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Emociones Enric Corbera

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3 Formas de entender las emociones

Las emociones nos sirven para adaptarnos al entorno,


son el lenguaje biológico que se expresa en nuestro
cuerpo y en nuestra vida.

1. Función biológica de las emociones.


Las emociones son un mecanismo de adaptación al entorno, frente al cual
generalmente, reaccionamos de manera inconsciente y automática. Estos
programas de reacción emocional son heredados de nuestros ancestros como un
código de relación específico con el ambiente. Su función es asegurar la
supervivencia de la especie.

Como resultado, el cuerpo reacciona a la emoción con una gama de cambios


físicos: desde un aumento de la frecuencia cardíaca y una respiración entrecortada,
hasta una debilidad en las piernas, labios temblorosos o piel erizada,… todos ellos
relacionados con la adaptación biológica del individuo a situaciones que vive en su
vida cotidiana. Resultando en un estrecho vínculo entre la salud y las emociones de
las personas. Ser conscientes de nuestras emociones implica conocer y ser
responsable de cómo nos relacionamos con el mundo.

2. Las emociones y la evolución.

Las emociones surgen de la inteligencia de la naturaleza misma y son las que


activan o desactivan las distintas partes del ADN, para que nuestro organismo se
adapte de forma óptima a las situaciones en las que surgieron. De esta forma,
nuestro ADN y su forma de expresarse –nuestro cuerpo-, se modificará y
evolucionará siempre en relación directa con la emocionalidad de la persona.

Tomar conciencia sobre nuestras emociones implica conocer y ser responsable de


nuestra forma de interactuar con nuestro entorno, para decidir la relación más
saludable que podemos establecer con él. De esta forma evolucionamos
personalmente como individuos, y colectivamente como especie.
3. Conexión de nuestras emociones con el Planeta.

Las emociones inciden directamente sobre el estado del campo electromagnético de


nuestro cuerpo. Según estudios realizados a través de satélites geoestacionarios
(GOES), parece haber una relación directa entre el campo magnético de las
personas, y el del planeta, por la que cambios en uno afectan de manera
instantánea al otro y viceversa.

Según el instituto Heartmath: “Las emociones afectan a nuestro cuerpo a través del
campo magnético, y la idea es que despertáramos a una conciencia total en donde
una gran cantidad de personas se centren en sanar sus campos magnéticos, y de
esta forma fortalecer el campo magnético terrestre.”

La Bioneuroemoción® nos invita a comprobar si vivimos en coherencia, es decir, si


lo que pensamos, sentimos y hacemos va en la misma dirección. Cuando vivimos
en coherencia alcanzamos la madurez emocional. Como nos dice Enric Corbera en
El observador en Bioneuroemoción: “La salud de la Tierra depende de la salud de
nuestros corazones, mejor dicho que la salud de nuestros corazones se expanda en
nuestras mentes y nuestros actos sean la manifestación de nuestra coherencia”.

“Regular las emociones es el próximo paso en la evolución humana.”

Howard Martin, pionero del instituto HeartMath.

¿Cómo pueden engañarnos con tanta facilidad los


trucos de magia? ¿Sabes en qué se basan nuestras
ilusiones de percepción? ¿En qué pueden influir estos
factores en tu día a día?
Susana Martínez-Conde, es neurocientífica y directora del laboratorio de
Neurociencia Visual del Instituto Barrow (Phoenix). Según esta coruñesa afincada
en EEUU, los trucos de magia dependen de la capacidad de canalización de la
atención de los espectadores de cada mago. Y, a partir de ahí, plantea que “el
mayor misterio de la magia está en nuestro cerebro”. Es decir, nuestro cerebro
procesa la información visual y construye la experiencia subjetiva a la que
nosotros llamamos realidad. A Martínez-Conde le interesa el estudio de los trucos
de magia porque afirma: “manipulan nuestra conciencia”.

Los trucos buscan romper la relación normal causa-efecto. Por ejemplo, si el


mago toca el conejo con la varita y éste desaparece, el espectador cree que la
causa de la desaparición es el toque con la varita. Al mismo tiempo, los magos
manejan a la perfección la dinámica tensión-relajación a la inversa: cuando
generan tensión no hacen nada y en cuánto ésta cae y el público se relaja, es
entonces cuando actúan. Nuestra atención se acaba centrando en el momento
que percibimos que puede haber acción y, aún sabiendo que es un truco el
cerebro responde a los estímulos.

La clave se encuentra en cómo tenemos estructurada


nuestra percepción predictivamente.
Hasta hace poco se consideraba que la ilusión era un error de la percepción pero
estudios recientes demuestran que no son excepción sino regla. “La única realidad
con la que convivimos de verdad es una simulación creada por nuestro
cerebro que a veces coincide con lo real y a veces no”. Más que percibir,
reconocemos lo que vemos según la información que ya tenemos.

De hecho, existe un dato neuroanatómico muy significativo, las conexiones


cerebrales que llevan información del cerebro a los ojos son mucho más
numerosas y amplias que las conexiones de la retina y la pupila con el
cerebro. Es decir, cuando vemos, actúa más nuestro sistema de interpretación y
reconocimiento que realmente nuestros organos sensoriales.

Nuestras experiencias siempre vendrán determinadas


por nuestra forma de ver y entender la vida, por
nuestras creencias y las creencias de nuestro sistema
familiar.
Para poder ver la realidad que nos rodea es fundamental, necesario y obligado
tomar conciencia de los filtros a través de los cuales percibimos. Confiar y tomar
por buena nuestra percepción es una forma de engañarnos que nos mantiene
atados a bucles de comportamiento y nos impide evolucionar y cambiar
nuestra vida.

Hay una frase que dice "Razonar es buscar razones para seguir pensando lo que ya
pensaba", todas las formas de ver el mundo son funcionales y adaptativas si
propician nuestro bienestar. Si no nos hacen ser felices cabría preguntarse ¿en qué
me sigo engañando para no ser feliz?

"Lo que vemos, oímos y sentimos se basa en lo que esperamos ver, oír y sentir”.

Susana Martínez-Conde.

Aprender a desaprender
¿Te cuesta deshacerte de viejas creencias? ¿Hay
partes de ti mismo que te gustaría cambiar pero se
resisten? En ocasiones para poder desarrollar otra
forma de ver nuestra vida, primero debemos aprender a
desaprender.

A lo largo de nuestra vida hemos aprendido muchísimas cosas, tanto en casa como
en la escuela. Hemos acumulado información sin filtrar, sin pararnos a distinguir
lo que nos sirve de lo que no nos sirve, lo que nos hace felices de lo que
simplemente nos ayuda a sobrevivir.

Y llega un momento en que, por las circunstancias que sean, nos encontramos en
un punto de inflexión, en un momento de balance de nuestra propia vida en el que
nos empezamos a cuestionar ciertos aprendizajes, algunos hábitos y muchas
inercias. Generalmente, llegamos a un momento así por un accidente, por una
enfermedad o por una experiencia dolorosa. Sabemos que necesitamos nueva
información, nuevas fuentes de inspiración, pero ¿por dónde empezar?

Además ¿Cómo es que lo que sabemos ya no nos sirve? Si hasta ahora hemos
funcionado de una manera, ¿Por qué ponemos en duda nuestra manera de
hacer las cosas? El simple hecho de hacernos estas preguntas nos convoca a una
mirada interior que, tal vez, hasta el momento no hayamos hecho o para la que
todavía no hemos encontrado respuestas. Cuando nos cuestionamos a nivel
personal estamos dudando de todo nuestro sistema e incluso de nuestras
relaciones.
Dejarnos de identificar con lo aprendido, cuestionar su
eficacia y preguntarnos qué hay de nosotros mismos en
nuestra conducta es el primer paso para integrar nueva
información.
Imaginemos por un momento que escribimos palabras nuevas en un cuaderno
encima de páginas ya escritas. En lugar de tener un nuevo texto, lo que
conseguiremos será una serie de garabatos ilegibles y confusos que, lejos de
ser una nueva información, nos impedirán la comprensión y la lectura.

Por ello es fundamental tener en cuenta que, incluso más importante que
aprender algo nuevo, es entender que nuestra forma de ver el mundo es
opcional y aprendida. Es muy complicado agregar información en espacios ya
ocupados. Antes de escribir nueva información tendremos que despejar el
cuaderno. Siguiendo con esta analogía, dice el psiquiatra húngaro Thomas Szasz
que “«borrar» un pensamiento requiere más de valentía que de inteligencia”.
Sería como soltar un flotador que un día necesitamos para sobrevivir pero que, con
el tiempo, la maduración y, sobre todo debido al cambio de circunstancias, ya no
necesitamos más.

La herencia que hemos recibido no es ni buena ni mala, es la que nuestro


sistema ha considerado adecuada para asegurar nuestra supervivencia. Nos la ha
trasmitido en forma de creencias y valores y se espera de nosotros que demos
continuidad a una forma concreta de vivir.

Por ello se trata de agradecer toda la información recibida como recurso para la vida
y valorar lo aprendido para poder seguir creciendo. Al comprender la intención
positiva de lo que nos enseñaron es cuando entramos en contacto con
nosotros mismos, dejamos de culpar y juzgar, y estamos preparados para
transformarlo.

Pongamos un ejemplo, una persona lleva toda su vida priorizando el trabajo a todo
lo demás, considerando que antes que la familia o el ocio, el trabajo es lo primero.
Un día decide que quiere cambiar su orden de prioridades, viajar más, pasar más
tiempo con los suyos… como esto es lo que desea, empieza a actuar en
consonancia, empieza a «hacer» todo aquello que considera acorde a su nueva
forma de ver su vida. Sin embargo, hay una parte que le inquieta, tiene
pensamientos llenos de juicio hacia sí mismo, hay facetas muy profundas de su ser
que le hacen sentir incómodo.

Cuando ejercemos cambios únicamente conductuales,


es como poner una venda en una herida sin haberla
curado previamente.
En este supuesto es importante entender que su actitud hacia el trabajo no es algo
fortuito o voluntario. Para que exprese esa conducta hay una serie de creencias
que estructuró en la infancia. En su sistema familiar esta creencia resultaba de
gran utilidad, es decir, tenía una buena razón inconsciente para haber elegido
esta actitud.

Un cambio a nivel profundo, implica comprender el origen de su forma de entender


el mundo y, poco a poco, poder ir «deshaciendo» estas creencias. A esto lo
llamamos aprender a desaprender.

De hecho, este nuevo sistema de creencias que elegimos, algún día también
quedará obsoleto, y debemos estar preparados para soltarlo cuando llegue ese
momento, agradeciendo todo aquello que nos trajo. Esto es poner nuestro
intelecto, nuestra mente y nuestra conciencia a nuestro servicio, y no al revés.

La Bioneuroemoción propone aprender a desaprender a través de la


autoindagación, gracias a toda la información que podemos observar en nuestras
proyecciones, nuestras relaciones y nuestras circunstancias.

“En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras
que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe.”

Eric Hoffer, escritor y filósofo estadounidense.

Nuestra forma de percibir el mundo está ligado


íntimamente con nuestra forma de percibirnos. Por ello,
lo que acabará determinando tener una vida plena y
satisfactoria o una llena de penalidades será nuestra
capacidad de amarnos a nosotros mismos.

Solemos poner fuera de nosotros la referencia de nuestra valía, valemos «lo que
nos dicen los demás que valemos». Sin embargo, es necesario recuperar ese
poder, ser capaces de desarrollar la capacidad de valorarnos desde dentro de cada
uno de nosotros. A continuación proponemos 5 claves para fomentar nuestra
autoestima:

● Dejar de esperar: Cuando pasamos épocas «de bajón» esperamos que algo
o alguien venga a rescatarnos con una palabra, con un gesto o con una
llamada. Si este periodo de tiempo se alarga puede que vivamos el día a día
a la espera de señales que nos envíen los demás. El reto es levantarnos por
la mañana sabiendo que vamos a gestionar la jornada que tenemos delante
solo por nosotros mismos, sin esperar que nada ni nadie resuelva nuestras
cosas. Con la certeza de que somos mucho más grandes que nuestros
problemas.
● Perdonarnos si volvemos a caer en nuestra inercia de exigir a los demás
que nos reconozcan en aquello en que nosotros mismos no nos apreciamos.
El perdón nos aleja de la culpa por todo lo que hicimos o lo que no hicimos, y
podemos volver a empezar. Al perdonarnos a nosotros mismos nos liberamos
de nuestro propio dedo acusador y liberamos a las personas que nos rodean
de nuestra demanda de atención. Alcanzar la madurez emocional pasa por
dejar de juzgarnos continuamente.
● Darnos permiso para ser lo que queremos ser y que hasta el momento no
nos hemos permitido ser. Recuperar ese niño o niña interior que en su
momento, y por las circunstancias que fueran, no pudo desarrollar sus
propias habilidades ni perseguir sus propios sueños. Generar el escenario
necesario para conectar con nuestro propio talento con la seguridad de que
nuestra misión en esta vida es justamente desarrollar lo que cada uno tiene
dentro de particular.
● Vivir el presente sin relacionarlo continuamente con el pasado. Lo que en su
día sucedió es lo que nos ha traído hasta aquí tal y como somos ahora. Y si
nos resulta inevitable comparar el presente con el pasado e incluso,
proyectarlo al futuro, que sea desde el agradecimiento a todas las
experiencias. Con la convicción de que todas las situaciones que hemos
pasado forman parte de nuestro camino particular para llegar a este momento
de reencuentro con nuestra esencia más profunda.
● Compartir lo que tenemos. Sea cual sea nuestra habilidad, nuestro talento o
nuestra chispa es fundamental no guardárnosla para nosotros. Ser valientes,
generosos y compartir todo nuestro potencial con las personas con las que
estemos en cada momento. Solo así vamos a permitir que crezca y se
desarrolle sin apenas esfuerzo, solo así vamos a dejar de exigir atención a
los demás para pasar a ofrecerles sin condiciones lo que sabemos hacer.

Cuando entramos en contacto con nuestro verdadero potencial no existen


dudas sobre la propia autoestima, al contrario, es cuando empezamos a vivir en
coherencia. Una coherencia muy similar con la forma en que viven los animales: en
armonía con su entorno, gestionando los conflictos para regresar al equilibrio
interno.

La consulta en Bioneuroemoción tiene como objetivo encontrar la información


inconsciente que nos condiciona en nuestra vida para poder alcanzar un estado de
paz interior y vivir en el bienser. A medida que consultamos por los distintos
conflictos que vivimos, vamos descubriendo el eje estructural en el que se
apoyan nuestros pensamientos y nuestros comportamientos. Es como si el
horizonte de nuestra vida se fuera despejando y pudiéramos empezar a andar con
serenidad. Para fomentar la autoestima la Bioneuroemoción nos invita a dejar de
esperar y pasar a la acción, a perdonarnos, a darnos permiso, a vivir el presente y a
compartir todo lo vivido en ese camino.

“Yo me quería un poco más a mí mismo que al principio del viaje y el mundo, contra
toda razón, me pareció benévolo ese día.”

Juan José Saer.

¿De qué dependes?


¿Estás pendiente de lo que dicen de ti? ¿Del humor de
tu pareja? ¿De las críticas de tus padres? ¿De las
exigencias de tus hijos? ¿De la forma de tu cuerpo?
Imaginemos un bebé que se cae aparatosamente al suelo, ¿qué es lo que hace
inmediatamente después? Mira a su alrededor buscando una figura de
referencia en la que basarse para desarrollar su respuesta emocional. Si ve su
madre asustada seguramente empiece a llorar. En cambio, si ve un rostro relajado
que no le da mayor importancia, es probable que no le genere un gran estrés la
caída, se levante y simplemente siga jugando.

Aunque pueda parecer una respuesta fruto de la falta de maduración psicológica


propia de esas etapas del desarrollo, lo cierto es que todos seguimos mirando a
nuestro alrededor de alguna forma buscando una pista de cómo «debemos»
reaccionar emocionalmente ante lo que nos sucede.

Aprendemos a sentirnos como dicta nuestro ambiente,


tanto emocional (el estado de ánimo de la gente que me
rodea), relacional (cómo las personas interactúan con
nosotros) e incluso atmosférico (si hace frío, llueve o
hace sol).

Continuamente ponemos la atención fuera de nosotros para comprobar cuál debe


ser nuestro estado de ánimo en relación a nuestro entorno más cercano. Hasta el
punto que si nos levantamos por la mañana y está lloviendo somos capaces de
ponernos de mal humor. Un día aprendimos a entregar nuestra esencia interior
a factores externos y nos convertimos en dependientes emocionales.

¿Qué porcentaje de tu bienestar depende de ti? ¿y de los demás? Una clara


señal de maduración psicológica se produce cuando desarrollamos una autonomía
emocional que nos hace capaz de entender y empatizar con el ambiente donde nos
movemos pero sin «contagiarnos» del mismo. Se trata de estar conectados con
nuestro alrededor pero manteniendo un estado de coherencia interna que nos
permita elegir cómo sentirnos a expensas de aquello que nos rodea.

Podemos seguir justificando nuestros estados


emocionales por aquello que hacen los demás,
culparlos de cómo nos sentimos, o tomar la decisión de
crecer como adultos emocionales y hacernos cargo de
nuestras emociones.

Una pregunta a tener en cuenta cuando sientas que dependes de algo o alguien es,
¿qué consigues a través de esa relación? ¿qué parte de ti mismo/a has
delegado fuera? ¿a quien has hecho cargo de lo que siempre fue tu
responsabilidad?. Siguiendo con la analogía del bebé que se cae, ¿a quien miro
cuando me sucede algo y no sé cómo me he de sentir?

En lugar de pararnos un momento a observar nuestra propia necesidad y usarla


para conocernos, buscamos compulsivamente la manera de llenarla para silenciarla
de una vez por todas. Nos engañamos pensando que hemos arreglado nuestro
problema por una satisfacción inmediata que viene de fuera (un abrazo, una
palmadita en la espalda o un rato de atención) en lugar de utilizar ese momento
para ver qué hay de nosotros expresándose en esa necesidad. Es decir, Buscamos
bienestar sacrificando el Bienser.

Parece que no podemos soportar ese instante de auto-reconocimiento de lo que nos


falta e inmediatamente queremos que acabe. La sensación de carencia va
cambiando de forma pero, en el fondo, siempre es la misma. Tratamos de que
todos a nuestro alrededor puedan ver nuestro vacío mientras nosotros mismos ni lo
miramos. Y así seguimos dependiendo de los demás, del entorno, de nuestro físico,
del clima, etc. aferrados a lo que no tenemos y, como en cualquier adicción,
convirtiéndonos en dependientes.

“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar
por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no
admite representantes.”

Jorge Bucay.
¿Cuál es el origen de la
soledad?
¿Alguna vez te has sentido solo/a? ¿Te has
preguntado qué hay detrás de este sentimiento?
¿Cómo podemos cambiarlo?
El concepto de soledad ha sido siempre fruto de debate y discusión a lo largo de la historia.
Actualmente, con el uso de nuevas tecnologías podemos comprender mejor qué efectos
fisiológicos pueden estar estrechamente relacionados con este sentimiento. Por ejemplo, el
doctor John T. Cacioppo investigó cómo afectaba la soledad en la expresión genética y obtuvo
resultados muy interesantes:

Dividió una muestra de 230 personas en dos grupos, uno donde incluyó las
personas que referían sentir soledad y en otro aquellos que decían sentir apoyo
social. Observó drásticas diferencias en 200 genes, estos genes estaban
relacionados con reacciones antivíricas y producción de anticuerpos. El grupo que
sentía soledad mostraba una llamativa menor actividad en la expresión de
estos genes mientras que el grupo que decía sentirse apoyado mostraba una
actividad muy superior.

Por lo tanto, concluyó que cuando nos sentimos


solos tenemos más predisposición a enfermar o
más dificultades para recuperarnos.
Sin embargo, el dato más significativo de este experimento es que lo que
determinaba la percepción de «soledad» no era el tamaño del tejido social de
los participantes, con cuanta gente hablaban a diario o con quién vivían. La
soledad partía de una percepción hostil del entorno, una especie de “decisión”
inconsciente que les hacía vivir desconectados emocionalmente de lo que les
rodeaba.

En línea con esta nueva definición, aparece el concepto de “soledad compartida”, a


través del cual podemos entender la soledad no tanto como la falta de presencia
física de otros seres humanos, sino como la incapacidad de conectar con ellos. Por
lo tanto, la soledad no sería tanto una situación social como psicológica. Es un
conflicto que puede sucederle con la misma intensidad tanto a un ermitaño que vive
aislado del mundo como a alguien que vive y trabaja en una gran ciudad rodeado
contínuamente de otras personas.

Paradójicamente, a veces, por no “estar solos”


experimentamos una soledad mucho mayor
alimentando relaciones a través de las cuales nos
sentimos cada vez más desconectados de nosotros
mismos/as, más lejos de nuestros deseos, nuestros
sueños y nuestras necesidades.
Sentirnos separados de lo que nos rodea solo refleja, en realidad, que hace tiempo
que nos abandonamos a nosotros mismos, que empezamos a vivir por otros
olvidándo qué queremos realmente que signifique nuestra vida, qué sentido
queremos darle a nuestra existencia y a todo lo que ello abarca.

La dureza con la que juzgamos los errores de los demás y la falta de confianza que
mostramos a las personas que nos rodean serán factores determinantes que
influirán en esta sensación de soledad. Soledad no es estar solo, soledad es
estar completamente desconectado de uno mismo. Es un rechazo hacia el
propio ser que se manifiesta en el rechazo hacia los demás.

Así, podríamos concluir que la soledad puede ser en realidad una oportunidad
que nos brinda la vida para conectarnos con nosotros mismos, aprender a
respetarnos y conectar con nuestra esencia. Toda relación sana y constructiva
parte de dos seres humanos capaces y autónomos. En muchas ocasiones
necesitamos mirar hacia dentro, conectar con nosotros y reconocernos para saber
que, en realidad, estar “solo/a” es una elección.

"No hay otra verdadera soledad que la soledad interior."


Thomas Merton

Heredamos mucho más


que genes
Todos hemos heredado rasgos físicos como el color de
ojos, el pelo o la altura pero, ¿eres consciente de toda
la información emocional que has heredado de tu
familia?

En el ámbito de la biología, Darwin y Mendel definieron el siglo XIX a través de la


evolución y la genética. En el siglo XX, Watson y Crick, con el descubrimiento de la
secuencia de ADN, plantearon una comprensión funcional de cómo interactúan
la genética y la evolución. En este siglo, el XXI, la Epigenética propone la
deconstrucción de estos dogmas para reconstruirlos de una manera mucho más
variada, compleja y humana. Las investigaciones epigenéticas revelan datos capaces de
reescribir la comprensión de la genética, la enfermedad y la herencia.

Nessa Carey es doctora en Virología por la Universidad de Edimburgo y es


profesora en el Imperial College de Londres. Paralelamente es directora de Ciencia
de la Epigenética en una empresa líder de biotecnología en el Reino Unido. En su
libro La Revolución Epigenética, define la epigenética como “el conjunto de
modificaciones de nuestro material genético que cambia la manera en que nuestros
genes se encienden y se apagan, sin alterar a los genes en sí mismos”.

Es decir, la epigenética ocurre “cuando un cambio


en el ambiente tiene consecuencias biológicas que
duran más que el evento que generó el cambio”.

En el libro describe un ejemplo que ilustra perfectamente el mecanismo epigenético.


La Dra. Carey se centra en un episodio concreto de la historia: casi al final de la
Segunda Guerra Mundial, ya se había realizado el desembarco de Normandía pero
el ejército nazi seguía ocupando buena parte de los Países Bajos. En esos
momentos, el nivel de hambruna ya era importante. Además, las últimas represalias
de los alemanes consistieron en embargar todos los transportes de comida. Esta
situación se agudizó entre noviembre de 1944 y mediados de 1945 y se conoce con
el nombre de Hambruna Holandesa. Por si fuera poco, se agravó por unas
condiciones climáticas de frío extremo en Europa Occidental. La gente comía hierba
y bulbos de tulipán. Murieron miles de personas.

Los supervivientes eran un grupo bien definido y todos ellos habían vivido un
periodo muy concreto de desnutrición. El excelente mantenimiento de los
registros holandeses ha permitido seguir los efectos a largo plazo de la hambruna y
sus resultados han sido sorprendentes. Uno de los primeros aspectos que se
estudió, fue el efecto de la hambruna en el peso al nacer de los niños que habían
estado en el útero durante ese periodo de tiempo “Si la madre había estado bien
alimentada alrededor del momento de la concepción y desnutrida sólo durante los
últimos meses de embarazo, su bebé tenía probabilidades de nacer con poco peso.
Si, por el contrario, la madre sufrió desnutrición durante los primeros tres meses de
embarazo era probable que el bebé tuviera un peso anormal”.

Hasta aquí el registro ofrece datos lógicos. Pero los epidemiólogos pudieron
estudiar estos grupos de bebés durante décadas y encontraron que los bebés que
nacieron pequeños, siguieron así toda su vida: podían comer lo que quisieran
y nunca engordaban, “sus cuerpos nunca se recuperaron de los primeros tiempos
de desnutrición”. En cambio, los niños que habían sido desnutridos solamente al
principio del embarazo tenían índices de obesidad más altos de lo normal y
otros problemas de salud añadidos. A pesar de que al nacer parecieron
perfectamente sanos.

“Los eventos que tienen lugar en los tres primeros


meses de gestación pueden afectar a un individuo para
el resto de su vida”.

Y aún más: “algunos de estos efectos parecen estar presentes en los hijos de este
grupo, es decir, en los nietos de las mujeres malnutridas durante los tres primeros
meses de su embarazo”. Esto plantea la cuestión de cómo los efectos siguieron a
las generaciones posteriores.

En Bioneuroemoción® sabemos que las experiencias vividas por nuestros


antepasados se pueden expresar en nuestra biología en el presente, y que las
emociones vividas durante la etapa de concepción, embarazo y los primeros
meses de vida de una persona influyen en su forma de percibir y vivir en el
mundo. La epigenética ofrece argumento científico a la búsqueda de la resonancia
en el árbol genealógico de las experiencias traumáticas de nuestros antepasados.
Somos la expresión de nuestros genes -genoma-, pero sobretodo, somos la
expresión de nuestro epigenoma. De alguna forma, nuestras vidas son la expresión
de estos programas; y cuanto antes tomemos conciencia de ello, antes tendremos
las herramientas que nos permitirán ser dueños de nuestros destinos.

“Si los genes fuesen palabras sueltas, la epigenética representa los puntos, comas y demás
signos de ortografía que nos permite entender una secuencia.”

Manel Esteller
¿Qué es tomar conciencia?
Con el tiempo nos damos cuenta de que repetimos
patrones en las relaciones, en el trabajo o en cualquier
otro ámbito y no sabemos por qué. Tomar conciencia es
comprender los aparentes sinsentidos de la vida.

Más de una vez nos hemos visto atrapados en situaciones que nos parece haber
vivido antes. Sin embargo, las repetimos. Es como si hubiera un mecanismo interno
que nos lleva a vivir en un bucle, haciendo las mismas cosas, generando los
mismos pensamientos. Parece que no nos sirve de nada saber que no nos
beneficia.

O, al contrario. Tenemos un familiar o un amigo atrapado en una situación en la que


le vemos sufrir y le insistimos en que resuelva de alguna manera porque nos cuesta
soportar verle en una circunstancia que nos parece perjudicial. En ambos casos,
tanto si nos pasa a nosotros como si les pasa a otros, encontramos a algo o a
alguien para echarle la culpa. Creemos que lo que nos molesta está fuera de
nosotros.

Nuestras experiencias no son casuales, no estamos mal


de la cabeza por hacer cosas ilógicas e irracionales.

Las situaciones que vivimos están directamente relacionadas con situaciones que
ya hemos vivido en algún momento anterior de nuestra vida y con situaciones que
vivió alguno de nuestros ancestros. Estamos procesando una información que es
propia de nuestro clan. Es como si sintiéramos el mismo sufrimiento que nuestros
antepasados en algún momento en el que temieron por su supervivencia cuando, en
realidad, nosotros no estamos en una situación que ponga en peligro nuestra vida.
Vivimos la misma emoción en un escenario distinto.
Tomar conciencia es hacer emerger esa información que está en nuestro interior y
comprender que estamos viviendo igual que lo hacían nuestros padres y nuestros
abuelos. A pesar de que nuestra circunstancia es diferente resolvemos las
situaciones de la misma manera.

Cuando comprendemos dejamos de posicionarnos,


perdonamos, nos liberamos del victimismo y
alcanzamos una madurez emocional.

Comprender no es lo mismo que entender. Comprender es una sensación que va


más allá de lo racional, es dar sentido a algo, aparentemente, ilógico.

Al tomar conciencia comprendemos para qué vivimos lo que vivimos. Lo único que
tenemos que hacer es aprender que las situaciones que vivimos en nuestra vida son
una oportunidad para crecer en nuestra experiencia de vida. Al tomar conciencia
dejamos de pensar y empezamos a hacer. Comprender lo que no tiene
explicación nos da paz y esa paz contribuye de forma muy clara a nuestro bienestar
emocional.

“Para ser diferentes de lo que somos, debemos tener cierta conciencia de lo que
somos.”

Eric Hoffer

3 libros para comprender a


los hijos
¿Te cuesta comunicarte con tus hijos?, ¿cada día es
más dificil entender sus reacciones y actitudes?
Cada proceso parental es único pero todos tienen
factores en común.
Nunca nos enseñaron a ser padres ni tampoco se lo enseñaron a nuestros padres ni a los
suyos. Tomar conciencia de nuestros referentes y de nuestros automatismos como
padres nos va a permitir cambiar la forma de relacionarnos con los hijos. A continuación,
recomendamos 3 libros que ofrecen herramientas para:

“Educar con conciencia”

Marta Butjosa, profesora y madre de dos hijos, nos plantea una pregunta fundamental: ¿Y si tus
hijos no fueran tuyos? ¿Y si se nos hubiera confiado su educación por un tiempo? ¿Haríamos lo
mismo que estamos haciendo? Nos propone ser conscientes de que “como padres, la realidad
que observamos no es “la realidad”, es nuestra realidad”. No podemos confundir nuestra
experiencia con la de nuestros hijos e hijas.

Nos dice que el primer paso para relacionarnos con ellos es ser responsables de nosotros
mismos. De esta manera no les cargaremos con “nuestros temas pendientes” y les podremos
permitir “ser como son y desplegar al máximo su personalidad, sus talentos y su vida». Este
libro es una herramienta para aprender lo que los hijos nos muestran de nosotros
mismos.

“Cómo hablar para los niños escuchen. Y cómo


escuchar para que los niños hablen.”

Las psicólogas Adele Faber y Elaine Mazlish aseguran que “cuando los niños se sienten bien se
portan bien”. Entonces, la cuestión es: ¿Cómo hacer que nuestros hijos e hijas se sientan
bien? Especialmente cuando nuestro día a día genera una dinámica cargada de órdenes, de
reproches y de castigos que, se supone, sirven para conseguir hacer todo lo que tenemos que
hacer: ir al colegio, realizar actividades extraescolares, mantener ordenada la casa, etc, etc.

Nos proponen ser muy concretos para comunicarnos: describir el problema, “hay una toalla
mojada encima de la cama”; dar información, “las toallas se dejan en el cuarto de baño”; decirlo
con una sola palabra “la toalla!” y expresar nuestras razones “no quiero dormir en una cama
mojada”. En el libro encontramos muchísimos ejemplos para no perder los nervios ante
sus sentimientos negativos, su frustración o su ira y nos ofrece recursos para expresar
nuestro enojo sin ser agresivos e incluso para encontrar alternativas al castigo.

“El cerebro adolescente”


Eveline Crone es profesora de psicología del desarrollo neurocognitivo en la Universidad de
Leiden y nos presenta las últimas investigaciones de neurociencia sobre el cerebro
adolescente. Tal vez si supiéramos que existen áreas del cerebro que nos ayudan a controlar el
rendimiento, que planifican y nos mantienen atentos en lo que hacemos y que siguen en
desarrollo hasta la vida adulta, podríamos comprender que para un adolescente no es tan fácil
realizar esos cálculos que para nosotros son automáticos.

En este libro descubriremos “cómo aprenden, cómo controlan sus pensamientos y acciones,
cómo planifican sus actividades, cómo autorregulan sus emociones y cómo piensan en sus
interacciones con los demás”. Sabemos que aumentar nuestro nivel de comprensión es
fundamental para poder establecer un nivel de comunicación más empático, más asertivo y más
eficaz con nuestros hijos e incluso con nosotros mismos.

“Cada día de nuestra vida hacemos depósitos en los bancos de memoria de nuestros hijos.”

Charles R. Swindoll.

¿De qué dependes?


¿Estás pendiente de lo que dicen de ti? ¿Del humor de
tu pareja? ¿De las críticas de tus padres? ¿De las
exigencias de tus hijos? ¿De la forma de tu cuerpo?

Imaginemos un bebé que se cae aparatosamente al suelo, ¿qué es lo que hace


inmediatamente después? Mira a su alrededor buscando una figura de
referencia en la que basarse para desarrollar su respuesta emocional. Si ve su
madre asustada seguramente empiece a llorar. En cambio, si ve un rostro relajado
que no le da mayor importancia, es probable que no le genere un gran estrés la
caída, se levante y simplemente siga jugando.

Aunque pueda parecer una respuesta fruto de la falta de maduración psicológica


propia de esas etapas del desarrollo, lo cierto es que todos seguimos mirando a
nuestro alrededor de alguna forma buscando una pista de cómo «debemos»
reaccionar emocionalmente ante lo que nos sucede.
Aprendemos a sentirnos como dicta nuestro ambiente,
tanto emocional (el estado de ánimo de la gente que me
rodea), relacional (cómo las personas interactúan con
nosotros) e incluso atmosférico (si hace frío, llueve o
hace sol).

Continuamente ponemos la atención fuera de nosotros para comprobar cuál debe


ser nuestro estado de ánimo en relación a nuestro entorno más cercano. Hasta el
punto que si nos levantamos por la mañana y está lloviendo somos capaces de
ponernos de mal humor. Un día aprendimos a entregar nuestra esencia interior
a factores externos y nos convertimos en dependientes emocionales.

¿Qué porcentaje de tu bienestar depende de ti? ¿y de los demás? Una clara


señal de maduración psicológica se produce cuando desarrollamos una autonomía
emocional que nos hace capaz de entender y empatizar con el ambiente donde nos
movemos pero sin «contagiarnos» del mismo. Se trata de estar conectados con
nuestro alrededor pero manteniendo un estado de coherencia interna que nos
permita elegir cómo sentirnos a expensas de aquello que nos rodea.

Podemos seguir justificando nuestros estados


emocionales por aquello que hacen los demás,
culparlos de cómo nos sentimos, o tomar la decisión de
crecer como adultos emocionales y hacernos cargo de
nuestras emociones.

Una pregunta a tener en cuenta cuando sientas que dependes de algo o alguien es,
¿qué consigues a través de esa relación? ¿qué parte de ti mismo/a has
delegado fuera? ¿a quien has hecho cargo de lo que siempre fue tu
responsabilidad?. Siguiendo con la analogía del bebé que se cae, ¿a quien miro
cuando me sucede algo y no sé cómo me he de sentir?
En lugar de pararnos un momento a observar nuestra propia necesidad y usarla
para conocernos, buscamos compulsivamente la manera de llenarla para silenciarla
de una vez por todas. Nos engañamos pensando que hemos arreglado nuestro
problema por una satisfacción inmediata que viene de fuera (un abrazo, una
palmadita en la espalda o un rato de atención) en lugar de utilizar ese momento
para ver qué hay de nosotros expresándose en esa necesidad. Es decir, Buscamos
bienestar sacrificando el Bienser.

Parece que no podemos soportar ese instante de auto-reconocimiento de lo que nos


falta e inmediatamente queremos que acabe. La sensación de carencia va
cambiando de forma pero, en el fondo, siempre es la misma. Tratamos de que
todos a nuestro alrededor puedan ver nuestro vacío mientras nosotros mismos ni lo
miramos. Y así seguimos dependiendo de los demás, del entorno, de nuestro físico,
del clima, etc. aferrados a lo que no tenemos y, como en cualquier adicción,
convirtiéndonos en dependientes.

“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar
por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no
admite representantes.”

Jorge Bucay.

¿Qué relación tienes con


tus padres?
Es necesario desmitificar la relación entre los padres y
los hijos: honrar a los padres es distinto que
obedecerles.

La relación entre cada uno de los padres y sus hijos/as es única en todas las
interacciones humanas. Ninguna de las relaciones que vamos a tener en el futuro va
a tener el mismo nivel de influencia mutua. En su estructura más básica influye
en la salud, el bienestar y la supervivencia de la especie. Lo ideal sería que “la
relación emocional, que co-construyen permita al niño, más allá de sobrevivir,
prosperar y alcanzar su potencial completo”.

Sin embargo, nadie nos ha enseñado a ser padres y todos hemos aprendido a
ser hijos en función de los padres que hemos tenido. Actualmente se está
tratando de suplir este déficit a través de distintas instituciones como la Universidad
de Padres, de iniciativa privada y propuesta por el filósofo José Antonio Marina para
acompañar a los padres en las diversas etapas del desarrollo de los hijos y con el fin
de encontrar el talento individual de cada uno.

Nuestra forma de pensar tiene mucho qué ver con la


información que hemos recibido.

La comunicación de la relación entre padres e hijos se canaliza a través de las


emociones y el comportamiento. Sin embargo pocos estudios han examinado la
regulación emocional como parte central del desarrollo del adulto. Aunque sí es
verdad que cada vez más existe la voluntad de abrir este ámbito al campo de la
investigación para ofrecer nuevas respuestas.

Ampliar las perspectivas para observar la relación entre padres e hijos es


imprescindible para poder cambiar nuestra experiencia como padres y como
hijos/as. La información se trasmite entre generaciones en forma de lealtades
invisibles para que haya alguien que la trascienda y libere un sufrimiento. Al
trascender se benefician los ancestros y los descendientes, y esto es un acto de
amor.

Amar es aceptar la libertad del otro.

Plantearnos qué relación tenemos con nuestros padres es cuestionarnos si


tenemos una relación basada en el amor o en la obligación mutua. Existen
relaciones familiares cargadas de reproches como "me sacrifiqué tanto por ti” o bien
“me debes esto y lo otro". Las consecuencias de una relación familiar llena de amor
o de desidia afectan no sólo a nuestro estado anímico sino también a nuestra
fisiología. Detectar y gestionar desde la coherencia las relaciones familiares
desequilibradas es el primer paso para alcanzar el bienestar emocional.
La Bioneuroemoción nos propone mirar la relación con nuestros padres desde un
punto de vista diferente, por ejemplo, nos invita a situarnos ante el reto de
preguntarnos ¿y si nosotros hubiéramos escogido a nuestros padres? Solo desde
esta perspectiva podemos empezar a detectar lo que hemos venido a aprender.
Cuando descubrimos qué teníamos que aprender de ellos, podemos comprender y
«perdonar» sus defectos y sus fallos. El mejor regalo que les podemos hacer es
tener una vida extraordinaria, brillar con luz propia, hacer y enseñar todo
aquello que ellos no pudieron o supieron hacer en sus vidas.

“El respeto a la autonomía y a la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no


un favor que podemos o no concedernos unos a los otros.”

Paulo Freire.

La proyección de la sombra
Cuando nos sentimos atacados, cuando nos molesta
algo de alguien estamos viendo la proyección de
nuestra propia sombra
Carl Gustav Jung (1875-1961) psicólogo y médico psiquiatra suizo, dedicó toda su
carrera al estudio de la psique humana. A lo largo de sus numerosos ensayos fue
desarrollando primero, su “Psicología Analítica” y, más tarde, lo que denominó
“Psicología Compleja”. Jung habla de la psique y no de la mente, porque, según él,
la psique abarca todos los procesos de la mente, los conscientes y los
inconscientes.

Entre muchas de sus aportaciones desarrolló el concepto de Arquetipo. Por


definición, un arquetipo es un modelo original, un ejemplo ideal o un prototipo. Un
símbolo reconocido por todos. Para Jung son la forma que le es dada a algunas
experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados. De alguna manera,
son como patrones de conducta que se heredan de generación en generación y que
están guardados en nuestro inconsciente.

Si por definición la sombra es inconsciente quiere decir


que estamos sometidos a ella.
Jung define el arquetipo sombra como el aspecto inconsciente de la personalidad
caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo Consciente no reconoce como
propios. El inconsciente lucha por mostrarse, pero es reprimido continuamente por
el ego. La sombra está formada por energía psíquica reprimida que se proyecta en
el exterior. Hay muchas formas de alimentar la sombra, Enric Corbera nos los
explica en este video. La más usual es la que conocemos como “luchar para ser
bueno”. Por eso Jung decía “Prefiero ser un individuo completo que una persona
buena”.

Podemos decir también que tenemos creencias-sombra que son las que controlan
nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros comportamientos. Cada
experiencia de la vida es una oportunidad de elegir de nuevo, una oportunidad de
enmendar viejos errores que nos permite crecer, experimentar y desarrollarnos.

Integrar la propia sombra nos va a permitir convivir con


nuestra luz y nuestra oscuridad. Nos va a permitir ser lo
que somos.
Todos tenemos una doble historia, la que mostramos y con la que nos identificamos
y la que ocultamos y a la que rechazamos. En Bioneuroemoción®, a aquello que
rechazamos lo llamamos ‘la historia detrás de la historia’. Es justamente esta
historia oculta la que nos hace repetir situaciones, dramas y patrones que no nos
benefician una y otra vez.

Cada persona tiene su sombra. Una manera de empezar a detectarla es cambiar


nuestro diálogo interno y aprender a distinguir que cuando nos quejamos de algo o
de alguien nos estamos quejando de algo propio. Por ejemplo, si nos lamentamos
de que nadie nos escucha, nos podemos preguntar si nos estamos escuchando a
nosotros mismos y así sucesivamente. La Bioneuroemoción® nos invita a reconocer
la propia sombra para encontrar nuestra plenitud.

“Las crisis son magníficas oportunidades para familiarizarnos con la sombra”.

Carl G. Jung.

Ser lo que somos


Este es el reto. Simplemente ser lo que somos. Y no lo
que nos dicen que somos, no lo que hacemos. El
desafío es decirnos, cada uno, Yo Soy, sin más, sin
añadir ninguna otra palabra. Y así, por fin, poder SER.

Sencillamente existir y ser consciente de la existencia, nada más. Darnos cuenta


que añadir cualquier palabra o adjetivo detrás del Yo Soy nos limita, nos
empequeñece. “El ‘yo soy’ es cierto. El ‘yo soy esto’ no lo es”.

Nisargadatta Maharaj (Bombay, 1897 - 1981) conoció a los 34 años a quien sería su
gurú, Sri Siddhararneswhar Maharaj y este encuentro le cambió la vida para
siempre. No tenía ningún yoga, sistema de filosofía o religión que ofrecer o predicar.
Todo lo que sabía y experimentaba era la naturaleza del ser. Cuando hablaba lo
hacía desde el conocimiento directo y decía que él solo contaba su propia historia.
No necesitaba ninguna prueba para sus palabras, ni ninguna autoridad que las
respaldara y cuando alguien le hacía una pregunta le instaba a que hablara desde
su propia experiencia y que no citara lo que otros han dicho.

En su libro “Yo soy eso” nos dice que para saber lo que somos primero debemos
saber lo que no somos. “Descubra todo lo que usted no es: el cuerpo, los sentidos,
los pensamientos, el tiempo, el espacio, esto o aquello. Nada, concreto o abstracto
que usted pueda percibir, puede ser usted. El propio hecho de percibirlo muestra
que usted no es eso que percibe”. Es decir, es como si no pudiéramos nombrar lo
que somos y solo nos podemos acercar a la esencia nombrando lo que no somos, y
en esa lista interminable de lo que no somos, nos descubriremos ilimitados.

Lo que somos no puede ser descrito.


La idea fija de que tenemos que ser una cosa u otra nos ciega. Nos obsesionamos
en buscar fuera lo que ya tenemos dentro, en nombrar lo que no tiene palabras para
ser designado. Liberarnos de nombres y de formas, nos libera de deseos y de
temores.

Empezar a ver lo que no somos es un primer paso de autoindagación, de


discernimiento, que facilita el desapego porque “permite ver lo falso como falso” es
decir, “descartar eso que se ha comprendido como falso”. Y nos advierte que “las
reacciones emocionales nacidas de la ignorancia o de la inadvertencia nunca están
justificadas. Busque una mente clara y un corazón limpio. Todo lo que usted
necesita es mantenerse tranquilamente alerta, indagando en la naturaleza real
de usted-mismo. Ésta es la única vía a la paz”.

Una mente clara no se preocupa por la causa de la


cosas, las acepta.
Una mente clara sabe que las cosas son transitorias: “deje venir lo que viene e ir
lo que se va -¿por qué aferrarse a las cosas?”. Y, si aún así, si tenemos un
problema o conflicto debemos “seguirle el rastro hasta la fuente. Solo en la
disolución del problema en los solventes universales de la indagación y el
desapasionamiento puede ser encontrada la solución justa”.

La Bioneuroemoción® es un método humanista basado en disciplinas científicas,


filosóficas y humanistas que estudia las emociones y su relación con las
creencias, la percepción, el cuerpo y las relaciones interpersonales. La
Bioneuroemoción® sugiere que el primer paso para vivir con conciencia es observar
al observador, es decir, observarnos a nosotros mismos para dejar de juzgar y
empezar a vivir sin posicionarnos.

La Bionoeuroemoción® no es un método terapéutico, ni una consulta psicológica, ni


un tratamiento que requiera un seguimiento personalizado. En una consulta en
Bioneuroemoción®, bajo una estructura de pregunta-respuesta, el acompañante
guía al consultante hasta la toma de conciencia que relaciona su conflicto con
distintos escenarios de su vida y con la resonancia en el árbol genealógico. Al tomar
conciencia cambiamos la percepción sobre la cuestión origen de la consulta. La
situación sigue siendo la misma, nuestra percepción ya no.

“Usted no puede ser algo perceptible o imaginable. Y sin embargo, sin usted, no puede haber
percepción ni imaginación”.

Nisargadatta Maharaj.

3 consejos para construir


un amor sano con tu pareja
Siempre estamos con quien debemos estar. Es una
gran oportunidad pero, en ocasiones, no es sencillo. Os
presentamos tres pautas que pueden ayudarte a
construir un amor sano con tu pareja.

1. Atención a lo que nos enamora.

Lo hemos vivido todos. Conocemos a alguien y tenemos una sensación en el


estómago, como si tuviéramos mariposas, y le decimos a la amiga o al amigo: «Me
acabo de enamorar». La mente necesita ponerle una etiqueta a la sensación física.
Aquello que nos enamora y que no tiene “explicación” está en relación directa
con nuestros programas inconscientes. Decimos que nos enamoramos cuando
resonamos profundamente con la información de otra persona.

Nos «juntamos» con esa persona para desarrollar aquel aspecto que necesitamos.
Sin embargo, precisamente esos aspectos que inicialmente nos enamoran
pueden ser los que más adelante no soportamos y nos molestan. La locuacidad
acaba siendo juzgada como verborrea, la firmeza como frialdad, el intelectual acaba
siendo un“sabelotodo” y aquel de quien nos atraía su ternura lo acabamos viendo
como débil... esto se produce bien porque no acabamos de integrar esa faceta en
nosotros y la juzgamos, o bien porque ya la hemos integrado y consideramos que
no necesitamos a esa persona para seguir nuestro camino. Tomar conciencia de
esto no significa tener que dejar a la pareja, al contrario, podemos optar por
evolucionar con ella.

2. Ser coherente.
Vivir poniendo atención a si lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos va
en la misma dirección. La Bioneuroemoción nos propone evitar hacer cosas que no
nos gustan por querer complacer al otro o, lo que es lo mismo, evitar empezar a
hacer cosas que no nos gustan sólo porque creemos que así el otro va a querer
estar con nosotros. Es importante mantener la individuación, darnos permiso para
seguir siendo nosotros mismos compartiendo la vida al lado de alguien que, a
su vez, se da permiso para seguir siendo él o ella misma.

Si en algún momento detectamos que esto no es así, nos podemos preguntar ¿Qué
es una pareja para mí? ¿Para qué queremos una pareja? ¿Para no estar solo/a?
¿Para no aburrirnos? ¿Para tener a alguien que nos cuide?, etc. Es fundamental
cuestionarnos continuamente para detectar nuestras propias incoherencias,
así, dejaremos de querer cambiar al otro para centrarnos en nuestra propia
evolución.

3. Vivir en conciencia de unidad.


Si pensamos que la otra persona viene a llenar nuestras carencias seguiremos
con ellas y cuando no tengamos al otro vamos a sufrir. En cambio si la persona
que está a nuestro lado nos complementa, eso nos beneficia porque nos enseña
algo que tenemos que aprender e integrar. Entonces, la otra persona es nuestra
bendición y no nuestra desgracia.

Cuando vivimos desde la conciencia de unidad dejamos de vivir en la proyección


para empezar a vivir en la extensión. Es decir, comprendemos que no hay dos, sino
una unidad que se complementa. Siempre estamos frente a nosotros mismos.
De esta manera podemos dejar de ser lo que pensamos que somos para darnos la
oportunidad de ser lo que somos.

Cuando nos enamoramos lo primero que solemos querer es poseer al otro y,


cuando creemos que lo tenemos empezamos a tener miedo a perderlo o a perderla,
entonces nos descubrimos posesivos. Esa es la primera muestra de la carencia de
amor hacia uno mismo. El auténtico amor no ata a nadie, no quiere poseer. El
amor más libre es vivir con alguien el momento presente, sin rencores por el
pasado, ni miedos por el futuro; sino con agradecimiento hacia la otra persona, por
compartir la vida y ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos.

“Las personas que disfrutan relaciones satisfactorias y estables son seres equilibrados. No
andan en busca de alguien que "llene un hueco". Reconocen su propia valía”.

Andrew Matthews
Bienser: el verdadero
bienestar
Las palabras no reflejan lo que verdaderamente somos,
ni lo que podemos llegar a ser. Cuando nos definimos,
limitamos una parte de nuestra personalidad. A
continuación veremos en qué se diferencian los
conceptos “ser” de “estar” y por qué es tan importante
saber cuándo usar adecuadamente cada palabra.

Desde que somos niños vamos atribuyéndonos las características que los demás
ven en nosotros. Las expectativas, prejuicios y proyecciones de nuestros padres
primero. Más tarde, nos identificamos con los comportamientos que nos hacen
encajar en una cultura determinada en general y también en un grupo social en
particular.

Hasta que llega un momento en que no sabemos distinguir la persona que


realiza los comportamientos de los comportamientos en sí. Ya «somos
valientes» en lugar de «comportarnos con valentía», «somos extrovertidos» en lugar
de «comportarnos de forma extrovertida», todo esto acaba sellando un pacto
implícito con uno mismo en el que todo comportamiento que se aleje de lo que
«creo que soy» es incorrecto o inadecuado. Sin embargo la vida, en sus continuos
vaivenes, va requiriendo de nosotros toda clase de reacciones para poder
actuar de una forma equilibrada y adaptativa.

Por ello, en ocasiones necesitaremos actuar, siguiendo con el ejemplo, de una


forma cobarde o introvertida. Imaginemos que viene un tigre hacia nosotros, más
valdría correr cobardemente que mostrar valentía, o quizás algún día necesitamos
estar con nosotros mismos y no nos sentimos con ganas de socializar, ahí
necesitaremos mostrar una conducta introvertida. En ambos casos, puede suponer
sufrimiento para aquellas personas identificadas con esta forma de estar ya que
sienten que traiciona su identidad.

Otro ejemplo que ilustra la importancia de esta diferenciación es cuando una


persona siente que «es débil» o «poco inteligente». Esta etiqueta se desarrolló a
raíz de una serie de experiencias vividas en su desarrollo y, al ser parte de su
estructura psíquica, tratará de confirmarla inconscientemente a lo largo de la vida.
Desprenderse de esta identificación será el primer paso para desarrollar otra
identidad más completa

Como dice Anthony de Melo: “Si crees ser lo que tus


amigos y enemigos dicen que eres, evidentemente no
te conoces a ti mismo”.
Como ya sabemos, el ego es todo aquello que creemos que “somos”, aquellos
estados que expresa el ser con los que nos identificamos. Cuanto mayor sea la
identificación del ego con aquello que cree “ser”, mayor será el posicionamiento y,
por lo tanto, más alargada y poderosa será la sombra que surgirá
complementariamente. Por ello, cada vez que confundimos nuestro ser con
nuestro estado, estamos dándole espacio y fuerza a nuestra sombra. La
etiqueta limita, es una forma de reducir el «ser» a su «estado».

Si vamos un poco más allá y hacemos una revisión de la etimología de la palabra.


En la lengua inglesa, por ejemplo, el verbo «to be» hace referencia tanto a ser como
a estar. Sin embargo en castellano, entre otros lenguajes, se hace una
diferenciación entre la esencia (el ser) y el estado (cómo se está manifestando
ese ser). Este matización es de enorme importancia ya que, cada vez que nos
identificamos con el estado que expresamos, estamos limitando todo nuestro
ser y reduciéndolo a una creencia de identidad.

Del mismo modo, la palabra inglesa “Wellbeing” podría


traducirse como “Bienestar” o “Bienser”; en este caso en
Bioneuroemoción contemplamos el “Bienser” como
objetivo en lugar del “Bienestar”.
Entendemos que desde un estado de centramiento y coherencia (Bienser)
podremos alcanzar muchos momentos de Bienestar, aunque el camino hacia
ese “Bienser” no tiene por qué experimentarse necesaria y continuamente
como un estado continuo de Bienestar...

Para alcanzar este «bienser» es necesario vivir sin temer ni juzgar el malestar,
ya que uno sería inconcebible sin el otro.Transitar entre estados sin apegarse a
ninguno es lo que nos hace libres, lo que nos permite crecer, aprender y
evolucionar. Quizás la clave sea entender que soy mucho más de lo que
pienso, digo o hago, este puede ser el primer paso hacia la integración del ser.

“Cuando más tiende una cosa a ser permanente, más tiende a carecer de vida”.

Alan Watts
Ser lo que somos.

Este es el reto. Simplemente ser lo que somos. Y no lo


que nos dicen que somos, no lo que hacemos. El
desafío es decirnos, cada uno, Yo Soy, sin más, sin
añadir ninguna otra palabra. Y así, por fin, poder SER.

Sencillamente existir y ser consciente de la existencia, nada más. Darnos cuenta


que añadir cualquier palabra o adjetivo detrás del Yo Soy nos limita, nos
empequeñece. “El ‘yo soy’ es cierto. El ‘yo soy esto’ no lo es”.

Nisargadatta Maharaj (Bombay, 1897 - 1981) conoció a los 34 años a quien sería su
gurú, Sri Siddhararneswhar Maharaj y este encuentro le cambió la vida para
siempre. No tenía ningún yoga, sistema de filosofía o religión que ofrecer o predicar.
Todo lo que sabía y experimentaba era la naturaleza del ser. Cuando hablaba lo
hacía desde el conocimiento directo y decía que él solo contaba su propia historia.
No necesitaba ninguna prueba para sus palabras, ni ninguna autoridad que las
respaldara y cuando alguien le hacía una pregunta le instaba a que hablara desde
su propia experiencia y que no citara lo que otros han dicho.

En su libro “Yo soy eso” nos dice que para saber lo que somos primero debemos
saber lo que no somos. “Descubra todo lo que usted no es: el cuerpo, los sentidos,
los pensamientos, el tiempo, el espacio, esto o aquello. Nada, concreto o abstracto
que usted pueda percibir, puede ser usted. El propio hecho de percibirlo muestra
que usted no es eso que percibe”. Es decir, es como si no pudiéramos nombrar lo
que somos y solo nos podemos acercar a la esencia nombrando lo que no somos, y
en esa lista interminable de lo que no somos, nos descubriremos ilimitados.

Lo que somos no puede ser descrito.


La idea fija de que tenemos que ser una cosa u otra nos ciega. Nos obsesionamos
en buscar fuera lo que ya tenemos dentro, en nombrar lo que no tiene palabras para
ser designado. Liberarnos de nombres y de formas, nos libera de deseos y de
temores.

Empezar a ver lo que no somos es un primer paso de autoindagación, de


discernimiento, que facilita el desapego porque “permite ver lo falso como falso” es
decir, “descartar eso que se ha comprendido como falso”. Y nos advierte que “las
reacciones emocionales nacidas de la ignorancia o de la inadvertencia nunca están
justificadas. Busque una mente clara y un corazón limpio. Todo lo que usted
necesita es mantenerse tranquilamente alerta, indagando en la naturaleza real
de usted-mismo. Ésta es la única vía a la paz”.

Una mente clara no se preocupa por la causa de la


cosas, las acepta.
Una mente clara sabe que las cosas son transitorias: “deje venir lo que viene e ir
lo que se va -¿por qué aferrarse a las cosas?”. Y, si aún así, si tenemos un
problema o conflicto debemos “seguirle el rastro hasta la fuente. Solo en la
disolución del problema en los solventes universales de la indagación y el
desapasionamiento puede ser encontrada la solución justa”.

La Bioneuroemoción® es un método humanista basado en disciplinas científicas,


filosóficas y humanistas que estudia las emociones y su relación con las
creencias, la percepción, el cuerpo y las relaciones interpersonales. La
Bioneuroemoción® sugiere que el primer paso para vivir con conciencia es observar
al observador, es decir, observarnos a nosotros mismos para dejar de juzgar y
empezar a vivir sin posicionarnos.

La Bionoeuroemoción® no es un método terapéutico, ni una consulta psicológica, ni


un tratamiento que requiera un seguimiento personalizado. En una consulta en
Bioneuroemoción®, bajo una estructura de pregunta-respuesta, el acompañante
guía al consultante hasta la toma de conciencia que relaciona su conflicto con
distintos escenarios de su vida y con la resonancia en el árbol genealógico. Al tomar
conciencia cambiamos la percepción sobre la cuestión origen de la consulta. La
situación sigue siendo la misma, nuestra percepción ya no.

“Usted no puede ser algo perceptible o imaginable. Y sin embargo, sin usted, no puede haber
percepción ni imaginación”.

Nisargadatta Maharaj.

Este es el reto. Simplemente ser lo que somos. Y no lo


que nos dicen que somos, no lo que hacemos. El
desafío es decirnos, cada uno, Yo Soy, sin más, sin
añadir ninguna otra palabra. Y así, por fin, poder SER.

Sencillamente existir y ser consciente de la existencia, nada más. Darnos cuenta


que añadir cualquier palabra o adjetivo detrás del Yo Soy nos limita, nos
empequeñece. “El ‘yo soy’ es cierto. El ‘yo soy esto’ no lo es”.

Nisargadatta Maharaj (Bombay, 1897 - 1981) conoció a los 34 años a quien sería su
gurú, Sri Siddhararneswhar Maharaj y este encuentro le cambió la vida para
siempre. No tenía ningún yoga, sistema de filosofía o religión que ofrecer o predicar.
Todo lo que sabía y experimentaba era la naturaleza del ser. Cuando hablaba lo
hacía desde el conocimiento directo y decía que él solo contaba su propia historia.
No necesitaba ninguna prueba para sus palabras, ni ninguna autoridad que las
respaldara y cuando alguien le hacía una pregunta le instaba a que hablara desde
su propia experiencia y que no citara lo que otros han dicho.

En su libro “Yo soy eso” nos dice que para saber lo que somos primero debemos
saber lo que no somos. “Descubra todo lo que usted no es: el cuerpo, los sentidos,
los pensamientos, el tiempo, el espacio, esto o aquello. Nada, concreto o abstracto
que usted pueda percibir, puede ser usted. El propio hecho de percibirlo muestra
que usted no es eso que percibe”. Es decir, es como si no pudiéramos nombrar lo
que somos y solo nos podemos acercar a la esencia nombrando lo que no somos, y
en esa lista interminable de lo que no somos, nos descubriremos ilimitados.

Lo que somos no puede ser descrito.


La idea fija de que tenemos que ser una cosa u otra nos ciega. Nos obsesionamos
en buscar fuera lo que ya tenemos dentro, en nombrar lo que no tiene palabras para
ser designado. Liberarnos de nombres y de formas, nos libera de deseos y de
temores.

Empezar a ver lo que no somos es un primer paso de autoindagación, de


discernimiento, que facilita el desapego porque “permite ver lo falso como falso” es
decir, “descartar eso que se ha comprendido como falso”. Y nos advierte que “las
reacciones emocionales nacidas de la ignorancia o de la inadvertencia nunca están
justificadas. Busque una mente clara y un corazón limpio. Todo lo que usted
necesita es mantenerse tranquilamente alerta, indagando en la naturaleza real
de usted-mismo. Ésta es la única vía a la paz”.

Una mente clara no se preocupa por la causa de la


cosas, las acepta.
Una mente clara sabe que las cosas son transitorias: “deje venir lo que viene e ir
lo que se va -¿por qué aferrarse a las cosas?”. Y, si aún así, si tenemos un
problema o conflicto debemos “seguirle el rastro hasta la fuente. Solo en la
disolución del problema en los solventes universales de la indagación y el
desapasionamiento puede ser encontrada la solución justa”.

La Bioneuroemoción® es un método humanista basado en disciplinas científicas,


filosóficas y humanistas que estudia las emociones y su relación con las
creencias, la percepción, el cuerpo y las relaciones interpersonales. La
Bioneuroemoción® sugiere que el primer paso para vivir con conciencia es observar
al observador, es decir, observarnos a nosotros mismos para dejar de juzgar y
empezar a vivir sin posicionarnos.

La Bionoeuroemoción® no es un método terapéutico, ni una consulta psicológica, ni


un tratamiento que requiera un seguimiento personalizado. En una consulta en
Bioneuroemoción®, bajo una estructura de pregunta-respuesta, el acompañante
guía al consultante hasta la toma de conciencia que relaciona su conflicto con
distintos escenarios de su vida y con la resonancia en el árbol genealógico. Al tomar
conciencia cambiamos la percepción sobre la cuestión origen de la consulta. La
situación sigue siendo la misma, nuestra percepción ya no.

“Usted no puede ser algo perceptible o imaginable. Y sin embargo, sin usted, no puede haber
percepción ni imaginación”.

Nisargadatta Maharaj.

Y empezar a vivir sin identificarnos con nuestro


personaje y conectar con nuestra esencia.

La Bioneuroemoción® sugiere que el observador establece un estado inicial de


partida. El observador percibe desde un estado de conciencia determinado y
en su vida manifiesta el complementario. Podemos ver lo que estamos
proyectando si ponemos atención en lo que estamos recibiendo. Es decir, de cada
situación que vivimos podemos aprender más sobre nosotros mismos. Cuando
calificamos un suceso como negativo tenemos una oportunidad para integrar una
nueva información y para hacer consciente un juicio que nos mantiene en la
polaridad.

Es posible dejar de creer que tenemos que vivir


comparándonos con otros, compitiendo con los demás,
defendiendo nuestras ideas y recuperar la paz interior
reconociéndonos parte de la naturaleza.
La clave consiste en tratar a las cosas como cosas sin permitirles que nos
traten como cosas, empezar a vivir sin identificarnos con nuestro personaje y
conectar con nuestra esencia. Comprender la necesidad de los opuestos sin
catalogarlos de buenos o malos sino comprendiendo que los ciclos de la vida se
necesitan unos a otros. Como la noche y el día, como el agua y el fuego.

Alan Watts (Londres, 1915 – California, 1973), fue filósofo, sacerdote anglicano,
escritor y conferenciante experto en religión. A través de sus numerosos libros y
artículos popularizó las filosofías asiáticas en occidente. Se interesó por el budismo
Zen, el taoísmo, el cristianismo, el hinduismo y obtuvo un doctorado honoris causa
por la Universidad de Vermont en reconocimiento a su contribución al campo de las
religiones comparadas. En su libro El Camino del Tao nos dice: “El hombre del Tao
vive en el Tao como el pez en el agua. Si intentamos enseñarle al pez que el agua
está físicamente compuesta por dos partes, una de hidrógeno y otra de oxígeno,
éste se ahogará de risa”.

Watts nos recuerda que vivimos ignorando que todos compartimos un espacio igual
que los peces comparten su medio, el agua, sin saber nombrarla. Para el autor “el
espacio y mi conocimiento del universo son lo mismo”. Sin embargo, al intentar
analizar cómo vivimos descomponemos cualquier objeto de estudio en partes y, en
consecuencia, proyectamos una imagen mecánica de su estructura. “La naturaleza
no posee ‘partes’ excepto las que determinan los sistemas humanos de
clasificación. El Tao es todo y es nada, no se puede nombrar igual que “no oímos a
la naturaleza jactarse de serlo”.

Si la naturaleza no tiene partes en las que dividirse todo


forma parte de ella.
Lo que en el Tao se llama “el principio yin-yang no es, por tanto, lo que
corrientemente llamamos dualismo sino, en todo caso, una dualidad explícita
que expresa una unidad implícita”. El mundo natural “no es un sistema lineal”
sino que “implica una infinidad de variables interactuando simultáneamente”. Es
decir, el principio ying-yang “afirma, pues, que los algo y los nada, los adentro y los
afuera, lo lleno y lo vacío; las vigilias y el sueño así como las alternancias de
existencia y no existencia, son mutuamente necesarios”.

Sin embargo, vivimos poniendo adjetivos a esta dualidad y clasificando lo que nos
sucede como bueno o malo según se corresponde con la convención establecida. El
siguiente cuento taoísta lo ilustra perfectamente: “Había un campesino cuyos
caballos huyeron. Aquella tarde, los vecinos se reunieron para compadecerse de él
puesto que había tenido tan mala suerte. Él dijo: «Puede ser». Al día siguiente los
caballos regresaron trayendo consigo seis caballos salvajes y los vecinos lo
felicitaron por su buena suerte. Él dijo: «Puede ser». Entonces, al día siguiente, su
hijo intentó ensillar y montar uno de los caballos salvajes, fue derribado y se quebró
un brazo. Nuevamente los vecinos fueron a expresar su compasión por la desgracia.
Él dijo: «Puede ser». Un día más tarde, los oficiales de reclutamiento llegaron al
pueblo para llevarse a los hombres jóvenes al ejército; pero como tenía un brazo
roto, su hijo fue excluido. Cuando los vecinos le comentaron cuán favorable se
había tornado la situación, él dijo: «Puede ser». La concepción yin-yang del
mundo es serenamente cíclica.

El objetivo de una consulta en Bioneuroemoción es la toma de conciencia que


propicia un cambio de percepción, facilitando de esta forma una nueva comprensión
de la situación de dificultad o estrés. Se trata de relacionarnos de forma distinta
nuestros conflictos para poder trascenderlos. Transformar la vida no quiere decir
que nada externo cambie, sino que la modificación de nuestra percepción sobre lo
que sucede genera una nueva experiencia personal. Es decir, comprender que
nuestras vivencias son el resultado de interpretaciones subjetivas que están
directamente relacionadas con interpretaciones que hicimos en el pasado, y
que hicieron nuestros antepasados durante sus vidas. Para seguir el ciclo de la
naturaleza, igual que el campesino del cuento, debemos vivir la vida sin
posicionarnos.

“Si quieres ver con claridad, no te posiciones".

Enric Corbera.

La proyección de la sombra
Cuando nos sentimos atacados, cuando nos molesta
algo de alguien estamos viendo la proyección de
nuestra propia sombra

Carl Gustav Jung (1875-1961) psicólogo y médico psiquiatra suizo, dedicó toda su
carrera al estudio de la psique humana. A lo largo de sus numerosos ensayos fue
desarrollando primero, su “Psicología Analítica” y, más tarde, lo que denominó
“Psicología Compleja”. Jung habla de la psique y no de la mente, porque, según él,
la psique abarca todos los procesos de la mente, los conscientes y los
inconscientes.

Entre muchas de sus aportaciones desarrolló el concepto de Arquetipo. Por


definición, un arquetipo es un modelo original, un ejemplo ideal o un prototipo. Un
símbolo reconocido por todos. Para Jung son la forma que le es dada a algunas
experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados. De alguna manera,
son como patrones de conducta que se heredan de generación en generación y que
están guardados en nuestro inconsciente.

Si por definición la sombra es inconsciente quiere decir


que estamos sometidos a ella.
Jung define el arquetipo sombra como el aspecto inconsciente de la personalidad
caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo Consciente no reconoce como
propios. El inconsciente lucha por mostrarse, pero es reprimido continuamente por
el ego. La sombra está formada por energía psíquica reprimida que se proyecta en
el exterior. Hay muchas formas de alimentar la sombra, Enric Corbera nos los
explica en este video. La más usual es la que conocemos como “luchar para ser
bueno”. Por eso Jung decía “Prefiero ser un individuo completo que una persona
buena”.

Podemos decir también que tenemos creencias-sombra que son las que controlan
nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros comportamientos. Cada
experiencia de la vida es una oportunidad de elegir de nuevo, una oportunidad de
enmendar viejos errores que nos permite crecer, experimentar y desarrollarnos.

Integrar la propia sombra nos va a permitir convivir con


nuestra luz y nuestra oscuridad. Nos va a permitir ser lo
que somos.
Todos tenemos una doble historia, la que mostramos y con la que nos identificamos
y la que ocultamos y a la que rechazamos. En Bioneuroemoción®, a aquello que
rechazamos lo llamamos ‘la historia detrás de la historia’. Es justamente esta
historia oculta la que nos hace repetir situaciones, dramas y patrones que no nos
benefician una y otra vez.

Cada persona tiene su sombra. Una manera de empezar a detectarla es cambiar


nuestro diálogo interno y aprender a distinguir que cuando nos quejamos de algo o
de alguien nos estamos quejando de algo propio. Por ejemplo, si nos lamentamos
de que nadie nos escucha, nos podemos preguntar si nos estamos escuchando a
nosotros mismos y así sucesivamente. La Bioneuroemoción® nos invita a reconocer
la propia sombra para encontrar nuestra plenitud.

“Las crisis son magníficas oportunidades para familiarizarnos con la sombra”.

Carl G. Jung.
¿Cuál es el origen de la
pasión en pareja?
¿Has sentido alguna vez que no pudiste continuar
una relación porque “se acabó el amor”? ¿Culpas a
tu pareja por no estar a la altura de lo que esperabas
o te sientes culpable por no cumplir sus
expectativas? ¿Cuál es la verdadera naturaleza del
amor y la pasión?

La pasión romántica es uno de los estados más satisfactorios e intensos que


podemos experimentar a lo largo de nuestra vida. Si sabemos gestionar este
poderoso sentimiento, tiene la capacidad de acercarnos a nosotros mismos y
conectarnos con una de las partes más íntimas y profundas de nuestro ser.
Sin embargo, cuando se vive sin conciencia y responsabilidad, también es un
estado en el que corremos el riesgo de desconectarnos de nuestras
necesidades y nuestro amor propio.

El sentimiento de totalidad que experimentamos cuando estamos enamorados, nos


puede hacer creer que solo tenemos la posibilidad de sentirnos así a través de
nuestra relación de pareja, por lo que atribuiremos la responsabilidad de nuestra
felicidad o nuestra desgracia a la persona que nos acompaña.

Esta energía que puede comenzar y sustentar una

relación, paradójicamente tiene la misma capacidad y

potencialidad para destruirla.

En las primeras fases del enamoramiento sentimos una profunda admiración por la
otra persona. Sin embargo, no es al ser humano que tenemos delante al que
estamos admirando, sino a una imagen interna que representa ciertas
características que necesitamos integrar. Es decir, la pasión no tiene tanto que
ver con la persona que tenemos delante, sino con nuestra manera de
percibirla y las expectativas que tengamos al respecto. Y, a su vez, estas
expectativas están condicionadas por nuestras creencias, carencias y necesidades.

Esta actitud nos puede llevar a manifestar conductas posesivas y dependientes e


incluso a dejar abruptamente la relación cuando sentimos que se ha terminado la
pasión. Entonces, transformamos nuestra vida sentimental en una búsqueda
compulsiva e ineficaz de la pasión. Cambiamos constantemente de pareja
intentando recuperar algo que, en realidad, siempre estuvo en nuestro interior.

Cuando nos hacemos conscientes y responsables del


origen de nuestro amor pasional, recuperamos la
posibilidad de disfrutarlo sin miedos ni apegos.

Mantener viva la pasión implica, por una parte, comprender que aquello que ves en
tu pareja, tanto lo que admiras como lo que rechazas, son cualidades que no
reconoces como propias y que, gracias a esa persona, puedes recuperarlas para
completarte. El miedo a la pérdida o al fin de la relación es una ilusión del ego.
Toda relación es pasajera, porque todas y cada una de las relaciones que
establecemos en la vida siempre tendrán un fin. Pero, al mismo tiempo, toda
relación es eterna, pues cada una nos aporta algo que formará parte de nosotros
para siempre. Independientemente de lo que dure, lo importante es la calidad del
vínculo y su capacidad para conocernos, aprender y evolucionar.

Cuando proyectamos nuestra felicidad en el otro, llegará un día en el que también


proyectaremos nuestra desgracia. Por tanto, la clave para establecer y mantener
relaciones equilibradas es responsabilizarnos de nuestro bienestar emocional y de
nuestra felicidad, dándole permiso a la persona amada para hacer lo mismo.
Conocerse a uno mismo y desarrollar nuestra autonomía emocional no es
solo una necesidad personal, sino el mayor acto de amor posible hacia
nuestra pareja.

“El amor hace que quieras ser una persona mejor. Vale, de acuerdo. Pero a lo mejor
el amor, el verdadero amor, te autoriza para ser simplemente la persona que eres.”

Gillian Flynn

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