Freud analiza la estructura del yo y el ello. Explica que el yo emerge del sistema perceptual y es inicialmente preconsciente, mientras que el ello subyacente es totalmente inconsciente. El yo intenta mediar entre los deseos del ello y el mundo exterior. También introduce el concepto de superyo, que surge de la identificación del yo con figuras parentales tempranas como el padre.
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Freud analiza la estructura del yo y el ello. Explica que el yo emerge del sistema perceptual y es inicialmente preconsciente, mientras que el ello subyacente es totalmente inconsciente. El yo intenta mediar entre los deseos del ello y el mundo exterior. También introduce el concepto de superyo, que surge de la identificación del yo con figuras parentales tempranas como el padre.
Freud analiza la estructura del yo y el ello. Explica que el yo emerge del sistema perceptual y es inicialmente preconsciente, mientras que el ello subyacente es totalmente inconsciente. El yo intenta mediar entre los deseos del ello y el mundo exterior. También introduce el concepto de superyo, que surge de la identificación del yo con figuras parentales tempranas como el padre.
Freud analiza la estructura del yo y el ello. Explica que el yo emerge del sistema perceptual y es inicialmente preconsciente, mientras que el ello subyacente es totalmente inconsciente. El yo intenta mediar entre los deseos del ello y el mundo exterior. También introduce el concepto de superyo, que surge de la identificación del yo con figuras parentales tempranas como el padre.
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EL YO Y EL ELLO
Sigmund Freud. “El yo y el ello”
(1923). Obras completas. Tomo III. • En este estudio, Freud prosigue las ideas iniciadas en su texto “Más allá del principio del placer” (1920): ▫ Las recoge, las enlaza con diversos hechos de la observación analítica y deduce nuevas conclusiones; pero, no toma nada ya de la biología, sino que se habla más cerca del psicoanálisis. LO CONSCIENTE Y LO INCONSCIENTE • La diferenciación de lo psíquico en consciente e inconsciente es la premisa fundamental del psicoanálisis. ▫ Con esto, se pudo llegar a la inteligencia de los procesos patológicos de la vida anímica. ▫ La consciencia puede verse como una cualidad de lo psíquico, no como su esencia. • Esta diferenciación parte de la observación analítica de fenómenos de la “hipnosis” y del “sueño”, aparte de otros muchos de naturaleza patológica. • Ser consciente es, en primer lugar, un término puramente descriptivo que se basa en la percepción más inmediata y segura. • La experiencia nos muestra, luego, que un elemento psíquico (una percepción) no es, por lo general, duraderamente consciente. ▫ La consciencia es un estado eminentemente transitorio. • Una representación consciente en un momento dado, no lo es ya en el inmediatamente posterior, aunque pueda volver a serlo bajo condiciones fácilmente dadas. • Ocurre que, en el intervalo, hubo de ser algo que ignoramos: ▫ En este caso, eso era algo latente, inconsciente, en tanto era en todo momento (de tal intervalo) capaz de consciencia. • Se ha llegado al concepto de lo inconsciente por la elaboración de cierta experiencia en la que interviene la dinámica psíquica: ▫ Existen procesos o representaciones anímicas de gran energía que, sin llegar a ser conscientes, pueden provocar en la vida anímica las más diversas consecuencias, algunas de las cuales llegan a hacerse conscientes como nuevas representaciones. • Tales representaciones no pueden llegar a ser conscientes por oponerse a ello cierta energía, la cual ha llevado a cabo la represión y la ha mantenido luego. • Con el auxilio de la técnica psicoanalítica resulta posible suprimir tal energía y hacer conscientes dichas representaciones. • Así, pues, el concepto de lo inconsciente tiene como punto de partida la represión: lo reprimido es el prototipo de lo inconsciente. • Se nos presentan dos clases de inconsciente: ▫ Lo inconsciente latente.- Capaz de consciencia. Sólo es inconsciente en un sentido descriptivo: “PRECONSCIENTE”. ▫ Lo reprimido.- Incapaz de consciencia. Es inconsciente en un sentido dinámico. • Tenemos, entonces: ▫ Consciente (Cc.) ▫ Preconsciente (Prec.) ▫ Inconsciente (Icc.) • Suponemos, además, en todo individuo una organización coherente de sus procesos psíquicos: su yo. ▫ Éste, integra la consciencia, la cual domina el acceso a la motilidad, o sea la descarga de las excitaciones en el mundo exterior. ▫ Esta instancia psíquica, aun “adormecida” durante la noche, ejerce la censura onírica. • Del yo parten también las represiones. ▫ El conjunto de estos elementos (excluidos de la consciencia por la represión) se sitúa frente al yo en el análisis –labor a la cual se plantea el problema de suprimir las “resistencias” que el yo opone a todo contacto con lo reprimido. • Como tal resistencia parte y pertenece al yo, comprobamos que en éste hay también algo inconsciente, algo que se conduce idénticamente a lo reprimido. ▫ La neurosis sería el resultado de un conflicto existente entre el yo coherente y lo reprimido disociado de él. EL “YO” Y EL “ELLO”
• Todas las percepciones procedentes del
exterior (sensoriales) y del interior (sensaciones y sentimientos) son conscientes. • La diferencia entre una “idea inconsciente” y una “idea preconsciente” (un pensamiento) consiste en que el material de la primera permanece oculto, mientras que la segunda se muestra enlazada con representaciones verbales. ▫ Éstas últimas son restos mnémicos: fueron, en un momento dado, percepciones y pueden volver a ser conscientes. • Los restos verbales proceden, esencialmente, de percepciones acústicas. ▫ La palabra es, pues, esencialmente el resto mnémico de la palabra oída. • Sin embargo, también tienen lugar los restos mnémicos ópticos –de las cosas– y la posibilidad de un acceso a la consciencia, de los procesos mentales, por retorno de los restos visuales (pensamiento visual). • Por medio de las representaciones verbales, quedan convertidos los procesos mentales interiores en percepciones. • Aquello que llamamos nuestro yo se conduce en la vida “pasivamente” y, en vez de vivir, somos “vividos” por poderes ignotos e invencibles. • El yo es el ente que emana del sistema “percepción” (P.) –representa el mundo exterior, real, en lo anímico– y es primero preconsciente. • El Ello sería lo psíquico restante –inconsciente– en lo que dicho yo se continúa. • Un individuo, ahora, es un Ello psíquico desconocido e inconsciente, en cuya superficie aparece el yo, que se ha desarrollado partiendo del sistema P., su nódulo. • Lo reprimido constituye una parte del Ello, y se halla separado del Yo por las resistencias de la represión. • El yo se esfuerza en transmitir al Ello la influencia del mundo exterior y aspira a constituir el principio del placer, que reina sin restricciones en el Ello, por el principio de la realidad. ▫ La percepción es para el “yo”, lo que para el “Ello” es el instinto. ▫ El yo representa lo que pudiéramos llamar la razón o la reflexión, opuestamente al Ello, que contiene las pasiones. • La importancia funcional del yo reside en el hecho de regir normalmente los accesos a la motilidad (descarga de las excitaciones en el mundo exterior). • Sin embargo, el Yo se nos muestra forzado, en ocasiones, a transformar en acción la voluntad del Ello, como si fuera la suya propia. • En la génesis del yo, y en su diferenciación del Ello, aparte del sistema P., ha participado la “superficie” del propio cuerpo, lugar del cual pueden partir, simultáneamente, percepciones externas e internas. • El yo es, ante todo, un ser corpóreo, incluso la proyección de una superficie. ▫ El yo se deriva, en último término, de las sensaciones corporales, principalmente, de aquellas producidas en la superficie del cuerpo. ▫ Por ello, puede ser considerado como una proyección mental de dicha superficie. EL “YO” Y EL “SÚPER-YO” (IDEAL DEL YO)
• Existe una fase especial del yo, o sea,
una diferenciación dentro del mismo: súper-yo o ideal del yo. • El yo, débil aún al principio, en las primeras fases del desarrollo, recibe noticia de las cargas de objeto, producto de las aspiraciones eróticas, y las aprueba o intenta rechazarlas por medio del proceso de la represión. ▫ Cuando tal objeto sexual es abandonado, surge frecuentemente en su lugar una modificación del yo: reconstrucción del objeto perdido en el yo, mediante la sustitución de una carga de objeto por una identificación. • Tal sustitución participa, considerablemente, en la estructuración del yo y contribuye, sobre todo, a la formación de aquello que denominamos su carácter. ▫ El carácter del yo es un residuo de las cargas de objeto abandonadas y contiene la historia de tales elecciones de objeto. • La capacidad de resistencia a las influencias emanadas de la historia de las elecciones eróticas del objeto, varía mucho entre los individuos, dependiendo del carácter del sujeto. • Esta transmutación de una elección erótica de objeto en una modificación del yo, es para éste un medio de dominar al Ello, reconocido como el gran depósito de la libido. • Así, hace más profundas sus relaciones con él, a costa de una mayor docilidad de su parte. ▫ Cuando el yo toma los rasgos del objeto perdido, se “ofrece”, como tal, al Ello: “puedes amarme, pues soy parecido al objeto perdido”. • La transformación de la libido objetal en libido narcisista, que aquí tiene efecto, trae consigo un abandono de los fines “sexuales”, una “desexualización”, una especie de sublimación, en donde se le propone a la libido un nuevo fin. • Los efectos de las primeras identificaciones, realizadas en la más temprana edad, son siempre generales y duraderos. • Esto nos lleva a la génesis del ideal del yo, pues detrás de él se oculta la primera y más importante identificación del individuo, o sea, la identificación con el padre. • Las elecciones de objeto pertenecientes al primer objeto sexual –que recaen sobre el padre y la madre– parecen tener como desenlace normal tal identificación, e intensificar, así, la identificación primaria. • Relaciones complicadas, en donde participan: la disposición triangular de la relación de Edipo y la bisexualidad constitucional del individuo. • Al llegar a la destrucción del complejo de Edipo tiene que ser abandonada la carga de objeto de la madre y, en su lugar, surge una identificación con la madre o queda intensificada la identificación con el padre. ▫ Este último resultado es el que consideramos como normal y permite la conservación de la relación cariñosa con la madre. • El naufragio del Edipo afirmaría, así, la masculinidad en el carácter del niño. • En forma totalmente análoga puede terminar el Edipo por una intensificación de su identificación con la madre (o por el establecimiento de tal identificación), que afirma el carácter femenino del sujeto. • El análisis nos muestra, muchas veces, que la niña, después de haberse visto obligada a renunciar al padre como objeto erótico, exterioriza los componentes masculinos de su bisexualidad constitucional y se identifica no ya con la madre, sino con el padre; o sea, con el objeto perdido. • El desenlace del complejo de Edipo –en una identificación con el padre o la madre– parece, pues, depender, en ambos sexos, de la energía relativa de las dos disposiciones sexuales. ▫ Esta es una de las formas en las que la bisexualidad interviene en los destinos del complejo de Edipo. • Pero, el súper-yo no es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello, sino también una enérgica formación reactiva contra las mismas. ▫ Su relación con el yo involucra la advertencia: “así –como el padre– debes ser”; y, comprende también la prohibición: “así –como el padre– no debes ser: no debes hacer todo lo que él hace, pues hay algo que le está exclusivamente reservado”. • Esta doble faz del ideal del yo depende de su anterior participación en la represión del complejo de Edipo, e incluso debe su génesis a tal represión. • El súper-yo conservará el carácter del padre, y cuanto mayores fueron la intensidad del complejo de Edipo y la rapidez de su represión (bajo las influencias de la autoridad, la religión, la enseñanza): ▫ Más severamente reinará, después, sobre el yo como conciencia moral, o quizás como sentimiento inconsciente de culpabilidad. • Esta génesis del súper-yo constituye el resultado de dos importantísimos factores: ▫ Biológico ▫ Histórico • De la larga indefensión y dependencia infantil del hombre, y de su complejo de Edipo. • El ideal del yo es el heredero del complejo de Edipo. ▫ Con esto, es la expresión de los impulsos más poderosos del Ello y de los más importantes destinos de su libido. ▫ Por medio de su creación, se ha apoderado el yo (representante del mundo exterior) del complejo de Edipo y ha sometido, simultáneamente al Ello (mundo interior). • El ideal del yo satisface todas aquellas exigencias que se plantean en la parte más “elevada” del hombre. • En el curso sucesivo del desarrollo queda transferido, a los maestros y a aquellas otras personas que ejercen autoridad sobre el sujeto, el papel del padre. ▫ Sus mandatos y prohibiciones conservan su eficiencia en el yo ideal y ejercen, ahora, en calidad de “conciencia”, la censura moral. • La tensión entre las aspiraciones de la conciencia y los rendimientos del yo es percibida como sentimiento de culpabilidad. LAS DOS CLASES DE INSTINTOS • Siguiendo con una descripción más exacta de las relaciones dinámicas de la vida anímica (“Más allá del principio del placer”), es necesario distinguir dos clases de instintos: ▫ Eros (“instinto de vida”), que integra: El instinto sexual, propiamente dicho, no coartado; también los impulsos instintivos coartados en su fin y sublimados, derivados de él; y, el instinto de conservación. • Tanatos (“instinto de muerte”): ▫ Cuya misión es hacer retornar todo lo orgánico animado, al estado inanimado. • La vida sería un “combate” y una transacción entre ambas tendencias. • La antítesis de las dos clases de instintos puede ser sustituida por la polarización: amor y odio. ▫ La observación clínica muestra que: El odio es el compañero inesperado y constante del amor (ambivalencia). Bajo muy diversas condiciones, puede, cada uno, transformarse en el otro. • En la paranoia persecutoria esa persona amadísima se convierte, para el enfermo, en su perseguidor, contra el cual orientará su agresión. • El mecanismo de la transformación del amor en odio lleva a considerar que en la vida anímica existe una energía desplazable, susceptible de agregarse a un impulso erótico, o destructor, e intensificar su carga general. ▫ ¿De dónde procede tal energía? • Dicha energía, desplazable e indiferente, que actúa probablemente tanto en el yo como en el Ello, procede de la provisión de libido narcisista, siendo, por tanto, Eros desexualizado. ▫ Los instintos eróticos parecen, en general, más plásticos, desviables y desplazables, que los de destrucción. ▫ Esta libido desplazable labora al servicio del principio del placer para evitar los estancamientos y facilitar las descargas. • Si esta energía desplazable es libido desexualizada, podremos calificarla, también, de “sublimada”; pues mantendrá siempre la intensión principal del Eros. • En definitiva, al principio, toda la libido se halla acumulada en el Ello, mientras el yo es aún débil y está en período de formación. • El Ello emplea una parte de esta libido en cargas eróticas de objeto, después de lo cual el yo, robustecido ya, intenta apoderarse de esta libido del objeto e imponerse al Ello como objeto erótico. ▫ El narcisismo del yo es, de este modo, un narcisismo secundario, sustraído a los objetos. LAS SERVIDUMBRES DEL YO
• EL súper-yo debe su especial situación, con
respecto al yo, al hecho de ser: 1. La primera identificación que hubo de ser llevada a efecto, siendo aún “débil” el yo. 2. El heredero del complejo de Edipo, y haber introducido, así, en el yo los objetos más importantes. • El súper-yo participa de las modificaciones ulteriores del yo. ▫ Conserva, durante toda la vida, el carácter que le imprimió su génesis del complejo paterno: la capacidad de oponerse al yo y dominarlo, a manera de un “imperativo categórico”. • Por ejemplo: en el tratamiento analítico, hay personas que se muestran descontentas y empeoran marcadamente, cuando el terapeuta se muestra satisfecho de la marcha del tratamiento. • Tales personas reaccionan en un sentido inverso a los progresos de la cura, mostrando la llamada “reacción terapéutica negativa”. • En estos enfermos, predomina la necesidad de la enfermedad y no la voluntad de curación: hay algo que se opone a la misma, la cual es considerada como un peligro. ▫ Esto se debe a un factor de orden moral, se trata de un sentimiento de culpabilidad –el cual permanece mudo para el enfermo– que halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo que la misma significa. • El sentimiento (normal) consciente de culpabilidad (conciencia moral) no opone dificultad alguna al proceso de curación. ▫ Reposa en la tensión entre el yo y el ideal del yo, siendo la expresión de una “condena” del yo (instancia crítica). El ideal del yo muestra, entonces, una particular severidad y hace al yo objeto de sus iras, a veces, extraordinariamente crueles. • En ciertas formas de la neurosis obsesiva, es extraordinariamente intenso el sentimiento de culpabilidad. ▫ Aquí, el súper-yo es influido por procesos que permanecen ocultos al yo: sentimientos reprimidos constituyen la base del sentimiento de culpabilidad. • En la melancolía, ante el influjo del súper-yo, el yo se reconoce culpable y se somete al castigo. ▫ El componente destructor (sadismo) se ha instalado en el súper-yo y vuelto contra el yo: En el súper-yo reina, entonces, el instinto de muerte, que puede, incluso, llevar a la muerte al yo. • Gran parte del sentimiento de culpabilidad tiene que ser, normalmente, inconsciente en tanto la génesis de la conciencia moral se halla íntimamente ligada al complejo de Edipo, integrado en lo inconsciente. ▫ Tanto en el “bien” como en el “mal”, va la naturaleza humana mucho más allá de lo que el individuo supone, de lo que el yo reconoce por percepción consciente. • Así, demuestra el súper-yo su independencia del yo consciente, y sus íntimas relaciones con el Ello inconsciente. • Los peligrosos “instintos de muerte” son tratados en el individuo de muy diversos modos. ▫ Parte de ellos queda neutralizada por su mezcla con componentes eróticos. ▫ Otra parte es derivada hacia el exterior, como agresión. ▫ Y, una tercera parte continúa, libremente, su labor interior. • Desde el punto de vista de la moralidad (restricción de los instintos), puede afirmarse: ▫ El “Ello” es totalmente amoral. ▫ El “yo” se esfuerza en ser moral. ▫ El “súper-yo” puede ser “hipermoral” y hacerse, entonces, tan cruel como el Ello. • Mientras más se limita el hombre su agresión hacia el exterior, más severo y agresivo se hace en su ideal del yo, como por un desplazamiento y un retorno de la agresión hacia el yo. • La moral, general y normal, tiene ya un carácter severamente restrictivo y cruelmente prohibitivo, del cual procede la concepción de un ser superior que castiga implacablemente. Las diversas relaciones del yo… • El yo se halla encargado de importantes funciones. ▫ Por su relación con el sistema de la percepción, establece el orden temporal de los procesos psíquicos y los somete al examen de la realidad. ▫ Mediante la interpolación de los procesos mentales, consigue un aplazamiento de las descargas motoras y domina los accesos a la motilidad. • El yo se enriquece con la experiencia del mundo exterior, propiamente dicho, y tiene en el Ello otra especie de mundo exterior, al que intenta dominar. ▫ Sustrae libido de él y transforma sus cargas de objeto en estructuras yoicas. • El contenido del Ello puede pasar al yo por dos caminos distintos: ▫ Uno de ellos es directo, y el otro atraviesa el ideal del yo. ▫ El yo progresa desde la percepción de los instintos hacia su dominio; y, desde la obediencia a los instintos hasta su coerción, con la participación del ideal del yo. • Pero, por otra parte, se nos muestra el yo como una pobre cosa sometida a tres distintas servidumbres, y amenazada por tres diversos peligros, emanados: ▫ Del mundo exterior, de la libido del yo, y del rigor del súper-yo. • En calidad de instancia fronteriza, quiere el yo constituirse en mediador entre el mundo exterior y el Ello: ▫ Intentando adaptar al Ello al mundo exterior, y alcanzar en éste los deseos del Ello, por medio de su actividad muscular. • De esta manera, se ofrece al Ello como objeto de su libido, a la cual procura atraer sobre sí. • Cuando el yo sufre la agresión del súper-yo o sucumbe a ella, ofrece su destino grandes analogías con el de los protozoos que sucumben a los efectos de los productos de descomposición creados por ellos mismos. • Entre las servidumbres del yo, la que lo liga al súper-yo es la más interesante. • Finalmente, ante estos tres peligros, se manifiesta angustia, en donde el yo desarrolla el reflejo de fuga, retirando su propia carga de la percepción amenazadora o del proceso desarrollado en el Ello, considerado peligroso, y emitiéndola en calidad de angustia. • Así, el yo resulta ser la verdadera residencia de la angustia.
RESEÑA CORRESPONDIENTE AL ENSAYO: EL ARTICULO "FENOMENOLOGIA" DE LA ENCICLOPEDIA BRITÁNICA. EN: Invitación A La Fenomenología. Barcelona, Editorial Paidós, 1992.