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Mitos Clasificados

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La mano de Dios?
1986. Campeonato Mundial de Ftbol en Mxico. El equipo argentino avanza con xito
hacia la final: Diego Armando Maradona, el capitn del seleccionado, deja al mundo con la boca
abierta ante la habilidad y ante la inteligencia de su juego. A medida que los rivales quedan en el
camino, la fe de los "hinchas" crece, y la figura del jugador adquiere la dimensin de un hroe
sagrado. De todos los partidos, el que se espera con ms ansiedad es el que enfrenta a la Argentina
contra Gran Bretaa, que haba vencido a aquella haca cuatro aos en la dolorosa Guerra de las
Malvinas. El primer gol ante el equipo ingls, Diego lo ejecuta con la mano, "la mano de Dios" 1
dir el futbolista irnicamente. Al decirlo, no imaginaba que, a los ojos de sus seguidores, no estaba
lejos de la verdad. "Rey del mundo, Diego inmortal", rezar el titular de un diario argentino despus
de la victoria. Aun sus mismos rivales lo aceptan: "Vencidos por el hombre mgico", afirma la
primera plana del Daily Mail.
Despus de la victoria final contra los alemanes, el dolo vuelve a Npoles, donde lo espera
la consagracin definitiva:
Cmo va a vivir como los dems Maradona en Npoles si para la gente es tan
patrono de la ciudad como San Genaro?Cmo si todo es devocin? [...] Muchos
aficionados se ataron con cadenas a las verjas en plena calle para que no los
desalojaran del lugar donde pasara Diego.2
Maradona se haba convertido en un mito.

El mito clsico
En el relato anterior, hemos empleado trminos como "fe", "hroe sagrado", "gloria", "la
mano de Dios", "devocin", que nos remiten al universo de los mitos clsicos.
En su definicin ms simple, el mito es un relato de carcter sagrado, que resulta siempre
fruto de una creacin colectiva. Como en el caso de Maradona, hace falta el consenso de las
multitudes para que una figura, o un hecho, alcance la categora de mito.
Todo mito encierra, tal como afirma Alonso Martn, "un ncleo de verdades naturales que se
revisten, con la imaginacin y las diversas experiencias histricas de los pueblos, de elementos y
escenificaciones ms o menos fantsticas"3. Tiene como fuente un hecho real (la victoria deportiva
de un pas sobre su histrico rival) sobre el cual la fantasa popular urde el relato mitolgico (la
colaboracin de Dios con el equipo vencedor).
Con la ayuda de los arquelogos, los estudiosos se esfuerzan por comprender estos datos
histricos que generaron la explicacin mtica. Un caso curioso es el de los cclopes, gigantes con
un solo ojo que estaban relacionados con el trabajo de los metales. Sobre ellos, afirma el mitlogo
Robert Graves:
Los cclopes parecen haber sido un gremio de los forjadores de bronce de la Hlade
primitiva. Cclope significa "los de ojo anular" y es probable que se tatuaran con
anillos concntricos en la frente, en honor del Sol, la fuente del fuego de sus hornos
[...]. Los cclopes tenan tambin un solo ojo en el sentido de que los herreros se
1
2
3

Crnica, 26 de junio de 1986.


Crnica, 2 de septiembre de 1986.
Citado por Gmez Prez, Rafael en Los nuevos dioses. Espaa, Rialp, 1986.

cubren con frecuencia un ojo con un parche para evitar las chispas que vuelan.4
Si se considera, adems, cuan primitivos deban ser los mtodos para trabajar los metales, es
lgico suponer que los herreros fueran hombres sumamente fuertes, que el lenguaje del mito
transform en gigantes.

Mitos y leyendas
Por lo general, las palabras mito y leyenda se utilizan de modo indistinto. Sin embargo, es
posible establecer entre ambos algunas diferencias, aunque, en muchos casos, los lmites entre una y
otra sean imprecisos.
El mito est directamente relacionado con lo sagrado, por lo tanto, sus protagonistas son
dioses y hroes ligados a esos dioses, que los protegen o los ponen a prueba. Los hechos evocados
transcurren en un tiempo impreciso, en el que las deidades tienen un trato directo y cer cano al
hombre, como Atenea, que ayuda a su hroe favorito, Aquiles, en la guerra de Troya.
En las leyendas, no existe tal proximidad a los dioses y, aunque ocurren cosas maravillosas o
aparecen seres sobrenaturales, estos hechos no se consideran sagrados.
Tomemos como ejemplo la leyenda del conde Drcula, inspirada en un personaje histrico:
el sanguinario prncipe Vlad, que vivi durante el siglo XVI 5 y luch contra los turcos. Aunque en
su protagonista abundan los rasgos fantsticos es un vampiro sobrenatural, un muerto viviente que
sale por las noches a alimentarse de sangre humana, y slo se puede acabar con l clavndole una
estaca de madera en el corazn, no se lo considera una divinidad: no tiene atributos sagrados ni se
le rinde culto. Por estas causas, pertenece al dominio de la leyenda.
En sntesis, el mito posee un carcter sagrado del que la leyenda carece.

La religin griega
Los griegos, como muchos pueblos de la Antigedad, eran politestas6. Crean que el destino
de los hombres era gobernado por una multitud de dioses que vivan en el monte Olimpo; por eso,
se los llamaba "los olmpicos". Esta concepcin religiosa es el producto final de una larga evolucin
en el tiempo que comenz en la prehistoria.
El hombre siempre se ha preguntado cmo surgi el universo, cul es el origen de los
hombres, los animales, las plantas. Hoy busca la respuesta en la ciencia; los pueblos primitivos la
encontraban en el mito.
Segn la cosmogona7 griega, en el principio de todas las cosas, la Madre Tierra, Gea,
emergi del Caos inicial y de ella surgi Urano, el Cielo. De estos dos seres elementales, nacieron
los gigantes de cien brazos, la raza de los poderosos titanes y los cclopes. Estos ltimos se
rebelaron contra Urano y, por esta causa, fueron encerrados en el Trtaro, el lugar ms profundo de
los Infiernos. Ofendida, Gea incit al ms joven de los titanes cuyo nombre era Cronos, el Tiempo,
a destronar a su padre. Cronos se apoder del universo y gobern junto a Rea, otra titn.
De la sangre de Urano, el titn vencido que cay al mar, naci Afrodita, la diosa del Amor y
de la Belleza.

4
5
6
7

Graves, Robert. Los mitos griegos. Buenos Aires, Alianza, 1993.


Generalmente, las leyendas pueden localizarse en una poca histrica determinada.
La palabra politestas proviene del griego: poli, "muchos", y theo, "dios".
La palabra cosmogona tambin es de origen griego: cosmos, "mundo", y gonos, "nacimiento".

El culto a los animales


Adems de rendir culto a las potencias de la naturaleza, todos los pueblos primitivos
adoraron a los animales8. Resabios de este perodo zoomrfico9 de la religin griega aparecen en los
relatos de los hroes ms antiguos: Heracles (a quien los romanos llamaron Hrcules) y Perseo,
pues ambos se enfrentaron con seres monstruosos que tenan, al menos parcialmente, aspecto de
animales. El infatigable Heracles venci, entre otros, al enorme len de Nemea, que tena una piel
que ni el hierro, ni el bronce, ni la piedra podan herir y, asimismo, Heracles destruy a la Hidra de
Lerna, con cuerpo de perro y nueve cabezas de serpiente. Por su parte, Perseo, cuyo nombre
significa "el Destructor", se enfrent a Medusa, que tena serpientes en lugar de cabellos.
En el ao 1400 a. C. se inici la unificacin de los diversos pueblos que habitaban el
territorio griego, y comenz a gestarse la religin de los dioses olmpicos. Poco a poco, estos dioses
se impusieron a los animales deificados, aunque seguan asociados a ellos, porque cada deidad tena
un animal, o varios, que le estaban consagrados.

Los dioses olmpicos


Cuando las fuerzas de la naturaleza adoradas en la religin primitiva fueron desplazadas por
los nuevos dioses, termin de organizarse el cosmos10, y triunf la religin olmpica.
Los mitos continan, de esta manera, la historia de los titanes.
Poco dur la tranquilidad del reinado de Cronos: el destronado Urano le profetiz que le
estaba reservada la misma suerte que a l, pues uno de sus hijos le quitara el poder. En
consecuencia, Cronos devoraba cada ao al hijo que tena con Rea para impedir que se cumpliera la
prediccin.
Rea, furiosa a causa de esta crueldad, escondi a Zeus, su sexto hijo, y enga al titn
dndole una roca con forma de nio. Zeus fue criado como pastor y, ya adulto, con la ayuda de su
madre logr acercarse a Cronos y lo convenci para que ingiriera una bebida a la cual le haba
agregado una pcima que lo hizo vomitar a sus hermanos vivos: Hestia, Dmeter, Hera, Hades y
Poseidn.
Zeus, a menudo llamado "Padre de los dioses", porque fue el salvador de los Olmpicos, se
reparti con sus hermanos el dominio del mundo. Guard para s el cielo, le dio a Poseidn las
aguas y a Hades, el dominio de los muertos, que estaba debajo de la Tierra.
Otros dioses importantes de la mitologa griega eran Apolo, Artemisa, Atenea, Ares y
Hermes, pero la sociedad de los Olmpicos era muy amplia, y aqu slo se han mencionado algunas
de las deidades principales.

Cmo eran los dioses?


Los dioses griegos tenan forma humana (a esta caracterstica se la llama
"antropomorfismo"11). Su apariencia era semejante a la de los hombres, pero estaban constituidos
por una sustancia ms noble, porque no coman pan ni tomaban vino, y por sus venas no corra la
8

9
1
1

Los egipcios consideraban sagrados a los gatos, escarabajos, halcones, serpientes, hipoptamos... y fueron los
creadores de fabulosas criaturas, productos de la combinacin de diferentes seres, como en el caso de la esfinge, que
tena cuerpo de len y cabeza de mujer.
Zoomrfico, de zoos, "animal", y morphos, "forma"
0
Cosmos, en griego, significa "orden".
1
Del griego: anthropos, "hombre", y morphos, "forma".

sangre, sino un fluido eterno. Tenan su morada en el monte Olimpo, excepto Hades y Persfone, su
esposa, que habitaban bajo tierra, en el Reino de los Muertos, y las divinidades relacionadas con el
agua, que se distribuan en fuentes, ros y mares.
Se les atribua la perfeccin de la belleza y de la inmortalidad. La inmortalidad de los dioses
estaba asociada a la eterna juventud porque, para los griegos, la vejez slo era fuente de
calamidades y un estado despreciable para el hombre. Hasta tal punto apreciaban la juventud y la
belleza que, para las estatuas de los dioses, tomaban como modelos a los atletas, y aun los ancianos
eran representados en la plenitud de la fuerza, esbeltos y hermosos.
La historia de Tetis y de Peleo, los padres del hroe Aquiles, ilustra esta "divinizacin" de la
belleza y de la juventud. La diosa Tetis se enamor del joven Peleo, un humano, y solicit a Zeus
que le otorgara el don de la inmortalidad, mas olvid pedir para l la juventud eterna. Peleo no
muri, pero se volvi viejo, y Tetis se separ de l.
No parecen estos valores muy alejados de los actuales, si pensamos en tantos actores y
modelos cuya nica aspiracin es lograr la belleza perfecta y la eterna juventud. La mayor
diferencia radica, quizs, en que los griegos honraban a sus dioses, pero no trataban de parecerse a
ellos. Bien saban que el hombre est hecho de una materia muy diferente de la de los seres
inmortales y que tratar de imitarlos puede ser fuente de desdicha, como lo demuestra el caso de
Peleo.

Los atributos divinos


Cada uno de los dioses rega una esfera de la existencia humana: el Amor, la Guerra,
etctera. Los dominios de cada divinidad eran muy amplios. Apolo, por citar un caso, rega las artes,
las profecas y los juramentos; el arco y la lira le pertenecan, al igual que el laurel; influa en el
crecimiento del ganado; era protector de la juventud y de los ejercicios gimnsticos; lo invocaban
los marineros, que lo adoraban representado con la forma de un delfn. El resto de los dioses tena
una esfera de influencia igualmente amplia. Aunque, a veces, estas divinidades se peleaban,
rpidamente se reconciliaban. No poda haber entre ellos enfrentamientos duraderos, ya que
simbolizaban el orden del universo, el cosmos.
Como veremos a continuacin, el comportamiento de los dioses griegos carece de la
dimensin tica que revisten las divinidades de otras religiones.
Cierta vez, Atenea, venerada como inventora y como protectora de las artes textiles, se
present a un concurso de tejido disfrazada de mujer mortal. Compiti con la princesa lidia Aracne,
que haba tejido un bellsimo pao en el cual aparecan representados los amores de los dioses del
Olimpo. Atenea examin atentamente la obra de su oponente, tratando de encontrarle algn defecto,
pero no pudo hallar ninguno. Entonces rompi el pao encolerizada y, para vengarse, convirti a la
princesa Aracne en una araa.
Otra peculiaridad de estos dioses es su corporeidad: no se trata de seres espirituales ni de
principios inmateriales, sino que pueden volverse visibles para los mortales y viven en un lugar
geogrfico concreto, dentro del mundo que habitan los humanos.
Esto se comprende si se tiene en cuenta que, para la religin griega, todas las dimensiones
de la existencia humana eran regidas por los dioses. El mundo se consideraba como una unidad
inseparable:
[...] como un todo ordenado en una conexin viva, en la cual y por la cual cada cosa
alcanzaba su posicin y su sentido. Es una concepcin orgnica porque las partes
son consideradas como miembros de un todo12.

Jaeger, Werner. Paideia. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1978.

La funcin de los poetas


Las religiones llamadas "orientales" (la hebrea, la mahometana, incluso, la budista y la
persa) tienen profetas, hombres elegidos por la divinidad para guiar a sus fieles y revelarles sus
designios. Son ellos quienes escriben las escrituras sagradas (la Biblia, el Corn) en las que se
exponen los preceptos religiosos.
En la civilizacin helnica, en cambio, son los poetas los encargados de divulgar los mitos
de los dioses. La obra de Homero (quien se supone que vivi en el siglo IX a. C.) es la fuente
principal de los mitos helnicos. Las musas, divinidades protectoras de las artes, eran quienes
inspiraban a los creadores sus producciones artsticas.
La importante funcin de estas diosas es referida con claridad en el "Himno a Zeus", de
Pndaro (518-483 a. C.)13. Cuando Zeus hubo ordenado el mundo, los dioses se asombraron de su
magnificencia. El padre de los dioses les pregunt si les pareca que careca de algo. Ellos le
respondieron que faltaba una voz para alabar la creacin con palabras y con msica. Entonces, Zeus
cre a las musas.

La vida despus de la muerte


Muchas religiones actuales consideran que el hombre puede acceder, despus de la muerte, a
un premio o a un castigo eternos, segn su comportamiento en la vida terrenal.
Esta idea hubiera sonado muy extraa a los odos de los griegos pues, para ellos, slo la vida
tena valor. Cuando el hombre mora, se transformaba en una sombra que deba vagar eternamente
por el reino de Hades. Salvo unas pocas excepciones, no reciba el hombre un premio o un castigo.
Por eso, la religin olmpica no exiga que se conservasen los cadveres por medios
artificiales, como hacan los egipcios a travs de la momificacin. Los griegos cremaban a los
difuntos, porque el muerto perteneca a otro reino, y su alma deseaba romper los lazos que lo unan
al mundo de los vivos. La cremacin apresuraba esta ruptura y lo liberaba. Ni siquiera los dioses,
salvo los subterrneos, tenan poder sobre los muertos.

El culto a los dioses


Los dioses helnicos no le pedan al hombre que cumpliera con determinados preceptos
morales, pero exigan respeto y honores. Los mortales, adems, deban honrarlos a todos por igual:
aquel que despreciaba a un dios en favor de otro, generalmente, sufra un castigo.
Hiplito, el hijo de Teseo, veneraba a Artemisa, patrona de la caza, pero despreciaba a
Afrodita, diosa de la belleza y del amor, ya que no quera tener relacin con mujer alguna. Esto fue
considerado una ofensa por Afrodita, que acab con la vida del joven. Algo semejante le ocurri a
Paris, prncipe de Troya. Cuando debi juzgar la belleza de tres diosas y favorecer solamente a una
con su fallo, atrajo sobre s la ira de las dos que se sintieron despreciadas.

Los hroes
Al unirse los dioses con diversos mortales, originaron a los hroes, tambin llamados
"semidioses". El caudal ms importante de los relatos mticos de la civilizacin griega gira en torno
1

El himno se ha perdido, pero, gracias a algunos comentaristas, se conoce parte de su contenido.

a estos hombres excepcionales.


Cada grupo social tiene sus propios hroes, que van cambiando de acuerdo con los
diferentes ideales que ese pueblo persigue en su proceso histrico. Por eso, no existe un nico tipo
de hroe.
Cmo identificarlos? A pesar de su diversidad, los hroes tienen rasgos que permiten
diferenciarlos. En primer lugar, su figura se destaca porque tiene una marca, al igual que sucede con
los superhroes actuales, como Superman, Batman o el Hombre Araa.
En algunos casos, la marca es un rasgo fsico: el guerrero Aquiles sobresala por la velocidad
y por la fuerza, y Edipo tena los tobillos marcados.
La seal distintiva puede ser tambin un objeto que se relacione con el hroe: Heracles
cargaba sobre sus espaldas la piel del len de Nemea, que ninguna arma poda atravesar. En otros
casos, la individualizacin est dada por un rasgo interno, como en el caso de Odiseo (a quien los
romanos llamaron Ulises), que sobresala por su astucia.
Adems, el hroe debe encarnar los ideales morales de su poca. Si comparamos, por
ejemplo, a los protagonistas de las epopeyas atribuidas a Homero, La Ilada y La Odisea, notamos
que, mientras que en Aquiles se valoran las cualidades del guerrero como la fuerza y la destreza en
el campo de batalla, en Odiseo, se destaca la inteligencia por encima de la fuerza fsica. Esto se
comprende porque Aquiles representa el ideal de una Grecia que se consolida como nacin; en tanto
que La Odisea, obra posterior, retrata una sociedad ya afianzada, que valora en mayor medida lo
intelectual.
Otra caracterstica de los hroes griegos es que se hallan ligados a una determinada regin
geogrfica, y sus lazos familiares aparecen con todo detalle en los mitos. Esto se debe a que los
habitantes de cada ciudad se enorgullecan de los hroes que le haban dado prestigio y se ufanaban
de ser sus descendientes, o pretendan estar relacionados con ellos. Los hroes establecan un
importante lazo entre la comunidad y los dioses, porque eran figuras emparentadas tanto con una
como con los otros.

Los orculos
Las moiras eran las encargadas de ejecutar el destino que los dioses determinaban para cada
ser humano. Por eso, los griegos le otorgaban especial importancia a la prediccin del futuro y
desarrollaron diversos mtodos para conocer la voluntad de los dioses.
Uno de ellos era recurrir a los adivinos; pero el mtodo ms popular para conocer las
decisiones de los dioses consista en consultar los orculos, templos en los cuales sacerdotes o
sacerdotisas, consagrados a un dios, comunicaban a los fieles los designios de la divinidad.
El ms importante de los orculos fue el de Delfos, dedicado al dios Apolo. Las consultas se
efectuaban en fechas fijas, segn el calendario religioso del dios, y a quienes acudan se les cobraba
un impuesto acorde con el tipo de asunto que queran consultar. Despus de un sacrificio ritual, los
fieles eran admitidos en el templo, y los sacerdotes conducan a la Pitia como llamaban a la
sacerdotisa hasta una habitacin en la que slo ella poda ingresar. Desde all, transmita los
orculos que Apolo le inspiraba.
Cmo proceda la sacerdotisa para dar sus orculos es an un misterio. Algunos afirman que
entraba en un trance hipntico provocado por los vapores de ciertas hierbas que se quemaban en la
habitacin; otros sostienen que masticaba hojas de laurel, que tenan un efecto txico...; pero nada
de esto ha podido ser comprobado.
A menudo, los orculos estaban formulados en forma de acertijos que era necesario
descifrar. Estas historias con juegos de ingenio eran muy apreciadas por los griegos, quienes
muchas veces las coleccionaban.
Tanta autoridad tenan los orculos para los griegos, y tambin para los pueblos vecinos, que
desde las cuestiones particulares hasta los asuntos de Estado se decidan segn las profecas de los

orculos.

A modo de conclusin
Los mitos griegos han sido estudiados por la Filologa, ya que dieron origen a muchas
palabras. Se los ha investigado tambin desde el punto de vista de la Historia, la Psicologa y la
Literatura. Pero, sin excluir el valor de las conclusiones de estas disciplinas, en general, se ha
dejado de lado un aspecto esencial: su relacin con lo sagrado dentro del contexto de la civilizacin
griega. Este trabajo ha tratado, sumariamente, de revalorizar la mitologa como parte de la religin
de ese magnfico pueblo que fue la cuna de la civilizacin occidental: los griegos.

Homero - Hesodo - Sfocles - Ovidio - Eurpides


y otros
MITOS CLASIFICADOS 1

Nota de la editora: se consignan, en la bibliografa, las fuentes de los mitos seleccionados. En


Cuarto de herramientas, se incluye un breve diccionario mitolgico en el que figuran los dioses
mencionados en los relatos, de modo de evitar que excesivas notas al pie de pgina entorpezcan la
lectura. En la misma seccin, ofrecemos un mapa arqueolgico de Grecia.

LOS HOMBRES Y LOS DIOSES


Orfeo y Eurdice
Orfeo canta.
Canta recorriendo las praderas y los bosques de su pas, Tracia. Acompaa su canto con una
lira, instrumento que l perfeccion agregndole dos cuerdas... Hoy la lira posee nueve cuerdas.
Nueve cuerdas... en homenaje a las nueve musas!
El canto de Orfeo es tan bello, que las piedras del camino se apartan para no lastimarlo, las
ramas de los rboles se inclinan hacia l, y las flores se apuran a abrir sus capullos para escucharlo
mejor.
De repente, Orfeo se detiene: frente a l, hay una muchacha de gran belleza. Sentada en la
ribera del ro Peneo, est peinando su larga cabellera. Pero se detiene con la llegada del viajero. Ella
viste slo una tnica ligera, al igual que las nyades que habitan las fuentes. Orfeo y la ninfa se
encuentran cara a cara un instante, sorprendidos y encandilados uno por el otro.
Quin eres, hermosa desconocida? le pregunta al fin Orfeo, acercndose a ella.
Soy Eurdice, una hamadrade.
Por el extrao y delicioso dolor que le atraviesa el corazn, Orfeo comprende que el amor
que siente por esta bella ninfa es inmenso y definitivo.
Y t? pregunta, por fin, Eurdice. Cul es tu nombre?
Me llamo Orfeo. Mi madre es la musa Calope y mi padre, Apolo, el dios de la Msica!
Soy msico y poeta.
Haciendo sonar algunos acordes en su instrumento cuerdas tendidas en un magnfico
caparazn de tortuga, agrega:
Ves esta lira? La invent yo y la he llamado ctara.
Lo s. Quin no ha odo hablar de ti, Orfeo?
Orfeo se hincha de orgullo. La modestia no es su fuerte. Le encanta que la ninfa conozca su
fama.
Eurdice murmura inclinndose ante ella, creo que Eros me ha lanzado una de sus
flechas...
Eros es el dios del Amor. Halagada y encantada, Eurdice estalla en una carcajada.
Soy sincero insiste Orfeo. Eurdice, quiero casarme contigo!
Pero escondido entre los juncos de la ribera, hay alguien que no se ha perdido nada de la
escena. Es otro hijo de Apolo: Aristeo, que es apicultor y pastor. l tambin ama a Eurdice, aunque
la bella ninfa siempre lo rechaz. Se muerde el puo para no gritar de celos. Y jura vengarse...

Hoy se casan Orfeo y Eurdice!


La fiesta est en su apogeo a orillas del ro Peneo. La joven novia ha invitado a todas las
hamadrades, que estn bailando al son de la ctara de Orfeo. De golpe, para hacer una broma a su
flamante esposo, exclama:
Podrs atraparme?
Riendo, se echa a correr entre los juncos. Abandonando su ctara, Orfeo se lanza en su
persecucin. Pero la hierba est alta, y Eurdice es rpida. Una vez que su enamorado queda fuera
de su vista, se precipita en un bosquecillo para esconderse. All, la apresan dos brazos vigorosos.
Ella grita de sorpresa y de miedo.
No temas murmura una voz ronca. Soy yo: Aristeo.
Qu quieres de m, maldito pastor? Regresa con tus ovejas, tus abejas y tus colmenas!
Por qu me rechazas, Eurdice?
Sultame! Te desprecio! Orfeo! Orfeo!
Un beso... Dame un solo beso, y te dejar ir.

Con un ademn brusco, Eurdice se desprende del abrazo de Aristeo y regresa corriendo a la
ribera del Peneo. Pero el pastor no se da por vencido y la persigue de cerca.
En su huida, Eurdice pisa una serpiente. La vbora hunde sus colmillos en la pantorrilla de
la muchacha.
Orfeo! grita haciendo muecas de dolor.
Su novio acude. Entonces, Aristeo cree ms prudente alejarse.
Eurdice! Qu ha ocurrido?
Creo... que me mordi una serpiente.
Orfeo abraza a su novia, cuya mirada se nubla. Pronto acuden de todas partes las
hamadrades y los invitados.
Eurdice... te suplico, no me dejes!
Orfeo, te amo, no quiero perderte...
Son las ltimas palabras de Eurdice. Jadea, se ahoga. Es el fin, el veneno ha hecho su
trabajo. Eurdice ha muerto.
Alrededor de la joven muerta, resuenan ahora lamentos, gritos y gemidos.
Orfeo quiere expresar su dolor: toma su lira e improvisa un canto fnebre que las
hamadrades repiten en coro. Es una queja tan conmovedora que las bestias salen de sus escondites,
se acercan hasta la hermosa difunta y unen sus quejas a las de los humanos. Es un canto tan triste y
tan desgarrador que, del suelo, surgen aqu y all miles de fuentes de lgrimas.
Es culpa de Aristeo! acusa de golpe una de las hamadrades.
Es verdad. He visto cmo la persegua!
Malvado Aristeo... Destruyamos sus colmenas!
S. Matemos todas sus abejas. Venguemos a nuestra amiga Eurdice!

Orfeo no tiene consuelo. Asiste a la ceremonia fnebre sollozando. Las hamadrades,


emocionadas, le murmuran:
Vamos, Orfeo, ya no puedes hacer nada. Ahora, Eurdice se encuentra a orillas del ro de
los infiernos, donde se renen las sombras.
Al or estas palabras, Orfeo se sobresalta y exclama:
Tienen razn. Est all. Debo ir a buscarla!
A su alrededor, se escuchan algunas protestas asombradas. El dolor haba hecho a Orfeo
perder la razn? El reino de las sombras es un lugar del que nadie vuelve! Su soberano, Hades, y el
horrible monstruo Cerbero, su perro de tres cabezas, velan por que los muertos no abandonen el
reino de las tinieblas.
Ir insiste Orfeo. Ir y la arrancar de la muerte. El dios de los infiernos consentir
en devolvrmela. S, lo convencer con el canto de mi lira y con la fuerza de mi amor!

La entrada en los infiernos es una gruta que se abre sobre el cabo Tnaro. Pero aventurarse
all sera una locura!
Orfeo se ha atrevido a apartar la enorme roca que tapa el orificio de la caverna; se ha
lanzado sin temor en la oscuridad. Desde hace cunto tiempo que camina por este estrecho
sendero? Enseguida, gemidos lejanos lo hacen temblar. Luego, aparece un ro subterrneo: el
Aqueronte, famoso ro de los dolores...
Orfeo sabe que esa corriente de agua desemboca en la laguna Estigia, cuyas orillas estn
pobladas por las sombras de los difuntos. Entonces, para darse nimo, entona un canto con su lira.
Y sobreviene el milagro: las almas de los muertos dejan de gemir, los espectros acuden en
muchedumbre para or a este audaz viajero que viene del mundo de los vivos!
De repente, Orfeo ve a un anciano encaramado sobre una embarcacin. Interrumpe su canto

para llamarlo:
Eres t, Caronte? Llvame hasta Hades!
Subyugado tanto por los cantos de Orfeo como por su valenta, el barquero encargado de
conducir las almas al soberano del reino subterrneo hace subir al viajero en su barca. Poco
despus, lo deja en la otra orilla, frente a dos puertas de bronce monumentales. All estn, cada uno
en su trono, el temible dios de los infiernos y su esposa Persfone! A su lado, el repulsivo can
Cerbero abre las fauces de sus tres cabezas; sus ladridos llenan la caverna.
Hades mira despectivo al intruso:
Quin eres t para atreverte a desafiar al dios de los infiernos?
Entonces, Orfeo canta. Acompaando el canto con su lira, alza una splica en tono
desgarrador:
Noble Hades, mi valenta nace solamente de la fuerza de mi amor! De mi amor hacia la
bella Eurdice, que me ha sido arrebatada el da mismo de mi boda. Ahora, ella est en tu reino. Y
vengo, poderoso dios, a implorar tu clemencia. S, devulveme a mi Eurdice! Djame regresar con
ella al mundo de los vivos.
Hades vacila antes de echar a este atrevido. Vacila, pues incluso el terrible Cerbero parece
conmovido por ese ruego: el monstruo ha dejado de ladrar. Se arrastra por el suelo, gimiendo!
Sabes, joven imprudente declara Hades sealando las puertas que nadie sale de los
infiernos? No debera dejarte ir!
Lo s! respondi Orfeo. No temo a la muerte! Puesto que he perdido a mi Eurdice,
perd toda razn de vivir. Y si te niegas a dejarme partir con ella, permanecer entonces aqu, a su
lado, en tus infiernos!
Persfone se inclina hacia su esposo para murmurarle algunas palabras al odo. Hades
agacha la cabeza, indeciso. Por fin, tras una larga reflexin, le dice a Orfeo:
Y bien, joven temerario, tu valor y tu pena me han conmovido. Que as sea: acepto que
partas con tu Eurdice. Pero quiero poner tu amor a prueba...
Una oleada de alegra y de gratitud invade a Orfeo.
Ah, poderoso Hades! La ms terrible de las condiciones ser ms dulce que la crueldad
de nuestra separacin! Qu debo hacer?
No darte vuelta para mirar a tu amada hasta tanto no hayan abandonado mis dominios.
Pues sers t mismo quien la conduzca fuera de aqu. Me has comprendido bien? No debes
mirarla ni hablarle! Si desobedeces, Orfeo, perders a Eurdice para siempre!
Loco de alegra, el poeta se inclina ante los dioses.
Ahora vete, Orfeo. Pero no olvides lo que he decretado.
Orfeo ve que las dos hojas de la pesada puerta de bronce se entreabren chirriando.
Camina delante de ella! No tienes derecho a verla!
Rpidamente, Orfeo toma su lira y se dirige hacia la barca de Caronte. Lo hace lentamente,
para que Eurdice pueda seguirlo. Pero, cmo estar seguro? La angustia, la incertidumbre le arrancan lgrimas de los ojos. Est a punto de exclamar: "Eurdice!", pero recuerda a tiempo la
recomendacin del dios y se cuida de no abrir la boca. Apenas sube a la barca de Caronte, siente
que la embarcacin se bambolea por segunda vez. Eurdice, pues, se ha unido a l! Refunfuando
por el sobrepeso, el viejo barquero emprende el camino contra la corriente.
Finalmente, Orfeo desciende en tierra y se lanza hacia el camino que conduce al mundo de
los vivos... Pronto, se detiene para or. A pesar de las corrientes de aire que soplan en la caverna,
adivina el roce de un vestido y el ruido de pasos de mujer que siguen por el mismo sendero.
Eurdice! Eurdice! Escala las rocas de prisa para reunirse con ella lo antes posible. Pero, y si se
est adelantando demasiado? Y si ella se extrava?
Dominando su impaciencia, disminuye la velocidad de su andar, atento a los ruidos que, a
sus espaldas, indican que Eurdice lo est siguiendo. Pero cuando vislumbra la entrada de la caverna
a lo lejos, una espantosa duda lo asalta: y si no fuera Eurdice? Y si Hades lo ha engaado? Orfeo

conoce la crueldad de la que son capaces los dioses, sabe cmo estos pueden burlarse de los
desdichados humanos! Para darse nimo, murmura:
Vamos, slo faltan algunos pasos...
Con el corazn palpitante, Orfeo da esos pasos. Y de un salto, llega al aire libre, a la gran
luz del da!
Eurdice... por fin!
No aguanta ms y se da vuelta.
Y ve, en efecto, a su amada.
En la penumbra.
Pues, a pesar de que sigue sus pasos, ella an no ha franqueado los lmites del tenebroso
reino. Y Orfeo comprende sbitamente su imprudencia y su desgracia.
Eurdice... no!
Es demasiado tarde: la silueta de Eurdice ya se desdibuja, se diluye para siempre en la
oscuridad. Un eco de su voz lo alcanza:
Orfeo... adis, mi tierno amado!
El enorme bloque se cierra sobre la entrada de la caverna. Orfeo sabe que es intil desandar
el camino de los infiernos.
Eurdice... Por mi culpa te pierdo una segunda vez!

Orfeo est de vuelta en su pas, Tracia. Ha contado sus desdichas a todos aquellos que cruz
en su camino. La conciencia de su culpabilidad hace que su desesperacin sea ahora ms intensa
que antes.
Orfeo le dicen las hamadrades, piensa en el porvenir, no mires hacia atrs... Tienes
que aprender a olvidar.
Olvidar? Cmo olvidar a Eurdice? No es mi atrevimiento lo que los dioses han querido
castigar, sino mi excesiva seguridad.
La desaparicin de Eurdice no ha privado a Orfeo de su necesidad de cantar: da y noche
quiere comunicar a todos su dolor infinito... Y los habitantes de Tracia no tardan en quejarse de ese
duelo molesto y constante.
De acuerdo! declara Orfeo. Voy a huir del mundo. Voy a retirarme lejos del sol y de
las bondades de Grecia. As, ya nadie me oir cantar ni gemir!

Siete meses ms tarde, Orfeo llega al monte Pangeo. All, alegres clamores indican que una
fiesta est en su plenitud. Bajo inmensas tiendas de tela, beben numerosos convidados. Algunos,
ebrios, cortejan de cerca a mujeres que han bebido mucho tambin. Cuando Orfeo est dispuesto a
seguir su camino, unas muchachas lo llaman:
Ven a unirte a nosotros, bello viajero!
Qu magnfica lira! As que eres msico? Canta para nosotros!
S. Ven a beber y a bailar en honor de Baco, nuestro amo!
Orfeo reconoce a esas mujeres: son las bacantes; sus banquetes terminan, a menudo, en
bailes desenfrenados. Y Orfeo no tiene nimo para bailar ni para rer.
No. Estoy de duelo. He perdido a mi novia.
Una perdida, diez encontradas! exclam en una carcajada una de las bacantes,
sealando a su grupo de amigas. Toma a una de nosotras por compaera!
Imposible. Nunca podra amar a otra.
Quieres decir que no nos crees lo suficientemente hermosas?
Crees que ninguna de nosotras es digna de ti?
Orfeo no responde, desva la mirada y hace ademn de partir. Pero las bacantes no estn

dispuestas a permitrselo.
Quin es este insolente que nos desprecia?
Hermanas, debemos castigar este desdn!
Antes de que Orfeo pueda reaccionar, las bacantes se lanzan sobre l. Orfeo no tiene ni
energa ni deseos de defenderse. Desde que ha perdido a Eurdice, el infierno no lo atemoriza, y la
vida lo atrae menos que la muerte.
Alertados por el alboroto, los convidados acuden y dan fin al infortunado viajero que se
atrevi a rechazar a las bacantes. En su ensaamiento, las mujeres furiosas desgarran el cuerpo del
desdichado poeta. Una de ellas lo decapita y se apodera de su cabeza, la toma por el cabello y la
arroja al ro ms cercano. Otra recoge su lira y tambin la tira al agua.

La noticia de la muerte de Orfeo se extiende por toda Grecia.


Cuando las musas se enteran, acuden al monte Pangeo, que las bacantes ya haban
abandonado. Piadosamente, las musas recogen los restos del msico.
Vamos a enterrarlo al pie del monte Olimpo! deciden. Le edificaremos a Orfeo un
templo digno de su memoria.
Pero, y su cabeza? Y su lira?
Ay, no las hemos encontrado.
Nadie volvi a ver jams la cabeza de Orfeo ni su lira.
Pero durante la noche, cuando uno pasea por las orillas del ro, a veces, sube un canto de
asombrosa belleza. Parece una voz acompaada por una lira.
Aguzando el odo, se distingue una triste queja.
Es Orfeo llamando a Eurdice.

La dolorosa historia de Orfeo y de Eurdice es mencionada por los trgicos griegos, entre ellos
Eurpides (siglo V a. C.) en su obra Las bacantes. Ms adelante, esa historia fue tema de muchas
peras, como las de Claudio Monteverdi (siglo XVII) y las de Christoph Gluck (siglo XVIII).

Filemn y Baucis

A Zeus, el ms poderoso de los dioses, le gustaba bajar a la Tierra. Disfrazado de simple


viajero, se mezclaba entonces entre los humanos para observarlos, ponerlos a prueba o seducirlos...
Aquel da, acompaado de su hijo Hermes, que tambin era su cmplice, caminaba por las
rutas de Frigia. Como caa la noche, las dos divinidades entraron en un pueblo de casas de rica
apariencia.
Ya era hora! exclam Hermes sealando el cielo, donde se acumulaban las nubes.
Zeus se encogi de hombros. La lluvia no le preocupaba, y la tormenta an menos: acaso l
no comandaba el rayo?
Bueno! exclam, he aqu un pueblo que me parece prspero. Veamos si sus
habitantes nos ofrecen un techo...
Justamente, el dueo de una lujosa mansin estaba por entrar en su morada. Zeus se dirigi a
l:
Noble seor, aceptaras brindar hospitalidad a estos dos viajeros rendidos?
El hombre apenas mir a los desconocidos. Se apresur a entrar en su casa y cerr la puerta,
cuyo pestillo de madera cay pesadamente. Ante el rostro desconcertado de su padre, Hermes
estall en una carcajada. Seal sus vestimentas y dijo:
Hay que decir que con estas ropas ridculas no inspiramos demasiado respeto! Quin
creera que son dioses los que se esconden detrs de estos harapos?
Llamaron a la puerta de la segunda casa, cuya fachada era tan opulenta como la de la
primera. Transcurri un largo rato hasta que apareci, en el hueco de la puerta, el rostro de un
hombre maduro. Bordados de plata adornaban su tnica.
Qu pasa? gru mirndolos de arriba abajo desconfiado. Quines son ustedes?
Extranjeros que pedimos...
Extranjeros? Sigan de largo!
Con estas clidas palabras, el dueo de casa les cerr la puerta en la cara. Ya comenzaban a
caer las gotas de lluvia.
Padre dijo Hermes, no crees que deberamos regresar al Olimpo? Mis sandalias
aladas...
Llama a esta otra puerta.
Suspirando, Hermes obedeci. Esta vez, les abri un joven esclavo 1; su expresin era
temerosa y, sobre sus hombros, se adivinaban marcas de latigazos.
Ah, joven! exclam Zeus. Mi hijo y yo estamos extenuados. Tu amo nos
concedera su hospitalidad?
Los dioses vieron en la sala principal una enorme mesa bien provista alrededor de la cual
numerosos comensales celebraban un festn. Se oan cantos y risas. El joven esclavo les susurr:
Ay, las consignas son estrictas! Slo debo dejar entrar a los invitados. Mi amo odia a los
intrusos.
No se enterar de nada dijo Hermes, sacando una moneda de su bolsillo. Seremos
discretos. Y un lugar en el establo nos bastar!
Imposible... Oh, creo que ah viene. Aljense antes de que los eche con sus perros!
La lluvia, ahora, era intensa.
Padre protest Hermes, por qu obstinarnos? Vistamos, al menos, nuestros mejores
trajes! Ya que no logramos despertar compasin, inspiremos confianza.
De ninguna manera. Quiero saber hasta dnde llegan el egosmo y la arrogancia de la
gente de este pueblo.
1

Los esclavos eran, generalmente, prisioneros de guerra y, muy a menudo los amos los maltrataban abusando de su
poder.

Al cabo de una hora, ya saban a qu atenerse: ninguno de los habitantes del pueblo los
haba invitado a entrar. A veces, se haban limitado a gritarles, desde detrs de la puerta cerrada, que
buscaran hospitalidad en otro sitio; otras veces, a pesar de que luces y voces indicaban que la
vivienda se hallaba habitada, no haban obtenido respuesta a sus llamados y a sus repetidos golpes.
Zeus se senta herido.
Cmo castigar a estos groseros?
Nos estamos empapando. Regresemos al Olimpo!
Espera. Todava, queda una ltima casa...
Esa choza miserable, a un lado del camino?
Mira: se filtra una plida luz por la ventana.
Se acercaron y llamaron a la puerta. Les abri una pareja de ancianos. A juzgar por su
delgadez, no deban saciar su hambre todos los das. Pero su rostro expresaba dulzura y calma. La
mujer, preocupada, les dijo enseguida:
Desdichados, afuera bajo la lluvia, a esta hora! Entren rpido a secarse.
Los dioses disfrazados se instalaron frente a la chimenea. El dueo de casa tom el ltimo
leo de una magra pila de madera para arrojarlo al hogar y reavivar el fuego. Zeus hizo notar a su
hijo el altar domstico donde haban depositado algunas ofrendas, prueba de que esos humanos
honraban, a menudo, a los dioses.
Cuando hayan entrado en calor dijo su anfitrin mostrando la mesa, compartirn
nuestra comida. Desgraciadamente, ser modesta: no tenemos ms que un poco de sopa y pan para
ofrecerles. Baucis, puedes agregar dos cuencos?
La anciana obedeci mientras su marido parta el pan en cuatro, reservando las partes ms
grandes para sus invitados.
Filemn? exclam de golpe la mujer. Estoy pensando: nuestro ganso...
Tienes razn, Baucis respondi el anciano sonriendo. No nos atrevamos a matarlo,
pero esta es una buena ocasin!
Conmovidos por la amabilidad de su anfitrin, los dioses quisieron impedrselo, pero este ya
haba salido en su busca. Al volver, sostena por las patas a un ganso tan delgado como sus dueos.
El animal, que deba comprender lo que le esperaba, chillaba con desesperacin.
Hasta entonces, Zeus y Hermes no haban reaccionado. De comn acuerdo, decidieron
revelar su identidad. Cambiaron de repente sus harapos empapados por trajes secos y dignos de su
condicin. Sus anfitriones, todava, no haban visto nada de ese prodigio: estaban demasiado
ocupados corriendo detrs de su ganso! En efecto, el ave se les acababa de escapar y corra revoloteando por la habitacin. Y tena ms energa que los dos ancianos que se haban lanzado tras l!
Finalmente, termin por refugiarse entre las piernas de los dioses, sentados cerca del hogar. Fue
recin en ese instante cuando Filemn y Baucis notaron los lujosos ropajes de sus visitantes y la
nobleza de su porte. Estupefactos, comprendieron que no haban albergado a dos viajeros comunes
y se prosternaron a sus pies. Con voz temblorosa, Filemn balbuce:
Nobles seores, s que esta pobre cena es indigna de ustedes! Si me ayudaran a recuperar
el ganso...
Generoso Filemn dijo Zeus levantndose, me niego a que sacrifiques a este animal.
Y a ti, Baucis, te agradezco esta comida que queras compartir con nosotros. Que est a la altura de
su acogida!
En un segundo, la mesa se cubri de carnes jugosas, de aves asadas y de vajilla de plata que
desbordaba de delicados manjares. Los dos ancianos, que jams haban visto nada parecido,
abrieron desmesuradamente los ojos.
Sepan, Filemn y Baucis, que se encuentran ante Zeus y Hermes. Esta noche, compartirn
la cena habitual de los dioses...
Los ancianos asistieron, sin duda, al festn ms grande de sus vidas. Pero si Zeus y Hermes
haban querido recompensar la hospitalidad de la pareja, tambin buscaban castigar la ingratitud de
aquellos que se la haban negado. Una vez terminada la comida, condujeron en la oscuridad a
Filemn y a Baucis fuera de la cabaa. Dciles y temblorosos, unieron sus manos como si temieran

perderse.
La lluvia haba cesado. Aunque, en realidad, slo haba dejado de caer sobre sus cabezas y,
en cambio, pareca haberse redoblado en la llanura que acababan de abandonar. Con su ndice que
sealaba las nubes, Zeus hizo resurgir los rayos; tron el cielo; y un verdadero diluvio se abati
sobre el pueblo. Abrazados uno a otro, Filemn y Baucis se preguntaban acerca del destino que los
dioses les reservaban.
Cuando lleg el alba, ya no quedaba nada del pueblo. Y una vez que las aguas se retiraron,
slo emergi el techo de una choza.
Nuestra cabaa! exclamaron Filemn y Baucis.
Que, de ahora en ms, sea un templo! decret Zeus.
De inmediato, delante de los ojos pasmados de los ancianos, la pobre casucha se transform
en un magnfico monumento de columnas de mrmol.
Ahora les dijo Zeus, quiero demostrarles mi agradecimiento. Expresen sus deseos, y
se cumplirn!
Sorprendidos, Filemn y Baucis se consultaron con la mirada.
Dios poderoso respondi, al fin, Filemn, djanos convertirnos en los guardianes de
este templo, as podremos honrarte durante mucho tiempo.
Hermes no pudo evitar una broma:
Mucho tiempo? Pero cuntos aos ms esperas vivir?
Y bien, gran Zeus agreg entonces la anciana Baucis, permteme sumar un deseo al
de mi esposo: me gustara vivir todava la mayor cantidad de tiempo posible junto a l.
Zeus reflexion. Buscaba la manera de complacer el extrao pedido de aquellos ancianos.
Slo los dioses y, en muy rara ocasin, los hroes podan aspirar a la inmortalidad.
Cmo? se asombr Hermes. No estn cansados el uno del otro?
No respondi Baucis sonriendo. Cuando nos conocimos y nos enamoramos, no
ramos ms que nios. Desde entonces, jams nos hemos separado.
Y durante todos estos aos pregunt Zeus, no sintieron ganas de separarse despus
de una pelea...?
No confes Filemn. La Discordia, esa divinidad malhechora, nos ha evitado
siempre.
De repente, Zeus comprendi por qu esa pareja enternecedora los haba albergado tan
espontneamente: los ancianos se amaban. Quiz, resida all el secreto de su hospitalidad. Quien no
puede brindar amor a quien est a su lado, cmo podra brindarlo a desconocidos? Al unsono, los
ancianos concluyeron:
Nuestro deseo ms entraable es morir al mismo tiempo!
Hermes dirigi a su padre una mirada divertida. Por una vez, simples humanos daban a los
dioses una leccin de humildad. Zeus, en efecto, se peleaba a menudo con Hera, su esposa...
Que as sea! decret Zeus, tan conmovido como impresionado. Me comprometo,
Filemn y Baucis, a cumplir sus deseos.
Entonces, atraves el cielo un rayo enceguecedor.
Cuando, por fin, los dos ancianos pudieron abrir los ojos, estaban solos en la colina.
An turbados por los recientes acontecimientos, dudaron largo tiempo antes de retornar a la
llanura donde se eriga el templo que sera su nueva morada. Y al llegar, tuvieron la sorpresa de ser
recibidos por un ave que avanzaba hacia ellos contonendose con satisfaccin.
En su generosidad, Zeus haba salvado al ganso.

Pasaron los aos.


Tan fieles a su palabra como a su amor, Filemn y Baucis fueron hasta el fin los guardianes

del templo de Zeus. Los peregrinos que volvan ao tras ao comprobaban, asombrados, que el paso
del tiempo no tena poder alguno sobre esos ancianos acogedores y generosos.
Pero como Filemn y Baucis eran simples mortales, fue necesario que Zeus pusiera trmino
a sus vidas. Un da que estaban tomados de la mano cerca del templo, constataron que sus cuerpos
se iban endureciendo como si fueran de piedra. Al poco tiempo, eran incapaces de moverse. Este
hecho no alter la serenidad de ambos.
Creo que es el fin dijo Filemn. Baucis, te amo.
Es el fin respondi Baucis. Te he amado siempre.
Fueron las ltimas palabras que pronunciaron.
Poco a poco, sus cuerpos se cubrieron de corteza. Sus rostros se transformaron en follaje.
Sus manos se convirtieron en ramas y sus dedos, en otras ramas, pero ms pequeas. Y, puesto que
se encontraban muy cerca uno del otro, sus follajes se enlazaron en el mismo tierno verdor.
Se volvieron tan altos y tan bellos que, enseguida, sus sombras confundidas recubrieron el
templo.
Cuntos siglos vivieron as, uno junto a otro? Nadie lo sabe. Con el tiempo, el templo todo
termin por convertirse en ruinas. Pero an hoy, donde se encontraba Frigia, dicen que se puede ver
un viejo tilo junto a un roble milenario.
Viajero, si un da pasas por all, y ves un tilo y un roble cerca de algunas antiguas piedras,
piensa que la vegetacin es como la hospitalidad: se cultiva y se renueva. Y recuerda la historia de
Filemn y de Baucis.

La historia de Filemn y de Baucis la relata el poeta latino Ovidio (siglo I) en sus


Metamorfosis.

LOS HECHOS DE LOS HROES


Teseo y Ariadna
Aquella noche, Egeo, el anciano rey de Atenas, pareca tan triste y tan preocupado que su
hijo Teseo le pregunt:
Qu cara tienes, padre...! Acaso te aflige algn problema?
Ay! Maana es el maldito da en que debo, como cada ao, enviar siete doncellas y siete
muchachos de nuestra ciudad al rey Minos, de Creta. Esos desdichados estn condenados...
Condenados? Para expiar qu crimen deben, pues, morir?
Morir? Es bastante peor: sern devorados por el Minotauro!
Teseo reprimi un escalofro. Tras haberse ausentado durante largo tiempo de Grecia,
acababa de llegar a su patria; sin embargo, haba odo hablar del Minotauro. Ese monstruo, decan,
posea el cuerpo de un hombre y la cabeza de un toro; se alimentaba de carne humana!
Padre, impide esa infamia! Por qu dejas perpetuar esa odiosa costumbre?
Debo hacerlo suspir Egeo. Mira, hijo mo, he perdido tiempo atrs la guerra contra
el rey de Creta. Y, desde entonces, le debo un tributo: cada ao, catorce jvenes atenienses sirven de
alimento a su monstruo...
Con el ardor de la juventud, Teseo exclam:
En tal caso, djame partir a esa isla! Acompaar a las futuras vctimas. Enfrentar al
Minotauro, padre. Lo vencer. Y quedars libre de esa horrible deuda!
Con estas palabras, el viejo Egeo tembl y abraz a su hijo.
Nunca! Tendra demasiado miedo de perderte.
Una vez, el rey haba estado a punto de envenenar a Teseo sin saberlo; se trataba de una
trampa de Medea, su segunda esposa, que odiaba a su hijastro.
No. No te dejar partir! Adems, el Minotauro tiene fama de invencible. Se esconde en el
centro de un extrao palacio: el laberinto! Sus pasillos son tan numerosos y estn tan sabiamente
entrelazados que aquellos que se arriesgan no descubren nunca la salida. Terminan dando con el
monstruo... que los devora.
Teseo era tan obstinado como intrpido. Insisti, se enoj, y luego, gracias a sus
demostraciones de cario y a su persuasin, logr que el viejo rey Egeo, muerto de pena, terminara
cediendo.
A la maana, Teseo se dirigi con su padre al Pireo, el puerto de Atenas. Estaban
acompaados por jvenes para quienes sera el ltimo viaje. Los habitantes miraban pasar el
cortejo; algunos geman, otros mostraban el puo a los emisarios del rey Minos que encabezaban la
siniestra fila.
Pronto, la tropa lleg a los muelles donde haba una galera de velas negras atracada.
Llevan el duelo explic el rey. Ah... hijo mo... si regresas vencedor, no olvides
cambiarlas por velas blancas. As sabr que ests vivo antes de que atraques!
Teseo se lo prometi; luego, abraz a su padre y se uni a los atenienses en la nave.
Una noche, durante el viaje, Poseidn, el dios de los mares, se apareci en sueos a Teseo.
Sonrea.
Valiente Teseo! le dijo. Tu valor es el de un dios. Es normal: eres mi hijo con el
mismo ttulo que eres el de Egeo1...
Teseo oy por primera vez el relato de su fabuloso nacimiento.
Al despertar, sumrgete en el mar! le recomend Poseidn. Encontrars all un
anillo de oro que el rey Minos ha perdido antao.
Teseo emergi del sueo. Ya era de da A lo lejos ya se divisaban las riberas de Creta.
Entonces, ante sus compaeros estupefactos, Teseo se arroj al agua. Cuando toc el fondo,
vio una joya que brillaba entre los caracoles. Se apoder de ella, con el corazn palpitante. De modo
1

La madre de Teseo haba sido tomada a la fuerza por Poseidn la noche de su boda.

que todo lo que le haba revelado Poseidn en sueos era verdad: l era un semidis!
Este descubrimiento excit su coraje y reforz su voluntad.
Cuando el navo toc el puerto de Cnosos, Teseo divis entre la multitud al soberano,
rodeado de su corte. Fue a presentarse:
Te saludo, oh poderoso Minos. Soy Teseo, hijo de Egeo.
Espero que no hayas recorrido todo este camino para implorar mi clemencia dijo el rey
mientras contaba con cuidado a los catorce atenienses.
No. Slo tengo un anhelo: no abandonar a mis compaeros.
Un murmullo recorri el entorno del rey. Desconfiado, este examin al recin llegado.
Reconociendo el anillo de oro que Teseo llevaba en el dedo, se pregunt, estupefacto, gracias a qu
prodigio el hijo de Egeo haba podido encontrar esa joya. Desconfiado, refunfu:
Te gustara enfrentar al Minotauro? En tal caso, debers hacerlo con las manos vacas:
deja tus armas.
Entre quienes acompaaban al rey se encontraba Ariadna, una de sus hijas. Impresionada
por la temeridad del prncipe, pens con espanto que pronto iba a pagarla con su vida. Teseo haba
observado durante un largo tiempo a Ariadna. Ciertamente, era sensible a su belleza. Pero se sinti
intrigado sobre todo por el trabajo de punto que llevaba en la mano.
Extrao lugar para tejer se dijo.
S, Ariadna teja a menudo, cosa que le permita reflexionar. Y sin sacarle los ojos de encima
a Teseo, una loca idea germinaba en ella...
Vengan a comer y a descansar decret el rey Minos. Maana sern conducidos al
laberinto.
Teseo se despert de un sobresalto: alguien haba entrado en la habitacin donde estaba
durmiendo! Escrut en la oscuridad y lament que le hubieran quitado su espada. Una silueta blanca
se destac en la sombra. Un ruido familiar de agujas le indic la identidad del visitante:
No temas nada. Soy yo: Ariadna.
La hija del rey fue hasta la cama, donde se sent. Tom la mano del muchacho.
Ah, Teseo le implor, no te unas a tus compaeros! Si entras en el laberinto, jams
saldrs de l. Y no quiero que mueras...
Por los temblores de Ariadna, Teseo adivin qu sentimientos la haban empujado a llegar
hasta l esa noche. Perturbado, murmur:
Sin embargo, Ariadna, es necesario. Debo vencer al Minotauro.
Es un monstruo. Lo detesto. Y, sin embargo, es mi hermano...
Cmo? Qu dices?
Ah, Teseo, djame contarte una historia muy singular...
La muchacha se acerc al hroe para confiarle:
Mucho antes de mi nacimiento, mi padre, el rey Minos, cometi la imprudencia de
engaar a Poseidn: le sacrific un miserable toro flaco y enfermo en vez de inmolarle el magnfico
animal que el dios le haba enviado. Poco despus, mi padre se cas con la bella Pasfae, mi madre.
Pero Poseidn rumiaba su venganza. En recuerdo de la antigua afrenta que se haba cometido contra
l, le hizo perder la cabeza a Pasfae y la indujo a enamorarse... de un toro! La desdichada lleg,
incluso, a mandar construir una carcasa de vaca con la cual se disfrazaba, para unirse al animal que
amaba!
Qu horrible estratagema!
La continuacin, Teseo, la adivinas concluy Ariadna temblando. Mi madre dio
nacimiento al Minotauro. Mi padre no poda decidirse a matar a ese monstruo; pero quiso
esconderlo para siempre de la vista de todos. Convoc al ms hbil de los arquitectos, Ddalo, que
concibi el famoso laberinto...
Impresionado por este relato, Teseo no saba qu decir.
No creas agreg Ariadna que quiero salvar al Minotauro. Ese devorador de hombres
merece mil veces la muerte!
Entonces, lo matar.

Si llegaras a hacerlo, nunca encontraras la salida del laberinto.


Un largo silencio se produjo en la noche. De repente, la muchacha se acerc an ms al
joven y le dijo:
Teseo? Si te facilitara el medio de encontrar la salida del laberinto, me llevaras de
regreso contigo?
El hroe no respondi. Por cierto, Ariadna era seductora, y la hija de un rey. Pero l haba
ido hasta esa isla no para encontrar all una esposa, sino para liberar a su pas de una terrible carga.
Conozco los hbitos del Minotauro insisti. S cules son sus debilidades y cmo
podras acabar con l. Pero esa victoria tiene un precio: me sacas de aqu y me desposas!
De acuerdo. Acepto.
Ariadna se sorprendi de que Teseo aceptara tan rpidamente. Estaba enamorado de ella?
O se someta a una simple transaccin? Qu importaba!
Le confi mil secretos que le permitiran vencer a su hermano al da siguiente. Y el ruido de
su voz se mezclaba con el obstinado choque de sus agujas: Ariadna no haba dejado de tejer.
Frente a la entrada del laberinto, Minos orden a los atenienses:
Entren! Es la hora...
Mientras los catorce jvenes aterrorizados penetraban uno tras otro en el extrao edificio,
Ariadna murmur a su protegido:
Teseo, toma este hilo y, sobre todo, no lo sueltes! As, quedaremos ligados uno con el
otro.
Tena en la mano el ovillo de la labor que no la abandonaba jams. El hroe tom lo que ella
le extenda: un hilo tenue, casi invisible. Si bien el rey Minos no adivin su maniobra, comprendi
que a ese muchacho y a su hija les costaba mucho separarse.
Y bien, Teseo se burl, acaso tienes miedo?
Sin responder, el hroe entr a su vez en el corredor. Muy rpidamente, se uni a sus
compaeros que vacilaban ante una bifurcacin.
Qu importa! les dijo. Tomen a la derecha.
Desembocaron en un corredor sin salida, volvieron sobre sus pasos, tomaron el otro camino
que los condujo a una nueva ramificacin de varios pasillos.
Vayamos por el del centro. Y no nos separemos.
Pronto emergieron al aire libre; a los muros del laberinto haban seguido infranqueables
bosquecillos.
Quin sabe? murmur uno de los atenienses. Y si el destino nos ofreciera la
posibilidad de no llegar al Minotauro... sino a la salida?
Ay, Teseo saba que no sera as: Ddalo haba concebido el edificio de modo tal que se
terminaba llegando siempre al centro!
Fue exactamente lo que se produjo. Hacia la noche, cuando sus compaeros se quejaban de
la fatiga y del sueo, Teseo les orden de pronto:
Detengmonos! Escuchen. Y adems... no oyen nada?
Los muros les devolvan el eco de gruidos impacientes. Y en el aire flotaba un fuerte olor a
carroa.
Llegamos murmur Teseo. El antro del monstruo est cerca! Esprenme y, sobre
todo, no se muevan de aqu!
Parti solo, con el hilo de Ariadna siempre en la mano.
De repente, sali a una explanada circular parecida a una arena. All haba un monstruo an
ms espantoso que todo lo que se haba imaginado: un gigante con cabeza de toro, cuyos brazos y
piernas posean msculos nudosos como troncos de roble. Al ver entrar a Teseo, mugi un
espantoso grito de satisfaccin voraz. Bajo las narinas, su boca abierta babeaba. Debajo de su
cabeza bovina y peluda, apuntaban unos cuernos afilados hacia la presa. Luego, se lanz hacia su
futura vctima golpeando la arena con sus pezuas.
El suelo estaba cubierto de osamentas. Teseo recogi la ms grande y la blandi. En el momento en
que el monstruo iba a ensartarlo, se apart para asestarle en el morro un golpe suficiente para

liquidar a un buey... pero no lo bastante violento para matar a un Minotauro!


El monstruo aull de dolor. Sin dejarle tiempo de recuperarse, Teseo se aferr a los dos
cuernos para saltar mejor encima de los hombros peludos. As montado, apret las piernas alrededor
del cuello de su enemigo y, con toda su fuerza, las estrech! Privado de respiracin, el monstruo,
furioso, se debati. Ya no poda clavar los cuernos en ese adversario que haca uno con l! Patale,
cay y rod por el suelo. A pesar de la arena que se filtraba en sus orejas y en sus ojos, Teseo no
soltaba prenda, tal como Ariadna se lo haba recomendado.
Poco a poco, las fuerzas del Minotauro declinaron. Pronto, lanz un espantoso mugido de
rabia, tuvo un sobresalto... y exhal el ltimo suspiro! Entonces, Teseo se apart de la enorme cosa
inerte. Su primer reflejo fue ir a recuperar el hilo de Ariadna.
El silencio inslito y prolongado haba atrado a sus compaeros.
Increble... Has vencido al Minotauro! Estamos a salvo!
Teseo reclam su ayuda para arrancar los cuernos del monstruo.
As explic, Minos sabr que ya no queda tributo por reclamar.
De qu servira? Por cierto, nos hemos salvado. Pero nos espera una muerte lenta: no
encontraremos jams la salida.
S afirm Teseo mostrndoles el hilo. Miren!
Febriles, se pusieron en marcha. Gracias al hilo, volvan a desandar el largo y tortuoso
trayecto que los haba conducido hasta el Minotauro. A Teseo le costaba calmar su impaciencia. Se
preguntaba qu dios benvolo le haba dado esa idea genial a Ariadna. Pronto, el hilo se tens: del
otro lado, alguien tiraba con tanta prisa como l.
Finalmente, luego de muchas horas, emergieron al aire libre. El hroe, extenuado, tir los cuernos
sanguinolentos del Minotauro al suelo, cerca de la entrada.
Teseo... por fin! Lo has logrado!
Loca de amor y de alegra, Ariadna se precipit hacia l. Se abrazaron. La hija de Minos
ech una mirada enternecida al enorme ovillo desordenado que Teseo, todava, tena entre las
manos.
A pesar de todo le reproch sonriendo, hubieras podido enrollarlo mejor...

El alba se acercaba. Acompaados por Ariadna, Teseo y sus compaeros se escurrieron entre
las calles de Cnosos y llegaron al puerto.
Perforen el casco de todos los navos cretenses! orden.
Por qu? se interpuso Ariadna, asombrada.
Crees que tu padre no va a reaccionar? Que va a dejar escapar con su hija al que mat al
hijo de su esposa?
Es verdad admiti ella. Y me pregunto qu castigo va a infligir a Ddalo, ya que su
laberinto no protegi al Minotauro como lo esperaba mi padre2.
Cuando el sol se levant, Teseo tuvo un sueo extrao: esta vez, fue otro dios, Baco, el que
se le apareci.
Es necesario orden, que abandones a Ariadna en una isla. No se convertir en tu
esposa. Tengo para ella otros proyectos ms gloriosos.
Sin embargo balbuce Teseo, le he prometido...
Lo s. Pero debes obedecer. O temer la clera de los dioses.
Cuando Teseo se despert, an vacilaba. Pero al da siguiente, la galera debi enfrentar una
tormenta tan violenta que el hroe vio en ella un evidente signo divino. Grit al viga:
Debemos detenernos lo antes posible! No ves tierra a lo lejos?
S! Una isla a la vista... Debe ser Naxos.
2

Minos condenar a Ddalo y a su hijo caro a quedar prisioneros en el famoso laberinto.

Atracaron all y esperaron que los elementos se calmaran.

La tormenta se apacigu durante la noche. A la madrugada, mientras Ariadna segua


durmiendo sobre la arena, Teseo reuni a sus hombres. Orden partir lo antes posible. Sin la
muchacha.
As es! dijo al ver la cara llena de reproches de sus compaeros.
Los dioses no actan sin motivo. Y Baco tena buenas razones para que Teseo abandonara a
Ariadna: seducido por su belleza, quera convertirla en su esposa! S, haba decidido que tendra
con ella cuatro hijos y que, pronto, se instalara con l en el Olimpo. Como seal de alianza divina
se haba prometido, incluso, regalarle un diamante que dara nacimiento a una de las constelaciones
ms bellas...
Claro que Teseo ignoraba las intenciones de ese dios enamorado y celoso. Singlando de
nuevo hacia Atenas, se acusaba de ingratitud. Preocupado, olvid la recomendacin que su padre le
haba hecho...
Apostado a lo alto del faro que se eriga en la entrada del Pireo, el guardia grit, con la mano
como visera encima de los ojos:
Una nave a la vista! S... es la galera que vuelve de Creta. Rpido, vamos a advertir al
rey!
Menos de tres kilmetros separan a Atenas de su puerto. Loco de esperanza y de inquietud,
el viejo rey Egeo acudi a los muelles.
Las velas? pregunt alzando la cabeza hacia el guardia. Puedes ver las velas y
decirme cul es su color?
Ay, gran rey, son negras.
El viejo Egeo no quiso saber ms. Loco de dolor, se arroj al mar y se ahog.
Cuando la galera atrac, acababan de conducir el cuerpo del viejo Egeo a la orilla. Teseo se
precipit hacia l. Adivin enseguida lo que haba ocurrido y se maldijo por su negligencia.
Padre mo! No... estoy vivo! Vuelve en ti, por piedad!
Pero era demasiado tarde: Egeo estaba muerto. La tristeza que invadi a Teseo le hizo
olvidar de golpe su reciente victoria sobre el monstruo. Con amargura, el hroe pens que acababa
de perder a una esposa y a un padre.
A partir de ahora, Teseo, eres rey! dijeron los atenienses, inclinndose.
El nuevo soberano se recogi sobre los restos de Egeo. Solemnemente, decret:
Que este mar, a partir de ahora, lleve el nombre de mi padre adorado!
Y a partir de ese da funesto, en que el vencedor del Minotauro regres de Creta, el mar que
baa las costas de Grecia lleva el nombre de Egeo.
Mientras tanto, Ariadna se haba despertado en la isla desierta. En el da naciente, vio a lo
lejos las velas oscuras de la galera que se alejaba. Incrdula, balbuce:
Teseo! Es posible que me abandones?
Sigui el navo con los ojos hasta que se lo trag el horizonte. Comprendi, entonces, que
nunca volvera a ver a Teseo. Sola en la playa de Naxos, dio libre curso a su pena; gimi largamente
sobre la ingratitud de los hombres.
Luego, Ariadna reencontr sobre la arena su labor abandonada.
Retom las agujas. Y en espera de que se realizara el prodigioso destino que ella ignoraba,
puso nuevamente manos a la obra.
Teja a la vez que lloraba.

El poeta latino Catulo (siglo I) y, ms tarde, Ovidio en sus Metamorfosis relatan este mito.

Dnae y Perseo
El rey de Argos, Acrisio, que tena una hija nica, Dnae, emprendi el largo viaje hacia
Delfos para interrogar a la pitonisa. Esta vieja mujer, con la ayuda de los dioses, poda, a veces, leer
el futuro. El rey le hizo la nica pregunta que le interesaba:
Tendr algn da un hijo varn?
La respuesta de la pitonisa fue terrible e inesperada:
No, Acrisio, nunca. En cambio, tu nieto te matar... y te reemplazar en el trono de
Argos!
Cmo! Qu dices?
Pero la pitonisa no repeta nunca sus profecas. El rey de Argos estaba consternado. Regres
a su patria repitiendo:
Dnae... es necesario que Dnae no tenga hijos!
Ella lo recibi cuando volvi al palacio. Pregunt enseguida:
Y bien, padre? Qu ha dicho el orculo?
El rey sinti que su corazn daba un vuelco. Cmo evitar la profeca de los dioses sin matar
a Dnae?
Guardias orden, que encierren a mi hija en una prisin sin puerta ni ventanas. De
ahora en ms, nadie podr acercrsele!
Dnae no comprendi por qu la llevaban a un amplio calabozo forrado de bronce. El
pesado techo que cerraron encima de ella no tena ms que algunas ranuras angostas a travs de las
cuales, cada da, le bajaban la comida con una cuerda.
Privada de aire puro, de luz y de compaa, Dnae crey que no tardara en morir de pena.
Pero en el Olimpo, Zeus se apiad de la prisionera. Conmovido por su tristeza y, tambin,
seducido por su belleza, resolvi acudir en su ayuda.
Una noche, a Dnae la despert una violenta tormenta que tronaba encima de su cabeza.
Extraas gotas de fuego caan sobre ella.
Parece increble, pero... es oro! exclam levantndose.
Enseguida, la lluvia luminosa cobr forma. Dnae estuvo a punto de desfallecer al ver que
se corporizaba ante ella un hombre bello como un dios.
No temas, Dnae! dijo. Te ofrezco la manera de huir...
Esta promesa era algo inesperado, y Dnae sucumbi rpidamente al encanto de Zeus.
Cuando el alba la despert, Dnae crey que haba soado. Pero pronto comprendi que
estaba embarazada! Y tiempo despus, dio a luz a un beb de una belleza y de una fuerza
excepcionales.
Lo llamar Perseo! decidi.

Un da, al atravesar las crceles del palacio, Acrisio crey or los gritos de un nio de pecho.
Orden que se abrieran las puertas de las prisiones. Grande fue su estupefaccin al descubrir a su
hija con un magnfico recin nacido en brazos!
Padre, slvanos! suplic Dnae.
El rey realiz una investigacin e interrog a los guardias. Finalmente, debi rendirse a la
evidencia: slo un dios haba podido entrar en ese calabozo!
Si eliminaba a su hija y al nio, Acrisio cometera un crimen imperdonable. Entonces, el rey
vio un gran bal de madera en la sala del trono.
Dnae, entra en ese cofre con tu hijo!
Temblando de miedo, la joven obedeci. Acrisio hizo cerrar la caja y sellarla. Luego, llam
al capitn de su galera personal.
Carga este cofre en tu navo. Y cuando ests lejos de toda tierra habitada, ordena a tus

hombres que lo arrojen al mar!


El capitn parti; despus de tres das de navegacin, el cofre fue lanzado por la borda.
De nuevo prisionera, Dnae intentaba calmar los gritos del pequeo Perseo. Durante mucho
tiempo, el cofre de madera flot en el mar, a merced de las olas...
Una maana, mientras acercaba su embarcacin a la arena, un pescador sinti intriga por esa
enorme caja que la marea haba acercado a la playa. Abri el candado esperando encontrar en ella
un tesoro. No poda creer lo que vea cuando, en su interior, hall inconscientes a una mujer y a un
nio.
Son bellos como dioses... Los desdichados parecen estar al lmite de sus fuerzas! Desde
hace cunto tiempo andarn a la deriva?
El pescador, Dictis, era un hombre muy bueno. Condujo a Dnae y a Perseo a su cabaa y
los cuid lo mejor que pudo.
Dnde estamos? pregunt Dnae cuando se despert.
En una de las islas de las Ccladas: Srifos. La gobierna mi hermano, el tirano Polidectes.
Pero no temas, estars segura en mi casa.
Pasaron los meses y los aos. Perseo se volvi un muchacho robusto y valiente. Todos los
das, acompaaba a Dictis a pescar. En cuanto a Dnae, se ocupaba de la casa y de la cocina, bendi ciendo cada da la bondad de su salvador.
Una maana, una soberbia comitiva se detuvo ante la cabaa de Dictis. Era el rey Polidectes
que vena a visitar a su hermano. Al ver a Dnae ante la puerta, le impresion la belleza y la nobleza
de esta desconocida. En cuanto apareci Dictis, el rey dijo, intrigado:
Dime, hermano, se trata de tu esposa o de una princesa?
Oh, ni una cosa ni la otra, Polidectes. Es, simplemente, una nufraga que he rescatado.
Tienes suerte de haber pescado una perla tan bella! Esta joya es demasiado preciosa para
un pobre pescador. Ven, dime tu nombre.
Dnae, seor, para servirlo dijo la muchacha haciendo una reverencia.
Servirme? De acuerdo. Bien, te conduzco a mi palacio. Despus de todo, lo que llega a
las orillas de mi isla es de mi propiedad!
Muda de espanto, Dnae se dio vuelta hacia Dictis: no quera cambiar su cabaa por un
palacio ni a su bienhechor por un rey.
Ay le murmur Dictis, me temo que debes obedecer.
Ah, seor! suplic Dnae. Tengo un hijo. Al menos, permite que me acompae y no
nos separes.
De acuerdo! dijo Polidectes. Ve a buscar a tu hijo.
Pero cuando el rey vio a Perseo, se reproch su bondad. Ese muchacho semejante a un
prncipe poda convertirse en su rival...
En cuanto Dnae lleg al palacio, Polidectes le destin las ms bellas habitaciones.
Enamorado de la hija de Acrisio, la cortejaba asiduamente. En cambio, odiaba a Perseo, pero, para
congraciarse con Dnae, convoc a los mejores preceptores, quienes le ensearon al muchacho
todas las artes. Dnae no dejaba de agradecer al rey por sus buenas acciones y, cada da, le costaba
ms rechazar sus propuestas.
Maana le anunci un da con tristeza a su hijo, Polidectes organiza un gran
banquete para anunciar nuestro compromiso.
Cmo? pregunt Perseo con violencia. Te vas a casar con el rey?
Ya no puedo oponerme por mucho ms tiempo. Te lo suplico, Perseo, intenta comportarte
correctamente durante la ceremonia.
La fiesta fue suntuosa: Polidectes haba hecho preparar las comidas ms exquisitas. Cada
invitado haba trado un regalo al amo de los dominios, tal como lo exiga la costumbre.
Y bien, Perseo pregunt de golpe Polidectes, qu piensas de todos estos regalos?
Te parecen dignos de nosotros?
Seor respondi Perseo con una mueca de despecho, slo veo all cosas muy
ordinarias: copas de oro, caballos, arneses.

Pretencioso! Qu cosa tan original, pues, queras que me trajeran?


No s... la cabeza de Medusa, por ejemplo!
Un murmullo de temor circul entre los invitados: Medusa era, de las tres gorgonas, la de
mayor tamao y la ms peligrosa. Se ignoraba dnde vivan esas tres hermanas monstruosas, pero
se saba que su cabellera estaba hecha de serpientes venenosas y, sobre todo, que su mirada
petrificaba en el instante a todo aquel que se atreviera a mirarlas!
A propsito dijo Polidectes, t, Perseo, qu regalo nos has hecho?
El muchacho baj la cabeza refunfuando: qu habra podido traer a su anfitrin?
Y bien, te tomo la palabra! decret Polidectes. Te ordeno que me traigas la cabeza
de Medusa. No regreses al palacio sin ella.
A la noche, Dnae, desesperada, le suplic que no la dejara. Pero no cont con el orgullo de
Perseo, que exclam:
No. Polidectes me lanz un desafo. Y le debo lo que reclama a cambio de su
hospitalidad.

Al da siguiente, Perseo err a lo largo de la costa de Srifos buscando alguna idea:


abandonara la isla, de acuerdo. Pero adnde ir?
Fue entonces cuando aterriz delante de l Hermes, el de pies alados. Ante su estupefaccin,
el dios de los viajes estall en una carcajada:
Te veo en problemas, joven audaz! Ignoro dnde se esconden las gorgonas, pero sus
otras tres hermanas, las grayas, lo saben. Adems, poseen tres objetos sin los cuales no podrs
realizar tu misin.
Y... cmo hallar a las tres grayas? pregunt Perseo.
Eso no es problema. Sube a mis espaldas, te llevo!
Perseo trep sobre los hombros de Hermes, que se ech enseguida a volar. El dios vol
durante mucho tiempo hacia el poniente antes de detenerse en una regin rida y sombra. Le
murmur a Perseo:
Ten cuidado. Estas viejas brujas no te darn esos datos y esos objetos por propia
voluntad! Debers hacerles trampa!
Al acercarse a las tres hermanas, Perseo hizo un movimiento de rechazo: eran de una fealdad
repugnante. Sus bocas no tenan dientes, las rbitas de sus ojos estaban vacas. Parecan agitadas y
estar en medio de una gran conversacin. Una y otra vez, se pasaban entre s... un ojo y un diente!
Perseo reprimi una exclamacin.
Y s! explic Hermes. No tienen ms que un ojo y un diente para las tres. Deben,
por tanto, prestrselos sin parar!
Enseguida, Perseo tuvo una idea. Se acerc a las tres grayas; en el momento en que la
primera tenda el ojo y el diente a la segunda, se apoder de ellos! Las viejas aullaron a ciegas:
Quin eres? Qu quieres? Devulvenos nuestro ojo y nuestro diente!
Con dos condiciones: que me indiquen dnde encontrar a sus hermanas gorgonas y que
me den los tres objetos que me permitirn enfrentarlas!
Enloquecidas por tanta audacia, las tres grayas se pelearon y se lamentaron un momento.
Pero ni siquiera tenan ya su nico ojo para llorar! Por ltimo, una de ellas suspir:
Bien. Encontrars a Esteno, Eurale y Medusa en los confines del mundo, en una caverna,
ms all del territorio del gigante Atlante.
Aqu estn las sandalias aladas que te permitirn llegar, una alforja mgica y el casco de
Hades.
El casco de Hades! Para qu me servir?
Aquel que lo lleva se vuelve invisible. Ahora, devulvenos nuestro bien!
Perseo les entreg el ojo y el diente. Luego fue a reunirse con Hermes.
Mira! le dijo alegremente. Poseo unas sandalias parecidas a las tuyas! Me

acompaars?
De ninguna manera contest Hermes. Tengo mucho que hacer. De ahora en ms,
puedes arreglarte solo. Pero cudate de no mirar nunca a Medusa ni a sus hermanas: te convertiras
en piedra! Ah, toma, te confo mi hoz de oro, te ser til.
Perseo se deshizo en agradecimientos. Se puso las sandalias y se ech a volar con una
torpeza que hizo sonrer a Hermes. El dios de los voladores le hizo una sea:
No sacudas los pies tan rpidamente... el vuelo es una cuestin de entrenamiento...
Aprenders enseguida!
Perseo, lleno de alegra, se dirigi hacia el poniente: gracias a los dioses que velaban por l,
ya no dudaba de que vencera a Medusa!
Atravesando bosques y ros, se encontr con las ninfas, jvenes divinidades de las forestas y
de las aguas. Encantadas por el coraje y por el andar de ese joven hroe, le indicaron la guarida de
las gorgonas.
Cuando Perseo lleg al medio de un desierto y descubri la entrada de la caverna, tembl de
terror: alrededor, no haba ms que estatuas de piedra. All estaban todos lo que haban enfren tado a
las gorgonas y que haban sido petrificados por su mirada. Hasta aqu, Perseo no haba medido la
dificultad de su tarea: cmo decapitar a Medusa sin dirigir su mirada hacia ella?
Sin embargo, se arriesg en el antro oscuro, revoloteando. Penetr en el corazn de la
caverna donde resonaban ronquillos. Luego, vio un nudo de serpientes que se contorsionaban
levantando hacia l sus cabezas que silbaban. Enseguida, desvi la mirada y murmur, con el
corazn palpitante:
Las gorgonas estn adormecidas... Los reptiles que tienen por cabellera van a revelarles
mi presencia! No puedo de ningn modo matar a Medusa con los ojos cerrados. Ah!, Atenea suspir, diosa de la inteligencia, ven en mi ayuda, insprame!
Una luz ilumin la gruta... y apareci Atenea, vestida con su coraza, y armada. Su mirada
era de bondad.
Estoy conmovida por tu valor, Perseo. Toma, te confo mi escudo. Enfrenta a Medusa
sirvindote de su reflejo!
Perseo se dio vuelta y comprendi de inmediato. Ahora, poda avanzar hacia los tres
monstruos: extenda delante de sus ojos el escudo de la diosa, tan liso y pulido como un espejo!
Las tres gorgonas ya se agitaban en su sueo. Con su cuerpo cubierto de escamas y con sus
largos colmillos puntiagudos que erizaban sus fauces, eran en verdad horribles. Perseo ubic
rpidamente a Medusa, en el centro; era la ms joven y la ms venenosa de las tres. Retrocediendo
siempre y guindose por el reflejo del escudo, lleg hasta la gorgona en el momento en que sta se
despertaba. Entonces, dando media vuelta, blandi la hoz que le haba prestado Hermes y la
decapit! La enorme cabeza comenz a moverse y a saltar por el suelo. Durante un instante, Perseo
no supo qu hacer. Luego, tom la alforja que le haban dado las grayas.
Ay, es demasiado pequea! No importa, probemos...
Conteniendo su repugnancia, recogi la cabeza. Milagrosamente, la bolsa se agrand lo
suficiente como para que Perseo pudiera guardar en ella su botn. Despus de lo cual, la alforja
recobr su tamao.

El hroe no tuvo tiempo de saborear su victoria: un ruido inslito lo alert. Vio la sangre que
brotaba a grandes chorros del cuerpo decapitado de Medusa. De aquella efervescencia rojiza
surgieron dos seres fabulosos. Primero, apareci un gigante con una espada dorada en la mano.
Como Perseo retroceda, el otro lo tranquiliz:
Gracias por haberme hecho nacer, Perseo. Mi nombre es Crisaor!
De la sangre de Medusa se desprenda, poco a poco, otra criatura, an ms extraordinaria: un
caballo alado, de una blancura resplandeciente...
Y he aqu Pegaso le dijo Crisaor. Ah... ten cuidado! Las hermanas de Medusa se

han despertado! Estn bloqueando el paso! No... sobre todo, no te des vuelta!
Rpidamente, Perseo se coloc el casco de Hades. Se volvi invisible de inmediato.
Desconcertadas, las gorgonas se pusieron a buscar a su adversario. Y Perseo, con los ojos
protegidos detrs del escudo de Atenea, pudo entonces escurrirse hasta la salida.
En cuanto se quit el casco, las hermanas de Medusa comprendieron que haban sido
engaadas. Salieron de la caverna y se lanzaron en su bsqueda. Perseo estaba listo para echar vuelo
con sus sandalias cuando Pegaso, a su vez, sali de la gruta relinchando.
De un salto, el hroe subi al caballo alado que vol por los aires. Con el rostro azotado por
el viento, Perseo estaba radiante de felicidad, haba vencido a Medusa y estaba montando el ms
fabuloso de los caballos! De la bolsa que llevaba en la mano, se escapaban numerosas gotas de
sangre. Cada una de ellas, al caer al suelo, se transformaba en serpiente. Esta es la razn por la cual
hoy hay tantas en el desierto.

A la noche siguiente, Hermes se le apareci a Perseo. El hroe agradeci al dios por sus
consejos y por su ayuda; le devolvi la hoz y le pidi que restituyera a las tres grayas el casco de
Hades y las sandalias aladas; pero, desde luego, se guard la bolsa con lo que contena...
Una noche, en el camino de regreso y mientras atravesaba una regin rida y escarpada,
Perseo decidi hacer un alto. Poco despus, lleg un gigante. Esta vez, se trataba de un coloso tan
grande como un volcn, y mantena curiosamente los dos brazos alzados.
Qu haces aqu, extranjero? gru. Sabes que ests muy cerca del jardn de las
hesprides? Rpido, vete!
Estoy agotado! explic Perseo. Djame dormir aqu esta noche.
De ninguna manera. Mi trabajo no soporta la presencia de nadie!
Perseo no comprenda. Quiso defenderse.
Cmo te atreves a insistir? refunfu el gigante adelantando un pie amenazador.
Pequea larva, har de ti un bocado!
Entonces, el hroe sac de la bolsa la cabeza de la gorgona cuyo poder, lo saba, segua
intacto. Se la extendi al gigante qu qued... pasmado! En un segundo, su cuerpo se haba
transformado en una montaa de piedra. Perseo exclam:
Era Atlante! He petrificado al que cargaba el cielo sobre sus hombros!
Desde ese da, el gigante se vio liberado de su carga. Y el peso del cielo es soportado por la
montaa que lleva su nombre.
Cuando Perseo lleg a la isla de Srifos, corri hasta el palacio a presentarse ante el rey
Polidectes. Al no ver a su madre, se preocup. El soberano, furioso, le lanz:
Dnae se escap! Se niega a casarse conmigo. Se ha refugiado en un templo con mi
hermano Dictis, el pescador. Esperan la proteccin de los dioses. Estoy sitiando su guarida, no
aguantar n mucho tiempo ms. Y t, de dnde vienes?
Seor respondi Perseo, he cumplido con lo que usted me pidi: le traigo la cabeza
de Medusa.
Incrdulo, Polidectes estall en malvadas carcajadas.
Cmo! Y entra en esa pequea bolsa? Pretendes haber timado a la gorgona? Cmo te
atreves a burlarte as de m?
Esta bolsa es mgica dijo Perseo, que disimulaba mal su clera. Crece y se achica en
funcin de lo que se mete adentro.
La cabeza de Medusa all adentro? se burl el rey. Me gustara ver eso!
A sus rdenes, seor: hela aqu.
El hroe tom la cabeza de Medusa y la blandi frente a Polidectes. El rey no tuvo tiempo
de responder ni de asombrarse: se transform en piedra en su trono. Y cuando los soldados y los

cortesanos reunidos iban a arrojarse sobre l, Perseo les extendi la cabeza de la gorgona, al punto,
quedaron todos petrificados, en ese mismo instante!
Perseo corri a liberar a su madre y a Dictis, su fiel protector. Salvados del tirano, los
habitantes de la isla de Srifos quisieron que Perseo reinara en su lugar.
No les respondi. El nico trono legtimo que tengo el derecho de reivindicar es el de
Argos, mi patria. All regresar.
El rumor de las hazaas del hijo de Dnae haba llegado hasta Acrisio: entonces su hija y su
nieto haban sobrevivido! Para escapar de la profeca, Acrisio huy y se exili en la ciudad de
Larisa; le importaba menos su trono que su vida.
Fue entonces cuando Perseo lleg a Argos y, en ausencia de su abuelo, rein. Una noche, se
le apareci Atenea. El hroe se inclin ante la diosa, le devolvi su escudo y la bolsa.
Contiene la cabeza de Medusa. Quin mejor que t podra usarla, ya que eres a la vez la
diosa de la guerra y de la sabidura?
Acepto tu regalo, Perseo, y te lo agradezco.
Atenea tom la cabellera de serpientes y la aplic sobre el escudo que haba permitido
engaar a la gorgona.
Desde entonces, la cabeza de Medusa adorna el escudo Atenea.

Mientras tanto, en Larisa, el rey de la ciudad acababa de organizar juegos. Aun en el exilio,
Acrisio, el padre de Dnae, concurri a las arenas para asistir a ellos. Se sent en la primera fila.
Enseguida se sinti intrigado por un joven atleta que, antes de lanzar un disco, quera a toda costa
retroceder hasta fondo del estadio.
Qu teme? pregunt Acrisio encogindose de hombros.
Teme lanzar el disco demasiado lejos le explic su vecino y lastimar as a algn
espectador.
Acrisio sonri ante la pretensin del atleta.
Quin es para creerse tan fuerte?
Es el nieto del antiguo rey de Argos. Su nombre es Perseo.
Con sorpresa y espanto, Acrisio se levant de su grada. Pero all, en el otro extremo del
estadio, el atleta acababa de lanzar disco... El proyectil vol hasta las primeras filas; se abati sobre
la cabeza de Acrisio, que cay muerto instantneamente.
As el hroe Perseo mat a su abuelo, por accidente.
Sin consuelo por su acto, fue reconfortado por Dnae.
Hijo mo afirm, t no eres responsable. Nadie escapa a su destino. El tuyo es
glorioso. Y quin sabe si tus hijos no realizarn hazaas an ms espectaculares que las tuyas?
Dnae no se equivocaba: con la bella Andrmeda, su esposa, Perseo habra de tener una
numerosa descendencia. Una de sus nietas, Alcmena, sera incluso, como Dnae, amante de Zeus. Y
de esa unin de una mortal y de un dios habra de nacer entontes el mayor y ms clebre de los
hroes: Hrcules1.

El mito de Dnae lo relata el escritor griego Hesodo (siglo VIII a. C). Las tragedias que tenan
como tema las hazaas de Perseo se han perdido. Su historia lleg hasta nosotros gracias al poeta
griego Pndaro (siglo VI a. C.) y a Ovidio.
1

Hrcules es el nombre latino de Heracles. Lo empleamos aqu, porque es el ms popular.

EL ORCULO DE DELFOS
Edipo
Escucha...
Escucha la terrible historia de aquel que los dioses, antes de su nacimiento, haban
condenado a matar a su padre y a casarse con su madre!
As es: todo comenz en Tebas, la ciudad que gobernaba el rey Layo. Un da, Yocasta, su
joven esposa, le comunica que espera un hijo. Entonces, Layo se dirige al santuario de Delfos.
Conoces el santuario de Delfos? Imagina un templo rodeado de extraas fumarolas... All, una
vieja mujer sirve de intermediaria entre los dioses y los hombres. Es la pitonisa! S, la pitonisa responde a quienes la interrogan, les revela a veces su origen y ms a menudo su futuro.
Quiero saber le pregunta entonces Layo, qu glorioso destino ser el de nuestro hijo.
La pitonisa levanta al cielo una mirada alucinada. Masculla:
Te nacer un hijo que matar a su padre y que se casar con su madre!
Layo, espantado, cree haber odo mal. Quisiera gritar:
No, es imposible, te equivocas!
Pero la pitonisa no puede mentir. Y qu humano, as se trate del rey de Tebas, puede
oponerse a la voluntad de los dioses?
Desesperado, el rey regresa a Tebas. La verdad es demasiado horrible para que pueda darla a
conocer e incluso revelrsela a su esposa. En secreto, se jura a s mismo hacer todo lo posible para
que esa prediccin no se realice!
Poco despus, la reina Yocasta da a luz a su hijo. Es un lindo beb, alegre y lleno de vida.
Cmo lo llamaremos? pregunta a su esposo.
Sin responder, el rey se aleja con el recin nacido. Qu sentido tiene darle un nombre, si no
debe vivir! Layo hace venir al capitn de su guardia. Le ordena:
Toma a este beb. Llvalo lejos de aqu. Mtalo. Luego, deja que los animales devoren su
cadver. Obedece sin hacer preguntas!
El capitn se inclina con el beb en brazos, deja el palacio. Es un soldado rudo. Matar? Es
su oficio. Pero resulta que mientras su caballo recorre la llanura al galope, el nio se pone a gemir y
a llorar. Tiene hambre? Tiene fro? Adivina el destino que le espera? Entonces, el capitn siente
que su corazn se debilita, acelera la marcha y se dirige hacia el monte Citern, al que sube.
Llegado a cima, se detiene. All, un viento fro sopla sobre la vegetacin rida
El capitn desenvaina su espada, los llantos del beb recrudecen. Ese soldado intrpido no
retrocedera, estando solo ante un arma enemiga. Aqu se niega a realizar ese asesinato cobarde.
Suspira:
No. Decididamente, no puedo... Dejemos pues a las bestias ocuparse de esta
desagradable tarea! Nadie se enterar.
Agujerea los pies del beb, arranca un junco, lo pasa a travs de los agujeros que sangran y
le ata as los tobillos. Cuelga al nio de una rama cabeza abajo. Luego, monta su caballo y regresa a
Tebas sin darse vuelta.
Aquel da, el pastor Forbante y sus compaeros hacen pastar a sus rebaos en las laderas del
monte Citern... Forbante est lejos de su patria, Corinto. Si ha hecho un camino tan largo, es para
encontrar, ms all del istmo, una hierba ms densa y ms verde. Por supuesto, su atencin es
atrada rpidamente por extraos vagidos y por los ladridos furiosos de sus perros. Acude y
descubre estupefacto, al beb as atado y colgado.
Pobre criatura! Quin te ha abandonado a tan triste destino?
Invadido por la piedad, Forbante libera al nio cuyos pies, perforados, estn muy hinchados.
Y como sus gritos recrudecen, el pastor va a ordear una de sus ovejas para darle leche al beb
hambriento.
De quin puede ser? pregunta a sus compaeros.

Qu crees, Forbante? exclaman los dems. Es un nio abandonado! Sus padres han
querido deshacerse de l.
He aqu a Forbante a cargo de un hurfano! Qu hacer con l? Un mes ms tarde, cuando
los pastores regresan a su patria, Forbante se lleva al beb. Satisfecho con la leche de oveja, balbucea y sonre.
Al acercarse a Corinto, Forbante se cruza con su reina en persona. Ella se sorprende de ver a
ese pastor con un recin nacido.
Si mis perros no lo hubieran descubierto, habra muerto explica Forbante. Pero no s
qu hacer con l...
La reina de Corinto nunca pudo tener hijos, es estril. Si convence a sus sbditos de que ese
beb es suyo, el trono tendr un sucesor!
Y bien, yo lo educar le dijo la reina en voz muy baja Toma Forbante, aqu tienes
con qu indemnizar tu esfuerzo y pagar tu silencio!
De regreso al palacio, le entrega el beb a su marido, Plibo.
Los dioses nos envan este beb! exclama el soberano, encantado. Has hecho bien
en comprrselo a Forbante. Haremos de l un prncipe.
Cmo vamos a llamarlo?
Edipo respondi Plibo, ya que ese nombre significa "pies hinchados".

En el palacio de Corinto, Edipo creca en el bien y en la belleza. A los dieciocho aos, se


convierte en un muchacho que posee todas las cualidades, aunque a veces es impulsivo y soberbio,
como suelen ser a menudo los prncipes. Sus padres estn muy orgullosos de l.
Pero un malvado rumor circula por la ciudad: el futuro rey de Corinto no sera el verdadero
hijo de sus soberanos! Al principio, Edipo no presta atencin a esos cuentos. A la larga, fastidiado
por su insistencia, interroga al viejo Plibo.
Veamos, Edipo, claro que eres nuestro hijo, nico y querido!
Pero la duda anida desde entonces en el alma de Edipo, como un gusano que roe lentamente
un fruto. Un da, el joven declara:
Voy a interrogar a los orculos! Quiero saber la verdad...
Delfos queda tan slo a una semana de marcha y la distancia es rpidamente salvada.
Admitido en el santuario, Edipo se encuentra frente a la pitonisa. Pero sin iluminar a Edipo acerca
de su pasado, los dioses, por boca de la vieja mujer, le revelan su futuro:
Ests destinado a un porvenir del que no puedes escapar: terminars matando a tu padre y
casndote con tu madre...
Edipo est espantado! Cmo impedir que horrores tales tengan lugar?
No regresar nunca a Corinto! decide. No volver a ver mis padres. Pondr entre
ellos y yo tal distancia que esas predicciones jams podrn realizarse!
Esa misma noche, Edipo se pone en marcha.
Pero creyendo alejarse del lugar de su nacimiento, no hace ms que acercarse a l. Y al huir
de sus padres adoptivos, va al encuentro de sus progenitores...
Al da siguiente, mientras entra en Beocia, Edipo penetra en el estrecho desfiladero que
conduce a la ciudad de Dulide. De repente, ve ante s una comitiva: se trata de un carro rodeado
por una escolta de soldados.
A un lado! le ordenan.
Pero resulta que Edipo es hijo de un rey. Y, por instinto, un prncipe no obedece.
Con calma dice, sin apartarse. Usted no sabe quin soy.
Irritado por ese contratiempo, el anciano que est sentado en el carro se levanta. Increpa al
desconocido que se niega a cederle el paso. Ofendido por esa falta de educacin, Edipo responde
con un insulto.
Te atreves a oponerte a m? dice el anciano, desenvainando su espada. No agrega

dirigindose a los soldados que quieren interponerse, hagan avanzar el carro. Y djenme darle
una leccin a este mequetrefe!
El convoy se pone en movimiento; y antes de que Edipo pueda hacerse a un lado, una rueda
le pasa por encima del pie. Ahora bien, los pies de Edipo son frgiles.
Viejo maldito! grita, esquivando el golpe que le estaba destinado.
Con el canto de la mano, golpea la nuca de su atacante, que lo derrumba en el suelo. Los
soldados dan un salto, unos para socorrer a su amo, otros para lanzarse a perseguir al agresor.
Pero Edipo ya est lejos! Aprovechando la confusin, se escurri por las laderas del
desfiladero. Ya est, ha desaparecido...
La desgracia se ha abatido sobre nosotros! exclama uno de los soldados. Nuestro
rey ha muerto!
El anciano, en efecto, no volver a levantarse: Edipo lo ha matado.
Ignora que ese hombre se llama Layo, que se trata del rey de Tebas y que acaba de asesinar a
su padre.

Transcurren los das y las semanas. Edipo se acerca a Tebas. En el camino, no se cruza ms
que con viajeros enloquecidos. Detiene a uno de ellos que le explica:
Ah, joven extranjero, no vayas ms lejos! Tebas est inaccesible: un monstruo llegado
del monte Citern monta guardia a las puertas de la ciudad. Impide a cualquiera salir o entrar. Lo
llaman la Esfinge.
Tan temible es esa Esfinge?
S: detiene a los viajeros y les propone un enigma. Si no saben responder, los mata y los
devora sin piedad!
Y cmo recompensa a quienes resuelven sus enigmas?
Ay!, hasta ahora, nadie consigui hacerlo! Creonte, el nuevo rey de Tebas, ha prometido
la mano de su hermana Yocasta al que libre a Tebas de semejante flagelo.
Creonte? Crea que Tebas estaba gobernada por Layo.
Nuestro rey acaba de ser asesinado. El hermano de la reina Yocasta gobierna
provisoriamente. Est esperando que la soberana vuelva a casarse para ceder el trono a su nuevo
esposo.
En un relmpago, Edipo vislumbra un porvenir inesperado: el pobre viajero que es puede
convertirse en rey maana mismo.
Enfrentar a la Esfinge dijo a su interlocutor. Entrar en Tebas vencedor. O morir...
qu importa?
Morir, piensa, sera una buena manera de engaar a los dioses!
He aqu que Edipo se acerca a las puertas de la ciudad. No ve a ningn monstruo. La
Esfinge quiere acaso salvarlo?
Detente, joven imprudente!
La voz es imperativa, extraa y ronca. Edipo levanta la cabeza. All, trepado sobre una
roca, se alza un animal fabuloso! Es una fiera provista de alas. Posee el busto, la cabeza y el rostro
de una mujer. Una mujer de belleza ponzoosa. Los brazos y las piernas tienen garras. Su cola es la
de un dragn.
Ignoras que, para pasar, debes resolver un enigma?
Lo s. Estoy listo. Te escucho.
Edipo observa que la Esfinge hace equilibrio al borde de un barranco. Quin sabe si,
precipitndose hacia ella, no podra hacerla caer?
Esta es mi pregunta dice el monstruo mirando de arriba a abajo al extranjero con una
burla altanera. Cul es el animal que camina en cuatro patas a la maana, en dos patas al medio
da y en tres a la noche?
Edipo reflexiona. Adivina que las palabras de este enigma tienen un sentido oculto: se trata

de una metfora. Dirige a lo dioses un ruego mudo y exclama de repente:


Ese animal es el hombre! El hombre que, en la infancia, anda en cuatro patas; el hombre
que, adulto, camina sobre sus dos piernas, y el hombre que, ya viejo, se ayuda con un bastn.
El rostro de la Esfinge expresa el asombro ms profundo. De pronto, el monstruo cae al
vaco, y su interminable cada va acompaada de un rayo de fuego.
De lo alto de los muros de Tebas, los habitantes no se han perdido nada de este espectculo.
Increble: un desconocido resolvi el enigma de la Esfinge y liber a la ciudad de ese flagelo!
Una inmensa ovacin sube de la ciudad. Abren las puertas y conducen triunfalmente al
vencedor de la Esfinge al palacio.
As es como Edipo se convierte en rey.

La boda de Edipo y de Yocasta es celebrada con grandes festividades. La reina le parece a


Edipo muy seductora y bella. Por cierto, ella es mayor que l, pero es todava lo bastante joven como para darle cuatro hijos: dos mujeres, Antgona e Ismene, y dos varones, Eteocles y Polinices.
Durante ms de diez aos, el reino de los soberanos transcurre sin nubes. Una maana, el adi vino
Tiresias pide una audiencia en el palacio.
Mi rey le dice a Edipo, se ha declarado la peste en Tebas! Los presagios son
funestos... Temo el porvenir.
Tiresias es un sabio. Como la pitonisa, sabe leer el futuro.
Cllate, pjaro de mal agero! le responde Yocasta.
Pero Tiresias ha dicho la verdad: pasan los meses, los aos y la peste causa estragos. En los
campos ya no crece cereal alguno. La hambruna se instala. El pueblo gime su infortunio y les pide a
los soberanos que acten.
La clera de los dioses se cierne sobre nosotros! declara un da Tiresias.
De veras? responde Edipo al adivino. Y bien, ve a Delfos a interrogar los orculos!
Y regresa lo antes posible.

En cuanto regresa, el adivino, muy plido, anuncia:


He aqu, segn la pitonisa, la causa de nuestros males: el asesino de Layo jams ha sido
encontrado. Hay que identificarlo y castigarlo!
Que as sea. Hagamos lo necesario para encontrar al culpable. Su castigo ser terrible!
Quiero que se presenten aqu los testigos de aquel drama.
Convocados, los soldados no reconocen a Edipo. Han pasado demasiados aos. A sus ojos,
el asesino de Layo era un simple extranjero que vena de Corinto. Muy rpidamente, la fecha y el
lugar del crimen hacen comprender a Edipo que podra ser l mismo ese asesino! Aterrorizado,
recuerda entonces el orculo: "Matars a tu padre...". Pero Layo no era su padre! "Te casars con tu
madre..." Pero Yocasta no puede... De golpe, los rumores que corran en Corinto sobre el origen de
su nacimiento le vuelven a la memoria. Es imposible, pero quiere cerciorarse. Y si Yocasta fuera su
madre, habra tenido un hijo veinte aos antes. La interroga.
No! responde tan espantada como l. No, jams tuve otros hijos que los que hemos
concebido, salvo...
Edipo contiene la respiracin. Es necesario que Yocasta diga la verdad.
Salvo un beb que Layo mand degollar al nacer. No podamos dejarlo vivir! Un orculo
haba predicho...
Quin lo degoll? Lo mat realmente? Quiero saber!
Yocasta convoca al capitn a quien el rey Layo haba encargado la siniestra tarea. El viejo

soldado baja los ojos y confiesa:


No pude matar al beb. Le perfor los pies, lo colgu de un rbol y lo abandon en el
monte Citern...
No! grita Edipo. No!
Edipo quiere reconstruir toda la verdad, sea cual fuere. El mismo da, convoca a Tiresias y le
ordena:
Ve a Corinto. Pide una audiencia con mi padre Plibo...
Plibo responde el adivino no es tu padre. Ya lo has comprendido.
Sin embargo, Tiresias obedece. De regreso, confirma:
No eres el hijo natural de los soberanos de Corinto, sino un nio encontrado en el Citern
por un tal Forbante...
El viejo pastor an vive y es convocado al palacio.
S! confiesa. Yo encontr un beb que la reina adopt...
All, en un rincn de la sala del trono, Tiresias agacha la cabeza. Edipo lo acusa con voz
aterrorizada:
T sabas... T, el adivino, lo sabas todo y no me habas dicho nada!
Qu sentido tiene revelar lo que no se quiere or? Era necesario, Edipo, que t desearas
la verdad. Y que la descubrieras t mismo.
Yocasta se levanta. Mira a Edipo, espantada.
As que has matado a tu padre. Y yo, tu mujer, soy tu madre...
Deja el palacio gritando a la vez su vergenza y su dolor.
S murmura Edipo aterrado. Soy dos veces culpable.
Pobre Edipo! Se acusa de asesinato y de incesto. Pero cmo habra podido escapar al
designio que los dioses le tenan reservado? Es responsable de esos crmenes inscriptos en su
destino?
Poco despus, una joven envuelta en llantos entra en la sala del trono. Es Antgona.
Antgona: su hija... y su hermana! Murmura, sollozando:
Yocasta acaba de ahorcarse, est muerta.
Lleva en la mano el cinturn que debi haber utilizado la reina. Entonces, Edipo agarra la
hebilla y, con la punta, traspasa sus ojos y se los arranca.
Padre! grita Antgona. Qu has hecho? Ahora ests ciego! Por qu?
Estaba ciego cuando tena dos ojos, Antgona! Qu me importa ver ahora? Cuando
creemos que decidimos nuestros pasos, son siempre los dioses los que nos estn guiando...
Y bien, desde ahora murmura, soy yo quien te guiar.
Con los ojos ensangrentados, Edipo se aferra al brazo de Antgona, quien jura que ya no lo
abandonar. Y mientras se alejan del palacio, los habitantes de Tebas se renen en las calles para ver
pasar a su soberano destituido. All estn Polinices, Eteocles, Ismene. Y el hermano de la reina
muerta.
Creonte murmura Edipo. Te confo el trono y a mis tres hijos.
Adnde irs, adnde irn? pregunta Creonte.
A Colono... si su rey tiene a bien recibirnos. Adis. Que mi alejamiento disipe las
desgracias de Tebas!
Y bien, no: el anhelo de Edipo no ser realizado. No tardarn en llegar nuevos dramas que
enlutarn a Tebas: los dos hijos de Edipo se matarn entre s por el poder, y Antgona tendr un fin
atroz...
Ya conoces la trgica historia de Edipo!
Aunque la figura de Edipo es mencionada por primera vez en la Odisea, de Homero, llega a su
celebridad con las tragedias del dramaturgo Sfocles (siglo V a. C).

Antgona
Al acercarme a Tebas, me sorprendi la cantidad de soldados extranjeros que bullan
alrededor de la ciudad. Cuando me diriga hacia una de las siete puertas de la ciudad, not que
estaban todas cerradas. Un capitn me increp, burlndose:
Quin eres, joven extranjera? No ves que estamos sitiando Tebas? Si entras, ya no
podrs volver a salir!
Me llamo Antgona. Soy la hija de Edipo, que fue rey de esta ciudad. Regreso a mi patria,
que es gobernada por Creonte, mi to.
Antgona? dijo el otro inclinndose con respeto.
Entonces, de una de las tiendas que rodeaban la ciudad, una muchacha envuelta en llantos
sali, me vio y se lanz hacia m. La abrac.
Ismene! Ismene, mi hermana querida... Por qu lloras as?
Ay, Antgona me dijo sollozando, estoy tan contenta de que hayas regresado!
Cmo est nuestro padre Edipo?
Ha muerto. Las eumnides finalmente se apiadaron de l.
Esta triste noticia hizo recrudecer el llanto de mi hermana.
La desdicha nos persigue, Antgona! me confes. La muerte de nuestros padres no
ha calmado la ira de los dioses... Desde el exilio de Edipo, nuestros hermanos no han dejado de
tratar de destruirse entre s!
Eteocles y Polinices! Los quera tanto como Ismene. Mi hermana contuvo sus lgrimas para
explicarme:
Despus de tu partida, fue Creonte, nuestro to, quien asumi el trono. Muy rpidamente,
Eteocles y Polinices exigieron el poder: los hijos de Edipo no hacan ms que reclamar su derecho.
Que as sea! les respondi Creonte. Pero cul de ustedes dos ser rey?
Me imaginaba sin dificultad la continuacin de los hechos que Ismene me confirm:
Ninguno quiso renunciar. Sabes, Antgona, qu orgullosos e intransigentes son! Hicieron
un trato: gobernara uno cada ao. El azar design primero a Eteocles...
La solucin no era mala murmur.
Ay, aquel que conoce el poder no tiene sino un deseo: conservarlo! Polinices se haba
instalado lejos del palacio. Cuando regres, Eteocles nunca quiso entregarle el trono.
Qu perjurio! Por qu cometi esa traicin?
Eteocles argumentaba que, en un ao, haba aprendido a gobernar. Oh, todos los
pretextos fueron buenos! Eteocles no cedi.
Y Polinices? Cmo reaccion?
Muy mal! respondi una voz familiar detrs de m.
Polinices estaba all, feliz, orgulloso, rutilante, armado. Me abraz.
Fui a pedir ayuda para hacer valer mi derecho! refunfu, sealando el ejrcito que
rodeaba a la ciudad. El rey de Argos tuvo a bien ofrecerme estos refuerzos: me ha confiado miles
de hombres. En este momento, siete capitanes y sus guarniciones vigilan las siete puertas de Tebas!
La ciudad se rendir pronto.
No pude impedir responderle, como quien reta a un nio caprichoso:
Polinices... sabes bien lo que haces? Ests desafiando a ti propio hermano, ests
reclutando a un ejrcito extranjero!
Apoyaras a Eteocles? Falt a su palabra!
Ambos se equivocan, incluso si fue l quien ha comenzado...
Polinices baj los ojos. Apenas de regreso en mi patria, me obligaban a volver a ser la
hermana mayor, encargada de apaciguar las peleas y de arbitrar en los conflictos. Yo ya estaba
pensando en la desazn de los tebanos hambrientos.
Cuntos muertos va a provocar este sitio! murmur espantada.
Antgona me respondi mi hermano, sabes cunto te queremos. Tu dedicacin a

nuestro padre en el exilio ha suscitado el respeto y la admiracin general. Pero si apoyas la actitud
de Eteocles...
La condeno tanto como a la tuya! Has pensado, Polinices, en las vctimas que esta
guerra fratricida acarrear? No slo entre los nuestros, sino tambin entre los soldados de Argos,
que van a morir en un conflicto que no concierne ms que a tu hermano y a ti.
Lo s mascull l. Por eso, Antgona, te pido que vayas a convencer a Eteocles. Si
me niega el trono, somtelo a un trato: que acepte enfrentarme en un combate singular 1. Si pierde,
obtendr para siempre el trono! Si gana, se lo quedar.
No! Me niego a que se maten entre ustedes...
En ese caso exclam sealando el ejrcito de Argos, no evitaremos la matanza. Que
gane el ms fuerte.
Estaba consternada. Necesitaba ganar tiempo, adems de intentar hacer entrar en razn a
Eteocles. Muy rpidamente, respond:
De acuerdo, Polinices! Voy a plantearle tu propuesta.
Lo abrac durante un largo rato.
Te quiero, hermanita, sabes? me murmur Polinices.
Yo tambin te quera, Polinices. Pero no haba nacido sino para ver morir a todos aquellos
que ms amaba.

Una vez dentro de Tebas, las puertas se cerraron detrs de m. Fui inmediatamente admitida
en el palacio. Creonte me recibi sin alegra. Me condujo ante el trono donde se encontraba mi
hermano. Grit:
Nuestro padre ha muerto. Regreso. Y me entero de esta odiosa pelea entre hermanos!
Eteocles, mantn tu palabra: cede el trono por un ao a Polinices.
Qu!? se indign l. Capitular ahora ante ese traidor que ha ido a buscar refuerzos
entre nuestros antiguos enemigos?!
Durante un largo tiempo lo confront con distintos argumentos para convencerlo. Mi
hermano no se engaaba a propsito de su propia mala fe. Pero su orgullo hara que no se aviniera a
ceder en su posicin. Creonte, atento, escuchaba. Murmur:
Si existiera una manera cruel de desempatar...
Expliqu el trato que propona Polinices; Creonte reaccion:
La solucin es honesta, Eteocles! Escucha: la poblacin de Tebas est hambrienta.
Cuando Argos nos asalte, estaremos demasiado dbiles para combatir, deberemos capitular, lo
sabes! Cmo... dudas? Temes enfrentar a tu hermano?
De acuerdo. Salvemos vidas. Antgona, dile a Polinices que acepto!
Al da siguiente, al alba, asist al combate desde los muros de la ciudad. Con el corazn
estrujado, esperaba que uno de mis hermanos fuera ligeramente herido, admitiera su derrota y
abandonara el trono. No ocurri nada de eso. La llanura donde los dos adversarios se enfrentaban
resonaba ante el choque violento de sus espadas. Las estocadas eran a matar. La sangre brotaba de
un lado y de otro. Y como sus voces agresivas se entremezclaban, yo no saba cul lanzaba gruidos
de clera y cul gritos de dolor.
Por fin, tras una hora de enfrentamiento sin piedad, los vi tambalearse y caer al mismo
tiempo, uno encima del otro. Grit:
Eteocles! Polinices! Rpido, vayan a socorrerlos!
Creonte hizo abrir las puertas y lleg a la planicie con una pequea guarnicin. Cuando
regres, su escolta transportaba un cadver ensangrentado. Fuera quien fuese, estara desconsolada.
1

El combate singular era el enfrentamiento entre los dos lderes de cada ejrcito. Cada uno representaba a su ciudad
y el que ganaba se consideraba vencedor.

Reconoc el cuerpo de Eteocles; me precipit sobre l, lo inund con mi llanto. Antes de


exhalar su ltimo suspiro, me reconoci, sonri y murmur:
Te quiero, hermanita, sabes?
En la llanura, los soldados de Argos se replegaban. Ya no entenda nada: Polinices haba
ganado, por qu sus aliados no entraban vencedores a Tebas?
Polinices tambin ha muerto! me anunci Ismene viniendo por m. Su cuerpo yace
en la planicie. Sin ms motivos para combatir, la gente de Argos regresa a su patria.
As los dioses continuaban ensandose con nuestra familia: la estpida rivalidad de mis
hermanos los haba perdido. Mientras me lanzaba hacia los despojos de Polinices, abandonados en
la arena, o lo que Creonte decretaba para los tebanos reunidos:
Que se hagan al soberano Eteocles funerales dignos del gran rey que era!
Rpidamente, di media vuelta hacia mi to:
Y Polinices? le dije, sealando, a lo lejos, su cuerpo muerto.
Ese traidor no merece sepultura alguna. Que su cadver sirva de alimento a los buitres!
Quienquiera que se aproxime a l e intente infringir mis rdenes ser condenado a muerte. Que se
haga como he dicho!
Es imposible! To...
Creonte me fulmin con la mirada, pues lo estaba desafiando en pblico.
Te imploro clemencia! grit arrojndome a sus pies.
No dar un paso atrs con la orden dada, Antgona. No olvides que de nuevo soy el rey.
En efecto, una vez desaparecidos mis hermanos, Creonte volva a subir al trono!
Esper encontrarme sola con l dentro del palacio. Saba que mi to era obstinado, pero no
cruel.
Si dejas el cuerpo de Polinices sin sepultura, su alma errar para siempre, no podr llegar
al reino de los muertos!
Es cierto. Pero ignoras, Antgona, lo que es la razn de Estado. El pueblo exige que haya
buenos y malos, vencedores y vencidos. No comprendera que tus hermanos fueran tratados de la
misma manera. Eteocles era el rey en ejercicio.
Haba violado su acuerdo y usurpado el trono!
No importa: era el rey de Tebas y Polinices estaba del lado equivocado de los muros.
Adems, es demasiado tarde para que yo modifique mi decreto.
Pero es una injusticia!
Ms vale una injusticia que un desorden. En mi lugar, haras lo mismo. Castigaras con la
muerte a aquel que infringe la ley.
Existen otras leyes, to, no escritas: leyes dictadas por amor, el respeto de los hombres y el
temor de los dioses, ley ms justas y ms fuertes que tus pequeos decretos.
Cuidado, Antgona, no me desafes. Si te atrevieras a desobedecer, me vera obligado a
condenarte.
ramos iguales a mis hermanos que se haban matado entre s: ninguno de los dos quera ni
poda retroceder. Pero si Creonte no haca ms que cumplir con su trabajo, a m me incumba
cumplir con mi deber.
Aquella misma noche estaba con Ismene en su habitacin. Su tristeza pareca infinita. Le
acarici el cabello y le murmur:
Ismene, debes saber que perders tambin a tu hermana.
Cmo? pregunt levantando rpidamente la cabeza. No me digas que tienes la
intencin de ir a dar sepultura a Polinices?
Debo hacerlo. Luego, Creonte har de m lo que quiera.
Antgona me suplic no me abandones! En vez ocuparte de los muertos, cuida ms
bien de los vivos!
No soy ms que una sombra, Ismene. Tengo prisa por reunirme con quienes nos han
dejado.
Alguien entr en la habitacin: por su andar encorvado, reconoc a Tiresias, el adivino. Qu

vena a hacer a esa hora?


Vas a cometer lo irreparable, Antgona...
Creonte te condenar! exclam Ismene. S: leo tu muerte en la mirada del adivino,
Antgona... por qu obstinarte? Nuestro inters no es ponernos del lado del ms fuerte?
Lo ms fuerte no es la ley de Creonte. Lo ms fuerte es deber. Luego, una vez cumplido el
deber, se cumple el destino.

Es de noche. Ismene est durmiendo. Me inclino sobre ella para besarla. Luego, con los pies
descalzos, dejo la habitacin y me deslizo fuera del palacio. Las calles de Tebas estn desiertas. Y
las siete puertas de Tebas estn abiertas. Ya no nos acecha enemigo alguno. A pesar de todo, hay
soldados montando guardia y, cuando paso, me interpelan:
Antgona! T, aqu, a esta hora? Espera, no te alejes!
Creonte ha prohibido que salgamos de la ciudad!
Los soldados van bien armados, pero soy mucho ms gil que ellos. Me escapo sin
dificultad y me lanzo hacia la planicie.
Antgona, regresa! me gritan, Oh, no, por favor, no lo hagas!
Dudan en perseguirme. Soy yo quien les grita de lejos:
Slo voy a cumplir con mi deber. Ustedes, soldados, cumplan con el suyo!
La noche es bella, y la arena est caliente bajo mis pasos. Corro hasta esa forma humana
que, sangrienta y despedazada, yace bajo la luna. Asustadas, algunas aves rapaces se echan a volar
con pesadez ante m. Polinices... por fin, mi hermano est aqu. No me tomo tiempo para honrar su
memoria. Junto tierra y arena con mis pies y arrojo todo sobre el cuerpo difunto. Oh, es intil
cubrirlo completamente para los dioses, que slo juzgan la intencin, algunos puados bastan.
Ve, Polinices, descansa en paz ahora!
Por la bocanada de felicidad que me invade, s que el alma de mi hermano deja finalmente
su cuerpo muerto. En ese momento, Polinices ha llegado a la laguna Estigia, y Caronte lo ha
admitido en su barca.
Oigo ya detrs de m los pasos de los soldados que acuden. La alerta fue dada. Suena una
trompeta. Tebas se despierta.
El alba se levanta sobre el cuerpo de Polinices. Ya nadie puede ignorar mi acto de rebelda y
de amor.
Frente al trono de Creonte, ante el cual los soldados me han conducido, debo confesar mi
delito. Mi to se inclina hacia m, me susurra:
Todava puedo indultarte. Confiesa que lamentas ese acto insensato.
S, Creonte! digo lo bastante fuerte como para que todos me escuchen. S, confieso:
si tuviera que hacerlo de nuevo, lo repetira!
Tiresias trata en vano de tomar mi defensa. Creonte suspira:
Qu clase de obstinada eres como para haberte atrevido a infringir mi ley?
Y t, Creonte, qu clase de rey eres para ponerte en el lugar de los dioses y negarle la
sepultura a aquel cuyo nico crimen era reclamar lo que se le deba?
Como a todos los reyes, a Creonte no le gusta que lo desafen.
Joven terca! Me veo obligado a condenarte a muerte...
Prefiero morir en paz antes que vivir sin haber cumplido con mi deber. Cudate, to: has
violado otras leyes, teme la clera de quienes las han dictado!
Cuando atravieso las calles de Tebas, encadenada, sorprendo a mi alrededor murmullos de
admiracin y de piedad. Para mi gran asombro, soy ms una herona que una condenada.
Mi prisin se encuentra un poco apartada de la ciudad; es una gruta en el acantilado. Antes
de entrar, abrazo a Ismene.
Antgona me afirma, no voy a sobrevivir a tu muerte.

Por orden de Creonte, los soldados hacen rodar ante la entrada de la caverna una enorme
roca que la obstruye. Estoy sumergida en la oscuridad. As es, aqu voy a morir.
No esperar que la sed y el hambre vengan a torturarme. Pondr fin a mis das como lo hizo
mi madre. Hades tendr piedad de m, lo s. Mi sacrificio servir tal vez de ejemplo...
Espero que en el futuro haya otros como yo que sepan desafiar a los reyes y comprender que
su deber, a veces, es infringir la ley de los hombres.

Sfocles es quien recoge este mito y lo hace tema de su tragedia homnima. Tambin Eurpides
toma como asunto de algunas de sus tragedias la descendencia del infortunado Edipo.

LA GUERRA DE TROYA
Paris y Helena
La boda de Tetis, la diosa marina, y de Peleo, rey de Tesalia, iba a ser celebrada pronto en el
Olimpo.
Organicemos un banquete suntuoso! declar Zeus.
Invitemos a todos los dioses! agreg Hera, su esposa.
A todos? Ah, no. No hay que invitar a la Discordia.
La Discordia, tambin llamada ride, no era una divinidad amable: all donde estaba
presente, no saba ms que sembrar peleas, perturbaciones y conflictos. Zeus y Hera pocas veces se
ponan de acuerdo. Pero en esta oportunidad, compartieron la opinin: Discordia no sera invitada a
la boda!
La fiesta fue alegre: todo un xito. Afrodita, Atenea y todas las divinidades del Olimpo
conversaban alegremente mientras el bello Apolo cantaba, acompaado por el coro de las musas.
Ahora bien, la Discordia rondaba cerca del palacio. Ofendida por haber sido dejada aparte,
pensaba en la manera de vengarse. Aprovechando un momento de distraccin de los convidados, se
desliz hacia la sala del banquete y dej sobre la mesa una magnfica manzana de oro en la que
haba escrito: PARA LA MS BELLA.
En cuanto hubo desaparecido, Hera vio la manzana.
Qu maravilla! exclam. Quin me ha trado este regalo?
Me permites? dijo Afrodita apoderndose de la fruta. Es claro que me est
destinada: acaso no soy la diosa de la belleza?
Despacio se interpuso Atenea. Pretendo que me corresponde con todo derecho. T
no has afirmado siempre, padre, que yo era la ms bella? concluy volvindose hacia Zeus.
El rey de los dioses se encontr en un aprieto: por cierto, Atenea era su hija preferida. Pero,
al elegirla, tena miedo de irritar su esposa. Y no quera que se enojara Afrodita.
Bueno, qu piensan nuestros invitados?
Era la pregunta que no deba hacerse! Se expresaron las opiniones ms diversas. Cada uno
eligi, para halagarla, a la diosa cuya proteccin o amistad deseaba obtener. Nadie estaba de
acuerdo. Escondida no lejos de all, la Discordia se frotaba las manos.
Dejen de pelear! tron Zeus reclamando silencio. Aqu nadie puede ser juez con
objetividad. Irn, por tanto, las tres al monte Ida. Hermes las acompaar con la manzana. Se la
confiar a un pastor que se la dar a quien juzgue ms bella. Y su opinin ser ley!
Haba hablado Zeus. Su decisin, adems, convena a las tres diosas: cada una estaba muy
segura de que ganara!

Aquel da, en el monte Ida, el que estaba haciendo pastar a su rebao era el joven y seductor
Paris. Ahora bien, Paris no era un pastor como los dems... Justo antes de dar a luz, su madre,
Hcuba, so que para una roca incendiada que destrua la ciudad de Troya, de la cual su esposo,
Pramo, era el rey.
Ay, este presagio es claro! exclam este. Nuestro hijo provocar la destruccin de
nuestro reino. En cuanto nazca, lo mataremos!
La futura madre simul aceptar. Pero le encarg a un sirviente la triste tarea de abandonar al
beb en el monte Ida, y traer consigo el cadver de otro nio. Pramo no se enter de nada: crey
que su orden haba sido ejecutada. Hcuba, por su parte, rogaba a los dioses para que su hijo fuera
descubierto y salvado.
Y eso ocurri: el beb fue hallado por una osa que, en vez de devorarlo, lo amamant. Ms
tarde, un buen pastor lo encontr, lo adopt y lo llam Paris.

Un da, ya adulto, Paris se dirigi a Troya para participar en unos juegos a los cuales
asistieron Pramo, su esposa Hcuba y si hija, la joven Casandra. El valor de ese muchacho los
deslumbr.
Ese desconocido saca ventaja a todos sus adversarios! -exclam Pramo. Es posible
que sea el hijo de un simple pastor?
Ahora bien, Casandra posea el don de la adivinacin. En cuanto vio al joven, supo
enseguida de quin se trataba:
No afirm palideciendo. Es tu hijo... y mi hermano!
Pramo llam a Paris y convoc al que lo haba educado. Su investigacin fue rpida, la
verdad se manifest! Y el rey estaba tan contento de haber encontrado a su hijo que se olvid de la
profeca del sueo de su esposa.
Una vez convertido de nuevo en prncipe, Paris eligi pasar la mayor parte de su tiempo
cuidando los rebaos de su padre en los alrededores de la ciudad de Troya...

Hermes, con la manzana en la mano, ubic rpidamente a Paris en las laderas del monte Ida.
Surgi ante l, con sus sandalias aladas; como el pastor sinti miedo, el dios lo tranquiliz:
No temas, Paris! Soy enviado por Zeus para que hagas desempatar a tres diosas. Debes
elegir a la ms bella. He aqu una manzana. Entrgala a la que sea de tu preferencia.
Estupefacto, Paris dej que le diera la magnfica manzana de oro y cuando alz la cabeza,
vio ante s a tres mujeres cuya belleza lo deslumbr... tres diosas! Su mirada iba de una a otra y,
por supuesto, era incapaz de decidirse. Atenea se adelant, tom la mano del pastor y le murmur al
odo:
Si me eliges, Paris, te convertirs en un rey poderoso! Yo, diosa de la guerra, te ensear
el arte de los combates y har de ti un soberano invencible.
Espera! interrumpi Hera, acercndose a su vez. Me has reconocido, Paris? Soy la
esposa de Zeus! Combatir? Con mi proteccin, no necesitars hacerlo! Y te prometo que reinars
sobre Asia Menor.
Durante ese tiempo, Afrodita se haba desabrochado la tnica para aparecer en todo su
esplendor.
Yo dijo, te ofrezco an ms. Si tu eleccin recae sobre m, obtendrs el amor de
aquella cuya belleza es igual a la ma... hija que la humana Leda tuvo con Zeus: Helena.
Helena era cortejada por todos los soberanos de Grecia. Era tan bella que Teseo la haba
secuestrado para intentar desposarla cuando ella tena apenas doce aos. Paris no vacil: para gran
pesar de Hera y de Atenea, se inclin ante Afrodita y le dio manzana. Nadie vio, escondida en los
bosquecillos cerca de all, a una diosa encantada por el giro que daba la historia. Claro, era la
Discordia; su manzana segua surtiendo efecto.

En el momento en que transcurra esta escena en el monte Ida, la famosa Helena se


encontraba en Esparta. Rodeada de sus pretendientes, estaba confrontada a una eleccin difcil:
Esta vez le deca su padre adoptivo, Tndaro, debes decidirte! Todos los reyes de las
ciudades de Grecia estn aqu, a cul eliges?
Ah, padre, sea cual fuere mi decisin, s que acarrear catstrofes. Tantas amigas mas se
quejan de su fealdad... Yo las envidio, pues mi belleza me resulta un peso...
Era cierto que Helena ya haba desencadenado numerosos conflictos: varios soberanos se
haban peleado por ella.
Al tomar un marido dijo suscitar nuevas pasiones Aquellos que hayan quedado
descartados querrn matar a mi esposo o secuestrarme!

Entonces exclam Ulises1, que era rey de taca, aquellos que no seamos elegidos
deberemos unirnos en torno a una promesa: juremos perseguir al que intente separar a Helena de su
esposo...
El rey de Esparta, Menelao, lo aprob. Se volvi hacia Agamenn, su hermano, rey de
Argos, y hacia los dems pretendiente all reunidos.
Esta solucin me parece razonable. Qu dicen?
Los griegos aceptaron.
S dijeron en una sola voz, juramos combatir al que atreva a secuestrar a Helena
hasta que sea devuelta a su marido.
Y ahora, Helena la apur Tndaro, decdete!
Elijo a Menelao, rey de Esparta dijo, despus de vacilar.

Que Helena se hubiera convertido en la esposa de Menelao no impidi a Afrodita cumplir


con su promesa: hizo nacer en el corazn de Paris tal pasin por Helena, que este, aunque nunca
haba visto hasta el momento a la mujer de la que estaba enamorado, fue enseguida en busca de su
padre Pramo.
Justamente, quera verte! le dijo. Tienes que casarte y garantizar tu descendencia.
Tengo una muchacha para presentarte: se llama Enone.
Enone dej a Paris indiferente; como su padre insista, se cas. Pero ces de prestarle
atencin rpidamente, pues no pensaba ms que en Helena.
Una maana, Pramo convoc a su hijo al palacio:
Paris le dijo, tengo una misin para confiarte: debo enviar un embajador al rey
Menelao, de Esparta. He pensado que...
Esparta! La ciudad donde se encontraba la bella Helena. Paris exclam:
Ah, padre, parto ya mismo!
Paris ni siquiera se despidi de Enone. Aquella misma noche dej la ciudad de Troya para
zarpar hacia Grecia. Cuando se present en el palacio de la ciudad, los guardias le dijeron:
Qu lstima! El rey Menelao acaba justamente de partir hacia Creta. Debe asistir all a un
importante funeral.
No importa! exclam una voz femenina detrs de ellos. En su ausencia, recibo yo a
los embajadores. Entra, extranjero Quin eres?
En cuanto la esposa de Menelao vio a Paris, su corazn dio un vuelco. Por su parte, el
enviado de Troya crey desfallecer de pasin. Con la voz alterada por la emocin, contest:
Soy Paris, hijo de Pramo, rey de Troya, y descendiente del gran Zeus...
Helena no tena dudas: Paris era bello como un dios!
En cuanto los guardias dejaron a los jvenes a solas, se precipitaron uno en brazos del otro.
Ah, Helena, huyamos! murmur Paris. Aprovechemos la ausencia de tu marido.
Vayamos juntos a la buena ciudad de Troya.
Ir adonde t vayas. Pero no quiero partir con las manos vacas.
Helena hizo acumular en cofres las riquezas del palacio y, durante la noche, se dirigi a
escondidas a la nave de Paris. Cuando amaneci, los guardias tuvieron que entregarse a la
evidencia: la reina no slo haba saqueado los bienes de su esposo, sino que lo dejaba para partir
con un extranjero!
En el navo que regresaba a Troya, Paris y Helena disfrutaron de las alegras de un amor
recproco. Y arriba, en el Olimpo, Afrodita, satisfecha, observaba sonriendo a los amantes que ella
haba reunido.
Cuando Menelao volvi de Creta, dej estallar su clera:
1

El nombre griego de Ulises es, en realidad, Odiseo. Hemos adoptado el latino por ser ms conocido.

Traidores! Incapaces! les grit a los guardias de su palacio. Rpido, convoquen a


los reyes de todas las ciudades de Grecia.
Acudieron. Menelao les anunci la noticia:
Paris ha secuestrado a Helena, mi esposa! En este momento est navegando con ella
hacia Troya! Recuerdan su promesa?
S, hermano respondi Agamenn con voz tenebrosa. Y la respetaremos. Juntaremos
nuestros ejrcitos. Partiremos hacia Troya. Si es necesario, sitiaremos la ciudad y pelearemos. Pero
traeremos de regreso a Helena!
Se haba declarado la guerra de Troya...

En el Olimpo, Afrodita comprendi que la situacin empezaba a superarla. Fastidiada por la


vana agitacin de los hombres, regres a su palacio y decidi poner un poco de orden. Tena
demasiadas cosas y decidi deshacerse de algunos objetos intiles.
Acumulo... acumulo... farfullaba. Eh, quin pudo haberme hecho un regalo tan
vulgar?
Dio vuelta una y otra vez el objeto brillante entre sus manos antes de estallar de risa.
Ya est, me acuerdo! Qu tonta... Y qu objeto de mal gusto
Lo tir. Era una fruta. Una fruta de oro: la manzana de Discordia.

Los cuatro relatos que integran esta seccin han sido tomados de las epopeyas de Homero, La
Ilada y La Odisea.

La clera de Aquiles
Diez aos... Pronto se cumplirn diez aos desde que los griegos, bajo el mando de
Agamenn, iniciaron el sitio a la ciudad de Troya! De todos los combatientes, Aquiles es el ms
valiente. Nada ms normal: su padre desciende de Zeus en persona y su madre, la diosa Tetis, tiene
por antepasado al dios del ocano!
Pero esa noche, el valiente Aquiles regresa extenuado y desanimado: Troya parece imposible
de tomar y, para colmo, la peste, que se ha declarado hace poco, ataca sin perdn a los griegos.
Cuando entra en su tienda, ve a su mejor amigo, Patroclo, que lo est esperando.
Ah, fiel Patroclo! exclama abriendo sus brazos. Ni siquiera te vi en el fuego de la
batalla... Espera: voy a saludar a Briseida y soy todo tuyo.
Briseida es una esclava troyana de la que Aquiles se apoder, despus del asalto de la
semana anterior, tras el reparto habitual del botn. La joven prisionera le haba lanzado una mirada
suplicante, y Aquiles sucumbi ante su encanto. Briseida misma no pareca indiferente a su nuevo
amo.
Aquiles aparta la cortina, pero la habitacin de Briseida est vaca. Acaso la bella esclava
huy? Imposible: Briseida lo ama, Aquiles pondra las manos en el fuego. Y, adems, los griegos
estn rodeando los muros de la ciudad! Confuso, Patroclo da un paso hacia su amigo:
Y s, Briseida ha partido, Aquiles! Vena a avisarte. Agamenn, nuestro rey, ha ordenado
que la tomaran...
Cmo? Se ha atrevido?
Empalidece y aprieta los puos. Aquiles tiene grandes cualidades: es, lejos, el guerrero ms
peleador y ms rpido. No lo han apodado Aquiles de pies ligeros? Sin su presencia, los griegos
tendran que haber abandonado el sitio cien veces y deberan haber regresado a su patria! Por otra
parte, un orculo predijo que la guerra de Troya no podra ser ganada sin l... Pero tiene tambin
algunos defectos: es impulsivo, colrico, muy, muy susceptible.
Djame explicarte dijo Patroclo en tono conciliador, Te acuerdas de Criseida?
Quieres hablar de la esclava con que Agamenn se qued cuando distribuimos el botn?
Ella misma. El padre de Criseida, un sacerdote, quiso recuperar a su hija. A pesar del
enorme rescate que ofreci, Agamenn se ha negado.
Ha hecho bien!
El problema prosigui Patroclo suspirando, es que ese sacerdote, para vengarse, ha
suscitado sobre nosotros la clera Apolo. Esa es la razn de la peste que diezma a nuestras filas! Va
a cesar, pues Agamenn entreg a Criseida a su padre esta maana. Pero el rey quiso reemplazar a
su esclava perdida. Y orden que vinieran a buscar a Briseida.
Lejos de calmar a Aquiles, esta explicacin aumenta su clera. Apartando a su amigo
Patroclo, se precipita fuera de la tienda, en unos pocos pasos, alcanza el campamento del rey. Se
encuentran all todos los reyes de las islas y de las ciudades de Grecia. Aquiles empuja a Menelao, a
Ulises y a tres soldados que no se apartan lo bastante rpido.
Agamenn! clama plantndose ante l con las piernas separadas. Esta vez es
demasiado! Con qu derecho me quitas esclava que he elegido para m? Olvidas que t lo has
hecho antes que yo? Y que, adems de Criseida, te has atribuido un botn diez veces mayor del que
dejaste a tus ms prestigiosos guerreros?
Un anciano de larga barba blanca se interpone. Es Calcante, el adivino.
Aquiles murmura, yo recomend al rey devolver a Criseida. Los orculos son
implacables: era la nica manera de calmar n Apolo y de terminar con la peste que nos diezma!
No pongo en duda tu orculo, Calcante masculla Aquiles. Pero por qu Agamenn
me ha sacado a Briseida? Despus de cada combate, siempre sucede lo mismo: el rey se sirve
primero, y a sus anchas! No deja ms que cosas sin valor a los que combaten en la primera lnea!
Agamenn empalidece. Dominando su irritacin, saca pecho y lanza a su mejor soldado:
Olvidas, Aquiles, que le ests hablando a tu rey?

Un rey! Eres digno de eso, Agamenn, que no sabes ms que dar rdenes y apartarte de
los combates? Es sobre todo despus de la batalla cuando te vemos, para el reparto del botn!
Me ests insultando, Aquiles!
No. T me has ofendido robndome a Briseida! Exijo que me devuelvas a esa esclava,
me corresponde por derecho!
De ninguna manera! Te atreveras a desafiar a tu rey, Aquiles?
Agamenn no tiene tiempo de terminar la frase: Aquiles saca su espada... cuando se le
aparece la diosa Atenea.
Clmate, ardiente Aquiles! le murmura en tono conciliador. Tienes otros medios
para vengarte del rey sin matarlo, creme.
La visin se desvanece. Aquiles, que es el nico que ha visto a la diosa, guarda su espada.
Bien! decide con voz firme. Qudate con Briseida. Pero sabe que, a partir de ahora,
no me involucrar ms en los combates. Despus de todo, qu me importa esa famosa Helena que
Paris ha secuestrado a tu hermano? Los troyanos nunca me han hecho nada a m!
Y delante de Menelao, esposo de Helena, que le arroja una mirada estupefacta a Agamenn,
Aquiles gira los talones y se va.
Una vez en su tienda, no puede contener las lgrimas. S: Aquiles llora, tanto de despecho
como de rabia. Pues a la prdida de Briseida se suma la humillacin de haber sido desposedo de
ella delante de todos sus compaeros. Eso no puede perdonrselo al rey!

Al da siguiente, por la noche, Patroclo se dirige a visitar Aquiles que, en todo el da, no se
movi de su tienda: tiene mala cara.
Estoy extenuado suspira el amigo de Aquiles desplomndose sobre una silla. Hoy
perdimos muchos hombres. Tu valor nos ha hecho mucha falta! Cuando los troyanos constataron
que t no participabas en el combate, su ardor recrudeci.
Aquiles no responde. Para que la ciudad de Troya sea tomada todos saben que su presencia o
su accin son indispensables. Espera que Agamenn, privado de su mejor guerrero, termine por
devolverle a Briseida. Y quin sabe si hasta viene a suplicarle que se reintegre en el combate?
Pero Aquiles se acuerda tambin de una prediccin funesta: el adivino Calcante le ha
revelado a su madre que, si se diriga a Troya, morira all poco tiempo despus que Hctor, hijo de
Pramo y el ms clebre de los guerreros troyanos! Para desviar el destino, Tetis, la madre de
Aquiles, us miles de artimaas: para volverle inmortal, hundi a su hijo en la laguna Estigia. Pero
no pudo sumergirlo totalmente y el taln por el cual lo sostena qued como el nico punto
vulnerable de su cuerpo. Luego, Tetis disfraz a su hijo de mujer y lo envi a la isla de Esciro para
protegerlo. Pero Ulises logr encontrar a Aquiles y conducirlo hasta Troya.
Ah, Patroclo! suspira Aquiles. Qu vine a hacer aqu? Cmo me arrepiento de no
haberme quedado en Tesalia! En mi patria habra podido llevar la vida tranquila de un boyero...
A la semana siguiente, Patroclo entra lleno de alegra en tienda de Aquiles para anunciarle:
Listo! Se aproxima el fin de la guerra! Paris y Menelao van a enfrentarse maana en un
combate singular! El que gane quedar con Helena y el campamento del perdedor deber
someterse a las leyes del vencedor!
Por qu no? grue Aquiles, tan sorprendido como decepcionado.
En efecto, su chantaje queda as malogrado. Si el orculo ha dicho la verdad, la derrota de
los griegos es segura! Sin embargo, a la noche siguiente, clamores, gritos y el ruido de las espadas
empujan a Aquiles a dejar su tienda: ante los muros de Troya, los ejrcitos enemigos se enfrentan
con ensaamiento.
El duelo fue postergado explica Patroclo. Esos troyanos traidores rompieron la
tregua y la guerra ha recomenzado!
En ese instante llega otro guerrero griego. Al reconocer a Ulises, Aquiles se levanta para
saludarlo.

Entra, amigo mo le dice. Me dispona a cenar. Antes de revelarme qu te trae aqu,


ven a compartir un poco de carne y vino!
Aquiles admira a Ulises, pero aprendi a desconfiar de l, pues ese hroe, clebre por sus
engaos, no vino con toda seguridad a hacerle una visita de cortesa. Una vez terminada la cena,
Ulises declara:
El rey me enva ante ti para invitarte a retomar el combate...
De ninguna manera! responde Aquiles, bostezando mientras se tira en su cama.
No seas obstinado. Agamenn por fin pide perdn: acepta devolverte a Briseida. A eso le
suma diez talentos de oro, doce caballos, siete esclavos y se compromete, si Troya es tomada, a
dejarte cargar de oro todas tus naves. Qu dices?
Demasiado tarde, Ulises, es intil: ya no quiero pelear.
Uniendo el gesto a la palabra, Aquiles da la espalda a su visita.
S explica Patroclo, suspirando, su clera no se ha calmado. Aquiles ha decidido
poner mala cara.

Algunos das ms tarde, Patroclo tiene una cara tan triste que, al entrar en la tienda de
Aquiles, ste le pregunta:
Tan malas son acaso las noticias?
S! No oyes los estertores de nuestros guerreros agonizando a algunos pasos de aqu?
Ay, vamos a perder la guerra. Oh, Aquiles agrega Patroclo sealando, en un rincn de la tienda, la
armadura y el casco de su amigo, me autorizaras a combatir hoy portando tus armas?
Por supuesto! Lo que es mo te pertenece. Pero por qu?
As vestido, sembrar el terror entre los troyanos: al ver tu armadura, creern que has
retomado el combate.
Ve... pero te ruego que seas prudente! responde Aquiles mientras abraza a su amigo.
Durante la tarde, la larga siesta del hroe es interrumpida: un guerrero griego entra en su
tienda. Est exhausto y anegado en lgrimas.
Aquiles! gime. La desgracia se abati sobre nosotros! Patroclo ha muerto! Hctor,
el ms intrpido de los troyanos, lo atraves con su lanza! Incluso, lo ha despojado de tu armadura.
Nuestros enemigos se disputan su cuerpo.
Con estas palabras, Aquiles se levanta para gritar a los dioses su dolor. Se mesa los cabellos,
rueda por el suelo y se cubre el rostro con tierra. Solloza a la vez que gime:
Patroclo, mi hermano, mi nico amigo de verdad!
Muerto. Patroclo ha muerto. El sufrimiento que experimenta Aquiles duplica su clera;
desva entonces su furor:
Maldito Hctor! Dnde est? Ah, Patroclo, Juro vengarme. No asistir a tus funerales
sin antes haber matado a Hctor con mis propias manos!
Loco de dolor, Aquiles se arma de prisa y se precipita fuera de su tienda. Marcha hacia los muros de
la ciudad sitiada y lanza tres veces un grito tan furioso que los troyanos, estupefactos, tiemblan de
espanto en las murallas. Los caballos mismos relinchan de terror. Muy rpidamente, los griegos
aprovechan esta confusin: alcanzan a tomar el cuerpo de Patroclo mientras Aquiles arroja sobre
una docena de enemigos a los que ensarta. Cuando sucumbe el nmero trece, oye, cerca de s, una
voz que gime:
Polidoro... Acabas de matar a mi hermano Polidoro!
Aquiles se da vuelta hacia el troyano que se lamenta: es Hctor en persona! Por un
segundo, los dos campeones se enfrentan con la mirada. Y la prediccin, una ltima vez, aflora en la
cabeza de Aquiles: "Morirs poco despus que Hctor". As, vengando a Patroclo, Aquiles apurar
su propio fin. No importa! Con un grito de furor, ataca al asesino de su amigo, que huye!
Tres veces los adversarios dan la vuelta a la ciudad, sin detenerse ms que para intercambiar
terribles estocadas. Agotado, Hctor se detiene en seco. Arroja su lanza, que Aquiles evita.

Entonces divisa la yugular en la armadura de su enemigo, ajusta si estocada y hunde all su espada!
Hctor, con la garganta atravesada, se derrumba y expira.
Desoyendo los gritos de desesperacin de los troyanos que siguieron el combate desde las
murallas de la ciudad, Aquiles despoja al cadver de su armadura. Ata a Hctor por los pies un
carro, da un latigazo a los caballos y, tres veces, da la vuelta a la ciudad arrastrando el cuerpo por el
polvo. Luego lo abandona en el suelo, cerca de su tienda.
Que sea presa de los buitres y de los chacales! ordena.
Abandonado el cadver sin sepultura, el alma del difunto no tendr nunca reposo. El hroe
se vuelve entonces hacia el cuerpo de Patroclo que los griegos, mientras tanto, han colocado en una
pira1 fnebre.
Ahora, vete, Patroclo! murmura, conteniendo un sollozo Alcanza en paz el reino de
Hades!
He aqu Troya privada de su mejor combatiente. Pero la venganza de Aquiles es amarga,
pues tiene el gusto de su propia muerte.

Durante la noche, un ruido sospechoso hace saltar a Aquiles de su cama. No tiene tiempo de
tomar su espada: unas manos temblorosas ya estn rodeando sus rodillas. A la luz de la luna, el
hroe, estupefacto, reconoce a Pramo, padre de Hctor! Cmo logr este anciano dejar la sitiada
Troya e infiltrarse hasta aqu?
Aquiles! gime Pramo. Vengo a implorarte. Tena cincuenta hijos. Casi todos han
perecido en esta guerra interminable. Y has matado a Hctor, mi hijo preferido! Te lo suplico,
devulveme su cuerpo.
Frente a la desesperacin y al coraje de ese anciano que se atreve a arrojarse a los pies de su
peor enemigo, Aquiles se encuentra desconcertado.
Te he trado regalos costossimos agrega Pramo, sollozando.
Levntate responde el hroe, emocionado hasta las lgrimas.
Entonces, dejando su tienda, va a recoger el cadver de Hctor para devolvrselo l mismo a
su padre, y agrega:
Ests agotado, Pramo. Ven, pues, a beber y a comer. Qudate aqu y duerme sin temor. Te
prometo que regresars a Troya cuando el alba, con el cuerpo de tu hijo, sin ser molestado.

La pira funeraria de Patroclo no llegar a ser encendida: al da siguiente, despus de la


partida de Pramo, y mientras Aquiles lanza un terrible asalto contra los muros de Troya, el raptor
de Helena, Paris en persona, se desliza fuera de la ciudad, sin duda gracias a los consejos de Apolo,
su dios protector. Ve a Aquiles que est corriendo y, con su arco, despide una flecha que va a clavarse... exactamente en el pie del guerrero!
Aquiles, cuyo taln est perforado, cae. Arranca la flecha, ve que la sangre sigue fluyendo y
comprende que su vida se va con ella. El orculo ha dicho la verdad.
Patroclo, me reunir contigo! grita antes de exhalar un ltimo suspiro.
Aquiles muere. Ahora que su destino se ha cumplido, Troya podr caer, tal como el orculo
lo predijo. Pero cmo? Por medio de qu artimaa? Pues Aquiles ha muerto, y Troya sigue en
pie...
Los griegos disputaron a los troyanos el cadver del gran Aquiles y lo condujeron a su
tienda. La bella Briseida inund de lgrimas el cuerpo de un amo que no tuvo tiempo de querer. Ella
misma encendi la pira sobre la que yacan los cadveres de los dos fieles amigos. Como lo requera
1

Una pira era una hoguera donde se quemaban los cadveres.

la costumbre, cort las largas trenzas de su cabello para arrojarlas entre las llamas.
Una vez que las cenizas de Aquiles, mezcladas con las de Patroclo, fueron recogidas, los
griegos las encerraron en una misma urna, que enterraron en la cima de una colina.

Hoy, los pasajeros de los navos que atraviesan el antiguo Helesponto pueden, todava, ver
esta colina2. La urna ya no existe y las cenizas, desde hace mucho tiempo, se han mezclado con
ruinas de Troya... Una ciudad que el poeta Homero llamaba Ilin, y que Ulises habra de tomar por
medio de una asombrosa artimaa.

Este es el tema principal de La Ilada. Siglos despus, Aquiles y Ulises reaparecern en la clebre
obra de Dante Alighieri La Divina Comedia.

En la actualidad, es el estrecho de los Dardanelos, que une el mar Egeo con el mar de Mrmara

El caballo de Troya
De espaldas a los muros de la inaccesible ciudad de Troya, Ulises pensaba, con la mirada
perdida en el mar cercano...
Pensaba en taca, la isla ahora lejana de la que era rey; pensaba en Penlope, su esposa, que
haba dejado all, y en su hijo, Telmaco, que deba haber crecido mucho.
Diez aos! murmur dominando su tristeza. Hace diez aos que part. Diez aos
perdidos sitiando una ciudad. Y todo esto para hacer honor a una promesa y para obligar a Paris a
devolver a la bella Helena a su esposo Menelao...
Cuntas vctimas durante esa interminable guerra que segua enfrentando a los troyanos con
los griegos! Los mejores haban perecido: Hctor, el campen de Troya, y el hroe griego, Aquiles.
El mismo Paris haba sucumbido a una flecha envenenada. Pero Helena qued prisionera. Y la
ciudad an no se renda.
Sin embargo declar una voz cerca de Ulises, la guerra va a terminar pronto, y Troya
ser destruida. S: los orculos son precisos.
Ulises reconoci a Calcante, el viejo adivino. Y cuando iba a replicarle con una irona, una
idea loca le pas por la cabeza.
Ests rumiando alguna astucia, verdad, Ulises? pregunt el anciano.
El rey de taca asinti, antes de agregar con fastidio:
Cmo adivinas mis pensamientos antes de que los exprese?
Olvidas respondi Calcante que ese es mi trabajo. Y todos sabemos que, de nosotros,
t eres el ms astuto. Habla!
No. Primero debo reflexionar; luego, presentar mi proyecto a nuestros aliados.
Aquella misma noche, el rey Agamenn reuni a todos los jefes de Grecia que estaban
sitiando Troya. Ulises, entonces, les declar:
Esta es mi idea: vamos a construir un inmenso caballo de madera...
Un caballo? exclam Agamenn, que esperaba un plan de batalla menos extravagante.
S. Un caballo tan grande que nos permitir meter en sus entraas, en secreto, a un
centenar de nuestros guerreros ms valientes. Mientras tanto, desmontaremos nuestras tiendas y nos
dirigiremos a nuestras naves. Es necesario que los troyanos vean nuestros navos alejarse de la
costa.
Uno de los compaeros de Ulises, que se llamaba Sinn, exclam, escandalizado:
Ests loco! Entonces, quieres levantar el sitio?
Espera Sinn: olvidas el centenar de griegos disimulados dentro del caballo! Por otra
parte, uno de nosotros permanecer cerca de la estatua. Despus de nuestra partida, ser capturado
por los troyanos. Esto es lo que el espa les dir: hartos del sitio, los griegos regresaron a sus patrias.
Para que Atenea les sea favorable, le han construido este caballo...
Atenea? se sorprendi Agamenn. Pero Atenea es la protectora de nuestros
enemigos! Tiene su estatua en Troya, el Paladin!
Justamente: nuestros enemigos creern que queremos congraciarnos! explic Ulises.
Estoy seguro de que, para no ofender a Atenea, los troyanos harn entrar en la ciudad ese caballo
que le est dedicado a ella.
Ya veo! admiti Agamenn. Quieres, pues, arrojar nuestros mejores hombres en la
boca del lobo?
No. Quiero, por el contrario, que nos abran el corral. Pues este caballo ser tan gigantesco
que no podr pasar por ninguna de las puertas de la ciudad: los troyanos debern derribar los muros
para hacerlo entrar!
Crees que se arriesgarn a eso? pregunt el rey.
S, si estn convencidos de que hemos levantado campamento, y si ven desaparecer
nuestras naves en el horizonte! En realidad, stas llegarn hasta la isla de Tenes, que est cerca de
aqu. Una vez que el caballo haya entrado en la ciudad, nuestro espa, a la noche, en el momento en

que lo crea propicio, encender un fuego sobre las murallas. Nuestros ejrcitos desembarcarn antes
del alba y penetrarn en la ciudad.
Epeo, el carpintero que haba construido las barracas, se levant para clamar:
Esta estratagema me gusta! Construir un caballo as me parece posible: el monte Ida, que
est cerca de aqu, abunda en robles centenarios.
En cuanto a m agreg el valiente Sinn, me gustara ser el que se queda cerca del
caballo! Engaar a los troyanos: una vez que la estatua gigante est instalada en la ciudad, har
salir de sus entraas a los que estarn escondidos!
Es arriesgado murmur Agamenn, acariciando su barba. Los troyanos pueden
matarte, Sinn. Tambin es posible que nunca hagan entrar ese caballo, o que descubran muy
rpidamente a los que se encuentran en su interior.
Por supuesto! Pero no estn cansados de esta guerra? Y no tienen prisa por regresar a
sus casas?
Le respondieron gritos unnimes: ese sitio haba durado demasiado. A los ojos de los
griegos, todos los riesgos valan ms que prolongar la espera.

Desde lo alto de las murallas de su ciudad, el rey Pramo, estupefacto, observaba a sus
enemigos: estaban quemando las barracas de sus campamentos, plegando sus tiendas y dirigindose
a sus naves.
Los griegos se van! se asombr. Levantan el sitio!
Padre, no te fes. Es una artimaa, te llevar a la derrota...
Casandra, la profetisa de la ciudad, estaba lejos de compartir el optimismo de su padre. Ay!
Nadie tena fe en sus predicciones.
Casandra era tan bella que haba seducido al mismo Apolo. Le haba dicho: "Te pertenecera
con gusto, pero concdeme antes el don de la profeca". Apolo haba consentido. Una vez obtenido
el don, Casandra rechaz al dios burlndose de l. Como pensaba que era indigno quitarle lo que le
haba dado, Apolo declar:
De acuerdo... Sabrs leer el futuro, Casandra, pero nadie jams creer en tus
predicciones!
Es una artimaa, padre, lo s, lo siento...
Vamos, Casandra, no digas tonteras: si los griegos quisieran regresar, no estaran
destruyendo esas barracas que les llev tanto tiempo construir! Mira, varias naves ya estn en el
mar.
Padre, recuerdas lo que predije cuando Paris regres aqu con la bella Helena, hace ya
diez aos?
S! Recuerdo que rompiste el velo de oro de tu tocado... Te arrancaste los cabellos y
lloraste profetizando la prdida de nuestra ciudad. Te equivocaste: hemos aguantado el sitio y
ganamos! Casandra agreg Pramo, mis ojos estn demasiado gastados para ver lo que los
griegos estn construyendo en la costa. Qu es?
Parece una estatua dijo Casandra. Una gran estatua de madera.

Tres das ms tarde, los troyanos debieron rendirse a la evidencia: los griegos haban
partido! Desde lo alto de las murallas, no se distingua sino la llanura desierta donde tantos hombres
haban cado y, all, en el mar, las ltimas velas de los navos enemigos. En la playa, el extrao
monumento que los griegos haban abandonado intrigaba al rey Pramo, que declar:
Vamos a ver qu es!
Por primera vez en diez aos, fueron abiertas las puertas de la ciudad.
Cuando los troyanos descubrieron en la orilla del mar un suntuoso caballo de madera ms

alto que un templo, no pudieron contener su sorpresa y su admiracin.


Pramo! grit un troyano que se haba aventurado debajo del animal. Acabamos de
encontrar a un guerrero griego atado a una de las patas!
Corrieron a desatar al desconocido y lo presionaron con preguntas. Pero el hombre se
negaba a responder.
Que le corten la nariz y las orejas!
Torturado, el desafortunado griego termin confesando.
Me llamo Sinn. S, nuestras naves han partido! Gracias a los consejos del adivino
Calcante, los griegos han construido esta ofrenda a Atenea para que la diosa les perdone la ofensa
hecha a su ciudad. Para obtener un mar favorable, Ulises quiso ahogarme e inmolarme a Poseidn.
Pero me escap y me refugi bajo la estatua. Para no disgustar a Atenea, a quien le peda proteccin,
Ulises se conform con atarme all.
Una ofrenda a Atenea! exclam Pramo, maravillado.
La dejaremos en la playa, expuesta al viento y a la lluvia? preguntaron varios
troyanos.
S! dijo Casandra, estremecida. An ms: quemaremos esta ofrenda impa. Es un
regalo envenenado que nos han dejado nuestros enemigos.
Cllate! respondi el rey a su hija. Que se construya una plataforma! Que traigan
rodillos! Que conduzcan este caballo a nuestra ciudad, cerca del templo edificado en honor de la
diosa!
Fue un trabajo ms largo y difcil de lo previsto. Pero una noche, el caballo fue por fin
conducido triunfalmente a la ciudad, ante los troyanos reunidos sobre las murallas. Ay, las puertas
eran demasiado estrechas para que pasara. Despus de echar una mirada a la llanura desierta,
Pramo orden:
Que se derribe uno de los muros de la ciudad!
Padre predijo su hija temblando, veo a nuestra ciudad en llamas, veo miles de
cadveres cubriendo sus calles!
Nadie escuchaba a Casandra: los troyanos estaban subyugados por ese caballo esplndido y
monstruoso a la vez, con las orejas levantadas y los ojos incrustados de piedras preciosas.
El animal fue empujado hasta el templo de Atenea, donde se inici una gran fiesta que
reuni a todos los troyanos sobrevivientes: la guerra haba terminado, los griegos haban partido, y
ese caballo llegaba justo para celebrar una victoria que ya ninguno esperaba!
Nadie se preocupaba por Sinn, que haba sido perdonado.
Deslizndose entre los festejantes, el espa griego lleg a las murallas desiertas; construy
una gran pira y, antes de encenderla, esper que los troyanos cayeran, ebrios de danzas y de vino.
Con el correr de las horas, en el interior del caballo, Ulises y sus compaeros comprendan
que su estratagema se converta en xito! Haban odo el ruido de las murallas abatidas, los gritos de
alegra y de victoria de los troyanos y, luego, el clamor de la fiesta que, ahora, se haba callado. De
repente, una voz de mujer surgi bajo los pies de los guerreros silenciosos:
Ah, queridos compatriotas, por qu me han abandonado? Esposo mo, ahora, dnde
ests? Sabes que, despus de la muerte de Paris, Defobo, su propio hermano, me forz a compartir
su lecho? Y t, valiente Ulises, tambin te has ido?
Era la bella Helena. Menelao se dispona a responderle, pero Ulises le tap la boca con la
mano. Durante un tiempo, Helena gimi debajo del caballo. Luego, su voz se alej. Pero apareci
otra:
Ulises? Dimedes? Ayax? Neoptlemo? Menelao? Soy Sinn! Los troyanos estn
descansando! Hace varias horas encend la seal. Se acerca el alba... Rpido, salgan!
De inmediato, en el interior de la estatua, Epeo sac las trabas que soportaban el pecho. La
pared vacil. Ulises hizo caer unas cuerdas. Y cien guerreros armados salieron uno a uno desde las
entraas del caballo. Al mismo tiempo, las naves griegas, eran empujadas por un viento favorable,
desembarcaron en la playa. Los ejrcitos de Agamenn se lanzaron hacia la Troya abierta. Mientras
los griegos que surgieron del caballo invadan la ciudad dormida, Ulises lanzaba gritos de victoria.

Los troyanos apenas tuvieron tiempo para comprender pasaba: la mayora muri en cuanto
se despert. Los ms valientes, todava no repuestos de la fiesta nocturna, no opusieron ms que una
resistencia irrisoria. Los menos temerarios se salvaron slo porque huyeron.
Mientras por las calles, como por un arroyo, corra la sangre los troyanos degollados, Neoptlemo,
hijo de Aquiles, descubri a Pramo arrodillado frente al altar de Zeus. Sin piedad, degoll al rey.
Ms lejos, Menelao encontr a Helena en la habitacin de Defobo, hermano de Paris. Lo mat de
una estocada antes de arrojarse hacia su esposa, al fin reencontrada. yax, al entrar en el templo,
encontr a la bella Casandra al pie de la estatua de Atenea.
Ah! exclam. Hace tanto tiempo que te quera para m!
Mientras la hija de Pramo era privada de su honra, la diosa de piedra, segn cuentan, desvi
la cabeza.

Cuando se levant el da, no quedaba de Troya ms que las ruinas; lo que no haba sido
destruido, terminaba de quemarse. Los griegos ya cargaban sus naves con el botn de la ciudad
devastada. Ulises, frente al asombroso caballo que haba trado la victoria, debi apartarse de
repente: una mujer de una inmensa belleza pasaba indiferente a la matanza que indirectamente haba
provocado. Era Helena. Los guerreros, mudos de admiracin, se detenan para contemplarla.
Ulises sinti una extraa amargura.
Vamos! dijo de pronto a sus hombres, que estaban subiendo a la nave. Esta vez, la
guerra ha terminado, regresemos a nuestra buena isla de taca!
Agreg para s: "Y junto a Penlope, mi querida esposa, que hace diez aos que me est
esperando".
Ay, Ulises ignoraba que estaba lejos de regresar a su patria! Los dioses decidieron otra
cosa: habran de pasar otros diez aos antes de que regresara. El tiempo de una larga odisea1.
'

La cada de Troya es tema de una hermosa tragedia de Eurpides llamada Las troyanas.

Las ms clebres aventuras de Ulises comienzan aqu. Son relatadas por Homero en La Odisea, palabra griega
{odysseus) que significa "viaje accidentado".

Penlope y Ulises
Dando la espalda a la multitud que formaban sus pretendientes reunidos, Penlope teja, con
la mirada perdida en el mar. A veces, un largo suspiro se escapaba de su pecho. Pensaba en Ulises,
su esposo, que haba partido veinte aos atrs, y se sorprenda a veces diciendo:
Dime, cundo volvers...?
A menudo, se diriga as al que segua amando, prolongando indefinidamente el eco de su
presencia.
Penlope le dijo de pronto Eurmaco, debes elegir a uno de nosotros! A esta altura,
Ulises debe estar muerto, lo sabes perfectamente.
Penlope no crea ni una palabra. Diez aos antes, se haba enterado de que, gracias a la
astucia de su marido, la ciudad de Troya, por fin, haba sido tomada y devastada.
Pero a sus ojos, no habra verdadera victoria hasta el regreso de su marido.
taca precisa un rey! Cundo te decidirs a volver a casarte?
Debo repetrtelo, Eurmaco? respondi suavemente. Me casar recin cuando haya
terminado mi labor.
Hace tres aos que ests tejiendo esa mortaja! refunfu Antnoo, otro prncipe de la
isla. Me parece que tejes de manera muy lenta!
Tejer una mortaja era un trabajo sagrado. Adems, sta estaba destinada a Laertes, padre de
Ulises, que era muy anciano.
Prfido, Eurmaco agreg:
S, tu labor avanza mal, Penlope. Segn mi parecer, deberas apurarte, pues los das de
Laertes estn contados.
Penlope se estremeci sin atreverse a replicar. Da a da, los pretendientes al trono se
inquietaban. En cuanto a su hijo Telmaco, haba partido en busca de su padre. Sola, Penlope tena
cada vez mayor dificultad en contener la impaciencia de todos esos nobles que queran desposarla
para tomar el poder. Fiel a Ulises, la reina haba perdido la juventud, pero no las esperanzas. Se
retir a sus aposentos sin dirigir siquiera una mirada hacia esos hombres codiciosos.

El alba estaba an lejos cuando Penlope se levant. Dej su dormitorio con pasos sigilosos
y lleg a la gran sala del palacio. Acercndose a la mortaja, tir del hilo que sobresala y comenz a
destejer lo que haba hecho el da anterior. Esta es la razn por la cual su labor no avanzaba: desde
haca muchos meses, Penlope deshaca cada noche el trabajo de todo el da!
De repente oy un ruido, se dio vuelta y reconoci a una sirvienta que, asombrada,
observaba la maniobra de su ama.
Espera! exclam Penlope. No te vayas, voy a explicarte!;
Pero la muchacha haba desaparecido. Y cuando Penlope, a la maana, entr en la sala del
palacio, fue recibida por cien miradas severas o burlonas. Furioso, Eurmaco exclam:
Penlope, has estado burlndote de nosotros! Tu sirvienta nos explic la estratagema!
agreg, sealando la mortaja. Esta vez, ya no te escapars por medio de una traicin. Hoy te
casars con uno de nosotros!
En un rincn de la habitacin, varios pretendientes se hallaban cmodamente sentados.
Otros haban trado toneles y haban comenzado a beber el vino del rey. Los ms atrevidos ya daban
rdenes a los domsticos como si el palacio les perteneciera. Penlope comprendi que estaba
perdida: si no elega un marido, esos nobles iban a enfrentarse y a vaciar el palacio. Entre ellos,
Eurmaco, el ms rico y poderoso, tena la arrogancia del que est seguro de ser elegido.
Ah, Ulises murmur Penlope desesperada, cundo volvers?

Pronto le susurr al odo una voz familiar.


El muchacho que acababa de unirse a la reina no era Ulises... sino Telmaco! Su hijo nico
estaba por fin ah. Penlope se arroj a sus brazos. Los pretendientes permanecieron un momento
desconcertados por esa irrupcin inesperada. El hijo de Ulises haba crecido en fuerza y en belleza;
su regreso contrariaba los proyectos de cien pretendientes. Pero Eurmaco, lleno de altanera, dijo:
Y bien, Telmaco, has encontrado a tu padre?
No. Pero estoy seguro de que est vivo. Y s que estar aqu dentro de poco.
Vaya agreg Antnoo observando a Telmaco, tienes pelo en el mentn, ahora... Qu
dices, Penlope?
La madre de Telmaco aprob temblando. Todos saban que antes de partir, Ulises haba
dicho a su mujer: "Si no vuelvo, espera para casarte otra vez a que nuestro hijo tenga barba".
Esta vez, Penlope no tena ms razones para retroceder. Pero elegir un protector le resultaba
odioso. Y entre esos hombres que detestaba, ninguno era mejor que otro. Cuando estaba por contestar, un sirviente y un mendigo se presentaron:
Eumeo! exclam Penlope sonriendo. Entra, eres bienvenido!
Eumeo era el porquerizo del palacio. Se inclin y seal al hombre que lo acompaaba. Era
un mendigo harapiento, mayor y an ms sucio que l.
Gran reina dijo Eumeo, este viajero pide hospitalidad.
Ven, buen hombre dijo Penlope extendindole la mano al desconocido. Come, bebe
y descansa: en mi palacio ests en tu casa.
Este palacio interrumpi Eurmaco pertenecer a partir de ahora al hombre con el
que te cases. Ahora te instamos a elegirlo!
Los cien pretendientes reunidos aprobaron, amenazadores. Y mientras se retomaba la
conversacin, a Penlope le intrigaba el comportamiento del viejo perro de su esposo: el animal,
que hoy estaba ciego y casi invlido, haba dejado a rastras su rincn, cercano al trono vaco del rey;
cuando lleg a los pies del mendigo, alz la cabeza, gimi con debilidad y lami las manos del
viajero, que lo estaba acariciando. Despus de eso, el perro, que pareca sonrer, exhal su ltimo
suspiro, acurrucado en los brazos de aquel.
Maldito pulgoso, sal de aqu! le espet Eurmaco.
No orden Penlope, asaltada por un presentimiento. Euriclea, trae una vasija con
agua tibia y lvale los pies a nuestro husped.
Euriclea era la sirvienta ms anciana del palacio. Haba sido la nodriza de Ulises. Se
apresur a obedecer a su ama, que no haca ms que respetar las tradiciones de la hospitalidad.
Antes de ir a sentarse, el mendigo se inclin al odo de Penlope para susurrarle:
Di que te casars con aquel que sepa tensar el arco de tu esposo!
Estupefacta, Penlope mir al desconocido junto al que Euriclea se afanaba. No, era
demasiado viejo y demasiado feo para ser su marido disfrazado. Sin embargo, ese era su estilo,
introducirse de incgnito para confundir a sus enemigos.
Alzando nuevamente la cabeza, Penlope, perturbada, repiti palabra por palabra:
De acuerdo: me casar... con el que sepa tensar el arco de mi esposo!
Sorprendidos, los pretendientes se consultaron con la mirada. El primero, Eurmaco,
reaccion:
Nos lanzas un desafo? Y si veinte de nosotros lo lograran?
En tal caso replic Telmaco, mi madre organizara un concurso de tiro y se casara
con el vencedor.
Penlope mir a su hijo. No estaba en su carcter tomar iniciativas tales. La ausencia y la
experiencia, sin duda, lo haban hecho madurar. En ese instante, la vieja nodriza de Ulises dio un
grito; acababa de descubrir una cicatriz en la rodilla del mendigo.
Oh, es una vieja herida dijo este, ya no me duele.
Telmaco ya estaba regresando con el enorme arco de su padre y varias aljabas llenas de
flechas. Iba acompaado por Filecio, un fiel servidor que cargaba una docena de hachas.
Ser el primero en probarlo! decret Eurmaco.

Tom la cuerda y la tens tan fuerte, que su rostro enrojeci.


No insistas se burl Antnoo. La madera ni siquiera se ha doblado!
Tom a su vez el arco y trat de tensarlo. Sin xito.
Dmelo dijo otro pretendiente empujando a sus compaeros.
Fracas como los dos primeros. Pasaron las horas. Y cuando cay la noche, ninguno haba
podido lanzar una flecha. Fue entonces cuando se alz la voz del viejo mendigo:
Tal vez hay que ablandar ese arco? Me permiten?
Antes de que alguno pensara en interponerse, Telmaco extendi el arma al desconocido y
empuj a Penlope hacia la puerta.
Madre le murmur, ser mejor que partas.
Quiso protestar. Pero con una seal de su hijo, Filecio la oblig a dejar la sala; una vez
afuera, Penlope oy que trababan la puerta. Pensativa, regres a sus aposentos. De repente, vio en
la habitacin de su hijo decenas de espadas y de lanzas apiladas.
Pero... son las armas de mis pretendientes! Quin ha ordenado que las junten aqu? Y
por qu?
Provenientes de la sala del palacio, un inmenso clamor y gritos de espanto le respondieron.
Entonces, una loca esperanza invadi su corazn...
Delante de los pretendientes anonadados, el viejo mendigo acababa de tensar, sin esfuerzo,
el gran arco de Ulises! Aprovechando su sorpresa, Telmaco, por su parte, haba fijado en forma de
estrella las doce hachas en el muro, superponiendo los agujeros que perforaban el extremo de cada
mango. El orificio nico que ofrecan se haba vuelto as el centro de un pequeo blanco.
Telmaco exclam:
Recuerden! Slo mi padre poda tensar su arco! Y nadie ms que l pudo nunca
alcanzar un objetivo tan pequeo!
Sin turbarse, el mendigo apunt... y tir. La flecha atraves la estancia y fue a clavarse en el
centro del blanco. Surgi un grito, que se multiplic, en el que se adivinaban el estupor y el temor:
Es Ulises!
No puede sino ser l. Sin embargo, es imposible!
Entonces, el mendigo se arranc los harapos de una vez.
S! tron. Soy yo, Ulises, el amo de esta isla y de este palacio! Esta maana, los
feacios me han dejado en la playa de taca. Y gracias a Atenea, que supo envejecerme y
disfrazarme, helos aqu a ustedes engaados. Codiciaban a mi esposa? Buscaban suplantarme?
Quin te cont esas mentiras? dijo Eurmaco, haciendo muecas.
Eumeo, mi fiel porquerizo! Sin reconocerme, me ha recibido. Gracias a l, supe del
engao que tramaban. Con su ayuda y la de mi hijo, ninguno de ustedes se me escapar.
Eurmaco hizo un gesto para huir. Pero el bravo Filecio cuidaba la puerta, que estaba
trabada. Antnoo, por su parte, quiso tomar su espada. Pero al igual que los otros pretendientes,
comprendi que estaba desarmado. Entonces, se lanz hacia las hachas. Una flecha le atraves la
garganta y lo detuvo en su impulso. Ulises ya estaba apuntando a otro, mientras gritaba:
Telmaco, Filecio, Eumeo... aprtense!

A la noche, Penlope se sobresalt: haba un desconocido en el umbral de su habitacin. Se


levant, se acerc al hombre e intent identificarlo a la luz de la luna.
Bien, Penlope murmur, no me reconoces?
Temblando de pies a cabeza, no se animaba a comprender. El viajero iba acompaado por
Telmaco y Euriclea.
Es l, ama! le asegur la nodriza en un sollozo.
Es l le confirm Telmaco. Madre, an dudas?
Dudaba. No quera creer en esa felicidad demasiado grande que barra de golpe tantas
tristezas acumuladas.

Vaya susurr Ulises, con un nudo en la garganta, slo dos seres me han reconocido:
mi perro, que me esper para morir; y mi nodriza, que identific la herida de la rodilla que antao
me hizo un jabal. Pero t, Penlope, mi propia esposa, no me reconoces?
No. Ese Ulises que haba surgido hoy le pareca ms extrao que el fantasma familiar con el
cual conversaba y cuyo recuerdo haba cultivado.
Atenea, ilumname! implor.
La diosa lo oy: de un golpe, Ulises fue vestido con un rico manto, y su rostro cobr el
brillo y la belleza de los hroes.
Para probarte que no se trata de un engao de los dioses agreg l, voy a darte la
prueba de que soy tu esposo: ves nuestro lecho? Qu otra persona sino yo podra describirlo con
precisin?
Lo hizo, y con tales detalles que Penlope, enseguida, se arroj entre sus brazos.
Ulises balbuceaba entre lgrimas, sin dejar de palpar el rostro amado. Ulises, por
fin, eres t! S, has regresado...
Veinte aos ms tarde concluy l. Y despus de cuntos viajes...
Yo le respondi ella, no he salido de la isla de taca. Sin embargo, tengo la
impresin de ser una nufraga que est errando desde hace veinte aos y da por fin con tierra firme!
Se abrazaron. Telmaco y Euriclea dejaron el dormitorio en puntas de pie. Y Atenea, en su
bondad, prolong indefinidamente la noche del reencuentro de los esposos.

A la maana, cuando volvieron a la sala del trono, ya no quedaban rastros de la masacre de


la vspera. Penlope vio entonces, abandonada en un rincn, su labor inconclusa. Se acord de los
aos pasados en la espera de su esposo y suspir.
Qu es? pregunt el rey de taca palpando el tejido.
Una tela que estaba hilando... para pasar el tiempo.
Tir del hilo. Y era como si Penlope volviera atrs, como si se borraran, acelerados, la
impaciencia, la espera y los aos. Pronto no qued nada de la labor tantas veces recomenzada. Slo
un recuerdo agudo y doloroso.
Qu importa ahora? dijo suspirando.
S: la mortaja del viejo Laertes poda esperar. Ulises, Penlope y l viviran an mucho,
mucho tiempo ms.

Manos a la obra
Trminos que vienen de la Antigedad
1. El castellano contiene muchsimas palabras del idioma griego, as como gran cantidad de
prefijos. Busquen el significado de los que aparecen a continuacin y escriban, por lo menos, cuatro
palabras castellanas que los contengan:
crono, hidro, hiper, tele.
2. La Medicina tiene un variado vocabulario del mismo origen. Indiquen con una flecha a qu parte
del cuerpo humano afecta cada una de las enfermedades que siguen:
cefalea
hemofilia
neumona
hepatitis
osteoporosis
nefritis
neuralgia
Mitos y leyendas
3. Para sealar semejanzas y diferencias entre dos objetos de estudio, las comparaciones son muy
tiles. Un modo de presentarlas es el cuadro comparativo: un esquema en el que se consignan, por
un lado, los objetos y, por otro, las categoras segn las cuales se los compara. Relean en Puertas de
acceso el apartado Mitos y leyendas, y realicen en sus carpetas un cuadro comparativo entre ambos
trminos.
4. Averigen si existen leyendas propias de la regin donde viven. Cuntenles a sus compaeros la
que les haya parecido ms atractiva.
Los dioses en la naturaleza
5. Lean el siguiente mito. Despus, dramatcenlo.
Cierta vez, Zeus se encontraba tomando un descanso en un verde bosquecillo rodeado de
ninfas con las cuales conversaba divertido. De repente apareci la celosa Hera, su esposa, y las
ninfas, que conocan su carcter vengativo, se preguntaban cmo escapar sin que ella las
reconociera. Entonces, la ninfa Eco, que era una gran conversadora, se interpuso en el camino de
Hera y comenz a hablarle y a hablarle sin parar, mientras las otras ninfas aprovechaban para
huir. Enojadsima la diosa, cuando se dio cuenta de la estratagema, le dijo a la atrevida:
Desde hoy, t slo hablars ltima! Y as fue. Desde entonces, Eco slo puede repetir lo
que los dems dicen.
6. As explicaban los griegos el fenmeno del eco. Inventen un mito para explicar uno de estos
hechos naturales:

Por qu los mosquitos tienen un zumbido tan desagradable?


Por qu los caracoles salen con las lluvias?
Por qu las moscas vuelven y vuelven, aunque uno las espante?
Por qu las tortugas son tan lentas?
A investigar se ha dicho
7. El Partenn es uno de los monumentos ms importantes de Grecia. Contesten, primero, a las
preguntas que siguen y, luego, elaboren un texto expositivo con las respuestas. No olviden ordenar
los datos y utilizar conectores.
Dnde queda?
A qu divinidad estaba consagrado?
Por qu se lo llam as?
Qu haba en su interior?
Qu arquitecto lo dise?Cundo?
Cules son sus medidas?
Los monstruos
8. Busquen informacin sobre estos monstruos de la mitologa griega y realicen un dibujo de cada
uno:
la sirena, el centauro, la hidra, el fnix.
9. En la actualidad, los hroes del cine siguen enfrentndose con monstruos, que abarcan desde
gigantescos tiburones hasta seres del espacio o productos de la manipulacin gentica. Recorten de
diarios y revistas partes de diferentes personas, objetos, animales y vegetales. Seleccionen algunos
recortes y, combinndolos en un colage, compongan un monstruo. Cmo se llamar? Escriban un
texto con la descripcin del personaje y una historia inventada sobre su origen.
Los hroes
10. Segn se expuso en Puertas de acceso, los hroes se destacan por tener una marca, una
caracterstica fsica o de personalidad (a veces ambas). Sealen cul es la marca de los siguientes
hroes:
Edipo, Orfeo, Aquiles, Penlope.
11. Los hroes, generalmente, tienen una misin que cumplir. Para llevarla a cabo, se enfrentan con
adversarios u oponentes y, con frecuencia, reciben ayuda de dioses o personajes que les son favorables. Una vez realizada la hazaa, los hroes reciben un premio.
11.1. Completen el siguiente cuadro segn los mitos ledos.
Hroe

Misin

Ayudante/s Oponente/s

Perseo
Teseo

Policdetes
Ariadna

Antgona

Sepultar a su
hermano.

Ulises

Conquistar
la ciudad de
Troya.

11.2. Conversen entre ustedes acerca de cules fueron las consecuencias, positivas o negativas, de
los hechos realizados por cada hroe para cumplir su misin.
11.3. Sealen qu otra misin de Ulises conocen.
12. Del modo ms completo posible, inventen al hroe del barrio, del pueblo o de la ciudad donde
viven. Cul ser su marca? A qu monstruo se enfrentar?
12. 1. Escriban un mito que relate la aventura del hroe frente al monstruo.
12. 2. Como es un hroe de nuestra poca, seguramente, su hazaa habr aparecido en los
peridicos. Cul habr sido el titular que publicaron los diarios? Redacten la noticia periodstica
del suceso.
Historieta mural
13. Todo relato se sustenta en una estructura narrativa, una especie de esqueleto formado por sus
acciones principales. Relean, en Puertas de acceso, el mito de Aracn. El siguiente esquema constituye su estructura narrativa:
Atenea y Aracn se enfrentan en una competencia de tejido.

Atenea destruye el pao de Aracn, porque no


le encuentra ningn defecto

Para vengarse, la diosa convierte a Aracn en una araa

13. 1. Reunidos en equipos, elijan uno de los relatos que siguen y confeccionen su estructura
narrativa.
Orfeo y Eurdice
Ulises y Penlope
Filemn y Baucis
13. 2. A continuacin, en hojas de dibujo, ilustren cada parte y agrguenle globos de historietas con
dilogo. Peguen las historietas en una pared para que los chicos de otros cursos las vean.

Incansables viajeros
14. En el mapa de Grecia que encontrarn en Cuarto de herramientas, ubiquen las ciudades que se
mencionan en los relatos de Teseo, Paris y Edipo. Indiquen con flechas de diferentes colores el
recorrido de cada hroe.
Adivinar el futuro
15- Vean la pelcula The Matrix (Wachowski, 1999) y sealen semejanzas y diferencias entre las dos
Pitias. Tengan en cuenta el apartado Los orculos de Puertas de acceso.
Mitos que perduran
16. Lean la letra de la siguiente cancin de Joan Manuel Serrat para compararla con el mito de
Ulises y Penlope.
16. 1. Estas preguntas pueden ayudarlos a realizar la comparacin:
Ulises era un viajero, cmo aparece en la cancin?
Penlope conserva el nombre, pero qu teje?
Cuntos aos estuvieron separados Ulises y Penlope?
Reconoce a su esposo la Penlope del mito? Qu ocurre con la de la cancin? Por qu?
Penlope
Penlope... con su bolso de piel marrn
y sus zapatitos de tacn
y su vestido de domingo.
Penlope se sienta en un banco en el andn
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.
Dicen en el pueblo que un caminante par su reloj
una tarde de primavera.
"Adis, amor mo, no me llores, volver
antes que de los sauces caigan las hojas.
Y piensa en m, volver yo por ti".
Pobre infeliz!
Se par tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril,
cuando se fue tu amante...
Se marchit en tu huerto hasta la ltima flor.
No hay un sauce en la calle mayor
para Penlope.
Penlope... tristes a fuerza de esperar,
sus ojos parecen brillar
si un tren silba a los lejos.
Penlope uno tras otro los ve pasar
mira sus caras les oye hablar,
para ella son muecos.
Dicen en el pueblo que el caminante volvi.
La encontr en su banco de pino verde
y la llam "Penlope, mi amante fiel, mi paz,
deja ya de tejer sueos en tu mente!
Mrame, soy tu amor, regres!"

Le sonri con los ojos llenitos de ayer.


No era as su cara ni su piel:
"T no eres quien yo espero..."
Y se qued con su bolso de piel marrn
y los zapatitos de tacn,
sentada en la estacin.
El juego de la memoria
17. Sin releer los textos, deben determinar a qu mito corresponde cada imagen. Divdanse en
equipos y elijan, por turnos, una de las imgenes. Obtendrn un punto por cada respuesta correcta1:
17. 1. A cul de los relatos pertenece?
17. 2. Cul es el nombre del o de los personajes representados?
17. 3. Gana tres puntos ms el equipo que pueda recordar los hechos principales del mito.

Las respuestas correctas se pueden verificar al final de estas pginas.

Extra bonus
18. Quienes disfrutaron del juego anterior pueden ejercitar su capacidad detectivesca para averiguar
a qu otros mitos o leyendas corresponden estas imgenes.

Cuarto de herramientas
Diccionario mitolgico*
Afrodita (Venus). Diosa del amor y de la belleza, representa la fuerza del deseo amoroso. Nace de
Urano cuando su hijo Cronos lo mutila y arroja sus rganos sexuales al mar (ver Puertas de
acceso). Por eso, su nombre deriva de aphros: "la espuma". Se dice que era tan bella, que a su
paso nacan las flores. Ha mantenido relaciones amorosas con muchos dioses y con mortales,
aunque el esposo que le asign Zeus fue Hefesto, el dios del fuego. De sus amores con Ares,
dios de la guerra, naci Eros, el dios del amor.
Apolo (Febo). Una de las divinidades ms importantes del panten homrico, es el dios del fuego
solar y de la belleza, de las artes plsticas, de la msica y de la poesa, as como de los
orculos y de las profecas. Es hijo de Zeus y de Leto, y tiene una hermana gemela, Artemisa,
como el sol tiene por hermana a la Luna. Representa los poderes intelectuales y artsticos del
hombre. Nietzsche, el filsofo alemn, lo opone a Dionisos, que representa los instintos.
Aqueronte. Hijo de Helios, el Sol, y de Gea, la Tierra, fue transformado por Zeus en un ro
subterrneo como castigo por haber proporcionado agua a los titanes, que se haban rebelado
contra los dioses olmpicos. Constituye la frontera entre el reino de los vivos y de los muertos,
a quienes transporta en un viaje sin retorno.
Ares (Marte). Hijo de Zeus y de Hera, es el dios de la guerra en su versin ms cruel y combativa.
Se lo opone a Atenea, que protege la guerra estratgica y reflexiva. En tanto representante del
vigor masculino, se lo une a Afrodita, diosa de la belleza femenina.
Artemisa (Diana). Hija de Zeus y de Leto, es la hermana gemela de Apolo. Diosa de la caza y de
los bosques, vive en soledad y alejada de los hombres. Representa la timidez femenina
anterior a la adolescencia. Tambin se la llama Selene y se la asocia con la Luna.
Atenea (Minerva). Hija de Zeus y de Metis, su primera esposa, diosa de la sabidura. Para evitar el
cumplimiento de un orculo, Zeus se traga a su esposa al saber que est embarazada. Llegado
el momento del parto, Zeus le pide a Hefesto que le abra su cabeza de un hachazo. En ese
momento, nace Atenea, ya adulta y vestida para el combate. Es la diosa de la guerra inteligente, guiada por la razn y por el afn de justicia. Mantiene con los hroes, como Aquiles y
Telmaco, una relacin de amistad y de compaerismo. Se la conoce tambin como Palas
Atenea o Atenea Prtenos (Prtenos significa "virgen"). Es protectora de la ciudad de Atenas
ya que, durante su fundacin, regala el primer olivo a sus habitantes. En su honor, fue erigido
el Partenn, despus de las Guerras Mdicas. Son sus smbolos la lechuza y el olivo.
Atlante o Atlas. Es un gigante y pertenece a la primera generacin de los dioses (ver Puertas de
acceso). Por haber luchado contra Zeus, fue condenado a soportar sobre sus hombros la
bveda celeste durante toda la eternidad.
Bacantes. Mujeres que, en honor de Baco, realizaban banquetes y danzas desenfrenadas, llamadas
"bacanales". En estas ocasiones, se liberaban de los lazos sociales y, sintindose en armona
con la naturaleza, daban rienda suelta a sus impulsos.
Baco o Dionisos. Dios del vino, se lo asocia a Dionisos, padre de las vendimias. Representa el reino
de lo natural e instintivo. Del culto dionisaco, nace la tragedia griega. Fue venerado por
varias sectas religiosas que crean en la reencarnacin.
Calope. Su nombre significa "bello discurso", y es la musa de la Elocuencia.
Caronte. Es el barquero de los Infiernos. Recibe a las almas de los muertos y les exige, para
llevarlos en su barca, el pago de una moneda, que los familiares del difunto le colocan bajo la
lengua.
Cerbero. Es el perro que protege la entrada en los infiernos. Posee una doble misin: por un lado,
impedir que salgan los muertos y, por otro, que penetren los vivos. Tiene tres cabezas, cola de
serpiente y el lomo erizado de cabezas de vboras.
*

Se consignaron entre parntesis las denominaciones latinas de los dioses.

Eros (Cupido). Dios del amor, representa el deseo sensual que lleva a la prolongacin de la especie
humana. Segn Hesodo, es una de las fuerzas primordiales que nace del Caos. Segn otras
versiones, es hijo de Ares y de Afrodita. En imgenes tardas, se lo representa como a un nio
travieso, muchas veces con los ojos vendados, provisto de un arco y de flechas con que atraviesa los corazones.
Eumnides o Erinias. Son los espritus femeninos de la justicia y de la venganza. Eran tres
hermanas que protegan el orden del cosmos. Perseguan, en especial, a los asesinos.
Hades o Plutn. Hermano de Zeus. Al Hades le corresponde gobernar el mundo de los Infiernos.
Enamorado de Persfone, la fuerza a compartir su tenebroso dominio. Su madre Dmeter,
diosa de la naturaleza, al conocer su rapto, se niega a dar frutos hasta que su hija le sea
restituida. Zeus interviene, pero ya es demasiado tarde: en el Averno, Persfone ha comido
una granada, smbolo del matrimonio. La decisin final del padre de los dioses es que la joven
pase seis meses en la Tierra y otros seis, en el Trtaro. La naturaleza, entonces, festeja su
regreso (la primavera y el verano) y llora su ausencia (el otoo y el invierno).
Hamadrades (ver Ninfas).
Hera (Juno). Diosa hermana y esposa de Zeus, representa la fidelidad conyugal y protege el
matrimonio. Es la madre de Hefestos y persigue incansablemente a los hijos ilegtimos de
Zeus, as como a sus amantes. Le estn consagrados la vaca y el pavo real.
Hermes (Mercurio). Hijo de Zeus y de Maya, es el dios de la inteligencia astuta y de la movilidad.
Invent la lira (que regala a su hermano Apolo) y la siringa (flauta que se asocia con el dios
Pan). Se le atribuye el caduceo, la vara con serpientes entrelazadas que distingua a los
heraldos y a los embajadores. Es tambin el dios mensajero entre dioses y hombres, el nico
que puede penetrar libremente en el reino de los muertos. Como incansable viajero, protege a
quienes transitan por los caminos: peregrinos, mercaderes y tambin, ladrones. Asimismo, su
culto es importante para las ciencias relacionadas con la magia, como la Alquimia.
Musas. Son nueve diosas hijas de Zeus y de Mnemosine, diosa de la memoria. Sus cantos y danzas
alegran los banquetes de los dioses y brindan inspiracin a los poetas y a los msicos. Las
musas son: Calope (la elocuencia), Clo (la historia), Erato (la poesa amorosa), Euterpe (la
msica), Melpmene (la tragedia), Polimnia (la poesa lrica), Tala (la comedia), Terpscore
(la danza) y Urania (la astronoma).
Nyades (ver Ninfas).
Ninfas. Hijas de Zeus o de Gea, personifican la vitalidad y la fecundidad de la naturaleza. Viven en
los parajes naturales y, muchas veces, integran el cortejo de diosas, como Artemisa. Haba
varios tipos, entre ellos, las Nyades (ninfas de los ros), las Nereidas (ninfas del mar), las
Drades (ninfas de los robles) y las Hamadrades (ninfas de los bosques).
Paladin. Estatua misteriosa, construida por Atenea, dotada de virtudes mgicas, que cay de los
cielos en el momento de la fundacin de Troya. Desde entonces, los troyanos la adoraron
como una especie de talismn protector.
Persfone (ver Hades).
Poseidn (Neptuno). Hijo de Cronos y de Rea, y hermano de Zeus. Poseidn es el dios del mar y
del elemento lquido. En su guerra contra los titanes, los cclopes le regalan el tridente. Luego
de una revuelta contra Zeus, es condenado por este, junto con Apolo, a construir las murallas
de Troya. Como la ciudad no les paga el salario convenido, Poseidn favorecer a los griegos
durante el sitio. El mismo carcter vengativo lo demuestra cuando Minos no le ofrece el toro
prometido.

Mapa arqueolgico de Grecia

El palacio de Cnosos

Vista area del Palacio de Cnosos, en Creta.

Sala del trono.

Galera interior.
La Acrpolis de Atenas

Vista area de la Acrpolis.

El Partenn.

Altar del teatro de Dionisos.

Estatua de Atenea Prtenos, siglo II.

Templo de las Caritides.


Heinrich Schliemann, un muchacho que crea en los mitos
Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Troya era considerada una invencin
literaria del poeta Homero, porque los arquelogos no haban encontrado ninguna prueba que
pudiera demostrar su existencia. Sin embargo, Heinrich Schliemann, quien desde nio haba ledo
los mitos de La Ilada con pasin y crea en la historia del poeta griego, logr descubrirla.
La biografa de Schliemann tiene tintes novelescos: de origen alemn, perteneca a una
familia modesta y tuvo que trabajar desde los catorce aos. Como tena una gran visin para los
negocios, logr convertirse en un acaudalado comerciante, pero nunca dej de pensar en Homero y
en la ciudad de Troya. Entonces, cuando tuvo los recursos suficientes, viaj al Asia a buscar la
ciudad con la que haba soado en su niez.

El "tesoro de Pramo"
Dejando atrs la atalaya y la higuera silvestre azotada por los vientos, corriendo por el
camino de carros, a alguna distancia de la muralla llegaron a los dos cristalinos manantiales
donde nace el voraginoso Escamandro. De uno mana el agua caliente, y lo cubre un vapor
semejante al humo que despide una hoguera; pero en el otro, incluso el agua que brota en el
verano, es tan fra como el granizo, la nieve o el hielo...
La Ilada, Libro XXII.
Estos dos "cristalinos manantiales" que, con tanto detalle, describe Homero desconcertaron
e intrigaron a los numerosos investigadores que haban buscado la legendaria ciudad antes que
Schliemann. Desde el siglo XVIII, los habitantes de la regin estaban acostumbrados al espectculo
de los sabios europeos que sumergan termmetros en los manantiales que haba en las laderas de la
colina, con la esperanza de encontrar los que describe Homero. El nico lugar en el que se
encontraron dos manantiales con diferente temperatura fue la aldea de Bounarbashi, e incluso, en
estos, la diferencia era slo de unos grados. No obstante, durante algn tiempo, esta aldea y la
rocosa colina de Bali Dagh, que existe detrs de ella, fueron consideradas como el lugar de la Ilin
de Homero. Bounarbashi se sita en el extremo meridional de la llanura de Troya, y las rocosas
alturas que se encuentran atrs sugieren, a primera vista, el sitio apropiado para una ciudadela.
Pero haba otro lugar posible, la colina de Hissarlik, mucho ms cercana al mar y, desde
1820, varios investigadores apoyaron esta hiptesis, aunque el lugar era mucho menos espectacular
que el elevado Bali Dagh y no contaba con los manantiales "fro y caliente".
Schliemann, que estuvo all mismo en 1868, Ilada en mano, se haba declarado en contra de
Bounarbashi y en favor de Hissarlik, ya que Homero haba descrito a Aquiles persiguiendo a Hctor
tres veces alrededor de la muralla de Troya, hazaa irrealizable de haber estado la ciudad
encaramada en el borde del Bali Dagh.
En cuanto a los manantiales, caliente uno y fro el otro, haba encontrado en Bounarbashi, no
dos, sino treinta y cuatro, todos a una temperatura uniforme.
Definitivamente, el lugar tena que ser Hissarlik. All cerca, en tiempos histricos, se haba
alzado la ciudad helnica, ms tarde romana, de Novum Ilium, "Nueva Troya", de la que todava
quedaban ruinas. La haban construido los antiguos donde crean que se encontraba la "sagrada
Ilin" de Pramo. El mismo Alejandro Magno, antes de partir a conquistar el Oriente, haba hecho
ofrendas en su templo.
La tradicin histrica, la geografa y, sobre todo, el testimonio de los poemas haban
convencido al alemn de que la Troya de Homero se encontraba debajo de Hissarlik.
All, en un misterioso montculo que se alzaba cincuenta metros sobre las escasas ruinas de
la ciudad clsica, Heinrich Schliemann iba a emprender su excavacin.
De septiembre a noviembre de 1871, ochenta trabajadores, bajo la direccin de Schliemann,
abrieron una profunda trinchera frente al escarpado declive septentrional, cavando hasta una
profundidad de diez metros bajo la superficie de la colina. El invierno lo oblig a suspender el
trabajo, pero en marzo estaba all de nuevo con Sofa, su esposa y, esta vez, aument el personal
hasta ciento cincuenta hombres. Adems, llev "las mejores carretillas, picos y palas inglesas" junto
con "tres superintendentes y un ingeniero para confeccionar mapas y planos". Tambin construy,
en lo alto de Hissarlik, una casa de madera con tres habitaciones y con una cocina.
Cuando Schliemann empez este trabajo monumental, careca de toda experiencia, porque
nunca se haba intentado nada en semejante escala. En aquel tiempo, no exista ninguna tcnica
especial de excavacin. Su enorme trinchera atraves los sucesivos estratos del montculo y, cuando
tropezaba con un edificio de fecha relativamente moderna que impeda el acceso a los niveles ms
bajos los cuales eran los nicos que le interesaban no se detena a tomar fotografas y
anotaciones, sino que lo demola sin dilacin.

Ms adelante, orientado por Drpfeld, su joven e inteligente ayudante, aprendi a ser ms


paciente y metdico. Sin embargo, aunque sus mtodos fueran al principio burdos, no cabe duda de
que su instinto era acertado pues, a medida que se excavaba en el montculo, fue descubrindose
que no haba slo una, sino muchas Troyas: unas murallas se levantaban sobre murallas anteriores y,
bajo estas, aparecan otras an ms antiguas.
As descubri Heinrich Schliemann la ciudad de Troya, hasta entonces, considerada ficticia.
Haba once ciudades construidas una encima de la otra. Schliemann pens que la primera, la ms
antigua, deba ser la de Homero, pero se equivoc, pues la ciudad del poeta griego era la sptima.

Mscara de oro de Agamenn, encontrada por Schliemann en Micenas.


Fuente: Cotrell, Leonard. El toro de Minos. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1979.

Soluciones para El juego de la memoria


1. Cabeza de Medusa, escultura de G. Bernini (siglo XVII). (En: Dnae y Perseo).
2. El juicio de Paris, cuadro de P. P. Rubens (siglo XVII). {Paris y Helena).
3. Orfeo, diseo para la pera de Monteverdi. (Orfeo y Eurdice).
4. Discbolo, del escultor griego Mirn. (En el mito de Dnae y Perseo, este mata a su abuelo
accidentalmente al lanzar el disco).
5. Estudio para Guernica, de P. Piccasso (siglo XX). (Teseo y Ariadna).
6. Aquiles y Hctor, vasija griega del siglo VI a. C. {La clera de Aquiles). La imagen tambin
podra ilustrar el combate singular entre Etecles y Polinices, en Antgona.
Soluciones para Extra bonus
7. Loba capitolina, escultura etrusca. (Leyenda de Rmulo y Remo).
8. La cada de caro, cuadro de J. P. Gowy.
9. Apolo y Dafne, escultura de G. Bernini.

Bibliografa
Las fuentes principales de los relatos que integran esta antologa son:
Grenier, Christian. Contes et Lgendes des Hros de la Mythologie. Paris,
Nathan, 1998. (Traduccin de Valeria Joubert).
Graves, Robert. Los mitos griegos. Buenos Aires, Alianza, 1993.
Si estn interesados en leer mitos, tanto de Grecia como de otras civilizaciones, pueden consultar:
Ambrosetti, Juan B. Supersticiones y leyendas. Buenos Aires, Cinco, 1994.
Mitos y leyendas. Espaa, Gaisa, 1959.
Spence, Lewis. Incas, mayas y aztecas. Mitologa. Espaa, Edimat Libros, 2000.
En Internet, encuentran:
El otro lado (hay que cliquear en Mitologas): http://oraculo.islatortuga.com/index.html
La pgina de mitos y leyendas: http://pubpages.unb.edu/-cbsiren/myth.html
Para profundizar en la religin griega, es aconsejable leer:
Flacelire, Robert. Adivinos y orculos griegos. Buenos Aires, Eudeba, 1993.
Jaeger, Werner. Paideia. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1978.
Otto, Walter F. Los dioses de Grecia. La imagen de lo divino a la luz del espritu griego.
Buenos Aires, Eudeba, 1976.
Para saber ms sobre mitos contemporneos, consulten:
Gmez Prez, Rafael. Los nuevos dioses. Espaa, Rialp, 1986.

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