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Como Informar Sobre Infancia y Violencia Web
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Parte IV. Sugerencias sobre cómo informar sobre infancia y violencia ........................... 147
ANEXO DOCUMENTAL EN CD
1. Seguimiento informativo. Semana del 20 al 26 de noviembre de 2006
Diarios de información general. Myriam Noblejas, Mónica Lara y Ricardo García
Cadenas de radio. Isabel Cabrerizo
Agencias de noticias. Pilar Ramos
Medios digitales. Mónica Lara
Normativa internacional
– Convención de los Derechos de los Niños, 1989
– Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos fundamentales en el
trabajo, 1998
– Convenio número 138 de 1973 sobre la Edad Mínima. Organización Mundial del
Trabajo (OIT)
– Recomendación núm. 146 de la OIT sobre Edad Mínima de Admisión al empleo,
1973
– Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la
prostitución ajena, 1949
– Convención Interamericana sobre Tráfico Internacional de Menores, 1994
– Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la
venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía
– Recomendación número 190 sobre las peores formas de trabajo infantil, 1999.
OIT
– Convenio número 182 de 1999 sobre las peores formas de trabajo infantil. OIT
Códigos deontológicos
– Código deontológico de la FAPE
– Declaración de principios de conducta de los periodistas de la Federación
Internacional de Periodistas (FIP) y Pautas y principios de la Federación
Internacional de Periodismo
– Código europeo de deontología del periodismo del Consejo de Europa
– Código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia
– Principios éticos para informar acerca de la infancia de UNICEF
– Los derechos de los niños y los medios de comunicación. Líneas maestras y
principios para escribir sobre temas relacionados con los niños. Adoptado por
organizaciones de periodistas de 70 países en la I Conferencia Internacional de
Periodismo y Derecho del Niño. Brasil, 1998
Prólogo
En el pasado ha habido fortísimos debates en torno a si las imágenes de violencia inducían, o no,
actitudes y conductas violentas en la audiencia y, especialmente, entre niños y adolescentes. Hoy son
muy pocos los expertos que niegan que tal influencia exista. Lo que estamos discutiendo ahora mismo
es su tipo y grado.
Por una parte, los desarrollos más recientes de la ciencia están despejando dudas acerca de cómo
puede producirse tal influencia. Quizá los mecanismos del aprendizaje sean mucho más sencillos de
lo que creíamos. Hoy sabemos que las mismas neuronas se activan cuando ves a alguien realizando
una acción que cuando tú mismo la llevas a cabo. Poco importa si ese ‘alguien’ es una persona de
carne y hueso que está ante ti, o un personaje de ficción que ves en una pantalla.
Y no es que, de ese último modo, haya un efecto de catarsis: algo así como ves violencia, la vives
mentalmente y la descargas (te liberas, pues, de tus impulsos agresivos). No, nada de eso. La secuencia
real es muy probable que sea ésta otra: ves violencia, la vives mentalmente y refuerzas, de ese modo,
los circuitos neuronales que están por detrás del despliegue agresivo. Dicho de otro modo, viendo
refuerzas la base biológica de los comportamientos ligados con lo que ves. De ahí que, concluyo, no
haya que minusvalorar el papel que las imágenes de los medios de comunicación y entretenimiento
nos hacen llegar.
Por otra parte, he dicho que lo que actualmente estamos debatiendo es el tipo y grado de influencia
que esas imágenes tienen. Nuestra conducta es extraordinariamente compleja. ¡Ojala todo fuera tan
sencillo como los deterministas biológicos sustentan! Hoy también sabemos que, en la mayoría de los
casos relativos a nuestro comportamiento, no basta aquello de “éste es el gen; ésta es la conducta
correspondiente”. Ni mucho menos.
Nuestro comportamiento es el resultado de múltiples factores. Los expertos solemos hablar de modelo
‘bio-psico-socio´, porque atendemos factores de tipo biológico, psicológico y social y, además, nunca
los consideramos en su aislamiento, sino interactuando. En el caso que nos ocupa esto se materializa
así: las imágenes de violencia influyen, incluso sobre la configuración de nuestro cerebro; pero, lo que
hagamos dependerá también del tipo de ideas y creencias en que hayamos sido socializados, los
hábitos de vida que hayamos adquirido o las interacciones entre los distintos miembros que forman
la familia, etc. En definitiva, lo visto en las pantallas, influye; pero, en qué grado lo hace es algo que
dependerá del contexto social en que se inserte la imagen.
Estos aspectos negativos no empañan los grandes servicios que los medios de comunicación han
prestado a la defensa de los derechos humanos. Y hablo de “derechos humanos”, porque la violencia
no es otra cosa que un ataque frontal a los mismos. Pues bien, los medios de comunicación han sido
claves en la conversión de acciones (u omisiones), que a fuerza de habituales se tenían por normales,
en lo que realmente son: ataques contra la integridad física, psicológica, sexual o económica de los
miembros de determinados colectivos. Ése es el camino que han recorrido las prácticas que hoy caen
bajo el rótulo de “maltrato infantil”: desde la ‘normalidad’ (incluso, la necesidad de ejercitarlas por el
‘bien’ del niño) a su consideración como delito.
Como casi todo, los medios de comunicación tienen pues un haz y un envés. Dada la notable
influencia de su cara negativa, convendría hacer lo posible para que menguara. Destacarían así, aún
más, sus aspectos positivos. Y éste, por cierto, no es el mero deseo de cuantos académicos como yo
contemplamos los medios desde fuera. Nada de eso. El informe que usted se dispone a leer tras estas
palabras introductorias pone de manifiesto el gran interés de los profesionales de los medios de
comunicación en hacer mejor las cosas, cuando se trata de informar sobre algo tan delicado por sus
consecuencias como es la violencia y, en particular, la que padecen o perpetran los niños.
El Centro Reina Sofía ha querido, esta vez, que fueran tales profesionales los que diseccionaran la
información sobre violencia infantil, tratando de identificar los problemas técnicos, éticos y legales en
los que suele incurrirse en ese ámbito. El objetivo no es, desde luego, un ejercicio de autoflagelación.
No se trata de entonar un mea culpa, sino de hacer un diagnóstico lo más exacto posible de la
situación a fin de promover medidas que puedan evitar seguir transitando por vías inconvenientes.
Un objetivo así requería del Centro Reina Sofía acertar en quien debía coordinar este informe. La
colaboración, ya de años, con Javier Fernández Arribas, siempre dispuesto a escuchar a todos, a
aprender y a consensuar, nos llevó a encargarle sin ningún tipo de dudas la confección del mismo.
Sabemos que ha estado muy bien asistido por el buen hacer de Myriam Noblejas. El resultado lo tiene
usted entre las manos: un amplísimo estudio que va desde el análisis de la información de casos
concretos sobre violencia infantil a la interpretación de los datos obtenidos en el marco de un amplio
sondeo entre todos los medios de comunicación nacionales (prensa, radio y televisión), pasando por
una prolija recopilación de normas que afectan a la violencia infantil y por las opiniones de algunos
de los profesores de universidad de prestigio más reconocido.
Hay pues más que sobradas razones para que el Centro Reina Sofía quiera agradecer en este punto
la magnífica labor de Javier Fernández Arribas y Myriam Noblejas, así como la de todos y cada uno de
sus colaboradores. Y, desde luego, el Centro quiere mostrar asimismo su agradecimiento a quienes
han patrocinado de una u otra manera esta edición, haciéndola posible: la Conselleria de Educación
de la Generalitat Valenciana y la Asociación de la Prensa de Madrid.
La violencia infantil (tanto la ejercida contra menores como la perpetrada por estos), así como la
violencia en general, presentan en nuestra sociedad matices novedosos . Antes no había teléfonos
móviles con cámara de vídeo para grabar los golpes a una víctima . Tampoco antes se pensaba que el
acoso en las escuelas pudiera llevar al suicidio de la víctima. Ni que los niños pudieran ser dictadores
en el hogar llegando, incluso, a agredir a sus familiares . Son algunos de los casos que han surgido en
los últimos tiempos y que exigen un tratamiento periodístico determinado, porque los protagonistas
son menores y porque su futuro y el de su familia puede verse seriamente afectado por la información
que publiquen los medios de comunicación.
Hace algunos años los profesionales de los medios de comunicación nos encontramos con otro
fenómeno nuevo: la violencia contra la mujer. Ocurrió lo mismo: los periodistas no dominábamos
adecuadamente todos los conceptos, ni conocíamos científicamente las circunstancias que rodeaban
estos sucesos, por lo que nuestras informaciones, a veces, perjudicaban a las mujeres. Ahora, el
Centro Reina Sofía ha encargado a un grupo de expertos la elaboración del presente trabajo, Cómo
informar sobre infancia y violencia, en conexión con el Foro Internacional sobre Infancia y Violencia,
celebrado por este Centro en marzo de 2007.
Se trata de un trabajo hecho por periodistas para periodistas, bajo la supervisión científica y
conceptual del Centro Reina Sofía. Tiene como objetivo principal servir como referencia a todos
aquellos profesionales que guardan alguna relación con la infancia y la violencia, ya sea en los medios
de comunicación, en las universidades y escuelas, en las instituciones oficiales, en las organizaciones
no gubernamentales y en cualquier otro tipo de organismo que se ocupe de asuntos de esta índole.
Las sugerencias que se presentan en este trabajo son fruto de la opinión de 775 periodistas de toda
España, que han participado en su elaboración, respondiendo una encuesta que trata de establecer
las reglas más elementales que tenemos que adoptar los profesionales cuando informamos sobre
infancia y violencia. Se trata de una muestra cualitativamente muy variada, que incluye perfiles
profesionales de todos los medios de comunicación y de las más diversas organizaciones e
instituciones. Rigor, sensibilidad, respeto a la intimidad, veracidad, celo profesional, consulta a
expertos, son algunas de las recomendaciones que hemos recogido.
Que nadie interprete que pretendemos decir a nuestros colegas cómo tienen que hacer su trabajo, ni
que queremos dar lecciones. Nuestro objetivo es ofrecer a todos aquellos que lo necesiten, una
herramienta de trabajo que les sirva de referencia, de consulta, de guía y de orientación cuando se
vean inmersos en la cobertura informativa de los casos de violencia infantil. Se trata de un documento
que es fruto de la investigación de expertos en el ámbito conceptual; de la opinión de catedráticos de
comunicación; del análisis de la situación actual de los menores en la familia, en la escuela y en la
sociedad; de la experiencia de compañeros en la cobertura informativa de casos como el de Jokin, las
niñas de Alcàsser, el asesino de la catana, etc.. De los profesionales nos han interesado tanto sus
opiniones como la experiencia vivida al cubrir informativamente actos de este tipo. Todo ello nos ha
servido para esbozar un diagnóstico de la situación actual de la violencia infantil, sobre todo en
España.
También hemos querido revisar la legislación relacionada con este fenómeno, ya que nos parece
indispensable para los periodistas conocer en qué casos la libertad de expresión y el derecho a la
información pueden entrar en conflicto con otros derechos fundamentales que amparan a los
menores.
Agradecemos al Centro Reina Sofía su confianza en este equipo de profesionales para la elaboración
de este trabajo y su asesoramiento científico para lograr un enfoque correcto y ajustado; a los
profesionales que han participado en la encuesta, por su aportación de ideas y su respaldo a este
trabajo atrevido; a los profesores que aportan su visión teórica y a todos aquellos que consideran que,
más allá de los temas políticos habituales y rutinarios que copan los medios de comunicación, hay
asuntos —como la violencia infantil— de gran relevancia y trascendencia para cualquier familia.
Los periodistas debemos demostrar el compromiso y la obligación que tenemos con la sociedad en
general y desarrollar nuestro oficio con la sensibilidad que todo servicio público requiere , como si el
protagonista de la noticia fuera nuestro propio hijo o familiar. El rigor y la seriedad del trabajo
informativo no están reñidos con lograr la atención y la confianza del público, ni con la valoración más
sensata de nuestros ciudadanos que rehuyen el morbo y el periodismo amarillo y sensacionalista. No
se trata de ocultar la realidad, sino de cómo contarla.
Este Informe pretende provocar una autocrítica entre los profesionales y entre las empresas de medios
de comunicación para afrontar el desafío de informar sobre violencia infantil con los conocimientos
técnicos, éticos y psicológicos pertinentes , evitando errores y daños para la vida y el futuro de los
menores y de sus familias.
Hay una primera consideración fundamental a la hora de analizar cómo se informa actualmente sobre
los casos de violencia infantil: el foco debe colocarse más sobre el agresor y no tanto sobre la víctima.
Se trata, en definitiva de dejar a un lado la victimización y la criminalización cuando se abordan
informaciones de este tipo. Resulta más complicado, porque el acceso a un agresor y a su entorno es
mucho más difícil que a una víctima y a su situación. A la hora de contar lo que pasa, por qué pasa y
qué consecuencias puede tener, las fuentes informativas resultan trascendentales y condicionantes del
desarrollo y del resultado final de las informaciones.
No podemos olvidar otros aspectos como la carencia de medios que existe en muchas redacciones; la
distinción necesaria en formatos audiovisuales entre programas de los Servicios Informativos y
programas Magazine; o la tendencia actual, más o menos extendida entre los profesionales de la
comunicación, de lograr el éxito sin reparar en el más mínimo escrúpulo. En definitiva, los
informadores debemos recuperar el noble oficio de contar bien lo que pasa. Por este camino también
se consigue el éxito. A lo mejor se tarda más, pero se conserva la esencia de servicio público del trabajo
periodístico. Se trata de un pilar básico del sistema democrático y del estado de derecho para que los
ciudadanos estén bien informados y los periodistas puedan ejercer su trabajo con libertad de prensa
y de expresión, y así cumplir con su compromiso profesional. Esta premisa sirve para el ejercicio del
periodismo en general y resulta básica cuando se aborda la violencia infantil.
Parte I
Concepto, tipos y efectos de la violencia
1. Concepto y tipos de violencia
Por José Sanmartín Esplugues
Hay términos que suelen emplearse como sinónimos, no siéndolo. Es el caso de los vocablos
“agresividad” y “violencia”.
La violencia es agresividad, sí, pero agresividad alterada, principalmente, por la acción de factores
socioculturales que le quitan el carácter automático y la vuelven una conducta intencional y dañina.
CLASIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA
Hay diversos criterios para clasificar la violencia. Por ejemplo, es posible catalogarla atendiendo a la
modalidad, activa o pasiva, en que se ejerce, o atendiendo al tipo de daño causado, o de víctima, o
de agresor, o finalmente de escenario (lugar o contexto) en el que ocurre.
A veces ignorar la existencia de distintos criterios de clasificación lleva a algunos autores a confundirse,
incluso a aseverar, casi con asombro, que no hay violencia escolar o violencia terrorista, por citar dos
casos, sino sólo violencia. “La violencia es la misma”, vienen a decir, “Lo que cambian son las
circunstancias en las que la violencia se expresa”. Pues, claro que sí. La violencia es, esencialmente, la
misma en uno u otro caso. Pero eso no significa que no convenga clasificarla de modos distintos según
sean los puntos de observación desde los que se percibe la violencia.
La violencia emocional no son las secuelas psicológicas que se siguen de los otros tipos de daño.
Por ejemplo, no son los efectos psicológicos negativos que experimenta la víctima de palizas
reiteradas. La violencia emocional es un tipo específico de violencia. Se trata de cualquier omisión
u acción que causa o puede causar un daño psicológico. Suele valerse del lenguaje, tanto verbal
como gestual. Está paradigmáticamente representada por el insulto.
La violencia sexual es cualquier comportamiento en el que una persona es utilizada para obtener
estimulación o gratificación sexual. Realmente, la violencia sexual es una suma de daños físicos
y emocionales. La repugnancia que la humanidad ha manifestado ante este tipo de violencia (la
única moralmente condenada en casi todas las culturas), ha hecho que se le conceda un lugar
específico junto a las otras formas de violencia.
Por violencia de género se debería entender, en consecuencia, la que se perpetra contra alguien
porque se considera que se ha separado del papel (no cumple la función) que tradicionalmente
le corresponde. Al menos en la teoría, cabría hablar, pues, de violencia de género masculina o
La violencia de género, en este último sentido, adopta múltiples modalidades: hay violencia de
género en la pareja, en la casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en las pantallas, en las
tradiciones culturales, y un largo etcétera. Más tarde examinaré algunas de estas formas.
Un problema que algunos autores ven en la definición ofrecida de violencia contra niños es que
no incluye la palabra “repetidamente”, es decir, para esos autores la violencia contra niños no es
la violencia, sin más, que se perpetra contra la integridad del niño, sino la que se realiza de forma
reiterada. Sólo así, suelen añadir, se podría justificar que la bofetada que, ocasionalmente, los
padres pueden darle a un niño no es una forma de maltrato infantil. Pues bien, aunque una
bofetada sea ocasional, es violencia. Podrá considerarse lo dicho como una exageración; pero,
objetivamente, insisto, una bofetada es violencia.
Además, considerar la reiteración como nota definitoria de la violencia contra niños, podría llevar
a una casuística endiablada. Una (sólo una) violación de un niño, ¿sería o no sería una muestra
de violencia? Obviamente, en este caso nadie dudaría en dar una respuesta afirmativa. ¿Por qué,
entonces, una (sólo una) bofetada no es una muestra de violencia? Dicho de otro modo,
deberíamos exigir la reiteración de la conducta como un requisito del maltrato infantil en unos
casos y no en otros. Esto no deja de ser absurdo y plantea problemas añadidos como, por
ejemplo: ¿a partir de cuántas bofetadas empezaremos a hablar de violencia?
En España, la mayoría de las víctimas (seis de cada diez) de este tipo de maltrato son mujeres,
aunque debe constatarse un crecimiento sostenido de los hombres. De ahí que algunos expertos
consideren que el maltrato de personas mayores no es más que violencia de género, perpetrada
ahora contra mujeres de una cierta edad. Esta hipótesis me parece que no está corroborada por
los hechos. Y los hechos son que en este tipo de violencia el rol social (el género) no suele jugar
un papel decisivo. De cada diez agresores de personas mayores, sólo tres son la pareja o ex pareja
de la víctima; en el resto de los casos, el agresor es el hijo, la hija, un pariente, un vecino, un
amigo, etc. con móviles muy distintos.
Por consiguiente, sujetos agentes o pacientes de la violencia doméstica pueden ser todos los
individuos que viven en un hogar. Y hay que decir que, según algunos grandes expertos, es éste
el segundo contexto en el que hay más violencia. Sólo se encuentra por detrás de un ejército en
tiempos de guerra. En la casa puede haber violencia contra la mujer, contra el niño, contra las
personas mayores, etc.
Una de las confusiones terminológicas con consecuencias más indeseables consiste en considerar
que las expresiones “violencia de género” y “violencia doméstica” son sinónimas. El hogar es
uno más de los escenarios en los que la violencia de género puede darse. Repito: sólo uno más.
La violencia de género no tiene nada que ver con el contexto en el que ocurre, sino con el tipo
de víctima contra la que se dirige: contra una mujer en nombre de un supuesto rol o función.
Violencia en la escuela
Si llamativo resulta que haya violencia en los hogares, donde es de esperar que el afecto entre
quienes allí viven sea la norma, no lo es menos que exista violencia en la escuela. En ésta hay
violencia cruzada entre profesores y alumnos (especialmente, en nuestros días, de estudiantes
hacia profesores), entre padres y profesores, entre los propios alumnos, etc.
La violencia entre alumnos es la que concita mayor alarma social actualmente, al menos, en
Europa. Adopta diversas formas que van desde la pelea hasta la exclusión, pasando por malas
miradas, insultos, etc. Habitualmente, es ocasional.
De lo dicho se desprende que el acoso escolar es una especie de tortura en la que el agresor
sume a la víctima, a menudo con el silencio o la complicidad de otros compañeros. No es de
extrañar entonces que la víctima sufra graves problemas psicológicos y que llegue a albergar e
incluso a realizar ideas suicidas.
Por “acoso sexual en el trabajo” se entiende toda conducta de connotaciones sexuales que, en
el lugar de trabajo, le es impuesta a un empleado sin su consentimiento, conducta que resulta
para la víctima hiriente, degradante o intimidatoria.
El acoso moral en el trabajo es, por su parte, toda conducta abusiva que, con carácter reiterado
o sistemático, atenta contra la integridad física o psicológica de un empleado, poniendo en
peligro la conservación de su empleo o empeorando el ambiente de trabajo.
Las víctimas de una y otra forma de acoso laboral suelen ser mujeres (en particular, mujeres
solteras o madres solteras), homosexuales y trabajadores en precario.
Se trata de una forma de violencia (en buena parte, por lo dicho, de género) fría, insidiosa y, a
menudo, casi invisible, lo que la vuelve muy peligrosa. No suele consistir en un ataque duro y
frontal y, por lo tanto, claro y manifiesto, que permita la denuncia. Suele adoptar la forma de
pequeños ataques cuyo efecto microtraumático irá acumulándose con el tiempo hasta
desembocar en un verdadero suplicio.
El acoso moral se parece mucho al acoso escolar. Cambia, obviamente, el lugar en el que ocurre.
De hecho, en un principio, tanto uno como otro se denominaron “mobbing”. Más tarde, para
el acoso escolar se reservó el nombre de “bullying” y para el acoso moral el de “mobbing”.
Violencia en la cultura
Se trata de la violencia que impregna algunas tradiciones culturales. Entre esas formas de
violencia suele destacarse la llamada “mutilación genital femenina”.
Por tal se entiende toda práctica que conlleve la amputación total o parcial de los genitales
externos femeninos, o que cause algún otro daño a estos órganos por motivos que no son
terapéuticos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) distingue cuatro tipos de mutilación
genital femenina, a saber: clitoridectomía o extirpación del clítoris; excisión o extirpación del
clítoris junto con la extirpación parcial o total de los labios menores; infibulación o extirpación
parcial o total de los genitales externos, con sutura o estrechamiento del orificio vaginal, dejando
A veces se dice que algunas religiones y, en concreto, el Islam exigen esta forma de violencia. No
es verdad. Es una norma de ciertas culturas, principalmente africanas, que trata de justificarse de
modos más o menos grotescos. En ese sentido, se dice por ejemplo que la mutilación genital
femenina es higiénica; es estética (porque el clítoris es concebido como un órgano masculino que
debe ser, por consiguiente, recortado y embellecido); es necesaria sanitariamente (porque si el
clítoris toca la cabeza del niño al nacer, puede incluso matarlo) o socialmente (porque favorece
la cohesión social al evitar prácticas como la promiscuidad, adulterio, etc.). Todos estos intentos
de justificación tratan de encubrir lo que no es más que un atentado contra la integridad de las
mujeres, perpetrado desde hondos prejuicios machistas.
Estos últimos tiempos se han alzado muchas voces a favor de respetar la diversidad cultural. Estoy
de acuerdo. Pero el respeto no significa que haya que aceptar pasivamente prácticas culturales
que atenten contra los Derechos Humanos.
Luego me ocuparé algo más extensamente de estas violencias. Ahora me limitaré a decir que la
gran diferencia entre la violencia delictiva organizada y la que no lo está radica en el hecho de
que la primera es perpetrada por grupos de personas con una estructura prácticamente
empresarial. Entre esos grupos figuran en lugar principalísimo las mafias, que se dedicaron en un
tiempo al chantaje, la corrupción y el blanqueo de capitales. A esas actividades ilegales añadieron
más tarde el tráfico. Se inició con las armas, el alcohol y las drogas. Hoy estos productos han
dejado su lugar a las personas. El tráfico de personas es para las mafias, ahora mismo, mucho
más rentable y mucho menos peligroso. Se trafica con personas para su explotación laboral o
para su explotación sexual. En el último caso tienen ese terrible destino, sobre todo, mujeres y
niños.
No hay que confundir la violencia organizada en sentido estricto con algunas formas de violencia
perpetradas por organizaciones. Me explicaré algo más. La primera, como ya he dicho, tiene una
estructura prácticamente empresarial. Y ésa es su principal característica. No se llama, pues,
“organizada” porque tras ella se escondan organizaciones. Se denomina “organizada” porque
responde a patrones empresariales. Por eso mismo, quizá lo mejor sería etiquetarla como
“empresarialmente organizada”.
Y digo todo esto porque hay otras formas de violencia, perpetradas por organizaciones, que
carecen de ese carácter empresarial. En este ámbito se distinguen dos grandes tipos de violencia:
la violencia de determinadas bandas juveniles y la llamada en España “violencia callejera” como
una traducción de la expresión vasca “kale borroka”.
Por otra parte, bajo el nombre de “kale borroka” caen los actos, sobre todo, vandálicos
cometidos por las juventudes de ETA en una estrategia blanda, es decir, una estrategia que no
busca en principio la muerte de nadie, sino la generación de un caos en las calles que lleve a la
gente al hartazgo o al terror (o a ambas cosas a la vez) y a la exigencia de cambios en el statu
quo.
Hay, finalmente, otros actos de violencia en las calles que no son cometidos por grupos
organizados, sino por conjuntos de personas con una estructura difusa (por ejemplo, grupos de
amigos –lo que se llama en España “la peña”, entre otros nombres–) o por individuos aislados.
Entre la violencia perpetrada por grupos difusos de nuevo está concitando gran atención la
protagonizada por jóvenes. Algunas de estas actividades causan una profunda consternación.
Me refiero, en concreto, a la llamada “violencia por diversión”, que está creciendo los fines de
semana en muchos países. Esta violencia, perpetrada para pasarlo bien, suele estar ligada a la
ingesta de substancias tóxicas (alcohol y drogas) y ocurre a menudo en los locales de ocio
(discotecas, sobre todo) o sus alrededores.
Finalmente, la violencia consumada por individuos aislados adopta asimismo múltiples variantes.
Va desde la violencia del pequeño delincuente (joven o no) hasta la espiral de homicidios de un
asesino en serie, pasando por los agresores sexuales contumaces. Sobre los asesinos múltiples
digo algo más en el apartado siguiente, al abordar la violencia psicopática. Ahora sólo me
gustaría resaltar un aspecto muy inquietante de la violencia perpetrada por pequeños
delincuentes en nuestro tiempo: la violencia asociada, por ejemplo, al robo está creciendo de
forma absolutamente gratuita. Quizá sea un efecto horrible más de la ingesta de substancias
tóxicas. Tal vez. Lo bien cierto es que del tirón para robar el bolso se ha pasado a menudo a la
paliza y, en ocasiones, al homicidio.
Hasta hoy, los estudios sobre violencia en la televisión se han ceñido, especialmente, a las
películas y han consistido, en su mayoría, en un recuento de cuántos actos de violencia física
explícita se muestran en un determinado intervalo temporal. Algunos, más audaces, han tratado
de examinar qué perfiles tenían agresores y víctimas, bajo la hipótesis de que determinadas
características de unos y de otros podrían inducir algún efecto pernicioso en el espectador (como
se analiza en el apartado escrito por Isabel Iborra Marmolejo aquí mismo). Pocos, prácticamente
ninguno, se han preocupado de otros tipos de violencia que no se tradujeran en lesiones físicas.
Y, desde luego, está por hacer un estudio que, además de todo ello, extienda su ámbito de
análisis a la programación entera, porque en toda ella se muestra hoy en día violencia, incluso
en sus más crudas manifestaciones.
Por una parte, en los espacios informativos hay un tiempo dedicado a violencia. Es la sección de
sucesos, cada vez más amplia en detrimento de otros espacios y, en concreto, de espacios
culturales, que han de buscarse con lupa en la parrilla. La información aquí suele estar rodeada,
además, de sensacionalismo (no exento de impertinentes notas de humor en ocasiones) y roza
el morbo con frecuencia.
Por otra parte, en los espacios de entretenimiento siempre queda un hueco (a veces, más que
un hueco: todo el programa) para la violencia. Suele ser el tiempo de las mal llamadas “tertulias
del corazón”. No es que en ellas los contertulios lleguen a las manos, no, aunque, a menudo,
hay conatos. Es que se han constituido en verdaderos aquelarres en los que se entra a saco en
la intimidad de alguien. Es verdad que ese alguien, habitualmente un friki (es decir, un tipo
estrafalario o alguien sin frenos morales), se deja invadir en el sancta sanctorum de la dignidad
humana: su privacidad. Pero ni siquiera la complicidad de la víctima con las incursiones
descarnadas de los expertos del corazón impide que se escenifique uno de los tipos de violencia
más terribles. Me refiero a la violencia de las palabras (a lo que he llamado antes “violencia
emocional”). Además, estos espacios tienen una consecuencia, en mi opinión, aún más nefasta:
convierten en héroes y heroínas (con fecha de caducidad, desde luego) a quienes no han hecho
ningún esfuerzo digno de tal nombre para salir en las pantallas, y alcanzar fama y dinero. Y eso
sucede a la vez que a nuestros niños les pedimos estudiar hoy (y estudiar es esforzarse) para
labrarse un futuro, casi siempre incierto. La contradicción no puede ser mayor.
Al menos en España se ha generalizado la creencia de que la mayor parte de los delitos son
cometidos por jóvenes y, si no, por mafias (o por jóvenes integrados en mafias). Además, se
considera que las cosas van a peor, que la violencia se ha instalado entre la juventud como algo
natural. Es una percepción que criminaliza a la juventud y que, a decir verdad, no se corresponde
en modo alguno con los hechos y a la que no quisiera haber contribuido con mis palabras en el
apartado anterior. Violencia juvenil, desde luego, hay. Y algunas de sus formas, como la violencia
por diversión, son preocupantes por lo que significan (¿En qué clase de sociedad vivimos, qué
tipo de educación estamos dando a nuestros niños y adolescentes para que algunos de ellos
encuentren en el dolor ajeno una salida a su aburrimiento?). Pero, dicho esto, conviene no
extralimitarse.
En primer lugar, en términos relativos, hay que decir que los jóvenes cometen menos delitos que
los adultos. En segundo lugar, en términos absolutos, el número de menores detenidos ha
disminuido entre los años 2000 y 2005 más de un 10%.
A la luz de los datos, convendría recapacitar acerca de lo incorrecta que es la percepción que de
la juventud se tiene en España. Lo que sí está claro, en cualquier caso, es que hay una especie
de tendencia conservadora internacional que, ante la violencia, sobre todo ante la violencia en
las calles, mira de inmediato hacia la juventud, las drogas y los medios de comunicación
audiovisual. Aunque sea cierto que los tres tienen parte de responsabilidad en la violencia de
nuestro tiempo, no hay que olvidar los otros muchos elementos que están influyendo sobre su
evolución y que, en parte, estoy repasando en este capítulo.
Violencia terrorista
Hasta ahora no he incluido en la definición de violencia el objetivo último a que apunta.
Abordaré esta cuestión más tarde. De momento diré que dar definiciones que incluyan tales
objetivos es caer en un verdadero avispero: el de la justificación, o no, de lo definido. Por
ejemplo, si se dice que terrorismo es el intento de conseguir mediante la violencia la libertad de
un pueblo oprimido, se están dando algunas razones que, para ciertas personas, justifican la
necesidad del uso del terror, al menos, en determinadas circunstancias. Lo mismo podría decirse,
ciertamente, de otros conceptos como el de homicidio. Sé de casos en los que una mujer, harta
de ser maltratada por su compañero, le ha dado muerte. Pero ni la opresión de un pueblo ni el
sufrimiento de una mujer alteran la naturaleza, el en sí, del terrorismo o del homicidio.
El homicidio consiste en privar de la vida a una persona, sean cuáles sean las circunstancias en
las que tal privación acaece y que, desde luego, pueden servir a veces de atenuantes o eximentes
de la responsabilidad adquirida.
En definitiva, hablando de terrorismo, la intimidación es la clave. Por eso, los destinatarios del
terrorismo no son las víctimas directas del atentado, sino la audiencia. El terrorismo es matar para
ser noticia. Los destinatarios de los atentados del 11 de Septiembre no eran, obviamente, las
personas asesinadas en las Torres Gemelas, arrumbadas por el fanatismo islamista, sino los
norteamericanos en primer lugar, Occidente en segundo lugar y el mundo entero en tercer lugar.
La muerte de las víctimas y la destrucción parcial del World Trade Center fueron el instrumento
a través del cual conseguir el verdadero objetivo de aterrorizar a una audiencia lo más amplia
posible. De hecho, el terrorismo clásico estaba presidido por el lema “Mata a uno para aterrorizar
a mil” y el terrorismo de raíz islamista de nuestro tiempo lo está por este otro: “Mata a mil para
amedrentar a millones”.
El terrorismo, a su vez, admite diversas clasificaciones. Si atendemos a quien lo perpetra, hay que
distinguir entre el terrorismo de Estado y el terrorismo insurgente. El primero es el practicado por
el Estado cuando utiliza su fuerza represiva para atemorizar a los ciudadanos. Algunos autores
dicen que, en este caso, convendría hablar no de “terrorismo”, sino de “terror”. Sea como fuere,
el terrorismo insurgente, por su parte, es de naturaleza civil y se dirige contra el statu quo. Ha
conocido diversas formas a lo largo de la historia. Los dos tipos principales de terrorismo
insurgente en la actualidad son el laico y el religioso.
Violencia psicopática
Los psicópatas se parecen bastante a los terroristas en el hecho de que no empatizan con sus
víctimas y son capaces de matarlas a sangre fría y sin remordimientos. El parecido es notable;
pero, es sólo eso: parecido.
El terrorista, a diferencia del psicópata, no se regodea con el mal. Simplemente, por el tipo de
socialización recibido, no cree estar haciendo el mal. Para él sus atentados (para los que empleará
el eufemismo “acciones”) no forman parte del mal, sino del arsenal de instrumentos necesarios
para defender a los buenos, que son los suyos. Eso es lo que ha aprendido. En eso es en lo que
dogmáticamente cree. Cuando mate, si llega a matar, no lo hará pues por placer, sino como el
soldado: por obligación.
Pues bien, hay un tipo de psicópata que merece una atención especial. Me refiero al denominado
“asesino en serie organizado”. Un asesino en serie es un criminal que mata a más de dos
personas, dejando un cierto tiempo entre un asesinato y otro. Es el llamado “período de respiro”,
cuya duración se irá acortando conforme crezca el número de víctimas. Por cierto, que la
existencia del tiempo de respiro es lo que distingue, desde el punto de vista del modus operandi,
al asesino en serie del asesino de masas: éste mata a más de dos personas, pero en un mismo
acto o en actos muy próximos temporalmente.
Entre los asesinos en serie los hay desorganizados y organizados. Los primeros suelen ser
psicóticos, en particular, esquizofrénicos. De ahí no debe extraerse la conclusión de que los
esquizofrénicos son abundantes entre los asesinos en serie. Ni muchísimo menos. En general, los
enfermos mentales y, en particular, los psicóticos suelen abundar entre las víctimas de asesinato
y no entre los asesinos.
Dicho esto, subrayaré que los asesinos en serie desorganizados no parecen premeditar sus
crímenes: actúan por impulsos, sin planificación. Por eso mismo, suelen matar con lo que tienen
a mano (un cuchillo, una piedra, etc.) y no cuidan la escena del crimen. Dejan en ella el arma
empleada, sin preocuparse lo más mínimo de esconderla.
Los asesinos en serie organizados suelen ser, por el contrario, psicópatas. Planifican bien lo que
quieren hacer aunque, a veces, parezcan impulsivos: sus impulsos se inscriben en guiones que,
a menudo, vienen perfeccionando desde su misma preadolescencia. En aquel tiempo
comenzaron a cultivar en su imaginación fantasías de contenido aberrante, que son las que
ahora intentan llevar a la realidad. Para ellos el máximo goce, siempre sexual, se alcanza
realizando su fantasía. Por eso sus víctimas reales suelen tener algo en común, pues han de
parecerse a las víctimas de su imaginación. Por eso, también cuidan la puesta en escena de sus
asesinatos, pues ha de adaptarse a lo exigido por aquella. Y, como no tienen alterada función
mental alguna, planifican bien la realización del guión de tal fantasía, poniéndole las cosas
difíciles a los cuerpos de seguridad. En ocasiones, se las ponen tan difíciles que, llevados por el
narcisismo que suele caracterizarles, se sienten obligados a atraer la atención de la policía hacia
ellos: se creen autores de una gran obra y reclaman su autoría.
Crimen organizado
A veces se dice que el terrorismo es un tipo de crimen organizado. No, no lo es. El terrorismo,
aunque puede hacer del asesinato y de la extorsión un modo de vida, no persigue el lucro como
finalidad principal. El objetivo del crimen organizado es precisamente ése. Como ya he dicho en
un apartado anterior, el crimen organizado responde a un patrón empresarial. Está formado por
grupos de personas, claramente estructurados, cuyo objetivo es el enriquecimiento ilegal de sus
Las mafias constituyen el paradigma del crimen organizado. Se trata de grupos jerarquizados,
con una clara división de trabajo, que hacen del crimen el medio para alcanzar pingües
beneficios. Su acción delictiva se desarrolla en múltiples áreas, entres las cuales, actualmente,
destaca el tráfico de personas para su explotación laboral o sexual.
No hay que confundir este tráfico con el contrabando de personas, que consiste simplemente en
el traslado ilícito de personas a través de fronteras internacionales. No, el tráfico de personas es
más que el contrabando. Incluye el reclutamiento, compra, venta, traslado, albergue o recepción
de personas con el propósito de esclavizarlas, laboral o sexualmente, en una comunidad distinta
a la suya.
Las mafias se han especializado además en otras áreas criminales como el tráfico de órganos, el
tráfico de drogas, el contrabando de armas y el blanqueo de capitales. A este último respecto,
hay que destacar el hecho de que Internet ha simplificado extraordinariamente el proceso de
blanqueo de dinero con un coste prácticamente nulo. Esto ha sido determinante para la entrada
de las mafias en el cibercrimen. Por tal se entiende el conjunto de delitos que se cometen a través
de ordenadores (por ejemplo, el blanqueo del que vengo hablando) o contra los ordenadores y
las redes (por ejemplo, la infección mediante virus, gusanos, etc.).
Hasta aquí, mi particular taxonomía de la violencia. Creo que resuelve bastantes problemas de
definición con los que me he encontrado a lo largo de mi vida como investigador de la violencia. Mi
propuesta responde a una hipótesis ampliamente corroborada: la realidad puede ser estructurada
desde distintos puntos de observación. Y así sucede con la violencia. Es siempre la misma, pero puede
percibirse desde perspectivas diferentes y, en consecuencia, puede construirse (estructurarse) de
maneras diversas y recibir nombres distintos.
2. Factores de riesgo
Por Isabel Iborra Marmolejo
En esencia, un factor de riesgo es una característica (individual, familiar, social, etc.) cuya presencia
aumenta la probabilidad de que se produzca un determinado fenómeno.
En el campo de la violencia, un factor de riesgo es toda característica que, en alguna medida, sitúa al
sujeto en una posición de vulnerabilidad hacia este tipo de comportamiento.
El concepto de factor de riesgo es, pues, probabilístico no determinista. El hecho de que una persona
muestre factores de riesgo no implica que necesariamente vaya a desarrollar conductas problemáticas;
significa únicamente que, si lo comparamos con un individuo sin esos factores, tendrá una mayor
En ocasiones, sin llegar a tratarse de trastornos, hay algunas características que actúan como
factores de riesgo, como deficiencias de empatía, impulsividad e hiperactividad.
Desde principios de los años 60, distintos autores han puesto de manifiesto que la violencia filmada
tiene efectos de diversa índole sobre la violencia real. Tales efectos pueden ser de tipo emocional,
cognitivo o conductual.
Entre los efectos emocionales cabe destacar la desensibilización. El término hace referencia a la
disminución de las reacciones emocionales como resultado de una exposición frecuente o reiterada a
contenidos violentos. De este modo, las reacciones de ansiedad y sufrimiento ante el dolor de las
víctimas y la crueldad de las acciones se van debilitando poco a poco. Consciente de este fenómeno,
la industria proyecta una violencia cada vez más gráfica y más intensa. Cuanta más violencia se vea
en la pantalla, más fuerte debe ser la siguiente dosis si el objetivo es conseguir un nivel óptimo de
atención y estimulación en el espectador.
Entre los efectos cognitivos de la violencia en los medios de comunicación destacamos el efecto del
cultivo. Partidarios de esta teoría argumentan que los medios de comunicación, y fundamentalmente
la televisión, moldean y mantienen las construcciones que el público hace sobre la realidad. La emisión
frecuente de violencia en la televisión cultiva una impresión amplificada y duradera del mundo como
un lugar poco seguro y repleto de amenazas.
Entre los efectos conductuales cabe destacar el efecto del modelado o aprendizaje por observación.
El término “modelado” significa que las personas aprenden conductas por observación de modelos,
sean éstos reales o simbólicos. Todos guardamos en la memoria casos que responden al fenómeno de
la imitación. El día del estreno de la película El Vaquilla, el número de robos de vehículos fue tres veces
mayor que el día anterior. Otro caso que convulsionó la opinión pública y que guarda relación con este
tema, fue el de El Asesino de la Catana, José Rabadán, de 17 años, que mató a toda su familia y cuyo
crimen guardaba similitudes con su videojuego preferido: Final Fantasy.
– La naturaleza del agresor: Es muy probable que se preste atención y se aprenda de aquellos
modelos que se perciben como atractivos.
– La naturaleza de la víctima: De nuevo, lo más probable es que los espectadores reaccionen más
ante víctimas que perciben como agradables o atractivas.
– La presencia de armas: Pistolas o cuchillos inducen en los espectadores más violencia, porque
están comúnmente asociadas con sucesos violentos almacenados en la memoria.
– El grado de realismo de la violencia: Hay numerosos estudios que ponen de manifiesto que son
más peligrosas para los espectadores las representaciones realistas de la violencia que las
irreales. Cabría inferir por tanto que la violencia de los dibujos animados es relativamente
inocua. Sin embargo, la investigación científica hecha con niños muy pequeños pone de
manifiesto lo infundado de esta conclusión. Lo que le parece irreal a un espectador maduro
puede parecerle completamente real a un niño pequeño.
– Las consecuencias de la violencia: Es probable que la presencia explícita de dolor y daño en una
escenificación violenta inhiba el aprendizaje de comportamientos violentos, dado que el
espectador considera mucho más seria una escena violenta que contiene muestras de uno y
otro que aquella en la que están ausentes las consecuencias perjudiciales de la violencia.
En cualquier caso, para que la violencia real se produzca, se requiere del concurso de varios factores,
ya sean estos de tipo individual, familiar o social. Además, no habría que olvidar el importante papel
de los medios de comunicación como generadores de conciencia social y, por tanto, de condena y
rechazo a prácticas violentas que en ocasiones pueden llegar a ser consideradas propias de la
intimidad o ámbito privado de la familia, cuando hoy en día sabemos que estas conductas son claros
atentados contra los derechos humanos.
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30 Cómo informar sobre infancia y violencia. España 2007
Parte II
Tratamiento de la información sobre infancia y violencia
El periodista Santiago Tarín cubrió para el diario La Vanguardia el proceso y lo recuerda como el
desgraciado caso que obligó a la introducción de cambios tanto en la legislación como en la
intervención clínica y judicial para que el desenlace fatal que sufrió Alba, no se volviera a repetir.
Como un día cualquiera en la redacción del periódico, Santiago ojea los diarios y lee los diversos
teletipos de las agencias en su ordenador. Uno le llama especialmente la atención: La Agencia
EFE informa de un caso de supuesta violencia contra una niña de cinco años, que ha ingresado
en el Centro Hospitalario de Vall d´Hebrón de Barcelona con un traumatismo craneoencefálico.
Todo apunta a que el agresor podría ser el compañero sentimental de la madre de la niña, pero
la información es aún confusa y hay que investigar.
La sección de Sociedad del periódico se pone manos a la obra: Los redactores hablan con
médicos, policías, buscan familiares, amigos, vecinos... cualquiera que pueda saber la verdad
sobre el asunto y verificar los datos que llegan a la redacción en forma de teletipo desde todas
las agencias.
El caso presenta una serie de incoherencias entre las que se incluyen varios informes clínicos:
desde un parte leve de lesiones por una supuesta caída en el hogar, hasta el estado de coma de
la niña por la presunta agresión.
La investigación continúa en la redacción y el caso se complica cada vez más. La niña se llama
Alba y, ya en diciembre de 2005, constaba una denuncia por supuestos malos tratos a su
nombre. En aquella ocasión había acudido al hospital con lesiones de dudoso origen.
En aquel momento, el médico de turno dio a conocer sus sospechas al juzgado de guardia
correspondiente para que se investigara el caso, ya que tanto la niña como los familiares
aseguraban que las heridas se debían a una “caída de la cama”, pero el tipo de lesiones
apuntaba a un posible caso de malos tratos.
Dos meses más tarde, en febrero de 2006, la madre de la niña era interrogada por primera vez.
Acusa al padre biológico, que llegó a estar detenido y, posteriormente, fue puesto en libertad
con cargos. Pero Alba seguía cayéndose de la cama repetidamente, hasta que el 4 de marzo de
2006 ingresa en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Vall d´Hebrón con lesiones de
diversa consideración y traumatismo craneoencefálico.
La noticia es de tal envergadura que en la redacción de La Vanguardia deciden cubrirla desde dos
puntos de vista: el sanitario y el judicial, con los periodistas Marta Becart y Santiago Tarín,
respectivamente, al frente de la investigación.
Según la política de protección de datos del propio periódico, no se publica en ningún momento
la identidad completa de la menor, ni tampoco la de los acusados, aunque en caso de condena
firme contra alguno de los adultos implicados, sus nombres sí podrían salir a la luz.
Jueces, fiscales, abogados, médicos y personal sanitario implicados en el caso son las mejores
fuentes a las que acudir.
No hay secreto sumarial y cada última hora alarma más a la opinión pública: polémicos informes
médicos y lentitud en el proceso judicial y administrativo. Cuando se produce la segunda
denuncia en marzo, el juzgado desconoce la existencia de la primera, de diciembre. Los informes
médicos no son claros y ninguna institución se responsabiliza de la negligencia en el proceso. A
la vista de los hechos, todo apunta a que el caso de Alba podría haberse evitado, si en diciembre
todos los trámites se hubiesen tratado con mayor rigor y efectividad.
Los medios siguen con gran expectación la evolución del caso desde sus vertientes clínica y
judicial. Los partes médicos que, en un principio, no eran claros, ahora ya lo son del todo. Las
comparecencias puntuales en rueda de prensa de los doctores que atienden a Alba confirman
que la niña evoluciona lentamente y que sobrevivirá, aunque con secuelas de por vida.
La polémica suscitada en los medios de comunicación sobre la incapacidad del sistema para
proteger a la menor debidamente pone de manifiesto la necesidad inminente de un nuevo
protocolo de actuación que evite casos semejantes al de Alba en el futuro.
Ha pasado un año. Alba cumplió los seis en enero. Las secuelas de las lesiones que le provocaron
los golpes, le impiden hablar y caminar. Continúa ingresada, recibe tratamiento de rehabilitación
y pronto comenzará un aprendizaje especial. La Conselleria de Benestar i Familia de la Generalitat
de Cataluña, mantiene la tutela de la niña. La madre de Alba y su novio, presuntos autores de
los malos tratos, continúan en prisión, a la espera de juicio. En estos días, cuando se cumplen
doce meses de esta triste historia, los medios de comunicación han recuperado una pequeña
parte del interés por Alba. Pero su caso ya no ocupa las primeras páginas, tan sólo se trata de
recordar un macabro aniversario.
La definición de maltrato infantil es compleja, ya que no existe un criterio único, aceptado por
los profesionales. En un principio, maltrato hacía referencia en exclusiva al castigo físico,
basándose en informes médicos de fácil detección. Con el tiempo, la definición ha evolucionado
hasta incluir otro tipo de factores, que aluden a las necesidades y derechos de los niños. Así, el
artículo 19 de la Convención de los Derechos de los Niños de Naciones Unidas de 1989, se refiere
a maltrato infantil como: “Toda violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato
negligente, malos tratos o explotación, mientras que el niño se encuentre bajo la custodia de sus
padres, de un tutor o de cualquier otra persona que le tenga a su cargo”. Por lo tanto, se
produce maltrato infantil, cada vez que se priva al niño de sus “derechos y bienestar y se
amenaza o interfiere en su desarrollo físico, psíquico o social”1.
Se piensa que la familia es el entorno del amor por excelencia, en el que no hay lugar para la
coexistencia entre el afecto y la violencia. De hecho, popularmente, se cree que sólo los padres
con enfermedades mentales, toxicomanía o alcoholismo maltratan a sus hijos. La sociedad no
comprende que una persona en su sano juicio, sea capaz de agredir a sus propios hijos.
Muchos niños maltratados quieren a sus padres y crecen aprendiendo que la violencia es
aceptable, puesto que se produce por su bien. Al igual que esta percepción de la educación es
errónea, también lo es la creencia de que todos los niños maltratados serán maltratadores en el
futuro o que la violencia familiar sólo se da en las familias más desfavorecidas.
Los casos de maltrato en la familia suelen tener algunas características comunes: en general, es
más frecuente en hijos varones (excepto cuando se trata de abuso sexual) y la víctima suele sufrir
más de un tipo de maltrato.
1 Observatorio de la Infancia (2006): Maltrato Infantil: Detección, Notificación y Registro de Casos (En línea), Plan Estratégico Nacional
de Infancia y Adolescencia 2006-2009, <http://www.mtas.es/inicioas/observatoriodeinfancia/documentos/HojasDeteccion.pdf>
(Consulta: 10 de diciembre de 2006), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Los casos de maltrato físico contra los niños en el entorno familiar son los que más aparecen en
los medios de comunicación. Se trata de agresiones muy severas contra el menor, que llegan
incluso, a la muerte o al estado crítico.
En España, los casos de maltrato físico contra menores se dan mayoritariamente cuando éstos
tienen entre 13 y 15 años y los sufren principalmente los chicos con un porcentaje del 51,8%
frente al 47,7% que sufren las chicas (Centro Reina Sofía, 2002).
En 1999, un grupo de organizaciones, encabezadas por Save The Children, UNICEF, CEAPA y
CONCAPA pusieron en marcha la campaña Educa, No Pegues3 para sensibilizar a los padres en
contra del castigo físico como método educativo para sus hijos.
La finalidad era no sólo informar a los progenitores de las consecuencias negativas que acarrea
el maltrato para el niño, sino también proporcionar a los padres alternativas no violentas y mucho
más efectivas para educar a sus hijos, respetando sus derechos.
El artículo 19 de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas, recoge
explícitamente el derecho del niño a su Integridad Física. El problema es que, generalmente, el
que un padre propine una bofetada a su hijo, no se considera una conducta delictiva, sino parte
de la educación del menor.
Los medios de comunicación actúan como testigos de la violencia, reflejando casos de extremada
gravedad, pero no reparan en casos quizá menos graves pero muy comunes y frecuentes, que
pueden provocar importantes secuelas en el menor agredido.
Los medios presentan grandes dificultades para explicar el mensaje pegar no es bueno, y
muestran una escasa habilidad para reflejar que, en realidad, los casos de violencia contra los
hijos son más comunes de lo que parece y que, no por ello, la violencia constituye una conducta
adecuada ni correcta para la buena educación.
En ocasiones, los padres, abuelos, tíos... que agreden a los niños, no se reconocen como
agresores al ver, oír o leer un nuevo caso de violencia familiar, sino que los asumen como
problemas ajenos a su propia familia, tomando su conducta violenta como normal. Luigi
Citarella, miembro del Comité de las Naciones Unidas para los Derechos del Niño, lo explica de
manera muy gráfica: “hoy en día la mayor parte de padres están todavía bajo los efectos de sus
experiencias como menores. Creen que las formas de violencia que sus padres emplearon para
disciplinarlos pueden seguir siendo buenas, por la razón que sea, para sus propios hijos”.4 Para
los que suscriban esta idea, David Wolfe, profesor de Psiquiatría y Psicología Aplicada de la
Universidad de Toronto, afirma: “aunque está claro que algunos niños pueden incurrir en
2 Ibídem.
3 Save the Children (2001): Guía para madres y padres “Educa, No Pegues”, (En línea),
<http://www.savethechildren.es/interior_fills.asp? IdItem=1117 (Consulta: 27 de noviembre de 2006).
4 Citarella, L.: “Maltrato físico y negligencia” Ponencia presentada en el Foro Internacional “Infancia y violencia” (Valencia, 2007).
Maltrato Psicológico
Toda acción, normalmente de carácter verbal, o toda actitud hacia un menor que provoquen, o
puedan provocar en él, daños psicológicos.6
Según el estudio del Centro Reina Sofía sobre violencia contra los niños en la familia, por sexos,
los datos de maltrato psicológico (52,4% chicos y 47,1% chicas) son muy semejantes a los
referentes al maltrato físico (51,8% y 47,7% respectivamente). Esto muestra que el maltrato
emocional está íntimamente relacionado con el físico, ya que la mayor parte de los casos de
violencia física, lleva aparejadas secuelas psicológicas en el menor.
Negligencia
Dejar o abstenerse de atender a las necesidades del niño y a los deberes de guarda y protección,
o cuidado inadecuado del niño.7
Los casos de negligencia, abandono o descuido de los hijos por parte de sus padres son los más
comunes en la sociedad pero, sin embargo, su reflejo en los medios de comunicación no es
frecuente a no ser que se trate de un suceso muy llamativo.
A la hora de cubrir una noticia de estas características, el periodista debe ser meticuloso y
contrastar las fuentes que tiene a su alcance. En el siguiente caso el desorden y la desinformación
fue tal que, incluso, en los primeros días de tratamiento de la noticia los medios se referían a la
víctima como una “niña” cuando, al tercer día, quedó demostrado que era niño.
Se trata del caso del niño de dos años que falleció por desnutrición en la localidad gallega de
Ponteareas, en septiembre de 2006, quedando su hermana ingresada en uno de los hospitales del
Centro Hospitalario Universitario de Vigo, por presentar una malnutrición o inanición similar a la
del fallecido. Aunque la familia era humilde, no recibía ayuda alguna de ninguna institución ni la
5 Wolfe, D.: “Violencia, infancia y familia” Ponencia presentada en el Foro Internacional “Infancia y violencia” (Valencia, 2007).
6 Observatorio de la Infancia (2006): Maltrato Infantil: Detección, Notificación y Registro de Casos (En línea), Plan Estratégico Nacional
de Infancia y Adolescencia 2006-2009, <http://www.mtas.es/inicioas/observatoriodeinfancia/documentos/HojasDeteccion.pdf>
(Consulta: 10 de diciembre de 2006), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
7 Observatorio de la Infancia (2006): Maltrato Infantil: Detección, Notificación y Registro de Casos (En línea), Plan Estratégico Nacional
de Infancia y Adolescencia 2006- 2009, <http://www.mtas.es/inicioas/observatoriodeinfancia/documentos/HojasDeteccion.pdf>
(Consulta: 10 de diciembre de 2006), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
La noticia fue tratada por los medios como un caso de pobreza extrema, en el que la escasez de
recursos de la familia y la falta de intervención de las instituciones llevaron a la muerte del niño
por desnutrición pero, ¿hasta qué punto los padres no pudieron hacer nada antes de llegar a ese
extremo? No sólo se trató de un caso de negligencia institucional o administrativa, sino que
también se puso en cuestión el papel de los padres como cuidadores de los niños por su
responsabilidad en el estado de abandono que padecían.
Abuso Sexual
Cualquier comportamiento en el que un menor es utilizado por un adulto u otro menor como
medio para obtener estimulación o gratificación sexual.8
El abuso sexual en la infancia por parte de familiares es un tema del que se habla poco en los
medios de comunicación y ello a pesar de que un 27% de mujeres y un 16% de hombres son
víctimas de algún tipo de abuso sexual durante su infancia. Normalmente, las noticias se refieren
a redes internacionales que trafican con niños, pero son pocos los casos en los que se hace
público el hecho de que padres, abuelos, hermanos, tíos o tutores abusen de niños que tienen
a su cargo.
Pese al desconocimiento real sobre el tema y a la escasa información que se da en los medios al
respecto (posiblemente debido al secreto familiar y la escasez de denuncias por parte de los
menores afectados), se trata de una de las formas más comunes de maltrato infantil, ya sea por
contacto físico (violación, prostitución, tocamientos, estimulación sexual, etc.) o sin contacto
(masturbación delante del menor, exposición de los órganos sexuales, seducción verbal, etc. ).
La edad y el sexo del menor parecen determinantes en la agresión. Según el estudio Maltrato
Infantil en la Familia del Centro Reina Sofía, realizado entre 1997 y 1998, del total de casos de
abuso sexual a menores registrados en España, el 81,1% de las víctimas eran niñas, mientras que
los niños suponían el 18,7%, especialmente, en la etapa entre los 12 y los 15 años. Echeburúa
y Guerricaechevarría (2000) aseguran que las víctimas suelen ser principalmente niñas (58,9%)
con una edad comprendida entre los seis y los doce años.9
Sobre los agresores, ambos autores afirman que en la mayoría de los casos (del 65% al 85%)
suelen ser familiares (padres, hermanos mayores, etc.) o personas relacionadas con la víctima
(profesores, entrenadores, monitores, etc.). Constatan, también, que no suelen darse conductas
violentas asociadas al abuso.
8 Observatorio de la Infancia (2006): Maltrato Infantil: Detección, Notificación y Registro de Casos (En línea), Plan Estratégico Nacional
de Infancia y Adolescencia 2006- 2009, <http://www.mtas.es/inicioas/observatoriodeinfancia/documentos/HojasDeteccion.pdf>
(Consulta: 10 de diciembre de 2006), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
9 Cfr. Echeburúa, E. y Guerricaechevarría, C. (2000): Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores, Barcelona, Ariel, Colección
Estudios sobre Violencia, vol. 3.
En definitiva, miles de niños viven en sus casas atormentados por sus padres. Sufren malos tratos
verbales y físicos, están abandonados o descuidados y padecen vejaciones continuas de mano de
las personas a las que más quieren. En España, solamente las víctimas maltratadas por sus
propios padres (sin contar tíos, abuelos y demás familiares) sumaron 3.179 en el año 2004, según
los últimos datos del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia y parece probable que el
número de casos vaya creciendo con el paso de los años. Los datos mundiales que maneja
UNICEF resultan estremecedores: cada año, 150 millones de niñas y 73 millones de niños son
maltratados o víctimas de abusos sexuales, normalmente, por parte de alguien de su círculo
familiar.
Mientras tanto, los medios de comunicación, aunque hablan de concienciación social, se limitan
a publicar un caso de vez en cuando para sensibilizar a la población. Caso que olvidarán según
termine su impacto mediático. La vida de las noticias es breve, pero no lo es el infierno que viven
cientos de niños a diario en sus casas. Por ello, la labor de los medios debe ser continua y su
aportación de extrema importancia para, de alguna manera, lograr que los derechos de los niños
sean respetados, por encima de las intenciones de padres desaprensivos.
Era 22 de septiembre. Como cada mañana, desde hacía años, Javier Peñalba se encontraba en
la redacción del periódico en San Sebastián, cuando recibió una llamada de un vecino de
Hondarribia. Un muchacho se había tirado desde un muro muriendo en el acto. Parecía tratarse
de un suicidio más, por lo que no lo contempló, en un principio, como noticia. Durante tres días,
los apuntes que había realizado permanecieron olvidados sobre su mesa, hasta que, de nuevo
una llamada, confirmó que se había abierto una investigación sobre el suceso.
10 Echeburúa, E.: “Abuso sexual”. Ponencia presentada en el Foro Internacional “Infancia y violencia”, (Valencia, 2007).
Ya había noticia, pero faltaba contrastarla con otra fuente. Lo intentó con el colegio al que Jokin
había acudido durante los últimos 10 años, pero ningún responsable ni profesor del centro
quisieron contestar a sus preguntas. A pesar de ello, la historia parecía consistente, así que, al
día siguiente, el periódico incluyó la información en la portada de la sección “Al día”. El Diario
Vasco fue el primer medio de comunicación en dar la noticia. Horas después, agencias, radios y
televisiones, se hacían eco de ella.
Un asunto tan complicado y novedoso, incluso para los periodistas más veteranos, causó muchos
quebraderos de cabeza a los redactores que se encargaron del caso. Ante lo delicado del mismo,
optaron por escudar sus informaciones con la utilización profusa del término “presunto” o
citando declaraciones textuales de “fuentes familiares”. Según Peñalba, “todos los medios,
durante la cobertura de la información, hicieron gala de un gran respeto”. Todos titularon de
manera muy parecida: “Muerte por acoso escolar”. A la luz de los datos, no había otra forma
de enfocar la noticia. Y durante muchos meses, Jokin, que se había quitado la vida porque nadie
parecía poder ayudarle, ocupó páginas de periódicos y minutos de radio y televisión.
Ahora, tras conocerse el primer caso de suicidio por acoso escolar en España, todo el mundo
busca respuestas a preguntas como: ¿qué hacían los profesores de Jokin mientras sus
compañeros lo maltrataban y vejaban? ¿qué pasa en las escuelas donde estudian nuestros hijos?;
o ¿qué mundo estamos construyendo para que la mejor alternativa posible con la que cuenta un
chaval de 14 años sea arrojar su futuro al vacío desde lo alto de un muro de piedra? Psicólogos,
sociólogos, educadores, políticos... aún siguen buscando respuestas y soluciones al problema
emergente de la violencia escolar.
El caso de Jokin continuó durante meses de actualidad. Cada día aparecía algo noticioso que
merecía su espacio en la prensa. Incluso, se crearon páginas web y blogs sobre el caso, que
recogían adhesiones y muestras de apoyo y que hoy permanecen en Internet para recordar a
Jokin y para que su caso no vuelva a repetirse. Pero, de repente, un buen día, los medios de
comunicación dejaron de hablar de él. Su historia ya había dado de sí lo suficiente y perdió el
interés. Durante meses se había contado que era un niño bueno y cariñoso; que su único pecado
fue cagarse encima en el colegio un día que tenía diarrea; que cada día era acribillado a
balonazos en el recreo; que en una ocasión le habían caído encima tantos golpes que, además
de las heridas, su ortodoncia acabó destrozada; que según la autopsia, su cadáver presentaba
hematomas por todo el cuerpo anteriores a su impacto mortal contra el suelo; que su ultima
frase en esta vida (según la periodista Elena Mengual, en elmundo.es) fue “Libre. Mis ojos
seguirán, aunque paren mis pies”.
Pero, ¿era necesario contar tantos detalles para dar credibilidad a la noticia o se trata de la
crónica humana, como se califica en el mundo del periodismo a este tipo de aderezos cuyo fin,
presuntamente, es acercar la información al público? Las informaciones sobre la tragedia de
Jokin, ¿cuánto tuvieron de información y cuánto de morbo sin paliativos? Por último y, quizás la
cuestión más difícil y vergonzante de contestar: el hecho de publicar todo tipo de detalles
La realidad es, de momento, bastante distinta. Lo cierto es que, a pesar de lo alarmante de las
informaciones sobre violencia en las aulas, se trata de casos todavía puntuales y escasos que,
de ninguna manera, se pueden extrapolar para hacer generalizaciones.
Violencia escolar es toda aquella que se produce en el sistema escolar. Puede dirigirse contra los
alumnos, los profesores o la propiedad privada. Los actos violentos tienen lugar en las
instalaciones escolares (el aula, el patio, los lavabos, etc) los alrededores del centro y en las
actividades extraescolares11. Quizás, el término más empleado en las crónicas sobre violencia
escolar –muchas veces incorrectamente utilizado como sinónimo de ésta- es el de acoso, para el
que muy a menudo se emplea el inglés bullying –derivado de bull, matón-. Se trata de una
variante de la violencia escolar caracterizada por un comportamiento repetitivo de hostigamiento
e intimidación que trae consigo el aislamiento y la exclusión social de quien lo padece. Para que
se trate de acoso, deben cumplirse los siguientes requisitos:
11 Serrano e Iborra (2005): Violencia entre compañeros en la escuela, Valencia, Serie Documentos, nº 9, Pág. 8.
12 ibídem, pág. 11.
13 Sanmartín, J. (coord.) (2004): El laberinto de la violencia, Barcelona, Ariel, pág. 123.
– Entre los factores familiares destacan las prácticas de crianza inadecuadas, autoritarias o
negligentes (síndrome del niño con la llave al cuello), pertenencia a una familia disfuncional,
poca comunicación familiar.
– Entre los factores escolares cabe resaltar, la ley del silencio, escasa participación en las
actividades del grupo, déficit de relación con los compañeros, poca comunicación entre
alumnado y profesorado, ausencia del referente de autoridad en el centro escolar14.
Estudios en España
Numerosos estudios han intentado —y continúan haciéndolo— descubrir la verdadera incidencia
de este problema en las escuelas. De todos ellos, parece desprenderse que se trata de un
fenómeno tan habitual en la cultura escolar que todos los alumnos tendrán contacto con él a lo
largo de su vida académica bien sea como víctimas, agresores o testigos15.
El Defensor del Pueblo realizó un estudio en 2000 entre 3.000 estudiantes de 300 colegios
públicos, privados y concertados, que en 2006 ha repetido y actualizado16. El principal objetivo
del estudio era determinar “las principales magnitudes del fenómeno del maltrato entre iguales
en el contexto de la Enseñanza Secundaria Obligatoria en España”. Los resultados obtenidos
permiten llegar a una primera conclusión positiva: “tanto las respuestas de los alumnos como las
de los profesores ponen de manifiesto (...) que la incidencia del maltrato ha tendido claramente
a disminuir, especialmente en aquellas conductas abusivas más frecuentes y menos graves”. Las
víctimas de insultos han pasado de ser el 39,1% al 27% y las de motes, del 37,7% al 26,6%.
Disminuye también en casi dos tercios el acoso sexual, que desciende del 2% al 0,7%. Si
atendemos a las repuestas de los alumnos, el informe establece que en los centros docentes de
secundaria españoles se producen todos los tipos de maltrato, aunque su incidencia es bien
distinta. El que más se repite es el abuso por agresión verbal, cuyas diferentes manifestaciones
oscilan entre el 27 y el 32%.
14 Serrano e Iborra (2005): Violencia entre compañeros en la escuela, Valencia, Serie Documentos, nº 9.
15 Díaz Aguado, M. J. (2004): “Escuela”, en Sanmartín, J. (coord.), El laberinto de la violencia, Barcelona, Ariel, pp. 123-140.
16 Defensor del Pueblo (2006): Violencia escolar: el maltrato entre iguales en la educación secundaria obligatoria 1999-2006 (Nuevo
estudio y actualización del Informe 2000), Madrid, Informes, estudios y documentos.
Las principales conclusiones de la encuesta realizada son que la mayor incidencia de la violencia
escolar entre compañeros se produce en el primer ciclo de secundaria (alumnos de 12 a 14 años)
descendiendo progresivamente hasta el 4º curso (alumnos de 16 años). Los chicos protagonizan
más agresiones de tipo físico y verbal, mientras que las chicas practican más la exclusión y la
intimidación psicológica.
Los datos del estudio revelan que un 33,8% de los escolares de entre 12 y 16 años suele recibir
insultos, un 30 % está acostumbrado a los motes que le ponen el resto de los compañeros, un
20% a menudo le esconden sus pertenencias. El 8,5 % recibe amenazas y el 4,1% golpes.
Ángela Serrano e Isabel Iborra investigadoras del Centro Reina Sofía para el estudio de la
violencia, publicaron en 2005 el informe Violencia entre compañeros en la escuela. una encuesta
realizada a 800 adolescentes de entre 12 y 16 años. En el estudio se distingue entre violencia
escolar y acoso; las principales conclusiones son las siguientes:
El 75% de los escolares ha sido testigo de violencia escolar; el 14,5% (116) se declara víctima
de violencia escolar en general; el 2,5% de acoso escolar (es decir, el 17,2% de las víctimas de
violencia escolar en general); y el 7,6% (61) se identifica como agresor.
El 83% de las víctimas reconoce haber sido agresor en alguna ocasión. A su vez, el 44% de los
agresores afirman que en algún momento han sido víctimas.
El 30% de los alumnos acosados son agredidos por más de un agresor. Este porcentaje es mucho
menor en las víctimas de violencia escolar en general (18,1%).
Las víctimas de estas situaciones se describen a sí mismas como alegres (83,6%), sociables
(80,2%), con numerosos amigos (79,3%). Es decir, no se perciben como solitarios, inadaptados
o diferentes. El perfil de la víctima de violencia escolar –según este estudio- es el de un chico
(56,9%) de entre 12 y 13 años (56%) y español (95%). Las víctimas de acoso por el contrario
son chicas en estos mismos tramos de edad; la mayoría de las agresiones se producen en el aula
(54,3%) o en el patio (53,4%) y en menor medida en los alrededores del centro (32,8%).
En cuanto a la respuesta a la agresión por parte de quien la padece, la mitad decide aguantar, el
36,2% insultar a su agresor o agresores y 19,8% agredir de la misma manera. Contra lo que
pudiera parecer, la ley del silencio no suele ser la opción mayoritariamente elegida por la víctima,
ya que sólo el 18,1% lo calla, mientras el 81,9% cuenta lo que le está ocurriendo a alguien.
Puede tratarse de un amigo (50,9%), de un profesor (42,2%) o de sus padres (31,9%).
El porcentaje de víctimas de acoso que sienten tristeza, soledad o que presentan alteraciones del
sueño o reducción del rendimiento escolar, es el doble del de víctimas de violencia escolar en
general. Cabe destacar que, en el caso de la violencia escolar en general, un 32,8% de las
víctimas declaran que las agresiones no tienen ningún efecto negativo. La cifra baja
extraordinariamente entre las víctimas de acoso. Tan sólo el 5% de ellas señala que el acoso no
tiene ningún efecto negativo en sus vidas. Es importante destacar que un 60% de las víctimas
Ninguna víctima declara haber sido objeto de abuso sexual, mientras el 4,8% de los agresores
declaran haber agredido sexualmente a algún compañero.
En ocasiones tenemos la tentación de pensar que una de las causas que favorecen la
propagación de este tipo de actitudes violentas es la impunidad de los agresores por parte de sus
compañeros y la pasividad con que estos actúan. La realidad -según este estudio- es que el 75%
de los escolares españoles ha presenciado alguna agresión en su centro escolar. De ellos, el
47,8% interviene para defender a la víctima porque es amiga suya y el 44,8% porque no le gusta
lo que hacen los agresores. Aún a riesgo de que los agresores puedan tomar represalias en su
contra, el 37,7% interviene en el momento del conflicto y el 26,2% habla con un profesor para
denunciar los hechos.
Éstos son los hechos. Sin embargo, son muchas las personas que creen que Anglés y Ricart
fueron los chivos expiatorios de un crimen que implicaría a altos cargos del Ministerio de Interior,
ya que las tres niñas habrían sido raptadas y violadas como parte de una orgía sexual organizada
¿Cómo se fabricó esa teoría? El papel de los medios de comunicación fue esencial, por un
cúmulo de circunstancias que dieron gran relevancia a este crimen en toda España. Hay que
recordar que, en la época en que desaparecieron las tres amigas, se emitía todas las semanas en
Televisión Española el programa ¿Quién sabe dónde? Durante los más de dos meses de
búsqueda, fueron muchas las personas que semana tras semana situaban a Míriam, Desirée y
Toñi en los más diversos lugares de España, en multitud de situaciones, y ‘con total seguridad’.
En realidad, habían muerto el mismo día de su desaparición, pero los casi tres meses de
incertidumbre aumentaron el interés social por el caso.
Una vez los cuerpos fueron descubiertos, en la tarde del 27 de enero de 1993, todos los medios
de comunicación desplazaron a Alcàsser enviados especiales para narrar la tragedia. Especial
significación tuvo el programa emitido aquella noche desde el auditorio municipal por el equipo
de la periodista Nieves Herrero: casi todo el pueblo se dio cita allí para hablar de las niñas,
incluidos sus familiares, y aquello se convirtió en un espectáculo en el que la periodista ahondó
lo que pudo en el dolor de las familias, las lágrimas y los detalles morbosos. Ha quedado desde
entonces como ejemplo del uso torticero de un suceso en un medio de comunicación. Pero fue
sólo el principio de las malas prácticas que algunos periodistas realizaron con motivo del “caso
Alcàsser”.
En los días y meses siguientes, se fueron conociendo los detalles más escabrosos del triple
crimen. Se filtró a los medios parte de las autopsias, con fotos muy explícitas incluidas, y el relato
de las mutilaciones y vejaciones sexuales que sufrieron las tres jóvenes. Todos los medios se vieron
arrastrados por la vorágine de estos detalles escabrosos e, incluso se publicaron las fotos de los
huesos, explicando las pistas que daban a los forenses sobre cómo fueron las últimas horas de
vida de las “niñas de Alcàsser”. Mientras, seguía hablándose de la fuga de Antonio Anglés, y la
instrucción judicial del caso lo mantenía aún de actualidad, con las contradictorias versiones que
daba Miguel Ricart sobre lo ocurrido. A todo ello se sumó que varios de los implicados en este
suceso estuvieron más que dispuestos a hablar ante los medios de comunicación, con las más
peregrinas versiones. Y hubo medios que vieron un filón en esta predisposición. De un lado, la
propia familia de Antonio Anglés. Una familia desestructurada y de escasos recursos, que vio en
los medios una forma rápida de ganar dinero fácil, explicando cualquier cosa que pudiera servir
de carnaza. La madre y los hermanos de Anglés estuvieron más que disponibles para contar todo
lo posible sobre el evadido Antonio, por supuesto, previo pago. Un precio que algunos medios
de comunicación aceptaron pagar tranquilamente, con tal de seguir ahondando en lo macabro
y morboso.
Pero especialmente hay que hablar de Fernando García, el padre de Míriam, que no aceptó que
su hija hubiera sido víctima de un crimen sexual cometido por dos delincuentes comunes, y fue
aumentando sus críticas a la investigación policial, hasta fabricar una teoría delirante. Tal teoría
de la conspiración fue gustosamente difundida por algunos medios y arrastró al resto a hablar
de ello: García mantiene que su hija y sus amigas fueron raptadas por encargo de personas
Los errores de la investigación policial y judicial, y la fuga de Antonio Anglés fomentaron esas
dudas en torno a la versión oficial de los hechos, y la consumación de esa teoría de la
conspiración llegó con la celebración del juicio, en la Audiencia de Valencia. Allí, Miguel Ricart se
presentó como un chivo expiatorio, aprovechando esa teoría en beneficio propio. Mientras,
Fernando García estuvo presto todos los días a desmontar lo que se decía en la sala. Durante los
meses que duró la vista, la televisión autonómica valenciana Canal 9 emitió diariamente un
programa resumen de la sesión, en el que Fernando García y Juan Ignacio Blanco ponían en tela
de juicio permanentemente la investigación policial y los propios órganos judiciales, al tiempo
que continuaban insistiendo en que personas muy influyentes estaban intentando echar la culpa
a un pobre hombre, Miguel Ricart, para tapar lo que realmente había sucedido tras el secuestro
de las tres niñas. Por todas estas acusaciones, Blanco y García tuvieron que enfrentarse después
a varias querellas por calumnias, presentadas por los entonces responsables de la Policía y de la
Fiscalía en Valencia. Las querellas implicaron también a la periodista que presentaba aquel
programa y a su director, a quienes se acusaba de no impedir la propagación de bulos y
falsedades sobre el “caso Alcàsser”. García y Blanco también han sido investigados después por
la justicia por motivos económicos: aún hoy se desconoce el destino de, al menos, 78 millones
de pesetas que en aquellos años Fernando García recibió de miles de personas para la llamada
Fundación Niñas de Alcàsser, que nunca llegó a constituirse legalmente. Blanco escribió, además,
un libro, que fue retirado del mercado por la Justicia, dadas las graves imputaciones que hacía
contra los altos cargos relacionados con la investigación de este crimen.
Catorce años después del triple asesinato, el lamentable papel de algunos medios de
comunicación ha conseguido consolidar entre muchos sectores la idea de que la verdad sobre el
‘caso Alcàsser’ está todavía por conocer, que la realidad fue ocultada porque implicaba a altos
cargos políticos y que Anglés y Ricart fueron chivos expiatorios. Una teoría que se basa
simplemente en elucubraciones, acusaciones sin fundamento y delirios de un padre destrozado,
pero que no hubiera podido difundirse sin el concurso necesario de algunos periodistas que
vieron en ella un filón, sin atender a que no hay ni un indicio real que apunte en ese sentido. Se
prefirió el espectáculo morboso y los detalles escabrosos a los datos contrastados y reales.
Cabe preguntarse qué mecanismos funcionaron en las cabezas de Ricart y Anglés, para cometer
semejante crimen, y los antecedentes personales que pudieron llevarles a tal comportamiento.
Los dos habían nacido en hogares disfuncionales, con padres alcohólicos y ambientes con gran
agresividad. Anglés era considerado el “ogro” en su numerosa familia; solía amenazar tanto a
sus padres como a sus hermanos, que temían sus accesos de cólera. Era solitario y exigía
satisfacer en el acto sus deseos. Este ambiente desestructurado en la infancia pudo convertir a
ambos en adultos disfuncionales, incapaces de mantener una relación emocional estable, de
igual a igual, con otra persona. La falta de una socialización adecuada también provocó que no
asimilaran correctamente las ideas sobre el bien y el mal, de forma que crecieron con una
perspectiva distorsionada a ese respecto, lo que conduce finalmente a un adulto que no respeta
los derechos de los demás, un ser insociable, resentido y frustrado.
Estamos por tanto ante una elección completamente aleatoria de las víctimas, un crimen no
premeditado. No hay motivos personales ni económicos para agredir a las niñas. Es sólo una
satisfacción perversa del ego de los asesinos, que enlaza con su absoluto desprecio por los
derechos de los otros. Es además lo que se denomina un homicidio desorganizado: el delito no
se planea, sino que surge sobre la marcha y se actúa también con los medios al alcance del
delincuente en ese momento. Ricart y Anglés llevaron a las niñas a una caseta alejada de todo,
en pleno monte, donde solían esconderse cuando eran perseguidos por sus anteriores delitos.
Para torturar a las niñas, usaron lo que encontraron por allí: palos, piedras y un cuchillo que
llevaba uno de ellos. Para enterrarlas, una fosa que habían abierto días antes con el fin de
esconder unas motos que habían robado. El acto fue tan desorganizado que incluso tuvieron que
bajar a un pueblo cercano por la noche para buscar en un bar algo de comer, después de la
primera ronda de abusos contra las víctimas.
“La policía portuguesa se moviliza tras el rapto de una niña británica en el Algarve”17. Los periodistas
que escribieron este y otros titulares similares el cuatro de mayo de 2007 no imaginaban las
dimensiones que adquiriría a lo largo de los meses la desaparición de Madeleine McCann. Sin duda,
el caso que mayor –aunque no por eso mejor- atención ha recibido por parte de los medios de
comunicación de todo el mundo.
El caso ‘Madeleine’ es una muestra de lo que se debería evitar en los medios de comunicación:
subastar cada día cualquier detalle morboso, aunque no esté ni confirmado ni contrastado, para
conseguir audiencia a un precio que oscila entre la vida o la muerte de la niña Madeleine y la
culpabilidad o la inocencia de sus padres. ¿Quién da más? Hay quien ha echado leña al fuego
mediático: la policía portuguesa que ha filtrado supuestos datos del caso con el fin de descargarse la
presión política, social e informativa y la de sondear posibles pistas en un caso que ha despertado el
morbo mundial alimentado por todos, porque hasta los medios considerados serios y rigurosos han
caído en la trampa irresistible de “buscar a Madeleine en Marruecos y de analizar si el
comportamiento frío y hermético de la madre corresponde con el de una posible asesina”. En
definitiva, el caso Madeleine pasará a los anales del periodismo como una de las coberturas menos
afortunadas y como la demostración de una necesidad imperante: que los periodistas sepan cómo
informar sobre infancia y violencia, y lo más elemental, sin hacer juicios públicos.
Las autoridades portuguesas se movilizan. Guardia Nacional Republicana, Policía Judicial, bomberos
con perros adiestrados y un helicóptero de Protección Civil comienzan a buscar a Madeleine. Se avisa
a la policía española, ya que el lugar de la desaparición dista 100 kilómetros de la frontera con España.
El diez de mayo, la búsqueda en los alrededores del apartamento pierde fuelle. Las pesquisas se
concentran en una mujer rubia a la que se ve en las grabaciones de las cámaras de seguridad del
complejo turístico con una niña en brazos. El mercado de las recompensas se abre. Las del diario
británico The Sun, y el Portugal News, periódico destinado a la comunidad inglesa en el Algarve,
preceden a la más sustanciosa, de un millón cuatrocientos mil euros, que ofrece, según publica The
Times, el millonario Sthephen Winyard, frustrado –asegura- tras ver los rostros de Gerry y Kate y saber
que nadie había ofrecido una recompensa considerable por la niña. Por si faltaba algo de atención en
el caso de Madeleine, David Beckham, el jugador de fútbol y aún capitán de la selección inglesa,
aparece en las televisiones de todo el planeta sujetando una foto de la niña e implorando ayuda para
encontrarla.20 A él se suman buena parte de las estrellas futbolísticas del Reino Unido y de Portugal.
18 Esbozo de los hechos elaborado a partir de los teletipos que agencias como EFE, Europa Press y Reuters lanzaron el 4 de mayo de 2007.
19 http://www.correiomanha.pt/noticia.asp?id=241629&idCanal=181. (Consulta, 18 de septiembre de 2007)
20 http://news.sky.com/skynews/article/0,,91210-1265277,00.html. (Consulta, 18 de septiembre de 2007)
Kate asiste, junto a un centenar de personas, a una iglesia cercana de confesión católica, en la que se
celebra una misa anglicana en la que una foto de Madeleine preside el oficio junto a una imagen de
la Virgen de Fátima. La madre se aferra en todo momento a un peluche rosa. Los medios de
comunicación de todo el mundo, que ya invaden el Algarve, recogen la estampa. Arrecian las críticas
contra la policía judicial lusa hasta el punto de que el ministro de Justicia, Alberto Costa, se ve
obligado a sacar la cara por su competencia y credibilidad. No será la única vez. Con el discurrir de los
acontecimientos, sin noticias de Madeleine y sin acusados formales de su desaparición, en septiembre,
Costa reafirma su plena confianza en la policía judicial e insiste en que ésta cuenta con todos los
medios necesarios para aclarar la desaparición.21
Recién estrenado agosto, la prensa belga se hace eco de la investigación policial a la que ha llevado
el testimonio de una testigo. Afirma haber reconocido a Madeleine en un restaurante en Tongres. Al
parecer, la niña estaba con un hombre de unos 40 años y una mujer de unos 25 que hablaba inglés.
La niña se encontraba bebiendo un batido. Una patrulla se persona en el restaurante y los agentes se
incautan de la botella y la pajita utilizada por la pequeña, para realizar un análisis de ADN que,
posteriormente, se revela no concluyente.
La caja de Pandora
El 7 de agosto, el caso da un giro brutal. La prensa de todo el mundo cita los diarios Jornal de Noticias
y Correio da Manhá, y asegura que la policía ha hallado restos de sangre en la habitación del
apartamento del que desapareció Madeleine. Restos de los que luego se dirá que también están
presentes en el coche que los McCann alquilaron en el Algarve y en algunas prendas de Kate y Gerry.
Se detalla que se trata de sangre de una persona muerta, supuesto que podría indicar que la niña
murió de manera accidental en su cuarto. El hallazgo, -siempre citando a la prensa lusa que se refiere
a su vez a fuentes de la policía judicial- habría sido realizado por perros adiestrados en Estados Unidos
para distinguir la sangre de los vivos de la de los muertos. Se abre de par en par la Caja de Pandora
mediática pero, los peores monstruos y males del quehacer periodístico, aún están por llegar.
El foco se dirige ya abiertamente a los padres de Madeleine. Estalla la guerra entre los medios de
Portugal y los del Reino Unido. Los del resto del mundo se hacen eco de sus noticias, citándolos como
fuente algunas veces, con nombre; otras, simplemente, refiriéndose a lo que cuenta la prensa lusa o
Gonçalo de Amaral cuenta en su currículo con un caso resuelto que, en el Reino Unido, se vende como
un fantasma del pasado. Se trata de la desaparición de otra niña, Joana Cipriano. Su madre, Leonor,
denunció su desaparición en Figueira el 12 de septiembre de 2004. Tras las investigaciones, de Amaral
concluyó que Joana había descubierto a su madre y a su tío practicando sexo. Ante la posibilidad de
que la niña revelase el incesto, ambos la mataron, descuartizaron su cuerpo y se deshicieron de él. Ni
el cuerpo ni los instrumentos con los que Joana fue descuartizada fueron nunca hallados. Su madre y
su tío fueron juzgados y hallados culpables de la muerte. Hoy cumplen condena en prisión. Los medios
británicos han encontrado un filón. Algunos, incluso, destacan las similitudes entre el caso de Joana
y el de Madeleine y se hacen eco de ciertos rumores que, en su día, vincularon a de Amaral con una
red de pederastia internacional.23
La investigación continúa sin dar frutos. El 6 de septiembre nos trae un hecho, no una especulación:
la policía portuguesa interroga por separado a Kate y a Gerry McCann. Hasta ahora siempre habían
comparecido juntos. Tras largas horas de interrogatorio, los padres de Madeleine son declarados
argüidos, figura jurídica que cuando se aplicó a Robert Murat, no despertó ninguna inquietud. Ahora,
se detalla que es propia de la legislación portuguesa y que se traduce por sospechosos oficiales. Sobre
ellos, dicen los medios, recaen sospechas por haber tenido relación con la muerte accidental de su hija
y con la desaparición del cadáver. En su nueva situación, los McCann adquieren derechos de los que
carecían como testigos. Pueden comparecer ante la policía acompañados de un abogado y negarse a
responder preguntas que les puedan perjudicar. No tienen obligación de permanecer en Portugal y,
aunque habían asegurado que no saldrían de allí hasta encontrar a su hija, lo cierto es que dos días
después, regresan a casa. Como si de dos estrellas de Hollywood se tratase, tanto su salida del
Algarve, como su llegada al aeropuerto de Rothley, es seguida por una nube de periodistas, cámaras
y fotógrafos. Lo mismo ocurre con su primera salida, ya en el Reino Unido, para ir a misa con sus
mellizos.
Ríos de tinta se han vertido sobre otros muchos asuntos relacionados con la pareja. Desde su elección
de abogado y sus consultas al bufete Kingsley Napley, que se encargó de la defensa de Augusto
Pinochet en el Reino Unido, hasta el hecho de que Richard Branson, el magnate de Virgin, realice una
segunda donación a su causa, esta vez de 145.000 euros (150.000 según otros medios) para costear
su defensa legal. Pero, sin duda, es el supuesto diario de Kate y las reveladoras anotaciones que
contiene, lo que más morbo despierta. De nuevo la prensa cita al portugués Correio da Manhá que
publica supuestos extractos del texto en el que Kate se queja de sentirse agotada, de la excesiva
actividad de Madeleine que le consume las fuerzas y de la actitud de su marido, que colabora muy
poco en el cuidado de los niños.24 Lo que a numerosas madres de tres niños de entre tres años y 18
meses les podría resultar una descripción aproximada de una jornada cualquiera de sus vidas, en la
Una vez asimilado por el ideario colectivo el hecho de que Madeleine está muerta, mucho se ha dicho
también sobre el destino de su cadáver. La prensa ha llegado a especular, citando fuentes de la
investigación, con que sus padres podrían haberlo enterrado en los alrededores de una iglesia
anglicana del Algarve de la que el párroco les dio la llave para que acudieran a rezar cuando quisieran.
Otro posible destino, el mar, a donde el cuerpo habría sido arrojado desde un yate, propiedad de unos
amigos de la pareja, por supuesto, también implicados.26 Mientras, Olegario Sousa, el portavoz de la
policía judicial no confirma ningún aspecto y se remite al secreto sumarial bajo el que se encuentra el
caso.
En Portugal, mientras tanto, el caso Madeleine se ha cobrado su primera víctima mediática: Olegario
Sousa, el portavoz policial, ha dimitido a causa, dice, de las numerosas filtraciones que se están
produciendo a los medios de comunicación. La magnitud mediática que ha adquirido el caso ha
llevado, incluso, al juez que lo instruye, Pedro Frías, a pedir permiso al Consejo Superior de
Magistratura para hablar públicamente sobre el proceso y las investigaciones. El órgano director de los
jueces portugueses se lo ha negado. Cree que no está justificado dar información pública. Además,
el Consejo ha decidido que será este organismo, en colaboración con Frías, quien asumirá las
informaciones a la opinión pública.
Con el cambio de portavoz de los McCann y el órgano de gobierno de los jueces como portavoz en
Portugal, el caso de Madeleine da un nuevo giro. Esta vez con los medios y la información como
protagonistas de la noticia. Toda una contradicción para una profesión en la que siempre se ha dicho
que, cuando el periodista se convierte en protagonista de la noticia, algo falla. En el caso de
Madeleine, con la perspectiva que otorgan los 139 días transcurridos desde su desaparición, las cosas,
informativamente hablando, comenzaron a fallar desde el principio. Sobre la investigación, a día de
25 http://www.lagaceta.com.ar/vernota.asp?id_seccion=11&id_nota=236012)
26 http://www.terra.cl/noticias/index.cfm?id_reg=848973&id_cat=303 (Consulta: 19 de septiembre de 2007)
27 http://www.cnnplus.com/codigo/noticias/ficha_noticia.asp?id=618496 (Consulta: 19 de septiembre de 2007)
De todos los grupos de población, el de los niños y niñas es el más vulnerable. La infancia es ese
periodo de la vida en el que aún no se ha configurado el pensamiento y la visión del mundo pasa, en
la mayoría de las ocasiones, a ser la visión de la vida que tienen sus progenitores. Y son precisamente
estos progenitores que tenían que cuidarles y ayudarles en su crecimiento personal, los que se
convierten en muchas de las ocasiones en sus verdugos y maltratadores. Esta es una de las causas de
desconcierto y de falta de respuesta por parte de la infancia ante la violencia con que son tratados.
La extrema pobreza, aunque no sólo, lleva a los padres a explotar en trabajos esclavos a sus hijos, a
vender a sus hijas en el tráfico de personas para su explotación sexual… en una palabra: a negar a sus
hijos e hijas el derecho a disfrutar de su etapa de niños y adolescentes, a vivir con dignidad y sin
violencia la etapa mas bonita del ser humano.
Todo esto lo he podido constatar a lo largo de mi trayectoria como periodista en TVE: la violencia
ejercida contra la infancia se da en cualquier parte del mundo y de muy diversas formas: trabajo
explotador e inhumano para todas y todos; niños y niñas víctimas de las guerras, de la violación y
explotación sexual.
En estos últimos años, la globalización del mundo y de los medios, nos han acercado más a esta gran
lacra de la humanidad, han puesto rostro a los dramas que se dan en las distintas partes del planeta.
Directores de cine, documentalistas, periodistas, profesionales de los medios audiovisuales… han
dado paso a la denuncia a través de su trabajo, que se ha convertido en un elemento divulgativo de
la injusticia ejercida sobre este sector de la población.
Los niños han pasado a ser algo más que un “silenciador de la conciencia” en las telemaratones
navideñas, donde una cara bonita nos invitaba a un apadrinamiento y a dar unas monedas, más para
acallar nuestras conciencias que para solucionar de raíz este mal endémico de la sociedad.
En España tenemos a uno de los directores de cine, Javier Corcuera, que se ha atrevido a dar el paso
y llevar a la gran pantalla el tema del trabajo infantil, con el documental La espalda del mundo. En
este documental del año 2000, Corcuera nos presenta tres historias que se dan en La espalda del
Mundo, una de ellas, un niño que trabaja en una de las canteras de Perú.
Estos niños que trabajan en las canteras forman parte de un sistema injusto que enriquece a una
pequeña parte de la humanidad a costa de la gran mayoría empobrecida. También en la 62ª edición
del Festival de Cine de la Bienal de Venecia se pudo ver bajo el titulo “Todos los niños y niñas
invisibles” ocho documentales que retratan la vida de niños y niñas de diferentes lugares del mundo
que, desde distintas realidades y problemas, tienen sus infancias rotas.
28 Este texto se concluyó el 19 de septiembre de 2007. A partir de este momento, sin duda, se producirán novedades en el caso que no
se contemplan; pero, lo que perseguimos es dar una muestra de lo que nunca debe ocurrir, desde la perspectiva informativa, en un caso
de violencia en el que está involucrado, esta vez como víctima, un menor.
Son muchas las iniciativas que están surgiendo en este campo de denuncia del trabajo infantil.
Muchas de ellas nacidas de la colaboración entre ONGs y cineastas o directores y directoras de
documentales.
Personalmente tengo que decir que esto es algo que me llena de satisfacción, porque no siempre ha
sido así, y lo digo desde la experiencia de 35 años de trabajo en una televisión pública, en un medio
donde ha habido que abrirle un hueco a todos los grupos marginados, excluidos y excluidas que no
contaban para la gran mayoría no sólo de los telespectadores, sino tampoco para los que regentaban
las direcciones de los medios.
En 1982 tuve el “privilegio” de llevar a TVE la primera de las series que recogía el mundo de los
marginados, y que llevaba este mismo titulo. Además de otras series como Mujeres en América Latina,
he podido realizar otras dos con el titulo de Los excluidos.
En todas estas series, he tratado de poner rostro a la injusticia y la opresión ejercida sobre grandes
grupos de la sociedad, centrándome en gran parte de las ocasiones en las mujeres, excluidas entre los
excluidos, pero también he podido comprobar como en casi todas las sociedades los niños, junto con
las mujeres, constituyen uno de los grupos humanos más vulnerables. De los pequeños oficios en las
calles de América Latina a los sórdidos talleres de las metrópolis de Asia, los niños se dedican a
multitud de actividades mal remuneradas y desarrolladas en condiciones de insalubridad que dificultan
su desarrollo físico y mental.
En los países pobres la miseria es la principal responsable del trabajo de los niños. El complemento de
renta que ellos aportan, por pequeño que sea, es indispensable para la supervivencia de muchas
familias.
En los países en vías de desarrollo muchos padres creen que el trabajo de los niños es algo natural.
Durante siglos el niño ha sido considerado un capital económico que debe servir al grupo familiar para
mejorar sus condiciones de existencia. Los más afortunados son los que trabajan en su casa y bajo la
protección de sus familias, o como en el caso de Filipinas, los que pueden hacer compatible el trabajo
con la asistencia a la escuela, porque el Estado así lo obliga.
He filmado en los campos a niños y niñas de cinco y siete años que ayudan en las labores agrícolas,
guardan el ganado, participan en los trabajos de la casa y en la preparación de la comida. A veces
junto a estas ocupaciones tiene lugar la escolaridad, pero no es lo más frecuente.
De los 680 millones de niños en edad de escolarización primaria que existen en el mundo, 115
millones no asisten a la escuela y tres quintas partes de los cuales son niñas.
En Tailandia o en Brasil los niños son alquilados a terratenientes en pago de una deuda o a cambio de
la simple alimentación. Hay niños que trabajan de asalariados y con un contrato determinado en
calidad de miembros de una familia. En este caso es toda la familia la que está contratada para un
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce que hay más de noventa millones de niños
entre ocho y quince años incorporados a la vida activa del trabajo, pero se supone que esta cifra está
muy por debajo de la realidad. La ONU estima que hay más de doscientos millones de niños
trabajadores en el mundo que, por supuesto, no están escolarizados.
Hace apenas dos años estuve en Argentina. No es fácil comprender cómo un país dotado de tantos
recursos naturales y humanos ha pasado de ser “granero del mundo” a tener a la mitad de su
población en la pobreza y a millones de ciudadanos con hambre.
Desde 1990, cuando se produjo la reconversión del peso, han muerto niños y ancianos por causas
vinculadas al hambre. Se empobrecieron entonces tres millones de menores. Como pude comprobar,
mientras realizaba el documental en las calles de Buenos Aires, a estos niños les quedaba todavía
energía y vitalidad para lavarse en las fuentes de la ciudad, aunque fuese con agua fría. Pero tras el
baño no tenían para secarse más que sus propias ropas. Estaban ateridos de frío, pero al menos
limpios.
Algunos de estos jóvenes y niños se perderán para siempre. Acabarán en la delincuencia y las drogas
y la sociedad les colocará en el lugar de los “culpables”.
Todos estos temas han quedado recogidos en algunos de los documentales pertenecientes a las
distintas series que he realizado para TVE:
El mayor drama que me ha tocado vivir y grabar para TVE ha sido el de los abusos sexuales.
Un número creciente de niñas y niños es víctima del abuso, el abandono y la explotación. El tráfico de
niños, niñas y mujeres para su explotación sexual ha llegado a niveles alarmantes. Según UNICEF unos
treinta millones de niñas y niños son víctimas de los traficantes.
En España un 23% de las niñas y un 15% de los niños han sufrido abusos sexuales a lo largo de su
infancia. El 80% de los agresores sexuales son personas de su entorno. El periodo desde que el niño
testifica hasta que finaliza el procedimiento puede alargarse hasta cinco años. Los menores son
sometidos hasta a tres exámenes médicos. No obstante, las evidencias físicas sólo se encuentran en
un quince por ciento de los casos; su ausencia sirve a muchos profesionales para desestimar el caso.
El tema de los abusos y violaciones sexuales queda recogido en la última parte del documental Filipinas
Infancias Rotas, donde se visualiza el trabajo que el sacerdote irlandés Shay Cullen realiza en
Y ya para acabar una lista que seria interminable, quiero hacer una mención a la mutilación genital
femenina. Según UNICEF, se calcula que unos tres millones de niñas y adolescentes en África
Subsahariana y Oriente Medio sufren la mutilación genital femenina cada año. El informe afirma que
con un compromiso y un apoyo adecuados, esta práctica milenaria tan arraigada podría eliminarse en
una sola generación.
Este acto deplorable que se ejerce contra las mujeres y contra su derecho a la salud sexual y al goce,
se realiza cuando la mujer es una niña y no puede defenderse. En estos tiempos son muchas las voces
que se levantan contra esta práctica ya denunciada por mí en el año 1988, en el documental que lleva
por titulo Los Dogón: castración y magia.
Pienso, y por eso me he dedicado a ello, que la fuerza de la imagen pone rostro y complementa cifras
y datos que utilizamos cuando hablamos de estos temas. Me alegro que cada vez sean más los
colegas que se unen para poner cara a la injusticia y la violencia que se ejerce sobre la vida de los niños
y niñas excluidos e invisibles hasta ahora en la sociedad, y apoyo toda iniciativa de colaboración y
trabajo de las organizaciones que se dedican a la erradicación de la violencia en la infancia y los
profesionales de los medios que pueden dar voz a los niños y niñas y a los que trabajan con ellos.
Era el primero de abril del año 2000. Una noticia más del área de sucesos llega a las redacciones
de los medios de comunicación a través de las agencias informativas. En un primer momento, no
hay más datos que el hallazgo de tres muertos con signos de violencia por arma blanca, en una
vivienda de un barrio de Murcia. La fuente es policial.
Es el momento en que ninguna redacción espera de brazos cruzados, sino que empieza a
plantearse la ubicación y el espacio que se le va a dar a la noticia, algo que dependerá del grado
de violencia que vayan aportando los detalles del suceso (y a más violencia, más y mejor espacio).
A medida que discurre el día se tiene conocimiento de que los tres muertos son parte de una
misma familia, que, efectivamente, se trata de un triple asesinato. No se está hablando, pues, de
un fatídico desenlace originado por un accidente casero fortuito, ya de por sí grave. Todo apunta
a que el autor es un cuarto miembro de la casa: el hijo, un menor que entonces cuenta con 17
años de edad.
Ha matado con un sable a sus padres, Rafael Rabadán Tovar, de 51 años, a Mercedes Pardo
Pérez, de 54, y a su hermana, María, de nueve años, a lo que se añade el agravante de que la
niña había nacido con el síndrome de Down. El triple asesinato se ha perpetrado en el domicilio
de la familia, que reside en el barrio murciano de Santiago El Mayor.
El arma homicida: una espada ritual de los guerreros samurai japoneses, una catana, que dará
lugar, en adelante, a la denominación del caso. El morbo está servido.
Es entonces, ya con estos mínimos pero fundamentales datos, cuando se plantea desde Valencia
la ubicación de la noticia, un relato que tiene suficiente entidad como para ser apertura de la
página principal de la sección de sucesos. El desarrollo de los acontecimientos, a medida que
transcurren los días, irá manteniendo e incrementando el interés informativo y, por tanto, el
espacio dedicado a este tema.
Se trata de “el asesino de la catana” y como tal ha pasado a la galería de homicidas más
conocidos de este comienzo de siglo. Si bien transcurrió algún tiempo hasta que los titulares de
los medios usaron el término “asesino”, ya que durante los primeros días y de forma casi
unánime, la referencia era el joven o el adolescente que mató a sus padres. Estamos ante un
menor que había ejercido el peor de los actos de violencia en familia: el asesinato de sus padres
y hermana menor. Es José Rabadán, un verdugo cuyas características no eran las de un
delincuente habitual.
La noticia ha salido a la luz a través de los medios de comunicación, adquiere una dimensión
pública y José Rabadán logra notoriedad.
Primer día
El 2 de abril, Las Provincias da la información de la tragedia en la sección de Sucesos, abriendo
página. Ocupa poco más de un cuarto de página en cuyo texto, al final del mismo, se incluyen
25 líneas de un apuñalamiento ocurrido en Madrid. La información se ilustra con una fotografía
de los agentes del cuerpo de la Policía Local de Murcia introduciendo en un furgón fúnebre el
La autoría, tanto de la imagen como del texto es de agencia, dado que el suceso se produjo a
más de 200 kilómetros de distancia de la redacción del periódico. En esta primera información,
el titular se refiere a “un joven” y destaca tres aspectos: que es “fanático de las artes marciales”,
que el arma homicida es un sable y que las víctimas son sus padres y una hermana menor.
También señala que la tragedia ha tenido lugar en Murcia.
El hallazgo por parte de la Policía Local de numerosas armas y libros satánicos, propiedad del
muchacho hizo que, desde el primer momento, todas las sospechas de la autoría se dirigieran
hacia él. Esos detalles también se ponen de relieve en los titulares informativos.
En esta primera ocasión en la que se relata el triple homicidio, no se cita en ningún momento el
nombre de José Rabadán, ni mucho menos se hace referencia a él como “el asesino de la
catana” que es como se le conocerá en capítulos informativos posteriores y también cuando se
hable de él a nivel coloquial entre la ciudadanía. En lo sucesivo, será el referente de los menores
que agreden en familia.
En todo el texto, que consta de 75 líneas a tres columnas, no se citan los apellidos pero sí los
nombres (no las iniciales) de los tres asesinados. Del presunto autor de los crímenes sólo se
aporta la inicial de su nombre y la edad: 17 años. La información, cuando se refiere a él, lo hace
usando en todo momento el término “adolescente”.
Se cuenta dónde se encontró cada uno de los tres cuerpos. Se habla de “ensañamiento” y se
aporta todo tipo de detalles de las heridas perpetradas que justifican, sin duda, el uso del vocablo
empleado.
La información recoge otros detalles como el carácter tímido del muchacho que, según el relato,
dio pie a una huida de casa por problemas con los estudios, pero no cita las fuentes que han
definido esa característica del joven.
Del padre se aporta su profesión y, en este apartado, se incluye el nombre de la empresa donde
trabajaba, así como que la familia era “muy querida” en el barrio, sin citar en ningún momento
la fuente que facilita esos datos y apreciaciones.
Segundo día
Lejos de disminuir, el interés informativo irá en aumento en días sucesivos haciéndose un
seguimiento para ampliar los hechos con numerosos detalles. El segundo día, la información, que
sigue siendo una apertura de página de sucesos, la ilustra una gran fotografía central que
reproduce una instantánea del bautizo de la hermana menor de José Rabadán, la misma a la que
años más tarde segó la vida.
La información literaria y gráfica sigue estando firmada por agencias. Incluye la descripción física
del muchacho y detalles de la investigación. Se recoge también el testimonio de un amigo al que,
según él mismo manifiesta, Rabadán había confesado el crimen, aspecto éste que da lugar al
titular de la noticia.
Se aportan los nombres y apellidos de sus padres cuando se hace referencia a ellos, sin embargo,
la información abre con el nombre del menor y la inicial de su apellido.
El grueso del texto trata de indagar en el perfil psicológico del asesino con dos aportaciones: la
investigación, que atribuye la conducta del joven a que perdió la cabeza y no es peligroso; y
fuentes del centro escolar donde estudió Rabadán, que lo definen como “no violento”, ni
“conflictivo”.
Tercer día
La detención en Alicante del menor ocupa un tercer día de atención informativa. En este caso, a
la información se le dedica una página entera.
De apertura se ofrecen tres fotografías. La de mayor tamaño es la imagen del joven custodiado
por dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía, a los que se les tapa la cara, lo que no se hace
con el muchacho, pese a ser un menor de edad que va a cara descubierta. Por encima del titular,
que destaca que el chico que asesinó a su familia imitaba al personaje de un videojuego, se
plasman dos imágenes del protagonista de “Final Fantasy”, con las que se intenta demostrar la
semejanza física entre el joven y el personaje de ficción.
La detención, cuando José Rabadán intentaba huir, ocupa el segundo lugar en la escala de
prioridad informativa de la noticia. Por primera vez en tres días la firma corresponde a dos
redactores propios del periódico, que se apoyan en las agencias de información tanto de Valencia
como de Alicante.
Datos de las autopsias, donde se revela el grado de sufrimiento de las víctimas, y la descripción
del contenido del videojuego, complementan las informaciones de las páginas con piezas
separadas del texto principal. El origen del asesinato atribuido a José Rabadán estriba en que el
joven es “víctima de un fuerte trastorno de personalidad”. La información habla también de una
“mortal aventura”. Durante el relato informativo se citan fuentes policiales que ponen de relieve
aspectos como que el autor de los asesinatos “no está sujeto a ninguna situación de
drogodependencias”, que “tampoco era un chico con enemistades familiares, ni
extremadamente anormal y que tenía un entorno de convivencia aceptable”. Por todo ello,
también la policía afirma que “hay que ver su mundo interior”. Basándose en fuentes policiales,
los redactores detallan con bastante exactitud los pasos dados por las fuerzas de seguridad hasta
la detención de Rabadán, que en ese momento se encontraba junto a otro joven.
Cuarto día
Poco menos de un cuarto de página titulada con el “presunto homicida de Murcia” para hacerse
eco de su afición por los juegos de rol. La cifra de asistentes al funeral de las tres víctimas es el
Han pasado siete días desde el trágico acontecimiento, y hace ya tres que no se habla de los
familiares asesinados a manos de su propio hijo. Una breve reseña recoge, por primera vez, la
opinión de un experto: el director del Instituto Anatómico Forense de Murcia. Este especialista
califica a Rabadán de psicópata. También pide prudencia a los medios de comunicación a la hora
de tratar un asunto que, en su opinión, debe resolverse por la vía judicial.
Años posteriores
De este triple crimen no se vuelve a hablar hasta nueve meses después. En la primera página
dedicada a la información local de Valencia, donde se aborda un caso concreto de narcotráfico
relacionado con la Ley del Menor, se aporta una pequeña pieza complementaria que señala que
el abogado del “crimen de la catana” pide un juicio rápido.
Cuando se produjo el suceso, se acabó publicando el nombre completo del asesino. Ahora, en
este pequeño texto recogido de agencia, se refieren a él sólo con sus iniciales.
Catorce meses después, la primera página de sucesos se dedica, casi en su integridad, al juicio
de “el asesino de la catana”. Se trata de la primera ocasión en que el periódico se refiere en estos
términos al joven murciano. La información va acompañada de una imagen del joven, esposado,
acompañado de su abogado y conducido por un policía local, al que en esta ocasión no se le
tapa la cara. De nuevo, tanto la imagen como el texto son de agencia.
Habrán de pasar tres años desde el asesinato hasta que se vuelve a retomar informativamente
este suceso. Es en septiembre de 2003, cuando Las Provincias se hace eco de la fuga y rápida
detención de “el asesino de la catana”. El tema ocupa el titular principal de la portada del
rotativo y la doble página de apertura del periódico. Los hechos ocurren en Elche y, por ese
motivo, la autoría de las informaciones y de la fotografía principal del joven en el coche patrulla
policial, es de redactores del medio. La doble página lleva un epígrafe que reza “delincuencia
juvenil” y, además de relatar los hechos de la huida y posterior detención, utilizando fuentes
policiales, se acompaña de una cronología de los acontecimientos que se remonta al día del
asesinato en 2001.
En una columna se reproduce la descripción del carácter del muchacho, al que se califica en el
titular como “un parricida frío y distante, pero sin síntomas de conflictividad”, según se recoge
en un informe de los Servicios Sociales de Murcia. También en esta ocasión el periódico dedica
un breve espacio de opinión al caso, pero más centrado en la fuga que en el personaje.
Al día siguiente, las declaraciones del ya conocido como “el asesino de la catana”, recogidas por
el redactor de Elche, vuelven a ocupar casi una página entera.
Desde entonces, han pasado más de dos años. En febrero de 2006 se publica una de las últimas
informaciones sobre el caso. Es una apertura de la página de sucesos, con una gran imagen de
Rabadán, ya adulto y esposado, llegando al juicio sobre su fuga. La noticia se complementa con
una pequeña información recordatoria de los hechos.
Dos días después se da la, hasta ahora, última noticia sobre estos acontecimientos. En media
columna de sucesos, se informa sobre las intenciones de Rabadán de recurrir su condena ante el
Constitucional.
La mayoría de los expertos que ha estudiado este asunto defiende que se trata de niños
malcriados a los que nadie en ningún momento de su corta vida ha puesto límites. El problema
viene cuando surge un caso de estas características en una familia en la que no ha existido
negligencia. El psicólogo criminalista Vicente Garrido afirma que en estos casos hay que buscar
el origen del problema en otro lugar. Y la respuesta, la ha encontrado en la genética. En su
opinión, se trata de niños con anomalías genéticas que les impiden percibir emociones que
actúen como frenos morales. Un fenómeno similar al que se produce en los niños que padecen
trastorno del déficit de atención con hiperactividad. En este caso, el componente genético es
muy importante, aunque el ambiental puede contribuir a compensarlo. Algo parecido ocurriría
con los pequeños tiranos. Según Garrido, el sistema nervioso de estos niños plantea problemas
para experimentar sensaciones como la empatía, la compasión o la culpa lo que les hace carecer
de conciencia.
En el caso de que el problema ya haya aparecido, conviene dejar a un lado la vergüenza y acudir
a un especialista; intentar recuperar la autoridad como padres y, sobre todo, proteger a otras
víctimas inocentes (casi siempre hermanos pequeños) que pueden padecer maltrato.
Aún son escasos los estudios que se ocupan de este fenómeno relativamente reciente, pero los
datos no dejan lugar a dudas y están haciendo que cada vez resulte más visible. Las fiscalías de
menores de Cataluña tramitaron, en 2001, 23 denuncias de padres contra hijos de entre 14 y 16
años; en 2004, 178 y en 2005, 216. Son datos de un informe realizado por el centro de Estudios
Jurídicos de la Generalitat de Cataluña: La violencia de los jóvenes en la familia: una
aproximación a los menores denunciados por sus padres. De él se desprende, además, que la
madre suele ser la víctima de estos tiranos domésticos (87% de los casos); que recibe agresiones
verbales o físicas; que en el 13,8% de los casos se añade la intimidación con un cuchillo y que
la causa más frecuente de agresión es la no aceptación de las normas, seguida de la exigencia
de dinero.
Imágenes de impacto
Cuando vi las imágenes de la paliza que un alumno propinaba a un profesor del Instituto Haygón
de San Vicente del Raspeig, pensé, con el estómago encogido, en mi empeño de montar una
comisión de resolución de conflictos en el AMPA del colegio en el que estudiaba mi hijo. También
pensé en lo bien que nos habrían venido esas imágenes cuando elaborábamos la escaleta de
Impacto tv; habrían sido, qué duda cabe, un 2+ o incluso un 329. Al rememorar mi paso por dicho
29 En Impacto tv o Noche de Impacto (distintas denominaciones y formulaciones de un mismo programa de Antena 3 tv) las imágenes se
calificaban del 1 al 3 en función de que fueran más o menos impactantes, entendiendo el 3 como nivel máximo. A la hora de
confeccionar una escaleta (el guión esquematizado de los vídeos e intervenciones del presentador´(a) que venía a ser el eje vertebrador
de cada programa) era imprescindible contar con algún 2+ o un 3. La audiencia estaba así garantizada.
La agresión
Todo sucedió una mañana del mes de octubre de 2006, concretamente la del viernes 27. Hacia
las 11 de la mañana, un ex alumno del instituto Haygón, salta la valla del centro y se infiltra en
el interior de las dependencias. Se reúne con una alumna en una de las aulas y saca un paquete
de tabaco. Fumar está prohibido en el centro; un profesor lo descubre y le requisa el paquete de
tabaco. El joven le dice que se lo devuelva. El profesor se niega y le pide que le acompañe al
despacho del director. Entonces, el joven la emprende a golpes y patadas con el docente. La
joven que estaba con él graba la escena en su móvil, teléfonos que, por cierto, también están
prohibidos en el instituto. Finalmente, otro profesor y el propio director del centro consiguen
separar al agresor de su víctima.
El profesor requiere asistencia médica y, pasado el incidente, interpone una denuncia contra el
joven. Mientras las imágenes de la agresión van pasando de móvil a móvil, la joven que las grabó
es expulsada del instituto.
La noticia trasciende y los periodistas se acercan al lugar de los hechos. El director los convoca a
todos a la vez, para evitar distintas interpretaciones y responde a sus preguntas. Después les
invita a abandonar el centro. Aún así, descubre reporteros preguntando a otros alumnos, los
expulsa e, impotente, ve cómo los alumnos, fuera del recinto, negocian con los periodistas la
venta de las imágenes.
Jorge Mateo, el director del Instituto, me recibe amablemente y nos dirigimos a su despacho.
Afable y a punto de jubilarse, Jorge recuerda los hechos ocurridos y contesta mis preguntas sin
ningún problema; la empatía es tal que terminamos reflexionando juntos y repasando la reciente
historia de la educación: desde la que recibimos nosotros en su día, hasta la que damos a
nuestros hijos, desde la época del crucifijo en el aula hasta los cambios de la reforma educativa
en tiempos del PSOE, desde el Sumerhill propio de los 60 al estereotipo de La Juani de Bigas
Luna.
Cuando le pregunto por la cobertura que los medios de comunicación hicieron del caso, Jorge
Mateo hace una distinción: la prensa escrita fue bastante fiel a la realidad aunque más de uno
no dejó claro que se trataba de un ex alumno31, pero las televisiones no tuvieron ningún pudor
en mostrar una y otra vez unas imágenes que, en su opinión, nunca deberían haber aparecido.
Algo semejante debió pensar la Consejería de Educación de la Generalitat Valenciana cuando, al
día siguiente de emitirse dichas imágenes, hizo saber mediante un comunicado que lamentaba
profundamente su difusión televisiva, porque ello “no ayuda a resolver adecuadamente, desde
el punto de vista social este problema. Es más, la difusión de estas conductas no contribuye a su
prevención, antes bien al contrario”.
Relata también el director que lo llamaron de distintos programas de televisión que, por su
contenido habitual, no venían al caso32. Invitación que el propio Jorge Mateo declinó. Una
actitud que, sin embargo no habrían hecho, según cuenta, ni la joven que grabó las imágenes,
quien seguramente buscaba su momento de gloria –ésa que tan fácilmente proporcionan
determinados programas-, ni el propio agresor, quien si bien en un principio mostró su
arrepentimiento, comentarios posteriores han ido claramente por otros derroteros. Por si esto
fuera poco, el padre del acusado, no tuvo el mayor reparo, según comenta el propio Mateo, de
jactarse de la “hazaña” de su hijo al día siguiente en el bar.
Poco después, cuando le pregunté si alguno de los periodistas habían seguido la evolución del
caso, no dudó ni un instante. Sólo uno: la corresponsal del diario Información en San Vicente del
Raspeig.
Ana Vaquer recuerda también cómo la joven que grabó las imágenes se presentó junto a su
madre en la redacción del periódico diciendo que había habido más gente que grabó las
imágenes y quién sabe si buscando una entrevista. Esta segunda apreciación es de quien escribe.
Información no pagó dinero por dichas imágenes, como si ocurrió en otros medios, y del vídeo
se publicaron cuatro flashes para reforzar la narración de los hechos y en los que se veía
claramente la indefensión del profesor. Tampoco hubo intentos por localizar al profesor y se
guardó celosamente la identidad de éste y de los jóvenes implicados.
Ana asegura no haber sentido el aliento del redactor jefe pidiéndole más de lo estrictamente
necesario, ni el rechazo al seguimiento de una noticia que, en muchos otros medios, había
dejado de serlo una vez ofrecidas y repetidas en demasía las famosas imágenes.
Ésta es una de las ventajas del periodismo cercano, del oficio del periodista que día a día convive
con aquello de lo que tiene que informar, del que conoce el suelo que pisa y no se limita a
recabar información e imágenes desde la lejanía de un despacho o de una sala de montaje de,
por ejemplo, Madrid o Barcelona.
Un hecho aislado
Esta ha sido la única vez que el instituto que dirige Jorge Mateo se ha visto implicado en un
hecho de semejantes características. Durante nuestra conversación, el director comenta cómo,
cuando llegan los nuevos, los jóvenes que cursarán primero de la Enseñanza Secundaria
Obligatoria (ESO), les habla de la responsabilidad y de la importancia de sentirse y ser
responsable; cuestión que él considera absolutamente necesaria para la buena marcha del
centro.
Además, el centro, cuenta con uno, y a veces dos, psicólogos, y un equipo de profesores que
intentan no perder de vista las actitudes de sus alumnos durante el tiempo libre. Ciertamente,
han tenido que hacer frente en ocasiones a conflictos entre escolares que por lo general, se han
resuelto aceptablemente, pero la ley del mínimo esfuerzo, el rechazo a todo lo que signifique
cultura, el vivir en una sociedad de usar y tirar, la laxitud de la educación paterna y materna, y
quién sabe si, en algunos casos, el contar con hermanos mayores que se han esforzado, que han
estudiado en el extranjero y que, ahora, entran a formar parte de los llamados mileuristas, hacen
que los jóvenes de hoy tiendan a lo fácil y a hacer de su paso por el instituto su peculiar “Gran
Hermano”.
Sea como fuere, el caso es que, como rezaba la crónica de un periódico en relación con lo
ocurrido en San Vicente del Raspeig:
Al cierre de este escrito, el profesor continúa de baja y los muchos esfuerzos de sus compañeros
por ayudarlo no han conseguido que supere lo sucedido y vuelva a las aulas, el agresor está
pendiente de la decisión de la justicia, mientras se encuentra en libertad vigilada, y la autora de
las grabaciones ya no es alumna del instituto.
Este caso de violencia escolar, como tantos otros, ha pasado a la historia porque ya no es noticia,
y mientras se debate una y otra vez sobre qué hacer con la educación de nuestros niños y
jóvenes, las imágenes de la agresión permanecen en los archivos de las cadenas de televisión
para volver a ver la luz en el momento en que se considere oportuno. Se volverán a tapar los
rostros del agresor y del agredido para acallar las conciencias, pero el daño, una vez más, estará
hecho.
Este caso ilustra la denominada violencia entre iguales que tiene tres vertientes: la agresión física,
la verbal y los robos. El suceso de Alicante, forma parte de ese 12,7% de agresiones con
intimidación física que supone dentro de este tipo de casos, el menor de los porcentajes según
el primer trabajo realizado en España en este ámbito33. Los insultos y agresiones verbales
33 Estudio de los investigadores Viera, Fernández y Quevedo, 1989; Fernández y Quevedo, 1991 , según se recoge en el “Informe del
Defensor del Pueblo sobre violencia escolar”. www.defensordelpueblo.es/index.asp?destino=informes2.asp [Consulta: 6 de julio de
2007]
El ambiente violento en las aulas para el sindicato CSI-CSIF34 supone una verdadera crisis
educativa, por lo que este colectivo pide soluciones ante una situación creada “por los brutales
cambios sociales que ha sufrido la sociedad española durante el último cuarto de siglo pasado y
que perdura hasta la actualidad”.
Parecida visión se tiene desde el Instituto de la Juventud, en su informe sobre violencia entre
iguales35. El estudio considera que el individuo violento suele creer que su violencia está
justificada o es inevitable y se ve a sí mismo como un héroe y a la víctima como un ser
despreciable e infrahumano. Según este informe, para prevenir esa victimización hay que
favorecer, desde la educación, una representación de la violencia que ayude a rechazarla en todas
sus formas. Hay que ayudar a comprender que la violencia genera violencia, no como algo
automático e inevitable, sino como consecuencia del deterioro que origina en las personas y
grupos que la sufren. Pasando de lo general a lo particular, dicho informe se refiere a la violencia
entre iguales en el ámbito escolar y en este punto son los profesores los que, según el Instituto
de la Juventud, con su falta de respuesta favorecen dos hechos: por un lado que las víctimas no
encuentren ayuda, y por otro que los agresores sientan una especie de apoyo implícito. Concluye
el estudio que esa impunidad de la violencia es la que contribuye a su incremento.
Cuando los alumnos son los agresores y los profesores las víctimas
Para ilustrar este apartado utilizaremos dos informes de reciente difusión: el del sindicato ANPE-
Madrid y el del CSI-CSIF. En ambos casos los datos se han obtenido de encuestas entre el
profesorado, la primera de ellas en la comunidad de Madrid y la segunda en toda España.
ANPE en su informe de noviembre de 2006, que incluye los datos del primer año de vida del
Defensor del Profesor36, concluye que el 40% de los profesores encuestados, sobre un total de
2.200 docentes de Educación Infantil, Primaria y Secundaria de 237 centros de enseñanza
pública, sufre estrés grave como consecuencia del acoso verbal y psicológico al que se ven
sometidos por parte del alumnado. Un acoso que puede ser físico y que afecta a un 11% del
profesorado, un porcentaje que es casi cuatro veces menor que el de insultos o falta de respeto.
Según ANPE, estas situaciones, que ellos llaman de “riesgo psicosocial”, derivan en estrés grave
y en el denominado “síndrome del profesor quemado”. Tales circunstancias provocan ansiedad
y depresión en los profesores y, en un estado más avanzado, pueden incluso llevarles al
abandono de la profesión (uno de cada diez docentes se plantea dejar su trabajo). Una primera
consecuencia son las bajas por enfermedad, que según ANPE alcanzan el 5% en enseñanza
primaria y el 25% en secundaria, es decir que las situaciones de acoso a profesores van creciendo
Por su parte, CSI-CSIF37 centra su atención en que uno de cada siete profesores de secundaria
tiene miedo al llegar a clase. Un 15% de ellos han sufrido agresiones físicas, un porcentaje que
se eleva hasta el 73% en el caso de los ataques verbales. Según este sindicato el panorama es
preocupante para los docentes sobre todo en los institutos, ya que en primaria ambos
porcentajes bajan de forma considerable: las agresiones verbales se sitúan en el 47% y las físicas
en el 7%.
Con estos resultados, ambos sindicatos concluyen que la situación actual provoca en los
docentes falta de motivación y desgaste de la convivencia en las escuelas. Por ello, desde CSI-
CSIF se pide al Ministerio de Educación y Ciencia, a las administraciones autonómicas y a la
comunidad educativa en general, la búsqueda de vías de solución con carácter urgente. El
presidente nacional de este sindicato, Eliseo Moreno, ha demandado públicamente la condición
de “autoridad pública” para los educadores, con el fin de evitar la “indefensión” a la que se ven
sometidos en sus lugares de trabajo: “el profesor no encuentra amparo ante una agresión del
alumno e incluso de los padres. Por ello, es necesario una autoridad normativizada”. Un
llamamiento que también se hace desde ANPE. Su portavoz Carmen Guaita pide más implicación
de los padres en la educación y reitera que “cuando tienes que hacer las funciones de padre, en
el sentido de ser la figura estable de la vida de un niño, sientes una gran impotencia”. Guaita
reclama que se devuelva la autoridad a los profesores para poder desarrollar su trabajo en clase
con normalidad y evitar que la presión en las aulas lleve a los docentes al abandono de su
profesión.
Era sábado. Las once de la mañana. O quizá las doce del mediodía. El sábado anterior, también
por la mañana, María buscaba desesperada a su hija. La niña no había dormido en casa. Llamó
37 Informe CSI-CSIF, según datos de 12.376 encuestas de ámbito nacional realizadas en la segunda quincena de junio de 2006, entre
docentes de la enseñanza. http://www.csi-csif.es/nacional/Article96.html [Consulta: 6 de julio de 2007]
Cuando María abrió las puertas de su casa a dos desconocidos, hacía una semana que sabía todo
eso. En esos siete días, la Policía había detenido a las entonces presuntas asesinas, María había
enterrado a su hija y había empezado a buscar porqués. Lo que no sabía es que el crimen de su
hija se iba a convertir en un circo.
La muerte de Clara, Klara, como le gustaba ver escrito su nombre, lo tuvo todo. Todo lo que hay
que tener para convertirse en el centro de los medios de comunicación locales, provinciales,
autonómicos, nacionales y extranjeros. La asesinada era menor. Mujer. Empieza el morbo. Sus
dos supuestas asesinas, Iria y Raquel, menores. Mujeres. El morbo va en aumento. Las tres eran
compañeras de clase y hasta amigas. Jamás había ocurrido nada parecido ni en San Fernando ni
en muchos kilómetros alrededor. El morbo alcanza su cénit. Y Raquel e Iria iban a ser las primeras
juzgadas con la entrada en vigor de la nueva Ley del Menor: nunca pisarían la cárcel. El morbo
estalla.
Los periodistas inundaron la ciudad. Y se convirtieron en los malos. Los padres de Klara, los de
Iria y Raquel, sus amigos del instituto Isla de León y sus profesores eran perseguidos por cámaras
y redactores. La situación estalló porque el ambiente había estado crispado desde el principio.
Desde el mismo momento en que en las redacciones empezaron a sonar los teléfonos, contando
que una joven había aparecido muerta en un descampado de San Fernando.
Eso fue un sábado. El 27 de mayo del año 2000, a las once de la mañana. Las doce como mucho.
A esa hora, la ciudad empezó a revolverse. Y comenzó en los medios de comunicación. Desde
una pequeña redacción local de un periódico provincial, Diario de Cádiz, las dos redactoras de
guardia y un fotógrafo iniciaron la búsqueda. Uno, al descampado. Las otras, a la Policía, a los
profesores, a los vecinos. A los familiares. Desde el principio, todo fueron especulaciones.
Especulaciones que fueron publicadas a falta de una versión más contrastada. La gente quiere
saber. Los lectores hacen preguntas. Y los periodistas nos empeñamos en dar respuestas. Aunque
nunca sepamos al cien por cien si son las ciertas.
El secreto de sumario, que el juez instructor del caso ordenó desde ese mismo sábado, no facilitó
las cosas. Pero al día siguiente, los lectores necesitan resolver sus dudas. Y somos nosotros los
que tenemos que facilitárselas. En la redacción debatimos mucho sobre los motivos del crimen.
Algunos jefes incluso abandonaron su día libre y sus asuntos familiares por una vez, debido a la
gravedad del caso.
Apareció publicado el nombre completo de Klara. Hasta la calle y la urbanización en la que vivía.
La información se completó con declaraciones de un profesor y especulaciones sobre los motivos
del asesinato. Un juego de rol fue la primera hipótesis. Para entonces, sus compañeros de
instituto, sus profesores y amigos, sus padres, sabían los nombres de las dos detenidas por ser
las supuestas autoras del asesinato: Iria y Raquel. Nosotros también los sabíamos. Y los
publicamos sin tener en cuenta si vulnerábamos o no algunos de sus derechos fundamentales,
Esa semana, los medios de comunicación, llegados hasta de Japón, acamparon en la ciudad. Los
nacionales tenían suficiente material con las ruedas de prensa de la Policía, con las declaraciones
del juez y con las imágenes de las idas y venidas de Iria y Raquel a los juzgados. Los medios
provinciales tuvimos que ir más allá. Los sensacionalistas, muchísimo más allá.
Durante esos días, parecía que el mundo se hubiera parado en San Fernando. Sólo existía Klara.
El cementerio, el instituto, el juzgado, la comisaría, la casa de los padres sin Klara… En esos
lugares estaba el centro del universo para los que tuvimos que dedicarnos día y noche al caso.
También se paró en la casa de las presuntas asesinas. Hasta la historia de esa amistad tenía
morbo. Iria era de clase media. Su familia cerró la vivienda y se fue a la casa de veraneo sin dejar
rastro. No obstante, lo supimos, o creímos saberlo, todo de ella. Cómo vestía, qué música le
gustaba, con quién se carteaba, cómo tenía decorada su habitación… Siempre hay algún vecino
que lo cuenta. Pero aún supimos más de Raquel, hija de una familia desestructurada en un patio
de vecinos, sin una casa de veraneo a la que huir. Su madre recorría las calles de San Fernando
como un alma en pena, recibiendo insultos y pedradas, gritándoles a todos que ella sólo era una
madre.
Desde la redacción, partíamos corriendo para ser testigos de todo eso. Para contar lo que todos
habían visto y lo que permanecía oculto hasta nuestra llegada. La información se disgregó.
Mientras nuestro jefe y un redactor especializado en sucesos llevaban a cabo la investigación
judicial y criminal, otros, más jóvenes, más inexpertos, nos dedicábamos a eso que llaman
“crónica humana”. Ésa que da detalles, que escudriña intimidades, que rasca la carne hasta que
sangra y llega al corazón. Por eso muchos nos odiaban. En el instituto de Klara, sus compañeros
colgaron de las ventanas pancartas contra los medios de comunicación. No nos dejaban entrar
en el centro. Y nosotros seguíamos llamando a su puerta.
Así llegué yo a la de la madre de Klara. Llamé a esa puerta sin convencimiento, obligada. Otros
periodistas buscaban fuentes en los juzgados. Se quedaban en los pasillos y agudizaban el oído
en la Comisaría. Hicieron amigos de conveniencia. De esa forma averiguaron que Iria y Raquel ya
habían intentado matar antes y que por eso se les iba a imputar un delito de conspiración para
el asesinato. Averiguaron así que iban a por cualquier mujer embarazada que entrara en los
cuartos de baño del centro comercial donde preparaban su plan, pero que al final eligieron a
Klara. Mientras ellos descubrían esa morbosa trama, yo recogía los testimonios de sus
consecuencias.
Yo también tenía muchas preguntas. ¿Por qué María nos abrió la puerta? ¿Por qué sentó a dos
desconocidos en la casa en la que había crecido su hija? ¿Por qué nos dejó interrogarle, hacerle
fotos, recoger imágenes de cuando Klara era pequeña? ¿Por qué tenemos que publicar tantos
detalles? ¿Por qué tenemos que escarbar en el dolor? ¿Por qué María no nos odiaba?
José Antonio García, el padre de Klara, era un hombre tranquilo. Ese día logró reírse como si no
lo hubiera hecho en toda su vida. El gato de su hija, sin previo aviso, se le subió a la pierna
Pero ese instante es demasiado simple, demasiado efímero para justificar nuestra presencia, esa
intromisión morbosa tras el asesinato de su hija. Ahora, más de seis años después de todo
aquello, entiendo por qué José Antonio y María abrieron ese día esa puerta: porque son buenas
personas. Porque no pueden entender que alguien llame a su casa sólo por vender unos cientos
de periódicos más.
¿Dónde está José Antonio ahora? ¿Quién sabe cómo está? ¿Quién llama ahora a la puerta de
María? Los periodistas interesados han desaparecido. Durante años, desde ese día de mayo, José
Antonio ha luchado para que las asesinas de su hija no vuelvan a pisar las calles de San Fernando.
Pidió ejercer de acusación particular durante el juicio. Pidió cárcel. Pidió justicia. Lo hizo ante el
Defensor del Pueblo, ante las administraciones y ante el Rey. Escribió cartas y rogó que le
escucharan. Su presencia, antes tan necesaria en los medios de comunicación, ya no interesaba.
Klara hacía tiempo que había dejado de ser noticia. José Antonio y María aparecieron en algunos
programas, en algunos debates. Una semana después de que mataran a su hija, eran
protagonistas de portadas y páginas. Después, de columnas ocultas. Ahora sólo aparecen
cuando los necesitamos, igual que antes. Cuando a Iria o Raquel se le concede el régimen
semiabierto en el centro de menores. O cuando se cumple un aniversario señalado: “Hace cinco
años que mataron a Clara García”. Puede que en 2010 lo volvamos a recordar: “Diez años sin
Klara”. Entonces, volveremos a llamar a su puerta. Así funcionan los medios. Así tratamos a las
personas.
5.3.2. El perdón
Al hijo de Milagros Pérez lo mataron un 12 de noviembre a las seis de la mañana, cuando volvía
de marcha con su novia y un amigo. Fue hace dos años, cuando él tenía 23. Fran Gamboa se
dirigía a la estación de autobuses de Cádiz después de asistir a una fiesta universitaria. Ya era
hora de volver a casa. Amanecía el sábado cuando tropezó con un grupo de chavales. Muchos
de ellos eran menores. Le pegaron hasta con una señal de tráfico. Murió en el hospital.
Pasó el día y atardeció. Y yo volví, obligada, a llamar a la puerta de una madre. Fran era su hijo
mayor. No habían pasado ni 12 horas desde que Milagros sabía que su hijo ya no existía. Pero
nos abrió la puerta. Nos sentó en la cama de Fran. Se abrazó a su foto. Y nos lo contó todo. Que
ese día, como siempre, ella le había metido debajo de las mantas botellas de agua caliente para
que no pasara frío al acostarse. Que era un buen hijo, que trabajaba mucho y que algún día
querría haberse casado. Que ella no odiaba a nadie, que no sentía rencor y que perdonaba a los
que habían apaleado a su hijo hasta la muerte. Milagros no lloró. No preguntó quiénes sois, por
qué estáis aquí, qué queréis saber, por qué escarbáis en mi dolor. No lloró. No gritó. No maldijo
a nadie. Sólo se abrazó a la foto de su hijo para repetir en un murmullo “mi hijo”. “Mi hijo”.
En el periódico, al día siguiente, lo contamos todo. La escena. Su habitación. Las botellas de agua
caliente. El abrazo de la madre a su recuerdo. Sus lamentos sin lágrimas. En días sucesivos,
contamos el entierro, las manifestaciones, las detenciones… Después, de nuevo, Milagros y Fran
Los orígenes de esta crueldad son muy diversos. Ese por qué, los motivos de ese aumento,
apenas tienen espacio en los medios de comunicación, más preocupados en dar datos
estadísticos y detalles personales de sus vidas y las de sus víctimas que en averiguar las causas de
su comportamiento y las posibles soluciones. La prisa o la competitividad entre medios les impide
reflexionar. El análisis profundo de los hechos se pierde entre la actualidad y, en el día a día,
escasean o desaparecen los reportajes en profundidad. Los periodistas no van a los barrios donde
se gestan los crímenes a buscar respuestas. Van a la casa del muerto porque vende más.
Las posibles causas del aumento de la violencia juvenil se atribuyen a los problemas sociales, a
los que se suman una familia sin normas, la falta de empatía, la comodidad, el desconocimiento
de la frustración y “lo quiero todo aquí y ahora porque es así como consigo todo lo que quiero”.
Algunos añaden a esta lista la laxitud de la Ley de Responsabilidad Penal del Menor. De hecho,
recientemente, en octubre de este mismo año, el Congreso ha aprobado el endurecimiento de
las penas a los menores. Ahora podrán ser enviados del centro de menores a la cárcel al cumplir
los 18 años y las víctimas podrán personarse como acusación particular, dos de los aspectos que
no se contemplaban antes de la reforma y que el padre de Klara reclamó hasta quedarse sin
fuerzas. Aumenta el límite máximo de internamiento en uno o dos años, dependiendo de la edad
del condenado, y la Ley no será aplicable a los jóvenes de entre 18 y 21 años con delitos menos
graves, sino sólo a los menores de edad. Los que tienen menos de 14 años siguen sin ser
imputables.
La reformada Ley también recoge la posibilidad de internar a un menor delincuente que forma
parte de una banda organizada. Puede quedar en un centro entre tres y seis años aunque el
delito cometido no sea grave. El objetivo es apartarlo de la banda, un fenómeno reciente que
incluye grupos organizados de delincuentes en busca de una identidad.
La pertenencia al grupo se crea sobre una misma base social: pobreza, desigualdad, desempleo
y falta de oportunidades unen a los jóvenes de forma espontánea hasta que terminan
estableciendo sus propias leyes. En otros casos, las ideas políticas radicales y el aislamiento social
son el nexo de unión de los pandilleros. La inseguridad y la necesidad de protección, de formar
parte de un colectivo fuerte, son otros de los motivos que llevan a los jóvenes a introducirse en
El Ministerio del Interior calcula que en España hay unos 2.000 pandilleros, repartidos entre
bandas juveniles de inmigrantes, de ultraderechas y de ultraizquierdas. Sin embargo, los medios
de comunicación apenas dedican atención a estas dos últimas. Nombres como Latin Kings o
Ñetas resuenan en las cabezas de los ciudadanos cuando se les habla de bandas juveniles. Y es
que son las que más aparecen. Se asocia así este fenómeno al de la inmigración. Pero las
informaciones a veces pueden resultar contradictorias para los ciudadanos.
Por un lado, se les dice que los pandilleros son suramericanos y muy violentos. Que sólo pueden
abandonar la banda si están muertos. Que están implicados y han sido juzgados por violaciones,
tráfico de estupefacientes, agresiones a rivales y algún que otro homicidio perpetrado contra un
inocente después de una noche de juerga. Pero este año han llenado algunas páginas y minutos
porque están luchando por ser legales. En Cataluña ya lo son. En Madrid quieren serlo. Divulgar
la cultura latina entre extranjeros y autóctonos y fomentar la integración social de los inmigrantes
son algunos de los objetivos de esta iniciativa. Otro, acabar con su imagen violenta. Si alguno de
ellos comete un delito, dicen, eso no debe convertir a toda la banda en criminal.
El 16 de diciembre de 2005, el periódico El País publicó una información sobre las medidas que
iba a tomar el Gobierno central contra las pandillas. Según esta noticia, dicho Ministerio estaba
preparando un plan para combatir estas bandas “que actúan de forma violenta en las zonas de
ocio que frecuentan los adolescentes durante los fines de semana”. El plan iba a entrar en vigor
el 1 de enero de 2006. Poco, nada, se ha sabido de este plan hasta ahora. Aunque las palabras
del entonces ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, nos hagan pensar que es
absolutamente necesario. Para él, el fenómeno de las bandas es “estremecedor”. Tanto por sus
normas internas como por la “extremada fuerza y violencia” con la que actúan.
¿Con qué se quedan los lectores? ¿Son bandas violentas o son asociaciones culturales? ¿Por qué
los periodistas buscan grandes titulares y no profundizan en los temas que tratan? El debate es
complicado. No se puede contestar a esas preguntas sin analizar el estado actual de los medios
de comunicación y de aquellos que lo forman, desde el primer becario hasta el último jefe. O
quizá la respuesta es simple: hace tiempo que los medios de comunicación abandonaron el
sentido que se les dio al nacer. La función social del contador de historias está desapareciendo
aplastada por la empresa, por la necesidad de ganar dinero. Más y más dinero. Lo que vende es
lo que gana. Y si lo que venden son los grandes titulares y las historias morbosas, hay que
servirlas en bandeja. El tamaño de la ración depende de la ética de cada medio.
Los profesionales a veces se ven obligados a hacer cosas en las que no creen. Existe la censura y
la autocensura porque los empresarios, los dueños de los medios, tienen demasiados intereses
repartidos por demasiados frentes. Hay que cuidar al gobierno autonómico, que es de mi
partido. Y al municipal, que es del contrario pero pone mucha publicidad. También hay que
cuidar a esta gran firma empresarial, porque ya nos amenazó una vez con quitarnos sus
millonarios ingresos si les criticábamos.
El problema añadido en el caso de la violencia juvenil es que detrás de esas noticias no hay
políticos, ni empresarios, ni estatuto de autonomía, ni tripartito. Los protagonistas de esas
Origen de la información
Desde que un suceso violento en el que se ven envueltos menores ocurre, hasta que la noticia llega a
las mesas de redacción de los medios de comunicación, pueden ocurrir varias cosas. Lo más habitual
es que televisiones, radios, prensa escrita y medios digitales tengan conocimiento de este tipo de
informaciones a través del teletipo, es decir, gracias al trabajo de las agencias de información. Son ellas
las que más información de primera mano gestionan y para ello cuentan con contactos habituales,
con fuentes policiales, judiciales y hospitalarias que les proporcionan este tipo de noticias. En el caso
que nos ocupa, cuando hablamos de fuentes de información queremos referirnos a todas aquellas
personas, instituciones públicas y privadas, organizaciones e informes que pueden servir al periodista
para conocer una información, contrastarla y, en fin, aportarle los datos y aspectos necesarios para
comunicar la noticia de manera objetiva, rigurosa y eficaz.
Hemos elegido una serie de instituciones que, por una u otra razón, suelen constituir fuentes
necesarias de información para el periodista. En algunos casos, porque son las primeras en conocer
este tipo de sucesos relacionados con la infancia y la violencia. En otros, porque por su propia
idiosincrasia, constituyen un buen recurso a la hora de contrastar noticias o conseguir opiniones
expertas que ayuden a contextualizar las informaciones sobre violencia e infancia.
En general, toda la responsabilidad recae en las Consejerías de Justicia pero, ¿hasta qué punto no sería
necesario que ambas consejerías se unieran para tratar con el máximo rigor un tema tan delicado
como es la violencia infantil? Sobre todo, después de haber conocido que casos como el de Alba,
podrían haberse evitado si hubiera existido más coordinación entre la atención sanitaria y la vía
judicial.
Para la realización de este trabajo hemos contactado con las Consejerías de Sanidad de varias
Comunidades Autónomas. En ellas hemos encontrado respuestas distintas a la pregunta de si existe
un protocolo de actuación creado específicamente desde Sanidad, que sirva de orientación a los
profesionales de la medicina a la hora de intervenir en este tipo de casos. Las Consejerías de Sanidad
de Cataluña y Andalucía no cuentan con él y es el médico, en última instancia, quien debe proceder
según su propio criterio, tanto a la hora de evaluar las lesiones como a la hora de poner un caso en
conocimiento del juzgado pertinente. La Comunidad Valenciana sí ha establecido una serie de
orientaciones que ayudan a los facultativos a actuar en caso de detectar lesiones sospechosas en un
menor.
En los casos relacionados con violencia y menores, según fuentes policiales, la investigación puede
iniciarse bien por iniciativa propia -principalmente en los casos de redes de pornografía infantil en
Internet- o bien por encargo de un juzgado de instrucción, al que ha llegado una denuncia de posible
violencia en la que hay involucrados menores. En ese supuesto, es el juzgado el que recurre a la policía
para que investigue el caso.
Cuando se trata de redes internacionales de tráfico de niños, redes de pornografía, tráfico de órganos,
etc., la policía española suele trabajar en colaboración con las fuerzas y cuerpos de seguridad de otros
países. El objetivo pasa por llegar al epicentro del caso, desarticular la red en cuestión y detener a sus
máximos responsables. De manera general y sin necesidad de que esté en curso una investigación
concreta, existen equipos específicos de la Policía dedicados a la investigación y consecución de todo
tipo de informaciones relacionadas con delitos que afectan a los menores relacionados con la
pornografía, la explotación sexual y el tráfico de niños. Es el caso de la Sección 1ª de Protección al
Menor de la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT) que dirige el Inspector Enrique Rodríguez. Ha
participado en las principales operaciones contra la pornografía infantil en Internet que se han
desarrollado en los últimos años, con un saldo de 200 detenciones y la incautación de numerosos
ordenadores que contenían cientos de gigas de material pornográfico infantil.
Desde que la BIT se puso en marcha en 1995, han cambiado muchas cosas. La generalización del
acceso a las nuevas tecnologías ha abierto la veda no sólo para que pedófilos y agresores hayan
encontrado un lugar común en el que compartir intereses y aficiones de forma anónima, sino también
para que unos y otros contacten con menores víctimas con los que intentar poner en práctica sus
fantasías y deseos. Por ello, Rodríguez considera fundamental el control por parte de padres y tutores
del uso que los menores hacen de la Red. Una tarea en la que los medios de comunicación pueden y
deben ayudar: “la difusión de las operaciones que desarrollamos, una vez concluidas, contribuye en
dos importantes líneas: por un lado, alertando a las familias sobre los peligros que los niños pueden
encontrar en Internet, por otro, mostrando a los que se plantean cometer este tipo de abusos, ya sean
agresiones sexuales a menores, distribución de material pornográfico o compra del mismo, que el
cerco policial a estos delitos es cada vez más estrecho”. Prueba de ello es la evolución que ha
experimentado en los últimos años el resultado comparativo entre el número de asuntos investigados
y el número de detenidos: en el año 2000, las 164 investigaciones abiertas por la BIT se saldaron con
26 detenciones; en 2005, las 122 investigaciones desarrolladas dieron como resultado 260 detenidos.
Una vez que las fuerzas de seguridad encargadas del caso consiguen las pruebas necesarias para
demostrar que se está ante un caso de violencia, son los juzgados los que deben actuar en
consecuencia, aplicando la ley, a la luz de dichas pruebas.
Desde el Gabinete de Prensa del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), como explica su
responsable, Agustín Zurita, “la clave es la discreción”. Así, es el juez el que tiene la última palabra
y, en el caso del CGPJ, los periodistas del gabinete de prensa están a su servicio para informar a sus
colegas de los medios, únicamente, de aquello que no entorpezca el proceso legal. La información
38 Rodríguez, E.: “Pornografía infantil en internet”. Ponencia presentada en el Foro Internacional “Infancia y violencia (Valencia, 2007).
Cuando se llama a declarar a un niño hay que tener en cuenta que se trata de un testigo muy especial,
aunque no existen normas generales que definan cómo debe ser el interrogatorio y en qué
condiciones. En cada caso, el juez debe valorar diferentes supuestos, como la edad del menor o contra
quién declara, teniendo en cuenta que el testimonio del menor quedará siempre en el más riguroso
secreto. Bajo ningún concepto se podrá hacer pública la declaración de un niño en un juicio.
Al Poder Judicial le resulta complicado evitar los abusos mediáticos. En el caso de la emisión de
testimonios de menores en un programa, sin que éste haya adoptado las pertinentes cautelas de
protección a la intimidad y honor del niño, es el Ministerio Fiscal quien se encarga de velar por ellas
pudiendo, incluso, instar a un juzgado a embargar un programa, que se estima inadecuado, antes de
emitirse. Pero esta práctica resulta muy mal vista desde los medios de comunicación y también desde
la opinión pública, ya que se considera que podría atentar, de alguna manera, contra la libertad de
expresión.
Recae, por tanto, sobre los propios periodistas la responsabilidad de velar por los derechos del menor.
Esta protección debe traducirse en un trato sensible y riguroso de los sucesos en los que se vean
implicados niños, tanto en los espacios informativos como en los programas.
En el caso de redes internacionales que trafican con menores, las primeras informaciones llegan a los
medios a través de la Policía, una vez la operación ya está lo suficientemente avanzada como para
tener imputados en el crimen. La información por parte de jueces y gabinetes de prensa del Poder
Judicial es muy posterior, cuando las detenciones dan lugar a procesos judiciales en marcha. En este
caso, corresponde a la Audiencia Nacional informar a los medios, a través de su gabinete de prensa,
de la actuación del juez en cuestión.
Sobre el tratamiento que en algunos medios de comunicación se da a las informaciones en las que
hay violencia y niños como protagonistas principales, Gaspar Rul-lán cree que hay más de
desconocimiento por parte del periodista que de morbo (hablamos del caso de los espacios
informativos). “Si no se conoce que los menores cuentan con una especial protección, parece fácil
caer en el mismo tratamiento que se da a otras noticias en las que no hay niños afectados. Si se cuenta
con una sólida formación y las herramientas adecuadas, el periodista por sí mismo pondrá la
información en contexto, en su lugar y con la sensibilidad que requiere”.
Preocupado por el modo en el que los profesionales de la comunicación se enfrentan a las noticias
sobre menores, la Oficina que dirige Rul-lán ha organizado, incluso, unas Jornadas de Formación para
periodistas, que tienen como objetivo sensibilizarles y aclarar una serie de conceptos muy básicos: “Se
podría mejorar el trabajo periodístico si se tuviera en cuenta que el colectivo de los menores es muy
amplio. Sobre todo, cuando se abordan noticias sobre violencia en la escuela, dando la sensación de
que se trata de un fenómeno generalizado”. Por eso, el Defensor del Menor en Baleares pide a los
informadores que elaboren sus noticias sobre menores pensando en ellos: “De este modo, las noticias
se presentarían de una forma más detallada, pensando en las causas de los sucesos y no intentando
resumir en menos de dos minutos historias demasiado complejas, para comprenderlas fuera de
contexto”.
Rul-lán alerta del efecto que el modo actual de elaborar las noticias sobre violencia escolar puede
tener en los menores que las contemplan desde sus casas: “Los menores pueden llegar a verse
confundidos por el gran contraste existente entre lo que les presentan los espacios informativos -
asimilados en su ideario como referente para las noticias serias, como reflejo de la realidad- y su vida
real”.
6.5. Informes
Las Organizaciones No Gubernamentales se encargan en muchas ocasiones de investigar la situación
que viven los menores a escala nacional e internacional.
Informes anuales como el de UNICEF sobre violencia e infancia relatan el estado de la cuestión en
diferentes ambientes y constituyen una valiosa fuente de datos estadísticos a la que los periodistas
pueden acudir para conseguir la documentación necesaria en la elaboración de sus informaciones.
Pero, además, organizaciones como UNICEF se han preocupado no sólo de denunciar el estado real
de la infancia, sino de cómo se enfrentan los periodistas a este tipo de noticias. Para velar por los
derechos de los niños y ayudar a los profesionales de la información, UNICEF elaboró los Principios
éticos para informar acerca de la infancia39.
39 El detalle de su contenido puede encontrarse en el capítulo de este informe dedicado a la Regulación y la autorregulación. Su texto
íntegro se encuentra en el Anexo documental en CD que se incluye en este trabajo.
7. Regulación / autorregulación
7.1.1. Legislación
La Constitución Española de 1978 se refiere —en el capítulo III del Título I— a la obligación de
los Poderes Públicos de asegurar la protección social, económica y jurídica de la familia y, con
carácter singular, la de los menores.
En años posteriores, la legislación española ha abordado esta prioridad que establece la Carta
Magna, con textos como la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor del año 1996, la Ley
de Responsabilidad Penal de los Menores del año 2000 y su modificación de noviembre de 2006,
y los Decretos sobre normas de convivencia en los centros educativos.
LEY ORGÁNICA 1/1996, DE PROTECCIÓN JURÍDICA DEL MENOR, DE MODIFICACIÓN PARCIAL DEL CÓDIGO CIVIL Y DE LA
LEY DE ENJUICIAMIENTO CIVIL
Esta ley aborda una reforma en profundidad de las tradicionales instituciones de protección del
menor reguladas en el Código Civil.
2. Derecho a la información
Las Administraciones Públicas deben facilitar a los niños el acceso a los servicios de información,
documentación y de interés cultural y, junto con los padres y tutores, deberán cuidar de que la
información sea plural, veraz y respetuosa con los principios constitucionales. También deberán
regular la acción de los medios de comunicación para que difundan valores de igualdad y
solidaridad evitando imágenes violentas y sexistas.
3. La publicidad y el menor
La publicidad podrá ser regulada en relación al menor, para garantizar que no le perjudique
moral o físicamente. El cese de ésta corresponde al Ministerio Fiscal y a las Administraciones
Públicas.
4. La libertad Ideológica
El menor tiene derecho a la libertad de ideología, conciencia y religión. Esta libertad tiene como
limitaciones las prescritas por la ley y el respeto de los derechos y libertades de los demás.
Los padres y tutores tienen el derecho y deber de potenciar en el menor la libertad ideológica
para impulsar su desarrollo.
Si dicha institución impide el desarrollo del menor, cualquier persona física o jurídica podrá
dirigirse al ministerio fiscal para reclamar su protección.
El menor puede ejercer este derecho o elegir a la persona que le represente si tiene suficiente
juicio; si no es posible, su opinión se conocerá por sus representantes legales siempre que no
sean parte interesada ni tengan intereses contrapuestos a los del menor.
8. La adopción
La adopción seguirá la legislación civil.
Sólo las entidades sin ánimo de lucro podrán ser registradas. Su finalidad (que deberá estar
recogida en sus estatutos) será la protección de menores.
La relación entre Estados competentes se llevará a cabo por medio del Convenio relativo a la
Protección del Niño y a la Cooperación en materia de Adopción Internacional.
Los Poderes Públicos deberán actuar teniendo siempre en cuenta la supremacía del interés del
menor, manteniendo en la medida de lo posible al menor en el medio familiar y promoviendo la
solidaridad.
El juez puede, siempre y cuando el delito sea menor, imponer al delincuente menor de edad una
medida de prestaciones en beneficio de la comunidad, con el fin último de evitar una separación
total de la sociedad (como en los casos de internamiento) y conseguir la reinserción social del
menor.
Las medidas de internamiento responden a una mayor peligrosidad, como los casos de violencia
o intimidación a personas. Los internamientos pueden ser en régimen cerrado, en el caso de los
delitos más graves, en los que el menor no puede salir del centro de menores donde se encuentre
interno; o pueden ser en régimen semiabierto, en contacto con el exterior a través de la
asistencia a algún tipo de proyecto educativo; o pueden ser en régimen abierto en el que el
menor, aunque reside en el centro, lleva a cabo su actividad reeducativa en su entorno habitual.
La Ley también contempla otras posibilidades como la asistencia a un centro de día, de modo
que el menor, aunque sometido a una actividad educativa en un centro de formación, puede
continuar residiendo en su hogar; o la medida de libertad vigilada, con la que el menor está
sometido a una vigilancia y supervisión de su actividad a cargo de personal especializado.
También contempla el internamiento terapéutico, el tratamiento ambulatorio y la permanencia
de fin de semana.
Uno de los artículos más polémicos y que se ha modificado en la Ley posterior de 2006, es el
referente a la aplicación de la Ley del Menor a jóvenes de entre 18 y 21 años: el juez de
instrucción competente puede aplicar la ley a los jóvenes que cometan delitos menos graves sin
violencia; en el caso que las circunstancias personales del imputado y su grado de madurez
aconsejen la aplicación de esta ley; o cuando no haya sido condenado a sentencia firme por
hechos delictivos cometidos una vez cumplida la mayoría de edad.
Otro de los puntos más polémicos es el artículo 9 referido a las reglas de aplicación de las
medidas; en el que se establece que los hechos delictivos calificados de falta serán castigados
con medidas de amonestación. En el caso de delitos graves -con violencia e intimidación- las
penas no sobrepasan los cinco años.
Muy importante desde el punto de vista de los medios de comunicación, es el artículo referente
a “los asistentes y no publicidad de la audiencia”. El juez puede acordar que las sesiones no sean
públicas y, por lo tanto, prohibir que cualquier medio de comunicación pueda obtener y difundir
imágenes del menor o datos que permitan su identificación.
LEY ORGÁNICA 8/2006 POR LA QUE SE MODIFICA LA LEY ORGÁNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO, REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES
El texto de 2006 nació con la idea de establecer medidas orientadas a sancionar con mayor
firmeza los hechos delictivos de especial gravedad, aunque sean cometidos por menores.
La reforma de la Ley amplía los supuestos en los que se pueden imponer medidas de
internamiento en régimen cerrado a los menores. Con esta iniciativa se busca dar respuesta a
nuevos fenómenos como la criminalidad juvenil organizada y el acoso escolar, que tanta
cobertura tienen en la actualidad en los medios de comunicación.
Otra de las medidas que se añaden a la Ley de 2000 es la prohibición del delincuente menor de
edad a aproximarse o a comunicarse con la víctima.
También se faculta al juez para que, en algunos casos, al menor que cumpla una medida de
internamiento en régimen cerrado, cuando alcance los 18 años, se le pueda trasladar a un centro
penitenciario para recibir el mismo trato que un adulto aunque el hecho delictivo lo cometiera
siendo menor de edad.
La reforma de la Ley refuerza especialmente los derechos de las víctimas, que deberán ser
informadas de cómo transcurre el proceso a través de la figura del Secretario Judicial.
Se amplía la duración de la medida cautelar de internamiento, que en la Ley del año 2000 era
de tres meses prorrogables a otros tres, y que en la Modificación de la ley pasa a seis meses
prorrogable por otros tres.
Asimismo, la Ley crea la figura del Juez de la ejecución: el mismo juez para el mismo menor
aunque se trate de procesos distintos.
Con esta modificación, el Juez está capacitado para evitar la confrontación visual entre el testigo
y el acusado durante la declaración del primero, reforzando así la protección a los menores
víctimas de determinados delitos.
40 Ha sido sin duda uno de los aspectos más polémicos de la reforma de la ley, con error incluido: el artículo 4 de la Ley del Menor de 2000
contemplaba que, a determinados jóvenes de entre 18 y 21 años, se les pudiera aplicar los beneficios de esta ley. Este artículo había
sido suspendido por seis años (desde 2000 hasta 2007). En diciembre de 2006, el Parlamento aprobó su “derogación definitiva”,
aunque ésta no sería efectiva hasta el 5 de febrero de 2007. Por ello, la cláusula adquirió vigencia entre el 1 de enero y el 5 de febrero
de 2007. Ante esta situación, el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, dictó una instrucción dirigida a los representantes
del Ministerio Público, para que no solicitaran la aplicación de la Ley Orgánica de Responsabilidad Penal de los Menores a los jóvenes
de entre 18 y 21 años, pese a que durante 35 días podrían hacerlo, gracias al error material del legislador. La instrucción establece que
la aplicación de esta ley a las personas de entre 18 y 21 años podría “afectar al correcto funcionamiento de la Justicia de menores,
dificultando o demorando la atención a sus genuinos destinatarios”, además de resultar “contraria al principio del interés superior del
menor”.
El Real Decreto recoge los derechos y deberes de los alumnos y ayuda a regular las normas de
convivencia de los centros escolares.
El Decreto establece que el Consejo Escolar de cada centro sea el órgano competente para la
resolución de los conflictos y para imponer las sanciones a los alumnos.
Los centros escolares también tendrán un reglamento de régimen interior aprobado por el
Consejo Escolar, compatible con las normas del Real Decreto.
Todos los alumnos tienen derecho a las mismas oportunidades de acceso a la enseñanza y no se
les puede discriminar por razón de nacimiento, raza, sexo, nivel social y económico, convicciones
políticas, morales o religiosas.
En este sentido, el Decreto señala que son los padres o los alumnos -si son mayores de edad- los
que tienen la potestad para elegir la formación religiosa o moral que quieran recibir en el centro,
según sus creencias o convicciones.
También interesante, desde el punto de vista periodístico, es la obligación de los centros docentes
a reservarse toda la información de que dispongan acerca de las circunstancias personales y
familiares del alumno.
Los alumnos tienen derecho a la libertad de expresión sin perjuicio de los derechos de todos los
miembros de la comunidad educativa.
En el apartado de deberes del alumno, el Decreto establece la obligación del menor a asistir a
clase con puntualidad, a cumplir y respetar los horarios, a seguir las orientaciones del
profesorado en clase y a respetar el derecho al estudio de sus compañeros.
En el caso de que se produzcan conductas contrarias a las normas de convivencia, el Decreto dice
que cada centro podrá corregir estas actitudes con amonestaciones privadas o por escrito, con
la inmediata comparecencia del menor ante el Jefe de estudios, obligando al menor a realizar
trabajos específicos en horarios no lectivos, suspendiéndole de su derecho a participar en
actividades extraescolares, cambiándole de grupo durante un plazo máximo de una semana o
suspendiéndole del derecho de asistencia a clase o al centro por un plazo máximo de tres días.
Cuando se produzca una conducta muy grave por parte del alumno, el centro deberá siempre
abrir expediente antes de actuar. Se entiende como conductas muy graves: actos de indisciplina,
injurias u ofensas contra el profesorado o cualquier miembro de la comunidad educativa, las
agresiones físicas o morales y la falsificación o sustracción de documentos académicos.
El periodista César Coca habla precisamente de este tema en su artículo Códigos éticos y
deontológicos en el periodismo español en el que explica cómo, en muchos casos, la teoría que
se plantea en los códigos deontológicos no se corresponde con el día a día de los medios de
comunicación.
Los principios de la F.A.P.E. otorgan vital importancia a la veracidad de la noticia como punto de
partida del periodista y a su libertad de comentario y crítica, manteniendo a los ciudadanos
informados a la vez que respetan el derecho de las personas a su intimidad y a su propia imagen.
El periodista deberá proteger con su información a los más débiles, absteniéndose de alusiones
despectivas sobre raza, color, religión o cualquier característica que pueda generar
discriminaciones para las personas. De manera general, el periodista evitará comentarios que
degraden la integridad física y moral de los individuos.
La Declaración se proclama como una guía de la conducta profesional de los periodistas, que
deberán respetar el derecho de las personas a recibir una información veraz.
El periodista debe también tratar con sumo cuidado las informaciones para evitar la
discriminación por raza, sexo, orientación sexual, idiomas o religión.
1. Informaciones y opiniones
La información constituye un derecho fundamental. Los medios de comunicación asumen en
relación con los ciudadanos y la sociedad una responsabilidad ética que es necesario recordar. El
ejercicio del periodismo supone derechos y libertades pero también deberes y responsabilidades.
Como principio básico de la ética del periodismo sitúa la clara diferenciación entre noticias y
opiniones, evitando cualquier confusión. Las noticias deben difundirse respetando los principios
de veracidad e imparcialidad, sin confundir las informaciones con los rumores. Las opiniones
deben formularse desde planteamientos honestos y éticamente correctos.
La información en ningún caso será considerada como una mercancía propiedad de periodistas,
editores o propietarios de los medios. Se trata de un derecho fundamental de los ciudadanos.
41 Adoptada por el Congreso Mundial de la F.I.P. en 1954 y enmendada por el Congreso Mundial en 1986.
42 Coca, C.: “Códigos éticos y deontológicos en el periodismo español”.
43 El código fue aprobado por la Asamblea General del Consejo de Europa, el 1 de julio de 1993. El texto establece que los principios éticos
en él recogidos “deberán ser aplicados por los profesionales de la información en Europa”.
Debe respetarse siempre el derecho a la vida privada de las personas, incluso de aquellas que
ocupan un puesto en la función pública.
El fin no justifica los medios en la profesión periodística. La información debe obtenerse a través
de medios legales y éticos. Se atenderá automática y rápidamente el derecho de rectificación de
las personas afectadas por informaciones falsas o erróneas.
Para asegurar la calidad del trabajo del periodista y su independencia es necesario garantizar un
salario digno y medios de trabajo adecuados.
Los periodistas no deben confundir los acontecimientos conflictivos y espectaculares con los
hechos importantes desde el punto de vista informativo.
Debido a la especial influencia de los medios, sobre todo de la televisión, en la sensibilidad de los
menores, conviene evitar la difusión de emisiones, mensajes e imágenes que exalten la violencia,
el sexo y el consumo, o hagan uso de un lenguaje deliberadamente inadecuado.
Establece que en este período horario no deben emitirse programas clasificados como “no
recomendados para menores de 18 años” y recomienda evitar los contenidos violentos,
comportamientos peligrosos para la salud como la incitación a la drogas, contenidos sexuales o
ciencias ocultas.
Las televisiones públicas -dice el texto- se comprometerán a que en las franjas de protección
reforzada se emita preferentemente una programación infantil o bien educativa, cultural,
deportiva y, en todo caso, para todos los públicos.
Dos órganos son los que se encargan de que se cumpla este código: un Comité de
Autorregulación, que resuelve las dudas que se plantean y tramita las quejas y reclamaciones
sobre la aplicación del código; y una Comisión Mixta de Seguimiento que actúa como segunda
instancia.
Este código es de aplicación exclusiva a las emisiones en abierto y tiene una vigencia indefinida.
En ningún caso se publicarán textos o se emitirán imágenes que puedan suponer un riesgo para
el menor de edad o para sus hermanos, aún habiendo modificado sus nombres u ocultado sus
rostros.
UNICEF también establece una serie de principios que debe tener en cuenta el periodista antes
de comenzar una entrevista a un menor, como no herir la sensibilidad de los niños evitando
preguntas o comentarios que les pongan en peligro o les reaviven recuerdos traumáticos.
Otro de los principios es no discriminar por razón de sexo, raza, religión, posición o aptitudes
físicas y asegurarse de que sus padres o tutores autorizan la entrevista. Si es posible, el permiso
de los tutores deberá constar por escrito, incluso en el caso de las fotografías.
También hace referencia al entorno del niño que puede entreverse a través de un medio
audiovisual. Hay que asegurarse de que el hecho de mostrar su vivienda o su comunidad no
suponga un riesgo para el menor.
Otro de los requisitos imprescindibles es, para UNICEF, cambiar siempre el nombre del niño y
ocultar su rostro si es víctima de maltrato o explotación sexual, si es imputado o condenado por
un delito o si está enfermo de SIDA o es seropositivo.
Sí debe aparecer el nombre y rostro del niño (en caso de que el menor forme parte de un
programa de rehabilitación psicosocial) cuando se trate de parte de una terapia, o cuando el niño
contacta con el periodista para ejercer su derechos a la libertad de expresión y a que su opinión
sea escuchada.
LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. LÍNEAS MAESTRAS Y PRINCIPIOS PARA ESCRIBIR SOBRE
TEMAS RELACIONADOS CON LOS NIÑOS44
Todos los medios de comunicación deben hacerse eco de cualquier forma de violación de los
derechos de los niños y publicarlo, sobre todo, en los temas que se refieren a su seguridad,
privacidad, salud y bienestar social.
Tanto los periodistas como los medios deben mantener los más altos estándares de conducta
ética cuando escriban sobre los niños y, particularmente, deben proteger su identidad y evitar
imágenes que les puedan dañar de manera muy especial en la franja horaria de la televisión
dedicada a ellos.
Hay que evitar las informaciones que puedan dañarles, aún en detrimento de la propia
información, y no caer en el sensacionalismo o en los estereotipos.
En cualquier caso, hay que ofrecer a los niños la posibilidad de expresar sus propias opiniones sin
inducirles, asegurándose a posteriori de verificar sus declaraciones a través de un método que no
les perjudique en modo alguno. Asimismo, evitar el uso de imágenes sexuales de los niños, y
obtener siempre el consentimiento del niño, de sus padres o de su tutor.
44 Adoptado por organizaciones de periodistas de 70 países en la I Conferencia Internacional de Periodismo y Derechos del Niño. Brasil,
1998.
La ONU no aprobó otro texto referente a la infancia hasta la Convención sobre los Derechos del
Niño de 1989. La Convención se convierte en el tratado de derechos humanos más aceptado de
la historia. España ratificó dicha Convención el 30 de noviembre de 1990 y todavía se rige por
ese documento.
Un organismo que también pertenece a las Naciones Unidas es la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), que trabaja en favor de los derechos laborales de la infancia reconocidos
internacionalmente. Fue creada en 1919, y es el único resultado importante que aún perdura del
Tratado de Versalles, el cual dio origen a la Sociedad de Naciones.
En 1999, publicó una serie de recomendaciones sobre la prohibición de las peores formas de
trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación.
En el texto se insta a los gobiernos de cada Nación a que protejan a los niños a través de las
medidas legislativas que sean necesarias y a que persigan a aquellos que quieran menoscabar los
derechos de la infancia.
En este caso, sí especifica que un niño es “todo ser humano menor de 18 años”.
El texto indica que los Estados Partes se comprometerán a asegurar al niño la protección y el
cuidado que sean necesarios para su bienestar, teniendo en cuenta los derechos y deberes de sus
padres o tutores.
También se refiere a la necesidad de que las Naciones hagan respetar el derecho del niño a
preservar su identidad, que engloba la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares.
El Convenio otorga especial importancia a los medios de comunicación, que deben velar por que
el niño tenga acceso a toda la información posible para su bienestar social. También se refiere a
las situaciones de conflictos armados en los que los Estados Partes adoptarán las medidas
posibles para asegurar que las personas que aún no hayan cumplido los 15 años no participen
directamente en las hostilidades.
PROTOCOLO FACULTATIVO DE LA CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO RELATIVO A LA VENTA DE NIÑOS, LA
PROSTITUCIÓN INFANTIL Y LA UTILIZACIÓN DE NIÑOS EN LA PORNOGRAFÍA
También recalca la importancia de que los Estados adopten todas las disposiciones legales y
administrativas para que las personas que intervengan en la adopción de un niño actúen de
conformidad con los instrumentos jurídicos internacionales.
El protocolo hace referencia a la importancia de salvaguardar los derechos e intereses de los niños
en todas las fases del proceso penal. Para conseguirlo, se insiste en la protección de la intimidad
e identidad de los niños, adoptando las medidas que sean necesarias para evitar la divulgación
de información que pueda contribuir a su identificación.
CONVENIO NÚMERO 138 DE 1973 SOBRE LA EDAD MÍNIMA. ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT)
El Convenio compromete a las Naciones a que aseguren la abolición efectiva del trabajo de los
niños y eleve progresivamente la edad mínima de admisión al empleo para que el niño se pueda
desarrollar plenamente.
Su texto fija una edad mínima que no debe ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar
y, en todo caso, nunca por debajo de los 15 años.
CONVENIO NÚMERO 182 DE 1999 SOBRE LAS PEORES FORMAS DE TRABAJO INFANTIL. ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL
TRABAJO (OIT)
Como complemento del Convenio y la Recomendación sobre la Edad Mínima de admisión al
empleo de 1973, nace el Convenio 182 que publicó el 1 de junio de 1999 el Consejo de
Administración de la OIT.
El texto del Convenio se refiere al niño como a toda persona menor de 18 años. También hace
una definición de la expresión “las peores formas de trabajo infantil”, que abarca todas las
formas de esclavitud -como la venta y el tráfico de niños-, la utilización de los niños con fines
sexuales -ya sea prostitución o pornografía- y el trabajo que por su naturaleza o por las
condiciones en que se lleve a cabo, dañe la salud, seguridad o moralidad de los niños.
Cada país deberá establecer mecanismos apropiados para vigilar la aplicación de estas
disposiciones y elaborar y poner en práctica programas de acción para eliminar las peores formas
de trabajo infantil.
El texto dedica un apartado a la inserción de los niños. Todos los Estados deberán asegurar que
los niños que hayan sido librados de las peores formas de trabajo, puedan acceder a la enseñanza
básica gratuita y, en lo posible, a la formación profesional.
RECOMENDACIÓN 190 SOBRE LAS PEORES FORMAS DE TRABAJO INFANTIL, 1999. ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL
TRABAJO (OIT)
El texto recoge la necesidad de poner en práctica, y con carácter de urgencia, programas de
acción específicos para luchar contra las peores formas de trabajo infantil. Los objetivos de dichos
programas deberían ser, según la organización, identificar y denunciar públicamente las peores
formas de trabajo infantil, proteger a los niños de posibles represalias una vez que se les ha
librado de ese trabajo y garantizar su rehabilitación e inserción social.
El texto le da prioridad a las niñas, particularmente expuestas a riesgos como el abuso sexual, y
a los trabajos que se realizan bajo tierra, bajo el agua, en alturas peligrosas o en espacios
cerrados. En definitiva, los trabajos que se realizan en medios insalubres.
Decía Groucho Marx que encontraba la televisión muy educativa: “Cada vez que alguien la enciende
—escribió— me retiro a otra habitación y leo un libro”. Sin embargo, según el resumen de datos del
Estudio General de Medios de 2006, es el medio que mayor penetración social tiene, con un 88,6%.
Que no todos pensamos como Groucho, está claro. A bastante distancia, a la televisión le sigue la
radio, con un 55,9%. Después, las revistas (52,0%), los diarios (41,6%), los suplementos (26,9%),
Internet (20,6%) y el cine (6,6%).
Los medios, todos en general, pueden convertirse en el mejor amigo del niño, y como tal, pueden
ayudar, enseñar, informar, tratar de educar, entretener… pero también pueden convertirse en su peor
enemigo. Pueden corromperles, simplemente, porque tienen el poder para hacerlo. Y sobre todos
ellos, la televisión, es la que manda.
Lo rige todo. Queramos o no, nos guste o no, lo que no aparece en televisión, no existe. Por eso, y
teniendo en cuenta que no deja de ser un electrodoméstico con dos misiones fundamentales,
informar y entretener —y seguramente, no por ese orden—, resulta necesario regular no tanto sus
contenidos, como el acceso a ellos.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad cruel y deshumanizada. Nos enteramos antes de los
acontecimientos violentos, guerras, asesinatos o violaciones sucedidas en cualquier rincón del mundo
que de las alegrías de aquellos que viven a nuestro lado. Es el poder de los medios de comunicación:
la inmediatez del mundo globalizado en el que vivimos. La realidad es violenta y no es misión de los
medios esconderla. ¿No sería contraproducente mostrar al espectador un mundo de bondad que en
realidad no existe? La misión de los medios es reflejar la realidad tal cual es. Con las tremendas
implicaciones que eso conlleva.
Según el informe Consumo de Medios en Europa 2004, España es el cuarto país europeo en cuanto
a consumo diario de televisión se refiere. Los adultos vemos la televisión una media de 222 minutos
al día (3,7 horas) y los niños 146 (2,4 horas). Sólo nos superan italianos, griegos e ingleses. Hoy, nueve
de cada diez españoles ven la televisión. En la mayoría -por no decir en la totalidad de nuestros
hogares- los lugares de reunión se disponen alrededor de la televisión. No hay que restarle su
importancia, pero tampoco hay que demonizar al medio como responsable de todos los males del
¿Qué hacen los más pequeños después de salir del colegio? Ver la tele. De hecho, es la elección
favorita del 92% de los niños, por delante de salir a jugar a la calle, merendar o hacer los deberes. La
complejidad a la hora de conciliar vida laboral y vida familiar impiden a la mayoría de los padres
controlar el consumo televisivo de sus hijos. Sólo el 30% de los padres ven siempre o casi siempre la
televisión con sus hijos. Según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, dos de cada tres
padres reconocen abiertamente que no controlan lo que ven sus hijos. La tarea no es más fácil cuando
los padres están en casa, porque el 31,3% de los niños españoles de entre 4 y 12 años, tiene un
televisor en su cuarto. Los niños se han acostumbrado a ver la televisión en soledad. Este hecho
dificulta sobremanera que los padres conozcan los contenidos televisivos que consumen sus hijos. Es
necesario, por tanto, no sólo que sepamos qué ven nuestros hijos en la tele, sino que les enseñemos
a verla.
Por ejemplo, ¿se ha fijado en la escasa oferta de programación infantil que ofrecen las televisiones
generalistas? Quizás por ello, el 84% de los niños, que ven la televisión para entretenerse, se decantan
por series y reality shows. La ingesta de este tipo de contenidos hace que abandonen cada vez más
pronto su etapa infantil, para convertirse en pequeños adultos. Se sienten atraídos por contenidos
cada vez más duros. En un año, un niño puede ver 12.000 actos violentos, 14.000 referencias sexuales
y más de 20.000 anuncios. Unas cifras más que suficientes para que, si no se ejerce un control
educativo, pueda afectar tanto al proceso formativo como al desarrollo de su personalidad. Ver la tele
no debe ser sólo sentarse delante de una pantalla a ingerir cualquier cosa que se emita, sino que ha
de convertirse en una tarea responsable en la que se digiera, de la oferta, sólo aquello que nos
interese.
Pero los impactos visuales no sólo afectan a los más pequeños. Los adultos también consumimos
imágenes e información masivamente. En ocasiones, ni siquiera nos da tiempo a digerirla. Leemos
periódicos, escuchamos la radio, navegamos por Internet. ¿Qué deben hacer los medios, entonces?
¿Cómo informar sobre la violencia en general, y sobre la violencia infantil en particular? ¿Deben
autocensurarse o deben apelar al sentido común, critico y responsable del adulto que consume sus
contenidos, y que debería velar, además, por el menor convertido en consumidor potencial?
La primera reflexión tendría que partir de la base de que nadie (niños, adolescentes o adultos) tendría
que inmunizarse ante la violencia reflejada en los medios, que no es más que un botón de muestra
de lo que ocurre en nuestra sociedad. No se puede asumir de ninguna manera como normal algo que,
por desgracia, es habitual. Esa tarea debe partir de los informadores en primera instancia, pero ha de
ser recogida por los educadores (entorno familiar, social, escuelas, etc.) para que el ciclo informativo
se cierre satisfactoriamente.
PRENSA Y REVISTAS
El 25 de Septiembre de 2006, la policía de Ilinois encontraba en el interior de una lavadora los
cuerpos de los tres hijos de Jimella Tunstall, una embarazada que había sido asesinada días antes
y a quien le habían arrancado de su vientre, con unas tijeras, a su feto de siete meses. Sus otros
tres hijos estaban desaparecidos. La última vez que se les vio, estaban en compañía de Tiffany
Hall, una mujer de 24 años, amiga de la madre, que finalmente fue acusada formalmente de su
asesinato.
Efectivamente. La información, de por si, es lo suficientemente cruda como para añadir más
detalles. Sin embargo, los hay. Y periódicos y revistas, los añaden. El Mundo, por ejemplo
aseguró que fue la propia Hall la que indicó a la policía que los niños estaban en el apartamento.
“No dijo que los había matado”, pero sí que los podrían encontrar “por el olor”, declaró el
funcionario del condado de St. Louis, Ace Hart 45.
Hasta ahora, no dejan de ser datos, contados con más o menos acierto y sensibilidad. Pero así
son los sucesos. Sin embargo, la información fue más allá, y en periódicos y revistas de todo el
mundo se publicó la imagen de los tres niños asesinados. Bien es cierto que, en una información
de sucesos, siempre se busca la imagen del fallecido, pero, en este caso en concreto ¿era
necesaria?
La tremenda muerte de tres criaturas inocentes no sólo da la vuelta al mundo, sino que, además,
su imagen se tritura y consume como un producto más. ¿Aporta realmente algo? No. Es,
simplemente, una cuestión de morbo.
RADIO
La radio es el medio donde mayor participación de la audiencia hay y donde ésta es más directa
e impactante. A los oyentes se les permite opinar, protestar, apoyar una u otra decisión del
gobierno, contar sus experiencias vitales, sean buenas o malas. Tiene una propiedad casi mágica:
provocar que quien escucha, imagine todo lo que no está viendo. Sin embargo, en lo
estrictamente informativo, la radio apenas aprovecha ese recurso. Tal vez, porque no tiene
encima la presión de la audiencia diaria -el Estudio General de Medios, (EGM), que se ocupa de
cuantificar las audiencias radiofónicas, se publica cada tres meses-. O tal vez, simplemente,
porque sus profesionales confían en la fuerza de sus palabras y no recurren tan a menudo a los
fuegos de artificio.
¿Cómo cuenta, por definición, un informativo de la radio un suceso? Dando la información pura
y dura. Sin añadir apenas emoción. La inmediatez con que se dan las noticias es suficiente. La
radio es información, y sus noticias, son titulares. “Aparecen muertos en su casa de Santomera,
Murcia, dos niños de seis y cuatro años”. Es suficiente para que el oyente esté informado. No
necesita más. Si quiere más, si quiere ponerle cara a esos niños o a la madre que, finalmente,
resultó ser su asesina, no tiene más que encender el televisor.
45 El País aportaba aún más detalles y añadía: Los agentes ya habían estado en el interior de la vivienda en busca de fotografías de los
menores y de posibles pistas en torno a su paradero pero “¿quién hubiese mirado en la lavadora y secadora?”, añadió Hart.
Sin embargo, la radio sí derrocha todos esos recursos en sus programas. Sobre todo, en aquellos
que acompañan durante las madrugadas. Aquellos donde el oyente es quien se desnuda
literalmente ante la audiencia, sea ésta cual sea. Donde igual puedes escuchar un consejo si eres
una adolescente embarazada que no sabe qué hacer, si eres un hombre que acaba de tomar
conciencia de que es un maltratador, o si eres alguien deprimido al borde del suicidio. La crudeza
de todos estos testimonios en el silencio de la noche ha hecho de esta fórmula todo un éxito de
audiencia al que sólo tienen acceso los adultos. Esto también nos debería hacer reflexionar.
TELEVISIÓN
Informativos versus programas
Desde el punto de vista estrictamente televisivo, habría que distinguir entre el género puramente
informativo y los programas, informativos o no, que se hacen eco de noticias cuyo contenido
puede girar en torno a la violencia. En este aspecto, en aras del derecho a la información, se
permiten contenidos en los telediarios que de ninguna manera se consentirían, o al menos, sin
críticas feroces, en programas fuera de la franja horaria dedicada a la información. Por ejemplo:
un informativo a las 15:00 horas o a las 21:00 horas puede emitir la ejecución, y de hecho, lo
hace, de una persona en un conflicto armado, importándole poco si se trata de un horario
protegido para el menor (el horario protegido es desde las 6:00 horas hasta las 22:00 horas);
mientras que de ninguna manera esas imágenes podrían ver la luz en un programa. ¿Por qué?
¿Quién distingue entre una cosa y otra? ¿Por qué son perniciosas según qué imágenes dentro
de un programa y no dentro de un informativo?
Guste o no, los informativos, al igual que el resto de la programación de televisión, buscan
audiencia. Cada vez son más las ediciones nacionales que abren con los titulares del suceso del
día, relegando a tercera o cuarta posición la información política. ¿Cuál es su objetivo? ¿Cumplir
el compromiso con el espectador, ser el ejecutor de ese derecho a la información o ser líder de
audiencia? La televisión ofrece lo que el público demanda. Y el verdadero hecho es que el
espectador quiere ver lo que sucede, tal y como es. Como periodistas, la única limitación debería
ser la del respeto a las personas implicadas.
Cada vez son más frecuentes las reconstrucciones de los hechos para explicarle al espectador
cómo ha sido el suceso. Sobre todo, en este tipo de informaciones, donde en la mayoría de los
casos, cámara y periodista tienen poco más que la fachada de una vivienda para grabar. La
reconstrucción es un recurso del lenguaje televisivo y como tal ha de entenderse. En el caso de
los programas, generalmente, por cuestiones de tiempo y presupuesto, esas reconstrucciones
suelen ser mucho más elaboradas que en el caso de los informativos, donde se suele recurrir a
los pies o las manos del periodista para hacer planos subjetivos. Eso no quiere decir que los
programas sean más morbosos y se recreen más en los detalles. Son además, los programas y no
los informativos quienes advierten al espectador de que se encuentra ante una reconstrucción.
Para que no haya dudas. No es una cuestión de morbo.
¿De qué estamos hablando entonces? De no contribuir a generar mayor violencia con el lenguaje
televisivo. Pero, ¿quién marca ese límite? ¿Hay que perder información? ¿Es una opción del
periodista, del medio o de quién está recibiendo la información?
Antena 3 TV emite cada día la polémica serie japonesa de dibujos animados Shin Chan, en
horario de máxima protección, de 8:00 horas a 9:00 horas. Esta franja hace que durante su
emisión, en el margen superior izquierdo, aparezca una señal: +7 de manera permanente, que
advierte de su no recomendación para menores de siete años. Duplica la audiencia que
cosechaba el informativo que se emitía en esa franja anteriormente. Por lo tanto, se prescinde
Caemos, una vez más y como si fuera una tentación, en demonizar a la televisión. Tal vez porque
es el medio al que más fácil acceso tienen los más pequeños, quienes la utilizan en demasiadas
ocasiones como una niñera electrónica. El Código de Autorregulación plantea como uno de sus
objetivos fomentar el control de los padres en los contenidos televisivos que consumen sus hijos.
Se trata sin duda de uno de los objetivos que más lejos está de cumplirse, pero no es el único:
Se incumple prácticamente a diario la colaboración en la correcta y adecuada alfabetización de
los niños, evitando un lenguaje insultante; la utilización instrumental de los conflictos personales
y familiares como espectáculo (porque crea desconcierto en los menores), etc.
¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién decide qué, cómo y cuándo? Cuando se trata de una
obra cinematográfica, es el Ministerio de Educación quien se encarga de calificarla pero, en
televisión, es el propio medio, la propia empresa, la encargada de censurarse o no. Los
programas que, en la actualidad, se emiten en horario de máxima protección vespertina, es decir,
entre 17:00 horas y 20:00 horas, son inexplicablemente aptos para todos los públicos. No hay
más que sentarse una tarde a hacer zapping, para darse cuenta de que, a pesar de su calificación,
esto no es así.
El asunto de cómo abordar la información periodística de la violencia infantil es muy complejo, porque
se entrecruzan muchas perspectivas, algunas de las cuales pretenden ser benevolentes y pueden
acabar siendo contraproducentes. En general, lo políticamente correcto sería llamar a los periodistas
a asumir con responsabilidad, buena fe y con ánimo de contribuir al bien social la tarea informativa.
Las tres cosas son necesarias, pero hay que tener en cuenta que son condiciones retóricas, porque hay
importantes discrepancias sociales en el diagnóstico de las causas y orígenes de la violencia. Y ésta es
la cuestión de fondo en una sociedad democrática regida por el principio de libertad de opinión.
El problema, pues, es que las opiniones sobre las causas de la violencia son discrepantes, y los criterios
sobre cómo abordarla, son inconciliables. Es fácil convenir en las pautas de una conducta informativa
que sea responsable desde una perspectiva deontológico profesional. Seguramente, todos estarían de
En estas condiciones un código que pudiera tener algo más que un sentido orientativo y que pasara
por prescriptivo, podría interpretarse como un procedimiento de limitación de la información que
tendría consecuencias restrictivas para la libertad informativa. Esto no sería problemático si el
problema de fondo no fuera que se discrepa sobre el diagnóstico de las causas de la violencia y
hubiera un consenso social sobre su origen y el modo de afrontarla. Pero no lo hay, y sobre este
particular son muchos los intereses y las perspectivas en conflicto.
Por ejemplo, hay quien piensa que lo más importante es mentalizar a la sociedad a través de campañas
pedagógicas, orientándola hacia una convivencia que sea plural, tolerante y democrática, y hay quien
piensa que tales fines son meramente retóricos, cuando no contradictorios, porque la causa principal
de la violencia reside en la disgregación de los ambientes familiares, en el clima de benevolencia y
permisividad, en la indulgencia de las normas penales, en el reblandecimiento social de las relaciones
sexuales, y en la orientación de la educación del niño al mínimo esfuerzo, lo que lleva a la relegación
social de los valores de autoexigencia y de excelencia. Tal vez no haya una causa clara o unívoca, y tal
vez también los niños hayan sido siempre a la vez que víctimas, agentes potenciales de violencia,
aunque ahora en esta sociedad se manifieste esa ambivalencia de manera más ostentosa, porque se
confió con cierta inocencia en que la educación generalizada, gratuita y obligatoria sería un bálsamo
de fierabrás. Lo importante es que contamos con datos y experiencia suficiente para comprender que
hay tendencias en conflicto, que la libertad es ambivalente y que la orientación ética y pedagógica no
bastan, si no hay, a la vez, un clima socialmente normativo libremente asumido que procure
estabilidad a la institución familiar y tienda a consolidar la confianza del niño en la estabilidad de su
propio ambiente.
En las dos últimas décadas hemos asistido al crecimiento de un periodismo de colores que ha
desplazado en protagonismo social a un periodismo más responsable y riguroso, que a algunos les
parecía demasiado ‘gris’ para los tiempos que corren. Este periodismo de colores combina el amarillo
del sensacionalismo que sobredimensiona y exagera ciertas noticias; el rojo que destaca los elementos
luctuosos y morbosos de la información; y el rosa del espectáculo, que tiende a considerar a los
protagonistas de todas las informaciones como famosos por unos días.
Lo malo no es que haya medios o periodistas que practiquen este periodismo de colores: seguramente
siempre los ha habido y los habrá. Lo malo es que este tipo de periodismo ha ganado relevancia social
en los últimos años y se ha convertido en un referente casi inevitable para medios que deberían ejercer
una mayor responsabilidad, como las televisiones o algunos de los periódicos más vendidos. Lo malo,
Cuando este periodismo de colores se aplica a determinados temas e individuos, como toda la caterva
de personajes mediáticos que tanto abundan hoy, produce un cierto desaliento. Pero basta con
desconectarse de estos contenidos y de estos programas para no verse demasiado afectado por ellos.
Lo peor es cuando este tipo de periodismo se aplica a asuntos que requieren un tratamiento muy
distinto. Entonces el daño que produce puede ser muy grave.
Uno de estos asuntos, especialmente relevante, es el de la violencia que afecta o involucra a menores.
Por desgracia cuenta con los requisitos perfectos para ser víctima fácil del periodismo de colores: llama
la atención, más aún bajo ciertos tratamientos; contiene elementos morbosos, capaces de atraer la
curiosidad del público; y sus protagonistas pueden ser fácilmente tentados con la fama y el
reconocimiento que propicia salir en la tele o en los periódicos. El cóctel está servido y el resultado
suele ser sucesos sobredimensionados, titulares exagerados, imágenes o contenidos que no deberían
darse, menores recompensados con dinero o notoriedad, etc.
El tema merecería un tratamiento bien distinto. O, puesto que este tratamiento ya existe, que fuera
este periodismo más ‘gris’ y responsable el que dominase el entorno mediático y sirviera de referencia
para el debate social. Este otro periodismo no pasa por alto estos casos de violencia en los que están
implicados menores: son casos importantes desde el punto de vista informativo, precisamente porque
destacan un aspecto preocupante de nuestra sociedad, un aspecto que debe salir a la luz pública para
ser debidamente considerado, debatido y afrontado. El periodismo responsable trae estos problemas
al centro del debate social no para destacar sus elementos morbosos, no para cargar las tintas y
sugerir que estamos al borde del caos, sino para testimoniar que existe un problema educativo, un
problema familiar, un problema social y cultural, cuya solución debe ocuparnos a todos.
Este periodismo responsable denuncia los casos, sí, pero también propicia la toma de conciencia de la
situación y contribuye a difundir sus posibles soluciones. Abunda en los criterios éticos del periodismo:
aquellos que durante décadas han ido recogiendo sus códigos profesionales. Debe ser además un
periodismo especializado, cuyos periodistas conozcan y sigan igualmente las recomendaciones
específicas que se han propuesto en los últimos años para tratar información sobre menores o sobre
violencia. La implicación de menores debe hacer que este periodismo sea especialmente cuidadoso
con aquellos aspectos de la información que podrían causar algún efecto negativo en sus
protagonistas; o con aquellos contenidos e imágenes que podrían inducir a otros menores a imitar o
copiar estas conductas.
• No hacer referencia a la condición étnica, sexual, económica, nacionalidad, etc. del presunto
culpable.
• Presentar noticias más elaboradas que vayan más allá del suceso puntual y que ayuden al lector,
radio- oyente o telespectador a entender las condiciones (sociales, económicas, familiares...) que
rodean el fenómeno de la violencia ejercida por menores.
• Estar preparado para saber hacer un buen uso, análisis e interpretación de las estadísticas
policiales.
• Evitar toda mirada morbosa que tienda a asustar, sobredimensionar cualquier fenómeno violento
y culpabilizar sin atender a otras variables de índole psicosocial.
• Contar con la opinión argumentada de profesionales que se dedican a este ámbito, huyendo de
sensacionalismos morbosos.
3. Sensibilizar a la población para que pueda identificar señales de riesgo y orientar sobre los pasos
que se deben seguir cuando se detecte un caso.
4. No sobredimensionar el fenómeno de la violencia escolar: los medios deben conocer los límites
del acoso escolar (qué es acoso y qué no lo es).
5. Dar cuenta de la noticia tras su resolución legal y no bajo el impacto del hecho.
6. Alejarse de cualquier consideración que pueda culpabilizar al menor del trato recibido.
El menor no nace violento o delincuente. Pero, en ocasiones, ve en la violencia una forma de triunfar
y, al no tener asumidos los valores universales, es fácil caer en la incorporación de la agresividad como
forma de resolver sus cuestiones personales frente a otros. En la actualidad, es a una edad más
temprana cuando se producen más delitos aunque hay un menor índice de reincidencia. Esto significa
que estamos sabiendo poner el dedo en la llaga: diagnosticar las causas del delito y atajarlas, y
recuperar al delincuente para evitar que reincida.
Pero debemos seguir evolucionando en considerar las consignaciones sociales no como gasto, sino
como inversión de futuro, y en contemplar los objetivos sociales en su realidad a medio y largo plazo.
Como miembros de una sociedad inteligente, nos vemos obligados a tratar de impedir y no sólo a
remediar lo evitable. Debemos asimilar que no podemos esperar a conocer a nuestros hijos cuando,
llegados a la adolescencia, nos plantean problemas que llevan gestándose desde sus primeros años de
vida.
Está demostrado que la falta de una adecuación en los valores de todos, la desestructuración familiar
tan poco conocida, la droga, el fracaso escolar o los trastornos de comportamiento, nos afectan
profundamente a nosotros, los padres. Luego, nuestro empeño en atajarlos, revertirá en que nuestros
hijos alcancen objetivos irrenunciables, al tiempo que contribuirá a que, entre todos, cumplamos la
máxima de intentar dejar un mundo un poco mejor del que nos encontramos.
Uno de los casos más dramáticos de los protagonizados por menores ha sido, quizás, el crimen de
Sandra Palo. Los menores que participaron en su muerte habían sido detenidos en numerosas
ocasiones antes de quitarle la vida haciendo gala de la crueldad más extrema. Y quizás las causas de
tan salvaje actuación haya que buscarlas no tanto en la poca dureza de las sanciones anteriores, sino
más bien en los fallos a la hora de evitar que estos seres degradados, que no nacieron así, llegaran a
convertirse en los monstruos que luego nos contaron los medios de comunicación.
No hay día sin noticias alarmantes sobre menores: agresiones a padres y profesores, violencia y acoso
escolar... No podemos dejar de pensar que acaso se trate de una utilización dañina de las tecnologías
de la Información y la Comunicación. Eso sí, reconociendo que hoy sabemos más, porque los medios,
afortunadamente, se ocupan de informar sobre la realidad del menor.
Diagnosticamos bien las causas que convierten a nuestros menores en violentos y, sin embargo,
perdemos el tiempo en señalar culpables en lugar de buscar soluciones. Y es que hoy las
responsabilidades están muy repartidas y los asuntos sociales no suelen ser competencia de una sola
administración o institución. No existe una única medida taumatúrgica que solucione este tipo de
problemas. La buena coordinación produce valor añadido y confianza en los ciudadanos que, con sus
impuestos, nos permiten actuar. Por ello, debemos siempre recordar que es su interés personal o
colectivo el que da sentido a nuestros esfuerzos y no sólo me refiero a las administraciones, porque
es a ese interés hacia el que deberían dirigirse los pasos de los informadores también. En primer lugar,
Parece mentira que siendo el diálogo la más clara inversión de cualquier sociedad, la mejor herencia
que podemos dejar a nuestro hijos, la mayor y más eficaz vacuna, nos cueste tanto reflexionar,
dialogar, renunciar, superar tópicos, eufemismos y anclajes y empezar a hablar por lo que nos une e
intentar llegar a un amplio nivel de acuerdo en lo que nos separa.
Hoy la sociedad se pregunta con inquietud ¿qué esta pasando con nuestros menores?
Lamentablemente, en un momento de progresiva dejación y permanente delegación de nuestras
responsabilidades, cada uno de los miembros de esa sociedad no se pregunta ¿qué puedo y debo
hacer yo para aportar soluciones?, sólo se cuestiona lo que hacen los demás. La respuesta,
sinceramente, debe ser equilibrada y contundente a un tiempo, lo que no es antitético: equilibrada,
porque no debe alarmar cuando, como es el caso, no hay razón para ello (aunque la situación actual
sí debe invitar a la reflexión a una sociedad aletargada y sumida en la inercia, cuando no en la
indiferencia, que tiende a las visiones epidérmicas de los temas sociales); contundente, porque el
análisis nos lleva a una clara conclusión: lo que está pasando responde a las condiciones en que hoy
viven nuestros niños y niñas.
Familias desbordadas y con escasa ayuda por parte de las administraciones; menores solos en la vida
real y aún mas solos en la digital o mal acompañados por las “niñeras electrónicas”; brecha digital
distanciadora de generaciones, brecha escolar que lleva a la incomunicación de padres y maestros;
falta de referentes y valores; asunción de contravalores como pautas de comportamiento
(consumismo, individualismo, hedonismo, éxito fácil, sin esfuerzo, el todo vale...). Con estos y otros
aditivos, el resultado podría ser mucho peor y no lo es porque nuestros menores son aún mejores de
lo que a menudo pensamos. Partimos por lo tanto de un buen género. Pero si no reaccionamos, si no
practicamos una cierta catarsis colectiva y, muy especialmente, individual, la situación se irá
deteriorando. Y el deterioro en lo social no es como en lo económico. En los asuntos sociales es
progresivo, difícilmente detectable y no recuperable.
El reflejo de la violencia contra la infancia en los medios conlleva algunos elementos de discusión
obvios y otros que quizá no lo son tanto. Los primeros parecen irse incorporando poco a poco al
trabajo de los profesionales de los medios de comunicación y al enfoque de sus contenidos, los
segundos no tanto.
– La violencia contra la infancia ha pasado a convertirse en un problema social. Igual que en su día
se hizo con la violencia contra las mujeres, los medios de comunicación están jugando un papel
clave en la sensibilización social sobre esta problemática. La violencia contra la infancia está en la
agenda pública y la sociedad empieza a conocer su verdadera magnitud. Las dudas vienen al
analizar si se está sacando a la luz o no de un modo objetivo y acorde a la realidad.
– Se sigue dando un enfoque sensacionalista de las noticias, que vulnera la garantía de la privacidad
del niño o niña. En este sentido, conviene reiterar que no sirve sólo con no sacar la imagen del
niño. Si sacamos su entorno, sus padres o familiares etc., el niño o niña será fácilmente
identificado. El pleno cumplimiento de los códigos de conducta para los medios de comunicación
en este sentido es una tarea pendiente, pero en la que se está avanzando.
– El enfoque de los niños y niñas como un objeto de protección, en vez de como los sujetos de
derecho que son. No se refleja la infancia en los medios de comunicación como un colectivo de
ciudadanos con ideas, aportaciones y sugerencias, con intereses y necesidades y con los mismos
derechos que tienen los adultos, sino sólo como un colectivo objeto de protección por parte de
las instituciones.
– La simplificación de la noticia, que no refleja casi nunca la complejidad de los problemas sociales,
reduciendo el problema de la violencia contra la infancia a una lucha de cifras y a una serie de
– El modelo dicotomizado de los enfoques de las noticias: idealización o acusación. O los niños y
niñas son inocentes e incapaces de autonomía o autodefensa o son los culpables de las
problemáticas sociales hoy en día. En estos últimos tiempos se está dando una cierta
“criminalización” de los niños y niñas en los medios de comunicación.
– Existe una pérdida clara de referentes constructivos: ¿es que no los hay o es que no aparecen? En
el tema de violencia contra la infancia casi nunca se habla de los programas de tratamiento,
intervención, de los programas educativos, de las iniciativas de los propios niños y niñas. Se habla
sólo de datos negativos, atrocidades cometidas que llevan a la población a una sensación de
impotencia y desesperanza respecto al fenómeno.
– No existe una conciencia del papel de los medios de comunicación en la educación afectivo –
sexual de los niños y niñas. Esa educación no consiste sólo en hablar de medios anticonceptivos,
sino en enseñar a los niños a decir no, a hacer respetar su intimidad y respetar la del otro, a
establecer vínculos afectivos etc. En todo eso, los modelos de los medios de comunicación juegan
un papel clave.
– La participación de los niños y niñas en el desarrollo de los contenidos. Que un niño sea parte de
un programa no significa que participe en él: no ha decidido sus contenidos, su participación ni
el modo de desarrollarla. En muchos casos, ni siquiera se les pregunta si quieren aparecer, o si
quieren que su caso sea relatado, o los contenidos que desean ver y, por supuesto, hay una
escasez de programas desarrollados por niños y niñas.
– Por último, creo que se está dando un problema, no sólo en la violencia contra la infancia, sino
en general: una paralización por exceso de información. Los niños y niñas hoy en día tienen
demasiada información a su disposición sin estrategias educativas adecuadas y protectoras para
filtrarla desde una perspectiva crítica. Es difícil crear y desarrollar una autonomía personal en un
contexto tan invasivo.
Los medios de comunicación como tales no son entes abstractos, sino dos tipos de unidades reales:
de una parte, la empresa que ha de sobrevivir en un mundo de dura competencia socioeconómica y,
de otra, las personas (profesionales que desempeñan una profesión, genéricamente denominada
periodismo), que indudablemente también tiene su propio código deontológico.
No obstante, y en relación con el problema de la violencia hay que tener en cuenta varios peligros
derivados del tratamiento que los medios hagan de los hechos violentos. Señalamos los dos que nos
parecen más importantes. El primero de ellos es el peligro de desorbitar la percepción de la realidad
que pueda tener el público receptor a través de la noticia. De hecho, los medios no presentan la
realidad ante lectores y espectadores. La seleccionan, la interpretan y le dan forma, es decir, crean otra
cosa: la noticia (que ya es otra cosa diferente de la realidad a la que alude), que llega al público. En
segundo lugar (y esto está ya en quienes reciben el producto mediático), pueden aparecer conductas
de imitación. Es decir, el público se puede sentir inducido a imitar o reproducir la violencia que el
medio le contó. Esta conducta de imitación tiene mucho que ver con la inmadurez y la ausencia de
juicio crítico y la problemática personal de quien la realiza, pero es indudable que la noticia ha actuado
como estímulo.
Los medios hablan al público con dos instrumentos: la palabra y la imagen. No siempre por separado,
pero con predominio claro de una o la otra, imagen y palabra tienen diferentes efectos. La palabra
(prensa, radio, ciertos aspectos de Internet, etc.) hace reflexionar con mayor facilidad porque el
esfuerzo de leer ya predispone al trabajo intelectual por simple que sea. Así, se puede hacer una
llamada al sentido crítico, e incluso educar en cierto modo al lector en ese ejercicio de independencia
que supone pensar por si mismo evaluando lo que se lee. Por su parte, la imagen es más intuitiva
(televisión, cine, videojuegos, Internet, etc.) y su impacto es sobre todo emocional, con lo cual no es
fácil encontrar la pausa necesaria para abordar lo que se está viendo con la suficiente capacidad de
análisis.
Por lo que respecta a la responsabilidad de los medios en estos problemas, hay que decir ante todo
que sería más justo hablar de causas que de culpas y que, aun con una importante cuota en esas
causas, los medios son una parte y no tan notable como la permisividad social, la deserción e
incapacidad de los agentes educativos o la subversión de los valores. Así que el problema debe ser
abordado por todos los agentes sociales y educativos y de forma predominante por la familia que es
la que enseña a “ver y leer” los medios de comunicación.
Una recomendación interesante para los profesionales de los medios sería la de que sigan sus propios
códigos deontológicos, que no exacerben las dimensiones morbosas de los hechos que narran y que
valoren cuándo son de verdad necesarias las imágenes de la violencia por muy reales que sean. Y aún
así, que las muestren sabiendo quiénes pueden llegar a verlas.
9. Metodología
Por Pilar Martínez
9.1. Muestra
Para obtener la muestra, se ha enviado una carta de presentación con la encuesta a 2.602 periodistas
de todos los medios de comunicación de España (prensa, radio, televisión, agencias de noticias,
portales de Internet, gabinetes de prensa, etc.).
La muestra está compuesta por aquellos periodistas que han cumplimentado la encuesta (29,78% de
los envíos), en concreto 775 periodistas. De ellos, 406 eran hombres y 369 eran mujeres, con edades
comprendidas entre los 21 y los 83 años. Han participado trabajadores de todos los medios de
comunicación, así como de todas las categorías profesionales.
9.2. Procedimiento
El Centro Reina Sofía, junto con un equipo asesor de periodistas, ha elaborado un cuestionario de 17
preguntas, 16 cerradas con alternativas de respuesta y una (de sugerencias) abierta.
4ª. Dos preguntas relativas al papel que tienen los medios de comunicación al informar sobre infancia
y violencia.
35 31,87%
30 27,33% 27,20%
25
20
15
9,59%
10
3,24%
5 0,77%
0
21 y 30 31 y 40 41 y 50 51 y 60 61 y 70 más de 70
años años años años años años
SEXO
Mujer
47,61%
Hombre
52,39%
30
20 15,74% 14,97%
10,32%
7,61% 7,48%
10 4,52%
0
Prensa Radio Gabinete Otros
escrita prensa
CATEGORÍA PROFESIONAL
Los cargos de los entrevistados se clasifican en los siguientes grupos:
– Subdirector, subdelegado.
– Redactor jefe, jefe de área (o de sección, servicio, cierre), coordinador, editor, corresponsal,
conductor (de informativo), presentador.
– Catedrático o profesor.
– Otros.
50
39,33%
40
29,37%
30
20 15,91%
10
2,98% 4,52% 4,14%
1,81% 0,78% 1,16%
0
Dirección Subdirec. Jefe área Redactor Auxiliar, Catedrát., Columnis.,Fotógrafo, Otros
Becario profesor Asesor Cámara
INFANCIA Y VIOLENCIA
1. En su opinión, ¿resulta necesario que los medios de comunicación cuenten con periodistas
especializados en violencia?
– Sí, ya que se trata de informaciones especialmente sensibles: 65,39%
80 65,39%
70
60
50 34,61%
40
30
20
10
0
Sí No
60
45,52%
50
34,56%
40
30 19,92%
20
10
0
Agresor menor y Agresor adulto y Agresor menor y
víctima adulto víctima menor víctima menor
– No, el hecho de que estos sucesos afecten a menores no influye a la hora de abordar
este tipo de noticias: 2,35%
97,65%
100
90
80
70
60
50
40
30
2,35%
20
10
0
Sí No
4. En su opinión, ¿qué papel ocupan los expertos en las informaciones sobre infancia y
violencia?
– Su opinión resulta imprescindible para contextualizar las causas y consecuencias de este
tipo de sucesos: 91,03%
91,03%
100
90
80
70
60
50
40
30 8,97%
20
10
0
Imprescindible Prescindible
54,40%
60
50
40
30 23,30%
20 12,93%
9,37%
10
0
Agencias Informes, Víctimas, Otros medios
noticias expertos allegados
6. ¿Cree que, en el caso de los medios audiovisuales, el hecho de contar con testimonio gráfico
o sonoro sobre un suceso relacionado con infancia y violencia es un criterio decisorio de
inclusión de la noticia en sus informativos o programas?
– Sí, contar con la grabación de imágenes o sonido del suceso determina tanto la inclusión
de la información como el lugar que ocupa respecto al resto de noticias: 48,87%
48,87% 51,13%
60
50
40
30
20
10
0
Sí No
– Le otorgan demasiada atención, magnificando una situación que no es tan grave: 3,82%
100 82,89%
90
80
70
60
50
40
30 13,29%
20 3,82%
10
0
Sólo suceso llamativo Tiempo suficiente Demasiada atención
8. ¿Considera que en general existe rigor a la hora de informar sobre violencia contra menores?
– Sí, las informaciones se corresponden con la realidad: 35,95%
– No, la mayoría de los medios están dando cabida a todo tipo de sucesos, informes y
encuestas sin contrastar rigurosamente la fuente de la que proceden: 64,05%
80 64,05%
70
60
50 35,95%
40
30
20
10
0
Sí No
75,23%
80
70
60
50
40 24,77%
30
20
10
0
Fenómeno de Es flor de un día
concienciación
10. ¿Qué grado de responsabilidad cree que tienen quienes informan sobre violencia contra
menores en la prevención de la misma?
– Los medios de comunicación no tienen demasiada responsabilidad: 4,73%
72,41%
80
70
60
50
40
22,86%
30
20
4,73%
10
0
No demasiada Mucha La de comprobar la
responsabilidad responsabilidad noticia
– Tomar partido por las víctimas a la hora de informar, actuando incluso como medio de
denuncia: 43,01%
80
70 56,99%
60 43,01%
50
40
30
20
10
0
Informar asépticamente Tomar partido por las
víctimas
VIOLENCIA PERPETRADA POR MENORES
12. ¿Cree que los contenidos de algunos medios de comunicación fomentan la violencia
perpetrada por menores?
– Sí, fomentan la violencia contribuyendo a que los menores la asimilen como algo natural
y cotidiano: 64,73%
– No, influyen poco. Son otros factores como la familia, los amigos o el entorno social en
el que viven los menores los que les hacen mostrarse más o menos violentos: 35,27%
80 64,73%
70
60
50 35,27%
40
30
20
10
0
Sí No
– Le otorgan demasiada atención, magnificando una situación que no es tan grave: 5,37%
100 81,13%
90
80
70
60
50
40
30 13,50%
20 5,37%
10
0
Sólo cuando ocurre El tiempo suficiente Demasiada atención
un suceso
14. ¿Considera que en general existe rigor a la hora de informar sobre violencia perpetrada por
menores?
– Sí, las informaciones se corresponden con la realidad: 42,40%
– No, la mayoría de los medios están dando cabida a todo tipo de sucesos, informes y
encuestas sin contrastar rigurosamente la fuente de la que proceden: 57,60%
80
57,60%
70
60 42,40%
50
40
30
20
10
0
Sí No
86,67%
100
90
80
70
60
50
40
30
8,63%
20 4,70%
10
0
El problema se nos Es un asunto No es tan grave
ha ido de las manos preocupante
88,29%
100
90
80
70
60
50
40
30 11,71%
20
10
0
Sí No
P.4 En su opinión, ¿qué papel ocupan los Imprescind. 91,30 91,36 91,13 93,06 87,50 50,00
expertos en las informaciones sobre
infancia y violencia? Prescindible 8,70 8,64 8,87 6,94 12,50 50,00
A. noticias 23,62 22,37 21,24 27,27 40,00 20,00
P.5 ¿Cuál es la principal fuente que utiliza Informes 52,26 54,34 57,00 54,55 45,00 60,00
su medio de comunicación para informar
Victimas 14,07 15,53 10,88 9,09 5,00 20,00
sobre infancia y violencia?
Otros 10,05 7,76 10,88 9,09 10,00 0,00
P.6 ¿Cree que, en el caso de los medios
audiovisuales, el hecho de contar con Sí 49,76 51,67 46,80 44,44 41,67 50,00
testimonio gráfico o sonoro sobre un
suceso relacionado con infancia y violencia
es un criterio decisorio de inclusión de la
No 50,24 48,33 53,20 55,56 58,33 50,00
noticia en sus informativos o programas?
P.7 En su opinión, ¿dedican los medios de Suceso llamativo 82,69 84,77 83,82 77,78 91,67 16,67
comunicación suficiente tiempo y
recursos a informar sobre violencia Suficiente 13,46 11,11 13,73 16,67 8,33 50,00
contra menores? Demasiado 3,85 4,12 2,45 5,55 0,00 33,33
P.8 ¿Considera que en general existe rigor Sí 32,02 40,66 37,93 22,54 41,67 50,00
a la hora de informar sobre violencia
contra menores? No 67,98 59,34 62,07 77,46 58,33 50,00
P.9 En su opinión, el auge de las
Concienciación 73,04 74,38 78,43 73,97 78,26 66,67
informaciones sobre violencia contra
menores… Flor de un día 26,96 25,62 21,57 26,03 21,74 33,33
P.10 ¿Qué grado de responsabilidad cree No demasiada 5,77 2,49 4,85 6,95 8,00 16,67
que tienen quienes informan sobre
violencia contra menores en la Mucha 74,52 73,03 72,82 72,22 52,00 50,00
prevención de la misma? Veracidad noticia 19,71 24,48 22,33 20,83 40,00 33,33
P.11 ¿Cuál cree que debe ser el papel de Informar
los medios de comunicación a la hora de 61,35 63,75 49,27 43,84 58,33 50,00
asépticam.
abordar el fenómeno de la violencia
contra menores? Apoyar
38,65 36,25 50,73 56,16 41,67 50,00
víctimas
P.12 ¿Cree que los contenidos de algunos
medios de comunicación fomentan la Sí 64,88 65,83 61,17 73,61 60,00 50,00
violencia perpetrada por menores? No 35,12 34,17 38,83 26,39 40,00 50,00
P.13 En su opinión, ¿dedican los medios de Suceso llamativo 81,25 81,89 82,04 79,17 76,00 50,00
comunicación suficiente tiempo y
Suficiente 14,42 11,94 12,62 12,50 24,00 50,00
recursos a informar sobre violencia
perpetrada por menores? Demasiado 4,33 6,17 5,34 8,33 0,00 0,00
P.14 ¿Considera que en general existe rigor Sí 38,24 43,93 46,23 33,33 47,83 66,67
a la hora de informar sobre violencia
perpetrada por menores? No 61,76 56,07 53,77 66,67 52,17 33,33
P.16 ¿Cree que son necesarios los códigos Sí 94,26 88,02 85,64 84,93 76,00 66,67
éticos a la hora de informar sobre
infancia? No 5,74 11,98 14,36 15,07 24,00 33,33
*
La abreviatura “A” hace referencia a Agresor y “V” a Víctima.
P.8 ¿Considera que en general existe rigor a Sí 35,06 40,41 42,11 33,61 28,57 17,54
la hora de informar sobre violencia contra
menores? No 64,94 59,59 57,89 66,39 71,43 82,46
P.9 En su opinión, el auge de las Concienciación 83,33 75,68 78,07 75,42 71,43 62,50
informaciones sobre violencia contra
menores… Flor de un día 16,67 24,32 21,93 24,58 28,57 37,50
P.10 ¿Qué grado de responsabilidad cree No demasiada 3,85 5,37 5,22 2,52 5,72 3,45
que tienen quienes informan sobre
Mucha 67,95 71,81 73,91 73,11 77,14 77,59
violencia contra menores en la prevención
de la misma? Veracidad noticia 28,20 22,82 20,87 24,37 17,14 18,96
P.11 ¿Cuál cree que debe ser el papel de los Informar
71,43 58,05 50,00 52,50 60,00 62,50
medios de comunicación a la hora de asépticam.
abordar el fenómeno de la violencia Apoyar
contra menores? 28,57 41,95 50,00 47,50 40,00 37,50
víctimas
P.12 ¿Cree que los contenidos de algunos Sí 62,82 59,46 68,75 67,77 71,43 75,86
medios de comunicación fomentan la
violencia perpetrada por menores? No 37,18 40,54 31,25 32,23 28,57 24,14
P.13 En su opinión, ¿dedican los medios Sólo en suceso 79,49 82,67 77,19 81,82 82,86 84,48
de comunicación suficiente tiempo y Suficiente 14,10 13,33 19,30 9,92 5,71 10,35
recursos a informar sobre violencia
perpetrada por menores? Demasiado 6,41 4,00 3,51 8,26 11,43 5,17
P.14 ¿Considera que en general existe Sí 49,33 46,71 41,96 41,67 30,30 28,57
rigor a la hora de informar sobre
violencia perpetrada por menores? No 50,67 53,29 58,04 58,33 69,70 71,43
P.16 ¿Cree que son necesarios los Sí 80,77 86,58 91,23 89,17 94,12 94,83
códigos éticos a la hora de informar
sobre infancia? No 19,23 13,42 8,77 10,83 5,88 5,17
P.3 ¿Cree que las noticias relacionadas con Sí 97,52 95,65 98,66 98,34
infancia y violencia requieren más cuidado
que otro tipo de informaciones? No 2,48 4,35 1,34 1,66
P.4 En su opinión, ¿qué papel ocupan los Imprescind. 93,39 86,96 93,24 88,59
expertos en las informaciones sobre
infancia y violencia? Prescindible 6,61 13,04 6,76 11,41
*
La abreviatura “A” hace referencia a Agresor y “V” a Víctima.
P.7 En su opinión, ¿dedican los medios de Suceso llamativo 85,95 68,18 79,82 85,95
comunicación suficiente tiempo y recursos
a informar sobre violencia contra Suficiente 9,92 31,82 16,14 11,04
menores? Demasiado 4,13 0,00 4,04 3,01
P.8 ¿Considera que en general existe rigor a Sí 34,45 45,45 38,64 34,01
la hora de informar sobre violencia contra
menores? No 65,55 54,55 61,36 65,99
P.13 En su opinión, ¿dedican los medios de Sólo en suceso 80,99 63,64 80,00 83,67
comunicación suficiente tiempo y recursos
Suficiente 9,92 31,82 16,00 11,67
a informar sobre violencia perpetrada por
menores? Demasiado 9,09 4,54 4,00 4,66
P.14 ¿Considera que en general existe rigor Sí 41,38 50,00 44,95 40,14
a la hora de informar sobre violencia
perpetrada por menores? No 58,62 50,00 55,05 59,86
Se ha ido
5,74 21,74 8,93 8,97
de las manos
P.15 A juzgar por el contexto actual, usted Asunto
diría que… 91,80 78,26 86,16 86,05
preocupante
No es tan grave 2,46 0,00 4,91 4,98
P.16 ¿Cree que son necesarios los códigos Sí 85,00 82,61 85,59 90,97
éticos a la hora de informar sobre
infancia? No 15,00 17,39 14,41 9,03
A=menor
42,86 50,00 34,29 50,00
V=adulto
P.3 ¿Cree que las noticias relacionadas con Sí 92,86 66,67 97,14 100,00
infancia y violencia requieren más cuidado
que otro tipo de informaciones? No 7,14 33,33 2,86 0,00
P.4 En su opinión, ¿qué papel ocupan los Imprescind. 92,86 83,33 91,43 100,00
expertos en las informaciones sobre
infancia y violencia? Prescindible 7,14 16,67 8,57 0,00
P.7 En su opinión, ¿dedican los medios de Suceso llamativo 71,43 66,67 79,41 100,00
comunicación suficiente tiempo y recursos
Suficiente 28,57 0,00 17,65 0,00
a informar sobre violencia contra
menores? Demasiado 0,00 33,33 2,94 0,00
P.8 ¿Considera que en general existe rigor a Sí 50,00 16,67 31,43 37,50
la hora de informar sobre violencia contra
menores? No 50,00 83,33 68,57 62,50
*
La abreviatura “A” hace referencia a Agresor y “V” a Víctima.
P.12 ¿Cree que los contenidos de algunos Sí 71,43 66,67 74,29 62,50
medios de comunicación fomentan la
violencia perpetrada por menores? No 28,57 33,33 25,71 37,50
P.13 En su opinión, ¿dedican los medios de Sólo en suceso 71,43 66,67 74,29 100,00
comunicación suficiente tiempo y recursos
Suficiente 21,43 33,33 14,28 0,00
a informar sobre violencia perpetrada por
menores? Demasiado 7,14 0,00 11,43 0,00
P.14 ¿Considera que en general existe rigor Sí 64,29 33,33 29,41 62,50
a la hora de informar sobre violencia
perpetrada por menores? No 35,71 66,67 70,59 37,50
Se ha ido
14,29 16,67 8,57 0,00
de las manos
P.15 A juzgar por el contexto actual, usted Asunto
diría que… 85,71 33,33 88,57 100,00
preocupante
No es tan grave 0,00 50,00 2,86 0,00
P.16 ¿Cree que son necesarios los códigos Sí 85,71 83,33 88,57 100,00
éticos a la hora de informar sobre
infancia? No 14,29 16,67 11,43 0,00
• El 65,39% de los periodistas cree que es necesario contar con profesionales especializados en
violencia.
• Para el 45,52% de los profesionales el suceso más noticioso es aquel en que el agresor es un
menor y la víctima un adulto.
• El 97,65% de los periodistas creen que las noticias relacionadas con infancia y violencia
requieren más cuidado que otras noticias por ser menores los protagonistas de las
informaciones.
• El 91,03% considera que la opinión de los expertos resulta imprescindible en las informaciones
sobre infancia y violencia, aunque sólo el 54,40% declara que su fuente de información
principal son informes, encuestas y declaraciones de expertos y de organismos relacionados
con el estudio de la violencia infantil.
• El 82,89% de los periodistas cree que los medios de comunicación sólo informan sobre
violencia contra menores cuando ocurre un suceso especialmente llamativo. A la hora de
informar, el 64,05% de los periodistas piensa que se está dando cabida a todo tipo de sucesos,
informes y encuestas sin contrastar rigurosamente la fuente de la que proceden.
• El 75,23% de los periodistas piensa que el auge de las informaciones sobre violencia contra
menores responde a un fenómeno de concienciación similar al que ha experimentado la
violencia contra las mujeres.
• El 72,41% cree que los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad en la
conformación de la realidad y un 56,99% piensa que se debe informar lo más asépticamente
posible.
• El 64,73% de los periodistas cree que los contenidos de algunos medios de comunicación
fomentan la violencia perpetrada por menores contribuyendo a que los menores la asimilen
como algo natural y cotidiano.
• El 81,13% piensa que los medios de comunicación sólo dedican el suficiente tiempo y recursos
a informar sobre violencia perpetrada por menores cuando ocurre un suceso especialmente
llamativo y, a la hora de informar, un 57,60% piensa que los medios están dando cabida a
todo tipo de sucesos, informes y encuestas sin contrastar rigurosamente la fuente de la que
proceden.
• El 86,67% de los periodistas piensa que la violencia perpetrada por menores se ha convertido
en un asunto preocupante que requiere atención para que no se vaya de las manos en el
futuro.
• El 62,41% de los encuestados sugiere que, a la hora de informar sobre infancia y violencia, los
periodistas han de tener un elevado nivel de responsabilidad y de ética.
• Según el medio de comunicación del que procede el periodista, en la radio, sólo el 27,73%
cree que contar con testimonio gráfico o sonoro sobre un suceso relacionado con infancia y
violencia es un criterio decisorio de inclusión de la noticia en sus informativos o programas,
mientras que en televisión el 59,50% de los periodistas considera que contar con testimonios
sí que es un criterio decisorio. El 71,43% de los periodistas de agencias de noticias cree que a
la hora de abordar el fenómeno de la violencia contra menores se debe informar
asépticamente; sin embargo, entre los periodistas de la radio el 50% cree que se debe
informar asépticamente y el otro 50% cree que se debe tomar partido por las víctimas.
– El 83,33% cree necesario que los medios de comunicación cuenten con periodistas
especializados en violencia (de todos los encuestados lo creen así el 65,39%);
– el 66,67% de ellos cree que las noticias relacionadas con infancia y violencia requieren más
cuidado que otro tipo de informaciones (de todos los encuestados lo creen así el 97,65%);
– el 16,67% opina que el auge de las informaciones sobre violencia contra menores responde
a un fenómeno de concienciación de la sociedad (de todos los encuestados lo creen así el
75,23%);
– el 33,33% contesta que sobre el fenómeno de violencia contra menores se debe informar
asépticamente (de todos los encuestados lo creen así el 56,99%);
– y el 33,33% piensa que la violencia perpetrada por menores se ha convertido en un asunto
preocupante que requiere atención para que no se vaya de las manos en el futuro (de todos
los encuestados lo creen así el 86,67%).
• Entre los fotógrafos, cámaras, etc. sólo el 12,50% considera que contar con testimonio gráfico
o sonoro sobre un suceso relacionado con infancia y violencia es un criterio decisorio de
inclusión de la noticia en un informativo o programa (de todos los encuestados lo creen así el
48,87%).
• Entre los auxiliares, becarios, etc., el 28,57% considera que, al tratar el fenómeno de la
violencia contra menores, los periodistas deben informar lo más asépticamente posible (de
todos los encuestados lo creen así el 56,99%).
• Entre los subdirectores o subdelegados, el 43,48% cree que los contenidos de algunos medios
de comunicación fomentan la violencia perpetrada por menores (de todos los encuestados lo
creen así el 64,73%).
A la hora de informar sobre infancia y violencia el periodista debe ser parte de la solución, no
parte del problema. Por ello, sería recomendable tener en cuenta las siguientes sugerencias, fruto
de la opinión de 775 profesionales de la información de toda España, periodistas de otros países
y expertos que han participado en el Foro Internacional “Infancia y Violencia”, organizado por
el Centro Reina Sofía en Valencia (marzo de 2007):
— Informar de los sucesos relacionados con niños como si estos fueran tus propios hijos. Es
decir, ponerse en el papel de las familias afectadas. A la hora de informar de estos asuntos
no vale todo: la protección de menores es un derecho fundamental reconocido
internacionalmente y como tal debe respetarse. Los menores son sujetos de derecho con
plenos poderes.
— Contextualizar los sucesos: evitar informar sobre casos aislados e impactantes sin abordar sus
causas y consecuencias. Valorar a tiempo la repercusión de lo que se publica o difunde,
porque nuestro trabajo como periodistas va a influir en los ciudadanos del mañana y en su
entorno familiar y social.
— A priori, cualquier periodista está preparado para cubrir una información sobre infancia y
violencia. Sin embargo, la especialización resulta clave para contextualizar este fenómeno y
abordar en profundidad sus causas, y sus efectos a corto, medio y largo plazo.
PARTE IV: Sugerencias sobre cómo informar sobre infancia y violencia 149
— No caer en el morbo ni el sensacionalismo. No utilizar las noticias sobre infancia y violencia
para elevar la audiencia o incrementar la difusión del medio. Evitar el circo mediático y los
reality shows, así como el comercio con sucesos sobre infancia y violencia.
— Evitar los detalles sobre el modus operandi de los agresores que puedan provocar un efecto
de imitación. Ser muy cuidadosos con la información, con el lenguaje y no difundir las
imágenes grabadas por los propios jóvenes.
— Contar con la opinión de los expertos para contextualizar las informaciones. Evitar
testimonios especulativos de familiares, allegados o falsos testigos. Dar la palabra a los
menores en el caso de que su denuncia sirva para mejorar la situación de la infancia.
Director: Javier Fernández Arribas (Madrid, 1960). Es periodista, está casado y tiene un hijo.
Director de informativos de Punto Radio, medio al que llega tras ser subdirector de la
Agencia Colpisa, subdirector de informativos de Onda Cero Radio, redactor del diario El
Independiente y jefe de internacional y corresponsal diplomático de la Cadena COPE. Ha
sido enviado especial de distintos medios en la cobertura de conflictos armados como la
Guerra de Bosnia, la de Croacia y la Primera Guerra del Golfo. Es autor del libro Casco azul,
soldado español, sobre el trabajo de los soldados españoles en Bosnia. Ha recibido el premio
europeo Salvador de Madariaga en 2000, y en 2005 fue galardonado con la Antena de Oro
por parte de la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión de España. Ponente,
moderador y profesor en diversos seminarios y universidades.
Coordinadora: Myriam Noblejas (Madrid, 1972). Es periodista y madre de una niña. Inició
su carrera profesional en los servicios informativos de Onda Cero Radio, medio para el que
ha trabajado ocho años como redactora. Tras su paso por diferentes gabinetes de prensa,
entre los que destaca el de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, ha sido
responsable de comunicación de la Asociación Semilla, ONG especializada en la integración
social de colectivos en riesgo de exclusión, especialmente, niños y jóvenes. Actualmente es
subdirectora del informativo Primera Plana en Punto Radio.
Colaboradores:
Eva Bocanegra (Cádiz, 1974). Su carrera comenzó en Diario de Cádiz, donde se especializó
en crónicas y reportajes sociales. Tras cursar en la Escuela de Periodismo UAM/El País,
trabajó en El País Madrid, El País Andalucía, el gabinete de prensa de la UIMP, la Cadena Ser
y de nuevo Diario de Cádiz. Actualmente, es jefa de prensa de la Delegación de Cultura de
la Junta de Andalucía en Cádiz, y está estudiando Filología Hispánica por la UNED.
151
Amparo Bou (Valencia, 1972). Licenciada en Periodismo, por la Universidad CEU San Pablo
de Valencia. Ha trabajado en medios como Onda Cero, Europa Press, o El Periódico de
Catalunya. Desde hace once años, desempeña su labor profesional en la Cadena Ser, en
Valencia, donde actualmente edita los informativos de la tarde. Es Presidenta de la Unió de
Periodistes Valencians, y vocal de la directiva de la Federación de Asociaciones de Periodistas
de España (FAPE).
Jorge Fernández Arribas (Madrid, 1964). Licenciado en Empresariales, está casado y tiene
tres hijos. Tras doce años de experiencia en banca y diez en empresas relacionadas con la
organización de eventos, actualmente, dirige la Escuela de Periodismo y Comunicación que
organiza más de cien conferencias anuales en colaboración con universidades, cajas de
ahorro, diputaciones, fundaciones y centros con fines sociales.
Silvia Fonseca (Madrid, 1973). Ha desarrollado casi toda su carrera profesional como
periodista en televisión, con alguna incursión en la radio. Ha trabajado en informativos y
programas, tanto de sucesos como de corazón, donde ha desempeñado labores tanto de
reportera, productora, coordinadora, subdirectora y directora de cadenas como Antena 3 y
Telecinco.
Pepa Horno Goicoechea (Zaragoza, 1973). Académica. Autora de numerosos trabajos entre
los que destaca Amor, poder y vida (Save the Children, 2005).
Luis Núñez Ladevèze (Madrid, 1940). Doctor en Derecho, licenciado en Filosofía y Letras, y
licenciado en Periodismo. Actualmente es director del Instituto de Estudio de la Democracia.
Entre sus libros figura Identidades humanas. Conflictos morales en la posmodernidad
(2005).
Pedro Núñez Morgades (Madrid, 1949). Abogado del Ilustre Colegio de Madrid. Ha sido
Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid. Es autor de trece libros, y ha recibido
numerosos reconocimientos nacionales e internacionales.
Luz Orihuela (Murcia, 1964). Licenciada en Filología Hispánica y Master en Radio, desarrolla
gran parte de su carrera en Madrid, como redactora de informativos de Onda Cero y como
reportera, presentadora y subdirectora y directora de distintos programas de TVE y Antena
3. Tras cinco años en Barcelona, dedicada al mundo editorial, en la actualidad, presenta y
dirige una tertulia en la Televisión Murciana.
Concha Raga (Valencia, 1955). Es periodista y madre de una hija. Tras su paso por las
redacciones de la Agencia EFE, TVE-Valencia y Levante, llegó al diario Las Provincias, donde
lleva más de 20 años desempeñando su labor profesional, actualmente, como redactora de
la sección de Sociedad, especializada en Educación y Universidades.
153
local. Tras vivir unos años en Ciudad Real, trabajando en RNE y colaborando con la Agencia
EFE, vuelve a Madrid donde ejerce como redactora de la productora Globomedia.
Actualmente, es redactora de los servicios informativos de Punto Radio.
Rosa Sepúlveda (Madrid, 1983). Licenciada en Periodismo por la Universidad Rey Juan
Carlos. Ha pasado por los servicios informativos de Cadena SER y Punto Radio además de
por la redacción de programas de la Cadena COPE. En la actualidad, ejerce como redactora
en el Observatorio de Medios de la empresa de comunicación MEDIAPRO.
Felipe Verdú (Madrid, 1965). Su carrera profesional ha estado siempre vinculada al medio
audiovisual. Tras 18 años como fotógrafo, realizador y director de producción de eventos
para distintas productoras, se especializa en el mundo multimedia e internet.
Laura Vilamor (A Coruña, 1981). Estudió periodismo en la Universidad CEU San Pablo de
Madrid. Ha ejercido como periodista en la Agencia Colpisa, la Oficina de Información del
Arzobispado de Madrid, Aragón Televisión y en Castilla La Mancha Televisión. Actualmente,
es redactora de los informativos de Onda6, la televisión digital terrestre de Vocento en
Madrid.