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Imperio Bizantino

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Imperio bizantino

Te explicamos qué fue el Imperio bizantino y cómo es la historia de este


imperio. Además, los territorios que comprendía y sus características.

Constantinopla fue la capital del Imperio bizantino.


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¿Qué fue el Imperio bizantino?


El Imperio bizantino, también conocido como el Imperio romano de Oriente o
Bizancio, fue una división del Imperio romano que subsistió durante
la Edad Media, y se ubicó en las costas orientales del mar Mediterráneo. Su
capital era la ciudad de Constantinopla (actual Estambul, Turquía).

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Bizancio era un Estado cristiano multiétnico, de importante influencia cultural,
económica y política en el mundo de la época. Los bizantinos se
consideraban herederos del Imperio romano, y se llamaban a sí
mismos romanos. Sin embargo, con el tiempo se distinguió del Imperio romano
de Occidente, por sus características políticas, culturales y religiosas.

El Imperio bizantino existió entre 285 y 1453 d. C. y durante la Edad Media,


constituyó una barrera contra el avance del Islam hacia Europa. La historia de
Bizancio se interpreta a menudo como el símbolo del creciente abismo entre
las culturas occidentales y orientales en la historia del mundo.
Ver además: Civilización bizantina

Ubicación geográfica del Imperio bizantino

El Imperio bizantino se estableció fundamentalmente en los actuales


territorios de Turquía y Grecia. Durante algunos períodos de su historia, su
extensión incluyó el litoral oriental del mar Mediterráneo, parte de Egipto y
algunas regiones de Italia.

Organización política del Imperio bizantino

Justiniano I fue el emperador bizantino más importante durante la Temprana


Edad Media.
En Bizancio, se utilizaba el término griego basileus (que significa “rey”)
para definir al emperador. El cargo no era hereditario, sino que se definía
mediante un procedimiento de selección en el que intervenía el Senado, el
ejército y representantes del pueblo. Con el tiempo, este procedimiento
comenzó a tener rasgos religiosos y la figura del basileus obtuvo carácter
divino.

Por otro lado, el gobierno bizantino era autocrático: el basileus imponía su


poder sobre todos los asuntos de la vida de sus ciudadanos. Se situaba a la
cabeza de la administración y el ejército, creaba las leyes y las hacía poner por
escrito, y era el juez supremo en los asuntos más importantes.

Para la administración del Imperio, el basileus disponía de un grupo de


funcionarios que constituían una burocracia organizada de forma jerárquica.

Economía del Imperio bizantino

En las monedas bizantinas se utilizaban símbolos imperiales y religiosos.


La economía bizantina se sustentaba en la producción agrícola,
el comercio y la recolección de impuestos.

La mayoría de la población era campesina. Los principales productos agrícolas


en Bizancio fueron el trigo, las legumbres, la miel, el vino y los frutos secos.

Bizancio logró desarrollar el comercio a larga distancia con distintas


regiones de Asia y del norte de África. Constantinopla, la capital del Imperio, se
convirtió en el centro de grandes redes mercantiles. Los principales productos
importados eran el trigo (como alimento para la población de las ciudades) y la
seda (como artículo de lujo para las clases altas urbanas).

Además, el Estado bizantino cobraba impuestos a la mayoría de la


población. La mayor parte de la recaudación tributaria se invertía en el
ejército.

Sociedad del Imperio bizantino


La población del Imperio era variada, y los historiadores estiman que en su
época de apogeo alcanzó los 34 millones de habitantes.

La mayoría de la población era campesina y había grandes desigualdades en


relación a la posesión de la tierra. Algunos tenían pequeñas parcelas para el
cultivo, lo que les permitía mantener la subsistencia familiar y pagar los
impuestos estatales. Otros, no poseían tierras y trabajaban en campos ajenos a
cambio de un salario. Además, había grandes terratenientes que, con el
tiempo, fueron incorporando parcelas de campesinos empobrecidos.

Religión en el Imperio bizantino

En el siglo VIII, los iconoclastas destruyeron las representaciones religiosas de


las iglesias.
La mayoría de la población practicaba la religión cristiana.
El cristianismo en Bizancio tuvo sus particularidades y, con el tiempo, se fue
diferenciando del cristianismo occidental, cuyo centro de poder era Roma.

En Bizancio se dio una disputa entre diferentes corrientes de


interpretación religiosa. La mayoría de las iglesias estaban decoradas con
imágenes en las que se representaba a Cristo, a la Virgen y a los santos en
escenas bíblicas. A comienzos del siglo VIII d. C., un grupo de creyentes,
conocidos como iconoclastas, empezaron a oponerse a la representación de
imágenes religiosas porque consideraban que era una práctica pagana.

Entre 720 y 843 d. C., los emperadores bizantinos adoptaron la tendencia


iconoclasta: prohibieron y destruyeron las representaciones religiosas y
las reemplazaron por cruces. Sin embargo, a mediados del siglo IX, se
impuso de nuevo la utilización de representaciones religiosas.

Por otro lado, hacia el siglo XI, se produjo el “Gran Cisma” dentro de la Iglesia
cristiana, y las Iglesias de Oriente y Occidente quedaron como instituciones
separadas. La Iglesia bizantina adquirió el nombre de Iglesia ortodoxa: los
bizantinos consideraban que seguían la doctrina cristiana con más fidelidad
que los cristianos occidentales. Sin bien la diferencia entre ambas iglesias se
fundamentaba en cuestiones de doctrina (es decir, sobre cómo interpretar y
practicar la fe cristiana), las razones de la separación fueron eminentemente
políticas.

Historia del Imperio bizantino


A lo largo de su historia, el Imperio bizantino atravesó diferentes momentos
importantes:

Origen del Imperio bizantino


A finales del siglo III, ante la continua crisis política y económica del Imperio
romano, el emperador Diocleciano decidió dividir al Imperio en dos partes,
para facilitar su control y administración. Cada mitad estaba gobernada por
un augusto y un césar. Este sistema se conoce como tetrarquía.

Este modelo permaneció vivo hasta la muerte de Diocleciano y produjo luego


un conjunto de guerras internas a las que puso fin el emperador Constantino I,
al unificar ambas mitades del Imperio y declarar a Bizancio como la nueva
capital (“Nueva Roma” se llamó, pero se la conoció popularmente
como Constantinopolis, la ciudad de Constantino). En 395 d. C., a la muerte
de Teodosio I, se dividió de nuevo el Imperio. Cada uno de sus hijos heredó
una parte: Flavio Honorio imperó sobre el Imperio de Occidente, con capital en
Roma; y Arcadio gobernó sobre el Imperio de Oriente, con capital en Bizancio.

En 476 d. C., el Imperio romano de Occidente sucumbió ante el ataque de las


tribus germanas y la toma de la ciudad de Roma. Sin embargo, el Imperio
romano de Oriente continuó manteniendo su unidad política y su historia
perduró casi mil años más, hasta su conquista por el Imperio otomano, en 1453
d. C.

Reinado de Justiniano
El templo de Santa Sophia fue un símbolo del poder imperial.
El apogeo del Imperio bizantino ocurrió durante el reinado de Justiniano I,
en el siglo VI. La victoria frente a los persas en la frontera oriental del Imperio le
permitió a Bizancio emprender una campaña de recuperación de los territorios
del antiguo Imperio romano que, luego de su desintegración, ahora se repartían
entre diversos reinos germánicos. Así, el Imperio bizantino conquistó las costas
mediterráneas del norte de África, de Italia y del sur de España.

Durante esta época se vivió un esplendor cultural, cuyo mejor ejemplo es el


templo de Santa Sofía, erigido en Bizancio como símbolo del renacimiento
imperial. Sin embargo, los esfuerzos bélicos tuvieron su costo y sumieron al
Imperio en un siglo venidero de crisis económica y de peste que eliminó a un
tercio de la población de Constantinopla.

Inestabilidad fronteriza
Los siglos VI y VII d. C. constituyen épocas de crisis para el Imperio Romano
de Oriente, asediado en múltiples fronteras por enemigos diversos:
los persas retomaron su lucha en el este, los búlgaros y eslavos hicieron lo
propio en el norte, y el Islam conquistó en el Medio Oriente los territorios más
ricos del Imperio: Siria, Palestina y Egipto.

Los emperadores se sucedieron en el trono sin lograr restablecer la


fortaleza imperial, y cedieron a las conquistas bárbaras el río Tíber y casi toda
Italia, e incluso tuvieron que defender Constantinopla del asedio de los ávaros y
los eslavos en 626 d. C.

Además, hubo diferentes conflictos internos, especialmente vinculados con el


ámbito religioso.

Renacimiento macedonio
A este período siguió una recuperación importante del Imperio, regido por
una dinastía de reyes macedonios y caracterizada por el distanciamiento entre
el cristianismo oriental y occidental.

Durante el siglo XI, la influencia política en los aspectos religiosos llevó a lo que
se conoce como el “Gran Cisma” del cristianismo, con la mutua excomunión del
Papa Nicolás I y el Patriarca de Constantinopla Focio. Con ello, se dio la
separación oficial de las iglesias Oriental y Occidental.

Declive del Imperio bizantino


A fines del siglo XIII d. C., el Imperio entró en un proceso de crisis que culminó
con su caída en 1453 d. C. Los especialistas consideran que hubo diferentes
causas que llevaron al debilitamiento del Estado bizantino:

 El sistema burocrático e impositivo llevó a que los terratenientes locales


acumularan cada vez más tierras y los campesinos perdieran sus
pequeñas propiedades. Este empoderamiento de los terratenientes
locales debilitó su dependencia del emperador y, por ende, su
obediencia.
 Los grandes terratenientes utilizaron su poder para evadir el pago de los
impuestos y, a su vez, los campesinos empobrecidos redujeron su
capacidad de pagar tributos.
 La baja recaudación impuso una menor inversión en el ejército imperial.
Ante la presión de grupos de invasores en las fronteras y el desarrollo de
guerras civiles por las disputas de poder internas, el ejército imperial
debilitado no pudo sostener la posición de poder del emperador.

Durante el último siglo de Bizancio, el Imperio otomano fue conquistando


gran parte de su territorio. En 1453, la ciudad de Constantinopla fue asediada
por seis semanas hasta que finalmente los turcos otomanos se la apropiaron y
dieron fin al Imperio bizantino.

Cultura en el Imperio bizantino


La decoración con mosaicos es característica del arte bizantino.
Algunos de rasgos culturales importantes de la cultura bizantina fueron:

 Arquitectura. La arquitectura bizantina se destacó por la construcción


de edificios civiles y religiosos en sus principales centros urbanos. En la
ciudad de Constantinopla se edificaron numerosas iglesias cristianas. La
Iglesia de Santa Sophia (dedicada a la “divina sabiduría”) fue mandada a
construir por el emperador Justiniano I y constituye la obra cumbre del
“siglo de oro” de la arquitectura bizantina. Se caracteriza por su enorme
cúpula y por haber sido, por más de mil años, la catedral más grande del
mundo.
 Arte. El arte bizantino se destacó en escultura, pintura y mosaiquismo.
Es especialmente reconocida la belleza de los trabajos de revestimiento
de muros en mosaicos de las iglesias bizantinas.
 Identidad. Bizancio se consideraba heredera del Imperio romano y se
llamaba Basilea romanion (en griego, “Imperio romano”). Sus habitantes
se llamaban a sí mismos romioi (en griego, “romano”). El término
“Imperio bizantino” comenzó a ser utilizado por los historiadores
posteriores, recién hacia el siglo XVI, para diferenciarlo del Imperio
romano anterior.
 Idioma. El idioma original del Imperio romano fue el latín. Sin embargo,
con la separación de Occidente, el latín fue reemplazado por el griego.
Con el tiempo, el Imperio bizantino se constituyó como el principal
estado que preservó la cultura clásica griega.
 Influencia oriental. El Imperio bizantino tomó rasgos de las culturas
orientales, con las que compartía fronteras y sostenía intercambios
comerciales. Muchos historiadores identifican esta influencia en la
acumulación de poder en el emperador y los rasgos divinos que
adquirió.

Fuente: https://humanidades.com/imperio-bizantino/#ixzz8ZQ8sYn7w

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