Ensayo Pensamiento Pedagogico
Ensayo Pensamiento Pedagogico
Ensayo Pensamiento Pedagogico
Toluca
Matemáticas 6° Semestre
Ensayo Argumentativo.
Asignatura.
Pensamiento Pedagógico
El profundo pensamiento pedagógico del docente, cual mar inmenso, se erige hoy en día
como pilar fundamental en el devenir de la Educación. Su esencia reside en lo que el
profesor siente, piensa, dice y hace. Esta reflexión surge, por tanto, de la imperiosa
necesidad de analizar el pensamiento pedagógico del docente a través de diversas
tipologías pedagógicas que moldean su práctica. Estas tipologías nos revelan la forma en
que el profesor asume la pedagogía, la cual se manifiesta en sus acciones áulicas. La
pedagogía se convierte así en una oportunidad para la reflexión, para cerrar la brecha
entre teoría y práctica, y para tejer relaciones en los entornos de aprendizaje. En este
espacio conceptual, estudiantes y docentes se convierten en sujetos epistemológicos,
éticos y políticos que forman parte activa de la sociedad.
Un educador hoy en día necesita estar preparado para afrontar los diversos problemas
que surgen a diario en los espacios académicos y en la sociedad en general. En América
Latina, como región con una rica historia de cambios, el educador se erige como un
agente incipiente de transformación.exclamation Un educador que vela por una educación
transformadora es aquel que está abierto al diálogo con aquellos que no han tenido la
oportunidad de ser escuchados, es un educador que abandona la figura del héroe para
convertirse, simplemente, en una persona más dentro de las masas latinoamericanas, que
se configura con ellas, pero que ofrece su vida para influir en el otro valores, principios y
conocimientos de paz.
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El pensamiento pedagógico latinoamericano: Aportes a la formación de
futuros educadores
Ante este panorama, surge la pregunta: ¿Qué aporta el pensamiento pedagógico
latinoamericano a la formación crítica y reflexiva de los futuros educadores? Para
responder a este interrogante, se analizará en primer lugar la categoría del pensamiento
pedagógico latinoamericano, desglosándola en tres subcategorías: a) educación popular,
b) la relación entre educador-educando y c) la influencia de Paulo Freire en las
pedagogías críticas. Por último, se concluirá abordando la influencia de este pensamiento
en los educadores de hoy, tomando en cuenta las dos obras mencionadas.
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La reflexión sobre las condiciones sociales de la población latinoamericana invita a
analizar no solo los sistemas económicos, religiosos y políticos que oprimen la realidad de
alguna manera, sino también a estudiar el sistema educativo que perpetúa esta idea de
dominación, absolutismo, discriminación, clasificación, sumisión y procesos que no
satisfacen las necesidades de una sociedad precaria y enferma, especialmente de
aquellos que viven en pobreza extrema, marginados de todo progreso económico y que a
diario enfrentan calamidades lamentables. Estas personas, como afirma Paulo Freire, son
las que más injustamente sufren, pasando de ser personas a ser considerados objetos y
meros productos de una sociedad que busca "exterminar" su identidad, diversidad y
dignidad humana, deshumanizándolos en el proceso (Freire, 1970).
El gran problema radica en cómo podrán los oprimidos, como seres duales, inauténticos,
que «alojan» al opresor en sí, participar de la elaboración, de la pedagogía para su
liberación. Solo en la medida en que se descubran «alojando» al opresor podrán contribuir
a la construcción de su pedagogía liberadora. Mientras vivan la dualidad en la cual ser es
parecer y parecer es parecerse con el opresor, es imposible hacerlo. La pedagogía del
oprimido, que no puede ser elaborada por los opresores, es un instrumento para este
descubrimiento crítico: el de los oprimidos por sí mismos y el de los opresores por los
oprimidos, como manifestación de la deshumanización. (Freire, 1970, págs. 42-43)
Sin embargo, en pleno siglo XXI, el capitalismo, cuyo interés principal es la economía,
pone en evidencia lo que Freire advertía: la educación no está libre de las estructuras de
poder que perpetúan la desigualdad y la exclusión. Es por esto que la pedagogía
latinoamericana, como herramienta de liberación, debe ir más allá de la simple instrucción
y enfocarse en la transformación social, política y económica que permita construir una
sociedad más justa e inclusiva para todos.
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La educación latinoamericana se enmarca en la idea de una educación popular y rural
que ha intentado desde una mirada revolucionaria resurgirse en un marco de liberación,
dejando huella en la región, una proyección social que requiere de un desarrollo
desescolarizado y poco formal y que, de alguna manera, origine formas de pensar la
realidad en la que viven la mayoría de las personas. La educación popular implica una
visión ética que sepa solventar todas las necesidades en los tiempos y, en nuestro caso,
en tiempos de la globalización; una visión que a partir de la acción educativa implique
estar presente en la realidad para transformarla y así vislumbrar un horizonte de liberación
y de emancipación de la sociedad y del individuo.
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escuchar al discípulo es saber ser maestro […] es tener el tema mismo del discurso
propiamente pedagógico” (Dussel, 1980, pág. 50).
La influencia de Paulo Freire transciende hasta Europa, en donde dejó marcadas pautas a
métodos pedagógicos tales como las críticas que se les hace a la educación formal. Iván
Illich (1926 – 2004) plasmó en su pensamiento pedagógico una tendencia
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desescolarizada. Postula la desescolarización de la sociedad y, por ende, la
desinstitucionalización de la escuela.
Las ideas nucleares de la desescolarización illichista tienen como punto de partida de una
educación obligatoria, tomando de la frase: “el cuestionamiento de la enseñanza
obligatoria” el sujeto (enseñanza) y predicado (obligatoria) pero este último en su forma
sustantivada: obligatoriedad5. Para estos autores, la enseñanza es lo opuesto al
aprendizaje y no tienen nada que ver con lo que se llama educación. La enseñanza
escolar institucionaliza los valores humanos haciéndolos mitos y convirtiéndolos en
objetos jerarquizados y medios. La educación, más bien no hace eso, a que tiende a
producir “una recreación no mensurable”, es decir, no califica. Por ende, volviendo a
Freire, la educación es llegar a ser conscientes de la realidad personal para actuar
correctamente sobre ella, pero para los desescolaristas, la escuela ha muerto.
El concepto de enseñanza para Ilich y los desescolaristas, tiene una concepción negativa.
La enseñanza demuestra una imposición exterior y no es correlativa al aprendizaje.
También porque la enseñanza ha sido institucionalizada en la escuela que produce la
institucionalización de los valores reemplazándolos por conceptos como servicios, esto
provoca una confusión entre enseñar y aprender. La creencia de que “la educación
consiste en pasar de grado o de curso, que el diploma es sinónimo de competencia; que
saber utilizar el lenguaje permite decir algo nuevo…”, es falsa6. Esto es la causa del
alineamiento del hombre, ya que las instituciones son deterministas. La competencia para
Illich es más evidente que el mismo método de enseñanza.
La pedagogía crítica tiende a responder a las fuerzas de dominación por parte de los
educadores acríticos. Esta tendencia pedagógica tiene una gran fuerza en Colombia y en
América Latina, además de las influencias de los escritos de Freire, fue fortalecida por
varios autores como el canadiense Peter McLaren (1948- ), quien, desde la filosofía
marxista humanista, sostiene que los educadores deben enseñar a tener pensamiento
crítico desde la responsabilidad por el pobre.
Ser educador en América Latina implica enfrentar una realidad compleja marcada por la
pobreza, la lucha por los territorios indígenas y la creciente necesidad de docentes
calificados. El pensamiento pedagógico latinoamericano ha puesto el foco en el maestro
como agente transformador de la sociedad, capaz de desafiar las estructuras de opresión
y dominación.
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En este contexto, el educador debe romper con la mentalidad tradicional de la "educación
bancaria", donde el maestro es el único poseedor del conocimiento y el estudiante un
receptor pasivo. Como bien lo describía Paulo Freire, esta visión bancaria se caracteriza
por una relación asimétrica en la que el educador "es el que sabe", "el que piensa", "el
que habla" y "el que disciplina", mientras que el educando es "el que es educado", "el que
no sabe", "el que escucha" y "el que es disciplinado".
Los educadores no solo deben ser transmisores de conocimiento, sino también críticos
del sistema. Como afirma Dussel, el "maestro crítico colabora en el proceso"
cuestionando las estructuras que han sido internalizadas por los estudiantes.
La educación popular, como campo específico del saber educativo, busca establecer una
relación entre los procesos prácticos-teóricos y los saberes populares, con el objetivo de
construir sujetos críticos y reflexivos capaces de comprender y transformar su realidad.
Esta intervención educativa debe enfocarse en las poblaciones marginadas, donde el
maestro y el estudiante se convierten en cocreadores del conocimiento.
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A lo largo de los siglos XIX y XX, América Latina experimentó la llegada e influencia de
diversas corrientes pedagógicas, tanto europeas como estadounidenses. Desde el
positivismo y el cientificismo hasta el pensamiento pedagógico crítico y liberador, estas
corrientes han dejado una marca en la educación latinoamericana. Destacados
pedagogos latinoamericanos, como Paulo Freire en Brasil, han contribuido
significativamente al desarrollo de enfoques educativos centrados en la emancipación y la
justicia social.
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Conclusiones
La formación del educador en el marco del pensamiento pedagógico latinoamericano
debe cimentarse en un principio fundamental: la universalidad. Esto implica adoptar una
perspectiva dialógica y comunicativa que permita acoger las diferencias y abordar con
respeto la evolución de las mentalidades. Se trata de moldear a un educador capaz de
sentarse a dialogar con los demás, incluso cuando sus ideas diverjan diametralmente de
las suyas.
Este proceso de formación también implica gestar nuevas formas de pensar, juzgar y vivir,
pues estas constituyen las nuevas voces de la cultura pedagógica que reflejan el cambio
de época que atravesamos. Son voces que debemos asumir con urgencia, ya que hemos
dado un paso crucial de las heteronomías hacia nuevas autonomías del espíritu, las
mentalidades y las ciencias. Como bien lo expresó Dussel (1980): "El maestro debe
escuchar la voz de la juventud, 'dejarla ser', darle tiempo, impulsarla a la acción
constructiva. Hacerla amar, trabajar intensamente, agotar la sobreabundancia generosa
de su energía en el servicio al pobre".
Fomentar una actitud abierta y receptiva hacia las diversas culturas y perspectivas.
El educador debe estar dispuesto a aprender de sus estudiantes, de sus colegas y
de la comunidad en general.
Desarrollar habilidades de comunicación efectiva. El educador debe ser capaz de
expresarse con claridad y precisión, tanto oralmente como por escrito, y de
escuchar atentamente a los demás.
Cultivar el pensamiento crítico y reflexivo. El educador debe ser capaz de analizar
situaciones de manera crítica y proponer soluciones creativas a los problemas.
Promover valores como la empatía, la solidaridad y el respeto por la diversidad. El
educador debe ser un modelo a seguir para sus estudiantes, demostrando estos
valores en su vida personal y profesional.
Al adoptar este enfoque holístico en la formación del educador, estaremos
contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y humana.
Educadores con estas características serán capaces de empoderar a sus
estudiantes para que se conviertan en agentes de cambio positivo en sus
comunidades y en el mundo.
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