Clase #8
Clase #8
Clase #8
Clase N° 08.
La Doctrina de Espíritu Santo / Neumatología.
1.- Introducción.
Dios es uno y la interrelación entre las diversas actividades de cada persona de la deidad es tan cercana que no
siempre podemos discernir una de la otra. Dios actúa a través del Hijo, en el poder del Espíritu santo. Como
principio general podría decirse que todas las obras divinas se originan en el Padre, son llevadas a cabo por el
Hijo, y son traídas a fructificación por medio del Espíritu Santo (E.S.), es decir, Las tres personas de la trinidad
trabajan juntas para el logro de la voluntad divina.
El Espíritu Santo es el obsequio más precioso que nuestro Padre en los cielos puede darnos; obsequio que Él
está dispuesto abundantemente a impartir.
Una doctrina sana depende de un claro y sano entendimiento de la naturaleza y obra de la bendita tercera
persona de la trinidad que habita en y da poder a la iglesia, el cuerpo de Cristo.
2. La personalidad del Espíritu Santo.
2.1.- Características personales adjudicadas al Espíritu Santo.
La definición de una persona es: “Uno que posee inteligencia, emociones o sentimientos, y voluntad”.
2.1.a. El E.S. posee inteligencia: “Pero Dios nos la reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo
escudriña, aún lo profundo de Dios. Porque ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre sino el espíritu
del hombre que está en Él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no
hemos recibido el Espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos
ha concedido” (1 Co. 2:10-12). Aún más, la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento son dones dados
por el Espíritu Santo.
2.1.b. El E.S. posee emociones y sentimientos: El E.S. ama, se enoja y es angustiado.
2.1.c. El E.S. posee voluntad: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno
en particular como él quiere” (1 Co. 11:12).
2.3. Reacciones personales adjudicadas al Espíritu Santo: El E.S. ha demostrado ser una persona de acuerdo
con los sentimientos que se dice que Él posee como resultado de ciertas acciones humanas.
2.3.a. Puede ser perturbado y angustiado: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados
para el día de la redención. (Ef.4:30).
2.3.b. Puede ser tentado: Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al
Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hch.5:3)
2.3.c. Puede ser resistido: “ ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al
Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”(Hch.7:51).
2.3.d. Se le puede mentir: Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al
Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hch.5:3).
2.3.e. Se le puede blasfemar: “ pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás
perdón, sino que es reo de juicio eterno” (Mr. 3:29).
2.3.f. Se le puede hacer afrenta: ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios,
y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
(Heb. 10:29).
3.- La deidad del Espíritu Santo: el E.S. es el verdadero Dios, co-igual y co-eterno con el Padre y el Hijo, la
tercera persona de la Trinidad. El hecho de que el Espíritu ejecuta la voluntad del Padre y glorifica al Hijo, sin
hablar de sí mismo, no indica inferioridad; indica solamente la obra interna del Dios Trino. Entre los hombres,
la subordinación indicaría inferioridad, pero no en la tri-unidad de Dios; esto es parte del incomprensible
misterio. En la trinidad no hay 3 individuos, sino 3 identidades personales del único Dios. Cuando
contemplamos cómo la sumisión en la trinidad, por parte del Hijo y del Espíritu no constituye inferioridad de
posición, podemos entonces entender mejor por qué la sumisión de los creyentes, el uno al otro, no rebaja al
creyente sino que lo hace más agradable a su Señor.
6.2. Convence al mundo de pecado, justicia y juicio: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio. (Jn.16:8). Convencer: dar convicción, exponer y redargüir. Estas tres cosas son las más
difíciles de inculcar en cualquier ser humano, porque este siempre intentará justificarse con alguna excusa para
sus acciones malignas.
De pecado, por cuanto no creen en mí;(Jn. 16:9). Nadie puede producir convicción en el corazón de otro. Sólo
el E.S. puede vencer la ceguera y el engaño del pecaminoso corazón humano y hacer que un hombre se dé
cuenta de la grandeza de su propia iniquidad. El E.S. es el que da convicción de un pecado del cual la
conciencia nunca convencería; el pecado de incredulidad. La incredulidad en Cristo es el más grande de todos
los pecados.
De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;(Jn.16:10). La justicia de la cual el Espíritu trae convicción no es
justicia humana, sino la justicia de Cristo. Convencer al mundo de justicia significa que el Espíritu da evidencia
convincente, no meramente que su causa fue buena y que él era inocente, sino también que en Él se encuentra la justicia
que el mundo necesita, la justicia imputada que fue provista para nosotros por gracia y se hace nuestra por la fe.
Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. (Jn. 16:11). El mundo es culpable al
rechazar creer en Cristo; su condenación es atestiguada por la justicia de Cristo exhibida en su regreso al Padre;
por lo tanto, no le espera sino juicio. La demostración más grande de juicio es que el príncipe de éste mundo
será juzgado, entonces todos los que le siguen serán asimismo juzgados. Esto enfatiza la importancia de que
cada creyente viva una vida llena del Espíritu.
Después de que el corazón humano ha sido regenerado por el Espíritu de Dios y la vida de Cristo ha sido
impartida, el E.S. no se retira, si fuera así, el nuevo cristiano pronto volvería a sus antiguos caminos. El E.S.
tiene un ministerio continuo que busca ejecutar en todo creyente; es en verdad el secreto de la fuerza y progreso
de la nueva vida espiritual, es decir, que continúa siendo el agente activo en el caminar progresivo de los hijos
de Dios, es por esto que a continuación veremos la obra del E.S. en el creyente posterior a la Salvación:
a. Guía a los hijos de Dios. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de
Dios. (Ro. 8:14)
b. El creyente es santificado por el E.S. Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a
vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para
salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, (2 Ts. 2:13).
c. Transforma al creyente a la imagen de Cristo. El E.S. tiene una influencia santificadora al transformar la
naturaleza de los hijos de Dios. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor.( 2 Co.3:18).
d. Fortalece al creyente y le revela a Cristo con mayor intensidad. para que os dé, conforme a las riquezas
de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite
Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis
plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que
seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Ef. 3:16-19).
e. Ejecuta el oficio de consolador: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.(Jn. 14:26).
f. Produce fruto en la vida del creyente. (Será explicado en el punto 8.)
g. Bautiza y llena a los creyentes, dándoles poder para servirle. pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra. (Hch. 1:8).
h. Revela y da entendimiento de la Palabra de Dios. porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2
P.1:21)
i. Ayuda al creyente a orar: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos
de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles. 27 Más el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Ro.8:26-27).
j. Da poder para predicar la Palabra de Dios. y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras
persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, (1 Co.2:14)
k. Da dones espirituales al creyente para Ministrar a favor de otros. Pero a cada uno le es dada la
manifestación del Espíritu para provecho. 8 Porque a este es dada por el Espíritu palabra de sabiduría;
a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de
sanidades por el mismo Espíritu. 10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de
espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Pero todas estas
cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. (1
Co.12:7-11).
8.- El fruto del Espíritu. Es la característica verdadera de la vida cristiana. Mas el fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (Ga.
5:22-23) La verdadera virtud cristiana es el fruto del Espíritu, jamás el fruto del esfuerzo humano. Tenemos su
fruto cuando lo tenemos a Él, podemos darlos sólo viviendo en cooperación con Él, quien mora en nuestro
interior. El fruto del Espíritu es el carácter de Cristo, producido por el mismo Espíritu de Cristo en sus
seguidores. Cuanto más uno esté infusionado en la presencia del Espíritu, más enfática será la manifestación del
fruto del Espíritu en el vivir y obrar. Solamente cuando uno está lleno del Espíritu Santo puede exhibir la plena
fructificación de las virtudes cristianas. El secreto para llevar fruto es permanecer en Cristo, “Apartados de mí o
sin mí nada podéis hacer” (Jn.15:5b).