Mumford, L. (1966) - Paraíso Paleolítico Villa Carbón
Mumford, L. (1966) - Paraíso Paleolítico Villa Carbón
Mumford, L. (1966) - Paraíso Paleolítico Villa Carbón
LA CIUDAD EN LA HISTORIA
SUS ORGENES, TRANSFORMACIONES Y PERSPECTIVAS
CAPTULO XV
PARASO PALEOTCNICO: VILLA CARBN
1. LOS COMIENZOS DE VILLA CARBN
Hasta el siglo XIX hubo cierto equilibro entre las diversas actividades en el
seno de la ciudad. Aunque el trabajo el comercio siempre fueron importantes, la
religin, el arte y el juego reclamaban su parte cabal de las energas del
hombre de ciudad. Pero la tendencia a concentrarse en las actividades
econmicas y a considerar un derroche el tiempo o el esfuerzo invertidos en
otras funciones, por lo menos fuera del hogar, haba progresado
ininterrumpidamente desde el siglo XVI. Si el capitalismo tenda a extender el
dominio del mercado y a convertir todas las partes de la ciudad en un producto
negociable, el paso del artesanado urbano organizado a la produccin fabril en
gran escala transform las ciudades industriales en oscuras colmenas que
diligentemente resoplaban, rechinaban, chillaban y humeaban durante doce y
catorce horas por da, a veces sin interrumpcin el da entero. La rutina
esclavizadora de las minas, el trabajo en las cuales constitua un castigo
intencional para delincuentes, se convirti en el medio normal del nuevo
trabajador industrial. Ninguna de estas ciudades prest atencin al viejo dicho:
Villa Carbn se especializaba en la produccin de chicos tontos.
progreso tcnico, la ciudad, como unidad social y poltica, qued fuera del
crculo de las invenciones. Excepto en el caso de innovaciones como las
caeras maestras de gas o agua y el equipo sanitario, que fueron a menudo
introducidas tardamente, a menudo chapuceramente y siempre mal
distribuidas, la ciudad industrial no pudo sealar ningn adelanto importante en
comparacin con la villa del siglo XVII. A decir verdad, las metrpolis ms ricas
y se privaban a menudo de requisitos elementales de la vida, como la luz y el
aire, que hasta las aldeas atrasadas posean an. Hasta 1838, ni siquiera
Manchester y Birmingham funcionaban polticamente como corporaciones
municipales: eran amontonamientos de hombres, viveros de mquinas, y no
agentes de asociacin humana para promover una vida mejor.
2. MECANIZACIN Y ABBAU
Antes de proceder a indagar cmo esta enorme inundacin de gente hall
cabida en las ciudades, examinemos los supuestos y las actitudes con que
emprendi la nueva tarea de edificacin urbana.
La filosofa de la vida predominante era un vstago de dos tipos de experiencia
absolutamente diversos. El uno era el concepto riguroso de orden matemtico
procedente del renovado estudio de los movimientos de los cuerpos celestes, o
sea, el modelo supremo de regularidad mecnica. El otro era el proceso fsico
de romper, pulverizar, calcinar y fundir, que los alquimistas, trabajando con los
operarios de minas mecnicamente adelantados de fines de la Edad Media,
haban transformado de un mero proceso mecnico en la rutina de la
investigacin cientfica. En la forma que lo formularon los nuevos filsofos de la
naturaleza, no haba lugar en este nuevo orden para organismos grupos
sociales y menos an para la personalidad humana. Ni modelos institucionales
ni formas estticas, ni historia ni mitos se derivan del anlisis exterior del . Slo
la mquina poda presentar este orden; y slo el capital industrial ostentaba
una forma corporativa.
Tan inmersos estamos, todava ahora, en el medio residual de las creencias
paleotcnicas que no tenemos suficiente conciencia de su profunda
anormalidad. Pocos somos los que valoramos debidamente la fantasa
destructiva que la mina llev a todos los campos de actividad, sancionando lo
antivital y lo antiorgnico. Antes del siglo XIX, la mina slo haba sido, en
trminos cuantitativos, una parte subordinada de la vida industrial del hombre.
A mediados de dicho siglo haba llegado a estar en la base de todas sus
partes. Y la difusin de la minera fue acompaada de una prdida general de
la forma a lo largo de la sociedad, de la degradacin del paisaje y de una
anarquizacin no menos brutal del medio comunal.
La agricultura crea un equilibrio entre la naturaleza salvaje y las necesidades
sociales del hombre. Repone deliberadamente lo que el hombre sustrae de la
tierra; siendo el campo arado, el huerto bien cuidado, el viedo apretado, los
vegetales, los cereales y las flores ejemplos de propsito disciplinado, de
crecimiento ordenado y de belleza de forma. Por su parte, el proceso de la
minera es desructivo: el producto inmediato de la mina es desorganizado e
tanto que apartaba ms al propio trabajador de esa base rural que le daba al
habitante del cottage una fuente complementaria de vveres y cierto toque de
independencia. El nuevo combustible aument la importancia de las minas de
carbn y foment la industria all o en lugares accesibles por canales o vas
frreas.
El vapor trabajaba con ms eficacia en grandes unidades concentradas, al no
estar las diversas partes de la fbrica a ms de medio kilmetro del centro
enrgtico: cada mquina de hilar o cada telar tena que sacar energa de las
correas y los ejes de transmisin accionados por la mquina de vapor central.
Cuanto ms unidades haba en un punto determinado, ms eficaz resultaba la
fuente de energa y de aqu la tendencia al gigantismo. Las grandes fbricas,
como las que se desarrollaron en Manchester y New Hampshire a partir de la
dcada de 1820 reiteradas en New Bedford y Fall River, podan utilizar los
instrumentos ms nuevos para la produccin de energa, en tanto que las
fbricas ms pequeas se hallaban en una situacin de desventaja. Una sola
fbrica podra emplear doscientos cincuenta operarios. Una docena de fbricas
de estas dimensiones, con todos los instrumentos y servicios necesarios,
constitua ya el ncleo de una poblacin considerable.
En sus intentos por producir artculos hechos a mquina, a bajos precios para
el consumo en el mercado mundial, los fabricantes reducan los gastos a cada
paso, a fin de aumentar las ganancias. Los salarios de los obreros
representaban el punto ms obvio para dar comienzo a esta poda. En el siglo
XVIII, como observ Robert Owen, hasta los fabricantes ms esclarecidos
hacan inhumanamente uso de la mano de obra infantil e indigente; pero
cuando se reglament legalmente la edad de los nios trabajadores y
disminuy su suministro se hizo necesario recurrir a otras fuentes. A fin de
contar con el excedente necesario de trabajadores que permitiera satisfacer la
mayor demanda, en los perodos ms activos, era importante para la industria
establecerse en las proximidades de un gran centro de poblacin, ya que en
una aldea rural el mantenimiento de los dosocupados poda recaer
directamente sobre el propio fabricante, quien, a menudo, era el propietario de
los cottages y bien podra, durante una paralizacin de la actividad fabril,
perderse sus alquileres.
El ritmo manacodepresivo del mercado, con sus arrebatos e interrupciones,
fue el que dio tanta importancia para la industria al gran centro urbano. Porque
al recurrir, segn las necesidades, a un filn de mano de obra excedente, que
se empleaba a intervalos, los nuevos capitalistas conseguan rebajar los
sueldos y satisfacer toda demanda sbita de mayor produccin. En otras
palabras, el tamao ocup el lugar de un mercado de mano de obra
eficazmente organizado, con normas sindicales para los jornales y bolsas
pblicas de trabajo. La aglomeracin topogrfica fue el sustituto de un modo de
produccin bien calculado y humanamente regulado, como el que se viene
desarrollando en el ltimo medio siglo.
Si la fbrica movida por el vapor y productora para el mercado mundial fue
elprimer factor que tenda a aumentar la superficie de congestin urbana,
Incluso con proyectos de un nivel tan bajo, incluso con anexos tan inmundos,
en muchas ciudades no se edificaba el nmero suficiente de casas; y entonces
reinaban condiciones mucho peores. Los stanos se usaban como viviendas.
En Liverpool, la sexta parte de la poblacin viva en y la mayora de las
restantes ciudades portuarias no se quedaban muy atrs; Londres y Nueva
York rivalizaban de cerca con Liverpool; incluso en la dcada de 1930 haba en
Londres 20.000 viviendas subterrneas, calificadas, desde el punto de vista
mdico, como inadecuadas para ser ocupadas por seres humanos. Esta
suciedad y esta congestin, malas en s mismas, acarraeaban otras pestes: las
ratas que transmitan la peste bubnica, las chinches que infestaban las camas
y hacan un tormento del sueo, las pulgas que difundan el tifus, las moscas
que visitaban por igual la letrina en el stano y la comida del beb. Adems, la
combinacin de cuartos sombros y paredes hmedas constituan un medio
casi ideal para el cultivo de bacterias, sobre todo considerando que los cuartos
repletos de gente proporcionaban las posibilidades mximas de transmisin a
travs del aliento y el tacto.
Si la carencia de caeras y de obras sanitarias municipales creaba espantosos
hedores en estos nuevos sectores urbanos, y si la diseminacin de
excrementos conjuntamente con la contaminacin de los pozos locales,
significaba una difusin correlativa de la tifoidea, la carencia de agua resultaba
an ms siniestra. Eliminaba la posibilidad misma de limpieza domstica o de
higiene personal. En las grandes capitales, donde an subsistan algunas de
las antiguas tradiciones municipales, en muchas zonas nuevas no se adoptaron
las medidas necesarias para la provisin de agua. En 1809, cuando la
poblacin de Londres era aproximadamente de un milln de habitantes, slo se
dispona de agua, en la mayor parte de la ciudad, en los stanos de las casas.
En algunos barrios slo se poda abrir el agua tres veces por semana. Y si bien
las caeras de hierro hicieron su aparicin en 1746, su uso fue limitado hasta
que una ley especial exigi en Inglaterra, en 1817, que todas las nuevas
caeras maestras fueran de hierro, en el plazo de diez aos.
En las nuevas ciudades industriales brillaban por su ausencia las tradiciones
ms elementales de servicio municipal. A veces barrios enteros carecan hasta
de agua de pozos locales. De vez en cuando los pobres iban de casa en casa,
por los barrios de la clase media, mendigando agua, del mismo modo que
podan mendigar un poco de pan durante una hambruna. Con semejante falta
de agua para beber y para lavarse, no ha de extraar que la suciedad se
acumulara. A pesar de su suciedad, los desages abiertos representaban cierta
abundancia municipal, por comparacin. Y si este era el trato dado a la
familias, no es muy necesario recurrir a los documentos para averiguar cmo lo
pasaba el trabajador ocasional. Casas abandonadas, de ttulos inciertos, eran
utilizadas como casas de pensin, en las que en un solo cuarto se apiaban
entre quince y veinte personas. En Manchester, segn las estadsticas
policiales de 1841, haba unas 109 casas de pensin, donde personas de
ambos sexos dorman entremezcladas; y haba 91 casas de refugio de
mendigos.
Esta degradacin de la vivienda era poco menos que universal entre los
trabajadores, una vez que el nuevo rgimen industrial qued cabalmente
establecido en las nuevas ciudades industriales. A veces, las condiciones
locales permitan evitar la extrema suciedad que acabo de describir; por
ejemplo, las viviendas de los obreros molineros en Manchester, New
Hampshire, eran muy superiores, por sus caractersticas; y en las villas
industriales ms rurales de los Estados Unidos, en especial en el medio Oeste,
haba por lo menos un poco de holgura en las habitaciones de los obreros, a
quienes les quedaba tambin algn espacio para jardines. Pero, en cualquier
punto que se considere, la diferencia slo era de grado; el haba empeorado
categricamente.
No slo ocurra que las nuevas ciudades eran en conjunto tristes y feas, con
ambientes hostiles a la vida humana hasta en su nivel fisiolgico ms
elemental, sino que tambin el hacinamiento standard de los pobres se repeta
en las viviendas de la clase media y en los cuarteles de los soldados, es decir,
entre las clases a las que no se estaba explotando directamente para lucrar. La
seora Peel cita el caso de una suntuosa mansin del perodo victoriano medio
en la que tanto la cocina como la despensa, la sala del servicio, el cuarto del
ama de llaves y los dormitorios del mayordomo y los lacayos estaban situados
en el stano: dos cuartos al frente y dos cuartos en la parte posterior daban a
un profundo stano al fondo; todos los dems estaban
A juzgar por la oratoria popular, el margen de estos defectos fue escaso y, de
cualquier modo, se los elimin en el transcurso del siglo pasado, a travs del
avance incesante de la ciencia y el humanitarismo. Por desgracia, los oradores
populares e incluso historiadores y economistas que, tericamente, se
ocupan del mismo conjunto de hechos no se han formado el hbito de
estudiar directamente el ambiente; a esto se debe que ignoren la existencia de
cogulos de degradada vivienda paleotcnica que subsisten hoy casi sin
modificacin alguna, en el mundo occidental, incluyendo casas que estn
espalda contra espalda, vecindarios con patios sin ventilacin y alojamientos
en subsuelos. Entre estos cogulos no slo se cuenta la mayor parte de las
viviendas para trabajadores edificada antes de 1900; abarcan una gran parte
de lo qe se ha construdo despus, si bien la edificacin ms reciente evidencia
mejoras en materia sanitaria. La masa subsistente de viviendas construdas
entre 1830 y 1910 no representaba ni siquiera las normas higinicas de esos
das, y estaba muy por debajo de un nivel establecido con arreglo al actual
conocimiento en materia de salubridad, higiene y cuidado de los nios, para no
hablar de la felicidad domstica.
. S, estas mordaces palabras de Patrick Geddes se aplican inexorablemente al
nuevo ambiente. Hasta los crticos coetneos ms revolucionarios carecan de
normas autnticas en lo tocante a edificacin y vivienda: no tenan nocin
alguna de hasta qu punto el ambiente de las mismas clases superiores se
haba empobrecido. As, Friecrich Engels, con objeto de promover el
resentimiento necesario para la revolucin, no slo se opona a todas las
medidas destinadas a proporcinar mejores viviendas a los miembros de la
clase obrera; al parecer, Engels consideraba que, llegado el momento, el
proletariado solucionara el problema apoderndose de las espaciosas
residencias de la burguesa. Semejante nocin era cualitativamente
A decir verdad, slo por la contnua afluencia de nueva vida procedente del
campo pudieron sobrevivir las ciudades, tan hostiles a la vida. Las nuevas
ciudades fueron creadas, en conjunto, por inmigrantes. En 1851, entre
3.336.000 personas de ms de veinte aos que residan en Londres y otras 61
ciudades inglesas y galesas, slo 1.377.000 eran nacidas en su ciudad de
residencia.
Si se considera la tasa de mortalidad infantil, la comprobacin resulta an ms
penosa. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil
en 1810 oscil entre 120 y 145 por cada millar de nios dados a luz con vida;
ascendi a 180 por mil en 1850, a 220 en 1860 y a 240 en 1870. Este proceso
fue acompaado por una constante depresin en las condiciones de vida, ya
que, despus de 1835, se difundi el hacinamiento en las casas de vecindario
recin construdas. Estos clculos recientes corroboran lo que ya se sabe
sobre la tasa de mortalidad infantil en Inglaterra, durante el mismo perodo: all
el aumento tuvo lugar despus de 1820 y correspondi principalmente a las
ciudades. Hay, sin duda, otros factores que tambin son responsables de estas
tendencias retrgradas; pero, como expresin del complejo social ntegro, de la
higiene, de la dieta, de las condiciones de trabajo, de los salarios, del cuidado
de los nios y de la educacin, las nuevas ciudades desempearon un papel
importante para llegar a estos resultados.
Han abundado las congratulaciones injustificadas por los adelantos en materia
de higiene urbana durante el industrialismo, porque quienes crean que el
progreso se produjo automticamente en todas las esferas de la vida, durante
el siglo XIX, se negaban a aceptar los duros hechos. No se dedicaron a hacer
estudios comparados entre la ciudad y el campo, entre lo mecanizado y lo no
mecanizado; y contribuyeron an ms a crear confusin mediante el uso de
rudimentarias tablas de mortalidad, sin las debidas correcciones en lo tocante a
grupos por edades y por sexos, con lo cual pudieron pasar por alto hechos,
como la mayor densidad de los adultos en las ciudades y la mayor cantidad de
nios y ancianos, ms expuestos a las enfermedades y a la muerte, en el
campo.
A travs de estas estadsticas, las tasas de mortalidad en las ciudades resultan
ms favorables que a travs de un esmerado anlisis actuarial. Hasta la fecha,
apenas si se ha iniciado un anlisis satisfactorio de los nacimientos y las
muertes, la salud y la enfermedad, en relacin con el medio. Al amontonar las
tasas urbanas y rurales en una cifra se han ocultado las cifras relativamente
peores de las zonas industrializadas y urbanas.
Y se siguen llevando a cabo estos anlisis engaosos, que pasan por
investigaciones objetivas. As, Mabel Buer ha intentado levantar el cargo
formulado contra la revolucin industrial por haber empeorado el ambiente
urbano, y para ello ha llevado a cabo un estudio sobre la disminucin en la tasa
de mortalidad que tuvo lugar antes de 1815, vale decir, antes que el
hacinamiento, la falta de higiene y la urbanizacin general de la poblacin
hubieran producido sus caractersticos resultados desvitalizadores. No es
necesario poner en duda esta mejora anterior, lo mismo que no es necesario
olvidar la constante disminucin de la tasa de mortalidad en el curso del siglo
XIX. Pero tambin hay que dejar en claro el hecho igualmente indiscutible del
ulterior empeoramiento.
En vez de atribuir el inicial avance a la mecanizacin de la industria, hay que
hacer lo que corresponde, es decir, atribuirlo a otro factor absolutamente
independiente: el aumento de la provisin de alimentos, que permiti mejorar la
dieta y contribuy a aumentar la resistencia a las enfermedades. Tambin otro
factor puede haber intervenido en esto: la mayor difusin del uso del jabn
posibilitada por el aumento de grasas disponibles. El uso del jabn en la
higiene personal puede haberse extendido del lavado de los pezones de la
madre que amamantaba, al lavado del cro; y finalmente, por imitacin, pas de
la mitad femenina de la sociedad a la masculina. Dicho aumento de uso del
jabn no puede medirse fcilmente sobre la base de los inventarios
comerciales; pues el jabn fue, en un comienzo, un monopolio comercial y,
como tal, un artculo de lujo: el jabn ordinario era producido y consumido
generlamente dentro del hogar. La difusin del hbito de lavar con agua y jabn
bien podra explicar la disminucin de las tasas de mortalidad infantil, antes del
siglo XIX; del mismo modo que la escasez de agua y jabn podra explicar, en
parte, las lamentables tasas de mortalidad infantil en la ciudad paleotcnica.
En trminos generales, la pobreza higinica estaba muy difundida. Falta de luz
solar, falta de agua pura, falta de aire no contaminado, falta de una dieta
variada: la falta de todo esto era tan comn que equivala a un estado crnico
de inanicin higinica entre la mayor parte de la poblacin. Hasta las clases
ms prsperas sucumban, e incluso a veces se enorgullecan de sus
deficiencias vitales. Herbert Spencer, quien era un disconformista incluso con
respecto a su propio credo del utilitarismo, se vio obligado a predicar a sus
contemporneos el evangelio del juego y el descanso fsico; y en sus Ensayos
sobre educacin lleg hasta pedir como favor especial a los padres que les
permitieran a sus hijos .
7. UN PRIMER PLANO DE VILLA CARBN
Cabe conceder que, dado el ritmo con que se introdujo el industrialismo en el
mundo occidental, el problema de construir ciudades adecuadas resultaba casi
insoluble. Las premisas que hicieron posibles esas operaciones limitaban
tambin su xito humano. Cmo construir una ciudad coherente sobre la base
de los esfuerzos de un millar de individuos rivales que no conocan ms ley que
sus preciosas voluntades? Cmo integrar nuevas funciones mecnicas en un
nuevo tipo de plan que pudiera desarrollarse rpidamente, cuando la esencia
misma de esa integracin dependa del ejercicio de un firme control por parte
de autoridades pblicas que a menudo no existan, o que, en caso de existir, no
ejercan otros poderes que los concedidos especficamente por el Estado, el
cual pona en la cspide los derechos de propiedad individual? Cmo facilitar
una multitud de nuevos instrumentos y servicios a trabajadores que slo podan
pagar el alquiler de los alojamientos ms mseros? De qu manera crear un
buen plan fsico para funciones sociales que, por su parte, quedaban
abortadas?
En semejantes condiciones era necesario que uno tuviera todos los sentidos
embotados a fin de sentirse feliz; y, desde luego, uno tena que perder el gusto.
Esta prdida del gusto tuvo un efecto sobre la dieta: hasta la gente pudiente
comenz a comer productos en lata y alimentos pasados, porque ya no podan
notar la diferencia. La prdida del discernimiento gustativo elemental se
extendi a otros dominios: tambin el discernimiento cromtico se debilit y se
prefirieron los tonos ms oscuros, los colores ms sobrios y las mezclas ms
mortecinas, a los brilantes colores puros, y tanto los pintores prerrafaelistas
como los impresionistas fueron vilipendiados por la burguesa, porque sus
colores puros eran considerados y . Si de vez en cuando quedaban un toque
de color brillante, se lo encontraba solamente en los anuncios callejeros, esas
superficies de papel que se conservaban joviales porque era necesario
cambiarlas a menudo.
Este nuevo ambiente era sombro, sin colorido, acre, maloliente. Todas estas
cualidades disminuan la eficiencia humana y exigan una compensacin
suplementaria en materia de lavado, bao y salubridad; o, en ltimo extremo,
en materia de tratamiento mdico. No era pequeo el gasto en limpieza en la
ciudad paleotcnica, al menos desde que se reconoci la necesidad de la
limpieza. Considrese un solo punto de un tipico sobreviviente del
paleotcnico: Pittsburgh. Su contaminacin por el humo comenz desde
temprano, pues ya en un grabado que data de 1849 se advierte que est en
pleno desarrollo. Una generacin atrs el costo anual para mantener limpia a
Pittsburgh se calculaba en un milln y medio de dlares, aproximadamente, en
lo tocante a trabajo suplementario de lavandera; setecientos cincuenta mil
dlares en limpieza general suplementaria y sesenta mil dlares en limpieza
suplementaria de cortinas. En este clculo, que representa unos 2.310.000
dlares por ao, no se toman en cuenta las prdidas debidas a la corrosin de
edificios o los mayores gastos en pintura de las obras de carpintera, ni los
gastos suplementarios en alumbrado, durante los perodos de smog***.
Todava despus de los denodados esfuerzos que se han realizado para
reducir la contaminacin del humo, una sola gran fbrica de acero, situada en
el corazn de Pittsburgh, se sigue burlando de estos esfuerzos por mejorar las
cosas; y, a decir verdad, es tan poderosa la influencia de la tradicin
paleotcnica que hace muy poco las autoridades municipales se prestaron para
autorizar la ampliacin de esta fbrica, en vez de exigir, con firmeza, su
traslado. Hasta aqu, por lo que hace a las prdidas pecuniarias. Pero, qu
decir de las incalculables prdidas por causa de enfermedad, por causa de
mala salud, por causa de todas las formas de intoxicacin psicolgica que van
desde la apata hasta las neurosis declaradas? El hecho de que estas prdidas
no se prestan para las mediciones objetivas no les quita realidad.
En el transcurso del perodo paleotcnico la indiferencia ante estas formas de
desvitalizacin se basaba principalmente en una invencible ignorancia. En
Tcnica y civilizacin he citado las frases indignadas y sorprendidas de uno de
los principales apologistas de esta civlizacin, Andrew Ure, ante los testimonios
presentados por los astutos mdicos convocados ante la Comisin Sadler de
Investigaciones en las Fbricas.
excrementos fueron tambin reducidos con el tiempo. Hasta los cuerpos de los
muertos contribuyeron a la mejora, pues formaron un cinturn verde de
suburbios y parques mortuorios en torno de la ciudad en desarrollo; y tambin
al respecto merece Haussmann un saludo respetuoso por su audaz y magistral
solucin del problema.
El nuevo medio industrial careca tan evidentemente de los atributos de la salud
que apenas si tiene algo de sorprendente que el contramovimiento de la
higiene proporcionara las contribuciones ms positivas al urbanismo durante el
siglo XIX. Los nuevos ideales fueron expuestos provisionalmente en una utopa
titulada Hygeia, or the City of Health, publicada por el doctor Benjamin Ward
Richardson en 1875. En ella se descubren residuos inconscientes de
aceptacin del grado existente de hacinamiento; pues en tanto que menos de
una generacin despus Ebenezer Howard preva una superficie de 2.500
hectreas para albergar y cercar a 32.000 personas, Richardson propona
poner 100.000 personas en 1.600 hectreas. En la nueva ciudad los
ferrocariles seran subterrneos, a pesar de las locomotoras de carbn,
entonces corrientes; pero en las casas no se permitiran stanos de ningn
gnero, prohibicin que obtuvo respaldo legal en Inglaterra. La construccin de
los subterrneos sera de ladrillo, por dentro y por fuera, para facilitar el lavado
con mangueras recurrente sueo masculino, las chimeneas estaran
conectadas con tneles centrales que trasladaran el carbn no quemado a un
horno de gas donde se consumira.
Por arcaicas que hoy resulten algunas de estas propuestas, en muchos
aspectos el doctor Richardson no slo se adelantaba a su tiempo sino que
estaba igualmente adelantado con respecto a nuestra poca. Propuso
abandonar y preconiz un pequeo hospital para cada cinco mil personas. Del
mismo modo se dara albergue, en edificios de dimensiones modestas, a los
desvalidos, los ancianos y los incapacitados mentales. Las concepciones
fsicas de Richardson sobre la ciudad hoy resultan anticuadas; pero, por mi
parte, sostengo que an son dignas de atencin sus contribuciones a la
atencin mdica colectiva. Con amplia justificacin racional, propuso que se
volviera a las elevadas normas mdicas y humanas de la ciudad medieval.
9. LA CIUDAD SUBTERRNEA
Fue principalmente a travs de las reacciones que produjo, del xodo que
gener, que el rgimen paleotcnico tuvo un efecto sobre las futuras formas
urbanas. Estos contraataques fueron instigados, a partir de la dcada de 1880,
por una transformacin dentro de la propia industria.
Dicho cambio fue inicialmente caracterizado por Patrick Geddes como el paso
de la economa paleotcnica, hasta entonces reinante, dominada por el carbn,
el hierro y la mquina de vapor, a una economa neotcnica, basada en la
electricidad, los metales ms livianos, el transformador y el motor elctricos.
Geddes opona la suciedad y el desorden jactanciosos de la ciudad minera a
las condiciones existentes en una planta generadora de energa hidroelctrica,
Una vez que tiene lugar la fisin, la radiactividad liberada permanece a lo largo
de la vida de los productos, una vida que a veces hay que medir en muchas
centurias y hasta en miles de aos; no se la puede alterar ni relegar a un sitio
determinado sin contaminar, a la larga, la zona donde se la arroja, ya sea sta
la estratosfera o el fondo del ocano. Mientras tanto, la elaboracin de estos
materiales letales contina sin cesar, como preparativo para ataques militares
colectivos destinados a exterminar poblaciones enteras. Para hacer tolerables
estos preparativos criminalmente insanos, las autoriades pblicas han
preparado diligentemente a sus ciudadanos para que marchen a stanos y
subterrneos en busca de . Slo el costo apabullante que implicara la creacin
de toda una red de ciudades subterrneas, que pudiera dar cabida a la
poblacin entera, impide hasta ahora este monstruoso abuso de la energa
humana.
El industrial victoriano que expona a sus conciudadanos al holln y al smog, a
una higiene psima y a enfermedades fomentadas por el ambiente, alimentaba
con todo la fe en que su obra contribua, en ltima instancia, a la . Pero sus
herederos en la ciudad subterrnea no se hacen tales ilusiones: son presa de
terrores compulsivos y de fantasas pervertidas, cuyo resultado final puede ser
el exterminio universal; y cuanto ms se consagren a adaptar su ambiente
urbano a esta posibilidad, ms seguro es que acarrearn el genocidio colectivo
ilimitado, que muchos de ellos ya han justificado en su espritu como el precio
necesario para conservar la y la . Los seores de la ciudadela subterrnea
estn metidos en una a la que no le pueden poner fin, con armas cuyos
efectos ltimos no pueden controlar y con objetivos que no pueden lograr. La
ciudad subterrnea amenaza, por lo tanto, con convertirse en la cripta funeraria
ltima de nuestra civilizacin incinerada. La nica alternativa que le queda al
hombre moderno consiste en salir nuevamente a la luz y tener el coraje, no de
escapar a la luna, sino de volver a su propio centro humano, y de dominar las
compulsiones e irracionalidades belicosas que comparte con sus amos y
mentores. No slo tiene que olvidarse del arte de la guerra, sino que tambin
debe adquirir y dominar, como nunca antes, las artes de la vida.
NOTAS
* La riqueza de las naciones, Aguilar, Espaa, 1961.
** Forma de dios Vishnu o Krishna, cuyo dolo se guarda en Puri, en la India.
En uno de los festivales de adoracin al dolo, el Rathayatra, la imagen es
colocada en un carro especial adornado con pinturas obscenas, y es llevada
por las calles. Exista la creencia errnea de que, en pocas anteriores, los
devotos de Juggernaut se tiraban bajo las ruedas del carro para ser pisados
por ellas. (N. del T.)
*** Neologismo formado a partir de las palabras (humo) y (niebla). (N. del T.)
Si se advierte algn tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite
el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario