Las vísperas de España
Por Alfonso Reyes
()
Información de este libro electrónico
En este libro se atraviesan, además, imágenes de Burdeos e Italia, desde donde Reyes sigue contemplando España. Sobre algunos textos comprendidos en esta obra, el escritor y periodista Carlos González Peña escribió: "Visión pintoresca de Madrid que nos sabe a Goya". A la totalidad de Las vísperas de España podría otorgársele un juicio similar.
Alfonso Reyes
ALFONSO REYES Ensayista, poeta y diplomático. Fue miembro del Ateneo de la Juventud. Dirigió La Casa de España en México, antecedente de El Colegio de México, desde 1939 hasta su muerte en 1959. Fue un prolífico escritor; su vasta obra está reunida en los veintiséis tomos de sus Obras completas, en las que aborda una gran variedad de temas. Entre sus libros destacan Cuestiones estéticas, Simpatías y diferencias y Visión de Anáhuac. Fue miembro fundador de El Colegio Nacional. JAVIER GARCIADIEGO Historiador. Ha dedicado gran parte de su obra a la investigación de la Revolución mexicana, tema del que ha publicado importantes obras. Es miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, y de El Colegio de México, que presidió de 2005 a 2015. Actualmente dirige la Capilla Alfonsina. Reconocido especialista en la obra de Alfonso Reyes, publicó en 2015 la antología Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”. Ingresó a El Colegio Nacional el 25 de febrero de 2016.
Lee más de Alfonso Reyes
Obras completas, II: Visión de Anáhuac, Las vísperas de España, Calendario Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLiteratura universal Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Teoría literaria Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Obras completas, I: Cuestiones estéticas, Capítulos de literatura mexicana, Varia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl canto de la salamandra: Antología de la literatura brevísima mexicana Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Literatura epistolar Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La antigua retórica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoesía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMéxico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVisión de Anáhuac Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVida de Goethe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras completas, III: El plano oblicuo, El cazador, El suicida, Aquellos días, Retratos reales e imaginarios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMemorias de cocina y bodega Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Obras completas, XIX: Los poemas homéricos, La Ilíada, La afición de Grecia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMéxico en una nuez y otras nueces Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Crónica de Monterrey: Segundo libro de recuerdos (1957) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHistoria documental de mis libros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl deslinde: Prolegomenos o la teoría literaria Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLibros y libreros en la Antigüedad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos. Alfonso Reyes Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Capítulos de literatura española: Primera serie Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAnecdotario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Nueva España Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVisión de Anáhuac y otros ensayos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLetras de la Nueva España Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Literatura española Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGrecia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPeriodismo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Las vísperas de España
Libros electrónicos relacionados
Obras completas, VII: Cuestiones gongorinas, Tres alcances a Góngora, Varia, Entre libros, Páginas adicionales a Góngora, Varia Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Obras completas, XXII: Marginalia, Las burlas veras Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn una nuez: guía de mis libros (1977-2022) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMajestad de lo mínimo, La: Ensayos sobre Ramón López Velarde Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Fondo, La Casa y la introducción del pensamiento moderno y universal al español Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPasado inmediato Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBarandal, 1931-1932. Cuadernos del Valle de México, 1933-1934 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHistoria documental de mis libros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLiteratura española Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOtras Españas. Antología sobre literatura del exilio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesArtículos selectos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNovelistas Imprescindibles - Rosario de Acuña Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDon Quijote ¿muere cuerdo?: Y otras cuestiones cervantinas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras completas, VIII: Tránsito de Amado Nervo, De viva voz, A lápiz, Tren de ondas, Varia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras completas, V: Historia de un siglo, Las mesas de plomo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras completas, XV: El deslinde, Apuntes para la teoría literaria Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Años y leguas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRaymond Vernon en 1963.: Los dilemas de entonces y de ahora del desarrollo mexicano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUlises en un mar de tinta. Obra periodística de Eduardo Zalamea Borda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDe viva voz Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGrata compañía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMuchacho en llamas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos tiempos de la desenfrenada democracia: Una antología general Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas penas del guardador de rebaños: Tras la huella de Polifemo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras completas, XII: Grata compañía, Pasado inmediato, Letras de la Nueva España Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa ciudad federal. México, 1824-1827; 1874-1884.: (Dos estudios de historia institucional) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn conflicto nacional: Moriscos y cristianos viejos en Valencia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSociedad y conflicto en el estado de Guerrero, 1911-1995: Poder político y estructura social de la entidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras completas, XIV: La experiencia literaria. Tres puntos de exegética literaria. Páginas adicionales Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa restauración de la Iglesia católica en la transición mexicana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Comentarios para Las vísperas de España
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Las vísperas de España - Alfonso Reyes
ALFONSO REYES
(Monterrey, 1889-Ciudad de México, 1959) fue un eminente polígrafo mexicano que cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la crítica literaria, la narrativa y la poesía. Hacia la primera década del siglo XX fundó con otros escritores y artistas el Ateneo de la Juventud. Fue presidente de La Casa de España en México, fundador de El Colegio Nacional y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En 1945 recibió el Premio Nacional de Literatura. De su autoría, el FCE ha publicado en libro electrónico Aquellos días, La experiencia literaria, Historia de un siglo y Las mesas de plomo, entre otros.
VIDA Y PENSAMIENTO DE MÉXICO
LAS VÍSPERAS DE ESPAÑA
ALFONSO REYES
Las vísperas de España
Primera edición en Obras completas II, 1956
Primera edición de Obras completas II en libro electrónico, 2014
Primera edición en libro electrónico, 2018
D. R. © 2018, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-5654-4 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
Prólogo
CARTONES DE MADRID
[1914-1917]
A mis amigos de México y de Madrid, salud
El infierno de los ciegos
La gloria de los mendigos
Teoría de los monstruos
La fiesta nacional
El entierro de la Sardina
El manzanares
Manzanares y Guadarrama
Estado de ánimo
El derecho a la locura
Ensayo sobre la riqueza de las naciones
Voces de la calle
Las roncas
Canción de amanecer
La prueba platónica
El curioso parlante
Valle-Inclán, teólogo
Giner de los ríos
EN EL VENTANILLO DE TOLEDO
Forma y sonido
Las dos golondrinas
El recuerdo del Ventanillo
HORAS DE BURGOS
El secreto del caracol
Metamorfosis
La luz roja interior
Las tres hipóstasis
Jardines carolingios
El catolicismo pagano
El trato
El mayor dolor de Burgos
Las mariposas
En el campanario
Las cigüeñas
El castillo
Pausa en San Juan de las Golondrinas
En el hotel
Los monasterios
Envío a José María Chacón y Calvo
LA SAETA
Estamos en Sevilla
Se agolpa la multitud
Los nazarenos, de blanco
Y la saeta sube
Las cúpulas de azulejos
FUGA DE NAVIDAD
Hace días que el frío labra
El ardiente pino
Como en los primitivos
Salte, pues, el vino dorado
No hagamos caso
Ese hombre ha salido por la mañana
FRONTERAS
Rumbo al Sur
Noche en Valladolid
Un agricultor andaluz
Un egipcio
de España
La gracia
Durango
Éibar
Zaldívar
Deva, la del fácil recuerdo
El paraíso vasco
Roncesvalles
Viaje a la España de Castrogil
Rumbos cruzados
DE SERVICIO EN BURDEOS
El viaje
La paz
Piedras
La despedida de los americanos
Chez Dupré
España en Burdeos
Estudiantes
Vinos
Magia y feminismo
Corpus baja del cielo
En busca de Goya
En busca de Marchena
En busca del padre Mier, nuestro paisano
La crisis de los emigrados
HUELGA
(ensayo de miniatura)
Disculpa
Tesis
Alegría
Juguetes
Locuras
Pan de munición
¿Truenos?
Heroicidad
Sentimiento espectacular
El mártir
La heroína
¡La Kodak!
Corte transversal
Suspicacia
Un descanso
Los relinchos
Notas
PRÓLOGO
El material de este libro pertenece todo a una época anterior a la guerra española, época que abarca más o menos mis diez años de Madrid, desde 1914 hasta 1924; desde los comienzos de la guerra europea hasta los comienzos de la dictadura militar; período que podría designarse, con el título de un libro de Luis Araquistáin, entre la guerra y la revolución
. Buena parte de estas páginas ha aparecido antes en folletos de edición limitada. Mi propósito ha sido el reunir en un volumen de fácil acceso todo el material heterogéneo —estampas, memorias y viajes más o menos— que anda disperso y a riesgo de perderse en pequeñas ediciones de muy escasa circulación, añadiendo a la vez algunos capítulos inéditos. Dejo fuera de este volumen toda aquella parte de mi labor madrileña que forma ciclos bien definidos y ha de ser objeto de otros volúmenes: Visión de Anáhuac, El suicida, El cazador, Calendario, El plano oblicuo, libro de suprarrealismo avant la lettre
que, aunque publicado en Madrid por cuidados del inolvidable Luis Bello, data de la primera época mexicana; las cinco series de Simpatías y Diferencias, los Retratos reales e imaginarios y demás papeles afines de periodismo literario; los ensayos de historia literaria ya dispersos en prólogos sobre el Cid, el Arcipreste de Hita, Lope, Ruiz de Alarcón, Quevedo, Gracián, ya aparecidos en repertorios técnicos, Revista de Filología Española, Revue Hispanique, Boletín de la Academia Española, o ya en volúmenes especiales como las Cuestiones gongorinas.
A raíz de mi llegada a Madrid —en las condiciones que dejo descritas en Rumbo al Sur
—, me relacioné con la gente del Ateneo (Secretario, Manuel Azaña), que más tarde me honraría nombrándome Secretario de su Sección Literaria; me relacioné con el Centro de Estudios Históricos, donde me cupo la suerte de trabajar durante cinco años bajo la dirección de D. Ramón Menéndez Pidal, y rodeado de la compañía y consejo de Américo Castro, Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás, Antonio G. Solalinde, Justo Gómez Ocerin. Mi fraternal amigo Enrique Díez-Canedo me puso en contacto con los señores Velasco y Acebal, que me acogieron tan gentilmente en la colección clásica de La Lectura
. Más tarde se hizo cargo de estas ediciones Domingo Barnés, quien aceptó el plan de ciertos Cuadernos Literarios
que inventamos un día Díez-Canedo, José Moreno Villa y yo, con el fin de dar salida a ciertos nombres nuevos, ante la superabundancia de libros traducidos que por entonces aparecían. En estos Cuadernos Literarios
vino a publicar Azaña su primer libro. Cuando Azaña y Cipriano Rivas Cherif crearon La Pluma, tuve el privilegio de trabajar con ellos. Mi caro y admirado Juan Ramón Jiménez me llevó a la Editorial Saturnino Calleja, para ciertas labores de traducción y preparación de clásicos populares, donde disfruté el caballeroso trato de Rafael Calleja. Con Juan Ramón colaboré más tarde en la revista Índice. En sus pocos números, esta revista congregó a los más jóvenes: Federico García Lorca, José Bergamín, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Antonio Marichalar, Antonio Espina. La noble amistad de José Ortega y Gasset me valió desde el primer instante, asociándome primero al semanario España, después a El Imparcial y finalmente a El Sol, donde mucho tiempo redacté una página de Historia y Geografía
, en los días de Manuel Aznar y Félix Lorenzo. Yo necesitaba un colaborador para los asuntos geográficos, y me acordé entonces de Juan Dantín Cereceda, cuyos trabajos ya me habían prestado grandes servicios en México, en mi cátedra de Historia de la lengua y la literatura españolas (Escuela de Altos Estudios). Dantín Cereceda era, a la sazón, catedrático en Guadalajara y, desde las páginas de El Sol, se fue acercando a la Universidad Central de Madrid. Nicolás M. de Urgoiti, gerente de la Papelera Española, fundó la Editorial Calpe —después reunida con la Espasa— cuya Colección Universal
inauguré con cierta prosificación del Poema del Cid que ha corrido con fortuna. Colaboré un poco en las empresas americanistas de Rufino Blanco-Fombona, quien, entre otras cosas, me brindó la ocasión de presentar a Fray Servando Teresa de Mier en la Biblioteca Ayacucho
. El director de la Biblioteca Nueva
, José Ruiz Castillo, con quien me amisté desde los días del semanario España, también me publicó alguna cosa y me encargó, en los últimos años, el cuidado de las Obras de Amado Nervo. Don Ramón del Valle-Inclán, que fue mi vecino en el barrio de Salamanca, me tomaba algunas veces consigo, y juntos solíamos emprenderla hasta el Café Regina. Él me daba consejos sobre la manera de presentar los libros a la imprenta. Cuando ya me encontraba yo en París, en horas aciagas para él, fui el intermediario de la solicitud mexicana para este amigo de nuestro país, invariable y puro. Azorín
, mi primer amigo de España, a quien conocía desde mi llegada a San Sebastián, se acordó un día de mí, desde la Subsecretaría de Instrucción Pública, que desempeñó pasajeramente, y me llevó a Burdeos en su compañía, de lo que queda memoria en este libro. Y aun el viejo traductor de Anatole France, aquel Luis Ruiz Contreras en cuya casa se habían juntado por primera vez los escritores del Noventa y Ocho, tuvo tiempo todavía, allá a mi llegada y cuando nadie me conocía en Madrid, de asociarme a algunos de sus trabajos.
Mi propósito al hacer estas evocaciones no es trazar el cuadro completo de la vida literaria que presencié en Madrid (mucho más habría que contar), sino sólo explicar las principales circunstancias de la elaboración de este libro.
Devuelto por 1920 al servicio exterior de mi país, aunque tuve que alejarme un poco de la literatura militante, nunca perdí mis contactos. La expresión de mi gratitud para mis compañeros de España —en que asocio a muchos otros que no tengo tiempo de nombrar— sería inagotable. Ellos saben que ninguno de sus actuales dolores puede serme ajeno y que siempre iluminará mi conciencia el recuerdo de aquellos años, tan fecundos para mí en todos sentidos. Aprendí a quererlos y a comprenderlos en medio de la labor compartida, en torno a las mesas de plomo de las imprentas madrileñas. La suerte me ha deparado el alto honor de encarnar, para la España nueva, la primera amistad del México nuevo, aunque la más modesta sin duda. Este honor no lo cederé a ninguno.
Buenos Aires, 14-IV-1937.
CARTONES DE MADRID
[1914-1917]
A MIS AMIGOS DE MÉXICO Y DE MADRID, SALUD:
GAUTIER, pintor antes que poeta, se quejaba de que nuestra civilización fuese poco colorista. Después de él, han fracasado las últimas teorías literarias del color: ¿hay cosa más desacreditada, en efecto, que las teorías del color local? Buscamos ahora la realidad algo más allá de los ojos. Los mismos pintores han comenzado a desdeñar el dato naturalista de los ojos, y ya los cubistas se precian de ver con las manos, con el sentimiento muscular de la forma. No sin cierto regocijo, como el estoico, parece gritar nuestra civilización: ¡Perdí los ojos!
El primer ataque a los ojos, a la objetividad visual, comienza con el descubrimiento de la escritura: en cuanto la línea cobra una intención jeroglífica, gana para el entendimiento lo que pierde para la sensibilidad. Recorred las salas de los museos: veréis que, invariablemente, la pobre gente ha dejado de ver los cuadros por leer los letreros que aparecen al pie. No se perdería mucho si se suprimieran los letreros. De igual modo, los hombres no se conforman con que los veamos; quieren, sobre todo, que los leamos.
No dudo que compartáis este sentimiento, al menos de un modo relativo. No dudo que os parezca ligero este cuaderno de notas y rápidos trazos, testimonio de lo más superficial que he visto en Madrid. ¿Necesito aseguraros que no para en esto mi interpretación de Madrid? ¿Necesito explicaros que sólo he querido reunir, en este cuaderno, esos primeros prejuicios de la retina, esos primeros y elementales aspectos que atraen los ojos del viajero? Poco a poco, me fui convenciendo de que el ibis o la flor de loto eran letras y que, juntas, tenían un sentido que era menester descifrar. Mientras tanto, me entretuve simplemente en mirarlos. Tampoco respondo de algunos resabios amargos de este primer gusto: consideren mis amigos que muchas de estas notas están hechas a media noche, rodando solo por esas posadas de Madrid, sin saber a lo que había venido y bajo el recuerdo de las cosas lejanas.
Madrid, mayo de 1917.
I. EL INFIERNO DE LOS CIEGOS
Santa Lucía nos libre
del mal de gota serena…
EL MENDIGO y la calle de Madrid son un solo cuerpo arquitectónico: se avienen como dos ideas necesarias. La calle sin él fuera como un rostro sin nariz. Él es su cariátide y a la vez su parásito: le da consistencia y vive de ella. Es su parte más sensible, la que le comunica emoción. Como una supervivencia medieval (en aquellos siglos el pueblo cantaba la Danza de la Muerte y los nervios eran más duros), os sale al paso para sobresaltaros.
Hay un manco por Alcalá que pide limosna ofreciendo el fuego a los fumadores. Atisba, contraído de atención, el instante oportuno y, cuando alguien lleva el cigarrillo a la boca, frota el fósforo en su muñón de palo. El margen de probabilidad es mínimo: un segundo de vacilación, un soplo de viento, y la dádiva está perdida. Aquella viejecita, que pudiera ser una reliquia sagrada, canta tonadas ligeras a la puerta de los cafés. Otro, con un grito agudo y destemplado, acata terriblemente la fatalidad:
Las verdades no las quiero;
los consejos me hacen daño…
Hay ciegos guitarristas, murgas de ciegos, ciegos cantores, recitadores o meros implorantes; ciegos salmistas y ciegos maldicientes. Hay, en fin, los oracioneros vistosos
de Cervantes: los falsos ciegos.
Con una crueldad castiza y rancia, el ciego de la calle de Carretas arroja su amargura a la cara de los pasantes en esta frase escueta, evidente:
—No hay pena como haber visto y no ver, hermanos.
(Dante la hubiera incrustado en sus tercetos.)
A unos los acompañan niños, mujeres; otros van solitarios, dando tropezones como para localizar al ente caritativo. A otros los guía la bestia fiel, la única de que se ha olvidado Buffon: el perro del ciego.
La ceguera ¿es hija del sol? Parece que la cultivara esta raza como una exquisita flor del mal.
Ciegos bien como vestiglos,
del mundo non vemos nada.
Así rezan las coplas que les componía el Arcipreste de Hita, siglo XIV.
II. LA GLORIA DE LOS MENDIGOS
ES LUGAR común entre los no conformistas españoles que el daño fundamental de la patria viene del procedimiento picaresco. Encarna, dicen, en la perniciosa listeza del político, en la espontánea sofistería del pueblo y hasta en su teologismo
hereditario. Pero donde sin disputa este arte de engaño adquiere relieve mayor y aun tintes trágicos, es donde se aplica al más aguzado de los fraudes, a la más absurda paradoja práctica: al hábito, perpetuado en el arrabal, de no comer.
Cuando el héroe de la gesta llama a todos los bachilleres pobres
, o cuando el poeta moderno increpa a los muertos-de-hambre de toda la España
, tratan ambos de encauzar para algún objeto superior aquella energía gastada en regatearse el sustento. Pero la picaresca perdura, y la picardía suprema sigue practicándose alegremente. El hambrón se echa migas en las barbas para hacer creer que ha comido, y trae los pantalones raídos bajo la capa. A la Novela Española, imagen de esta trabajosa vida, han podido llamarla, sin hipérbole, la epopeya del hambre.
Hay un día, sin embargo, en que el pícaro se cansa: agótase la artimaña, se rinde el orgullo; la existencia, ruda, quiebra con su empuje a los muy sutiles. La mentira ya no aprovecha, y entonces resulta más útil la verdad. Del pícaro fatigado ha podido provenir el mendigo.
Implorar la caridad de la gente puede ser cínico, incómodo; pero es honrado y —lo que equivale a la honradez en el cielo de la razón pura— es directo. El acto de mendicidad es la esencia de todo acto utilitario. Tal vez lo que llamáis vuestro trabajo, el trabajo que os gana el sueldo, no es más que un sortilegio picaresco en redor de esta idea desnuda: pedir. Así, el trabajar para comer tiene, ante el mendigar, las ventajas sociales y las desventajas éticas que suele tener la mentira ante la verdad. Cabe, pues, considerar al mendigo como una decadencia social, mas como una regeneración ética del pícaro. Si en las calles de la ciudad veis un mendigo por cada fullero de antaño, será porque el pueblo se corrige.
Y el impulso de mendicidad desborda el disfraz con que, a veces, quieren solaparlo: el vendedor callejero no os vende propiamente su especie, sino que exige vuestra limosna, tratando de imponeros, en cambio, el billete de lotería o el periódico. Se ha visto al labrador dejar bueyes y arado para alargar la mano al caballero que pasa por el camino: he aquí un símbolo que quiero ofrecer a los fisiócratas. Porque bien puede ser la tierra la fuente misma de la riqueza, mas el