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Barrio Adentro. La Solidaridad Violenta de Las Pandillas

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Barrio adentro

La solidaridad violenta de las pandillas


Mara L. Santacruz Giralt
Alberto Concha-Eastman
Instituto Universitario de Opinin Pblica
Universidad Centroamericana
Jos Simen Caas
Organizacin Panamericana de la Salud
Homies Unidos de El Salvador
Barrio adentro
La solidaridad violenta de las pandillas
I nvestigadora principal
Mara L. Santacruz Giralt
I nvestigadores
Alberto Concha-Eastman
Jos Miguel Cruz
Colaboradores
William Huezo
Luis Ernesto Romero
Organizacin Panamericana de la Salud
Instituto Universitario de Opinin Pblica,
Universidad Centroamericana Jos Simen Caas
Diseo de portada
Hector Lard
Edicin
Carolina Crdova
Las opiniones expresadas en este documento son de absoluta
responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los
puntos de vista de la agencia que colabor con el financiamiento de la
investigacin y publicacin.
Instituto Universitario de Opinin Pblica
Universidad Centroamericana Jos Simen Caas
Av. Los Prceres, Apartado Postal (01) 168
www.uca.edu.sv/publica/iudop
ISBN 99923-813-2-9.
Derechos reservados y debidamente inscritos en el registro de la
propiedad intelectual. Prohibida su reproduccin total o parcial sin la
autorizacin del titular del derecho.
San Salvador, El Salvador, Centroamrica, 2001
364.3
S231b Santacruz Giralt, Mara Lizet
Barrio adentro : la solidaridad violenta de las pandillas / Mara
slv Lizet Santacruz Giralt, Alberto Concha-Eastman. --1a. Ed. -- San
Salvador, El Salv. : Instituto Universitario de Opinin Pblica
IUDOP, 2001.
185 p. ; 22 cm.
ISBN 99923-813-2-9.
1. Delincuencia juvenil - El Salvador. 2. Pandillas- Aspectos
sociales-El Salvador. I. Concha-Eastman, Alberto. II. Ttulo.
CONTENIDO
PRESENTACION .................................................................... XIII
PROLOGO ................................................................................ 1
INTRODUCCION ................................................................... 23
I. ANTECEDENTES Y MARCO TERICO ...................... 29
1.1. Aproximacin al fenmeno de las pandillas
en el contexto salvadoreo ....................................... 29
1.2. Surgimiento y caractersticas de las pandillas....... 33
1.2.1. Factores relacionados con el surgimiento y
el ingreso de los jvenes a las pandillas ... 34
1.2.2. Valores y normas .......................................... 36
1.3. Algunas consideraciones acerca del binomio
pandillas y violencia .................................................. 39
II. ASPECTOS METODOLGICOS..................................... 43
2.1. Los participantes ........................................................ 44
2.2. El cuestionario ............................................................ 46
2.3. El procedimiento ........................................................ 53
III. LOS RESULTADOS DEL ESTUDIO ............................... 59
3.1. 1996 y 2000: dos aproximaciones a una misma
problemtica ............................................................... 59
3.1.1. Coincidencias y confirmaciones ................. 59
3.1.2. Novedades y variaciones ............................ 64
3.2. Caractersticas sociales de los pandilleros y
violencia....................................................................... 73
Barrio adentro
VIII
3.3. Caractersticas sociales de los pandilleros y
victimizacin............................................................... 85
3.4. El modelo general del ndice de violencia criminal 97
3.5. El modelo general del ndice de victimizacin ..... 103
IV. DISCUSIN........................................................................ 109
V. CONCLUSIONES .............................................................. 137
VI. RECOMENDACIONES .................................................... 151
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS ...................................... 159
APNDICE ............................................................................... 165
Presentacin
IX
NDICE DE FIGURAS, GRFICOS Y
TABLAS
FIGURAS
1. La ruta de la violencia (aplicado a jvenes en maras) 12
2. Factores relacionados con el ingreso y pertenencia a
las pandillas ........................................................................ 135
GRAFICOS
1. Edad de ingreso de los jvenes a la pandilla .............. 45
2. Razones de ingreso a la pandilla segn ao de estudio 60
3. Grupo que agredi a los pandilleros segn ao de
realizacin del estudio .................................................... 64
4. Razones que llevaron a los pandilleros a calmarse
segn sexo ....................................................................... 65
5. Personas que ejercieron violencia fsica o verbal dentro
del hogar ....................................................................... 69
6. Tipo de arma portada por los pandilleros segn sexo
(en porcentajes) ................................................................ 71
7. Razones por las que no les gustara calmarse ............. 72
8. Situacin laboral de los pandilleros segn situacin
en la pandilla .................................................................... 77
9. ndice de violencia criminal segn situacin dentro
de la pandilla y consumo de drogas y alcohol ........... 79
10. Tipo de droga consumida por los jvenes a diario
durante el ltimo mes ..................................................... 80
11. Persona o grupo hacia quienes fue dirigido el ltimo
hecho de violencia del pandillero ................................. 83
12. Tipo de arma utilizada por los pandilleros en la
ltima accin violenta cometida ................................... 84
13. Accin violenta sufrida por los pandilleros al menos
en una ocasin durante el ao anterior segn sexo (en
porcentajes) ....................................................................... 89
Barrio adentro
X
14. ndice de victimizacin pandilleril segn
victimizacin y exposicin a la violencia dentro
del hogar ....................................................................... 91
15. Familiar que ejerci violencia fsica o psicolgica en
el hogar segn sexo (en porcentajes) ............................ 92
16. ndice de victimizacin pandilleril segn consumo
de droga y sexo ................................................................ 93
17. Persona o grupo de quienes los jvenes recibieron
la agresin segn sexo (en porcentajes) ....................... 95
18. Hora durante la cual el pandillero fue victimizado ... 96
TABLAS
1. Frecuencia con la que el total de pandilleros consumi
drogas durante el mes anterior al estudio, segn tipo
de sustancia (en porcentajes) ......................................... 61
2. Nmero de jvenes que integran las diferentes clikas
segn pandilla .................................................................. 66
3. Tenencia de armas entre la poblacin pandillera
segn variables (en porcentajes) ................................... 70
4. Medidas de tendencia central y dispersin del ndice
de violencia criminal segn variables .......................... 75
5. Medidas de tendencia central y dispersin del ndice
de victimizacin segn variables .................................. 87
6. Medias en ndice de victimizacin segn arma
portada por el pandillero ............................................... 94
7. Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple
por el mtodo de pasos sucesivos para once variables
sobre los puntajes del ndice de violencia criminal
para el total de la muestra .............................................. 98
8. Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por
el mtodo de pasos sucesivos para once variables
sobre los puntajes del ndice de violencia criminal
de los pandilleros hombres ............................................ 102
9. Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por
el mtodo de pasos sucesivos para once variables
sobre los puntajes del ndice de violencia criminal
de las pandilleras ............................................................. 102
Presentacin
XI
Fuentes de datos sobre el crimen
10. Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por
el mtodo de pasos sucesivos para once variables
sobre los puntajes del ndice de victimizacin
para el total de la muestra.............................................. 104
11. Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por
el mtodo de pasos sucesivos para diez variables
sobre los puntajes del ndice de victimizacin de los
pandilleros hombres........................................................ 106
12. Resumen de anlisis de regresin mltiple por el
mtodo de pasos sucesivos para diez variables
sobre los puntajes del ndice de victimizacin de las
pandilleras ....................................................................... 107
Fuentes de datos sobre el crimen
PRESENTACIN
La Organizacin Panamericana de la Salud y la Organizacin Mun-
dial de la Salud identifican a la violencia externa y sus consecuencias
como uno de los ms notables y serios problemas de salud pblica
que se presentan en el mundo y en la regin americana en nuestros
das, por lo cual el tema ha sido incluido en todas las agendas de
trabajo para dar una respuesta institucional y motivar a sus pases
miembros a investigar y responder eficientemente mediante accio-
nes preventivas y rehabilitadoras.
La informacin existente en muchos de los pases de Amrica,
identifican la violencia y la formacin de pandillas juveniles
como consecuencia de serios problemas y conflictos sociales,
econmicos y de desintegracin familiar con prdida de valores,
donde las iniquidades y las brechas se hacen ms notorias en los
centros urbanos de las grandes ciudades capitales; ste es un
fenmeno creciente en gran parte de los pases de la regin.
La violencia, entendida como el uso de la fuerza o del poder
para producir dao fsico, psquico, emocional, espiritual, sexual,
coartacin de la libertad e incluso producir la muerte, no es
privilegio de ningn grupo de la poblacin, sin embargo
preocupa que su prctica sea cada vez mayor y que provenga de
jvenes a temprana edad.
En El Salvador, la violencia juvenil es una realidad y su
presencia y consecuencias dentro de la sociedad salvadorea es
un fenmeno que se ha estado estudiando desde hace mucho
tiempo, debido a la preocupacin de las instituciones guberna-
mentales, no gubernamentales y acadmicas. Siendo tambin
otra realidad el que su incidencia se vislumbra con una tendencia
creciente, especialmente en los ltimos diez aos.
Barrio adentro
XIV
Es por eso que desde la representacin de la Organizacin
Panamericana de la Salud /Organizacin Mundial de la Salud de
El Salvador, y con un apoyo tcnico y financiero del Programa
Regional de Control de Enfermedades No Transmisibles de la
Organizacin Panamericana de la Salud, se acuerda apoyar la
iniciativa y los esfuerzos del Instituto Universitario de Opinin
Pblica, de la Universidad Centroamericana Jos Simen Caas,
junto a la Organizacin Homies Unidos, para la realizacin de un
estudio que permita conocer el perfil actual de las pandillas juveniles,
as como su presencia e influencia en la sociedad salvadorea.
El estudio abarca varios municipios del gran San Salvador y
del interior del pas, para lo cual contactaron un nmero signi-
ficativo de jvenes pandilleros de ambos sexos, quienes con sus
vivencias y su participacin dentro de estos grupos, aportan una
rica informacin que muestra que el fenmeno de la violencia y
sus consecuencias, en y desde las pandillas, es una realidad a la
que el pas an no ha podido darle una solucin adecuada.
Desde la Organizacin Panamericana de la Salud/Orga-
nizacin Mundial de la Salud El Salvador, consideramos que, por
la seriedad del grupo que ha efectuado el contacto con las
pandillas, el anlisis de la informacin recogida y la presentacin
de los resultados, trabajo que nos honramos en presentar a las
instituciones, a los estudiosos del tema y a los tcnicos de los
diferentes sectores, ste se constituye en un aporte importante para
los avances que el pas pueda lograr en la prevencin de la
violencia y en el entendimiento de las sociedades pandilleras.
Dr. Horacio Toro Ocampo
Representante de OPS/OMS El Salvador
Fuentes de datos sobre el crimen
PRLOGO
Pandillas juveniles en Amrica Latina: una alerta
social no escuchada?
1. Presentacin
La presencia de pandillas juveniles o maras en Centroamri-
ca, si bien no es un hecho nuevo, s lo es su incremento y la
percepcin que la sociedad latinoamericana tiene de su rea-
lidad. Quines son? Por qu luchan? (si acaso estn en alguna
lucha), por qu estos jvenes, de ambos sexos, se organizan en
pandillas en los barrios populares? Es sta una estrategia de
sobrevivencia que los puede conducir a las filas del crimen
organizado? Cmo acercarse a su realidad y conocer sus inquie-
tudes y expectativas? En un intento por dar respuesta a esas y
a otras preguntas, se realiz el estudio que se presenta en esta
publicacin, producto de un trabajo de investigacin realizado
por el Instituto Universitario de Opinin Pblica (IUDOP), de
la Universidad Centroamericana Jos Simen Caas de El
Salvador, y la Organizacin Panamericana de la Salud, con la
colaboracin de la organizacin juvenil por la no-violencia
Homies Unidos.
En esta investigacin se aborda el problema de la violencia en
general, con nfasis en la violencia juvenil. No se trata del resumen
de un estudio ni de una crtica al mismo, aunque no es posible
resistir la tentacin de hacer algunos comentarios respecto a los
hallazgos, como los que se citan a continuacin.
1. Haber logrado involucrar a jvenes ex pandilleros (pan-
dilleros calmados) para la realizacin de las entrevistas.
2. La elaboracin de los ndices de violencia criminal y victi-
mizacin.
Barrio adentro
2
3. Haber realizado un anlisis de gnero. Las pandilleras in-
gresan al grupo, viven y sufren dentro de l de manera
diferente que los muchachos. En este sentido, ellas deben
recibir apoyo especial del Estado y la sociedad.
4. La informacin recolectada y analizada permite no slo des-
cribir mejor la agresin y la victimizacin que ejercen y
sufren los jvenes de ambos sexos, su entorno y sus expe-
riencias en las pandillas, sino que tambin posibilita la
formulacin de polticas pblicas ms certeras y dirigidas a
atender el llamado que los jvenes hacen con sus activi-
dades.
5. La posibilidad de dar seguimiento a la situacin de las pan-
dillas en el rea Metropolitana de San Salvador, a travs de
la comparacin de los distintos estudios previos que
utilizaron metodologas similares.
6. La conclusin es clara: la situacin est empeorando.
Finalmente, se presentan elementos tericos y hechos sobre
esta realidad social, as como la posicin de la Organizacin
Panamericana de la Salud, que tiene el compromiso de buscar
soluciones para resolver esta problemtica, definida como un
problema social y de salud, y que afecta, por tanto, el
desarrollo de los jvenes y sus comunidades.
2. Definiciones necesarias
A continuacin se presentan una serie de definiciones, las cuales
se consideran necesarias para abordar este tema. Con ello se
pretende facilitar la discusin de esta problemtica.
La violencia es una accin intencional del uso de la fuerza o
del poder, mediante la cual una o ms personas producen dao
fsico, mental (psicolgico), sexual o en su libertad de mo-
vimiento o la muerte a otra u otras personas, o a s mismas, con
un fin predeterminado (adaptada de Rosenberg y otros, 1992).
Presentacin
3
Prlogo
Aqu se distinguen tres componentes bsicos: (a) la intencio-
nalidad en el uso de la fuerza o del poder, (b) la generacin de
un dao y (c) el fin perseguido, en el que subyace el ejercicio de
alguna forma de poder, bien sea en el hogar, en la poblacin en
general o en el grupo (Franco, 1999).
La violencia juvenil es la que, en forma repetida, ejercen los
jvenes entre los 10 y 24 aos, la mayor parte de las veces como
miembros de un grupo en el que puede o no haber jerarqua
organizativa. La violencia juvenil la ejercen, en gran medida,
las pandillas.
Vctima es toda persona que individual o colectivamente ha
sufrido dao fsico, mental, emocional, prdida econmica o
sustancial desmejora de sus derechos fundamentales, a travs
de actos u omisiones que son violatorios de las leyes que ope-
ran en ese Estado (United Nations, 1998).
Agresor es aquella persona que ejerce violencia.
3. Las races del problema de la violencia juvenil
Los estudios realizados sobre las pandillas juveniles en Am-
rica Latina y el Caribe coinciden en identificar races sociales,
econmicas y familiares, en la mltiple causalidad de su ori-
gen. No es un fenmeno de aparicin sbita. Entre lo econ-
mico-social se destaca la falta de oportunidades educativas,
laborales y de recreacin, as como la ausencia de mecanismos
de participacin social. En el ambiente familiar han vivido la
violencia intrafamiliar, como vctimas o testigos, bien sea del
padre hacia la madre, o de uno de los progenitores hacia los
hijos y las hijas; o han sufrido las consecuencias de la desin-
tegracin de su propia familia, en la que el padre est ausente y
la madre lleva un rol sobredimensionado, al que no siempre
puede responder, con consecuencias negativas en lo
psicolgico-afectivo y de identificacin de roles.
Sumado a lo anterior, los futuros pandilleros viven en am-
bientes cargados de violencia, en donde asimilan la subcultura
Barrio adentro
4
de la violencia y la perciben adecuada para resolver conflictos,
independientemente de la naturaleza de los mismos. Es la
violencia lo que les garantiza adquirir respeto, estatus, reco-
nocimiento social y sentido de pertenencia a un grupo. En sus
calles, cerca de sus viviendas, en sus barrios encuentran el am-
biente apropiado para adquirir los conocimientos que les
llevarn, mas tarde, a ingresar a las pandillas. El espacio fuera
del hogar se convierte en un refugio alterno al familiar y en
ese ambiente social viven emociones inmediatas, que su esp-
ritu juvenil les reclama. All viven intensamente, se identifican
con sus pares, crean crculos sociales y aprenden sus propias
formas de relacionarse con la sociedad. El acceso a narcticos,
alcohol, cigarros y armas cortantes o de fuego, a tan temprana
edad (7 10 15 aos), facilita la distorsin de la otra
realidad, la que se vive fuera de la pandilla.
Pero dentro de esta complejidad resalta algo muy sencillo,
muy juvenil: el motivo ms frecuentemente expresado para
ingresar a una pandilla es simplemente el deseo de diver-
tirse, de vacilar. Quin no ha querido, en su adolescencia y
juventud, contar con amigos y amigas para ello? Eso, en s
mismo, es sano, es deseable. Lo que no es deseable es que esa
bsqueda del vacil sea el inicio de un proceso, de un cmulo
de actividades, que pueden y de hecho terminan, para mu-
chos de ellos, con su propia vida. Surge, entonces, una pregunta-
reflexin inmediata: dnde, cmo y en qu circunstancias la
sociedad y los gobiernos ofrecen espacios de diversin y re-
creacin, que sean al mismo tiempo ambientes de formacin de
responsabilidades y acogimiento a normas de convivencia? De la
forma en que demos respuesta a esta y otras preguntas depende
nuestra capacidad para entender esta realidad social.
Existe una tesis central para abordar el tema: ste es un con-
flicto social, cuya dimensin y caractersticas parecen prolon-
garse con mayor gravedad y por ms tiempo del que se su-
pona. En El Salvador, la situacin se ha agravado si se la com-
para con los resultados de otros estudios, realizados en 1996, 1998
y ste del 2000. Igualmente sucede en Honduras, Nicaragua,
Guatemala, Colombia, Jamaica y Brasil. Como en otras
situaciones de conflicto social, el de las pandillas juveniles en
Amrica Latina tiene su dinmica, tanto interna como en la
Presentacin
5
Prlogo
sociedad y en los gobiernos. Por qu se ha demorado la res-
puesta de los gobiernos para estudiar y dar soluciones efectivas?
Faltan instancias e inters para darle el tratamiento social y
preventivo que la situacin merece? Se podra considerar que,
hasta hora, se ha dado una especie de convivencia con las pan-
dillas? Existe aceptacin o acomodo a ciertas formas de
violencia, producto de aos de vivir en medio de la violencia y la
guerra?
Quin, entonces, se beneficia de tal convivencia, si es que
existe? Si ste es un conflicto social, por qu los gobiernos no
los han atendido en la forma apropiada? El estudio de sus
causas y no enfrentar sus consecuencias es el punto de partida.
No se puede aceptar que la aniquilacin de los jvenes pan-
dilleros sea la solucin. Est el crimen organizado detrs de
estos jvenes? Es muy posible que s. Como se mencionar mas
adelante, ellos son el caldo de cultivo de las verdaderas es-
cuelas del crimen y de sus organizaciones. Aqu se esconde una
dinmica nueva, de violencia de grupo, que no ha levantado
formalmente un pliego de exigencias, pero que en el fondo est
gritando que ellos tienen derechos, que reclaman ser escu-
chados. La falta de respuestas a la situacin o la inconsistencia
de las mismas, por parte del gobierno y la sociedad, favorece el
florecimiento de estos grupos. Las pandillas estn dicindole a
la sociedad que algo pasa, su accionar es una alarma que debe
ser escuchada. Pero parece que estos jvenes tampoco tienen
claro el sentido de su rebelda, de sus acciones violentas, de su
enemistad con otras pandillas ni de su rechazo a la sociedad y
a los gobiernos.
Aunque estos jvenes no expresan simpata alguna por la
poltica, su situacin s est politizada, desde los medios, en las
comunidades mismas donde viven o ejercen su agresin, en las
esferas policiales y en los gobiernos; la palabra pandillero est
altamente politizada. No son luchadores por causas sociales
propiamente dichas, pero para algunos sectores son una
generacin perdida, son vistos como una amenaza y no como
un grupo social que representa a una parte de la sociedad y,
por tanto, es un espejo de sus realidades.
Barrio adentro
6
No se puede desconocer que el tema de la violencia existe
desde tiempos inmemoriales y que, por tanto, no es nuevo, al
grado que se podra decir que es consustancial a la sociedad. Sin
embargo, es difcil desconocer que durante estos ltimos aos se
ha convertido en uno de los temas ms importantes de la agenda
regional debido, entre otras cosas, al incremento de su mag-
nitud, a la diversificacin de los tipos, a la transformacin, al
impacto que produce en las esferas sociales, polticas,
econmicas y culturales y a las nuevas y ms cientficas formas
de medicin.
La violencia entraa un proceso histrico, es resultado de la
historia. Y para cambiar el curso de la misma es necesario una
restauracin de la funcionalidad social, de sus instituciones
bsicas formales y no formales, desde la familia. El proceso de la
violencia no acaba con una vctima, es slo su expresin de mo-
mento. Las instituciones deben atender los diversos aspectos que
explican la violencia y la ruptura de los lazos de convivencia, que
hacen a una sociedad ms vulnerable a la violencia que a otras. En
trminos conceptuales, se ha avanzado en la comprensin del
fenmeno de la violencia, en general y de las pandillas juveniles,
en particular, pero falta mucho por recorrer. Diversas vertientes
del pensamiento aportan sus conocimientos para acercarse a esta
realidad. Se buscan las causas y los factores determinantes, para
actuar en forma preventiva y no atender slo las manifestaciones
finales.
La violencia social, dentro de la cual se puede clasificar la vio-
lencia juvenil, erosiona el sentido de ciudadana y se caracteriza
por ser difusa, ubicua y por provenir de mltiples causas. La vio-
lencia genera cambios en la conducta social, erosiona el tejido so-
cial, entendido ste como el conjunto de relaciones sociales y de
organizaciones que hacen posible la colaboracin y cooperacin
entre los distintos niveles de la sociedad, para mejorar su nivel de
desarrollo y armona.
4. Las mltiples causas
Una revisin de las mltiples causas o factores explicativos de la
ocurrencia de violencia da el panorama de su complejidad. La lista
Presentacin
7
Prlogo
que se presenta a continuacin no es exhaustiva ni excluyente. El
que sea un listado no implica que no existan conexiones o
interrelaciones entre los distintos factores mencionados; por el con-
trario, debe entenderse que existen fuertes interdependencias en-
tre esos factores y que la concurrencia de varios agrava los riesgos
y que, de hecho, aumenta la violencia. Dado que el peso pondera-
do de cada factor mencionado no es igual en cada pas, se destacan
en itlica aquellas que han mostrado mayor consistencia en dife-
rentes estudios.
4.1. Estructurales, sociales
Desigualdad socioeconmica: mientras mayor es la brecha ricos-
pobres, mayor es la probabilidad de tener sociedad violenta.
Prdida de la tica social: no existe respeto por los derechos de
los dems; no hay tolerancia por la divergencia; el individua-
lismo es opuesto a la colectividad, a la comunidad.
Gobiernos no legtimos.
Aprendizaje histrico social que los conflictos se resuelven por
el uso de la fuerza o la violencia
Alta densidad poblacional, migraciones campo-ciudad o in-
traciudad sin planificacin o por desplazamientos forzosos.
Pobreza.
4.2. Institucionales
Corrupcin y mal ejemplo de lderes, gobernantes, jerarcas,
militares, educadores.
No hay confianza en el desempeo de la polica y de la justicia:
existe mucha impunidad.
Educacin de mala calidad y de baja cobertura.
Mecanismos de control social dbiles o no funcionales, tanto co-
munitarios como institucionales.
Familias disfuncionales (leer familia como institucin),
antecedentes de violencia en el hogar, cuando nios, bien sea
como testigos o como vctimas. Falta de calidad en los vncu-
los familiares.
La figura paterna no existe (abandono del hogar por el padre).
Barrio adentro
8
Madre con recargo de sus responsabilidades en el hogar, no hay
tiempo para la educacin de los hijos, exceso de trabajo
fuera del hogar.
Elevado nmero de hijos, en condiciones de pobreza.
Retiro de la escuela o sistema educativo a temprana edad.
Inicio temprano en actividades delincuenciales menores,
con una notoria influencia de los pares o de las pandillas.
Antecedentes de familiares delincuentes.
Agresiones tempranas, a corta edad o en la adolescencia
temprana.
Creencias culturales sobre el efecto del castigo fsico a los
hijos.
Desconocimiento de otras formas alternativas de educacin
a lo hijos que no sea el castigo fsico.
La figura paradigmtica a imitar se confunde, el dinero fcil
se desea.
Narcotrfico.
4.3. Facilitadores, circunstanciales
Disponibilidad de armas de fuego o cortopunzantes.
Abuso de alcohol y de narcticos.
Falta de espacios pblicos y oportunidades culturales y de diver-
sin, para uso del tiempo libre.
Zonas de trnsito o de paso de la gente con mala o ninguna
iluminacin.
Edad de inicio de fumar: a ms temprana, mayor riesgo.
Exceso de violencia en los medios con gratificacin hacia los
bandidos o delincuentes, creacin de falsos hroes. Apren-
dizaje en los medios de tcnicas menos riesgosas para co-
meter delitos.
Estereotipos en los medios sobre la figura del macho, de
las pandillas, de la banda. Rol para imitar se crea all.
Cmo afectan esos factores a los jvenes? A continuacin se
muestra un modelo explicativo (ver Figura 1).
Presentacin
9
Prlogo
5. Las rutas hacia la violencia
Llegar a ser miembros de las pandillas no se da por espontanei-
dad. En el siguiente modelo, construido a partir de experiencias,
conversaciones y estudios sobre el tema, se propone una forma
de analizar la trayectoria que siguen muchos jvenes, en particu-
lar aquellos involucrados en las pandillas (ver Figura 1). El
modelo se sustenta en dos pirmides, cuyos vrtices tienen
direcciones opuestas. En la pirmide con base amplia se clasifican
los grupos humanos, segn su relacin con los jvenes. La
pirmide con vrtice hacia abajo agrupa las actividades que, en
forma progresiva, van cometiendo quienes siguen una ruta
delictiva. Existe una relacin inversa entre la amplitud de la base
social en que se vive o participa y las actividades de carcter
antisocial o criminal que se cometen. Entre mayor es la base so-
cial, menor es la gravedad del hecho delictivo. Las flechas indican
que la ruta no es lineal, sino que la pertenencia a los grupos es
dinmica; los jvenes entran y salen por diversas razones, las
cuales hay que considerar para disear proyectos preventivos.
En la base de la pirmide social estn el entorno socioeco-
nmico y la familia, el hogar, donde los nios y las nias
pueden ser testigos o vctimas de violencia, u observan cmo
los adultos resuelven sus diferencias acudiendo al uso de la
violencia, la fuerza, la intimidacin. Las familias de origen son
la base institucional, donde se inicia ese camino que algunos
seguirn y otros abandonarn por diversas razones. Esto trae
efectos negativos a corto o largo plazo para su formacin. Tal
potencial efecto negativo no se da slo por el hecho de recibir
golpes u observar que la madre es golpeada, o ver cmo los
vecinos y la sociedad confrontan sus realidades (en el caso de
los pases en guerra o con conflictos sociales de alguna mag-
nitud), sino por el hecho de que all, en esos medios de apren-
dizaje que son la casa, el barrio, la ciudad, los nios y nias
aprenden cmo se dirimen las disputas: a golpes, con violencia,
usando armas.
Es una cadena de hechos histrico sociales. El hogar es un
punto de referencia en este anlisis, aunque no es el nico ele-
mento al cual se le debe responsabilizar la gnesis de la
Barrio adentro
10
situacin. El barrio, por su lado, es la expresin comunitaria de
realidades sociales, de lo que la sociedad en su conjunto ofrece
para educar, divertirse, trabajar, convivir, etc.
Hoy se sabe que, afortunadamente, aunque muchos viven
experiencias agresivas o son testigos de violencia en su infancia o
adolescencia, no llegarn a ser adultos agresores. Por el contrario,
desean y luchan por no repetir los errores y las conductas
aprendidas en el hogar o en sus comunidades. Estos son los que
recibieron cario, amor, ternura, influencias positivas no siempre
identificadas y que tuvieron la posibilidad de superar la
adversidad y los efectos negativos de la agresividad, pues
estuvieron expuestos de una u otra forma (la cual no siempre se
logra conocer) a factores de proteccin en su desarrollo emo-
cional y personal. A esto se le llama hoy resiliencia. Su
conducta futura no ser violenta.
En un segundo momento, los jvenes, en forma por dems
necesaria, se unen a grupos afines por edad o intereses, donde
sus prcticas sociales pueden ser llamadas molestias sociales.
No son actividades delictivas ni criminales, pero s perturban la
convivencia, tal como escuchar msica a alto volumen, jugar en
la calle hasta altas horas de la noche, o simplemente vacilar
en grupo y crear temores entre los vecinos. En este momento,
los riesgos de seguir en la ruta de la violencia son otros, que ya
no son ajenos a la cotidianidad del joven, sino que estn
inmersos en su propio desarrollo. Hay que sealar que la agru-
pacin juvenil per se no slo no debe ser rechazada, sino que es
saludable. La socializacin pasa por la identificacin con las
personas con intereses y realidades comunes, las cuales se com-
parten con pares de la misma edad y condicin social.
El riesgo de continuar en esta escala se da cuando las
oportunidades para acceder a otras formas de socializacin son
menos factibles que continuar experimentando en la calle los
desafos que el grupo empieza a enfrentar. En esta ruta, el
joven nunca es un ser aislado; por el contrario, es sujeto de las
influencias sociales, emocionales y econmicas que va encon-
trando en su camino. Las experiencias, carencias, negaciones o
realizaciones de vida contribuyen a moldear el futuro de las
personas. Los jvenes y sus grupos los van construyendo. En
Presentacin
11
Prlogo
las agrupaciones juveniles hay, de hecho, un potencial humano
inmenso que hay que entender, y al cual hay que exigir y res-
ponder con claridad.
Un peldao ms cercano a la delincuencia y a la crimina-
lidad se observa en las llamadas barras o conjuntos de jve-
nes que, en nmero reducido, se involucran en delitos meno-
res, como robos, hurtos o rias con barras rivales, en las que
son heridos. El consumo de drogas legales e ilegales se hace
ms comn. La desercin escolar tiende a aumentar. Los ries-
gos de participar en estas actividades, u otras de mayor crimi-
nalidad, dependen negativamente de la capacidad de respuesta
de los jvenes a las exigencias de los que tienen mayor edad,
para que realicen cualquier otra actividad delictiva; o, po-
sitivamente, de la influencia que puedan ejercer el hogar o los
programas, que faciliten su acercamiento a otras realidades. El
nmero de jvenes que se involucra en estas actividades es
menor que el del grupo anteriormente descrito.
El escaln ms cercano a la delincuencia organizada es el de
las maras o pandillas juveniles. En stas hay intereses econ-
micos, no siempre hay jerarqua, pero suele darse, y existe una
mayor cantidad de actividades delictivas y violentas,
asesinatos, violaciones sexuales, atracos, robos, enfrentamientos
con miembros de la polica, uso de distintivos, como los tatua-
jes o simbolismos, que los unen e identifican. Las muchachas
pandilleras son maltratadas y sujetas a abuso sexual, y su rol
no es el mismo que el de los muchachos. De alguna manera, lo
revel el estudio, reproducen actitudes y subvaloraciones que
la sociedad tiene de la mujer. Sin embargo, mantienen, valoran y
protegen a sus madres. En este nivel, los lazos de pertenencia al
grupo son fuertes pero no irrompibles. Por ello es necesario co-
nocer con precisin los intereses mediatos, las expectativas de
corto y mediano plazo y la visin que los jvenes tienen de s
mimos, de la sociedad, del gobierno e incluso de las pandillas
rivales.
Las maras o pandillas se convierten en caldo de cultivo
del crimen organizado, de los narcotraficantes, de los asaltantes
de bancos o joyeras, de las bandas armadas al servicio de
intereses oscuros. Estos grupos desarrollan organizaciones
Barrio adentro
12
complejas, con mayores recursos, criterio empresarial, tecnologa
avanzada y contactos e infiltraciones en el sistema social y
poltico. La propia organizacin del delito requiere de nuevos
insumos: el sicario, el pandillero, el gamn, todos de condicin
juvenil. En algunos pases son entrenados y se les paga por
matar. El punto de retorno a la no violencia es cada vez ms
difcil.
Con el modelo comentado se busca no slo describir esa
ruta, sino saber dnde y cmo actuar para evitar que ms y
ms muchachos y muchachas realicen acciones de mayor
riesgo, en la ruta del crimen y la violencia. A ms temprana
edad cronolgica y de intervencin, mayores las posibilidades
de acertar; la responsabilidad es de todos.
Los jvenes y la sociedad, en general, reclaman polticas esta-
bles y sostenidas para enfrentar la demanda de necesidades a la
que ellos tienen derecho. En la medida en que las necesidades
sociales de la juventud se resuelvan, tambin se estar enfrentan-
do de una manera positiva el problema social que significan las
pandillas juveniles. A stas se les imputa, sea esto un hecho real o
una percepcin social, la comisin de delitos contra la integridad
personal o contra la propiedad y, por tanto, la autora de primer
orden de la inseguridad ciudadana y de la violencia social.
Figura 1. La ruta de la violencia (aplicado a jvenes en
maras)
Presentacin
13
Prlogo
6. Datos que ilustran la gravedad de la situacin
La magnitud de la violencia juvenil vara en los pases, as como
algunos factores socioculturales que la condicionan. Hoy se
cuenta con diversos estudios que permiten aproximarse al
fenmeno con mejor precisin, tanto en su magnitud como en sus
caractersticas.
En Caracas, Venezuela, entre 1992 y 1996, de un total de 11
515 homicidios, 6 366 (55.3 por ciento) afectaron a jvenes entre
los 10 y 24 aos, siendo en su mayora hombres, y cuya rela-
cin hombre/mujer fue de 19 a 1, relacin que fue constante
ao tras ao durante el perodo (Sanjun, 1998). Los delitos han
aumentado en Caracas en los ltimos 15 aos, lo que, segn un
joven caraqueo, se explica porque en esta sociedad para
tener poder se necesita ser rico o peligroso.
En Sao Paulo, Brasil, las tasas de homicidio por 100 000 habi-
tantes, entre los jvenes de 10 a 24 aos, en 1995, hombres y
mujeres (en ese orden) fueron las siguientes: de 10 a 14 aos, de
10.0 y 1.6; de 15 a 19 aos, de 186.7 y 12.0; y de 20 a 24 aos, de
262.2 y 16.2, tasas que venan en aumento desde 1970, con
caractersticas similares a las de otros pases (De Mello, 1998).
En El Salvador, donde se estima que hay entre 30 000 y 35
000 jvenes involucrados en pandillas juveniles, estudios y
acercamientos a estos grupos han mostrado una fuerte influen-
cia del estilo y comportamiento de pandillas similares de Estados
Unidos, en particular de Los Angeles, ligado a la extradicin que
el gobierno de Norteamrica ha venido aplicando a jvenes.
Smutt y Miranda (1998a) destacan los factores familiares que
facilitan la incorporacin de los jvenes a las pandillas en este
pas.
1. La pobreza. A partir de su estudio, estas autoras encontraron
que el 82.9 por ciento de las familias con jvenes
pandilleros, viven en condiciones de pobreza.
2. La falta de figura paterna y recargo de responsabilidades de la
madre. En el 72.7 por ciento de los hogares donde hay jve-
nes pandilleros, la madre es la jefa de hogar.
Barrio adentro
14
3. La cantidad y calidad del tiempo de los padres de familia o res-
ponsables para atender la formacin y los intereses de los
jvenes es baja. Los padres trabajan ms de 9 horas al da (el
33 por ciento), desconocen lo que sus hijos hacen en la calle
en su tiempo libre, no hay comunicacin entre padres e
hijos, no existe comprensin entre ellos.
4. La violencia intrafamiliar, ocho de cada diez jvenes fueron
vctimas o testigos de violencia en hogar. A esto se suman
los factores sociales de exclusin del sistema educativo y
laboral, adems del estigma social por pertenecer a grupos
de pandilleros y llevar un tatuaje en cualquier parte de su
cuerpo.
En Honduras, las pandillas juveniles tambin son percibidas
como un problema social de gran magnitud. En San Pedro
Sula, los heridos atendidos en el hospital regional, clasificados
en el rubro de origen violento por causa social, son en su ma-
yora jvenes del sexo masculino (el 90 por ciento), cuyas
edades oscilan entre los 15 y 29 aos, que consuman licor (el
39 por ciento) al momento de la agresin, la cual ocurri de-
bido a una ria, atraco o robo (Tercero y otros, 1999). La in-
fluencia de las pandillas de Estados Unidos tambin es notoria
en Honduras. La tasa de homicidios de esta ciudad es de 95
por cada 100 000 habitantes, siendo de nuevo los jvenes los
mas afectados (Rodas, 2000).
En Managua, Nicaragua, se estima que hay 110 pandillas
juveniles que agrupan a unos 8 500 jvenes (Polica Nacional
de Nicaragua, 2000). Como hecho significativo y diferencial a
otros pases de Centroamrica, estos jvenes no estn influen-
ciados por las pandillas de Estados Unidos. Parece ser que su
origen es de orden social interno, debido a la pobreza y falta de
oportunidades. Hay que considerar que Nicaragua tiene una
tasa de desempleo cercana al 60 por ciento.
En Cali, Colombia, Vanegas (1998) describe, entre otras
realidades, que los jvenes de ambos sexos forman sus pandi-
llas en los barrios populares e inician su vida de pareja a tem-
prana edad, y ambos, en forma voluntaria, deciden tener un
hijo, ante el temor de morir antes de los 25 30 aos, debido a
Presentacin
15
Prlogo
la violencia callejera, como le ha ocurrido a muchos de sus ami-
gos miembros de pandillas. No es por desconocimiento de las
tcnicas de planificacin familiar ni por descuido durante las
relaciones sexuales; es su decisin. Madres y padres adoles-
centes o jvenes se enfrentan sin preparacin ni oportunidades
a la responsabilidad de una familia nueva. En esta ciudad, otro
estudio realizado en un hospital perifrico, en una zona de alto
riesgo de violencia, mostr que de 712 agresores, con edad y
sexo identificados, el 78 por ciento fueron hombres, de los
cuales el 16 por ciento tena entre 10 y 19 aos, y entre las
vctimas, el 39 por ciento tena antecedente de consumo de licor
cuando fueron agredidos (Concha-Eastman y Espinosa, 1996).
Casi todos eran miembros de pandillas juveniles, y las heridas
por las que consultaron al hospital eran de origen violento a
repeticin.
7. Propuesta de los jvenes pandilleros
La realidad, brevemente presentada, es conocida por los j-
venes. Ellos la identifican como de alto riesgo para sus vidas.
La vida en la pandilla no les brinda los beneficios ni las
ganancias que supuestamente esperaran obtener. Este estudio
muestra que entre aquellos no activos, autodenominados cal-
mados, una alta proporcin el 60 por ciento hace un balan-
ce negativo de su pertenencia a la pandilla. sta no parece
haberles ofrecido beneficio alguno. Una vez fuera de esa vida
de violencia, robos y drogas, se dan cuenta de que parte de su
juventud se fue intilmente. En este estudio, cerca de la mitad
de los miembros activos de las pandillas quiere retirarse de esa
vida; pero tambin se destaca que, en San Salvador, la proporcin
de jvenes que quiere calmarse disminuy en el 2000, comparada
con la de 1996. Por su parte, en Honduras, en una encuesta reali-
zada a los pandilleros se encontr que ms de la mitad desean
retirarse de la mara (Congreso Nacional de Honduras, 2001).
La pandilla juvenil ofrece al joven ganancias temporales en
lo emocional, fortalecimiento de la amistad, sentido de solida-
ridad limitado a su grupo y a su barrio al que protegen de
las otras pandillas y les permite gozar de libertad para dis-
Barrio adentro
16
frutar de su tiempo, pero ojal, ms pronto que tarde, se con-
venzan de la inutilidad, y mas an, de los riesgos de per-
manecer activos. En verdad, no tienen reivindicaciones sociales
especficas formuladas como grupo, sino que es, ms bien, una
forma de protesta por su miseria, por la falta de oportunidades.
Las pandillas, quizs sin proponrselo, estn lanzando un
llamado a la sociedad: AQUI ESTAMOS, O NOS ATIENDEN O
LES HACEMOS DAO. No importa si quienes van a sufrir el
dao sean en primer lugar otros muchachos y muchachas de la
misma condicin social, quienes tambin estn viviendo una
vida similar, sin futuro promisorio. Slo que por razones del
azar, nacieron y se unieron al grupo del barrio de la pandilla
contraria, por tanto, y sin mucha sustentacin, son enemigos
por territorio, por estar en la mara contraria.
As expresan poder, no importa que el territorio de cada
bando tenga caractersticas similares al opuesto. Se crean ene-
mistades y rivalidades que los llevan, sin lugar a dudas, a
atacar y ser atacados con las armas que dispongan. La muerte
por homicidio les puede llegar tan pronto como en sus aos de
adolescencia. Una muerte amiga obliga a la muerte de un
enemigo. El crculo vicioso de la violencia repite su ciclo por
venganzas y odios sin sentido. A los jvenes de las maras
hay que apoyarlos, pero no se les hace un servicio si no se es
crtico con ellos mismos. Una actitud paternalista no lleva a
puerto seguro. Aunque parezca redundante, debe decirse con
claridad que los jvenes de las pandillas tambin merecen las
oportunidades que toda la sociedad ofrece a sus coetreos.
Si bien la situacin es de extrema gravedad, tambin es cierto que
un nmero creciente de organizaciones no gubernamentales y de
gobierno hacen esfuerzos para apoyar e implementar propuestas
preventivas. En febrero del 2001, por ejemplo, se reunieron, en San
Pedro Sula, Honduras, ms de 40 representantes de organismos
gubernamentales y no gubernamentales, que estn desarrollando
proyectos diversos con los miembros de las pandillas, tales como
capacitaciones, atencin educativa, manejo en la resolucin de
conflictos y artes. Este pas es hoy pionero en legislacin propositiva
no represiva, en la atencin de la situacin de los jvenes pandilleros.
Presentacin
17
El estudio que hoy nos ocupa, por otro lado, se hizo con la
colaboracin de Homies Unidos, organizacin no gubernamen-
tal, donde se agrupan jvenes calmados por la no-violencia
provenientes de diferentes pandillas, que buscan salidas a sus
problemas y que, incluso, han llegado a pactos de no agresin
entre ellos. Son conscientes de que no hay razones de fondo
para la rivalidad a muerte. Ellos interactan con jvenes com-
prometidos en pandillas o con la violencia. Este grupo ha par-
ticipado en estudios sobre su realidad, como el de Smutt y
Miranda, ya sealado. Tambin han formado parte del trabajo
conjunto con el Instituto Universitario de Opinin Pblica, de
la Universidad Centroamericana de El Salvador, y con agencias
internacionales (Cruz y Portillo, 1998). Otro ejemplo en San Sal-
vador es el que se desarrolla en el Polgono Industrial Don Bosco.
Jvenes con deseos de cambiar su vida acuden all para aprender,
capacitarse, relacionarse con la sociedad de una manera diferente
y abandonar las drogas. Sus resultados son excelentes. En otros
pases se encuentran grupos similares, tales como Paisa Joven
en Medelln, Colombia.
La responsabilidad de los gobiernos, de las agencias inter-
nacionales, de la sociedad y de los jvenes mismos, no debe ser
otra que unir esfuerzos y trabajar por ofrecer a los jvenes las
oportunidades que se les han negado. Estigmatizar a los j-
venes, definir precipitadamente su conducta y rechazar el alto
potencial que representan es una actitud de injusticia social e
inequidad social. Hay muchas experiencias sobre el abordaje del
problema de una manera positiva, que se pueden aplicar desde la
casa, la escuela, la calle, entre los propios jvenes y en el
ambiente laboral. Una sntesis de este tipo de experiencias fue
expuesta por McAlister (1998), y publicada por la Organizacin
Panamericana de la Salud, aunque est concentrada prin-
cipalmente en la realidad estadounidense. El Departamento de
Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos public,
recientemente, un trabajo sobre violencia juvenil, en el cual se
resean las experiencias y prcticas con mayores posibilidades de
xito de nuevo, dentro del contexto de ese pas. Este fue
realizado a peticin especial del Congreso, despus de la masacre
de estudiantes realizada en la escuela de Colombine, Colorado,
en 1999 (U.S. Department of Health and Human Services, 2001).
Prlogo
Barrio adentro
18
8. Prevencin y alternativas de accin. El enfoque de
salud pblica
La violencia se ha abordado histricamente en tres momentos:
1) Represin y control. Ha sido objeto de intervencin por la
polica y el sistema judicial. Las teoras basan esta accin en
el efecto intimidatorio que sobre los potenciales agresores
tuviese la reclusin carcelaria y prdida de derechos con
que el Estado castiga a quienes transgreden la ley, poltica
que no ha mostrado ser efectiva (INREDH, 2000).
2) Prevencin. La necesidad de abordar la violencia desde una
perspectiva preventiva amplia, ha sido reconocida en las
ltimas tres dcadas. Es la respuesta intersectorial a la mul-
ticausalidad de la violencia. Hoy es reconocido y aceptado
que los diversos sectores que tienen que ver con la atencin,
la rehabilitacin, el cuidado y el control a vctimas y vic-
timarios de actos violentos, deben unir esfuerzos en la
prevencin. Desde esta perspectiva, la accin intersectorial
busca responder a la multicausalidad de la violencia, ac-
tuando de manera preventiva e integradora, de tal forma que
a la par que enfrenta el hecho delictivo, busca construir
ciudadana e instituciones que procesen los conflictos de ma-
nera democrtica. Las menciones hechas a los grupos en El
Salvador, Honduras y Colombia son slo algunos ejemplos
del potencial efecto positivo de estas acciones.
La prevencin es esencial a la misin de la Organizacin
Panamericana de la Salud, en particular la prevencin primaria.
A travs de la prevencin primaria se busca fomentar un
ambiente social e individual de respeto y tolerancia, de valores
sociales y de conducta personal que favorezcan que los
conflictos se resuelvan de maneras no violentas, o sea, se
dirigen a evitar que ocurra el hecho violento. Estrategias macro
destinadas a disminuir la pobreza, a buscar la equidad social y a
mejorar la educacin, o la recuperacin de la tica y el control
social, por ejemplo, son parte de este nivel de prevencin.
Presentacin
19
3) Recuperacin del tejido social y humano. La violencia produce y
genera daos en la estructura social, fomenta compor-
tamientos que horadan las bases y los principios de convi-
vencia y resolucin de conflictos. La tica social, del respeto
al derecho ajeno, o lo que Savater (1998) define como la
bsqueda por mejorar a las personas en su relacin con
los dems, se encuentra seriamente afectada, en particular
en pases donde los niveles de violencia son altos y sus
expresiones son mltiples y cotidianas. Desde esta
perspectiva, que ha cobrado fuerza desde hace unos cinco a
diez aos, se requiere intervenir en la prevencin de la vio-
lencia, bajo un compromiso muy amplio de los ciudadanos,
lderes, jerarcas, comunicadores, educadores y, en fin, de
toda la sociedad, para luchar por la recuperacin de su
tica, su capital humano y social.
Los tres momentos deben darse simultneamente para in-
cidir de manera holstica. A mayor relacin entre ellos, mejores
son las posibilidades de xito.
Los avances que se han logrado en salud pblica para el
control y prevencin de las enfermedades y promocin de la
salud, se aplican igualmente al problema de la violencia. En
sntesis:
1. Caracterizar el problema en sus variables bsicas de per-
sona, lugar, tiempo, circunstancias y situaciones conexas.
2. Identificar causas, asociaciones o factores de riesgo.
3. Proponer intervenciones y evaluarlas.
4. Extender las intervenciones a otros sectores y difundirlas.
La intencionalidad de las acciones preventivas de salud es
evitar que los hechos ocurran o que se agraven sus conse-
cuencias. La promocin de conductas y los hbitos de vida
saludables, y la prevencin de eventos dainos para las
comunidades y el individuo priman en el qu hacer de la
salud pblica.
Prlogo
Barrio adentro
20
En sntesis, los siguientes criterios forman la base de las
polticas de la Organizacin Panamericana de la Salud para la
prevencin de la violencia juvenil.
1. Obedece a causas mltiples y debe ser enfrentada con
estrategias polivalentes.
2. Es necesario mejorar y mantener actualizada la informacin
sobre las caractersticas y circunstancias en que ocurren los
hechos de violencia, tal como se ha hecho con este estudio.
3. Se debe privilegiar lo preventivo sobre lo represivo, con n-
fasis hacia los proyectos que acten sobre las causas que pue-
den evitar la ocurrencia de violencia (prevencin primaria).
4. Las intervenciones, proyectos o decisiones tomadas por las
autoridades, las instituciones acadmicas, los organismos no
gubernamentales, deben hacerse con la debida planeacin,
seguimiento y evaluacin de sus resultados.
5. Los jvenes y las comunidades deben ser parte activa de los
proyectos, con claro derecho a proponer, modificar y actuar
en el desarrollo de los mismos.
6. La sociedad civil (entendida como los sectores sociales que
no forman parte del aparato del Estado, gobierno, fuerzas
militares, legisladores, jueces y magistrados), tienen res-
ponsabilidad y derecho a apoyar e implementar acciones y
proyectos preventivos.
7. Las condiciones locales y las comunidades dan la pauta
para el diseo de polticas. En tal sentido, se invita a pensar
con imaginacin y a desarrollar propuestas colectivas, que
le lleguen y afecten a mayores grupos de poblacin.
Hay que visibilizar adecuadamente el problema de la violencia
juvenil, fortalecer las instituciones juveniles por la no-violencia,
fomentar la cultura y la recreacin e incrementar las oportunidades
de educacin y empleo.
Presentacin
21
No se puede luchar contra el crimen sin la existencia de una
poltica social explcita. Se requiere conformar una propuesta de
orden pblico democrtico, en donde la polica, la justicia y los
derechos humanos desempeen otra funcin, en donde se forta-
lezcan los espacios de socializacin fundamentales de la sociedad
latinoamericana, como la familia, la escuela, los medios de comu-
nicacin, la ciudad, el mercado laboral, etc.; en donde se creen nue-
vos lugares y mecanismos institucionales para la solucin de los
conflictos, de pedagoga para la convivencia, la comunicacin y la
expresin de sentimientos. La disminucin de hechos violentos ser
exitosa si se incorporan diversas estrategias y lneas de accin, di-
seadas de comn acuerdo con las autoridades y comunidades, de
acuerdo con criterios de respeto y la participacin de los jvenes y
la sociedad.
Alberto Concha-Eastman, MD, MSc
Asesor Regional en Salud y Violencia
Programa de Enfermedades no Transmisibles
Divisin de prevencin y Control de Enfermedades
Organizacin Panamericana de la Salud
Prlogo
INTRODUCCIN
Un nuevo ajuste de cuentas entre miembros de las pandi-
llas, conocidas como Salvatrucha (MS) y 18, ha provo-
cado un considerable aumento en los casos de homicidio
en Soyapango. Entre el 30 de octubre y lo que va del pre-
sente mes, la subregional de la Fiscala ya contabiliza cua-
tro casos de muertes violentas, entre pandilleros, en ese
municipio. Las cifras que regularmente oscilan entre una y
tres muertes de este tipo al mes, ahora alcanzan las ocho.
El fenmeno ya ha comenzado a ser causa de preocupa-
cin entre los pobladores de la zona oriental de San Salva-
dor. (Resurge la guerra entre maras en Soyapango. La
Prensa Grfica, 27 de noviembre de 2000, p. 26.)
Noticias como la anterior pueblan las pginas de los peridicos
nacionales y llenan gran parte del espacio de los noticieros
radiales y televisivos. Los salvadoreos desayunan y cenan y
viven acompaados con la ms extensa variedad de noticias
dedicadas a las pandillas o maras y a su accionar violento. Y
no slo eso. La verdad es que los ciudadanos comparten su
vida cotidiana en el barrio, la escuela y el trabajo con
grupos de jvenes violentos, que dedican su vida a
esquinear, consumir drogas, delinquir y, lo que ellos llaman,
vacilar. Ellos los ciudadanos, sobre todo quienes viven en
los barrios y zonas populosas de relativa pobreza, tanto urbana
como rural deben aprender a convivir con estos jvenes
violentos, esto es, deben aprender a coexistir con la amenaza al
lado y desarrollar mecanismos muchas veces sin xito para
que sus hijos no formen parte de aqullos, en una sociedad que
histricamente ha ofrecido poco a la mayora de sus jvenes.
El problema de las pandillas juveniles ha adquirido una
magnitud considerable en El Salvador de la posguerra. Segn
las estadsticas del Instituto de Medicina Legal Dr. Roberto
Barrio adentro
24
Masferrer, el grupo ms afectado por la violencia intencional
de cualquier tipo son las personas entre los 15 y 24 aos, esto
es, los jvenes salvadoreos. De acuerdo con esos datos, un
joven, cuya edad oscile dentro de este grupo, tiene diez veces
ms probabilidades de morir asesinado que otra persona que
pertenezca a un grupo de edad mayor. La mayora de estos
jvenes pertenecen a las pandillas las cuales se encuentran
diseminadas a nivel nacional, incluyendo las zonas rurales o
forman parte de la rbita de las mismas.
No se sabe con certeza cuntos jvenes se encuentran en-
rolados en las llamadas maras. Hace algunos aos, la polica
calculaba un par de decenas de miles a nivel nacional, ahora el
clculo se desconoce. Por un lado, porque es difcil cuantificar
un fenmeno para el cual no existen mecanismos formales de
alistamiento, dado que, en esencia, el fenmeno tiene una dosis
de clandestinidad, y, por el otro, porque el fenmeno es ahora
tan extenso que, simplemente, es imposible cuantificarlo. No
obstante, a juzgar por sus repercusiones y por la percepcin de
la opinin pblica, hoy en da existen ms pandilleros que hace
cinco aos y muchos ms que hace diez.
El problema de las pandillas juveniles no es nuevo en El
Salvador, ni siquiera puede decirse que es relativamente
reciente; tampoco puede decirse que la violencia juvenil es
privativa de las pandillas callejeras. En el primer caso, los
primeros estudios serios sobre el tema datan ya de una dcada
(Argueta y otros, 1991), aunque anteriormente este problema
ya haba sido sealado por Martn Bar (1986), cuando
describi las jornadas de violencia que caracterizaban los en-
cuentros deportivos que se celebraban all por los aos se-
senta, entre los jvenes enrolados en los centros educativos
de la elite salvadorea. Desde entonces existen pandillas y vio-
lencia entre los jvenes. En el segundo caso, los estudios han
mostrado que la violencia proveniente de los jvenes enrolados
en el sistema educativo, y que no necesariamente pertenecen a
las maras, es una realidad cotidiana y de considerable mag-
nitud (Santacruz y Portillo, 1999).
As, el fenmeno de las pandillas juveniles no es reciente en
el pas y, por tanto, su surgimiento no se explica por la guerra,
Presentacin
25
como muchos pueden pensar, aunque no se puede soslayar su
importancia; tampoco provienen exclusivamente de la depor-
tacin de jvenes, desarraigados y confundidos, de Los ngeles,
y tampoco deriva simplemente de la supuesta vocacin criminal
de los jvenes contemporneos. El fenmeno de las pandillas en
El Salvador, as como su expresin en otros pases de la regin, es
el producto de las condiciones sociales y culturales que se han
venido gestando a lo largo de los aos. No slo la guerra contri-
buy a la cultura de la violencia, as como tampoco la finalizacin
del conflicto fue la que atrajo a los pandilleros salvadoreos que
residan en las ciudades norteamericanas, lo cierto es que los
pandilleros son el producto de la conjuncin de esos factores y
muchos, muchos ms.
La magnitud del problema, tal y como se expresa en la ac-
tualidad, es descubierta a mediados de los noventa, cuando
simultneamente medios de comunicacin y acadmicos le
dedican parte de su tiempo. Los primeros porque no slo vie-
ron las repercusiones sociales del problema, sino que tambin
descubrieron las implicaciones mediticas y comerciales de ese
tipo de fenmenos; los segundos porque el problema exiga in-
formacin objetiva para incidir y orientar las polticas pblicas,
que lgicamente deban ser diseadas para enfrentarlo.
Un quinquenio ms tarde el problema sigue ah y, como lo
muestra este estudio realizado por el Instituto Universitario de
Opinin Pblica con el apoyo de la Organizacin Panameri-
cana de la Salud, la situacin parece ser ms grave. Los medios
lo han posicionado como uno de los problemas contempor-
neos ms agudos, han ayudado a generar una discusin p-
blica sobre el tema y han contribuido a crear la sensacin en la
opinin pblica de que el fenmeno no parece tener control
alguno. Los estudios acadmicos, por su parte, han ofrecido un
acercamiento objetivo al problema no sin mostrar algunos
deslices subjetivos en el abordaje del mismo y con ello han
ofrecido una cantidad y calidad de informacin fundamental
en su descripcin y en las condiciones asociadas a l, pero sus
recomendaciones parecen haber influido muy poco, al menos
como lo demanda el dilema, en la formulacin de polticas
pblicas que permitan atenderlo eficazmente.
Introduccin
Barrio adentro
26
Esta investigacin es una reedicin de uno de esos estudios
pioneros sobre el tema y tiene como objeto actualizar la in-
formacin sobre el fenmeno de las pandillas, sobre todo la
orientada a medir la incidencia de la violencia entre los jvenes
pandilleros. Adems, pretende subrayar la importancia de
orientar el trabajo hacia la prevencin y constituirlo como el eje
fundamental de las acciones para atacar el problema. Las
pginas siguientes ponen en evidencia que el fenmeno de las
pandillas se ha agravado significativamente. Los criterios que
se han considerado para hacer tal afirmacin han sido el incre-
mento de los actos violentos y del consumo de drogas dos
actividades ilcitas del accionar de las pandillas; y, en con-
traposicin a ese aumento de los aspectos perversos, el hecho
de que otros factores, como la solidaridad que existe entre los
mareros, han decado de manera considerable. En otras
palabras, los pandilleros ahora se acercan ms al perfil delic-
tivo, de lo cual se les ha acusado de manera permanente
que hace cinco aos, cuando se realiz el primer estudio de
este tipo. Obviamente esta transformacin no ha sido fortuita.
En parte ha sido producto de la forma en que la sociedad
salvadorea, a travs de sus funcionarios y sus organizaciones,
ha enfrentado el problema y de las alternativas que se han
ofrecido para su solucin. En tal sentido, los resultados de este
estudio constituyen una llamada de atencin sobre la forma en
que se ha estado abordando el problema e implica la necesidad
de hacer una reflexin sobre nuevas formas de abordarlo.
La investigacin, cuyo informe ocupa estas pginas, se basa
en una encuesta realizada a los pandilleros que residen en el
rea Metropolitana de San Salvador y tres municipios ms
(Quezaltepeque, Nejapa y Cojutepeque). Dicha encuesta la
hicieron otros pandilleros en condicin de calma, es decir,
fue hecha de marero a marero, bajo la coordinacin y super-
visin del Instituto Universitario de Opinin Pblica de la
Universidad Centroamericana y con el auspicio de la Orga-
nizacin Panamericana de la Salud. Esta aproximacin se ins-
cribe dentro del esfuerzo del Instituto por estudiar y analizar la
violencia de posguerra que azota a la sociedad salvadorea, y
cuyo derrotero es generar informacin y elementos de juicio
para orientar las polticas que deben atender el problema.
Presentacin
27
Este informe se divide en varias partes. La primera realiza
un recorrido sobre la teora. La segunda muestra la metodo-
loga usada para llevar a cabo la encuesta. En la tercera parte se
presentan los resultados del estudio, y en las dos partes finales,
la discusin y las conclusiones, se hace un anlisis y se des-
tacan los hallazgos ms importantes.
Como ya se mencion, este trabajo forma parte de la lnea
de investigaciones del IUDOP sobre la violencia; pero ste no
hubiese sido posible sin el inters y la comisin del Programa
de Enfermedades no Transmisibles de la Organizacin Pana-
mericana de la Salud, vaya para ellos nuestro ms sincero
agradecimiento. Asimismo, queremos expresar nuestra especial
gratitud a aquellas personas que hicieron posible este esfuerzo.
El apoyo de parte del representante de OPS-OMS en El Salva-
dor, Dr. Horacio Toro Ocampo, as como del Dr. Armando
Bauelos ha sido fundamental en la ejecucin de esta
publicacin. Por su parte, el Dr. Alberto Concha-Eastman ha
brindado un constante aliento, as como valiosos comentarios y
aportes que, decididamente, contribuyeron a lo largo del
desarrollo de este estudio; a la Ing. Ruth Manzano por su
apoyo en la realizacin del mismo. Los jvenes de Homies
Unidos desempearon, como siempre, un papel fundamental
en la cristalizacin de este estudio; sin su decidido y
desinteresado apoyo, esta investigacin tampoco hubiese sido
posible. Finalmente, a los integrantes del Instituto que
participaron en l, pues ellos se convirtieron en el ltimo, pero
no en el menos importante, eslabn que permiti la ejecucin
del estudio.
Es preciso reiterar que esta investigacin se hizo con el pro-
psito de insistir sobre la necesidad de atender ms integral-
mente el problema de las pandillas, tomando en consideracin
el aspecto preventivo. En la medida en que los lectores se sien-
tan convencidos de esta tesis, luego de estudiarlo, las personas
involucradas en este trabajo nos consideraremos satisfechas.
Jos Miguel Cruz
Instituto Universitario de Opinin Pblica
Introduccin
I. ANTECEDENTES Y MARCO TERICO
1.1. Aproximacin al fenmeno de las pandillas en
el contexto salvadoreo
A casi diez aos de la firma de los acuerdos de paz y del cese del
conflicto armado, uno de los principales problemas que atraviesa
el pas es el exponencial crecimiento de la violencia social y de la
delincuencia. Cruz y Gonzlez (1997) sealan que, en 1996, la
Fiscala General de la Repblica contabiliz 6 000 casos de
homicidio intencional y ms de 25 000 delitos cometidos contra la
vida e integridad de las personas. Por su parte, Cruz y otros (2000)
encontraron, a partir de datos proporcionados por el Instituto de
Medicina Legal, que la tasa de homicidios no debidos a accidentes
de trnsito oscila entre 70 y 80 muertes por cada 100 mil
habitantes, en el rea Metropolitana de San Salvador. Para 1998,
estos mismos registros sealan que el 58.1 por ciento de las muertes
fueron violentas, con una tasa de 90.6 muertes violentas por cada
100 mil habitantes a nivel nacional (Instituto de Medicina Legal,
1998).
Si bien es cierto que con el cese del conflicto armado se puso
fin a la confrontacin blica, tambin es cierto que despus
surgieron nuevos actores y nuevos conflictos, los cuales una vez
finalizada la guerra aparecieron en el escenario y se desplegaron
en su total dimensin (Ramos, 1998). En este contexto es que las
pandillas se convierten en uno de los principales temas y preo-
cupaciones de la opinin pblica salvadorea. Ramos sugiere que
la dcada de los noventa ha perfilado a las pandillas como el
ms importante y complejo fenmeno cultural-generacional que
haya tenido el pas... al concluir el perodo de transicin pactado
en los acuerdos [de paz], las maras o pandillas juveniles no slo
haban logrado obtener presencia en todo el territorio nacional,
sino que incorporaban la participacin de un segmento de po-
blacin menos homogneo en trminos generacionales. Haciendo
un clculo conservador del contingente de jvenes mareros, ste
Barrio adentro
30
podra estimarse a fines de 1997 entre 10 y 12 mil jvenes con
edades que oscilan entre los 10 a los 25 aos (p.197-198).
La relevancia de la situacin no radica slo en la elevada
cantidad de jvenes que da a da se vuelven miembros de las
diferentes pandillas, o en la presencia de las mismas a lo largo
y ancho del pas, sino precisamente en el hecho de que la di-
nmica que las caracteriza convierte a sus miembros en una de
las figuras ms importantes de esta violencia, tanto en su cali-
dad de victimarios como de vctimas. En relacin con los victi-
marios, no existe informacin sistematizada que permita esta-
blecer un perfil de las caractersticas que stos puedan tener. Lo
que s se puede afirmar es que los jvenes sobre todo aquellos
involucrados en las pandillas son un grupo en riesgo, tanto por
el hecho de que puedan ejercer violencia con desenlaces fatales,
como por el hecho de que puedan convertirse en vctimas de la
misma, la mayor parte de las veces a manos de sus mismos
coetneos. A travs de un diagnstico realizado por Cruz y
Beltrn (2000) sobre la situacin y el impacto de las armas en El
Salvador, se encontr que tanto los estudios de victimizacin,
realizados en el pas, como los registros institucionales de
violencia revelaron que las vctimas y los victimarios ms
frecuentes de esta violencia de tipo delincuencial fueron los
hombres jvenes aunque no siempre menores pandilleros, y
en algunos casos, con poca formacin educativa.
Por otro lado, las investigaciones anteriores relacionadas con
el tema de las pandillas revelaron que estos grupos se
caracterizan por el ejercicio de la violencia, tanto de tipo
delincuencial como hacia otras pandillas (Cruz y Portillo, 1998;
Smutt y Miranda, 1998a). Estos estudios realizados con
pandilleros, en el contexto salvadoreo, dan cuenta de la forma
cotidiana, frecuente e incluso irreverente, con la que estos jvenes
arriesgan la vida da con da, bajo el estandarte de proteccin o
defensa de un territorio en nombre de una pandilla de-
terminada. Por ejemplo, los registros del Instituto de Medicina
Legal sealan que, en 1998, el segundo mayor nmero de levan-
tamiento de cadveres (966 casos) eran jvenes del sexo
masculino, cuyas edades oscilaban entre los 20 y 24 aos. En ter-
cer lugar se encontraba el grupo de hombres entre los 25 y 29
aos, y en quinto lugar, los 632 jvenes entre los 15 y 19 aos
Antecedentes y marco terico
31
(Instituto de Medicina Legal, 1998). Ms dramtico es an encon-
trar entre las estadsticas que del total de muertes entre el sexo
masculino, las producidas por proyectiles de arma de fuego cons-
tituyen la principal causa entre los grupos de edades mencio-
nadas, con una tasa de 134.2 levantamientos de muerte por arma
de fuego por cada 100 mil jvenes, entre los 20 y 24 aos; y una
tasa de 80.4 levantamientos por la misma causa por cada 100 mil
jvenes, entre los 15 y 19 aos (ibd., p.147-148), edades entre las
cuales se encuentra el grueso de la poblacin pandilleril.
Por su parte, en el estudio realizado por Cruz y otros (2000),
sobre los factores sociales y econmicos asociados al crimen
violento en El Salvador, se encontr que las pandillas constituyen
uno de los factores ms vinculados a la violencia, tanto en su
expresin ms radical como en la ms sostenida. Esta situacin,
afirman los autores, no slo implica hablar de un segmento
importante de la juventud salvadorea sin querer afirmar que
todos los jvenes son pandilleros, ni que los pandilleros son los
nicos perpetradores de violencia de tipo criminal sino que
supone tomar en cuenta los contextos en donde las condiciones
socioeconmicas posibilitan el ejercicio de la violencia y la
victimizacin de las personas.
Por otro lado, la imagen social que la opinin pblica tiene
de las pandillas la cual tambin es fruto del manejo que los
medios de comunicacin han hecho sobre esta problemtica
es bastante negativa. Al respecto, un sondeo de opinin, reali-
zado en 1998, mostr que el 26 por ciento de la poblacin
adulta considera que el problema delincuencial ms grave del
pas se debe al elevado nmero de pandillas. Por otra parte, al
menos 4 de cada 10 salvadoreos el 42.6 por ciento consi-
deran que el peor problema que enfrentaba la ciudadana hacia
finales de 1999 era la delincuencia, la violencia y las maras
(IUDOP, 1999a). Smutt y Miranda (1998b) tambin coinciden en
que gran parte de la poblacin salvadorea percibe el binomio
juventud y violencia como sinnimo de delincuencia
juvenil. Esta etiqueta repercute en la construccin social del
significado de ser joven, pues conduce a un inevitable traslape
entre el ser joven y ser delincuente, esto es, lleva a criminalizar
la figura social de la juventud. Como lo plantea Martn-Barbero
(1998), lo que se tiene es un acercamiento al mundo de la ju-
Barrio adentro
32
ventud bsicamente preocupado por la violencia juvenil, por lo
joven-violento: pandillas o bandas, asociadas al sicariato, al
lumpen, a la guerrilla, etc.
Por otro lado, la preocupacin social en torno al tema, segn
este autor, parece centrarse tambin en el hecho de concebir a la
juventud como un grupo social sin valores, aspecto que da
cuenta de la incapacidad de la sociedad de prestar atencin a las
razones por las cuales la escala de valores, que rige a sus jvenes,
parece encontrarse en proceso de transformacin, ms que de
extincin: porque en todo caso, donde se estn acabando los
valores no es entre los jvenes, ellos estn haciendo visible lo que
desde hace tiempo se ha venido pudriendo en la familia, en la
escuela, en la poltica (ibd., p. 23). En otras palabras, la visin
que muchos salvadoreos tienen sobre el problema tiende no
slo a acentuar el estereotipo existente alrededor de la figura de
la juventud, sino que enmarca el fenmeno dentro de la
jurisdiccin de la seguridad pblica. Es decir, en relacin con las
formas de enfrentar el tema de las pandillas, la opinin pblica
salvadorea tiende a reclamar medidas drsticas y respuestas de
carcter represivo y autoritario, para eliminar a estos grupos.
Un ejemplo de esto lo proporciona el estudio, llevado a cabo
por el IUDOP (2000a), relacionado con el tema de pandillas y
capital social, en donde de todas las personas entrevistadas en
tres municipios diferentes del pas, el 81.8 por ciento opin que
los pandilleros son jvenes delincuentes, que deben ser
castigados. En la misma lnea, el 77.3 por ciento de la muestra
consider que la Polica Nacional Civil castiga muy poco a los
pandilleros. Por otro lado, la encuesta de evaluacin del ao 2000
(IUDOP, 2000b) encontr que el 1.9 por ciento del total de la
muestra propuso como medidas para enfrentar el problema de
la delincuencia en el pas encerrar a los delincuentes
1
, mientras
que el 1.1 por ciento sugiri matarlos. As, las soluciones que se
reclaman para combatir el fenmeno se caracterizan por una
1. Cabe aclarar que en el sondeo de evaluacin y en esta respuesta, en par-
ticular, delincuente no fue utilizado como sinnimo de pandillero. Sin em-
bargo, los datos del estudio sobre pandillas y capital social sealan cmo,
para gran parte de la poblacin, los pandilleros son delincuentes que me-
receran este tipo de castigo.
Antecedentes y marco terico
33
fuerte carga de severidad y de represin, ms que por un esfuer-
zo por entender los factores que pudieran haber llevado al surgi-
miento de las pandillas. Paradjicamente, lo que parece no to-
marse en cuenta es que este tipo de abordaje slo intensifica an
ms la problemtica, pues al margen de que no promueve una
discusin seria alrededor del conocimiento de los factores que
han posibilitado su surgimiento con lo cual tampoco se favo-
rece la toma de decisiones para su enfrentamiento, se privilegia
el uso del mismo recurso que se quiere eliminar: la violencia.
1.2. Surgimiento y caractersticas de las pandillas
En trminos generales, se podra hablar de dos tipos de pandillas
en El Salvador. Por un lado, se encuentran las pandillas
estudiantiles, cuyos integrantes forman parte de la poblacin
estudiantil en los niveles bsicos y medios. La existencia de estos
grupos y su dinmica violenta de relacin, si bien ha sido
documentada a travs de los medios de comunicacin, no ha sido
particularmente objeto de un estudio sistemtico, por lo que se
dificulta la elaboracin de comentarios de fondo sustentables,
comparables a los datos y a las conclusiones derivadas de los
estudios que ya se han hecho en el caso de las pandillas callejeras.
Por su parte, stas ltimas son grupos constituidos por jvenes
con un sentido bsico de grupo y que funcionan como tal,
usualmente vinculados al ejercicio de un poder territorial en
barrios y colonias de la ciudad... por lo general, formadas por
jvenes que habitan en las mismas zonas donde ellos desarrollan
la mayor parte de sus actividades (Cruz, 1999). El foco de inters
de este estudio reside en este tipo de pandillas. Estos grupos se
caracterizan, entre otros aspectos, por reforzar fuertes vnculos
de solidaridad y compaerismo entre los miembros de la pandilla,
por las rivalidades sostenidas entre pandillas, por el uso de ciertos
cdigos de comunicacin, basados en seales con las manos, y en
un registro distinto de palabras; por la aceptacin, de parte de sus
miembros, de ciertas normas, valores y formas de comunicacin
e interaccin, entre otros (ibd., p. 270).
A partir de la revisin de los resultados de estudios pioneros
sobre pandillas, realizados en el contexto salvadoreo, se han
Barrio adentro
34
retomado algunos aspectos importantes que brindan una primera
aproximacin a las particularidades de estos grupos. Por tanto,
en un primer apartado se enunciarn algunas caractersticas
relacionadas con los valores y las normas que prevalecen entre
los pandilleros; luego se expondrn aquellos factores que, a partir
de los antecedentes, se perfilan como posibilitadores del ingreso
de los jvenes a estos grupos.
1.2.1. Factores relacionados con el surgimiento y el ingreso de
los jvenes a las pandillas
Al respecto, Smutt y Miranda (1998a) plantean que el surgimiento
del fenmeno pandilleril no puede ni debe ser atribuido a factores
de orden personal o coyuntural, sino a la confluencia de un cmulo
de variables que al interactuar entre s, posibilitaron el surgimiento
y la exacerbacin de este fenmeno, cuya existencia ya era
constatable, aunque menos evidente, desde la dcada de los
setenta (Cruz, 1999; Smutt y Miranda, 1998a). Entre los factores
que desencadenaron el fenmeno de las pandillas y ciertas
expresiones de violencia juvenil se encuentran los que se citan a
continuacin (Ramos, 1998; Smutt y Miranda, 1998a) .
Los procesos acelerados de urbanizacin. La tendencia a una
desmedida concentracin poblacional y a un acelerado y catico
crecimiento de los asentamientos humanos que componen sobre
todo el rea metropolitana. En este sentido, los espacios
personales y de convivencia se estrechan, el hacinamiento
aumenta y la garanta de acceso a los servicios bsicos disminuye
en trminos tanto cuantitativos como cualitativos.
El conflicto armado. Esta experiencia inculc, en la subjetividad
ciudadana, patrones violentos de convivencia y resolucin de
conflictos. El influjo de la guerra, en trminos de polarizacin
social, ha dejado huella en la subjetividad juvenil y en sus
prcticas.
Privatizacin de los espacios pblicos. Con el argumento del
crecimiento poblacional y de la bsqueda de seguridad, la libre
utilizacin de espacios colectivos de socializacin ha quedado
prcticamente vedada.
Antecedentes y marco terico
35
Familias debilitadas. Ms all del problema de la desestruc-
turacin familiar, se enfatiza atender las condiciones que di-
ficultan el ejercicio adecuado de los diferentes roles y la
generacin de modelos intrafamiliares positivos.
Violencia intrafamiliar.
Instancias de socializacin del nio. Se refiere a la ausencia de
modelos positivos en la familia, la escuela y la sociedad.
Cultura de la violencia.
El problema de la pobreza.
Exclusin de los jvenes del mercado laboral.
Exclusin del sistema de educacin formal. La mayora de los
pandilleros abandona el sistema educativo formal cuando
no son expulsados directamente por el mismo antes de haber
adquirido habilidades bsicas para el trabajo y la capacidad
para desempearse en la ejecucin de una labor.
Dificultades en el proceso de conformacin de la identidad.
Por otro lado, Cruz y Portillo (1998) sostienen que a pesar de
la dificultad de determinar o distinguir los factores causales de este
fenmeno es posible enumerar una serie de variables que se re-
lacionan con el surgimiento del fenmeno pandilleril. Es notorio
cmo ambos estudios coinciden en algunos de los factores pro-
puestos. Entre las variables mencionadas en este estudio se en-
cuentran: la pobreza, la marginacin social, el conflicto armado, la
emigracin y la transculturacin, los problemas familiares, la falta
de oportunidades de trabajo, el desarrollo evolutivo, la exclusin
del sistema educativo, el consumo de drogas, el vaco institucional
y la falta de acciones concretas, y la ausencia de grupos alternativos
no institucionales. Estos son algunos de los elementos que tienen
que ver con el surgimiento y mantenimiento del fenmeno. Lo que
supone que la conformacin de las pandillas en El Salvador y la
dinmica de violencia, que parece determinarlas, no son producto
de una causa determinada. Este problema responde a procesos
histricos, en donde los aspectos sociales, econmicos y polticos
Barrio adentro
36
que ha experimentado la sociedad salvadorea tienen mucho que
ver al respecto. De hecho, el problema de la violencia pandilleril, en
la actualidad, no slo es parte de la sociedad salvadorea, sino que
le debe mucho a sus miembros en trminos de aprendizaje, de valores
manejados y promovidos, as como tambin de las estrategias que
histricamente los salvadoreos han utilizado para relacionarse con
su medio.
En el estudio cuantitativo realizado por el IUDOP, a finales de
1996, se encontr que casi la mitad de los entrevistados dijo haber
entrado a la pandilla por el vacil
2
, el 10 por ciento manifest
haberlo hecho por tener problemas con sus padres, el 10.3 por
ciento sostuvo que lo hizo por que fue invitado por sus amigos
y el 9.3 por ciento adujo su ingreso a la falta de comprensin de
su familia (Cruz y Portillo, 1998). Estos autores afirman que, si
bien es cierto que los problemas familiares pueden tener cierta
influencia en la decisin de ingresar a la pandilla, los jvenes lo
hacen sobre todo por el atractivo que la pandilla despierta en
ellos, ya sea por los beneficios materiales o emocionales que
obtienen. En otras palabras, los jvenes que ingresan a una
pandilla aparentemente no lo hacen con el objetivo de iniciar una
carrera delictiva, a pesar de que con frecuencia se ven
envueltos en ella, sino porque buscan en principio otro tipo
de vivencia. Segn Cruz (1999), si bien no puede negarse que los
pandilleros incurren en actividades delictivas y que sus
dinmicas violentas afectan a terceras personas, en principio los
jvenes no se integran motivados a delinquir, sino ms bien por
que en las pandillas ven un espacio de interaccin y ejercicio de
poder a travs del grupo con el que no cuentan fuera de ella.
1.2.2. Valores y normas
Las pandillas se rigen por reglas y normas bastante claras y
rgidas, alrededor de las cuales debe girar el comportamiento
2. Por vacil se ha de entender un conjunto de acciones que pueden ir desde
dar un paseo, beber, ir a fiestas, tener sexo, reunirse en un parque, consu-
mir droga o realizar acciones que quebranten la ley (Cruz y Portillo, 1998).
Antecedentes y marco terico
37
de todos sus miembros. A continuacin se presentan algunos
ejemplos
3
.
Es obligatorio obedecer y acatar los dictmenes y las deci-
siones que toma la pandilla, aunque alguno de sus miem-
bros no est necesariamente de acuerdo.
Es de suma importancia guardar lealtad al grupo. Esto se en-
tiende como el deber que cada pandillero tiene de defender a
otros miembros de su pandilla si stos se encuentran en si-
tuacin de peligro, aun cuando esto implique arriesgar tam-
bin la propia vida. Correrse o escapar de una pelea en la que
la pandilla se encuentre involucrada se considera una falta
grave, una traicin.
Evitar involucrarse en lo absoluto con miembros de otra
pandilla rival. Esta es una de las expresiones ms concretas
de la polarizacin de esquemas en los pandilleros, en donde
no se concibe ni se permite la interaccin con un miembro de
la pandilla rival, a pesar de que ste no se distinga de ellos
en trminos de caractersticas socioeconmicas ms que
por la pertenencia a otro barrio o pandilla.
Ritos de entrada-iniciacin bastante definidos. Cada hombre
que desea formar parte de una pandilla tiene que someterse
a una ceremonia, que consta de una golpiza que puede du-
rar entre 13 a 18 segundos, segn sea la norma de la pandilla
a la que ingresa. El hecho de que el ganar el ingreso a un
grupo supone que la valenta, el coraje o el aguante tienen
que ser medidos a partir del nivel de resistencia de la persona
a la agresin, nos dice mucho de la forma en que estos jvenes
usan la violencia para relacionarse aun con aquellos que
formarn parte de su grupo. En el caso de las mujeres, estos
ritos de entrada suponen, las ms de las veces, convertirse en
objeto sexual de algunos miembros del grupo.
3. Estas ideas se extraen, fundamentalmente, de la revisin de los citados
estudios de Smutt y Miranda (1998a), Cruz y Portillo (1998) y de la informacin
obtenida a partir de la realizacin de grupos focales con pandilleros
(Santacruz y Cruz, 2000).
Barrio adentro
38
Portar distintivos propios de la pandilla como letras o n-
meros especficos tatuados, un tipo determinado de vesti-
menta, un lenguaje caracterizado por el uso de determinadas
expresiones con significado, un discurso parecido, etc. Aqu
tambin puede incluirse la creacin de murales o grafitis, a
travs de los cuales se expresan contenidos y mensajes
especficos de la pandilla, y manifiestan su existencia frente a
otros actores sociales (la pandilla rival, el resto de la co-
munidad e incluso la polica).
No se admite robar o hacer dao a miembros de la comuni-
dad de la que proviene la pandilla.
Estos son algunos ejemplos de los preceptos que rigen el com-
portamiento de los pandilleros, cuyo incumplimiento supone una
penalizacin o un castigo por parte del resto de sus miembros,
que, en la mayor parte de los casos, suele ser de tipo violento.
En este sentido, es notable la influencia que ejerce, sobre todo
entre aquellos de corta edad, aquel pandillero caracterizado
por ser el ms agresivo, alguien con un historial de enfrenta-
mientos violentos, luchas y hasta muertos. Es decir, liderazgo
tiende a equipararse con la capacidad de ser agresivo y de res-
ponder en la misma forma, de cara a una situacin que
suponga amenaza para la pandilla o su territorio. Se tiende a
equiparar con un historial de violencia, con la capacidad de ser
macho. En el discurso pandilleril se resaltan mucho los valo-
res de solidaridad, acompaamiento/apoyo, afecto, lealtad y la
preocupacin por el bienestar del otro. Sin embargo, y en
forma paralela, se manejan y promueven valores opuestos co-
mo son la violencia, la intolerancia, el irrespeto por los derechos
del otro y la polarizacin de esquemas cognitivos, sobre todo en
lo que se refiere a la pandilla rival. Este manejo de esquemas
valorativos dicotmicos lleva a identificar en el otro al enemigo, a
poner en el exogrupo lo malo y a convertir a la pandilla propia, y
sus correspondientes acciones, en lo correcto y lo bueno.
Acompaan a estas actitudes la poca tolerancia hacia el punto de
vista de otras personas, la rigidez y la poca capacidad emptica y
crtica de lo indebido de las propias acciones.
Otro aspecto notorio es el presentismo o la carencia de una
perspectiva de futuro. Esto no alude slo a la ausencia de planes
Antecedentes y marco terico
39
para el futuro, sino al hecho de que muchos no contemplan
siquiera la probabilidad de estar vivos al da siguiente. Esto hace
que la consideracin ms importante sea la satisfaccin o gra-
tificacin inmediata de las necesidades o los deseos por sobre
toda consideracin acerca de las consecuencias que puedan aca-
rrear para ellos u otras personas las diferentes acciones, enca-
minadas a su satisfaccin. Lo ltimo se encuentra referido al uso
de las armas y de la violencia entre ellos, pues muchos parecen
no darle importancia al peligro al que estn expuestos. Manejan
la idea de no saber qu ser de uno el da de maana, y consi-
deran que con lo nico que cuentan es con el momento presente.
Adems, el consumo de droga es otro aspecto que carac-
teriza la dinmica pandilleril. Esto a pesar de que ellos mismos
reconocen las consecuencias nefastas de su uso, entre las que se
encuentran un progresivo deterioro fisiolgico y el aumento en
la frecuencia con que la persona reacciona en forma agresiva
frente al medio. Hawkins y otros (2000) encontraron que el
consumo y abuso de sustancias se encuentra entre los mejores
predictores de violencia futura entre los nios, cuyas edades
oscilan entre los 6 y 11 aos de edad. Por otro lado, y no menos
importante, el acceso y la tenencia de armas es otro aspecto que
incide en forma directa en la letalidad que cualquier accin de
tipo violento pueda tener. Tanto el estudio realizado por Cruz
y Beltrn (2000) como las estadsticas del Instituto de Medicina
Legal (1998), presentadas anteriormente, confirman este
aspecto. Las armas y la violencia se conciben como formas de
defensa y de lograr objetivos. Esta apreciacin pasa por alto,
probablemente porque es menos evidente, que en la medida
que se valen de estos medios para lograr lo que desean o para
defenderse en un momento dado, se estn convirtiendo en vc-
timas potenciales de violencia letal por parte de otros (Cruz y
Portillo, 1998; Smutt y Miranda, 1998b; Santacruz y Cruz, 2000).
1.3. Algunas consideraciones acerca del binomio
pandillas y violencia
La garanta de reproduccin de la cultura de la violencia que
caracteriza a la sociedad salvadorea contempornea se
Barrio adentro
40
encuentra en el aprendizaje que de sta, su funcionalidad y sus
legitimaciones han hecho los nios y jvenes salvadoreos.
Muchos jvenes vivieron en forma directa el conflicto armado
durante su infancia; otros fueron educados y socializados en este
contexto a manos de adultos, cuyas representaciones de la realidad
se vean seriamente distorcionadas y matizadas por la violencia y
su funcionalidad. A pesar de que en la actualidad la situacin
histrica no es igual a la de los aos del conflicto, las nuevas gene-
raciones tampoco se han visto libradas de ser socializadas bajo
estos patrones de pensamiento, valoracin y actuacin frente a la
realidad.
De hecho, como documentara Cruz (1997), el impacto del
aprendizaje del uso de la violencia, de parte de nios y jvenes,
puede determinarse tambin a partir de la proliferacin de las
pandillas juveniles, siendo una de sus caractersticas principales
el uso desmedido y cotidiano de la violencia y el comportamiento
delictivo. De ah que el predominio y la vigencia de la cultura de
la violencia no sea, en la actualidad, sino un termmetro de los
niveles de insanidad psicosocial de la sociedad salvadorea,
de la habituacin y desensibilizacin de sus miembros frente a la
muerte y el dolor, de la deshumanizacin de las relaciones sociales,
de la debilidad estatal, de la circulacin incontrolada de armas,
de la exaltacin del individualismo y de la trivializacin de la
vida humana (Editorial, 1997). Frente a esto, el hecho de que un
considerable sector de la poblacin salvadorea se encuentre
enrolado en grupos que privilegian la violencia como forma de
relacin, coercin e intimidacin no sea nada sorprendente.
Tampoco se puede dejar de lado la forma en que la vio-
lencia se ha enquistado en los esquemas cognitivos y en las
valoraciones de la sociedad en general, como tampoco el que
las vidas de muchos pandilleros los han conducido por derro-
teros, en los que el uso de la violencia es una de las pocas
opciones a las que pueden acceder y la forma ms segura de
sobrevivir. Sin embargo, tambin se encuentra la idea del uso
de la violencia como instrumento para alcanzar ciertos obje-
tivos, entre ellos, algo de lo que generalmente carecen y logran
conseguir a travs de la pandilla: poder. Cruz y Portillo (1998)
encontraron que el 77.5 por ciento de los pandilleros entrevis-
tados consideran que han ganado poder, y el 84.3 por ciento
Antecedentes y marco terico
41
percibe el respeto como algo obtenido a travs de su perte-
nencia a la pandilla. En este sentido, la violencia tambin les da
poder sobre otros y les confiere una sensacin de control. La
pandilla les proporciona sentido, identidad y pertenencia, a la
vez que les brinda poder, clandestinidad y seguridad. Genera
condiciones propicias para poder cometer actos fuera de la ley
y no temer a las consecuencias, pues la responsabilidad no
recae en nadie, sino que se disuelve en el grupo y, por su-
puesto, no se le tiene que rendir cuentas a nadie porque nadie
se las pide. Es una alternativa aceptable y, en algunos casos,
bastante seductora, no slo frente a la marginacin percibida,
sino tambin como forma de satisfacer necesidades o alcanzar
objetivos.
Al respecto, Savenije y Lodewijkx (1998) explican que el
anonimato y la sensacin de una responsabilidad compartida o
disminuida por las acciones violentas llevadas a cabo, es un fac-
tor que facilita el uso de la violencia. Proponen que la ano-
nimidad durante una accin puede dar la sensacin de que nadie
te puede castigar por lo que haces, porque nadie sabe lo que cada
uno ha hecho... al igual que el temor de ser llamado a rendir
cuentas, tambin disminuyen la preocupacin por una valoracin
negativa o la desaprobacin por parte de otros. Las considera-
ciones para suscitar un enfrentamiento o para emplear o no la
violencia, son influenciadas por esto. En la experiencia del
individuo, los posibles costos de actuar violentamente y de las
expresiones agresivas disminuyen, como la posibilidad de ser
llamado a rendir cuentas por la comunidad y ser castigado. Los
beneficios de actuar violentamente, en trminos de rivalidad
interna y relaciones de estatus, permanecen en cambio estables.
La decisin de pasar a actuar violentamente se hace por eso
ms fcil (p. 135-136).
Esta forma de equiparar la violencia o las manifestaciones
de agresividad con el estatus, el dominio o el poder que se
puede tener sobre otros tambin se relaciona con un fenmeno
tambin de orden cultural, que influye en gran medida en las
concepciones de la forma en que las personas, sobre todo los
hombres, deben comportarse: el machismo. Este es un factor
que impregna las formas a partir de las cuales se socializa y
justifican acciones violentas, as como tambin los patrones que
Barrio adentro
42
han de modular las acciones de las personas, incluso en el inte-
rior de las pandillas. Un ejemplo de esto lo proporcionaba el
estudio de Cruz y Portillo, en donde se pudo evidenciar cmo
los elementos que atraen a los hombres a la pandilla son dife-
rentes a los que resultan atractivos para las mujeres. Los pri-
meros buscan no slo solidaridad y afecto cuando lo hacen,
sino tambin una cuota de poder, el cual no comparten con sus
compaeras al interior de las pandillas: ...ha resultado
evidente que la mujer en el interior de la pandilla est, por lo
general, excluida y marginada de la esfera del poder... la
atraccin que siente la joven mujer hacia la pandilla se
relaciona con un fuerte componente afectivo: ella espera
encontrar espacios de libertad, de reconocimiento de nece-
sidades como mujer, afecto, respeto... sin tomar en cuenta que
el mundo de las pandillas tambin est impregnado de valores
machistas que impiden su desarrollo como mujer... (p. 152).
No hay razn, entonces, para pensar que el machismo y la
forma en que ste tiende a promover e incluso a favorecer la
violencia sobre todo hacia la mujer, no tiene su cuota de
influencia en la forma en que los pandilleros se conducen. Otro
ejemplo que puede ser una expresin del machismo es la idea
sostenida con gran insistencia acerca de la proteccin del
propio territorio. Al margen de que el territorio o el barrio
sea un sector o espacio fsico que tiene la funcin de servir de
referencia e incluso de elemento de identificacin, para la
pandilla esta territorialidad es la razn por la cual no slo se
encuentra dispuesto a morir, sino tambin a matar. Y en la
medida en que el barrio pueda ser defendido de mejor forma o
pueda mantenerse bajo el dominio de la pandilla, esto confiere
no slo seguridad a los jvenes, sino tambin una sensacin de
dominio y poder sobre los dems, muy compatibles con los
criterios que, segn ellos, definen a aquellos con mayor ca-
pacidad de decisin e influencia sobre los dems. En este sen-
tido, el uso de la violencia no slo es congruente, sino que co-
bra un valor funcional muy til, pues es la forma idnea de
lograr mantener bajo control la situacin, de infundir respeto
y de reafirmar la propia identidad.
II. ASPECTOS METODOLGICOS
Entre los meses de agosto y septiembre de 2000, se llev a cabo,
con la colaboracin de Homies Unidos, el trabajo de campo del
estudio relacionado con jvenes organizados en pandillas. Esta
fase fue precedida por la elaboracin de un cuestionario piloto,
conformado por 75 preguntas, agrupadas segn tema, el cual
fue revisado y retroalimentado por representantes de Homies
Unidos, en diferentes ocasiones. Este cuestionario piloto fue
probado con 50 pandilleros, que residan en diferentes mu-
nicipios del rea Metropolitana de San Salvador, con el objetivo
de detectar aspectos, tanto de tipo operativo como metodolgico,
que pudieran afectar o dificultar el trabajo de recoleccin de la
informacin. Los datos obtenidos en la prueba piloto sirvieron
de base para la realizacin de algunos cambios en el instru-
mento, como tambin para la discusin de la dificultad que, en
algunos casos, poda suponer para algunos jvenes el cuestio-
namiento acerca de determinados aspectos de su vida, como
parte de la pandilla. Este es el caso, por ejemplo, de aquellas
preguntas que tenan como propsito indagar su opinin
acerca del tipo de relacin que podan tener las pandillas con
bandas del crimen organizado; aquellas que indagaron acerca
de la frecuencia con la que se haban visto involucrados en
situaciones que implicaran alto riesgo para terceras personas
(delitos); informacin acerca del tipo y procedencia de las
armas con las que cuentan y que han sido usadas para la
comisin de algn tipo de delito, etc.
Se hizo nfasis en los encuestadores, e incluso en los super-
visores de Homies Unidos, en la necesidad de empatizar con el
entrevistado, asegurarle la confidencialidad de los datos e
indicar la importancia de la informacin que pudieran propor-
cionar, de cara a la bsqueda de posibles soluciones a la
problemtica. El cuestionario final se aplic a una muestra de
Barrio adentro
44
jvenes provenientes de los municipios de Quezaltepeque,
Cojutepeque, Nejapa y 10 municipios del rea Metropolitana
de San Salvador
4
. La muestra final comprendi 938 encuestas
vlidas. El trabajo de campo estuvo a cargo de 11 miembros de
Homies Unidos, de los cuales dos se encargaron de la supervi-
sin del trabajo de los nueve encuestadores. La capacitacin en
el contenido del cuestionario y la forma de aplicacin, estuvo a
cargo del equipo de trabajo del IUDOP.
2.1. Los participantes
Uno de los datos que se vuelve a constatar es el referido al
diferencial cuantitativo de pandilleros del sexo masculino, frente
a las integrantes del sexo femenino. De cada 10 participantes, por
lo menos 8 eran hombres y slo el 17.3 por ciento, mujeres. Esta
desproporcin sugiere una de las caractersticas del fenmeno ya
apuntadas con anterioridad: las pandillas se encuentran
constituidas en su inmensa mayora por hombres jvenes. Segn
los resultados obtenidos, la edad promedio de los encuestados
fue de 20.2 aos, con un 63.7 por ciento de la muestra que oscilaba
entre los 16 y 21 aos de edad. En relacin con el nivel educativo,
una cuarta parte de los jvenes haba estudiado algn nivel de
primaria; el 40.6 por ciento, alguno de los niveles del tercer ciclo
(de sptimo a noveno grado) o haberlo finalizado, y por lo menos
tres de cada diez jvenes haban cursado algn nivel de
bachillerato o ms. En este sentido, no se puede alegar que las
personas que se encuentran dentro o han formado parte de alguna
pandilla sean analfabetas o carezcan de un mnimo de educacin
formal. A pesar de ello, slo el 7.7 por ciento manifest que se
encontraba estudiando. Este dato sugiere en cierta medida el
estancamiento sufrido por muchos en la consecucin de niveles
ms altos de educacin formal o de un ttulo acadmico e, incluso,
el grado de involucin que muchos pudieron haber sufrido,
producto de la poca o nula prctica de los conocimientos alguna
vez adquiridos.
4. Estos municipios son: San Salvador, Ilopango, Soyapango, Cuscatancingo,
Apopa, San Marcos, San Martn, Mejicanos, Santa Tecla y Ciudad
Delgado.
Aspectos metodolgicos
45
Entre otros aspectos, la mayora de jvenes el 82 por cien-
to no perteneca a religin alguna, el 12.3 por ciento se declar
catlico y el 5.7 por ciento dijo profesar otro tipo de religiones, en
especial, la cristiana-evanglica. La edad promedio que tenan los
pandilleros al momento de ingresar a la pandilla fue de 15.2 aos,
con una desviacin estndar de 2.3 aos. Segn los datos, ms de
la mitad de la muestra el 51.9 por ciento ingres cuando
tena entre 11 y 15 aos, el 46.1 por ciento ingres entre las
edades de 16 a 25 aos y slo el 2 por ciento lo hizo cuando tena
menos de diez aos de edad. En general, la edad de ingreso no
vara en funcin del sexo: los jvenes ingresaron cuando tenan
un promedio de 15.3 aos y las mujeres, un promedio de 15.1
aos.
Grfico 1
Finalmente, en relacin con su situacin laboral, casi las dos
terceras partes el 64.5 por ciento del total no se encontra-
ban trabajando al momento de realizar el estudio, el 17.8 por
ciento se encontraba buscando un empleo y una proporcin pare-
cida el 17.6 por ciento fue la que inform que tena un em-
pleo. De este ltimo grupo, por lo menos cuatro de cada diez
jvenes dijeron que estaban empleados de manera temporal; el
resto manifest que tena un negocio propio o que se encon-
traba laborando en forma permanente.
Edad de ingreso
de los jvenes a la pandilla
Entre 11 y 15 aos
51.9%
Entre 7 y 10 aos
2%
Entre 16 y 25 aos
46.1%

Barrio adentro
46
2.2. El cuestionario
El instrumento utilizado para el estudio sobre la juventud orga-
nizada en pandillas fue, en gran medida, una versin revisada
y actualizada del cuestionario utilizado en el estudio denomi-
nado Solidaridad y violencia en las pandillas del gran San Salvador.
Ms all de la vida loca, realizado a finales de 1996 con jvenes
que pertenecan a las pandillas callejeras de los diferentes
municipios del rea Metropolitana de San Salvador. Del ins-
trumento utilizado en aquella ocasin, se retomaron algunas pre-
guntas que probaron dar informacin confiable y pertinente
acerca de las caractersticas, opiniones y demandas de esta po-
blacin. A este se agregaron otras, adems de escalas, con el fin
de obtener nuevos indicadores, sobre todo de los niveles de
violencia expresada en la frecuencia de agresin a otros y de
episodios de victimizacin a los que estos jvenes se encuen-
tran expuestos cotidianamente.
En general, el cuestionario se compone de cinco partes. La
primera contiene un apartado, denominado datos generales, a
partir del cual se obtuvo informacin de tipo sociodemogrfico,
que permiti caracterizar a la persona entrevistada en trminos
de edad, sexo, nivel acadmico, confesin religiosa, situacin
laboral, tipo de trabajo desempeado, etc. En el segundo
bloque, datos sobre pertenencia a pandillas, se pretende obtener
informacin sobre aspectos relacionados ms directamente con
la pandilla de pertenencia. El primer reactivo de este apartado
pretende ubicar el estatus del entrevistado dentro de su pan-
dilla, es decir, si an est activo, si est calmado
5
o si desea
ingresar. Tambin se indaga acerca de la pandilla de perte-
nencia, sus motivaciones tanto para ingresar como para calmar-
se, la edad que tenan al unirse a la pandilla, su opinin res-
pecto a los posibles beneficios que derivan de su pertenencia a
estos grupos, el nmero aproximado de jvenes que forman
5. Por calmado se ha de entender aquella persona que an sin dejar de
ser miembro de una pandilla ha abandonado ciertas prcticas al interior
de sta, sobre todo aquellas que tienen que ver con el ejercicio de la
violencia y el consumo de drogas.
Aspectos metodolgicos
47
parte de la clika
6
del entrevistado y si ste ha sido integrante de
alguna pandilla en los Estados Unidos.
En la seccin referente a la estructura familiar se recoge
informacin acerca de algunas caractersticas del ambiente fa-
miliar que rode o rodea al entrevistado. Aspectos como la es-
tructura de la familia antes del ingreso del joven a la pandilla,
frecuencia con la que lo golpeaban para corregirlo, persona/
familiar que lo victimiz dentro de su hogar, exposicin del
joven a episodios de violencia intrafamiliar, existencia de algn
miembro de la familia con antecedentes penales y valoracin
del entrevistado acerca de la relacin que tuvo con la familia o
persona que lo cri. El cuarto bloque, denominado consumo de
sustancias y portacin de armas, tiene como objetivo recabar
informacin sobre el consumo de alcohol y de drogas y
respecto a la tenencia de armas. En cuanto a esto ltimo, se
indag en forma directa si el entrevistado posea algn arma en
la actualidad, el tipo de arma y la forma en que ste la haba
adquirido. En lo que respecta al registro de informacin acerca
del consumo de sustancias, se construy una batera para
identificar la frecuencia con la que el entrevistado consume al-
cohol, marihuana, cocana, crack, pega o alguna otra droga
7
. La
escala de medida de la batera oscila de 0 a 4, en donde 0
significa nunca, 1 representa rara vez, 2 significa algunas
veces (de 2 a 3 veces al mes), 3 simboliza frecuentemente
(de 1 a 3 veces por semana) y 4 significa siempre (todos los
das).
La ltima parte del cuestionario se denomina violencia y
victimizacin. Est destinada a la indagacin de la forma en que
la violencia afecta a estos jvenes, sobre todo en trminos de la
frecuencia con la que stos violentan a otros, as como tambin
de la reiteracin con la que ellos se constituyen en vctimas a
manos de otras personas u otros pandilleros. Para obtener un
indicador del nivel y la frecuencia de acciones violentas co-
metidas por los y las jvenes, se utiliz una escala conformada
por siete reactivos, denominada ndice de violencia criminal. Este
6. Subgrupo que conforma una pandilla, con un nombre y territorio de control
especficos (Cruz y Portillo, 1998).
7. Alfa de Cronbach = 0.75
Barrio adentro
48
grupo de preguntas registraba en principio la frecuencia
con que el entrevistado realiz alguna de las siguientes
acciones violentas durante los doce meses anteriores al sondeo:
golpear a otros, herir con arma blanca, herir con arma de fuego,
robo o hurto sin agresin fsica, robo con agresin fsica, trfico
de drogas y violacin sexual. La escala de medida para cada
una de las variables oscilaba de 0 a 6, en donde 0 indicaba
nunca, 1 significaba 1 2 veces en un ao, 2 representaba 1
2 veces en los ltimos 6 meses, 3 simbolizaba 1 2 veces al
mes, 4 indicaba 1 vez a la semana, 5 representaba de 2 a 4 veces
por semana y 6 indicaba que la accin haba sido realizada
todos los das. Cada respuesta proporcionada tena un valor
determinado que, a su vez, dependa de la frecuencia con la
que el entrevistado hubiera realizado determinadas acciones.
El siguiente paso en la construccin de dicho ndice fue la
asignacin de un peso a cada una de las variables (tipos de
acciones violentas), que vari en forma inversamente propor-
cional a la frecuencia con la que se registr la accin agresiva.
Es decir, acciones tales como la violacin sexual o la lesin con
arma de fuego son situaciones que tienen un impacto cualita-
tivamente mayor que un golpe o un hurto en quien recibe la
agresin, sin que se pretenda con ello dejar de lado el impacto
y la impresin que estas ltimas acciones pueden causar a la
vctima. Por tanto, existe la necesidad de otorgar pondera-
ciones o pesos distintos a las variables, que sean relativamente
proporcionales a la gravedad del dao producido. Por con-
siguiente, a partir de los resultados se observ cmo aquellas
acciones con un potencial de impacto mayor en la vctima fue-
ron las que, en general, se registraron con menor frecuencia
que aquellas acciones con un potencial de dao menor. De
ah que el criterio para asignar el peso se relacione en forma
inversa con la frecuencia de ejecucin de la accin: el acto que
tuvo un promedio ms alto de ejecucin (golpes a otros) es el
que tuvo el menor peso en la escala, hasta llegar a la accin
realizada con menos frecuencia (violacin sexual) que obtuvo
el peso mayor. Se parti del hecho de que la variable golpes a
otros, por ser la que ms se mencion, recibira un coeficiente
(peso) de 1, es decir, la cantidad ms baja a partir de la cual se
habran de multiplicar los puntajes originales de dicha variable.
Aspectos metodolgicos
49
El paso siguiente fue calcular el peso o coeficiente de la
variable que le sucede a aqulla en frecuencia robo sin
agresin fsica, para lo cual se tom la razn obtenida de la
divisin de la media aritmtica de la variable golpes a otros
entre la media de la variable robo sin agresin fsica
8
. Este
resultado (1.15) fue el peso a partir del cual los resultados
obtenidos en la variable robo sin agresin fsica habran de
multiplicarse para ponderar dicha variable; y as sucesivamente
hasta llegar a la variable menos frecuente (violacin sexual).
Como ltimo paso, y con fines de simplificar el anlisis y la
interpretacin de los datos, los puntajes brutos de esta escala
que oscilaban entre 0 y 68.7 fueron convertidos a un rango
comprendido entre el 1 y el 10, en donde una puntuacin cer-
cana al diez indica que la accin o las acciones violentas
cometidas no slo fueron ms frecuentes, sino tambin ms
perjudiciales, en trminos de las consecuencias que pudieron
acarrear a quienes las sufrieron. As, la variable denominada
ndice de violencia criminal proporciona un indicador de los niveles
de agresividad en los que los jvenes se han visto involucrados.
La escala a partir de la cual se deriva este ndice result tener una
consistencia interna alta (Alfa de Cronbach = 0.72).
Por otro lado, se midi la frecuencia con la que la persona
entrevistada haba sido vctima de algn tipo de agresin. Esta
batera estaba constituida por seis variables, cuya escala de
medida era la misma que la anterior (de 0 a 6 puntos) y tena
las mismas alternativas de respuesta
9
. La diferencia, evidente-
mente, radicaba en el hecho de que en este grupo de preguntas
la persona tena que apuntar la continuidad con la que haba
sido objeto de agresiones de parte de otros. Se realiz un pro-
cedimiento de ponderacin de los tems igual al realizado para
el conjunto de reactivos del ndice de violencia criminal, tomando
como variable de menor peso aquella que fue mencionada con
8. Es decir, el peso de cada variable se computa a partir de la divisin de la
media aritmtica, obtenida en la variable menos frecuente (golpes a otros),
entre la media aritmtica de la variable a la que se le quiere calcular el peso.
9. Se incluyeron todos los tipos de agresiones presentadas en el ndice de vio-
lencia criminal, a excepcin del reactivo referido al trfico de drogas (Ver
boleta en anexo).
Barrio adentro
50
ms frecuencia y viceversa. Al reunir las seis variables
ponderadas, se conform una escala que arroj una consistencia
interna media (Alfa de Cronbach = 0.43). Posteriormente, esta
escala tambin fue convertida a un rango de 1 al 10, con lo que se
obtuvo el ndice de victimizacin, es decir, un indicador de la
frecuencia y de la gravedad de los hechos de violencia sufridos
por los pandilleros.
Para la construccin de ambos ndices, se parti del con-
cepto propuesto por Orpinas y Frankowsky (1996) para
elaborar la escala que utilizaron para medir el nivel y la
frecuencia de las expresiones de agresividad, en la escuela, en
estudiantes de educacin media. En trminos de su estructura,
la escala original de estas autoras consta de una serie de once
tems, que medan la frecuencia con la que los estudiantes
manifestaban una serie de conductas agresivas de diferente
tipo al interior del centro escolar, durante la semana anterior a
la aplicacin del cuestionario. Esta idea de plantear una batera
que mostrara la frecuencia con que manifestaban las diferentes
acciones violentas, en un lapso determinado, fue la que se
retom del instrumento construido por Orpinas y Frankowsky,
y sobre esta base se construyeron una serie de tems exclusivos
para este estudio, que si bien daban cuenta de acciones de tipo
agresivo, no eran las opciones originalmente propuestas por las
autoras, principalmente por dos razones. En primer lugar, se
tuvo que modificar el contenido de las opciones presentadas en
funcin de aquellas acciones violentas que caracterizan la
dinmica de violencia al interior como hacia fuera de la
pandilla. Esto obedeci a que la escala de Orpinas y
Frankowsky estaba diseada para sondear acciones violentas
dentro del contexto de la escuela, por lo que muchas de esas
opciones no aplicaban o se quedaban cortas para medir los
niveles de violencia pandilleril y callejera, caracterizados en
muchos casos por su calidad de faltas o delitos. En segundo
lugar, en la escala original se meda la frecuencia de comisin
de diferentes acciones violentas durante la semana anterior a la
aplicacin del cuestionario. Este lapso fue ampliado
considerablemente para el caso de las escalas de este estudio,
en funcin de uno de los objetivos de la investigacin: conocer la
prevalencia de las agresiones ejercidas y recibidas por los
pandilleros, en un lapso de al menos seis meses. En este sentido,
Aspectos metodolgicos
51
en el cuestionario piloto se propuso una serie inicial de diez
tems, para conformar el ndice de violencia criminal, y de ocho
en el caso de la escala de victimizacin, para cuantificar la
frecuencia de comisin y recepcin de diferentes agresiones du-
rante los seis meses anteriores a la aplicacin del cuestionario.
El funcionamiento de ambas escalas fue puesto a prueba a
travs de la prueba piloto, a partir de la cual el equipo tcnico del
IUDOP y los miembros de Homies Unidos, que fungieron como
encuestadores y supervisores, determinaron excluir dos tems del
ndice de violencia criminal (relacionados con la comisin de
homicidio con arma de fuego y homicidio con arma blanca) y
uno de la escala de victimizacin (victimizacin por narcotrfico).
Asimismo, se ampli el lapso de seis meses a un ao, en conse-
cuencia, las opciones de la escala de medida se modificaron. Esta
decisin fue tomada a raz de las retroalimentaciones obtenidas a
partir de la experiencia piloto, las cuales indicaban que algunas
de las opciones presentadas, tanto en la escala de agresin como
en la de victimizacin, se llevaron a cabo con 6 meses de
anterioridad.
A pesar de este proceso de revisin continua, el ndice de
victimizacin y el de violencia criminal no han sido sometidos
a un proceso de validacin exhaustivo, sino slo a una eva-
luacin del nivel de consistencia interna de los tems que los
conforman expresado a travs del indicador Alfa de
Cronbach y a un procedimiento de anlisis factorial. El pri-
mero de ellos sirvi para concluir que ambos ndices tienen una
consistencia interna satisfactoria, y aunque en el caso del ndice
de victimizacin el nivel de confiabilidad podra mejorarse si se
removiera la variable que cuestiona los episodios de
victimizacin sexual sufridos por los/as pandilleros/as
10
, se
consider que, para propsitos de anlisis, era recomendable
10. A partir del clculo de Alfa de Cronbach fue posible conocer que, de
removerse la variable relacionada con las agresiones sexuales recibidas,
ste podra incrementarse de 0.43 a 0.62, lo que no slo indicara
que esta ltima variable tendra una correlacin ms baja con el resto de
variables, sino muy probablemente que este tipo de agresin podra ser
al menos conceptualmente explicada por vas distintas al resto de
agresiones de la escala. Esto queda mejor expresado al realizar el
anlisis factorial.
Barrio adentro
52
mantener todas las variables, a pesar de que esto supusiera
conservar aquella que tiene una relacin ms baja con el resto
de la escala. En cuanto a la aproximacin a la validez de
constructo, el anlisis factorial arroj que a la base de la es-
tructura del ndice de violencia criminal subyacen dos factores:
el primero aglutina cinco variables
11
muy relacionadas con el
ejercicio de la violencia pandilleril y explica el 41.1 por ciento
de la varianza total de dicho ndice. El segundo factor explica
en s mismo siempre a partir del procedimiento de rotacin
varimax al menos el 21.6 por ciento de la variabilidad total
de la escala y aglutina las variables violacin sexual y trfico de
drogas. En suma, las variables que componen este ndice
explican el 62.8 por ciento de la variabilidad de los resultados
obtenidos, por lo que se infiere que la escala mide, en gran
medida, lo que supone medir.
Por otra parte, el clculo de anlisis factorial para el ndice
de victimizacin no arroj resultados muy diferentes: aglutin
las seis variables que lo componen en dos factores, el primero
de los cuales explica el 31 por ciento de la varianza de los pun-
tajes de dicha batera y aglutina tres variables relacionadas con
modalidades de victimizacin frecuentes en el sexo masculino
12
.
El segundo factor aglutina las variables restantes robo con
agresin fsica, robo sin agresin fsica y haber sido objeto de
violacin sexual y explica el 26.4 por ciento de la varianza.
Ambos factores explican al menos el 57 por ciento de la
variabilidad total de los puntajes de dicho ndice para el total
de la muestra, lo que en trminos de validez puede sugerir que
el conjunto de elementos que conforman la escala est pro-
porcionando al menos en una proporcin considerable un
indicador de la frecuencia e intensidad de la victimizacin
sufrida por los jvenes.
11. Las variables que se aglutinan en este factor a partir de la solucin
rotada a travs del procedimiento varimax son las siguientes
(ordenadas de mayor a menor peso factorial): robo sin agresin fsica,
lesin con arma blanca, golpear a otros, robo con agresin fsica y lesin
con arma de fuego.
12. En orden de mayor a menor peso factorial: haber sido herido con arma
blanca, haber recibido golpes y haber sido lesionado por arma de fuego.
Aspectos metodolgicos
53
En este mismo apartado, violencia y victimizacin, se cues-
tion a los entrevistados sobre el ltimo hecho de violencia en
el que se vieron involucrados, ya sea como agresores o como
agredidos. Para ello, tambin se les interrog acerca del motivo
que les llev a cometer la accin, la persona o el grupo hacia el
cual fue dirigido el hecho, lugar en el que ocurri, tipo de arma
usada y si se encontraban bajo el efecto de alguna droga ilegal
o alcohol al momento de llevarlo a cabo. Asimismo se inda-
garon otros aspectos, como el lugar en donde ocurri el hecho,
el da y la hora en que lo sufrieron y la persona o el grupo de
quien (es) se recibi la agresin.
Se incluyeron algunas preguntas para conocer si el entrevis-
tado tena antecedentes penales, el delito por el que fue acu-
sado y la edad que tena cuando fue institucionalizado por vez
primera. Tambin se incluy una escala de cuatro preguntas,
que pretendan recoger la opinin de la persona respecto a la
efectividad de los diferentes mtodos para evitar una pelea:
portar o amenazar con usar un arma, comportarse en forma
agresiva para evitar que otros se acerquen, tratar el problema
hablando y evitar o alejarse de la gente que quiera pelear. El
nivel de medida de la escala oscilaba entre las opciones de muy
efectivo, algo efectivo, poco efectivo y nada efectivo. La escala
result tener una consistencia interna media, indicada por un
Alfa de Cronbach de 0.46. Un ltimo bloque estaba constituido
por preguntas que indagaban la intencin que pudiera tener el
entrevistado de calmarse en su vida como pandillero, las
propuestas que podan brindar para evitar que otros jvenes se
involucren en actividades relacionadas con pandillas y su
valoracin respecto a la confianza que les tienen las personas
de su barrio o comunidad.
2.3. El procedimiento
Uno de los principales obstculos que tuvieron que ser
solventados para la eleccin de la muestra, que habra de
conformar este estudio, fue la inexistencia de datos o cifras
confiables acerca del nmero de jvenes que se encuentran
enrolados en las diferentes pandillas, a nivel nacional, en la
Barrio adentro
54
actualidad. En este sentido, desconocer la cifra de la poblacin
de la cual deba provenir la muestra, la falta de datos o fuentes
confiables al respecto, as como la inviabilidad de la numeracin
aleatoria por imposiciones sociales se constituyeron en las
razones ms importantes para el tipo de muestreo utilizado: de
conveniencia con reemplazo
13
. A partir de esto se acord que la
cantidad mnima de pandilleros y pandilleras que habran de
conformar la muestra para el estudio era de 600 jvenes; pues
esta cifra no slo daba cuenta de una cantidad importante de
pandilleros que deban entrevistarse, sino tambin garantizaba
un margen de error muestral no mayor al 4 por ciento. A esta
cuota se agregaron 200 boletas ms, aplicadas a pandilleros
residentes en dos municipios ubicados fuera del rea Metropo-
litana de San Salvador Cojutepeque y Quezaltepeque,
caracterizados por sus altos niveles de violencia delincuencial y
presencia de pandillas. Tambin se aplicaron 100 boletas ms en
el municipio de Nejapa, que, a diferencia de los dos anteriores,
se caracteriza por tener niveles ms bajos de actividad
delincuencial y de jvenes organizados en pandillas. Esto se
realiz con el objetivo de buscar contrastes entre la informacin
proporcionada por los pandilleros residentes en dicho lugar
con la opinin de jvenes que residen en municipios en los que
las cotas de violencia son superiores. Al final, la muestra qued
conformada por 938 encuestas vlidas, con un margen de error
muestral del 3.2 por ciento.
El trabajo de campo lo realizaron once integrantes de
Homies Unidos, bajo la supervisin de miembros del equipo de
planta del IUDOP. El equipo de campo estaba constituido por
nueve encuestadores, todos ellos pandilleros calmados en la
actualidad, as como por el director y el coordinador de la ins-
titucin, quienes fungieron como supervisores de campo. El re-
quisito que tenan que reunir estos pandilleros para participar
como encuestadores en el estudio era asistir a las reuniones de
13. Muestreo til cuando se desconoce la cantidad de poblacin y por
limitantes de diferente tipo es imposible cuantificarla (Bailey, 1987). No
supone aleatorizacin en la seleccin de individuos y el reemplazo hace
referencia a la posibilidad de sustituir a un miembro de la muestra por
otra persona, en caso de que la informacin provista sea dudosa,
incoherente o de baja calidad.
Aspectos metodolgicos
55
capacitacin y discusin del cuestionario. Este tipo de medida
se adopt con el fin de tomar decisiones conjuntas respecto a la
informacin que deba incluirse, pero, sobre todo, para que
nadie aduciera desconocimiento de la manera en que la
informacin tena que ser recolectada, mencionaran estar en
desacuerdo sustancial con el contenido de la boleta o con los
criterios que el IUDOP estableci para la anulacin de un
cuestionario, o se argumentara relegacin en cuanto a la opi-
nin y sugerencias respecto a los aspectos que deban ser con-
templados en el cuestionario. La decisin de que los miembros
de Homies Unidos realizaran el trabajo de campo obedece al
hecho de que estas personas, en su calidad de pandilleros
calmados, son conocidos y, en muchos casos, respetados por
varios miembros activos de las diferentes pandillas. En este
sentido, la confianza generada por estos encuestadores cono-
cidos por gran parte de la poblacin objetivo, facilit la
obtencin de la informacin, sobre todo en aquellas preguntas
que a observacin de los encuestadores mismos podan
considerarse ms comprometedoras. Este es el caso de la
tenencia de armas, la frecuencia con la que se haban visto in-
volucrados en algn hecho delictivo, tipo de delitos cometidos,
opinin acerca de la relacin que puede tener la pandilla con
bandas de crimen organizado, etc.
Lo primero que se realiz fue una prueba piloto del cues-
tionario, en la que se entrevistaron a 50 pandilleros del
municipio de San Salvador. Esta informacin sirvi como un
primer atisbo a la situacin de estas personas, para obtener cri-
terios para la realizacin de algunos cambios a la boleta y para
constatar que los encuestados comprendan lo que se les
preguntaba. En cuanto a los cambios, se decidi omitir dos
reactivos del ndice de violencia criminal: frecuencia con que el
entrevistado cometi homicidio con arma de fuego y frecuencia
con que cometi homicidio con arma blanca, durante el ao
anterior a la encuesta. Esto se hizo porque, segn lo referido
por los encuestadores, los pandilleros no daban respuesta a
estas preguntas y argumentaban que ellos no se quedaban a
averiguar si la persona a la que haban herido mora o no, por
lo que desconocan si al final haban cometido o no un homi-
cidio, independientemente del arma utilizada. Es as como se
desecharon estos reactivos y se incluy uno sucesivo a la escala,
Barrio adentro
56
que indagaba, en forma directa, si la persona haba matado a
alguien durante los doce meses anteriores. Tanto para el ndice
de violencia criminal como para el de victimizacin, se modific
la frecuencia de la escala de medida para cada una de las
opciones presentadas
14
, as como el lapso a partir del cual deban
informar la comisin o padecimiento de algn tipo de agresin.
Una vez iniciado el trabajo de campo con la muestra defi-
nitiva, los supervisores de Homies Unidos entregaban los cues-
tionarios revisados por ellos al IUDOP. Aqu, los asistentes de
procesamiento se encargaban de revisar nuevamente la boleta y
clasificarla como vlida o no vlida. De ah que toda boleta que
fue procesada e ingresada a la base de datos fue sujeta a un
doble proceso de revisin, tanto por parte de los supervisores
de campo como de los asistentes de procesamiento del
Instituto, en el que se constat que la boleta cumpliera los
requisitos necesarios para ser considerada en el estudio. De lo
contrario, la boleta quedaba automticamente anulada. En este
ltimo caso, el equipo de Homies Unidos estaba comprometido a
reponer dicho cuestionario, entrevistando a otro pandillero en
el municipio al que la boleta estaba asignada. Este fue el caso
de 81 cuestionarios, que tuvieron que ser anulados por la pre-
sencia de, por lo menos, uno de los siguientes criterios de
invalidacin.
Que en el cuestionario hubiera ms de cuatro preguntas en
blanco, es decir, en las que el encuestador no hubiera
anotado respuesta alguna y, por consiguiente, se convertan
en datos perdidos. En el caso de que la persona entrevistada
se hubiese resistido a dar una respuesta o hubiese
especificado directamente no saber qu responder, el
encuestador tena la instruccin de dejar constancia de este
14. En la prueba piloto, en ambos ndices la frecuencia con que se
cometan o reciban agresiones contemplaba las opciones: todos los das,
de 2 a 4 veces por semana, 1 vez por semana, 2 a 3 veces al mes,
1 vez al mes, 1 2 veces en 6 meses y nunca. En el cuestionario
definitivo, la persona tena informar sobre la frecuencia con que
ejerci o recibi violencia en el lapso de un ao anterior a la encuesta (en
la prueba piloto el lapso era de 6 meses), de ah que las opciones de
respuesta se modificaron en funcin de la ampliacin del rango de tiempo.
Aspectos metodolgicos
57
desconocimiento o falta de disposicin, anotando no sabe
o no responde, pero no dejar nunca la pregunta sin
respuesta.
Que en el apartado de datos generales que comprende las
preguntas acerca del sexo, edad, nivel de estudios, etc. del
entrevistado, hubiera una pregunta sin responder. Esta
seccin contiene algunas de las variables de agrupacin ms
importantes, por lo que la prdida de alguno de estos datos
tena repercusiones para el anlisis de la informacin.
Que la informacin contenida en la boleta fuera incongruente.
Las inconsistencias ms evidentes y frecuentes que fueron
la causa de la anulacin de gran parte de las boletas se
dieron en torno a la informacin recogida en el apartado de
violencia y victimizacin. As, si la persona manifest en
alguna de las escalas correspondientes al menos una vez
haber sido agredida o victimizada en cualquier forma, lo
coherente sera que en las preguntas subsiguientes a las
mencionadas escalas
15
se consignara la informacin requerida
respecto a este ltimo hecho de violencia. Es decir, si para
cualquiera de las escalas se hubiera registrado la ocurrencia
de al menos un episodio de agresin en el que la persona
hubiera participado o sufrido, las preguntas relacionadas con
dicho episodio tambin tenan que haber sido respondidas,
an cuando esta respuesta fuera no sabe o no responde.
Lo mismo aplicaba en forma inversa: no era posible que
hubieran datos en las preguntas informativas, si en las escalas
el pandillero no registraba la ocurrencia de comisin o
recepcin de ninguna accin agresiva. Para el caso de aquellos
que dijeron estar calmados o no haberse visto involucrados en
actos de violencia durante el ao anterior a la encuesta, el
entrevistado deba especificar esta situacin de antemano, y,
para que esto fuera coherente, en el ndice de violencia crimi-
nal tampoco deban registrarse datos relacionados con la
comisin de algn hecho violento.
15. Para la escala de agresin dichas preguntas informativas acerca del
hecho de violencia comprenden de la pregunta 43 hasta la 47; para
la escala de victimizacin, el grupo de preguntas va desde la 55
hasta la 58 (ver cuestionario en anexos).
Barrio adentro
58
Una vez que se ingresaron todas las boletas a la base de datos,
sta fue nuevamente revisada, cotejando la informacin
contenida en el cuestionario con la que fue ingresada para cada
uno de los casos en la base de datos. A partir de esto, se dio
inicio al anlisis de la informacin.
III. LOS RESULTADOS DEL ESTUDIO
3.1. 1996 y 2000: dos aproximaciones a una misma
problemtica
Este apartado brinda un contraste descriptivo de la infor-
macin ms relevante contenida tanto en el estudio realizado
en 1996 como en el llevado a cabo durante el ao 2000. Se
enunciarn aquellos aspectos en los que ambas investigaciones
coinciden, as como informacin que este estudio confirma en
relacin con el estudio antecedente (Cruz y Portillo, 1998) e
incluso con otros que se han realizado en esta misma lnea.
Ms adelante se expondrn aquellos aspectos que representan
el aporte novedoso de esta investigacin.
3.1.1. Coincidencias y confirmaciones
Este nuevo acercamiento al fenmeno de las pandillas ha
permitido poder contrastar y confirmar algunos aspectos que
ya se perfilaban hace cinco aos, cuando se realiz el primer
sondeo con pandilleros del rea Metropolitana de San Salva-
dor. Ejemplo de ello es el hecho de que, nuevamente, la razn
de ingreso a la pandilla admitida con mayor frecuencia por
parte de los jvenes es la oportunidad de poder vacilar
16
al
interior de la misma. Entre otras motivaciones, la proporcin
de jvenes que mencion haber tomado la decisin de
convertirse en pandilleros debido a los diversos problemas que
haba en el interior de su hogar aument a un 21.4 por ciento
en este sondeo, si se compara con el 12.3 por ciento de jvenes
16. Por vacilar se ha de entender un conjunto de actividades que pueden ir
desde dar un paseo, beber, ir a fiestas, tener sexo, reunirse en un parque,
consumir drogas o realizar acciones que quebranten la ley
(Cruz y Portillo, 1998)
Barrio adentro
60
que refirieron este mismo argumento en el primer estudio (ver
Grfico 2). Los resultados sugieren que este tipo de respuesta
fue mencionada con ms frecuencia por las pandilleras que por
sus compaeros. Finalmente, la proporcin de jvenes que dijo
haber ingresado a la pandilla por la influencia de sus pares o
amigos es el doble en el sondeo del 2000 (20.4 por ciento)
comparado con el de 1996 (10.3 por ciento), argumento al que
recurrieron sobre todo los ms jvenes. En general, la edad de
ingreso a la pandilla no ha variado sustancialmente durante
este tiempo, situndose como se presentara anteriormente alre-
dedor de los 15 aos.
Grfico 2
Otro aspecto que se corrobora en este estudio es el alto n-
mero de jvenes que admitieron consumir diferentes tipos de
droga, en altas cantidades y de forma persistente. Segn los
datos del sondeo realizado en 1996, al menos siete de cada diez
pandilleros aceptaron haber consumido algn tipo de droga
durante el mes anterior a la entrevista. Lastimosamente, el
estudio del 2000 no slo confirma esta situacin, sino que
demuestra que el consumo de algunas sustancias el crack, por
ejemplo y la proporcin de consumidores se ha incremen-
Razones de ingreso a la pandilla
segn ao de estudio
6%
3%
0%
7%
21%
20%
13%
0%
2%
3%
10%
12%
9%
46%
0%
40%
10%
20%
30%
40%
50%
1996 2000
V a c i l
P r o b l e m a s
f a m i l i a r e s
I n f l u e n c i a
a m i g o s
F a l t a
c o m p r e n s i n
P r o t e c c i n
d e f e n s a
H a i n a s
V a c i l /
p r o t e c c i n
O t r a s
r e s p u e s t a s
Los resultados del estudio
61
tado: de la totalidad de jvenes entrevistados, el 85.3 por ciento
acept haber consumido alguna o una combinacin de dife-
rentes drogas durante el lapso de un mes anterior a la entre-
vista (ver Tabla 1).
Tabla 1
Frecuencia con la que el total de pandilleros consumi
drogas durante el mes anterior al estudio, segn tipo de
sustancia (en porcentajes)
Frecuencia
Tipo de droga Nunca Rara vez
Algunas Frecuente
Siempre
veces mente
Alcohol 3.0 15.9 16.8 28.4 35.9
Marihuana 10.1 13.8 13.9 20.8 41.5
Cocana 23.5 17.6 22.2 23.3 13.4
Crack 34.3 12.3 10.6 17.0 25.8
Pega 57.6 17.0 10.4 7.1 7.9
Otras drogas 86.9 1.8 1.4 2.6 7.4
La ventaja de este ltimo sondeo con respecto al anterior es
que revela no slo el tipo de droga que se consume con ms
asiduidad, sino tambin proporciona un dato ms detallado de
la frecuencia con que se ha abusado de dichas sustancias, a
partir de una escala que oscila desde nunca hasta la opcin
siempre
17
. La tabla anterior permite visualizar los elevados
ndices de consumo entre esta poblacin, algo alarmante si se
toma en cuenta el alto poder adictivo y el elevado potencial
daino de las sustancias. Se encontr que estos jvenes no slo
las consumen en forma consuetudinaria, sino que lo hacen
combinando diferentes tipos a la vez. Se realiz el clculo de la
cantidad de personas que dijeron haber consumido en forma
frecuente o diaria una combinacin de dos o ms drogas du-
rante el lapso de los 30 das anteriores a la entrevista. Es decir,
17. En esta escala por siempre se ha de entender todos los das del mes
anterior a la encuesta, por frecuentemente se entiendede 1 a 3 veces
por semana, algunas veces indicauna frecuenciade 2 a 3 veces
por mes y, finalmente, rara vez es la opcin destinada a
indicar un consumo ocasional de la sustancia.
Barrio adentro
62
de aquellos pandilleros que pudieron haber consumido desde
un mnimo de cuatro hasta un mximo de 30 veces en el mes,
una o ms de las sustancias enunciadas en el cuestionario. En-
tre las combinaciones ms usuales se tiene el alcohol con algn
otro tipo de droga: ms de la tercera parte el 37.4 por
ciento consumi una mezcla de alcohol y marihuana, el 23.8
por ciento consumi alcohol y cocana, el 28.4 por ciento alco-
hol y crack y uno de cada diez consumi alcohol y pega en
forma frecuente o siempre. Por otro lado, el 28.3 us marihuana
y crack; el 27 por ciento, marihuana y cocana; el 20.5 por ciento,
cocana y crack; y el 11 por ciento inhal pega al mismo tiempo
que consuma crack. En cuanto a combinaciones an ms
peligrosas, el 18.3 por ciento de jvenes utilizaron una
combinacin de crack, cocana y marihuana, ya sea frecuente o
diariamente, y una proporcin parecida el 17.3 por ciento
ingiri crack, cocana y alcohol con la misma continuidad. Al
analizar este tipo de consumo, segn algunas caractersticas
demogrficas, los hombres y los pandilleros activos son los que
con mayor frecuencia consumen este tipo de combinaciones.
Otra de las confirmaciones es la existencia de un alto
nmero de pandilleros que no estudian en la actualidad, inclu-
so en una proporcin mayor que hace cinco aos. En el estudio
realizado en 1996 se encontr que ms del 75 por ciento de los
pandilleros no estudiaban al momento de realizar la encuesta,
aunque muchos se encontraran en edad de asistir a la escuela y
la gran mayora estuviera alfabetizada. De hecho, el promedio
general de aos de educacin formal era de 8 aos, lo que
indicaba que eran personas que, en algn momento, se reti-
raron o fueron retiradas del sistema educativo. Este
indicador se ha visto reconfirmado en este estudio: los datos
muestran que al menos una cuarta parte de los jvenes han
estudiado algn nivel o la primaria completa, y que el 40.6 por
ciento curs alguno de los niveles o finaliz el tercer ciclo (7 a
9 grado), as como tambin que el promedio de aos de es-
tudio formal asciende a los 8 aos. No obstante, slo el 7.7 por
ciento se encuentra estudiando en la actualidad.
Estos datos reconfirman el hecho de que estos grupos no se
encuentran conformados por personas analfabetas, sino por
jvenes que en algn momento de su vida educativa general-
Los resultados del estudio
63
mente hacia el final de la secundaria se retiraron o fueron
expulsados del sistema, por lo que en forma indirecta se cons-
tituye en un indicador de desercin escolar. Por su parte, los
bajos niveles educativos reducen sus oportunidades. En el caso
de los pandilleros, esta es una situacin que los perjudica a
corto o mediano plazo, cuando ellos desean acceder al mundo
laboral. De hecho, los datos de este estudio confirman los altos
niveles de desempleo entre este sector: en 1996, tres cuartas
partes de la poblacin manifestaron que no tenan empleo, algo
que afecta al 64.6 por ciento de los entrevistados en el 2000.
Dentro del grupo de gente que trabaja, ambos estudios encon-
traron que al menos el 45 por ciento se encuentra empleada en
forma temporal, situacin que a todas luces sugiere la ines-
tabilidad e incertidumbre que muchos pueden experimentar
respecto al futuro.
Ambos estudios corroboran que una alta proporcin de j-
venes entrevistados ha estado en un centro de reeducacin
para menores o en la crcel: en 1996, al menos cuatro de cada
diez pandilleros haban estado en un centro de reeducacin, y
el 66.6 por ciento ya haba cumplido alguna pena en la crcel.
El sondeo del 2000 muestra que tres cuartas partes de los pan-
dilleros entrevistados el 74.3 por ciento manifestaron que
haban estado en prisin por diferentes tipos de delitos. Ambos
estudios explican las razones ms frecuentes por las que un
pandillero es enviado a la crcel: por los delitos de robo, lesio-
nes a otros, tenencia de droga, agresiones y rias e incluso el
homicidio, entre otras.
En relacin con las dinmicas de violencia en las que estas
personas se encuentran inmersas, se les cuestion por el grupo
de quien haban recibido agresiones durante los doce meses
anteriores a la encuesta. Ms adelante se profundiza ms al
respecto; no obstante, vale la pena resaltar que los principales
agresores de los pandilleros son ellos mismos, tanto hace cinco
aos como ahora. En ambos estudios, la pandilla rival y la
polica son los grupos acusados con mayor frecuencia por los
encuestados (Grfico 3).
Barrio adentro
64
Grfico 3
* Durante los 6 meses anteriores a la encuesta en el caso del sondeo
de 1996 y durante el ltimo ao para el sondeo de 2000.
3.1.2. Novedades y variaciones
Uno de los aspectos novedosos de este estudio con respecto al
que fuera realizado a finales de 1996 es el poder contar con
informacin proporcionada por jvenes calmados en su vida
dentro de la pandilla. Casi el 10 por ciento de los entrevistados
se autodenominan miembros calmados de la pandilla. Este
grupo tiene entre los 15 y 32 aos, cuya edad promedio es de
20.3 aos. Ingresaron a las diferentes pandillas cuando con-
taban con una edad promedio de 15.1 aos. Como dato adicio-
nal, se conoce que al menos una tercera parte de ellos el 37.5
por ciento ha pertenecido a las pandillas de Estados Unidos,
el 28.4 por ciento lo niega y el restante 34.1 por ciento ma-
nifiesta no haber estado siquiera en dicho pas. A este grupo de
jvenes se le cuestion acerca de la razn o los motivos que los
impulsaron a calmarse, encontrndose que la mitad de las mu-
jeres pandilleras encontr en la familia la razn principal por la
que adoptaron un diferente estilo de vida; en el caso de los
hombres, las motivaciones obedecieron al deseo de tener un
cambio en sus vidas, el poseer o querer tener una familia y
Grupo que agredi a los pandilleros
segn ao de realizacin del estudio*
19%
4%
32%
11%
8%
48%
5%
11%
4%
49%
0% 0%
7%
2%
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
Pandilla
rival
Polica Polica y
rival
Polica y
pandilla
Particular Homeboys Otras
respuestas
No
responde
1996
2000
Los resultados del estudio
65
para poder aspirar a mayores posibilidades de conseguir un
empleo (Grfico 4).
Grfico 4
En relacin con los motivos de desercin, el 41.6 por ciento
de los calmados afirma que el ser miembro activo de la pandi-
lla no le report ningn beneficio, el 27 por ciento opina que
esto le posibilit gozar de respeto afirmacin mencionada
sobre todo por los hombres, el 15.7 por ciento resalt la amis-
tad de la que se goza al interior del grupo, uno de cada diez
dijo que gozaba de respeto y amistad, y el resto mencion otros
aspectos. Este tipo de respuesta da pie a conjeturar que si bien
el vacil puede constituir un elemento atractivo para ingresar a
la pandilla, esto va perdiendo peso de manera progresiva
frente a una realidad que se impone y sugiere que este estilo de
vida, al margen de proveerles un sentido de pertenencia, so-
lidaridad y amistad, les ha servido de poco o nada para la con-
secucin de metas a corto o largo plazo. No es que la pandilla
haya perdido significado; sin embargo, por la dinmica misma
de la agrupacin, se llega a la conclusin de que este tipo de
sentimientos positivos se pueden seguir experimentando al
margen de la violencia y la droga, pues de no ser as, se di-
ficulta la consecucin de un nivel de vida que les posibilite la
satisfaccin de sus necesidades bsicas. Ms adelante se
Razones que llevaron a los pandilleros
a calmarse segn sexo
11.9%
4.5%
9.0%
35.8%
7.5%
31.3%
0.0%
27.3%
0.0%
4.5%
50.0%
18.2%
0.0%
10.0%
20.0%
30.0%
40.0%
50.0%
Por un
cambio
La familia Conseguir
empleo
Muy viejo Otras
respuestas
No
responde
Hombres
Mujeres
Barrio adentro
66
profundizar un poco ms en los datos proporcionados por
este grupo de jvenes, llegndose a identificar el peso y la
diferencia que puede representar el ser un pandillero calmado
respecto a uno activo, en trminos no slo econmicos (tener
empleo), sino de seguridad personal.
En otro orden, tambin se recab informacin acerca del
nmero de pandilleros que constituan las clikas a las que
pertenecan los y las entrevistadas. En trminos generales, la
informacin confirma que la cantidad de hombres pandilleros
dentro de cada clika se quintuplica respecto a la de mujeres. El
total de la muestra mostr que los y las jvenes dijeron que su
clika estaba constituida por 50 pandilleros y 10 pandilleras, en
promedio (ver Tabla 2).
Tabla 2
Nmero de jvenes que integran
las diferentes clikas segn pandilla
18
Homies Hainas
19
Pandilla Media DE* Media DE
Todos 50.0 75.6 9.5 21.8
Pandilla 18 51.3 84.8 9.2 15.2
Mara Salvatrucha 47.5 63.0 9.8 29.6
Otras pandillas 52.3 64.9 10.5 18.1
*Desviacin estndar.
Estos promedios no varan fundamentalmente, segn el tipo
de pandilla a la que pertenece el joven. Sin embargo, a travs de
la desviacin estndar se observa la gran variabilidad de los datos
proporcionados, sobre todo en la informacin relacionada con la
18. Estos clculos estn realizados sobre la base de 819 casos vlidos (440
pandilleros de la Pandilla 18, 302 de la MS y 77 personas miembros de
otras pandillas), de un total de 938 pandilleros entrevistados.
Por casos no vlidos se habr de entender aquellos en los que el
entrevistado no dio respuesta o no saba calcular la cantidad
de hombres y mujeres de su clika.
19. Mujeres pandilleras.
Los resultados del estudio
67
cantidad de hombres pandilleros. Estas cifras pueden estar
sobredimensionadas, precisamente por el hecho de que son
producto de un clculo rpido de los jvenes. A pesar de ello, en
el caso del nmero de pandilleros por clika, la moda fue de 40 y al
menos tres cuartas partes de los entrevistados opinaron que la
cantidad de hombres en su clika oscilaba entre los cuatro y 50
homies. Respecto a las mujeres, aunque tambin se observa la
variabilidad en cuanto al nmero de las que pueden formar parte
de la pandilla, la desventaja numrica que tienen en relacin con
los hombres se presenta con independencia de la pandilla a la
que pertenecen. De hecho, la moda en la distribucin de los datos
de esta respuesta fue de cinco pandilleras; el 8.2 por ciento de los
entrevistados dijo que no haba ninguna mujer en su clika, el 45.8
por ciento pudo numerar de 1 a 5 hainas en su grupo, el 27 por
ciento de 6 a 10, el 13.7 por ciento calcul de 11 a 20 mujeres y slo
el 5.2 por ciento de los y las entrevistadas tena en su clika a ms
de 20 mujeres.
Otro aporte novedoso de este estudio lo constituye la infor-
macin acerca de algunas caractersticas de la estructura familiar
de estas personas. En primer lugar, la hiptesis simplista que sos-
tiene que el ingreso de los jvenes a la pandilla es el resultado de
hogares desintegrados puede ser puesta en serias dudas, ya que
el estudio confirma que una tercera parte de los entrevistados vi-
van con su padre y su madre antes de integrarse a la pandilla.
Por otro lado, el 29.1 por ciento haba vivido slo con su madre, el
15.2 por ciento con sus abuelos y/o tos, y el 14 por ciento slo
con su padre. Slo en contadas ocasiones los jvenes vivan con
amigos, hermanos mayores o solos. En trminos generales vivan
con uno de los progenitores o familiares cercanos. No obstante, y
acercndonos a una hiptesis ms acertada de la forma en que la
familia influye en el ingreso a la pandilla, la valoracin general
que otorgan respecto a la calidad de la relacin que sostenan con
estas personas no es muy buena: cuatro de cada diez
20
calificaron
la relacin que tenan con su familia o la persona que los cri como
mala o muy mala.
20. Uniendo las proporciones del total de la muestra que calificaron sus relaciones
intrafamiliares de malas o muy malas.
Barrio adentro
68
Se logr tambin determinar que gran parte de estos jvenes
han estado expuestos a la violencia, aun en el seno de sus propias
familias. Se les cuestion acerca de la frecuencia con que sus padres
o encargados les pegaban o golpeaban con el fin de reprenderlos.
A esta pregunta, uno de cada cinco jvenes confes haber recibido
ese tipo de castigo casi todos los das, el 8.7 por ciento declar
haber sido castigado de esa manera ms o menos una vez por
semana, el 18.4 por ciento dijo al menos una vez al mes, ms de la
tercera parte el 36.7 por ciento dijo haber sufrido este tipo de
castigo en muy pocas ocasiones y el 16.3 por ciento asegur nunca
haber recibido este tipo de castigo.
Es importante destacar que casi la mitad de los entrevistados
21
manifest haber recibido malos tratos como forma de castigo, al
menos una vez al mes, que se desconoce si an son objeto de ese
tipo de prctica a manos de sus progenitores o encargados y que
sta es una proporcin parecida a la de aquellos que dijeron tener
una mala o muy mala relacin con quienes los criaron. De hecho,
se encontr una relacin negativa (Pearson = -0.67, p<.0001) entre
la frecuencia con que los padres o encargados reprendan a travs
de los golpes y la valoracin otorgada por los pandilleros acerca
de la relacin sostenida con la familia: a mayor frecuencia en el
uso de medidas fsicas (golpes) para corregir, la valoracin de la
relacin familiar hecha por el joven tiende a disminuir drsti-
camente. En esta misma lnea, al menos tres de cada cinco jvenes
manifestaron haber sido vctimas directas de violencia fsica o
verbal, a manos de algn familiar u otra persona en el seno de sus
hogares
22
. De stos, al menos tres de cada diez pandilleros dicen
haberla recibido de su padre (ver Grfico 5). A ellos les sigue el
22.2 por ciento que dice haber sido objeto de violencia a manos de
su madre, el 19 por ciento que acusa a sus tos o tas y el 7.8 por
ciento que culpa tanto a su padre como a su madre.
21. 47.1 por ciento
22. Probablemente esta pregunta tienda a arrojar un sobre registro de los
episodios de victimizacin intrafamiliar sufridos por el joven. No obstante,
sirve como un indicador de la magnitud de victimizacin que sufren los
jvenes al interior de sus propios hogares.
Los resultados del estudio
69
Grfico 5
Otro dato importante es la elevada proporcin de jvenes que
dijeron haber presenciado violencia en su hogar: la mitad de los
pandilleros entrevistados el 49.9 por ciento fueron testigos
de actos violentos, cometidos en perjuicio de alguien (la madre,
los hermanos, las hermanas, etc.) dentro de su hogar. Por otro
lado, uno de cada dos jvenes tiene en su familia un miembro
que ha cometido un delito (penado o no por la ley), el 45.8 por
ciento neg esta situacin y el 4.2 por ciento se abstuvo de
responder a la pregunta. Todo lo anterior da cuenta, aunque slo
en forma descriptiva, de la manera en que gran parte de estos
jvenes han estado expuestos a la violencia, aun en el seno de sus
hogares; de la forma en que sta se ha cristalizado en formas
normales de correccin y de relacin con los dems, y del
aprendizaje que de la violencia pudieran haber tenido preci-
samente a manos de los modelos que los rodeaban.
Asimismo, el estudio proporciona ciertos indicadores de uno
de los factores que modula y determina, en gran medida, los epi-
sodios de agresin y victimizacin en los que se ven involucrados
estos jvenes: la tenencia de armas de diferente tipo. Al menos
dos de cada tres pandilleros poseen algn tipo de arma, el 31.2
4. 4%
3. 4%
4. 4%
7. 0%
7. 8%
19. 0%
22. 2%
31. 7%
Pap
Mam
Tos/tas
Padre y madre
Hermanos/as
Otros familiares
Padrastro/madrastra
Otras respuestas
Personas que ejercieron violencia
fsica o verbal dentro del hogar
Barrio adentro
70
por ciento lo neg y el 1.5 por ciento no respondi a la pregunta.
Es interesante observar la presencia de diferencias en trminos
de la proporcin de gente que porta arma en funcin de las
variables gnero, edad y situacin dentro de la pandilla: son los
hombres los que, en comparacin con sus compaeras pandilleras,
portan armas en mayor proporcin. Por otro lado, la tenencia de
armas es ms frecuente en la medida que la persona tiene mayor
edad y es un miembro activo de una pandilla (ver Tabla 3).
Tabla 3
Tenencia de armas entre la poblacin pandillera
a
segn variables (en porcentajes)
Variables Porta armas No porta arma
Todos 68.3 31.7
Sexo
Masculino 72.9 27.1
Femenino 46.6* 53.4
Edad
15 aos o menos 48.8 51.2
16 a 18 aos 57.5 42.5
19 a 21 aos 71.0 29.0
22 aos o ms 78.0* 22.0
Situacin dentro de pandilla
Activo 72.0 28.0
Calmado 32.2* 67.8
*p<.0001
a
Se omitieron aquellos casos en los que el pandillero no proporcion respuesta
Entre las armas ms comnmente portadas por los pandilleros
se encuentran las pistolas (reportadas por el 37.7 por ciento de
quienes dijeron tener un arma), el arma blanca (el 26.4 por ciento)
y el arma hechiza (el 20.2 por ciento). La tenencia de explosivos y
de rifles o fusiles largos fue reportada por el 11.6 y el 4 por ciento,
respectivamente (ver Grfico 6).
Los resultados del estudio
71
Grfico 6
La mayora de quienes portaban un arma la haban comprado
en la calle, al 23.8 por ciento se las regal un amigo, el 16.4 por
ciento la rob, el 7.7 por ciento la adquiri en una tienda autorizada
y el 4.5 por ciento dio otras respuestas.
En otro orden, un dato que marca una gran diferencia respecto
al estudio realizado en 1996 es la proporcin de jvenes que
expresan deseos de calmarse y lograr, con ello, un cambio en
sus vidas. Hace cinco aos, el 84.9 por ciento expres su deseo de
calmarse, el 14 por ciento dijo no desear hacerlo (es decir,
mantenerse como miembro activo) y el 1.2 por ciento no dio una
respuesta concluyente. Estas proporciones se vieron confirmadas
tambin en el mencionado estudio de Smutt y Miranda (1998a).
En contraste, este estudio pone al descubierto que slo cuatro de
cada diez jvenes activos desean calmarse, y que, a diferencia de
hace cinco aos, ms de la mitad de los jvenes el 57.2 por
ciento desean mantenerse como miembros activos de la
pandilla
23
. Un clculo preliminar sugiere que en la medida en que
el joven pertenezca al sexo masculino y tenga una edad menor,
23. Estas proporciones se derivan del grupo de activos nicamente; el grupo de
calmados constituye cerca del 10 por ciento del total de la muestra y,
obviamente, no se toma en cuenta dentro de estas proporciones.
Tipo de arma portada por los
pandilleros segn sexo
(en porcentajes)
20.8
41.8
4.5
11.6
21.3
16.0
0.0
12.0
8.0
64.0
Pistola Arma blanca Arma hechiza Explosivos Rifle/fusil
Hombres
Mujeres
Barrio adentro
72
habr ms probabilidades de que no desee abandonar las prcticas
ms peligrosas de su vida pandilleril
24
.
En cuanto a las argumentaciones para continuar siendo
miembros activos de la pandilla, las ms frecuentes hacan alusin
a la sensacin de bienestar experimentada al interior del grupo
(en la mayor parte de los casos, expresada en el concepto del va-
cil); otras daban cuenta de la dificultad y la presin expe-
rimentada por muchos desde el interior del grupo mismo (no
puedo, no es tan fcil salirse cuando uno quiere, no tengo
donde ir); otras aludan a la dificultad de abandonar a la pandilla
o clika derivada de un sentido de responsabilidad, experimentado
por el joven hacia ella (tengo que responderle al barrio, tengo
que acabar con los contrarios); finalmente, aquellos que pro-
porcionaron otras respuestas y los que no supieron argumentar por
qu no deseaban calmarse o simplemente no quisieron responder.
Grfico 7
En todo caso, es preciso llamar la atencin sobre el hecho de
que, con el tiempo, se ha reducido la cantidad de jvenes que
expresan su deseo de calmarse en su actividad pandilleril. Frente
a esto, valdra la pena no slo conocer las razones expuestas por
los jvenes, sino profundizar ms en el conocimiento y obvia-
24.
2
(1, n=842)=13.483, p<.0001 para la variable sexo y
2
(3,n=842)=
20.694, p<.0001 para edad.
Razones por las que no les gustara calmarse
18.0%
17.2%
15.4%
11.8%
7.1%
5.0%
2.9%
2.5%
20.1%
Me gusta el vacil
No quiero, aqu estoy
bien
No puedo, no es fcil
salirse cuando se quiere
Por responder al barrio
Tengo que acabar a
contrari os
No tengo donde vivir
Estoy muy joven
Otras respuestas
No responde
Los resultados del estudio
73
mente en la posterior incidencia de aquellos factores que se
encuentran relacionados con el deseo de no abandonar la pandilla.
Finalmente, este estudio dedic una seccin completa para
sondear la frecuencia y, en la medida de lo posible, la inten-
sidad con la que estos jvenes se haban involucrado en acciones
violentas, como victimarios y como vctimas, durante los doce
meses anteriores a la encuesta. En este sentido, los indicadores
obtenidos superan, en gran medida, a los arrojados en el sondeo
realizado en 1996. Aquella primera aproximacin proporcion
informacin en forma de autoinforme acerca de la proporcin
de jvenes que resultaron heridos, que estuvieron hospitalizados
debido a lesiones sufridas, y de aquellos a quienes les haban
asesinado a un familiar o un ser querido, durante los seis meses
anteriores a la encuesta. El estudio de Smutt y Miranda (1998a),
en esta misma lnea, provee de informacin sobre todo de orden
cualitativo, a partir de la cual es posible determinar la magnitud
de la violencia que rodea a este sector, as como conocer diferentes
vivencias e historias de agresiones cometidas y recibidas de
boca de los mismos jvenes.
Por su parte, esta investigacin no slo confirma los altos
niveles de violencia perfilados ya en aproximaciones anteriores,
sino tambin posibilita un anlisis ms detallado de la forma en que
la violencia se modula, incrementa, permuta e incluso disminuye
en funcin de la interaccin de una multiplicidad de caracters-
ticas, cuya presencia o ausencia se convierte, precisamente,
en los factores de los que se puede echar mano para pretender
incidir sobre el fenmeno. Los apartados sucesivos pretenden
precisamente eso: dar a conocer cmo la interaccin de diferentes
variables demogrficas, familiares, e incluso sociales, como la
actividad dentro de la pandilla, tenencia de armas, consumo de
sustancias, etc. se relaciona en mayor o menor medida con las
diferentes expresiones de violencia y victimizacin (operaciona-
lizadas a travs de sus respectivos ndices) en las que se ven
involucrados los pandilleros.
3.2. Caractersticas sociales de los pandilleros
y violencia
El ndice de violencia criminal, calculado con base en las pre-
guntas relacionadas con la frecuencia de comisin de diferentes
Barrio adentro
74
tipos de acciones de tipo delictivo, proporciona un indicador
de los niveles de agresividad sostenidos por los jvenes pan-
dilleros, durante los doce meses anteriores a la aplicacin del
instrumento. Este ndice, cuya magnitud est dada tanto por la
frecuencia como por la gravedad de la accin cometida
25
, oscila
entre el 1 y el 10, en donde 1 representa el nivel ms bajo de
agresividad y 10 el ms alto. Al realizar los clculos pertinentes,
se obtuvo un indicador promedio de 4.1, con una desviacin
estndar de 1.8. Al contrastar la informacin con diferentes vari-
ables de orden sociodemogrfico, se encontraron algunos datos
interesantes: en primer lugar, se constat que los jvenes que con-
forman las diferentes pandillas se han conducido en forma agre-
siva con una frecuencia e intensidad significativamente mayor
(

x = 4.3, s = 1.8) que sus compaeras pandilleras (

x = 3.1, s = 1.4)
26
(ver Tabla 4).
La edad que los pandilleros tienen en la actualidad es otra
de las variables que prob marcar una diferencia: aquellos j-
venes que cuentan con menos de 15 aos son los que presentan
el ndice ms bajo de violencia (

x = 3.3, s = 1.2), en contraposi-
cin al grupo de los que dijeron tener 22 aos o ms, en donde
el ndice de violencia criminal es significativamente ms alto
(

x
= 4.3, s = 2.2). De hecho, se puede observar una tendencia al
aumento en el ndice promedio, en la medida en que el rango
de edad aumenta (ver Tabla 4). Es notable cmo, para el caso
de los dos grupos de menor edad, el ndice de violencia crimi-
nal calculado se encuentra por debajo de la mediana de la
escala (P
50
=4.08), mientras que los dos grupos de mayor edad
se encuentran por encima de dicho percentil. Al realizar un
anlisis de comparaciones mltiples entre los promedios del
ndice de violencia criminal segn los diferentes grupos de
edad, las diferencias que probaron ser significativas se encuen-
tran, especficamente, entre el grupo de menor edad (15 aos o
menos) respecto a aquellos que tienen entre 19 y 21 aos, y
respecto al grupo de los que tienen 22 aos o ms. Esto sugiere
que en la medida en que el pandillero tiene mayor edad, los
25. Acciones que, a su vez, pueden clasificarse como delitos o faltas segn
su gravedad, segn el Cdigo Penal y Ley Penitenciaria de El Salvador
(Asamblea Legislativa de la Repblica de El Salvador,1997).
26. F(1, 916) = 59.446, p<.0001
Los resultados del estudio
75
actos de violencia cometidos tienden a ser ms graves, en tr-
minos de las consecuencias que pueden acarrear para la vcti-
ma. De hecho, como se ver posteriormente, el grupo de mayor
edad es el que presenta las proporciones ms altas de tenencia
de armas, aspecto que influye en forma directa en la letalidad
del dao que el portador puede infringir a su vctima.
Tabla 4
Medidas de tendencia central y dispersin del ndice
de violencia criminal segn variables
Variables Media
Desviacin
Mediana I.C. 95%
27
n
a
estndar
Todos 4.1 1.8 4.1 1.0 7.7 918
Sexo
Masculino 4.3 1.8 4.3 1.0 7.9 762
Femenino 3.1* 1.4 3.1 1.0 5.9 156
Edad
15 aos o menos 3.3* 1.2 3.4 1.0 5.7 40
16 a 18 aos 3.8 1.4 3.8 1.0 6.6 263
19 a 21 aos 4.2* 1.8 4.2 1.0 7.8 322
22 aos o ms 4.3* 2.2 4.4 1.0 8.7 293
Situacin laboral
No trabaja 4.3 1.7 4.2 1.0 7.7 587
Busca trabajo 4.0 1.9 3.8 1.0 7.8 164
Trabaja 3.5* 1.8 3.5 1.0 7.1 164
Situacin en pandilla
Activo 4.3 1.7 4.3 1.0 7.7 831
Calmado 1.9* 1.4 1.5 1.0 4.7 87
Nivel de estudio
Ninguno 4.7 1.6 4.8 1.5 7.9 24
Primaria 4.1 1.5 4.2 1.1 7.1 234
Tercer Ciclo 4.2 1.8 4.1 1.0 7.8 370
Bachillerato 4.0 2.1 3.7 1.0 8.2 287
* p<.0001
a
Nmero de casos
27. Tanto para el ndice de violencia criminal como para el de victimizacin, cuando
el lmite inferior del intervalo de confianza al 95 por ciento (dos desviaciones
estndar por debajo de la media) sea menor a 1, se mantendr el valor de 1 en
dicho lmite, puesto que para ambos ndices, se es el puntaje ms bajo
posible que una persona puede tener. Es decir, el valor de 0 (cero) no est
presente como valor mnimo de ambas escalas.
Barrio adentro
76
Siguiendo con el orden presentado en la Tabla 4, la situacin
laboral de los pandilleros es otra variable que demuestra tener
relacin con el ndice de violencia criminal. La informacin al
respecto es contundente: el promedio de aquellos que informaron
que no tenan trabajo al momento de realizar la entrevista es
significativamente mayor (

x
= 4.3, s = 1.7) que el de aquellos que
manifestaron que estaban buscando empleo (

x = 4.0, s = 1.9) y,
sobre todo, que la media obtenida entre los jvenes que se en-
cuentran trabajando en la actualidad (

x
= 3.5, s = 1.8). La diferencia
entre el promedio de los que no tienen empleo en la actualidad
no difiere estadsticamente del de aquellos que buscan trabajo.
Lo que marca la diferencia en cuanto a la frecuencia o gravedad
de las acciones cometidas es el hecho de encontrarse trabajando o
estar desempleado actualmente.
Por su parte, la situacin laboral se relaciona con la situacin o
el estatus del pandillero al interior de su grupo, es decir, si el
joven se encuentra activo o calmado en su vida de pandilla. Como
primer paso, se calcularon los ndices de violencia criminal segn
la caracterstica de estar calmado o activo dentro de la pandilla.
Al respecto, la Tabla 4 muestra que, a un nivel alfa de 0.01, el
grupo de jvenes activos presenta un ndice significativamente
mayor (

x = 4.3, s = 1.7) que el que se da entre los que se autode-
nominan calmados (

x
= 1.9, s = 1.4). Con esto en mente, se realiz
un contraste entre la situacin laboral y el estatus del entre-
vistado al interior de su pandilla, encontrndose diferencias de
importancia estadstica
28
. Se encontr que, de cada diez pandilleros
activos, siete no trabajan, proporcin que resulta ser significati-
vamente ms alta que la frecuencia esperada
29
. En cuanto al resto
de opciones, dentro del grupo de los activos slo el 13.6 por ciento
trabaja en la actualidad y el 17.3 por ciento se encuentra buscando
un empleo (ver Grfico 8).
28.
2
(2, n=935)=112.476, p<.0001
29. La nocin de frecuencia esperada obedece a un criterio estadstico,
determinado por el nmero de casos presentes en una combinacin
determinada de variables y no as a un criterio conceptual o de
deseabilidad social. Significa que a partir de los residuos tipificados en la
tabla de contingencia, se puede determinar, con un nivel de confianza, que
en este caso es del 95 por ciento, que la frecuencia absoluta obtenida es
estadsticamente superior o inferior (segn sea el caso) que la frecuencia
absoluta esperada. En otras palabras, se rechaza el supuesto de
independencia entre las variables, confirmando as su relacin.
Los resultados del estudio
77
Grfico 8
Para el caso de los pandilleros calmados, las diferencias son
obvias: de todos los calmados al menos uno de cada cinco el
21.3 por ciento se encuentra sin trabajo, mientras que ms de la
mitad el 56.2 por ciento cuenta con un empleo en la actualidad.
Esta informacin permite deducir una interaccin entre el
desempleo, el hecho de encontrarse activo dentro de la pandilla y
el nivel de violencia manifestado por los jvenes. Finalmente, el
ndice de violencia criminal no vara en forma significativa en
funcin del nivel de estudio de la persona.
Adems de lo anterior, tambin se detect que el promedio en
el ndice de violencia criminal vara segn la confesin religiosa
de la persona: quienes no profesan religin alguna tienen un ndice
significativamente ms alto (

x
= 4.2, s = 1.7) que aquellos que son
cristianos o evanglicos (

x = 3.1, s = 2.3). El promedio de agre-
sividad de los catlicos (

x = 3.9, s = 1.9) no vara significativamente
respecto al de los que no profesan ninguna religin. No obstante,
s vara respecto al de aquellos que dijeron ser cristianos. En este
caso, lo que pareciera estar marcando una diferencia es el hecho
de profesar el cristianismo (ser evanglico). Sin embargo, una
exploracin ms detenida de los datos llev a comprobar que la
13.6%
56.2%
17.3%
22.5%
69.1%
21.3%
Trabaja Busca trabajo No trabaja
Situacin laboral de los pandilleros
segn situacin en pandilla
Act i vo
Calmado
Barrio adentro
78
diferencia entre los promedios de agresividad, ms que rela-
cionarse con la prctica de algn tipo de religin en especial, se
explica entre otros aspectos por el hecho de que el pandillero
se encuentre activo o calmado.
Al realizar un clculo de anlisis de varianza univariado se
logr constatar que ni la religin por s misma, ni la interaccin
de esta variable con la situacin del joven al interior de su pandilla
son capaces de dar cuenta de la variacin de los ndices de
violencia criminal, sino que es el hecho de estar activo o calmado
lo que en s mismo y sobre la base de estos clculos explica
dichas variaciones [F(1, 909) = 125.619, p<.0001; R
2
=.148]. Ms
especficamente, y tomando en cuenta slo estas dos caractersticas,
la variable situacin dentro de la pandilla explica el 14.8 por ciento
de la varianza de los resultados del ndice de violencia criminal.
En cuanto a las variables que daban cuenta de la estructura
familiar del pandillero
30
, no se logr determinar que stas
marcaran diferencias estadsticas significativas en los ndices de
violencia manifestados por ellos en la actualidad. Es decir, el ndice
de violencia criminal no vari en forma significativa en funcin
de la valoracin que el pandillero diera acerca de la relacin que
sostena con su familia o la persona que lo cri, de la frecuencia
con la que le golpeaban para castigarlo, el hecho de haber sido
testigo de violencia o, incluso, la valoracin que diera acerca de si
en algn momento fue objeto de violencia fsica o verbal de parte
de alguna persona dentro de su hogar. El hecho de haber estado
expuesto e incluso haber sufrido, en diferentes formas, la violencia
dentro del hogar no es lo que determina o explica, en forma directa
y exclusivamente, los niveles de violencia con los que los
pandilleros se conducen en la actualidad. La nica variable a partir
de la cual se puede agrupar a la poblacin en jvenes con ndices
altos o bajos de violencia criminal es el hecho de tener un miembro
de la familia que ha cometido un delito. Aquellos que cumplen
con esta condicin han ejecutado un promedio de acciones de
tipo delictivo con una frecuencia e intensidad significativamente
30. Estas son las variables incluidas en el tercer apartado de la encuesta,
denominado Estructura familiar.
Los resultados del estudio
79
ms altas (

x = 4.3, s = 1.7) que los que no tienen un familiar
delincuente (

x
= 3.9, s = 1.9)
31
.
Respecto al consumo de drogas o alcohol, stos se encuentran
relacionados con el ndice de violencia criminal. Todos los que
consumieron algn tipo de droga o alcohol presentan, en
promedio, ndices significativamente ms altos (

x
= 4.3, s = 1.7)
que los que no la consumen (

x = 2.7, s = 1.7)
32
. Sin embargo, este
tipo de relacin, como su nombre lo indica, no sugiere que el
consumo de stos genere o provoquen por s mismos, el ejercicio
de la violencia. Es necesario tomar en cuenta que esta relacin
drogas/alcohol e ndices de violencia criminal, puede estar
mediatizada por otro tipo de variables propias de la dinmica de
la pandilla, como el hecho de encontrarse activo o calmado.
Grfico 9
De hecho, un anlisis de varianza univariado revela la
significancia estadstica de la interaccin entre el hecho de
consumir droga o alcohol y el hecho de encontrarse activo o
calmado
33
(Grfico 9): del total de jvenes activos, aquellos que
consumen droga son los que tienen los ndices de violencia
criminal ms elevados, aun por encima de aquellos activos que
confiesan no consumir ninguna sustancia. Por otro lado, tambin
31. t (841.4) = 3.544, p<.0001
32. t (916) = 10.333, p<.0001
33. F (1, 914) = 6.526, p<.011 para la interaccin entre las variables.
1. 8
2. 1
3. 1
4. 5
Activos
Calmados
Indice de violencia criminal segn
situacin dentro de pandilla
y consumo de drogas y alcohol
Consume
No consume
Barrio adentro
80
existe una diferencia entre aquellos calmados que consumen drogas
respecto a los niveles expresados por los calmados que no consumen
droga. De ah que la relacin existente entre consumo de droga y
niveles de agresividad no permita determinar que la primera causa
o determina, en forma exclusiva, la expresin de la segunda.
Frente a esto, lo que es ms alarmante es la gran cantidad de
jvenes que se encuentran en forma continua en un estado alterado
de conciencia, producto del uso de la droga y/o el alcohol. El
sondeo revela que de todos los pandilleros entrevistados que
consuman algn tipo de sustancia siempre (entendido como
consumo diario), durante el mes anterior a la encuesta, el 35.9 por
ciento ingiere alcohol, el 41.5 por ciento consume marihuana, el
13.4 por ciento, cocana; una cuarta parte el 25.8 por ciento,
crack; el 7.9 por ciento aspira pega y el 7.4 por ciento consume
otro tipo de droga
34
(ver Grfico 10). Como se mencion ante-
riormente, pudo comprobarse que muchos consumen ms de al-
gn tipo de droga a la vez, y que los hombres activos las consumen
con una frecuencia significativamente mayor que las mujeres
35
.
Grfico 10
34. Entre ellas, las ms comunes fueron el cigarro, la floripundia, el PCP
(polvo de ngel), pastas, etc.
35. t (793) = 3.989, p<.0001
7. 4%
7. 9%
13. 4%
25. 8%
35. 9%
41. 5%
Marihuana Alcohol Crack Cocana Pega Otras
drogas
Tipo de droga consumida por
los jvenes a diario durante el ltimo mes
Los resultados del estudio
81
En cuanto a la tenencia de armas, quienes poseen alguna
presentan ndices de violencia criminal significativamente ms
elevados (

x = 4.5, s = 1.7) que aquellos que no las tienen (

x = 3.1,
s = 1.7)
36
. No obstante, as como en el caso del consumo de drogas,
es necesario sealar que esta relacin puede estar mediatizada
por otro tipo de variables, algunas de las cuales fueron
mencionadas en el apartado descriptivo de esta seccin.
Otro dato que constituye una expresin de la dinmica de
violencia en la que de forma cotidiana se encuentran inmersos los
pandilleros, es el hecho de haber matado a alguien. Pero como ya
se hizo mencin, no se pudo registrar la frecuencia con que los
pandilleros cometieron algn homicidio, puesto que segn ellos
mismos, no se quedaban a constatar que la persona a la que
hubieran herido estuviera muerta. No obstante, los resultados
del sondeo muestran que el 23 por ciento de la poblacin
encuestada confes haber matado a alguien en los doce meses
anteriores a la encuesta, una cuarta parte de los pandilleros se
abstuvo de responder al reactivo y el 52 por ciento afirm no haber
matado a nadie. En relacin con la variable gnero, la proporcin
de hombres que dan una respuesta afirmativa o que evaden esta
pregunta es significativamente mayor a la proporcin de mujeres
que confiesan haber cometido homicidio
37
: de todos los jvenes
que confesaron haber cometido homicidio durante el ao anterior
a la entrevista, el 88.9 por ciento eran hombres y el 11.1 por ciento,
mujeres. Evidentemente, los ndices de violencia criminal ms altos
se encontraron entre aquellos que dijeron haber matado a alguien
(

x = 4.9, s = 1.6), seguido de los que no respondieron a la pregunta
(

x = 4.6, s = 2.1) y de aquellos que negaron haber matado (

x = 3.5,
s = 1.6). Las diferencias de relevancia estadstica se dan entre el grupo
de aquellos que han matado respecto a los que no han cometido
homicidio y, entre estos ltimos, respecto a los que no respondieron
el reactivo
38
.
Otro dato de importancia es el hecho que, del porcentaje de
jvenes que acept haber cometido homicidio, nueve de cada diez
36. t (902) = 11.648, p<.0001
37.
2
(2, n=938) = 18.395, p<.0001
38. F (2, 915) = 54.635, p<.0001
Barrio adentro
82
poseen algn tipo de arma. Esta proporcin de gente armada es
significativamente mayor que la encontrada entre aquellos que
no cometieron este tipo de delito (55.2 por ciento)
39
. Entre las armas
ms frecuentemente mencionadas se encuentran las pistolas,
seguidas de armas blancas, armas hechizas, rifles y explosivos.
En el quinto apartado del cuestionario, denominado Violencia
y victimizacin, se incluyeron tambin preguntas que pretendan
conocer aspectos relacionados con el ltimo hecho de violencia
en el que el entrevistado se vio involucrado. En este sentido, esta
informacin no seala el tipo de hecho en s mismo que pudo
haber sido cualquiera o una combinacin de las opciones que se
aglutinaron para conformar el ndice de violencia criminal, sino
aspectos que caracterizaron esta situacin, tales como el grupo
hacia el cual fue dirigida la accin, los motivos o las razones por
las que fue realizada, el lugar de ocurrencia, el tipo de arma
utilizada y el efecto del alcohol y las drogas.
En primer lugar, los datos confirman que la mayor parte de
actos violentos de los pandilleros van dirigidos hacia los jvenes
mismos: el 63.2 por ciento manifest que el ltimo hecho de
violencia fue dirigido a miembros de la pandilla rival (ver Grfico
11). A esta proporcin le sigue el 19.4 por ciento, que declar que
este hecho se dirigi a la gente en la calle, el 9 por ciento acept
haberse conducido en forma violenta hacia personas de su propia
comunidad o barrio y el 3.6 por ciento confes haberse conducido
violentamente hacia miembros de la polica. Las motivaciones
referidas varan en funcin de la persona o el grupo hacia quien
(es) fue dirigida la accin violenta. Cuando esta accin se dirigi
hacia los miembros de la pandilla rival, las razones aducidas con
ms frecuencia fueron: la rivalidad existente entre ellos (39.7 por
ciento), la defensa del territorio o del barrio (21.4 por ciento), la
defensa personal (10.7 por ciento), el haber herido o matado a un
homeboy (6.9 por ciento) y la venganza (6.8 por ciento). El restante
14.5 por ciento dio otro tipo de respuestas.
39.
2
(2, n=924) = 86.380, p<.0001
Los resultados del estudio
83
Grfico 11
Por otro lado, la motivacin ms frecuente que adujeron
quienes actuaron de manera violenta hacia la gente que se
conduca en la calle fue el robo (56.4 por ciento), seguido de un
19.9 por ciento que dijo tener razones personales
40
para con-
ducirse de esa forma, el 7.2 por ciento que reaccion as debido a
las provocaciones y el 3.9 por ciento que confes encontrarse en
estado de ebriedad o drogado. Los motivos aducidos con mayor
frecuencia por quienes reaccionaron en forma violenta hacia
personas de su propia comunidad fueron razones personales (27.4
por ciento), el robo (20.2 por ciento), provocaciones por parte de
personas de la comunidad (16.7 por ciento) y el 9.5 por ciento que
atribuy su conducta por encontrarse borracho o drogado.
Finalmente, la mayora de quienes actuaron violentamente contra
la polica alegaron haberlo hecho en defensa propia (55.9 por ciento).
40. Entre estas razones se encuentran los rencores o rencillas personales, los
chismes, las ofensas a su persona o a la de su compaero/a de vida, los
robos a algn miembro de la familia, etc.
1.9%
2.8%
3.6%
9.0%
19.4%
63.2%
Pandilla rival
Gente en la calle
Personas de la comunidad
Polica
No se ha involucrado en violencia
Otras respuestas
Persona o grupo hacia quienes fue dirigido
el ltimo hecho de violencia del pandillero
Barrio adentro
84
Estas acciones de violencia tuvieron lugar, bsicamente, en tres
contextos: la colonia o barrio del pandillero (34.4 por ciento), la
calle (30.4 por ciento) y en el barrio o la colonia de la pandilla
rival (23 por ciento). Esto indica que la calle se convirti en el
principal escenario de la violencia, con las concomitantes con-
secuencias que esto pudo tener para la seguridad de las personas
que residen en dichos lugares, quienes, en muchas ocasiones,
resultan heridas o lastimadas debido a las luchas campales, que
usualmente se libran en la va pblica. Esto se empeora si se toma
en cuenta que al menos uno de cada tres pandilleros port una
pistola, el 28.1 por ciento utiliz un arma blanca (cuchillo, corvo,
navaja), el 13.0 por ciento us algn tipo de explosivo, uno de
cada diez dispona de un arma hechiza, el 6.4 por ciento utitliz
piedras, bates o palos y, al menos, 20 pandilleros el 2.1 por
ciento utiliz un rifle o un fusil durante dichos enfrentamientos
(ver Grfico 12).
Grfico 12
Finalmente, del total de pandilleros entrevistados, casi la mitad
el 46.8 por ciento se encontraba bajo los efectos del alcohol o
de alguna droga, al momento de ejecutar la ltima accin violenta.
Por otro lado, la proporcin de jvenes que se comportaron en
33.0%
28.1%
13.0%
9.9%
7.5%
6.4%
2.1%
Pistola Arma blanca Explosivo Arma hechiza Golpes Piedras/palos Ri f l e/ f usi l
Tipo de arma utilizada por los pandilleros
en la ltima accin violenta cometida
Los resultados del estudio
85
forma violenta bajo un estado de conciencia alterado, difiere
significativamente en funcin del sexo de la persona
41
: de todos
los pandilleros, el 53.1 por ciento se encontraba bajo los efectos
del alcohol u otra droga al momento de ejecutar dicha accin, lo
cual fue aceptado por el 22 por ciento de mujeres pandilleras
entrevistadas.
3.3. Caractersticas sociales de los pandilleros
y victimizacin
De acuerdo con los resultados, el ndice de victimizacin promedio
obtenido fue de 2.5, con una desviacin estndar de 1.4. Al igual
que para el ndice de violencia criminal, este indicador poda
oscilar entre 1 y 10, en donde los niveles elevados de victimizacin
seran representados con ndices de un valor absoluto superior.
Sin embargo, la distribucin de los datos sustenta el hecho de que,
en general, gran parte de la poblacin se aglutina en los niveles
ms bajos en cuanto al ndice de victimizacin, en relacin con la
distribucin encontrada para los datos del ndice de violencia
criminal. En otras palabras, en una escala del 1 al 10, el 75 por
ciento de los pandilleros presentan ndices de victimizacin que
oscilan entre el 1 y el 3 (P
75
= 2.9), mientras que en el caso del
ndice de violencia criminal, las tres cuartas partes de la poblacin
presentan ndices que oscilan entre 1 y 5 (P
75
= 5.3). Esto sugiere
que, en promedio, los pandilleros entrevistados no fueron victi-
mizados en la misma proporcin en que se convirtieron en vic-
timarios de otros. De hecho, la prueba de comparacin de medias
para ambos ndices indica que stos difieren en forma
significativa
42
, lo cual indica que el promedio de agresin para el
total de la muestra es significativamente ms alto que el de
victimizacin.
No obstante, es importante puntualizar el efecto que las ca-
ractersticas de la poblacin pueden tener en la varianza del ndice
de victimizacin. De acuerdo con los resultados de la Tabla 5, la
primera diferencia se da al contrastar los ndices de victimizacin
41.
2
(1, n=892) = 48.361, p<.0001
42. t (907) = 22.036, p<.0001
Barrio adentro
86
de hombres y mujeres: el ndice de victimizacin de las pandilleras
es significativamente ms alto que el de los pandilleros. Esto puede
explicarse por el hecho de que las mujeres y los hombres son
victimizados a travs de diferentes vas: los pandilleros son vctimas
de lesiones con arma de fuego en una proporcin significativamente
mayor que las mujeres
43
; mientras que stas han sido vctimas de
hurtos, robo con agresin fsica y violaciones sexuales en mayor
medida que los hombres. Si se toma en cuenta que la violacin sexual
seguida del robo con agresin fsica fueron los delitos que tenan
mayor peso en la escala
44
, la magnitud promedio de victimizacin
en las mujeres se explica en trminos de que son ellas las que
informaron haber sido objeto de estas dos acciones, en una
proporcin mayor que los pandilleros.
Por otro lado, el ser vctima de lesiones por arma de fuego sin
pretender soslayar el impacto que esto puede tener para la vctima
obedece a la misma dinmica de agresin en la que se encuentran
inmersos sobre todo los hombres de la pandilla, en contraste con la
violacin o el robo que, si bien la primera puede darse como parte
de un rito de iniciacin de ingreso al grupo, son situaciones que
afectan a la mujer, independientemente del nivel de actividad que
sta pueda tener al seno de la pandilla. En otras palabras, el robo y
la violacin sexual son acciones que pudieron haber sido sufridas
por la mujer, independientemente de su calidad de pandillera y su
nivel de actividad violenta; mientras que en el caso de los hombres,
las probabilidades de convertirse en vctimas de un arma de fuego
se incrementan en forma dramtica por el hecho de que ste se
encuentre activamente involucrado en la pandilla. Para el caso, basta
con revisar los ndices de portacin de armas de los pandilleros
respecto a los de sus compaeras
45
(ver Tabla 3 y Grfico 6) y la
forma en que los ndices de violencia criminal se disparan cuando
entran en juego el uso de armas, sobre todo si stas son de fuego.
43.
2
(5, n=936) = 56.331, p<.0001
44. Ver en el apartado metodolgico los criterios para la construccin de los
ndices de violencia criminal y victimizacin.
45. Una exploracin ms detenida de los datos arroj que de los hombres
pandilleros, el 41.5 por ciento portaba una pistola, el 21.2 por ciento portaba
arma blanca, el 20.7 por ciento, un arma hechiza; el 11.5 por ciento,
explosivos; el 4.5 por ciento, rifle o fusil; y el 0.5 por ciento, otro tipo de
armas.
Los resultados del estudio
87
Tabla 5
Medidas de tendencia central y dispersin del ndice de
victimizacin segn variables
Variables Media
Desviacin
Mediana I. C. 95%
46
n
estndar
Total 2.5 1.4 2.1 1.0 5.3 926
Sexo
Masculino 2.3 1.1 1.9 1.0 4.5 767
Femenino 3.7* 2.2 3.2 1.0 8.1 159
Edad
15 aos o menos 3.0 1.7 2.5 1.0 6.4 41
16 a 18 aos 2.7 1.6 2.2 1.0 5.9 266
19 a 21 aos 2.4 1.2 2.1 1.0 4.8 327
22 aos o ms 2.4 1.5 1.9 1.0 5.4 292
Situacin laboral
No trabaja 2.6** 1.4 2.2 1.0 5.4 594
Busca trabajo 2.2 1.2 1.8 1.0 4.6 165
Trabaja 2.4 1.5 2.0 1.0 5.4 164
Situacin en pandilla
Activo 2.6 1.5 2.2 1.0 5.6 837
Calmado 1.8* 0.9 1.6 1.0 3.6 89
Nivel de estudio
Ninguno 3.0 1.7 2.5 1.0 6.4 24
Primaria 2.7 1.3 2.4 1.0 5.3 237
Tercer Ciclo 2.6 1.5 2.1 1.0 5.6 376
Bachillerato 2.3** 1.4 1.8 1.0 5.1 286
* p <.0001
** p <.001
Por otro lado, la edad del pandillero no fue una variable que
arrojara mayor informacin en cuanto a su incidencia en los niveles
de victimizacin, sufridos por los jvenes. Si se observa la Tabla
5, se aprecia una tendencia a la disminucin en el ndice de
46. Ver nota sobre el lmite inferior del intervalo de confianza en la tabla 4 del
ndice de violencia criminal.
Barrio adentro
88
victimizacin, en la medida en que aumenta la edad. No obstante,
la nica diferencia de relevancia estadstica es la que se da entre
el grupo de menor edad en comparacin con los pandilleros de
22 aos o ms
47
. Esto puede relacionarse con una mayor exposicin
a diferentes hechos de violencia de parte del joven que recin
ingresa a la pandilla, situacin que, como se pudo constatar, por
lo general se da cuando el joven tiene alrededor de 15 aos.
Siguiendo con el orden de variables presentado en la Tabla 5,
el ndice de victimizacin vara significativamente en funcin de
la situacin laboral del pandillero; ms especficamente, entre
aquellos que no trabajan respecto a aquellos que se encuentran
buscando empleo
48
. No se lograron constatar diferencias de
importancia estadstica entre los ndices de victimizacin de los
que trabajan respecto a los que no lo hacen. Sin embargo, cuando
se combina la situacin laboral con el hecho de ser activo o
calmado, la primera pierde fuerza con respecto al segundo factor.
Es decir, en la estimacin del ndice de victimizacin, el hecho de
estar activo o calmado pesa ms que la situacin laboral del joven
o, incluso, la interaccin que pueda haber entre estas variables
49
.
De hecho, el encontrarse activo es un factor que prob marcar
una diferencia: es precisamente el grupo de pandilleros activos el
que se ve ms victimizado en comparacin con los que se
encuentran calmados. Dada la dinmica de violencia de la
pandilla, este tipo de conclusin no es nada sorprendente, ya que
el joven que est activo no slo ejerce violencia hacia otros, sino
que se encuentra en constante riesgo de sufrir cualquier tipo de
agresin, usualmente a manos de otros pandilleros.
47. t (331) = 2.47, p <.014
48. F (2, 920) = 5.335, p <.005
49. F (1, 917) = 14.270, p<.0001 para situacin dentro de la pandilla, F (2,
917) = .397, n.s. para situacin laboral y F (2, 917) = 1.500, n.s. para
interaccin entre las variables.
Los resultados del estudio
89
Grfico 13
Finalmente, el ndice de victimizacin es mayor entre aquellos
que tienen algn nivel de primaria (

x = 2.7, s = 1.3) respecto a
aquellos que han cursado bachillerato o ms (

x = 2.3, s = 1.4)
50
.
Sin embargo, esta diferencia pareciera estar vinculada tambin
con el hecho de encontrarse activo o calmado: la proporcin de
jvenes con niveles educativos superiores es mayor entre aquellos
que se encuentran calmados, en comparacin con el grupo de
pandilleros activos. Entre estos ltimos, los niveles de educacin
tienden a ser ms bajos: concretamente, slo el 28.1 por ciento de
los pandilleros activos han cursado algn nivel de bachillerato,
en contraste con el 59.6 por ciento de calmados que cuentan con
este nivel educativo
51
. De ah que el hecho de que los pandilleros
con un nivel educativo bajo tengan un ndice de victimizacin
ms alto, pueda estar ligado al estilo de vida que llevan como
miembros activos de la pandilla, mientras que para quienes tienen
un mayor nivel educativo, el hecho de encontrarse calmado en
la actualidad sea lo que marca la diferencia.
50. F (3, 919) = 5.172, p<.002
51.
2
(3, n=935) = 41.783, p<.0001
Accin violenta sufrida por los pandilleros
al menos en una ocasin durante el ao
anterior segn sexo (en porcentajes)
93. 2
64. 1
34. 9
24. 2
2. 1
29. 2
58. 7
41. 6
48. 8
59. 0
94. 4
67. 3
Golpes Lesin
arma
blanca
Lesin
arma
fuego
Hurto Robo Violacin
Hombres Mujeres
Barrio adentro
90
Por su parte, la religin fue una variable ms que perdi peso
al interactuar con el hecho de ser activo o calmado
52
, precisa-
mente por las razones especificadas en el apartado anterior: una
de las situaciones que lleva a un pandillero a calmarse es,
precisamente, el profesar una religin, sobre todo la evanglica.
De ah que la reduccin en el nivel de agresividad y concomitante
victimizacin sea ms debida a su situacin de encontrarse
calmado, que al hecho de pertenecer a una religin en concreto.
En cuanto a las variables relacionadas con la estructura familiar,
el ndice de victimizacin vara en forma inversamente proporcional
al tipo de relacin que el pandillero tena con su familia o persona
que lo cri: aquellos que dijeron llevarse muy mal o mal con su
familia son los que, en la actualidad, presentan los ndices de
victimizacin ms elevados (

x = 2.9, s = 1.5 y

x = 2.7, s = 1.4 res-
pectivamente). En la misma lnea, el ndice de victimizacin callejera
ms alto se encontr entre aquellos jvenes que fueron corregidos o
castigados con golpes casi todos los das, en contraste con aquellos
que dijeron que esto no les haba sucedido nunca o slo en muy
pocas ocasiones
53
. Al respecto, son las pandilleras las que, en una
proporcin significativamente mayor que los hombres, manifestaron
haber experimentado estos hechos: tres de cada diez fueron
castigadas con golpes casi todos los das, mientras que slo el 17.9
por ciento de los pandilleros expres haber tenido esa experiencia.
Por otro lado, quienes aceptaron haber sido vctimas de vio-
lencia en su casa presentan ndices de victimizacin ms elevados
(

x = 2.7, s = 1.5), en comparacin con los que no sufrieron violencia
fsica o verbal en su hogar (

x = 2.2, s = 1.3)
54
(ver Grfico 14). En
general, lo que se pudo determinar, a partir de esta variable, es
que, nuevamente, las mujeres son las que denuncian este hecho
en una proporcin ms elevada que los hombres: al menos siete de
cada diez pandilleras el 72.8 por ciento fueron objeto de violencia
fsica o verbal en el seno de sus hogares, lo cual fue informado slo
por el 62 por ciento de los pandilleros. Algo parecido sucede en el
52. F (1, 917) = 8.693, p<.003 para la variable situacin dentro de la pandilla,
F (2, 917) = .613, n.s. para religin.
53. F (4, 916) = 7.615, p<.0001
54. F(1, 909) = 32.568, p<.0001
Los resultados del estudio
91
caso de la exposicin a la violencia, puesto que quienes fueron
testigos del ejercicio de la misma hacia alguna persona dentro del
hogar, son los que presentan un ndice de victimizacin ms elevado
(ver Grfico 14), en contraste con aquellos que no tuvieron esta
vivencia
55
. Nuevamente, las mujeres fueron las que manifestaron
haber sido testigos de violencia intrafamiliar en una proporcin
significativamente ms elevada que los hombres
2
(1, n = 908) =
6.112, p<.013.
Grfico 14
En cuanto a la persona que ejerci violencia fsica o psicolgica
al joven dentro del hogar, el padre de familia es la figura ms
frecuentemente denunciada por los pandilleros. A ste le sigue la
madre de familia, los tos o las tas y una proporcin menor que
acusa tanto a su padre como a su madre de los episodios de
victimizacin vividos (ver Grfico 5). En esto, la variable gnero
volvi a marcar una diferencia
56
: al menos una de cada tres
pandilleras confes que la madre es la que con ms frecuencia ha
ejercido algn tipo de violencia sobre ella, seguido del 16.5 por
55. F(1, 895) = 25.147, p<.0001
56.
2
(7, n=589) = 36.306, p<.0001
2. 8
2. 3
2. 7
2. 2
Testigo de violencia Vctima de violencia
Indice de victimizacin pandilleril segn
victimizacin y exposicin a la violencia
dentro del hogar
Si No
Barrio adentro
92
57. F (1, 924) = 19.849, p<.0001
58. Pearson = 0.14, p<.0001 para cocana, Pearson = 0.10, p<.005 para crack
y Pearson = 0.11, p<.001 para el total de drogas ilegales.
ciento que acusa a ambos progenitores de los episodios de
violencia vividos. Mientras que en el caso de los hombres, el padre
de familia es quien ha ejercido algn tipo de violencia sobre el joven
con mayor frecuencia, seguido de una proporcin significativamente
menor de pandilleros que acusa a su (s) to (s) o a su madre de prota-
gonizar episodios de victimizacin (ver Grfico 15).
Grfico 15
En cuanto al consumo de drogas o alcohol, quienes consumieron
algn tipo de droga durante los 30 das anteriores a la encuesta
tuvieron un ndice de victimizacin ms elevado (

x = 2.6, s = 1.5) ,
en comparacin con aquellos que no la consumieron (

x = 2.0, s =
1.1)
57
. Al respecto se pudo determinar que la victimizacin se
encuentra relacionada sobre todo con el consumo de ciertas drogas
ilegales, especficamente la cocana y el crack
58
. Es decir, las drogas
que se encuentran asociadas con el ndice de victimizacin son
aquellas que tienen el potencial de excitar a la persona, con lo cual
las probabilidades de incurrir en conductas de tipo agresivo tienden
a incrementarse (Pearson = 0.25, p<.0001). De hecho, el consumo de
este tipo de sustancias se encuentra relacionado tambin, en forma
directa, con el ndice de violencia criminal (Pearson = 0.19, p<.01
Familiar que ejerci violencia fsica o psicolgica
en el hogar segn sexo (en porcentajes)
5. 7
20. 0
4. 0
15. 7
33. 0
5. 2
4. 3
6. 1
4. 3
4. 4
3. 2
7. 4
35. 7
19. 6
16. 5
14. 8
Hombres
Mujeres
P a p M a m Padre y
m a d r e
T o s / a s H e r m a -
n o s / a s
P a d r a s t r o /
m a d r a s t r a
O t r o s
f a m i l i a r e s
O t r a s
r e s p u e s t a s
Los resultados del estudio
93
para cocana y Pearson = 0.17, p<.01 para crack). De ah que la
elevacin de los ndices de victimizacin entre los que consumen
droga sea en cierta medida mediatizada por el tipo de droga
consumida y su involucramiento en acciones que supongan el uso
de la violencia. As, un pandillero activo tendr ms probabilidades
de verse involucrado en diferentes hechos de violencia, en los que
posiblemente se conduzca con un estado alterado de conciencia,
producto del consumo de algn tipo de droga, lo cual le facilitara
convertirse en vctima de parte de otros. Un clculo de anlisis de
varianza univariado muestra que hay una interaccin significativa
entre el hecho de que el pandillero est activo y su consumo de
droga F(1, 922) = 4.970, p<.026. En la misma lnea, aunque la relacin
no es muy robusta, se encontr que el ndice de victimizacin vara
en forma proporcional al ndice de violencia criminal (Pearson =
0.10, p<.002).
Los niveles de victimizacin tambin variaron en funcin del
sexo del consumidor de droga: tanto en los hombres como en las
mujeres, este ndice aumenta cuando se ha consumido droga
59
; sin
embargo, existe un incremento ms dramtico cuando es la mujer
quien la consume, en comparacin con el hombre (ver Grfico 16).
Grfico 16
59. t (128.2) = 4.300, p<.0001 para los hombres y t (120.6) = 6.308, p<.0001
para las mujeres.
2. 3
1. 9
4. 2
2. 3
Hombres Mujeres
Indice de victimizacin pandilleril
segn consumo de droga y sexo
Consume
No consume
Barrio adentro
94
Finalmente, el hecho de portar o no un arma a nivel general
no marc diferencias de significancia estadstica entre la
victimizacin experimentada por los pandilleros t (910) = 1.540,
n.s. No obstante, las variaciones se aprecian segn el tipo de arma
que portan: el ndice de victimizacin ms alto se encuentra entre
aquellos que portaron arma blanca, seguido de los que dispusieron
de explosivos y los que portaron un arma de fuego (ver Tabla 6).
Las diferencias de significancia estadstica se dan entre estos ltimos,
los que portaron arma hechiza y los que cargaban arma blanca.
Tabla 6
Medias en ndice de victimizacin,
segn arma portada por los pandilleros
Tipo de arma Media Desviacin estndar n
Arma blanca 3.0* 1.8 162
Explosivo 2.5 1.1 73
Pistola 2.4* 1.2 236
Arma hechiza 2.4* 1.3 126
Rifle 2.2 1.1 25
Total 2.6 1.4 622
* p<.05
Si se toma en cuenta el hecho de que las armas portadas con
mayor frecuencia por los pandilleros (pistolas, arma blanca o arma
hechiza) son las que se encuentran asociadas con un mayor ndice
de victimizacin, se puede deducir que la probabilidad de que un
pandillero se convierta en vctima de una agresin con un arma
se incrementa y, con ella, la probabilidad de que esta lesin tenga
un desenlace fatal.
En cuanto a las caractersticas que tuvieron esos episodios de
victimizacin, casi la mitad de la muestra inform haber sido
victimizada a manos de un miembro de la pandilla rival (el 48.7
por ciento). Este hecho conlleva la posibilidad de que el pandillero
resulte herido con el mismo tipo de arma que l porta; adems,
tres de cada diez jvenes denunciaron haber sufrido agresiones
por parte de los miembros de la Polica Nacional Civil; el 10.6 por
ciento seal haberla expermitado de un particular y el 6.6 por
Los resultados del estudio
95
ciento declar que los mismos homeboys, o compaeros de pandilla,
los haba agraviado. Estas proporciones variaron, segn el sexo y
la situacin del pandillero al interior del grupo.
En cuanto al sexo, los hombres sealaron haber sido victi-
mizados con mayor frecuencia a manos de la pandilla rival y de
miembros de la polica. El grupo de mujeres tambin seal, en
un 47.8 por ciento de los casos, a los miembros de la pandilla rival.
Sin embargo, al menos una de cada cinco pandilleras manifest
haber sido victimizada a manos de los miembros de su propia pan-
dilla, seguido del 13.8 por ciento que refiere que fue la polica (ver
Grfico 17). Por otro lado, en relacin con la situacin del joven en la
pandilla, la mitad de los activos fue victimizada a manos de la
pandilla rival, seguido del 33.5 por ciento que acus a miembros de
la polica y el 7.7 por ciento que acus a personas particulares. En
contraste, en el grupo de calmados, al menos cuatro de cada diez
fueron victimizados por una persona particular, el 34.2 por ciento
por miembros de la pandilla rival y slo el 10.1 por ciento acus a
miembros de la polica.
Grfico 17
La mayora de estas agresiones tuvieron como escenario la va
pblica. En trminos generales, dos de cada cinco jvenes fueron
Persona o grupo de quienes los jovenes
recibieron la agresin segn sexo (en
porcentajes)
48. 9
35. 1
13. 8
19. 5
1. 9
10. 0
3. 9
1. 3 0. 8
47. 8
13. 8
3. 1
Pandilla rival PNC Persona
parti cul ar
Homeboys/
misma
pandilla
Otras
respuestas
No responde
Hombres Mujeres
Barrio adentro
96
agredidos en su colonia o barrio, una tercera parte de la muestra
conformada en gran medida por pandilleros calmados refiri que
haba sido en la calle, el 9.5 por ciento manifest que en el barrio de
la pandilla rival, el 6.6 por ciento expres que en el bus, el 5.3 por
ciento, en una parada de buses, y el resto se dividi en otro tipo de
respuesta.
En cuanto al da de la semana en que ocurri el hecho, lo que
puede apuntarse es que no hay diferencias de importancia
estadstica en el ndice de victimizacin, en funcin del da en
que se sufri la agresin. Tampoco puede apuntarse que la
variacin de las proporciones entre los diferentes das sea muy
dramtica, de hecho, el sbado fue el da mencionado con mayor
frecuencia; sin embargo, esto es en el caso del 15.6 por ciento del
total de jvenes entrevistados. El da mencionado con menos
frecuencia fue el jueves, en un 8.9 por ciento de los casos; el resto
de das de la semana se mencionan con una frecuencia bastante
similar. Finalmente, segn los datos, los episodios de victimizacin
parecen haber tenido lugar con ms frecuencia despus del medio
da, especficamente durante el lapso de las doce meridiano (12:00
p.m.) a las seis de la tarde (43.1 por ciento), seguido del perodo
que oscila entre las dieciocho horas y un minuto y la medianoche,
para el 34 por ciento de la muestra (ver Grfico 18).
Grfico 18
Hora durante la cual el pandillero
fue victimizado
2. 9%
20. 0%
43. 1%
34. 0%
12:00 - 6:00 6:01 - 12:00m 12:01 - 18:00 18:01 - 23:59
Los resultados del estudio
97
3.4. El modelo general del ndice de violencia criminal
Una vez indicadas aquellas variables que pueden tener relacin
con la intensidad con que el pandillero se conduce en forma
violenta, un siguiente paso es determinar si estas variables siguen
teniendo un impacto estadsticamente significativo, como parte
de un modelo general explicativo. Las variables incluidas en dicho
modelo pretendan conocer diferentes situaciones o las
caractersticas de esta poblacin, que pudieran aclarar las vas a
travs de las cuales un joven puede llegar a ejercer violencia de
tipo criminal hacia otros.
Las variables que conforman el modelo son once en total, de
las cuales dos hacen referencia a caractersticas sociodemogrficas
del pandillero: el hecho de ser hombre o mujer y su situacin
laboral. Por otro lado, tres variables provienen del apartado que
daba cuenta de la estructura familiar del pandillero: el hecho de
haber sido vctima de violencia fsica o verbal a manos de alguna
persona dentro de su hogar, el tener un familiar que ha cometido
un delito penado o no por la ley y la frecuencia con que lo
golpeaban para corregirlo o castigarlo. Las seis variables restantes
tienen relacin con la historia de pertenencia a la pandilla: la
calidad de su actividad como miembro del grupo, el portar o no
un arma en la actualidad, el hecho de haberse encontrado bajo el
efecto de algn tipo de droga al cometer el ltimo episodio de
violencia, el haber estado en la crcel o algn centro de
reeducacin, la frecuencia de consumo de alcohol y la frecuencia
de consumo de alguna o una combinacin de las diferentes drogas
ilegales presentadas en el cuestionario
60
.
El clculo de una regresin lineal mltiple indic que la
interaccin de algunas de las once variables, incluidas en el
modelo, explica el 24 por ciento de la variabilidad de los resultados
del ndice de violencia criminal para la muestra total. En otras
palabras, para el total de pandilleros entrevistados, el hecho de
encontrarse activo dentro de la pandilla, de haber estado en una
crcel o centro de reeducacin, de encontrarse bajo el efecto de
60. Entre estas drogas se encuentran la marihuana, la cocana, el crack, la pega y
otros.
Barrio adentro
98
una o varias drogas al momento de cometer el ltimo hecho de
violencia en el que se vio involucrado, el ser hombre, el consumir
alcohol en forma frecuente y el haber sido vctima de violencia dentro
del hogar son los predictores que explican, al menos en un 24 por
ciento, la variabilidad de los puntajes obtenidos en el ndice de
violencia criminal [F(7, 734) = 34.478, p<.0001, R
2
= 0.24] ver Tabla 7.
Tabla 7
Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple
por el mtodo de pasos sucesivos para once variables
sobre los puntajes del ndice de violencia criminal
para el total de el muestra
Variable
61
Error estndar Sig.
Constante .213 .305 .486
Activo .283 .250 .0001
Preso .177 .138 .0001
Drogado .177 .115 .0001
Ser hombre .131 .164 .0001
Alcohol .085 .051 .015
Vctima .069 .120 .040
R
2
= 0.24
La tabla 7 muestra aquellas variables que, segn el clculo de
regresin realizado, demostraron tener un impacto significativo
en trminos estadsticos en la variabilidad de los puntajes
del ndice de violencia criminal. As, de un total de 11 variables
incluidas en el modelo, slo esas seis probaron ser estadsticamente
significativas: el hecho de encontrarse activo dentro de la pandilla
(activo), el haber estado en la crcel o en un centro de reeducacin
(preso), el hecho de haberse encontrado bajo el efecto de una o
varias drogas al momento de realizar el ltimo acto de violencia
(drogado), la condicin de ser hombre, la frecuencia con que la
persona consumi alcohol durante el mes anterior al sondeo
(alcohol) y el hecho de haber sido victimizado dentro del hogar
(vctima). El resto de variables perdi significancia estadstica, lo
61. Coeficiente estandarizado (Beta).
Los resultados del estudio
99
cual sugiere que su interaccin con el ejercicio de la violencia se
establece a travs de las variables del modelo que tienen ms peso.
Para el total de la muestra, el estar activo dentro de la pandilla
es el factor que explica con mayor fuerza la variabilidad de las
puntuaciones en la escala. Esto confirma las aseveraciones
realizadas al momento de analizar los resultados del ndice de
violencia criminal, en funcin de las diferentes variables en forma
aislada, en donde el efecto de algunas (entre las que se encuentran
la religin y la situacin laboral) se encuentra mediatizado por la
situacin del joven dentro de la pandilla. De hecho, clculos
preliminares sugieren que este factor, por s mismo bajo el
supuesto que fuera lo nico que actuara sobre los puntajes de la
escala de violencia, podra, en teora, explicar hasta un 15 por
ciento de la variabilidad de los resultados de dicha escala para el
total de la muestra [F(1, 916) = 159.374, p<.0001, R
2
= 0.148].
Por otro lado, el hecho de haber estado preso es otra de las
variables que explican, en gran medida, la variabilidad en los
puntajes de la escala de violencia criminal. Al menos siete de cada
diez pandilleros confesaron haber estado en prisin, cumpliendo
penas que iban desde el hurto, sin violencia fsica, hasta el robo
con lesiones a otros, y el homicidio, en el peor de los casos. Al
hecho de ser un ex convicto o al menos haber estado en un centro
de reeducacin para menores de edad le sigue el consumo de
drogas. El clculo de eta cuadrado indica que, bajo el supuesto
que esta variable incidiera en forma directa y aislada en la conducta
violenta de los pandilleros, el actuar bajo el efecto de algn tipo
de droga podra explicar al menos el 9 por ciento de la variabilidad
en los puntajes de esta escala para el total de la muestra (R
2
=
0.094). Esto significa que el hecho de estar bajo el efecto de una o
varias sustancias tiene un impacto decisivo en la frecuencia y
gravedad de acciones violentas y delictivas, ejecutadas por los
pandilleros. No obstante, hay que tomar en cuenta que esta
proporcin de explicacin de la varianza de la escala de violencia
tiende a disminuir, como producto de la interaccin de sta con
otras variables, tanto aquellas incluidas en el modelo como otras
que no se pudieron identificar. En otras palabras, aunque cada
una de las variables se retoman por separado con fines de claridad
en el anlisis, es preciso tener en cuenta que cada una interacta
en forma simultnea con el resto; que sus efectos tienden a
Barrio adentro
100
solaparse y que, en consecuencia, la intensidad o frecuencia con
que los pandilleros se han conducido en forma violenta, no puede
ser explicada si no se toma en cuenta la interaccin de los diferentes
factores en su conjunto.
En la misma lnea, la frecuencia con que el pandillero consumi
alcohol en el mes anterior al sondeo y la condicin de ser hombre,
fueron variables del modelo que probaron su poder predictivo en
lo que respecta a los puntajes del ndice de violencia criminal.
ndices elevados de violencia se explican, en gran medida, por el
hecho de que la persona que lleva a cabo dichos actos sea un
consumidor rutinario y frecuente de alcohol. En trminos
generales, los pandilleros consumieron alcohol con ms frecuencia
que sus compaeras, as como tambin fueron los que tuvieron
puntuaciones ms altas en el ndice de violencia criminal. De ah
que la interaccin entre consumo de droga en este caso el
alcohol, el ser hombre y la ocurrencia reiterada de diferentes
acciones violentas quede evidenciada. Finalmente, la variabilidad
de los puntajes en el ndice de violencia criminal puede explicarse,
aunque con un poder predictivo menor, por el hecho de haber
sido vctima de violencia fsica o psicolgica dentro del hogar.
Para el modelo explicativo general, las variables que
permitiran tener conocimiento sobre la portacin de armas de
cualquier tipo, la situacin laboral del entrevistado, la frecuencia
con que lo golpeaban para corregirlo, el hecho de tener un familiar
que cometi algn delito y la frecuencia con que consumi alguna
o una combinacin de drogas ilegales quedaron fuera, por no
poder mantenerse con la robustez necesaria para ser consideradas
predictores estadsticamente significativos. Y es que la relacin
de estas variables con la conducta violenta de los pandilleros
parece darse a travs de la interaccin con aquellas que son ms
significativas, en especial, con el hecho de estar activo en la
pandilla. El ejemplo ms ilustrativo de esto es la portacin de
armas: contrario a lo esperado
62
, esta variable perdi fuerza al
interactuar con la condicin de ser hombre, pero sobre todo con
el hecho de estar activo dentro de la pandilla, puesto que aquellos
62. Puesto que esta variable, segn el clculo de eta cuadrado, sera capaz
de explicar el 13 por ciento de la varianza de los puntajes del ndice de
violencia criminal [F (1, 902) = 135.681, p<.0001, R
2
= .131).
Los resultados del estudio
101
jvenes que cumplen con estas condiciones son los que usualmente
portan armas.
Por otro lado, la situacin laboral del joven se ve determinada,
hasta cierto punto, por su nivel de actividad dentro de la pandilla.
Ya en el apartado anterior se haca alusin a esto y se indicaba
que el ndice de violencia criminal variaba, en funcin de la
condicin del joven al interior de su pandilla, y no as frente a la
situacin laboral de la persona o de la interaccin de este factor
con el primero. En tanto, el consumo de drogas ilegales es otra
variable que cede ante el peso del resto de variables ms
significativas, sobre todo ante el consumo de alcohol. Esto indica
que el efecto de la portacin de armas, el consumo de drogas
ilegales y la situacin laboral se canalizan a travs del hecho de
ser un miembro activo, lo que, a su vez, evidencia que la dinmica
de la pandilla que posibilita la comisin de hechos delictivos,
el uso de la violencia, las armas, las drogas y el alcohol como una
forma de ser miembro del grupo es el factor que modula las
expresiones de violencia de estos jvenes. Mientras tanto, las
variables de tipo familiar (frecuencia con que golpeaban al joven
para corregirlo y el tener un familiar delincuente) tienden a ceder
ante el peso del resto de factores del modelo.
Como se mencion anteriormente, este modelo general es una
propuesta explicativa de los elementos que pueden incidir en la
expresin de conductas delictivas violentas de parte de los
pandilleros. Sin embargo, las variables que explican con mayor
fuerza la conducta violenta no son las mismas para hombres y
mujeres. Esto se logr constatar a travs del clculo de regresin
lineal mltiple para hombres y mujeres por separado, incluyendo
todas las variables que se tomaron en cuenta en el modelo general.
Para el caso de los pandilleros, las variables que demostraron ser
estadsticamente significativas son las mismas que en el modelo
general: el hecho de estar activo dentro de la pandilla, el haber
estado en la crcel o en el centro de rehabilitacin, el haberse
encontrado bajo los efectos de alguna droga o combinacin de
sustancias al momento de realizar la accin violenta, la frecuencia
elevada en el consumo de alcohol y el haber sido vctima de
violencia fsica o verbal dentro del hogar (ver Tabla 8).
Barrio adentro
102
Tabla 8
Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por el
mtodo de pasos sucesivos para once variables sobre los
puntajes del ndice de violencia criminal de los pandilleros
hombres
Variable Error estndar Sig.
Constante .562 .312 .072
Activo .325 .262 .0001
Preso .209 .157 .0001
Drogado .157 .124 .0001
Alcohol .101 .054 .006
Vctima .080 .126 .024
R
2
= 0.216
Estas variables, en su conjunto, explican por lo menos el 20
por ciento de la variabilidad en las puntuaciones del ndice de
violencia criminal, en el caso de los pandilleros [F(5, 629) = 35.837,
p<.0001; R
2
= 0.216]. En el caso de las mujeres, las variables que se
mantuvieron con la fuerza suficiente para explicar casi el 20 por
ciento de la variabilidad de los resultados fueron tres: el haber
estado bajo la influencia de alguna droga al momento de ejecutar
el delito o accin violenta (drogado), el elevado consumo de drogas
ilegales marihuana, cocana, crack o pega (ilegales) y el haber
tenido o tener un familiar con historia de comisin de uno o varios
delitos (delincuente) (ver Tabla 9).
Tabla 9
Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por el
mtodo de pasos sucesivos para once variables sobre los
puntajes del ndice de violencia criminal de las pandilleras
Variable Error estndar Sig.
Constante 2.501 .240 .0001
Drogado .243 .283 .010
Ilegales .240 .047 .008
Delincuente .188 .245 .045
R
2
= 0.182
Los resultados del estudio
103
En otras palabras, la comisin de acciones violentas de tipo
delictivo, por parte de las mujeres, no parece estar influenciada
por el hecho de que se encuentren activas en la pandilla, o al
menos, no con la fuerza con que se da esta relacin en el caso de
los hombres. Tampoco el haber estado en prisin, haber sido vc-
tima de violencia en el hogar o ser consumidoras rutinarias de
alcohol son variables que inciden, en forma significativa, en la
variabilidad de los puntajes de la escala. Lo que s influye, en gran
medida, es el hecho de estar bajo el efecto de alguna o
combinaciones de varias sustancias legales e ilegales, por lo
cual, las acciones violentas tienden a incrementarse en frecuencia
y letalidad. El permanecer drogadas es producto del consumo
frecuente de drogas ilegales, y, por su mismo carcter de
ilegitimidad, el o la adicta tienden a exponerse, a su vez, a los
peligros que supone su adquisicin; lo cual no excluye que su
cercana con la droga las convierta en traficantes o delincuentes,
por lo que el ndice de violencia criminal tiende a incrementarse.
En general, lo que este resultado indica es que la adiccin que
muchas mujeres pueden tener a algn tipo de droga sobre todo
si sta es ilegal, altera en forma significativa la conducta y las
formas de interrelacin de estas jvenes. Nuevamente, se constata
que uno de los elementos medulares de la dinmica de la pandilla
se convierte en uno de las componentes que explica, en gran
medida, que las jvenes acten en forma violenta. Por otra parte,
aunque en uno proporcin y fuerza menores, el hecho de tener
un familiar con historial de comisin de delito, tambin explica la
variabilidad de los resultados del ndice de violencia criminal, en
el caso de las pandilleras.
3.5. El modelo general del ndice de victimizacin
Para efectuar el clculo de regresin lineal mltiple se incluyeron
las mismas once variables que en el modelo general del ndice de
violencia criminal. De ellas, slo cinco se mantuvieron con la
robustez suficiente para poder incluirlas en el modelo explicativo
general: el sexo de la persona (sexo), el alto consumo de drogas
ilegales (ilegales), el permanecer activo en la pandilla (activo), el
encontrarse laborando (trabaja) y el haber recibido golpes en el
Barrio adentro
104
hogar como va de correccin (golpear). La interaccin de estas
cinco variables explica un 25 por ciento de la variabilidad de los
resultados del ndice de victimizacin, para el total de la muestra
(ver Tabla 10).
Tabla 10
Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por el
mtodo de pasos sucesivos para once variables, sobre los
puntajes del ndice de victimizacin para el total de la muestra
Variable Error estndar Sig.
Constante 2.913 .241 .0001
Sexo -.467 .130 .0001
Ilegales .126 .018 .0001
Activo .120 .208 .0001
Trabaja .114 .126 .001
Golpear .106 .034 .001
R
2
= 0.25
Anteriormente se mencionaba que los resultados del sondeo
apuntan a que las vctimas ms frecuentes de la violencia
pandilleril sobre todo de aquellos hechos que pueden tener
consecuencias funestas para la vctima son los mismos jvenes
que integran las diferentes pandillas. Sin embargo, los puntajes
del ndice de victimizacin se explican, en gran parte, por el hecho
de que la vctima sea mujer: las pandilleras son las que,
proporcionalmente, reportan ndices ms altos de victimizacin,
en comparacin con los miembros del sexo masculino. Esto no
quiere decir que los hombres no sean victimizados, sino que lo
son a travs de vas cualitativamente distintas a las mujeres: los
hombres se convierten en vctimas de lesiones por arma de fuego
en una proporcin sustancialmente mayor que la de las mujeres.
Por otra parte, stas se ven victimizadas por la violacin sexual,
el robo con agresin fsica y el hurto. De hecho, el signo negativo
en el coeficiente estandarizado beta () sugiere, precisamente, que
la condicin de ser mujer es lo que marca la diferencia en los
puntajes del ndice de victimizacin.
Los resultados del estudio
105
El alto consumo de drogas ilegales se constituye, nuevamente,
en una variable que explica la victimizacin sufrida por los
pandilleros. Esto cobra sentido si se trae a cuenta que un alto
consumo de drogas ilegales entre ellas, algunas de alto poder
adictivo, como la cocana y el crack se vincula con altos niveles
de victimizacin. Como se explic anteriormente, la agresividad
de muchos pandilleros puede explicarse, en parte, por el hecho
de estar bajo la influencia de alguna droga. En este sentido, no se
puede sino esperar que el pandillero, en la medida en que recurra
a la violencia bajo el efecto de algn tipo de droga, comprometa
de forma consciente o inconsciente su propio bienestar, por
lo que las probabilidades de convertirse en vctima aumentan en
forma dramtica. De la misma forma, el estar activo en la pandilla
no slo compromete al pandillero a conducirse en forma violenta,
sino que se constituye en una va directa para convertirse en
vctima, sobre todo a manos de otros jvenes pandilleros.
Curiosamente, aquellos pandilleros que se encuentran
trabajando son los que, proporcionalmente, tienen un ndice de
victimizacin ms alto; por otra parte, el hecho de haber sido
golpeado con bastante frecuencia en el hogar, como mtodo
correctivo, result ser un predictor ms de la posibilidad de ser
victimizado. El efecto de esta variable puede explicarse tambin
por el hecho de que son las pandilleras las que denuncian con
mayor reiteracin los diferentes actos de violencia cometidos hacia
ellas, tanto dentro como fuera del hogar. Por lo tanto, los datos
que sugieren elevada frecuencia de golpes recibidos como castigo
estn ms relacionados con la victimizacin denunciada por las
mujeres.
Partiendo de la premisa de que los episodios de victimizacin
pueden explicarse a travs de diferentes vas en hombres y
mujeres, en el modelo se incluyeron diez de las once variables
mencionadas con anterioridad, y se realiz el clculo de regresin
lineal mltiple, segn el sexo de la persona entrevistada. Para el
caso de los hombres, cinco son los factores que, al interactuar entre
s, tienen la facultad de explicar la variabilidad de los resultados
del ndice de victimizacin, por lo menos en un 7 por ciento (ver
Tabla 11).
Barrio adentro
106
Tabla 11
Resumen de anlisis de regresin lineal mltiple por el
mtodo de pasos sucesivos para diez variables, sobre
los puntajes del ndice de victimizacin de los pandilleros
hombres
Variable Error estndar Sig.
Constante 1.465 .209 .0001
Activo .151 .188 .0001
Vctima .141 .089 .0001
Ilegales .115 .016 .006
Trabaja .097 .109 .013
Alcohol -.100 .037 .012
R
2
= 0.067
Se observa cmo el hecho de estar activo dentro de la pandilla
se convierte en el predictor ms importante de los episodios de
victimizacin sufridos por los hombres. A esta cualidad le sigue
el hecho de haber sido victimizados en el hogar: aquellos que
reportaron haber sido vctimas de violencia en su hogar, han sido
victimizados con mayor intensidad en otros escenarios. En el caso
de los hombres, el consumo de drogas tiene un efecto singular en
la intensidad con que estos jvenes son victimizados: mientras
que el consumo frecuente de drogas ilegales se encuentra asociado
a la intensidad de las agresiones recibidas, aquellos que consumen
alcohol en forma frecuente son los que presentan los ndices de
victimizacin ms bajos. Finalmente, la quinta variable que se
sostuvo con la robustez necesaria fue la relacionada con la
situacin laboral del pandillero, lo que confirma que aquellos que
poseen un empleo, tienen mayores probabilidades de convertirse
en vctimas de violencia, aunque probablemente de tipo
delincuencial.
En el caso de las pandilleras, los datos arrojan un resultado
contundente: el alto consumo de alcohol es el nico factor entre
las diez variables que incluye el modelo propuesto que explica,
casi en un 20 por ciento, la variabilidad de los resultados del ndice
de victimizacin (ver Tabla 12).
Los resultados del estudio
107
Tabla 12
Resumen de anlisis de regresin lineal multiple por el
mtodo de pasos sucesivos para diez variables sobre los
puntajes del ndice de victimizacin de las pandilleras
Variable Error estndar Sig.
Constante 2.173 .419 .0001
Alcohol .451 .172 .0001
R
2
= 0.196
Esto no significa que el consumo de alcohol sea la causa o el
nico factor que puede explicar la victimizacin en las mujeres.
Lo que indica es que el consumo de alcohol, ms que el hecho de
estar activas, el consumo de drogas ilegales, la situacin laboral o
la victimizacin en el hogar pueden ilustrar la forma en que las
pandilleras se convierten en vctimas de diferentes acciones
violentas.




IV. DISCUSION

Este nuevo acercamiento al fenmeno de las pandillas ha permitido
contrastar y confirmar algunos aspectos que ya se perfilaban hace
cinco aos, cuando se realiz el primer estudio con pandilleros del
rea Metropolitana de San Salvador. Ello ha permitido establecer que
-si bien ciertos aspectos se mantienen en el tiempo algunos
elementos que caracterizan la dinmica de las pandillas y que se
relacionan con la violencia recibida y ejercida por sus miembros, as
como con el consumo de sustancias, se han incrementado y, en
consecuencia, han empeorado la situacin en trminos del peligro
para la salud y la supervivencia de estos jvenes. A continuacin se
analizarn con mayor detenimiento las implicaciones de los
resultados obtenidos, profundizando en aquellos aspectos que, con
base en los resultados, han probado ser relevantes para la
comprensin de las diferentes vas, a travs de las cuales esta
problemtica se ha ido agravando. De ah que esta discusin se
articule sobre la base de tres ejes fundamentales: las concepciones que
sustentan el ingreso a la pandilla y el carcter de su actividad, el
consumo de drogas legales e ilegales y el uso de la violencia como
medio de defensa, relacin y reaccin frente al medio.

En cuanto al primer elemento, un aspecto que amerita una
discusin ms detenida es el tipo de argumentacin que sustenta y
explica el ingreso de los jvenes a las pandillas. Al respecto, y frente a
los postulados tericos que sugieren que los jvenes ingresan a la
pandilla por un comportamiento antisocial, previo o aprendido
durante su permanencia en la misma (Lahey y otros, 1999), este
estudio ha evidenciado que esta lnea de argumentacin, si bien se
aplica en algunos casos, es insuficiente para explicar el ingreso de
stos a las pandillas. La dinmica de ingreso y el mantenimiento en la
pandilla no funciona de forma tan lineal o, al menos, tan determinista;
Barrio adentro

110
sobre todo si se est inmerso en un contexto que de suyo es bastante
hostil e insano para sus habitantes, como es el caso de la sociedad
salvadorea. A pesar de esto, no cualquier joven que rene
determinado tipo de caractersticas ingresa a la pandilla callejera. De
ah que el conjunto de postulados tericos que pretenden explicar las
razones que pueden llevar a que un joven ingrese a la pandilla,
centrados ya sea en aspectos de la subjetividad del joven o en
variables de su personalidad, pueden ser de utilidad en la medida
que brindan elementos a considerar en una posible propuesta
explicativa.

No obstante, este tipo de aproximaciones tienen sus limitantes,
precisamente en el nfasis que ponen en la individualidad, sobre todo
en la antisocialidad del joven o del grupo por encima de la
importancia que pueden tener los factores macro del mbito en el que
ste se desarrolla. Y es que el enfoque que enfatiza la antisocialidad
de un grupo o la disfuncionalidad de un sector, puede aplicarse en
aquellas sociedades cuya articulacin posibilita y asegura un sano
desarrollo y una adecuada cobertura de necesidades y acceso a
servicios; en una palabra, en aquellas sociedades que posibilitan
bienestar para sus ciudadanos, sobre todo para su niez y juventud.
En el contexto salvadoreo, por el contrario, en el anlisis de este
problema es necesario resaltar aquellos factores de orden
socioestructural que posibilitan que la pandilla se constituya para
muchos en una alternativa viable de supervivencia: pobreza,
marginacin social, ausencia histrica de protagonismo y capacidad
de gestin de la juventud en la bsqueda de soluciones a los
problemas que le aquejan, etc. Y esto es porque precisamente aqu, la
lnea que divide a la disfuncionalidad del grupo de la
disfuncionalidad de la sociedad en la que ste se encuentra inmerso,
comienza a desdibujarse.

Por ello, las hiptesis explicativas derivadas de este estudio parten
de una visin ms integral de las razones por las que, a pesar del
riesgo, los jvenes se ven atrados por la posibilidad de formar parte
de estos grupos. Y frente a esto, el anlisis de los resultados obtenidos
indica que en la decisin de integrarse a una pandilla confluyen
dimensiones tanto de orden personal como contextual. En cuanto a la
Discusin

111
dimensin personal, se parte de la hiptesis que, si bien el ingreso a
una pandilla puede estar fuertemente influenciado por un cmulo de
aspectos de tipo afectivoemocional (amistad, comprensin, sensacin
de pertenencia, curiosidad, etc.), la pertenencia a las pandillas supone
ms tarde o temprano el acceso a cierto tipo de ganancias a las
que, fuera del grupo, no fuera viable acceder. Estas ganancias pueden
ser de tipo econmico, social o incluso simblico, operacionalizadas
entre otros a travs de lo que ellos denominan el vacil, argumento
con el que muchos encierran su deseo de ingresar a la pandilla y,
sobre todo, de permanecer en ella a pesar de las implicaciones que
esto tenga.

Y es que, como se mencion anteriormente, por vacilar se puede
entender prcticamente cualquier cosa. En el argot popular
salvadoreo, es un concepto que hace alusin a la diversin, a la
realizacin de actividades que le brindan a la persona algn tipo de
placer o entretenimiento. En el caso de las pandillas, no obstante, es
un constructo que aglutina diversos tipos de actividades que pueden
ir desde reunirse para charlar, hasta incursionar en un barrio o
territorio contrario con el expreso objetivo de cobrar la vida de uno o
varios miembros de la pandilla rival. En este sentido, esta "diversin"
se canaliza en la mayora de ocasiones a travs de vas violentas, en
las que las repercusiones las sufren miembros del mismo grupo
sobre todo en el caso de las pandilleras, los grupos rivales y terceras
personas. Por otro lado, no siempre se trata de un aspecto meramente
ldico, sino de ganancias importantes, que si se les despojara de su
condicin de pandilleros, no pudieran tener: respeto y poder. En
relacin con esto, tanto Cruz y Portillo (1998) como Santacruz y Cruz
(2000) encontraron que una de las funciones que la pandilla tiene para
muchos es el proveer de poder a sus miembros, expresado en uno de
sus efectos ms evidentes: el respeto, entendido como "el temor o
miedo que las personas o dems grupos sociales experimentan frente
a ellos" (Cruz y Portillo, p. 71). Por su parte, esta concepcin de poder
y respeto que manejan se encuentra ntimamente vinculada a la
intimidacin, al sometimiento del otro y a la violencia como vas para
hacerlo efectivo, y, en la medida que su pertenencia a la pandilla
posibilita el contexto propicio para ejercer violencia, sta les ser de
suma utilidad en la procura de ese respeto de parte de los dems.
Barrio adentro

112
En este sentido, su accionar sobre todo el que hace uso de la
violencia para acceder a determinados fines queda legitimado y
justificado, lo que hace que "se d un proceso dialctico en la
afirmacin y el reforzamiento del poder en la pandilla como grupo y
que se legitime el uso de la violencia en un sentido instrumental"
(ibd., p.71). Sobre todo porque los costos de permanecer en la
pandilla se compensan con los beneficios que sta provee a sus
miembros.

Por esto, no es de extraar que el vacil se constituya, como hace
cinco aos, en la razn que con ms frecuencia aluden los jvenes
como pretexto para ingresar a estos grupos. El anlisis de la
informacin sugiere que este dato podra apuntalar la hiptesis de
que, en el ingreso a la pandilla, las motivaciones relacionadas con los
valores de solidaridad, unin, bsqueda de pertenencia, referencia e
identidad, -si bien de gran importancia para algunos- pueden perder
peso al momento de tomar la decisin de ingresar a la pandilla frente
a las ganancias secundarias que pueden derivarse de su adscripcin
al grupo. Existe la percepcin, de parte de los investigadores, de que
lo que al principio sola llevar a algunos jvenes a ingresar a las
pandillas ha tendido a variar, no tanto porque ahora ms pandilleros
sostengan el argumento del vacil que en el pasado, sino precisamente
porque las motivaciones de tipo emotivosentimental no aparecen
como razones de peso frente a las nuevas posibilidades y ganancias
que antes parecan ser secundarias que la pandilla ofrece: poder,
recursos econmicos, acceso a drogas y alcohol, visibilizacin social y
la posibilidad de justificar sus acciones y sus medios sobre todo los
que conllevan fuertes dosis de violencia hacia otros jvenes o terceras
personas.

Es decir, al margen de proveerles de beneficios materiales
objetivos, su pertenencia a la pandilla les facilita una base ideolgica
que sustenta su accionar, lo justifica y tiene, ademas la funcin de
modular las actitudes y formas de conducirse de sus miembros. En
relacin con esto y dilucidando la incidencia de la presin grupal en
las expresiones de violencia, Moreno (s.f.) plantea que "para que se
den la mayor parte de comportamientos agresivos es preciso que
exista una idea que vincule al individuo al grupo, de forma que se
Discusin

113
justifique ese tipo de comportamientos... la relacin entre vinculacin
al grupo y prctica agresiva es circular. Por un lado, los conflictos
intergrupales aumentan la cohesin interna de los grupos haciendo
que los individuos se sientan ms vinculados a los mismos y por tanto
ms orientados a actuar siguiendo sus normas; por otro lado, el
ejercicio de la violencia por uno o varios de los miembros del grupo,
al ser justificado por su pertenencia al mismo, supone una elevacin
de la dependencia emocional y funcional del individuo, que se ver
abocado a realizar cualquier cosa por aquellos que dan sentido a
acciones que en otro contexto seran inexplicables" (ibd., p. 8).

Uno de los hallazgos que parecen confirmar la hiptesis anterior es
el hecho de que la cantidad de pandilleros que desean permanecer
activos y, con ello, estar expuestos a algunas de las prcticas que
suponen ms riesgo para ellos mismos y la ciudadana- es
sustancialmente mayor ahora que hace cinco aos. Las razones
adjudicadas por los jvenes en relacin con la negativa a calmarse
son un tanto diferentes en funcin del gnero, lo cual se encuentra
relacionado con la funcin diferencial que la pandilla cumple para
hombres y mujeres. Al analizar las tendencias, los argumentos ms
frecuentes entre las pandilleras que no deseaban calmarse fueron dos:
su gusto por vacilar dentro de la pandilla y, en algunos casos, el no
tener un lugar dnde vivir. Se podra hipotetizar que estas jvenes
encuentran en la pandilla no slo una necesaria red de apoyo, sino
tambin la posibilidad de "gozar de mayor libertad" o menos
restricciones respecto a las experimentadas en el seno del hogar, las
cuales se expresan y viven a travs del vacil. Por otro lado, para
muchas, su entrada a la pandilla pudo haber significado la expulsin
de sus hogares y el rechazo de sus familias, por lo que su
permanencia en la misma les es funcional, en tanto pasa de ser un
gusto a ser una necesidad e irnicamente un medio de
subsistencia. En cuanto a los hombres, los tipos de respuesta
muestran una tendencia a permanecer en la pandilla sobre todo por el
vacil y por un sentido de "responsabilidad hacia el grupo", expresado
en afirmaciones que dejan entrever una exigencia respecto a
"responderle" a la pandilla, al barrio, al resto de homies.

Barrio adentro

114
No obstante las puntualizaciones anteriores, entre las
argumentaciones ms frecuentes que sustentan la negativa de adoptar
una forma alternativa de ser pandillero resaltan los beneficios que la
pandilla y la "vida loca" dentro de ella ofrece, expresados en
respuestas que reflejan cierta "sensacin de bienestar", de control
sobre lo que les sucede o lo que hacen y, sobre todo, la posibilidad de
vacilar con todas las implicaciones que esto tiene. El problema es
que en el vacil se cristalizan esas ganancias que provee la pandilla, y
que van ms all de los valores positivos que en su seno se puedan
promover. Una hiptesis que se ha desprendido de esto y que
obviamente tendra que ser puesta a prueba cuestiona si a la base
de la importancia otorgada al vacil, como forma de estar en la
pandilla, no se encuentra un cambio o permutacin en los valores que
inclinan a los jvenes a integrarse a estos grupos. En otras palabras, si
este incremento en la cantidad de jvenes que no desean calmarse y
las justificaciones que brindan al respecto no pudiese tambin, acaso,
explicarse por un cambio en los valores que rigen las acciones de este
grupo. Un cambio que, se infirie a travs de la informacin obtenida,
haya podido llevar a que el deseo de ingresar y permanecer en la
pandilla se sustente ms en las ganancias secundarias mencionadas
que en los valores como la solidaridad, la pertenencia, la amistad que,
en algn momento, fueran enunciados por ellos mismos como los
aspectos ms atractivos y satisfactorios de su adscripcin al grupo.

En este sentido, Savenije y Lodewijkx (1998), en su estudio acerca
de los aspectos expresivos e instrumentales de la violencia pandilleril
salvadorea, plantean que el adolescente individual "se encuentra en
una mejor situacin como miembro de una mara que como
adolescente en el barrio, teniendo en cuenta consideraciones que son
importantes para l. La decisin de hacerse miembro de una mara
puede ser decisiva para el adolescente, debido a que los beneficios
son mayores que los costos... pero tambin la necesidad de accin,
prestigio y estatus, dinero (obtenido o no de forma delincuencial),
drogas, la atencin de las chicas, son todas necesidades que pueden
ser satisfechas dentro de la mara..." (ibd., p.127). De ah que en el
anlisis de lo que puede llevar a los jvenes se convertirse y
mantenerse como pandilleros activos, sea necesario considerar y
otorgarle su adecuada dimensin a las ganancias que el joven puede
Discusin

115
obtener por su calidad de miembro, aun a costa de su bienestar y su
vida. Por su parte, este tipo de conclusin da pie a deducir las
mltiples necesidades existentes y los pocos o nulos espacios de
visibilizacin y protagonismo social que la sociedad salvadorea
ofrece a la juventud, de tal forma que para acceder a cierto tipo de
ganancias, a los jvenes les sea ms funcional pertenecer a una
pandilla, a pesar de los riesgos que esto trae consigo. En este sentido,
son necesarias mayor informacin e incluso exploracin dentro de
esta lnea, para llegar a conclusiones ms firmes.

Todo lo anterior, si bien pudiera catalogarse como un anlisis de
eleccin racional, permite conocer esas dimension personal que
facilita el surgimiento y desarrollo de la problemtica a la que se haca
alusin al principio. No obstante, se mencionaban tambin las
dificultades que encierra el centrarse en variables individuales o
grupales en la explicacin de este fenmeno, cuando la incidencia de
factores de tipo social, estructural, histrico y cultural han probado
ser tanto o ms importantes. Dentro de esta dimensin social, uno de
los factores estructurales que tiene un peso importante en el
fenmeno es la condicin socioeconmica de pobreza y exclusin
social de los jvenes que integran las pandillas. Estudios anteriores
sugieren que la mayora de jvenes que integran las pandillas
provienen de sectores medios y bajos de la sociedad, cuya situacin
familiar y social se caracteriza por la existencia de un cmulo de
carencias y limitantes de distinto orden, que ponen en evidencia su
situacin de marginacin. Smutt y Miranda (1998a) no slo logran
describir, con cierto detalle, las condiciones en las que vivan las
personas que participaron en su estudio, sino tambin especifican que
"la pobreza, aunque no constituye una causa suficiente, es un factor
que predispone a los jvenes a ingresar a las pandillas... no se puede
afirmar que todos los jvenes pobres se organicen en maras; sin
embargo, puede decirse [por la informacin recabada] que
curiosamente la totalidad de los jvenes que integran estos grupos
viven en situacin de pobreza" (p. 62).

Por su parte, los datos proporcionados por UNICEF (2000), a partir
de en su estudio sobre la situacin de los derechos de la niez y la
adolescencia en El Salvador, estipulan que de todos los nios y
Barrio adentro

116
adolescentes del pas, el 59.2 por ciento 1 568 368 personas vive
en hogares pobres, sin los recursos suficientes para cubrir los costos
de la canasta bsica ampliada y garantizar sus derechos a vivienda,
educacin, salud, vestido, etc. De ellos, el 27.85 por ciento vive en
extrema pobreza, sin siquiera poder atender a sus necesidades bsicas
de alimentacin (ibd., p147). Si se parte del hecho que al menos seis
de cada diez nios y jvenes en el pas viven en hogares cuyos
ingresos familiares no tienen la capacidad de cubrir el costo de la
canasta bsica ampliada
63
, y que ms de la cuarta parte vive en
hogares sumidos en la extrema pobreza (sin siquiera poder cubrir
costos mensuales de la canasta bsica
64
), se tiene un panorama nada
favorecedor en trminos de posibilidades econmicas y de atencin a
los derechos ms bsicos para estas personas. Estas estadsticas se
aplican tambin a este estudio, puesto que la mayora de pandilleros
entrevistados proceden de diferentes municipios del rea
Metropolitana de San Salvador, muchos de los cuales se caracterizan
por ser sectores en los que existe una alta densidad poblacional,
elevados porcentajes de analfabetismo en la poblacin de 10 aos o
ms, altos ndices de hacinamiento, criminalidad y poco acceso a
servicios pblicos (IUDOP, 1999b). Con esto no se quiere decir que
todos los pandilleros provengan de hogares sumidos en la pobreza, ni
mucho menos que los jvenes pobres en el pas sean o tengan por su
calidad de pobres la propensin para convertirse en pandilleros.
Se resalta nicamente que la mayora proviene de sectores en donde
las necesidades son mltiples, las condiciones precarias, los recursos
muy limitados y la cobertura y acceso a servicios bsicos muy
restringidos.

Frente a estas serias limitantes de tipo socioeconmico, y siempre
dentro del anlisis de la dimensin social del ingreso a la pandilla,
este estudio ha podido demostrar, una vez ms, que los diferentes y
principales espacios de socializacin la escuela, la familia, la
comunidad y la sociedad, en trminos ms amplios no se han

63
Alrededor de 273.73 dlares americanos por mes para el rea Metropolitana de
San Salvador, y 287.78 dlares americanos para el resto del rea urbana del pas
(UNICEF, 2000).
64
Alrededor de 136.86 dlares americanos para el AMSS y 143.89 para el resto del
rea urbana del pas (ibd., p. 145).
Discusin

117
constituido en factores protectores, capaces de disuadir a su juventud
para que no ingrese a estos grupos, precisamente por su incapacidad
de proveerle alternativas ms constructivas y menos peligrosas. Estos
agentes tienen tambin una cuota de responsabilidad, en la medida
que no han cumplido su funcin socializadora de manera apropiada,
sino todo lo contrario. En muchas ocasiones, familia, escuela y
comunidad se han constituido en la mejor garanta de reproduccin
de esquemas valorativos y normas, en los que la violencia, la
polarizacin y la rigidez cognitiva, la intolerancia, la incapacidad de
gestin y resolucin de conflictos en forma pacfica entre otras
limitantes han tenido un lugar preponderante y determinante en la
socializacin y conformacin de subjetividades. En el caso de la
escuela, este estudio ha llamado la atencin nuevamente sobre el
problema de la desercin escolar, caracterstica de las personas que
conforman estos grupos y que ya haba sido apuntada, tanto en los
estudios pioneros realizados en el mbito nacional, como en otros que
analizan las caractersticas y predictores de violencia juvenil en el
contexto estadounidense (Hawkins y otros, 2000). En todos estos
estudios y diagnsticos se plantea que el abandono temprano de la
escuela, as como las medidas de suspensin y polticas de exclusin
de cierto tipo de alumnos, que las instituciones educativas puedan
adoptar, son factores que potencialmente contribuyen a que los
jvenes y los nios ingresen a las pandillas.

Y es que ms que un problema de desercin "unidireccional" los
jvenes y nios que se retiran de la escuela, las instituciones no han
demostrado tener la capacidad de retener a la juventud y brindarles
un espacio de expresin y enseanza alternativo al que pudieran
recibir en sus hogares. En este contexto, algunos centros educativos se
han caracterizado, incluso, por la rotulacin y la expulsin de los
"jvenes problema", es decir, de aquellos que no se ajustan a la norma
o a las expectativas, aspecto que no contribuye a aportar soluciones,
sino todo lo contrario. Al ser expulsado, o al abandonar el recinto
escolar, los jvenes no slo disponen de mayor tiempo libre, cuyo uso
no siempre es encauzado de la mejor manera, sino que las
oportunidades de incrementar su nivel educativo y, con ello, poder
acceder a mejores condiciones laborales en el futuro se cierran de
forma drstica. Smutt y Miranda (1998a) apuntaban que la expulsin
Barrio adentro

118
o desercin del sistema educativo redunda en dificultades posteriores
para el ingreso al mundo laboral, o para encontrar trabajos que les
permitan adquirir nuevas cualificaciones tcnicas; y que el tipo de
ocupaciones en las que se desempean generalmente de tipo
"espordico" se constituyen en otro factor que les impide
proyectarse a futuro, hacer planes para la vida o construir las
condiciones para salir de la pobreza. Por otro lado, Maddaleno (1997)
afirma que el nivel de educacin es una variable cuya influencia es
clave en la mayor parte de casos cuyos resultados son negativos para
la salud como el embarazo en adolescentes, el abuso de sustancias y
la violencia, as como tambin en los resultados positivos, como el
tamao de la familia y la unin familiar a una edad madura. En otras
palabras, el bajo nivel educativo irremediablemente se traduce en
oportunidades limitadas y en un acceso ms restringido a la
adquisicin de nuevas competencias y habilidades, lo que a su vez
redunda en la drstica reduccin de posibilidades para salir de la
pobreza.

Por otro lado, los antecedentes tericos enfatizan que si bien la
familia no es el nico factor en el trnsito hacia la pandilla, el hecho
de que sta se encuentre debilitada en su funcin de agencia
socializadora, y que, ademas, sea uno de los tantos escenarios de
violencia, ejercida sobre todo hacia mujeres y nios, la convierte en un
factor fuertemente asociado al ingreso a la pandilla (Reiss y Roth,
1993; Cruz y Portillo, 1998; Smutt y Miranda, 1998a; Ramos, 1998;
Hawkins y otros, 2000). Este estudio ha corroborado que ms que la
estructura familiar, la calidad de los vnculos entre sus miembros
puede marcar la diferencia. Este aspecto, no obstante, contrasta de
forma severa con la informacin que esta investigacin logr obtener
respecto a las formas de relacin intrafamiliar de muchos pandilleros.
Si de una muestra considerable de jvenes, uno de cada cinco confes
haber recibido castigos fsicos casi todos los das, como mtodo
disciplinario; al menos tres de cada cinco manifestaron haber sido
vctimas directas de violencia fsica o verbal, a manos de algn
familiar u otra persona en el seno de sus propios hogares, y la mitad
fue testigo de actos violentos cometidos en perjuicio de alguien
(madre, hermanos, hermanas, etc.) dentro de su hogar, se tiene
suficiente evidencia como para sostener que una buena parte de esta
Discusin

119
poblacin ha sufrido la violencia en forma directa an antes de
ingresar a la pandilla.

Muchos de los y las jvenes, cuyos ndices de violencia criminal y
victimizacin callejera fueron los ms altos, son personas que han
denunciado, en forma directa o a travs de sus respuestas, la violencia
que recibieran dentro de los propios hogares. En este sentido, la
violencia no es algo que los jvenes descubren al salir del hogar, al
contrario. Para muchos, es una constante que inicia en casa, a manos
de sus familiares, encargados o adultos ms cercanos, misma que al
pasar a la calle, se hace tambin presente a manos de otros jvenes, la
polica o incluso miembros de la misma pandilla.

Sin embargo, la calidad de los vnculos que el joven puede tener en
el seno de su hogar con los adultos significativos que lo rodean sean
stos sus progenitores, familiares, encargados, etc. , puede verse
daada por otros hechos, que no son precisamente los golpes o malos
tratos. Miranda (2000) remarca que no slo la estructura interna de las
familias afecta a sus miembros, sino la interaccin de factores
endgenos y exgenos, como las precarias condiciones de vida, las
tensiones provocadas por la acumulacin de carencias, el exceso de
horas que los padres o encargados se ausentan de casa por
responsabilidades laborales, el dficit y descuido en la calidad de
tiempo compartido con los hijos, la sobrecarga de responsabilidades
afectivas y econmicas en la mujer, la falta de espacios recreativos y
acceso a los diferentes servicios, entre otros (p. 62, 63).
Desafortunadamente, este estudio no pudo documentar de manera
directa, la influencia que estos aspectos u otros tienen en la calidad
de las relaciones intrafamiliares -tales como la negligencia o el
abandono sufrido por muchos-, as como tampoco el peso que la
migracin ha tenido en el deterioro de las relaciones familiares, o el
hecho que muchos padres, madres y encargados se vean en la
necesidad de trabajar largas jornadas, con el fin de proveer de lo
mnimo necesario al hogar. No obstante, si estos aspectos constituyen
factores debilitadores de las familias (ibd. p. 63), estos tendrn el
potencial de repercutir negativamente en la calidad de las relaciones
intrafamiliares, con su concomitante efecto en el proceso de salida de
los jvenes del hogar. No se quiere decir con esto que la familia sea la
Barrio adentro

120
culpable del ingreso masivo de estos jvenes a la pandilla; sin
embargo, se ha logrado constatar que las relaciones poco
constructivas, as como la presencia de violencia intrafamiliar hacia
ellos u otro miembro de la familia de parte de los adultos que los
rodean contribuyen decisivamente a la expulsin del joven, quien cae
en un contexto donde la violencia sigue siendo la principal
protagonista y moduladora de relaciones.

Ejemplos de este hecho los podemos ver nuevamente en este
estudio: quienes tuvieron relaciones familiares ms deterioradas y
quienes fueron castigados o reprendidos en forma violenta son los
que, en la actualidad, presentan los ndices de victimizacin callejera
ms elevados. En la misma lnea, el ndice de victimizacin callejera
ms alto se encontr entre aquellos y aquellas que fueron vctimas de
violencia en su casa, en contraste con quienes sostuvieron. En sntesis,
el ciclo de violencia, en el que muchos jvenes se encuentran
inmersos, tiene enormes probabilidades de reproducirse en aquellos
casos en donde la victimizacin y la exposicin a la violencia se inicio
en el hogar, puesto que ellos son los que, muchas veces en busca de
alternativas, pasan a ser tanto victimarios como objetos de
victimizacin callejera.

Estos resultados permiten establecer dos conjeturas iniciales. La
primera se relaciona con la forma en que la violencia es un
componente invariable en la vida de los jvenes. En un primer
momento, la dinmica conflictiva y violenta de las relaciones
intrafamiliares parece ser un factor entre muchos otros que
favorece la salida de los jvenes de sus hogares, quienes buscan en la
calle espacios de recreacin y de contencin emocional. Sin embargo y
paradjicamente, en la medida en que un joven desea alejarse de la
violencia de su hogar, queda expuesto a la violencia callejera, sobre
todo en el caso de aquellos que se integran a la pandilla. En tal
sentido, Smutt y Miranda (1998a) apuntaban que "para muchos
jvenes miembros de pandillas, su hogar, lejos de ser un espacio de
seguridad y apoyo, constituye un lugar de temor y desamparo, vaco
de amor y cuidado. En estos hogares, la comunicacin y la discusin
han sido sustituidas por la tensin permanente. Predominan los
sentimientos de inseguridad y desconfianza, y los castigos fsicos y
Discusin

121
psicolgicos son el medio ms frecuente de administrar disciplina" (p.
82). En dicha investigacin, estas autoras encontraron que la mayora
de jvenes pandilleros entrevistados narraron historias cargadas de
violencia, de desvalorizacin e irrespeto en el interior de sus hogares,
de ausencia de modelos positivos de identificacin y de un
autoconcepto debilitado, frente a lo cual, la pandilla se constituy en
el recurso idneo para fortalecer personalidades, adquirir seguridad y
construir un sentido de pertenencia. No obstante, el precio que deben
pagar es la constante exposicin a la violencia, que va de la
intrafamiliar a la callejera, ya que, a pesar del "cambio de escenario",
los efectos en el joven se vuelven tanto incalculables como duraderos.
De manera contradictoria, quienes huyen de un hogar violento sobre
todo en el caso de las pandilleras, tienen casi garantizada la
prolongacin de su victimizacin, en la medida en que pasan a formar
parte de un grupo, cuyo accionar es violento y, por tanto, los sumerge
en una vorgine de violencia. La nica ventaja que poseen es que,
una vez en la calle, pueden ejrcela hacia otros, tal y como lo han
venido aprendiendo y sufriendo.

La segunda conjetura se deriva del hecho de que, en general, las
mujeres se han quejado, con ms insistencia que los hombres, de
haber tenido una mala relacin con su familia de origen, de haber
sufrido la violencia o de haberla presenciado en el seno de sus
hogares. Esto no necesariamente sugiere que a ellas se les haya
maltratado ms, o que los pandilleros no hayan experimentado
violencia dentro de sus hogares; sino ms bien una forma de
visualizar la realidad diferenciada por consideraciones culturales: la
mujer tiende a denunciar con mayor frecuencia e incluso
comodidad la victimizacin sobre todo aquella que se sufre en un
mbito ms privado como el hogar que los hombres. Esto se vuelve
an ms evidente en el caso de los pandilleros y pandilleras, cuyos
valores, a partir de los cuales se rigen sus acciones y su dinmica
grupal, se derivan de concepciones machistas. De acuerdo con esos
preceptos, los hombres no deben expresar de manera abierta sus
sentimientos o la propia vulnerabilidad. Por tanto, las diferencias
probablemente se deban tambin al subregistro de respuestas de los
pandilleros respecto al de sus compaeras, dado que, bajo los
esquemas de muchos jvenes, el mencionar la violencia sufrida los
Barrio adentro

122
pone en una seria situacin de desventaja, al tener que admitir la
vulnerabilidad y fragilidad que caracteriza a la vctima y que se
desva drsticamente de la imagen de "macho", potenciada dentro de
la dinmica pandilleril. De ah que con seguridad, la informacin
acerca de los episodios de violencia intrafamiliar, vividos por los
pandilleros, sufra de un subregistro por estas consideraciones de
orden sociocultural.

Al margen de esto, se cuenta con suficiente informacin para
determinar el tipo de ambiente que rode a estos jvenes, lo cual, en
algunos casos, sigue prevalenciendo y marcancdo la tnica de la
relacin entre los miembros de sus familias. Y como se ha venido
exponiendo y demostrando, las implicaciones de esto trascienden el
escenario familiar, puesto que el carecer de vnculos familiares de
calidad y el haber sido objeto o testigo de expresiones de violencia, no
slo ha posibilitado una socializacin directa en dichos valores, sino
la expulsin de los jvenes a la calle. Por su parte, la calle, como
principal espacio de socializacin, recreacin e interaccin promueve
normas, valoraciones y pautas relacionales que se generan en su seno,
y en donde el vacil con todas las implicaciones anteriormente
descritas tiene un peso fundamental, ya sea de tipo instrumental o
como un fin en s mismo. El permanecer en la calle aunque se
convierte en alternativa que los mantiene fuera del hogar y la
escuela les provee de sentido, pero tambin representa el peligro de
convertirse en victimarios o en vctimas de lo que caracteriza su
proceder y su forma de vacilar: la violencia.

Un segundo eje de discusin lo constituye el tema del consumo de
sustancias. Al respecto, uno de los resultados ms notables y
alarmantes es la cantidad y la reiteracin con que las pandillas
consumen los diferentes tipos de droga. Y es que la gravedad de este
hallazgo no deviene de su novedad de hecho, en el estudio pionero
realizado desde el IUDOP hace cinco aos, ya se perfilaba como una
de las principales caractersticas de los jvenes enrolados en
pandillas, sino de las implicaciones directas que esto tiene en
trminos de salud pblica, tanto para el grupo de consumidores como
para la poblacin en general. Estas implicaciones son
fundamentalmente tres. En primer lugar, el reiterado consumo de
Discusin

123
sustancias por parte de los pandilleros supone que una gran
proporcin de jvenes salvadoreos se encuentra en un estado
generalizado de insalubridad, no nicamente por su carcter de
drogodependientes y los estragos que dicha sustancias hacen a la
salud, sino por las condiciones las ms de las veces nada
higinicas en las que puede realizarse el consumo. Hace cinco aos,
los resultados del estudio realizado por Cruz y Portillo (1998)
apuntaban que las sustancias consumidas con mayor frecuencia por
estas personas eran la marihuana, la cocana y una combinacin de
ambas. En la misma lnea, el estudio de Smutt y Miranda (1998a)
resalt el elevado consumo de drogas entre los pandilleros,
caracterizado por el uso combinado de ms de una sustancia a la vez.
Segn estas autoras, el consumo de sustancias se iniciaba con ms
frecuencia con el tabaco y el alcohol, luego se continuaba con el
consumo de cualquier sustancia, sea sta un alucingeno, estimulante,
somnfero, etc. o alguna combinacin de stas. Adems, el consumo
de crack, por parte de la poblacin, no era tan elevado en comparacin
con la frecuencia con que se consuman otras sustancias.

Este nuevo estudio no slo confirma la informacin anterior
niveles altos de consumo, sino tambin muestra un agravamiento
del problema, expresado en el incremento en el uso de otro tipo de
sustancias por sobre los niveles encontrados en aos anteriores. Es
alarmante que al menos un 36 por ciento de los pandilleros
entrevistados haya declarado consumir alcohol; el 41 por ciento,
marihuana; el 13 por ciento, la cocana; el 25 por ciento, el crack; y que
el 7 por ciento haya manifestado haber fumado o utilizado otras
drogas todos los das durante el mes anterior a la encuesta; esto
cuando no son utilizadas en conjunto. Esto, lgicamente, tiene serias
implicaciones para la salud de los consumidores, tanto fsica como
emocional, y para el bienestar de los que los rodean. El consumo de
alcohol tiene entre sus efectos ms directos la depresin del sistema
nervioso central, con una concomitante prdida de las inhibiciones e
incluso cambios maladaptativos, que pueden llegar a manifestarse
como depresin, agresin y conducta violenta, estupor e inhabilidad
para funcionar de manera coherente (Desjarlais y otros, 1995, p. 134).
Al margen de estar asociado a problemticas de violencia (Reiss y
Roth, 1993; Guerrero, 1997). Por su parte, el consumo de cocana y
Barrio adentro

124
crack provoca euforia, excitacin, ansiedad y una sensacin de mayor
fuerza muscular y viveza, aumenta la frecuencia cardiaca y la presin
arterial, el peligro de sobredosis, infecciones, comisin de actos
violentos, adquisicin de SIDA, entre otros (Desjarlais y otros, 1995, p.
145). A largo plazo, surgen complicaciones de tipo psiquitrico,
trastornos nutricionales, alteraciones neurolgicas, cardiopatas,
problemas respiratorios o secuelas para el feto en cocainmanas
embarazadas (Pantoja, s.f.). La marihuana, por su parte, causa gran
dependencia psicolgica y se encuentra relacionada con aumento o
intensificacin en las sensaciones, disminucin del dolor, disrupcin
en la memoria y en la sensacin del tiempo e incluso alucinaciones
(Myers, 1993). A largo plazo, puede causar alteraciones en el sistema
inmunolgico y el reproductor. En sntesis, la evidencia sugiere que el
consumo frecuente de drogas legales e ilegales tiene un efecto directo
-a corto, mediano o largo plazo-, en la salud de estos jvenes.
Obviamente estos efectos dependen del tipo de droga y de si sta se
consume o no en combinacin con otras, como es el caso de una gran
parte de pandilleros entrevistados.

No obstante, el dao que puede producir la droga no se limita al
consumidor, sino que lo trasciende porque tiene la potencialidad de
modificar los patrones conductuales y de relacin de los que les
rodean. Esto conduce a la segunda implicacin del elevado consumo
de sustancias: en la medida en que el consumo de cierto tipo de
drogas se incrementa, aumentan las probabilidades de que el
consumidor se conduzca en forma violenta. Esta vinculacin si bien
no de tipo causal se encuentra documentada en una multiplicidad
de estudios e investigaciones, en donde se especifica que las
diferencias de la incidencia del alcohol y en la insalubridad mental,
pueden explicar gran parte del exceso de violencia, sobre todo en
Amrica Latina (Londoo y Guerrero, 2000). Por su parte y en el
mbito local, Cruz y Portillo (1998) encontraron que el consumo de
droga serva como elemento facilitador de la violencia, sufrida al
interior de la pandilla, y que su vinculacin con actos violentos y con
episodios de victimizacin podra derivarse del hecho de que, bajo el
efecto de la droga, el pandillero est ms propenso a ejercer y a sufrir
agresiones, as como a realizar actividades delincuenciales con el
propsito de obtener los recursos necesarios para adquirirla. Esta
Discusin

125
investigacin confirma este aspecto, puesto que los resultados
sugieren que el problema de adiccin que muchos de estos jvenes
padecen, en un fuerte predictor de violencia pandilleril.

De ah que el consumo de drogas legales o ilegales se constituya no
slo en un serio problema de salud pblica, sino que se inserte en un
marco en el que su consumo no slo es potenciado por la dinmica de
la agrupacin, sino por las caractersticas del contexto que la rodea y
que, como consecuencia, los niveles de violencia vayan en
incremento. En este sentido, vale la pena recalcar que en el problema
de las drogodependencias, independientemente de si los
consumidores son pandilleros o que sea la poblacin en general,
intervienen distintas instancias y agentes, tanto aquellos relacionados
con el tratamiento e intervencin sobre la problemtica personal
sanitario en general, comunidad, familia, asociaciones de autoayuda,
etc., como tambin los que tienen poderes de decisin en lo que
concierne a la reduccin de la oferta de sustancias, como son los
polticos, los cuerpos de seguridad, los medios de comunicacin
social, empresarios, etc. As, el problema de la drogodependencia va
ms all de la consideracin del mismo como un problema
caracterstico del mundo pandilleril. Verlo as puede resultar muy
conveniente o ingenuo, pero poco contribuye en el abordaje de un
problema de salud pblica, que afecta a la poblacin en general,
independientemente de su extraccin social, nivel educativo e incluso
edad. Lo que sucede es que se tiende a tener una visin reducida del
problema de la drogodependencia, limitndola al consumo de
drogas ilegales. Esta definicin excluye a todos aquellos que
consumen licor, tabaco u otro tipo de medicamentos en forma
desmedida, pero que, por su carcter de legalidad, no son molestos
para la sociedad, sobre todo si los consumidores no son pandilleros.

Una tercera implicacin del consumo reiterado de droga es que
esto, en muchas ocasiones, lleva al pandillero a participar indirecta o
directamente en redes ms amplias de narcotrfico. En un primer
momento, el contacto de estos jvenes con estas redes puede limitarse
a la adquisicin de las sustancias. No obstante, hay razones para
considerar que estos primeros contactos pudieron haber evolucionado
a una participacin ms directa del joven, en el trfico de las mismas.
Barrio adentro

126
Por ejemplo, este estudio demuestra que del total de pandilleros
entrevistados, el 12.2 por ciento ya habia traficado drogas todos los
das, durante el ao anterior a la encuesta. No obstante el subregistro
que pueda haber sufrido este dato, es evidente que el narcotrfico se
ha convertido en una fuente de ingresos para muchos de estos
jvenes, sobre todo en el caso de los miembros activos del sexo
masculino
65
. Esto no deja de tener su sentido, e incluso permite
confirmar hiptesis ya apuntadas, puesto que ambas variables la
condicin de ser hombre y su situacin dentro de la pandilla son
predictores tanto de agresin como de victimizacin, a la vez que el
hecho de encontrarse activo dentro de la pandilla supone, entre otros
aspectos, un consumo desmedido y reiterado de diferentes drogas,
pues ello forma parte de su estilo de vida. Y dado el carcter de
ilegalidad tanto del consumo de cierto tipo de sustancias como de su
compraventa, el ingreso activo de un joven en la pandilla tiende a
incrementar las diferentes actividades de tipo delictivo,
protagonizados por ellos, ya sea por ser parte de la red que las trafica
o por constituirse en clientes de ella.

No se pretenden hacer afirmaciones concluyentes en este sentido,
puesto que an la vinculacin causal entre violencia pandilleril y
venta o uso de droga no est del todo comprobada. Sin embargo, s se
ha podido constatar la permanencia de un serio problema de
drogadiccin entre los pandilleros. Este hecho y el trafico de drogas,
que realizan algunos de sus miembros, son elementos que tiene la
capacidad de incidir, en forma directa, en el incremento de las
expresiones de violencias, en un grupo que se caracteriza por
conducirse de esa manera.

Finalmente, el tercer y ltimo eje de esta discusin se encuentra
relacionado con la forma en que la violencia se cristaliza, tanto al
interior como hacia fuera de estos grupos. En este sentido, este
estudio se constituye en un punto de partida para reafirmar la
funcin de la violencia como forma de relacin, de control, de

65
Se realiz un anlisis de regresin lineal, encontrndose que la frecuencia con la
que se trafican las sustancias puede explicarse en un 4 por ciento por el hecho de
que el traficante sea un hombre y que se encuentre activo en la pandilla [F (2, 928)
= 21.272, p<.0001; R
2
= 0.044].
Discusin

127
coaccin y de resolucin de conflictos en estos grupos. Al respecto,
algo que se vuelve a confirmar es el hecho de que los principales
agresores de los pandilleros son ellos mismos, tanto hace cinco aos
como ahora. Los resultados sugieren que la actividad violenta de las
pandillas est dirigida, en su mayor parte, a acabar con lo que ellos
han identificado como enemigo: jvenes con condiciones sociales e
incluso econmicas muy similares, diferenciados por el hecho de
pertenecer a un grupo contrario en el que, paradjicamente, las
actitudes, normas de comportamiento e interpretaciones de la
realidad que rigen las acciones de sus miembros son muy parecidas a
las del propio grupo. Estas acciones violentas, dirigidas a los
contrarios, tienen el expreso objetivo de acabar con sus vidas: al
menos el 23 por ciento de los pandilleros entrevistados confesaron
haber matado a alguien, durante el ao anterior a la encuesta,
mientras que la cuarta parte prefiri no opinar sobre el asunto, lo cual
deja dudas acerca de su inocencia. Este dato es una evidencia ms de
uno de los principales factores que incrementan la mortalidad entre
estos grupos.

Con base en los datos proporcionados por el estudio de mortalidad
llevado a cabo por el Instituto de Medicina Legal (Vaquerano, 1999),
en 1999, la tasa de mortalidad por homicidios en el pas fue de 41.3
por cada 100 mil habitantes; siendo los grupos de edad ms afectados
el de los hombres entre los 20 y 24 (cuya tasa fue de 166.7 por cada
100 mil hombres de ese grupo de edad) , aquellos entre los 25 y 29
aos (cuya tasa fue de 143.4 por cada 100 mil hombres comprendidos
en esas edades) y el grupo de hombres jvenes de 15 a 19 aos, cuya
tasa fue de 108.3 por cada 100 mil habitantes, entre esas edades. En
trminos generales, el 3.4 por ciento del total de los homicidios
registrados en ese estudio se atribuyen a jvenes miembros de maras.
A su vez, estos datos coinciden con las estadsticas presentadas por el
Departamento de Justicia de los Estados Unidos (U.S. Department of
Justice, 2000), en su boletn sobre justicia juvenil, en donde se
documenta cmo el homicidio se mantiene como la segunda causa de
muerte, entre las personas cuyas edades oscilan entre los 15 y 24 aos.
Por otra parte, este mismo documento muestra como muchos de los
ofensores oscilan entre los 18 y 34 aos, edades muy similares a las de
sus vctimas. De hecho y con relacin a la lectura de unas grficas,
Barrio adentro

128
el punto de ms alto riesgo se encuentra entre gente de 19-20 aos
matando a otros de 19-20 aos (ibd., p.4).

Por otro lado, estas expresiones de violencia son ms dramticas y
tienen mayores probabilidades de constituirse en letales, en la medida
en que el joven porte un arma de fuego. Este estudio mostr que al
menos dos de cada tres pandilleros entrevistados poseen algn tipo
de arma o alguna combinacin de ellas. Por otro lado, de todos los
que confesaron haber cometido homicidio, el 88.4 por ciento tena un
arma en su poder; mientras que el 66.2 por ciento de la muestra
afirma que las amenazas con un arma constituyen un mtodo muy
efectivo para enfrentar una situacin de conflicto. El mencionado
estudio sobre mortalidad en El Salvador confirma que, de todos los
homicidios registrados, el 74.7 por ciento se cometieron con un arma
de fuego, lo que arroja una tasa de mortalidad de 30.9 homicidios por
arma de fuego por cada 100 mil habitantes (Vaquerano, p. 245, 247).
Del total de homicidios por arma de fuego, el 3.3 por ciento fue
cometido por miembros de maras. Si se tiene presente que las
principales vctimas de las pandillas son otros jvenes de la pandilla
rival y si se conoce que el uso de un arma sobre todo si esta es de
fuego tiene altas probabilidades de conducir a un desenlace fatal de
la situacin conflictiva, se concluye que la posibilidad de acceso a un
arma de fuego, en este contexto, contribuye en mucho a disparar los
ndices de mortalidad entre este grupo de edad.

De cara a estos datos, se comprueba nuevamente el hecho que la
portacin de armas est asociada al ejercicio de la violencia pandilleril
y aumenta las probabilidades de que el victimario pueda infringir un
dao con consecuencias ms graves, e incluso letales, tanto para la
vctima como para quien las porta. El informe de Justicia Juvenil (U.S.
Department of Justice, 2000) confirma estos datos, puesto que seala
como entre 1980 y 1997, tres de cuatro jvenes mayores de 12 aos
fueron asesinados con un arma de fuego. Al respecto, y en el contexto
salvadoreo, Cruz y Beltrn (2000) revelan que los hombres jvenes
constituyen las vctimas ms frecuentes de la violencia ejercida a
travs de armas de fuego, lo que redunda en un mayor impacto sobre
el potencial de vida del pas, pues las armas afectan sobre todo a
aquellos que, de otra forma, no enfrentan riesgo de mortalidad.
Discusin

129

Por otro lado, ser vctima de lesiones por arma de fuego sin
pretender soslayar el impacto que esto puede tener para la vctima
obedece a la misma dinmica de agresin en la que se encuentran
inmersos sobre todo los hombres en la pandilla, en contraste con la
violacin o el robo que, si bien la primera puede darse como parte de
un rito de iniciacin de ingreso al grupo, son situaciones que afectan a
la mujer independientemente del nivel de "actividad" que sta pueda
tener al seno de la pandilla. En otras palabras, el robo y la violacin
sexual son acciones que pudieron haber sido sufridas por la
pandillera, independientemente del nivel de violencia de sta al seno
de la pandilla; mientras que en el caso de los hombres, el ser vctima
de un arma de fuego se encuentra en relacin directa con la violencia
que se ejerce dentro de la pandilla y en la que ste participa en forma
directa. Esto conduce al tema de las diferencias encontradas entre las
acciones ejecutadas y/o recibidas por los pandilleros y el hecho de ser
hombre o mujer. En primer lugar, la violencia recibida y la ejecutada
no son equivalentes entre pandilleros y pandilleras: son las
pandilleras las que, proporcionalmente, registran ndices ms altos en
victimizacin, en comparacin con los miembros del sexo masculino.
Por su parte, los hombres sealaron haber sido victimizados con
mayor frecuencia a manos de la pandilla rival y por miembros de la
polica. El grupo de mujeres tambin seal, en la mayor parte de los
casos, a los miembros de la pandilla rival; sin embargo, al menos una
de cada cinco pandilleras fue victimizada a manos de los miembros
de su propia pandilla, seguido del 13.8 por ciento que acuso a la
polica.

Uno de los hechos sufridos, sobre todo por las mujeres pandilleras,
es el abuso sexual o la violacin: al menos una cuarta parte del total
de mujeres entrevistadas fue violada al menos una vez, durante el ao
anterior a la entrevista
66
. De ellas, y durante ese mismo lapso, el 28.9
por ciento fue violada por pandilleros rivales y el 35.5 por ciento por
los mismos homeboys. Esto marca una gran diferencia en trminos de
la forma en que se ejerce violencia no slo hacia fuera, sino hacia
dentro de la misma pandilla; y cmo dentro del mismo del grupo, las
agresiones recibidas y las victimas no son las mismas. En otras

66
(ver Grfico 13, seccin III)
Barrio adentro

130
palabras, si la pertenencia a la pandilla aumenta la vulnerabilidad en
los jvenes, esto se ve especialmente acentuado en el caso de las
mujeres. Se puede aducir que muchas de estas agresiones sexuales,
sufridas por las pandilleras, han sido parte de ese ritual de iniciacin
a la pandilla. Sin embargo, el mismo hecho de que a ellas se les
reciba con un acto de esta naturaleza y a los hombres con una
paliza por espacio de unos segundos es cuestionable, sobre todo en
trminos de las secuelas que estos ritos de entrada pueden dejar en la
persona. Con ello no se quiere decir que el recibir golpes como forma
de bienvenida al grupo, no deje repercusiones en quien los recibe. El
punto es que, en el caso de la mujer, una violacin, como quiera que
se vea, es ms invasiva y perjudicial, no nicamente en trminos de
salud (enfermedades sexualmente transmisibles, SIDA, embarazos
precoces, etc.), sino por la connotacin de objeto sexual que se le
atribuye a la mujer. Esto se constituye en una expresin del machismo
que impera dentro de estos grupos, en donde la respuesta a los golpes
que reciben los hombres (que mientras ms se aguanten son ms
macho) y a las violaciones de que son objetos las mujeres, hay que
buscarla en la cultura que sustenta el accionar no slo de los
pandilleros, sino de esta sociedad en la que el machismo desempea
una funcin determinante.

En otro orden y respecto a lo que caracteriza a la violencia, es
preciso resaltar la importancia que tiene tanto el hecho de permanecer
activo en la pandilla como el consumo de droga, en el incremento de
expresiones de violencia. Aunque este ltimo punto haya sido a ser
enunciado como parte del segundo eje de discusin, ac se expondr
su relacin con la violencia protagonizada por estos grupos. En
primer lugar, uno de los factores que explica con mayor fuerza la
variabilidad de las puntuaciones, en la escala de violencia criminal y
de victimizacin para el total de la muestra, es la condicin de estar
activo dentro de la pandilla, y, en el caso de los pandilleros, es el
predictor ms fuerte de agresin y uno de los ms importantes de
victimizacin. De hecho, Cruz y otros (2000), como parte del estudio
de los factores sociales y econmicos asociados al crimen violento,
encontraron que uno de los factores ms importantes en la prediccin
de la conducta homicida y reincidente en los reclusos salvadoreos
fue el hecho de pertenecer a una pandilla, puesto que su dinmica
Discusin

131
favorece el ejercicio ms letal de violencia. Como miembros de una
pandilla, el vacil con toda la connotacin violenta que ste tiene y
la rivalidad interpandillas son las justificaciones ms frecuentes de la
violencia ejecutada y recibida.

Por su parte, el consumo de droga es otra variable de importancia
dentro de una dinmica violenta, e incluso es parte muy importante
del mismo vacil. Tanto el consumo de alcohol como de drogas ilegales
son predictores importantes de violencia y victimizacin, en
pandilleros y pandilleras, en este nuevo estudio. Al respecto, Cruz y
Portillo (1998) hacan uso del modelo presentado por del Olmo, para
explicar la conexin drogas-violencia en tres niveles: en el mbito
"individual", en donde la violencia es una reaccin que puede ser
atribuida a la droga consumida; en un segundo nivel, por el hecho de
que aquellos que consumen drogas ilegales en forma frecuente,
tendrn mayores probabilidades de involucrarse en situaciones de
peligro, que les permitan obtener los recursos necesarios para
procurarse la droga. Estas situaciones suponen, en muchos casos,
enfrentarse en forma directa a la violencia y sus consecuencias o, en el
peor de los casos, la comisin de diferentes tipos de delitos.
Finalmente, en un tercer plano se encontrara el trfico de drogas y la
criminalidad sistmica, ubicadas en un nivel organizativo mayor y en
el que la violencia normatiza las relaciones y se constituye en el
recurso de punicin por excelencia. En este estudio se pudo constatar
que el hecho de estar drogado en particular, si se trataba de drogas
ilegales se relaciona con la posibilidad de constituirse en
victimarios, as como vctimas de violencia. Por otro lado, la adiccin
al alcohol principal predictor de victimizacin en las pandilleras e
importante predictor de agresin en los pandilleros supone
alteraciones en los patrones conductuales y anmicos de las personas,
con su concomitante prdida de las inhibiciones y una mayor
propensin a conducirse en forma agresiva.

Si bien es cierto muchas de estas puntualizaciones han sido
presentadas a lo largo de este informe y pudieran parecer
redundantes en estos momentos, se vuelven a retomar para enfatizar
que algunas de las variables que caracterizan el modo de vida de los
pandilleros activos drogas, armas, vacil violento, entre otras
Barrio adentro

132
constituyen una garanta de muerte y peligro para ellos mismos. De
hecho, muchas de las variables incluidas en el modelo explicativo y
que han resultado ser predictores estadsticamente significativos de
agresin y victimizacin pandilleril, no son sino aspectos ntimamente
relacionados con su estilo de vida. En este punto, es necesario aclarar
que este modelo general es una propuesta, que pretende enunciar
aquellos factores cuya presencia explica las expresiones de violencia y
victimizacin. No pretende mencionar todas las variables que
pueden influir en el hecho que un joven se conduzca en forma
violenta, como tampoco sugiere que stas sean las nicas vas a partir
de las cuales se puede explicar la violencia en los pandilleros.

Es preciso reiterar que, tanto las variables propuestas en el modelo
como aquellas que quedan fuera de ste y las que no pudieron
tomarse en cuenta por no haber sido registradas en el instrumento, no
actan en forma aislada. Slo a travs de la constante interaccin
entre ellas que se pueden explicar, en forma ms efectiva y completa,
las vas a travs de las cuales un joven puede llegar a conducirse
violentamente. Lo que s se puede sugerir, a partir de estos resultados,
es que en la medida en que un pandillero se encuentre activo dentro
de su grupo, haya estado recluido en la crcel, sea hombre, consuma
alcohol en forma reiterada, se mantenga drogado mientras se
encuentra activo en la pandilla y haya sido vctima de violencia fsica
o psicolgica dentro de su hogar, tendr ms probabilidades de
convertirse en victimario que alguien que no rena este cmulo de
caractersticas. Y todas estas variables o al menos una gran parte
caracterizan a gran parte de la juventud salvadorea enrolada en
pandillas, por lo que en la medida en que no se realicen esfuerzos
para contrarrestarlas, no podr esperarse que las cifras de mortalidad,
los niveles de agresin y victimizacin de este grupo desciendan.

En resumen, y tratando de hacer una integracin de los tres ejes de
anlisis, se tiene a un grupo de jvenes que viven en contextos de
evidente desventaja social, en trminos de pobreza, desempleo,
marginacin social, poco o nulo acceso a los servicios pblicos y
sociales, altos niveles de delincuencia, hacinamiento y exposicin a la
violencia, entre otras desventajas. Inserto en este marco de
condiciones sociales adversas se encuentran familias, no slo
Discusin

133
debilitadas en su funcin socializadora por todos los anteriores e
incluso por otros factores, sino tambin maltratadoras y transmisoras
de un repertorio conductual y actitudinal favorecedor a la violencia,
cuando no se han constituido en modelos directos de conductas
delictivas. Como se analiz anteriormente, no es la desintegracin
familiar la que per se incida en el ingreso de estos jvenes a la
pandilla: es el modo de ser familia, la calidad de los vnculos entre sus
miembros, lo cual va ms all de la simple presencia o del mero hecho
de hacer o no hacer uso de la violencia de tipo fsico. En esto incide
tambin una serie de variables, entre las cuales la migracin hacia el
exterior, las construcciones sociales que acerca de la niez y la
juventud se manejan en el mundo adulto, as como prcticas
autoritarias y negligentes de crianza e instruccin, desempean una
funcin fundamental. A esto se une el consuetudinario uso de la
violencia como forma de relacin y de enfrentar situaciones
conflictivas, de las cuales los jvenes son vctimas y/o testigos en el
seno de sus hogares, muy probablemente desde una corta edad.

Todo esto lleva a deducir que la violencia, lejos de ser algo
novedoso para estas personas, permanece como una constante vital
presente desde el grupo primario de socializacin. Ambas
dimensiones personal y socialtienen su cuota de incidencia en la
decisin de integrarse a la pandilla. El joven toma esta decisin, en un
primer momento muy mediatizada por consideraciones de orden
afectivoemocional sobre todo en el caso de las mujeres. Sin
embargo, en la medida que pasa el tiempo, se percatan que la pandilla
otorga poder, visibilizacin social, recursos econmicos e incluso la
posibilidad de pasar de ser vctimas de violencia a ser victimarios o
ejecutores de la misma. En este sentido, la pandilla proporciona una
serie de ganancias de distinto tipo, que, como se mencionaba, se
cristalizan, entre otros, en el concepto del vacil. Por su parte, el estilo
de vida pandilleril conlleva, entre sus caractersticas ms notables, el
consumo de drogas y el ejercicio de la violencia. Ingresar a la pandilla
equivale, por lo general, a ingresar a un mundo en el que el consumo
de drogas de diferente tipo solas o en combinacin con otras se
encuentra promovido y valorado. De esta manera, la persona no slo
ejercer un tipo de prctica que atenta directamente contra de su
salud, sino que tiene una relacin directa con el incremento de los
Barrio adentro

134
niveles de violencia y victimizacin, adems de que los introducir
a unos ms que otros al negocio ilcito del narcotrfico.

Para completar el crculo vicioso, en la medida en que las expresiones
de violencia se incrementan, la probabilidad de convertirse en
vctimas tambin crece, sobre todo a manos de otros jvenes. La
tenencia de armas agrava la situacin, en tanto que supone una
garanta de letalidad de la agresin. Por su parte, las mujeres no slo
tienen altas probabilidades de ser victimizadas por su calidad de
pandilleras activas, sino por la connotacin que de ellas hacen sus
compaeros al considerarlas como objetos sexuales. En ese sentido, la
idea de hermandad y solidaridad pandilleril tiende a desplomarse,
en tanto que la victimizacin puede provenir, incluso, de aquellos
considerados amigos.

Finalmente, cabe destacar que no slo el discurso sino el accionar
pandilleril promueve las legitimaciones necesarias para justificar el
uso de la violencia. Este accionar, unido al elevado consumo de
sustancias, a la incursin en actividades de tipo delincuencial y a la
tenencia de armas, prcticamente aseguran no slo que el vacil sea
violento, sino que tambin se incrementen las probabilidades de
victimizacin, que tpicamente desembocan en mortalidad. El
diagrama que se presenta a continuacin (ver Figura 2) es una
representacin grfica de esta propuesta de anlisis. Baste recalcar el
hecho de que, si se interacta con unas deficientes condiciones
materiales de vida y a partir de ello surgiera otro cmulo de
elementos que acentuaran la situacin de exclusin de estos jvenes -
en trminos econmicos, sociales y polticos-, el ingreso a la pandilla
constituira una alternativa bastante atractiva, porque les permitira el
acceso a cierto tipo de ganancias y bienestar que, fuera de estos
grupos y en forma individual, sera muy difcil sino imposible
alcanzar.

Discusin

135
Figura 2. Factores relacionados con el ingreso y pertenencia a la
pandilla

Condiciones de vida desfavorables
(variables contextuales)
- Pobreza / marginacin social
- Hacinamiento
- Alteracin tejido social/ comunitario
- Poco / nulo acceso a servicios pblicos/
sociales
- Desempleo
- Escuela sin capacidad de retencin de
jvenes en riesgo
- Exposicin a violencia comunitaria/ social
- Cultura de violencia imperante
Caractersticas del hogar
(variables personales/familiares)
- Negligencia
- Ausencia de vnculos de calidad
- Victimizacin y exposicin a violencia
intrafamiliar
- Prcticas de crianza y socializacin
favorecedoras al uso de la violencia:
familias debilitadas en su funcin
socializadora

Valoracin costo beneficio de ingreso a pandilla

idea del vacil como cristalizacin de ganancias
acceso a drogas

Ingreso a pandilla

Calle como espacio de socializacin

exposicin y victimizacin por
violencia callejera
Alto consumo de droga

- estado de insalubridad en los jvenes
- incremento de violencia
- participacin directa o indirecta en redes
de narcotrfico

Ejercicio legitimado de la violencia

- pandilleros como principales agresores de s mismos
- letalidad incrementada por tenencia de armas
- altos ndices de victimizacin pandilleril intragrupal, en
el caso de las mujeres
- vacil violento

V. CONCLUSIONES
Una de las conclusiones que se pueden derivar de este nuevo
esfuerzo es que, al margen del lapso transcurrido entre los dos
estudios, realizados por el Instituto Universitario de Opinin Pblica
de la UCA, el problema de las pandillas en especial, los niveles de
violencia ejercidos y experimentados por los jvenes, as como el
consumo excesivo de alcohol y drogas ha empeorado y se ha
complejizado con el paso del tiempo. Esto se debe, fundamen-
talmente, a que las variables o los distintos factores que desde
hace cinco aos se consideraron como los predictores ms potentes
del rumbo que podra tomar esta problemtica no han sido
abordados de manera adecuada. Desde hace algn tiempo se ha
venido llamando la atencin acerca de la complejidad de esta
situacin, as como de la necesidad de disear e implementar
polticas que, desde diferentes instancias sociales, vayan dirigidas
a atacar este problema en sus diferentes dimensiones. En otras
palabras, si el abordaje no incluye todas las facetas de esta
problemtica, en trminos de complejidad y cobertura, es probable
que no tenga el impacto deseado. Es as cmo el manejo de esta
situacin y las propuestas de solucin siguen siendo simplistas o,
al menos, insuficientes.
Un aspecto que el estudio pone en evidencia es el serio
problema del consumo de sustancias y de alcohol, adems de las
expresiones de violencia que se suscitan tanto dentro como fuera
de estas agrupaciones; hechos que, en s mismos, son complejos y
de difcil manejo. Ante esto, la situacin se antoja cuesta arriba.
Sin embargo, este estudio proporciona algunas pistas que, de
seguirlas, pueden ser de utilidad en la creacin de estrategias para
incidir en aspectos concretos, lo cual podra marcar una diferencia
en el curso de esta situacin, sobre todo en lo que a los episodios
de victimizacin y agresin respecta.
Barrio adentro
138
En principio, los aspectos que predisponen el desarrollo de
conductas violentas en el pandillero tanto en frecuencia como
en intensidad, tienen relacin con la calidad de su actividad en la
pandilla, el contar con antecedentes penales, el consumo de
sustancias legales e ilegales, una historia de victimizacin
familiar previa y el hecho de ser hombre. Todas estas variables y
obviamente otras que no se han podido tomar en cuenta en este
estudio al interactuar entre s pueden desencadenar elevados
ndices de violencia. En primer lugar, si bien el ingreso a la pandilla
sucede por un cmulo de situaciones tanto de orden personal
como contextual, cuya interaccin prcticamente posibilita que
un joven pase a formar parte de estas agrupaciones, no se puede
soslayar que una familia que victimiza a su prole difcilmente
estar en condiciones de constituirse en un factor de proteccin y
en una red de apoyo, pertenencia y referencia social para el nio
y/o el adolescente. En este sentido, una respuesta normal, e incluso
adaptativa frente a una situacin de violencia intrafamiliar, es
la bsqueda activa de ese grupo de referencia en otros contextos,
sobre todo si su pertenencia al mismo proporciona adicionalmente
otro tipo de ganancias secundarias (poder, visibilizacin social,
respeto, medios econmicos para satisfacer deseos y necesidades,
etc.).
Nuevamente, no se trata de culpabilizar a la familia, puesto
que, como se ha visto, no es el nico factor y a veces ni siquiera
el ms importante responsable del ingreso masivo de jvenes a
la pandilla. nicamente se subraya que en el hogar es donde se
adquieren las habilidades y competencias necesarias para
enfrentar las situaciones conflictivas entre las cuales puede
encontrarse la decisin de pertenecer o no a una pandilla, ya
sea en forma agresiva o asertiva, pro o antisocial. Asimismo, el
hogar constituye el primer y ms cercano crculo con el que la
persona cuenta para sentirse parte de algo, para sentirse protegida
y aceptada, as como para desarrollar formas de relacin con su
medio y de ver el mundo. En este sentido, la victimizacin
intrafamiliar es un factor que incide en forma adversa en esta
funcin de cuidado, proteccin y socializacin, que la familia est
llamada a cumplir, puesto que socializa y expone directamente a
sus miembros a la violencia, sin proporcionarles modelos
alternativos de enfrentamiento y relacin. De ah que haya que
tomarse en cuenta que una historia de victimizacin intrafamiliar
Conclusiones
139
tiene la posibilidad de incidir, de manera importante, en el ingreso
de un joven a la pandilla. Y esto constituye un prometedor campo
de trabajo, en trminos de prevencin de la violencia, puesto que
en la medida en que se procure el fortalecimiento de redes
intrafamiliares, el entrenamiento y la enseanza de habilidades
sociales, entre otros factores, aumentan las probabilidades de
que la familia sea capaz de disuadir a sus hijos de la decisin de
ingresar a la pandilla.
No obstante, si aunado a un historial de violencia intrafamiliar
interactan otro cmulo de factores macrosociales, las pro-
babilidades de que un joven ingrese a un grupo aumentan
considerablemente, lo cual no slo le llenar determinados vacos,
sino que lo expondr en forma directa a dos graves situaciones de
riesgo: la violencia (agravada por el uso y tenencia de armas, sobre
todo de fuego) y las drogas, circunstancias que, en trminos
generales, diferencian a un miembro activo de la pandilla de uno
calmado. A su vez, tanto la portacin y el uso irregulado de armas
de fuego, como el consumo de drogas legales e ilegales, han
probado ser dos variables de importancia, que si bien son
caractersticas en aquellos miembros activos de la pandilla, no
son privativas de estos grupos, sino ms bien problemas que aque-
jan a la sociedad en su totalidad. Es necesario recalcar el impacto
que tanto el uso de armas de fuego como el consumo de drogas
tienen en los ndices de mortalidad entre las pandillas; grupos de
jvenes que, de otra forma, no tendran mayores probabilidades
de morir durante la adolescencia y adultez temprana.
Por su parte, el estar activo supone un factor de riesgo de
importancia, en tanto que modula las acciones, las actitudes y la
visin de la realidad de estos jvenes. Este estudio aporta suficiente
evidencia en cuanto a que en el caso de los hombres el estar
activo en la pandilla, el haber estado en la crcel o en un centro
de reeducacin, entre otros aspectos, se encuentran en ntima
relacin con el ejercicio de la agresin y el consumo desmesurado
de sustancias tanto legales como ilegales. El estar constan-
temente enfrentados a la violencia por rivalidades inter-
pandillas, para procurarse la droga y los medios para conseguirla,
para formar parte del negocio de distribucin y venta de sustancias
o porque la clika o el grupo se vean involucrados en algn acto de
delincuencia probablemente llevar a muchos a la reclusin en
Barrio adentro
140
centros de reeducacin o en la crcel, sino es que ya han pasado
por ella antes de cometer estos actos, lo cual tambin les habra
permitido adquirir nuevas o diferentes habilidades claramente
antisociales. Por ltimo, la condicin de ser hombre se convierte
en una variable predictora, no por aspectos de tipo biolgico o
natural, sino por condicionamientos fundamentalmente sociales.
Al margen que la presencia masculina supere en mucho a la
femenina al interior de la pandilla, las demandas que el grupo
hace a sus miembros, en trminos de la forma en que deben de
conducirse y responder ante las distintas situaciones, siguen un
patrn machista, en donde la respuesta violenta es la privilegiada
y en donde el respeto que un pandillero infunde en el resto se
basa en que sus acciones han tenido el potencial de no slo infringir
daos graves, sino letales repercusiones para su vctima. En otras
palabras, no es el ser hombre en s mismo el problema o lo que
inexorablemente llevar a una persona a convertirse en agresor,
sino la construccin social sobre la que se fundamenta y se
desprenden las nociones de lo que socialmente implica com-
portarse como hombre: ser mujeriego, ser dominante, ser fuerte,
ser violento. Sobre todo al interior de la pandilla, grupo
fundamentalmente conformado por hombres.
Por otro lado, convertirse en una vctima de la violencia no
parece darse por vas muy distintas. En el caso de los hombres,
las variables que explican los episodios y la intensidad de la
victimizacin son muy semejantes a las que caracterizan a los
agresores: ser un miembro activo de la pandilla, tener antecedentes
de maltrato en el seno del hogar, consumo de drogas sobre todo
ilegales y encontrarse trabajando. Si se descarta esta ltima
variable, que puede explicarse en la medida que aquellos que
tienen un trabajo muchos de los cuales se caracterizan por el
hecho de encontrarse calmados tienen mayores probabilidades
de convertirse en objeto de victimizacin por actos de delincuencia,
las variables restantes parecen ser las mismas: consumo de drogas
ilegales, historia de abuso y victimizacin previa y ser miembro
activo de la pandilla. De esto se deduce sobre todo para el caso
de los hombres que los victimarios y las vctimas tienen ca-
ractersticas muy parecidas, lo que lleva a que el fenmeno de
agresin-victimizacin se d como parte de un crculo vicioso,
que tiene como efecto el incremento de la violencia entre las
Conclusiones
141
pandillas y hacia el exterior. Esto se confirma por el hecho de que
el principal objetivo de la violencia para un pandillero es atacar al
rival, al de la otra pandilla. Por su parte, este rival, miembro de
la otra pandilla, tiene caractersticas muy parecidas a las de sus
agresores, a quienes probablemente terminar convirtiendo en sus
vctimas. De ah que toda estrategia para incidir sobre el uso y
abuso de la violencia al seno de estas agrupaciones, tenga altas
probabilidades de incidir tambin en las cifras de las vctimas.
En el caso de las mujeres, los datos han indicado que la
victimizacin se da fundamentalmente por el uso desmesurado
del alcohol, lo que puede explicarse haciendo alusin a los efectos
que su consumo tiene sobre los patrones de relacin de las
personas. No obstante, y analizando con mayor detenimiento los
resultados, en la victimizacin hacia la mujer pandillera no slo
influye el que sta sea una consumidora rutinaria de alcohol, sino
tambin el que est inmersa en un grupo caracterizado por las
relaciones violentas, por relegar a sus compaeras a una posicin
de objeto sexual, y en el cual el resto de miembros se rigen por
patrones fundamentalmente machistas. As, la victimizacin
sufrida por las pandilleras no slo es producto del abuso de drogas
o de alcohol o de las rias campales entre rivales, sino que pa-
radjicamente del abuso que de ellas hacen sus mismos
compaeros de clika o pandilla. Es preciso aclarar que, si bien la
pandilla puede llegar a cumplir una funcin de soporte emocional,
de referencia y clido trato a sus miembros, el trato que las mujeres
reciben al interior de estos grupos al margen de los vacos que
stos puedan llenar y su mera pertenencia como miembro las
perjudica y victimiza en forma directa, al margen del nivel de
conciencia que las mujeres tengan de esto. Y esta victimizacin se
da tanto por ser receptoras de violencia de parte de sus propios
compaeros y de los rivales, como tambin porque al seno de la
pandilla la mujer no tiene la misma capacidad de decisin y/o de
accin que los hombres.
En este aspecto como en muchos otros, la pandilla no hace
sino reproducir los valores y las formas de concebir a las mujeres,
que ha aprendido en la sociedad. Y lo ms trgico y paradjico es
que, en muchos casos, la pandilla es concebida por muchas de
ellas como una opcin para salir de otro contexto violentador,
llmese el barrio, la escuela y/o el hogar. Vale recordar que las
Barrio adentro
142
mujeres son el grupo que denunci con mayor frecuencia haber
recibido y haber sido testigos de violencia en su hogar, lo cual
sirvi, en muchos casos, como un factor precipitante de la salida
de stas a la calle y de la bsqueda de una alternativa de
pertenencia. El punto es que la pertenencia se suele encontrar en
el seno de un grupo violento y machista, en donde el precio que
se debe pagar por lograr cierta estabilidad, identidad o
participacin suele pagarse alto, en la medida en que su ingreso
al grupo aumenta las posibilidades de victimizacin y
marginacin. En tal sentido, se ha considerado importante llamar
la atencin sobre el tipo especial de victimizacin sufrido por
las pandilleras, no slo por ser cualitativamente distinto al de los
hombres, sino tambin porque pone de manifiesto el tipo de
valores que se manejan en la pandilla, a la vez que pone en entre-
dicho el discurso de respeto y solidaridad hacia sus miembros.
El que las pandillas aumentan la vulnerabilidad de los jvenes en
general es especialmente cierto para las mujeres.
Y es que el mero hecho de pertenecer a un grupo, de concebirse
como parte de algo, es, en muchos casos, un sentimiento muy
aferrado entre los miembros de la pandilla, lo cual no es algo
negativo. El punto es lo que la pandilla, como agrupacin y
producto de su dinmica, representa para sus miembros: un
constante riesgo de sufrir daos fsicos y psicolgicos, cuando no
de morir; situacin que podra evitarse, si sus respectivas aso-
ciaciones no los expusieran en forma directa al peligro. En otras
palabras, lo que se constituye como un severo problema social e
incluso de salud pblica no es el hecho per se de ser parte de una
pandilla. Es el modo de ser pandilla, los valores que supone el ser
miembro activo y, sobre todo, las actitudes, los hbitos y las
acciones poco saludables de sus miembros, desde el punto de
vista ms holstico del trmino sobre lo que se vuelve necesario
incidir. A travs de esta investigacin se ha confirmado que la
juventud se est literalmente matando a s misma, lo cual tiene
un serio costo econmico, poltico, cultural y social para la
sociedad entera.
A su vez, este problema el de los jvenes desadaptados,
violentos, delincuentes, antisociales, como muchas veces se les
ha denominado se sita necesariamente en un contexto que por
sus mismas caractersticas seala como responsables a la poblacin
Conclusiones
143
en general. La sociedad no debera desatenderse de esta situacin
precisamente porque tiene una seria deuda para con su juventud,
no nicamente por relegarles y marginarles histricamente de
protagonismo, voz y posibilidades de gestin para la solucin de
sus propios problemas, sino tambin por el tipo de valores,
actitudes, normas, hbitos y formas de interpretar la realidad,
transmitidos a travs de un proceso de socializacin corrompido
por los males histricos que aquejan a los salvadoreos y sal-
vadoreas normales: intolerancia, polarizacin, violencia,
rigidez, competencia, autoritarismo, corrupcin, desconfianza,
dogmatismos, por mencionar slo algunos. Por esto, ni la familia,
ni la escuela, ni la colonia, barrio o comunidad tendrn la
posibilidad de incidir en el fenmeno, en forma desarticulada o
aisladamente, precisamente por la complejidad del mismo y la
articulacin de esfuerzos que reclama. El problema es que no todos
lo ven de esta forma o, al menos, no todos tienen la capacidad o la
responsabilidad de asumirlo. El problema es que para trabajar
con esta poblacin se les demanda desarticular la red de la que
forman parte, y con ella, todos los aspectos positivos y negativos
que sta les pueda ofrecer.
En este sentido, Cruz y Portillo adelantaban hace cinco aos
que para pretender incidir en el fenmeno, haba que partir de la
misma condicin de pandilleros, echar mano de los valores de
solidaridad, confianza y apoyo que se priorizan al interior de cada
agrupacin, y atacar directamente aquellos aspectos que ponen
en peligro a la poblacin (que como se vea anteriormente, definen
el ser activo de la agrupacin): los problemas del ejercicio de la
violencia, del acceso a armas de todo tipo y del consumo de drogas.
No son tareas fciles en s mismas, pero son situaciones concretas
sobre las cuales se puede incidir. Para ello, es fundamental utilizar
entre otros los recursos que, en trminos vivenciales,
educativos y humanos, puedan brindar quienes actualmente se
encuentran viviendo un modo alternativo de ser pandilla: los
calmados, pues se constituyen en un modelo frente al cual los
jvenes no slo pueden verse reflejados, sino tambin pueden
visualizar alternativas viables de existencia. Cualquier accin que
pretenda atacar el fenmeno tiene que tomar en cuenta el
importante aporte y las directrices que estas personas pueden
ofrecer.
Barrio adentro
144
El abordaje de esta problemtica no debe provenir de esfuerzos
aislados y desestructurados, sino ms bien de un trabajo
orquestado principalmente por las instancias gubernamentales,
adems de aquellas instituciones no gubernamentales encargadas
del trabajo con el sector juventud, las escuelas, la familia e incluso,
la educacin e informacin de la poblacin misma, quien tampoco
aporta mucho a la solucin del problema. Ms bien, su conducta
fustigadora y poco propositiva se encarga de perpetuar la
estigmatizacin y demonizacin de su propia juventud, sin tener
en cuenta que todos los problemas y las deficiencias que sta
presenta, son una expresin de las fallas en que los adultos han
incurrido como educadores y socializadores.
De ah que el llamado a tomar cartas en el asunto, no sea una
solicitud ms que llame a la participacin, sino a tomar conciencia
de la gravedad de la situacin, que irremediablemente reclama el
involucramiento que diferentes instancias y sectores de la
sociedad, con la finalidad de que pueda concretarse en polticas y
programas dirigidos a la cobertura de necesidades de este grupo
social. En relacin con esto, es necesario priorizar la intervencin
en la lnea de la prevencin primaria, tanto de maltrato infantil
como en la capacitacin y el entrenamiento temprano de
habilidades sociales, para enfrentar dificultades con estrategias
alternativas a la violencia. Se considera que la apuesta por la
prevencin primaria, puede ser de gran efectividad de cara a la
limitante intrnseca que tienen los programas de rehabilitacin,
derivada de la dificultad que supone disuadir o distanciar a un
grupo de jvenes cuando stos se encuentran inmersos en el ciclo
de violencia-victimizacin. De ah que los esfuerzos encaminados
a la intervencin no parezcan haberse traducido en descensos en
los indicadores duros, como son las tasas de mortalidad entre
esta poblacin; y esto no precisamente por problemas en la
implementacin del proyecto o programa, sino porque la
intervencin secundaria y terciaria no slo toman ms tiempo,
sino que implican una mayor inversin de recursos humanos,
tcnicos, econmicos que aquellos destinados a la prevencin
primaria. Segn el Banco Interamericano de Desarrollo (2000), las
polticas destinadas a atacar las races de la criminalidad han
demostrado hasta ahora ser ms eficaces en funcin del costo que
las polticas tradicionales de control... en el futuro, la regin
[latinoamericana] debera asignar ms recursos al diseo y la
Conclusiones
145
ejecucin de programas de prevencin de la criminalidad, ra-
cionalizando al mismo tiempo el gasto en actividades de control
(p. 80).
En este sentido, destinar recursos hacia el diseo, el fortale-
cimiento, la implementacin y difusin de programas de pre-
vencin primaria del maltrato infantil, de formas de crianza y
relacin intrafamiliar no violenta, as como jornadas de ca-
pacitacin de adultos cuidadores en temticas de importancia
como la resolucin alternativa de conflictos es una prioridad. Por
otro lado, el tema del trfico y la disponibilidad de drogas tanto
legales como ilegales es un aspecto sumamente delicado, pues
en l confluyen muchos actores e intereses encontrados: desde el
protagonismo del consumidor en su problema, que involucra
adems a su familia, a la comunidad y al personal de salud que
puede encargarse de brindarle una asistencia o intervencin
hasta llegar a las esferas del poder de accin y decisin ms
amplias, cuyos intereses, sobre todo de tipo econmico, se
encuentran en juego y se vuelve una amenaza el diseo de polticas
destinadas al control y descenso de la oferta de diferentes tipo de
droga, sobre todo en el caso de las legales, como el alcohol y el
tabaco. En otras palabras, el problema de la accesibilidad a la droga
es un problema no slo de salud pblica, sino tambin de
decisiones polticas que ameritan un accionar ms integrado y
una coordinacin multisectorial.
Por su parte, la va que se perfila con mayores probabilidades
de rendir frutos a largo plazo, pero con menores recursos y
costes es la de la prevencin primaria, a partir de la cual se
pueda sensibilizar, informar e instruir a las personas, desde
temprana edad, en las consecuencias del consumo y el uso nocivo
de las diferentes sustancias; sobre todo si se parte del hecho de
que la variada oferta de drogas de diferentes tipos y efectos, que
actualmente se presenta en el mercado, ser ms difcil de
controlar. En cuanto al problema del acceso, portacin y tenencia
de armas, Cruz y Beltrn (2000) sealan que es necesario insistir
que las armas de fuego en manos de civiles constituyen
herramientas potenciales de violencia, violencia contra los
ciudadanos mismos, sean estos honrados o delincuentes (p. 93).
Estos autores exponen con gran detalle el efecto de la portacin
de armas en la ciudadana y sus expresiones de violencia, lo cual
Barrio adentro
146
pone en evidencia los vacos legislativos y la laxitud de las leyes
existentes, que posibilitan que casi cualquier persona tenga la
posibilidad de portar o usar un arma de fuego. Adems de ello,
tambin proponen estrategias concretas para el control y la
regulacin de las mismas.
Decididamente, la solucin al problema de las pandillas
trasciende las voluntades grupales y organizacionales relacionadas
con el tema de la juventud. No obstante, esto no supone que a
partir de los resultados de esta investigacin no se puedan extraer
insumos para el diseo de estrategias encaminadas, en un primer
momento, a promocionar la salud, la no violencia y la prevencin
sobre el uso y abuso de drogas, entre diversos sectores de la
poblacin, sobre todo entre los nios. La apuesta por la prevencin
primaria es una de las vas que, por el momento, se vislumbran
con mayores posibilidades de incidencia.
En sntesis, cualquier tipo de intervencin sea esta preven-
tiva, rehabilitadora o incluso punitiva que se ponga en marcha
con el fin de incidir en este fenmeno, debe considerar la
multiplicidad de situaciones y elementos que lo configuran y
caracterizan, pues constituye una de las ms graves y difciles
problemticas que diferentes sectores de la sociedad salvadorea
hayan tenido que enfrentar, incluyendo los jvenes mismos. Frente
a esto, se imponen serios cuestionamientos acerca de la ineficacia o
inefectividad de las medidas implementadas hasta el momento, ya
que el problema luego de cinco aos del primer estudio se ha
agravado. Por otro lado, qu supone para una sociedad con un
pasado cargado de violencia y con ms de una dcada de guerra
civil que durante 1999 se hayan perdido 121 309 aos de vida?
67
,
cmo hacer para abrir espacios de participacin y protagonismo
social, contrapuestos a la violencia, a un sector histricamente
relegado pero muy probablemente por lo mismo poco en-
trenado poltica y socialmente para la toma de decisiones que les
afectan a ellos mismos? De ah que el trabajo por hacer no slo
suponga la concentracin de esfuerzos dirigida a la rehabilitacin o
incluso penalizacin de los protagonistas de esta violencia los
jvenes y, en muchos casos, los nios, sino una urgente inter-
67. Cruz y Beltrn, 2000.
Conclusiones
147
vencin preventiva, vinculada a la planificacin de polticas
encaminadas al favorecimiento y ubicacin de la niez y la
adolescencia como grupos prioritarios en las agendas institu-
cionales y gubernamentales, con el objetivo de poder consolidar
un sistema que se comprometa a la proteccin integral de este
sector de la sociedad.
Sirva una ltima acotacin para enmarcar el enfoque de esta
investigacin. Este estudio ha tenido como objetivo fundamental
el tomar el pulso a la problemtica pandilleril, luego de cinco
aos de realizadas las primeras indagaciones sobre la materia, y
dar a conocer la situacin actual de estos jvenes. El panorama,
como se ha podido vislumbrar, no resulta muy alentador, sobre
todo si se toma en cuenta que los niveles de violencia, el consumo
de sustancias, la portacin de armas y el deseo de los jvenes por
mantenerse en las pandillas han aumentado considerablemente.
Lo que lo vuelve an peor es que el problema se ha abordado a
travs de medidas alejadas e incluso contrarias a las que se
propusieron y recomendaron hace cinco aos, las cuales estaban
dirigidas a incidir en aquellas variables personales y sociales
que se relacionaran con el desarrollo y mantenimiento de las
pandillas. Tales han sido los casos de otros estudios ms
representativos que se han mencionado a lo largo de este informe
68
,
en los cuales se definen estrategias encaminadas a generar un
impacto tanto en el nio, la nia y el joven, como en el contexto
que los rodea, para hacer frente e incluso anticipar el problema
de las pandillas como el de la violencia, en general. En este sentido,
consideramos que hay mltiples propuestas, estrategias viables
y recomendaciones interesantes recopiladas a travs de los aos,
pero a las cuales se les ha otorgado muy poca atencin, y las pocas
que se han retomado, han contado con limitados recursos, poca
68. Destacan, entre ellos, el de Smutt y Miranda (1998a, b), el de Cruz y Portillo
(1998) y la investigacin cualitativa sobre pandillas que actualmente se en-
cuentra en prensa (Santacruz y Cruz, 2000); as como tambin la lnea de
publicaciones que desde el IUDOP se aproximan al fenmeno de la violencia
de tipo criminal (Cruz y otros, 2000), al impacto de las armas de fuego sobre
la violencia (Cruz y Beltrn, 2000), al estudio de las normas y actitudes
asociadas a la violencia (IUDOP, 1999b) y a la violencia en las escuelas
(Santacruz y Portillo, 1999), entre otros.
Barrio adentro
148
coordinacin interinstitucional o, incluso, la complejidad del
problema se ha considerado desde una perspectiva muy limitada.
Por otro lado, hace falta un anlisis que se aproxime con mayor
profundidad y sistematizacin a aquellos aspectos macrosociales
que circundan y determinan este problema, tomando en cuenta
las caractersticas del contexto salvadoreo en trminos sociales,
econmicos, jurdicos, polticos y culturales; dimensiones que no
han sido abordadas en nuestro estudio. Lo que se ha tratado de
hacer es poner el acento en aquellos aspectos de orden psicosocial
que caracterizan este problema, tratando de desentraar aquellos
factores que modulan las expresiones de violencia y victimizacin
en este sector. De ah que algunos elementos de estas ltimas
secciones, encaminadas a la discusin de resultados, extraccin
de conclusiones y propuestas de accin, pudieran llegar a
concebirse hasta cierto punto limitadas y centradas en aspectos
ms psicolgicos que estructurales. Sin embargo, en este tema
no partimos de la nada. Partimos de la existencia de estudios de
calidad que hacen nfasis en la discusin de sta y otras
problemticas a nivel social. Por tanto, este trabajo tiene al
margen de poner sobre la mesa nuevamente el tema de las
pandillas con datos ms actualizados acerca de su realidad como
objetivo presentar una visin desde una perspectiva psicosocial,
en donde los grupos primarios, el consumo de sustancias, la
familia, las cosmovisiones del joven y su grupo son analizados
ms detenidamente, con el fin de visualizar las vas a travs de
las cuales los jvenes organizados en pandillas infringen, sufren
y justifican la violencia.
Nuevamente se ofrecen algunas sugerencias o lneas de accin,
no sin omitir que stas pueden correr tambin el riesgo de engrosar
la ya larga lista de recomendaciones, propuestas y buenas
intenciones que se han sugerido para afrontar este problema. El
reto est en no permitir que las buenas ideas queden precisamente
en el tintero o en promesas no cumplidas, para lo cual tanto stas
como las muchas y probablemente ms complejas y brillantes
recomendaciones y sugerencias provenientes de otros estudios
y principalmente de los mismos sujetos de intervencin,
deben traducirse en una discusin seria y objetiva del tema, en la
creacin de una poltica nacional para enfrentar el problema de la
juventud organizada en pandillas, en la formulacin de polticas
Conclusiones
149
de prevencin de drogodependencias, en el endurecimiento de
reglamentaciones referentes a la portacin y el uso de armas de
fuego, en la creacin de programas que tiendan a incidir en
aspectos claves del fenmeno o en la cobertura de necesidades
manifestadas por los pandilleros mismos. Pero, sobre todo, las
buenas intenciones deben traducirse en una pronta atencin, tanto
al desarrollo del sector niez y de la juventud en general, como al
problema de las pandillas callejeras, en particular. Estas medidas
deben tomarse antes que lo poco que queda de sanidad fsica y
psicosocial, en los jvenes, no pueda recuperarse y, en
consecuencia, genere costos an ms altos para ellos y la sociedad.
VI. RECOMENDACIONES
Uno de los aspectos recalcados con frecuencia, a lo largo del
estudio, es la vinculacin que existe entre el joven que es
vctima de la violencia fsica, psicolgica, o de negligencias
o abusos dentro del hogar y altas cotas de victimizacin
callejera como miembro de la pandilla. Si el maltrato es uno
de los problemas que lleva a que un hogar se convierta en
expulsor de su propia prole entre otros aspectos, cae
por su peso la importancia de la atencin a la problemtica
del maltrato infantil y hacia la juventud, como un factor de
riesgo de importancia en el ingreso a la pandilla. Aqu, la
intervencin en trminos del diseo, el fortalecimiento, la
implementacin y la difusin de programas de prevencin
del maltrato, de formas de crianza y relacin intrafamiliar
no violenta, de capacitacin a adultos cuidadores acerca de
las necesidades y cuidados del nio, de entrenamiento en la
resolucin de conflictos, el fortalecimiento de redes
intrafamiliares, la enseanza de habilidades sociales, las
estrategias de comunicacin intrafamiliar, la educacin en
crianza no violenta, etc., se vuelven imprescindibles. Esto
obedece a que el abordaje del problema del maltrato se
constituye en un ataque directo a las cosmovisiones que
sustentan este tipo de prcticas tan arraigadas y justifica-
das culturalmente, como el castigo fsico, el considerar a
los hijos como objeto de proteccin o de posesin de los
padres, ms que como sujetos de derecho; los mtodos de
disciplina basados en la coercin y en medidas autoritarias,
entre otros aspectos. Por otro lado, porque la forma ms
efectiva de contrarrestar toda una tradicin de socializacin
que justifica y promueve la violencia es proporcionar a las
personas tanto a aquellas que tienen hijos como las que
tienen el potencial de tenerlos alternativas de relacin y
estrategias para relacionarse de manera pacfica.
Barrio adentro
152
En relacin con lo anterior, es necesario prestar mayor aten-
cin al problema de la victimizacin hacia la mujer, en el
seno de la pandilla. Este estudio ha proporcionado datos de
inters que sustentan que el contexto de la pandilla no brin-
da muchas alternativas de reivindicacin, solidaridad y
respeto hacia las pandilleras. De hecho, en el caso de las
mujeres, se vuelven a generar los mismos mecanismos de
marginacin y abuso que se dan en la sociedad civil: ma-
chismo, violencia, abusos, objetivacin sexual, etc. Por otro
lado, en el caso de las mujeres parece traducirse con mayor
fidelidad el ciclo de victimizacin intrafamiliar-victimiza-
cin callejera, ya sea porque denunciaron con mayor reite-
racin los episodios de maltrato dentro del hogar, o porque
son victimizadas con mayor frecuencia dentro de la pandi-
lla. Sea cual fuere el caso, el hecho es que a las mujeres se
les sigue relegando y victimizando dentro de la pandilla, lo
cual se constituye en otra razn de peso para dar primaca
al diseo e implementacin de programas de corte pre-
ventivo y educativo, en temticas relacionadas con el mal-
trato infantil, la violencia intrafamiliar y hacia la mujer, el
consumo de sustancias, los derechos humanos, la teora de
gnero, entre otras. Todo lo anterior es necesario porque las
relaciones intrafamilares deficientes constituyen uno de los
primeros pasos que conducen a las mujeres a la calle. Asi-
mismo, y como parte de una intervencin en la lnea de la
prevencin secundaria, sera de utilidad el diseo y la im-
plementacin de programas destinados a la capacitacin e
incorporacin de la mujer pandillera al sector productivo,
con el fin de fomentar un trato igualitario con el sexo opues-
to, proporcionarle recursos para facilitar su independencia
econmica de la pareja y/o del grupo y, con ello, poder
contar con alternativas de manutencin que le posibiliten
volverse una miembro calmada de la pandilla.
Desarrollar polticas y legislar respecto al control de la
tenencia, la portacin y el uso de armas de fuego entre la
poblacin civil. En relacin con el tema de la armamen-
tizacin de la ciudadana y, en consecuencia, de los
pandilleros, se han sugerido varios aspectos, con mayor
claridad y detalle, en las publicaciones ya mencionadas. No
obstante, cabe destacar y recalcar que an no se cuentan con
Recomendaciones
153
mecanismos y normativas claras y lo suficientemente
restrictivas como para que la regulacin en la tenencia, la
portacin y el uso de armas sea exhaustiva. De hecho, el
ilimitado acceso a ellas que tiene la poblacin no slo pone
en evidencia la insuficiencia e inefectividad de la ley de con-
trol de armas en El Salvador, sino que tambin garantiza los
elevados ndices de mortalidad existentes, en tanto que
facilitan las expresiones de violencia, cuyas consecuencias
son letales, en los pandilleros y en la poblacin no
pandillera. Al margen de las consideraciones de un sector
de la sociedad salvadorea que propugna que un control de
este tipo vulnera sus derechos civiles, un mayor control de
la oferta, de la portacin y el uso de armas de fuego tiene el
potencial de incidir en los ndices de mortalidad y en los
recursos con los que los pandilleros pueden contar para
infringir y recibir violencia. Este problema de las armas
tiene graves repercusiones en el estado de salud de la po-
blacin, y de los jvenes en particular, pues la portacion de
un arma permite multiplicar de manera exponencial las
probabilidades de infringir hacia ellos mismos o hacia
otros lesiones fatales. Por lo cual, el control y la reduccin
de la oferta de las mismas tiene altas probabilidades de
incidir sobre los ndices de violencia.
Elaborar estrategias y polticas de prevencin del consumo
de drogas, tanto legales como ilegales. En la actualidad, el
acceso a la droga no slo es ms fcil, sino tambin ms
econmico, por la variedad de oferta que existe. Si a ello se
le agrega la dificultad y los costos elevados del tratamiento
dirigido a drogodependientes, y el hecho de que el control
de la oferta y el narcotrfico de sustancias, a mediano plazo,
es bastante complicado, el nfasis debera centrarse en el
diseo de estrategias preventivas para evitar que los nios y
los jvenes las consuman. Dichas estrategias podran
implementarse como parte de los cursos curriculares en las
escuelas y como parte de los contenidos programticos en
las escuelas para padres, en las charlas educativas en
comunidades y barrios de alto riesgo, etc. Por otro lado, es
necesaria una labor educativa dirigida a la poblacin en
general, para que la sensibilice en torno a este problema, y
le ample el marco conceptual de lo que entiende por una
Barrio adentro
154
droga y, en consecuencia, por drogodependencia. Esto de-
bido a que las drogas legales como el alcohol y el ciga-
rro y las ilegales son percibidas de distinta forma por la
poblacin, ya que a las primeras su carcter de legalidad les
confiere mayor aceptacin social. Sin embargo, son sustan-
cias que no slo tienen serias repercusiones en la
desestructuracin de la personalidad del consumidor co-
mo en el caso del alcohol, sino serias repercusiones a cor-
to y mediano plazo en trminos del deterioro de la salud
como en el caso del cigarro, llegando a cobrar vidas con
mayor frecuencia y en proporciones ms altas que algunas
drogas ilegales.
En relacin con lo anterior, es necesario prestar atencin y
revisar las polticas de desarrollo urbano, en donde se d
prioridad a la creacin de espacios pblicos para los
jvenes. stos son un factor de importancia, tanto por las
repercusiones que tiene el no contar con ellos, como por el
hecho de que se tenga acceso a centros que por el mismo
desorden en el diseo urbanstico se autorizan en cualquier
lado en los cuales la adquisicin de diferentes vicios es
ms probable, tales como los bares, prostbulos, etc. Por el
contrario, el diseo y la creacin de espacios alternativos de
recreacin, en donde el juego, las reuniones y los espacios
para congregarse y compartir sean posibles, es una alter-
nativa importante para personas cuyos limitados recursos y
espacios dentro del hogar no les brindan mayores posi-
bilidades.
Es de suma importancia la creacin y el diseo de una
poltica nacional para enfrentar el problema de las pan-
dillas. Este problema trasciende la rbita de la familia e in-
cluso de la comunidad en la que se gesta, y cada da cobra
ms vidas en el sector juventud, genera costos elevados en
materia de salud y seguridad, dispara los ndices de
violencia, etc. De ah que sea prioritaria su atencin, tanto a
nivel preventivo en el trabajo directo con jvenes en riesgo,
como tambin a nivel de reestructuracin de polticas rela-
cionadas con este sector. Para ello, es necesaria la concu-
rrencia y el compromiso de los diversos sectores guberna-
mentales, no gubernamentales, agencias internacionales y
Recomendaciones
155
entidades nacionales, cuya labor est dirigida a la promo-
cin del bienestar de la niez y la juventud, para proponer y
disear planes dirigidos a la prevencin, el abordaje y la
discusin del tema de las pandillas. Tambin es esencial
lograr un mayor protagonismo entre los sectores con po-
sibilidad de toma de decisiones, de tal manera que las pol-
ticas, redefiniciones, estrategias y programaciones plan-
teadas puedan tener el impacto necesario.
Incluir y tener muy en cuenta la labor de aquellas insti-
tuciones que trabajan directamente con pandilleros, como la
que realiza la organizacin de pandilleros Homies Unidos. La
experiencia de trabajo directo con pandilleros realizada por
estas instituciones debe ser la base o el punto de partida de
cualquier planificacin de estrategias que se pretendan im-
plementar, en tanto proporcionan un conocimiento y
experiencia de primera mano sobre la problemtica y el
trabajo con los jvenes, sus necesidades y tambin sus re-
cursos. Hay que tener en cuenta que el desconocimiento y la
subordinacin de los procesos, las iniciativas, los intereses y
saberes de los sujetos de intervencin a las polticas, los
intereses, saberes, recursos y proyectos de instituciones y
expertos es muy frecuente, y, como se ha venido
comprobando, tiene un impacto contraproducente, en tanto
que se parte de lo que las instituciones conciben como
problema y posibles soluciones, sin tomar en cuenta la
posicin, el conocimiento, la iniciativa y las sugerencias que
los jvenes puedan proporcionar.
Intensificar la coordinacin interinstitucional de las ins-
tancias y entidades que trabajan en el sector niez y ju-
ventud, y vincularlas en una red de intercambio que for-
talezca iniciativas en marcha. Esto con el fin de coordinar
esfuerzos, aprovechar recursos y experiencias que se tengan
sobre el manejo del problema pandilleril u otros que
aquejen al sector niez y juventud, as como posibilitar el
intercambio de lecciones aprendidas, la reflexin y eva-
luacin crtica sobre lo que se hace o planea y el desarrollo
de iniciativas y proyectos, en conjunto, en funcin de la
experiencia directa de trabajo con jvenes.
Barrio adentro
156
Entre las instituciones ms importantes llamadas a integrar
esfuerzos para abordar el fenmeno pandilleril se encuentra
la escuela, la cual tiene grandes posibilidades de brindar un
ambiente alternativo, propicio para la instruccin de as-
pectos prcticos para la convivencia social, como son las
habilidades sociales y la resolucin pacfica de conflictos,
por ejemplo. Sin embargo, la escuela, en la sociedad
salvadorea, se ha convertido en uno de los escenarios en
donde la agresin y victimizacin de jvenes, por parte de
coetneos y adultos, se da con mucha frecuencia, as como
las polticas represivas y de expulsin del alumnado
problema. De ah que la escuela no podr cumplir su
funcin educativa, socializadora e incluso protectora frente
al problema pandilleril, si existen incongruencias entre los
contenidos que se pretenden transmitir (importancia de los
valores, convivencia pacfica, respeto al otro, no consumo de
drogas y alcohol y, en algunos casos, hasta la lectura de
textos bblicos), y las prcticas poco virtuosas, corruptas,
intolerantes e incluso violentas de algunos agentes encar-
gados de la enseanza, desde los maestros hasta los directo-
res. Hacer de la escuela un lugar atractivo y alternativo, en
donde los maestros puedan convertirse de figuras auto-
ritarias a figuras que emanen confianza y apoyo a los alum-
nos, a la vez que puedan proporcionarles alternativas para
que puedan solucionar aspectos conflictivos de su vida dia-
ria, sin una perspectiva moralista y limitada, es esencial en
la reduccin de la posibilidad de ingreso a la pandilla. Por
otro lado, se vuelve a recomendar lo que ya se mencion en
estudios anteriores: la necesidad de garantizar el acceso y la
permanencia de los nios y los jvenes en el sistema edu-
cativo formal, de forma tal que sea posible alcanzar un nivel
ms elevado de capacitacin tcnica o acadmica, a la vez
que le permita al nio o al joven tener un espacio alterna-
tivo de convivencia y de relacin con otros, que no sea la
calle.
Todos conocen la funcin importante que desempean los
medios de comunicacin en esta problemtica, sobre todo
en una poca en donde la tecnologa y la comunicacin van
de la mano. Los medios, precisamente por ser uno de los ele-
mentos formadores de opinin pblica por excelencia, juegan
Recomendaciones
157
un papel fundamental en la conformacin de la imagen que, a
nivel social, se tiene de las pandillas, labor que salvo ciertas
excepciones no ha hecho otra cosa que presentar una ima-
gen distorsionada e incompleta del fenmeno, precisamente
porque tienden a jugar con la paranoia social, la doble moral,
el amarillismo y la severidad social que caracteriza a los
salvadoreos. Estos hechos facilitan la creacin no slo de un
estereotipo del joven, sino tambin de un chivo expiatorio,
sobre el cual convenientemente recaen las culpas del mal
funcionamiento de la sociedad y de sus elevados niveles de
violencia. Con ello no se pretende exculpar a los jvenes
pandilleros de su cuota de responsabilidad en la confor-
macin de la imagen que la sociedad tiene de ellos, precisa-
mente por su involucramiento en la violencia, tanto a nivel
de rivalidades entre grupos como a nivel criminal. Lo que se
quiere es hacer un llamado de atencin a los medios de co-
municacin para que realicen su labor informativa en
trminos objetivos y profesionales, destacando el periodis-
mo investigativo por sobre el amarillismo y la superficia-
lidad. Si bien es cierto que, en trminos econmicos, el lti-
mo resulta el ms rentable, no contribuye en nada a aportar
soluciones a este problema. En este sentido, se necesita de
informacin objetiva, crtica y propositiva, que contribuya al
anlisis de la situacin desde posiciones racionales, que
destaquen las condiciones de desventaja social y estructural
que se encuentran a la base de un fenmeno al que, por
aos, se le ha concebido como parte de la desviacin social
y moral que sufre la juventud, sin cuestionar la integridad
y solvencia moral de la sociedad de la que los jvenes
proceden.
Promover la capacidad organizativa, creativa y propositiva
de los grupos de jvenes organizados en pandillas, a travs
de programas que insten a la participacin ciudadana, a
nivel de comunidad o barrio. Esto obedece a la necesidad de
promover la interaccin entre el joven y su comunidad. En
la medida en que se pueda coordinar la participacin del
grupo juvenil en aspectos de inters local, habr mayores
probabilidades de que el joven adquiera mayores habi-
lidades de gestin y negociacin, en aspectos que sean de su
inters. Asimismo, es necesario fortalecer a las organi-
Barrio adentro
158
zaciones juveniles de todos los sectores (iglesias, partidos
polticos, organizaciones gubernamentales y no guberna-
mentales, etc.), a fin de que los jvenes puedan contar con
alternativas de espacios de organizacin y participacin con
mayores posibilidades de impacto social. En este sentido, es
importante la movilizacin de recursos polticos, econ-
micos, tcnicos, culturales y educativos que puedan dar
entrenamiento directo a los jvenes, en reas de su inters, y
que con ello puedan viabilizar proyectos de desarrollo, de
organizacin juvenil y capacitaciones tcnicas o laborales a
nivel local.
Finalmente, es necesario hacer un llamado a la sensibili-
zacin social ante el problema de las pandillas. En primer
lugar, es preciso que los diferentes sectores sociales tengan
mayor acceso a informacin objetiva, crtica y propositiva al
respecto, que haya mayor divulgacin sobre la complejidad
de la situacin con el fin no slo de informar, sino de derri-
bar estereotipos existentes entre varios sectores sociales, que
conciben el problema de la pandilla como algo ajeno a su
realidad y de competencia exclusiva de las entidades
relacionadas con la seguridad pblica. En la medida en que
no se tome conciencia de la responsabilidad social frente a
esto, y que no exista un progresivo convencimiento de que
todo lo que se haga o deje de hacerse con la niez y la ju-
ventud en la actualidad desde todos y cada uno de los
sectores sociales tendr sus repercusiones a corto plazo,
se seguir cometiendo uno de los principales errores que
hasta ahora no se han podido solventar: creer que un pro-
yecto de sociedad es viable, desde cualquier punto de vista,
si sus ms vulnerables y prometedores elementos se en-
cuentran marginados y condenados a la pobreza, a la victi-
mizacin y al flagelo de la violencia.
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Apndice
165
APNDICE
Barrio adentro
166
Apndice
167
Encuestador: __________________________________ Muni cipio: __________________________________
Supervisor: ___________________________________ Fecha: ______________________________________
ENCUESTA SOBRE LA JUVENTUD ORGANIZADA EN PANDILLAS
Agosto de 2000
El Instituto Universitario de Opinin Pblica de la UCA, la Organizacin Panamericana de la Salud y Homies Unidos estn llevando a cabo un
estudio sobre la juventud organizada en pandillas, con el propsito de conocer acerca de las necesidades, los deseos y actividades de los jvenes
como vos y con ello apoyar la bsqueda de soluciones al problema. Para esto necesitamos hacerte algunas preguntas; todo lo que nos digas es
confidencial, no se anotar tu nombre o identificacin. Por favor, responde con sinceridad. No hay respuestas buenas o malas, slo tus
opiniones. Gracias por tu colaboracin.
I . DATOS GENERALES
1. Sexo (1) Masculino/Homeboy (2) Femenino/Haina
2. Cuntos aos tienes? ________ aos
3. Estudias actualmente? (1) S (2) No
4. Hasta qu grado has estudiado incluyendo el ao actual? _____________________
5. Practicas alguna religin?
(1) Ninguna (2) Catlica (3) Cristiana (evanglica) (4) Otras (especificar) __________________
6. Trabajs actualmente?
(1) Trabaja [siga] (2) Busca trabajo [pase a 9] (3) No trabaja [pase a 9]
7. Qu tipo de trabajo tens? (1) En negocio propio (2) Empleado permanente
(3) Empleado temporalmente (7) Otros (especificar) ___________________________
8. Tu trabajo es a tiempo completo o a tiempo parcial? (1) Tiempo completo (2) Tiempo parcial
II. DATOS SOBRE PERTENENCIA A PANDILLAS
9. Cmo describiras tu situacin actual respecto a tu pertenencia a la pandilla?
(1) Activo/a [siga] (2) Calmado/a [pase a 11] (3) Deseas ingresar (wanna be) [pase a 17]
10. A qu pandilla perteneces? ___________________________ [pasa a 12]
11. Qu te motiv a calmarte? (1) La familia/hijos (2) Deseabas un cambio
(3) Muy viejo para ser pandillero (4) Para tener empleo (7) Otras _________________________
12. Cuntos aos tenas al unirte a la pandilla?____________ aos
13. Qu te motiv a hacerlo? (1) Problemas familiares (2) El vaci l
(3) Influencia de amigos (4) Proteccin/defensa (7) Otras __________________________
14. Aproximadamente, cuntos homeboys hay en tu clika? ________________________
15. Y cuntas hainas? ___________________________
16. Has formado parte de pandillas en Estados Unidos?
(1) S (2) No (3) No ha estado en E.E.U.U.
17. Qu beneficios crees que recibes o recibiras por tu pertenencia a la pandilla?
(1) Respeto (2) Amistad (3) Dinero
(4) Ninguno (7) Otros ___________________________
III. ESTRUCTURA FAMILIAR
18. Con quin vivas antes de integrarte a la pandilla?
(1) Padre y madre (2) Slo madre (3) Slo padre
(4) Abuelos, tos (5) Amigos (6) Con nadie
(7) Otros_______________________________
19. Cmo era tu relacin con tu familia o la persona que te cri?
(5) Muy buena (4) Buena [(3) Regular] (2) Mala (1) Muy mala
20. Con qu frecuencia te pegaban para corregirte o castigarte?
(1) Nunca (2) En muy pocas ocasiones (3) Una vez al mes
(4) Ms o menos una vez por semana (5) Casi todos los das
UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA JOS SIMEN CAAS
ORGANIZACIN PANAMERICANA DE LA SALUD
HOMIES UNIDOS
iudop
U
C
a
Barrio adentro
168
IV. CONSUMO SUSTANCIAS Y PORTACIN DE ARMAS
24. Consumes algn tipo de droga y/o alcohol? (1) S [siga] (2) No [pase a 31]
En el ltimo mes, qu tan
frecuentemente has consumido...
Nunca Rara vez
Algunas veces
(2-3 veces por mes)
Frecuentemente
(1-3 veces por semana)
Siempre
(todos los das)
25. Alcohol 0 1 2 3 4
26. Marihuana 0 1 2 3 4
27. Cocana 0 1 2 3 4
28. Crack 0 1 2 3 4
29. Pega 0 1 2 3 4
30. Otra (especificar)_______________ 0 1 2 3 4
31. Posees algn arma (pistola, rifle, cuchillo, etc.) en la actualidad?
(1) S [siga] (2) No [pase a 34] (9) No responde [pase a 34]
32. De qu tipo? ( 1) Pistola [siga] (2) Rifle, fusil [siga] (3) Arma hechiza [pase a 34]
(4) Explosivos [siga] (5) Arma blanca [pase a 34] (7) Otros _____________________
33. Cmo consiguiste el arma de fuego?
(1) Comprada en tienda autorizada (2) Comprada en la calle (3) Regalada por amigo
(4) Robada (7) Otros _______________________________
V. VIOLENCIA Y VICTIMIZACIN
En el ltimo ao, qu tan frecuentemente has
realizado alguna de estas acciones?
Todos los
das
2-4 veces
por semana
1 vez por
semana
1-2 veces
al mes
1 2 veces
en 6 meses
1 2 veces
en 1 ao
Nunca
34. Golpear a otros (agresin fsica) 6 5 4 3 2 1 0
35. Herir con arma blanca 6 5 4 3 2 1 0
36. Herir con arma de fuego 6 5 4 3 2 1 0
37. Robo/hurto sin agresin fsica 6 5 4 3 2 1 0
38. Robo con agresin fsica 6 5 4 3 2 1 0
39. Trfico de drogas 6 5 4 3 2 1 0
40. Violacin sexual 6 5 4 3 2 1 0
41. Otros (especifique)_____________________ 6 5 4 3 2 1 0
42. En el ltimo ao, has matado a alguien? (1) Si (2) No (9) No responde
Ahora pens en el ltimo hecho de violenci a en el que te viste involucrado:
43. Hacia quin fue dirigido este hecho? (1) Pandilla rival (2) Gente en la calle
(3) Personas de la comunidad/barrio (4) Polica (7) Otras ________________________
44. Cul fue el motivo que te llev a realizar esa accin? _________________________________________________
45. Te encontrabas bajo el efecto del alcohol o de alguna droga al momento de realizar esa accin? (1) S (2) No
46. En dnde ocurri el hecho? (1) En tu colonia/barrio (2) En el bus
(3) En la calle (4) Parada de buses (5) En barrio de pandilla rival
7) Otras (especifica) __________________________ (9) No sabe/no responde
47. Qu tipo de arma usaste en el hecho? (1) Pistola (2) Rifle, fusil ( 3) Arma hechiza
(4) Explosivos (5) Arma blanca (7) Otros ________________________
En el ltimo ao, con qu frecuencia has sido
vctima de alguna de las siguientes acciones?
Todos los
das
2-3 veces
por semana
1 vez por
semana
1-2 veces
al mes
1 2 veces
en 6 meses
1 2 veces
en 1 ao
Nunca
48. Golpes/agresin fsica 6 5 4 3 2 1 0
49. Heridas con arma blanca 6 5 4 3 2 1 0
50. Heridas con arma de fuego 6 5 4 3 2 1 0
51. Robo/hurto sin agresin fsica 6 5 4 3 2 1 0
52. Robo con agresin fsica 6 5 4 3 2 1 0
53. Asalto sexual (trencito) 6 5 4 3 2 1 0
54. Otros (especifique)_______________________ 6 5 4 3 2 1 0
21. Antes de ingresar a la pandilla, fuiste vctima de violencia fsica o verbal de parte de alguna persona (familiar o no) dentro
de tu hogar?
(1) No (2) S, de quin(es)? _________________________ (9) Ns/nr
22. Fuiste testigo de episodios de violencia como golpes, agresin verbal, etc. hacia alguien (madre, hermanos menores, etc.) dentro
de tu hogar?
(1) No (2) S (9) Ns/nr
23. Existe algn miembro de tu familia que haya cometido algn delit o (penado o no por la ley)?
(1) S (2) No (9) No sabe, no responde
Apndice
169
55. En dnde ocurri el ltimo hecho que sufriste? (1) En tu colonia/barrio (2) En el bus
(3) En la calle (4) Parada de buses (5) En barrio de pandilla rival
(7) Otras (especifica) __________________________ (9) No sabe/no responde
56. Qu da de la semana ocurri? _____________________________
57. Aproximadamente, a qu hora ocurri? ________________________________
58. De quin recibiste la agresin? (1) Pandilla rival (2) Misma pandilla/homeboy
(3) Particular (4) PNC/CAM (7) Otros (especifique) ____________________
59. Ha participado tu clika/pandilla en alguna ria durante el pasado mes? (1) No (2) S, cuntas veces?_____________
En tu opinin, qu tan efectivos pueden ser los siguientes
mtodos para evitar una pelea?
Muy
efectivo
Algo
efectivo
Poco
efectivo
Nada efectivo No sabe
60. Amenazar con usar un arma / llevar un arma (4) (3) (2) (1) (9)
61. Tratar el problema hablando (4) (3) (2) (1) (9)
62. Comportarte agresivo para que otros no se metan contigo (4) (3) (2) (1) (9)
63. Evitar / alejarse de la gente que quiere pelear (4) (3) (2) (1) (9)
64. Has estado alguna vez en prisin/centro de reeducacin? (1) S [siga] (2) No [pase a 67] (9) No responde [pase a 67]
65. De qu delito se te acusaba?
(1) Robo (2) Violacin (3) Homicidio
(4) Lesiones a otros (5) Hurto (6) Posesin/venta de drogas
(8) Tenencia/trfico de armas (9) No responde (7) Otros (especificar) _____________________
66. Qu edad tenas la primera vez que estuviste en prisin o centro de reeducacin (torcido)? ___________
67. En tu opinin, qu relacin crees que tiene la pandilla con bandas de crimen organizado?
(1) Ninguna (2) Apoyo en acciones de comn acuerdo
(3) Muchos pandilleros pasan luego a la mafia u otras bandas (7) Otras ____________________. (9) Ns/nr
68. Te gustara calmarte en tu vida de pandillas? (1) S (0) No
69. Por qu? _____________________________________________________________________________.
70. Qu propones para evitar que otros jvenes se involucren en este tipo de actividades? ___________________________________.
71. Cunta confianza crees que te tiene la gente de tu barrio?
(4) Mucha (3) Algo (2) Poca (1) Ninguna (9) Ns/nr
OBSERVACIONES: ___________________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________________________________
Errores
Codific

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