M3L2
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Introducción
Klein adoptó el término "posición" para darle una mirada diferente a su modelo de desarrollo. Deseaba tomar distancia
de la idea de que el desarrollo se daba por fases o etapas (como habían sido descriptas hasta el momento las fases
del desarrollo libidinal por Freud y Abraham), ya que para ella estos estados no son tan definidos, sino que se
superponen y fluctúan.
Hasta el momento, el término "posición" designaba posiciones libidinales: homosexual, heterosexual.
Con este modelo del desarrollo psíquico, Klein sienta las bases para lo que luego autores posteriores describieran lo
que conocemos como "parte psicótica" y "parte neurótica" de la personalidad.
1. El concepto de "posición"
El concepto de "posición" en la teoría kleiniana se transforma en un eje central de sus desarrollos y constituye, a la
vez, una formulación novedosa en la perspectiva psicoanalítica.
La originalidad del enfoque está en que el término "posición" ubica al self en una determinada perspectiva en relación
con los objetos, tanto internos como externos.
El término "posición" fue viviendo transformaciones, ya que, al comienzo, tenía un sentido de fase, pero, en la
evolución de sus desarrollos, Klein termina por definirlo.
Para la autora, una posición es "una configuración específica de relaciones de objeto, ansiedades y defensas que
persisten a lo largo de toda la vida" (Segal, 1964), y describe así dos grandes constelaciones básicas de
funcionamiento mental: la posición depresiva y la posición esquizoparanoide.
Entonces, cada posición va a implicar un modo de relación objetal, lo que va a despertar un conjunto de ansiedades y
defensas características para protegerse de dichas ansiedades.
Entonces, en cada una de ellas vamos a encontrar lo siguiente:
Con la formulación de la idea de posición, que implica un concepto más espacial que temporal, se ubica al yo en una
determinada perspectiva y posición en relación con los objetos tanto internos como externos (Tabak de Bianchedi,
Antar, Fernández Bravo, Grassano, Miravent y Wasserman, 1983).
Con este significado [de posición], las posiciones no solo implican una secuencia cronológica, sino que
denotan una movilidad permanente, que persiste a lo largo de toda la vida [la negrita es nuestra]. Su motor
es la progresiva movilización y resolución de las situaciones de ansiedad, que llevan al establecimiento de
sucesivos modos de relación de crecimiento y que operan como pilares de la estabilidad mental. {Tabak de
Bianchedi et al., 1983, p. 360)
El concepto de "posición" fue continuado por los poskleinianos, lo que permitió ampliar el campo de psicoanálisis con
su teoría y abordaje clínico a la exploración detallada de los modos de funcionamiento primitivo del psiquismo, los
modos de funcionamiento de la psicosis y esquizofrenias, así como la elaboración de teorías del pensamiento (Bion),
entre otros exponentes de la escuela inglesa.
La posición esquizoparanoide
Esta posición es la primera en la evolución psíquica, la que transita el psiquismo desde el nacimiento durante los
primeros meses de vida, a pesar de que M. Klein la describe teóricamente diez años más tarde que la posición
depresiva.
Desde los comienzos de la vida, el bebé no logra reconocer la diferencia entre la realidad interna y el mundo exterior.
Como describimos anteriormente, el psiquismo temprano opera bajo el principio de omnipotencia en la necesidad de
fantasear que controla los objetos, ya que para el yo temprano, la realidad objetiva, de espera, insatisfacciones,
experiencias de frustración, se hace intolerable todavía.
Por este motivo, decimos que las relaciones que entabla con los objetos en esta posición son parciales, ya sea en un
sentido anatómico (pecho, pene) o emocional: el que satisface es bueno, el que frustra es malo.
las relaciones de objeto existen desde el comienzo de la vida, siendo el primer objeto el pecho de la madre,
el que es escindido en un pecho bueno (gratificador) y en un pecho malo (frustrador), conduciendo a una
separación entre amor y odio. (Klein, 1991, p. 254)
La ansiedad básica predominante en esta posición es paranoide, vivida como amenaza de aniquilación del yo, pues
son sus propios impulsos destructivos los que se dirigen al pecho. Los ataques se presentan en dos líneas: una es el
impulso predominantemente oral de chupar hasta vaciar, arrancar con los dientes, robar los contenidos del pecho y el
cuerpo materno, y la otra línea deriva de los impulsos anales y uretrales que implica expulsar sustancias peligrosas
fuera del yo y dentro de la madre Uunto con partes escindidas del yo).
La ansiedad es paranoide, y el yo teme ser aniquilado debido a que en el psiquismo infantil opera el mecanismo de la
retaliación: "ojo por ojo, diente por diente".
La ansiedad paranoide puede verse aumentada por la intensidad de la envidia primaria-constitutiva que, frente a
ciertas circunstancias ambientales adversas, verá intensificadas sus defensas de escisión y dará por resultado un
objeto extremadamente malo y persecutorio en contraposición con un objeto bueno e idealizado. En estos casos, la
posición esquizoparanoide se desarrolla patológicamente, con mecanismos defensivos como la fragmentación y la
identificación proyectiva, que son usados masiva y agresivamente. El resultado, en estas situaciones, podría ser
patologías severas, como trastornos del pensamiento o psicosis (Klein, 1945).
Por supuesto, estas ansiedades también están alternadas por experiencias gratificantes (fantaseadas y reales) que va
a vivir el bebé, de manera que la introyección de objetos buenos va a tener efectos estructurantes en el psiquismo y la
función fundamental de transformación de esas ansiedades paranoides, lo que va a dar lugar a la integración yoica y
al advenimiento de la posición depresiva.
Sabemos que es necesario que el individuo transite saludablemente esta posición para que pueda pasar a la
siguiente; de lo contrario, se corre el riesgo de quedar fijado a momentos tempranos del desarrollo con características
paranoides como en algunas psicosis o esquizofrenias.
La posición depresiva
El pasaje normal por la posición esquizoparanoide (PS), con sus procesos madurativos, que favorecen la integración,
hace que en un determinado momento del desarrollo mental el bebé pueda distinguir y reconocer a su madre -
representante de los objetos primordiales y significativos del entorno del niño- en un doble sentido. Por un lado,
anatómicamente, como persona física entera y ya no como pechos que lo alimentan, manos que lo sostienen, ojos
que calman o atemorizan, sino como una persona total; y, por otro, afectivamente, reconoce que el pecho que lo
gratifica y aquel que lo frustra son parte de esa persona total. De este modo, el bebé inaugura las relaciones objetales
con objetos totales.
Esta integración de su percepción del objeto es paralela a la integración de sí mismo. Entonces, va a empezar a
comprender que es él también el mismo bebé.
En el mundo interno del niño (ver concepto de "mundo interno"), el juego de introyección-proyección se da sobre el
mismo objeto que eventualmente gratificará o frustrará. Así vivido, este objeto se internalizará como objeto bueno e
integrador del yo y, a la vez, al que el yo le proyectará los impulsos agresivos y destructivos para protegerse.
El cambio en las relaciones objetales trae un cambio en el contenido de la angustia. Antes temía ser destruido por sus
perseguidores y ahora teme que su propia agresión destruya al objeto ambivalente y amado; entonces, la angustia
pasa de ser paranoide a depresiva.
En este momento, el bebé se invade de sentimientos de desesperación depresiva por la fantasía de haber destruido a
su madre, lo que le genera sentimientos de culpa, pérdida y duelo. Esta ansiedad depresiva que predomina, con la
caída de los mecanismos de omnipotencia y mayor principio de realidad, va a poner en marcha los procesos de
simbolización.
Las experiencias de frustración ponen en marcha el pensamiento, con la representación mental de los objetos y el
interés por conocer el mundo. Esto le va a permitir reconocer y discriminar progresivamente la diferencia entre lo que
pertenece a su realidad psíquica (mundo interno) y la realidad externa. El alcance y sostenimiento de la posición
depresiva traerán a la vida emocional del niño el reconocimiento de nuevos objetos sentidos como también totales, tal
es el caso del padre y los hermanos, pero también le acarreará el lidiar con nuevos conflictos, como los celos (ver
Complejo de Edipo temprano).
La defensa que caracteriza a la posición es la introyección. Hay menos escisión, y los ataques hostiles mediante la
proyección van disminuyendo paulatinamente.
Debido a la mayor capacidad de simbolización alcanzada, el niño va a poder poner en marcha un mecanismo que,
para Klein, es fundamental en la evolución psíquica: el mecanismo de la reparación. El objeto internalizado dañado y
a la vez amado podrá ser reparado (en la fantasía, por supuesto). Así, identificación introyectiva mediante, los objetos
van constituyendo el núcleo del yo.
Es decir, que, en la medida en que haya más integración, el psiquismo irá reparando esos daños a los objetos
amados, y si bien esto ocurre en la fantasía, redunda en los objetos reales (papá, mamá), en cambio, de afecto hacia
ellos.
Las dificultades en la elaboración y alcance de la posición depresiva (D) son posibles una y otra vez porque enfrenta al
psiquismo, a la responsabilidad y duelo. Por esto, Klein describe una serie de defensas propias de lo que ella
denomina "los umbrales" de la posición depresiva. Es decir, que cuando comienza a acercarse (en este movimiento
oscilatorio y permanente), vuelve a defensas más primitivas propias de la posición anterior. En estos casos, el niño
retorna a las defensas maníacas. La omnipotencia, el triunfo y la negación de algunos aspectos del objeto y su
necesidad de él ganan espacio en su realidad mental, y los mecanismos de escisión del yo y del objeto ganan
territorio. Las emociones y sentimientos de menosprecio, control y triunfo son predominantes. Ejemplo de esto serían
reacciones típicas en los niños, en sus acciones cotidianas, juegos y en sus fantasías, como "yo no fui" frente a la
fantasía de haber dañado el objeto (negación), "no te necesito", "a mí qué me importa" (desvalorización) "yo sé todo"
(triunfo).
Entonces, de cómo resuelva el niño el conflicto amor-odio, con qué capacidad de tolerancia al dolor y la culpa lo
enfrente, va a depender el desarrollo psíquico posterior, que va a conducir a la restauración del objeto, reparación o
sublimación, o al uso de mecanismos maníacos para enfrentar las situaciones de la vida.
M. Klein le da gran valor a este punto del desarrollo normal, puesto que la posición depresiva va a ser la primera
experiencia de duelo. Cómo la resuelva y con qué recursos desarrolle estas experiencias va a ser prototipo y modelo
de las futuras experiencias de duelo que deba afrontar ese sujeto en su vida.
A pesar de alcanzar la posición depresiva, estos movimientos oscilatorios entre estados de mayor o menor integración
psíquica van a estar presentes a lo largo de toda la vida (Ps ~D), no solo en el psiquismo infantil.
Pensemos una situación que ilustre esta oscilación. Si una persona neurótica adulta, que ha alcanzado un buen nivel
de integración yoica y adaptación a la realidad (por ende, ha alcanzado la posición depresiva) se viera expuesta a
atravesar una situación de duelo, la muerte de un afecto significativo, por ejemplo, sería probable que viva momentos
de desestructuración apelando a experiencias persecutorias o alucinaciones (como que esa persona le hable o se
mueva). ¿Esto significa que está enloqueciendo? No necesariamente: significa que ante experiencias excesivamente
traumáticas que el psiquismo no puede significar, la mente vuelve a funcionar transitoriamente con sus defensas más
primitivas, propias de la posición esquizoparanoide.
Esto sería lo que W. Bion, a partir de la teoría de las posiciones, describe lo que hoy conocemos como parte neurótica
y parte psicótica de la personalidad, con sus puntos de clivaje. Entonces, la medida en que una persona alterne en su
funcionamiento mental aspectos neuróticos con aspectos psicóticos (menos integrados) va a depender de la
capacidad de integración y elaboración de estas ansiedades primitivas desde la temprana infancia.
Veamos en la siguiente tabla un resumen de la teoría de las posiciones:
Tabla 1 : Teoría de las posiciones
Posición esquizoparanoide Posición depresiva
Relación de objeto: parcial Relación de objeto: total
Tipo de ansiedad: persecutoria Tipo de ansiedad: depresiva
Persecutoria. Preocupación por el yo en riesgo Preocupación por el otro. Responsabilidad
Defensas: Defensas:
Escisión: divide al yo y los objetos (bueno o malo). Reparación: es el mecanismo genuino que permite la elaboración
de esta posición.
• lntroyección Defensas maniacas:
• Proyección • Menosprecio
• Omnipotencia • Triunfo
• Negación • Desvalorización
• Triunfo
Características Características
• Temor a la retaliación, miedo a que el otro le haga • Sentimiento de culpa y responsabilidad
lo que él le hizo
• Tristeza, pena
• Emociones extremas y pasionales
• Noción de objeto ausente, función simbólica
2. Caso clínico
Veamos una viñeta clínica que nos va a esclarecer el concepto de "posiciones" con sus características.
Julia tiene 9 años y está en proceso terapéutico debido a que tiene miedos, miedo a ser asaltada, secuestrada. Los
temores se extienden a sus padres, en especial su madre y fantasea que algo le va a pasar a esta última si sale de su
casa.
Presenta un vínculo muy ambivalente con ella, a la que besa permanentemente y por momentos pelea férreamente.
Recientemente, la mamá perdió un embarazo, lo que la tuvo muy triste.
En sus sesiones, hace un despliegue de sus fantasías con los juguetes disponibles en la caja (ver técnica del juego).
"¡Vicky va a hacer trampas! ¡Vómitos en la heladera! ¡Revolvamos! ¡Ven, león! ¡Hace caca acá! ¡Qué asco! ¡La vamos
a mezclar con la comida! ¡Pis en la ducha! Así, cuando se bañan se ensucian ... Entre los libros, ¡¡arañas!!" (Despliega
una escena en la que los villanos entran a las casas y se encuentran con las trampas).
"De repente, Vicky se pone triste y dice 'Me sentí sola ... Tengo miedo ... Nadie me quiere. ¡Todos me tienen miedo!
¡¿Soy mala?!
"Así, Vicky le pregunta a su madre -representada por una muñeca Barbie- 'Mamá, ¿me quieres? ¿Me lo merezco?'
'¡Sí, hija, yo te quiero, soy tu mamá. La que no te quiere es tu tía -otra Barbie-, que se robó la perla azul, porque ella
quiere seguir siendo la más linda y tú ... ¡no vas a crecer! ¡No quiere que crezcas! ¡Para que no te parezcas a ella!"'.
La niña, sosteniendo a la muñeca que representa a Vicky, empuja a la Barbie que representa a la tía y la tira de la
mesa, y dice "Ya está. Se cayó al precipicio, ahora estamos tranquilas, mamá ... ".
La viñeta ilustra las fantasías operantes en el mundo interno de esta niña, que se expresa a través del juego y nos
muestra sus fantasías más arcaicas.
Julia fantasea ser atacada o dañada, pero esto no es más que una elaboración de su mente, que ha depositado en los
ladrones el temor. Vemos, entonces, cómo opera aquí el mecanismo de identificación proyectiva, descripto por Klein,
poniendo afuera aspectos de su mundo interno.
Vemos cómo la niña, atravesada por un conflicto que no ha podido elaborar aún (rivalidad edípica), escinde en su
mente lo bueno y lo malo, en los buenos y los villanos, en su personaje que oscila entre ser buena, atacar y sentir
culpa, pero también escinde la madre buena y la mala, representada por la figura de la tía.
Estos sentimientos de odio y agresión que la llevan a atacar después se vuelven contra ella cuando la madre mala (la
tía) no le permite crecer, lo que le despierta sentimientos de culpabilidad y fantasías de no ser querida, quedar sola y
necesitar castigo por ello.
El caso nos muestra cómo en este momento operan en la niña, fantasías de ataques, ansiedades predominantemente
persecutorias y defensas primitivas, como la variedad de impulsos orales (vómitos), anales (cacas) y uretrales (pis),
que, según Klein, aparecen juntos.
Esta situación interna es la que origina angustia y genera los síntomas en la niña, que tendrá oportunidad de elaborar
en el curso de su análisis.
Como sabemos, en la teoría freudiana la angustia es vista como un fenómeno más de la vida psíquica. Era un afecto
que Freud comprendía como un peligro o amenaza causada por un exceso de excitación sexual o libidinal que el
aparato psíquico no puede representar adecuadamente y, por lo tanto, busca descargarse para aliviar la tensión que
provoca displacer, según los principios que rigen el aparato placer-displacer.
Para Klein (1952), la angustia es el motor del desarrollo, a diferencia de Freud, para quien las pulsiones son ese
motor. El yo temprano del recién nacido siente la angustia desde el primer momento y tiene que promover operaciones
que lo protejan de ella.
Mientras que para Freud no existe el miedo a la muerte en el inconsciente, para Klein el yo temprano percibe la
amenaza de aniquilación y reacciona ante ella con primitivos mecanismos de defensa como la escisión (splitting en
inglés), la proyección y la introyección -que más adelante llamará "identificación proyectiva"-. Lo descripto persiste en
el inconsciente a lo largo de toda la vida.
Para ella, la angustia está siempre relacionada con el sadismo y la agresión, que, si bien al principio de su obra las
creía componentes libidinales de las experiencias emocionales (siguiendo fielmente a Freud), a posteriori las plantea
como componentes derivados de la pulsión de muerte o tanatos.
Si la angustia no es excesivamente intensa y, por ende, no moviliza intensos componentes de agresión, cumple una
función decisiva en el desarrollo. Fundamentalmente, porque el yo está obligado a hacer algo con ella, como generar
nuevos mecanismos de defensa y un creciente contacto con la realidad y los objetos.
La capacidad del yo para tolerar la angustia y los conflictos emocionales es un indicador de un buen desarrollo mental
y está directamente relacionada con la capacidad del yo de simbolizar, fantasear y crecer. Por otro lado, la intolerancia
del yo a la angustia y la incapacidad de manejarla genera detenciones en el desarrollo y patologías psicológicas de
variados tipos que pueden aparecer a lo largo de toda la vida.
Para finalizar, vale aclarar que Klein llama a la angustia de una manera característica: "angustias psicóticas". La
angustia está relacionada con las ansiedades tempranas que son propias de las posiciones infantiles y pueden frenar
la elaboración del complejo de Edipo.
Estos tipos de ansiedad son los siguientes:
• Ansiedades esquizoparanoides: el yo teme ser aniquilado por la angustia, responsable de los efectos
dramáticos (Tabak de Bianchedi et al., 1983) que dominan toda la escena mental en la posición
esquizoparanoide. Hay miedo al coito vivido como ataque destructivo y al interior del cuerpo de la madre como
un lugar peligroso, de donde se esperan los ataques retaliativos.
• Ansiedades depresivas: el yo teme la pérdida de su objeto amado y necesitado, a causa del daño que su
propia agresión puede haberle infligido. Hay culpa por dañar a la madre por sus propias fantasías agresivas y,
por supuesto, perderla.
A los dos tipos de ansiedad Klein los denominó "angustias psicóticas", debido a su gran intensidad y a su escaso o
nulo vínculo con la realidad externa. La elaboración positiva y sucesiva de cada una de ellas facilitará la disminución
de estas y la tramitación del complejo de Edipo temprano, como M. Klein lo describe.
Referencias
Klein, M. (1975). Envidia y gratitud y otros trabajos. Obras Completas. (Vol. 3). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Klein, M. (1975). Amor, culpa y Reparación. Obras Completas. (Vol. 1). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Segal, H. (1987). Introducción a la obra de Melaníe Kleín. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Tabak de Bianchedi, E. Antar, R. Fernandez Bravo, R. Grassano, E. Miravent, l. y Wasserman, M. (1983). Más
allá de la metapsicología freudiana. Los puntos de vista metapsicológicos de la escuela kleiniana. Revista de
Psicoanálisis, 40(2), 353-367.