Cartay, Rafael Inmigrantes y Aportes Alimentacion Venezolana. Siglo XX
Cartay, Rafael Inmigrantes y Aportes Alimentacion Venezolana. Siglo XX
Cartay, Rafael Inmigrantes y Aportes Alimentacion Venezolana. Siglo XX
ISSN: 1316-0354
agroalimentaria@ula.ve
Universidad de los Andes
Venezuela
Cartay, Rafael
Aportes de los inmigrantes a la conformación del régimen alimentario venezolano en el siglo XX
Agroalimentaria, vol. 11, núm. 20, enero-junio, 2005, pp. 43-55
Universidad de los Andes
Mérida, Venezuela
RESUMEN
En este artículo se estudian los aportes de los inmigrantes a la conformación del régimen alimentario
venezolano en el siglo XX. Para ello se identifica el origen de las diversas oleadas inmigratorias, sus
áreas de introducción y asentamiento y los principales utensilios, ingredientes, agentes culinarios y
preparaciones (platos y bebidas) incorporados a la cocina venezolana.
Palabras clave: Venezuela, historia social, historia alimentación, gastronomía, inmigración aportes,
influencias culinarias, historia cocina.
ABSTRACT
In this article the contributions that make up the food and nutrition regime of twentieth century
Venezuela are studied. The author identifies the origins of the diverse migratory waves, its areas of
entry and settlement, and its main utensils, ingredients, culinary agents and preparations (dishes and
drink) incorporated to the Venezuelan kitchen.
Key Words: Venezuela, social history, food history, gastronomy, immigration, culinary influences,
cuisine history.
RÉSUMÉ
Cet article est dédié à l’étude de la participation des immigrants dans la conformation du régime
alimentaire du Venezuela, au XXème siècle. Pour ce faire, nous identifions l’origine des différents
courants des immigrants, depuis le début de la conquête et la Colonie, ainsi que les aires géographiques
dont ils se sont établis. Nous étudions, également : les outils, les ingrédients, les agents culinaires, les
plats et les boissons apportés par les immigrants à la cuisine du pays.
Mots-clé : Venezuela, histoire des sociétés, immigrants, histoire de l’alimentation, gastronomie, histoire
de la cuisine.
1
Economista (Universidad Central de Venezuela). M. Sc. en Economía Agrícola (Colegio de Postgraduados
de Chapingo, México y del IICA-OEA). Doctor del Tercer ciclo (EPHE-Universidad de París-I, Francia).
Profesor Titular del Departamento de Economía, FACES-ULA. Investigador del Centro de Investigaciones
Agroalimentarias (CIAAL), Universidad de Los Andes. Dirección Postal: Núcleo La Liria, Edificio G
“Leocadio Hontoria”, 2º piso, CIAAL. Mérida 5101, Venezuela. Teléfono-fax: (58) (274) 2401031; e-mail:
rcartay@ula.ve
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Aportes de los inmigrantes a la conformación del régimen alimentario venezolano en el siglo XX (43-55)
1. INTRODUCCIÓN
Hay influencias extranjeras en nuestra comida fácilmente identificables, como sucede en el caso
del queso relleno de bola, de elaboración relativamente frecuente en los hogares caraqueños
durante las primeras décadas del siglo XX. El ingrediente fundamental en la composición de
ese plato es el queso Edam o Edamer Kaas, elaborado con leche entera de vaca desde hace
siglos en granjas de la pequeña ciudad de Edam, en la provincia holandesa de Noord-Holland,
y que viene cubierto con cera roja o amarilla. En nuestro país, y en muchas otras partes alejadas
como en el sur de México, es conocido como queso de bola, aunque no siempre sea tal su
presentación (el Edam viene en forma de bola, bloque o de pan) y conozcamos otros quesos
holandeses en forma de bola (como el Comissiekaas). Ese plato nos viene de las islas
holandesas del Caribe, particularmente de Curazao y Aruba, donde se le denomina, en
papiamento, Keshi Yená, que significa queso relleno, y se elabora desde lejanos tiempos
cuando los barcos arribaban con provisiones holandesas. El Keshi Yená se prepara
rellenándolo, una vez que la familia ha consumido su contenido dejando la cáscara como
molde, con un guiso de carne de res o de pollo (Fenzi, 2000: 28-29).
Pero otras influencias gastronómicas son más difíciles de identificar, tal como ocurrió con
los intercambios comerciales que nuestro país tuvo desde la segunda mitad del siglo XIX con
la isla danesa, también caribeña, de Saint Thomas. Entonces, hubo un intenso comercio entre
el norte de Venezuela y el norte de Europa. Pero ese intercambio no se hacía directamente:
tenía su origen en las ciudades hanseáticas y Dinamarca, y hacía escala en Saint Thomas, donde
las empresas europeas tenían sucursales y depósitos. Y desde allí las mercancías europeas,
danesas e inglesas, llegaban a Venezuela. Luego, desde finales del siglo XIX, el comercio inglés
comenzó a pasar progresivamente a manos alemanas. Los alemanes continuaron el comercio
con Venezuela utilizando a Saint Thomas como puerto de escala, pero ahora las mercancías
salían desde los puertos de Hamburgo y Altona. Por esta ruta vinieron diversos productos
europeos a Venezuela, como la mantequilla danesa, para mencionar solamente uno, y se
introdujo un importante saber culinario, gracias a la inmigración de mujeres de la isla que se
desempeñaron en nuestro país como cocineras de la aristocracia extranjera y criolla caraqueña.
Esta diferenciación del aporte a nuestra gastronomía nos obliga a realizar una primera
distinción importante entre los aportes de ingredientes, de una relativa facilidad de
identificación, y los aportes de técnicas, utensilios y saberes culinarios, que no resultan
fácilmente identificables, a menos que uno haya realizado una investigación histórica profunda.
Pero, en realidad todos esos elementos son importantes para estudiar las influencias de otras
culturas al desarrollo de la gastronomía nacional. Desarrollemos un poco más esa primera
distinción.
El saber culinario es la manera cómo el que cocina hace lo que hace, es decir, la manera
cómo cocina. En ese concepto entran muchas cosas: el agente culinario; la receta que emplea;
los ingredientes que incorpora; el manejo de utensilios y artefactos culinarios; las técnicas de
conservación, cocción y preparación de alimentos empleadas; el conocimiento del arte de
combinar alimentos siguiendo ciertos criterios nutricionales, dietéticos, estéticos y de economía
doméstica, así como algunas normas de presentación de los alimentos en la mesa y, por último,
la imaginación creativa del agente culinario, que es un factor muy importante en el
enriquecimiento de la gastronomía de cualquier pueblo. De todo ello surge la cocina regional y
nacional, tanto la cocina doméstica o popular, del ama de casa, como la cocina innovadora del
cocinero profesional.
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Tomemos sólo uno de estos elementos para explicarnos mejor; digamos, una receta, su
difusión y estructura. Las recetas de cocina se transmiten de manera oral, o por anotaciones
informales, o a través de libros o cursos de cocina. Cuando un agente culinario emigra, por
ejemplo una cocinera llegada de San Thomas para trabajar en un hogar caraqueño, se traslada
siempre con su saber culinario, es decir, carga, además de sus pocos bienes materiales, con sus
bienes culturales. Y los trasmite a como dé lugar. Permítaseme citar un poco en extenso al
gran maestro Fernand Braudel (1976: II, 145-147) para ilustrar este punto:
«Viajes de hombres; pero con ellos viajaban también sus bienes, los bienes culturales, los de uso diario y
los más inesperados…Pero la mayor parte de las transferencias culturales lleváronse a cabo sin que
conozcamos los vehículos. Estos, en el Mediterráneo, son tan numerosos, unos más rápidos y otros más
lentos, y proceden en direcciones tan distintas, que no siempre es posible localizarlos en esa inmensa
estación de mercancías donde nada permanece en su sitio. Reconocemos un equipaje y se nos escapan mil;
faltan direcciones, etiquetas, y otras veces faltan el contenido o el embalaje… Desconfiemos de quienes
creen reconocer sin vacilar los equipajes (…) o de quienes, reaccionando contra aquéllos, niegan en
bloque todo empréstito de unas civilizaciones a otras, siendo así que, en el Mediterráneo, todo se
intercambia: hombres y pensamientos, artes de vivir, creencias y maneras de amar».
Estas influencias, difícilmente identificables, también tocan otros aspectos de la
gastronomía, como es el orden culinario. La cocina de una sociedad comprende,
representaciones, creencias, reglas y prácticas, que son compartidas por los miembros de una
cultura o de un grupo en el interior de una cultura. Eso es lo que se conoce como orden o
régimen culinario. En ese orden están integradas las clasificaciones culinarias (la manera como
una sociedad divide sus recursos alimentarios en «comestibles» y «no comestibles») y las reglas
culinarias (que gobiernan el consumo de alimentos y el comportamiento del comensal, como
son, por ejemplo, los horarios de comida y las maneras de comer). Tal como sucede con la
gramática en el lenguaje, el orden culinario debe ser respetado en la alimentación, pues su
transgresión puede ocasionar algún tipo de inconformidad social y convertir al alimento en
indeseable. Todo eso se inscribe dentro de un sistema alimentario. En ningún caso debemos
olvidar que la alimentación es un acto social total, que el ser humano es el único animal que
cocina y que, cuando come, no sólo está consumiendo alimentos sino también símbolos,
creencias, supersticiones, visiones del mundo, representaciones sociales, estatus o elementos de
prestigio social y económico, maneras de comer, modos de comportarse en la mesa, horarios,
etc.
Por otra parte, también debemos reconocer que es muy difícil que exista hoy en día,
especialmente dentro del marco de la creciente globalización en que vivimos, una cocina
original o pura, sin influencias externas, porque éstas siempre, afortunadamente, existen para
diversificar y enriquecer la dieta alimentaria. Imaginemos por un momento qué sería de la
alimentación en el Nuevo Mundo sin la introducción, a través de los conquistadores y
colonizadores españoles, de la carne de res o de pollo o de cerdo, de los huevos, del trigo, del
arroz, de la caña de azúcar, o del plátano y el banano, o, más tarde, en épocas de mayor
desarrollo tecnológico, de los modernos sistemas de refrigeración, o de algunas técnicas de
conservación de alimentos como la pasteurización, y de cocción, aplicando cocinas y hornos
que funcionan con electricidad o gas. O viceversa, qué habría hecho, por ejemplo, el
continente europeo sin el concurso alimentario de la papa, el tomate, el pimentón, el girasol,
el cacao, el pavo, o de muchas frutas como la piña o la papaya. O del tabaco, en su búsqueda
de placer. En rigor, los intercambios son tan frecuentes entre las sociedades humanas que la
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o de preparaciones tales como las empanadas argentina y chilena, al igual que antes lo hizo con
la empanada gallega.
En este artículo quisiera seguirle la pista a las influencias extranjeras recurriendo a otros
criterios, como es el estudio de la introducción en el país de algunos elementos particulares del
sistema culinario: ingredientes, utensilios y artefactos relacionados con los sistemas de cocción
y de conservación de los alimentos, recetarios y agentes culinarios; o el estudio de los aportes
de algunos agentes económicos o de una actividad económica en particular, o el estudio de la
evolución de algunos platos regionales o nacionales representativos de nuestra historia
gastronómica. En cada caso, utilizaré un ejemplo para ilustrar el desarrollo de esa influencia
directa o indirecta.
Pero su consumo de harina de trigo no se redujo a esta modalidad, sino que se extendió al
consumo de pastas alimenticias (tallarines, macarrones, espagueti, etc.) y al empleo de la harina
para la preparación de empanadas, pastelitos, arepas andinas y tortas caseras (Abreu y Ablan,
1996: 41-42, 50).
El consumo de arepa, el pan popular del venezolano, hecha con harina de maíz, exhibió
durante mucho tiempo una tendencia a la disminución. La aparición de la harina precocida de
maíz a comienzos de la década de 1960 provocó un cambio violento en la tendencia a la
disminución de consumo del maíz, porque a los venezolanos les resultaba ahora más fácil y
rápido que antes elaborar la arepa. Así se revertió la tendencia en la estructura del consumo de
carbohidratos, que beneficiaba al trigo en perjuicio del maíz, y se produjo uno de los cambios
alimentarios más importantes del siglo XX en Venezuela.
recetas, encontramos muchas que evocan tal influencia (Febres Cordero, 1899). Entre esos
platos, destacan el arroz a la milanesa, la macarronada a la italiana, el ravioli, la sopa de
tallarines, la carne frita a la italiana, la torta italiana, el queso de Flandes relleno, el bacalao al
estilo francés, el fricandó de ternera, la lengua a la habanera, el sancocho reinoso, etc. La
presencia de tantos platos «italianos» en ese recetario es consecuencia de la llegada de grupos
de inmigrantes italianos, particularmente procedentes de la isla de Elba, a Mérida, y de su
rápida integración a la vida social de la ciudad, de lo que da cuenta Mariano Picón Salas
(Cartay, 1997: 109-116).
A mediados del siglo XX, aparecieron algunos libros fundadores de nuestra moderna
gastronomía. Entre ellos, se cuentan el de Ramón David León, el de Mario Briceño Iragorry y
el de Graciela Schael Martínez. A partir de allí, fueron publicados en el país numerosos
recetarios que reflejan de una manera directa las diversas influencias que han marcado el
desarrollo de la cocina venezolana. Así aparecieron recetarios de cocina española, francesa,
italiana, árabe, peruana, caribeña, estadounidense, etc.
además un dancing, en el que se tocaba música en vivo por las noches, interpretada por la
orquesta The Sea Melody (Cartay, 1995: 262-264).
de caña de azúcar), tres de América (ají dulce, pimentón y tomate) y dos de Europa (aceite
vegetal y salsa inglesa), que adscribo allí por el procedimiento empleado en su elaboración.
Tomemos otra preparación tradicional navideña: el pan de jamón. Este pan, según una
documentada investigación de Miro Popic (1986), fue creado en Caracas, en la panadería de
Gustavo Ramella, que quedaba de Gradillas a Solís, en diciembre de 1905. Entonces, el pan
sólo traía jamón. Al año siguiente ya lo ofrecía la panadería de Montaubán, en la esquina de
Sociedad. En 1906 ya lo ofrecía la panadería de Banchs, en la esquina de Solís. En 1909 el pan,
además de jamón, llevaba pasas. En 1920 se le habían agregado aceitunas, almendras, nueces y
hasta alcaparras, pero luego sus ingredientes se redujeron al jamón, las aceitunas y las pasas,
además, por supuesto, de harina de trigo, huevos, mantequilla, leche, levadura, tocineta, agua
y sal. Todas las panaderías citadas estaban dirigidas por panaderos extranjeros que se habían
residenciado en Caracas.
Estudiemos un pan reputado como andino: la almojábana. Este pan lo encontramos en
toda la región andina, pero también en Colombia y en algunas islas del Caribe. Al estudiar el
origen de esta receta, llegamos a la España del siglo XVI, cuando Rupert de Nola lo incluyó en
su libro de cocina fechado en 1525. Y si uno persiste en la búsqueda de un origen aún más
lejano, encontrará la receta en el Faddalat al-Jiwan, que es un libro de cocina hispano-árabe,
atribuido a Ibn Razin, aparecido entre 1248 y 1328. Pero su composición ya no es la misma de
antes, pues la harina de trigo fue sustituida por la harina de yuca. De tal manera que aquel
panecillo árabe, cuyo nombre procede de almugábbana: composición de queso, dejó de ser lo
que era y ahora es un pan andino (Cartay, 1995: 32-33).
(Corn Flakes), el Toddy, la Ovomaltina, los jugos de frutas a partir de concentrados de pulpa,
la Avena Quaker en hojuelas, distintos tipos de te, algunas clases de mermeladas, algunas
bebidas alcohólicas como el whisky, etc. Lo que antes se traía para un selecto grupo, ahora se
ofrecía en mayores cantidades y a menores precios para una cantidad de gente.
4. A MODO DE CONCLUSIÓN
Para terminar esta somera aproximación al tema desde varios ángulos o puntos de vista ligados
a la historia social, me gustaría referirme al caso del desarrollo de la industria de la construcción
durante la época de rápida urbanización que conoció Venezuela a partir de las décadas de 1940
y 1950. En ese período, y concretamente durante el período del gobierno militar de 1948 a
1958, llegó al país un importante contingente de inmigrantes europeos, en su mayoría
españoles, italianos y portugueses. Esa mano de obra, que había expelido una Europa arruinada
tras la Segunda Guerra Mundial, tuvo un importante desempeño en la industria de la
construcción, en el desarrollo de la agricultura empresarial y en la prestación de algunos
servicios privados urbanos ligados a la alimentación.
Aparte de la imagen excesiva, aunque verdadera en algunos casos, que veía a todos los
inmigrantes consumiendo una barra de pan con mortadela, acompañada por una pepsi cola
como bebida y un cambur como postre, consecuencia del fuerte espíritu de ahorro de una
comunidad pobre y desesperada que emigra en busca de mejores condiciones de vida, lo cierto
es que esos inmigrantes hicieron una gran contribución a la alimentación del pueblo
venezolano, ampliándola, diversificándola, enriqueciéndola. Los españoles enseñaron, por
ejemplo, a preparar y amar la paella, una paella distinta a la que se hace incluso en la propia
España, o a apreciar la tortilla de papa y los pasapalos, que es nuestra manera de llamar a las
famosas tapas españolas. Los italianos nos enseñaron a comer los «espaguetis» con sus distintas
salsas (a la boloñesa, a la napolitana, al pesto, a la carbonara, a la vongole, etc.), la pizza, el
gnocchi (nuestro ñoqui), la polenta o el bistec a la milanesa. Los portugueses, en sus
panaderías, nos fueron enseñando a apreciar aún más las distintas posibilidades de preparar y
presentar el pan salado de trigo, que fue durante mucho tiempo, y aún sigue siendo, uno de
los alimentos urbanos por excelencia. Lo mismo puede decirse de otras oleadas inmigratorias,
como la caribeña o la sudamericana, que, en distintas épocas, influyeron sobre el desarrollo de
nuestra gastronomía. De esta manera, sumando los distintos aportes externos a las
disponibilidades propias, se ha ido conformando la cocina venezolana. Eso es importante
reconocerlo, porque el régimen alimentario constituye uno de los rasgos identitarios más
importantes y reveladores de cualquier cultura.
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