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Paids Comunicacin/4
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Chion - La audiovsin 56. L. Vilches - La teevsn 57. W. Litt1ewood - La en.senanza de la comunicacin oral 58. R. Debray - Vida y muerte de la imagen Raymond Williams Sociologa de la cultura ~ Ediciones Paids Barcelona-Buenos Aires-Mxico Ttulo original: Culture Publicado en ingls por William Collins Sons & Co. Ltd., Fontana, 1981 Traduccin de Graziella Baravalle Supervisin de M. Gracia Cant cultura Libre La primera edicin de este libra apareci con el ttulo Cultura 1." reimpresin, 1994 Quedan prohbidas. sn la escrita de los titulares dei Copyright, bajo sanciones en las la reproduccl.?n total o parcial de esta obra por cualquicr mtodo o procedimientc, comprendidos la reprograha y eltratamienro intormrico. y la distribucin de ejemplares de eUa mediante alquijer o prstarno pblicos. Raymond WiIliams, 1981 de todas las ediciones en castellano, Edicianes Paids Ibrica. S.A., Mariano Cub, 9208021 Barcelona y Editorial Paids, SAICF, Defensa, 599 Buenos Aires ISBN: 84-7509-193-8 Depsito legal: B-20.077/1994 Impreso en Hurope, S. L., Recaredo, 2 - 08005 Barcelona Impreso en Espana - Printed in Spain Indice 1. Bacia una soclologa de la cultura / 9 2. Instltuclones / 31 3. Formaclones / 53 4. Medlos de produccln / 81 5. Identlficaclones / 111 6. Formas / 139 7. Reproduccln / 169 8. Organlzacln / 193 Bibliografia / 219 lnice analtico y de nombres / 229 1. Bacia una sociologia de la cultura La sociologia de la cultura, en sus formas ms recientes y activas, debe entenderse como una convergencia de intereses y m- todos muy diversos. AI igual que otras convergencias, incluye por lo menos tantas colisiones y fricciones como genuinos puntos de entendimiento. Actualmente trabajan en el1a tantas personas y en tantos pases, que esta rea ha entrado en una nueva fase. Dentro de las categorias tradicionales, la sociologia de la cul- tura est considerada como un rea discutible. En la serie de campos habituales en los que trabaja la sociologia, la sociologia de la cultura est situada, en todo caso, en uno de los ltimos: no slo va despus de los severos temas referidos a c1ases, ndus- tria y poltica, familia o delincuencia, sino que encabeza una especie de cajn de sastre, tras los campos ms definidos de la sociologia de la religin, de la educacin y deI conocimiento. Parece, por tanto, subdesarrol1ada, y as es. No por una ver- 10 11 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA dadera carencia de estudios especficos, aunque aqu, como en otras partes, queda mucho por hacer. Sucede ms bien que, hasta que no se la reconozca como el mbito de una convergencia y como la problemtica de esta misma convergencia, la reacci6n habitual, incluso aunque sea favorable (y esto es comparativa- mente raro entre la generaci6n de ms edad, ya establecida), es consideraria apenas como algo ms que un agrupamiento difuso de estudios especializados, ya sean sobre comunicaci6n (en su forma especfica moderna: los medias de comunicaci6n) o so- bre el campo diferenciado de especializaci6n que conocemos como las artes . Por supuesto que considerar estas estudios como especializa- dos en un sentido prctico y operativo es bastante razonable. Pera considerarias como marginales o perifricos es algo diferen- te. La convergencia moderna que encarna la sociologa contem- pornea de la cultura, es, de hecho, un intento de reformular, desde un conjunto especfico de intereses, aquellas ideas sociales y sociol6gicas generales dentro de las cuales ha sido posible con- siderar la comunicaci6n, el lenguaje y el arte como marginales y perifricos, o, en el mejor de los casos, como procesos sociales secundarias y derivados. Una sociologa moderna de la cultura, ya sea en sus estudios especficos o en sus aportaciones a una sociologa ms general, tendr como objetivo primero el investi- gar, activa y abiertamente, acerca de estas relaciones transmitidas y asumidas, as como acerca de otras relaciones posibles y demos- trables. Como tal, no s610 volver de esta manera a reformular su propio campo, sino que plantear nuevas cuestiones y aportar nuevas pruebas para el trabajo general de las ciencias sociales. Cultura Tanto el problema como el inters de la sociologa de la cul- tura pueden percibirse de inmediato en la dificultad implcita de su trmino aparentemente definitorio: cultura. La historia y el uso de este trmino excepcionalmente complejo puede estudiarse en Kroeber y Kluckhohn (1952) y Williams (1958 y 1976). Este trmino empieza por designar un proceso -Ia cultura (cultivo) de granas o (cra y alimentaci6n) de animales, y por extensi6n la cultura (cultivo activo) de la mente humana- y, a finales dei sigla XVIII, especialmente en alemn y en ingls, acaba por desig- nar una coniiguracin o generalizaci6n dei esprita que con- formaba todo el modo de vida de un pueblo en particular. Her- der (1784-1791) utiliz6 por primera vez el significativo plural, culturas, para distinguiria deliberadamente de cualquier sentido singular, o como diramos ahora, unilineal, de civilizaci6n. EI amplio trmino pluralista fue, por lo tanto, especialmente impor- tante en el desarrollo de la antropologa comparada dei sigla XIX, la cual ha continuado designando una forma de vida completa y diferenciada. Pero adems se plantean preguntas fundamentales acerca de la naturaleza de los elementos formativos o determinantes que producen estas culturas diferenciadas. Las respuestas alternativas a estas preguntas han producido una serie de Significados efecti- vos, tanto dentro de la antropologa como, por extensi6n, a partir de ella: desde la.antigua insistencia en un espritu conformador -ideal, religioso o nacional- hasta un nfasis ms moderno en una cultura vivida, la cual ha sido primariamente determinada por otros procesos socales, ahora diversamente designados, a me- nudo formas particulares de orden politico o econmico. En las tradiciones intelectuales alternativas y enfrentadas que han surgi- do .de este espectro de respuestas, la cultura, en s misma, oscila, por tanto, entre una dimensi6n de referencia significativa. mente total y otra confiadamente parcial. Mientras tanto, en su uso ms general, se produce un intenso desarrollo dei sentido de cultura como cultivo activo de la men- te. Podemos distinguir una gama de significados que va: desde I) un estado desarrollado de la mente, como en el caso de una per- sana con cultura, una persona culta; hasta 2) los procesos de este desarrollo, como es el caso de los intereses culturales y las actividades culturales; y 3) los medios de estos procesos, como Ias artes y Ias obras humanas intelectuales en la cultura. Este ltimo es el significado general ms comn en nuestra propia poca, aunque todos se utilizan. Coexisten, a veces in- c6modamente, con el uso antropol6gico y el sociol6gico --ste, sumamente extendido-- que indica todo el modo de vida de un pueblo diferenciado o de algn otro grupo social. La dificultad dei trmino es por lo tanto obvia, pera puede ser fructferamente considerada como el resultado de tipos anteriores de convergencia de intereses. Podemos distinguir dos tipos princi- pales: a) el que subraya el espiritu coniormador de un modo de vida global, que se manifiesta en toda la gama de actividades so- 12 13 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA ciales, pera que es ms evidente en las actividades especcamen- te culturales: el lenguaje, los estilos artsticos, las formas de trabajo intelectual; y b) el que destaca un orden social global, dentro dei cual una cultura especificable, por sus estilos artsticos y sus formas de trabajo intelectual, se considera como el producto directo o indirecto de un orden fundamentalmente constituido por otras actividades sociales. Estas posiciones con frecuencia se clasifican como a) idealista y b) materialista, aunque debiera seialarse que en b) la explica- cin materialista se reserva generalmente para otras actividades bsicas, relegando la cultura a una versin dei espritu con- formador (por supuesto, ahora con bases diferentes y no prima- rias sino secundarias). Sin embargo, la importancia de cada una de estas posiciones, en contraste con otras formas de pensamiento, consiste en que conduce necesariamente a un estudio intensivo de las relaciones entre actividades culturales y otras formas de vida social. Cada posicin implica un mtodo amplio: en a) ilustracin y clarificacin dei espritu conforrnador como en las historias nacionales de los estilos artsticos y las formas de trabajo intelec- tual que manifiestan, en relacin con otras instituciones y activi- dades, los intereses y valores centrales de un pueblo: en b), la exploracin que va desde el carcter conocido o, susceptible de serlo, de un orden social general, hasta las formas especficas que adquieren sus manifestaciones culturales. La sociologa de la cultura, ai comenzar la segunda mitad dei sigla xx, se compona fundamentalmente de trabajos realizados a partir de estas dos posiciones, gran parte de ellos con gran valor local. Cada posicin representaba una forma de esa convergencia de intereses que el propio trmino cultura, con su persistente espectro de nfasis relacionales, ejemplifica notablemente. Pera en los trabajos contemporneos se va tornando evidente una nueva clase de convergencia, si bien cada una de las posiciones anterio- res an se mantiene y se practica. Esta tiene muchos elementos en comn con b), por su inters en un orden social global, pera se diferencia de b) por su insisten- cia en que la prctica cultural y la produccin cultural (sus trminos ms reconocibles) no se derivan simplemente de un or- den social, por otra parte ya constitudo, sino que son, en s mis- mas, elementos esenciales en su propia constitucin. Comparte, por lo tanto, algunos elementos con a), por su nfasis en considerar las prcticas culturales (aunque ahora tambin se incluyen otras) como constitutivas. Pera, en lugar dei espritu conformador que se consideraba constituyente de todas las dems actvidades, con- sidera la cultura como el sistema significante a travs dei cual necesariamente (aunque entre otros medias) un orden social se comunica, Se reproduce, se experimenta y se investiga. Existe, por lo tanto, alguna convergencia prctica entre I) los sentidos antropolgicos y sociolgicos de la cultura como todo un modo de vida diferenciado, dentro dei cual, ahora, un siste- ma significante caracterstico se considera no slo como esencial, sino como esencialmente implicado en todas las formas de activ- dad social, y 2) el sentido ms especializado, si bien ms corrien- te, de cultura como actividades intelectuales y artsticas, aunque stas, a causa dei nfasis sobre un sistema significante general, se definen ahora con mucha ms amplitud, para incluir no slo las artes y formas tradicionales de produccin intelectual, sino tam- bin todas las prcticas significantes -desde el Ienguaje, pasan- do por las artes y la filosofa, hasta el periodsmo, la moda y la publicidad- que ahora constituyen este campo complejo y nece- sariamente extendido. Este libra est escrito dentro de los trminos de esta conver- gencia contempornea. En algunos de sus captulos, especialmente el 4, 5, 7 Y8, se consideran cuestiones de mbito general. En sus otros captulos, aunque consciente dei campo general, se concen- tra deliberadamente en Ias artes en su sentido tradicional ms comn. Donde el trabajo de la nueva convergencia se ha llevado a cabo mejor y con mayor frecuencia, ha sido en la teora general y en los estudios sobre la Ideologia, o en sus nuevas reas espe- cficas de inters, como los medias de comunicacin y la cultu- ra de masas [popular culture]. Existe, por lo tanto, no slo un vaco que se debe llenar, en estas nuevos trminos, sino tam- bin, a partir de la calidad de algunos de los estudios sobre el arte realizados desde otras posiciones, una sensacin de desafio: en efecto, una sensacin de que tal vez, sobre todo en esta rea toda- va fundamental, deben ser evaluadas las cualidades de las formas de pensamiento representadas por esta convergencia contempo- rnea. i,Por qu una sociologia de la cultura? De lo dicho se desprende con claridad que en esta convergen- cia contempornea, con su extensin deliberada y su interconexin 14 15 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA de los hasta ahora separados (aunque siempre relacionados) sen- tidos de cultura, lo que ahora se denomina con frecuencia estu- dios culturales, es ya una rama de Ia sociologa general. Pero es ms una rama en el sentido de un modo dferenciado de entrada en cuestiones sociolgicas generales que en el sentido de un rea reservada o especialzada. AI mismo tempo, si bien es una clase de sociologa que concentra su inters en todos los sistemas sig- nificantes, est necesaria y centralmente preocupada por Ia pro- duccin y Ias prcticas culturales manifiestas. Su enfoque integral requiere, como veremos, nuevos tipos de anlsis social de inst- tuciones y formaciones especificamente culturales. y Ia investiga- cin de Ias relaciones existentes entre stas y, por una parte, los medios materiales de produccin cultural, y, por otra, Ias formas culturales propiamente dichas. Lo que hace confluir estos elemen- tos es, especficamente, una socologa, pero, en funcin de Ia convergencia, una sociologa de nuevo tipo. Ya hemos visto Ias diferencias tericas entre sta y otras for- mas anteriores de convergencia. Ahora podemos indicar, aunque slo sea esquemticamente, Ias formas histricas que adquiri este desarrollo. La nueva sociologia de Ia cultura puede conside- rarse como una convergencia, y hasta cierto punto como Ia trans- formacin de dos tendencias bien definidas: una dentro deI pen- samiento social general y, ms adelante, especficamente de Ia socologa, Ia otra dentro de Ia historia y el anlsis cultural. Po- demos seialar brevemente Ias contribuciones principales dentro de cada una. Las ciencias culturales y la sociologa Fue Vco, en su La nueva ciencia (1725-1744), el que infundi a Ia vez una nueva confianza y una direccin particular aI pensa- miento social, con su argumento de que el mundo de Ia sociedad civil ha sido a todas luces hecho por los hombres .. y de que pues- to que los hombres lo han hecho pueden albergar esperanzas de conocerlo. Aquello que hasta entonces era un argumento general acerca de Ia valdez de todas Ias ciencias sociales fue puesto espe- cialmente de releve por Ia idea de Vico de buscar los principios de Ia sociedad civil dentro de Ias modificaciones de nuestra pro- pia mente humana, puesto que si Ia mente humana es modiiica- da, en y a travs deI desarrollo social, se hace necesario un inters de los estudios sociales por examinar Ias formas culturales -para Vico, especialmente, el lenguaje- a travs de Ias cuales se mani- fiesta el desarrollo social. Esto aparece igualmente en Herder (1784-1791), quien afiadi el concepto de formas culturales especficas, pero en el contexto, ya comentado, deI espritu conformador. Existen claras lneas de continuidad tanto de Vico como de Herder en Dilthey (1883), quien estableci una distincin importante entre Ias ciencias de Ia cultura (Geisteswissenschaften) y Ias ciencias naturales, Dilt- hey caracterizaba Ias ciencias de Ia cultura por el hecho de que su objeto de estudio era creado por los seres humanos; elobser- vador observa procesos en los cuales l mismo participa necesa- riamente, y por lo tanto es inevitable Ia existencia de diferentes mtodos para establecer pruebas e interpretaciones. Dilthey defi- ni especificamente el mtodo a travs deI difcil concepto de verstehen -una comprensin simptica o una aprehensin intuitiva de Ias formas humanas sociales y culturales- mientras que aI mismo tiempo insista en que todos esos estudios deban ser histricos. Esta orientacin se transmiti aI trabajo de Max Weber y, a travs de l, a una de Ias tendencias de Ia sociologa moderna. Pero tambin estaban contribuyendo a Ia formacin de Ia mo- derna sociologa ideas bastante diferentes. Estas subrayaban el descubrimiento, por el mtodo diferente de Ia observacin obje- tiva y el registro (con frecuencia por analoga con Ias ciencias naturales), de Ias leres de Ia organizacin social. Cada una de estas tendencias tena sus puntos fuertes y sus debilidades. El mtodo deI verstehen poda ser bastante insuficiente para Ia explcacin, o poda recaer en el recurso (tericamente circular) deI espritu conformador, El mtodo de Ia observacin objetiva, aun acumulando datas empricos indispensables, no era con fre- cuencia lo bastante consciente de Ia naturaleza de algunos de los procesos culturales menos tangibles, de stos como elementos de Ia historia y, crucialmente, de los efectos que tiene sobre Ia obser- vacin Ia situacin especfica social y cultural deI observador. Estos problemas, en formas ms refinadas, han continuado preocupando a Ia teoria sociolgica, pera sus efectos sobre Ia SO ciologa de Ia cultura son ahora muy importantes. El estudio de Ias formas y trabajos culturales continu, por una afinidad obvia, siendo practicado por los exponentes deI verstehen, Por otra parte, derttro de Ia comente sociolgica principal, los hechos cul- 16 17 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA turales ms reductibles ai anlisis observacional eran fundamen- talmente las instituciones y los productos culturales de las ins- tituciones. Dentro de la sociologa en general, stos fueron los intereses persistentes de las dos convergencias histricas anterio- res. Cada una de ellas realiz una importante contribucin, pero su comunicacin fue escasa y, en verdad, casi literalmente, no pudieron entablar ningn dilogo. 1. Contribuciones de la sociologa observacional As encontramos en la tradicin dei anlisis observacional (que en Inglaterra y en los Estados Unidos se considera con fre- cuencia como sociologa tout court) un inters creciente por las instituciones culturales, en el momento en que, gracias a los desa- rrollos sociales recientes de la prensa moderna, dei cine y de la radio y de la televisin, surgen instituciones mayores y sus pro- duetos, que podan estudiarse por medio de mtodos ya general- mente accesibles. En esta tradicin, y antes de este desarrollo, la sociologa de la cultura se haba concentrado significativamente en las reas ya institucionalizadas de la religin y la educacin. Pueden distinguirse tres clases provechosas de estudios: I) el de las instituciones sociales y econmicas de cultura y, como alter- nativa, las definiciones de sus productos: 2) el de su con- tenido y 3) el de sus efectos. 1.1 Las instituciones Se han hecho muchos estudios sobre las instituciones moder- nas de comunicacin dentro de una perspectiva explcitamente sociolgica (funcional). Como ejemplos vanse Lasswell (1948), Lazarsfeld y Merton (1948), Lazarsfeld y Stanton (1949). Otros estudios acerca de las mismas instituciones combinan el anlisis institucional con algo de historia -White (1947)- o con una argumentacn social general -e-Sebert, Peterson y Schramm (1956). Es significativo que en esta rea de los estudios nstitu- cionales han sido directa o indirectamente planteados algunos de los nterrogantes ms importantes acerca de la naturaleza de la investigacin sociolgica. Gran parte dei trabajo norteamericano anterior, muy desarrollado empricamente en sus conceptos opera- tivos inmediatos, fue lIevado a cabo dentro de una aceptacin relativamente acrtica de la sociedad de mercado, en la que las funciones generales comerciales y de socialzacin podansu- ponerse interactuantes o en conflicto. Tambin era comn descri- bir esta sociedad de mercado, a partir de una interpretacin de la sociedad moderna, como una sociedad de masas, en la cual diferentes elementos, tales como los auditorios amplios, la relativa impersonaldad de la transmisin o el anonimato de la recep- cin, y la heterogeneidad desorganizada de las sociedades de- mocrticas y comerciales se fundan y en verdad se confundan. Esta presuncin condujo a la denominacin y a la metodologa de la mass communication research, que an domina la sociologa ortodoxa de la cultura. Para una crtica dei concepto y de sus efectos, vase Williams (1974). Irnicamente, el mismo concepto y designacin resultaban ma- nifiestos en estudios de diferente tipo, en los cuales se utilizaban tcnicas observacionales y analiticas comparables, pero en el con- texto de una crtica radical de las instituciones y de sus funciones en la sociedad capitalista (una especificacin de las formas par- ticulares de socializacin- y de comunicacin dentro de un orden social y econmico especfico). Esta sociologa explcita- mente propagandstica estaba por supuesto en conflicto con la posicin (slo aparentemente) neutrab de la fase anterior. Afia- da, necesariamente, elementos de anlisis econmico (de la pro- piedad de las Instituciones) y de historia poltica y econmica. Uno de los principales ejemplos es Schiller (1969), pero pueden verse tambin Weinberg (1962), Murdock y Golding (1974) yel Glasgow University Media Group (1976). Se han hecho relativamente pocos estudios sobre las moder- nas instituciones culturales fuera de los campos dominantes de la prensa, la radio y la televisin, pero sobre cine vase Mayer (1948), y para enfoques ms recientes Albrecht, Barnett y Griff (1970). Estudios empricos de instituciones culturales ms anti- guas, utilizando procedimientos tanto histricos como sociolgi- cos, fueron realizados por Collins (1928), Beljame (1948), Altick (1957), Williams (1961) y Escarpit (1966). 1.2 El contenido Los estudios sociolgicos sobre el contenido cultural se han I 18 19 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA distinguido de otros estudios, por lo dems comparables -sobre historia dei arte o de la literatura-s-, por los presupuestos meto- dolgicos dei anlisis observacional. As, el anlisis de conteni- do se ha definido como una tcnica de investigaci6n para la descripci6n objetiva, sistemtica y cuantitativa dei contenido ma- nifiesto de las comunicacioness (Wright [1959], 76). Este tra- bajo ha sido til en dos reas fundamentales: el anlisis de los tipos de contenido -vanse Berelson (1950) y Williams (1962)- y de la selecci6n y descripci6n de algunas figuras socia- les, vase Lowenthal (1961). En el primer caso, el anlisis requie- re necesariamente procedimientos de investigaci6n extensivos y sistemticos, en contraste con el tratamiento ms selectivo e incluo so arbitrario dei contenido en los estudios no-socioI6gicos. Esto se comprueba tambin en el ltimo caso, en que la investigaci6n cultural sobre los tipos de ficci6n puede combinarse con un an- lisis ms amplio de la significaci6n social cambiante de algunas figuras socialmente tpicas (policia y detective, doctor, enferme- ra, sacerdote, delincuente, etc.). EI anlisis de contenido ha sido con frecuencia criticado por sus hallazgos meramente cuantitativos, pero sus datos, aunque con frecuencia necesitan una interpretaci6n ulterior, son esencia- les para cualquier sociologa de la cultura desarrollada, no s610 en los modernos sistemas de comunicaci6n, donde la gran canti- dad de trabajos lo hacen inevitable, sino tambn en otros tipos de estudios ms tradicionales. . 1.3 Los ejectos Las contribuciones ms evidentes de la sociologa observacio- nal se han dado en el estudio de los efectos. Esta tendencia re- quiere en s misma un anlisis socolgco, puesto que en algunos aspectos est claramente relacionada con el carcter social de al- gunas instituciones modernas, muy particularmente en la publci- dad y la investigaci6n de mercado, pero tambn en las investiga- ciones sobre audiencia y en el sondeo de las opiniones polticas. La financiaci6n '!e investigaciones de este tipo ha alcanzado una dimensi6n a la que no se aproxima ninguna otra rea de investi- gaci6n sociol6gica. Pero adems podemos distinguir entre dos tipos de estudios: a) estudios operacionales, por lo general no publicados, que estudian los efectos como indicadores de poltica interna y de decisones de marketing: estudio de actitudes en la investigaci6n de mercado, estudios de respuestas a los programas en las investigaciones sobre radio y televisi6n, sondeos politicos privados sobre temas de actualidad; y b) investigacin critica en la cual los efectos de los programas que muestran violencia o de emisiones de radio y televisi6n de carcter politico, o de otras formas especficas de producci6n son evaluadas tanto por sus efectos sociales especficos como generales, con frecuencia en res- puesta a una preocupaci6n pblica manifiesta. Gran parte de lo que ahora conocemos, en un rea an muy difcil y controvertida, acerca de las clases diferentes de violencia televisiva y sus efectos diferenciales sobre nifios de diferentes sectores sociales, o acerca de los efectos de los diferentes tipos de programas polticos de radio y televisi6n -declaraciones de los partidos, reportajes electorales, definici6n de los principales temas de actualidad- procede de este tipo de investigaci6n. Como ejemplos vanse Him- melweit, Oppenheim y Vince (1958), Blurnler y McQuail (1968), y, ms en general, Lazarsfeld y Katz (1955), Halloran (1970) y Halloran, Brown y Chaney (1970). En Williams (1974), puede encontrarse una crtica de los es- tudios sobre los efectos que plantea el interrogante acerca de las normas sociales sobre las que se presume operan estos efectos. AI misrno tiempo debera recordarse que en los estudios culturales no sociolglcos, as como en muchas publicaciones generales, la cuesti6n dei efecto se plantea casi siempre sin mucha o ninguna evidencia y con frecuencia s610 por afirmaci6n simple e incluso casual. Aqui, como en otras partes, la contribuci6n sociolgca, si bien requiere por lo general cierta crtica y perfeccionamiento, ha resultado indispensable. 2. La tradicin alternativa Fuera de la sociologa observacional se produjo una conver- gencia temprana entre teorias sociales de la cultura y lo que ha- ban sido, ms especficamente, teoras y estudios sobre arte de carcter filosfico, hist6rico y crtico. Especialmente ocurri6 as en la tradici6n alemana, en la que se desarrollaron varias escue- las importantes, y tambin fue esto lo que sucedi6 desde el co- mienzo en una tradici6n marxista ms general, que ha sido par- 20 21 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA ticularmente activa y, debe subrayarse, diversificada en los ltimos anos. Antes M pasar a esta compleja rea moderna, deberamos ob- servar ciertos ejemplos fundamentales de historia y anlisis cul- tural, que no podramos lIamar sociolgicos, pero en los cuales se exploraron prcticamente ciertos conceptos y mtodos cruciales. Son sobresalientes entre ellos, adems de los trabajos de Vico y Herder, ya considerados, los de Ruskin (1851-1856 y 1857) Y Burckhardt (1878), junto con la obra de Dilthey (1976). Puede decirse que obras de esta elase, y existen muchos otros ejemplos posibles, comienzan de forma ms evidente a partir dei arte y de la cultura reales en cuestin, y por lo tanto pueden ineluirse en la historia o la crtica. Sin embargo, son diferentes de la historia y de la crtica generales dei arte en tanto que introducen de ma- nera consciente, si bien de formas variadas, conceptos sociales activos como elementos necesarios para la descripcin y el an- lisis. Su solapamiento con la moderna sociologa de la cultura en la tradicin alternativa resulta entonces clara. Los estudios modernos ponen el nfasis en tres aspectos gene- rales: 1) las condiciones sociales dei arte; 2) el material social de las obras de arte; y 3) las relaciones sociales en las obras de arte. 2.1 Condiciones sociales dei arte El estudio de las condiciones sociales dei arte se superpone, evidentemente, con la esttica general y con algunas ramas de la psicologa, as como con la historia. Dentro de este estudio se da, efectivamente, una divisin teriea fundamental entre enfoques principalmente estticos y psicolgicos, por una parte, y enfoques principalmente histricos por la otra. Algunos trabajos dei primer tipo evitan toda consideracin social y se salen de nuestro con- texto presente. Pero existen tendencias significativas basadas en lo fundamental sobre datos estticos y psicolgicos que o bien a) introducen las condiciones sociales como modificadores de un proceso humano que de otra forma podra considerarse rela- tivamente constante, o bien b) construyen perodos generales de cultura humana dentro de los cuales florecen ciertos tipos de arte. Ejemplos de la primera incluyen a Read (1936) y otras obras de una orientacin generalmente social-freudiana; de la ltima, con algunos precedentes en Nietzsche (1872) y Frazer (1890), se encuentran en Weston (1920), [ung (1933) y Frye (1957). EI aspecto comn ms interesante de este tipo de trabajo, que por lo general se aparta decididamente de la socologa y que con frecuencia le es hostil, es su relacin con una tendencia dei pensamiento marxista sobre el arte. Ni Marx ni Engels escribieron sistemticamente sobre arte, pero de sus escritos se han deducido importantes posiciones tericas, las ms conocidas de las cuales se refieren a los anlisis sobre el material social y las relaciones sociales en las obras de arte, y sern discutidas ms adelante. Pera existen otros estudios marxistas sobre los orgenes y las tipologas dei arte que pertenecen propiamente a esta primera divisin. Entre estos estudios, a modo de ejemplo, se ineluyen Plejanov (1953), que relaciona el arte con los instintos o impulsos primitivos; Kautsky (1927), que relaciona el desarrollo dei arte con el com- portamiento animal evolucionado; Caudwell (1938), que relaciona el arte con el gentipo, y Fischer (1963). Algunos elementos de estos enfoques, combinados (como tambin en Caudwell) con orientaciones especficamente histricas, pueden observarse en Lukcs (1969) y Marcuse (1978). Es importante distinguir los estdios de esta naturaleza, y sub- rayar su posible valorJ en comparacin eon esa versin ms es- quemtica de las condiciones sociales dei arte (con frecuencia de- nominada sociologlsmo o relativismo sociolgico), que es ms comnmente asociada ai marxismo. Ningn estudio sobre el arte puede en ltima instancia descuidar los procesos fsicos y las necesidades dei organismo humano, con las cuales (vase el cap- tulo 4) estn tan estrechamente relacionados los medios de pro- duccin. Esos procesos pueden estudiarse directamente en fiso- loga y psicologa experimental, pero entonces surge el problema central de la variabilidad de las elases de trabajo producidos a partir de estas bases (presumiblemente) comunes, ante la eviden- cia de la antropologa y de la historia. Las correlaciones en esta rea, especialmente en los trabajos no marxistas, pero tambin en la mayor parte de los estudios marxistas hasta ahora, han ten- dido a proceder menos a partir dei anlisis seguro de los datos que a partir de una conceptualizacin relativamente a priori, por lo general de un tipo estrictamente contemporneo, a la cual los datos de que se dispone se afiaden a ttulo ilustrativo. Este es especialmente el caso en la abstraccin de las prcticas mgicas o de los motivos econmicos o dei simbolismo sexual como explicaciones genricas dei arte de otras culturas. Todos estos conceptos han sido aplicados, sucesivamente, a las pinturas prehis- 22 23 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA de .Ias cuevas, con resultados diferentes pero siempre arbi- traros. Mientras tanto, la abstraccin de un instinto esttico aislado de su contexto y de otras relaciones, ha suprimido, aun- que con frecuencia se haya aproximado ai tema, todo el problema de las prcticas conexas pero variables. En la importante obra de Mukarovsky (1970) y de Morawski (1974), pueden hallarse sustanciales correcciones tericas de estos procedimientos. En trminos de la sociologia de la cultura, esta rea puede ahora redefinrse tericamente como un estudio de las situaciones y de las condiciones de las prcticas (vase el captu- lo 4). Debemos, pues, observar con detalle las formas en que los procesos biolgicos relativamente constantes y los medios de pro- duccin relativamente variables se han combinado en formas a la vez especficamente variables y especificamente comparables, siem- pre dentro de situaciones sociales (histrico-sociales) especficas. Sin embargo, en comparacin con otros cuerpos de especulacin conceptual, esta fundamental sociologia de la cultura apenas ha comenzado. 2.2 El material social en las obras de arte EI estudio dei material social en las obras de arte ha sido muy extenso, y, con frecuencia, se considera simplemente como el contenido total de una sociologa de la cultura. Gran parte de l, de hecho, es ms propiamente histrico, pero incluye una formu- lacin o presupuesto sociolgico fundamental. Esto se puede ob- servar en la teoria de la base y la superestructura, generahzada de forma efectiva a la cultura por Plejanov (1953). Los problemas que presenta este concepto son considerados en Williams (1977). Dentro de esta tendencia, los hechos o la es- tructura bsica de una sociedad y/ o perodo dados se perciben o se establecen por medio de un anlisis general, y su reflejo en las obras propiamente dichas se hilvana ms o menos direc- tamente. De modo que tanto el contenido como la forma de la nueva novela realista dei siglo XVIII pueden ser presentados como dependientes dei hecho ya conocido de la creciente importancia social de la burguesia comercial. Como ejemplo probado e influo yente de este mtodo, vase Lukcs (1950). 2.3 Las relaciones sociales en las obras de arte En su punto ms complejo, el anlisis dei material social en el arte se extiende hasta el estudio de las relaciones sociales. Esto sucede especialmente cuando la idea dei reflejo -segn la cual las obras de arte encarnan directamente el material social preexis- tente---- es modificada o reemplazada por la idea de mediacin. La mediacin puede referirse en primer lugar a los procesos necesarios de composicin, en un medio especfico; como tal, indi- ca las relaciones prcticas entre las formas artisticas y sociales (vase ms adelante). Pero' en sus usos ms comunes se refiere a lo indirecto de la relacin entre la experiencia y su composicin. La forma de este carcter indirecto se interpreta de manera varia- ble segn los diferentes usos dei concepto. As, por ejemplo, la novela de Kafka, El Proceso, puede leerse desde diferentes posi- ciones: a) como una mediaci6n por proyecci6n: un sistema social arbitrario e irracional no se describe directamente, en sus propios trminos. sino que se proyecta, en sus aspectos esenciales, corno extraio y ajeno; b) como una mediaci6n a travs dei descubri- miento de Una correlaci6n obietiva: se compone una situacin y unos personajes para expresar, de una manera objetiva, los sen- timientos subjetivos o reales -una culpa inexpresable- de los cuales proviene el impulso original para la composicin; c) como mediaci6n en tanto que funci6n de los procesos sociales funda- mentales de la conciencia, en la cual ciertas crisis que no pueden aprehenderse directamente se cristalzan en ciertas imgenes y formas artistidas directas, imgenes que por consiguiente iluminan una condicin bsica (social ypsicolgica); no slo la alienacin de Kafka sino una alienacin general. En c) esta condicin bsi- ca puede estar referida de manera variable a la naturaleza de toda una poca, de una sociedad determinada en un perodo concreto, o de un grupo particular dentro de esa sociedad en ese perodo. Todos estos casos, pero ms obviamente el segundo yen particu- lar el tercero, son potencialmente sociolgicos, pero implican tipos de anlisis muy diferentes dei rastreo de las relaciones directas de contenido y de forma. Los anlisis que utilizan estos conceptos y mtodos pueden hallarse en Benjamin (1969), Goldmann (1964), Adorno (1967a) y el trabajo colectivo de la importante Escuela de Frankfurt (vase Iay, 1973). 24 25 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA Formas Ha existido cierta convergencia entre eI anlisis deI material social y eI de Ias relaciones sociaIes en Ias obras de arte y eI an- lisis de contenido deI material de comunicaciones descrito ante- riormente. En su presunci6n de un contenido sistemticamente rastreabIe, ya sea reflejado o mediado, tienen muchos puntos en comn, y entre ambos han producido muchos trabajos valiosos. Pero en los ltimos anos se ha producido una convergencia de mayor influencia, tanto en los estudios de arte como en los estu- dias de comunicacin, en torno aI concepto de formas. Este inters aparece notabIemente teorizado y ejemplificado en Lukcs (1971), GoIdmann (1975) y BIoch y otros (1977), donde tambin lo encontramos vigorosamente debatido. Un tratamiento extenso de este tipo de anlisis social se hace en los captulos 5 y 6. Formas y relaciones sociales A partir deI anlisis de lo que puede ser definido, dentro de esta tendencia, como Ias formas sociaIes deI arte, ha tenido lugar un cierto desarroIlo deI anlisis de Ias formaciones sociaIes corres- pondientes. Existe un buen ejempIo en GoIdmann (1964), y tam- bin los estudios clsicos de pioneros como Gramsci(l971) y Ben- jamin (1973). Aqu nuevamente se da una cierta convergencia con eI trabajo de una tradici6n ms directamente socioI6gica, y espe- cialmente (aunque entonces se pIantean muchos problemas teri- cos) con Mannheim (1936 y 1956), as como con una cantdad de estudios empricos sobre grupos y condiciones especficas (vase Beljame, 1948). La socioIoga de Ias formaciones culturales, y sus relaciones con Ia ms ampliamente practcada socioIoga de Ias instituciones, se estudia directamente en los captulos 2 y 3. Ideologa Falta sefialar un rea especialmente importante y difcil de Ia socioIoga de Ia cultura, que ha sido prominente y a veces domi- nante en Ia convergencia actual. Se trata deI conjunto de proble- mas asociados con eI difcil trmino de deologa. Ideologia es un trmino indispensabIe en eI anlisis sacio- lgico, pera eI primer niveI de dificultad reside en si se utiliza para describir: a) Ias creencias formales y conscientes de una cIase o de otro grupo social, como en eI uso comn deI trmino deolgco para indicar principias generaIes o posiciones ter- cas o, como con frecuencia se hace, con resultados poco favora- bIes, para indicar los dogmas; o b) Ia visin dei mundo o perspec- tiva general caractersticas de una clase o de otro grupo social, que incIuye creencias formaIes y conscientes, pera tambin actitu- des, hbitos y sentimientos menos conscientes y formulados, e in- cluso presupuestos, comportamientos y compromisos incons- cientes. Queda claro, en primer lugar, que eI anlisis socioI6gico de Ia cultura debe con frecuencia, incluso fundamentalmente, trabajar con eI sentido a). Es una va principal por media de Ia cuaI se puede relacionar Ia producci6n cultural, con frecuencia de forma muy precisa, con Ias clases sociales y otros grupos que tambin pueden definirse en otros trminos sociaIes, por media deI an- lisis poltico, econ6mico y ocupacional. Pera pronto queda claro, tambn, que eI anlisis cultural no puede confinarse aI nvel de Ias creencias formaIes y conscientes. Son necesarios dos tipos de extensi6n. En primer lugar, hacia esa rea ms amplia de los sentimientos y Ias actitudes y presupo- sciones que usualmente marcan, de manera muy diferenciada, Ia cultura de una cIase u otro grupo particular. Esta rea ms am- plia y menos tangibIe tambin es importante para investigar Ia cultura cambiante de lo que de otra forma es (digamos en tr- minos econ6micos) una clase continua o persistente. En taIes reas descubrimos toda una coIoraci6n vivida, y un rea amplia de prctica social real, que son culturalmente especficas y por tanto analticamente indspensables. Por otra parte, en segundo lugar, existe Ia necesidad de una segunda extensi6n hacia esa rea de Ia producci6n cultural manifiesta que, por Ia naturaIeza de sus formas, no es, o no lo es principal y nicamente, Ia expresi6n de creencias formaIes y conscientes, como lo son Ia filosofa, o Ia religi6n, o Ia teoria econ6mica o poltica, o Ias Ieyes; sino eI dra- ma, Ia ficci6n, Ia poesa y Ia pintura. De hecho existen, con frecuencia, estrechas conexiones entre Ias creencias formaIes y conscientes de una cIase u otro grupo social y Ia producci6n cultural propia de eIIos: se trata, en algu- nas ocasiones, de conexiones directas con las creencas, en eI 26 27 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA contenido manifiesto includo; frecuentemente, conexiones ras- treables con las relaciones, perspectivas y valores que esas creen- cias legitimizan o normalizan, como en las selecciones particula- res (nfasis y omisiones) dei tema; con frecuencia, tambin, cone- xiones analizables entre los sistemas de creencias y las formas artsticas, o entre ambos y una posicin y posicionamiento en el mundo esencialmente subyacentes. Eu este caso, e1 uso de ideologia como trmino comn de esos estadios esencialmente diferentes dei anlisis s610 puede ser confuso y equvoco. En el caso dei contenido manifiesto no se plantea un verdadero problema. Las selectividades caractersticas tambin pueden, sin mucho esfuerzo, ser lIamadas ideolgicas, aunque con frecuencia debe tenerse en cuenta una persistencia condicionada de ciertas formas artsticas que encarnan estas se- lecciones. Es en el caso de las congruencias ms profundas y de las congruencias posibles que el uso de ideologa plantea ms prohlemas, puesto que si la ideologa es un punto de refereneia fundamental, o incluso un punto de origen, en niveles tan bsicos de produccin y reproducci6n social es difcil, como previamente en algunos usos de cultura, saber qu es lo que se deja para todos los otros procesos sociales. Adems, mientras ideologa retiene, por el peso especfico de su uso lingstico, el sentido de creencias organizadas (ya sea formales y conscientes o penetrantes y diluidas), con frecuencia puede suponerse que tales sistemas son el verdadero origen de toda la producci6n cultural (y de hecho de toda la restante pro- ducci6n social). En el caso dei arte esto sera gravemente reducti- vo. Excluira, por un lado, los procesos fsicos y materiales direc- tos (vase el captulo 4) en los que estn basadas tantas artes, y por otro, aquelIos procesos cruciales de elaboraci6n y reelabora- ci6n que son los elementos especficos -a diferencia de los ele- mentos susceptibles de ser abstrados- en el arte importante. Estos procesos van desde: a) la ilustraci6n activa (todava relati- vamente simple), a b) los tipos de reinvenci6n activa y de descu- brimiento exploratorio y, fundamentalmente, c) la tensi6n, la con- tradiccin o 10 que en otro contexto se denominara disidencia. Tales procesos cubren tambin un espectro que va desde lo que podemos considerar, simplemente, como traduccinx de ideolo- ga a un material directamente sensorio, a lo que puede conside- rarse con mayor propiedad -en trminos de procesos fsicos y materiales de la obra de arte-- como produccin de una clase distinta y general. Debemos entonces seiialar que, a menos que hagamos estas extensiones y matizaciones, ideologia, incluso y tal vez espe- cialmente en algunas influyentes tendencias contemporneas dei anlisis marxista, est repitiendo, como concepto, la historia dei concepto de cultura. En sus usos ms especficos puede contri- buir en gran medida como va de correcci6n a los usos generali- zadores de cultura. Puede abrir una brecha en la, con frecuen- ca, falsa generalidad de la expresi6n todo el modo de vida y diferenciar adscripciones a clases especficas y otros grupos. Como tal, es, eu efecto, un trmino clave en los procedimientos de una sociologa activa de la cultura, pero en sus usos ms extendidos y generalizados puede convertirse en algo notablemente parecido ai espritu conformador de las teoras idealistas de la cultura, y esto puede suceder incluso cuando ofrece (pero no incluye o especifica) una referencia en ltima instancia a la economa o ai modo de produccin. No es la generalidad como tal la que es defectuosa. Las ideo- logas generales, en toda su profundidad y elaboracin, deben, en efecto, considerarse entre las formas ms notables de produccin cultural colectiva. Pero es precisamente a causa de que todas las ideologas significativas son efectivamente profundas y elaboradas que el concepto no puede abstraerse como una especie de esp- ritu conformador, que estuviera en las races de toda produccin cultural. Decir que toda prctica cultural es ideolgica no quie- re decir sino que (como en otros usos corrientes) toda prctica es significante. Teniendo en cuenta todas ias dificultades de super- posicin con otros usos ms comunes, este sentido es aceptable. Pero es muy diferente a describir toda produccin cultural como ideologia, o como dirigida por la ideologa, porque lo que entonces se est omitiendo, como en los usos idealistas de cultu- ra, es el conjunto de procesos reales y complejos a travs de los cuales una cultura o una ideologa son en s mismas produ- cidas. Y una sociologa madura de la cultura debe preocuparse necesariamente por estos procesos productivos. Estudiar una ideologa y lo que elIa produce es una forma reconocible de filosofia idealista. Lo que el socilogo o el historiador de la cultura estudian son las prcticas sociales y las relaciones sociales que producen no slo una cultura o una ideologia sino, ms significativamente, aquelIos estados y obras dinmicas y reales 28 29 HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA CULTURA dentro de las cuales no slo exislen continudades y determinacio- nes persistentes, sino tambin tensiones, conflictos, resoluciones e irresoluciones, innovaciones y cambias reales. Puede hacerse una ltima observacin acerca de los usos co- rrientes de ideologa, Cuando se contrapone, como falsa con- cienca o como experiencia ilusria eon la cenca (vase Althusser, 1970, 1971), es con frecuencia notablemente similar, eu efecto, a aquella presunta rea de experienca comn contra la cual se ubica a s misma la observacin cientfica de la sociologia emprica. No cabe duda de que las bases filosficas de estas tendencias son distintas e incluso opuestas. Pera la presun- cin de un mtodo de explicacin que pueda tomarse a priori por encim de toda otra experiencia social y produccin cultu- ral es en s misma, cuando se la analiza, un hecho ms en la sacio- loga de una fase particular de la cultura. Sus modos de privilegio, en las instituciones y las prcticas propiamente dichas, necesitn un estudio especialmente cuidadoso. orientaciones La sociologa cultural, por lo tanto, se ocupa de los procesos sociales de toda produccin cultural, incluyendo aquellas formas de produccin que pueden denominarse ideologas. Esta define un campo, pero el trabajo que ahora se est haciendo, desde tan diversos puntos de partida, es todava una convergencia de inte- reses y de mtodos y an persisten diferencias tericas cruciales en cada estadio. Otro efecto de la variedad de puntos de partida, en la historia, la filosofia, los estudios literarios, la lingstica, la esttica y la teora social, as como en la misma sociologa, es que siempre existe el problema de la superposicin con otras dis- ciplinas diferentes y sin embargo necesarias, Una sociologia de la cultura debe interesarse por las institu- ciones y formaciones de la produccin cultural, pues ste es uno de los ms caractersticos de sus campos. Este es el tema dei se- gundo y tercer captulos de este libro. Pero adems una sociologa de la cultura debe interesarse tambin por las relaciones sociales de sus medios especficos de produccin. Este ser el tema dei cuarto captulo. Debe estudiar adems la forma en que, dentro de la vida social, la cultura y la produccin cultural se identi- fican y se distinguen socialmente. En esto consiste el tema dei quinto captulo. En todas estas reas hay superposiciones con la historia general y con la historia de las artes particulares. La sociologa de la cultura no puede reemplazarlas, pero puede plan- tear ai material que les es propo algunas cuestiones especfica- mente sociolgicas. Una sociologa de la cultura debe adems, y muy obviamente, ocuparse de las formas artsticas especficas. Estas, ejemplificadas a partir dei drama, sern el tema dei captulo sexto. En esta rea se da una superposicin con el anlisis crtico y con el estudio general de los sistemas de signos, como en la semitica. La soco- loga de las formas culturales no puede reemplazar a estas disci- plinas, pero ai poner el acento en la base social tanto como en la base de notacin de los sistemas de signos, considerados entonces como sistemas significantes generales, plantea cuestiones sociolgi- cas especficas y afiade, a lo que de otra forma seran tipos de anlisis internos, una dmensin social deliberadamente ampliada. Una sociologa de la cultura debe adems preocuparse por el estudio de los procesos de reproduccn cultural y social. Este es el tema dei sptimo captulo. Aqu hay superposiciones eviden- tes con la teora poltica y con la sociologa general; a las cuales la sociologa cultural no puede reemplazar, pero a las que puede intentar aportar su propio tipo de datos y pruebas. Por fin, una sociologa de la cultura debe ocuparse de los problemas generales y especficos de la organizacin cultural. Este es el tema dei captulo octavo. Aqu hay de nuevo superposiciones con la teora poltica y con la sociologa general que la sociologa cultural no puede reemplazar, pero a las que puede intentar contribuir con su acento caracterstico en la organizacin de los sistemas significan- tes y en los tipos especiales de formacin social que se ocupan profesonalmente de esto, incluyendo aqu la difcil categora co- mnmente identificada como intelectuales. En materia de orga- nizacin se produce tambin aqu una superposicin directa con el anlisis econmico, y esta se est volviendo especialmente im- portante en el estudio de las organizaciones culturales capitalistas modernas y especialmente en los mdios de comunicacin, El reciente desarrollo de una economa poltica de la cultura (va- se Schiller, 1969; Murdock y Golding, 1974; y Garnham, 1977) es especialmente necesario y bienvenido, y debera ser visto no slo como diferente, sino como complementaria de una sociologa de la cultura. Hemos descrito, por tanto, una convergencia, y los intereses 30 y los mtodos que, simultneamente, han contribuido a ella, y que, en la mayora de los casos, siguen teniendo importancia ms all de esta convergencia como disciplinas diferenciadas. Podemos ahora dirigir la atencin a las reas especficas de sus preocupa- ciones directas. 2. Instituciones Parece ser que cualquier sociologa de la cultura apropiada debe ser una sociologia histrica. Cuando contemplamos el gran nmero de tes!imonios sobre las relaciones de la producci6n cul- tural, en ,tartas sociedades y perodos histricos diferentes, queda claro que sera imprudente que adoptramos, como primer cons- tructo terico, algn esquema de explicaci6n universal o general de las relaciones necesarias entre cultura y sociedad, Gran parte de la sociologa de la cultura existente presupone, de forma inevitable en cierto sentido, las relaciones tpicas o do- minantes deI periodo deI cual se ocupa, y procede a aportar datos detallados sobre ellas. Pero luego puede suceder que estas relacio- nes se conviertan en una norma, a partir de la cual se interpretan otros perodos o incluso, por contraste, se [uzgan, Las relaciones culturales deI mercado se comparan con las deI patronazgo, o la situaci6n deI artista profesonal con la deI productor esta- 32 33 INSTITUCIONES tal. Muchos de estos trminos slo tienen sentido en un contexto estrechamente determinado, pero, a medida que avanzamos con ellos hacia afirmaciones sociolgicas generales, se tornan cada vez menos satisfactorios. EI importante concepto de patrn, por po- ner un ejemplo, comprende (y por lo tanto con frecuencia oscu- rece) por lo menos cuatro o cinco relaciones sociales en la pro- duccin cultural. As en la transicin desde lo local y especfico hacia los con- ceptos generales, los constructos tericos derivados de los estudios empricos y su extensin o generalizacin siempre acostumbran a presuponer demasiadas cosas. Por otra parte, a partir de estudios, cualquiera que sea su grado de reflexin o enfoque teon- co, podemos comenzar a dar forma, comprobar y realizar descripciones conceptuales. Avanzar, o aparentar avanzar, mas ali de este necesario trabajo emprico, por medio de una tempra- na construcci6n de un marco terico general, equivale comn- mente, en la prctica, a una transicin no razonada desde concep- tos locales especficos a conceptos generales. Su diferencia con la simple generalizacin emprica es que mientras la primera extien- de sus nombres locales a una variedad de situaciones histricas para las que tal vez slo son parcialmente apropiados, esta ltima tendencia teoricista extiende las interpretaciones Ycategoras pre- supuestas en lo que siempre es, esencialmente, una bsqueda de instancias ilustrativas. Algunas versiones de esta tendencia son, sin embargo, ms reconocibles como teoricistas que otras. EI ejemplo ms cono- cido es el de la supuesta relacin (terica) entre la base y la superestructura en los estudios culturales marxistas, que en su forma ms simple afirma que el arte refleja la estructura socioe- conmica de la sociedad en la que es producido, y luego presenta las instancias (con frecuencia convincentes) de esta relacin. Pero este tipo de teora marxista no debiera considerarse aisladamente. De hecho no es ms teorcista que la idea bsica liberal de cul- tura, en la cual se supone que la fuente universal de la cin cultural es la expresin individual, de modo que estudiar las relaciones sociales de la actividad cultural es describir las condiciones que ataien a esta norma, permitiendo o impidiendo su lbre ejercicio. Aqui, de hecho, como se ve tambin, pero menos obviamente, en la teora de la base y de Ia superestructura, lo que se supone o se presenta como teora puede ser considerado, en un examen ulterior, como Ia extensin y Ia generalizaci6n de los problemas, preocupaciones y observaciones (con frecuencia muy significativos) de un perodo cultural dado. Una sociologa de la cultura adecuada debe proceder con ms rigor. No puede evitar Ia aportaci6n instructiva de los estudios empricos y de las posiciones te6ricas y cuasi-tericas existentes. Pero debe estar en condiciones de reelaborar y reconsiderar todo el material y los conceptos heredados, y presentar sus propias contribuciones dentro de la interacci6n abierta entre la evidencia y la interpretaci6n que es la verdadera condici6n de su adecua- ci6n. Todo lo que sigue a continuaci6n, en este libro, se presenta en este sentido: como una investigaci6n y un conjunto de hipte- sis de trabajo, ms que como un cuerpo de conclusiones demos- tradas y verificadas. I nstituciones y [ormaciones Podemos proponer como distinci6n inicial la siguiente: por un lado, las relaciones variables entre productores culturales (un trmino, si bien abstracto, deliberadamente neutral) e institucio- nes sociales identificables; por otra parte, las relaciones variables en las que los productores culturales han sido organizados o se han organizado a s mismos, es decir, sus [ormaciones. Esta es una distinci6n operativa, para hacer posible cierta variedad de enfoque en la cuesti6n relativa a las relaciones sociales efectivas de cultura, y no pretende dar a entender que no existan relaciones significativas o incluso causales entre las relaciones institucionales y formacionales; en efecto, como veremos, stas estarn con fre- cuencia, y quiz siempre, presentes. Pero si deducimos relaciones culturales significativas s610 a partir dei estudio de las institucio- nes, correremos el peligro 'ele' pasar por alto algunos casos impor- tantes en los cuales la organizaci6n cultural no ha sido, en ningn sentido corri ente, institucional, y en particular el sorprendente fenmeno dei movmientos cultural, tan importante en el pero- do moderno, y que ser especficamente analizado en el captulo siguiente. En el presente captulo consideraremos fundamental- mente las relaciones entre los productores y las instituciones y s610 en ese contexto la cuesti6n de las formaciones directas. 34 35 INSTITUCIONES 1. El artista institucionalizado EI primer caso que debemos considerar es aquel en el cual, en muchas sociedades relativamente tempranas, un artista de un cierto tipo -con frecuencia, de hecho, un poeta- era oficialmen- te reconocido como parte de la propia organizacin social central. Este caso es tan importante, en comparacin con la situaci6n so- cial de los artistas en las sociedades posteriores, que con frecuen- cia se presenta como si fuera singular y uniforme, y esto puede tener efectos importantes sobre su interpretaci6n ms general. AlI donde tenemos pruebas de tal reconocimiento oficial dentro de la organizaci6n social central, no s610 encontramos -como sera de esperar- diferencias entre sociedades diferentes, sino tambin diferencias hist6ricas entre diferentes formas de una so- ciedad con continuidad histrica. Esto es muy claro, a pesar de lo incierto de los detalles, en el caso caracterstico de los bardos celtas. De modo que podemos decir que en las sociedades clticas tradicionales el bardo tena un lugar de honor en la organizaci6n oficial dei reino o tribu. Pero las relaciones sociales reales eran siempre ms complejas y variables. Los testimonios ms anti- guos que tenemos, a partir de la observaci6n que los romanos efectuaron de los celtas en las Galias, ya proviene de una sociedad considerablemente desarrolIada. Lo que estos testimonios sugieren es un estadio particular en la especializaci6n de funciones que, en estadios an ms tempranos, no habra sido -como en muchos casos comparables- claramente diferenciado. Este proceso de especializaci6n es ciertamente central para la historia de la cultu- ra (vase el captulo 5). Las funciones que se diferenciarn ms tarde como las de sacerdote, profeta o bardo -y en trmi- nos ms modernos historiador o incluso cientfico- con fre- cuencia eran originariamente ejercidas por los mismos individuos o grupos de individuos. La distinci6n de estas funciones fue en parte el resultado de su desarrolIo interno, a medida que cada funcin iba requiriendo ms habilidad y tiempo. Pero tambin fue, y tal vez fundamentalmente, el resultado de cambios ms ge nerales en la organizaci6n social y en el modo de producci6n. En cualquier caso, en la poca en que se observan tales cambios, el reconocimiento oficial resulta ser un elemento de una sociedad aristocrtica estructurada. De modo que se dice (aunque todava con problemas de inter- pretacin) que los bardos constituan un orden especfico por de- bajo de los sacerdotes y los adivinos, aunque junto con elIos componan una casta privilegiada especfica. Existe pues un pro- blema inmediato para interpretar sus verdaderas relaciones socia- les. Se ha dcho, por un lado, que en esta stuacin el bardo es responsable ante la sociedad, ai tiempo que su portavoz; y por otro, que es su deber servir a las glorias pasadas y presentes de la clase dominante. Cuando llegamos, en un estadio ms tardio, a obtener algn testimonio acerca de su verdadero trabajo, podemos comprobar ciertamente el cumplimiento de la ltima funcin en la muy comn apologa o encomio de los que estn en el poder. Pero luego, a partir de aqu, podemos apreciar el carcter mixto de las sagas y las genealogas, que con frecuencia funcionan como legitimacin dei poder, pero que son tambin versiones de la his- toria. Ms all de stas, una vez ms, encontramos casos claros de tradicin y precepto y observacin ms generales, que indu- dablemente sirven a una funci6n social ms amplia. Existen ade- ms pruebas de cierta independencia relativa incluso en relaci6n con los gobernantes directos, como en los conflictos y leyes sub- siguientes, en la literatura irlandesa, acerca dei uso dei libelo. O una vez ms: los bardos de! mundo emiten juicios sobre los hombres valientes, como escribi6 un poeta gals dei siglo VI (Aneirin), en un notable poema en el que lIoraba una derrota y honraba a quienes murieron en elIa. EI reconocimiento y la posterior especializaci6n de la funci6n brdica continu6 cambiando a medida que cambiaban las socie- dades. As, despus de la cristianizaci6n de Irlanda, la funci6n sacerdotal fue desplazada a un tipo de orden bastante diferente, utilizando cada vez ms la escritura, mientras que la funci6n br- dica, todava en muchas ocasiones oral, entraba en una relacin diferente y ms especializada con las familias aristocrticas. En la literatura galesa, alrededor dei siglo x, el status oficial de los bardos estaba codificado en grados: el poeta principal, el poeta de batalIas, el juglar; con diferencias asignadas de temas y en algunos casos de auditorios, y con regias internas relativamente estrictas acerca dei oficio mismo. A medida que la sociedad fue cambiando, y especialmente cuando la independencia politica de las cortes dentro de las cuales trabajaban los poetas se debilit hasta desaparecer, las relaciones sociales volvieron a cambiar, y 36 37 INSTITUCIONES la organizacin literaria se volvi ai mismo tiempo ms especia- lizada y ms desconectada socialmente. Este es el punto en el cual, aun teniendo en cuenta todos los casos reltivamente dudosos y superpuestos, podemos sefialar un cambio de una categora de relaciones sociales a otra. Despus dei primitivo perodo de relativa no-diferenciacn de funciones, en el cuallo literrio o artstico no se haba separado, o no se haba separado totalmente de 10 ms generalmente cultural, haba tenido lugar esta fase de artistas especificamente institucio- nalizados, que en realidad no deberan describirse con trminos to- mados de fases posteriores, tales como reconocimiento oficial, o patronazgo. Cada uno de estas ltimos trminos implica un acto de eleccin social variable: decisi6n de reconocer a un poeta o poetas; decisi6n de actuar como patrn respecto de e11os. Pera en esta importante fase temprana, la posicin social de este tipo de productor cultural estaba instituda como tal, y constitua una parte integral de la organizacin social general. Todava debemos recordar sus variaciones, en los perodos y estructuras cambiantes de tales sociedades, pero como distincin categrica ya est sufi- cientemente aclarada. 2. Artistas y patrones La distincin que importa es la que existe respecto dei patro- nazgo que en s misma, como veremos, es sumamente variada. 2.1 De la instituci6n ai patronazgo Existe una primera forma de patronazgo que representa en verdad una modulaci6n de la situaci6n anterior dei artista insti- tucionalizado, en condiciones sociales alteradas. El cambio est marcado, por ejemplo en la literatura galesa, por la transici6n desde los poetas institucionalizados de la corte (1os poetas de los prncipes) a los poetas de la nobleza que entonces eran, a pe- sar de gozar de una alta consideraci6n, ms ocasionalmente depen- dientes. Un poeta poda estar vinculado a una casa familiar, o depender, de manera creciente, de los viajes entre las diferentes casas familiares para realizar su obra y buscar hospitalidad y apoyo. Este es eI comienzo de una transicin de las relaciones socia- les de una institucin regular (con sus factores de intercambio to-- talmente integrados y en ese sentido coherentes) a unas relaciones socials de intercambio consciente, a pesar de que por supuesto no todo es intercambio. Era parte de la autodefinicin social de la familia que ejerca el patronazgo, deliberadamente con Irecuen- cia como residuo de las verdaderas cortes, asumir 10 que ai mismo tiempo era una responsabilidad y un honor. Mientras tanto, la organizacin literaria especfica -el orden brdico residual- se iba autodefiniendo en gran medida en grados y regias compar- tidos. 2.2 EI artista retenido y el trabajo por encargo Una segunda y mucho ms general forma de patronazgo fue la de una corte o casa familiar poderosa en la que no haba una organizaci6n especfica de artistas como parte de la organizaci6n social general, pero en la cual, con frecuencia muy extensamente, se retena a los artistas individuales, muchas veces con ttulos que representaban verdaderos casos de reconocimiento oficial. Espe- cialmente en la pintura y en la msica, este tipo de patronazgo era extremadamente importante y perdur por varias centurias. Sus ordenamientos deta11ados variaban en los muchos miles de casos, pera 10 que, por lo general, es cierto acerca de la forma de sus relaciones sociales es que el artista quedaba tpicamente rete- nido o era comisionado como un trabajador profesional indivi- dual. Este es un estadio crucial de desarrollo a partir de aquel en el cual -en los estadios primeros sustancialmente y en los esta- dios posteriores residualmente- los artistas mismos eran una forma especfica de organizaci6n social. AI mismo tiernpo, bajo las condiciones generales de esta forma de patronazgo, la ms conocida de todas e11as, ciertas formas menos especficas de orga- nizacin profesonal en las artes estaban presentes, eon frecuen- cia, en un estadia diferente: por supuesto, en el sistema de maes- tros y aprendices que en ocasiones era similar ai descrito, aunque en el rea ms amplia de las habilidades y los oficios (vanse pgs. 54 y sigs., ms adelante). Es interesante investigar esta diferenciaci6n en relaci6n con la gran cantidad de arte -pintura, escultura, arquitectura, msica y (en un sentido diferente) literatura-c- producido dentro de las relaciones sociales cambiantes de la iglesia cristiana. Algunas de 38 39 INSTITUCIONES las obras ms renombradas de este tipo son por lo menos anlo- gas a las dei patronazgo de corte; la gran cantidad de arte encar- gado por la Corte dei Vaticano es un claro ejemplo. Sin embargo, existe tambn un rea menos determinada en la cual los artistas se dedican ai arte religioso no slo, y a veces no esencialmente, porque ste era el encargo deseado por su patrn inmediato, sino tambin porque podian identificarse con el objetivo religioso dei cual la organizacin social inmediata era la forma manifiesta ac- cesible. Esta integracin voluntaria es significativamente diferente dei caso que se encuentra en el otro extremo de este espectro, en que el artista individual est en disponibilidad de ser contratado para glorificar o embellecer la corte o casa familiar particular que lo ha contratado. Pues si bien las relaciones econmicas inmedia- tas eran con frecuencia similares, como forma especifica de inter- cambio patronal, las relaciones sociales como un todo pueden ser consideradas cambiantes, una vez que se admite la existencia de un servicio voluntario e independiente de tipo social y religioso. En efecto, ha existido dentro de la Iglesia una relacin ms parecida a la que caracteriza a los artistas institucionalizados de rdenes sociales anteriores. En los monasterios, especialmente, po- demos encontrar muchos casos interesantes de formas especficas de organizacin que, a pesar de ser gobernadas por regias ms ma- nifiestamente religiosas que seculares (y en ese sentido relati- vamente desplazadas de la integracin de tal organizacin en la organizacin social directa como un todo), funcionaban en la prctica como organizaciones culturales, de gran importancia, en el aprendizaje, en la literatura, en la escritura dramtica y en las artes visuales. Puesto que el orden era fundamentalmente religioso, debe diferenciarse de rdenes culturales especficos, pero es an ms distinto respecto de las relaciones sociales de patronazgo. Dentro de un orden semejante, muchos pro- ductores se convertan efectivamente en especialistas, aunque todava dentro de los trminos de una organizacin general que estaba ms ali de su especializacin. La transicin a un patro- nazgo totalmente eclesistico -una transicin por supuesto mar- cada por muchos estadios intermedios y superpuestos- fue una transicin hacia las formas de profesionalizacin que son carac- tersticas de la segunda forma principal dei patronazgo y que implican movilidad y disponibilidad de ser contratado. 2.3 Proteccin y apoyo La tercera forma de patronazgo es tambin distinta, en e1 sentido de que tiene menos que ver con la retencin directa y el encargo a los artistas que con la provisin de algn tipo de proteccin o reconocimiento social. Las compaias teatrales de la Inglaterra isabelina constituyen excelentes ejemplos. Poda existir todavia cierto tipo de comisiones directas, y cierto apoyo (retencin) directo, pero la funcin principal de este patronazgo era el apoyo social, en las condiciones sociales y legales inciertas que regan para teatros y actores. Esta forma relativamente ex- plcita puede concebirse como derivando hacia el proceso de asociacin de obras particulares con nombres poderosos concre- tos: la obra es dedicada ai patrn. Esta era una forma ms sua- ve de apoyo social, que se va modificando hasta convertirse en mera recomendacin social. Con frecuencia no implicaba rela- ciones econmicas de intercambio. Lo que en realidad se estaba intercambiando, dentro de un tipo especfico de sociedad mar- cada por manifiestas desigualdades de clase, era, en el mejor de los casos, una reputacin y honor mutuos. 2.4 Patrocinio Es necesario, por lo tanto, diferenciar este tipo de patronaz- go de un cuarto tipo, en un perodo en el cual existian cualita- tivamente nuevas relaciones sociales dei arte, determinadas por una produccin cada vez ms regular de las obras de arte como mercancas para la venta pblica. En cualquiera de estas formas se daban continuidades con otras formas anteriores de patronaz- go, pero ahora en el seno de sociedades ms complejas y ms abiertas. Los patrones dei primer y segundo tipo ofrecan hospi- talidad, recompensa y (en algunos casos dei segundo tipo) intercambio monetario directo, pero por una obra realizada es- pecficamente para ellos y de la que (en los casos en que ello era posible) se apropiaban. EI patrn dei tercer tipo, que ofreca reputacin social y proteccin, con frecuencia trabajaba dentro de las condiciones en las que la obra se ofreca total o parcial- mente a un pblico que pagaba; los teatros pblicos isabelinos eran en ese sentido instituciones totalmente comerciales. EI pa- trn dei cuarto tipo, si bien continuaba con algunas de las fun- ciones anteriores, trabajaba casi totalmente dentro de un mundo en el cual la produccin de obras de arte para la venta era algo 40 41 INSTITUCIONES normal. Su funci6n era aportar e1 apoyo prvio, o aliento, a los artistas que comenzaban a abrirse camino en el mercado, o que eran incapaces de mantener un determinado proyecto dentro dei mismo. La relaci6n tpica era la monetaria, y lIeg6 a generalizar- se a partir dei patrn individual hasta la forma dieciochesca de la lista de suscripciones (prepublicaci6n). Pero an exista un residuo de las funciones de reputaci6n y de recomendaci6n so- ciales. Patrocno comercal. Esta cuarta forma de patronazgo so- brevivi6 en condiciones en las cuales la mercanca y las relacio- nes de mercado haban lIegado a ser predominantes. En efecto, todava pueden encontrarse en nuestra propia poca en algunos casos individuales, pero tambin en nuevas formas de patronaz- go. En un sentido particular algunas empresas industriales y comerciales se han introducido en el patronazgo dei segundo tipo, anlogamente a las antiguas cortes y casas familiares, en- cargando obras para su propio uso o propiedad. Pero, mientras que algunos de estos casos pertenecen a este tipo simple, hay otros ms directamente implicados en las modernas condiciones de mercado, ya sea como forma de inversi6n o como una forma de publicidad prestigiosa. 2.5 El pblico como putrn EI patronazgos pblico, a partir de los ingresos obtenidos de los impuestos, mantiene algunas continuidades funcionales y de actitud con las formas anteriores, pero incorpora tambin al- gunas definiciones de funci6n bastante nuevas, tales como el mantenimiento deliberado y la expansi6n de las artes como una cuesti6n de poltica pblica general. Muchas de las controver- sias acerca de las nuevas instituciones que sirven a estos prop6- sitos pueden considerarse, ai analizarlas, como discusiones sobre las diferentes formas de patronazgo -aliento o intervenci6n den- tro y ms ali dei mercado- pero tambin, y crucialmente, sobre las distinciones entre las relaciones sociales de patronazgo (en las que se sostiene que el ente pblico ha reemplazado a la corte, a la casa familiar o ai patr6n individual) y las relaciones sociales alternativas de un arte ahora pblicamente institucionalizado. Los modelos hist6ricos ms accesibles pertenecen todos ellos ai perodo de las diferentes formas de patronazgo, y no sorpren- de que stas hayan sido predominantes en las formas de los nue- vos entes pblicos. Sin embargo, existe una tensi6n considerable entre estos modelos y el fen6meno de los ingresos pblicos. Los modelos hist6ricos de las artes institucionalizadas o integradas, a diferencia de las artes patrocinadas, estn la mayora de las veces demasiado alejados, y en unos 6rdenes sociales evidentemente tan diferentes, como para que resulte fcil captar sus principios fun- damentales. Sin embargo, la caracterstica definitoria de todas las relaciones sociales patronales es la situaci6n privilegiada dei patr6n. Dentro de las formas variantes de de .Io.s honores o responsabilidades que acompaan a PriVI- legio, el patr6n se define como alguien que puede dar o soste- ner su comisi6n o apoyo. Las relaciones sociales especficas de este privilegio se derivan, por supuesto, dei orden social consi- derado en su totalidad; es all donde se inscriben o se protegen los poderes y recursos dei patr6n; en trminos ms crudos, l hace lo que quiere con lo que es suyo, Es este hecho, sobre todo, el que hace que la definici6n como patronal de cualquier ente pblico, que deriva su autoridad y sus recursos de la supuesta voluntad general de la sociedad, sea en el mejor de los casos discutible, y en el peor claramente inaplicable. Sin embargo, las relaciones habituales de las diversas formas de patronazgo, y de los artistas como clientes, han persistido en la prctica en es- tas formas que, por lo dems, son totalmente nuevas. 3. Artistas y mercados Existe hist6ricamente un largo perodo en el que las rela- ciones sociales de patronazgo y de mercado en las artes se su- perponen, y sin embargo, en principio, son fcihnente distn- guibles. La producci6n para el mercado implica la concepci6n de la obra de arte como una mercanca, y la dei artista, por ms que l se defina de otra forma, como una c1ase particular de productor de mercancas. Pero existen, por otro lado, fases cru- cialmente diferentes de la producci6n de mercancas. Todas ellas implican producci6n para el simple intercambio monetario; el trabajo es ofrecido a la venta y es comprad? y tanto po- sedo. Pero las relaciones sociales de los artistas Implicados par- 42 43 INSTITUCIONES cial o totalmente en la produccin de mercancas son, de hecho, sumamente variables. 3.1 Artesanado Existe la situacin simple, temprana pero en algunas reas persistente, dei productor independiente que ofrece su propia obra a la venta directa. Esto se conoce comnmente como arte- sanado. EI productor es totalmente dependiente dei mercado in- mediato, pero dentro de estos Imites su obra permanece bajo su direccin, en todas las etapas, y el artesano puede considerarse a si mismo, en este sentido, independiente. 3.2 La siguiente fase de producci6n de mercancas es muy dife- rente, y comprende, a su vez, dos etapas. En la primera, el pro- ductor no vende su obra directamente, sino a un intermediario distribuidor, que entonces se convierte de hecho, en la mayora de los casos, en la persona que le da empleo aunque sea con fre- cuencia de manera ocasional. Ms adelante, en la segunda, el productor vende su obra a un intermediario productivo y co- mienzan a establecerse unas relaciones sociales tipicamente capi- talistas. El intermediario invierte en la compra de una obra con el objeto de obtener beneficios. Es ahora cuando sus relaciones con el mercado son directas. Podemos observar las complejas relaciones de esta fase cru- cial dei post-artesanado, por ejemplo en la conversin de los Ii- breros en editores. La fase est tipicamente caracterizada por la compra directa de las obras en cuesti6n. Por lo que respecta a gran parte de su situaci6n inmediata, el productor sigue siendo un artesano, pero ahora en un mercado ms complejo y ms organizado en el cual depende prclicamente de sus intermedia- rios. Vale la pena subrayar el hecho de que pueden existir va- riaciones significativas dentro de esta situacin en el propio pro- ceso produclivo. A un nivel, el productor est ofreciendo toda- via su propio producto, la obra terminada, antes de ponerla a la venta. Pero en la medida en que estas relaciones se vuelven normales o. en aIgunos campos, dominantes. el productor, en ltimo trmino, puede estar ofreciendo bsicamente su trabajo para producir obras de una cierta clase ya conocida. Existe una gran complejidad prctica en los diferentes esta- dios de transicin entre estas relaciones esenciahnente alterna- tivas. Esto es cierto tambin ai otro nivel, en el cual el produc- tor define, para si mismo, la naturaleza de su obra. Esta es la fuente de muchas discusiones difciles e importantes acerca de las relaciones entre la responsabilidad dei artista hacia su obra y su responsabilidad U obligacn, o sujecin a un p- blico y a un mercado. Algunas de estas discusiones repiten sustancialmente debates anteriores acerca de las relaciones entre el artista y su patrn, pero otras, dentro de la expansin, difu- sin y relativo desplazamiento de las relaciones sociales dei ar- tista en este sentido, son cualitativamente nuevas. Es significati- vo, por ejemplo, que las exigencias de libertad dei artista para crear como l desee, se produjeran con mucha ms frecuencia una vez instituidas las relaciones dominantes de mercado, y que deban relacionarse con l tanto positiva como negativamente. N el artesanado ni la fase post-artesanal de relaciones de mercado en la produccin cultural pueden considerarse termi- nadas. En verdad, estas fases parecen ser variables entre las di- ferentes artes. As, en la pintura, en la que las relaciones patro- nales, en las obras directamente encargadas (el ejemplo ms sim- pie es el retrato), tambin han persistido, existen todavia algunos ejemplos de relaciones artesanales y muchas post-artesanales, es- tas ltimas con frecuencia en su primera fase, en la que las re- laciones de un pintor con la galeria que vende sus obras se en- cuentran todavia por lo comn en la fase distributiva. En la msica, en la que tambin existen todavia relaciones patrona- les en las obras por encargo, existen an relaciones post-artesa- nales predominantemente distributivas en las obras para orques- ta y en la hoja de msica tradicional, mientras que en la msica popular se ha establecido, desde hace tiempo, la segunda fase post-artesanal productiva, y se ha producido un marcado movi- miento hacia fases posteriores de las relaciones de mercado. En literatura, aunque todavia existen casos de relaciones arte- sanales y post-artesanales distributivas, las relaciones post-artesa- nales productivas son dominantes desde hace mucho tiempo, y los importantes cambios internos que se han producido dentro de las mismas han Ilevado gran parte dei material publicado a una fase posterior de mercado. Estas variaciones entre unas artes y otras son importantes en si mismas y tambin para recordamos que las relaciones socia- 44 45 INSTITUCIONES les de los artistas estn estrechamente relacionadas con los me- dias tcnicos de producci6n de cada arte en particular. La cues- ti6n general de los efectos relacionales de esos medias de pro- duccin se discute en el captulo 4, pero algunos de sus efectos institucionales los iremos discutiendo a medida que aparezcan. 3.3 Projesional dei mercado Los cambias internos en las relaciones post-artesanales pro- ductivas en el campo de la literatura son especialmente signifi- cativos para comprender la siguiente fase dei mercado. Estas cambias son efectivamente muy complejos, puesto que se da ai mismo tiempo una creciente capitalizacin de los intermedia- rias productivos -los modernos editores- y una profesionaliza- ci6n creciente, de un tipo especfico, entre los escritores. Los dos indicadores significativos de estas relaciones cambiantes son el copyright y el royalty. Durante este perodo de tecnologa cultural, y especialmente en el sigla XIX, la reproducibilidad de lo impreso lIeg6 mucho ms lejos que la mayor parte de los dems tipos de reproduccin artstica, y esta agudiz6 la cuestin de la propiedad de la obra. Las relaciones productivas (post-artesanales) de un escritor con un editor podan ser (y lo fueron extensamente) pasadas por alto por otros editores (cpirataa locales o extranjeros) que re- impriman y vendan la obra sin referencia o relacin con el autor. Una larga lucha de los escritores para establecer el co- pyright, primero a nivel local y luego internacional, dia como resultado no s610 un nuevo concepto de la propiedad literria, sino tambin nuevas, o ai menos modificadas, relaciones sociales de los escritores. Pues si bien las obras todava se entregaban a los intermediarias productivos, la propiedad general de las mis- mas tenda a quedar en manos dei productor. Esta nueva rela- ci6n caracterstica conssta eu uu contrato negociado para una forma o perodo especfico de publicacin, con clusulas varia- bles en sus trminos y su duraci6n. Como expresin de esta re- lacin, el royalty -un pago especfico por cada ejemplar ven- dido de esta forma- lIeg a reemplazar a la antigua forma ha- bituai de compra directa. Propiedad intelectual. [T.] .. Regala, [T.] De este modo el escritor se convirti6 en un participante en el proceso directo de mercado de la venta de su obra. Se ha discutido interminablemente acerca de los trminos de esta par- ticipaci6n, y la prctica creciente dei adelanto de royalties la ha modificado hasta cierto punto, restaurando un elemento de la compra directa. Pera el resultado general, a pesar de la gran desigualdad entre los escritores, fue una clase especfica de rela- ci6n social que puede definirse como una forma de ndependen- cia profesional dentro de relaciones de mercado integradas y dominantes. Tpicamente, los escritores se vieron envueltos en unas relaciones totales con el mercado, ms que con un inter- mediaria productivo especfico, y esta generalizaci6n de las re- laciones plenas de mercado los condu]o, en su mayora, ms ali de la fase post-artesanal, hacia una fase dei mercado profesional organizado. Los intermediarias posteriores, tales como las agen- cias literarias, caracterizaron esta fase ms desarrollada. Percepcin dei mercado. En todas estas fases de mercado, el productor poda an ser visto como un iniciador, a pesar de que en la prctica, y a lo largo de todo el proceso, existieran matizaciones. EI artesano, el post-artesano en las relaciones dis- tributivas o productivas indirectas y el profesional de mercado, todos ellos atendan necesariamente, en algn momento, aunque en grados notablemente diversos, a esa forma de demanda o de demanda proyectada que era mediada, de forma cada vez ms indirecta, por la forma de la relacin de venta propiamente di- cha. En efecto, producir para el mercado como objetivo que ad- quiere prioridad sobre cualquier otro, es algo en gran medida evidente en cada fase, aunque haya muchos ejemplos de produc- tores que luchan contra las tendencias dei mercado o incluso las ignoran de forma efectiva. Culturalmente esta interacci6n es crucial, puesto que define las relaciones sociales de los artistas en un nivel diferente ai de muchos otros tipos de produccin. Caractersticamente se hace difcil, pera tambin necesario, justo en esta fase de mercado, distinguir esta forma de produccin de otras con las que tena relaciones econmicas anlogas. Nuestras distinciones convencionales entre artesano, trabajador manual y artista pertenecen a esta fase de mercado cultural, aunque como respuestas a sus dificultades internas. En la raz de estas distinciones se encuentra un intento de diferenciaci6n entre la produccin de uno y otro tipo de obje- 46 47 INSTlTUCIONES tos. Esto puede expresarse como un contraste entre lo mera- mente utilitario y lo artstco, o, por otro lado, entre lo til y lo meramente cultural, No cabe ninguna duda de que por encima deI amplio espectro cubierto por estos intentos de distin- cin existen diferencias sustanciales de inmediatez y de percep- cin deI uso y de la necesidad. Puede argumentarse, en efecto, que siempre ha sido as, tanto en condiciones de pre-mercado como de mercado. Podemos construir una jerarquia razonable de necesidades materiales y culturales en las que la olIa o el zapato siempre sern ms necesarios, y en ese sentido ms tiles, que una pintura, un relato o una cancin. Pero la via ms eficaz para investigar esta dfcil cuestin no es hacerlo en trminos suprahistricos y abstractos, sino examinando las for- mas en que estos problemas de necesidad y uso se organizan prcticamente en rdenes sociales especficos. Lo que vemos entonces es que la jerarquia de usos y nece- sidades est en si misma directamente relacionada con el carc- ter de las relaciones de produccin en su funcin organizativa. AlIi donde era necesario, por ejemplo, hacer objetos artsticos como una forma de demarcacin de las relaciones dominantes de parentesco, o una forma de relaciones prcticas con el mun- do natural, o -como sucede eon frecuencia- como una forma de reproduccin de un orden especficamente social o sociome- tafsico, el problema de la jerarquia resulta radicalmente dife- rente desde el principio. Es bien sabido, efectivamente, que las sociedades que eran muy pobres, segn todas las normas poste- riores, destinaban una cantidad muy importante de tiempo, ener- gia y recursos a la produccin de lo que ahora consideraramos objetos artsticos, En todas las fases posteriores y ms organiza- das de este tipo, en una poca en que la prctica deI arte ya se haba diferenciado y especializado, la institucionalizacin de los artistas como una parte de la organizacin social general era todava, como hemos visto, normal. La dificultad excepcional deI lugar de la produccin cultu- ral en las sociedades modernas puede entonces examinarse a su vez en trminos de sus relaciones con el orden productivo general. Y aqui nos encontramos de inmediato con una difi- cultad: el orden productivo general ha sido predominantemente definido por el mercado a lo largo de los siglas de desarrolIo capitalista, mientras que la produccin cultural, como hemos visto, se ha ido asimilando cada vez ms a los trminos de aqul, y sin embargo, se ha producido, en gran medida, una resistencia contra cualquier identidad plena entre produccin cultural y pro- duccin general, y una de las formas de esta resistencia ha sido la distinci6n entre artesano, trabajador manual y artista, y una importante forma relacionada con elIo ha sido la dstin- cin entre objetos tiles y objetos artsticos. De modo que se podra decir con propiedad que la fuente de estas dificultades modernas es, en efecto, la economia de mercado, pero por otra parte, ante la evidencia de los intentos de distincin, no seria cierto decir -y de hecho seria gravemente reductivo-- que el orden general de mercado ha transformado toda la produccin cultural en una produccin de mercancias para el mercado. Ya que, si bien las formas tempranas de relaciones de patronazgo son por lo general residuos de sociedades ms integradas cultu- ralmente, muchas de las ltimas formas son precisamente inter- venciones ya sea dentro, o a veces opuestas y superadoras, de las fuerzas normales dei mercado. Nos enfrentamos entonces, y no por primera vez en el anlisis de las sociedades basadas econmicamente en el modo de produccin capitalista, con algu- nas asimetras significativas entre las relaciones sociales deI modo de produccin dominante y otras relaciones dentro dei orden so- cial y cultural general. Lo anterior no debiera exagerarse. La mayor parte de las relaciones de produccin cultural han sido efectivamente asimi- ladas a las condiciones deI mercado en desarrolIo. Pero algunas de ellas no, y es significativo que stas sean defendidas como ti- pos de producci6n que son importantes en y por si mismos. Sobre esta base se distinguen de la producci6n por la difcil especializaci6n de activdades creatvas, En el nivel de las definiciones esto no ha resultado nunca satisfactorio. La expansi6n y, en muchos casos, la integracin voluntaria y ansiosa de los productores de cultura, en lo que son realmente relaciones normales de mercado, siempre ha sido un obstculo. Pero esto ha conducido significativamente, dentro de cada arte, a intentos posteriores de diferenciaci6n entre formas comercales y otras formas (screativas, autntcas) de la misma prctica manifiesta. Y si bien nunca debiramos pretender que estas distinciones son adecuadas, sera muy err6neo descui- dar las relaciones sociales reales o tentativas de tipo alternativo, que indudablemente representan los intentos de diferenciaci6n, y las iniciativas y las instituciones marginales que les corresponden. 48 49 INSTITUCIONBS 3.4 El projesional de la sociedad por acciones La cuestin se ha agudizado ms en la ltima fase de las re- laciones de mercado, que es la de la sociedad por acciones. Esta fase est principalmente asociada con desarrollos muy importan- tes en los medios de produccin cultural, particularmente con el uso de los nuevos medios de comunicacin. Pero en una o dos reas el desarrollo empresarial no est totalmente relacionado con esta evolucin. En la escritura, por ejemplo, el campo de las rela- relaciones de mercado fue afectado por nuevos tipos de desarrollo de los crteles y de las sociedades por accones, en la edicin de revistas y peridicos. Las tipicas relaciones sociales dei mercado profesional integrado persistieron en esta fase, pero tambin se produjo un importante desarrollo de nuevas relaciones sociales para algunos tipos de escritores que ahora estaban efectiva o total- mente empleados dentro de las nuevas estructuras empresariales. Esta tendencia ha crecido de forma constante, y junto a ella se ha producido otra tendencia diferente, pero relacionada, a medida que la propiedad en forma de crtel y de empresa por acciones se ha vuelto mucho ms comn en la edicin de libros. Una vez ms, aqu, las relaciones dei mercado profesional han persistido, pero se ha producido un desarrollo significativo y creciente de algunas relaciones nuevas, dentro dei crecientemente capitalizado sector de las sociedades por acciones. Estas relaciones vuelven a plantear la cuestin dei origen de la produccin. En algunas relaciones anteriores, especialmente en la fase productiva post-artesanal y en la de mercado profe- sional, sucedia, en efecto, que con frecuencia una obra se origi- naba por un encargo, ya fuera de un librero o de un editor. Pero en el caso de la estructura empresarial moderna esto se ha hecho cada vez ms usual, en relacin con un mercado altamente organizado y plenamente capitalizado en el cual el encargo direc- to de productos planificados para la venta se ha convertido en un modo normal. Es virtualmente imposible estimar la proporcin de estas rela- ciones en la totalidad de libros publicados, ya que algunos, y tal vez muchos de los encargos, estn todava regidos, en trminos culturales, por las consideraciones de lo que los autores hubie- ran querido escribir en cualquier caso. Pero en un importante y creciente nmero de casos, las relaciones no son realmente de este tipo. E1 predominio dei sector empresarial dedicado a la publicacin de libros es tal que para muchos escritores las re- laciones sociales ms accesibles son las dei empleo en este sen- tido, con lo cual las ideas sobre los libros a editar proviene?- de nuevos intermediarios profesionales (los directores de publi- caciones) dentro de la estructura de mercado, y los autores son empleados para ejecutarlas. Las relaciones varan, por lo tanto, desde diversos empleos ocasionales, todava no muy lejanos de la situacin dei ,mercado profesional, hasta relaciones totalmente nuevas, a traves de an- ticipos y contratos consecutivos, en los cuales el escritor se con- verte, en efecto, en un empleado (con modificaciones tales como los royalties) y en un profesional asalariado. Nuevos medios de comunicacin. Pero por supuesto los ca- sos ms importantes de aumento dei profesional asalariado en la produccin cultural se han producido en las instituciones de los nuevos medios de comuncacin, en los cuales la produccin social integrada se ha vuelto regular y necesaria. EI cine, la ra- dio y la televisin son los ejemplos ms sobresalientes en los cuales las empresas capitalistas y algunas no capitalistas organizan la produccin desde el principio, ofreciendo empleo asalariado o por contrato dentro de estos trminos. Por la gran importancia cultural de los nuevos medios de comunicacin, estas relaciones sociales se han convertido, a finales dei siglo veinte, en predomi- nantes e incluso caractersticas. Se ha producido por consiguiente un cambio cualitativo en las relaciones socioculturales anteriores, incluso dentro de las fases tempranas de mercado. Porque el origen real (aunque por supuesto nunca absoluto) de la producci6n cultural est ahora situado centralmente en el interior dei mercado empresarial mo- derno. EI volumen de capital implicado y la dependencia de me- dios ms complejos y especializados de producci6n y distribucin han bloqueado en gran medida el acceso a estos medios de comu- nicaci6n sobre la base de los antiguos trminos artesanales, post- artesanales e incluso de mercado profesional, y han impuesto las condiciones predominantes de contrataci6n empresarial. Esto no significa, por supuesto, que no hayan sobrevivido en otras partes las antiguas formas de relaci6n. En las artes ms antiguas como Ia pintura y Ia escultura, Ia msica sinf6nica y, como hemos visto, aIgunos casos de escritura, las compIejas re- Iaciones deI productor individual (e iniciador) han persistido. 50 51 INSTlTUCIONES Pero en la musica, por ejemplo, estas relaciones ms antiguas han disminuido en relacin con las nuevas instituciones empresa- riales de msica popular, basadas en las nuevas tecnologas dei disco y dei cassette, en las que es decisivo el modo empresarial capitalista. Publicidad. Deberamos sefialar tambin una forma de pro- duccin cultural que es sumamente especfica en la fase dei mer- cado empresarial moderno: lo que todava hoy se llama publici- dad, En fases anteriores de una sociedad de mercado, exista algo de publicidad, por lo comn especfica o c1asificada, en los mrgenes de otras instituciones culturales, y se serva de algunas habilidades culturales generales. Pero a partir dei perodo de la organizacin empresarial moderna, comenzando con la prensa a fines dei siglo XIX, se convirti, de manera especfica, en una for- ma de produccin cultural en s misma. Agencias de publicidad que haban comenzado recogiendo avisos, se convirtieron, en el siglo xx, en instituciones de una forma de produccin cultural, totalmente gobernadas por el mercado organizado. Es interesante que los productores que trabajaban en las agencias de publicidad reclamaran rpidamente el ttulo de creativos, A fines dei si- glo xx, con la creciente dependencia de otras muchas institucio- nes culturales para obtener ingresos o patrocinio de esta institu- ci6n especfica dei mercado, la publcidad se ha convertido en un nuevo fen6meno cultural, y se ha ido expandiendo caracte- rsticamente hacia reas de valores sociales, econ6micos y expli- citamente polticos, como un nuevo tipo de instituci6n cultural. As pues, las ltimas fases de la cultura de mercado son muy diferentes de las primeras. Sus instituciones, por su creciente centralizacin, han tendido hacia una situaci6n en la que otra vez podra decirse (pero con la diferencia cualitativa de un cam- bio de poca) que las instituciones culturales son partes integran- tes de la organizaci6n social general. En una economa capita- lista moderna, y su tipo caracterstico de orden social, las insti- tuciones culturales de la prensa y el negocio editorial, el cine, la radio, la televisi6n y la industria discogrfica, ya no son, como en las primeras fases dei mercado, marginales o menores, sino que, tanto en si mismas como en su frecuente interacci6n e in- tegraci6n con otras instituciones productivas, forman parte de toda la organizaci6n social y econ6mica en sus aspectos ms ge- nerales y penetrantes. 4. Las instituciones post-mercantiles Sin embargo. Ias instituciones culturales no pueden ser com- prendidas exclusivamente en funci6n dei mercado empresarial moderno y de la persistencia de algunas formas anteriores de mer- cado. Tres tipos de instituciones post-mercantiles han cobrado importancia. Pueden distinguirse como la instituci6n moderna dei patronazgo, la intermedia y la gubernamental. Su incidencia vara dentro de las diferentes sociedades en estadios comparables de desarrollo general. Las instituciones modernas e intermedias deI patronazgo La instituci6n moderna dei patronazgo es habitual en las sociedades capitalistas desarrolladas. Algunas artes que no pro- ducen ganancas o que no son viables en trminos de mercado son sostenidas por instituciones especficas, tales como fundaciones, organizaciones de suscriptores e incluso por algn patronazgo privado. Intermedias entre stas y las instituciones plenamente gubernamentales existen entes financiados totalmente, o en gran parte, por fondos pblicos (como el Arts Council en Gran Bre- taia) que apoyan algunas artes. Y en la misma categora gene- ral se encuentran instituciones como algunas de las pertenecien- tes a la radio y televisi6n (en Gran Bretafia la BBC), que dependen en una u otra forma de los fondos pblicos pero que dirigen su propia produccin. Las relaciones sociales de los productores con las instituciones de patronazgo modernas o intermedias abar- can desde el patronazgo, pasando por la fase post-artesanal y profesional, hasta (como en la mayora de las emisoras de radio y te!evisi6n) la contrataci6n empresarial. La institucin gubernamental En algunas sociedades capitalistas, y en la mayor parte de las sociedades post-capitalistas, las instituciones culturales se han convertido en entes estatales, en particular los medios modernos de comunicacin. Existe una variedad de ordenamientos detalla- dos, pero las relaciones caractersticas de los productores en es- tas condiciones son las de empleados de empresas estatales, o en algunos casos dei Estado, ms bien que las de profesionales dei mercado. Las condiciones varan, por consiguiente, desde 52 aqueUas en que las instituciones culturales y sus productores es- tn totalmente subordinados a una poltica general dei Estado -una condicin que con frecuencia se torna ms dura por el monopolio total o tentativo de todos los medios de produccin cultural- hasta situaciones ms matizadas en las que, si bien es ejercida una direccin poltica general, las relaciones prcticas no son significativamente diferentes de las que se dan en los entes de patronazgo modernos e intermedios, que por supuesto tambin, de formas diversas, tienen unas direcciones polticas generales de acuerdo con el orden social en el cual operan. Conclusin La sociologia de la cultura, en este nivel de las institucio- nes, tiene que tomar en consideracin tanto la diversidad hist- rica como la contempornea. Es importante retener todo el es- pectro de la clasificacin provisional de las instituciones y de los tipos de relaciones, como medios para un anlisis especifico, en lugar de trabajar con las frmulas (pr-sociolgicas) dei artis- ta y su pblico, o la superestructura cultural y la base econmica. Es, en efecto, tanto la historia social cambiante como la compleja sociologia de las instituciones y relaciones cambiantes 10 que nos conduce ms aU de estas frmulas a la posibilidad de un anlisis ms preciso. 3. Fonnaciones En muchos trabajos de sociologia de la cultura, nos encon- tramos que tenemos que tratar no slo con instituciones genera- les y sus relaciones caractersticas, sino tambin con formas de organizacin y autoorganizacin que parecen mucho ms cerca- nas a la produccin cultural. 1. Las primeras formas de organizacin interna Ya hemos observado algunos ejemplos de la msma, en ca- sos como la organizacin interna de las rdenes brdicas, que te- nan que ver no slo con la posicin y las relaciones sociales, sino con la prctica (Ias regias, en diversos estadios) dei arte 54 55 FORMACIONES mismo. Por ms extraio que esta pueda parecer en el modelo moderno dei artista como individuo creativo y libre, no puede existir duda alguna de que el gran arte, en algunas de sus for- mas, se produjo y se sostuvo de esa manera. Existe una relaci6n directa, por supuesto, entre esta forma estricta de organizaci6n interna y la integraci6n de su orden dentro de! orden social general. Las violaciones importantes de las regias, o los casos opuestos en que se produce una creciente formalizaci6n y rigidez de las mismas, pueden con frecuencia relacionarse con los pero- dos de cambio o de crisis en esta relaci6n general. Las reg/as de los bardos As, por ejemplo, fue en el perodo de los poetas de la corte de Gales (los Gogynfeird}, en un momento de grave crisis po- ltica bajo la usurpaci6n dei poder por los ingleses en los si- glas XII y XIII, donde puede hallarse la ms estricta regulaci6n y formalizaci6n (y en opini6n de la mayora, tambin el aisla- miento y la especializaci6n) de las regias de composici6n. Una ruptura decisiva de la estrechez de estas regias se produjo en el sigla XIV, con Dafydd ap Gwilym, en un perodo marcado por la interaccin creciente eon una cultura europea ms general, despus de la prdida de la independencia poltica, y sin embar- go, dominado en lo creativo por una nueva poesa nacional, regida a su vez por regias internas todava precisas pera ms fle- xibles (el metro cywydd). La organizacin social interna de los poetas cambi en el mismo perodo en que se produjo este cam- bio artstico especfico. Los gremios Una forma importantey diferente de organizaci6n interna, distinta ai menos de las principales fases de los 6rdenes bardos, es el gremio por oficios, muy comn en la sociedad medieval tardia. Esta organizaci6n marc6 un cambio respecto dei orden singular integrado dentro dei cual el orden bardo y otros simi- lares fueron originariamente definidos, a pesar de que en sus discutidos orgenes e! gremio pudo haber estado alguna vez muy cercano a e!los. A partir de la poca en la que tenemos datas adecuados, podemos ver el gremio por oficios emergiendo dei tal/er de artesanos que trabajan juntos en un proyecto. Esta si- tuaci6n se fue tornando ai mismo tiempo ms general y ms re- gulada. En una sociedad cada vez ms mercantil, el gremio por oficios cumpla una variedad de funciones, sociales, religiosas y econ6micas. Algunas de sus relaciones tempranas ms significa- tivas se produjeron con el gremio de mercaderes, que trataba de regular las condiciones dei comercio urbano. El gremio por oficios, o hermandad o compaia, orga- nizaba a los artesanos de un oficio particular, y serva en la ma- yora de los casos para el aprendizaje dei oficio y para salvaguar- dar los niveles alcanzados en el mismo. En el caso de lo que ahora llamaramos las artes, tenemos un ejemplo temprano en el gremio florentino dei sigla XIV, que en realidad era el de los boticarios-cirujanos pera que inclua a los pintores debido a una coincidencia parcial de los materiales de trabajo. En 1360 se cre6 una rama especial para los artistas, con afiliaci6n obligato- ria. Adems de este tipo de organizaci6n especfica, en algunas sociedades los gremios participaban en producciones culturales ms generales. EI ejemplo ms importante en Inglaterra es el de los festivales dramticos de las ciudades, los ciclos de rnis- terias religiosos, en los cuales la responsabilidad de la produc- ci6n estaba distribuida entre los gremios por oficios. AI cambiar las condiciones dei comercio, la autogesti6n de muchos de los primeros gremios dia lugar a formas restrictivas y finalmente inaceptables de dominio y de privilegio internos. El sistema dei maestro-aprendiz, que siempre le fue nherente, evo- lucion6 desde un nfasis en el oficio hasta lo que, en ltimo trmino, fue un inequvoco nfasis de clase, con nuevas restric- ciones, privilegias y concesiones financieras ligadas a la maes- tra. Hubo intentos de resucitar el antiguo espritu, como en el movimiento de compagnonnage de los artesanos jornaleros auto- organizados. Pera en la mayor parte de los oficios tuvo lugar un largo y complejo desarrollo hacia una organizaci6n radicalmente diferente, la unin por oficios o por ramos, que pertenece a la poca de desarrollo y relaciones socales predominantemente capi- talistas. Sin embargo, incluso a lo largo de este proceso, muchos de los antiguos gremos se haban convertido, de hecho, en organizaciones de maestros empresarios -el status de oficio se convirti6 en status econ6mico-- y stos, a su vez, mantenan complejas relaciones con el desarrollo dei comercio capitalista, que iba destruyendo el tipo de autonoma sobre la cual los gre- mias, nuevos y viejos, haban basado su monopolio. 56 57 FORMACIONES Las academias En el caso de 10 que ahora llamamos las artes y sobre todo en la pintura y en la escultura, se desarroll una forma di- ferente de organizacin, la academia, cuya aparicin marca dos cambios: en primer lugar, la importancia declinante de la Igle- sia como principal patrn en el arte, 10 que produjo un acento ms secular -se recordar que los gremios casi siempre inc1uian un elemento especficamente religioso--; y, en segundo lugar, una creciente diferenciacin entre artes y oficios. La primera especificacin de las artes Iiberales se haba producido fundamentalmente en las ramas deI saber. La relacin habitual comprenda la gramtica, la retrica y la dialctica; la msica, la aritmtica, la geometra y la astronoma, de entre las cuales slo la msica y algunos elementos de gramtica y retrica seran ahora reconocidas como artes. EI cambio entre los pinto- res y los escultores, que haban pertenecido a los gremios por ofi- cios, qued marcado con mayor c1aridad por la adopcin del trmi- no academia, basado en el lugar en que se reuna la famosa escuela de Platn. Este trmino ya haba sido adaptado amplia- mente para designar a una escuela superior. Por supuesto, esta definicin especficamente educacional se mantuvo, pera su adop- cin por los artistas sefial un cambio importante. Por un lado implicaba un concepto de educacin artstica ms que de ensefian- za de un oficio, con lo cualla relacin maestro-aprendiz era sus- tituida por la de profesor-alumno. Por otra parte, sefialaba un movimiento nuevo y en gran medida secular hacia el status in- dependiente de las artes y la educacin, y ciertamente, aun- que el trmino no se utilizaba todava, de la cultura. Como resultado de estas dos tendencias, la academia, hist- ricamente, desarroll una serie de funciones y con frecuencia al- canz cierta diversidad interna. As, por ejemplo, hubo una aca- demia de poetas en Toulouse, a principios deI siglo XIV. Hubo tambin una academia informal de pintores y escultores, dirigida por Miguel Angel, a finales dei siglo XV y comienzos dei XVI, en Florencia. Ms tarde existi la ms famosa y (bajo el patronazgo ducal) ms conocida Accademia dei Disegno de Vasari, a partir de 1563. Con posterioridad, se fundaron muchas academias de este tipo, por lo general con una organizacin cada vez ms for- mal de la instruccin. Pero tambin, desde sus primeros estadios, la academia poda ser una sociedad ilustrada de tipo general, o cada vez ms especializada. Existen muchos ejemplos al respec- to, desde el siglo XIII en adelante, en el campo de la filosofia especulativa, de la lengua y literatura y de las ciencias. Las exposiciones EI desarrollo subsiguiente de las academias es, pues, muy complejo. Una lnea directa la constituye la aparicin de la expo- sicin anual, surgida de las academias dedicadas a la ensefianza del arte, que comenz en Pars en 1667 y que fue ampliamente imitada en toda Europa. Este acontecimiento, con el tiempo, sen- t las bases de la exposicin oficial, a partir de la cual, como ya veremos, se produjeron muchas rupturas posteriores de crucial im.. portancia. Sin embargo, este tipo de desarrollo fue ms eviden- te en los estados monrquicos centralizados. En otras sociedades -como, por ejemplo, los Pases Bajos- continuaron existiendo formas gremiales de organizacin, y los artistas trabajaban para el mercado a travs de unos nuevos intermediarios, los comer- ciantes. Los ejectos culturales de las academias Donde las academias eran poderosas se produjo una comple- ja superposicin entre la posicin social y el prestigio artstico. Hacia mediados dei siglo XVIII surgieron profundas quejas con- tra su autoridad, tanto en trminos sociales generales como porque encarnaban el academicismo en el arte: la ensefianza de principios y regias que, segn se argumentaba, iba contra la prctica de un arte original. Esta situacin y sus controversias han continuado, pero, en general, desde el siglo XVIII han ido surgiendo academias cada vez ms especializadas como institu- ciones dedicadas a la ensefianza de muchas de las artes. Las aca- demias ilustradas y cientficas tomaron por lo general un rum- bo diferente, puesto que la educacin en las disciplinas que les eran propias se centr predominantemente en las universidades. Las sociedades profesionales Mientras tanto, junto a las fases tardas de la academia, se configur una nueva fase en la organizacin cultural interna, a la que corresponde la aparicin del profesional deI mercado. EI 58 59 FORMACIONES nuevo tipo de sociedad profesional fue fundada originariamen- te para regular los nuevos acuerdos econmicos. Un tpico ejem- pIo se encuentra en los escritores, que intentaban proteger los derechos de autor y negociar las condiciones generales de los contratos. En el siglo xx, muchas de estas sociedades haban comenzado a transformarse, por su status y sus funciones, en una especie de sndicatos, en medo de grandes controversas n- ternas acerca de las mplicaciones en trminos de clase social. Este movimiento ha sido especialmente manifiesto bajo la pre- sin de las condiciones econmicas de un mercado cada vez ms dominado por la moderna empresa por acciones. Pero, por otro lado, es caracterstico de esta ltima fase que 'Ia sociedad profesional sea fundamentalmente una organizacin de negocios. Esta aclara el hecho de que haya existido una se- paracin real entre estas organizaciones de negocias y las pre ocupaciones artsticas, que eu anteriores tipos de organizacin parecan con frecuencia estar unidas, y en muchos casos lo es- taban claramente. Los movimientos En este punto necesitamos introducir el concepto de un tipo diferente de formacin cultural, en la cual los artistas se unen para la prosecucin comn de un objetivo especficamente arts- tico. Tales formaciones, bajo los nombres de movmento, es- cueia, crculo, etc., o bajo el rtulo adaptado o asignado de un ismo especfico, son tan importantes en la historia cultu- ral y especialmente en la historia cultural moderna, que repre- sentan un problema especial, difcil y sin embargo inevitable, dei anlisis social, lQu son estas formaciones artsticas espec- ficas? 2. Los movimientos como [ormaciones EI problema inicia! reside en los trminos mismos, puesto que algunas de las descripciones ms habituales de los grupos relativamente informales, especialmente las escuelas, han sido compartidas, a menudo por imitacin deliberada aunque crtica, con instituciones ms formales. Sin embargo, esta complejidad de los trminos no hace ms que reflejar, y en verdad con frecuen- cia de forma inadecuada, la complejidad de la historia rea!. Las escuelas AsC por ejemplo, una escuela puede ser literalmente eso, en su sentido moderno: una institucin en la cual existen un maestro y unos alumnos, y cuya obra caracterstica puede identi- ficarse. Este es uno de los usos principales que se utiliza, por ejemp!o, en las descripciones de tendencias en la filosofa clsica griega. Pera ei trmino fue tambin utilizado para designar otras . tendencias ms amplias o informales. La palabra griega original haba pasado de! significado de ceio, ai de empleo dei ocio para la discusin, y a partir de ah a su significado institucio- nal y a la descripcin ms general de una tendencia. De modo que una escuela puede ser una tendencia general, con frecuen- cia identificada por el nombre de un maestro particular, que no necesita, sin embargo, tener relaciones institucionales directas U otro tipo de relaciones directas eon sus alumnos o disc- pulos. Pera tambin, ampliando en el otro sentido, una escuela puede ser todo el cuerpo de maestros de una disciplina en un lugar determinado, y en ese caso no necesita, en absoluto, ser una tendencia especfica o cuerpo de doctrina. En las universidades, donde el trmino se hizo habitual para designar el cuerpo de maestros de una materia, existen ejemplos tanto de la tendencia especfica como de la descripcin institucional neutra!. En la pintura de la ltalia renacentista, en la que el trmino escuela es comnmente usado como clasificacin, lo esencial de la de- finicin es por lo general una ciudad determinada -Florencia o Venecia-, dentro de la cual se haban desarrollado ciertos estilos y tcnicas identificables, a veces a travs de la enseianza directa, y en otras ocasiones por factores ms generales, como la asociacin ciudadana y la influencia mutua. En esta gama de significados, encontramos formas de asocia- cin de artistas que han conservado su importancia. Adems, ms ali de las formas identificables de asociacin real, un nfa- sis adicional ha sido aportado por la metodologa de la mayor parte de las diversas formas de historiografa cultural, que dife- rencian y c1asifican las escuelas o los movimientos y ten- 60 61 FORMACIONES dencias ms generales. Es evidente que lo anterior puede no tener efectos retrospectivos sobre las actuales formas de asocia- cin, pera puede tener otros efectos importantes, ya que ai pre- sentar de esta manera la historia de la filosofia o de la pintura sugiere formas de identificacin o asociacin a las nuevas apor- taciones. Sin embargo, mientras se da ai mismo tiempo una con- tinuidad real de formas y este tipo de continuidad asignada o sugerida, es evidente que tambin existen nuevas formas socia- les y variaciones de las formas heredadas. Algunas de stas pue- den estar directamente relacionadas con cambios en las relacio- nes sociales generales de la produccin cultural. Los independientes EI caso de las nuevas organizaciones de pintores es particu- larmente instructivo. EI gran nmero de organizaciones indepen- dientes autoinstituidas en el siglo XtX y entrado el xx, puede conectarse directamente en muchos casos con dos factores rela- cionados entre si: el desarrollo de las academias de ensefianza, con su tendencia a prescribir regIas; y la importancia creciente de la exposicin, dentro de las condiciones de mercado que siguieron ai patronazgo. Los grupos de ruptura Podemos atribuir una importancia variable a cada uno de estos factores en cada caso particular, pero en sus resultados estn con frecuencia inextrincablemente unidos. Mientras las aca- demias monopolizaran las exposiciones, siempre existirian discu- siones sobre la seleccin y los principios de esta seleccin. De esta forma, los grupos de ruptura, que organizaban sus propias exposiciones, constituyeron una iniciativa obvia. Existen muchos de estos casos, y el ms famoso de ellos fue el Salon des Refu- ss, de 1863, en el cual expusieron Manet, Pissarro y Czanne. En este caso, gran parte de la obra expuesta fue subsiguiente- mente (y gracias a este nfasis) identificada como un movimiento estilstico autnomo en el arte, y por supuesto era probable que as ocurriera con frecuencia. Tal es el caso de la famosa Sezes- sion, en Viena, en 1897, en relacin con el art nouveau, y de Die Brcke, a partir de 1905, en relacin con el expresionismo. Los grupos de especializacin Existen casos, por otra parte, como el de la English Free Society of Artists, de fines dei sigla XVItI, en los cuales el hecho mismo de la exposicin independiente era ms importante que cualquier innovacin real en el estilo. Existen tambin otros muchos casos en los cuales la ruptura era bsicamente funcional, dentro de la prctica general, con el fin de dar nfasis, o repa- rar el desprecio acadmico, a los grabadores, acuarelistas, etc. En otros casos, por fin, como el de la Hermandad Alemana de San Lucas, de principias dei sigla XIX, el acento se puso en el desplazamiento de la ensefianza acadmica hacia un tipo de or- ganizacin centrada en el taller y ms preocupada por el adies- tramiento y el desarrollo que por las exposiciones. Tipos de organizacin grupal La sociologia de estos grupos es ya compleja, pero es impor- tante sefialar que en la mayor parte de los casos de esta fase se instituy algn tipo de organizacin y, lo que es ms, con fre- cuencia existan regias de constitucin. Los casos en los que no existia constitucin, o alguna formalidad menor de organizacin, se fueron convirtiendo eu asociaciones ms caractersticas del si- glo XX (aunque algunas de las formas anteriores persistieron). En este caso, el desplazamiento deriva ms explicitamente hacia un estilo particular o hacia una posicin cultural ms general. Pue- de incluir artificios tales como la exposicin colectiva o mani- festaciones pblicas similares, pero con frecuencia no implica una verdadera afiliacin. Es una forma ms laxa de asociacin, esencialmente definida por la teoria y la prctica compartidas, y sus relaciones sociales inmediatas con frecuencia no se ds- tinguen fcilmente de las de un grupo de amigos que comparten intereses comunes, La sociologia de estos grupos, internamente considerados, es, en consecuencia, obviamente difcil desde cualquier postura or- todoxa. Sin embargo, una sociologia general de la fase en que la formacin de estos grupos puede considerarse como culturalmen- te diferenciada, junto con organizaciones ms formalizadas y es- tablecidas, es ai mismo tiempo necesaria y fascinante. 62 63 FORMACIONES 3. Algunos principios de las formaciones independientes Sin duda es ms fcil ofrecer un anlisis social de una insti- tucin formalizada, con su tipo regularizado de organizacin in- terna y sus relaciones acopladas, por 10 comn, con el resto de la sociedad, que iniciar siquiera el anlisis de las asociaciones relativamente informales que han desempenado un papel tan imo portante en la vida cultural moderna. Existen dificultades metodolgicas especficas, ms a1l de su relativa formalidad o informalidad. De manera caracterstica, es- tos grupos culturales son poco numerosos y ofrecen pocas opor- tunidades para hacer un anlisis estadstico fiable, dei tipo que se considera normal para instituciones y grupos ms amplios. Es por eso que. entre otras razones, la sociologa ortodoxa ha consi- derado (aparentemente) ms fcil analizar los efectos culturales, . en los casos en que se dispone de grandes cantidades y de gru- pos de controlo que analizar las relaciones sociales de la pro- duccin cultural. Efectivamente este nfasis ha persistido en un perodo en el que, en los nuevos medios de comunicacin, las organizaciones a gran escala sono de hecho, accesibles ai anlisis. Podra ser tentador en estas circunstancias pasar directamente a esta ltima forma de anlisis, de la empresa editora de un pe- ridico, dei crtel editorial, de la compafia de radiotelevi- sin o de la compafia cinematogrfica; Y. en verdad, tal tra- bajo es necesario. Pero en tanto que se han realizado muy pocos anlisis de las relaciones sociales de las asociaciones e institu- ciones anteriores. igualmente formales aunque ms pequenas, o de las menos formales y de hecho inforrnales, debera existir cierto reparo terico. Pues es caracterstico de las relaciones sociales de cualquier produccin cultural que exista un problema acerca de la defini- cin dei propsito de cualquier organizacin particular. No debe trazarse una distincin muy tajante; problemas similares se pro- ducen en el anlisis de las organizaciones educativas y religiosas. Pero por 10 general existe una distincin real respecto de las instituciones de produccin simple de mercancas -incluso cuan- do el trabajo cultural es con toda claridad una mercanca, casi siempre se 10 describe, y a menudo correctamente, en trminos muy diferentes- y respecto de las instituciones de poder y ad- ministracin, en las cuales los propsitos y objetivos aparecen como inherentes. AI mismo tiempo que diferenciamos este carc- ter especfico de la produccin cultural. deberamos dudar antes de intentar abordar el anlisis sociolgico de las empresas culturales modernas. que en otros aspectos se asemejan a las contemporneas organizaciones industriales y administrativas en gran escala. Algunos principios de anlisis deben aprenderse mediante el estudio sobre otros tipos de formacin cultural y so- bre las relaciones entre formaciones formales e nformales, o en- tre las estables y las de ruptura. antes de poder evaluar de for- ma sustantiva, y no meramente organizacional, los problemas que se estn negociando, y en ocasiones ignorando. en los crte!es y en las grandes empresas (vanse pgs. 107 y sigs. ms adelante). Sin embargo, las dificultades metodolgicas vuelven a apa- recer. AI nmero relativamente pequeno de personas implicadas en muchas asociaciones y organizaciones culturales debemos afia- dir la caracterstica de su duracin relativamente breve, y con frecuencia extremadamente breve. Entre los grupos y asociacio- nes relativa o totalmente nformales, la rapidez de su formacin y disolucn, la complejidad de las rupturas y fusiones internas pueden resultar desconcertantes. Sin embargo. no hay ninguna razn para ignorar lo que, tomado como un proceso global. cons- tituye un hecho social tan generalizado. Tipos de [ormaciones culturales modernas Asumiendo plenamente estas dificultades, podemos sugerir y ejemplificar con brevedad algunos de los principios de un tipo apropiado de anlisis. As, por ejemplo, constituye un avance evidente, respecto de una mera enumeracin emprica de los rnovimientos o ismos sucesivos, que luego derivan en una discusin no bien delimitada sobre los estilos, el tratar de identificar dos factores: la organizaci6n interna de la formacin especfica; y sus relaciones declaradas y reales con otras organi- zaciones dei mismo campo o de la sociedad en general. Organizaci6n interna Ya hemos tratado algunos ejemplos de organzacn interna que ahora podemos clasificar provisionalmente de la siguiente manera: 64 65 FORMACIONES I) las que se basan en la aiiliacin formal de sus miembros, con modalidades diversas de autoridad o decisin interna, y de constitucin y eleccin; 2) las que no se basan en ninguna afiliaci6n formal, pero sin embargo estn organizadas alrededor de alguna maniiesta- cin coiectiva pblica, tales como una exposcin, presencia pblica editorial o a travs de un peridico o un manifiesto explcito; 3) las que no se basan en una afiliaci6n formal ni en una ma- nifestacin colectiva pblica continuada, pero en las cuales existe una asociacin consciente o identijicacin grupal, ma- nifestada ya sea informal li ocasionalmente, o a veces limi- tada a un trabajo inmediato o a relaciones ms generales. Un ejemplo de 1), siguiendo los pasos de muchos tipos ante- riores de gremios, confratemidades y hermandades, es la Her- mandad Alemana (ms tarde Orden) de San Lucas. Un ejemplo de 2) es la English Pre-Raphaelite Brotherhood [Hermandad Prerrafaelista Moderna], con su publicacin peridica The Germ, o el Der Blaue Reiter alemn, con un libro dei mismo ttulo (escrito por uno de sus fundadores, Marc) y una exposicin co- lectiva. Un ejemplo de 3) es el Nabis francs, que se reuna re- gularmente, pero que slo colaboraba en las exposiciones de una galera privada. Estas clasificaciones generales, por supuesto con algunos ca- sos de superposicin, nos abren el camino hacia el anlisis de grupos basados en un solo arte o en dos o tres artes relaciona- dos. En este sentido son todas organizaciones de trabajo, tanto si proclaman otros objetivos ms generales como si no. Por su- puesto, muchas formaciones culturales han sido limitadas de esta manera. Pero ya en algunos casos dei siglo XIX, y de forma habitual en el siglo xx, los grupos se forman alrededor de un programa mucho ms amplio, en el que se incluyen muchas de las artes o todas ellas, y con frecuencia, adems, en relacin con esta, pos- tulan una posicin cultural muy general (y con frecuencia pol- tica). Los mejores ejemplos son: los Futuristas, a partir de 1909, que reunieron a pintores, escultores y escritores, pero que ai mismo tiempo proclamaron posiciones generales (si bien est- ticamente relacionadas) con respecto a las mquinas, el peligro y la guerra, y la necesaria destrucci6n dei pasado; y los Surrea- listas, desde 1922, que reunieron igualmente a pintores y escri- tores, pero tambin relacionaron su trabajo, y lo justificaron, en funcin de posiciones generales sobre el inconsciente, lo irracio- nal y la actividad onrica. Es evidente que stos son, todava, grupos de trabajo, por lo general dei tipo 2), con un manifiesto, un peridico y exposicio- nes comunes, pero se ha producido tambin algn tipo de cam- bio en sus relaciones sociales, y esto puede comprenderse mejor con el segundo tipo de anlisis, el de las relaciones declaradas y reales con todos los que no formaban parte dei grupo. Relaciones externas De forma provisional podemos clasificar los tipos de relacio- nes externas en las formas culturales de la siguiente manera: a) de especializacin, como en los casos en que se apaya o promueve un trabajo en uo media o rama particular de un arte, y en algunas circunstancias un estilo particular; b) alternativas. como en los casos en que se aportan medias alternativos para la produccn, exposici6n o publicacin de algunos tipos de obras, cuando se considera que las institu- clones existentes las excluyen o tienden a excluirIas; c) de oposicin, cuando los casos representados por b) se con- vierten en una oposici6n activa frente a las instituciones establecidas, o. de una manera ms general, frente a las con- diciones dentro de las cuales existen, Un ejemplo de a) en su expresin ms simple es la Society of Painter-Etchers and Engravers inglesa, de 1880, y con algu- nas salvedades los English Ruralists [Ruralistas Ingleses] con- temporneos. Los ejemplos de b) van desde el New English Art Club, de 1885, a la Socit des Artistes Indpendants [Sociedad de Artistas Independientes], de 1884. Estos casos son particu- larmente numerosos. Como ejemplos de c) podemos citar a los Futuristas, los Dadaistas y los Surrealistas. Existen muchos problemas complejos de interpretacin, en casos especficos, dentro de estos trminos generales. Sin embar- go, es de la mayor importancia hacer estas distincones dentro de lo que normalmente es o bien una categora no analizada -Ia asociaci6n cultural libre-- o en el mejor de los casos un espec- tro indiscriminado. As, por ejernplo, s610 los grupos de especializaci6n encajan con facilidad en la conocida categoria de una sociedad abierta 66 67 FORMACIONES o plural. Estos grupos pueden ser descritos con propedad en trminos de asociacin libre dentro de una diversidad cultural generalmente aceptada, aunque debe sefialarse que incluso aqui, en muchos casos, son las iniciativas las que establecen la diver- sdad, en lugar de ser sta la que est preparada para ellas, y que, en los casos de ramas particulares de un mismo arte, las iniciativas comportan con frecuencia un conflicto local impor- tante. Los grupos alternativos autnticos van ms ali, puesto que su critica a las instituciones establecidas disponibles, por lo co- mn en el mismo tipo general de actividad cultural, es ai menos implcita, y con frecuencia, como en los casos tpicos de las se- cesiones, explcita y directa. Si ben el nuevo grupo puede que- dar satisfecho con el establecimiento de una infraestructura al- ternativa, que le da una presencia e identidad pblicas, su diferenciacin de los grupos de oposicin es suficentemente cla- ra. Sin embargo, ha sucedido con frecuencia que los ataques de la opinin establecida contra dichos grupos alternativos, los han lIevado haca una oposicin consciente distinta de la disidencia consciente o dei planteamiento de una alternativa consciente. Sin embargo, incluso en estas casos, existe una importante diferencia con respecto a los grupos plenamente oposiconales, que comienzan caracteristicamente con ataques a las formas ar- tsticas predominantes y a las instituciones culturales, y a me- nudo con ataques ulteriores a las condiciones generales que en su opinin las sustentan. No existe una relacin claramente regular, en esta gama de formaciones, entre los tipos de organizacin interna y los tipos de relacin externa. Con frecuencia sucede que los grupos de especializacin pertenecen ai tipo 1), de afiliacin formal, pero tambin los ha habido de los tipos 2) y 3). Muchos grupos al- ternativos y de oposicin han pertenecido ai tipo 2), si bien existen casos tempranosdel tipo 1) y algunos posteriores dei tipo 3). Pero, por otro lado, el problema de la relacin entre las modalidades internas y externas no puede considerarse slo en este nivel formal. Debe reinsertarse dentro dei marco dei cambio histrico y dei carcter dei orden social general. 4. Fracciones, disidentes y rebeldes Desde mediados dei siglo XIX parece existir un muy marca- do crecimiento de todo tipo de formacin cultural independien- te. La proliferacin de grupos independientes de especializacin puede explicarse, en gran medida, en funcin de dos tipos de desarrollo relacionados entre s: primero, la creciente organiza- cin y especializacin dei mercado, incluyendo su nfasis en la divisin dei trabajo; segundo, el crecimiento de una idea liberal de la sociedad y de su cultura, con la correspondiente expecta- tiva o tolerancia de los diversos tipos de obra. La formacin de grupos de especializacin, por ramos, estilos o tendencias, sirvi tanto para organizar y regular las relaciones de mercado como para presentar un cuerpo de obras a la opinin pblica. Con fre- cuencia, por supuesto, stas no fueron ms que formas diferen- tes de las mismas relaciones generales, si bien las ltimas no pueden ser reducidas a las primeras, en todos o incluso en la mayoria de los casos. Es evidente que los grupos alternativos y los de oposicin deben algo, quiz mucho, a las mismas condiciones generales. Pero las tensiones y los conflictos (a menudo graves), tan evi- dentes en la formacin de los mismos, nos impiden basar nues- tras explicaciones en trminos liberales y de mercado. Debemos resaltar, en primer lugar, una generalizacin y un desarrollo cre- cientes de la idea de que la prctica y los valores dei arte son despreciados por los valores dominantes. de la sociedad mo- derna, o deben ser diferenciados de ellos, o se consideran su- periores u hostiles a los mismos. Esta gama de ideas es compleja y su historia social tambin lo es. Sus bases sociales incluyen: 1) la crisis que para muchos artistas supuso la transicin dei pa- tronazgo ai mercado; 2) la crisis creada en algunas artes por la transicin dei trabajo manual a la produccin con mquinas (vase ms adelante el capitulo 4); 3) las crisis en el seno dei patronazgo y dei mercado, en un perodo de conflictos sociales intensos y generalizados; 4) la adhesin de ciertos grupos a un orden social pre-capitalista y/ o pre-democrtico en e cual se haban otorgado privilegios a algunas artes dentro de un contex- to general de privilegio; 5) la adhesin de otros grupos a la de- mocratizacin dei orden social, como parte deI proceso de libe- 68 69 FORMACIONES racin general y de enriquecimiento humano aI cual podran contribuir las artes si se les permita; 6) una oposicin mas ge- neral, con frecuencia superpuesta e incluso aparentemente unifi- cadora de estas diversos puntos de vista polticos, a las prcticas y valores de una civilizacin comercialx y mecnica de los cuales se podan diferenciar las prcticas y los valores de las artes. E! perodo en el que estas ideas se iban generalizando, a partir de finales deI siglo XVIII, es tambin el perodo en que se intenta establecer una distincin entre civilizacin (eexterna) y cultura <interna o humana), Es adems el perodo en el que se generalizan los significados modernos de las artes y del artista, como trminos que denotan algo ms que prcti- cas y practicantes especficos, y que ahora incluyen fundamental- mente concepciones sobre valores generales (y tambin, con fre- cuencia, alternativos o de oposicin). Las formaciones independientes, alternativas y de oposicin, estn directamente relacionadas con este complejo proceso y con- junto de ideas. Sin embargo, la posibilidad de establecer real- mente formaciones independientes efectivas, dependa obviamen- te de las condiciones sociales generales, Esta es la razn de que, a pesar de que las ideas se iban generalizando desde finales deI siglo XVIII, las formaciones alternativas y de oposicin efectivas slo se hicieron habituales en la segunda mitad deI siglo XIX y aumentaron notablemente hacia finales de siglo. Un factor que influy en este desarrollo, dentro de algunas sociedades determinadas, fue el cambio en la estructura interna de las clases dominantes. Dentro de las sociedades aristocrti- cas y mercantiles, los conflictos sobre estilos y tendencias, as como las tensiones y conflictos econmicos y sociales ms gene- rales en la prctica de las artes, con frecuencia se resolvan, o se poda intentar resolverlos, cambiando de patrn, de tipo de patrn o de intermediario. Por supuesto, esta situacin continu en las primeras condiciones de mercado. Pero en las nuevas cir- cunstancias de instituciones artsticas establecidas, fundamental- mente en relacin con un mercado de las artes ya establecido, el movimiento hacia formaciones asociativas independientes era inevitable. Los frecuentes problemas de imposicin o privilegio de ciertos estilos y tendencias, de mtodos de seleccin y publ- cidad, y de ventajas tanto comerciales como generales, podan en algunos casos (la mayor parte de las veces sin xito) ser ne- gociados individualmente; pero eran mucho ms fcilmente nego- ciabIes por media de las asociaciones, lo cual constitua ya una tendencia bsica generalizada en la mayor parte de las dems actividades sociales. Sin embargo, las nuevas formaciones no fue- ron siempre, y en muchos casos en 10 ms mnimo, de carcter defensivo. Y esto, a su vez, dependa de la aparicin, dentro deI propio orden social dominante, de grupos de apoyo reales o po- tenciales. Y es en este punto, en relacin crtica con algunos de los grupos independientes, que debemos introducir el concepto de [raccin de c/ase. Fracciones de clase Algunos ejemplos serviran para aclarar este concepto nhe- rentemente difcil. Podemos examinar tres importantes formacio- nes culturales inglesas: Godwin y su crculo, a fines deI si- glo XVIII; la Hermandad Prerrafaelista, a mediados deI siglo XIX; y el Grupo Bloomsbury a comienzos deI siglo xx. Recordemos, en primer lugar, que una clase social no es siempre, en modo alguno, culturalmente monoltica. En este as- pecto, como en otros muchos, los grupos especficos, dentro de una clase, pueden crecer o disminuir eu importancia de acuer- do con el desarrollo general de la clase y de la sociedad. Ade- ms, grupos dentro de una misma clase, pueden tener afiliacio- nes alternativas (heredadas o desarrolladas) culturales, a menudo religiosas, que no son caractersticas de la clase considerada como un todo. Por otra parte, en cualquier clase establecida, existen procesos de diferenciacin interna, con frecuencia por ti- pos de trabajo. A partir de todas estas situaciones, se pueden dar posibles bases alternativas para la existencia de variaciones en la produccin cultural. Existe, adems, una base para dichas va- riaciones en las relaciones cambiantes que se producen entre una clase especfica y otras clases. Godwin y su crculo Lo que ahora se describe comnmente, en la historia cultu- ral inglesa, como William Godwin y su crculo es un ejemplo particularmente interesante en s mismo y en tanto que proble- ma en el anlisis de las formaciones. Su ttulo familiar indica ya algo semejante a una escuela, centrada en las ideas de un escritor. Esta no es disparatado, pues eu la dcada de 1790 ha- 70 71 FORMACIONES ba godwnanos conscientes y la obra ms conocida de God- win, Politieal [ustice, ejerca una influencia amplia y directa. Sin embargo, pronto resulta evidente que debemos conside- rar ai propio Godwin dentro de una formacin social mucho ms amplia y general, lo que puede definirse directamente de dos maneras: primero, como el ala radical de la disidencia reli- giosa inglesa, que avanza hacia el racionalismo; segundo, como un grupo poltico radical, preocupado por la reforma parlamen- taria, la expansin de la educacin y la eliminacin de obstcu- los que dificultan la libertad de pensamiento intelectual. Esta formacin general es muy notaria a partir de la dcada de 1770, y est directamente conectada con los elementos ms progresis- tas de la burguesa industrial, con sus adhesiones a la libre in- vestigacin y a una ciencia racional. As, dentro de la burguesa entendida como un todo encon- tramos una formacin particular que a) va creciendo en importan- cia y b) tiene afiliaciones intelectuales y religiosas diferenciadas. Esta amplia formacin pas ms adelante por una crisis par- ticular, en SUB relaciones internas pero especialmente en las rela- ciones externas con otras elases y con el orden social dominante, en el contexto histrico especfico de las respuestas provocadas por la Revolucin Francesa. Los defensores ms entusiastas de la revolucin, y los que abogaban por cambias polticos similares en Inglaterra, fundamentalmente se encontraban en este grupo. Sin embargo, lo que previamente haba sido una tendencia alternativa dentro dei orden social general, y en algunos aspectos una ten- dencia central dentro dei ascenso de la burguesa industrial, era ahora, en esta crisis, desviado hacia una tendencia de oposicin. Sus argumentos polticos explcitos no slo chocaban con argu- mentos opuestos, sino tambin con la represin directa dei Es- tado, que culminaria en 1794. Dentro de esta crisis de una formacin social ms amplia, la formacin cultural particular dei crculo formado alrededor de Godwin lleg a ser significativa. Como formacin cultural perteneca ai tipo 3), aunque exis- tan superposiciones de afiliacin a sociedades polticas, dentro de la formacin amplia (por ejemplo, la Revolution Society). Pera, si bien su gama de actividades e intereses era amplia, su identi- dad cultural puede definirse mejor de una forma cultural espec- fica, que constitua, de hecho, un nuevo tipo de novela. Los prin- cipias intelectuales que eran comunes a la formacin social am- plia -Ia indagacin intelectual abierta y racional, el desarrollo de la moralidad a travs de la educacin, la oposicin a la opre- sin y a las leyes arbitrarias- fueron especficamente incorpora- dos a novelas que integraban las vidas individuales y las circuns- tancias sociales y morales por media de una nueva integracin formal dei personaje y la trama, partiendo dei presupuesto fundamental de que el personaje y la accin surgen conjuntamente de las circunstancias y slo pueden ser alterados mediante su al- teracin general. Los ejemplos principales de esta novelstica sono A Simple Story, de Elizabeth Inchbald (1791); Anna St lves, de Thomas Holcroft (1792), y Things as They Are (Caleb WiI- liams) , de Godwin (1794); y a ellas podemos asociar la novela inconclusa de Mary Wollstonecraft The Wrongs 01 Woman (1798). La formacin cultural, en este nivel, es todava alternativa, pera en la crisis de aquellos afias se via implicada necesariamente en actividades polticas, con consecuencias directas y peligrosas, y, ai mismo tiempo, en superposicin con lo que, en un perodo diferente, podran considerarse como tipos separados de p r c t i c ~ . Tal como sefialara Godwin acertadamente en 1794, se podra demostrar que el humilde novelista es constructivamente un trai- dor. En efecto, esta crisis entra directamente en la forma, como una crisis de los principias subyacentes a la formacin, en los dos finales (radicalmente diferentes) de la novela de Godwin Things as They Are, de los cuales el ltimo, escrito en el momento de mayor peligro, marca la transicin hacia una forma nueva y ms subjetiva. As, la formacin alternativa, arrastrada a la oposicin por los prejuicios y la represin, se convirti de nuevo en alterna- tiva, por media de una adaptacin y un cambio internos. Godwin y su crculo, despus de este cambio (1794-1797), tuvieron una importancia cultural sustancialmente diferente. God- win qued relativamente aislado, aunque continu influyendo en una nueva formacin, la que se constituy alrededor de Shelley, que se casara con la hija de Godwin y Mary Wollstonecraft. Pera los autores de Queen Mab y de Pnmkenstein, entre 1810 y 1820, pertenecen a una formacin distinta y diferenciada. La Hermandad Prerraiaelista La Hermandad Prerrafaelista es a primera vista un tipo de for- macin mucho ms simple. Fundada por tres jvenes pintores en 1848, public un peridico iThe Germ, 1850) y proclam 72 73 FORMACIONES unos principias artsticos camunes: e1 rechazo de las convenciones acadmicas y la adhesin a la observacin atenta de la inago- table naturaleza. Como sucede con frecuencia en estas casos, se haba conformado un estilo distintivo durante los primeros esta- dias de la evolucin de cada pintor, pera cuando aIcanzaron su pleno desarrolIo ya haban tomado caminos divergentes. Sin em- bargo, durante el perodo ms significativo se estableci de forma diferenciada un conjunto de actitudes compartidas respecto de la pintura y de la poesa, y a travs de elIas respecto de cuestiones culturales ms generales. En contraste con Godwin y su crculo, que surgieron a partir de una formacin general amplia y en ascenso, y en un principio sin relaciones crticas con su propia elase, los prerrafaelistas, que en su mayora pertenecan a familias de la burguesa comercial, se encontraban en oposicin consciente a las principales tendencias culturales de su clase, a pesar de que finalmente se pueda consi- derar que las articulaban y expresaban. En efecto, hallaron, en su mayora, patrones entre la burguesa comercial (por lo g e n e r ~ l , de provincias), para los cuales su naturalismo era aceptable. Sin embargo, este naturalismo estaba mezclado, desde el principio, con un medievalismo manifiesto: una adhesin a cierto tipo de belIeza romntico y decorativo, que era tambin -y ai final muy explcitamente- una crtica a la fealdad de la civilizacin co- merciaI e industrial deI sigla XIX. En ese momento fueron, inevita- blemente, disidentes de su clase y, en cierto sentido, se rebelaron contra ella, pero de una forma especializada, por cuanto halIaban en las artes de la pintura y de la poesa una alternativa ai orden social y cultural dominante. Junto a este sentido de una alterna- tiva especializada, se dia un cierto conjunto de actitudes morales y sociales alternativas, mucho ms abiertas y distendidas (ebohe- mias) que las normas de su elase. Si bien las primeras obras de los prerrafaelistas fueron muy criticadas por la opinin establecida, IIegaron a convertirse, en su mayora, en los pintores establecidos de la generacin inmedia- tamente posterior. Esta sucede con frecuencia, aunque no invaria- blemente, en estas formaciones. En este caso, se trataba, probable- mente, de una burguesa comercial todava en ascenso, que an no haba encontrado su estilo artstico. Sin embargo, si bien esta puede ser verdad en trminos generales, haba olros elementos en la posicin original, que implicaban una oposicin ms global a los modos comerciales y junto a esta posicin, una serie de acti- tudes respecto ai trabajo manual y a la prctica de las artes y los oficios. Esta puede observarse de manera especialmente notaria en William Morrs, que comenz bajo la influencia deI grupo y en gran parte de su prctica permaneci claramente dentro de su formacin cultural, y que, sin embargo, en un perodo posterior (Ia dcada de 1880) desarrolI la disidencia frente a la civiliza- cin comercial hasta convertirla en una oposicin directa a todo el orden capitalista. Para entonces, sin embargo, exista un vnculo con otras formaciones, fundamentalmente polticas (socialistas), en el contexto bastante diferente de la situacin social de los afias 80, y los aspectos especficos de la formacin prerrafaelista, a pesar de su influencia, quedaron muy atrs. Bloomsbury Godwin y su crculo haban surgido de una tendencia relati- vamente amplia dentro de la ascendente burguesa industrial, pera posteriormente, como formacin especfica, fueron forzados a la crisis -a una disidencia Iindante con la rebelin- dentro de una crisis general deI orden social, que a su vez estaba todava di- rigido polticamente por otra clase, la aristocracia terrateniente do- minante. Los prerrafaelistas eran una formacin especializada eon relaciones ambiguas y eventualmente alternativas con una bur- guesa comercial en ascenso: disidentes pero, en algunos niveles, representativos de sus intenciones culturales (decorativas) todava en formacin. La ltima fase, alrededor de Morris, pertenece a un momento diferente dei orden social, definido fundamentalmente por las relaciones con una elase obrera ms organizada. La for- macin cultural que conocemos como Bloomsbury es muy dife- rente de las dos anteriores. En particular, esta formacin es la que nos permite definir el difcil concepto de fraccin. Bloomsbury es elaramente una formacin dei tipo 3). Efec- tivamente, sus miembros negaban con frecuencia pertenecer a nin- gn grupo; eran, decan, fundamentalmente amigos, con algu- nas conexiones familiares, que encontraron alguna definicin (y el nombre dei grupo) a partir dei distrito de Londres donde vivan un nmero de elIos. No hay por qu negar esos elementos de su propia autodescripcin; en verdad, es importante reconocer que algunas formaciones culturales se dan exactamente de esa manera. Sin embargo, no es necesario estudiar demasiado eI grupo Blooms- bury, en tanto que grupo activo, para encontrar en l algunos de 74 75 FORMACIONES los rasgos ms fundamentales de una autntica formacin cultural. As, por ejemplo, la mayora de sus miembros provenan de familias administrativas y profesionales, y crecieron dentro dei recn regularizado (reformado) sistema educativo de la escuela pblica y la universidad. Sus miembros dirigentes (Wooif, Key- nes, Strachey) se conocieron en Cambridge. Los sectores profe- sionales y administrativos de la clase dominante en aquel momen- to (a su vez una fusin de la alta burguesa y de la aristocracia terrateniente) haban adquirido una importancia creciente en el nuevo orden social de la Inglaterra liberal e imperialista; en eec- to, el sistema educacional haba sido reformado, en los niveles superiores, principalmente para su produccin. Los intereses cul- turales de este sector general, definidos por tipos especficos de logros educativos, podan distinguirse con claridad de los de los sectores directamente industriales Ycomerciales de la misma clase dominante. As pues, eran una fraccin de la clase dominan.te tanto en el sentido de que pertenecan integralmente a ella, sir- viendo directamente ai orden social dominante, como en el sen- tido de que eran una divisin coherente de la msma, definida por los valores de una educacin superior especfica: la posesin de una cultura general, en lugar de una cultura meramente nacional y de clase; y la prctica de habilidades especficas intelectuales y profesionales. Es significativo, e irnico, que sus sucesores dei sigla XX los definieran como una aristocracia intelectual. Bloomsbury fue una formacin dentro de esta fraccin. Era genuinamente disidente, por dos razones. Primero, expresaba sus valores en una forma ms absoluta. Insista en una total apertura dei pensamiento intelectual y en una completa tolerancia relacio- nada con ella. Por lo tanto, se encontraba en oposicin a lo que consideraba como estupidez, incompetencia y prejuicios de los que realmente detentaban el poder econmico y poltico. Segundo, se basaba en una paradoja y la expresaba: que la reforma educa- cional haba sido principalmente para los hombres; las mujeres estaban todava relativamente excluidas. Las muchachas de estas mismas familias -incluidas en la formacin por relaciones direc- tas- compartan los mismos intereses pera estaban, en su mayo- ria, fuera dei sistema formativo inmediato. De ese modo Bloomsbury lIeg6 a criticar el orden dominan- te en un amplio espectro de asuntos: por su militarismo; por su colonialismo represar; por su incontrolado capitalismo; por sus desigualdades sexuales; por su rigidez en las costumbres; por sus hipocresas; por su indiferencia hacia las artes. La concepci6n de un orden ms civilizado inclua ai mismo tiempo la elimina- ci6n de restricciones injustificadas y la gesti6n racional dei necesa- rio marco poltico y econmico de la vida. Una vez cumplidas estas condiciones, de forma general, o por el momento a nvel local, las personas podran vivir como individuas Iibres y tolerantes, encon- trando sus valores ms profundos en los tipos consiguientes de diversidad e intimidad humanas. As, el extremo subjetivismo de, por ejemplo, las novelas de Virginia Woolf, pertenece a la misma formacin que el intervencionismo econmico de Keynes, que quera no slo preservar el sistema econmico racionalizndolo, sino hacerlo de tal forma que, dentro de la estabilidad lograda, los procesos reales de la vida civilizada pudieran proseguir sin perturbaciones, En eI curso de su obra, que ellos caractersticamente, en los trminos de su sector, no consideraban como colectiva sino como una serie de contribuciones de especialistas, se entrecruzaban y superponan con otros grupos y eoo otras clases. As ocurri, espe- cialmente, en su crtica deI capitalismo incontrolado y dei colonia- lismo, y junto con los fabianos, tuvieron una influencia impor- tante en la evoluci6n deI Partido Laborista de la clase obrera hacia un tipo especfico de socialdemocracia. En su critica real ai viejo orden, tambin fueron, con frecuencia, aislados y ridiculi- zados. Sin embargo, siguieron siendo, prctica y culturalmente, una formaci6n fraccional, y esta puede comprobarse con la ven- taja dei anlisis retrospectivo, puesto que ahora resulta evidente que expresaban ai mismo tiempo los valores ms elevados de la tradicin burguesa y la necesaria prxirn fase de un orden social y cultural burgus. Formaciones simples y completas Son evidentes, pues, las complejidades de cualquier anlisis especfico de las formaciones culturales. Estas breves ejemplos han sido expuestos, de forma esquemtica, para sefialar algunos procedimientos posibles. A las consideraciones ya aducidas -for- mas de relaciones internas y externas- podemos afiadir una dis- tincn, evidente entre los prerrafaelistas por un lado y los god- 76 77 FORMACIONES winianos y los bloomsburianos por otro, entre formaciones relati- vamente simples y relativamente complejas, en funci6n dei rea -Ia agrupaci6n real de prcticas-- que la formaci6n representa. Eu este sentido, Bloomsbury, eon su combinacin de escritura, pintura, filosofa, teora poltica y economa, es una formaci6n particularmente compleja, en el nivel de la prctica, en compara- ci6n con los pintores y poetas prerrafaelistas. Esta afecta tanto a los modos internos como externos de organizacin. De manera caracterstica, la organizaci6n interna de Bloomsbury, ms ali de su status como grupo de amigos y vecinos y de sus reuniones para la lectura de trabajos, era una editorial privada, pero posterior- mente de mbito general (Ia Hogarth Press), que publicaba sobre todos los temas de su inters. Por otra parte, podemos observar que las relaciones externas de tales formaciones, como entre los godwinianos y el grupo Blooms- bury, por ejemplo, no son s610 un asunto de intenciones definidas internamente, sino tambin de las relaciones reales y posibles de todo el orden social. As, cuando consideramos las semejanzas, con frecuencia notables, entre los principias de los godwinianos y dei grupo Bloomsbury, y las relaciones externas que los mismos implicaban -un grupo racional y tolerante deseoso de extender la razn y la tolerancia, mediante reformas radicales si era necesa- rio- descubrimos tambin que no podemos permanecer en ese nivel, puesto que las relaciones externas reales estaban tambin determinadas por otros. Los godwinianos no s610 eran histrica- mente anteriores, y por lo tanto ms expuestos, eran tambin el elemento avanzado de una clase en ascenso pera an no dominan- te, a diferencia dei status dei grupo Bloomsbury como fraccin de la clase dominante. EI hecho de que los godwinianos fueran repri- midos polticamente fue una consecuencia de estas relaciones ge- nerales de clase, as como de la severidad de la crisis histrica. En un nivel diferente y crucial, encontramos que los godwinianos ape- nas eran capaces de mantenerse, a nivel financiero, como disiden- teso En la prctica, dependan dei mercado general. En el caso dei grupo Bloomsbury, los cambias en el orden general, y en particu- lar, el establecimiento de un s6lido sector de empleados profesio- nales e intelectuales, hicieron que la supervivencia independiente fuera mucho ms accesible. Formaciones nacionales y paranacionales Los ejemplos dados hasta aqui se refieren a desarrollos dentro de un solo orden social nacional. Estas formaciones nacionales han seguido siendo importantes, pero en el sigla xx se ha produ- cido un marcado desarrollo de ciertos tipos de formaci6n cultural internacional, o mejor dicho paranacional, A mediados dei siglo xx esta puede relacionarse claramente con la instauraci6n de un mercado mundial efectivo en algunos sectores dei arte, la m- sica y la literatura, y con el correspondiente (pero no siempre de- pendiente) sentido de culturas efectivas ms amplias (eliteraturas europeas, msica occidental, arte dei sigla xx), La sociolo- gia de estas desarrollos se encuentra en un nivel diferente y mu- cho ms amplio que la de las formaciones culturales. Sin embar- go, estas desarrollos ms amplias fueron en cierta forma precedi- dos por un nuevo e importante tipo de formaci6n cultural que debe distinguirse de los grupos nacionales, lo que podemos obser- var ms fcilmente en el desarrollo dei concepto de vanguardia. Que yo sepa, todavia no se ha emprendido un anlisis social completo de los movimientos de vanguardia y muchos de los fac- tores relevantes an no han sido establecidos empricamente. Pero una observaci6n general de diversos movimientos de vanguardia entre la dcada de 1890 y la de 1920 nos permite proponer algu- nas hip6tesis que pueden ser confirmadas por la investigaci6n. Primera: los movimientos de vanguardia tienen, tipicamente, una base metropolitana (con la precisi6n de que metropolitano debe distinguirse de las definiciones de urbano y de capital nacio- nal, siendo sus factores clave la relativa autonomia [especial- mente cultural] y el grado de internacionalizaci6n, este ltimo relacionado con frecuencia con el imperialismo). Segunda: quie- nes contribuyeron a los movimientos de vanguardia eran en gran parte inmigrantes a esas metr6polis, provenientes no s610 de regia- nes nacionales perifricas, sino de otras y ms pequenas culturas nacionales, consideradas con frecuencia en aquel momento como culturalmente provincianas en relaci6n con la metr6poli (por ejemplo, la tpica figura de Apollinaire -nacido Wilhelm Apolli- naris de Kostrowitzki- y el papel que jugaria en Paris). Tercera: algunos factores en la cultura de vanguardia, y en particular la ruptura consciente con los estilos tradicionales, deben ser ana- lizados no s610 en trminos formales, sino tambin dentro de la sociologia de los encuentros y asociaciones metropolitanas entre 78 79 FORMACIONES inmigrantes que no comparten otra lengua comn que la de la metrpoli y cuyos otros sistemas de signos heredados (incluyendo los visuales) se han vuelto lejanos o irrelevantes. Este seria un factor detectable en las innovaciones observadas frecuentemente en las actitudes hacia el lenguaje y hacia la significacin visual heredada de los objetos. Cuarta: las formaciones de vanguardia, desarrolIando estilos especficos y distanciados dentro de las me- trpolis, reflejan y conforman ai mismo tiempo tipos de concien- cia y de prctica que adquieren una importancia creciente para un orden social que a su vez se desarrolIa en las direcciones de una significacin metropolitana e internacional, ms alI dei Es- tado-nacin y de sus provincias, y de una movilidad cultural co- rrespondiente elevada (vanse las relaciones entre el Paris de 1890-1930 y el Nueva York de 1940-1970). Ouinta;: Ias condi- ciones sociales internas de una metrpoli, donde se combinan ai mismo tiempo la concentracin metropolitana de la riqueza y el pluralismo interno de sus funciones metropolitano-inmigrantes, crean unas condiciones bsicas especialmente favorables para los grupos disidentes. Todava no sabemos si la investigacin confirmaria estas hip- tesis sobre el carcter de algunas formaciones culturales especfi- cas paranacionales dei siglo xx, aunque sabemos que aportan una base inicial para la consideracin dei carcter contradictorio de la historia de los movimientos de vanguardia: por una parte, re- presentan agudas e incluso violentas rupturas con las prcticas tradicionales heredadas (son una disidencia o una revuelta ms que una vanguardia en sentido literal); y, sin embargo, se convier- ten (por vas diferenciables de los importantes factores de su difu- sin y explotacin comercial) en la cultura dominante dei perodo metropolitano y paranacional subsiguiente. Formaciones, historia e individuas Estos breves ejemplos deberan mostrar ai mismo tiempo las posibilidades y los lmites dei anlisis de las formaciones cultura- les. Los lmites son particularmente evidentes. No se puede dar cuenta plena de ninguna formacin o tipo de formacin especfi- cos sin ampliar la descripcin y el anlisis ai contexto histrico general, en el cual todo el orden social y todas sus clases y for- maciones pueden ser adecuadamente considerados. Todo lo que puede hacer el anlisis formacional es plantear preguntas sociol- gicas a dicha historia general y, en ocasiones, a partir de tales preguntas, sugerir nuevas reas para una investigacin pormeno- rizada. Por otra parte, no es posible dar plena cuenta de una forma- cin sin considerar las diferencias individuales en el interior de la misma. Podemos observar que las formaciones de los tipos ms modernos se originan en momentos de transici6n y de interseccin dentro de una historia social compleja, pero los individuos que al mismo tiempo componen las formaciones y son conformados por elIas adoptan adems una gama compleja de posiciones, nte- reses e influencias diversos, algunos de los cuales son resueltos (aunque slo sea temporalmente) por las formaciones, mientras que otros permanecen como diferencias internas, como tensiones y a menudo como base de subsiguientes divergencias, rupturas, divisiones e intentos de nuevas formaciones. Por tanto, ningn anlisis sociolgico de las formaciones pue- de reemplazar ni a la historia general ni a los estudios individua- les ms especficos. Sin embargo, es un tipo de anlisis todava indispensable, puesto que normalmente existe un vaco muy gran- de entre, por un lado, la historia general y la historia general de artes especficas relacionadas con elIa, y, por otro, los estudios individuales. En consecuencia, aprender a analizar la natura- leza y la diversidad de las formaciones culturales -en estrecha asociacin, como se argumentar ms tarde, con el anlisis de las formas culturales- es lo que nos permitir avanzar hacia una comprensin ms adecuada de los procesos sociales directos de la produccin cultural. 4. Medios de produccin Hemos estado analizando las instituciones y las formaciones sociales de produccin cultural, en sus diversas formas manifies- tas. Sin embargo, es evidente que existe otro tipo de historia so- cial de la produccin cultural, en su sentido ms general, que re- sulta fundamental para elaborar su sociologa. La invencin y el desarrollo de los medios materiales de pro- duccin cultural constituye un captulo destacable de la historia humana, y sin embargo, su importancia es generalmente subesti- mada en comparacin con la invencin y el desarrollo de las que son percibidas ms fcilmente como formas de produccin mate- rial, en la comida, las herramientas, el refugio y los servicios. En efeclo, una posicin ideolgica usual sefiala esta ltima rea como material, en contraste con lo cultural o, en trminos ms co- rrientes, lo artstico o lo espiritual. Sin embargo, no es necesario asimilar de forma injustificada 82 83 MEDIaS DE PRODUCCION la prctica cultural con el rea de la satisfacci6n de las necesida- des humanas hsicas para darnos cuenta de que, sean cuales fue- ren los objetivos culturales a los que pueda servir, sus medias de producci6n son indiscutiblemente materiales. En efecto, en lugar de comenzar a partir dei enganoso contraste entre lo material y lo cultural, debemos definir dos reas de anlisis: en primer lugar, las relaciones entre los medias materiales y las formas so- ciales en las que se utilizan (esta es, por supuesto, un problema general dei anlisis social, pera la discusi6n queda limitada, aqui, a los medias y a las formas culturales); y, en segundo lugar, las relaciones entre estas medias materiales y formas sociales, y las formas (artsticas) especificas que constituyen una produccn cul- tural manifiesta (stas se considerarn en capitulas sucesivos). Podemos hacer, en primer lugar, una importante dstncn general, de efectos sociales y sociolgicos continuados, entre: 1) la clase de medias materiales que depende total o fundamentalmente de los recursos fsicos inherentes y constituidos; y 2) una segunda clase que depende total o fundamentalmente dei uso o la trans- formacin de objetos y fuerzas materiales no-humanas. Ninguna historia dei arte puede escribirse sin prestar plena atencn a am- bos. Las artes de la poesia oral, la canci6n y la danza son ejem- pios obvias dei primer caso, mientras que la pintura y la escul- tura son ejemplos dei segundo. Y lo interesante es que cualquiera que sea la prioridad exacta (que tal vez nunca pueda ser determi- nada), cada una de estas clases de medias aparece muy temprano en la cultura humana. Por olra parte, cada una de ellas ha con- servado su importancia: no es una simple cuesti6n de estadias sucesivos. Se dce con frecuencia, de manera convincente, que los seres humanos entraron en relaciones sociales a medida que fueron usando o transformando el mundo material no-humano. Pero esta no debiera lIevar nunca aparejada la implicaci6n (habitual en algunas ramas de la teoria) de que a travs dei uso y desarrollo de los recursos ffscos inherentes y constituidos no se crearon rela- ciones sociales. Ambas formas de desarrollo son ya evidentes en un estadia evolutivo, y tanto en ste como en el desarrollo social posterior ms consciente, los procesos analiticamente separables son, por lo general, inextricables en la prctica. Sin embargo, puesto que las relaciones sociales, y en particular los cambias en las relaciones sociales, son a menudo ms evidentes en los casos de desarrollo en la utilizaci6n o lransformaci6n de objetos y fuer- zas materiales no-humanos, vale la pena subrayar el manifiesto carcter social dei otro tipo de desarrollo. El desarrollo de los recursos inberentes La adquisici6n dei lenguaje, en cualquier .sentido se sita en la compleja transici6n desde lo evolutivo a lo so.c[a!. EI desarrollo de la comunicaci6n no verbal heredada, propra de la especie (posturas, gestos, expresio.n,;s. cul- turales y variaciones de estas posibilidades bsicas se situa tam- bin dentro de la misma compleja transicin. Pero incluso si el estadio social se desplaza (tendenciosamente) hasta el momento en que estos recursos desarrollados se considerar ya existentes, es imposible no prestar atencion a la ria historia social de la instituci6n de sistemas para su posterior desarrollo cultura!. La danza, .1 canto y .1 habla Nos encontramos, por ejemplo, con el asombroso desarrollo de todas las formas de danza, que abarcan un espectro que va desde las complejas formas tradicionales hasta el prolongado adiestramiento profesiona!. EI mismo notable desarrollo se ad- vierte en los modos de utilizar la voz humana para el canto y para ciertas formas de habla especificamente observar una transicin familiar desde un adiestramlento mente general en estas habilidades altamente valoradas, hasta di- versos grados de especializaci6n y profesionalizacin en des ms complejas; pero algunas de estas formas de espec;ahza- ci6n parecen ser extraordinariamente tempranas y, a?emas, no es probable que existan sociedades en las que no se intente un adiestramiento relativamente general en alguna de las formas de estas habilidades bsicas. Esta relativa generalidad dei desarrollo de este tipo de recur- sos es de gran importancia sociolgica, en contraste con el mucho ms desigual y con frecuencia especializado y exclusivo desarrollo de las formas de producci6n cultural que dependen dei u.so o la transformacin de los recursos no-humanos. En las socledad,;s complejas existe una desigualdad significativa y con frecuenca 84 85 MEDIaS DE PRODUCCION decisiva, a medida que los sistemas de adiestramiento de esos recursos inherentes y constituidos se vuelve ms profesional y eficiente. Pero (y en mayor medida mientras persisten los elemen- tos de adiestramiento ms general) ciertas conexones, o potencia- les conexiones, humanas y sociales de crucial importancia estn todava presentes en los recursos compartidos de los cuales son desarrollos. Por consiguiente, no es sorprendente que la danza y el canto, en sus formas ms generales, hayan sido, y sigan siendo, tanto en las sociedades complejas como en las simples, las prc- ticas culturales ms extendidas y populares. Usos de los medios no-humanos Es cuando nos volvemos haeia las prcticas basadas (total o parcialmente) en la utilizacin o transformacin de objetos y fuer- zas materiales no-humanos que las relaciones sociales se tornan mucho ms complejas y variables. Podemos comenzar con una distincin preliminar de tipos de estas prcticas, de la forma siguiente: 1) combinacn deI uso de objetos externos eco eI uso de re- cursos fsicos nherentes, cubriendo una gama que va desde eI uso de pintura. mscaras y disfraces en la danza, hasta el uso de mscaras. disfraces y decorados eu la representa- ci6n dramtica; 2) desarrollo de instrumentos para nuevos tipos de representa- ci6n e nterpretacin, especialmente evidente en el caso de los instrumentos musicales; 3) selecci6n, transformaci6n y produccin de objetos separa- bles, que adquieren as una significaci6n cultural, como ocu- rre en el uso de la arcilla, los metales, la piedra y los pig- mentos para la escultura y la pintura: 4) desarrollo de sistemas materiales separables de signiiicacin, creados para la significaci6n cultural, apreciable especial- mente en la escritura; 5) desarrolIo de complejos sistemas tcnicos de amp/ificaci6n, propagaci6n y reproduccin, que posibilitan nuevas formas de presentacin de todos los tipos precedentes, pero tambin nuevos tipos de presentacin de prcticas que, por lo dems, esto todava basados en la utilizacin de recursos Inherentes y constitudos. En materia de relaciones soeiales, los tres primeros tipos des- critos son relativamente continuas con los que se basan en los recursos nherentes, mientras que los dos ltimos introducen pro- blemas sustancialmente nuevos de relacin. Problemas de acceso Existe habitualmente cierta generalidad de acceso a, por lo menos, algunas de Ias tcnicas incluidas en los tres primeros tipos. Cuando esta sucede, la relacin entre alguna de las formas de adiestramiento general y el adiestramiento especializado altamente desarrolIado, no es necesariamente ms difcil que en la relacin comparable en el adiestramiento de los recursos fsicos inherentes. Por otra parte, a medida que Ia cultura se vuelve ms rica y com- pleja con la incorporacin de muchas ms tcnicas artsticas desa- rrolladas hasta un alto grado de especializacin, Ia distancia social de muchas de las prcticas se hace mayor, y se crea un conjunto prcticamente inevilable, si bien siempre complejo, de divisiones entre los participantes y los espectadores de las diversas artes. Es- tas importantes divisiones afectan la naturaleza de Ias culturas mo- dernas, hasta tal punto que las relaciones sociales entre los artis- tas y (esus) espectadores o pblicos pueden parecernos las nicas a tener en cuenta. Sin embargo, en primer lugar, dicho resultado de Ia especiali- zacin, que representa una divisin general asumida entre quienes crean y ejecutan y quienes meramente reciben, no es significativa- mente mayor en este nivel de Ias tcnicas materiales que en el nivel de los sistemas de adiestramiento de los recursos inherentes. Adems, en segundo lugar, mientras existan conexiones entre, al menos, alguna forma de adiestramiento general elemental y Ias formas avanzadas de adiestramiento profesional, y mientras el acceso a esas formas avanzadas, para aquelIos que lo deseen, per- manezca todavia relativamente abierto, la forma de divisin entre artistas y pblico no tiene por qu ser necesariamente perju- dicial; en la prctica, es con frecuencia un intercambio seria y voluntario entre los profesionales y quienes se interesan por el ms alto desarroIlo de estas habilidades. EI caso muy diferente en el que existe una divisin generalizada entre creadores y 86 87 MEDIaS DE PRODUCCION espectadores, puede en parte estar influido por estas relaciones, pera no se genera o se confirma totalmente en ellas. En efecto, es slo, o aI menos principalmente, en el desarrollo de las tcnicas materiales de los tipos cuarto y quinto que lo que en un principio no es mucho ms que una especializaci6n relativamente abierta y una atenci6n diversificada se transforma en un conjunto confor- mador e incluso determinante de relaciones sociales divisarias. Existe una serie de razones para que esta suceda. Durante ai- gunos siglas la primera razn pareca smple, aunque se ha visto seriamente complicada a partir de los ms recientes desarrollos tcnicos. Si se contempla alguna forma de danza muy evolucio- nada, o una representacin dramtica muy elaborada, o se escucha una msica muy desarrollada, o se mira una escultura o pin- tura igualmente desarrolladas, se dispone por lo menos de una forma dada de acceso a cada una de estas artes. AI menos, se puede ver o escuchar, lo cual ha sido parte de un desarrollo fsico normal. Y, por consiguiente, aunque en grados variables, se pueden ver o escuchar formas especficas de obras artsticas: con relativa facilidad si son formas especficas de la propia cultura; con ms dificultad y a veces con dificultad absoluta, si son formas de otra cultura, particularmente alejada, o si la propia cultura est pro- fundamente dividida y estas formas provienen de un rea que resulta fornea. A travs de todos estas diversos grados de acceso, existe toda- va, activa en estas tcnicas, cierta conexin con los recursos inhe- rentes. A muchos de nosotros, por ejemplo, nos ha sido posible apreciar la danza de culturas muy diferentes y la escultura, el tallado y la pintura no slo de culturas diferentes sino tambin de otras pocas, a menudo muy remotas. La conexin con los recursos inherentes, con frecuencia profundizada por lo que quiz sean cualidades perceptuales y rtmicas compartidas en nuestra especie, nos ofrece ai menos cierto grado de acceso relativamente no mediatizado. La especializacin cultural, que tambin est pre- sente en grados diversos de dificultad en estas formas especial- mente fsicas, constituye por lo general un problema mayor ai me- nos en ciertos tipos de msica, en los que se han producido algu- nas divergencias muy radicales en los sistemas e instrumentos. Pera, una vez ms, en un rea sorprendentemente amplia, y en particular en la cancin y en los instrumentos ms simples, es posible alcanzar cierto grado de acceso relativamente no media- tizado, constituyendo un factor importante la existencia de algu- nos recursos rtmicos compartidos, posiblemente, por toda la espe- cie. EI drama, inevitablemente, resulta ms especializado cultural- mente por ellenguaje, pera en muchos de sus otros elementos de movimiento y escena es amplia e inherentemente accesible, como resulta obvio en el mimo y era muy evidente en el cine mudo. La escritura El objetivo de 'estas ejemplos no es el de subestimar las dficul- tades de las relaciones sociales y deI acceso cultural en estas tipos de tcnica cultural, sino mostrar, por contraste, las diferencias cualitativas cuando enfrentamos sistemas materiales como la es- critura. Pues si bien la escritura comparte, en un ltimo estadia, todas las dificultades mencionadas -de grados de familiaridad con formas especficas, y de los efectos de la especializacin cul- tural, como ocurre muy especialmente en el lenguaje- tambin tiene, en cuanto tcnica, un status radicalmente diferente desde el principio. As, mientras cualquier persona en el mundo, con unos recursos fsicos normales, puede mirar una danza o contem- plar una escultura o escuchar msica, casi el cuarenta por ciento de los actuales habitantes deI mundo no puede establecer todava ningn contacto con una haja escrita, y en perodos anteriores este porcentaje era mucho mayor. La escritura, como tcnica cul- tural, depende por completo de formas de adiestramiento especia- lizado, no s610 (como lIeg a ser comn en otras tcnicas) para los productores, sino tambin, y de forma crucial, para los receptores. En vez de ser un desarrollo de una facultad inherente o general- mente accesible, es una tcnica especializada totalmente depen- diente de un adiestramiento especfico. Por lo tanto, no es sor- prendente que durante un perodo muy prolongado, los proble- mas ms difciles en las relaciones sociales de las prcticas cultu- rales giraran en torno a la cuestin de la alfabetizacin. Las relaciones Baciales en la escritura Las formas ms tempranas de la escritura fueron desarrolladas por grupos muy limitados de especialistas (por lo general oficia- les), a quienes les estaba reservada esta tarea; ms tarde se exten- dieron algo ms, gracias ai constante desarrollo de las ciudades y aI intercambio mercantil. EI problema cultural general no era agudo en esta etapa, pues la escritura era fundamentalmente una 88 89 MEDIOS DE PRODUCCION tcnica de administracin, de registro y de contratacin. Fue en la etapa siguiente, cuando la escritura pas a ocuparse, en una pro- porcin cada vez mayor, de los asuntos legales, dei aprendizaje, de la religin y de la historia, anteriormente transmitidos de for. ma oral, que las muy marcadas divisiones culturales, ya social. mente presentes en las sociedades sin escritura, se volvieron, por as decirIo, tcnicamente estabilizadas. En el extraordinario desarrolIo posterior de todos estos usos, e incluso mientras algunas otras relaciones sociales estaban cam- biando, esta forma de estratificacin de acceso se fue haciendo cada vez ms importante. De manera creciente tambn, la litera- tura oral de las sociedades que no conocan la escritura, o la conocan slo de forma marginal, fue, a travs de muchas y com- plejas etapas, transferida a esta nueva tcnica material y adicio- nalmente desarrolIada gracias a elIa. La escritura pas de ser 1) una funcin de apoyo y registro, en las sociedades en las cuales la tradicin y la composicin oral eran todava predominantes, pa- sando por 2) una etapa en la que a esta funcin se afiadi la composicin escrita para su interpretacin oral y 3) una etapa posterior en la que la composicin era adicionalmente escrita slo para ser leda, hasta 4) la etapa ms reciente y conocida en la que la mayor parte o virtualmente todas las composiciones eran escritas para ser ledas en silencio, y la escritura, por esta razn, se generaliz finalmente como literatura. Las grandes ventajas de la escritura, con su enorme expan- sin de nuevas formas posibles de continuidad y acceso, se han visto contrarrestadas, en todos los sentidos, por las desventajas ra- dicales que supone su inherente especializacin de la facultad de recepcin. Slo en los ltimos ciento cincuenta afies, en todas las culturas, Una mayora de personas ha tenido ai menos un acceso mnimo a esta tcnica que ya, durante dos milenios, haba sido portadora de una gran parte de la cultura humana. Las consecuen- cias de esta larga (y en muchos lugares persistente) divisin cultuo ral han sido muy grandes, y la confusin de los desarrolIos sur- gidos a partir de elIa, en las sociedades que por fin se estn con- virtiendo en alfabetas, todava se siente entre nosotros. Amplificaci6n, propagaci6n y reproduccin Pero en este momento, y de forma decisiva, las tcnicas dei quinto tipo de prctica se vuelven importantes e incluso deter. minantes. Existen siempre limitaciones internas en cualquier tipo de sistemas significantes de notacin o visual-simblicos, puesto que los mismos dependen de la posesin absoluta o relativamente compleja de la informacin sistemtica pertinente (tanto social como tcnica). Pero mientras los objetos que encarnan estos siso temas son elIos mismos fijos e individuales, existe una correspon- dencia (con frecuencia de un tipo de casta) entre las limitaciones sistemticas internas y las relaciones sociales internas (con fre- cuencia jerrquicas). Reproduccin de imgenes Las nuevas tcnicas de reproduccin y circulacin deliberada son, por tanto, de gran importancia sociolgica. En sus ms tem- pranos ejemplos, como en el caso de los sellos, las monedas y las medalIas, estaban directamente conectadas con la expansin dei comercio y con la expansin poltica dei imperio. La imagen vi- sual simblica y reproducible se convirti en un modo de definir un rea social de crdito o de poder. En el caso dei imperio pol- tico, la produccin y reproduccin decisivas de un rea de poder se realizaba por supuesto por otros medias (militares y polticos), aunque en el nivel de la reproduccin, el uso de las imgenes.. re- producibles de autoridad lIeg a ser muy importante y ha seguido sindlo. En el caso dei comercio en expansin, la imagen repro- ducblecomo moneda de un pas (con frecuencia irnpresa en un material de valor intrnseco) se torn decisiva en la reproduccin de las relaciones de intercambio y fue tambn un factor dominan- te en la produccin de nuevos tipos de comercio. En ambos casos, la imagen reproducible era todava fundamentalmente una fun- cin de las relaciones polticas o econmicas. Fue en el campo de los objetos religiosos y de culto, de los objetos decorativos y utilitarios decorados, y de lo que finalmente puede caracterizarse como obras de arte en un sentido moderno, donde la tcnica de reproduccin se convirti en un modo cultural de capital importancia. La tcnica dominante era el vaciado y podemos encontraria, desde los primeros tiempos, en una amplia gama. Fue un factor fundamental en la propagacin de los cultos y de las religiones, desde la estatuilIa votiva a la imagen de un dios. Tambin fue muy evidente su utilizacin poltico-cultural, como en los bustos-retrato de los reyes y de los emperadores. Mu- chos, quiz la mayora de estos objetos, son considerados ahora 90 91 MEDIOS DE PRODUCCION como obras de arte, de forma correcta en un sentido, por su esmerada elaboraci6n, pera en otro sentido engaiosamente, puesto que su funci6n esencial, especialmente en esta rea de reproduc- ci6n y circulaci6n deliberadas, era evidentemente religiosa o ideo- 16gica. 'Lo que con propiedad puede denominarse arte es todavia, en la mayora de los casos, un elemento inherente e inseparable de algn otro prop6sito. Reproduccin grfica Esto sigue ocurriendo en el pr6ximo y decisivo estadia tcnico, el de la reproduccn grfica. En el sglo IV a.C., en Atenas, era posible comprar manuscritos reproducidos a mano por copistas a un precio relativamente bajo, y los scriptoria en los cuales se hacan estas copias -existe en Plinio el [oven una referencia a una edici6n de mil copias- siguieron siendo importantes a lo largo dei imperio romano y en el medioevo. Sin embargo, las tc- nicas de reproducci6n de imgenes grficas -Ias ilustraciones-, se desarrollaron muy lentamente. La ilustraci6n reproducible por grabado en madera, e incluso las letras de madera para imprimir, hicieron su primera aparici6n en China, pero en Europa hay que esperar ai siglo XIV para que el papel (trado por los rabes a fina- les dei siglo XII, cuando el material tradicional de pergamino em. pez6 a escasear) comenzara a utilizarse de forma generalizada en la nueva tecnologia de la xilografia; los diseios para telas tallados en madera se convirtieron en ilustraciones rpidamente reproduc- bles. Exista entonces un inmenso comercio de cuadros religiosos y morales de este tipo reproducido, con frecuencia hechos en serie e impresos literalmente por millones. Posteriormente, en el s- glo xv, el vaciado de metal se combin6 con el perfeccionamiento de los tipos de imprenta y de tintas para hacer posible la impre- si6n de textos, y ello permiti6 acceder, ai fin, a toda la gama de reproducciones grficas rpidas y precisas. Efectos sociales de los sistemas de reproduccin Los efectos sociales de este complejo de cambias tcnicos han sido diversos. Por un lado, es evidente que las tcnicas de repro- ducci6n fsica eran todavia empleadas, en gran medida, en el marco de los modos de reproducci6n social y cultural general. Esto es particularmente observable en la enorme producci6n de estampas de Cristo y de los santos y en la frecuente impresi6n de biblias, salterios e indulgencias. Pero, en lo que a impresi6n se refiere, se dan casos de superposici6n, tales como calendarios, al- manaques y gramticas, y pronto, de forma decisiva, la impresi6n y circulaci6n de todo un cuerpo de textos literarios clsicos, de otras formas (introducidas y reintroducidas) de pensamiento y aprendizaje, y ms tarde, por fin, de textos recientemente produ- cidos. Resulta, pues, evidente que la reproducci6n social y cultural en estas tecnologias, aun en sus niveles ms bajos, est significa. tivamente ms diversificada que en la fase de prerreproducci6n. Esta afect6 radicalmente la posici6n dei escritor, dei estudioso y dei artista como productores. Los cambios corresponden, de he- cho, a los estadios de superposici6n y posteriormente de transici6n entre las relaciones de patronazgo y las de mercado. Lo que se haba logrado tcnica y socialmente no s6Io era la ampliaci6n de la distribuci6n, sino tambin la movilidad inherente de los objetos culturales, de importancia crucial para las relaciones regulares de mercado. Es interesante que fuera en eI mismo perodo de la producci6n en gran escala de estampas sagradas en papel, cuando el lienzo (m6vil) comenz6 a reemplazar ai fresco pintado sobre la pared, como la base material ms comn para la pintura. Con esta diversidad, distribuci6n ampliada y movilidad, ad- vinieron nuevas formas y oportunidades de independencia cultural y artstica; o, por decido ms exactamente, las formas de depen- dencia directa, dentro de la reproducci6n cultural y social relati- vamente monopolistas, fueron modificadas y en algunas ocasiones reemplazadas por formas de dependencia ms variable respecto de modos ms diversos de esta reproducci6n, y dentro de esta diversidad se dieron algunas importantes innovaciones. Las relaciones entre produccin y reproduccin social y cultural La indicaci6n te6rica ms importante que se deduce de esta serie compleja de cambios es la de los grados variables de simetria entre la producci6n cultural y la reproducci6n social y cultural general. A efectos prcticos podemos considerar estas relaciones 92 93 MEDIOS DE PRODUCCION en los primeros modos de produccin como totalmente simtricas. Existe efectivamente una paridad completa entre los propsitos de Ia produccin cultural y esta reproduccin cultural y social ms general. Pera en aIgunos de los estadias tempranos de Ia repro- duccin tcnica de Ia produccin cultural, como en eI caso obvio de los imperios polticos y Ia consiguiente imposicin de sistemas religiosos, comienzan a aparecer elementos de asimetra eu las relaciones entre Ia cultura dominante y Ia subordinada. En los rdenes sociaIes masivamente reproductivos de los perodos feudal y medieval, estas elementos son todava evidentes, y en ocasiones pueden percibirse con claridad como asimetras de clase. Asmetras Sin embargo, es en el nuevo perodo de reproducci6n fsica, ampliamente accesible, de artefactos culturales, dentro de unas relaciones socales ya diversificadas, cuando comienzan a apare- cer asimetras de un tipo ms complejo que Ias de dominacin y subordinacin. Muchas de Ias relaciones dominantes son todava, por supuesto, bsicamente simtricas, como en el caso de la pro- duccin de estampas y textos religiosos. En efecto, en algunos as- pectos, las nuevas tecnologas de reproduccin estandarizada y ampliamente distribuida hicieron que ciertas formas de reproduc- cin social y cultural fueran mucho ms eficaces, en un amplio espectro, y, bajo modos que pueden diferenciarse de la domina- cin y Ia subordinacin directas. Pera especialmente en la impren- ta -en Ia literatura y el aprendizaje, aunque tambin en los tex- tos cientficos, en los cuales Ia ilustracin reproducible con exac- titud desempeiaba un papel fundamental- se produjo pronto una asimetra evidente entre las formas heredadas y relativamente rgidas de reproduccin social y cultural y esta nueva produccin y distribuci6n cultural, mvily diversa. Muchos de los problemas ms importantes de las relaciones sociales de la cultura tienen su origen en la aparicin de esta asimetra efectiva, aunque siempre variabIe. Tres tipos de asimetra Esta condicin general de asimetra puede examinarse en tres reas principaIes de tensin, conflicto y Iucha, dentro de Ias cuaIes Ia asimetra constituye siempre un elemento fundamental. Estas reas son: I) Ia organizacin de Ias licencias, Ia censura y dems formas similares de control, y Ia Iucha contra eIlas; 2) Ia organizaci6n deI mercado, tanto en su aspecto de rea de inter- cambio cuyos objetivos, en materia de expansi6n y ganancia, pue- den estar con frecuencia en conflicto con Ias autoridades polticas y culturales dominantes, como en su aspecto de mecanismo para las mercancias en este campo especialmente sensible, en eI cual los clculos inherentes de ganancias y escala podan suscitar tensiones con otras concepciones deI arte y, en un nivel diferente, imponer sus propias formas nuevas de control comercial; y 3) Ias relaciones desiguaIes y cambiantes entre una cultura popular he- redada (fundamentalmente oral) y siempre en aIguna medida recu- perada y las formas nuevas de producci6n y reproducci6n estan- darizada y cada vez ms centralizada. 1) El control y sus limites La lucha por Ia libertad de expresi6n, aI igual que la creaci6n de medias para controlaria, son, por supuesto, muy antiguas. Los principias difciles y con frecuencia contradictorios de esta antigua confrontacin fueron ya memorabIemente expresados en la versin de Platn de Ia Apologa de Scrates y, en un senti- do diferente, en su Repblica. La condena y prohibicin de libros por la IgIesia medieval nos ofrece tambin una historia instruc- tiva. Pero los cambias en los medias de producci6n, y especial- mente en Ia imprenta, condujeron a formas nuevas de control, que ponan el nfasis ms en la prevencin que en eI castigo: un re- fIejo directo de Ias nuevas condiciones de una reproduccin rpida y extendida. En Ia IgIesia, por una bula papal de 1487, se instau- r Ia censura previa y a partir de 1559 se cre6 eI Indice. En Inglaterra, desde 1531, se estabIeci bajo la autoridad segIar un sistema de licencias con censura previa; algunas formas de este sistema perduraron hasta 1695. La lucha contra tales controles fue larga y dura, y, por ejemplo, hasta mediados deI sigla xx no 94 95 MEDIOS DE PRODUCCION fue abolida en Inglaterra, donde la lucha haba comenzado pronto y con relativo xito, la ltima forma general de este tipo de con- trol, en el teatro. 2) Estado y mercado Pero el factor crucial de la asimetra, que haba estado pre- sente desde el comienzo en factores tales como la movilidad y la reproduccin barata y rpida (con frecuencia secreta), se hizo cada vez ms evidente con el pleno desarrollo deI mercado. Se libraron batallas cruciales respecto a los peridicos, con un nuevo arsenal de controles legales y (muy significativamente) fiscales (timbres obligatorios), pero finalmente prevalecieron la propia fuerza deI mercado y el crecimiento de la opini6n liberal. En sus ltimos estadios, el conflicto se centr alrededor de dos puntos: a) la informaci6n oficial, que en las modernas condiciones reves- ta un inters politico directo para el Estado; y b) la obscenidad, que caractersticamente s610 se convirti en un asunto clave de legislacin en el siglo XIX, con el desarrollo de un mercado popu- lar efectivo. A travs de todas estas fases, aunque por supuesto de formas diversas, podemos ver la compleja asimetra entre las antiguas instituciones establecidas de reproducci6n cultural y social (la Iglesia y el Estado) y las nuevas fuerzas e instituciones dei mer- cado y de la independencia profesional y cultural. Si bien los conflictos adquirieron mayor relevancia en la producci6n cultural directa, fueron ms complejos y ms generales en la crucial rea formativa de la educaci6n, en la que los controles directos de las instituciones establecidas de reproducci6n resultaron ms fciles de mantener, en gran parte porque la influencia de las fuerzas dei mercado tuvo una importancia mucho menor y el nico factor importante de asimetra fue la exigencia (siempre en la prctica ms dbil) de independencia profesional y cultural. La asimetra entre el mercado y las instituciones oficiales de reproducci6n cambi de carcter a medida que el mercado se universaliz6, especialmente en los medios ms recientes de pro- ducci6n y reproduccin, en particular el cine y la televisi6n. Hoy en dia es muy comn escuchar quejas de las nstituciones estable- cidas, que todavia reclaman cierta influencia (ahora por lo comn se le llama responsabilidad) en la reproducci6n social y cultural general, contra el carcter de produccin cultural dominada por el mercado, generalmente calificada como sexo-y-volencia. Nos encontramos ahora con una curiosidad terica. Las ver- siones marxistas elementales sobre la reproduccin cultural y so- cial eluden con frecuencia el anlisis dei mercado burgus, refi- rindolo al aparato ideol6gico de dicho Estado. Sin embargo, es evidente que existe un conflicto importante y sostenido, respecto de algunos hechos culturales de crucial importancia, entre el Es- tado en su forma ms simple (como en la legislacin sobre obs- cenidad o sobre informaci6n oficial) o el aparato en su forma ms compleja (como en las campafias religiosas o educativas con- tra el sexo-y-volencia o contra el materialismo), y las ope- raciones lucrativas reales deI mercado capitalista. Estos conflictos son una evidencia de la forma moderna ms significativa de as- metra. Relaciones sociales de asimetra Lo expuesto anteriormente resulta todavia ms claro cuando examinamos las relaciones sociales bsicas subyacentes a esta asi- metra. Es mposible, por ejemplo, tomar en sentido literal las relaciones implicitas entre el Estad, las instituciones culturales establecidas y el mercado, pues la produccin cultural, respecto de la cual se emiten quejas, proviene en su mayor parte de institu- ciones centrales de mercado, que el Estado existe para proteger y apoyar en todos los dems aspectos (e incluso, en la prctica, en este mismo), e incluso en algunos casos, de instituciones en las que el propio Estado delega. Esta complejidad no debe reducirse a simple hipocresa, aunque, por supuesto, sea cierto en alguna medida. La complejidad bsica es consecuencia de la asimetra, que en estas condiciones se muestra como una contradiccin pro- fundamente asentada entre la reproduccin de las relaciones de mercado (tanto directamente, dentro deI mercado, como indirecta- mente, dentro deI Estado y las funciones educativas), y las con- secuencias de dicha reproduccin en reas tan sensibles, y tal vez cruciales, como la moralidad pblica, el respeto a la autoridad y la delincuencia. Eu los ltimos veinte afios, en las reas nuevas y decisivamen- te extendidas de reproduccin fsica (especialmente la televisi6n, y el disco y la cassette en la msica popular), esta profunda con- tradicci6n ha sido especialmente aguda. Los siguientes factores de interacci6n: 1) un mercado reciente y efectivo entre los jvenes; 96 97 MEDIaS DE PRODUCCION 2) algunas iniciativas culturalmente eficaces de la juventud, mu- chas de las cuales fueron rpidamente absorbidas por el mercado; 3) una renuencia ms general por parte dei mercado, en condico- nes de gran competencia, a observar los Imites y las presiones de la reproduccin cultural establecida; y 4) la alarma dei Estado y de otras instituciones establecidas ante las fuentes y las consecuen- cias de dicha produccin cultural, se han combinado para produ. cir una notable situacin de asimetra. Un libra marxista, una gua dei anarquista, los ataques a la institucin familiar, las canciones que ensalzan las drogas ilegales, las pelculas y obras para televi- sin que exaltan la violencia fsica o muestran el delito como una accin justificable o provechosa, pueden llegar a ser, y efecti- vamente 80n, cualesquiera que sean sus fuentes culturales, mer- cancas que producen una ganancia en un mercado dentro de un Estado y una cultura que oficialmente (y sin duda alguna, dentro de los trminos de su insoluble contradiccin, a decir verdad) desa- prueban o se oponen a todas estas actividades. Las antiguas pera continuadas tensiones entre la autoridad cultural y la independen- cia cultural, se han transformado a partir de las relaciones sacia- les cada vez ms dominantes de los nuevos medias de produccin y reproduccin. Libertad y control en el mercado. En muchas de estas fases, y en algunas todavia hoy mismo, el mercado ha jugado un papel objetivamente liberador contra las antiguas formas centralizadas de dominacin cultural. Este papel todavia es subrayado, en mu- chos casos de forma justificada, por los portavoces de las relacio- nes de mercado. Sin embargo, considerar slo ese aspecto seria simplificar la historia hasta el punto de dar una imagen equivo- cada, pues dentro de las relaciones de mercado se han evidenciado dos nuevos tipos de control, que en algunos casos llegan a consti- tuir verdadera dominacin. En primer lugar, se da el hecho de que cuando la obra se ha convertido en una mercanca, producida para ser vendida con un beneficio, los clculos internos de tal produccin de mercado con- ducen directamente a nuevas formas de control cultural y espe- cialmente de seleccin cultural. Nos hemos acostumbrado tanto a las relaciones de mercado que puede parecer simplemente banal observar que los tipos de obras que producen prdidas son, en la produccin de mercado, reducidas o abandonadas por comple- to, mientras que las que proporcionan ganancias experimentan una expansin. Estas efectos pueden ser interpretados como resul- tado de la eleccin dei pblico, y con frecuencia as ocurre. Pera el proceso real es ms complicado, puesto que la produccin que proporciona beneficios no slo es una cuestin dei nmero de compradores, sino tambin -y en algunas artes esta es determ- nante- una cuestin de costas reales de produccin, aplicados correctamente. De modo que, adems dei proceso general en el cual el mercado registra las preferencias dei pblico, que a su vez determinan la seleccin o el abandono de los distintos tipos de produccin, existe una presin evidente, en o antes de la produc- cin, para reducir los costas: ya sea mejorando los medias tcni- cos de reproduccin, alterando la naturaleza dei producto o ejer- ciendo una presin para que adquiera otras formas. En segundo lugar, es en este punto donde los modos comer- ciales manifiestos de contrai y seleccin se convierten, de hecho, en modos culturales. Esta resulta particularmente evidente en los ltimos estadios dei mercado, cuando las relaciones relativamente simples de la produccin especulativa han sido acompafiadas y en algunas reas reemplazadas por operaciones planificadas de mar- keting en las que determinados tipos de obras son decididamente promocionadas, por supuesto con el corolario de que los dems son abandonados a su propia suerte. Este efecto se ha notado es- pecialmente, por razones obvias, en las formas de produccin ms altamente capitalizadas. Es la verdadera historia dei moderno peridico popular, dei cine comercial, de la industria discogrfica, de la reproduccin de obras de arte y, cada vez ms, dei libra de bolsillo. Las obras producidas en cada una de estas reas son preseleccionadas para su produccin en masa y aunque con fre- cuencia el procedimiento todava puede fracasar, el efecto general que se produce es el de un mercado relativamente formado, den- tro dei cual la eleccin dei comprador -fundamento original dei mercado-- ha sido desplazada, para operar, en su mayora, dentro de una gama ya seleccionada. Esta ocurre, en diversos grados, en los diferentes medias de comunicacin. EI cine y los peridicos populares son los ejemplos contemporneos ms extremos, pero cierto grado de alteracin de las relaciones sociales es evidente en todos ellos. En una planifica- cin sofisticada de mercado pueden seleccionarse ciertos tipos de obras en un estadia tan temprano, sobre la base de unos pocos ejemplos o de alguna demanda calculada o proyectada, que, a partir de ese estadia, la produccin ya no se origina en el produc- 98 99 MEDIOS DE PRODUCCION tor bsico, sino que le es encargada. Esto puede resultar en un cambio relativamente rpido de las modas culturales, a medida que un proyecto de este tipo sucede a otro, y esta rea de innova- ci6n relativamente rpida --con frecuencia de tipo menor- ha sido importante a finales deI siglo xx, como una funcin directa de la expansi6n y deI aumento de la tasa de circulacin interna deI propio mercado. La diferencia entre esta innovaci6n y los procesos de innovaci6n cultural y artstica ms normales es -siempre en trminos de grado y con frecuencia de clase- una cuestin de orgenes. En su forma ms tpica, esta nueva forma de innovaci6n es, al menos originalmente, una funci6n de mar- keting, y esto contrasta radicalmente con otros tipos de innova- cin, que, gobernados por prop6sitos culturales internos, se en- cuentran con frecuencia en los limites mismos deI mercado o total- mente fuera de l. Por otra parte, el contraste entre la obra originada por el mer- cado y la originada por el productor no puede elevarse a trminos absolutos, una vez que se han generalizado las condiciones de mercado, pues los productores C01\ frecuencia interiorizan las relaciones conocidas o posibles deI mercado, y esto representa un proceso realmente muy complejo que abarca desde la producci6n obvia para el mercado pero que, aun as, es la obra que el pro- ductor siempre haba querido realizar, pasando por todos los compromisos posibles entre la demanda deI mercado y las inten- ciones deI productor, hasta aquellos casos en que se aceptan las determinaciones prcticas deI mercado pero la obra original es, con todo, sustancialmente realizada. Por otra parte, los movimentos deI mercado no pueden sepa- rarse nunca de los movimientos ms generales en las relaciones culturales y sociales. La aparici6n de nuevas clases sociales, nue- vos grupos cronol6gicos y nuevas minoras en el mercado cultural efectvo, es normalmente consecuencia de un cambio social mucho ms general aI que el mercado debe adaptarse. La interacci6n de estos cambios ms generales con los complejos procesos de la produccin cultural interna conduce claramente a muy diversos resultados. Pero stos, en ltima nstancia, deben catalogarse como complicaciones deI proceso de mercado y no como factores que lo suplantan. Excluir del mercado cualquier forma de producci6n cultural, mediante nuevas formas de patronazgo o financiaci6n pblica, es una decisi6n deliberada que produce sus propios efectos, en oca- siones de preservaci6n y aislamiento. De manera caracterstica, adems, es marginal, por ms importantes y esenciales que sean las artes implicadas (como ocurre ahora con la poesa, la pera, el ballet y con una proporcin cada vez mayor de msica orquestal y de teatro). Un nuevo principio de selecci6n, entre lo subven- cionado y lo comercial, produce efectos de asimetra mucho ms ali de las simples diferencias econ6micas. La defensa de las subvenciones, para suplantar aI mercado o proteger contra l, se hace, de forma caracterstica, en funcin de las artes heredadas y de sus formas. La innovaci6n, como con frecuencia ocurre en el propio mercado, es contemplada fundamentalmente en el marco de estas formas heredadas. Pues ciertamente, a pesar de que el mercado es siempre sen- sible a las innovaciones, y en parte de su producci6n debe promo- verias, la mayor parte de la produccin dei mercado est slida- mente basada en formas conocidas y variantes menores de las mismas. Considerado con frecuencia como inquieto y creador por sus innegables innovacones.el mercado es, sin embargo, por na- turaleza, profundamente tanto de la demanda cono- cida (sel gusto deI pblico como algo cristalizado) como de las prioridades conocidas (generalmente, la compatibilidad de la obra con los medios y determinantes tcnicos, econmicos y, en ltima instancia, sociales de sus tipos de producci6n). En el nivel ms profundo esto constituye su simetra con el orden social dentro deI cual opera, y el tipo de producci6n no integrada en el mer- cado o subvencionada es con frecuencia un aspecto de esta simetra, en el sentido de que por medio de la seleccin de algu- nos tipos de obras para su exencin parcial dei mercado -tipos evaluados dentro de la distribuci6n de preferencias en el marco de un orden social heredado y una clase social dominante- pro- tege en cierto sentido el mercado frente a otros tipos de desafio social y cultural. Pero esta relacn, marcada por varias formas de coope- raci6n y de interacci6n y por un movimiento en ambos sentidos entre el rea de mercado y la subvencionada es, no obstante, siempre precaria, pues apenas cabe duda alguna de que es el rea dominante, el mercado, la que determina, o concede y resta importancia a los tipos prevalecientes de producci6n, con lo que aparecen las siguientes asimetras familiares: 1) entre la nocn de una cultura elevada necesaria y las presiones deI mercado sobre su continuada viabilidad; y 2) entre la noci6n de cultura 100 101 MEDIaS DE PRODUCCION plural (sliberal) y la verdadera seleccin, en un mercado guiado por las ganancias, de lo que puede ser distribuido con facilidad o incluso, en algunas reas, simplemente ofrecido. Estas asimetrias son continuamente negociadas y renegociadas, pera es significativo que parezcan haberse asentado, en nuestra propia poca, a lo lar- go, fundamentalmente, de una Ifnea divisoria entre los medios ms antiguos y los ms nuevos de produccin, de tal manera que el mercado domina en las nuevas tecnologas de reproduccin y la subvencin resulta ms evidente en las formas vivas ms anti- guas. Y este resultado no es sorprendente, puesto que las conexio- nes histricas entre las nuevas tecnologas de reproduccin y el dominio cultural de las relaciones de mercado son particularmente evidentes. 3) Cultura reproducida y popular A continuacin, debemos analizar una tercera rea de asime- tra, directamente conectada con los cambios cualitativos en los medios de produccin cultural. Lo que se dice generalmente acer- ca de la invencin de la imprenta es que favoreci en gran me- dida la expansin de una cultura previamente minoritaria y la convirti, por fin, en una cultura de mayoras. Sin embargo, es aqu donde debemos distinguir con la mayor claridad entre una invencin tcnica y una tecnologa, y posteriormente entre una tecnologa y sus relaciones sociales reales o posibles. Con la invencin de la escritura, se da ya una asimetra bsica entre el uso de este poderoso nuevo medio de comunicacin y la condicin de simple miembro de una sociedad. Esta asimetria se acenta a medida que aumenta la importancia de la escritura, pero la habilidad para leer crece mucho ms lentamente. Las rela- ciones entre una cultura todava predominantemente oral y este creciente e importante sector en 5U interior son, pues, partcu- larmente complejas y pronto se alcanza un punto en el que existe una diferencia cualitativa entre el rea oral, que todos comparten pero a la cual la mayora se encuentra confinada, y el rea alfa- betizada, que adquiere una importancia cultural creciente pero es ai mismo tiempo minoritaria y dominante. Tcnicas y tecnologias. EI punto en el cual se alcanza esta relacin crtica varia ampliamente en diferentes sociedades, pero en todas partes se pone de manifiesto la distincin fundamental entre una invencin tcnica, una tecnologia y las relaciones soca- les dentro de las cuales pueden nicamente operar las tecnologas. As pues, la tecnologa de la escritura no consiste slo en la serie de inventos -unos caracteres, un alfabeto y los materiales para su produccin- que inician el proceso, sino tambin en el modo de distribucin de la obra as producida. Y el modo mismo de distribucin no es solamente tcnico -copia de manuscritos y ms tarde impresin-, sino que depende tambin de una tecnolo- ga ms amplia, determinada bsicamente por las relaciones soca- les, en las que se produce la habilidad misma para leer, que cons- tituye la verdadera esencia de la distribucin. La invencin de la imprenta, un estadio tecnolgico clave en la tecnologia de la dis- tribucin, tuvo notables y tempranos efectos por cuanto hizo que la distribucin tcnica fuera mucho ms fcil pero en condiciones de distribucin social relativamente inalteradas. Adems, ai au- mentar decisivamente la importancia de la cultura escrita, dio lu- gar a un nuevo tipo de estratificacin, en la cual declin la impor- tancia, tanto cultural como social, de la cultura mayoritaria, toda- V8 oral. Gran parte dei subsiguiente desarrollo de la aifabetizacin, y la extensin finalmente generalizada de material impreso, pueden en cierto sentido calificarse nicamente como expansin. Cuan- titativamente esto es cierto, pero la especializacin cultural de la capacidad para leer y escribir y, por lo tanto, dei verdadero poten- cial de la invencin y de la tecnologa, conducen a jerarquas internas significativas. La creacin cultural ms seria y el cono- cimiento social ms autorizado eran los reproducidos en letra impresa, EI acceso a la aifabetizacin fue determinado y dirigido por instituciones formadas sobre estas presupuestos. La ;<correc- cin, incluso cuando se trataba de hablar la lengua nativa, fue determinada de manera similar. La relativa posicin social y el dominio relativo de esta habilidad fueron regularmente asociados. De esta forma, la naturaleza cualitativa de la expansin fue, en gran medida, controlada y no represent nunca una extensin me- ramente neutral. Las jerarquas internas dei sistema de la imprenta eran por supuesto muy coherentes con las jerarquas sociales de orden ms general. De lo contrario, no hubieran podido ser tan efectivas. Las propiedades de influencia, regularizacin y estandarizacin, con frecuencia asignadas a la imprenta como media de comunica- cin (aunque muchas de ellas son inherentes a cualquier sistema 102 103 MEDIOS DE PRODUCCION de escritura), slo podian lograr un pleno efecto social si tenian esa amplia coherencia con el desarrollo ms general de los pro- cesos sociales y de trabajo, respecto de los cuales, sin embargo, la imprenta no era un simple elemento auxiliar, sino que constituia una de las formas de ese desarrollo. La revolucin industrial en- tre otras cosas, produio necesariamente la alfabetizacin general. Translciones desde lo oral. Pero lo que resulta especialmente interesante es que el proceso cultural de incluir e incorporar reas de la cultura oral a las formas impresas es ciertamente muy com- plejo y en algunos aspectos significativos contradictorio. Existen muchos casos de seleccin y disolucin, y en verdad las luchas respecto a ciertas transiciones socialmente sensibles desde lo oral a lo impreso han continuado en nuestra propia poca. Tambin existen muchos testimonios de diversas transformaciones y repre- sentaciones ideolgicas de formas orales sociales anteriores, como en el caso de las canciones, las baladas, los cuentos y las confesio- nes. Pero el potencial de la tecnologia nunca fue totalmente con- trolable. No existia una forma de ensefiar a un hombre a leer la Biblia -una intencin predominante en gran parte de la prime. ra educacin- que no lo capacitara al mismo tiempo para leer la prensa radical. Y esta prensa estaba alli para ser leda porque bajo un abanico de presiones, que iba desde la represin abierta hasta los problemas financieros, algunos hombres tomaron la ini- ciativa de utilizar la tecnologia para sus propios propsitos, en oposicn a los objetivos sociales dominantes. De muchas mane- ras, a medida que la tecnologia y sus cambiantes relaciones socia- les se fueron generalizando, nuevas formas y nuevas reas de experiencia se abrieron camino en la imprenta. La antigua coheren- cia de una cultura letrada especializada fue desafiada ai mismo tiempo por estas genuinas iniciativas y por la reproduccin de un material considerado popular, en obras especulativas y lucrativas que buscaban una expansin concebida no como una cultura cam- biante, sino como un nuevo y decisivo mercado. Modiiicacin dei acceso a los nuevos medios de comunicacin. Sin embargo, por extenddo que fuera, el proceso bsico de escri- bir e imprimir conserv, aI menos, algunos elementos de media- cn, Despus de todo, se trata de un sistema intrinsecamente no/acionai y no de un sistema directo. Y es aqui donde adquiere tanta significacin la fase siguiente dei desarrollo de los medios de produccin cultural, pues, aunque en formas diversas, las nuevas tecnologias dei cine, la radiodifusin, los discos y cassettes, la televisin, los videocassettes y los aparatos de grabacin consti- tuyen sistemas de acceso drecto, ai menos en el en que son culturalmente accesibles dentro dei desarrollo social normal, sin ninguna forma de adiestramiento cultural selectivo. Por supuesto esto no significa que las tecnologias no estn ins- taladas en sistemas econmicos, institucionales Yculturales espe- cficos, o que no constituyan sistemas significantes especficos, c?n sus propias formas internas. Pero en lo que respecta a las relac,,: nes entre una cultura oral generalizada y una cultura letrada pn- vilegiada, el cambio es crucial. En sistemas tan mpersonales e incluso ms complejos tcnicamente que el libra impreso, las relaciones culturales manifiestas tienen esta inmediatez aparente y con frecuencia real. Las modalidades deI habla por ms califica- das que sean, y en verdad hasta las plenamente coloquiales, se transforman en normas pblicas que contrastan acusadamente con el perodo de las normas pblicas impresas. La de conferencia es significativamente diferente de un reportaje escrto impreso sobre lo que se dijo. En los medios de ,\ue son tambin visuales, una gama de recursos -Ia apanencia f isica y los medios eficaces de comunicacin no verbal- se afade cuan- do menos a las formas escritas o grabadas, y el efecto es con fre- cuencia ms que una simple adicin; es un cambio de dmensin que parece restablecer la presencia, de la cual se habian apartado los sistemas escritos, en favor de las ventajas deI registro y la perdurabildad. . Es verdad que los nuevos sistemas, en mayor medida de lo que estn dispuestos a reconocer, derivan sUS formas de la acumulacin de materiales escritos y de a1gunas jerarquias espe- cficas de la imprenta. que son todavia generalmente coherentes con el orden social de los nuevos sistemas en cuanto instituciones. Sin embargo, aun reconociendo este hecho, lo cierto es que el equilbrio de fuerzas entre la persistente cultura. oral general y la cultura selectiva transmitida tcnicamente ha Sido, aI menos en algunos aspectos, alterada y con l la naturaleza de .Ia entre las instituciones de produccin cultural y las nsttuctones ms amplias de reproduccin cultural y social general. Para ex?lo. rar lo anterior ms concienzudamente debemos tomar en consde- racin los cambios en las relaciones sociales de la produccin cul- tural que aparecieron con estas nuevas tecnologias. 104 105 MEDIaS DE PRODUCCION Nuevas formas de produccin cultural De la poca en que Ia cultura letrada era privilegiada, hemos derivado un estereotipo de productor cultural individualizado: un autor, de forma caracterstica. La asociacin original de esta pala- bra con el sentido de autoridad no es accidental; se concibe ai autor como una fuente autnoma. Aunque sepamos que los autores trabajan en condiciones sociaIes y culturales determina- das, seguimos haciendo hincapi en eI hecho de la produccin individual. Y aunque sepamos tambin que en perodos anterio- res, y de una manera especial y persistente en ciertas formas -el drama, Ia danza y la cancin coraI-, la produccin no era, ni si- quiera en este sentido manifiesto, individual, sino que era necesa- riamente de tipo colectivo, todava sigue predominando el nfasis en el productor, el autor", porque se corresponde de forma muy directa con Ias condiciones manifiestas de la produccin en la escritura y la imprenta, y con ciertas formas oraIes que directa- mente Ias precedieron. EI escritor, ai igual que el impresor, eI escultor, y eI compositor, se encuentran, en ese conjunto de rela- ciones especficas, vinculados de forma directa y manifiesta a la naturaIeza de sus medios inmediatos de produccin. Producci6n en grupo En aquellas formas que siempre han dependido de la produc- cin eu grupo, no slo existe un contraste eon estas usos bsica- mente individuales de los medios inmediatos de produccin, sino tambin, y con Ia misma importancia, una serie de relaciones en desarrollo, muchas directamente relacionadas con los cambias en los medias de produccin, que equivaIen, finalmente, a una nueva distincin cualitativa. Estas cambias, en su aspecto ms general, son, en primer lugar, desarrollos sustanciaIes de Ia divisin dei trabajo en eI interior de los procesos culturales, y, en segundo lugar, formas de divisin de clases, relacionadas con las divisiones especializadas dei proceso y con Ia propiedad y gestin de los me- dios de produccin desarrollados. Sabemos demasiado poco acerca de Ias relaciones sociaIes in- ternas de algunas de las primeras formas coIectivas y cooperativas como para habIar de ese estadio con aIguna certeza. Pero en ge- neral podemos decir que la autoridad y la direccin dentro de Ia produccin cultural, o procedan directamente de la organizacin social integral dentro de Ia cuaI se asignaban esas tareas, o bien, como en eI caso deI drama griego clsico, se adjudicaban en eI seno de una organizacin cvica y se convertan, de hecho, en un proceso de oferta y contratacin. La divisin dei trabajo, en este estadio, es fundamentalmente profesionaI: hay actores, cantantes, msicos, bailarines, escritores. EI problema de la coordinacin de estas diversas habilidades profesionales se resoIva de diferentes maneras, de Ias cuaIes sabemos muy poco simpIemente porque, aI parecer, no se consolid ninguna soIucin general y abstracta. Incluso en una poca tan tarda como Ia deI teatro isabelino, en Ia que encontramos la figura dei propietario o deI arrendatario en relaciones contractuales o de aIquiler de trabajo con una compa- iia o con individuos, los procesos de controI interno de Ia produc- cin son oscuros. No existe una figura estabilizada que se corres- ponda con la dei productor o drector, que no aparece realmente en el teatro hasta fines dei siglo XIX. Sin embargo, sta haba sido significativamente precedida por Ia deI actor-empresaro, un tipo conocido de solucin, en Ia cual un miembro sobresaliente de uno de los grupos profesionaIes -el grupo que es o parece ser dominante en un proceso especfico-- no slo coordina, sino que tambin controla. Haban existido casos anteriores de coordina- cin y contrai a cargo dei dramaturgo o dei compositor. Pero tambin, ya sea como sustitucin o como modificacn, se dan muchos casos de una prctica coordinacin interna ejercida por Ia compaiia projesional: una modalidad que ahora intentan de for- ma ms consciente los coIectivos culturaIes contemporneos. Coordinaci6n grupal Lo que a Ia larga resulta evidente, sin embargo, es que una divisin mucho ms formal y regular deI trabajo, basada no slo en Ia profesionalizacin, sino tambin en Ia gesti6n consciente, corresponde a un estadio efectivamente nuevo de los medios de producci6n, lo que se pone especialmente de manifiesto en eI caso deI teatro. EI productor, eI director o eI empresaro surgie- ron cuando una producci6n totalmente coordinada, no s6Io de Ia actuacn sino de Ias nuevas tcnicas de montaje escnico, inclu- yendo nuevos tipos de decorados y de iluminacin, fue conside- 106 107 MEDIOS DE PRODUCCION rada como necesaria y deseable. Las primeras figuras de este tipo fueron todava actores o escritores, pera esta nueva funcin creci rpidamente en importancia, hasta que a mediados dei sigla xx el director poda considerarse a s mismo, y a menudo ser conside- rado por los dems, como la figura central de la produccin. Una nueva divisi6n dei trabaio Sin embargo, esto representaba todava una redistribucin de funciones y de autoridad dentro de las compaias profesionales en activo. Los cambios ms profundos llegaron nicamente con el desarrollo de las nuevas tecnologas de reproduccin, de forma especial en el cine y en la televisin. En primer lugar, la nueva tecnologa requera una especiali- zacin profesional mucho ms amplia. A los escritores, a los acto- res, y ms tarde a los escengrafos, se unieron los operadores de cmara, los tcnicos de sonido, los editores y toda una serie de personas con habilidades auxiliares. En el nivel tcnico ms ele- mental, la funcin de un director coordinador lleg a ser casi inevitable. Pero adems, en segundo lugar, se produjo una poste- rior divisin dei trabajo en reas como la instalacin, el manteni- miento y algunas formas de operacin de la propia tecnologa: electricistas, carpinteros y equipo logstico. Puede argumentarse que stos representan nicamente un desarrollo de formas ante- riores de ayuda artesanal, pero la situacin general era cualitativa- mente nueva, porque el trabajo en esta rea se hizo indispensable en las tecnologas avanzadas, aunque todava pudiera dudarse si estas trabajadores formaban realmente parte de la produccin cul- tural. Y aqu es donde quedaron trazadas las lfneas de e1ase, a menudo con disensiones constantes sobre los trabajos que se en- cuentran en la lnea divisoria o cerca de ella. Imprenta y escritura EI caso ms representativo es el de los impresores y dems trabajadores manuales, en la moderna produccin de peridi- cos. Se afirma rotundamente, dentro de los supuestos de e1ase existentes, que estos trabajadores no tienen ninguna responsabili- dad legtima en el contenido de la produccin cultural. Los impre- sores que se niegan a imprimir un determinado artculo o noticia en un peridico son denunciados como saboteadores y como una amenaza a la libertad de prensa. Lo que se ha producido, por tanto, es una divisin de clases, estable y organizada, dentro de la produccin cultural. A un lado de la divisin se encuentran los que escriben, ai otro los que imprimem>. EI primero de los procesos est considerado como produccin cultural, el ltimo como meramente instrumental. Resulta irnico observar cmo los trminos de esta divisin son renegociados, a medida que una tecnologa ms nueva, como la composicin por ordenador, hace la divisin tcnica innecesa- ria y redundante. Sin embargo, con independencia de lo que suce- da a los procesos especficos, una condicin general continuada de la moderna tecnologa cultural es que requiere formas sociales de produccn, y, sin embargo, a pesar de esto, bajo condiciones econmicas especficas, impone una divisin dei trabajo no slo profesional sino tambin de e1ase. La propiedad Las condiciones econmicas especficas son un factor decisivo adicional en las nuevas tecnologas de reproduccin. Un tipo de artista individual puede ser propietario de sus medios inmediatos de produccin, pero lo normal es que entre en contacto con otros, a travs dei mercado u otro tipo de relaciones, en el proceso de distribucin. Una compaia profesional, en circunstancias favora- bles, puede tener la propiedad o el arrendamiento de sus medios inmediatos de produccin, y tratar de forma relativamente direc- ta con el pblico, mientras sus medias tcnicos sean relativamente simples. Pera en las tecnologas avanzadas, hasta llegar a nuestra propia poca, ha resultado prcticamente imposible para las com- paias en activo tener un acceso directo a los medios necesarios de produccin, y es as como aparece una tercera forma de divi- sin dei trabajo que bajo condiciones capitalistas se torna estable y regular. Ms all de la especializacin profesional, y ms all de la divisin interna de e1ases dentro de las formas sociales de la produccin cultural, existe esta ltima forma de control, la propiedad y la gestin, dentro de la cual las otras formas tienen que operar. Cualquier tipo de trabajador productivo y cultural, dentro de los sistemas altamente capitalizados de estas tecnologas avanzadas, se convierte en un empleado de los propietarios o de los gerentes, que no necesitan estar directamente interesados en la produccin cultural. 108 109 MEDIOS DE PRODUCCION Por supuesto, no se trata tan slo de una relacin econmica. Totalmente dependiente de uno u otro tipo de propiedad o COn- trol de los medios de produccin, el trabajador cultural se encuen- tra, en estas tecnologas, en un conjunto de relaciones sociales ra- dicalmente diferente de las dei productor individual o de las dei tipo anterior de compana, con lo cual las preguntas fundamenta- les sobre la autonomia y los objetivos culturales se plantean de manera completamente distinta. Por otra parte, las relaciones so- ciales de este nuevo tipo han pasado, a su vez, por estadios sig- nificativos. La situacin habitual anterior, caracterizada por la presencia de un propietario capitalista individual, o un propieta- rio familiar, fue reemplazada, dentro de las condiciones de unos mercados ms organizados, por diversas formas de organizacio- nes de crteles, a una distancia significativamente mayor de los productores inrnediatos y que presentan en su organizacin corpo- rativa interna un estrato nuevo y fundamental de gestin profe- sional de la produccin, que se convierte rpidamente en domi- nante. Estos crteles todavia son habituales, bajo diversas for- mas, pero problemas posteriores de capitalizacin, marketing e integracin de la produccin hn dado lugar a la extendida apari- cin dei conglomerado, dentro dei cual la propiedad y el control de los medios de produccin cultural se convierten en un sector dentro de una ms amplia propiedad y control de un rea finan- ciera y productiva (no cultural) mucho ms amplia. En efecto, el conglomerado est convirtindose en un elemento tpico de la produccin cultural tecnolgicamente avanzada de las economias capitalistas desarrolladas, y su importancia terica, en este contex- to, reside en que es ai mismo tiempo dominante en la produccin cultural moderna y, sin embargo, en sus formas determinantes. est radicalmente separada de ella: su objetivo se encuentra fundamentalmente en otra parte (vase pg. 63). La transformacin consiguiente de la situacin dei productor cultural, en algunas de las principales formas culturales modernas, es evidentemente de gran importancia. Se trata de un caso fami- liar de una de las contradicciones bsicas dei capitalismo moder- no, en el cuallas formas cada vez ms socializadas de produccin son definidas y limitadas por formas de propiedad y control adqui- ridas de manera privada. Existe una contradiccin comparable en aquellos otros casos en que la forma de apropiacin es directa o indirectamente lIevada a cabo por el Estado, y las formas sociali- zadas de producci6n estn en la prctica controladas por una gesti6n impuesta. Se puede advertir que problemas de esta natu- raleza son inseparables de los principales desarrollos de los me- dios culturales de prcduccn, y, en particular, de las tecnologias ms importantes de reproduccin. Pero esto no significa que las tecnologias hayan impuesto las formas sociales, que a decir verdad han seguido las lneas fundamentales dei poder econ6mico y social general. Incluso dentro de las tecnologias necesariamente centra- lizadas y de elevada concentraci6n de capital, son posibles otras formas sociales; por ejemplo, la propiedad pblica de los medios de produccin combinada con el arrendamiento de esos medios a compafias y grupos independientes (no contratados). Formas alternativas Pues, en efecto, lo que debemos tambin advertir es que en aigunas de las tecnologas ms avanzadas -en un sector, el vdeo y las nuevas formas de reproducci6n impresa; en otro sector, los tipos de transmisi6n common-carrier tales como el cable y el tlex- las oportunidades de lograr cierta recuperaci6n significa- tiva dei acceso directo a los medios de produccin, para algunos tipos modernos de productor cultural, o bien existen, o bien pue- den buscarse de forma realista. En los cambios tecnolgicos de nuestro propio periodo, nuevas formas de acceso y nuevas formas sociales de producci6n cultural colectiva estn siendo, de hecho, intensamente investigadas. Su aparicin es todavia simplemente marginal y se encuentran sometidas a gran presi6n por parte de las formas dominantes de los modos capitalista desarrollado y capitalista de Estado, que con frecuencia tienen la ventaja adicio- nai de que controlan efectivamente la producci6n y las direccio- nes de las tecnologias ms modernas. Sin embargo, se puede decir, ai menos, que la larga y compleja historia de las relaciones entre los productores culturales y sus medios materiales de produccin no ha terminado, sino que contina todavia abierta y activa. 5. Identlficaclones Podemos avanzar mucho en la sociologa de la cultura, estu- diando las instituciones culturales, las formaciones y los medios de produccin. Pero en algn momento nos veremos obligados a de- tenernos y preguntarnos si lo que estamos analizando, por impor- tante que pueda ser en s mismo, es lo bastante central para nues- tro supuesto tema de estudio. Como se dice algunas veces, tene- mos ya la sociologa... pero ldnde est el arte? Por lo general, sta es una pregunta razonable. Es cierto que una de sus formas aparentes resulta poco razonable, ya que lo que intenta, realmente, es bloquear toda la investgacin. Algunos he- chos y consideraciones sociolgicas se admiten apresuradamente, por lo general en su aspecto heredado y ms convencional, y se Ies reserva un espacio menor. Pero entonces, pensamos, es cuando puede empezar el trabajo real: las obras de arte propamente dichas. 112 113 IDENTIFICACIONES Las obras de arte propiamente dicbas Por supuesto, como decisi6n cotidiana, una actitud as es po- sible ".Podemos dejar de razonar sobre el arte, y con frecuencia hacerlo, para ir a mirar un cuadro, escuchar algo de musrca o leer un poema. Pero esto es algo muy diferente dei giro por el que se nos invita a abandonar la investigaci6n socI.ologlca y a desplazar la atenci6n no hacia algo especfico, sino hacia u?a categoria generalizada con sus supuestas regias internas, Es diferencia entre un giro emprico necesario, cuando el razo- namiento se enfrenta con uno de sus presuntos objetos y debe aceptar el desafio de ese encuentro, y un empirismo enganoso .su falsa generalizaci6n) en el cual ciertos tipos de atencin dirigida a algunos objetos presuntamente autnomos se consideran justificados y protegidos, en funci6n de una inmediatez no pro. bada. Una cosa es abandonar el anlisis sociolgico para leer un poema, y otra muy distinta abandonar el anlisis sociocultural p,ara. adoptar sin ms una categora sociocultural cuyas formas y trminos deberan constituir, precisamente, el objeto dei anlisis. Pues las obras de arte propiamente dichas es, por supuesto, una categora y no una descrpci6n objetiva neutra. Se trata de una categora sociocultural de la mayor importancia, y justamente por eso no puede ser asumida empricamente. Basta considerar las muy. diversas prcticas que pretende unificar o incluso, en algunas versiones, hacer idnticas en cierto sentido. Prcticas manuales diferentes, dirigidas a sentidos humanos radcalmen- diferentes una gama que va, por ejemplo, desde s610 la vista a s610 el odo), estn supuestamente incluidas en esta nica categora general. EI concepto sera ya lo suficientemente difcil s610 fuera .en este nivel, en el que decimos que la m- la la pintura, la escultura, la poesa, el drama, la fico cin, t.'enen propiedades importantes en comn que bastan para distingurlas, como grupo, de otras prcticas humanas. . Pero, con la sola menci6n dei grupo, entra inmediatamente en juego otro nivel. EI caso de la danza es un ejemplo obvio. Existen de danza que admitimos como formas de arte: por ejemplo, el ballet clsico. Pero existen tambin otras formas en que no es en s misma manifiesta, o podra no ser admitida SI lo fuera: por ejemplo, los bailes de saln, que seran considerados normalmente como una simple actividad social pla- centera (y, como tal, i,una forma diferente de arte?). Una primera distinci6n nos viene a la mente: el ballet se interpreta para un pblico; en el baile de sal6n todos podemos participar. Pero, i,cul sera el caso de una exhibici6n o de una competici6n de baile de sal6n? La siguiente distinci6n que se nos ocurre es que el ballet es una forma de danza superior, ms desa- rrollada, y como tal es arte, mientras que el baile de sal6n, en el mejor de los casos, s610 lo es de forma marginal y, normalmente, no lo es en absoluto. Pero tomemos el caso de las danzas folklri- cas, por lo comn menos desarrolladas formalmente que el ballet y, de hecho, en muchas ocasiones no ms desarrolladas que los bailes de sal6n. Sin embargo, las danzas folklricas acostumbran a ser presentadas, en ciertos tipos de exhibicin y representacin, ai menos como una forma simple de arte. iEl arte como actuacin? i,Es aqu donde vuelve a aparecer la primera distinci6n: que el arte depende de la actuaci6n consciente? No cabe duda que esta distinci6n resuelve parte dei problema, pero todavia nos en- contramos con grandes dificultades. Las pinturas rupestres, por ejemplo, son consideradas ahora de forma general y comprensible como arte y en muchos casos, ciertamente, como un arte mayor. Sin embargo, acostumbran a estar situadas en lugares oscuros e inaccesibles y en realidad no sabemos si fueron contempladas, ni con cunta frecuencia, dentro dei perodo y la cultura en que fue- ron realizadas. Tomemos ahora un caso lmite: si nadie ms que el pintor o los pintores deI gran bisonte en el techo de Altamira vio alguna vez la obra (y es posble que obras comparables estn todava sin descubrir), i,se nos ocurrira, ai verIa por primera vez, negarle su status artstico porque no haba sdo exhibida de ma- nera consciente? iEl arte como caldad? i,Depende, pues, este status de su suprema ejecuci6n mate- rial? Esta pregunta es obviamente fundamental, pero no nos ser- vir para delimitar el arte. Este mismo criterio, por s solo, servi- 114 115 IDENTlFICACIONES ria para distinguir muchas obras de otras habilidades manuales y de ngenera. En efecto, con frecuencia, y slo algunas veces retricamente, nos referimos a estas obras como obras de arte -un determinado cuchillo, vasija, aeroplano, puente-, pero, por lo general, en el sentido de que se trata de una cualidad adicional, cuando el objetivo primordial deI objeto ha sido ya reconocido. Mientras tanto, la categoria de arte se aplica normal e incluso insistentemente a obras que no tienen otro objetivo que el de ser obras de arte. El objetivo esttico La definicin por el objetivo, por una intencin efectiva- mente autnoma, es tal vez la justificacin contempornea ms comn de esta categora. Tiene a su disposicin todo un vocabu- lario centrado en la especificacin de lo esttico: una obra de arte tiene y/0 est diseiada para conseguir propiedades y efectos estticos. De hecho, esttico, en este sentido, es un trmino nue- vo creado a partir deI siglo XVIII, que evoluciona paralelamente a la moderna generalizacin especializadora de las artes y Ias artes creatvas, si bien las cualidades que seiala haban sido a menudo descritas con anterioridad. Gracias a la interrelacin de trminos -intencin esttica, artes creativas, efecto est- tico- se ha conseguido un agrupamiento efectivo de la catego- ria. Sin embargo, debe quedar claro, cuando consideramos esta formacin como una categora y no como una descripcin obvia y neutra, que lo que se nos presenta, a menudo de forma muy efec- tiva, como solucin trae consigo algunos problemas particular- mente difciles de resolver. Calificar lo esttico puede parecer relativamente fcil. El mtodo generalmente empleado es introducir trminos que ayuden o especifiquen, ya sean trminos generales como belleza o ms particulares como armona, proporcn y forma. Y, de he- cho, pueden quedar pocas dudas de que las cualidades que estos trminos sefalan, como procesos y como respuestas, son muy significativas e importantes. Mucho podra hacerse en el anlisis cientfico de estos procesos y respuestas, muchos de los cuales son de forma autoevidente materiales y fsicos. Pero, se haga o no, tenemos un gran cuerpo de testimonios humanos acerca de la rea- lidad de lo que est siendo descrito (aunque todavia de forma general). Especialzacin de lo esttico El verdadero problema no se encuentra en este nivel, en el cualla significacin de las percepciones de color, forma, armona, ritmo, proporcin, etctera, pueden ser fcilmente confirmadas. El problema insoluble estriba en la supuesta especializacin de estas percepciones --estos procesos y respuestas- respecto a las obras de arte. Pues es habitual experimentar percepciones similares o comparables deI cuerpo humano, de animales y pja- ros, o de rboles, flores y formas y colores de la tierra. Existe, ciertamente una interaccin entre estos procesos y respuestas y los de muchas artes; muchas obras derivan de estas percepciones o son estimuladas por ellas; otras obras articulan nuevas percep- clones naturales. Pero, aun teniendo esto en cuenta, no existe un camino fcil para definir la categora de arte a partir de es- tas percepciones humanas indudables y generales, que nos vemos obligados a reconocer como ms ampliamente aplicables y por tanto no reducibles a una especializacin. Adems, existen problemas de definicin marginal. En los.pro- cesos realizados totalmente por seres humanos, las artes mva- den reas significativas como el vestir, los ornamentos, el mobilia- rio, la decoracin y la [ardinera, a las que son aplicables mu- chos de los mismos criterios de belleza, armona y proporcin, y, sin embargo, se les niega generalmente la plena definicin de arte, dentro de la especializacin contempornea. AI mismo tiempo, en una direccin muy diferente, las artes invaden .reas deI pensamiento y el discurso humanos -valores, verdades, ideas, observaciones, informes- en las que, a pesar de que las percep- ciones estticas puedan ser todavia muy importantes, no pueden ser totalmente definitorias y en la prctica no se las considera como tales. Muchos de nosotros queremos, a veces, hablar de la verdad de una obra de arte tanto o ms que de su belleza. 116 117 IDENTlFICACIONES Arte y no-arte El segundo problema importante que se deriva de esta clasi- ficaci6n convencional reviste un gran inters sociol6gico y conss- en que, dentro de las prcticas as seleccionadas y agrupadas, tiene lugar una ulterior y habitual delimitaci6n, en funci6n dei valor real o supuesto. Por supuesto que las distinciones entre obras en las diversas prcticas, en funci6n de la calidad de su ejecucin profesional o, ms generalmente, de algunos valores ms amplos, son normales e inevitables. Pero sera forzar el razonamiento pretender que estas distinciones sean lo bastante claras e invariables como para deli- mitar una categoria, y especialmente una categoria tan difcil como sta, es decr, que algunas obras, en una prctica que se ha especificado como arte, son no-arte o no realmente arte. Sin embargo, teorias socioculturales enteras, por as llamarlas, se han construido sobre este tipo de argumentos. As, algunas novelas son obras de arte, pero otras son ficci6n sensacionalista, ba- sura comercial, sub-literatura o para-literatura: y otras, en- tre estas extremos, sou rutinarias, mediocres o alimento para bibliotecas rodantes (y bibliotecas populares de alquiler y cambio). Todos podemos imaginar ejemplos a los que aplicara- mos estas descripciones y los argumentos que aportaramos. Los trminos se endurecen en las artes ms populares, pero la tenden- cia existe en toda su gama. Lo que podemos observar como resultado es un endureci- miento de los juicios especficos hasta transformarse en presupues- tos de clases, basados no s610en criterios mxtos (pues se sostiene que existen casos de tonteras hbilmente realizadas o de dis- parates profesionalmente brllantes, as como de arte desmafia- do o de fuerza artstica autntica pero sin pulir), sino tambin, y crucialmente, en criterios que son incompatibles con la delimita- ci6n original a partir de la naturaleza de la prctica. As, una mala novela hace todo lo que la categora novela indica en el nivel de la definici6n genrica, pero luego le falta algo, ya sea en su proceso esttico o en su seriedad o en su relacn con la realdad (que, ai menos explicitamente, la definici6n original de novela no habia incluido). Adems, si agregamos a esta confusi6n habitual la elemental observaci6n hist6rica de que estas presuntas clases de arte y sub-arte o no-arte tienden a cambiar (todas las novelas ha- bran pertenecido en algn momento a las clases minados tipos de novela, por ejemplo las de clencla-ficcI6n, oscilan a uno y otro lado de la lnea divisria, o se encuentran a cabaIlo de la misma; las pelculas son cultura popular comer- cial, pero por otra parte algunas pelculas son arte excelso), cada vez estamos ms convencidos de que debemos rechazar esa seductora invitaci6n a dejar de lado las categorias sociolgicas para dedicamos a las obras de arte propiamente dchas. ms, debemos rechazarla por un criterio. i.nvocado con de forma ret6rica por estas dudosas pOSICIOnes: por el cnteno de la ms estricta coherencia y rigor intelectual. Los procesos sociales de! arte Pues lo que resulta evidente ai revisar estas clasificaciones efectivas, con todos sus problemas y cabos sueltos, es que aparo tarnos de lo socioI6gico es precisamente lo que no podemos hacer. Mientras estas difciles clasificaciones, ya sea en sus for- mas ms serias y fundamentadas o en sus formas mnmente heredadas, conserven o intenten conservar su por encima de la sociedad -por encim de.1 sociomaterial o de todo el proceso cultural sm delrmitaciones-r- deben considerarse no s610 como intelectualmente insatisfactorias, sino tambn en s mismas, como procesos sociales encubiertos. 5610 pueden obtenerse de su reconocimiento .consciente como procesos socales: y. ms an, como procesos un tipo valioso y altamente significativo. i?te.nto de distinguir el arte de otras prcticas, con frecuencla das, es un proceso hist6rico y social Impor- tante. EI intento de distinguir lo esttico de otros tpos de ate?- ci6n y respuesta es, como proceso hist6rico y social, quiz todaVia ms importante. EI intento de distinguir entre obras buenas, ma- Ias e indiferentes en las prcticas especficas, cuando se hace con toda seriedad y sin presuponer la existencia de clases y hbit.os privilegiados, es un elemento dei proceso central de la producci6n humana consciente. Y estos 10- tentos son considerados, a su vez, como procesos mos continuar nuestra investigaci6n, en lugar de mterrumpirla. 118 119 IDENTlFICACIONES Lo social y lo socioI6gico Pera primero una advertencia. Algunos de los pro- cesos que vamos a considerar pueden ver seria- mente reduc.lda su rmportenca si le damos ai nfasis sociolgi- un sentido demasiado estrecho (y por desgracia frecuente) partes importantes de estas procesos en las que este senti: OI estrecho resulta pertinente. La distincin contempornea entre .a ta cultura de masas, por ejemplo, es inabordable sm conslderaclOnes. ms profundas sobre las cambiantes estructu- ras de las elases socales, La transicin de categoria desde el arte de corte y campesino hasta el arte aristocrtico y popular .jolk] directamente, en sus propios trminos asocia- ciones sociales de ,un tipo determinado que los conceptos 'alta y de masas todava conservan parcialmente, de forma significati- confusa. Esta aplicacin directa de las categoras socio- opc,as usuales ayudarnos mucho en estas casos que son explcros, pera tambin relativamente locales y cam- blante.s. Sm. em?argo, en algunas de las reas ms fundamentales de la nos encontramos COn procesos sociales de los puede decirse que preceden a algunos sentidos de la socio- ogia, sucede especialmente en el rea de los agrupamien- :os, selecciones y nfasis culturales que pasan por rdenes socia- es, P?r lo dems radicalmente diferentes (aunque por supuesto no dejan de verse afectados por ellos). Lukcs y la especijicidad d el audaz intento de Lukcs (1969) e, la especcdad dei arte, distinguiendo tres fases de la hU,mana: la prctica, la mgico-religiosa y la este- tica,. AqUI lo prctco hace referencia a la satisfaccin de percibidas, dentro de condiciones materiales y socales hstricamente determinadas Lo mgico I" h f . . oreIgIOSO ace re erencia ,ai encuentro con limites humanos percibidos (al- gunos de ellos ViStOS por otros como histricamente determinados la mayora, en aquel momento y lugar, y para slel','pre: nsolubles) y a la consiguiente fabricacin de hngenes e historias en esa rea diferenciada, que conservan su carcter mgco-relgoso, mientras son presentadas, eu esta rea, como una creencia objetivamente real, trascendente y exigente, Se abre de esta forma un camino para la definicin especfica de lo es- ttico, que no consiste en la satisfaccin prctica de una neces- dad determinada, pera que tampoco se presenta como una creen- cia objetivamente real y exigente (mgico-religiosa); sus imgenes son cerradas y reales en si mismas. Ahora bien, nunca he credo que este esquema audaz funcione en los trminos categricos en que se nos ofrece (los he resumido, parcialmente, con mi propio vocabulario; para una descripcin completa, vase Lukcs, 1969). Demasiados procesos y objetos de las fases prctica y mgico-religiosa exigen su inelusin en la fase esttica. Demasiados procesos y objetos estticos se superponen, en la prctica, con lo prctico y lo mgico-reli- gioso. Es, en efecto, la relativa integridad de estas fases, en ciertos perodos de la prctica humana, lo que nos permite ver algunas especializaciones subsiguientes, en perodos de prctica general alterada, ms como hechos histricos que categricos (y la teora de Lukcs, a su vez, ms como idealista que como materia- lista-histrica) . Sin embargo, lo que Lukcs intenta subrayar no carece de im- portancia, pues, en efecto, existe una evidente tendencia general (por ms profundamente complicada que est por la diversidad histrica y cultural) a distinguir y evaluar los tipos de obras que no satisfacen ninguna necesidad manifiesta ni inmediata, de un tipo cotidiano prctico, y que no se toman, ai menos necesaria- mente, como prueba de la existencia de una dimensin metafsica y no-humana de la realidad. En verdad, esta es tan evidente que en ocasiones me pregunto por qu se invierte tal cantidad de es- fuerzo para probarlo. Tales obras pueden estar ai servicio de objetivos sociales, dei tipo ms profundo: no como alimentos, re- fugia o herramientas, sino como reconocimientos (marcas tanto nuevas como ratificatorias) de personas y tipos de personas en lugares y tipos de lugares, y, de hecho con frecuencia, como algo ms que todo esta: como reconocimientos de una especie fsica en un universo fsico prcticamente compartido, con sus interac- ciones maravillosamente diversas de sentidos, fuerzas y potencia- les. Un inters humano tan profundo -en ias medias renovados y renovables de reconocimiento, autorreconocimiento e identi- dad- puede practicarse en una amplia gama, desde las formas ms colectivas a las ms individuales. En algunos de sus casos 120 121 IOENTIFICACIONES ms extremos, debe a menudo contrastarse con 1as formas rut- narias o habituales de percepcin y reconocimiento, que pueden, entonces, ser falsamente catalogadas como lo meramente social. Lo que importa es el testimonio, en muchos miles de procesos y objetos, de una prctca humana constante en esta dimensin real, que se superpone e interrelaciona, necesariamente, con otros tipos de prcticas, pero a las cuales no es nunca simplemente redu- cible. Bspeciiicidad y especificidades Es a partir de la amplia gama y dei poder de este tipo de acti- vidad y atencin humanas, que encontramos en tantos tipos dife- rentes de orden social y en tantos perodos histricos diferentes, donde comienza y parece encontrar su justificacin e1 impulso para crear la categora de lo esttico. Sin embargo, precisa. mente porque es un proceso tan general y tan comn, que encuen- tra sus medias, sus ocasiones y sus objetos de formas tan diferen- tes, entrelazndose una y otra vez con muchas de las actividades ms prcticas o ms ideolgicas, no se lo puede abstraer, de forma razonable, como un conjunto exclusivo de prcticas o como una intencin. o ~ n conjunto de intenciones exclusivos. Por otra parte, esta no significa que todo, incluyendo los procesos ms especf- camente artsticos y estticos, tenga que diluirse en una prctca cultural o social general e indiscriminada. Ocurre, simplemente, que las distinciones necesarias no se encuentran en el nivel de la separacin por categoras, sino ms bien en el nivel en que de hecho se producen, es decir, el de los rdenes sociales y cultura- les generales y especficos. Las artes como formas sociales Las distinciones entre arte y no-arte, o entre intenciones y res- puestas estticas y de cualquier otro tipo, as como las distinciones ms flexibles mediante las cuades los elementos dei proceso o las i n t e ~ c i o n e s y respuestas, son vistos, en los casos reates, com'o pre- dominantes o subordinados, pueden, de esta forma, entenderse tal y como son histricamente: formas sociales variables dentro de las cuales las prcticas significativas se perciben y se organizan. De modo que las distinciones no son verdades eternas o categoras suprahistricas, sino elementos reales de un tipo de organizacin social. Es interesante sefialar que tales distinciones se hacen con mayor claridad y margen de confianza en sociedades relativamen- te complejas y altamente especializadas. En efecto, existen rnu- chas pruebas que demuestran que las distinciones se buscan ms activarnente en perodos de secularizacin creciente, cuando eJ hbito de referir, en ltima instancia, todas las prcticas a una fe y objetivo centrales, se est perdiendo o ya se ha perdido. Pera ciertas formas de dichas distinciones, que adems son siempre nfasis de importancia, estn, de hecho, extendidas en muchos rdenes sociales diferentes. Efectivamente, la primera forma pro- funda de organizacin social dei arte es, en ese sentido, la per- cepcin social dei arte mismo. Las seiiales dei arte Esta percepcin es siempre prctica, sea o no seguida por un razonamiento terico. Un rea amplia, y por lo general descono- cida, de la historia de las artes es el desarroIlo de sistemas de sefiales sociales que indican que lo que ahora se va a hacer ac- cesible debe ser considerado como arte. Estas sistemas son muy diversos, pera entre e1los constituyen la organizacin social prc- tica de la primera forma cultural profunda en la cual determ- nadas artes son agrupadas, destacadas y diferenciadas. Los tipos ms comunes de sefiales son los de ocasin y de lugar, que se encuentran en su expresin ms simple, por ms especializada, en sociedades seculares y relativamente complejas. La sefial de una galera de arte es un caso especialmente obvio. Es un lugar especializado y disefiado para mirar pinturas, dibu- jos o esculturas como obras de arte. Esta sefial est tan estable- cida y es tan convencional que apenas se advierte. En efecto, po- demos considerar la galera como si slo fuera (y por supuesto tambin lo es) un mero artificio tcnico para exhibir los objetos. Sin embargo, considrese la diferencia que existe cuando vemos un dibujo o una pintura en una caIle cualquiera o en el muro de una casa. De inmediato, surge la pregunta de por qu est 122 123 IDENTIFICACIONES all: sido obra de un vndalo, de un pintor no reconocido, de un artista impulsivo y frustrado, o se trata de una nueva po- ltica para lIevar el arte a las calles? A menudo estamos seguros de poder emitir un juicio basado en la calidad dei dibujo o de la pintura, pero siempre existen algunos casos en los que nuestra incertidumbre se ve aumentada por la ausencia de la esperada sefial que nos indique si aquello pretende o no ser arte. Esta situaci6n produce muchos efectos ir6nicos. Algunos ar- tistas acaban tan resentidos de los convencionalismos que acom- pafian a la sefial -Ia imposici6n, como se dice, de una atm6s- fera simplemente artstica- que exponen deliberadamente sus obras en otros lugares ms normales. Por lo general, ai hacer- lo, crean seiiales alternativas: esta tienda, este tramo de calle, esta taberna, esta sala de espera, son los lugares donde este tipo diferente de artistas quiere mostrar su obra. O bien, la sefial pue- de ser ai mismo tiempo aceptada y cuestionada. En un reciente y famoso caso alguien dijo: Si hubiera visto este mont6n de ladrillos a un lado de la calle jams hubiera pensado que era arte. Y alguien pregunt6: ahora que lo ha visto en una galeria de arte, piensa que es arte?. A continuaci6n, se produ- jeron diferentes respuestas entre quienes asistan a esta conver- saci6n. Bueno, supongo que lo ser, si ellos as lo creen. AI- guien debe creerlo, si se paga tanto por ello. Puede que lo sea para ellos, pero no para m; es s610 un mont6n de ladrillos. qu exponen esta basura, en lugar de autntico arte? En los casos marginales de la prctica, y especialmente en los tipos de obras poco familiares, estas reacciones variables en- tre la sefial y las respuestas reales son muy frecuentes. Pero con una frecuencia mucho mayor de la que generalmente estamos dispuestos a admitir, la sefial opera sn cuestionamientos, por- que es una maneta convencional de responder a lo que de otra forma seran (y pueden ser. realmente todava) preguntas dif- ciles o imposibles de responder, sobre la naturaleza de la obra y el tipo apropiado de respuesta. Sistemas de seiiales Consideremos otro caso: el de la representaci6n dramtica. Durante varios siglos sta ha sido fundamentalmente seializada por un lugar especializado: el teatro. EI sistema de sefiales para notificar la fecha y hora de la representaci6n, la disposici6n de los asientos, la subida dei tel6n, etctera, es especialmente cohe- rente. En cierto estilo de obras, se procura deliberadamente que lo que ocurre dentro de estas sefiales se parezca, en la medida de lo posible, a lo que ocurre en las habitaciones, en las con- ductas y en las conversaciones cotidianas; sin embargo, las se- fiales nos indican que aquello sigue siendo una obra. Si la mis- ma obra se emite por televisi6n (como una producci6n de tele- visi6n y no como teatro televisado), se utilizan otras sefiales, principalmente los ttulos, incluyendo palabras claves como obra o teatro. Pero existe, en ocasiones, una interesante rea de superposici6n, en que el estilo se pone ai servicio de lo que se considera otro tipo de material: el drama documental, la reconstruccin dramtica. Esto puede lIevar a una confusi6n de sefiales. Televisi6n ha sido escenario de largas e intensas discusiones, cuando una obra est basada directamente en un caso de la vida real, sobre la conveniencia de incluir sefiales adiconales, indicando la divergencia respecto de la norma espe- rada. Pero es difcil decidir las sefiales a emplear. qu di- recci6n debera apuntar la sefial? la de que, despus de todo, es s610 una obra? la de que, aunque parezca un caso de la vida real, en verdad no lo es? la de que todas estas cosas sucedieron realmente y pueden ser consideradas como verdaderas? Las sefiales convencionales simples dependen, por supuesto, de formas relativamente estables, y de lugares y situaciones rela- tivamente establecidos. Este conservadurismo, sin embargo, con- duce con frecuencia a una revuelta consciente de artistas con objetivos diferentes que, a su vez, confunden u omiten las sefia- les conocidas. Existe el famoso caso de la dramatizacin radio- f6nica de la Guerra de los Mundos de Wells', que, en medio de una confusi6n de sefiales, como la utilzaci6n de las convencio- nes de los espacios informativos radiof6nicos, fue ampliamente recibida como un reportaje autntico de una invasi6n por alie- ngenas. Otro caso igualmente interesante es el de la compafia experimental que escenficaba en los restaurantes stuacio- nes dramticas, tales como una violenta pelea conyugal, ha- cindose pasar por clientes normales. En este caso, la ausencia total de sefiales conduca a todo tipo de confusi6n, pero lo im- portante es que serva para poner a prueba la funci6n de tales sefiales: inhibidas o modificadas las respuestas de 124 125 IDENTIFICACIONES los otros, deI auditoria, por el marco normal de tales si- tuaciones, que en la mesa dei restaurante podan seguir palabra por palabra y accn por accin la escena de una obra? La sociologa de los sistemas de sefales Los sistemas de sefiales para identificar el arte tienen, por tanto, una sociologa compleja. Existen muchos sistemas in- tegrados, que Ilegan a ser plenamente institucionales: el teatro, las galeras de arte y las salas de concierto. Estas sistemas inte- grados son, en general, una funcin de la especalizacin: artes diferentes en lugares y momentos diferentes. Los modernos siso temas de difusn por radio y te!evisin que, adems de todas estas artes, transmiten noticias, debates, acontecimientos no ar- tsticos y programas objetivos, plantean problemas diferentes, resueltos fundamentalmente, en un primer nvel, por media de la utilizacin consciente de descripciones y ttulos internos. Pera a medida que retrocedemos a perodos muy anteriores, los sistemas de seiales son tambin complejos de diferentes maneras. Tomemos el caso dei drama popular medieval ingls, indicado, generalmente, no tanto por un lugar (un teatro) como por una ocasn, generalmente la festividad de Corpus Christi. La representacin tena lugar en la caIle, pera muchas de las sefiales dramticas normales -el vestuario, los efectos, un es- cenario rudimentario-- existan, Caractersticamente, sin embar- go, era tambin habitual que se hciera una alocucin directa preliminar, para indicar tanto e! tema como el hecho de la re- presentacin, Esta funcin de prlogo (y de eplogo u ho- mila final en el caso medieval) continu en fases muy posterio- res dei drama. Se encuentra en la lnea fronteriza entre una sefial verdadera, que indca la naturaleza de la actividad que va a tener lugar y establece relaciones especficas dentro de las cua- les se pretende que ocurra, y un tipo de sefial que no es pre- paratorio o externamente indicativo sino que est integrado den- tro de la forma de una obra: un tipo que podemos caracterizar como convenciones y que es tan fundamentalmente importante que ser discutido, por separado, ms adelante. Mientras tanto, el caso fronterizo es importante para com- prender la complejidad de los sistemas primarias de sefiales. As, antes de que el drama medieval saliera a las caIles como parte de una festividad religiosa, tipos menos desarroIlados de dra- matizacin sobre algunos de los mismos acontecimientos -mo mentos clave de la historia cristiana de! mundo-i- haban sido representados en las iglesias, y algunos de los ms antiguos -los episodios Quem quaeritis? de los encuentros despus de la re- surreccin- haban sido representados como parte de los of- cios religiosos. lQu sefiales se daban en estas casos? La utli- zacn de medias dramticos para revivir la presencia y el encuentro de Cristo no debe ciertamente considerarse, en este estadia, como una sefal de arte. en el sentido moderno. Pero, lpodemos estar suficientemente seguros de que en un estadia posterior, cuando el mismo tipo de representacin fue sacado dei oficio religioso y luego de la glesia, la sefial era Inequvoca- mente de arte? Lo que, indudablemente, ocurre es que, den- tro de cualquier cultura especfica, la naturaleza de las sefiales, y dei sistema compartido de significacin dentro dei cual deben operar, est radicalmente conectada con la organizacin social de un rea muy amplia de la realidad percibida. Con frecuencia las tensiones y desviaciones de estas sistemas, en los perodos de cambio significativo, nos muestran este Ien- meno con la mayor claridad. De este modo, podemos afirmar que en el drama popular medieval, el sentido de presencia ri- tual, dei tipo indicado todava por las palabras y los movimien- tos formalizados de la misa, ha cambiado significativamente, pera es posible que en alguna nueva combinacin de sefiales sea todava, hasta cierto punto, activo, de una manera en que ya no 10 ser, claramente, en posteriores formas y sistemas. As, re- sulta significativo que en un drama ms secular (influido tam- bin por algunos de los principias dei protestantismo), la ante- rior presentacin dramtica directa y habitual de Dias Padre o de Jesucristo Ilegara a ser prohibida o impensable. En una so- ciedad an ms secular, y en la cual las sefiales dei drama (que ya no significaba presencia sino representacin) se Ia- miliarizaron y se organizaron de manera ms generalizada, han reaparecido estas presentaciones dramticas que una vez fueron normales pera ms tarde prohibidas. 126 127 IDENTIFICACIONES Las seiiales en el drama griego Cuando se produce este tipo de desarrollo histrico de un sistema de 'sefales es importante que no se lea de forma retros- pectiva y en funcin, exclusivamente, de seiales posteriores. Es igualmente importante no reducir los estadias intermedios a los trminos anteriores. EI caso deI drama clsico griego resulta. en este sentido. muy pertinente. AI leer las obras es importante no pasar por alto el sistema especfico de sefales dentro deI cual eran representadas. Las representaciones formaban parte de una festividad religiosa, el culto a Dionisos, en el teatro de Dioni- sos. Cada da las representaciones comenzaban con un sacrifi- cio y libaciones; el sacerdote de Dionisos se sentaba en el cen- tro frente ai pblico; la imagen deI dias, que normalmente se guardaba en el templo adyacente ai teatro. haba sido lIevada en procesin y colocada en el teatro; en el centro de la orques- ta haba un altar. Todas estas sefiales eran de tpo religioso, en- marcando las representaciones con arreglo a formas culturalmen- te especficas. Sin embargo. aunque esta funcin deba ser sub- rayada, no debemos pasar por alto ciertos tipos nuevos de sefiales. En la actualidad, es frecuente que este drama se con- funda con tipos de ritual religioso (o incluso que se represente con arreglo a ellos), en los cuales algunos de sus elementos efec- tivamente se originaron. Pera. de hecho, las nuevas sefiales fue- ron fundamentales. Las figuras ya no eran sacerdotes y adora- dores, sino actores y un coro frente ai pblico. Las reiteradas formalidades dei ritual haban sido reemplazadas por las compo- siciones especficas y (incluso en los mismos temas) deliberada- mente variables de las palabras y las accones, por dramaturgos individuales. Las obras representadas, y los actores, competian de forma consciente para obtener premias. Ninguna de estas sefiales es indicativa de ritual, sino de drama, en nuestro sentido general de arte. Sin embargo, este sistema de sefiales que indicaba arte tena lugar. con efectos suficientes, dentro de un sistema de sefiales, todava activo, de tipo diferente. lEra. pues, la obra un cruce entre el drama y el ritual? De ninguna manera. En las representaciones propiamente dichas, las sefiales dramticas eran dominantes. mientras que en la organizacin deI festival predominaban las sefiales religiosas. La complejidad de las seiiales Este tipo de complejidad de la sefial, relacionada directa- mente con las complejidades de un orden cultural y social deter- minado, es en realidad bastante habitual. Estas complejidades histricas y sociolgicas son nicamente contrarrestadas, a par- tir de cierta insistencia, dentro de algn otro orden social y cultu- ralo en que las seiales tengan siempre una dimensin nica que indique eI arte puro y lo puramente esttico en formas ma- nifiestamente especializadas y ai mismo tiempo enfticas y ex- cluyentes. Sin embargo, incluso dentro de un orden semejante, existen las suficientes complejidades de sefales, de un tipo diferente -Ia funcin solicitada, en honor de los ya encum- brados; el pase privado (lquin es invitado a asistir de esta forma privilegiada?); la funcin especial, para un pblico so- cialmente selecto-s-, para recordarnos la siempre variable, his- trica y culturalmente. organizacin social y la funcin social dei arte. Las seiiales internas Muchos sistemas de sefiales, como hemos visto. operan, di- recta y necesariarnente, dentro de los lmites de un orden cultu- ral y social ms general. Pera es tambin un hecho crucial en el desarrollo deI arte que algunos tipos de seial se vayan interna- Iizando o, de hecho, se desarrollen bastante internamente. dentro de las formas artsticas. Adems, algunos de ellos, mu- chos a decir verdad, cobran efectividad en una amplia gama cultural y a travs de diferentes perodos histricos. Es aqu donde una interpretacin estrechamente sociolgica. pertinente en el caso de ocasiones, lugares y modos de reunin sefialados, Y. por supuesto, en el de instituciones formales especializadas, puede alcanzar sus lmites O. lo que es ms pelgroso, rebasarlos. As, Ia narrativa, el retrato y la representacin dramtica es- tn socialmente co .dcionados, en sus orgenes, de forma mani- fiesta, y en su desarrollo (del cual consideraremos algunos ca- sos) siguen estando radicalmente condicionados. Pera ai msmo tiempo, existen continuidades efectivas, y formas de lo que con 128 129 IDENTIFICACIDNES frecuencia parece razonable denominar desarrollo sistmico interno, que hacen que cualquier asignacin discreta de for- mas a rdenes sociales especficos sea difcil en el mejor de los casos y, en el peor, totalmente enganosa. Sin embargo, cuando esto ocurre, se da pie ai conocido mo- vimiento intelectual por el cual la histeria de cada forma ar- tstica se escribe, por as decirlo, de forma independiente. Lo que le sucede a la prosa narrativa o aI soneto, parece, y cier- tamente lo es, lo bastante sustancial e interesante, histricamente, para examinarlo como si fuera realmente autnomo. De hecho, sin estas historias especializadas, nuestro conocimiento, aunque pertnente, seda incompleto. No son estas historias, sino la ideo- loga por lo general subyacente o deducida de ellas, lo que debe examinarse con la mayor metculosidad. No necesitamos profun- dizar mucho en este tipo de historia para encontrar las condi- ciones sociales desplazadas, a partir de las cuales el movimiento hacia la autonomia no es, con frecuencia, otra cosa que un tipo de nfasis de composicin. En efecto, en muchas de estas historias, las condiciones sociales son introducidas directamente, como tales introducciones, o puede decirse que estn presentes como trasfondo. No es en estos . casos donde se plantea el problema terico central. Es cuando una ideologa inspira tales historias o se deduce de ellas, cuando se puede observar una evitacin convencional dei problema terico, a travs de un eclec- ticismo manifiesto o de unas reglas ad hoc de referencia o apli- cabilidad. Formalista versus sociolgico EI verdadero problema terico fue identificado por las es- cuelas modernas de! Formalismo, si bien inicialmente con una definicin muy peculiar, y a partir de esa fuente han surgido los argumentos contemporneos ms significativos. Es de lamen- tar que stos se vieran confundidos, en un primer estadia, por las burdas clasificaciones de dos posiciones generalmente opues- tas tales como [ormalista y sociolgico. Los efectos de esta confusin son todava muy extensos y perjuc eiales. Sin embargo, podemos entender por qu algunos formalistas eligieron el trmino sociolgico como una descripcin despec- tiva de sus adversarios reales o supuestos. Lo sociolgico sig- nificaba, en aquel momento, o una concentracin en las condi- ciones generales de una prctica, con un desprecio parcial o total por la prctica misma; o bien, ms inmediatamente, la apropiacin de las obras en funcin de su contenido social pre- sunto o manifiesto, lo cual, por aquel entonces, se asimilaba ai contenido social deducido a partir de procedencias muy dife- rentes, con lo cual se prescinda de las propiedades ms espec- ficas (y ms formales, se deca entonces) de la obra o tipo de obra. Puesto que ambas cosas haban ocurrido, el desafo result necesario y saludable. Pero la nota caracterstica dei formalismo simple es que tenda a una mera inversin de las prioridades de sus adversarios y, por ello, un formalismo ms complejo se vio pronto involucrado precisamente en los problemas relativos a la forma social y cultural, que los mejores estudios sociol- gicos haban estado definiendo y tratando de resolver. El anlisis formalista y las formas Pues, ciertamente, lo que el anlisis formalista revelo, y con frecuencia de forma mucho ms aguda que en cualquier tipo anterior de anlisis, fue la composicin especfica de las formas. Por otra parte, en sus primeros y ms elementales estudios, des- cribi el hecho crucial de la composicin en trminos de arti- jicios, basndose en supuestos tpicamente tecnicistas. Un ejem- pio nos permitir clarificar las necesarias distinciones. El soli/oquio En el drama, el soliloquio puede describirse como un arti- ficio, En primer lugar, debe distinguirse de la alocucin nica y directa que constituye todava un modo pblico. Un ejemplo lo encontramos en el prlogo de Machevill, en El iudio de Malta de Marlowe: No vengo a predicar un sermn a Inglaterra. sino a presentar la tragedia de un iudio. El soliloquio, por el contrario, puede definirse inicialmente, tal como se hace en los diccionarios, como una persona que 130 131 IDENTIPICACIONES habla en voz alta consigo misma. Pero esto no puede reducir- se a una explicacin naturalista de que el personaje se encuen- tra solo por casualidad. Es un elemento deliberado de compo- sicin dei drama: un modo de discurso dramtico. AI mismo tiempo, tampoco puede reducirse ai tipo de artificio indicado por la definicin que habla consigo msmo, En efecto, no se puede analizar completamente, ni siquiera como artificio, hasta que no se incluyan toda la situacin y el contenido. Por ejern- pio, podemos distinguir entre los usos siguientes: 1) COmo expresi6n de pensamientos secretos, que los otros per- sonajes no deben conocer. Un ejemplo es Edmundo, en El rey Lear, I, ii: un hermano generoso cuyo bondadoso natural es tan aieno a la malicia, que no la sospecha en los dems, Su infantil sencillez se deja gobernar por mis manas. Trazado est mi plano 2) cama discurso dirigido a uno mismo como si [uera otro, a manera de autopresentaci6n. Un ejemplo es Fausto en La trgica historia deZ doctor Fausto de Marlowe, I, i: concreta tus estudios, Fausto, y principia a sondear la projundidad de lo que sondear quieres. En la misma obra, V, ii, la misma forma de discurso se Usa al comienzo del soliloquio final de Fausto _ i Ah, Fausto, una hora escasa te queda de vida.c, -pero cambia en la crisis de eu terror: jOh, quiero ascender hacia Dias! 3) COmo expresi6n de un conflicto interior, que revela ms el proceso que el producto dei pensamiento. Un ejemplo es Hamlet, en Hamlet, lI, xi: io, venganzal Pera, /.por qu he de ser tan necio ... Ahl, no, ni aun s610 imaginaria ... 4) cama expresi6n de algunos conflictos limite, en una desvia- cin [orzada de la alocucin, cuando, en una situaci6n dada, el discurso apropiado dirigido a una persona determinada re- sulta imposible. Encontramos un ejemplo en Hamlet, IH, iv, donde. por contraste con los otros soliloquios basados en el pronombre yo -I, ii; IV. iv-. el soliloquio est escrito impersonalmente y el pronombre crucial es nosotros: <:Y por un sueno. diremos, las aflicciones se acabaran ... En anlisis adicionales, se pueden encontrar complejas com- binaciones de estos modos y quiz de otros. Y lo que todavia puede considerarse como artificio, en el caso 1) o en el mtodo afin dei aparte, es en los casos ms desarrollados y complejos una serie innovadora de elementos formales que es posible mostrar como inseparables de los nue- vos conceptos sobre la personalidad y de los nuevos significados de los lmites y contradicciones de las relaciones sociales asequi- bles. En esta indisolubilidad, el soliloquio es, ai mismo tiernpo, un nuevo modo de composicin y un nuevo tipo de contenido, y ambos, tomados en su conjunto, constituyen una prueba esen- cial dei ms importante de los procesos culturales: la formacin de formas especficas dentro de una forma general. De este modo, iniciado y desarrollado por escritores indivi- duales, dentro de una prctica y una forma ya compartidas, el soliloquio se convirti en un convencionalismo a medida que fue estableciendo relaciones con pblicos que aprendan a acep- tar sus modos: en el nivel ms simple, el convencionalismo de aceptar que un hombre hablando en un escenario, pueda ser es- cuchado perfectamente por los espectadores y no por otro actor que se ha alejado unos pasos; en niveles ms complejos, aceptar que el actor ni siquiera se est dirigiendo a los espectadores, sino que stos le escuchan por casualidad o, en algn sentido, el actor habla para ellos. Estas modos y relaciones nuevos y sutiles eran en s mismos desarrollos de la prctica social, y estn fundamentalmente co- nectados con el descubrimiento, en forma dramtica, de relacio- nes sociales, de percepciones de si mismo y de los otros, y de alternativas complejas de pensamento pblico y privado, nue- vas y modificadas. Es, por lo tanto, verdad que lo que se ha descubierto en la forma, y puede posteriormente analizarse, se puede demostrar que est relativamente asociado COn un rea mucho ms amplia de la prctica y el cambio sociales. Las nue- 132 133 IDENTIFICACIONES vas concepciones dei individuo aut6nomo o relativamente aut- nomo, los nuevos sentidos de las tensiones entre este individuo y un rol social esperado o asignado, evidentes en otros tipos de discurso contemporneo pero evidentes tambin en la historia analtica de los ms importantes cambios sociales dei mismo pe- rodo, estn pues en una clara relacin con el artifico, Pero no es necesario explicar el artificio como 5U consecuen- cia, tomando primero la sociologia y luego la forma. Con fre- cuencia, puede parecer que ste es el orden de los acontecmen- tos, pero tambin queda claro con frecuencia que la innovaci6n formal es un elemento verdadero e integral de los propios cam- bios: una articulaci6n, por medio de un descubrimiento tcnico, de los cambios de conciencia que son en si mismos formas de conciencia dei cambio. De modo que analizar el soliloquio en el drama renacentista ingls es necesariamente, en primer lugar. una cuesti6n de anlisis formal, pero no en el sentido de negar o considerar improcedente un anlisis social, sino ms bien como un tipo nuevo y tcnicamente riguroso de anlisis social de esta prctica social. De este modo, podemos entender el momento en que el an- Iisis formal desafia necesariamente los tipos de anlisis social hasta entonces limitados o desplazados. Pues mientras el anli- sis social est confinado a la sociedad que, por as decirlo, ya existe en formas completas, antes de que comience la prctica cultural, lo que ocurre no es s610 que los anlisis realizados des- de otra perspectiva son simplemente aplicados a las obras rea- les, imponiendo en ellas s610 las consideraciones ms generales y perdiendo o desdefiando otros elementos de su composici6n. Sucede tambin que ni siquiera se buscan indicios reales dei proceso sociocultural general en una de sus prcticas significati- vas, a pesar de que, de hecho, son abundantes. El punto de tran- sici6n para una sociologia de la cultura estriba, pues, en incluir como preocupaci6n fundamental la sociologia de las formas. Anlisis estructuralista Sin embargo, en este estadio, es todavia una sociologia ni- camente parcial. En efecto, de sus orgenes en el anlisis forma- lista. es con frecuencia retrotrada a 6rbitas te6ricas bastante diferentes. De modo que puede afirmarse que la composici6n formal, la estructura formal, de la narrativa o deI drama revela formas fundamentales de relaci6n social, pero en un nvel que puede considerarse entonces como determinante, con la conse- cuencia de que diferentes formas de narrativa o de drama se consideran s610 como variaciones de una forma fundamental. y son explicadas corno el resultado de desarrollos internos, sis- tmicos, de manera tal que convierte en irrelevantes otros ti- pos de cambio social o, incluso, su propia historia interna. en cuanto tal historia. Esta ha sido la posici6n general dei estructuralismo, que ofre- ce, a su vez. una teoria de las relaciones sociales que constituye, de hecho, una alternativa a todas las otras formulaciones de lo que se consideran cambios sociales. Las estructuras sociales bsicas ya sea exhibiendo sus varacones, o evolucionando enteramen- te dentro de sus propias formas, son o bien independientes, o bien relativamente aut6nomas de otra historia o prctica social. o constituyen incluso sus formas profundas, generalmente deter- minantes. Alentada por el desprecio anterior hacia estos aspec- tos formales y estructurales significativos, esta posici6n lIega a pasar por alto todos los otros tipos de conocimiento y anlisis, mediante el simple razonamiento de declararlos, a priori, irrele- vantes. Esta actitud puede hacer hervir la sangre pero, por lo general, no resiste mucho ante una verdadera investigaci6n. Estructuralismo gentico Una versi6n ms plausible intenta mantener la determina- ci6n estructural y su relativa autonomia en un nivel ms prote- gido. deliberadamente especializado. Asf, el estructuralismo ge- ntico, por ejemplo Goldmann (l970Y. concede una importancia decisiva a la evoluci6n de las formas, analizando su construc- ci6n y disoluci6n, en contraposici6n a la idea de formas perma- nentes que simplemente exhiben variaciones. Pero aunque, de este modo. relaciona algunas de estas formas con transiciones hist6ricas reales de tipo general. insiste no 8610 en que esas rela- ciones son puramente formales (no son, en ningn sentido, co- rrespondencias de contenido), sino tambin en que s610 algunas de esas relaciones son significativas: una posici6n defendida me- diante la declaraci6n, tambin a priori, de que dichas relaciones existen nicamente en un cierto (y fundamentall nvel, y que 134 135 IDENTIFICACI ONES todas las dems obras y relaciones accesibles son efmeras y, por lo tanto, insignificantes y despreciabIes. Estas cuestiones son ciertamente muy complejas, y no supone ninguna dificuItad lIe- gar aI acuerdo de que algunas formas y relaciones son mucho ms importantes que otras. Pero cualquier forma de exc1usin a priori de reas cognoscibles de una cultura es tan inaceptable como la exc1usin, ms obviamente arbitraria, de la historia y de otros intereses perifricos. La condicin de toda sociolo- ga adecuada de la cultura es estar abierta, en principio y en la prctica, a todos los hechos y aspectos posibIes. Condiciones de la prctica Sin embargo, es comprensible que se hiciera especial hinca- pi en algunos aspectos. Exista, con frecuencia, una brecha tan grande entre la historiaI social y la socicloga ms generales y estos anlisis altamente especficos de la forma, que resultaba tentador trazar una lnea, aunque slo fuera para desalentar la construccin de puentes de papel o de construcciones an ms etreas. La descripcin de esta lnea como autonomia relativa represent, en alguna de sus formas, un avance positivo, aI des- tacar la especificidad de una prctica; una especificidad que, ciertamente, debe reconocerse a todas las prcticas. Lo que real- mente faltaba era una explicacin terica adecuada de las con- diciones de una prctica, pues es en estas condiciones donde se puede afirmar una especificidad y, sin embargo, investigar las inevitables relaciones entre las diferentes prcticas. Esto ser discutido ms adelante, de forma ms general, en relacin a la historia social de las formas dramticas. Las condiciones deI soliloquio Pero podemos dar un paso ms en la argumentacin, regre- sando a la discusin sobre el soliloquio. Si ponemos, en una columna por as decirlo, las caractersticas formales (diferencia- das) deI soliloquio y, en otra columna, los cambios sociales ge- nerales en las autoconcepciones deI individuo y en las relacio- nes entre individuos en este nuevo sentido, y sus roles sociales asignados o esperados, podemos establecer algunas correlaciones interesantes. La forma de alocucin directa aI pblico, realizada por un orador individual, es evidentemente congruente con una distri- bucin estabIe de la autoridad y de la ocasin para bablar: una distribucin sistemtica de los roles de hablar y de escuchar. Las expresiones ms simples de pensamientos secretos, si bien incongruentes con dicha distribucin en su niveI social habi- tual, son, sin embargo, congruentes dentro de las formas dra- mticas, como un artificio de la trama para hacer explcita la intriga, o como un tipo de autoexposicin que a su manera con- firma el discurso pblico normal. Pero todas las otras formas de autoexpresin van ms ali de estos trminos heredados. EI caso ms obvio es la expresin de conflictos internos, en el cual las posiciones preparadas y las acciones asignadas son cuestio- nadas no slo en cuanto forma retrica -como objeciones o dudas que se han de responder o superar- sino tambin como procesos sustanciaIes y continuos, en los que esta persona debe decidir por s misma o en realidad no puede decidir. La forma retrica de hablar consigo mismo como si fuera otro resulta igualmente transformada cuando existe una apertura nueva e in- tensamente sentida ante la cuestin de lo que eI yo podra l/e gar a ser, en contraste con lo que es y debe ser segn las for- mas heredadas. Cada uno de estos desarrollos est directamente relacionado con nuevas valor aciones de la individualidad y con nuevas posibilidades de autodesarrollo y de cambio y de movili- dad prcticos. Pero existen tambin formas que todava plantean cuestio- nes. Todos los trminos sociales de esta conciencia no son an accesibles de manera regular. As, por ejemplo, el soliloquio se compone tpicamente como un hombre que habla consigo mis- mo, pero, debido a su desarrollo extendido y general, como un hombre que habla consigo mismo en estas circunstancias espe- ciales: ms ali de las relaciones sociales inmediatamente acce- sibles y confirmadas, pero dentro de relaciones dramticas de una nueva accesibilidad; dirigido a un pblico que escucha in- directamente o por casualidad, y en aIgunos casos extremos no dirigido a un pblico, sino bajo una forma de discurso que ofrece ir ms ali de estas relaciones todava relativamente p- blicas para lIegar a la nueva situacin en que un individuo ha- bla, como en silencio, con otros individuos. La complejidad de estos modos va, pues, ms ali de una mera correlacin. Lo que se est intentando y componiendo por 136 137 IDENTIFICACINES primera vez es en si mismo experimental, en distintos grados: parte dei cambio y de la investigacin generales, en sus procesos reales. Es en este sentido que debemos considerar su dependen- cia de las condiciones especificas de la prctica. Dentro de las complejas posibilidades dei drama como forma multivocal estos nuevos tipos de discurso univocal pueden ser en un sentido im- plantados, en otro protegidos. Los usos ms innovadores pue- den parecer solamente desarrollos menores de formas conoci- das. Y esto mismo fue posible nicamente en las condiciones de un nuevo tipo de pblico, dentro de nuevos tipos de teatro, ya no definidos formalmente por los trminos, lugares y ocasio- nes de una autoridad extradramtica, sino socialmente mezclados y socialmente mviles en el marco de una sociedad urbana en expansin, servidos por sus propias formas caractersticas de teatros como empresas comerciales y con dramaturgos profesio- nales especializados. Fue en esta situacin cultural mvil e intrinsecamente varia- da, en un nivel amplio pero heterogneo de participacin popu- lar, en la que, todavia bajo el riesgo y la presin de las auto- ridades heredadas, se investigaron de forma intensiva y, con frecuencia, se lograron intensamente nuevos tipos de discurso, que representaban tambin nuevas formas de lo que en ese mo- mento podia hablarse pblicamente. Y de este modo, fue espe- cialmente en el drama donde se articularon y materializaron los procesos de cambio, por lo dems generalizados, en las con- cepciones sobre el yo y sobre la sociedad. Las vias por las que estos mismos cambios se abrieron paso en el poema individual escrito o en el discurso filosfico o en la narrativa son bastante diferentes, y de un tipo menos poderoso. Pues fue especialmente en las condiciones de la prctica dramtica que estas relaciones exploratorias y todavia inciertas pudieron componerse prctica- mente; de manera ms evidente, en las formas dei discurso, pero tambin en el frtil complejo de relaciones cambiantes en- tre lo multivocal y lo univocal, y entre el hombre que representa y habla un papel y el hombre que habla como y por si mismo. Es en casos como stos, de modos formalmente identificables y de procedimientos tcnicos, que expresan y exploran a la vez una gama de relaciones sociales conocidas, cambiantes y slo recientemente posibles, donde encontramos los ejemplos ms in- teresantes de aquellos sistemas de sefiales internalizados e inter- namente desarrollados -relacionados necesariamente con sis- temas de sefiales ms generales y externos pero no siempre de- terminados por ellos -que, a medida que se van convirtiendo en convenciones operantes, afiaden toda un rea de nuevo ma- terial para la sociologia' de la prctica cultural. Ahora estamos en condiciones, utilizando algunos ejemplos ms sustanciales, de considerar otra vez los dos tipos de sistema o forma, y las rela- ciones prcticas entre ellos. 6. Formas Es evidente que ciertas formas de relacin social estn pro- fundamente encarnadas en ciertas formas de arte. Ser til echar una ojeada a algunos ejemplos concretos en el caso deI drama, donde encontramos un amplio registro de formas especficas de capital importancia, en rdenes sociales radicalmente diferentes. En primer lugar, debemos reconocer que no puede existir una separacin absoluta entre aquellas relaciones sociales que son evidentes o susceptibles de ser detectadas como condiciones inmediatas de una prctica -los lugares, ocasiones y trminos sefalados de tipos especficamente indicados de actividad cultu- ral- y aquellas que estn tan integradas en la prctica, como articulaciones formales especficas, que son aI mismo tiempo so- ciates y formales y pueden en un determinado tipo de anlisis ser consideradas como relativamente autnomas. Este punto re- sulta especialmente claro en el ms antiguo de los ejemplos his- tricos, el deI drama trgico griego de la poca clsica. 140 141 FORMAS La tragedia griega Algunas condiciones de esta prctica ya han sido descritas especialmente la ubicaci6n de las representaciones dramticas en competici6n dentro de una festividad religiosa. Argumentamos entonces que, dentro de esa compleja situacin social, se daba una inevitable complejidad de sefiales religiosas y dramti- cas, pera que, mientras en la organizacin de la festividad re- li.giosa las sefiales religiosas eran dominantes, en las representa- Clones propiamente dichas lo que dominaba eran las sefiaIes dramticas. En este contexto, por dominante no entendemos excluyentes o exclusivas; la presencia, aunque sea subordinada, de las dems sefiales es caracterstica. Pera lo que debemos aho- ra examinar, en un nivel mucho ms profundo que cualquier ordinaria especificaci6n de la forma, es la articulaci6n social de lo dramtico, dei drama mismo, en este estadia de su re- lacin con la actividad predramtica. Los datas hist6ricos son complejos e incompletos, pera po- demos dar por supuestos aIgunos puntos principales. En primer exista una forma predramtica conocida, el ditirambo o himno coral, que de hecho se representaba todavfa (tambin en la misma festividad. En segundo lugar, exsta una serie limitada de innovaciones conocidas, de tipo formal, que constituan conjuntamente una nueva forma gene- ral: I) la innovaci6n dei dilogo entre una figura individual y el (resto dei) coro; 2) la innovaci6n dei dilogo, abora en un sentido ms desarro11ado, entre esta figura y una segunda figura (el segundo actor); 3) la adici6n de un tercer actor. En su for- ma madura, este nuevo drama constaba, pues, de un coro, con un lder que constitua una variante de la figura individual surgida originariamente; un protagonista (primer actor) que era la fo'!"a ms desarro11ada de esta misma figura: otros dos (y no mas) actores; y unos acompafiantes silenciosos. EI coro can- taba y danzaba, en cierto modo como en el ditirambo pera tambin de maneras nuevas, puesto que ahora mantena relacio- nes deliberadas con los actores. EI lder dei coro utilizaba adi- cionalmente un modo entre el habla y la canci6n, en transicio- nes entre el canto coral y el dilogo de los actores; su forma local comprenda desde simples indicaciones hasta una forma de dilogo propiamente dicho, Los actores hablaban (en metros formales); 11evaban mscaras; se repartan, entre los tres, todas las partes habladas (con frecuencia, siete u acho personajes individuales). En uno o ms clmax, uno de los actores canta- ba (como una de las primeras innovaciones) en interaccin con el coro. EI efecto de las innovaciones fue por supuesto trascendental. Mediante el desarro11o y la imitacin (inc1uyendo innovaciones adicionales, tales como, en perodos muy posteriores, la amplia- cin dei nmero de actores hasta que hubo uno para cada per- sonajes y las reorganizaciones internas dei nfasis, o como la prdida de importancia dei coro hasta convertirse en apenas algo ms que un interludio musical, y finalmente su exc1usin total) esta forma especifica nueva y activa se convirti en la base de una forma general y verdaderamente universal, que fue amplia- mente practicada en rdenes sociales y condiciones prcticas ra- dicalmente diferentes. As, un nuevo elemento formal -el dei dilogo actuado entre individuos- puede investigarse a partir de su aparicin dentro de una forma especfica general hasta su aparicin como forma general aut6noma dentro de la cual (y estableciendo ahora sus propios lmites formales) se desarro11a- ron nuevas formas especficas. Una nueva forma general Este es un caso sobresaliente de una forma especfica alta- mente condicionada, de tipo profundo, que se convirti, por as decirio, en una propiedad cultural general, y que, en ltimo tr- mino, pertenece ms a la sociologa de nuestra especie, en un cierto nivel de desarro11o cultural, que a una sociologa espec- fica de una sociedad dada en un tiempo y lugar determinados. Existen otros casos importantes de este tipo, no tan bien regis- trados, pera no por e110 menos importantes: el propio canto coral; la danza formal, la narrativa formal: las estatuas-retrato; las pinturas aisladas. Todos son recordatorios necesarios de un nivel decisivo dei desarrollo social humano, de tipo general y acu- mulativo, que tuvo fases y ritmos notablemente ms largos (y con frecuencia en realidad permanentes) que las condiciones especfi- cas de la prctica de una sociedad o perodo determinados. Sin embargo estas fases y ritmos notablemente ms largos -estas formas ms profundas- no pueden desligarse dei desarrollo so- 142 143 FORMAS cial general como tampoco pueden reducirse a condiciones me- ramente locales. EI caso dei dilogo actuado entre individuas guarda relacin precisamente con este punto. Pues lo que resulta evidente en el drama clsico griego es la aparicin de este elemento en relaciones precisamente con- troladas con otros elementos formales, y la aparicin de su modo apropiado -el discurso compuesto y ensayado- en relaciones precisamente controladas con otros modos. EI momento de esta aparicin es, pues, sociolgicamente preciso. Fue la interaccin y slo en este aspecto la transformacin, de una forma hereda- da (el canto coral) COn nuevos elementos formales que, ai sub. rayar nuevos aspectos, encarnaban relaciones socales diferentes. EI canto coral era todava un modo profundamente colectivo, si bien, a medida que se acercaba a la representacin competitiva y s ~ ?lejaba, en parte, de una ocasin por lo dems implantada (religiosa), su nivel de colectividad se iba ya modificando. La aparicin de la figura individual en relaciones deliberadas y evi- dentes con el coro era compatible con los modos predramticos especialmente eI sacerdote (incluyendo el sacerdote como repre- sentacin dei dias) en sus relaciones formales con un cuerpo de adoradores. Sin embargo, contena tambin elementos de com- patibilidad con eI modo dramtico, a medida que estas relacio- nes se iban representando deliberadamente. Pero fue funda- m e ~ t a l m e n t e con la aparicin de la segunda figura, que haca posble las relaciones relativamente independientes entre figuras separadas y designadas, cuando se produjo el movimiento cru- cial hacia lo que ahora conocemos como drama; la aparicin de la tercera figura supuso, obviamente, un paso ms en esta direc- cin. Lmites especficos de la forma griega Sin embargo, dentro de esta forma especfica, la aparicin se detuvo en este punto. Lo que ms tarde pareci un movimien- to obvio -hasta el punto de convertirse en una distribucin meramente tcnica de papeles, con un actor para cada figura di- ferenciada- no se hizo, Esta no obedeca a Una abstcncin por motivos prcticos. Era una sefial evidente de la naturaleza y los lmites de la individuacin dentro de esta forma todava parcialmente colectiva, una separacin de un nmero limitado de figuras individuales respecto de un continuado acento colec- tivo: algunas figuras fueron separadas pero no dei todo, y las relaciones entre este nmero limitado de figuras y una figura co- lectiva persistente se fueron convirtiendo, de este modo, en las preocupacines dominantes de la forma. Estas relaciones cambiaron la percepcin (articulacin) de la figura colectiva y de las separadas, y se constituyeron de forma decisiva -pues la forma actuada e interactuante era ahora di- nmica- en medias de explorar y de actuar estas formas dadas y posibles de identificacin, Todo sera mucho ms sencillo si pudiramos decir que el coro, como modo colectivo, era una norma por la que se juzgaban las figuras separadas, pera por supuesto esta no ocurri asf. El coro, aunque por lo general poderoso, era COn frecuencia ignorante o resultaba estar equivo- cado. Tambin sera ms sencillo si pudiramos decir que lo nico importante eran las figuras separadas; sin embargo, aun- que atraan la mxima atencin, seguian encerradas, por la for- ma, dentro de los limites de la presencia coral. Lo que encon- tramos en realidad, en la forma como un todo, y teniendo en cuenta 8US muchas variaciones y desarrollos internos, es esta articulacin culturalmente especfica de relaciones dinmicas en- tre lo nico y lo comn, lo singular y lo colectivo; y esta ar- ticulacin se entrecruza con otras formas de discurso y con la historia prctica de una sociedad sometida a las grandes presio- nes de una transicin. La forma tambin estaba caracterizada por una combinacin especfica de medias de produccin. Haba tres modos de la voz: el canto, el recitado y el parlamento. La mayor parte dei canto era coral (en semicoros); una parte importante era el solo con coro. Las formas simples de msica instrumental y de dan- za estaban integradas en el canto coral y, en el caso de la m- sica, con el recitado. Las formas convencionales de movimiento estaban integradas con el recitado y el parlamento, en tres ti- pos: indicaciones, ademanes y posturas. Exista un uso limitado dei escenario pintado, y dei vestuario y las mscaras. Es obvio que esta forma y prctica dramticas deben, pues, ser clasfica- das dentro de una forma ms amplia, culturalmente, que lo que es posible en la mayora de las formas y prcticas dramticas subsguientes, Lo que ms tarde lleg a ser seleccionado de for- ma predominante como definitivamente dramtico era slo una parte de esta forma -el dilogo actuado entre individuos- y slo uno de sus medias de produccin -el parlamento actua- 144 145 FORMAS do--, si bien el uso de la escena (espectculo) se extendi tambin de forma muy generalizada. La pera y el drama neoclsico Dos casos sobresalientes de resurgimientox relativamente consciente de la forma griega clsica, tuvieron lugar en pero- dos posteriores y en rdenes sociales diferentes. Uno y otro muestran selecciones radicalmente diferentes de la gama abar- cada por esta forma. EI primer caso, la pera italiana, a partir dei afio 1600 aproximadamente, seleccion el solo, el canto co- rai y el recitado. EI segundo caso, la tragedia neoclsica de me- diados dei sigla XVII eligi el parlamento formal. En este ltimo caso, en el que una cierta cantidad de obras se basaban en las mismas historias que las tragedias griegas, el contenido social de los cambias formales resulta especialmente evidente, pues lo que se haba abandonado no era slo el canto sino tambin el elemento socioformal fundamentalmente relacionado con l, el coro. Este elemento colectivo de la forma fue desplazado por un aumento de las relaciones interpersonales; el nmero limita- do de figuras indviduales se increment decisivamente. Algu- nas, pera slo algunas, de las funciones dramtcas dei coro fue- ron reemplazadas por el nuevo elemento formal dei prncipe y dei sirviente confidencial. Esta relacin actuada encerraba argu- mentos y clarificaciones generales como en algunos de los inter- cambias dei coro y dei actor griegos, pera no inclua las interre- laciones dinmicas entre las figuras separadas y un colectivo activamente presente, pues esa dimensin social haba desapa- recido. Por otra parte, sin embargo, inclua elementos nuevos: la confesin de sentimentos privados (confidencales), dentro de la problemtica relacin entre la realidad privada y la posibili- dad pblica; y la intriga consciente, dentro dei carcter marca- damente poltico de una sociedad cortesana y aristocrtica. De modo que si ben la figura dei prncipe es persistente, sus relaciones con un orden metafsicamente dramatizable (como en el caso de los dioses griegos representados con frecuencia) y con un colectivo continuamente dramatizado (el coro) han sido reemplazadas por un conjunto, ai mismo tiempo ms estrecho y ms deliberadamente investigado, de relaciones polticas y per- sonales, a Ias que corresponden las nuevas convenciones forma- les. Entonces el conflicto se produce normalmente dentro de esta gama de relaciones, y se articula en dilogos hablados de verso uniforme, en contraste con la multitud de niveles dramatizados de relacin y la diversidad dei metro y modo de la forma ante- rior. Las presiones ms importantes hacia este tipo de articula- cin social pueden estimarse tambin por contraste con el otro heredero de la forma grega, la pera italiana, en la que el relativo abandono dei parlamento permiti un desarrolIo extra- ordinariamente rico de la msica y dei espectculo. Lo que se produjo, de esta forma, fue una especializacin cultural, de mo- dos y centros diferentes de inters, hasta el punto en que se hizo habitual considerar la pera y el drama no slo como formas diferentes sino como artes diferentes. El drama renacentista ingls Mientras tanto, en el orden social diferente de la Inglaterra dei Renacimiento se lIevaron a cabo unas innovaciones forma- les muy distintas. Lo dramtico, a fines dei sigla XVI, era una combinacin altamente especfica de dilogo actuado entre indi- viduas y de espectculo desarrolIado. Abrindose camino en tea- tros populares antes que en teatros esencialmente aristocrticos, se inspir con fuerza en las artes de la representacin visual (tan- to en la actuacin como en la escena) que haban sido centra- les en la cultura popular anterior a la escritura. Los actos de volencia, por ejemplo, ms que narrados o contados eran repre- sentados directamente. EI drama como accin visible, sin pala- bras, era accesible en la forma simple de la pantomima o en las formas ms altamente desarrolladas de las procesones, ba- talIas o visiones escenificadas. (En un perodo posterior y ms socialmente exclusivo, este elemento evolucion hacia una forma predominante o incluso separada, como la mascarada, que en un estadia anterior haba sido una de las fuentes dramticas.) La msica y el canto tambin se utilizaban, pera salvo raras excepciones no eran elementos integrales sino aislados de la representacin. Entonces, dentro de esta sntesis de elementos de un drama popular procesional y basado en lo espectacular, e influenciado (aunque yendo ms alI) por los trminos de una forma de di- 146 147 FORMAS logo religioso-didctica y humanista ms articulada, surgio un nuevo tipo de parlamento dramtico, como un elemento profun- damente innovador y, aI menos en algunos ejemplos importan- tes, temporalmente dominante. Y lo que es ms notable, socio- Igicamente, acerca de esta forma de parlamento dramtico, es su deliberada diversidad. AI principio, fue lingsticamente coextensiva con todo el es- pectro de la sociedad. Inclua, en uno de sus aspectos, argumen- tos altamente abstractos y formales, expresados en el vocabu- Iario de quienes tenan una alta educacin, as como elementos de versificacin formal que seguan formas heredadas y estric- tamente estructuradas. Pero inclua tambin, en relaciones di- versas y tambin en aIgunas regulares con elIos, el lenguaje co- tidiano y las formas de habIar propias de la guerra, la poltica, los negocios y eI comercio, ai igual que eI amplio vocabulario y las formas de habIar (incluidas las vulgares) dei discurso popu- lar cotidiano. Esta gama sociolingstica es todava excepcional en eI drama, y est conectada, indudablemente, con una situa- cin social altamente especfica (y de hecho relativamente breve). Pero se daba, adems, en la accin -formalmente coexten- siva con una excepcional diversidad de tipos de relacin, en una gama que abarcaba desde lo ms formalmente pblico a lo p- blicamente activo, pasando por la intriga y la contraintriga, has- ta lo directamente familiar y lo ntimamente privado, y, ms alI de stos, una vez ms, a formas completamente nuevas de discurso Interiore-s- la composicin directa no slo de formas de procesos intelectuaIes y emocionales sino tambin, y de for- ma significativa, de estos procesos en radical confusin y desin- tegracin. Las relaciones de cada uno de estos aspectos con las formas persistentemente importantes de la representacin visual eran dinmicas y, nuevamente, diversas; unas veces notablemen- te integradas; otras, y ciertamente en ltima instancia, inesta- bIes. No resulta, pues, fcil habIar de una forma nica; en la prctica se hacen necesarias varias c1asificaciones de los tipos de forma. Sin embargo, en un niveI ms profundo, y especial- mente en cuaIquier comparacin histrica, existia una induda- bIe comunidad de formas, que era aI mismo tiempo socialmente especfica y, una vez ms (como en eI caso de la tragedia cls- cal, irrepetibIe, aun cuando se la imitaba de forma deliberada. La especificidad de esta comunidad de formas se hace ms evidente cuando se compara con SUS sucesores ingleses, pues en este caso se da una correspondencia directa entre la creciente exc1usividad social de los teatros (que comenz muy pronto, en 1610, con la tendencia general hacia los teatros cerrados pri- vados como forma predominante, continuando con la Guerra Civil y luego en su forma ms aguda y formalmente legislada en el perodo de la Restauracin) y lo que constituye aI mismo tiem- po una contraccin lingstica y formal y una nueva regulari- zacin lingstica y formal. Este es uno de esos casos en los que la correspondencia entre las condiciones de una prctica y sus formas dominantes es relativamente directa. No es slo lo que ocurri en el cambio de la tragedia pblica aI drama heroico. Es tambin lo que sucedi en una de las continuidades identifica- bles, en la cuaI eI coloquialismo con frecuencia vigoroso de la comedia de costumbres de la post-Restauracin (que en sus otras funciones formaIes se remonta aI anterior tipo de comedias de Fletcher y Shirley) queda funcionalmente despIazado y aisIado: desplazado por su limitacin a una clase nica y en boga; aislado, como modo, no sIo de una gama ampliamente activa deI dis- curso, sino de los modos ms formaIes de Ienguaje que se con- virtieron en elementos cruciaIes de la apertura isabelina. Cambios en la forma Sin embargo, los cambios socioformales eran, de hecho, mucho ms profundos. La tragedia isabelina y especialmente la shakespeariana admitan, como forma inspiradora, una interac- cin extraordinariamente abierta entre el orden social y la desntegracin social. Por decirlo de otra manera, lo que ahora podemos analizar como interaccin encontr su forma en una accin abierta y diversa, dentro de la cual las fuerzas y los tr- minos dei orden estaban continua y activamente presentes, pera tambin se presentaban con gran intensidad, y nunca para ser simpIemente descartadas o contenidas por las fuerzas y trminos dei orden, fuerzas activas de desintegracin e incluso de disolu- cin, hasta eI punto en que el cuestionamiento acerca de la na- turaleza deI propio orden humano era directamente escenificado. Una vez ms esta forma puede reconocerse ms fcilmente por contraste con uno de sus sucesores ms simples. En la tragedia jacobina esta ntegracin desaparece. Las fuerzas y los trmi- nos deI orden pierden sustancia y se convierten en las fuerzas 148 149 FORMAS y los trminos dei poder. Existen entonces no slo las fuerzas contendientes de la desintegracin y la disolucin, sino la extraor- dinaria dramatizacin de la disolucin en proceso: la guerra de todos contra todos. Lo ms notable de la forma anterior -la forma central ms importante de la Inglaterra renacentista- fue su dramtica in- tegracin de lo que ms tarde podramos dividir en cuestiones pblicas y privadas. La crisis de Hamlet o de El rey Lear es una crisis simultnea de desintegracin pblica y privada: no slo en lo temtco, sino tambin, en un nivel formal profundo, en ellenguaje. En las escenas de locurax de Hamlet y de forma ms marcada en las escenas de la tormenta de El rey Lear esta crisis nega a un punto, a travs de las acciones y preguntas ge- nerales, que representa ai mismo tiempo la disolucin virtual de la comunicaci6n -los significados, secuencias y conexiones con- vencionales radicalmente perturbados e incluso desintegrndose bajo enormes presiones- pero tambin, de forma sefialada, la ex- tensin dellenguaje dramtico para recrear incluso este proceso: la crisis total todava escenificada, formada. Todo ello ocurri en me- moria dei orden, en el deseo continuado y en la evidente nece- sidad de orden, en las contradicciones entre orden y poder, y en las ms profundas contradicciones entre un orden heredado y un poder corrupto y las fuerzas ahora intensamente sentidas de la personalidad individual y de una movilidad ms general; a partir de todos estos elementos de una crisis total se configur esta importante forma. En la forma posterior, que tena muchas continuidades con ella, la decidida dimensin pblica haba de- saparecido y una crisis todava total se fue firmemente volviendo privada. La disolucin y el horror se hicieron todava ms paten- tes (aunque no ms aterradores) porque ahora ya no luchaban con- tra fuerzas e impulsos de orden sino, y ai final incluso mecni- camente, eon ellos mismos. Las formas y la historia Existen maneras de analizar estos cambios en funcin de la historia general de la sociedad. Mirando retrospectivamente, no constituye, ciertamente, ninguna sorpresa encontrar una forma de crisis lotai en una sociedad a cuarenta afios de una guerra civil. Realmente. es de destacar el hecho de que la forma jaco- bina encarnara la condicin de guerra de todos contra todos que, en la siguiente generacin, sera tomada por Hobbes como punto de partida para una nueva filosofa poltica que respon- dia las preguntas que haban quedado dramticamente sin res- puesta, en su justificacin de un poder protector absoluto. Pero las formas dramticas no constituan anticipaciones o reflejos de estos procesos sociales ms generales; o ms bien no deben re- ducirse a anticipaciones o reflejos. Pues las verdaderas relacio- nes sociales se pusieron de manifiesto especficamente en las pro- fundas cualidades formales dei modo dramtico propiamente di- cho y en las cualidades especficas de estas formas. As pues, la crisis total es algo diferente en la forma dra- mtica y en la accin social, por las mismas razones por las que la guerra de todos contra todos es diferente en la forma dramtica y en la filosofia poltica. Que existen races comunes para estas prcticas diferentes es el primer (pero con frecuencia el nico) punto sociolgico. Insistir en que las prcticas son di- ferentes no representa una forma de reserva que delimita una esfera esttica, sino una indicacin social de los modos y fun- ciones reales de las diferentes prcticas. As, el hecho de que estas formas dramticas evidentemente relacionadas tuvieran lugar mucho antes que las formas de ac- cin poltica y que la nueva filosofa poltica es un punto abso- lutamente significativo, que no debe perderse de vista por una elisin histrica o por una idea de profeca. Cuando estas ac- clones eran escenificadas, en los diferentes tipos de prctica, no eran las mismas acciones; se haban producido cambios y rupturas cruciales. Podemos decir que algunas formas dramti- cas, y especialmente stas, escenificaban elementos de las pre- condiciones de lo que sin embargo, ms all de los lmites de estas formas, poda ser nevado polticamente a la prctica de forma completamente diferente. No se trata slo de que el modo dramtico, por sus propiedades y sefiales culturales esenciales -su capacidad intrnseca, muy especialmente, para marcar el final definitivo de una accin que en otras prcticas puede no ser nevada a su fin o no ser susceptible de serlo-e- opere, so- cialmente. bajo diferentes condiciones. Ocurre tambin, como en esos ejemplos especficos, que estas propiedades y condiciones --en el sentido ms amplio, estas sefiales- dan lugar a conclu- siones que son histrica y formalmente diferentes de las de otras prcticas. As el elemento crucial de la virtual disolucin de la comu- 150 151 FORMAS nicacn, que aparecia formalmente escenificada en las crisis de la tragedia shakespeariana, debe contrastarse con la notable y extendida precsin con que se preparo y se llev a cabo la Guerra Civil. Y esto no representa nicamente (aunque si de forma crucial) el indicio de un diferente perodo histrico. Es tambin la prueba de que la forma de la crisis total es diferen- te, y de que slo es posible comprender lo que todavia pode- mos considerar como fases relacionadas de una crisis general, si incluimos todos los elementos de cada prctica: los disconti- nuos, ai igual que los que estn conectados tanto en el anlisis como en la prctica. Adems, las discontinuidades tienen signficacin social. La crisis dei lenguaje, y sus resoluciones temporales, era un elemen- to central de los procesos sociales de fines dei siglo XVII. Una vez ms, en un caso ms obvio, las continuidades entre la forma dramtica jacobina y los presupuestos ideolgicos hobbesianos deben situarse junto a la discontinuidad o ruptura: que en la forma dramtica, el poder absoluto, para detener la cadena de asesinatos, no lleg ni fue presentido, pues sus probables porta- dores eran considerados como la fase siguiente de la misma ac- cin ms que como su resolucn poltica. La diferencia es his- trica y poltica, pero tambin formal: por la sencilla razn de que en una obra este tipo de catstrofe puede no slo parecer final sino serlo. Las formas de la Restauracin Sin embargo, no es slo una cuestin de catstrofe. Uno de los efectos de la racionalizacin deI poder absoluto, en un pe- rodo que se reflejaba no tanto en devastadores conflictos dra- mticos, sino en una guerra civil real y sangrienta, fue una forma de restauracin que, puesto que slo reprimia temporal- mente los conflictos subyacentes, podia alcanzar poco ms, como modo, que lo abstracto o lo cnico. EI drama heroico As, el drama heroico (por ejemplo, Conquest of Granada de Dryden) podia abstraer y aislar las actitudes de un orden moral soberano. pero no. de forma caracterstica. este mismo orden en toda su gama (social y poltica) de fuerzas contendien- teso Lo que mostraba, ms bien, era el conflicto, al mismo tem- po internalizado y proyectado, de las ambiciones, deseos y con- troles individuales, como en el caso tpico dei conflicto entre amor y. deber. Esto ya no convulsionaba, como en la plena esencia de Hamlet o EI rey Lear, a hombres, mujeres y todo un reino, sino que seguia su curso dentro de los lmites de una fi- gura nica. Los profundos conflictos de este nuevo individualis- mo, ai igual que, de forma ms evidente, la gama de fuerzas sociales contendientes, temporalmente reprimidas ahora por la idea impuesta de soberania absoluta, fueron as radicalmente desplazados y excluidos. La comedia de costumbres Sin embargo, este desplazamiento, en su nivel ms sensible y ciertamente ms peligroso, iba acompafiado de una admisi6n extraordinaria de nuevas relaciones sociales, en una forma espe- cificamente dramatizable. En la comedia de costumbres (por ejemplo The Plain Dealer de Wycherley), a pesar de las limita- ciones de clase ya sefialadas, y en parte debido a ellas, podemos reconocer un mundo inequivocamente burgus, en el cual el dinero y la propiedad, ms que el poder poltico de cualquiera de los antiguos tipos, eran lo autnticamente real a diferencia de las pretendidas preocupaciones sociales. Sociol6gicamente esto consti- tuye una forma dramtica casi nica, porque la congruencia entre su auditorio de clase deliberadamente limitado, sus cabaIleros dramaturgos provenientes dei mismo y limitado medio social, y su material dramtico estrictamente limitado a esta misma vida contempornea (en s mismo un nuevo factor fundamental), es extraordinariamente completa. La forma, aun siendo tan breve como fue, en esta inevitable congruencia temporal, sirvi6 para mediar y componer un conjunto de relaciones sociales especifi- cas. La preocupaci6n por el dinero y la propiedad, dentro de un orden social altamente competitivo, ostentoso e intrnseca- mente m6vil (en este nivel particular de clase), resulto ser inse- parable de los amores y apetitos reales y fingidos de un sistema de matrimonio basado en la propiedad, en el medio especfico de la temporada londinense, en la que se supona que deban es- tablecerse los contactos y cerrarse los tratos, y en la que tambin necesariamente aparecian los acompafiantes y los explotadores de este proceso general de clase. Visto, casi exclusivamente, desde 152 153 FORMAS este estratgico punto de vista preciso y limitado, el proceso se materializ como una forma con caractersticas especficas (liga. das), pero tambin, es interesante subrayarlo, con elementos inno- vadores que sobrevivieron a su estrecho contexto. As, el candor (con frecuencia rudo) de su reconocimiento e imitaci6n de las costumbres y motivos de su mundo es en un nivel, inseparable deI cinismo activo (que en ocasiones' es ms que. simpl,: cinismo) de la. gente que comprende el proceso de- masiado ben --como reahdad al igual que como juego- como para simular que las cosas son de otra manera. Por supuesto, desde cualquier otra posicin social, tanto el proceso como las actitudes hacia el mismo eran moralmente objetables; algunas de esas 'protestas han !legado hasta hoy. Sin embargo, lo que se puede como un candor locahnente explicable (y ambiguo), debe considerarse tambin, hist6ricamente, como un momento de una transicin mucho ms general. La generalizaci6n de una forma cuasicoloquial de discurso dramtico (cuasicoloquial, como todos esos modos deben ser, pero en este caso de forma especial, puesto que existe una congruencia directa entre las formas de artificio teatral y social) estaba ahora lo suficiente. mente avanzada (aunque todavia no completa, como demuestra la conservaci6n de prlogos y eplogos rimados y de senten- morales sumarias-) como para constituir un indicio de una de las mayores transiciones deI nuevo orden social que estaba comenzando. Una vez ms, pera de forma ms completa, el cambio hacia lo contemporneo y hacia los mate- rial,:s indgenas, como temas deI drama, se produjo aqui en condiciones muy especiales, pera lleg6 a convertirse en el elemento ms importante y diferenciador deI drama de toda una nueva poca. De nos encontramos con la aparente paradoja de de la apancion de dos o tres de los elementos principales deI drama de la poca burguesa en la forma altamente especfica de uno de los lugares ms sociahnente exclusivos de cualquier drama: un mundo aristocrtico en baga alrededor de la corte de Londres. Sin embargo, mientras el drama heroico puede ser razonablemente interpretado como la ideologia (y s610 la ideolo- gia) de una verdadera restauracin, la comedia de costumbres, en su rea deliberadamente limitada (y ciertamente con las ven- tajas de esta misma limitaci6n) debe ser considerada como una reconstrucci6n de la forma dramtica para negociar las relacio- nes decisivamente alteradas de un orden social competitivo, m- vil y negociador, en el cual ttulo y propiedad estaban determi- nados, y se vean como determinados, de maneras y con arreglo a valores radicalmente diferentes de los de un mundo feudal y post-feudal, e incluso de un mundo post-feudal en desintegra- ci6n. Fue el hecho de ver como diferentemente determinado lo que configur6 esta nueva forma, y en este caso, la indudable presi6n de algunas antiguas maneras de ver -esa otra parte deI candor que no constituye simplemente un tosco reconocimiento sino un valor a establecer, aunque sea de forma tentativa y auto- protectora, contra unos modos de vida profundamente tortuo- sos, calculadores y engafiosos- ejerci su influencia para dar a la forma una fuerza de la cual sus sucesores inmediatos, ms conscientemente morales pera durante mucho tiempo tan poco dispuestos a ver como a aceptar, carecieron visiblemente. El drama burgus La complejidad de este ejemplo contrasta notablemente con la fase inmediatamente posterior. Pues lo que surgi6 en Inglaterra en la primera mitad deI sigla XV1ll fue un tipo excepcionalmente simple de lo que puede denominarse, en sentido estricto, drama burgus. Aqui, en efecto, encontramos el caso ms claro, en toda la historia deI drama, de una conciencia ideol6gica de las nuevas relaciones sociales aplicada a la reconstrucci6n de una forma: Por largo tiempo el destino de los reyes y los imperios ha sido el tema comn de la escena trgica, como si la desdicha se hubiera asentado en el trono y nadie pudiera ser infeliz sino los grandes. Podemos escuchar maravillados historias como sta, pero tan distantes y en tan alta esfera, no podemos compadecernos jams de lo que jams compartimos. Y dei mismo modo: Despojada de pompa real y deslumbrador boato, su musa nos cuenta una historia de infortuno privado, 154 ISS FORMAS forja desdichas con escenas cotidianas: un hermano traidor, una esposa ultrajada. Esta excepcional conciencia de clase, aunque a corto plazo produjo dramas de poca importancia (el ejemplo ms interesante es The London Merchant de Lillo), constituye un signo claro de un nuevo orden social. Representa, igualmente, una indicacin indirecta de la manera en que poda decaer desde dentro una for- ma en otro tiempo poderosa, hasta que el ataque final contra ella fue como embestir contra una cscara vaca. El tango en el drama Por supuesto, es verdad que la asociaci6n regular de casi todo el drama seria con prncipes y familias dominantes haba sido, en parte, el reflejo de 6rdenes sociales en los que stos eran predo- minantes. As ocurri6 especialmente en el drama dei Renacimien- to. Pera en la tragedia griega, por ejemplo, la conexi6n sociol- gica haba sido bastante diferente. Era ste un drama de antiguas (<<heroicas) familias dominantes dentro dei orden contempor- neo muy diferente de la ciudad-Estado. Sus caracteres y sus accio- nes no eran, por tanto, un reflejo de las relaciones sociales exis- tentes. Como ya hemos visto, stas deben buscarse ms profunda- mente, en la forma dei coro-y-actores. Sin embargo, la asociaci6n regular, o incluso la identidad, dei destino de un prncipe o de una familia dominante con el destino ms general de un Estado o de una ciudad hizo posible una forma de acci6n integrada en la cuaI el carcter individual, la posici6n y la responsabilidad socia- les, el bienestar general de la comunidad y la situaci6n humana en su sentido ms amplio podan contemplarse bajo una dirnen- sin nica aunque siempre compleja. En consecuencia, puede de- cirse que el prncipe o la familia dominante eran un vehculo para la expresi6n de preocupaciones metafsicas y sociales (en realidad, en sentido estricto, sociometafsicas) ms generales. Pera ya en la Roma Imperial estas acciones haban disminuido hasta cierto punto, y el destino dei prncipe, como tal, adquiri una prominencia, como definici6n dei drama seria, que continu6 hasta el Renacimiento y aun ms ali dei mismo. En el drama renacentista ingls, como ya hemos visto, hubo muchos casos importantes en los que el destino dei prncipe y el destino de su reino estaban radicalmente conectados en muchos niveles, desde la obvia conexin con el buen o mal gobierno (como eo la histo- ria inglesa y las obras romanas de Shakespeare) hasta las cone- xiones ms profundas y extensas de las tragedias mayores, en las que Hamlet sin el Estado de Dinamarca, El rey Lear sin el Estado de Bretafia, Macbeth sin el Estado de Escocia, y a travs de cada uno de esos Estados una condicin humana ms general, perde- ran la mayor parte de su significado. AI mismo tiempo, sin embargo, e incluso en estas obras ma- yores (y no siempre de manera compleja), tambin haba penetra- do profundamente en la forma un ordenamiento por de relativa importancia. Los personajes de las clases bajas o Inter- medias recibieron con frecuencia un status dramtico diferente desde el principio: como instrumentos para el desahogo cmico; como ingls coloquial (prosa) en una corte britnica o extranjera; como objetos en el dilogo, en el que lo que importaba el prncipe deca u obtena de ellos. Es, pues, la confusin seca entre estas dos funciones dei rango en el drama -el convin- cente reflejo o imaginacin de una condicin general que puede concentrarse o ejemplificarse en un prncipe y su Estado; y por otra parte, el presupuesto de una conexin autnoma entre el rango y la importancia humana- lo que todava hoy debe resol- verse. Lo que los idelogos burgueses dei sigla XVIll vieron y ataca- ron fue la segunda funcin. AI dejar de lado la primera, lograron, por algn tiempo, el efecto parad6jico de hacer el drama pblico, de intentar limitaria (en los nuevos trminos de miento) ai infortunio privado. EI gran drama burgus posteror, a partir de Ibsen, reconstruy6, como veremos, un drama pblico dentro de estas nuevas relaciones sociales, pero por lo general la mayor parte dei drama burgus ha continuado operando dentro de los trminos de esta reducci6n; (sel drama es sobre la gente, no sobre cuestiones pblicas, como si La Orestiada, El rey Lear y Rosmersholm nunca hubieran sido escritos). Por otra parte, el resuelto ataque contra los presupuestos de la segunda funci6n, la insistencia en que cualquier vida, cualquiera que fuese su rango social, mereca que se le prestara atenci6n - De la vida ordinaria tomamos Ias desdichas de nuestra escena; tno sientas menos compasin de quiene son tus iguales! -fue algo necesario no s610 como inauguraci6n de ese drama ple- 156 157 FORMAS namente extendido y comprensivo, en trminos sociales moder- nos, que desde entonces ha sido predominante; sino tambin como una manera de liberarse de las formas decadentes en las que, a causa de los cambios en el orden social, la sustancia general se haba marchitado o desvanecido, y todo lo que haba quedado era la pompa", el deslumbrante espectculo o la ret6rica de! rango. Los [actores dei drama burgus Hacia mediados dei siglo XVIII, aunque de manera primaria y relativamente tosca, los factores determinantes de casi todas las formas dramticas modernas ya habian hecho su aparici6n. En la tragedia burguesa, como en la comedia de costumbres, el material dei drama estaba comenzando, si bien todava de forma vacilante, a ser definido como contemporneo (por contraste con casi todo el drama anterior) y, en relaci6n con e110, indgena, en el sentido de que ahora poda existir una expectativa normal de congruen- ca, cuando se deseara, entre el tiempo, el lugar y el medio de la acci6n dramtica y de la representaci6n dramtica. (Por supuesto todava existian dudas, como en el caso notable de The London Merchant de Lillo, en que una acci6n totalmente indgena y con- tempornea por su espirilu estaba envueita en referencias a las postrimerias dei siglo XVI.) Un tercer factor, la generalizaci6n de una forma cuasicoloquial de discurso dramtico, ya estaba presen- te en la comedia de costumbres, aunque su pleno desarrol1o en la tragedia burguesa se producira mucho ms tarde. No fue una norma -ciertamente, no la norma poderosa y preceptiva en que se convirti6 ms adelante- hasta el siglo XIX. EI cuarto y quinto factores representan las contribuciones ms directas de la tragedia burguesa: el nuevo alcance y extensi6n social, de modo que todas las vidas, sin distinci6n de rangos, podan convertirse en material de drama serio y (aunque con ambigedades residuales) un nuevo espfritu secular que confirmaba por s mismo las tendencias ya evidentes en el Renacimiento. Esta secularizaci6n no es tanto un asunto de actiludes hacia las creencias religiosas, o de opini6n o referencia a las msmas, como un proceso de exclusi6n progresiva de la acci6n dramtica de cualquier intervenci6n o agente sobre- natural, de modo que la acci6n humana, como quiera que se la juzgue, sea representada exclusivamente en trminos humanos. Estos cinco factores, tomados conjuntamente, han aportado las ba- ses para las sefiales y convenciones especficamente profundas dei drama moderno. Desarrollos en el drama burgus Sin embargo, debemos tambin considerar que el drama de los ltimos doscientos cincuenta afios ha sufrido su propia evolu- ci6n de formas especficas, sobre esta base general y con algunas variaciones significativas en la importancia concedida a los distin- tos factores especficos. Ahora podemos investigar algunas lineas maestras de esta evoluci6n, a travs de importantes ejemplos selec- cionados, mostrando los efectos de los cambios en las relaciones sociales reales y en su articulaci6n formal. El naturalismo El caso clave es el dei naturalismo, el cual puede considerarse o como el punto de vista global, y, por tanto, como la profunda forma general establecida por estos cinco factores o, desde otra perspectiva, como una forma general que plasm6 estas tendencias en una manera especficamente ordenada. Existen argumentos en favor de ambas interpretaciones, pero ambas deben distinguirse de una interpretaci6n corriente aunque muy pobre dei naturalis- mo, en la cual uno de los factores -Ia generalizaci6n de una forma cuasicoloquial de discurso dramtico- es tomado como definitivo, acompafiado con frecuencia por una versi6n dei quinto factor -Ia secularizaci6n- en un sentido especializado de limita- ci6n de la acci6n dramtica a la probable conducta humana. De hecho, puesto que la prctica naturalista ha estado fuertemente marcada tambin por los otros tres factores -lo contemporneo, lo indgena y lo socialmente extendido o comprensivo- esta inter- pretaci6n corriente distorsiona toda la argumentaci6n, volvindo- la, ai mismo tiempo, demasiado general -una forma especfica parece ser todo el movimiento- y estrechamente tcnica en exce- so, en el sentido de que los artificios elegidos de un discurso cuasi- coloquial y de una conducta probable aparecen separados de aspectos ms profundos que afectan a las relaciones y perspecti- vas sociales determinantes. Existe una interpretaci6n, que debe- mos mantener, segn la cual todo el movimiento representado por los cinco factores debe ser subrayado como dominante en el dra- ma moderno en su conjunto. Certamente, en la mayor parte de 158 159 FORMAS rupturas y revueltas contra lo que comnmente se denomina natu- ralismo, muchos de estas factores siguieron siendo determinantes. Por lo tanto, slo podremos hacer una verdadera distincin si bus- camos las variaciones, combinaciones y jerarquas especficas. As pues, la cualidad distintiva fundamental dei naturalismo, como forma dramtica, es una variacin especfica dei quinto fac- tor, la secularizacin, en combinacin por supuesto con los otros cuatro. Mientras que en otras formas contemporneas, como vere- mos, la secularizacin poda suponer simplemente una abstencin neutral respecto de intervenciones o agentes sobrenaturales, o in- cluso una conciencia negativa de la prdida de dicha dimensin, en el naturalismo fue un nfasis decidido que dia lugar a una nueva forma especfica. Este nfasis, que produjo cambias pro- fundos en las convenciones formales, tena mucho que ver con las relaciones recin percibidas entre las acciones humanas y el entor- no material. Es decir, el mundo fsico en el cual se encontraban los seres humanos, pera tambin el mundo material y el mundo socialmente materializado que ellos encontraban y reconocan como creados por el hombre, eran ahora elementos inevitables y a menudo decisivos de cualquier accin dramtica significativa. Para decido con mayor precisin, los principales dramatur- gos naturalistas no prescriban un nuevo tipo de escena dram- tica, o la detallada recreacin fsica de una habitacin o de algn otro ambiente fsico sobre un escenario cualitativamente alterado, por razones tcnicas, o porque las nuevas tcnicas de carpintera e iluminacin escnica lo hacan ms factible. Creaban esas habitaciones, prescritas en detalle en una nueva forma de escritu- ra que era mucho ms que mera direcci6n escnica, porque esos ambientes fsicos inmediatos eran, desde su punto de vista, ele- mentos necesarios de la accin dramtica. Eran, en el ms pleno de los sentidos, living-rooms: lugares hechos para vivir de una manera determinada, ambientes que reflejaban y condicionaban a la vez sus posibilidades de vida. Ubicacin material deI drama En el nivel ms profundo, este nuevo sentido dei entorno ma- terial y esta aprehensin fsica de un mundo creado por el hom- bre, son profundamente caractersticos dei orden social burgus y especialmente dei orden social capitalista. El cambio de relacio- nes entre hombres y cosas, que encontr su mayor expresin en la nueva economa urbana industrial, estaba representado en el dra- ma por media de estas nuevas convenciones. Lo que en casi todo el drama-anterior haba sido fundamentalmente un espacio para la representacin, con algunas sefiales simples de ubicacin inmeda- ta o, a lo sumo, el bosquejo representado de una ubicacin, se con- virti, en este movimiento general, primero en un lugar real ms plenamente representado y finalmente, en pleno naturalismo, en una presencia tangible: el escenario como habitacin: la ha- bitacin impregnaba las vidas de las personas dei mismo modo que sus vidas la haban impregnado a ella. EI ejemplo clsico de este modo lo encontramos en El pato sei vaie de Ibsen. Naturalismo y representaci6n Debemos diferenciar, sin embargo, entre el autntico natura- lismo y el movimiento ms general de representacin fsica bur- guesa. Existen formas activas y pasivas de la convencin bsica de una relacin significativa entre los hombres y su entorno fsico. En la mayora de los dramas burgueses, la convencin requera apropiadas escenificaciones de las vidas y esta se haca espe- cialmente necesario con la extensin social de las acciones dra- mticas. En un modo social ms limitado, la representacin fsica de un palacio o de un castillo podia ser realmente secundaria -generalmente indicativa-, pera ahora la escenificacin precisa de tipos mucho ms variados de vida era parte necesaria de su realizacin. Sin embargo, poda ser relativamente pasiva: el tipo de lugar en el que tales personas viviran; en casos limite, po- dia consistir incluso -como todavia ocurre comnmente- en la simple presentacin de un lugar, que era indicativo, pera por lo dems nada definitorio. Que esta haya sido tan generalmente llamado naturalismo, resulta difcil de comprender. Pues el autntico naturalismo fue siempre un movimiento crtico, en el que las relaciones entre los hombres y su media ambiente no eran meramente representadas, sino activamente exploradas. En efecto, aunque en su poca fue claramente una forma burguesa, tambin fue, por su trayectoria, parte dei ala crtica y autocrtica de la burguesa. En Ibsen y Zola, en el primer Strindberg y Chejov, en O'Casey y en O'Neill, el naturalismo aceptaba la profunda convencin de las relaciones significativas (y, gracias a los nuevos mtodos, dramatizables) en- tre los hombres y los ambientes en que vivan o trabajaban, pera 160 161 FORMAS generalmente como escenificacin literal de las preguntas radica- les: i,Cmo vivimos, cmo podemos vivir, cmo deberamos vivir en este lugar y en esta forma de vida especficamente tangibles? Esto represent la reintroduccin decisiva de una dimensin pblica en un modo dominado por lo privado. Por supuesto que se trataba de una reintroduccin burguesa, ya que el lugar de la accin decisiva (que ya no era el palacio, lgicamente) era la ha- bitacin familiar privada: una habitacin que, sin embargo, era mostrada predominantemente como una trampa: como el centro de relaciones inmediatas significativas, pero con fuerzas determi- nantes ms amplias operando ms ali de l, y a las que se miraba desde la ventana o lIegaban como mensajes para reorganizar esas vidas. As pues, la forma expresaba una contradiccin precisa en las relaciones sociales burguesas: el individuo y la familia eran el centro de los valores, pero el modo de produccin que los susten- taba -el mundo hacia el cual salan y dei cual retornaban- per- teneca a un espectro social muy diferente, mucho ms amplio, ms complejo y arbitrario. Y es significativo que, dentro de esta forma, este mundo ms amplio no pudiera ser directamente dra- matizado, como en las antiguas y ms simples acciones de los re- yes, si bien en este nivel de seriedad ya se saba que era deter- minante. Las tensiones de la forma burguesa Fue a partir de las tensiones de esta profunda contradiccin que se crearon las nuevas formas dei drama dei siglo xx. Antes de la dcada de 1890, los naturalistas eran la nica fraccin sig- nificativa dentro de un mundo dramtico generalmente burgus. Los teatros Ibres minoritarios que se extendan por Europa en aquella poca estaban fundamentalmente bajo su influencia. Re- presentaban el sector ms positivo de su clase, el ms conscien- temente ilustrado y el ms decidido a afrontar los hechos; en un nvel, eran liberales y reformistas; en otro nivel, dentro de la contradiccin, se sentan profundamente incmodos con la propia civilizacin burguesa, pero sin ofrecer todavia alternativas a la misma. Pero entonces, a partir de la dcada de 1890, se desarroll muy rpidamente un sentido de crisis total, y como ocurriera en la crisis, de algn modo comparable, de fines dei siglo XVI y co- mienzos dei XVII, se produjo un notable florecimiento tanto dei drama en general como de nuevas formas. Rupturas hacia nuevas formas Este es un proceso excepcionalmente complejo de analizar, tanto sociolgica como formalmente. Pero podemos establecer una distincin operativa preliminar entre tres tipos de forma, cada una de ellas apoyada de forma creciente por una ideologa espec- fica, que pueden contemplarse (por supuesto con cierta confusin y superposicin) como correspondientes a tres formaciones discer- nibles dentro de la crisis de la sociedad burguesa tarda, Es carac- terstico de este nuevo perodo que estuviera marcado (como en el caso ntimamente comparable de la pintura) por una profusin de movimientos bautizados, muchos de los cuales, siguiendo ai naturalismo, eran 10 bastante conscientes como para ser smos, En un anlisis completo deberamos rastrear cada uno de es- tos movimientos a menudo efmeros, pero, por otra parte, analizar la historia a partir de etiquetas temporales supondra pasar por alto la significacin de otras formas y direcciones mucho ms am- plias y profundas. As pues, aunque habra que afiadir muchos tipos de variacin, la mejor forma de comenzar un anlisis de las formas dramticas dei siglo xx es establecer una distincin entre tres tipos principales, que podemos denominar provisionalmente como expresionismo subjetivo, expresionismo social y abstracci6n simb6lica. En una historia completa, adems, por supuesto, de la persistencia de las formas antiguas (que todava ocupaban la ma- yora de los teatros) deberamos afiadir tambin el desarrollo dei naturalismo bajo influencias conscientemente socialistas. La abstracci6n simblica EI expresionismo subjetivo y el expresionismo social represen- taron rupturas ms ali dei naturalismo. La abstraccin simblica, por el contrario, fue un intento de ruptura hacia atrs. Asociada en casi todas partes con la reaccin cultural y poltica explcita, trat de neutralizar no slo los acentos naturalistas, sino tambin los aspectos burgueses ms generales. Lo que buscaba, dramtica- mente, era una restauracin efectiva de una dimensin metafsica: a veces, como en parte de la obra de T. S. Eliot, introduciendo elementos explicitamente religiosos; de manera ms amplia, revi- viendo eI mito y la leyenda en sus modernas acepciones, 162 163 FORMAS como sustitutos metafsicos de la religin en un mundo predo- minantemente secular (vanse las obras de W. B. Yeats). De ma- nera muy amplia, sin embargo, en obras de este tipo se utilizaban los modos deI drama antiguo, por supuesto de forma selectiva, como una forma de revival: mscaras, coros, ciertos tipos de verso; tramas y personajes de obras antiguas (o tomados a partir de ellas y de los mitos), Por media de estas artificios, este movi- miento trat de retroceder ms all dei mundo burgus (ecomer- cial y rnaterialista), pero tambin, de forma ms especfica, de aportar alternativas aI mundo francamente social que el drama burgus haba subrayado y a los valores de democracia y raciona- lidad que haban surgido del mismo. Estas eran, pues, alternativas polticas y culturales, efectuadas como formas dramticas: espec- ficamente, las alternativas de lo misterioso, lo inexplicable y lo incomprensible. En diferentes ejemplos este movimiento rechaz cada uno de los cinco factores dei drama burgus: en los casos ms evidentes, los cinco juntos. Pera exista tambin una compleja superposicin con un rea que estaba siendo desarrollada, de manera diferente, por el expresionismo subjetivo: el nuevo simbolismo de un rea efectivamente oculta y misteriosa que no estaba, como la de los r- denes anteriores, ms all del hombre en una dimensin sobrenatu- ral, sino dentro de l, en el inconsciente. Aqu es necesario esta- blecer una clara distincin entre las formulaciones de lo incons- ciente movidas por el espritu dei anlisis y la explicacin (como en el impulso original de Freud) -modos que a menudo son real- mente compatibles con el naturalismo- y esas otras formulacio- nes en las que las Iuerzas inconscientes funcionan como una moderna metafsica: las fuerzas inexplicables que en un nivel mucho ms profundo que la sociedad determinan las vidas hu- manas y son nicamente aprehensibles como smbolos, en forma dramtica o en alguna otra forma artstica. As, aunque el movimiento era explcitamente antiburgus, tanto en un sentido formal como general, fue tambin, en un nivel ms profundo, la culminacin de la tendencia ms dbil de la poca burguesa: el intento de estabilizacin, en un nuevo nivel de separacin respecto de la sociedad y de la historia, dei miste- rio de los procesos humanos generales: un misterio que ahora se situaba finalmente -pues sta es su naturaleza burguesa, a dife- rencia de las anteriores formas metafsicas- dentro dei indi- viduo. EI expreslonismo subjetivo EI expresionismo subjetivo, por el contrario, aunque comparta este inters por lo inconsciente, e incluso aislaba ms aI ndivi- duo, trabaj en una direccin bastante opuesta a la cin, y por tanto no estaba interesado en una restauracin dei orden dramtico apoyado en la adaptacin de los elementos rituales a las formas teatrales. EI impulso principal y altamente original deI expresionismo subjetivo fue la dramatizacin deI aisla- miento y la vulnerabilidad: el grito deI individuo extraviado en un mundo sin sentido. Surgido a partir de las tensiones deI ltimo naturalismo, excluy resueltamente todos aquellos elemen- tos de la forma dramtica que hubieran podido considerarse como meramente contingentes a esta crisis. El mundo fsico, slidamen- te aprehendido en la obra se disolvi en las (consciente y necesariamente) dstorsionadas de su percepcion ais- lada y angustiada. EI grupo social firmemente formulado tanto por el drama naturalista como por el prenaturalista se transform en personajes dramticos que eran primordialmente de una conciencia individual aislada, bien la de un personaje central, como el Stranger de El camino de Damasco de Strindberg, o bien, en desarrollos posteriores, la deI propio dramaturgo, cuya obra era la proyeccin de su mundo deliberadamente aislado, como po- demos observar en el ltimo Beckett. De este modo, tanto el media ambiente material dado como las relaciones sociales dadas fueron radicalmente exclui dos de la forma, con el objeto de hacer hincapi, en primer lugar, en el individuo aislado y en su mundo proyectado, pera tambin, en se- gundo lugar, en una reduccin, que iba incluso ms lejos, a frag- mentos desarticulados de individuas que apenas si podan reco- nocer sus propias proyecciones. Puede decirse que se trata de una forma burguesa, en su paso deI aislamiento deI individuo a la prdida de incluso esa individualidad. Pera sociolgicamente re- sulta crucial subrayar que en todos sus estadias ha estado radical- mente separada de la burguesia como una c/ase en la sociedad. Est formal y experimentalmente separada, puesto que ha roto todos sus tratos con un mundo humano y social compartido, pera por otra parte, y por supuesto inevitablemente, todava est vincu- lada en la prctica a un proceso social, dentro deI cual sus formas son producidas y compartidas. En sus mejores momentos, esta adhesin inconsciente y ambi- 164 165 FORMAS gua va dirigida a las vctmas deI orden dominante, a todos aque- lias que han experimentado el sinsentido y la desintegraci6n. Esta es la fuente ms profunda de su fuerza. Pera la forma tiene una paradoja adicional. En las ltimas obras de Chejov, en momentos de crisis de un naturalismo en plenitud, eI grupo social que poda aprehender su propio mundo estaba ya en proceso de disoluci6n. En eecto, la originalidad de Chejov consisti6 en encontrar nue- vos tipos de acci6n y de lenguaje para expresar justamente esa disoluci6n: una desintegraci6n y una prdida de sentido compar- tidas. Su forma determinante es, pues, la deI grupo negativo. Las personas estn todava presentes, y tratando de comunicarse, pera en realidad han perdido contacto unos con otros y con su mundo: prdida que se plasma en su lenguaje dramtico, que es el de las personas que simplemente hablan, en lugar de comunicarse. Este es un tipo de generalizaci6n de la prdida de sentido y de contacto. Ha sido ampliamente imitada, en lo que se ha deno- minado drama de la no comunicacin. Pero en el expresionismo subjetivo, incluso las figuras mnimas deI grupo negativo han desaparecido. EI individuo est radicalmente aislado y es incapaz, a priori, de comprender su mundo. De este modo, lo que puede comenzar como una condici6n especfica -este individuo es un extraio para s mismo y para los dems- es presentado dram- ticamente como una condici6n general. Esta es recibido entonces en muchos niveles, en una gama que va desde el seria reconoci- miento de las condiciones de la alienaci6n -un fen6meno que de este modo puede ser analizado social y culturalmente, aunque no dentro de esta forma- hasta lo que es en realidad, y de forma habitual, el consumo regular e incluso placentero de otros seres dramticamente alienados. Es significativo el hecho de que en las ltimas fases, el espritu trgico y angustiado de los primeros ex- perimentos se haya convertido en algo predominantemente c6mico e incluso conscientemente entretenido, Para comprender esta ple- namente, la forma debe ser analizada no slo en sf msma, sino en sus instituciones productivas reales. La forma arrastrada en ambas direcciones. La tensi6n fun- damentaI deI naturalismo en plenitud puede definirse como una conciencia intensa de fuerzas poderosas y relativamente ocultas que tiraban de la forma -y, dentro de la forma, de todo tipo de observaci6n y de interpretaci6n- en direcciones aparentemente opuestas. Por un lado, exista una conciencia de los procesos de los tipos ms profundos de conciencia individual. EI discurso dramtico deI naturalismo en su punto mximo, en Ibsen, en el primer Strindberg o Chejov, nunca est limitado a la inerte repre- sentaci6n de una conversaci6n probable, sino que utiliza muchos artificios para revelar, indicar o aI menos sugerir las presiones internas que Iimitan, influyen o distorsionan lo que, de este modo, puede decirse. AI mismo tiempo, existia una conciencia (como mnimo, igual) de los procesos sociales ms generales: m o m ~ n t o s hist6ricos, las circunstancias de personas concretas, las presiones econ6micas, la situaci6n de la familia y deI matrimonio, el com- plejo general de las instituciones y las creencias. Lo que el naturalismo pleno seleccion6 como su forma fue un tipo de terreno intermedio en el cual estas extensos procesos pu- dieran mostrarse como interrelacionados, en el lugar escogido deI grupo domstico y de sus relaciones inmediatas. Sin embargo, lo que se mostr6 nunca fue una interacci6n neutral, sino, por diver- sos caminos, la crisis de esa interacci6n: una crisis que con fre- cuencia era ms evidente por su fracaso para articular (en sus propios trminos pera tambin en trminos de relaci6n e interco- nexi6n) los procesos completos que se encuentran ms ali deI terreno intermedio de la forma. No fue un fracaso total; en verdad, la lucha para mantener y ampliar ese terreno fue he- roica, Pero en el perodo de crisis total, a partir de la dcada de 1890, todos los asideros comenzaron a fallar y se produjo una ruptura de las formas que fue tambin, en cierta medida, una ruptura de las instituciones y los pblicos. Ya hemos visto c6mo el expresionismo subjetivo, en las muchas formas indicadas por aquella descripci6n general, constituy6 un alejamiento del terreno intermedio, y por tanto de la forma naturalista temporalmente es- tabilizada, hacia los procesos con frecuencia ocultos de la con- ciencia individual. Sus formas fueron construidas, ahora pode- mos verlo, a partir de estados que podan considerarse como reve- ladores de esos procesos, en fen6menos suficientemente manifies- tos: suefios, pesadillas, crisis, condiciones de extrema vulnerabili- dad (en este sentido, el desarrollo formal desde Dreamplay de Strindberg hasta Endgame de Beckett, es evidente). 166 167 FORMAS El expresionismo social EI movimiento aparentemente opuesto, hacia el expresionismo social, compartia algunos de los mismos elementos formales. Las fuerzas ms profundas y relativamente ocultas de los movimientos sociales e histricos iban a revelarse en momentos de extrema crisis: guerras, revoluciones, huelgas y otras formas de lucha so- cial. EI perodo principal de esta tendencia va desde Toller y Kaiser en los anos 1920, pasando por el teatro pico de Brecht, hasta gran parte dei drama radical de nuestra propia poca. Esta obra se superpona y compartia su pblico con la nica continua. cin seria dei naturalismo culminante, en las diversas formas de realismo social en que se apreciaba un intento por restablecer e1 terreno intermedo, no en el lugar de lo domstico, sino en el dei grupo o elase social. EI expresionismo social proyect y pela- riz, de forma caracterstica, las fuerzas sociales contendientes, mientras que el realismo social, tambin de forma caractenstca, las describi y represento. Pero en ambos casos hubo una bs- queda de nuevos pblicos, ms ali de las fracciones progresistas que haban apoyado los nuevos teatros anteriores. Las nuevas for- mas sociales buscaron un nuevo pblico, perteneciente a otra ela- se, pero en modo alguno consiguieron siempre encontrarIo. 'Las relaciones sociales de estas formas -internamente, en sus definiciones de los lugares en los que la realidad era criticamente generada; externamente, en las relaciones propuestas a quienes daban su asentimiento o aprendan de ellas -eran, por lo tanto, radicalmente diferentes de las dei dramaburgus, si bien en su mayor parte todavia operaban necesariamente dentro de las con- diciones generales de una sociedad burguesa. La abstraccin sim- blica buscaba por diferentes vias sus propios pblicos conscien- temente minoritarios, sus teatros pequenos fsica e ideolgica- mente. EI cuerpo principal dei teatro burgus continu con sus formas heredadas: a menudo, el cultivo de un terreno intermedio crecientemente estril; con mayor frecuencia, la explotacin de elementos teatrales aislados de accin y presentacin. Caracteris- ticamente tambin incorpor, en una fase relativamente reciente, algunos de los ejemplos de xito de las formas disidentes. Su in- corporacin de mayor xito fue, de hecho, la de algunas de las formas ms negociables dei expresionismo subjetivo, que con su diluida insistencia en Ias condiciones psicolgicas y en las dis- torsiones subjetivas siempre estuvo ms cerca de sus propias preo- cupaciones. Conclusin Pero la leccin bsica de la alteracin de las relaciones socia- les en el drama dei siglo xx es ms general. La crisis insoluble de la forma heredada central y todavia dominante condujo a una proliferacin extraordinariamente rica de formas alternativas, pero tambin a condiciones completamente nuevas de fragmentacin. Lo que sucedi en el teatro se rept, en una escala ampliamente extendida, en el cine y en la televisin, que se convirtieron en las nuevas instituciones dramticas dominantes. Intensamente pro- ductivas y vigorosas, las instituciones son, en comparacin con cualquier perodo anterior, profundamente eelcticas, y dentro de este ec1ecticismo, por caminos totalmente nuevos, algunas autnti- cas luchas sociales se estn dirimiendo en la competicin entre formas dramticas alternativas. Esta es la base formal y sociolgica para establecer el necesa- rio contraste con las situaciones anteriores que hemos analizado. All podamos ver, en ejemplos histricamente organizados, las principales conexiones entre las formas de las relaciones sociales y las formas especificamente dramticas. Estas conexiones pueden investigarse, con la misma perspectiva histrica, en otras formas artsticas. EI drama ofrece ventajas para este tipo de anlisis, en razn de su larga trayectoria histrica, pero se han hecho anlisis comparables importantes de la pintura (Hauser, 1962; Klingen- der 1972), de la msica (Adorno, 1949), de la novela (Lukcs, 1962; Goldmann, 1964) y de la poesia (Benjamin, 1969). Metodolgicamente, podemos establecer una distincin, dentro de los presupuestos generales de este anlisis, entre grados de im- portancia relativa concedida a los elementos formales e histricos, donde a ambos se les considera todavia como vinculados. En efec- to, es precisamente en esta rea donde todavia se producen con- troversias centrales de principio y de mtodo. Sin embargo, sin restar importancia a estas controversias tericas, puede observar- se que existe un cierto cambio necesario, en los anlisis de la produccin cultural moderna, hacia el anlisis formal comparati- vo, puesto que es un hecho general de la cultura moderna que las formas alternativas o aparentemente alternativas surgen de 168 las complejidades ai igual que de los conflictos de las sociedades contemporneas extenddas, en comparaci6n o en contraste con el predominio o incluso el monopolio de una forma nica en las situaciones soei ales anteriores. Esto no significa (como ha sucedido en algunas ocasiones) que debamos pasar de una teora y de un anlisis hist6rico-formales a una teora y un anlisis puramente formales. Por el contrario. Ia base hist6rica de todo anlisis socioformal debera considerarse reforzada por el carcter hist6rico de este cambio desde las for- mas singulares a las mltiples de composici6n cultural. El caso dei drama. con toda su gama de testimonios formales e histri- cos. es por lo tanto especialmente importante como indicio de estos principios relacionados. 7. Reproduccin La mayor parte de la sociologa de la cultura ha logrado un xito relativo cuando se ha dedicado a formas. prcticas, institu- ciones o perodos especficos. y ha cosechado un relativo fracaso cuando ha intentado generalizarlos como procesos sociales o desa- rrollar una teora general dentro de la cual (todos) pudieran ser comprendidos. Dos razones principales parecen justificar esta dife- rencia en los resultados. La primera es una cuestin de especificidad y de complejidad. Parece innegable que cuanto ms sabemos acerca de una forma. prctica, instituci6n o perodo particulares. menos probable resul- ta que nos sintamos satisfechos con un anlisis general de los mis- mos. por completo que ste sea. Esta insatisfaccin es saludable cuando conduce a objeciones fundamentadas. a enrniendas razo- nadas y. sobre todo. a una detallada investigacin ulterior. Sin embargo. no deberamos dejar de lado los especficos componen- 170 171 REPRODUCCION tes culturales de este tipo de insatisfaccin, que con frecuencia conduce a que los movimientos constructivos reiterados como de- seables no sean realmente llevados a cabo, o queden reducidos a lo que con toda propiedad podemos denominar particularismo. Pues existe un tipo de adbesin a la especificidad y a la comple- jidad .que es condicin de todo trabajo intelectual adecuado, y otro tipo que es en realidad una defensa de un tipo particular de conciencia, dentro de condiciones culturales muy especficas: una defensa, en verdad, contra el reconocimiento de las relaciones ge- nerales necesarias dentro de las cuales se lleva a cabo todo trabajo cultural, incluyendo el anlisis. Estas defensas son fcil e incluso sostenidas dentro de ciertos tipos de institucin privilegiada, en los que el privilegio no es tanto, o no lo es esen- cialmente, una cuestin de ingresos o de estilo de vida, sino ms bien una condicin de relaciones relativamente distanciadas e in- cuestionables con el proceso social prctico y continuado. As pues, debemos distinguir siempre entre dos tipos de con- ciencia: el reconocimiento alerta, abierto y con frecuencia conflic- tivo de la especificidad y la complejidad que siempre, en miles de est cuestionando las hiptesis de traba]o y las generaliza- ciones; y esa otra satisfaccin, a menudo banal, con la especifici- dad y la complejidad, como razones para un eterno aplazamiento de todos los juicios o decisiones generales (incluso los locales). Por difcil que resulte con frecuencia diferenciar entre estos mo- dos, en cualquier momento aislado, la importancia de la distincin debe ser firmemente subrayada: no slo porque es crucial para las condiciones de un trabajo ms general, sino tam- bin porque constituye un ejemplo significativo de un proceso deI que ahora debemos ocupamos atentamente: el de la reproduccin cultural. En como la nuestra puede existir un tipo efectivo cultural dentro de los propios procesos dei cono- cumento, Un sistema educativo puede impulsar un riguroso adies- tramiento en procedimientos fiables de conocimiento y anlisis para. que muc.hos de podamos, de esta forma, conocer y blen. (como. prenso ahora habitualmente) puede estar dirigido a nducr una mdefensin eternamente consciente, en la pura escala de lo que debe conocerse y sus virtualmente infinitas excepciones, Y en este nivel (pero slo en este nivel, pues a una. e.dad prescrita debemos partir y se espera que adoptemos unas posiciones en el mundo) nada es lo bastante cierto como para ser fiable, y slo existe la (altamente especfica y compleja) inercia de los (relativamente impenetrables) caminos dei mundo. La segunda razn de la diferencia de xito entre los estudios generales y los ms especficos (ms all de esta primera rea en que eI xito mismo es, por las razones mencionadas, un criterio cultural local y variable) puede hallarse en la naturaleza de los tipos de generalizacin y teoria que por lo general se han inten- tado. Estos han sido discutidos en diversos puntos de los primeros captulos, pero podemos resumir sus dos rasgos ms comunes. Est, en primer lugar, su carcter suprahistrico o extrahistrico, de tal modo que unas generalizaciones razonables o demostra- bles para un perodo o poca determinados se consideran suscep- tibles de aplicacin universal. Luego, en segundo lugar, est el predominio relativo de un cierto tipo de filosofia sobre los mto- dos disponibles de la sociologa, de modo que los propios concep- tos que necesitan ser construidos mediante el anlisis histrico y sociolgico se consideran, a menudo en formas heredadas, o como fundamentos necesarios de prueba terica, o en el mejor de los ca- sos como marco para cualquier investigaci6n que tenga intencio- nes ms all dei ms disgregado empirismo. La dificultad, enton- ces, es que toda construccin analtica tiene que comenzar a partir de algunos conceptos (en la prctica algunos de aqullos) y que, sin embargo, stos puedan llegar tan fcilmente a dirigir to- das las fases de la investigacin, o, como ha sucedido reciente- mente, en la teoria cultural general, a absorber la investigacin en sus propias formas. Y esto, podemos sefialar, es otro ejemplo, en los niveles ms tericos pero con frecuencia ms determinantes, de reproduccin cultural. En la prctica, y con un esfuerzo de voluntad, podemos se- leccionar de entre los conceptos a nuestra disposicin, siguiendo criterios extrados de la observacin de los xitos y fracasos re- lativos de tipos anteriores de investigacin. Y aqui la reproduc- cin cultural es especialmente interesante. Es, en primer lugar y de forma necesaria, un concepto temporal, que implica movi- miento desde una manifestacin cultural situable en el tiempo a otra, si bien, como veremos, esto no significa que sea siempre histrico. En segundo lugar, es, excepto en sus formas ms abs- tractas y dogmticas, un concepto negociable, en el sentido de que ai menos en sus proposiciones operativas es muy pronto sometido a pruebas irrefutables. En tercer lugar, y de forma ms significa- tiva, tiene una inicial adecuacin general a ciertas cualidades ob- 172 173 REPRODUCCION servadas dei proceso cultural. Existen, como veremos, muchos problemas para dar una definicin precisa y para establecer ds- tinciones necesarias. Pero en general puede decirse que es inhe- rente ai concepto de una cultura su capacidad para ser reprodu- cida: y, ms an, que en muchos de sus rasgos la cultura es real- mente un modo de reproduccin. Reproducibilidad 10 que es verdad acerca de una cultura, en su nivel ms general --que no es nunca una forma en la que la gente vive por casualidad en un momento aslado, sino una seleccin y organiza- cin, de pasado y presente, que aporta necesariamente sus propios tipos de continuidad- es tambin verdad, en niveles diferentes, acerca de muchos de los elementos dei proceso cultural. As, por ejemplo, una forma es intrinsecamente reproducible, sa es su necesaria definicin en cuanto forma. Las sefiales y las conven- ciones son intrinsecamente reproductoras, o perden su significa- do. EI lenguaje como tal, o cualquier lenguaje o sistema de comu- nicacin no verbal, existe slo en la medida en que es susceptible de reproduccin. Una tradicin es el proceso de la reproduccin en accin. As, muchos de los elementos clave dei proceso cultu- ral quedan agrupados mediante este concepto. Pero es tambn evidente, incluso en estas primeras definiciones, que la reproduc- cin tiene diferentes niveles de significado y de orientacin. De hecho, si se utiliza de forma demasiado simple y descuidada, pue- de servir ms para ocultar que para clarificar los procesos reales. Significados del concepto de reproduccin Existe, en primer lugar, un problema obvio en la palabra mis- ma. A partir dei sgloXIX, reproduccin ha tenido el significado corriente de copia, o de hacer una copia, Este uso es familiar, por ejemplo, en las reproducciones de pinturas (originales), y el sig- nificado se utiliz en el captulo 4 para describir los procesos de copiado mecnico o electr6nico. Mientras que, por supuesto, en bologa, incluida la biologa humana, reproduccin tiene el sg- nificado corriente de creacin de un nuevo organismo dentro de la misma especie, pero en este caso, y esto es fundamental, no como copia. En el uso corriente podemos diferenciar estos signi- ficados, y distinguir adems entre procesos contrapuestos: copiado mecnico o electrnico, en el que el criterio dei proceso es la pro- duccin de copias ajustadas: reproduccin en un sentido unifor- me; por otra parte, generacin biolgica, en la que las formas --especies- se prolongan de forma caracterstica, pero en ejem- pios individuales intrinsecamente variables: reproduccin en un sentido gentico. Es por lo tanto de gran importancia, cuando la palabra se uti- liza para describir procesos culturales, no slo tener conciencia de estas diferencias radicales de significado y criterio, sino evitar cualquier decisin prematura sobre cul de los dos sentidos es apropiado para las aplicaciones culturales. En efecto, puesto que las aplicaciones son en todos los estadios tempranos metafricas (y con metforas tomadas de dichos procesos contrapuestos), no puede haber en cualquier caso una simple transferencia. Existen muy pocos procesos culturales importantes, anlogos a la impren- ta o a la fotocopiadora, pero tambin existen muy pocos que sean anlogos a la reproduccin sexual o a otra reproduccin biolgica, con sus elementos y combinaciones de elementos fsicos, suscepti- bles de ser conocidos de forma precisa. Estas son las complejida- des dei concepto, pero todavia podemos retener provechosamente a1gunas de sus indicaciones generales, si pensamos con l en lugar de hacerIo dominados por l. Educaci6n As, es necesario tener algn concepto de reproduccin si as- piramos a tener una sociologia crtica, por ejemplo, de la educa- cin o de la tradicin. Es caracteristico de los sistemas educacio- nales proclamar que transmiten conocimiento o cultura en un sentido absoluto, universalmente derivado, pero es obvio que los diferentes sistemas, en pocas y paises diferentes, transmiten versiones selectivas radicalmente diferentes tanto dei uno como de la otra. Adems es evidente que, como Bourdieu (1977) y otros han demostrado, existen relaciones fundamentales y necesa- rias entre esta versin selectiva y las relaciones sociales dominan- tes existentes. Esto puede verse en la disposicin dei curriculum, en los modos de seleccin de quienes van a ser educados y en qu 174 175 REPRODUCCION formas, y en las definiciones de la autordad educativa (pedaggi- ca). Es, pues, razonable hablar, en un nivel, dei proceso educativo general como de una forma clave de reproduccin cultural, que puede estar vinculada a la reproduccin ms general de las rela- ciones sociales existentes, la cual est asegurada por la existencia y autoprolongacin de la propiedad y otras relaciones econmicas, las instituciones dei Estado y otros poderes polticos, y las formas religiosas y familiares. Ignorar esos vnculos es someterse a la autordad arbitraria de un sistema autoproclamado autnomo. Pera entonces surgen dos problemas: que en estas procesos enlazados, puede haber tipos significativos de desigualdad y asi- metria o, en otras palabras, grados diferentes de autonoma relati- va; y que es tambin un hecho observable que los sistemas edu- cativos, especialmente en ciertos perodos y sociedades, carnbian tanto internamente como en sus relaciones generales con otros sistemas. La metfora de la reproduccin, lIevada demasiado lejos, puede oscurecer estas procesos cruciales de relativa auto- nomia y de cambio, incluso cuando insiste provechosamente sobre un carcter general e intrnseco. Tradicin EI problema puede verse con ms claridad en el crucial con- cepto cultural de tradicin, ai que he llamado, provisional pero deliberadamente, reproduccin en accin. Pues la tradicin (enuestra herencia cultural) es por definicin un proceso de continuidad deliberada, y, sin embargo, se puede demostrar me- diante el anlisis que cualquier tradicin constituye una seleccin y reseleccin de aquellos elementos significativos dei pasado, reei- bidos y recuperados, que representan no una continuidad nece- saria, sino deseada. En esta se parece a la educacin, que supone una seleccin similar dei conocimiento deseado y de los modos deseados de aprendizaje y autoridad. Es importante subrayar, en cada caso, que este deseo no es abstracto sino que est efectva- mente definido por las relaciones sociales generales existentes. Sin embargo, existen diferencias, tanto entre la educacin y la tradicin, como entre cada una de ellas y las otras formas de re- produccin ms directa. Ciertamente, la educacin es un portador y organizador de la tradicin altamente efectivo, pero existen tam- bin otros procesos sociales, no tan abiertamente sistemticos, me- diante los cuales se modela y se remodela una tradicin. En efecto, es caracterstico de la tradicin, y de una importancia crucial para su ubicaci6n en la cultura, que bajo ciertas condiciones sociales se puedan generar dentro de la misma sociedad. trad.iciones dife- rentes e ihcluso antagnicas. Gran parte de la histria general, y tambin las historas especializadas de arte o de literatura, son evidentemente parte de este proceso, en el cual se de forma prctica ejemplos diferentes de precedentes y continuidades admirables o deseables; efectvamente, la historiografa (y por su- puesto la teoria) aporta muchos ejemplos de este tipo de cornpe- tencia o lucha, as como casos ms manejables pera muy generales de enmienda y modificacin dei pasado presentado y de sus con- tinuidades deseables o posibles. Estos casos abarcan desde la rese- leccin operativa de la tradicin que es necesaria para conservar su importancia y su poder en condiciones cambiantes, 1I0s casos en los que la definicin dei proceso como re- quere, por sus criterios internos, unos tipos de y representacin que no deben subordinarse a las Simples exrgencias de la reproduccin cultural. . . Ahora bien, ya es una enmienda necesara de cualquier nocin simple de la educacin como reproduccin cultural, el hecho de observar como es nuestra obligacin, que los resultados de esos procesos de competicin y enmienda -aunque de forma desigual, y a menudo con severas dificultades locales -se abren paso en la educacin real. Pera entonces aparece una diferencia respecto de las operaciones saci ales de la tradicin: que tales entradas estn sujetas, por lo general. a negociacin institucional y en los casos ai contrai institucional, y por lo tanto encuentran rapida- mente autoridades y relaciones sociales manifiestas y organizadas. No se trata de que el funcionamiento de tradiciones diferentes ofrezca un contraste absoluto. EI acceso ai conocimiento y espe- cialmente a su distribucin general est por supuesto mediado socialmente y en algunos casos directamente controlado. es evidentemente ms fcil presentar los elementos de una tradlcl?n alternativa, o incluso de una tradicin antagnica, en las relacio- nes ms laxas y ms generales de todo un proceso cultural, que, por ejemplo, organizar un sistema. educativo. alternativo -; espe- cialmente uno antagnico. Esta varia en los diferentes perodos y sociedades. EI casa de la asimetra entre un mercado capitalista y un orden social burgus, discutido en el captulo 2, .lo tenemos quizs especialmente presente, pera se trata de un importante y extendido. Deberiamos recordar tambin que los SIS- 176 177 REPRODUCCION temas educativos alternativos han sido instituidos con xito en algunas ocasiones, como en el caso destacado de las no confor- mistas Academias Disidentes inglesas. Sin embargo, la distinci6n general t o d ~ v a parece ser vlida, y lo ms provechoso que nos indica, tericamente, es que el grado de autonomia relativa de un proceso cultural, es, en un primer nvel, deducible de su distancia prctica respecto de las relaciones sociales organizadas de forma diferente. Distancias variables de las prcticas Esta es, por tanto, una observaci6n fundamental dentro de la definici6n de reproduccin cultural. Tal vez sea tambin una ma- nera de diferenciar la reproducci6n cultural de la reproducci6n social ms general. Pues, en toda la gama de la prctica social, podemos distinguir medidas diferentes y variables de distancia en- tre las prcticas particulares y las relaciones sociales que las orga- nizan. As, en la mayorfa de las prcticas modernas de trabajo, existe una relaci6n muy estrecha y temprana --de hecho, integra- da- entre la posibilidad de una prctica y las condiciones dei trabajo asalariado, que, a su vez, se derivan de la propiedad privi- legiada de los medios necesarios de producci6n, dentro de un sis- tema capitalista o capitalista de Estado. As pues, la reproducci6n de la prctica es realmente inseparable de la reproducci6n de estas relaciones determinantes, que ai mismo tiempo son reproducidas n? s610 por la continuidad de la prctica, sino por el impulso ?Irect? y general d ~ 1 poder poltico y econ6mico. No es que sea imposihle desa?ar, limitar o realmente prevenir esa reproducci6n; todas esas acctones son posibles en los ms altos niveles de la lucha industrial y poltica. Pero es un hecho que incluso enmien- das bastante radcales de los trminos de esas relaciones -como por ejemplo, la negociacin colectiva, el poder creciente de los sindicatos, o la creciente participaci6n en el producto de los pro- ductores directos- son compatibles con la reproducci6n todavia efectiva de la forma profunda que representan la propiedad privi- legiada y la condici6n general subsiguiente dei trabajo asalariado. Este grado de proximidad, esta identidad virtual, entre las condi- ciones de la mayoria de las prcticas y una forma profundamente organizada de las relaciones sociales, constituye, por tanto, el pro- ceso de reproducci6n en su nivel ms determinado. (Es tambin, en la prctica, la mejor especificaci6n de lo que se indica, general- mente, como determinacin, en ltima instancia, por la econo- mas.) Pero existe adems una gama de muchos tipos de prcticas en las que se dan grados variables y reales de distancia. Algunas formas de trabajo, incluyendo, como hemos visto, algunas formas de trabajo cultural, operan fuera de las condiciones dei trabajo asalariado. Algunas formas de prctica politica se encuentran in- mediatamente (y son, en consecuencia, puestas en peligro o repri- midas) con la organizaci6n profundamente reproducida dei poder poltico en el Estado, pero algunas otras no, y su distancia rela- tiva permite algo ms que una simple reproducci6n. En ambos casos sigue sendo cierto que tal distancia relativa representa tan s610, en la prctica, una definici6n de marginaci6n dentro de un orden todavia dirigido bsicamente por las relaciones predomi- nantes. Muchas condiciones relativamente alternativas de la prc- tica sobreviven nicamente dentro de la tolerancia dei orden do- minante, y muchas, a medida que se desarrollan y disminuyen las distancias con las relaciones organizadas de forma diferente, son efectivamente incorporadas o se ven forzadas a elegir entre esa incomprensi6n y una declaracin de abierta oposici6n. Pero la cuesti6n de la distancia relativa todava es fundamen- tai en los complejos procesos de la reproducci6n real. Esto puede observarse, por ejemplo, en la historia religiosa. Una iglesia puede ser una instituci6n altamente eficaz de reproducci6n social y cul- tural, pero existe una decisiva gama social e hist6rica (definible en trminos de distancia relativa) que va desde el monopolio ecle- sistico (apoyado, en casos extremos, por el poder estatal e incluso por la participaci6n obligatoria) hasta, en una fase, una gama de iglesias alternativas; y en una fase posterior, la posibilidad prcti- ca de rechazo o indiferencia hacia todas o hacia alguna de ellas. Del mismo modo, en el desarrollo de la famlia, que es una instituci6n reproductiva clave, se da una persistente proximidad, en nuestra propia poca y en nuestros tipos de cultura, entre la reproducci6n humana y ciertas formas sociales (a diferencia de las naturales) de paternidad. Pero incluso aqu las distancias va- riables han llegado a operar, en las posibles relaciones (legales y econ6micas) entre el marido y la mujer y entre padres e hijos, de tal modo que se han instituido no s610 manifestaciones significati- 178 179 REPRODUCCION vamente alternativas de la misma forma bsica, sino tambin, en ciertas condiciones, algunas formas alternativas. As, la hiptesis deI grado de distancia entre las condiciones de una prctica y las formas ms inmediatamente organizadas de las relaciones sociales parece ser un til procedimiento operativo en la sociologa diferencial de la gama de prcticas que componen una cultura y una sociedad. Ms adelante examinaremos de nuevo la difcil cuestin de las relaciones entre esta gama y la idea de un ardeu tota!. Pera, primero, podemos examinar dos cues- tiones importantes que son especficas de la reproduccin cultu- ral: la cuestin de la distancia relativa dentro de tipos diferentes de institucin cultural y la cuestin de la prctica (y los lmites) de la reproduccin en las formas culturales. Autonomias y determinaciones Ha habido una larga discusi6n dentro de la sociologa cultural entre quienes proponen (alguna forma de) una determinaci6n eco- nmica de la produccin cultural y quienes proponen su relativa autonoma. Esta es obviamente una discusi6n muy importante, pero que ha sido confundida por llevarla a cabo en trminos de- masiado generales. Pues es evidente que existen ciertos tipos de producci6n cultural que estn directamente determinados por lo econmico, pero tambin es evidente que existen otros tipos que, como mnimo, estn tan indirectamente determinados, y quizs en este sentido no determinados en absoluto, que enfocarlos de esta manera supone no comprenderlos, Iimitarlos e incluso suprimirlos. Ofrecer una teora general basada en un conjunto de casos como stos resulta, pues, tan injustificado como innecesario. Aqu es donde la hiptesis de las distancias relativas puede ser particular- mente importante. As pues, queda claro que, si, por una parte, tomamos la producci6n cultural como produccin de peri6dicos y de progra- mas de televisi6n, y por otra, como escritura de poemas o creaci6n de esculturas, tenemos que examinar, aparte de las diferencias en- tre las prcticas, los grados radicalmente diferentes de distancia en sus condiciones prcticas. Esto es muy obvio, pero algunos tipos de teora se las han ingeniado para evitarlo. Los peridicos y la televisin En el caso de los peridicos y los programas de televisin, se ha producido una integracin efectivamente predominante de la produccin cultural con las condiciones generales de la propiedad privilegiada de los medios de produccin y el consiguiente empleo (trabajo asalariado) de los productores reales. As, excepto en ciertos casos marginales, practicar supone ingresar en esas condi- ciones de prctica, y entonces operan, indudablemente, ciertos tipos fundamentales de determinacin, bien sea sta (con frecuen- cia) 1) directamente econmica; o (tambin con frecuencia) 2) poltica, en la concordancia entre las formas de propiedad privile- giada y las formas generales deI orden sociopoltico; o ms gene- ralmente 3) cultural, en una compatibilidad administrada entre la produccin real y los intereses dominantes deI orden social con- siderado desde, precisamente, esas condiciones. Artes mlnoritarias Por otro lado, las condiciones de la prctica de la poesa o de la escultura, aunque sean indudablemente condiciones. sociales tengan conexiones, incluso aqu, con el orden econmico y poli. tico dominante, estn a suficiente distancia de la organizacin ge- neral y especialmente de las reas de sus preocupaciones centrales, como para permitir autonomas relativas en la prctica e incluso, en este nivel, autonomias aparentemente absolutas. Autonoma variable Puede decirse que stos son los dos extremos de una gama altamente diferenciada. Cuando tomamos en consideracin la lite- ratura de ficcin, o la produccin de obras de teatro, encontramos relaciones mucho ms complejas. Pera en este nivel, el ms gene- ral de la sociologa de la reproducci6n cultural, encontramos tinciones efectivas que deberan incluirse siempre en los connen- zos mismos de cualquier anlisis. El material para estas distincio- nes fue descrito en los captulos 2, 3 y 4, Y se puede aplicar, en cada caso particular, no slo de forma descriptiva, sino ahora tambin analtica, a travs de la hip6tesis de la autonomia varia- ble, y por ende de la reproducci6n variable, de con los grados de distancia entre las condiciones de una prclica y las relaciones sociales organizadas de forma diferente. 180 181 REPRODUCCION Reproducciones internas Sin embargo, es igualmente evidente que, si bien esto nos permite avanzar algo en nuestro intento de lIevar a cabo un anli- sis eficaz, quedan todava problemas fundamentales en lo que respecta a toda la cuestin de la reproduccin dentro de las for- mas culturales. Efectivamente, es aqu donde la nocin misma de reproduccin, y la idea relacionada de determinacin, parece a veces deshacerse en nuestras manos. Es evidente que necesitamos una gama de descripciones especificativas ms amplia que la sim- pie reproduccin, incluso despus de haber diferenciado sus sentidos alternativos, como uniforme y gentico, en otros campos. Quiz la mejor manera de abordarias sea examinar la cuestin de las formas. Formas Nuestro vocabulario para la discusin de las formas es extre- madamente limitado y confuso. Es una mezcolanza de trminos tomados de cuerpos incompatibles de teoria: clsica, neoclsica, burguesa y marxista. Esto crea muchas dificultades en las teoras dei arte, pero ms an, quizs, en la sociologa de la cultura. Pues lo que necesitamos aqu es una manera de diferenciar los distintos niveles de la forma, como medio para definir qu tipos de relaciones sociales se podra esperar que tuveran conexin con ellos. L. cuestin de los niveles resulta igualmente crucial en la consideracin de la reproduccin cultural. Modos Podemos comenzar distinguiendo dos niveles principales, que tienen inmediata importancia relacional. En el nivel ms profun- do podemos hablar de modos y (aunque con menos certeza) de gneros. Lo que es tericamente crtico acerca de este nivel es que algunos modos perduran (por supuesto a travs de otros cam- bios especficos) y subsisten a travs de rdenes sociales muy dife- rentes. Esto no significa que no fueran social e histricamente creados. Algunos pueden ubicarse inequvocamente en el tiempo; no todos son universales. Pero el nivel de relaciones implcito en ellos puede referirse con mayor precisin a una dimensin antro- polgica o social que a la dimensin sociolgica en su sentido ordinario. As, el modo dramtico fue inventado bajo condiciones sociales muy especficas, pero, como modo, ha demostrado ser capaz de una reproduccin virtualmente indefinida en muchos r- denes sociales diferentes. Lo mismo sucede con el modo lrico (la composicin no mimtica de una voz ndvidual) mientras que el modo narrativo es ai mismo tempo ms antiguo y virtualmente universal. Cualquiera de estos modos puede encontrar obstculos o dificultades especficos en culturas determinadas. Las convencio- nes dei drama pueden ser rechazadas o estar ausentes, consideran- do las acciones mimticas como reales o como malvolamente ilu- aorias. La narrativa tiene constantes problemas de autoridad y veracidad, en las difciles transiciones dei informe y la historia a la ficcin. Pero como modos, con sefiales internas altamente desa- rrolladas y complejas, normalmente capaces de instituir relaciones efectivas dentro de las cuales la forma puede ser compartida, son muy generales, y su reproduccin es cuando menos relativamente autnoma. Eu su interior se establecen tradiciones significativas, a partir de las cuales los nuevos practicantes aprenden directa o indirectamente, y componen en realidad sus pblicos potenciales. Gneros Esto es vlido tambin, aunque de forma ms limitada y selec- tiva, para los principales gneros, Sin embargo, la persistencia de la tragedia o la comedia, de la pica o el romance, est significati- vamente ms sujeta a variaciones en pocas diferentes y en dife- rentes rdenes sociales. As, ni la pica ni el romance sobrevivie- ron como gneros en la poca burguesa, ai menos sin una redefi- nicin radical, aunque hayan persistido a travs de otros rdenes sociales radicalmente variables. En materia de reproduccin cultu- ral podemos, por tanto, proponer la hiptesis de que los modos reproducibles pueden ser relativamente independientes de los cambios entre diferentes rdenes sociales e incluso de los produc- dos en el interior de los mismos, mientras que los gneros repro- ducibles, aunque relativamente independientes, tienen algunas dependencias definidas respecto de los cambios entre rdenes so- ciales en su sentido temporal (de poca). 182 183 REPRODUCCION Reproduccin vinculada La definici6n de este nivel profundo de reproducci6n cultural es necesaria tanto para subrayar su importancia general e irreduc- tible, como para despejar un espacio en el que podamos examinar otros tipos de reproducci6n formal. La idea de reproducci6n so- cial y cultural ha estado ligada en la prctica a la reproducci6n de un tipo especfico de orden social, por lo general el de la poca burguesa. Pera, por muchas razones, debemos recordar igualmen- te que existen niveles de reproducci6n y tambin de produccin cultural no vinculados de esta forma. Ahora bien, evidentemente, esta no debe Ilevarnos a afirmar que la bsqueda de lazos dentro de una poca, o en diferentes fases de una poca, sea improce- dente o superficial, pues lo que encontramos entonces es un nivel diferente de formas reproducibles. Existen ya testimonios impor- tantes de cambias en los gneros entre pocas, aunque no de for- ma sistemtica. Los cambias verdaderamente significativos se pro- ducen en el nivel de los tipos y de manera ms especfica (aunque es tambin el trmino general normal), en el de las formas. Tipos Los tipos pueden definirse como distribuciones, redistribuco- nes e innovaciones radicales de inters, correspondientes al carc- ter social especfico y modificado de una poca. EI caso dei drama burgus, analizado en sus factores en el captulo 6, constituye un ejemplo claro. Tenemos un caso directamente relacionado en la novela realista, dei mismo perodo, y quiz tambin (aunque ste es un caso muy complejo) en la transici6n de la pica y el roman- ce ai tipo general de la ficcin. Existen tambin otros ejemplos -por ejemplo la pintura paisajstica- en otras artes. Por lo tanto, podemos decir que estas formas generales efectivas (que con frecuencia utilizan modos persistentes y modifican o se inter- relacionan con gneros persistentes) son tpicas de un orden so- cial particular, que en sus relaciones caractersticas y en sus distri- buciones de intereses las reproduce continuamente, y por supuesto las reproduce como definiciones normales y autoevdentesx de lo que deberan ser las diversas artes. Este nivel de los tipos es crucial para la sociologa de la tura pera es caracterstico que opere durante perodos relativa- mente largos, dentro de los cuales, si bien existe una reproducci6n efectiva de inclinaciones e intereses, drecta o indirectamente explicable a partir dei carcter de la poca, existen tambin cambias internos muy sgnifcativos dan lugar, entre otras cosas, a nuevas formas. Los datos empricos son abundantes, pera resulta difcil a menos que dspongamos de distinciones operativas de mveles en los gneros y tipos, y, en lo que respecta a la una comprensin ms precisa de las variedades de la reproducCl6n. Formas reproducibles Una forma, como hemos visto, es intrnsecamente reproduci- ble. En una pintura paisajstica o en una de natura- lista, ciertas disposiciones formales -una actitud particular, seleccin apropiada dei tema, un modo de ci6n- estn efectivamente dadas. Estas dlsposlclones estan ai alcance deI artista como una manera heredada de realizar su obra, y al alcance de los dems como un conjunto de expectativas Y percepciones definidas. Esta por supuesto signi!ica que las obras as producidas sean idnticas. Ese .partlcular re- producci6n, formado a partir deI copiado mecamco o es totalmente enganoso. Por otra parte, dentro de las oportumda- des y limites dados de la forma, existen diferencias significativas de niveI en la naturaleza de la reproduccin formal. Replicaci6n .,. En amplias reas de este tipo de existe un proceso que podramos describir mejor como repllcacln, o, de otra manera, como propagaci6n o multiplicaci6n. No es que estas obras sean El trmino ngls ereplication es definido una de sus ?c.ep- clones como accin de reproducir. En consecuencia, decidido traducirlo como replicacin, co lugar de como rplica, por enten- der que refleja este matiz de forma ms adecuada. [T.] 184 185 REPRODUCCION idnticas, pero existe un importante sentido en el cual las varia- ciones son tan triviales que las semejanzas formales las sobrepa- san Existen otros casos en los que el elemento de reproduccn formal, por as decido, supera aI contenido espec- fico. Por lo tanto, es necesario un trmino como replicaci6n, puesto que el cuerpo de esta obra, especialmente en las condicio- nes. modernas mercado (donde su carcter esencialmente pre- y. repetble se entrelaza con la organizaci6n econ6mica de distribucin en gran escala) es ciertamente muy amplio. A decir verdad, ha sido a partir de la evidencia de esta masiva replicaci6n que se han formulado algunas de las propuestas ms convencidas reproducci6n cultural, especialmente las aplicadas a las institu- ciones culturales modernas centralizadas y a gran escala. Este es pues, un sentido muy importante a retener, especialmente cuando sus estrechos vinculos con la reproducci6n en el sen- tido de copiado mecnico y electr6nico, que permite una muy amplia y rpida de millones de copias de estas rplicas, Producci6n y reproducci6n formal Pero sera un errar limitar la reproducci6n a esos niveles. En debemos re.chazar la distincin comn entre arte produ- cdo de forma masrva -una descripci6n especfica pera no ade- cuada cultural- y (como se dice generalmente) arte orgnal, autentico. Pues existe mucho arte autntico -en el sentido arte cierta importancia, ai servicio de algo que ocasin pasajera-s- que no es original>. en este sen- tido romntco. En efecto, la mayor parte deI arte importante del mundo puede ser apropiadamente referido a las formas que lo configuran: formas que a menudo comparte con obras que ahora consideran como no importantes y tambin, de forma significa- tiva, con los productos de la replicaci6n. . Es en esta dificil ?rea que las nociones simples de reproduc- cin puede? ser especlahnent.e engaosas. Muchas obras capitales son producdas dentro (y en certo modo gracias a su existencial de fund.amentales en la cumbre de su desarrollo cultural. Un sentido de .reproducci6n puede disminuir estas logros, que en cualquer teora general deben considerarse como una pro- ducci6n importante, hecha posible por una forma reproducible Adems, en casos directamente opuestas a aquellos en los que lo; elementos de la reproducci6n formal superan aI contenido espec- fico, existen obras importantes que son, por as decido, una re- producci6n de la forma: una realizacin ms plena o dirigida de forma novedosa de sus posibilidades. Ningn sentido de reproduc- ci6n cultural es apropiado si, limitado a la replicaci6n, ignora o reduce tales casos de producci6n y reproduccin formal. 1nnovaciones Pero entonces hemos de extender tambin la discusi6n a esa rea importante de la historia cultural en la cual, dentro de un or- den social todava generalmente reproducido, y a menudo dentro de una persistencia de lo que considera tpico, se producen decisi- vas innovaciones formales. Aqu es especficamente necesario defi- nir los niveles de reproduccin. Pues existe un sentido razonable en el que podemos hablar de la reproduccin deI orden social bur- gus desde el sigla XVIII hasta nuestros das, y algunos tericos han estado tentados de convertir este nivel en absoluto, debido a la per- sistencia de algunos de sus rasgos especficos (ms evidentes en contraste con otras pocas y rdenes totales). Pero es caracterstico de todo orden social, como de toda forma cultural activa, el tener que ser continuamente producido ai igual que reproducido. En este complejo proceso, si bien existen indudablemente elementos sistemticos que ejercen presiones y ponen Imites a las formas de tal produccin y re-produccin (de lo contrario no tendra sentido la delineacin de un orden social general, o la especificacin de los elementos sin los cuales no podria sobrevivir y sera reempla- zado), existen tambin contradicciones internas, desviaciones in- ternas y, por tanto, cambias internos profundamente significativos. En la produccin cultural, stos pueden ser considerados con frecuencia como nuevas formas. Las rupturas hacia el drama na- turalista, y luego hacia las formas alternativas deI expresionismo subjetivo y social, son casos de esta especie. Dentro de una cierta persistencia de los factores tpicos, hubo alteraciones radicales tanto de los elementos formales como de las relaciones sacio- formales con los pblicos y las instituciones. A veces esas nnova- ciones formales eran altamente conscientes y estaban asociadas COn algunas de las formaciones independientes comentadas en el capitulo 3. En tales casos, el movimiento hacia una nueva forma y hacia relaciones socioformales nuevas est relativamente inte- grado. Pero tambin pueden producirse innovaciones formales es- 186 187 REPRODUCCION pecficas en obras relativamente aisladas, y, entonces, el desarro- 110 de las nuevas relaciones socioformales puede retrasarse o inclu- so fracasar. Transiciones E1 verdadero proceso de innovacin formal es con frecuencia difcil de analizar en ejemplos especficos. Obviamente, las rup- turas tajantes son ms fciles de detectar, pero en la prctica gran parte de las innovaciones formales se producen de forma desigual y a lo largo de un prolongado perodo de tiempo. Con frecuencia stos son perodos y obras de transicin, en los cuales lo esencial- mente evidente puede ser que la forma antigua est sometida a una gran tensi6n: que existan elementos nuevos incompatihles o no asimilados (vase el nuevo elemento de la autorrealizacin -tanto en eI sentido dei hombre hecho a s mismo como en el dei autodesarro11o espiritual- y su incompatibilidad con la anti- gua trama de la herencia que encontramos en el Felx Holt de George Eliot). La nueva forma, cuando 11ega, es con frecuencia una simplificacin de aquellos elementos perturbadores, y todo su propio potencial puede necesitar un tiempo considerable para desarro11arse. Existen siempre obras importantes que pertenecen a estos tempranos estadios de formas especficas, y es fcil dejar de apreciar su importancia formal en comparacin con los ejemplos maduros que las preceden o las siguen. Pero para el socilogo de la cultura, estas obras de transicin sou muy importantes. pues- to que en todos los dems niveles de anlisis la atenci6n se centra, de forma correcta, en lo tipico, en lo modal, en lo caracterstico. De este modo, es fcil pasar por alto uno de los elementos clave de la produccin cultural: la innovaci6n en el momento en que se est produciendo; la innovacin en proceso. Sin embargo, ste es uno de los escassimos elementos de la produccin cultural a los que se puede aplicar con toda propiedad el estereotipado adjetivo de creativo. mente. Incluso despus de conceder todo su peso a lo que razo- nablemente puede describirse como replicacin, tanto en las acti- vidades culturales como en las actividades sociales ms generales, y de reconocer la reproduccin sistemtica de ciertas formas pro- fundas debemos todava insistir en que los rdenes sociales y los rdenes culturales deben considerarse como activamente construi- dos: activa y continuamente, o de lo contrario se pueden desmo- ronar con toda rapidez. No cabe duda que una parte de esta construccin es reproduccin, tanto en su sentido ms restringido como en su sentido ms amplio. Pero a menos que haya tambin produccin e innovacin, la mayora de los rdenes est en peli- gro, y en el caso de algunos rdenes (de manera ms de la poca burguesa, centrado en los impulsos de la acumulacin capitalista), en un peligro total. De modo que las innovaciones significativas pueden no slo ser compatibles con un orden social y cultural heredado; pueden, tambin, en el propio proceso de modificacin dei mismo, ser las condiciones necesarias para su re-produccin, Los procesos sociales de innovaci6n En las formas culturales, las cuestiones analticas ms difciles se centran en el problema de los procesos sociales de innovacin. En la producci6n estable, y en todos los niveles de existen comnmente relaciones sociales desentraiables de tipo ge- neral y positivamente institucional. En el caso de las innovacio- nes las relaciones son inevitablemente ms complejas; algunos y ejemplos fueron considerados anteriormente en los captu- los 3 y 6. Podemos ahora tratar de seialar un marco en. el que tales casos pudieran analizarse, distinguiendo cuatro stuaco- nes dentro de las cuales puede relacionarse socialmente la inno- vacin: Producci6n y reproducci6n As pues, debemos estar siempre preparados para hablar de produccin y reproducci6n, ms que de reproduccin exclusiva- I) 2) EI surgimiento de nuevas clases sociales, o fracciones de ela- ses, que traen consigo nuevos tipos de productores y de inte- reses, y/o apoyo para nuevas obras. Redefinicin, por una clase social o fracci6n de c1ase exis- tente, de sus condiciones y relaciones, o del orden general 188 189 REPRODUCCION Hasta ahora la sociologia de la cultura se ha concentrado fun- damentalmente en los casos dei tipo 1) que son ciertamente nume- rosos. La aparicin dei drama burgus, estudiado ya en el capitu- lo 6, constituye uno de los muchos ejemplos significativos. Y no hay dificultades tericas serias para su extensin a los casos dei tipo 3), aunque no se deberia suponer nunca que los tipos I) Y 3) puedan ser asimilados. Por ejemplo, Ias notables innovaciones dei cinematgrafo --que podriamos describir razonablemente como la invencin de un nuevo modo, el cinemtico, en interaccin con antiguos gneros, tipos y formas pero creando tambin, indudable- mente, algunas formas nuevas importantes- tienen lazos de mu- chas clases con situaciones de los tipos 1) y 2), Y en fases poste- riores estn integradas con la produccin y la replicacin estables, pera, en cuanto innovaciones, SOn tambin completamente direc- tas en algunos aspectos importantes. Las verdaderas dificultades tericas aparecen en los tipos 2) y 4), Y sin embargo stos incluyen muchos casos reales. Una df- cultad en el anlisis dei tipo 1) es que interpreta comnmente la innovacin como progresiva; Y. de hecho, selecciona por lo general sus ejemplos siguiendo este criterio. Pera, entonces, en el caso de innovaciones como las dei expresionismo subjetivo se plantea un problema. Estas innovaciones no son obra de una clase en ascenso, aunque pueden estar relacionadas (como en el caso dei grupo Bloomsbury) con una fraccin de clase que se desa- rrolla de forma significativa. Pera lo que esa fraccin hace, a menudo contra el ncleo mismo de su clase, es redefinir las condi- ciones y las relaciones, y desarrollar nuevas formas, con frecuen- cia por caminos (como en el caso dei grupo Bloomsbury) que pre- figuran activamente la prxima fase general de la clase en su tota- lidado Esta es, pues, en un sentido, progresivo, aunque a partir de diferentes posiciones, dentro y fuera de la clase, es tambin llamado con frecuencia decadente. 3) 4) dentro deI cual las msmas existen y se transforrnan, de tal modo que se hacen necesarios nuevos tipos de obras. Cambias en los medias de producci6n cultural, que aportan nuevas posibilidades formales; stos pueden estar o no ini- cialmente ligados a I) o 2). Reconocimiento, por movimientos especficamente culturales, de las stuacones indicadas en 1) y 2). en un nivel prece- dente o no directamente unido a 5U organizaci6n social ar- ticulada. Ciertamente, en los casos dei tipo 2), las relaciones sociales entre innovaci6n artstica y relaciones sociales formadas son esen- cialmente indirectas, si bien, como se aprecia claramente en el caso Bloomsbury, se puede tambin tener conciencia de la nece- sidad de una redefinicin general. En los casos dei tipo 4), este carcter indirecto es, en efecto, absoluto. Por lo general, es muy difcil demostrar cualquier relacin manifiesta entre estas obras y los desarrollos sociales registrados de modo diferente, puesto que el trabajo efectivo est absorbido de manera ms completa en la forma. Cualquier ejemplo seria controvertible, pera mientras el drama renacentista ingls es comnmente interpretado, con cierta razn, siguiendo los criterios dei tipo 1), existen formas en su inte- rior -Ias diferentes formas de la tragedia shakespeariana y de la jacobina- que en mi opinin son casos evidentes dei tipo 4). Cambio social y cambio cultural Estas puntos son pertinentes, por ltimo, para la cuesti6n de las relaciones entre cambio social y cambio cultural. En la mayor parte de las sociedades complejas, podemos establecer diferencia- ciones sociolgicas cruciales definiendo, no slo un conjunto exis- tente (estable) de relaciones e intereses sociales, sino tambin algunos de esos conjuntos como dinmicos. As, mientras necesita- mos definir algunas relaciones relativamente estables de domina- cin y subordinacin, tenemos tambin que examinar muchas de esas relaciones en sus formas dinmicas. Como via para analizar esas formas dinmicas, debemos por tanto distinguir entre las residuales, las dominantes y las emergentes. Dominante En la produccin cultural las condiciones de dominacin estn por lo general claras en ciertas instituciones y formas dominantes. Estas pueden presentarse como desconectadas de las formas socia- les dominantes, pera la eficiencia de ambas depende de su pro- funda integracin. Los dominados por tales formas las consideran a menudo ms como formas naturales y necesarias que como for- mas especficas, mientras quienes dominan, en el rea de la pro- 190 191 REPRODUCCION duccin cultural, pueden ser conscientes de forma bastante desi- gual de estas conexiones prcticas, en una gama que va desde el contrai consciente (como el de la prensa y la radio y televisin), pasando por varias tipos de desplazamiento, hasta una presunta (y por tanto dominante) autonomia de los valores estticos y profe- sionales. Residual y emergente Pero se da tambin el caso de que en la produccin cultural, tanto lo residual -Ia obra realizada en sociedades y pocas ante- riores y a menudo diferentes, pera todavia accesibles y significati- vas- como lo emergente -Ia obra de diversos tipos nuevos- son con frecuencia igualmente accesibles corno prcticas. Cierta- mente, lo dominante puede absorberlos a ambos o ai menos inten- taria. Pero casi siempre existen obras antiguas que algunos grupos mantienen disponibles como una extensin o una alternativa a la produccin cultural contempornea dominante. Y casi siempre hay obras nuevas que intentan avanzar (y a veces lo logran) ms all de las formas dominantes y de sus relaciones socioformales. Niveles de reproduccin La reproduccin cultural, en su sentido ms simple, ocurre esencialmente en el nivel (cambiante) de lo dominante, en todas las maneras diferentes que hemos descrito hasta ahora. Lo resi- dual: por el contrario, aunque sus procesos inmediatos son repr- ductivos, es con frecuencia una forma de alternativa cultural a lo dominante en sus formas reproductivas ms recientes (vase la idea retrospectiva de una sociedad orgnica, ejemplificada a partir de cierta literatura pasada, como una alternativa preexis- tente -cultural y educacional y en estas trminos incluso polti- ca- ai capitalismo contemporneo y tambin ai socialismo con- temporneo). En el extremo opuesto dei espectro, lo emergente est relacionado pera no es idntico con lo innovador. Algunos ti- pos de innovacin (por ejemplo el expresionismo subjetivo) son movimientos y ajustes dentro de lo dominante. y se convierten en sus nuevas formas. Pero normalmente hay tensin y lucha en esta rea. Algunas innovaciones -tipos de arte y pensamiento que emergen y persisten como perturbadores- tienden a destruir lo dominante en cualquiera de sus formas. as como algunas nuevas fuerzas sociales tienden a destruir el orden social ms que a re- producirIo o modificaria. No existe anlisis ms difcil que el que, enfrentado con las formas nuevas, debe intentar determinar si stas son formas nue- vas de lo dominante o son genuinamente emergentes. En el anli- sis histrico la cuestin queda zanjada: lo emergenie se convierte en lo emergido, como en el drama burgus, y luego con frecuen- cia en lo dominante. Pera en el anlisis contemporneo, debido precisamente a las complejas relaciones entre innovacin y repro- duccin, el problema se plantea en un nivel diferente. Para tratar de resolveria, debemos abordar una serie diferente de considera- ciones dentro de la organizacin social de la cultura. 8. Organizacin En un nivel, como vimos en las captulos 2 y 3, podemos ana- lzar la organizacn social de la cultura en funcin de sus inst- tuciones y sus formacones. En otro nivel, como vimos en los captulos 5 y 6, podemos analzar otro tipo de organizacin social en el desarrollo de artes y formas especficos. Las reas analizadas en los captulos 4 y 7 -los medias de produccin cultural, y el proceso de reproduccin cultural- son vas alternativas para es- tablecer relaciones activas entre los anlisis de estas dos niveles de la organizacin social de la cultura. Ahora podemos explorar la posblidad de un concepto general que, aunque no debe sustituir a los tipos especficos de anlss, podra servir para identificar todas sus complejas interrelaciones. La historia moderna dei concepto de cultura es de hecho una historia de la bsqueda de ese preciso concepto. Por eso es toda- va indispensable en la historia y en el desarrollo dei pensamiento 194 195 ORGANIZACION social. Pero ya que, en gran medida, refleja, sin resolverias sem- pre, las dificultades y complejidades de esta bsqueda, y con fre- cuencia encierra, sin distinguirias con claridad, conceptos dife- rentes e incluso antag6nicos dei hombre en la sociedad, nece- sita de especificaci6n y refuerzo. Como vimos en el captulo 1, la fuerza de esta gama relacionante de significados, desde modos globales de vida hasta estados de la mente y obras de arte, constituye con frecuencia su debilidad en la prctca, puesto que su insistencia en Ias interrelaciones puede convertirse en pasiva, o ser completamente evadida, por sus posibilidades simultneas de una generalidad demasiado amplia y de una especializaci6n dema- siado estrecha. Para evitar esta, subrayando el carcter central de su tipo de definici6n, podemos especificar y reforzar el concepto de cultura como un sistema significante realizado. La cultura como sistema significante Para aclarar esta, podemos diferenciar un sistema significante de, por un lado, otros tipos de organizaci6n social sistemtica, y, por otro, de sistemas de sefiales y sistemas de signos ms espec- ficas. Esta distinci6n no se hace para separar y desunir estas reas, sino para crear un espacio que posibilite el anlisis de sus interre- laciones. De modo que siempre es necesario tener la posibilidad de distinguir sistemas econ6micos, sistemas polticos y sistemas generacionales (parentesco y familia), y ser capaz de examinarias en sus propios trminos. Pera cuando llegamos, necesariamente, a establecer una interrelaci6n entre ellos, encontramos no s610 que cada uno tiene su propio sistema significante -pues siempre hay relaciones entre seres humanos conscientes y comunicantes-, sino tambin que son necesariamente elementos de un sistema signifi- cante ms amplio y ms general: un sistema social. Todavia no hemos sido capaces de discutir un sistema social en los trminos ms generales y completos. Seria un errar redu- cirlo solamente ai sistema significante, pues esta convertiria todas las acciones y relaciones humanas en meras funciones de signifi- caci6n y, con e110, las disminuiria radicalmente. Pera seria igual- mente errneo suponer que podemos estudiar provechosamente un sistema social sin incluir, como parte central de su prctica, sus sistemas significantes, de los cuales, en cuanto sistema, depende fundamentalmente. Pues un sistema significante es intrinseco a todo sistema econ6mico, a todo sistema poltico, a todo sistema generacional y, ms generalmente, a todo sistema social. Sin em- bargo, en la prctica es tambin distinguible como un sistema en s mismo: como lenguaje, de manera ms evidente; como sistema de pensamiento o de conciencia o, para utilizar ese difcil trmino alternativo, como ideologia; y, tambin, como cuerpo de obras de arte y dei pensamiento especificamente significantes. Adems, to- dos e1los existen no s610 como instituciones y obras, y no s610 como sistemas, sino tambin, necesariamente, como prcticas acti- vas y estados mentales. Los sentidos ms negociables de cultura se encuentran en las reas distinguibles, en las que un sistema significante se pre- senta en su forma ms manifiesta. Este ha sido el uso operativo prctico de este libra, pues tiene la ventaja de concentrar la aten- cn en un rea de la prctica humana que es muy importante en si misma y que, como se ha dicho, ha recibido una atenci6n sociol6gica demasiado escasa, Tiene tambin la ventaja de posibi- litar la discusi6n de las cualidades especficas de estas sistemas significantes manifiestos, y de sus relaciones con lo que a su vez podemos considerar como otros sistemas, polticos, econ6micos y generacionales. Pera, por difcil que e110 resulte, se debe mante- ner un contrai te6rico sobre cualquiera de estas destacados aspec- tos, en el sentido de que los sistemas significantes manifiestos -que son con frecuencia especializados y, por tanto, directamen- te practicados, con sus propios sistemas locales de sefiales y de signos- son necesariamente, en cualesquiera variaciones de pro- ximidad y de distancia, elementos de un sistema significante ms amplio que constituye la condici6n de todo sistema social, y con el cual, en la prctica, ellos comparten necesariamente su ma- terial. Prctica significante Asi pues, la distinci6n de la cultura, en el ms amplio o en el ms restringido de los sentidos, como un sistema significante reali- zado, est concebida no s610 para dar lugar ai estudio de institu- ciones, prcticas y obras manifiestamente significantes, sino tam- bin para actvar, mediante esta atenci6n especial, el estudio de las relaciones entre estas y otras instituciones prcticas y obras. 196 197 ORGANIZACION La l1ave que nos permite acceder a estas relaciones tiene dos vueltas. Activa las relaciones ai insistir en que las prcticas sign- ficantes estn profundamente presentes en todas aquel1as otras actividades, ai tiempo que preserva la distinci6n de que estn sustancial e irreductiblemente presentes en aquel1as otras accio- nes y necesidades humanas sustancialmente diferentes: la sgnifi- caci6n necesaria disuelta, por as decirlo, de manera ms o menos completa, en otras necesidades y aeciones. Actva, tambin, las relaciones en la direcci6n opuesta, aI insistir en que aquel1as otras necesidades y acciones estn profundamente presentes en todas las actividades significantes manifiestas, aI tiempo que preserva la distinci6n de que, en estas prcticas, aquel1as otras necesidades y aeciones estn disueltas, a su vez, de manera ms o menos com- pleta. La metfora de la disoluci6n es crucial para esta manera de considerar la cultura, y la matizaci6n ms o menos no es una frase casual, sino una forma de indicar una verdadera gama, en la que grados relativamente completos y grados relativamente in- completos de disoluci6n, en uno u otro sentido, pueden ser prcti- camente definidos. Prcticas cuturales y otras prcticas As pues, la organizaci6n social de la cultura, como sistema significante realizado, est inserta en toda una gama de activida- des, relaciones e instituciones, de las que s610 algunas son man- fiestamente culturales. Para las sociedades modernas al menos ste es un uso te6rico ms eficaz que el sentido de cultura como modo de vida global. Este ltimo sentido, derivado fundamental- mente de la antropologia, tiene el gran mrito de hacer hincapi en un sistema general -un sistema organizado y especifico de prc- ticas, significados y valores actuados y activados-. Es especial- mente poderoso contra el hbito de realizar anlisis separados, desarrol1ados hist6ricamente, dentro dei orden social capitalista, que presuponen, en la teora y en la prctica, un aspecto econ- mico de la vida, un aspecto poltico, un aspecto privado, un aspecto espiritual, un aspecto de ocio, etctera. Incluso las formas ms dbiles de conexi6n, en las vidas de todos los seres humanos y de todas las comunidades, pueden pasarse completa- mente por alto, o ser recogidas nicamente bajo el ttulo de inter- accin o efectos, que, aunque a menudo pueden ser local- mente registrados nunca pueden ser activamente explicativos. Por otra parte, si la cultura es el modo de vida global, se puede crear una ausencia crucial de trminos significantes de rela- ci6n ms al1 de el1a. En la prctica, en casi toda la antropologa, los trminos generales de relaci6n son cultura y naturaleza y existen algunas sociedades simples en las que stos son razonable- mente explicativos, dei mismo modo que existe un sentido muy amplio en el que, por ejemplo, las relaciones entre una cultura industrial y su mundo fsico (especificamente utilizado) pueden ser investigadas y explicadas en los niveles ms generales. Pera en las sociedades altamente desarrol1adas y complejas existen tan- tos niveles de transformaci6n social y material que la polarizada relaci6n culturas-enaturaleza resulta insuficiente. Es, en efecto, en el rea de estas complejas transformaciones donde el propio sistema significante se desarrol1a y debe ser analizado. Transjormaciones Algunos ejemplos de estas transformaciones pueden indicamos el tipo de anlisis que es posible, en funci6n de los grados rela- tivos de disoluci6n. La moneda de curso legal es un ejemplo ob- vio. Es crucial para cualquier sistema de comercio desarrol1ado, y se convierte, en ese sentido, en un factor econ6mico. Sin embargo, es tambin, evidentemente, un sistema significante, no s610 de va- lores econ6micos relativos, sino tambin deI rea de un orden poltico especfico, de cuyos signos explcitos es portador. Pera, si bien es cierto que una moneda se puede estudiar como un sistema especifico de signos y, tambin, como en muchos ejemplos, ser analizada estticamente, no cabe ninguna duda de que en cual- quier moneda genuina lo predominante son las necesidades y ac- ciones deI comercio y deI pago, y el factor significante, aunque intrnseco, queda en este sentido disuelto. En el caso de la vivienda, las transformaciones son ms com- plejas. Una vivienda comenza, no s610 hist6ricamente sino de forma repetida, en el rea de la satisfacci6n de las n e c e s i d a ~ e s ms bsicas de cobijo. Pera luego es caracterstico que un tipo de vivienda Se desarrol1e dentro de una cultura determinada, en plenas relaciones no s610 con su entorno especifico, sino tambin con su sistema generacional (parentesco y familia), aI cual, por tanto, ya significa. En ulteriores transformaciones, las viviendas l1egan a encarnar y significar diferenciaciones sociales inter.nas, por su posici6n y tamafo relativos. En este estadia, que es siem- 198 199 ORGANIZACION pre la situaci6n mayoritaria, la necesidad bsica, en euanto vivien- da, es todava predominante en trminos de relativa comodidad y conveniencia, pero est ya influida por indicaciones explcitas -un sistema significante- de relativa posicin social. En algunos c ~ s o . s -palacios, ciertos tipos de casa de campos-e-, este factor significante se convierte en un factor importante de diseio; exis- ten casos en los que ha sobrepasado a Ia funcin normalmente primaria. La relativa importancia dei factor significante se ve tambin aumentada en aqueIlos casos, bastante diferentes, en que existe una relaci6n sugerida entre un tipo de casa y un estilo de vida particular (no necesariamente dominante). Una vez ms, den- tro y ms aIl de todos estos factores, la arquitectura domstica se convierte en un arte consciente, con consideraciones estticas es- pecficas, y los moradores de Ia casa participan en deliberados tipos de mcjoras, desde Ia decoraci6n hasta la jardinera. En un caso como ste -y el caso deI vestido es deI mismo tipo- existe una disoluci6n especialmente compleja de necesidades primarias socialmente desarroIladas, que en un nivel son siempre dominan- tes, y de una gama de prcticas significantes, algunas de eIlas bas- tante manifiestas. Las comunicaciones modernas Un sistema moderno de comunicaciones constituye tambin otra serie de transformaciones complejas. En un sistema teIef- nico el factor de necesidad directa -pero de una necesidad que es desarrollada eIla misma por los cambios en el modo de pro- ducci6n y en Ias pautas consiguientes de asentamiento social y familiar- es relativamente dominante. Pero el caso de Ia radio y Ia televisi6n, por eiemplo, es bastante diferente. Satisfacen al- gunas de Ias mismas necesidades, en un nivel ms generalizado, pero (como han demostrado y continan demostrando Ias contro- versias acerca de su organizacin) estn envueltas fundamental- mente en cuestiones de un orden directamente econmico y polti- co, .y con frecuencia estn especficamente determinadas por l, al tempo que constituyen un factor importante en su reproduc- ci6n. y modificaci6n. Este es, pues, un caso de sistema significante mamfiesto que no puede ser tratado como si otros tipos de necesi- dad y de acci6n estuvieran totalmente disueltos en l. De hecho, existe una evidente gama interna. En un extremo de Ia misma, se encuentran Ias noticias y Ia opinin poltica, en Ias cuales los procesos de significaci6n -importancia relativa, autoridad relati- va, y valores ms generales- son intensamente activos, pero don- de todava es esencial considerarIos como manifestaciones bastan- te directas de un orden poltico y econ6mico. En el otro extremo deI espectro, est el puro entretenimiento, en el que todava existen, en Ia prctica, algunas de esas manifestaciones drectas, pero donde encontramos, ms comnmente, muchos tipos de me- diacin y una variedad de prcticas en Ias que OIrOS -externos- tipos de necesidad y accin se encuentran efectivamente disueltos. La gama de las artes En estas difciles reas de transicin se centra Ia mayor parte de Ias cuestiones acerca de Ia organizacin social de la cultura. La gama de Ia radio y televisin puede compararse con Ia que encontramos en Ias artes conscientes y especficas. Parece que existen grados relativos de disolucin en Ias diferentes artes. La literatura, por ejemplo, comparte su medio especfico, el lenguaje, con el medio ms general de todos los tipos de comunicaci6n so- cial y toma gran parte de su material de Ias reas ya manfiestas de otros tipos de acci6n e inters social. Se han Ilevado a cabo intentos para superar los problemas resultantes, distinguiendo, por ejernplo, entre literatura y otras formas de escritura (vase el captulo 5). Pero en la prctica, estos argumentos giran siempre en torno a Ia autonoma relativa de una particular prctica u obra significante, en Ia cual Ias categoras ofrecidas constituyen eIlas mismas formas de significacin que tienen conexiones especficas desentraiables con el sistema significante general. Sn embargo, existe alguna base para un relativo contraste, por ejemplo, con Ia msica, en Ia cual, aunque las categoras ofrecidas SOn todava operativas y con frecuencia reguladoras, el sistema significante es- pecfico parece con frecuencia ser una solucin ms completa de otras reas y otros sistemas significantes de acci6n y necesidad. La organizaci6n social de la cultura As pues, Ia organizaci6n social de Ia cultura es una gama am- plia y compleja de muchos tipos de organizacin, desde los ms di- rectos a los ms indirectos. Si esto lo aplicamos historicamente, te- nemos Ia posibilidad de desarroIlar mtodos sociol6gicos en Ias reas diferenciadas, pero conexas, de Ias instituciones culturales, 200 201 ORGANIZACION de las formaciones culturales, de los medias de produccin cultu- ral, de las artes culturalmente desarrolladas y de las formas artsti- cas y culturales, dentro de nuestras definiciones generales de pro- duccin y. reproduccin cultural como sistemas significantes rela- cionados y realizados. El anlisis real puede entonces moverse en muchas direcciones diferentes, y hacer hincapi en diferentes aspectos locales. Una sociologa emprica de la cultura, incluso en un estadia tan tem- prano de desarrollo, puede extenderse radicalmente cuando se resuelvan, ai menos provisionalmente, estas problemas bsicos de teora y mtodo, Ese desarrollo emprico se producir, por supues- to, en muchos estudios especficos. Lo que ms nos interesa aqu es sefialar las repercusiones de este tipo de resolucin terica en una cuestin sociolgica muy obvia y general, en la que un nuevo trabajo emprico es especialmente necesario. Por razones explica- das en el captulo I, una cantidad importante de investigacin se ha realizado fuera de la sociologa, en 10 que es efectivamente la sociologa de las artes particulares, mientras que la sociologa pro- piamente dicha se ha concentrado en las instituciones ms eviden- tes y en los efectos, Sin embargo, existe un rea cultural de inters directo para la sociologa ms general, en la que hasta ahora slo se han producido escasos avances. Basndose en la naturaleza de dichos avances, esta rea ha quedado definida como la dei status social y la formacin social de los intelectuales, La sociologa de los intelectuales Pera, entonces, 10 primero que debemos sefialar es que la propia definicin debe ser analizada como un trmino dentro dei sistema significante de la sociologa ortodoxa. As, es corriente preguntar si los intelectuales pueden ser una clase o cmo, ai igual que otros tipos de grupo, se relacionan o dejan de rela- cionarse con las clases sociales fundamentales. Se han realizado algunos estudios empricos localmente tiles, pero tanto en ellos como, incluso, en los pocos estudios ms desarrollados, especial- mente los de Gramsci (1971) y Mannheim (1936 y 1956), existen problemas tericos evidentemente sin resolver que influyen direc- tamente en los mtodos de investigacin. El ms seria de estas problemas es ciertamente la definicin ini- cial de ntclcctuales. Un examen a fondo revela que consttuye, en primer lugar, una falsa especializacin a partir de un cuerpo ms general de productores culturales y, en segundo lugar, una ex- tensin equivocada de un tipo de formacin cultural a una catego- ra social general. Pues la categora intelectuales, tpicamente centrada en ciertos tipos de escritores, filsofos y pensadores socia- les, que mantiene relaciones importantes pera inciertas con un orden social ysus clases prncipales, es de hecho una formacin histrica muy especfica, que no puede tomarse como exclusiva- mente representativa de la organizacin social de productores cul- turales, Excluye, por un lado, a los riumerosos tipos de artistas, intrpretes y productores culturales que no pueden ser razonable- mente definidos como intelectuales, pera que contribuyen de forma evidente a la cultura general. Excluye, por otro lado, a los numero- sos tipos de trabajadores ntelectuales que estn directamente ins- talados en las instituciones polticas, econmicas, sociales y reli- giosas fundamentales -funcionarias pblicos, expertos en finan- zas, sacerdotes, ahogados, doctores- y que estn claramente implicados, por este hecho, no slo en sus prcticas directas, sino tambin en la produccin y reproduccin dei orden social y cultu- ral general. Deja la definicin de los maestros, en los diferentes niveles de educacin, en situacin ambgua, entre versiones opuestas de produccin y reproduccin. Es significativo que Gramsci, en contraste, por ejemplo, con Mannheim, se dei rea de estas exclusiones, con efectos importantes, pera todaVIa con la dficultad general de la definicin inicial de intelectuales. Los intelectuales Y la inteligencia Curiosamente, una constante incomodidad en el uso de la palabra ntelectuales indica, ai realizar el anlisis, dos de los problemas subyacentes. Se objeta, en primer lugar, que el es arrogante, porque implica que slo los intelectuales son gentes. En segundo lugar, se objeta que es una manera de definir una distancia o apartamiento de los asuntos cotidianos, y que es una especie de racionalizacin de 10 impracticable. El punto fun- damental no es que las circunstancias y el tono de estas objeciones carezcan con frecuencia de sentido, pues plantean, aunque no pueden resolver, las dificultades esenciales. . Ante la primera objecin es posible decir, con GramSCI: to- 202 203 ORGANIZACION dos los hombres son intelectuales... pera no todos los hombres tie- nen e?comendada en la sociedad la funcin de intelectuales, Esta tene el mrito de hacer hincapi en que todas las actvlda- des productivas y sociales humanas implican inteligencia, y que de lo que se trata. es de defin.ir tipos de actividad que implican un grado y regularidad excepcionalcs de este ejercicio. Pera esta, por supuesto, como el propio Gramsci reconoci, nos lIeva ms ali dei uso normal dei trmino intelectuales. Incluye necesariamente a los intelectuales establecidos en instituciones que tie- nen e indirectos diferentes ai dei trabajo intelec- tual: adrnIOIstrattvos,financieros, legales, polticos, mdicos, etcte- ra. Gramsci as lo reconoci y trat de resolverlo con SU distincin :nt.re tradicionales y orgnicos, en la que estes ltimos estan directamente vinculados y sirven a una clase social (especialmente la clase en ascenso), mientras que los primeros se encuentran de clase ms antiguas, ms diversas y con frecuenca indrectas. Esta plantea cuestiones importantes pera no las resuelve, pues lo que realmente tenemos que hacer es interpretar, valindonos de principias histricos y sociales genera- les, las actividades y relaciones que lIevaron a la moderna defini- cin de en lugar de dejar que estas principias gene- rales sean defimdos por extrapolacin de situaciones ms locales. Los intelectuales y la especializacin de las ideas En todas las sociedades existen productores culturales, y tanto su grado de especializacin como sus consiguientes relaciones so- ciales estn histricamente determinados. Hemos visto diferentes eiemplos en los captulos 2 y 3. Pero debemos afiadir que, cual- quiera que sea el grado de espccializacn funcional en un tiempo y lugar determinados, ningn aspecto de la produccin cultural es en.s mismo totalmente especializado, pues constituye siempre (en diferentes grados y en circunstancias diferentes como vimos en el capitulo 7) un elemento de una produccin y' reproduccin general, tanto social como cultural. Esta es tambin la razn de que las funciones estrictamente <<intelectuales no puedan ser ais. ladas. No se trata nicamente de que la inteligencia, en el sentido ms general, implicada en todas las actividades sociales y produclIvas, sino tambin que las ideas y conceptos -Ias preocupaciones especializadas de los intelectuales en el sentido moderno- se producen y reproducen en todo el tejido social y cultural: a veces directamente como ideas y conceptos, pera tam- bin, de manera ms amplia, en forma de instituciones que los configuran, de relaciones sociales significadas, de acontecimientos culturales y religiosos, de modos de trabajo y de ejecucin: en verdad, en todo el sistema significante y en el sistema que el mis- mo significa. Adems, a pesar de que estas actividades generales de produccin y reproduccin se pueden analizar, en un nivel, como expresin de ideas, ocurre con frecuencia -como en eI caso dei materialismo histrico- que las autnticas ideas y conceptos son, de hecho, una articulacin de lo que ya est siendo amplia- mente practicado, o constituyen interacciones efectivas, aunque desiguales, eco la prctica. Efectivamente, el sistema social y el sistema significante slo se pueden separar de forma abstrac- ta, puesto que en la prctica, y en una escala variable, son mutua- mente constituyentes. Las relaciones de [os productores culturales Por 10 tanto, las funciones diferenciales de los productores culturales nunca pueden comprenderse aisladas de esta produc- cin y reproduccin general, en la que participan todos los miem- bros de la sociedad. AI mismo tiempo, esta participacin es social e histricamente variable en grado extremo. Su condicn minima es la posesin y reproduccin de un lenguaje y unas costumbres, y cas siempre es, en este sentido, efectivamente general. Pero de- bemos tener en cuenta, igualmente, todos los grados de dominacin y de subordinacin prctica entre conquistadores y conquistados, entre c1ases sociales, entre sexos, entre adultos y ninas. Es inevita- ble, dentro de tales relaciones de dominacin y subordinacin, que las actividades de los productores culturales se vuelvan doblemen- te especializadas: respecto de un tipo especifico de trabajo cul- tural, pero tambin respecto de vnculos especficos dentro dei sistema social organizado. Los productores culturales y los grupos dominantes En general, es cierto que estas vinculas se establecen con los elementos dominantes, pero esta vara, tanto en la forma como en el grado, de acuerdo con la naturaleza dei tipo particular de dominacin. EI vnculo puede ser exclusivo, de modo que el tra- bajo cultural se realice slo para el grupo dominante. Puede ser 204 205 ORGANIZACION estratgicamente comprensivo, de modo que, aunque realizado para todos, lo es en inters dei grupo dominante. Puede tambin adoptar formas combinadas, con frecuencia formas de especia- lizacin. Pero tambin debe subrayarse que en ciertas circunstan- cias de dominacin y de subordinacin, y en las luchas dentro de ellas, algunos tipos de trabajo cultural son deliberadamente pro- ducidos en un grupo subordinado y vinculados a l de manera ms o menos consciente. Podemos encontrar una gran cantidad de ejemplos de esto, en la cultura de los pueblos conquistados, de las clases subordinadas, de las mujeres subordinadas, y de los nios. Pero, por supuesto, stas siguen siendo culturas subordinadas, aunque no siempre (y en condiciones de lucha en absoluto) cultu- ras de subordinacin. Pues los grupos dominantes no siempre (y, en verdad, hist6ricamente no con frecuencia) controlan todo el sistema significante de un pueblo; tipicamente son dominantes dentro de l, ms que sobre y por encima de l. En las sociedades complejas y en desarrollo existen pues rela- ciones marcadamente desiguales entre los productores culturales, ahora diferenciables como un grupo o grupos, y el sistema social general, Hemos visto varios ejemplos de estas variaciones en los captulos 2 y 3, YlIegamos, en el captulo 7, a la hip6tesis de la relativa autonomia -de la prctica y de los practicantes- como funci6n dei grado de distancia respecto de relaciones sociales orga- nizadas de otra manera. Ahora podemos combinar esta hiptesis con la hiptesis adicional (pg. 196) de que las instituciones y las prcticas pueden diferenciarse por el grado de relativa disolucin de una prctica significante en organizaciones particulares y en la importancia de las acciones y necesidades. AsI, el grado de reco- nocimiento de los productores culturales relativamente autno- mos y, por lo tanto, de los artistas e ntelectualesx en el seno tido moderno, est en funci6n de la distincin de producci6n cul- tural como tal, a ciertas distancias relativas de los procesos todavia generales y fundamentles de producci6n y reproducci6n cultural y social. Por lo tanto, es siempre una cuestin de distan- cia relativa, que debe definirse por medio dei anlisis especfico histrico y social, y no una cuestin de categorias abstractas o esferas. Distancias relativas. EI concepto de distancia relativa no im- plica, por supuesto, separacin; es simplemente uno de sus ejem- pios extremos. Existe distancia relativa en la posici6n de los artis- tas institucionalizados, descritos en el capitulo 2, en su reconocimiento como artistas con un lugar prescrito en el orden social. De hecho, formas comparables de distancia relativa, por reconocimiento e institucin, son histricamente comunes. Las rdenes de clrigos eclesisticos, y ms tarde las universidades, son los principales ejemplos. En stas, ai igual. que en los mios y en las organizaciones profesionales de se hace eVI- dente la existencia de elementos de autorgamzaCl6n Y de lucha por el reconocimiento; con frecuencia luchas repetidas en circuns- tancias generales cambiantes. . .., Pero la autonomia relativa por el reconoclmlento o institucin (concedidos o adquiridos), con sus definiciones a menud? expl- citas de deberes y privilegios, es, si no totalmente dependlente de los tipos monopolistas de orden social, ai menos ms congruente con ellos, Incluso aqu podemos distinguir tipos diferentes de auto- nomia relativa, por tipos de produccin cultural: AsI,. formas de msica y de pintura, o ciertos tipos de mvestIgacln y escritura, pueden lograr una relativa autonomia, dentro. un orden social monopolista, porque ya estn internamente dirigidos a Ia reproducci6n de este orden en sus trminos ms o internamente dirigidos, como mnimo, a no o desafiarIo. Y nos basta examinar otros tipos de trabajo --<ln leyes, moralidad, teora poltica y tipos significativos de, histori? e inves- tigaci6n- para descubrir un tipo de autonomia forma de organizaci6n funcional dentro dei orden SOCl?I: esencial- mente, una divisin dei trabajo dentro de su produccin y repro- ducci6n. Las iglesias. La posicin de la Iglesia en las sociedades fenda- les ofrece muchos ejemplos. En toda una serie de casos encontra- mos lo que, de hecho, constituye una rel.ativa integrada, determinada todavia por grados de distancia relativa. En algunos momentos crticos encontramos una superposicin prctica entre lo que ahora podramos distinguir como funciones de los intelec- tuales de la Iglesia y dei Estado: intelectuales que son tam- bin gobernantes y administradores. Los.casos de ten- si6n y de conflicto real, dentro de esta ";,tegraclon, enton- ces con frecuencia la forma de una tensin y un eonflicto dentro de ios 6rdenes autnomos, que las. ten- siones y conflictos entre ellos estn especialmente asocados ocurri6 de forma muy notable en la Reforma inglesa- 206 207 ORGANIZACION con fases de cambio fundamental en el carcter dei orden social como un todo. .Los partidos. La posicin dei partido poltico dentro de las sociedades postrevolucionarias modernas aporta otro campo para este tipo de anlisis. Parece ser fundamentalmente una forma de .funcional dentro dei orden propio social, y, como tal, incluye cuya superposicin (e intermovilidad) con los dei Estado expresa esta integracin funda- mental. Sin embargo, en grados relativos de distancia segn los tipos de trabajo, autonomas relativas, go- b.e;nadas en la practtca por la direccin interna hacia la reproduc- dei orden general. En esta situacin, se han producido casos Importantes de tensin y conflicto dentro de instituciones relativa- mente pero pocos o ningn caso de tensin y conflicto mentras se mantenan los trminos de la corriente ntegracn. Pues un conflicto entre, por ejemplo, un partido co- mumsta y una forma existente de organizacin estatal comunista que es teric:amente predecible, constituiria una prueba de un cambio fundamental en el carcter dei orden social como un todo. Tipos de integracin. As pues, la autonoma relativa no es una condicin abslracta de cualquier forma de institucin o de prctic.a cultural: sino una variable social e histrica que est ella rmsma amphamente determinada por el tipo de integracin caracterstico dei orden social como un todo. En condiciones en las que el explcito o prctico ha sido reemplazado por fases de dispersos, o por conflictos explcitos entre los in- te:eses fundamentales, las relaciones son necesariamente mas complejas. En situaciones de poderes dispersos, las relaciones ms comu- nes de los productores culturales son las de las diferentes formas de patronazgo: autonomas relativas que representan, a la vez de dependencia relativa; pluralidad no establecida, a dife: rencia dei monopolio instituido e internamente privilegiado. Pero desarrollos. no pueden separarse de los cambios en los me- dIOS de produccn, directamente conectados con cambios en el orden social general, que, como en el caso destacado dei desarro- 110 dei de la publicidad y la prensa, alter radicalmente los trminos de las relaciones inmediatas. En olro nvel, dentro de la misma predominancia final de las condiciones de mercado, la situacin de las hasta ahora relativamente privilegiadas institu- ciones, dentro de rdenes sociales ms directamente integrados, se alter de maneras complejas: las universidades y las iglesias son los ejemplos ms destacados. En cada uno de estos niveles, y en su interaccin, comenzaron a cobrar forma las definiciones con- temporneas de la autonoma relativa. La "intelligentsia" no comprometida La formulacin sociolgica ms influyente de estas condicio- nes es la de Alfred Weber y la de Mannheim: una intelligent- sia relativamente no comprometida (Mannheim, 1956, 106). Esto no pretenda ser una proposicin ideal, como en Matthew Arnold y sussucesores, sino una descripcin objetiva. En sus afirmaciones ms cuidadosas (a diferencia de las versiones ms ampliamente difundidas de los intelectuales y artistas como in- trnsecamente no comprometidos, mientras sean verdaderos intelectuales y artistas), sta es una primera respuesta plausible a las obviamente modificadas condiciones y sus resultados. En verdad, no faltan ejemplos de pensadores y artistas radi- calmente independientes, en nmero significativamente mayor den- tro dei Estado liberal y dei predominio de las condiciones dei mercado que dentro de los primeros y, a decir verdad, de los ltimos tipos de monopolio social integrado. Estos radicales inde- pendientes se convierten en los hroes de la definicin, y casi todos nosotros nos podemos sumar a su homenaje (aun sin imitar- los exactamente por el momento). Sin embargo, como definicin sociolgica de los productores culturales, y dei cuerpo de la pro- duccin cultural, es ciertamente intil. Incurre en peticin de principio respecto de las difciles cuestiones de la autonoma rela- tiva y la distancia relativa, que son las preocupaciones reales de la sociologa cultural, ai separar un tipo de relacin como normal (e ideal) para luego encubrir este hecho mediante la reduccin de la produccin cultural y de los muchos tipos de productores culturales a la estrecha y autoconfirmadora definicin de inte- lectuales. Los idelogos. Por otra parte, esto no puede corregirse sacio- lgicamente por medio de los tipos usuales de contradefinicin. La ms popular de stas es el argumento de que un orden social predominante produce y es reproducido por una ideologa general, 208 209 ORGANIZACION que los principales portadores y productores de esta ideologa son los intelectuales (1os productores culturales) y que el trabajo cultural es, por tanto (cualesquiera que sean sus formas locales de organizacin), definible como la prctica de un aparato ideolgico estatal (vase Althusser, 1971). A este argumento se le pueden ha- cer algunas puntualizaciones. La relativa autonomia de las prcti- cas particulares puede ser admitida, haciendo un razonable hinca- pi en sus formas de reproduccin interna. Algunos tipos de trabajo intelectual pueden ser designados como ciencia, a dife- rencia de la, por lo dems, predominante ideologia, si bien esta distincin es normalmente interna, y no hay condiciones sociales verificables para su produccin. De manera ms general, el acento empricamente insostenible sobre el aparato ideol6gico dei Estado puede ser reemplazado por la ms plausible proposicin dei con- trol deI aparato ideolgico por una clase dominante, que opera en trminos generales institucionales y de mercado, aI igual que (o ms bien que) directamente a travs de las organizaciones es- tatales. Sin embargo, incluso con estas salvedades, la posicin no lIega a constituir una teoria sociol6gica operativa de la produc- cin y la organizacin cultural. Factores institucionales. En realidad, deben hacerse tres tipos de enmienda, y es significativo que stas aporten explicaciones sociol6gicas iniciales a los fenmenos correctamente observados en la definici6n de Weber-Mannheim. En primer lugar, estn las condiciones especificas de asmetra (consideradas en el captulo 4) entre un mercado capitalista y un orden social burgus. Esta no supone que dichas condiciones inva- Iiden las condiciones ms generales de simetria o congruencia en eI grueso de la producci6n cultural, pero existen, tanto de forma general como en puntos importantes de transici6n entre fases y sectores deI orden dominante, dando lugar a una proporci6n de obras incongruentes, incluidas algunas independientes de gran valor. En segundo lugar, estn las condiciones de reproducci6n ins- titucional interna, que, como en eI caso destacado de las univer- sidades, no estn necesariamente en estricto acuerdo con los mo- vimientos de orden general, y que, en todo caso, a partir de las condiciones de su reconocimiento y privilegio original o tempra- no, han desarrollado criterios de trabajo intelectual independien- te que en general parecen, y en algunos casos realmente lo son, bases para una producci6n original o crtica. Finalmente, en tercer lugar, un orden social dominante de este tipo no excluye (aunque puede --{) puede intentarlo regu- larmente- controlar y modificar) organizaciones importantes basadas en intereses sociales y de clases sociales diferentes, alternativos o antag6nicos. As pues, existe siempre en potencia -y, en muchos casos, en la realidad- una base posible que limitada para la producci6n alternativa. Estas tres condicio- nes institucionales pueden ser empricamente investigadas, en relacn con la producci6n real, por supuesto con resultados va- riables local e histricamente. Entre elIas abarcan gran parte de la producci6n cultural divergente que es (con excesiva .precipi- taci6n) descrita como ndependentex o no comprometida. Sin embargo, por supuesto, de manera ms notable en el cer caso, pero tambin en cada uno de los otros dos, quedan plantear cuestiones sociolgicas cuando los puntos de son desviados deI orden social como un todo a las operaciones ms especficas deI mercado, a las instituciones privilegiadas y a las instituciones alternativas o de oposici6n. La asimetra dei mercado. As pues, la condicin de asime- tra general entre el mercado y el orden social establecido ha de relacionarse con un nmero especfico de variables. Existen va- riaciones temporales y sectoriales observables, en las operacio- nes reales deI mercado, que constituyen un aspecto de esta asi- metra. Un ejemplo contemporneo importante es la producci6n cultural especifica para una nueva generaci6n joven (especial- mente marcada a partir de la dcada de 1950), en que una po- derosa fuerza de mercado no es igualada por ningn equivalente social o por una importancia o autoridad cultural en el orden dominante. Aqui, una vez ms, puede haber sectores viables deI mercado vinculados a una gama de agrupamientos minoritarios, o alternativos o de oposici6n, que pueden funcionar econ6mica- mente en esos trminos, pero que no estn representados de for- ma comparable en las instituciones explcitas de autoridad so- cial y cultural. Cada una de estas variaciones produce sus pro- pias formaciones diferenciables.. , . . Desde otra direccin, especialmente en los ltimos estados de una economia de mercado, las presuntas relaciones tradicio- nales entre un mercado y un orden social --en que el mercado 210 211 ORGANIZACION podra considerarse como un mecanismo econ6mico dentro, por lo dems, de una persistente cultura nacional- han sido cuesto- nadas radicalmente por el dinamismo excepcional dei mercado cultural, provocando crisis de autoridad entre las instituciones tradicionales -dei Estado, educativas y religiosas- y las insti- tuciones de mercado. Aparecen, entonces, compljas formacio- nes sectoriales dentro de lo que todava puede ser considerado generalmente como un orden dominante e incluso una clase do- minante. Instituciones privilegiadas. Esto guarda relaci6n con el deta- lle sociolgico de las instituciones culturales privilegiadas, tales como las universidades. Estas no 5610 protegen ciertos estndares y procedimientos insubordinados de trabajo cultural, sino que bajo presi6n los protegen de manera diferencial. Con frecuencia, obtienen un efecto pleno en reas residuales (por ejemplo, la cultura clsica) merced ai reconocimiento de la distancia relati- va. Por lo general, tienen un efecto funcional en las reas do- minantes (por ejemplo, la ciencia aplicada) donde los estndares y los procedimientos internos pueden ser aceptados como condi- ciones de un servicio efectivo. Pero con bastante frecuencia tie- nen un efecto mnimo o incluso negativo eu las reas nuevas (por ejemplo, la sociologia crtica), donde las condiciones de privilegio podran ser amenazadas por la prctica, y donde los estndares heredados pueden incluso ser invocados contra los nuevos intereses y procedimientos. Esto conduce, a menudo, a complejas formaciones sectoriales dentro de estas institucio- nes, como ocurre, en nuestra propia poca, en las universidades. Pero existe una diferenciaci6n adicional. EI privilegio de ciertas instituciones, ms all dei mercado o dei orden poltico explcito, no puede por menos de estar relacionado con la pro- duccin de una obra independiente, pera tambin puede estar relacionado con una distinci6n hecha por Bourdieu (1977) entre comercio cultural a corto plazo, como en las operaciones ordina- rias dei mercado, en artculos de valor simb6lico limitado, y ope- raciones a largo plazo en las que su gran valor simblico de- pende de un lento crecimiento de la autoridad. En el nivel de los sistemas filosficos, literarios y culturales fundamentales, y en realidad en un nivel ms profundo, el de la definici6n, por selecci6n, de la naturaleza y los objetivos dei trabajo culturai, las instituciones privilegiadas -ahora no s610 las universidades sino tambin las academias, las instituciones culturales naciona- les, los sistemas culturales pblicos- pueden considerarse como instrumentos indispensables de producci6n de las ideas y prc- ticas de un orden revestido de autoridad, y con frecuencia deben considerarse como tales incluso cuando, como una condici6n in- terna de su autoridad a largo plazo, incluyen elementos minori- tarios de disensi6n o de oposici6n. Formaciones alternativas y de oposicin. El caso dei traba- jo cultural en o para organizaciones alternativas o de oposici6n es diferente, pera tiene sus propias variables sociolgicas. En el caso de una clase o inters establecidos, podemos observar gra- dos prefijados de distancia, como la de los circulos interiores y exteriores, entre el trabajo intelectual y cultural y los intereses que sirve. Esto se puede discernir a nivel de organizaci6n y se puede tambn analizar en el sentido de la distincin de Bour- dieu entre operaciones a corto y largo plazo, Muchas de las mismas consideraciones son vlidas para las organizaciones al- ternativas o de oposicin que se han convertido en relativamente establecidas, pera la diferencia sociol6gica determinante es que el modo de establecimiento relativo -y tambin el de los tipos alternativos y de oposici6n de trabajo cultural- es en s mismo una funci6n de las relaciones entre un inters alternativo o de oposicin y los intereses existentes generalmente dominantes. Pues en la medida en que el trabajo alternativo o de oposicin puede ser incorporado, aunque todava como elemento distinti- vo, en los sistemas sociales y culturales considerados como un todo, los grados relativamente establecidos de distancia pueden continuar existiendo. Por otra parte, cualquier movimiento hacia la transforma- ci6n o sustitucin dei sistema existente provoca formas de crisis interna asi como las ms evidentes y a menudo ms drsticas formas de crisis externa. Las complejidades sectoriales ocurren frecuentemente dentro de una intelligentsia radical, especialmen- te porque los directores de un partido autnticamente de oposi- ci6n no son ellos mismos una clase dirigente, sino que estn en una compleja posici6n intermedia entre un sistema potencial de gobierno y una producci6n cultural activa. Los, por otra parte, establecidos grados de distancia, como los existentes entre los lderes intelectuales dei partido, los intelectuales dei parti- do, los intelectuales asociados con el partido, los intelectua- 212 213 ORGANlZACION les que sirven los intereses que tambin sirve el partido, los intelectuales que dan autoridad ai inters a largo plazo y a la perspectiva de clase y de la clase como transformadora de la so- ciedad, son mucho ms difciles de negociar en partidos autn- ticamente de oposicin que en partidos establecidos o relativa- mente establecidos: tanto por la presencia y la urgencia dei conflicto real, como por las definiciones intersectoriales no re- sueltas. Estas son las complejas realidades investigadas en los anlisis de Gramsci (1971) sobre la hegemona y los intelec- tuales orgnicos. En la prctica constituyen ahora los proble- mas ms difciles dei trabajo cultural alternativo o de oposicin. Cambias histricos As pues, hemos ampliado grandemente los trminos socio- 16gicos de referencia dentro de los cuales se puede analizar es- pecficamente el problema de los intelectuales, y ms general- mente el de todos los tipos de productor cultural. En particular, hemos cambiado los conceptos, los argumentos y los modos de examen e investigaci6n pertinentes, ms all de los trminos condicionados heredados. Ahora podemos concluir con algunas consideraciones histricas y contemporneas ms generales. Las minorias culturales En primer lugar, las categoras heredadas de descripcin cultural amplia -aristocrtico y popular, de minoras y de masas, educado y no educado- deben ponerse en relaci6n, en cuanto productossociales, con las transformaciones sociales que las han desbordado o de las cuales fueron siempre una pobre representacin. Las categorias tempranas tenan bases sociales diferenciadas, en las sociedades feudales y en las inme- diatamente post-feudales, y esta era todava relativamente cierto en los estadios temprano y media de las modernas sociedades de clases. La transici6n importante se produjo cuando las acti- vidades intelectuales y artsticas fueron agrupadas y abstradas en sus propios trminos, sin una correlaci6n significativa con otros tipos de organizacin social. Este es un fen6meno caracte- rstico de la sociedad burguesa, en la cual existen, por supuesto, artes y actividades intelectuales minoritarias, y en la que se encuentran -como ocurre todava eu la prensa- algunos sec- tores minoritrios efectivos. Pero la relacin entre estos sec- tores y cualquier organizacin sociocultural ms general ha sido problemtica desde el perodo de la urbanizacin industrial, y agudamente problemtica desde el perodo de la educacin ge- neral y el sufragio universal. Fue dentro de estas problemas especficos que se formaron los conceptos de minora cultivada o educada -sin corre- laciones manifiestas o confiables con otros tipos de organizacin social- y, ms adelante, el de una categora especial de inte- lectuales. Sin embargo, la dinmica real dei proceso sociocultu ral es ms evidente en las transformaciones dei concepto de masas, que no s610 sigui una trayectoria desde las formas tar- das de la cultura popular hacia formas nuevas y parcialmente autoorganizadas de cultura urbana de masas, sino tambin una trayectoria de produccin de cultura de masas. extendida -y, finalmente, extendida de manera masiva- por el mercado bur- gus y por los sistemas educativos y polticos dei Estado. La cultura de masas En un nivel, la cultura de masas, en estos ltimos pero- dos, es una combinacin muy compleja de elementos residuales, autofabricados y producidos externamente, con importantes con- flictos entre ellos. En otro nivel, y de manera creciente, esta cultu- ra de masas es el rea principal de la produccin cultural burguesa y de la clase dominante, y tiende hacia una prometida universalidad en las modernas instituciones de comunicacin, con un sector rninoritario crecientemente considerado como residual y que debe ser formalmente preservado en esos tr- minos. As, una alta cultura relativamente no cuestionada ha sido, de forma bastante general, desplazada hacia el pasado -eon unas minorias sucesoras de tipo discreto que la sirven y compiten entre s- mientras que la minora activa y efectiva, dentro de una gama de produccin cultural determinada por ela- se, ha pasado decididamente ai rea general de la mayora. 214 215 ORGANIZACION Las burocracias De este modo, especialmente a partir de la educacin gene- ral y deI sufragio universal, se ha producido una reconstitucin de la organizacin cultural, con algunos elementos de clase re- siduales y directos, pero con un predominio definido en un nivel esencialmente general. Ha habido una gran expansin de las bu- rocracias culturales y educativas, por encima de los artistas y educadores a los que, por lo general, dan empleo. Adems, es- tas burocracias se han entrelazado -no sin algunos conflictos locales- con las burocracias polticas, econmicas y administra- tivas, de tal manera que componen, indudablemente, un sistema organizador, un sistema significante realizado. De este modo, la pura y simple escala de la produccin cultural de todo tipo ha transformado -si bien tomando en consideracin los sectores locales minoritarios y conteniendo, en si misma, algunos grados de distancia variable- los tipos de organizacin y los conceptos correspondientes en los que se habian basado las descripciones anteriores. Por lo tanto, puede decirse que, si bien existe un trabajo innovador en muchas formas de arte y de pensamento, lo autnticamente novedoso debe definirse no slo en trminos especificos, sino fundamentalmente en funcin de las contribu- ciones aportadas a las alternativas a este sistema general domi- nante, Expansi6n de los mercados El segundo desarrollo histrico fundamental, que influy ra- d!calmente en la organizacin cultural, es la institucin, espe- cialmente marcada en algunos medias de comunicacin de un mercado internacional e incluso mundial. Excepto en 'algunas formas, en su mayor parte tempranas, de sociedades cerradas o de autosubsistencia, los procesos de importacin y exportacin cultural siempre han sido importantes. Se pueden interpretar generalmente como expansin deI arte y de las ideas, pero son, a menudo, variables sociolgicas importantes en los procesos reales. Las decisiones acerca de qu es lo que se debe importar, y cundo, son frecuentemente muy similares a los procesos de una tradicin selectiva, cuando los elementos deI pasado son deliberadamente reintroducidos o revividos. Algunas veces la im- portacin la realizan los grupos dominantes como en el caso de la Restauracin inglesa, con su importacin deliberada de for- mas aristocrticas francesas. A veces, por otra parte, la lIevan a cabo grupos alternativos o de oposicin, como en el caso re- ciente de la importacin de una serie de obras marxistas deI con- tinente por la Nueva Izquierda inglesa. Las caracteristicas socio- lgicas de estas pautas de importacin nunca han sido adecua- damente investigadas, sobre todo porque son descartadas con frmulas generales -que a menudo, por supuesto, tienen cierta entidad- referidas aI deseo de conocer las mejores obras de otras sociedades. Sin embargo, los procesos selectivos implicados deben ser siempre evidentes, y deberiamos, aI menos, examinar si existen conexiones desentraiiables entre los modos de impor- tacin selectiva y las relaciones sociales estrictamente internas. Las exportaciones culturales La exportacin cultural constituye un proceso diferente. Ti- picamente es una funcin de dominio poltico o comercial rela- tivo, con casos especialmente claros en los imperios polticos y muchos casos relacionados en la competencia internacional ge- neral. Pero los cambias en los medios de produccin y distribu- cin han transformado muchos de estos antiguos procesos. En algunas reas, especialmente la produccin cinematogrfica y te- levisiva, las condiciones de monopolio relativo, no slo en el nivel interno sino en el internacional, han ido ms ali de los simples procesos de exportacin hasta convertirse en procesos ms generales de dominio cultural y, por ende, de dependencia cultural. Estas nuevas relaciones, estudiadas de forma destacada por Schiller (1969), no se limtan a las obras inmediatas que se exportan. Tienen efectos radicales sobre los sistemas significan- tes especificos que son los lenguajes nacionales. Comportan am- plias reas de inters cultural e ideolgico. Pueden estar direc- tamente relacionadas eon operaciones comerciales ms amplias, especificamente a travs de la publcidad, y con operaciones polti- cas generales. En su propio proceso conducen a nuevas formas de crteles culturales multinaclonales, incluyendo la apropiacin o la implantacin de formas con base nacional. De este modo, la sociologia de la organizacin cultural, tipicamente desarrolla- da para sistemas de una sola sociedad, debe extenderse radical- mente a este nuevo y cada vez ms importante sistema de pro- 216 217 ORGANIZACION duccin cultural combinada y desigual, a escala transnacional y paranacional. Los procesos de iniormacin EI tercer desarrollo histrico fundamental se encuentra en el complejo general de los procesos de trabajo, donde los cambios fundamentales ocurridos han afectado radicalmente la definicin de produccin cultural. Por supuesto, todava podemos distin- guir las operaciones productivas de las formas culturales tradi- cionales: msica, pintura, escultura, drama, poesa, etctera. Pero ha habido perodos histricos en los que stas, junto con el aprendizaje y la investigacin, podan distinguirse con relati- va claridad de otras formas -el trabajo directamente produc- tivo- en la agricultura y las manufacturas, y en la distribucin de sus productos. En el nivel ms especfico, todava pueden di- ferenciarse de esta manera, pera entretanto, y a un ritmo cada vez ms rpido, la mayora de los procesos de trabajo se ha transformado. En las sociedades industriales avanzadas la pro- duccin directa, en el viejo sentido, afecta ahora, con frecuen- cia, a una proporcin bastante pequena y decreciente de la po- blacin trabajadora. La distribucin afecta a muchos otros, pero en las modernas condiciones de mercado, y con la creciente im- portancia de las organizaciones econmicas a gran escala, los procesos de informacin, tanto internos como externos, se han convertido en una parte cualitativa de la organizacin econmi- ca. AI mismo tiempo, dentro dei Estado administrativo moderno, y dentro de los sistemas polticos modernos, los procesos de in- formacin se han vuelto tan cruciales, tanto en los sistemas in- ternos como externos, que aqu tambin el carcter general de esas operaciones ha cambiado cualitativamente. De esta manera, una gran parte de todo el moderno proceso de trabajo debe definirse en trminos que no son fcilmente separables terica- mente de las actividades culturales tradicionales. No es fcil hacer estimaciones precisas, debido a la integracin y la com- plejidad de los procesos, pero un clculo americano reciente esti- m que el cincuenta por ciento de la poblacin trabajadora participa en el procesamiento y manipulacin de informacin especfica. Cualquiera que sea la proporcin real, no cabe duda de que la produccin y la distribucin de ideas y de informacin ha adquirido una importancia totalmente nueva en la mayor par- te de los tipos de trabajo. As pues, no slo en el uivei de un consumo cultural vasta- mente extendido, consumo que representa en s mismo un cam- bio cualitativo respecto de formas anteriores ms limitadas u ocasionales sino tambin en el nivel de las formas de produc- cin y de 'distribucin cultural, hemos pasado a una situacin radicalmente modificada. Dentro de ella, es cierto, muchos de los antiguos tipos de determinacin -en el poder dei ? en la propiedad y la direccin econmica- son todavia decis- vos, a pesar de que con frecuencia deben e incluso (como en las enmiendas de la poltica por los tipos modernos de proceso electoral) cambiar s,us formas Por otro lado, ha crecido tanto el numero de trabaiadores dedicados a operar y actuar directamente estos sistemas que s: han produ- cido nuevas complejidades sociales y de clases socales, La de- pendencia de los grupos de poder establecidos respect.o sistemas operativos ha crecido enormemente y es significativo que algunos de los conflictos y luchas industriales de mayor dureza se produzcan ahora en esta crtica rea de los sistemas de informacin, de las comunicaciones y de la administracin ba- sados en la recogida y procesamiento de datos. De modo que todo el sistema de produccin y reproduccin cultural est en pelgro, de maneras sustancialmente nuevas, debido a estos cam- bias fundamentales en el carcter y la distribucin de los proce- sos de trabajo. Relaciones modificadas y modificables Adems las relaciones modificadas y potencialmente modifi- cables de un sistema semejante no pueden quedar reducidas a un nivel operacional. Muchas de las tcnicas y. algunas de habilidades de la produccin cultural, en su sentido ms amplio, estn ahora necesariamente dseminadas de manera ms general. EI carcter social de la produccin cultural, que es evidente en todos los perodos y formas, es ahora ms directamente e inevitable que en las anteriores sociedades desarrolladas. ElOS- ten, pues, contradicciones importantes y persistentes entre este carcter social central de la produccin cultural, y, por un lado, las formas residuales de la produccin cultural especfica y, por 218 otro, Ias formas todavia determinantes de controI poltico y eco- n6mico. Asi pues, si bien Ia sociologia cultural tiene muchos tipos de trabajo a su alcance inmediato -en eI anlisis de Ias instituciones y formaciones, y de los sistemas y formas significantes-- debe tambin ocuparse, necesariamente, de estas relaciones activas contemporneas, en un orden social que ahora se basa ms di- rectamente en una generalizaci6n prctica de sus procesos y preocupaciones especficos. Una sociologia de Ia cultura plena- mente responsabIe que, en este momento de cambio general, se encuentra eIla misma en un proceso significativo de desarroIlo, debe ser, eu consecuencia, analticamente constructiva a la vez que constructivamente analtica. Pero s6Io podr conseguirIo si, extendiendo eI trabajo en coIaboraci6n, aprende a convertirse, pese a muchas dificultades y resistencias, en una nueva disci- plina fundamental. Bibliografia Adorno, T. W. (1949): Philosophie der neven Musik, Francfort. Adorno, T. W. (1967a): Thesen zur Kunstsoziologie, Klner Zeit- schrit fr Soziologie und Sozialpsychologie, XIX, I. Adorno, T. W. (traducido ai ingls en 1967b): Prisms, Spearman, Londres. (Traduccin casteIlana: Prismas, Ariel, Barcelona, 1962.) Albrecht, M. C. (1968): Art as an Institution, American Socio- Iogical Review, XXXIII, 3. Albrecht, M. C., Barnett, J. H. Y Griff, M. (comps.) (1970): The Sociology of Art and Literature, Duckworth, Londres. . Althusser, L. (traducido ai ingls en 1970): For Marx, Pengun, Harmondsworth. (Traduccin casteIlana de Pour Marx: La revo- luci6n terica de Marx, Siglo XXI, Mxico, 1967.) A1thusser, L. (traducido ai ingls en 1971): Lenin and Philosophy, New Left Books, Londres. 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H., 17 Beckett, S., 163, 165 Beljame, A., 17, 24 Benjamin, W., 23-24, 167 Berelson, B., 18 Bloch, M., 24 Bloomsbury, 69, 73-76 Blumler, J., 19 Bourdieu, P., 173, 210-211 Brecht, B., 166 BBC (British Broadcasting Corporation), 51 Brown, R. L., 19 Burckhardt, J. C., 20 Camino de Damasco, EI, 163 Caudwell, C., 21 Czanne, P., 60 Chaney, D., 19 Chejov, A., 159, 164-165 Collins, A. S., 17 Comedia de costurnbres, 151- 153 Conquesl of Granada, 150 Dadastas, 65 Dafydd ap Gwilym, 54 Der Blaue Reiter, 64 Die Brcke, 60 Dilthey, W., 15, 20 Drama burgus, 153-157, 191 Drama heroico, 150-151 Dreamplay, 165 Dryden, J.. 150 Eliot, G., 186 Eliot, T; S., 161 Endgame, 165 Engels, F., 21 Escarpit, R., 17 Estructuralismo, 132-134 Expresionismo, 60, 161-168, 190 Fabiana, Sociedad, 75 Felix Holl, 186 Fischer, E., 21 Fletcher, T., 147 Formalismo, 128 Frankenstein, 71 Frazer, T. G., 20 Free Society of Artsts, 61 Freud, S., 162 Frye, N., 20 Futurismo, 64-65 Garnham, N., 29 Germ, 64, 71 Glasgow University Media Group, 17 Godwin, W., 69-71, 72, 73, 75-76 Golding, P., 17 Goldmann, L., 23, 167 Gramsci, A., 24, 200-202, 212 Griff, M., 17 Guerra de los Mundos, La, 123 Halloran, T., 19 Hamlet, 130-131, 148, 151, 155 Hauser, A., 167 Herder, T. G., 11, 15, 20 Hermandad de San Lucas, 61, 64 Himmelweit, H., 19 Hogarth Press, 76 Holcroft, T., 71 Ibsen, H., 159 Inchbald, E., 71 Judio de Malta, El, 129 Iung, C. G., 20 Kafka, F., 23 230 Kaiser, G., 166 Katz, E., 19 Kautsky, K., 21 Keynes, J. M., 74, 75 Klingender, F., 167 Kluckhohn, C., 10 Kroeber, A. L., 10 Lasswell, H. D., 16 Lazarsfeld, P., 16, 19 Lillo, G., 154, 156 London Merchant, The, 154, 156 Lowenthal, L., 18 Lukcs, G., 21, 22, 118-120, 167 Macbeth, 155 Manet, E., 60 Mannheim, K., 24, 200-201, 207, 208 Marc, F., 64 Marcuse, H., 21 Marlowe, C., 129 Marx, K., 21 Mayer, J. P., 17 Merton, R., 16 Miguel Angel, 56 Morawski, S., 22 Morris, W., 73 Mukarovsky, T., 22 Murdock, G., 17, 29 Nabis, 64 Naturalismo, 157-160 Neoclsico, 144 New English Art Club, 65 Nietzsche, F., 20 Nueva Izquierda, 215 O'Casey, S., 159 231 O'Neill, E., 159 Opera italiana, 144-145 Oppenheim, A., 19 Orestiada, La, 155 Pato salvaie, El, 159 Peterson, T., 16 Pissarro, C., 60 Plain Dealer, 151 Platn, 93 Plejanov, G., 21-22 Plinio, 90 Political [ustice, 70 Prerrafaelista, 64, 69, 71-73 Queen Mab, 71 Read, H., 20 Repblica, La, 93 Revolution Society, 70 Rey Lear, El, 130, 148, 151, 155 Rosmersholm, 155 Royal Society of Painter-Et- chers and Engravers, 65 Ruralistas, 65 Ruskin, J., 20 Salon des Refuss, 60 Schiller, H., 17, 29, 215 Schram, W., 16 Sezession, 60 Shakespeare, W., 147-148, 189 INDICB ANALITlCO Y DB NOMBRBS Shelley, P. B., 71 Shirley, J., 147 Siebert, F., 16 Scrates, 93 Soliloquio, 129-132, 134-137 Stanton, S., 16 Strachey, L., 74 Strindberg, A., 159, 163, 165 Surrealismo, 64-65 Things As They Are, 71 Toller, E., 166 Tragedia griega, 105, 126, 139-145, 146 Tragedia jacobina, 189 Vanguardia, 77 Vico, G., 14, 20 Vince, P., 19 Weber, A., 207, 208 Weber, M., 15 Weinberg, M., 17 Wells, H. G., 123 Weston, T. L., 20 White, L., 16 Wollstonecraft, M., 71 Woolf, V., 75 Wright, C. R., 18 Wrongs of Woman, 71 Wycherley, W., 151 Yeats, W. B., 162 Zola, E., 159