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Adolfo Sánchez Vázquez Entrevista Complutense

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Adolfo Sánchez Vázquez Filosofía de las Ciencias Sociales y Humanas

ENTREVISTA

Teresa Rodríguez de Lecea | CSIC, Instituto de Filosofía, Madrid

P.- Quisiera, por favor, que nos narrara cómo fue su experiencia de exiliado. Cuáles fueron las circunstancias de su llegada a
México y cómo se desarrolló su vida en ese país, cuáles fueron los principales episodios que usted destaca en su evolución
intelectual ala retornar a la normalidad.

ASV.- Yo llegué a Veracruz el 13 de junio de 1939, en el Sinaia, con mi compañero Juan Rejano y el poeta Pedro Garfias.
Llegamos al puerto de Veracruz y y allí tuvimos una acogida muy calurosa de los "jarochos". Había cosas sorprendentes,
pancartas: "Salud a los españoles republicanos"; y también aquella otra que decía "El Sindicato de tortilleras os saluda".
Nosotros no teníamos ni idea de lo que significaba eso en México; el significado que conocíamos era el de España.
Estuvimos en el puerto de Veracruz unos días Rejano y yo, en el mismo hotel; era el mes de julio y hacía un calor insoportable,
sobre todo insoportable para nosotros. Además era época de lluvias, con ese modo de llover en el trópico, para nosotros
completamente insospechado. Pero en fin, veníamos cargados de ilusiones, de esperanzas. Todo nos parecía extraordinario: el
ambiente de Veracruz, que es muy alegre, que es lo que más se parece a lo español, sobre todo a lo andaluz; los jugos de
fruta, los bailes callejeros, en fin, la gente que nos saludaba muy afectuosamente en la calle, los intelectuales locales que se
acercaban a nosotros. Recuerdo que vino a vernos un día un poeta veracruzano desconocido y nos quiso leer a Rejano y a mi
su poema. Y claro, "Si, como no". Empieza a leer un poema que, más o menos, era toda la historia de la colonia, de la
conquista y todo lo demás, en octavas reales. Y cuando había leído ya un buen número de octavas reales, le preguntamos:
"Qué, ¿sigue todavía su inspiración dando fruto?". "Si, me quedan todavía unas trescientas octavas reales".
Bueno pues pasamos el tiempo así, hasta que llegó a los pocos días la posibilidad de venir a Méjico capital. Vinimos en un tren
de esos que aparecen en las películas de la época de la Revolución, con los soldados, la vigilancia en el tren y demás. Una vez
en el Distrito Federal, establecimos contactos con los organismos de ayuda. Nos daban un pequeño subsidio, unos cincuenta
pesos de la época, que eran mucho más que ahora, pero también muy poco. Era el último año de gobierno del general
Cárdenas, y había mucha inquietud, como pasa aquí siempre el último año del periodo sexenal. Sobre todo la derecha estaba
furibunda contra Cárdenas.

P.- ¿Era motivo de conflicto el tema de los exiliados españoles?

ASV.- Ese era uno de los pretextos para atacar a Cárdenas. De manera que no todo era de rosas, no. En aquella época, había
intelectuales que atacaban abiertamente a los exiliados, a los refugiados. Aunque hay que decir que la mayoría de los
intelectuales eran gente de izquierdas, como en general ha sido siempre la intelectualidad mejicana hasta hoy, y estos estaban
muy solícitos con nosotros. En fin, cada quien empezó a buscar, empezó a abrirse camino como pudo, con las ayudas que pudo
encontrar. Hay que tener en cuenta que si el Méjico de hoy tiene problemas todavía de limitaciones y carencias, que entonces
era mucho mayor. El medio intelectual era muy limitado, en la universidad no existían los profesores de carrera, los profesores
de asignatura. Un hombre como Gaos, que ya venía con un nombre, con un prestigio, inmediatamente fue incorporado a la
universidad, pero, desde el punto de vista de sus posibilidades de subsistencia, cobraba las horas que daba de clase, con lo
cual era imposible subsistir. Daba por aquella época seis u ocho horas diarias de clase, como cualquiera: en la Preparatoria, en
una universidad Femenina que había entonces, y donde podía. Si eso ocurría con Gaos, obviamente para la gente que
estábamos en condiciones más desventajosas, era mucho más duro. Por lo que a mi toca, peor todavía, porque yo en realidad
no había terminado mis estudios. Llegué a Méjico como estudiante, con lo cual, las posibilidades inmediatas de incorporarme a
la enseñanza a nivel universitario, eran muy difíciles. De todas maneras, nos fuimos abriendo camino.
Poco después de llegar tuvimos la oportunidad de fundar la revista Romance, que la fundó sobre todo Juan Rejano. El conocía
desde España al editor Rafael Jiménez Siles que había desempeñado un papel importante en aquella famosa Editorial Cénit de
antes de la guerra. Este Siles contactó enseguida aquí con medios políticos influyentes y alguno económico; y traía ya en
mente un proyecto, un plan editorial, que pudo poner en marcha.
En el comité de redacción original estábamos Antonio Sánchez Barbudo, el profesor que se fue hace mucho tiempo a Estados
Unidos, estaba Herrera Petere, que ya murió, el poeta Lorenzo Varela, joven entonces, también Sorela. El diseño y la parte
tipográfica corría a cargo de Miguel Prieto. La revista fue un hecho importante en la vida cultural de México, porque no existía
un semanario cultural de ese tipo. Fue importante sobre todo desde el punto de vista de la innovación tipográfica, del diseño, y
desde el primer momento la revista despertó un gran interés. Retrospectivamente yo lo considero un error, pero la Redacción
estaba constituida exclusivamente por nosotros, jóvenes intelectuales españoles. Aunque existía un Consejo de Redacción muy
amplio, donde estaban prácticamente todas las figuras más importantes de la intelectualidad mexicana de entonces. La revista
se hizo, y cuando habíamos publicado ya unos catorce o quince números, tuvimos un conflicto con Jiménez Siles, con el
director, porque algunos de los que estaban en el Consejo de Administración, sobre todo el novelista autor de El águila y la
serpiente, Martín Luis Guzmán, que era un escritor muy brillante, pero como persona un tipo de cuidado, se las arregló para
crear un conflicto que finalmente nos llevó a la ruptura, cuando se nos quiso imponer una serie de normas y comisiones para
poder seguir llevando adelante la revista. Bueno, esa fue nuestra experiencia en Romance. Previamente, había yo participado
con unas colaboraciones en la revista España peregrina, publicada por una institución que se creó a poco de llegar nosotros, la
Junta de Cultura Española, que presidía Bergamín, y a la que pertenecían todos los intelectuales más destacados. Estaba Xirau,
estaba Imaz, estaba Larrea, Gaos estaba también. Yo participé en España peregrina, publiqué un poema que había estado
elaborando casi desde la llegada, y una serie de notas de libros, que están recogidas en la revista.

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Esto era en el año 39 y el 40. Andaba yo viviendo como podía, haciendo algunas traducciones, alguna colaboración, hasta que
me surgió una posibilidad, que se la debo a una crítica de arte y política muy conocida en los años de la República, Margarita
Nelken. Ella me consiguió una plaza de profesor en la Escuela Normal de Morelia, comisionado por la Secretaría de Educación
Pública. Y, aprovechando este nombramiento, también la Universidad Michoacana me ofreció la posibilidad de dar clases en el
llamado Colegio de San Nicolás, que era entonces la Escuela Preparatoria de esa Universidad. Tenía una tradición histórica,
porque había sido Rector el Padre Hidalgo en la Independencia, y había desempeñado un papel importante en una época en las
luchas de los liberales. Se caracterizaba además por tendencias muy izquierdistas. Bueno, pues yo llegué a la Universidad de
Morelia, a la escuela Normal, para dar clases de Filosofía. Mi formación filosófica era muy incipiente. Hasta entonces yo casi
estaba más inclinado por la Literatura que por la Filosofía. Pero claro, tomé aquello con seriedad y con responsabilidad, y
pasaba horas y horas preparando la clase, leyendo y releyendo. Me acuerdo que a mi pobre esposa le explicaba mis clases. Y
decía: "Si tú me entiendes a Kant pues seguro que lo entienden los alumnos también".

P.- ¿Ya se habían casado para entonces?

ASV.- Si. Nos casamos al poco de llegar a Morelia. Nos hicimos novios aquí, aunque nos conocíamos desde España. Tuve buena
acogida en Morelia. Hacía varios años que no se daba clase de Filosofía en el Colegio de San Nicolás, por falta de profesor. Eran
clases multitudinarias, de cien a ciento veinte alumnos o cosa así. Yo no había dado clase jamás, y para mi era una experiencia
terrible. Además el alumnado, por un lado tenía unas tendencias políticas muy activas, muy izquierdistas, y por otro lado tenía
fama de ser muy levantisco. Yo realmente lo pude sobrellevar, pero había un profesor de Filosofía español que se llamaba
Marcelino Méndez, luego le perdí la pista completamente, que era un hombre preparado, mejor preparado que yo, porque ya
había hecho la carrera de Filosofía en España, y sin embargo no resistió a los alumnos. En cambio yo lo logré, a base de
firmeza, y al mismo tiempo con flexibilidad. Era un alumnado difícil. Recuerdo que a ellos les gustaba poner a los profesores en
unas situaciones un poco difíciles. Una vez me encontré en el tablero de anuncios de la escuela un anónimo donde me
atacaban bastante burdamente. Entonces yo, escribí al lado: "Al autor de este anónimo le espero mañana aquí, a las cinco en
punto de la tarde, a ver si tiene el valor de decirme directamente lo que me está diciendo aquí". Yo fui, claro, pero él no se
presentó. Pero corrió la noticia, y eso me dio prestigio y autoridad. Otro día los alumnos: "Profesor, estamos enamorados de su
corbata, ¡qué corbata tiene usted! ¿Por qué no la rifa?". Bueno, pues a rifar la corbata entre los alumnos.
Morelia era una ciudad muy pequeña entonces. Tenía apenas sesenta mil habitantes. Era una ciudad donde la universidad tenía
fama de levantisca y de izquierdista, pero la ciudad era completamente mocha y reaccionaria. Y las relaciones entre la
universidad y la ciudad eran siempre muy conflictivas. Por eso, nos fuimos a la calle. Recuerdo que en la Semana Santa los
alumnos hicieron una contra-procesión, completamente blasfema; cosas de ese tipo, sobre todo contra la iglesia. Pero nosotros
vivíamos a gusto. Aunque la ciudad era pequeña, había en la propia universidad un grupo de estudiantes muy inquieto y un
grupo de intelectuales, que hacían su revista, daban sus conferencias, sus recitales. Es decir tenía una buena relación con ellos
allí. Publiqué mi libro de poesía con su ayuda, que lo promovieron, pusieron el dinero y demás. De manera que yo estaba bien,
estaba contento. Hasta que estalló un conflicto que me obligó a tener que dejar Morelia.
Había salido ya Cárdenas y se había producido en México ese viraje a la derecha que representó Avila Camacho. Un poco en
contra de las tradiciones había sido nombrado un Rector, en cierto modo estimulado por el secretario de Educación, que era
avilista. Y se planteó un conflicto entre el Rector y el Gobernador, que era cardenista. Y el gobernador no sabiendo cómo
quitarse de en medio al Rector hizo una ley jurídicamente estúpida, que tenía carácter retroactivo, para sacarse de encima al
Rector. En un conflicto así la Universidad se solidarizó con el Rector, y prácticamente, como el gobernador era cardenista, pues
yo, en principio estuve con él.
Total. Estuve cerca de tres años en Morelia, pero me vine a la ciudad de México prácticamente sin nada. Empecé a hacer
traducciones, a hacer lo que podía, incluso para sobrevivir. Incluso novelé guiones cinematográficos. Recuerdo que
proyectaban la famosa película Gilda, de Rita Haywort. Me daban el guión en inglés, me proyectaban la película antes y me
daba dos meses de plazo para escribir la novela; era el plazo necesario para que la novela pudiera imprimirse y estar a tiempo
para distribuirse cuando llegara la película. La cantidad de cosas que tuve que hacer, traducciones de diferente tipo, sobre todo
de cosas literarias, o biográficas; entonces hice la traducción de "El retrato de Dorian Grey", de Oscar Wilde, "La vida de
Mahoma", de Washington Irving, el norteamericano. Tuve que defenderme como pude. Y por entonces me surgió también la
posibilidad de dirigir una casa, una especie de residencia o refugio para los que se conocen como "los niños de Morelia", los
niños aquellos que llegaron a México durante la guerra. Me dieron la dirección de una de las casas, en las que había veinte o
treinta alumnos. Pero estos muchachos no conocían a sus padres, habían salido con cuatro, seis u ocho años de sus casas, y
por razones muy explicables eran terriblemente rebeldes, terriblemente levantiscos. No había quien pudiera con ellos, y mi
esposa y yo, que éramos muy jóvenes entonces, no teníamos experiencia y sufrimos horrores con aquello. Hasta que yo dije:
"Ahí os quedais porque no hay quien os aguante". Yo había podido ya resolver, mas o menos mi problema económico. Un año
más o menos estuve con ellos.
Entonces la única posibilidad era sobrevivir de las traducciones, porque las clases eran muy limitadas. Durante el tiempo que
estuve en esa residencia aproveché para regularizar mis estudios en la facultad de Filosofía y Letras. Pude reanudar la carrera
simplemente porque conservaba el carnet de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid y una constancia de las materias en las
que estaba matriculado. Con eso me hizo Gaos, que había sido el último Rector de la Universidad de Madrid, un certificado
diciendo que el hecho de poseer esto significaba, desde luego que tenía el bachillerato, porque por lo menos, había cursado
estas materias que se cursan después de ese nivel. Y con eso me permitieron ingresar, aunque, claro, no me podía graduar
hasta que me llegara la documentación de España.

P.- ¿Nunca le llegó?

ASV.- Si. Cuando ya habían pasado ocho o nueve años, cuando ya iba a recibirme. Para el examen tuve que presentar todos
esos documentos, y por fin me admitieron. Así hice mis estudios de Letras completos. Había algunos buenos profesores en la
carrera de Letras: había un profesor mejicano, don Julio Jiménez Rueda, profesor de Literatura. Y estaba también un profesor
español, pero que no estaba como exiliado sino que había venido antes, huyendo de la guerra, discípulo de Menéndez Pidal,

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que se llamaba Amancio Bolaño Islas y daba Gramática Histórica y Fonología. Bueno, pues hice mis estudios completos, incluso
comencé a preparar mi tesis sobre "El sentido del tiempo en la poesía de Antonio Machado", y llegué incluso a publicar un
artículo que está recogido en mi Bibliografía, sobre "El sentido del tiempo en la poesía española". Pero no llegué a recibirme en
aquellos años, pues la necesidad de subsistir era apremiante. Yo ya había dejado la casa de estos niños de Morelia, tenía que
traducir día y noche y las condiciones de supervivencia eran muy difíciles. Por otro lado, nosotros teníamos una actividad
política muy intensa entonces. Yo era miembro del Partido y, además, el responsable de los intelectuales, que era un núcleo
importante; teníamos mucho trabajo en el seno de la emigración intelectual. Entre las exigencias de esta intensa actividad
política y las tareas de subsistir, dejé los estudios de la Facultad. Esto debió ser los años 44 o 45, y no volví a la Facultad, ya
para hacer estudios de Filosofía, hasta los años 48 o 49.

P.- ¿Qué fue lo que le decidió a ese cambio?

ASV.- Hay una explicación de tipo intelectual o teórica, y otra pragmática. La intelectual o teórica es que yo estaba ya muy
metido en la vida política, me consideraba marxista, y se me planteaba la necesidad de esclarecer en un plano teórico, la teoría
del marxismo. Además, yo traía de mis años de Morelia, casi tres años en los que había sido profesor de Filosofía. Y claro, la
experiencia docente me obligó a tomar en serio un trabajo de preparación, que permitió que yo acumulara un capital filosófico
que no era despreciable. Esa necesidad, por un lado, de la práctica política que exigía una serie de esclarecimientos de tipo
teórico, que el marxismo de entonces era un marxismo estrecho, cerrado, dogmático y que realmente ofrecía muy poca
perspectiva para un desarrollo práctico y personal. También era importante para mí lo que ya en cierto modo había acumulado:
ya tenía una formación filosófica que no era despreciable y que había que aprovechar. Y por otro lado, aunque conservaba mi
vocación literaria, y había escrito algo y me habían publicado unos sonetos en la revista de Octavio Paz en aquellos años. Pero
desde un punto de vista práctico o pragmático, para ser profesor de Literatura en México no había perspectiva porque
cualquiera se consideraba con posibilidades de hablar de Literatura. En cambio en Filosofía, las posibilidades eran mayores,
porque el campo era más restringido por las exigencias mismas del saber filosófico en este terreno. Eso hizo en cierto modo
que yo decidiera inclinarme por la Filosofía, desde un punto de vista profesional. Además, cuando volví a la Facultad, me
aceptaron como optativas aprovechables una serie de materias que yo había cursado en Letras y, por tanto, descargaron mis
obligaciones.
Tuve como profesores allí a Xirau padre, con el que hice un curso de Filosofía Contemporánea. Recuerdo que uno de los cursos
que dió fue sobre Heidegger, y ése fue uno de mis primeros contactos con ese autor; no el primero, que lo tuve en Morelia,
donde hice amistad con García Bacca, que había sido invitado como profesor visitante y estuvo allí como un par de meses.
Aunque él estaba casado, había ido solo y estaba yo todo el día con él. Por la noche nos reuníamos, paseábamos, y recuerdo
que él había hecho, para su propio consumo, una traducción de Ser y Tiempo que no se ha publicado. La que se publicó fue la
de Gaos. Pues me reunía con él, leíamos, y comentábamos textos de Heidegger. Por eso fue que después tomé este curso con
Xirau, y conservaba unas notas muy amplias que se las regalé a Xirau hijo.
Tuve también como profesor a Gaos, por supuesto. Estuve en su famoso seminario, que se ha vuelto casi mítico, sobre la
Lógica de Hegel, que duró cuatro años. De ese seminario recuerdo a Fernando Salmerón y a Alejandro Rossi. Nos examinamos
con el estilo concienzudo de Gaos, página por página. Cada quien se encargaba de exponer una categoría de la Lógica de
Hegel, y después se intercambiaba. Recuerdo que a mi me tocó la categoría de medida, de la Lógica. Gaos era un excelente
profesor, con su estilo muy personal, muy sincero. Había veces que decía él: "Toda la noche he estado trabajando con esta
categoría y casi no he entendido nada. A ver si entre todos logramos establecerla". Exageraba, claro. Descubrimos también un
truco para leer la Lógica. Hegel, después de su exposición tan abstrusa, siempre termina con un apartado que llama
"Observaciones". Todo lo denso, oscuro, terrible y pedregoso que es la parte anterior del capítulo, se hace muy clara y
accesible en las "Observaciones". Entonces descubrimos el truco y empezábamos primero por leer y discutir las
"Observaciones".
Yo con Gaos tenía buena relación en lo personal. Ya le había conocido en España porque, como te conté, presidía ese famoso
examen de ingreso, que era una masacre terrible. El era muy serio, muy responsable. Más tarde me quise recibir con una tesis
de Estética, "Conciencia y realidad de la obra de arte", en la que examinaba las tesis fundamentales de la Estética desde el
punto de vista marxista. Yo creía que era una cosa muy abierta y muy crítica del marxismo oficial en el campo de la Estética de
entonces, y, claro, después he visto que no, pero intentaba ahí una cierta apertura en la que yo me movía todavía dentro del
marco teórico general; esto era ya en el año 55 o cosa así. Me pareció entonces que era obligado, aunque fuera un campo que
obviamente él no había trabajado, pero me pareció que le interesaría especialmente a Gaos, y le pedí que formara parte del
jurado. El se excusó; pero dijo que quería conocer la tesis e incluso me hizo una serie de observaciones muy meticulosas,
como él hacía, por escrito, que en cierto modo yo tomé en cuenta y discutí con él, pero fuera del examen.
En el jurado estaba Samuel Ramos, que era entonces la autoridad académica más alta en cuestiones de Estética. Estaban
también Leopoldo Zea, Wenceslao Roces, Eli de Gortari y el profesor michoacano, Juan Hernández Luna. Por cierto, en el
examen, el profesor Hernández Luna, bueb colega y amigo mío, me espetó: " Y usted ¿cómo se explica y se atreve a presentar
una tesis marxista, en una universidad burguesa como es ésta?". Y le contesté:"Bueno, no se trata de algo exclusivo de esta
universidad, y es que el marxismo tiene hoy una fuerza que la Academia no puede ignorar; pero no se trata de discutir mi
atrevimiento; lo que hay que discutir es si la tesis es buena o mala".
Después del examen se me abrieron las puertas para entrar en la Facultad como profesor de asignatura, que económicamente
no era nada, pero era importante para estar dentro de ella. Y como tenía que aceptar lo que me ofrecieran, el primer curso que
dí en la Facultad, fue sobre Filosofía de la Educación.
En verdad yo había entrado en el departamento de Filosofía, antes del examen de grado, en el año 52, como profesor ayudante
de la clase de Lógica de Elí de Gortari. Ese fue mi primer puesto docente en la UNAM. En la clase del doctor De Gortari, tuve
también mi primera experiencia docente en la Facultad, pues con motivo de un viaje suyo de dos o tres meses por Europa, me
encargué del curso. Como yo tenía ya cierto conocimiento del ruso, estaba al tanto de lo que se estaba publicando en la Unión
Soviética; por la "Revista de Filosofía" pude seguir de cerca una gran discusión sobre la relación entre la Lógica formal y la
Lógica Dialéctica. Con base en ella preparé un curso monográfico, dentro del curso de de Gortari, que duró unos tres meses,
sobre las Relaciones entre Lógica formal y Lógica dialéctica. Esa fue mi primera experiencia docente. Casi simultáneamente a

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esto, di también y clases de Filosofía en el Colegio Israelita, gracias al generoso ofrecimiento de De Gortari; y también, un
curso de Teoría del Conocimiento en la Escuela Normal Superior.
Después de graduarme tuve oportunidad de entrar en la Facultad, como ya dije. Su Director era entonces el Licenciado
Salvador Azuela, y su Secretario, Hernández Luna, que me había hecho aquella inesperada pregunta en el examen de grado y
con el que, como era michoacano, por mi estancia en Morelia, mantenía buena relación. Di mi primer curso sobre Filosofía de la
Educación, que no era una materia que me interesara especialmente, aunque ya tenía formación pedagógica por haber cursado
en España la carrera de Magisterio. Más tarde tuve posibilidad de dar otros cursos, entre ellos uno monográfico, que a mi me
interesó mucho, sobre las relaciones entre alma y cuerpo, de acuerdo con la terminología teilhardiana, entre psique y materia,
desde Platón hasta nuestros días. Me sirvió de mucho porque al final del curso le dediqué una parte a una problemática que
entonces era muy novedosa, y que yo creo que fuí el primero en abordarla en la universidad, por lo menos a nivel filosófico,
que era la respuesta que daba la cibernética, la inteligencia artificial. Leí entonces, en los años cincuenta, a Winner y al gran
científico mejicano Rosenblueth, que había trabajado con él. Duró casi dos meses, y causó cierta impresión en los medios de la
Facultad por la novedad. Y después, di diferentes cursos. Durante los primeros años, los cursos fueron de Historia de la
Filosofía Contemporánea, algo de Marxismo, pero no de Estética. Porque la cátedra de Estética estaba monopolizada por
Samuel Ramos, y mientras él vivió no hubo manera de que se creara un grupo de Estética. Cuando él murió, al final de 59 o
60, me dieron a mí la cátedra de Estética.

P.- ¿Por qué no podía hacer otro grupo? ¿Era porque su concepto de la Estética era diferente del suyo?

ASV.- No. Porque no admitía que otro lo diera. En cuanto él murió, me dieron a mí la Cátedra y el Seminario de Estética y
desde entonces ocuparon mi actividad durante casi todo el tiempo. Pero además de los cursos de Estética y el seminario, daba
siempre un curso de marxismo. Por entonces el marxismo, en la Facultad, prácticamente no existía.

P.- ¿No daba también marxismo Elí de Gortari?

ASV. .- Elí de Gortari tenía a su cargo la Lógica dialéctica con un enfoque más ortodoxo y cientifista que el que a mí empezaba
a interesarme. Me atraían más que sus planteamientos ontológicos las discusiones de lo que se ha llamado después el
marxismo occidental, con el que entré en relación en cuanto pude. En la facultad yo dí esta serie de materias durante todos los
años cincuentas. Al mismo tiempo compartía la clases con una infinidad de trabajos para poder subsistir. Eran, sobre todo,
traducciones, traducciones y más traducciones. Yo traducía en función de la necesidad, de manera que me encerraba y me
pasaba horas y horas traduciendo.

P.- ¿Tampoco se pagaba la colaboración en las revistas?

ASV.- Se pagaba muy poco, pero además publicar un ensayo exigía -y exige-un proceso de elaboración, de lectura, que no era
fácil que se recompensara económicamente. Traducía, sobre todo, del ruso, que se pagaba un poco mejor, pues para las
traducciones del francés y del inglés, sobraban los traductores -sobre todo los malos -y,claro, se pagaban mal. Traduje
bastantes libros de ciencias sociales y filosofía - ortodoxos, por supuesto - del ruso, hasta que pude decir adiós al agotador
trabajo de traducción, al ser nombrado profesor de carrera, de tiempo completo. Aunque eso no representó para mí una
mejoría económica notable, sí me liberó completamente del tiempo que yo dedicaba a otras actividades y me permitió
concentrarme en la docencia y la investigación. No es casual que sea a partir de entonces cuando empiezo a publicar un libro
tras otro. Hasta entonces había sido imposible hacerlo. Cuando volví a la Facultad,en 1950, ya andaba yo cerca de los cuarenta
años y no había publicado nada. Mi primer libro es de 1965, cuando voy a cumplir cincuenta años y desde entonces mi obra ha
sido muy fecunda (unos veinte libros). Hay dos razones que explican esa fecundidad tardía. Por un lado, las condiciones
materiales de mi existencia la hacían imposible. ¿Cómo podía investigar y escribir un libro traduciendo seis horas diarias,
complementadas con otras tantas de militancia política, y de trabajos aquí y allá? Cada día traducía en la casa o daba clases
fuera de ella hasta las siete o las ocho de la noche, y a esa hora me iba a una reunión política o al partido., y regresaba a mi
domicilio a la una o las dos de la madrugada. Prácticamente no había para mí ninguna posibilidad, no ya de investigar o
publicar, ni siquiera para leer lo que no fuera de urgencia inmediata. Esta es una de las dos razones para que no publicara.
Y la otra es una razón, en cierto modo digamos teórica, intelectual; o más bien, ideológica. Y esésta: durante los años
cincuentas, yo estaba bastante identificado con el marxismo dominante, sobre todo con su práctica política, sin atender a los
errores, falsedades y deformaciones que yo haya considerado posteriormente. Lo fundamental para mí en ese momento era la
práctica política. Pero, por otro lado, el horizonte teórico ya empezaba a parecerme estrecho para poderme desenvolver.
Realmente no me estimulaba a una labor de investigación propia, que además no era posible. Es decir, en aquella época, estoy
hablando de los años 50, filosóficamente lo más que podía hacer un filósofo militante era tratar de aclarar, de explicar y de
interpretar una cierta concepción filosófica que ya estaba establecida en los manuales y en las obras canónicas del marxismo
soviétivo. No había más campo que se pudiera cultivar propiamente.
Por eso, años después, al final de los 60, charlando con Garaudy, con quien coincidí aquí en una Mesa Redonda, hablando
sobre su obra y la mía,le dije: "Usted tiene sobre mí una gran ventaja, pero al mismo tiempo una gran desventaja. La primera
es que es usted un autor conocido, que ha publicado 15 o 20 libros traducidos a muchos idiomas, en tanto que yo, acabo de
empezar. Yo no he publicado mas que dos o tres. Sin embargo, yo tengo una gran ventaja sobre usted o usted una gran
desventaja con respecto a mí, y es que yo no publiqué ningún llibro en la época estalinista". Y es que Garaudy había publicado
en esa época dos libros terriblemente dogmáticos. Uno que se llamaba la Teoría marxista del conocimiento, su tesis doctoral en
París, y otro que es su tesis doctoral en Moscú, titulado La Libertad, que era un canto al marxismo-leninismo-stalinismo desde
el comienzo al fin.
Esas dos circunstancias explican el no haber publicado antes de los años sesenta. De lo cual me alegro, porque de haber
publicado algo tenía que estar obviamente en esa línea ideo lógica. En aquella época, a un militante del Partido, y hay que
considerar que la militancia para mí era algo importantísimo, no solamente no se le permitía ninguna discrepancia con respecto
a la línea política establecida, sino tampoco en terrenos que no tenían nada o poco que ver, con esa línea política. No podía

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publicar libremente la poesía que hacía, porque una cierta poesía un tanto subjetiva o intimista, se consideraba como un
abandono o un desprecio a lo que era vital o importante: la lucha políticaSi esto ocurría con la poesía, ¿qué podía esperarse en
el terreno filosófico con una interpretación de Marx que chocara con la línea oficial del dia´mat soviético?
Entonces está claro que la militancia traía problemas a un intelectual, y más aún porque en esa época yo jugaba un papel
importante en la dirección del PCE aquí, en México. Yo formaba parte de la agrupación del PCE en México y además era
responsable del grupo de intelectuales. Fui también delegado al V Congreso del Partido que se celebró clandestinamente en
1954, cerca de Praga. Nuestra agrupación era importante, no solamente por el número, que en un momento determinado era
de cerca de 500 miembros, sino que además, cualitativamente, era gente que habían sido jefes militares en la guerra civil, que
habían tenido puestos políticos representativos en municipios en la República, en fin, eran lo que llamábamos nosotros cuadros
medios, con un cierto peso político y moral. Y llegó un momento en que la organización de México se enfrentó abiertamente
con la Dirección política internacional, encabezada por Pasionaria y Carrillo. La causa de ello fue el autoritarismo de su
representante directo, en México. Era una especie de "Stalinito" que, guardando las distancias, se repetía en cada organización.
Entonces se produjo un conflicto agudo con este responsable que estaba nombrado directamente desde arriba. La agrupación
de aquí pidió su separación y fue separado provisionalmente, aunque en cierto modo la dirección seguía apoyándolo. Total,
para no entrar en detalles, se creó un conflicto abierto que duró bastante tiempo, hasta el punto de que el Buró Político nos
mandó llamar a París, para discutir el asunto. Fuí yo nombrado para la discusión con el Bureau político en pleno El brazo
derecho de Santiago Carrillo era entonces Fernando Claudín, y él era el encargado de convencernos. Pero no había manera de
entrar en razón. Yo tenía una buena relación personal con Claudín desde que le conocí, antes de la guerra, y siempre lo había
estimado mucho, intelectual y políticamente. Siempre me pareció un hombre muy lúcido, inteligente, muy formado y de talante
cordial, aunque en apariencia frío. Luego en la guerra, también tuvimos contacto. Volviendo al conflicto con el Buró político,
después de varias sesiones sin tener acuerdo, nosotros no estamos dispuestos a ceder. Pero ante la amenaza no sólo de
destituirnos como dirigentes, lo que se cumplió al cordar que se eligiera otro comité; sino, sobre todo, ante la amenaza de
disolver la agrupación del PCE en México si se solidarizaba con nostros, tuvimos que llegar a una transacción. Tales eran los
métodos entonces.
¿Cómo se podía estar entonces en el partido? El propio Claudín lo explicó más tarde en una intervención suya, con motivo de
un homenaje que me brindó la Universidad de Cádiz, titulada "La generación del marxismo-leninismo". Si uno estaba
convencido de que la militancia era necesaria, que estaba luchando por una causa justa, para un militante comunista lo más
terrible que podía ocurrirle era la separación del Partido, y sobre todo la expulsión. Yo estuve en dos ocasiones a punto de ser
expulsado. Porque además, del Partido no se salía entonces como se ha salido después: con el nombre limpio. En aquella
época, salir del parttido era salir en condiciones infamantes, pues no se admitía la renuncia voluntaria. Sóño se salía con los
epítetos de traidor o desertor. Claro está que, ante eso, francamente, había que pennsarlo dos veces. Sin embargo, después de
toda esta experiencia frustrante, de militancia muy activa, muy directa, incluso en puestos de dirección, pues yo me limité a
ser militante de filas.

P.- Hubo unos acontecimientos dentro del Partido, antes de los años cincuenta, que habían tenido mucha repercusión.

ASV.- Hubo un acontecimiento internacional que fue el famoso XX Congreso del PCUS, en el año 56. Allí hubo una cierta
apertura, e influyó en todos los partidos. Eso desde el punto de vista internacional. Desde el punto de vista interno del Partido,
en el año 52 hubo una carta de Dolores, la Pasionaria, que era la Secretaria General del Partido, donde hacía un llamamiento a
que hubiera una mayor democratización interna, que se eliminaran los métodos autoritarios de ordeno y mando, etc.

Y fue justamente esa carta, que luego nadie cumplió, pero que nosotros aquí tomamos en serio, la que nos sirvió de base para
nuestra actitud. Claro, aquí estábamos en condiciones legales; en España estaban en plena clandestinidad y no había modo de
que se reunieran las bases del Partido a discutir. Pero aquí si había esa posibilidad. Nos reuníamos, y discutíamos abierta y
plenamente. La clandestinidad era otra cosa y en ella, los métodos centralistas y autoritarios se explican porque no podía haber
una reunión ni siquiera de diez camaradas. Se reunían tres o cuatro y había uno que enlazaba con otros y así.

En el 5? Regimiento no teníamos contacto con el interior, y estaba clara para nosotros esta mentalidad autoritaria. Por
ejemplo, para el V Congreso del Partido ¿Cómo se nombraban los delegados? Nosotros aqui habíamos hecho una Asamblea,
habíamos discutido los problemas que se iban a examinar en el Congreso, llevábamos resoluciones que eran fruto de discusión,
y los delegados habían sido por votación directa. Yo fuí elegido por votación.

Pero ¿cómo se elegían los delegados a un congreso clandestino? Pues el comité central era quien los nombraba. ?Que congreso
podía ser ése? Un congreso así no podía ser en definitiva más que la expresión de la Dirección. Nosotros, cuando llegamos, nos
encontramos con la sorpresa de que íbamos con el mandato de la organización de México de plantear en el Congreso nuestro
problema. Carrillo no nos permitió plantearlo, con el argumento de que el 80 % de los participantes al Congreso venían de la
clandestinidad, del interior, y los problemas prioritarios para nosotros eran los problemas del interior, y no los de la
organización. En realidad, los únicos delegados que iban elegidos democráticamente éramos los de la emigración.

P.- ¿Cómo vió acontecimientos como el asesinato de Trotsky, o como la secesión de Tito?

ASV.- Eso fue mucho antes. Fue apenas llegados aquí. La versión nuestra, del Partido, era conforme a las líneamientos
dominantes. Para nosotros Trotsky era un traidor, era un agente del enemigo, y aunque no teníamos nada que ver porque
nadie hablaba, ni sabía ni sospechaba que el asesino fuera un compatriota nuestro, el famoso Mercader, nosotros no hicimos
declaraciones públicas, ni en un sentido ni en otro. Lo cierto es que nos pareció que bien muerto estaba.

P- También Siqueiros fue a asaltar la casa unos meses antes.

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ASV.- Es que hubo dos atentados. Primero un intento, que fue el de Siqueiros, que fracasó, y luego el otro, organizado
directamente desde Moscú, lo de Mercader. Todo eso ya se ha aclarado y se ha publicado mucho sobre ello.

P.- ¿Cómo lo veían desde aquí? ?A ustedes les impactaba?

ASV.- Nosotros, los comunistas de la época lo veíamos de acuerdo con lo que era Trotsky. Aceptábamos la versión oficial,
porque la primera versión fue que era el propio secretario de Trostky, que era trotskista, y que por problemas internos decidió
liquidarle. Aquello no aparecía como algo directamente manejada por Stalin. Y en cierto modo nos parecía satisfactorio que
hubiera sido eliminado el enemigo número uno.

P.- Otro gran escándalo fue la escisión de Tito.

ASV.- Pues también la reacción fue la misma. Yo te estoy hablando de la reacción de entonces, no como yo lo veo ahora. Pero
a mi lo de Tito nunca me pareció tan claro, aunque no tuviese una posición definida en contra. Pero me parecía que los
argumentos que se daban no eran convincentes, sobre todo tomando en cuenta el papel de Tito en el pasado. Pero,
obviamente la reacción oficial fue la misma. Tito se convirtió en un enemigo del socialismo.

P.- Usted habla de Gramsci como uno de sus maestros ?Cuándo conoció y leyó a Gramsci?

ASV.- Lo que pasó con Gramsci es un poco peculiar. En realidad mi conocimiento de Gramsci es un poco tardío. Aunque la obra
de Gramsci se publicó en italiano despues de la II Guerra Mundial, yo entré en contacto con ella un poco tarde, hasta el punto
de que en la primera versión de mi libro, Filosofía de la Praxis, que reelaboraba mi tesis doctoral, hay sólo leves referencia a
Gramsci. Yo realmente no había entrado en relación con él. Gramsci aparece ahí en el libro.
De las corrientes de marxismo crítico, hay una que la podríamos llamar clásica, la de Gramsci. Hay otra que se llamaría
histórico- crítica, la de Lucaks, y esa sí que la manejo en el libro.

Y la otra aportación que está completamente ausente en la primera edición de mi libro, aunque en aquellos ya se daba, es la
del grupo de la revista yugoslava "Praxis", con la que más tarde tuve mucha relación, ya después de haber publicado el libro.
Fuí invitado a ir a Yugoslavia, a los coloquios en Kórsula, y mantuve estrecha relación con sus principales representantes,
Petrovich y Markovitch.

P.- ¿Y a Bloch tampoco le conoció?

ASV.- Bloch es un pensador que no trabajé yo especialmente. Cuando publiqué Filosofía de la Praxis, sólo conocía su libro
sobre Hegel y referencias indirectas sobre su obra posterior, pero no le había trabajado directamente.

P.- Entonces ¿usted se distancia de la direccción del Partido, a partir del 57?

ASV.- Aunque permanexco dentro del Partido. A partir de ese conflicto con sus dirigentes nacionales, dejé de tener una
participación activa y me reduje nada más a ser un militante de filas. Participaba en algunas tareas de tipo intelectual, pero ya
sin tener la responsabilidad y la actividad de antes.

P.- ¿Y es entonces cuando desarrolla su vida profesional?

ASV.- Exactamente. Y también la intelectual, desde el punto de vista marxista, aunque chocando cada vez más con las tesis del
marxismo oficial soviético. Mis primeros trabajos se mueven en el campo de la Estética, y en ellos crítico el realismo socialista,
que era la ideología estética oficial. En la primera mitad de la década de los años sesenta marco mi distancia, con respecto a
esta doctrina estética. Casi inmediatamente después empieza mi distanciamiento, propiamente filosófico, al enfrentarme al
materialismo ontológico del al Dia-mat soviético. Luego, en un tercer periodo un poco posterior, en los años 60 y 70, ya en el
terreno político directo, hago la crítica del socialismo real. Así pues, los tres planos en que me he ido enfrentando o tratando de
dar un enfoque distinto al marxismo dominante, serán sucesivamente: primero, en el terreno estético, después el terreno
filosófico y por último, el terreno teórico y político.

P.- ¿Quiénes eran sus interlocutores válidos en ese terreno?

ASV.- En realidad, mis interlocutores, o los que me estimularon o sirvieron, eran en cierto modo los mismos que en la Europa
occidental, Lefebvre, Kozic y el propio Adam Schaff, que ya habían iniciado un proceso de reexamen y de crítica del marxismo
soviético. Con ellos mantuve cierta relación a través de su obra. Procuré estar al tanto, sobre todo de lo que aparecía en
Francia, que era entonces el lugar más rico en este aspecto. Pero en México, en América Latina, la verdad es que entonces el
marxismo que dominaba y que dominó, más tiempo que en Europa, hasta hace muy poco, era el marxismo ortodoxo soviético.

P.- ¿Qué relación tuvo con Sartre?

ASV.- Le seguí con mucho interés, sobre todo su "Crítica de la Razón Dialéctica". Aunque yo no compartía totalmente esa
versión suya, diríamos existencializada del marxismo, sin embargo sus críticas al materialismo, a su ontologismo materialista,
al subjetivismo, me parecían muy adecuadas.

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P.- Con respecto a sus discípulos ?usted sentía que había una comunicación, que estaba formando escuela?

ASV.- Si, sentía esa comunicación desde que muy pronto empecé a dar unos cursos monográficos, que yo titulaba "La filosofía
de Marx" y que cada año iba cambiando de temática. Empecé por los trabajos juveniles de Marx, su crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel, los Manuscritos de Marx de 1844, las Tesis sobre Feuerbach, y fuí dando toda una serie de cursos que me
sirvieron para los libros que por entonces publiqué: Las ideas estéticas de Marx, La filosofía de la Praxis, La Filosofía y la
Economía en el joven Marx, y otros.

Mis cursos eran una especie de laboratorio, y en torno a ellos fue conjuntandose un grupo de marxistas jóvenes que pasaron
por mis clases. Aunque no quiere decir que siguieran directamente mis enseñanzas y formaran una escuela.

Entre mis discípulos estaban brillantes jóvenes como Carlos Pereyra, Juan Garzón, Luis Salazar, Jaime Labastida, Cesáreo
Morales, Bolívar Echevarría, Graciela Hierro, José Luis Balcárcel, Mariflor Aguilar, Gabriel Vargas, Griselda Gutiérrez, Corina de
Iturbe, y otros que no nombro para no alargar la lista.

P.- ¿Fue también su alumno el ahora famoso subcomandante Marcos?.

ASV.- Creo que si, si se trata de Rafael Guillén. Hay que recordar que el althusserismo había cobradó auge en América Latina,
y especialmente en México. Muchos de estos que he citado, el caso de Pereyra, Cesáreo Morales, Luis Salazar, Alberto Híjar,
eran althusserianos. Dentro del marxismo de la Facultad se creó una división interna entre althusserianos como los que he
citado y los que como Bolívar y Garzón, no lo eran. Rafael Guillén, el subcomandante Marcos, pasó por la Facultad en los años
77-80, y a juzgar por su tesis de licenciatura, era un althusseriano ortodoxo. Aunque con un humor escaso entre los
althusserianos. Debió pasar por mi clase, pues no había alumno en la Facultad que se considerara marxista y que no lo hiciera.
Parece que cursó mis dos semestres de Filosofía de Marx.

P.- ¿Y cómo fue su relación con la gente del exilio de aquí de México, y luego, con la España del interior?

ASV.- Con el exilio tuve una relación muy estrecha, sobre todo en los años en que tenía una actividad política, en los años
cuarenta y cincuenta, en que yo como responsable del grupo intelectual del PCE, estaba obligado a trabajar y diseñar la política
de relación con todos ellos. Mi relación por tanto era más en el terreno político que en el propiamente filosófico. A todos tuve
que tratarlos. Los tenía que ver para buscar una firma, para invitarlos a una reunión: a Imaz, a Gallegos Rocafull, a Xirau
padre, a Gaos. Aunque Gaos era difícil en ese terreno. Para los actos concretos siempre se negaba porque de acuerdo con su
interpretación moral, como estaba nacionalizado mexicano, el consideraba que no podía participar prácticamente en
actividades políticas.

Por otra parte los años que yo estuve en Morelia como profesor, invitamos prácticamente a todos los filósofos del exilio: a
Gaos, a Xirau, a todos. Eso me dió ocasión de estar con ellos, de hablar y establecer una relación personal con casi todos los
que eran profesores, que se prolongó luego en la capital mexicana.

P.- ¿Y con la España del interior?

ASV.- Con la España del interior, durante años hubo un distanciamiento total, un desconocimiento y una falta de relación que
sólo se empezó a superar cuando comenzamos a publicar aquí en el Boletín de la Unión de Intelectuales Españoles en México,
los testimonios de los intelectuales que, desde el interior, como Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Luis Aranguren y otros, ya
empezaban a levantar su voz. Desde entonces hubo cierta relación con ellos, especialmente en los vinculados clandestinamente
con el Partido.

P.- ¿Carrillo sirvió de enlace?

ASV.- Si, Carrillo servía de enlace. Sobre todo a través de Semprún, "Federico Sánchez", que era el responsable intelectual del
Partido en Madrid durante muchos años, y al que yo conocí personalmente en el V Congreso del PCE. Pero mi primer contacto
directo con filósofos españoles del interior fue con los que vinieron al Congreso Mundial de Filosofía, en el 63. Aunque en
realidad, eran la "caverna", no en el sentido platónico, sino el político. El único potable, valga la expresión, era Carlos París.
Porque Julián Marías vino, pero estaba completamente al margen.

P.- Estaría marginado de unos y de otros.

ASV.- De unos y de otros. Los otros, eran cavernarios: Todolí, Muñoz Alonso y todo ese grupo franquista. De manera que lo
que se dice contacto, por lo menos a título personal, no lo tuve hasta el año 72 en que fuí por primera vez a España, y que fue
cuando conocí, por mediación de Javier Pradera, al otro Javier, a mi admirado y desde entonces querido Muguerza.

P.- ¿Y con Sacristán?

ASV.- A Sacristán le conocí en un viaje posterior. Creo que fue el año 1977, que volví con mi mujer. Nos reunió en Barcelona el
editor Juan Grijalbo, porque en aquella época había iniciado yo la colección Teoría y Praxis, y Sacristán, con Jacobo Muñoz,
estaban por iniciar, una colección en cierto modo semejante, la de Teoría y Realidad. Con ese motivo tuvimos ocasión de estar
juntos. En España creo que lo ví de nuevo en 1983, en la Complutense, con motivo de los actos del centenario de Marx, en que
él participó él y participé yo también.

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Más tarde vino a México invitado al Congreso de Filosofía de Guanajuato. Y ya no tuve ocasión de volver a verle. En cierto
modo nuestra interpretación del marxismo discrepaba un poco en algunas cuestiones. Y no coincidíamos exactamente en
nuestras predilecciones. Yo participé aquí en un homenaje, después de su muerte. Lo que dije se publicó en la revista "Mientras
tanto". Prácticamente yo no había colaborado en su revista hasta que él decidió publicar una entrevista que me hizo aquí el
filósofo yugoslavo V. Mikecin, y que había aparecido aquí también con el título "Cuestiones marxistas disputadas". Me alegró
mucho que Sacristán la reprodujera en Mientras tanto. Esa fue más o menos mi relación con él.

P.- Otra revista que fue lugar de reunión, de opiniones políticas diversas fue "Cuadernos para el Diálogo". ¿Colaboró con ella?

ASV.- Eso fue antes, en la década de los sesentas. No tuve yo relación con ellos. No tuve ninguna relación. Nos llegaban mal
las revistas de España en aquellos años. Después conocí a Jacobo Muñoz, antes de que se peleara con Sacristán, y a Fernández
Buey antes de que se peleara con Domenec. También conocí a algunos jóvenes, a José Jiménez, que se consideraba marxista
también, a Valeriano Bozal, a Ana Lucas, a Ludolfo Paramio, a Francisco martínez.

P.- ¿Siguió manteniendo relación con Carlos París después de su estancia aquí?

ASV.- Si, porque me invitaron al Congreso sobre Técnica y Ciencia que se celebró en Madrid hace tres años, en homenaje a él.
Luego fue invitado a nuestra Facultad y dio un brillante curso en el que anticipaba temas de su último e importante libro El
animal cultural.

Por cierto que durante el Congreso citado, conocí a su compañera, Lidia Falcón. Y resultó que, en España, antes de la guerra,
yo había conocido a su padre, que era un peruano revolucionario y escritor muy conocido, César Falcón, íntimo amigo del
famoso Mariátegui. Falcón estuvo en España en los años de la República y participaba directamente en la vida política e incluso
fue candidato comunista a diputado por Málaga. Yo, que por edad, no podía ni siquiera votar, me acuerdo, y se lo dije a ella,
fuí orador en los mítines electorales en defensa de la candidatura de Falcón, y así se lo conté a su hija.

P.- Y ahora ?cómo ve usted el porvenir del marxismo filosófico en la Facultad? No hablo del marxismo político.
ASV.- En el marxismo filosófico, como en todas partes, estamos en un momento de crisis. Hay una pérdida de influencia o de
vigencia y esto también se refleja en la Facultad. El marxismo sigue presente en ella pero no con las pujanza que tuvo en otros
tiempos auqnue en el terreno práctivo político, sobre todo por el lado estudiantil, sigue siendo una Facultad muy de izquierdas.

P.- ¿La considera una Facultad de agitadores?

ASV.- En modo alguno, pero sí muy radicalizada. En cuanto al marxismo, insisto en que no ha desaparecido en la Facultad. Hay
todavía gente joven y valiosa, como Gabriel Vargas y Bolívar Echevarría, que acaban de publicar libros de gran aliento filosófico
y político.

P.- ¿Hay cátedras específicas o hay algún centro de estudios marxistas en México?

ASV.- Centros de estudios en la universidad, no. Cursos específicos, si, porque yo siempre he dado un curso monográfico sobre
marxismo, o un seminario. Y cuando no lo he dado yo, lo han dado otros. Siempre ha estado presente el marxismo.

P.- ¿Sigue dando ahora ese curso?

ASV.- Yo estoy en año sabático ahora. Y ultimadamente sobre todo he dado seminarios de Estética, pero no de Estética
marxista o supuestamente marxista. El último que di, el año pasado, era sobre "Modernidad, Vanguardia y Posmodernismo".
También he dado muchos seminarios de Filosofía Política de Marx, y después de Marx, durante años. Los títulos están
recogidos en mi Bibliografía.

P.- ¿Qué proyectos tiene ahora?

ASV.- Siempre hay tareas inmediatas. Ayer estuve en la presentación de un libro de Gabriel Vargas, Más allá del derrumbe. En
la Facultad. En la Facultad siempre hay estos compromisos que no se pueden eludir: conferencias, mesas redondas,
presentaciones de libros. Tengo un libro en proceso de publicación en Anthropos, en el que recogen todos mis ensayos de
diferente tipo sobre la Filosofía, en dos volúmenes. Ahora lo que quiero es hacer un segundo volúmen de "Problemas de Teoría
del Arte", que sea una especie de continuación de lo que publiqué en el anterior, Invitación a la Estética. Eso es lo que quisiera
hacer. Por eso pedí el sabático, aunque hasta ahora no he avanzado mucho. Pero en eso estoy.

P.- Se están realizando tesis doctorales sobre usted. ¿Qué opina de eso?

ASV.- Acaba de llegar la de Stephan Gandler, de la Universidad de Frankfurt, que hizo una tesis sobre mi. El otro día me dejó
una Bibliografía de mi obra, en la que hay datos que yo ni siquiera tenía recogidos. Estos alemanes son tremendos. Ha visto las
Hemerotecas de Madrid, de Paris, de Berlín, de Londres, todo. Y ha registrado todo. Hizo su tesis sobre mi en el año 88. Hay
otra tesis sobre mi en alemán, que me crítica en nombre del marxismo ortodoxo. Una tercera claramente antimarxista me
crítica en cambio, sin distinguir lo que hay en mi de crítico del marxismo soviético, y en cierto modo me identifica con él.
Resulta bastante confusa. Finalmente, Oralia Jiménez aquí, en México, examina mi Bibliografía y describe toda mi obra
publicada.

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P.- Habría una última pregunta. ¿Cómo ve la posibilidad de recuperar la Filosofía del exilio para la tradición española, de
España? ?Cómo es posible el diálogo entre los dos lados del Atlántico?

ASV.- Creo que, si bien es cierto que la experiencia del exilio se ha expresado poéticamente o en la novela, por ejemplo el caso
de Max Aub, no podemos decir que el exilio marque con un rasgo o un matiz propio a la Filosofía. Es decir, lo que han hecho
los filósofos del exilio, lo han hecho independientemente de las circunstancias peculiares o personales que les permitieron
desarrollarla aquí. Pero eso no quiere decir que la realidad del exilio no influya en su filosofía. En algunos casos, esa filosofía
no se podía haber hecho en Madrid o en otro sitio. En el caso de Gaos, muy peculiar, hay una clara presencia del exilio.
Ciertamente, parte importante de su obra no la hubiera hecho sin el exilio. Me refiero a su contribución a la historia de las
Ideas en América Latina, y a lo que él descubre en ella desde aquí. Eso claro, hubiera sido imposible sin el exilio. Pero en otro
terreno temático universal, no creo que pueda decirse que la filosofía hecha aquí, tenga la marca del exilio.

P.- Mas bien la pregunta anterior va en la dirección de que de España salieron una serie de filósofos con una formación hecha
allí, hablando en lengua española, que también es importante, y que pudieron desarrollar una trayectoria filosófica que los que
se quedaron dentro, por lo menos vieron muy limitada. ¿De qué manera se puede recuperar ese magisterio, ya que no pudo
ser que estos profesores, que ustedes fueran los maestros de los españoles actuales?

ASV.- Yo creo que lo primero que hay que hacer es abrir la posibilidad de conocer lo que se hizo aquí ya que hasta hace poco
era prácticamente desconocida. La propia obra de Gaos, con ser la más importante, no es suficientemente conocida en España.
García Bacca se conoce más por las publicaciones que ha hecho Anthropos de casi toda su obra.

Pero en general es mucho lo que se desconoce. Por eso, facilitar ese conocimiento es una tarea necesaria. Muy necesaria, pues
la obra de los exiliados, es parte de la cultura española; es una obra hecha por españoles aquí, eso no se puede ignorar. En la
Historia de la Filosofia Española tiene que haber un capítulo de la Filosofía de los españoles que la hicieron en el exilio. Eso es
obvio. Pero al mismo tiempo, y así lo consideran los mexicanos, es un capítulo de la Historia de la Filosofía en México.
P .- Si, pero eso no es contradictorio. Eso no tiene por qué ser un obstáculo.
ASV.- No claro, pero la obra de los filósofos en el exilio, tiene ese doble significado.

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