gente que apareca y desapareca obedeciendo el
movimiento de la mano del barn, y empez a sospechar que era una persona mucho
ms importante de lo que haba credo al principio.
Estos son dijo l los petits appartements. Este es el lugar donde el rey
pasa la mayor parte de su tiempo. Y aqu est el propio dormitorio del rey. Qu le
parece esto, madame du Barry?
Qu derecho tenemos nosotros a estar aqu? pregunt Jeanne, que se haba
ido poniendo cada vez ms plida.
Tanto derecho como cualquiera la tranquiliz.
Y qu pasar si nos descubren?
Lo he arreglado todo para que no nos molesten.
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Lo mir fijamente y retrocedi un paso.
Luego dijo me habis engaado.
Quizs un poco. Despleg sus manos elegantemente.
Y usted no es exactamente el barn de Gonesse.
He sido yo durante todo el tiempo, y recuerda que no te disgustaba.
Ella ri histricamente.
Yo, yo conozco esa cara. Ahora comprendo. Fue por la ropa. Qu, qu
debo hacer ahora? Arrodillarme o qu?
Nos dispensamos de toda ceremonia. El rey coloc sus manos sobre los
hombros de Jeanne. Supongo que es tu deseo, y el mo.
Ella se retir hacia atrs; sus ojos asombrados miraban hacia la puerta.
Soy el mismo hombre que ese melanclico Gonesse a quien le has hecho
perder la melancola. Cogi sus manos y se las bes apasionadamente. Madame,
me deleitas. Me encantas. Me has hecho sentirme joven de nuevo. Es mi deseo que
permanezcas conmigo, que me ensees a ser joven de nuevo.
Podra ordenrmelo dijo Jeanne. Sin embargo, parece pedirlo.
Jams deseara dar rdenes en el amor le dijo. Me gustara que vinieras
a m por tu propia y libre voluntad; no porque yo sea el rey de Francia, sino porque
yo soy el pobre monsieur de Gonesse cuya melancola te perturbaba, y porque t
tienes un generoso corazn y deseas liberarle de ella.
Jeanne elev su cara radiante y el vestido azul lleno de lazos que haba provocado
tanta ansiedad en el conde du Barry cruji contra el vestido del sedicente barn de
Gonesse, quien, como por arte de magia, se haba convertido en el rey de Francia.
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5. Consternacin en la corte
La Corte herva de emocin. El rey tena una nueva favorita y estaba completamente
absorto en ella.
De quin se trataba?, preguntaba todo el mundo. Nadie pareca saberlo a ciencia
cierta, y rumores desbocados circularon por todo el palacio.
La duquesa de Gramont fue a ver, enfurecida, a su hermano.
Se me ha prohibido, s, prohibido, acceder a los aposentos del rey!
El duque de Choiseul pareca realmente estar muy dolido.
Es intolerable que seas insultada de esta forma.
Quin es esa criatura que est entreteniendo a Luis?
Una pequea aventurilla. Te ests tomando esto demasiado a pecho, querida
hermana. Piensa en la Pompadour. Porque ella al principio tuvo que permanecer al
margen por culpa de aquellas que eran ms jvenes y frescas, y despus acab siendo
su protectora.
Se oyen las risas ms histricas procedentes de los aposentos sigui la
duquesa. Y me apena decir que se reconoce la voz del rey.
Puede ser que est trastornado. Pero estoy de acuerdo contigo, hermana, en que
es humillante para ti.
He odo que ha sido esa basura de Le Bel quien se la trajo.
Es indudable. Le Bel se ha encargado de los pasatiempos del rey durante aos.
Debera estar avergonzado! grit la duquesa. Ambos deberan estar
avergonzados. Luis, a sus cincuenta y ocho aos, comportarse as, como un
joven pastor. Y en cuanto a ese obsceno de Le Bel, que debe ser setentn, a su edad,
ya podra encontrar maneras de ocupar ms dignamente su tiempo.
Citar a Le Bel y oiremos de primera mano lo que debemos descubrir acerca de
la nueva inamorata del rey. Pero, mi querida hermana, estoy convencido de que
ests molesta innecesariamente. Luis ha tenido a menudo estos pequeos affaires.
Y no significan nada. En una semana, o en dos como mucho, se acaban, y l regresa a
las compaas ms adecuadas a su estado.
Choiseul envi una nota a monsieur Le Bel rogndole que se presentara
inmediatamente en las habitaciones del duque.
Le Bel compareci ante el primer ministro enseguida y, en cuanto vio la
borrascosa expresin de Choiseul, supo por qu haban mandado llamarle.
A vuestro servicio, madame de Gramont, monsieur le Duc murmur.
Le ruego que se siente, monsieur Le Bel dijo Choiseul graciosamente.
Supongo que ya habr adivinado por qu le he pedido que venga a verme. Corren
numerosos rumores por la Corte, rumores perturbadores, y sin duda usted es el
hombre mejor informado de la verdad en este asunto.
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Deduzco que me est hablando de la nueva favorita, monsieur le Duc.
Cmo se le ha ocurrido traer criatura semejante a Versalles? estall la
duquesa. Le Bel extendi sus manos.
Madame, yo siempre he buscado y rebuscado para satisfacer los deseos del rey.
Nunca tan intensamente como esta vez gru la duquesa, si ha de darse
crdito a lo que se oye.
Estoy dispuesto a admitir dijo Le Bel que la dama es un poco diferente
de las que usualmente divierten a Su Majestad.
Espero que sea as dijo la duquesa. No puedo ni imaginar lo que parecera
esta Corte si tuviramos muchas de esa clase en Versalles.
Mi querida duquesa la interrumpi Choiseul con suaves modales, esta
advenediza pronto habr dejado Versalles y todo el mundo, empezando por el propio
rey, olvidar que alguna vez ha existido.
Monsieur le Duc tiene razn dijo Le Bel con alivio.
La duquesa pareca vagamente aliviada tambin, pero continu:
Sin embargo, el affaire ya ha durado una semana. Y no es demasiado
tiempo si esa mujer es todo lo que hemos odo de ella?
Madame dijo Le Bel, es joven y bella, aunque su voz y sus modales
parezcan propios de Les Halles. Puede resultar divertida por unos das, y no
muchos, por cierto Creedme, yo conozco a Su Majestad.
Tenemos la sensacin de que usted dijo Choiseul con un tinte de amenaza en
sus palabras ha cumplido con ligereza sus responsabilidades al traer a semejante
mujer al palacio. Esto no es el Parc aux Cerfs, debera comprenderlo. Esto es
Versalles. S, no hay duda de que ha actuado muy negligentemente.
Le Bel comenz a sudar un poco. El hombre ms poderoso de Francia estaba
enfadado con l y le estaba amenazando. Record lo que le haba pasado no haca
mucho a madame dEsparbs. Haba disfrutado de cierto favor del rey y, entonces,
una palabra de Choiseul y fue arrojada al olvido y la oscuridad.
Estoy convencido, monsieur, madame tartamude Le Bel, de que
sobrevaloran a esa pequea grisette. No podra de ninguna de las maneras
mantener el inters del rey. No tiene nada, aparte de su belleza. Le juro que cuando la
llev ante el rey se trataba de un divertimento ligero, ya sabe. Pens que estara aqu
un da y que al da siguiente ya la habra olvidado.
Sin embargo dijo la duquesa amenazadoramente, ella contina aqu.
Madame sonri Le Bel, no creo que se le haya ocurrido siquiera pensar
que pueda ser reconocida como la favorita del rey.
Parece increble dijo Choiseul; pero sin embargo l la retiene consigo.
Sera imposible dijo Le Bel con seguridad. Una mujer as no podra nunca
ser presentada a la Corte. Y mientras sea as, no podr compartir con el rey la mayor
parte de sus actividades. El slo puede verla en privado. Y encima, aunque ella se
hace llamar madame du Barry, no est casada. Y ustedes saben que el rey nunca
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convertira a una mujer soltera en su favorita permanente.
Eso es verdad dijo el duque, despejndosele la expresin considerablemente
, monsieur Le Bel. Pero lo considerara un gesto amistoso por su parte si pudiera
librar a la Corte de su presencia tan pronto como sea posible. Es perturbador, para
quienes se preocupan por la dignidad de la Corte, saber que a tales personas se les
permite mancharla.
Le Bel escrut con la mayor seriedad el rostro del hombre ms poderoso de
Francia.
Monsieur le Duc dijo, podis estar seguro de que har cuanto est en mi
poder para que esa mujer sea expulsada.
Choiseul asinti con la cabeza y, para cuando Le Bel se fue, l y su hermana
estaban preparados para liberar sus mentes de la presencia de esa advenediza Du
Barry.
Le Bel solicit una audiencia privada con el rey.
Luis haba cambiado, comprob el valet. Pareca tener diez aos menos; una
tenue sonrisa curvaba los labios que antes rara vez sonrean. Le Bel pens que era
increble.
Bien, qu me tienes que decir? pregunt Luis, casi benignamente; pues
cuando mir a la cara plida de su viejo sirviente record que fueron sus desvelos los
que trajeron a su conocimiento a la encantadora Du Barry.
Estoy profundamente perturbado, sire dijo Le Bel.
Bien, bien, de qu se trata?
Concierne a madame du Barry.
Qu pasa con ella?
Temo, sire, que he cometido una grave indiscrecin, y que cuando escuche mi
falta se enojar conmigo. Yo le aseguro que cuando le traje a la joven no tena ni idea
de que usted quisiera que permaneciera aqu ms de una noche o dos, y y
Deja de tartamudear grit Luis. Qu pasa con madame du Barry?
La joven, sire no es lo que parece. Es lo que he descubierto, y he credo que
era mi deber informar a Vuestra Majestad.
Estoy convencido el rey arque las cejas de que yo s ms de esta dama
que t, Le Bel.
S, sire, s, por supuesto. Pero su pasado su posicin Temo que tenga tanta
culpa como el que ms por la confusin que ha habido en este asunto. Ella le fue
presentada como madame du Barry Se le hizo creer que es una condesa. Lamento
tener que desilusionar a Vuestra Majestad.
Te resultar difcil hacerlo sonri el rey afectuosamente.
Pero esto esta joven, sire, no es condesa. Es la hija no de padres nobles,
sino de una cocinera. Una cocinera, sire! Eso era su madre. En cuanto a su padre, no
ha sido posible averiguar su identidad. De hecho, es bien posible que la propia madre
de la joven desconozca su nombre.
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Luis sonri.
Ay, Le Bel dijo, olvidas que yo soy el rey, y que ambos, condes y
condesas, estn tan por debajo de m como pueda estarlo cualquier cocinera.
A Vuestra Majestad le gustan las bromas. Pero an hay un asunto de mayor
gravedad. La seora, sire, no es madame du Barry, sino mademoiselle Ranon o
LAnge Lo que importa no es cul sea su nombre, sire, sino que es una mujer
soltera.
El rey qued mudo y Le Bel respir con ms tranquilidad. Ah haba un verdadero
impedimento. El recuerdo de Luis XIV y madame de Maintenon segua vivo en la
memoria de su bisnieto. Nunca haba dicho aceptar una favorita con la que me
pueda casar. Cuando uno se hace viejo y caprichoso, cmo puede estar seguro de no
cometer alguna locura?.
Sire dijo Le Bel aferrndose a aquello, yo informar a la seora de que sus
servicios ya no son necesarios. Yo
T retendrs tu lengua le cort el rey.
Pero, sire, mademoiselle
El rey comenz a rerse como ella le haba enseado a hacerlo.
Mademoiselle dijo l se convertir en madame. Se volvi hacia Le Bel
. Trata de arreglarlo sin demora. Arregla un matrimonio para ella. Es impensable
que permanezca soltera.
Pero, sire
Luis mir sorprendido a su valet de chambre. Se atreva ese hombre a
cuestionar las rdenes del rey?
Le Bel sinti que la sangre se le atropellaba por las venas y que el pulso le
martilleaba en las sienes. Lo comprenda. El haba trado alegremente a esa mujer a
conocimiento del rey sin pensar en ningn momento que pudiera retener su atencin
ms all de un breve perodo de tiempo. Y ahora el rey haba decidido que ella deba
casarse. Eso slo poda significar una cosa: si esa mujer no estaba en posicin de
convertirse en maitresse en titre, Luis iba a conseguir que lo estuviera.
Eso era una derrota para los Choiseul. Ya quin se lo achacaran los Choiseul
sino a Le Bel?
El valet hizo una reverencia y le asegur al rey que arreglara a toda velocidad
un casamiento para la joven.
Cuando dej el apartamento del rey estaba plido del miedo.
Se haba colocado en una peligrosa situacin: no poda servir a ambos, al rey y al
duque de Choiseul, y tal situacin poda significar su ruina.
El conde du Barry frecuentaba el palacio desde que Jeanne se haba instalado en
l.
Poda durar?, se preguntaba a s mismo. Era eso posible? Podran sus ms
atrevidos sueos estar en un tris de llegar a hacerse realidad?
Y sin embargo era comprensible. Jeanne era sin duda la chica ms encantadora y
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adorable de Pars, y de toda Francia. Y por qu no iban a entretener esos modales de
pescadera al rey, que ya deba de estar cansado y aburrido de la formalidad de
Versalles?
Podra convertirse Jeanne en matresse en titre? Por todos los santos! Si as
fuera, no se permitira olvidarse del hombre que la haba puesto en semejante
posicin.
Estaba un poco nervioso. Ansiaba ver a Jeanne y sin embargo tena miedo de
presentarse en el palacio y preguntar por ella. Eso podra ofender al rey, y si eso
llegaba a suceder, ya podra decir adis a todos los honores que esperaba conseguir.
Jeanne viva en unos apartamentos privados, pues an no poda ir a la Corte, y su
posicin era extremadamente delicada.
Lo que no tendra consecuencias sera entrevistarse con Le Bel. Ese hombre
debera estarle agradecido. No era posible que l, Du Barry, hubiera conseguido lo
que todo hombre de la Corte estaba intentando conseguir: ofrecerle al rey una favorita
que le agradase tanto que le hiciera sentirse joven de nuevo y le ayudase a ver la vida
con alegra?
Le Bel acept entrevistarse con l cuando llegara a sus apartamentos, y Du Barry
se qued pasmado al notar la palidez de Le Bel. El hombre pareca preocupado y
mucho ms viejo que la ltima vez que se vieron.
Ah, monsieur Le Bel dijo Du Barry, es usted un hombre afortunado.
Afortunado! gru Le Bel. Lo que soy es un estpido, y no me resulta
nada grato verle, monsieur le Comte, pues ha sido usted quien me ha conducido a
esta situacin.
Qu situacin? No est el rey recuperando su perdida juventud a travs del
tutelaje de nuestra pequea Jeanne?
Monsieur le Comte, esta mujer est provocando una tormenta en el palacio.
Du Barry ri.
No se puede esperar que la duquesa de Gramont baile de alegra.
Y la duquesa de Gramont dijo Le Bel severamente tiene un hermano.
Du Barry sonri. Los dos se preocuparn de descubrir los detalles del pasado de
Jeanne.
Pero Du Barry dej de sonrer.
Una sombrerera una sastra o lo que fuera! le interrumpi Le Bel
bruscamente. Soltera! Saba que hay una ley en la Corte que establece que las
favoritas del rey tienen que estar casadas? Hablo de las que son reconocidas como
favoritas, y no de aquellas que se limitan a aliviar brevemente las pesadas cargas de
Su Majestad.
El rey sabe todo eso? pregunt Du Barry, dominado por la ansiedad.
S. Yo se lo dije.
Entonces es usted un loco. Supongo que siguiendo rdenes de Choiseul. Ese
hombre est decidido a meter a la mula de su hermana en la cama real. Se lo digo
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yo
Calle un momento dijo Le Bel y le dir cuan encantado tiene su Jeanne a
Su Majestad. A l no le importa que sea hija de padre desconocido, que su madre
fuera una cocinera, y ella, una sombrerera, o sastra, o lo que sea. Lo ha embrujado de
tal manera que no parecen importarle todas esas cosas. Pero s hay un asunto que es
de la mayor importancia. Hemos engaado a Su Majestad al hacerle pensar que era
una mujer casada. Usted ya conoce la regla de la Corte: el rey jams puede reconocer
como favorita suya a una mujer soltera.
Pero, pero tartamude Du Barry, que haba empalidecido. Tenemos que
casarla. Tenemos que casarla cuanto antes, sin tardanza.
Le Bel le mir sardnicamente.
Ha repetido las mismas palabras del rey.
Du Barry estall en una carcajada.
Entonces hay que hacerlo! grit. Mi pequea Jeanne sonri
decididamente a Le Bel ha conseguido lo que todas las mujeres de la Corte
pretendan lograr. Ella que nada sabe de los modales cortesanos
Diga ms bien que ha sido la ausencia de ellos lo que tanto ha cautivado a Su
Majestad.
Du Barry no pudo dejar de rer durante unos segundos. Despus, le asalt un
pensamiento y se puso muy serio.
No habr comentado con nadie las rdenes del rey relativas a ese casamiento?
No, con nadie le asegur Le Bel con la mirada perdida. No me hubiera
atrevido. Me pregunto qu me suceder cuando monsieur de Choiseul comprenda que
vuestra Jeanne va a tener un marido. Me culpa a m de
Tendr un marido dijo Du Barry. Oh, maldita sea, por qu no estar yo
soltero!
Porque, como la mayora de nosotros, usted tambin comete imprudencias que
despus dara aos de su vida por reparar. Se da cuenta, monsieur le Comte, de lo
que la enemistad de los Choiseul puede significar para un hombre como yo?
Cuando se sepa que el rey ha ordenado que se case Du Barry no escuchaba a
Le Bel, todos los hombres solteros de la Corte competirn por alcanzar ese honor.
Le Bel asinti.
Si esa mujer puede arreglrselas para mantener su posicin, podra convertirse
en la persona ms importante del pas. En el futuro, la gente podra pronunciar su
nombre con la misma admiracin que el de la Pompadour.
Pompadour! suspir Du Barry. Du Barry!
No; madame du Barry se burl Le Bel. Usted olvida, amigo mo, que,
teniendo ya una esposa, no se puede casar con ella.
La expresin sombra desapareci rpidamente del rostro de Du Barry.
Tiene razn cuando dice que tengo una esposa, pero eso no impedir que
nuestra pequea Jeanne se convierta en madame du Barry. Tengo un hermano. Y l
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no tiene esposa. Monsieur Le Bel, tan pronto como sea posible, las rdenes del rey
han de ser obedecidas.
Un hermano, dice? pregunt Le Bel. Quizs esa sea la mejor solucin. Si
vino a palacio como madame du Barry, como tal podr continuar.
As se har. Dme unos pocos das una semana. Lo arreglar todo. Mientras
tanto no diga nada a nadie de las rdenes del rey. Si se supiera que se busca un
marido para Jeanne, habra tantos pretendientes que el retraso sera inevitable. Le
Bel asinti. Una semana eso es todo lo que le pido y usted tendr a su madame
du Barry; y nadie cuestionar su derecho al nombre. Este pequeo asunto se va a
resolver a entera satisfaccin de ambos, suya y ma.
Le Bel fue a sus habitaciones y se cerr en ellas en compaa de sus ms
sombros pensamientos. El matrimonio se celebrara pronto y el rey estara contento
de la prontitud con que haba cumplido sus rdenes. Madame du Barry continuara
siendo madame du Barry, la esposa de un noble de provincias. Eso acallara las
crticas.
Sin embargo, el valet estaba empezando a darse cuenta de que al presentar a su
seor a esa mujer haba hecho una solemne tontera.
Los Choiseul no olvidaran que la nueva situacin era responsabilidad suya. El
podra tener la amistad del rey, pero quin poda oponerse a la enemistad de los
Choiseul?
Le Bel se sinti de repente viejo y cansado, y lleno de ansiedad. Se acerc a la
cama y se ech, pues se senta demasiado enfermo para seguir de pie.
Era el fin, se dijo a s mismo. El rey era viejo; ya no necesitara los servicios
especiales de su valet de chambre nunca ms, y si esa mujer se converta en una
Pompadour ya no le sera de ninguna utilidad. Si eso fuera todo, no le importara
tanto. Pero no era todo. El ms poderoso hombre del reino no le perdonara el haber
cambiado la esfera de influencia de l y su familia a los amigos de esa mujer, los
cuales muy pronto se reuniran junto a ella.
S se dijo Le Bel, ste es el fin de Le Bel, valet de chambre y alcahuete
de los placeres del rey.
Tena razn. Muri esa noche. Y ms tarde se cont por toda la Corte que el viejo
valet de chambre haba muerto por el choque tan grande que le supona el ver que
une petite grisette se iba a convertir en la persona ms poderosa de Francia.
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6. La boda
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tanto xito como l nos quiere hacer creer.
Por lo menos su vida estar llena de sorpresas. Me pregunto si algn da lograr
introducirse en la Corte se ri Fanchn. El dice que si lo consigue y puede
encontrar un lugar para m, enviar a buscarme. Lo prometi hace muchos aos. Sin
duda soy una estpida por creer que an puedo confiar en eso.
Bischi se encogi de hombros.
Si Jean Baptiste no puede encontrar un puesto para l, cmo piensas que va a
encontrar uno para ti?
Cmo, es verdad asinti Fanchn. Pero quizs nuestra suerte cambie algn
da. Suerte? Es cuestin de suerte? Crees en la suerte, Bischi, o piensas que es el
modo en que vivimos lo que atrae unos u otros acontecimientos? Est el secreto de
la buena o la mala suerte en nosotros mismos?
He ah un tema para tu prximo poema dijo Bischi. Se haba acercado hasta
la ventana y mir hacia el desarreglado jardn. Este sitio est peor con cada da que
pasa.
Lo cual es muy natural dijo Fanchn, dado que nadie hace nada para
mejorarlo. Se levant y fue cojeando hasta la ventana, donde permaneci junto a su
hermana. Siempre ha estado tan mal como ahora? Nos imaginamos que cuando
pap viva todo esto era diferente, o lo era realmente? En cualquier caso, qu
podramos hacer? No hay dinero. Todo lo que podemos esperar es algn conejo o
alguna liebre que anime la monotona de nuestras sopas de repollo o nabo.
Me parece que viene Guillaume dijo Bischi. Las dos mujeres escucharon con
atencin. El sonido de los cascos del caballo era inconfundible.
Suenan como si viniera alguien con l dijo Fanchn.
Ambas permanecieron expectantes ante la ventana. Los visitantes eran raros en el
solitario Chteau de Lvignac, y el pensar en una pequea variacin, por pequea
que fuese, supona una gran emocin para ambas mujeres.
De repente los jinetes aparecieron ante sus ojos y comprobaron que Guillaume
vena con compaa.
Nunca lo haba visto asegur Fanchn. Vayamos a ver quin es.
Bischi sali al vestbulo. Fanchn la sigui tan rpidamente como su pierna
lisiada se lo permita, y cuando lleg Guillaume estaba descendiendo de su caballo,
gritando al desdichado mozo de cuadras y despus a su familia:
Nuevas de Pars dijo. Nuevas de Jean Baptiste.
Su voz pareca temblar de la emocin. Fanchn supo que se haba equivocado al
pensar un rato antes que aquel da era igual que los dems.
La agitacin de la voz de Guillaume le revel que haba algo ms que inesperado
en las noticias de Jean Baptiste.
Se sentaron alrededor de una mesa gastada por las fuentes de generaciones de Du
Barry y miraron a la seora.
Estaba en su lugar acostumbrado, en la cabecera de la mesa, su pelo gris peinado
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hacia atrs, descubriendo su viejo rostro arrugado, la lnea recta de su boca cerrada
con determinacin. Desde la muerte de su marido se haba considerado a s misma la
cabeza de la mansin. Haba gobernado a los hijos como crey que lo hubiera hecho
su marido y, desde que iba por la vieja casa crujiente, las llaves tintineando en la
cintura (aunque no haba necesidad de cerrar nada en una casa tan carente de casi
todo), haba intentado crear una ilusin de poder y dignidad. Ajada como estaba
pues su apariencia casaba con la del chteau, tena el aire de una gran
chtelaine. Guillaume, Fanchn y Bischi estaban ahora mirndola, esperando a or
su decisin. Ante ella estaba la carta. En la cocina el mensajero estaba comiendo un
plato de sopa de col y un pedazo de pan. Madame du Barry le haba ofrecido
graciosamente hospitalidad; y el mensajero, que en Pars viva de una manera que
bien podra parecer suntuosa comparada con la de los Du Barry, la haba aceptado
humildemente.
Este dijo la seora, golpeando la carta con los dedos es otro de los
fantsticos planes de Jean Baptiste. Nunca o de otro igual. Dejadlo todo, dice l, y
venid a Pars. Te vas a casar, Guillaume. Casarte! T!
Pero mam dijo Guillaume dcilmente, alguna vez tendr que casarme.
Esta parece una buena oportunidad.
T te casars cuando sea el momento adecuado dijo madame du Barry.
Mam protest Bischi, no piensas que ste puede ser ese momento?
Es fantstico dijo la vieja dama. Dejadlo todo y venid, venid
enseguida dice l. No os demoris. El retraso podra costarme el futuro, la
grandeza del cual, vosotros que habis vivido siempre en el campo, nunca podrais
comprender.
Claro que podemos comprenderlo dijo Fanchn. Yo lo comprendo
perfectamente.
T eres demasiado inteligente dijo la madre. Te crees que porque has visto
impreso lo que has escrito ya tienes experiencia del mundo. Guillaume ha de ir a
Pars y casarse con una mujer, y por eso recibir una pensin para el resto de su vida.
Me parece otra fantasa propia de Jean Baptiste.
Sin embargo dijo Fanchn, ha enviado dinero para que vayamos a Pars.
T ests deseando ir a Pars dijo la vieja mujer acusadoramente, y no te
importa el cmo. Y mucho menos si llegas y no puedes volver. No importa. A Pars,
dices. A Pars, donde se hacen las fortunas. Olvidas que en Pars las fortunas se
pierden igual que se hacen.
Jean Baptiste nos ha demostrado que las fortunas se pierden en Pars dijo
Fanchn serenamente. Al menos debera tener la oportunidad de probarnos que
tambin se pueden hacer.
Qu mal puede haber en que vayamos a ver? dijo Guillaume hoscamente.
Que qu mal, dice! Hay muchos peligros esperando a caer sobre aquellos que
van a Pars, hijo mo.
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Jean Baptiste se defiende muy bien.
De verdad? T crees?
Al menos puede enviar el dinero para que Guillaume y Fanchn vayan a Pars
cuando los necesita aadi Bischi.
Mejor hubiera hecho envindonos dinero para poder hacer reparar el
chteau.
Pero reparar el chteau no le puede procurar un puesto en la Corte seal
Fanchn. El chteau, ya est en buen o en mal estado, seguir siendo la
propiedad en el campo de Jean Baptiste.
Estis aturdidos grit la vieja mujer, aturdidos por los sueos de Pars y la
visin del dinero que podis conseguir all. Es otra de las fantasas imposibles de Jean
Baptiste, os lo digo. Golpe la mesa con sus nudillos. Os quedaris aqu, y se
acab! T, Guillaume! T, Franoise!
Guillaume miraba a Fanchn. Ella estaba lisiada, pero tena ms presencia de
nimo que el resto de los hermanos; y Guillaume saba que era ms elocuente que l,
y que se necesitaran palabras agrias para ganar ese asalto contra la vieja mujer que
durante tanto tiempo haba gobernado sus vidas.
Fanchn habl entonces.
Por primera vez desde que est en Pars dijo ella, Jean Baptiste tiene su
gran oportunidad. Es nuestro hermano y no podemos abandonarlo. Hacer eso sera
arruinar todo aquello por lo que ha estado luchando. Este matrimonio no apartar a
Guillaume de tu lado, mam. Volver despus de la ceremonia, pues Jean Baptiste
dice claramente que se trata de un casamiento de conveniencia. Una vez que se haya
realizado la ceremonia, Guillaume volver al chteau. T no tienes ni que ver ni
que conocer a su esposa; pero como resultado de esa ceremonia Guillaume recibir
una pensin vitalicia. Por qu dudas? Piensa en todo lo que puede hacerse en el
chteau. Qu bendicin no ser tener algo para comer que no sea sopa de repollo o
de nabo!
No me creo esa historia dijo la vieja mujer, es fantstica. Todo esto no es
ms que una treta para alejaros de mi lado.
Por qu iba a querer alejarlos de ti? pregunt Bischi.
Mranos! grit Fanchn. De qu le serviramos a l en Pars?
Fanchn ri un poco entre amarga e histricamente. La carta y las perspectivas
que abra ante ella le haban hecho verse a s misma con mayor claridad de lo
acostumbrado: un solterona de mediana edad que haba perdido la oportunidad de
casarse y que nunca haba sido hermosa en su juventud; una lisiada. Qu
diferentemente haba sido dotada esa joven a quien Jean Baptiste quera convertir en
la mujer de Guillaume! Cuando la vida la trata a una con tanta dureza, su injusticia
resulta deprimente. Ella supona que esa joven que iba a ser la novia nunca habra
considerado lo injusta que poda ser la vida para con los otros. Sin embargo, Fanchn
tena ingenio y una pluma fluida, y siempre haba tenido la reputacin de ser la ms
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inteligente de la familia. Por esa razn era por lo que Jean Baptiste haba enviado
dinero para ella y no para Bischi, para que acompaara a Guillaume a Pars.
Ahora Fanchn estaba apenada por Bischi. Pobre hermana, que nunca haba sido
invitada a ir a Pars!
Entonces, de repente, Fanchn supo que iba a Pars. Quin saba si cuando llegase
podra hallar algn modo de permanecer all.
Podra, sin embargo, escapar de la monotona, del aburrimiento, de la suciedad,
del repollo y de la sopa de nabos.
Contempl a la vieja mujer que estaba en la cabecera de la mesa y por primera
vez en su vida se prepar para presentarle una sera batalla.
Este no es un sueo fantasioso de Jean Baptiste dijo con una voz clara y fra
. La joven que l ha presentado al rey puede llegar a ser tan importante en el pas
como lo fue madame de Pompadour. El rey la idolatra. Ella est soltera, y el rey no
puede reconocer a una favorita que no est casada. Por lo tanto, hay una recompensa
para el hombre que la despose. Fanchn se permiti agitar un dedo admonitorio
ante su madre, quien estaba tan sorprendida por el gesto que qued muda de asombro
. No te equivoques, muchos hombres buscarn desposarla. Incluso ahora, mientras
estamos sentados alrededor de esta mesa, dudando, otros pueden estar arrebatando a
Jean Baptiste el premio que el obstinado provincianismo de su familia le ha
arrebatado justo cuando estaba a punto de conseguirlo.
Te imaginas t muchas cosas comenz la madre.
Pero Fanchn la interrumpi:
Tenemos el dinero, Guillaume. No debemos abandonar a nuestro hermano
cuando l nos necesita tan urgentemente. Cada hora que nos retrasemos puede ser un
peligro. Debemos salir inmediatamente para Pars.
Y por qu es necesario que tambin vayas t? pregunt la madre.
Porque Jean Baptiste quiere que haga algn trabajo. Acaso no lo dice
claramente: Fanchn tambin debe venir? Guillaume, estamos perdiendo el tiempo.
Tiene razn, madre dijo Guillaume. Debe permitirnos ir.
La vieja dama estaba a apunto de hablar cuando Fanchn intervino:
No se trata de que nadie nos lo permita, Guillaume. Mir a su madre con
firmeza. Debemos ir. Madre se da cuenta de eso. Ella sabe que ya no somos unos
nios, y que entendemos ms de estas cosas que ella.
La desaseada chica de servicio traa la sopa de repollo y la seora levant el puo
para golpear sobre la mesa como haba hecho durante aos cuando iba a hacer algn
anuncio solemne. Pero Fanchn le cogi el brazo.
Mam, no debes excitarte dijo. No te conviene. Tus nios, tus nios de
mediana edad, saben lo que es bueno para ti y para ellos. Bischi te cuidar mientras
Guillaume y yo estamos lejos. Y despus de la boda vers un gran cambio en el
chteau. La sirvienta haba dejado los platos humeantes sobre la mesa, y
Fanchn liber el brazo de su madre. Comeremos le dijo a Guillaume y
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despus debemos prepararnos para partir cuanto antes.
La vieja dama supo que haba sido derrotada.
Jeanne acudi a la casa del conde du Barry en la Rue des Petits Champs. Estaba
divertida por el modo como la trataba en esos das. Era como si ella fuese una
preciosa pieza de porcelana a la que un manejo rudo podra destruir.
Ah grit, lo que es ser amada por un rey!
Es, en efecto, una gran bendicin estuvo de acuerdo Du Barry. Y confo
en que siempre recordars quin obtuvo esta gran bendicin para ti.
Ciertamente lo recordar Jeanne le obsequi con esa leve sonrisa que
siempre diverta al rey, y no por otra razn sino porque no se me permite olvidar.
Srieuse! grit Du Barry. Cuntas veces te lo tengo que repetir!
Sin embargo, fue precisamente porque no era srieuse por lo que le gust a
Luis.
Du Barry borr con la mano esa chchara ociosa.
ste es un asunto importante.
Dnde est mi novio?
No ha llegado todava.
No me digas que voy a ser abandonada en el altar Se llev la mano a la
boca para reprimir una risa.
Si no viene, yo yo
Le desafiars a un duelo? sugiri Jeanne.
Ya est bien, Jeanne. Te ruego que me escuches con mucha atencin. Maana
irs a la iglesia a las cinco en punto de la maana.
Tan temprano? Y todo por un novio que igual no se presenta.
Estar all. Te prometo que estar all.
No te excites tanto, mon ami. El rey desea casarme, y si tu hermano no desea
ser mi esposo hay muchos en la Corte, as se me ha hecho entender, que estaran
dispuestos a dar un paso al frente.
Du Barry empalideci ante la idea, y Jeanne se arrepinti al punto de lo que haba
dicho. Puso un brazo sobre los hombros de Du Barry y le bes suavemente en la
mejilla.
Ay, esta lengua, esta vieja lengua ma tan dscola. No lo tomes en cuenta.
No, yo no olvido lo que has hecho por m, y slo me casar con tu Guillaume, y con
nadie ms.
No haba cambiado, pens Du Barry. An era la misma Jeanne de tan buen
corazn. Estaba agradecido por eso. Oh, qu gran bien le estaba cayendo en suerte!
Ha habido muchas cosas en las que pensar le explic. Y me congratulo de
haber sabido hacer las disposiciones necesarias con cierta habilidad. Habr muchos
que querrn fisgonear en vuestros asuntos una vez que el rey te haya reconocido
pblicamente. Quiero prevenirte contra ellos. No deseamos que esas personas sepan
que tu madre no estaba casada. Por lo tanto aparecers como Jeanne Gomard de
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Vaubernier, hija de Anne Bcu y JeanJacques Gomard de Vaubernier, un caballero
ocupado en negocios del rey.
se debe de ser el soldado del que mi madre a menudo me habla dijo Jeanne.
Tu novio va a ser Le haut et puissant seigneur, Messire Guillaume, Comte du
Barry, Capitaine des Troupes dtaches de la Marine.
Suena importante, bastante ms que su hermano mayor.
En la actualidad es meramente el caballero Du Barry. T, como miembro de la
familia, debes saber estas cosas.
Entonces, todas esas afirmaciones que has hecho son falsas?
No podemos exponernos a que nuestros enemigos anden haciendo circular la
historia de que eres la hija ilegtima de una cocinera!
Luego incurriras en falsedad, conde Jean, para salvarme de escndalos
maliciosos. De todos modos, no sera capaz de aceptar ese sacrificio si no supiera que
lo que hacis por m, tambin lo estis haciendo por vos mismo.
Nunca olvides le dijo, cogindola por los hombros y mirndola directamente
a los ojos que nuestras fortunas estn ligadas.
Como ya dije antes, no lo puedo olvidar; pero t tampoco me permitiras que lo
hiciera. Se liber de su abrazo. Todo est en tus manos: mi futuro, mi presente y
mi pasado. Hasta te has hecho cargo de acontecimientos que tuvieron lugar antes de
que yo naciera, qu ms se podra pedir!
Mientras hablaban, el sonido de un carruaje lleg hasta la casa. Ella y Du Barry lo
oyeron y se acercaron deprisa y corriendo a la ventana.
Ya est aqu! Ya est aqu! grit Du Barry exultante.
Jeanne mir hacia abajo y vio a una mujer de mediana edad, poco elegante y
pobremente vestida, que sala con dificultad del coche. La segua un hombre que se
pareca lo suficiente a Du Barry como para que reconociera en l a su hermano.
As que se es quien va a ser mi marido dijo Jeanne. Se me hace extrao
pensar que maana a esta hora estaremos casados.
No hace falta que tengas escrpulos de ningn tipo le prometi Du Barry.
He dicho que te dejar en la puerta de la iglesia, y eso es lo que har. Y ahora que ya
han venido, no debes permanecer ms tiempo aqu. No sabemos quines pueden estar
espindonos y debemos evitar las murmuraciones a toda costa. El rey no deseara que
pasases mucho tiempo en compaa de tu futuro marido.
Los recin llegados fueron llevados a la habitacin. Ambos, exhaustos como
estaban por el largo viaje, parecieron quedar bastante aturdidos al ver a Jeanne.
Jeanne hizo una reverencia con jocosa solemnidad. La situacin le resultaba tan
cmica que a duras penas poda reprimir la risa.
Ese hombre, que estaba preparado para ser su marido por invitacin de su
hermano y por una considerable suma de dinero, apenas mereca ms all de una
mirada. Ella llevara su nombre; pero de hecho ya lo haba estado haciendo. Pasado
maana tendra el derecho a llamarse madame du Barry.
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No era muy distinto de su hermano. Si acaso, una versin ms burda, menos
disoluto, y sin la gracia y el encanto que adornaban a su hermano mayor.
As pues tartamude, usted es la dama con quien me voy a casar.
Tena los ojos dilatados por la admiracin. Pero Yo Yo no me di cuenta
No hace falta que te des cuenta de nada dijo su hermano bruscamente.
Todo lo que has de hacer es decir y firmar lo que se te pida.
Lo s pero
Mademoiselle Gomard de Vaubernier tiene prisa. Su carruaje est
aguardando
Jeanne sonri al orse llamar as.
Maana nos encontraremos en la iglesia dijo.
Y entonces repar en la mujer. Durante unos segundos se miraron la una a la otra.
sta es mi hermana Fanchn dijo Du Barry.
Nunca, pens Fanchn, haba visto una belleza tan exquisita. Nunca se haba
sentido tan consciente de la ranciedad de sus vestidos, de su cara anodina y de su
cuerpo deforme. Nunca haba sentido que sus quejas contra las injusticias de la vida
estuvieran tan justificadas.
El conde du Barry estaba intranquilo. Saba que no tendra un momento de paz
hasta que la boda se hubiera celebrado. Haba dispuesto que a Guillaume se le diera
una comida como nunca la hubiera probado antes en el chteau, y en el curso de la
misma lo haba incitado a beber repetidas veces, de modo que, as que acabase,
Guillaume, cansado ya por la agotadora jornada, no quisiera hacer otra cosa que
echarse a dormir.
Hombre sabio dijo el conde Jean, tengo una cama confortable que te est
esperando. Te llevar hasta ella ahora para que descanses de lo lindo.
Yo Yo quiero ir a ver los monumentos de Pars murmur Guillaume.
Cada cosa a su tiempo le dijo su hermano suavemente. Lo primero es
descansar, para que ests preparado para la ceremonia de maana.
Guillaume protest sentidamente, pero a su hermano no le fue difcil meterlo en
su habitacin.
Regres con Fanchn, quien saba que su hermano deseaba hablar con ella a
solas.
Se qued dormido antes de que saliera de la habitacin dijo con satisfaccin
. No se enterar de nada hasta maana.
Y eso te causa tanto alivio, hermano?
Du Barry la cogi por la mano de repente y la hizo ponerse de pie. La mir
fijamente durante unos segundos.
Mi inteligente Fanchn dijo, voy a necesitarte.
Quieres decir Voy a quedarme en Pars?
Versalles, querida. Versalles.
Yo la pobre vieja Fanchn en Versalles!
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Escucha, hermana. Ya has visto a mi Jeanne. Qu piensas de ella?
La ms adorable criatura que jams he visto.
Ideal para un rey, un rey de Francia verdad? l la adora, Fanchn. De
momento nadie se toma esta aventura muy en serio. Pero pronto lo harn, y entonces,
ella estar tan rodeada por amigos, o los profesionales de la amistad, como por
enemigos. Jeanne no comprende la enemistad. Es demasiado despreocupada y no
alberga ese sentimiento por nadie, y por lo tanto cree que nadie lo albergar contra
ella. Tiene mucho que aprender.
Y t le ensears.
Con tu ayuda. Escchame, Fanchn. Te he escogido para que seas su dama de
compaa. No hay nadie ms en quien yo pueda confiar. T le ensears el camino
que ha de seguir. Sers su consejera.
Fanchn asinti lentamente con la cabeza. Luego su rostro se ensombreci.
Yo acabo de llegar del campo, hermano. Lo has olvidado?
T siempre has tenido las narices metidas en los libros desde que eras una nia.
Escribes con facilidad y fluidez. Siempre has estado al tanto de los acontecimientos
del pas. En unas pocas semanas que lleves en la Corte estars perfectamente al
corriente de las intrigas de los polticos y del chambeln. T trabajars para m como
la hermana de Choiseul trabaja para l. Ya ves, Fanchn ma, que estoy aprendiendo
de Choiseul. Las nicas personas en las que uno puede confiar para asuntos de esta
naturaleza son los miembros de la propia familia.
Luego yo voy a ser la compaa de esa gloriosa criatura. Qu contraste
ofreceremos!
Ella tiene la belleza, Fanchn chrie; t tienes el cerebro. Ambas trataris de
que no se me olvide. Qu combinacin tendr trabajando para m!
Luego permanezco en Pars dijo Fanchn, al tiempo que juntaba las
manos y se quedaba con la mirada perdida.
En qu ests pensando? pregunt Du Barry ansiosamente.
En la sopa de repollo! contest.
Al da siguiente por la maana, bien temprano, el carruaje de Jeanne retumb a lo
largo de la carretera que una Versalles y Pars. Era el primer da de septiembre y,
aunque clido, haba una neblina otoal en el aire temprano de la maana.
An no eran las cinco de la maana cuando Jeanne lleg a la iglesia de Saint
Laurent para encontrarse all con los Du Barry, encabezados por el conde Jean, quien
la esperaba impaciente.
La mirada del novio brill as que contempl a la novia; su hermano lo vigilaba
con cierta ansiedad.
Vamos dijo con impaciencia, cogiendo a Jeanne por el brazo.
Jeanne bostez.
Haba de ser tan temprano? pregunt al conde, que la llevaba con premura
hacia la iglesia.
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Era necesario susurr. Quiero que mi hermano se vuelva inmediatamente
despus de la ceremonia, y le espera un largo viaje hasta Lvignac. Y tambin
convena que no hubiera mucha gente que pudiera curiosear.
Algunos comerciantes que volvan de Les Halles se fijaron en mi carruaje
dijo ella.
No permitiremos que nos molesten.
Jeanne se gir para saludar a Fanchn con una sonrisa.
Te gusta este madrugn? le pregunt.
No contest Fanchn, pero como parece ser necesario, debo aceptarlo.
Cmo dijiste que te llamas? susurr Jeanne.
Me llamo Franoise, pero me llaman Fanchn.
Chon Chon? se dijo Jeanne. Me gusta Chon Chon. Pareces demasiado
inteligente para ser una Chon Chon. Pero por eso mismo me gusta.
La ceremonia comenz. Jeanne mir al hombre que estaba de pie a su lado y cuya
mano tembl cuando tuvo que coger la suya.
Jeanne pens en su madre, que tanto haba deseado casarla respetablemente, y a
quien le haba destrozado el corazn que el anunciado matrimonio con el peluquero
Lametz se frustrara. Qu pensara Anne de esta boda? Estara complacida de ver a su
hija subir tan alto. Casada por orden del rey. El rey la amaba y por lo tanto deba
casarse con otro hombre. Era muy lgico y, sin embargo, pareca algo extraordinario.
Pero Anne estara contenta, seguro. Jeanne no haba olvidado a su madre mientras
haba vivido bajo la proteccin del conde du Barry; pero tampoco la olvidara
mientras viviese bajo la proteccin del rey.
Las ltimas palabras fueron dichas. Ya estaba casada, se haba convertido en
madame du Barry de verdad.
Salieron al aire de la maana y regresaron a toda velocidad a la casa de la calle
des Petits Champs, donde se haba preparado un refrigerio para todos ellos.
Guillaume se mantuvo pegadito a la novia, contemplndola con admiracin,
mientras estuvieron sentados a la mesa. Y as que se acab la comida, Jean du Barry
dijo:
ste es el momento en que la novia y el novio han de decirse adis para
siempre.
Me opongo dijo Guillaume. Un marido tiene algunos derechos. Hasta
dentro de un da o dos no pienso volver a Lvignac.
Volvers hoy mismo le dijo su hermano severamente.
Esa es una decisin que debo tomar por m mismo.
Has olvidado los trminos del acuerdo?
Acuerdo? Se me dijo que me casara con una joven. En ningn caso se me
dijo que era la ms bella de todo Pars.
Pobre Guillaume dijo Jeanne. Pero debes volver, t lo sabes. Esa es la
orden del rey. Si t no la cumples Qu le sucedera si no la cumpliera? Mir a
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Du Barry y luego a su hermana, hasta que acab detenindose en sta.
A lettre de cachet lo ms probablemente sugiri Fanchn. Una larga,
larga estancia en la Bastilla.
Guillaume se volvi a ella alarmado.
Un cruel castigo para quien lo nico que quiere es conocer ms profundamente
a su novia.
Querido Guillaume dijo Jeanne, inclinndose hacia l, es muy triste, lo s,
pero debes comprender que el nuestro no es un casamiento ordinario.
Renunciar a la pensin. Permanecer en Pars cualquier cosa cualquier
cosa
Basta! Atron la voz del conde Jean. Guillaume, ests ms loco de lo que
pensaba. En este momento pueden estar espindonos. Cmo puedo estar seguro de
que mis enemigos no han apostado espas en mi propia casa? Se dirigi hacia la
puerta y llam a uno de sus sirvientes.
Mi hermano, monsieur le Comte, ha sido requerido inesperadamente dijo
. Haga traer su carruaje a la puerta enseguida.
Ser una pensin extraordinaria susurr Jeanne suavemente, determinada a
consegursela lo ms alta que ella pudiera, pues senta pena por el pobre Guillaume,
quien haba sido trado del campo y ahora era devuelto a l. Haba entrevisto la
fascinacin de la ciudad; tena una idea de cmo podra ser la vida en Pars; y se
haba casado con ella, quien, sera falsa modestia negarlo, era una mujer
enormemente deseable. Deseaba confortarlo; pero se dio cuenta de que si lo haca
slo conseguira hacerle ms deprimente la partida.
Renunciar a la pensin contest.
Tu hermana tiene razn movi su cabeza. Sena una lettre de cachet y la
Bastilla.
El conde Jean llen el vaso de su hermano y le hizo beber; y cuando el sirviente
apareci, el pobre Guillaume sali deshecho en un mar de lgrimas, mirando el rostro
radiante de su novia, mientras su hermano lo arrastraba hasta el carruaje.
Pobre Guillaume le dijo Jeanne a su cuada. Temo que esto le haya hecho
entristecerse muchsimo.
Ha salido bastante bien parado fue la rplica.
Jeanne se aproxim a su cuada y la mir atentamente.
Pareces cida como el vinagre dijo; pero no creo que lo seas, Chon
Chon.
Entonces piensas seguir llamndome as?
Jeanne asinti con la cabeza y despus, un poco teatralmente, bes a Fanchn en
ambas mejillas.
Estoy contenta de que te quedes conmigo. Tu hermano me ha contado sus
planes. Me parece que nos vamos a llevar muy bien.
Fanchn intent aparentar cinismo, pero curiosamente fue incapaz de nada
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parecido. Sinti que unas lgrimas absurdas le desbordaban las pestaas. Era una
locura. Estaba nerviossima.
Eso significa dijo Jeanne, que haba notado su emocin que vamos a ser
buenas amigas, nosotras dos.
O sea, pens Fanchn, que ella arrojaba su hechizo no slo sobre el rey, sino
tambin sobre una vieja y amargada solterona.
Un poco ms tarde, esa misma maana, Jeanne regres a Versalles, donde su
amante real estaba esperndola.
El bes sus manos.
Ya est todo hecho le dijo. Vuestra Majestad ve delante de usted a una
respetable mujer casada la autntica madame du Barry.
Me alegro. Y espero que no hayis perdido nada de vuestra alegra en vuestra
recin asumida respetabilidad.
Oh, no, sire dijo ella. Me temo que la respetabilidad y Jeanne du Barry no
se llevan muy bien.
Espero dijo l. Ahora que este pequeo asunto se ha resuelto, ya no
necesitas vivir por ms tiempo tan oscuramente. He pensado que si ocupas los
apartamentos que Le Bel acaba de dejar vacantes estaras ms cerca de los mos, y
eso, querida, quiere decir que podramos comunicarnos muy fcilmente. Te recuerdo
que esos apartamentos no son dignos de ti, nada dignos; pero quiero que sepas que
son slo un alojamiento temporal.
Me gustar estar all por dos razones. Una es porque as estar cerca de mi
viejo Luis; la otra es porque ah fue donde conoc por primera vez a mi querido barn
de Gonesse.
El levant su mano y se la bes. Lo que sera una gran adulacin en otros vino a
sus labios de la forma ms natural.
Cmo me gustas! dijo l.
Despus l la condujo a los aposentos que haban pertenecido al ltimo valet de
chambre y ella comprob que haban sido decorados con enormes y preciosas
cortinas de terciopelo azul. Su color, dijo el rey.
Mientras estaban de pie en la habitacin donde se haba celebrado la cena, el rey
le mostr un collar de diamantes y le pidi su gracioso permiso para abrochrselo
alrededor del cuello.
Esa es dijo Jeanne, con un brillo en la mirada que empequeeca el de los
diamantes una peticin que, desde el fondo de mi corazn, no puedo denegaros.
Luego se mir en los espejos desde todos los ngulos, abraz al complacido rey y
revel de mil maneras que encontraba la vida divertida y una aventura deliciosa.
Pero mientras los amantes se abrazaban, se esparci por todo el palacio la noticia
de que la nueva favorita se haba instalado en los apartamentos prximos a los del
rey. El duque de Choiseul la oy y enseguida discuti el asunto con su hermana.
En el palacio de Versalles, los envidiosos enemigos de Jeanne estaban empezando
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a darse cuenta de que podra ser una terrible adversaria.
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7. Aposentos en Versalles
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Loque, madame Victoire es Coche, y madame Sophie es Graille. Con se te
hars una idea de lo malvado que puede llegar a ser Su Majestad!
Chon mir al rey y ste sonri, como diciendo: Qu encantadora es nuestra
Jeanne!.
Compartir su felicidad con ella los convirti en amigos. Una extraa experiencia,
sin duda, pens Chon: Yo, una solterona de mediana edad y que hasta hace casi nada
viva en el campo, estoy ahora en la Corte y recibiendo miradas amistosas del rey.
He decidido dijo Jeanne que Su Majestad tenga tambin un apodo, y slo
hay uno que sea digno de vos. ste es mi nombre para ti, Luis: La France. Qu te
parece?
Lo llevar con placer, puesto que t me lo has puesto.
Jeanne mir a Chon como si dijera: Escchale! No habla de un modo
adorable?.
Los apodos se convirtieron en una costumbre entre ellos, y as, Jeanne charlaba
animadamente con La France, y el rey, por su parte, mostraba una sincera amistad a
su cuada sobre todo, pensaba Chon, por agradar a su adorada favorita
llamndola Grande Chon Petite Chon.
Y as, Chon, a la vez que no dejaba de maravillarse de lo extraa que poda llegar
a ser la vida, se senta llena de esperanza por el futuro de los Du Barry.
El importante ministro de Francia, el duque de Choiseul, tena demasiados
asuntos de estado de los que preocuparse como para perder el tiempo pensando en la
nueva favorita del rey; y cuando consideraba los momentos estelares de su carrera,
que le haban llevado hasta su presente posicin, no crea en absoluto que una
ignorante mujer pudiera hacerle algn dao.
Por ms enamorado que estuviera, el rey no sera tan estpido como para volverse
contra el hombre en cuyas manos haba dejado el gobierno de los asuntos de Francia
durante tanto tiempo. Luis no era ningn tonto. Era perfectamente consciente de lo
cambiante que puede llegar a ser la actitud de la gente. Y saba tambin que los
filsofos, que haban alcanzado preeminencia durante su reinado, estaban expresando
sus ideas con una lucidez que empezaba a surtir efecto.
No haca muchos aos que Luis haba tenido uno de los mayores sustos de su
reinado, slo comparable con aquella ocasin en que aquel perturbado de Damiens
intent asesinarle.
Choiseul sonri complacido, al pensar en la debilidad del rey, quien se someti a
los dictados de una mujer tan inteligente como madame de Pompadour y de astutos
hombres de estado como l mismo. La sensualidad del rey era su debilidad. El Parc
aux Cerfs era conocidsimo en todo el reino; y la aventura de la pequea
mademoiselle Tiercelin, a pesar de la publicidad que se le haba dado, no era un
incidente aislado.
A Luis le gustaban mucho las chicas jvenes casi nias, se podra decir, y un
da haba visto a esa nia, acompaada por su institutriz, entre la multitud, cuando
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cabalgaba por la ciudad. Profundamente impresionado por su belleza inusual, haba
encargado a uno de sus tenientes de polica que averiguase quin era y que la llevase
ante su presencia. La pequea fue llevada a Versalles, donde el rey le rindi honores,
permitindole compartir sus comidas e incluso sus oraciones. Tal favor fue un gran
honor. Desafortunadamente, cuando mademoiselle tena catorce aos qued
embarazada del rey y Luis, a quienes las embarazadas siempre le haban resultado
desagradables, la alej de s proveyndola de una renta de treinta mil libras al ao. No
le pareci suficiente eso a la joven, quien, durante los aos que haba vivido bajo el
patronazgo real, haba desarrollado algunas ideas harto extravagantes; y con breves
intervalos pidi al rey ms y ms dinero. Luis pag; pero como mademoiselle
Tiercelin fue indiscreta, sus aventuras en Versalles se conocieron primero en Pars y
luego en todo el pas.
Era ese tipo de historias el que le restaba al rey la poca popularidad que le
quedaba y lo que, hasta cierto punto, lo obligaba a quedar en manos de ministros
conspiradores.
Luis tena un conflicto con su Parlamento, pues l crea en el derecho divino de
los reyes y la suya era una poca en la que la gente se rebelaba contra esa doctrina.
Ms de cien aos antes haba sido ya rechazada en Inglaterra y haba generado una
sangrienta guerra civil. Luis no desconoca la historia del pas del otro lado del Canal,
y la consideracin del destino de Carlos I alimentaba siempre su melancola.
La precaria posicin del pas se le haba hecho evidente con la catstrofe que
haba afectado a los jesuitas. Durante la ltima dcada, los miembros de la Compaa
de Jess, de Ignacio de Loyola, se haban vuelto impopulares en Espaa y Portugal,
principalmente porque haban alcanzado puestos de mando en grandes zonas del
Nuevo Mundo y haban actuado contra los deseos de los reyes de ambos pases.
Fuera los jesuitas, haba sido el grito unnime, y los esfuerzos se encaminaron en
el sentido de privarles de su creciente poder.
Cuando el rey Jos de Portugal, durante una visita a su favorita, la marquesa de
Tavora, sufri una emboscada y fue herido por unos asesinos, se hizo responsables a
los jesuitas, y el marqus de Pombal, el Primer Ministro, arrest a varios de ellos por
su presunta implicacin en aquel ataque al rey. Muchos perdieron la cabeza; otros
fueron descoyuntados en la rueda; y con la ayuda de la Inquisicin, el Principal de los
jesuitas, el padre Malagrida, fue acusado de hereja, hallado culpable y condenado a
morir estrangulado y despus quemado.
Roma no poda ignorar el trato dispensado a los jesuitas y protest enrgicamente,
lo que sirvi para que Pombal decretara su expulsin de Portugal, y los enviara a
Italia.
Aunque en Francia haba un sector de opinin contrario a los jesuitas, se
consider que las medidas de Pombal haban sido muy severas; y el propio delfn
encabez la defensa de su causa.
Madame de Pompadour siempre haba temido la influencia de los jesuitas, pues
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saba que si inspiraban al rey con sentimientos religiosos, ste se podra sentir
obligado a prescindir de su favorita. Por lo tanto, se coloc firmemente del lado de
aquellos que propugnaban que se les diese el mismo trato que haban recibido en
Portugal.
Choiseul, que hasta aquel momento no se haba decantado por ninguno de los dos
bandos, lo hizo finalmente por el de la Pompadour.
Vindose perseguidos, los jesuitas pidieron que se hicieran pblicos los acquits
au comptant del rey. A Luis le horroriz la idea de que el pueblo pudiera conocer la
suma de dinero que se haba empleado en la construccin y mantenimiento de un
edificio como el Parc aux Cerfs y las pensiones que haban recibido jvenes como
mademoiselle Tiercelin.
Tales asuntos no deban salir a la luz cuando, a escasa distancia de Versalles, el
pueblo de Pars estaba sufriendo enormes miserias. Era en pocas semejantes cuando
el astuto Choiseul se percataba de hasta qu punto el rey haba de ampararse en un
ministro perspicaz. El indolente, pero inteligente, rey Luis conoca su posicin en
relacin con su pueblo. Acaso no evitaba l entrar en la capital siempre que le era
posible, y cuando tena que dejar Versalles no tomaba una ruta que no le obligara a
atravesar Pars?
En esos tiempos el pueblo hubiera estado dispuesto a marchar sobre Versalles. El
rey haba estado dudando sobre qu decisin deba adoptar frente a los jesuitas; y
cuando Choiseul le expuso su opinin sobre la decisin que tomar, lo hizo de modo
que el rey no se atrevi a rechazarlo.
Si expulsamos a los jesuitas, sire fue el astuto razonamiento de Choiseul,
la gente se preocupar tanto con este asunto que se olvidarn de las enormes
cantidades que han sido gastadas en el Parc aux Cerfs; y olvidarn as mismo ese
pequeo escndalo creado por esa indiscreta joven, mademoiselle Tiercelin.
Y Luis, que no poda negar a sus sentidos lo que stos deseaban, y que se daba
cuenta de que la inteligente maniobra de Choiseul poda mantener la paz social
durante algn tiempo, cedi.
As, Choiseul, en una brillante jugada, haba estrechado fuertemente sus lazos con
la Pompadour, y al tiempo que mantena la confianza del rey, se colocaba del lado del
Parlement.
Choiseul sonri al recordar sus triunfos, al recordar el Edicto de expulsin de los
Jesuitas. La familia real, encabezada por el delfn, se haba sentido profundamente
turbada, pues se trataba, a su juicio, de un duro golpe contra la Iglesia Catlica. Al
rey, que entre sus orgas tambin disfrutaba de perodos de devocin religiosa, le
hubiera gustado estar con los miembros de su familia en su lucha contra aquellos que
queran expulsar a los jesuitas, pero Choiseul tena al rey en un puo, as lo crea l
entonces; as lo crea ahora.
Si no liberaba al pas de los jesuitas, le dijo a Luis, habra de enfrentarse al
Parlement. Choiseul no habl abiertamente de revolucin, pero sugiri que la
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disolucin del Parlamento no significara otra cosa que sa.
El nombre del rey estaba asociado a muchos escndalos; el pueblo murmuraba. Y
l no dejaba de recordarse que la historia se repite a menudo y pensaba con
frecuencia en el destino de Carlos I de Inglaterra, que haba intentado librarse del
Parlamento y lo que consigui fue justo lo contrario, que el Parlamento se librara de
l.
Luis poda darse cuenta de que el ataque a los jesuitas no le traera nada bueno;
pero no tena otra alternativa que aceptarlo.
Qu triunfo! pens Choiseul. Desde diciembre de 1764 la Compaa de
Jess qued disuelta en Francia y los jesuitas slo podan seguir viviendo en el pas si
colgaban los hbitos y abandonaban los preceptos de la orden. Haban sido tratados
de un modo ms civilizado en Francia de lo que lo fueron en Portugal y de lo que lo
seran aos ms tarde en Espaa; pero haba sido todo un triunfo para el astuto
ministro, y deba recordarlo cuando le asaltara el temor de que la nueva favorita de
Versalles pudiera afectar su posicin.
Choiseul hizo restallar sus dedos. Esa pequea zorra de la sombrerera
preocupaba al gran Choiseul! Era una idea ridcula.
De todos modos, su querida hermana haba sido humillada por esa mujer, y sera
todo un detalle hacia su querida duquesa si consegua que fuera expulsada de la
Corte.
No era un asunto que desease llevar ante el rey. Era demasiado indigno. De
repente sonri, pues se le haba ocurrido una idea. Por qu no acercarse a madame
Adelaide? La mayor de las princesas siempre estaba insinuando que poda intervenir
en los asuntos de estado. Aqu haba una pequea misin que estaba a su alcance
llevar a cabo.
S, que le reprochara a su padre el haberse olvidado de la etiqueta de Versalles;
que le recordara su deber hacia su madre, recientemente fallecida. En otras palabras,
que madame Adelaide luchara contra la mujer de la calle. Qu contraste! La
tristemente malograda Adelaide, realeza de los pies a la cabeza, amante de la etiqueta
hasta el extremo de aadir nuevas reglas a las ya existentes en Versalles, y la
descarada y hermosa cortesana en la que todos los deslumbrantes brillantes regalados
por el rey no podan disipar el inconfundible aura de los faubourgs que la marcaba.
Madame Adelaide fue presa de una gran emocin al or que el duque de Choiseul
deseaba verla. Estaba con sus hermanas cuando le trajeron la noticia, y Victoire y
Sophie se quedaron mirndola fijamente, como siempre hacan, mientras aguardaban
a que las pusiera al corriente.
Ah dijo Adelaide, abanicndose enrgicamente y mirando con aires de
superioridad, as que el duque de Choiseul me pide una audiencia, no es as?
Dgale que considerar su peticin.
Madame dijo el mensajero, monsieur le Duc dice que el asunto es de la
mayor importancia.
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Madame Adelaide continu abanicndose: Victoire y Sophie intercambiaron una
rpida mirada y despus ambas miraron fijamente a su hermana.
Muy bien dijo Adelaide. Comprendo que los asuntos de estado no pueden
esperar. Puede decirle al duque de Choiseul que lo recibir inmediatamente.
Cuando el mensajero hubo salido, Victoire y Sophie se acercaron a ella, pero
Adelaide levant su mano:
Tenis que dejarme enseguida dijo. No me cabe la menor duda de que
Choiseul quiere consultar conmigo con vistas a una nueva guerra. Ser contra los
ingleses.
Victoire y Sophie se mostraron de acuerdo, ambas.
El sabe sigui Adelaide que yo odio a los ingleses.
Las hermanas volvieron a asentir. Adelaide saba que cuando se quedaran solas,
recordaran la poca en que, cuando la guerra entre Francia e Inglaterra, Adelaide se
haba escapado de Versalles para alistarse en el ejrcito francs. Cuando fue devuelta
a palacio, se quej amargamente de que si le hubieran permitido llevar adelante su
plan de accin, la guerra se hubiera acabado en breve, con victoria para los franceses,
por supuesto. La idea de Adelaide consista en invitar a los jefes ingleses, uno por
uno, a sus aposentos, seducirlos y cuando estuvieran durmiendo cortarles las cabezas.
Con semejante idea en la cabeza, las dos hermanas pensaban que era natural que
Choiseul, que deba de estar considerando una nueva guerra contra los ingleses,
deseara consultar a Adelaide a ese respecto.
Ahora iros dijo Adelaide. No debis molestarnos.
Agit su mano y sus hermanas ms jvenes se apresuraron a obedecer, como
siempre lo hacan. Pero permanecieron al otro lado de la puerta escuchando, mientras
Choiseul entraba por la puerta principal, coga la mano de Adelaide y la besaba con
aparente devocin.
Adelaide estaba encantada. Hasta ese momento no le haba gustado ese hombre,
pues no la haba tratado con el respeto que consideraba que se le deba; pero ahora
que haba venido a ella, estaba dispuesta a ser una aliada de confianza.
Deseaba consultarme, monsieur de Choiseul?
Lo estaba deseando, madame la Princesse.
Tome asiento.
Gracias.
Ahora dgame qu es lo que le preocupa, monsieur le Duc.
Lo mismo, me temo, que le preocupa a una mujer tan pura y noble como vos.
Adelaide dud y una mirada recelosa le aflor a los ojos. Estaba recordando una
ocasin, haca aos, en que, durante una representacin en el teatro de Fontainebleau,
ella se haba desmayado. Haba habido rumores rumores despreciables,
recordaba Adelaide. Aos ms tarde se dijo que el conde de Narbona haba hecho
madre a una princesa real. Tal escndalo le dio un gran prestigio ante Victoire y
Sophie, pero no estaba dispuesta a or ninguna insolencia por parte de monsieur de
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Choiseul. Pero el duque estaba sonrindole de un modo agradable, por lo que ella
desech sus recelos.
Me temo que Su Majestad, su real padre, princesa, est cayendo una vez ms
en manos del mal.
Adelaide asinti. Recordaba a madame de Pompadour, cuya influencia sobre su
padre ella haba tratado de romper. El conde de Maurepas, ese hombre malicioso, se
haba referido a la Pompadour como su Maman Putain, y ella haba repetido la
expresin en presencia de su padre y de su favorita.
En aquel momento ella no saba que haba llamado puta a la mujer; pero cuando
lo supo tampoco se arrepinti de haberlo hecho. Ella era enemiga de todas esas
mujeres fciles que buscaban atrapar a su padre.
Madame la Princesse, hay una persona cuyo tacto, cuya discrecin, cuyo
ingenio podran ayudar a Su Majestad a desenredarse de los hilos que esa demonaca
mujer est tejiendo a su alrededor.
Puede dejarme ese trabajo a m, monsieur de Choiseul.
Saba que poda confiar en vos. La mujer debe ser enviada all adonde
pertenece, de vuelta a las calles de Pars.
Adelaide frunci la nariz. Es impensable que permanezca ni un da ms en
Versalles.
Si madame la Princesse quisiera hablarle a su padre
Lo har, monsieur le Duc, en la primera oportunidad que se le presente. Y
le aseguro Que si la oportunidad no se presenta pronto, ella misma la propiciar.
La Corte esperara que Su Majestad guardara el luto por su reina sigui
Choiseul.
Mi pobre madre! Estar mirando desde el cielo, vigilndolo. Le dir eso. Pero
no tiene nada que temer, monsieur de Choiseul. Esa mujer nunca ser presentada a la
Corte.
Nunca! repiti Choiseul. Sin embargo resulta desagradable pensar en
cmo poluciona el aire incluso de los aposentos privados.
Yo acabar con esta situacin dijo Adelaide con firmeza. Y si usted,
monsieur de Choiseul, necesitara de mi ayuda en otros asuntos La guerra con
Inglaterra
Choiseul se inclin sobre su mano.
Madame, nunca olvidar que quisisteis tomar parte en la batalla contra el
enemigo.
Adelaide inclin su cabeza, sonriendo con complacencia; y tan pronto como l
hubo salido, fue a la otra puerta y la abri de golpe. Sus hermanas, como ella
esperaba, casi se caen dentro de la habitacin.
Adelaide puso sus dedos en los labios.
Qu hacemos ahora? pregunt Victoire.
Eso, qu hacemos ahora? repiti Sophie.
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Vosotras dijo Adelaide con severidad haris lo que se os ordene que
hagis. Yo planear nuestra campaa contra esa odiosa Du Barry.
Tres cabezas permanecieron juntas, y hubo susurros en los aposentos de madame
Adelaide, los cuales estaban muy cerca de los del propio rey.
Luis mir agriamente a su hija.
Querida Loque dijo. Considero esto como una desagradable intrusin por
tu parte.
Alguien debe hablar a Su Majestad de este delicado asunto. Y quin mejor que
su propia hija?
Lamento que mi hija haya olvidado su buena educacin hasta el punto de
intentar discutir conmigo asuntos que de ningn modo le conciernen contest Luis
framente.
En eso te equivocas, querido pap. Claro que me concierne. Pienso en mi
querida madre que apenas si est fra su tumba. La imagino mirndote desde
arriba, vindote con esa mujer.
Ella ya me ha visto con mujeres en varias ocasiones dijo el rey alegremente
. Y aquello a lo que no pona objeciones cuando estaba viva, difcilmente podra
preocuparle ahora que est muerta.
Yo pienso Adelaide levant sus ojos al techo. Yo pienso
Estoy feliz la interrumpi Luis de que al fin te hayas decidido a dedicarte
a ese til pasatiempo.
Te lo suplico, pap dijo, y se arroj a los pies de su padre.
Prefiero que contines con la til ocupacin de pensar. Vuelve con tus
hermanas. No dudo de que, escuchando como habrn estado hacindolo en algn
lugar cercano, igual se les han escapado algunas de las palabras que hemos cruzado.
Ve, mi Loque y pon al corriente a Coche y Graille. Y dile a tu santa hermana
Louise dile a Chiffe cmo has intentado hacerme renunciar a mi vida disoluta.
Eso al menos te tendr ocupada.
Pap, ests tentando al Cielo. Y qu pasara si murieras esta noche?
Haca tiempo que no me senta tan lejos de considerar una muerte prxima
dijo el rey. Y las gracias por eso han de drselas a la dama a quien t me pides que
abandone. Si realmente me quisieras, te alegraras de mi felicidad.
Oh grit Adelaide.
Luis la mir y de repente sinti pena por ella. Le haba ablandado el corazn su
unin con Jeanne? Pobre Adelaide, pens. Debera haberse casado. Era esa vida
antinatural que haba llevado con sus hermanas lo que la haba desequilibrado.
Record que hubo un tiempo en que era una chica preciosa y que en aquellos das le
tena un gran afecto.
Har un poco de caf y les dirs a tus hermanas que vengan a tomarlo conmigo.
Y no quiero volver a or hablar de este sinsentido.
Primero jrame que no le permitirs vivir en el palacio grit Adelaide.
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Ella ella ensucia este lugar.
Te atreves a ponerme condiciones? pregunt Luis exasperado, al tiempo
que se le desvanecan sus tiernos sentimientos. Fuera de mi vista. No soporto ni
verte, ni a ti ni a tus hermanas. Y la prxima vez, antes de venir a pedirme ningn
favor, trata de parecerte un poco ms a la mujer a quien pareces odiar tanto, y de
mostrar un temperamento tan dulce como el suyo.
Padre Adelaide se derrumb a sus pies, t te apartas de tu familia en
beneficio de esta mujer. Yo no puedo evitar sentirme angustiada.
Lo que no se puede evitar ha de saber llevarse con entereza, y no hay ninguna
razn para que yo siga aguantando tus disparates. Te he pedido que te vayas. Ahora
exijo que me obedezcas.
Adelaide hizo una reverencia formal y se fue corriendo a reunirse con sus
hermanas.
Ya con ellas, cerr firmemente el puo y asegur:
Es la guerra, la guerra. Tenemos que luchar para salvarlo de esa putain
igual que hubiera salvado a Francia de sus derrotas a manos de los ingleses, si me
hubieran dejado.
Victoire y Sophie se miraron la una a la otra y asintieron. Despus miraron
fijamente a su hermana, esperando recibir instrucciones.
Jeanne an desconoca todas las tormentas que se estaban formando a su
alrededor. Se senta feliz y segura. Nadie pudo nunca tener un amante ms devoto que
La France, ni una compaa ms instructiva y amigable que Chon Chon. Varios
miembros de la Corte haban empezado a mirarla con simpata, y algunos de ellos
ocupaban altos puestos.
Uno de ellos era el duque de Richelieu, a quien, siendo el Primer Gentilhombre
de Cmara, vea a menudo. Sus viejos ojos lascivos se rendan a su belleza cuando la
miraba, y siempre haba en ellos una promesa de amistad. El duque no tena deseo
alguno de ofenderla. Si haba de continuar siendo la favorita del rey, sera una locura
hacerlo; y si el rey la rechazaba, Richelieu le mostrara gustosamente que haba otros
caballeros galantes en la Corte dispuestos a ofrecer proteccin a una criatura tan
encantadora.
Jeanne era lo suficientemente inteligente como para comprender las razones que
se escondan en esa mirada amistosa; y si no se hubiera dado cuenta, Chon se hubiera
dado cuenta por ella.
Ve con pies de plomo con Richelieu fue el consejo de Chon, nos puede ser
muy til. Pues no hay duda de que monsieur de Choiseul, si nosotros adquirimos
mucho poder, se pondr enseguida en contra nuestra. Y no me gustara nada ver eso,
pues Choiseul es el ms terrible enemigo que podemos tener. Sin embargo, si
reunimos a nuestros amigos a nuestro lado, podremos luchar contra l mucho mejor
que si lo hiciramos solas.
Djamelo a m dijo Jeanne, y da por hecho que el viejo Richelieu estar a
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nuestro lado.
Pero Jeanne no estaba interesada en las intrigas polticas. Choiseul era un hombre
aburrido. Ella le haba sonredo levemente en las raras ocasiones en que le haba
descubierto mirndola; pero no haba encontrado sino una mirada ptrea con la que el
hombre intentaba hacerle sentir que no la vea en absoluto.
Jeanne, sin embargo, no tena el propsito de perder su tiempo en asuntos tan
desagradables como la posible enemistad de Choiseul; haba cosas mucho ms
interesantes por hacer. En primer lugar haba instalado a su madre en una gran casa
en Pars; y qu contenta estaba Anne con la buena fortuna de su hija! Despus estaba
el asunto de monsieur Billard de Monceaux. Ese s que haba sido un incidente
agradable.
Lo haba citado en sus habitaciones en Versalles, y el pobre monsieur Billard de
Monceaux haba entrado aturdido, dicindose que deba de haber algn error.
Jams olvidara la expresin de su rostro cuando entr en la estancia. Ella tena
las cortinas echadas porque no quera que la reconociese en el acto como la pequea a
quien l haba descubierto en la casa de mademoiselle Frdric.
Lo recibi con la mayor de las cortesas.
Le ruego, monsieur Billard de Monceaux, que se siente junto a m le dijo,
haciendo gala de esas maneras tan cortesanas que tanto le costaba adoptar.
Dgame, recuerda a una nia a quien envi una vez al convento de SainteAure?
Creo que su nombre era Jeanne Bcu.
Claro que s, madame contest el hombre, perplejo. La recuerdo bien. La
nia ms preciosa que haya visto nunca.
Fuisteis muy amable con ella continu Jeanne. La convertisteis en vuestra
ahijada y pagasteis su educacin; despus, hombre malvado, la olvidasteis por
completo.
Ella apenas era una nia dijo el hombre y el tiempo pasaba
El tiempo pasaba dijo Jeanne y la nia se convirti en una mujer. Esa
mujer nunca olvidar lo que ese gentilhombre hizo por ella. Yo soy esa mujer, mi
querido amigo y padrino, yo, madame du Barry.
Jeanne se puso de pie y se arroj a los brazos de aquel hombre. Haba lgrimas en
sus ojos y sus labios sonrean cuando dijo:
Soy yo ahora quien est en disposicin de hacer algo bueno por vos, amigo
mo. No crea, monsieur Billard de Monceaux, que yo soy de las que olvidan una
gentileza.
Entonces, vencido por la emocin, monsieur Billard de Monceaux, cay
arrodillado ante ella.
Haba cumplido sobradamente lo que su encanto infantil y su belleza prometan,
le dijo l, y era suficiente recompensa haber ayudado en algo a convertirla en la
deliciosa criatura que ahora era.
Despus de aquello, monsieur Billard de Monceaux no pudo dejar de hablar de la
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bellsima criatura que era la querida favorita del rey. No slo era la ms bella, sino
tambin la ms gentil.
Cunto ms agradable era concertar reuniones con viejos amigos como monsieur
Billard de Monceaux que considerar las batallas que habran de sostenerse con gente
como monsieur de Choiseul!
Hubo, sin embargo, una salida que Jeanne no pudo resistir darse el gustazo de
hacerla.
Preprate le dijo a Chon, salimos para un viaje cortito.
Se trata de otra reunin con viejos amigos? pregunt Chon.
No exactamente amigos dijo Jeanne.
Sonrea con un oscuro placer cuando le dio instrucciones al cochero para que las
llevase al Chteau Courneuve.
Madame de la Garde estaba maravillada de ver un carruaje tan esplndido. Y an
estaba ms sorprendida de ver a la mujer suntuosamente vestida que sali de l,
seguida por compaa tan sombramente vestida; casi inmediatamente reconoci a la
joven que haba sido su lectora y a quien ella haba echado tan ignominiosamente.
Mademoiselle Bcu tartamude.
Madame du Barry ahora, madame de la Garde. Y he venido con mi cuada,
madame du Barry, quien vive conmigo en Versalles y es mi querida amiga y
compaera.
Madame du Barry repiti la mujer. Yo Yo he odo de vuestra buena
fortuna. Estoy honrada de que hayis venido a visitarme.
Nuestro encuentro dijo Jeanne tiene lugar en circunstancias muy distintas
del ltimo que tuvimos.
Le ruego que entre en mi pequeo saln madame de la Garde estaba
visiblemente nerviosa y le ofrecer un refrigerio.
Vamos, Chon dijo Jeanne, y siguieron a su anfitriona mientras Jeanne
saboreaba el placer de volver a esa casa como una invitada a la que se le rendan
honores y que tena el poder de infundir terror en su anfitriona, en vez de como una
humilde lectora que poda ser, y de hecho lo fue, expulsada en cualquier momento.
Ah estaba la habitacin en la que Jeanne se haba sentado y le haba ledo a
madame de la Garde. Pareca muy pequea, poco impresionante ahora; sin embargo,
no haba cambiado en absoluto, pens Jeanne. Yo soy quien ha cambiado.
Y sus hijos, madame de la Garde Cmo estn? pregunt Jeanne.
Estn muy bien dijo madame de la Garde; y una mirada de horror se le
congel en la cara. Estaba claro que pensaba que aquella mujer tan ricamente
ataviada que tena frente a s y que la miraba maliciosamente, haba venido a reparar
una vieja deuda, y sus manos temblaban tanto que se le derram el vino por el traje.
Era consciente del gran poder que Jeanne tena ahora. Incluso en ese apartado
chteau haban odo hablar de su fama y de la estima en que el rey la tena, por lo
que una palabra suya poda hacer o deshacer la carrera de personas como los hijos de
Quelle merveille!
Une filie de rien,
Une filie de rien,
Quelle merveille!
Donne au Roi de lamour,
Est a la Cour!
En maison bonne,
Elle a pris des leons;
Elle a pris des leons;
En maison bonne,
Chez Goudan, chez Brisson;
Elle en sait long.
Le Roi scrie:
LAnge, le beau talent!
LAnge, le beau talent!
Viens sur mon tron,
Je veux te couronner,
Je veux te couronner.
Qu otra cosa poda hacer Jeanne sino disfrutar de la vida que ahora llevaba? Como
la favorita reconocida del rey, esto es, la persona que tena ms influencia sobre l
que cualquier otra, era cortejada y adulada por todos lados.
Era muy feliz, no slo porque haba hecho suya una vida de autntico lujo, sino
porque estaba en su poder el dar a los otros casi todo aquello que le pedan. Su
generosidad pronto fue muy conocida, lo que dio como resultado que le llovieran las
peticiones.
En vano la avisaban Chon y la Marchale de Mirepoix, a quien el rey haba
nombrado ayudante suya con una esplndida paga; en cuanto al rey, se limitaba a
rerse, pues todo lo que ella haca le pareca encantador.
Incluso haba intentado hacerse amiga de Choiseul, pues, como ella deca, era
lgico que estuviese enfadado: al fin y al cabo ella haba ocupado el lugar que
deseaba su hermana. Y estaba dispuesta a olvidar viejos agravios; fueron Choiseul y
su hermana quienes se mostraron demasiado orgullosos para aceptar su amistad, y
prefirieron correr el riesgo de ser destruidos antes que aceptarla.
Al final, lo nico que Jeanne pudo hacer fue encogerse de hombros. Si los
Choiseul estaban decididos a ser sus enemigos, pues as habra de ser. Haba muchos
otros dispuestos a ser amigos suyos.
Sus finos trajes, sus joyas y especialmente los diamantes le encantaban, as
como sus exquisitamente amueblados aposentos en Versalles y Louveciennes, donde
el mobiliario que se instal consista en numerosas piezas artesanales que haba
llevado aos completar. Haba pinturas de grandes artistas como Boucher, Vernet,
Teniers y Wynants. A ella le gustaba sobre todo el retrato de Carlos I de Inglaterra
hecho por Van Dyck.
Chon le haba dicho que los Barrymore, una vieja familia irlandesa, estaban
relacionados con los Du Barry y que como los Barrymore estaban emparentados con
los Stuart, el rey Stuart de Inglaterra podra decirse que estaba emparentado con
Jeanne gracias a su matrimonio.
Despus de aquello, a Jeanne le gustaba referirse maliciosamente a la pintura
como mi pariente real.
El sol que entraba por sus ventanas despert a Jeanne. Ella saboreaba esos
primeros segundos del despertar, sacando sus manos para tocar la colcha de brocado
y las almohadas de encaje para convencerse a s misma de que realmente estaba en
sus aposentos de Versalles, y no era de nuevo una nia que se despertaba en el
convento de SainteAure con el sonido de las campanas.
Es verdad murmuraba Jeanne, estoy aqu.
Entonces se rea de sus desvaros antes de empezar a pensar en el da que se
Con el matrimonio del delfn haban crecido las esperanzas de Choiseul. Sus
enemigos, l lo saba muy bien, estaban esperando una oportunidad para hacerlo caer
en desgracia, pero l consideraba que su posicin se haba visto considerablemente
reforzada por la alianza con Austria, y el pequeo delfn era un firme aliado suyo.
Haba contemplado el asunto de los asientos con gran regocijo. Era en naderas
as donde se sola hallar una indicacin fiable de hacia qu direccin soplaba el
viento del favor real. Luis se estaba haciendo viejo. Tena sesenta aos. Y un hombre
que haba llevado una vida tan disipada era improbable que viviese muchos aos ms.
El delfn estara absolutamente en manos de su encantadora esposa, y la delfina
era una de las ms ardientes defensoras de Choiseul.
Muy pronto, mi querida madame du Barry se dijo Choiseul a s mismo, t
y tus Barriens os sentiris bastante menos complacidos con vosotros mismos.
Se mostraba ms arrogante que nunca cuando se encontraba con la favorita, y
haba rechazado desdeosamente todos los esfuerzos que ella hizo para salvar sus
diferencias. Ella pareca mirarlo como una leve molestia en su entorno; pero haba de
descubrir que era algo ms que eso.
Choiseul haba odo que, recientemente, durante una comida, ella haba cogido
dos naranjas y las haba tirado descuidadamente al aire mientras deca: Vete
volando, Choiseul! Vete volando, Praslin!. Y todos los que la rodeaban, incluyendo
al rey, le haban redo la gracia. Algn da, se prometi Choiseul a s mismo, esa
mujer tendra que arrepentirse de haberle faltado al respeto.
Aunque tampoco es que perdiera mucho tiempo pensando en ella; absurdamente,
careca de espritu vengativo, lo cual significaba que no pensaba en l ni en los
desaires desagradables que le diriga. Sus pjaros cantores an cantaban acerca de
ella por las calles; y era una loca si es que no quera ver lo desagradable. Por lo tanto,
no necesitaba perder su tiempo en ella, y dirigi sus pensamientos hacia Aiguillon,
pues Aiguillon encabezara el nuevo partido que se hara con el poder si l, Choiseul,
cayera en desgracia; y sera Aiguillon quien le robara el silln.
Aiguillon tambin era un loco, o as le pareca a Choiseul; y adems era un
hombre de quien no poda decirse que, en el pasado, hubiera tenido mucha suerte en
sus asuntos.
Se haba convertido en un personaje ridculo para todo el pas a causa,
principalmente, de sus actividades como gobernador de Bretaa durante la Guerra de
los Siete Aos y despus. Aunque en verdad haba sido un buen general, tena
muchos enemigos en Pars y en Versalles que haban hecho circular esas historias
referentes a su escaso poder como soldado.
Se deca de l, por ejemplo, que cuando los ingleses desembarcaron en SaintCast
Despus segua haciendo hincapi en los lazos que unan a los dos pases cuyos
reyes eran parientes tan prximos, y aadi que, aun en el caso de que considerara
necesario cambiar a sus ministros, sus objetivos seguiran siendo los mismos.
Tras haber escrito la carta al rey de Espaa, Luis escribi otra al duque de
Choiseul, en la que le deca:
Unos pocos meses antes de la cada de Choiseul se haba acabado de construir esa
pequea casa encantadora que fue llamada Petit Trianon y que estaba muy prxima al
palacio de Versalles; y para mostrar a la Corte en cunta estima tena a su nueva
favorita (pues el Petit Trianon le haba sido prometido a madame de Pompadour),
Luis ofreci la casa a Jeanne.
Jeanne estaba feliz; la casa se haba hecho al estilo de una casa de campo y ella y
el rey podran llevar all, declar, una vida de rstica sencillez, lejos de la etiqueta
formal del palacio.
La sencillez era el motivo dominante del Petit Trianon; se haba realizado, sin
embargo, con un gusto exquisito, y esa sencillez era tan costosa como lo hubiera sido
la magnificencia ms ostentosa, y Gabriel, que haba diseado las fachadas, haba
conseguido una gran belleza con la piedra de color miel.
Fue en agosto del ao 1770 la primera vez que Jeanne estuvo con Luis en el Petit
Trianon. El estaba tambin enamorado de la casa. Desde las habitaciones del primer
piso, cuyo diseo inclua un pequeo vestbulo, una antesala y dos comedores, se
asomaban al jardn francs, y Luis poda discutir con Jeanne cmo se propona que
construyeran los jardines.
El Petit Trianon, estaban ambos de acuerdo en ello, era esa pequea casa de
campo que podra haber pertenecido a un noble y a su esposa, ambos apasionados de
la horticultura y determinados a llevar una vida sencilla. Incluso la decoracin
interior se basaba principalmente en motivos florales; lirios en crculo y ramos de
rosas; y en el comedor los motivos frutales formaban un bajorrelieve.
Tanto al rey como a Jeanne les complaca la mesa que haba sido instalada en el
comedor, pues les pareca una donosa invencin. Unidas a la mesa haba cuatro
piezas llamadas postillons; esos postillons suban y bajaban de y a las cocinas,
que estaban justo debajo; ese invento eliminaba la necesidad de tener sirvientes en la
habitacin; y as se consegua una mayor y anhelada intimidad. Al inventor,
Loriot, se le agradeci mucho el invento. Antes ya haba instalado una table
volante en el Petit Chteau, en ChoisyleRoi; pero lo que haba instalado en el
comedor del Petit Trianon mejoraba muchsimo lo de Choisy.
A la ms deliciosa de las residencias, apenas a un tiro de piedra del palacio de
Versalles, el rey y Jeanne iban a menudo acompaados de sus amigos ms ntimos.
El conde du Barry estaba de algn modo insatisfecho por lo que haba
conseguido. l haba credo que al proporcionarle una favorita al rey habra de
conseguir ese poder poltico por el que tanto suspiraba; y ahora, tras el cese de
Choiseul, eran otros quienes ocupaban su lugar. Chon, a causa de su mayor
comprensin de los asuntos de estado desde que estaba en la Corte, se haba dado
Luis se resenta de su edad. Tena sesenta y cuatro aos, y como haba engordado
mucho le costaba respirar. Ya no poda moverse con la agilidad de antao y
necesitaba que se le ayudara para subir al carruaje y al caballo.
La caza todava le apasionaba y nada podra hacerle abandonarla.
Un da de abril de 1774, mientras estaba cazando se cruz con un cortejo fnebre.
Cuando Jeanne no estaba con l pensaba frecuentemente en la muerte y nunca pudo
resistirse a lo morboso, por lo que par el cortejo y pregunt:
Quin ha muerto?
Sire le dijo uno, era una joven. No tena ms de diecisis aos.
Lo siento mucho dijo el rey. Es una gran tragedia. Diecisis, demasiado
joven para morir. De qu muri esta criatura?
De viruela, sire.
El rey sigui cazando, pero todo el mundo not lo melanclico que estaba, y
despus declararon que ese encuentro con la procesin fnebre haba echado a perder
el da de caza.
El rey, que haba ido al Petit Trianon en compaa de Jeanne, continu cazando
cada da, pero el martes por la tarde del da 26 de abril regres ms temprano que de
costumbre.
Jeanne se alarm al verlo, pues estaba congestionado y pareca estar
extremadamente cansado. No poda soportar ni siquiera la idea de la comida, y
Jeanne insisti en que se metiera en la cama enseguida.
Ella y el valet La Borde estuvieron con l toda la noche y a la maana siguiente
Jeanne envi a buscar a Lemoine, el mdico de Luis.
Lemoine trat de calmar los temores de Jeanne.
Su Majestad tiene un episodio febril dijo l. Mantngalo tranquilo y se
recuperar en pocos das.
El alivio de Jeanne fue enorme, pero Lemoine haba mandado avisar al cirujano
La Martinire, y cuando ste examin al rey no se mostr tan esperanzado como su
colega.
Sera aconsejable dijo que el rey saliera enseguida para Versalles.
Jeanne sinti la tenaza del miedo al or esas palabras. Si el rey estaba ligeramente
enfermo, no haba ninguna objecin para que permaneciera en el Petit Trianon; pero
la etiqueta deba ser observada en la Corte francesa en toda ocasin, y sera
impensable que un rey de Francia pudiera morir en otro sitio que no fuera Versalles.
Deseo permanecer en el Petit Trianon protest el rey.
Sire insisti La Martinire, aqu no podemos proporcionarle los cuidados
que requiere.
Los ojos hinchados por el llanto, Jeanne se acomod en el carruaje que la llevaba al
PontauxDames. Luis estaba muerto y ella haba perdido a su amable protector.
Chon haba vuelto a Lvignac. Era lo nico que poda hacer, pero haba declarado
que tan pronto como le fuera posible se reunira con Jeanne, y no tuvo ni un momento
de paz hasta que se reunieron.
El conde du Barry dej Pars rpidamente, sabiendo que todos los que llevaran su
nombre seran pronto exiliados de la Corte. El vizconde Adolphe y su esposa tambin
haban salido del pas. El segundo hermano de Jean du Barry, que haba hecho un
buen matrimonio en Pars cuando la suerte de la familia era ascendente, gracias a
Jeanne, pidi permiso al nuevo rey para perder su nombre y adoptar el de su esposa.
El delfn y la delfina eran ahora el rey y la reina y ellos nunca haban pretendido
ser amigos de los Du Barry, luego poca simpata poda esperarse de ellos; estaba
claro, en efecto, que si los Du Barry eran inteligentes deban salir cuanto antes de la
rbita real.
Fue por esa razn por lo que Luis lo arregl todo para que me llevaran a Pont
auxDames, pens Jeanne mientras su carruaje la llevaba a su destino.
El carruaje se par ante el viejo edificio. Su arquitectura gtica, su viejo aspecto,
parecan muy sombros. Nada poda ser ms distinto del esplendor de Versalles, del
exquisito encanto del Petit Trianon, del lujo de su querida Louveciennes.
Ah habra ella de vivir durante quin sabe cunto tiempo. Ah habra de dolerse,
rezar y soar con los viejos das. Ah habra de vivir en soledad la vida de una monja,
ella, Jeanne du Barry, que haba amado el mundo y sus frutos dorados ms que la
mayora de las mujeres. As que Jeanne entr en el sombro edificio, la Madre
Superiora se adelant a recibirla. Madame de la Roche de Fontenille haba odo
hablar mucho de esa mujer, y se preguntaba ansiosamente qu efecto podra tener su
presencia en el convento. Era consciente de que, desde que se supo que el rey le haba
ordenado ir all, haba habido un cambio en la atmsfera del lugar, una ausencia de
tranquilidad. Ninguna de sus treinta novicias y sus veinte hermanas haba odo hablar
de esa mujer; ni ninguna poda reprimir su curiosidad por verla.
Entre dijo la abadesa, estamos listas para recibirla.
Jeanne tembl. El lugar le pareci fro; pero la dignidad de esa mujer an era ms
glida.
Luis! murmur para s misma. Cmo puedes haberme enviado aqu!
Cmo podr vivir entre estas oscuras paredes, entre mujeres como sta?
Se la condujo a una habitacin que pareca una estancia de recepcin. All haba
incluso un espejo en la pared.
He de presentarla formalmente a las cannigas y a las hermanas dijo la
Y regres. La casa estaba llena de recuerdos que ella atesoraba. Haba dejado de ser
infeliz; pues tampoco estaba en la naturaleza de Jeanne ser infeliz durante mucho
tiempo. La fortuna, que le haba dado su sobresaliente belleza y su naturaleza serena
y amable, no se le mostrara esquiva durante mucho tiempo, estaba segura. Haba
perdido a su protector el ms poderoso hombre del reino, pero haba descubierto
que siempre haba hombres ardorosamente deseosos de ocupar ese puesto.
Era lo suficientemente inteligente para saber y Chon estaba a su lado para
aconsejarla que su posicin era an precaria. Louveciennes estaba cerca de
Versalles; gente de la Corte la visitaba; deba tener mucho cuidado de no inmiscuirse
en la vida de la Corte. Eso sera algo que la reina no tolerara.
Aunque no abandonaba Louveciennes, no llevaba una existencia solitaria. Cada
vez iba ms y ms gente de Versalles a verla, y cuando el emperador Jos fue a
Francia para visitar a su hermana, Mara Antonieta, insisti mucho, para su disgusto,
en visitar a madame du Barry en Louveciennes.
Eso provoc muchsimas murmuraciones en Versalles, y cuando se supo que el
emperador haba insistido en llevar del brazo a madame du Barry mientras paseaban
por el parque de su casa, y que se haba manifestado profundamente impresionado
por su belleza, la vieja emperatriz Mara Teresa se despach con un amargo
comentario.
Pero el gesto del emperador fue significativo; implicaba que el exilio de Jeanne se
haba acabado y que, aunque no poda esperar ser recibida en la Corte, por lo menos
no estara sola en Louveciennes.
Jeanne acapar an ms la atencin cuando, poco despus de que el emperador
hubiera abandonado Francia, el gran Voltaire lleg a Pars para ver una
representacin de una de sus obras.
Voltaire fue tratado con gran respeto por los parisinos, y como estaba muy viejo le
fue imposible recibir a toda la gente que deseaba verlo. Jeanne fue a Pars para verle
y cuando fue anunciada l al principio no quiso recibirla, pues era vanidoso y saba
perfectamente el contraste que se producira entre l y su brillante belleza; y cuando
lleg, l an no se haba lavado ni vestido, aunque ya era medioda.
Sin embargo, no pudo disuadirla y al final venci su timidez, recordndose a s
mismo que l era, despus de todo, el gran Voltaire y que no haba ganado su fama a
cuenta de su belleza o su elegancia.
As pues, fue llevada ante su presencia y la encontr tan encantadora como
imaginaba; no slo estaba encantado por la belleza de sus rasgos y su exquisito color,
sino por la amabilidad que lea en su cara.
Fue en aquella ocasin cuando la amabilidad de Jeanne se materializ en una de
Te beso mil veces. Mis ltimos pensamientos sern para ti. Por qu no
podra estar en un desierto contigo? Como slo puedo estar en Orlans, que es