Historia Del Pensamiento Economico Brue Download 2024 Full Chapter
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Brue
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Stanley L. Brue
Pacific Lutheran University
Randy R. Grant
Linfield College
Traducción:
Guadalupe Meza y Staines
Israel Rodríguez Carreño
Traductores profesionales
Revisión técnica:
Mercedes Muñoz
Tecnológico de Monterrey
Campus Santa Fe
Impreso en México
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Contenido
Prefacio xi
Prefacio
LA OCTAVA EDICIÓN
El propósito primordial de este libro es narrar de forma clara, documentada, equi-
librada e interesante la historia de la economía. Después de todo, es una historia de
gran importancia, que agudiza la comprensión de la economía moderna y propor-
ciona una perspectiva única que no se encuentra en otras áreas de la disciplina.
El estudio de la historia del pensamiento económico sigue creciendo a medida
que madura la economía. Las nuevas ideas, evidencia, problemas y valores requieren
toda una reconsideración de las controversias básicas y las principales contribuciones
del pasado. Aunque se conservan las características básicas de las ediciones anteriores,
esta se ha actualizado y revisado de forma importante. A continuación se mencionan
los cambios más relevantes.
tangenciales al flujo principal del libro y que, por consiguiente, se tratan mejor por
separado.
Los nuevos títulos de la sección son:
La tabla de contenido incluye una lista completa de las secciones El pasado como
prólogo. Para asegurarnos de que esos cuadros no interrumpan el flujo lógico del
capítulo, hemos colocado una indicación al margen para indicar cuando usted lea
cada sección.
Agradecimientos
Quienes han adoptado este libro desde hace largo tiempo reconocerán en él el legado
de Jacob Oser. Aunque él ya no vivió para participar en las cuatro últimas ediciones,
se mantienen las características, el estilo y, en muchos casos, las palabras reales de las
primeras ediciones. Para nosotros ha sido un honor seguir adelante con la obra del
profesor Oser.
En la revisión de este libro nos hemos beneficiado mucho con la ayuda propor-
cionada por los revisores y nos gustaría expresarles nuestro agradecimiento. Ellos son
Syad Ahman, McMaster University; Ernest Ankrim, Frank Russell Company; Ben-
jamin Balak, Rollins College; Richard Ballman, Augustana College en Illinois; Les
Carson, Augustana College en Dakota del Sur; Kart W. Einof, Mount Saint Mary´s
University en Maryland; Maxwell O. Eseonu, Virginia State University; Tawni Hunt
Ferrani, Northern Michigan University; Peter Garlick, SUNY-New Paltz; David E.
R. Gay, University of Arkansas; Geoffrey Gilbert, Hobart and William Smith Colle-
ges; Ching-Yao Hsieh, George Washington University; Robert Jensen, Pacific Luthe-
ran University; John Larrivee, Mount Saint Mary´s University en Maryland; Charles
G. Leathers, University of Alabama en Tuscaloosa; Mary H. Lesser, Iona College;
Andrea Maneschi, Vanderbilt University; John A. Miller, Wheaton College en Mas-
sachussets; Tracy Miller, Baylor University; Clair E. Morris, Academia Naval de los
Estados Unidos; Lawrence Moss, Babson College; Norris Peterson, Pacific Luthe-
ran University; Michael Reed, Universidad de Nevada en Reno; Thomas Reinwald,
Shippensburg University; Teresa M. Riley, Youngstown State University; Robert P.
Rogers, Ashland University y Neil T. Skaggs, Illinois State University. Numerosos
estudiantes de cursos de Historia del pensamiento económico también han identifi-
cado con afán los errores y ofrecido sugerencias de mejora. Agradecemos en especial
a Kyle Abeln, estudiante de Linfield College Economics, por su ejemplar apoyo con
la investigación.
También deseamos expresar nuestro agradecimiento a las siguientes personas muy
talentosas en Cengage Learning/South-Western e Interactive Composition Corpo-
ration por su experto manejo de la revisión desde su concepción hasta el producto
final: Steven Scoble, editor de adquisiciones; Theodore Knight, editor de desarrollo;
Michelle Kunkler, directora de arte; Amber Hosea, gerente de fotografía/permisos y
Kevin Kluck, gerente de producción.
Por último, dedicamos nuestros esfuerzos a Terry y Craig, y a Susie, Alex y Kara.
Les agradecemos su inquebrantable apoyo y estímulo.
Capítulo
INTRODUCCIÓN Y
PERSPECTIVA GENERAL
1
Los primeros brotes del pensamiento económico se vinculan con la antigüedad.
Por ejemplo, la palabra economía tiene sus raíces en la antigua Grecia, en donde
oeconomicus significaba “administración del hogar”. Aristóteles (384-322 a.C.) se
interesó en el pensamiento económico, y distinguió entre las “artes de adquisi-
ción naturales y no naturales”. La adquisición natural, escribió, incluye actividades
como agricultura, pesca y cacería, que producen bienes para satisfacer las necesida-
des de la vida. La adquisición no natural, que él desaprobaba, era la obtención de
bienes más allá de las propias necesidades. Platón (427-347 a.C.) escribió acerca
de los beneficios de la especialización humana dentro de la ciudad-Estado ideal.
Esa especialización anticipó las ideas posteriores de Adam Smith sobre la división
del trabajo. La Biblia contiene diversas ideas acerca de la economía, incluso las que
se oponen al préstamo con intereses (usura). En la Edad Media Santo Tomás de
Aquino (1225-1274) creó el concepto de precio justo, en el cual ni el comprador
ni el vendedor se aprovechan del otro.
El periodo anterior a 1500 d.C. fue una época muy diferente en comparación
con lo que sucedió desde ese tiempo hasta la actualidad. Había muy poco comer-
cio antes de 1500 y la mayoría de los bienes se producían para el consumo de la
comunidad que los generaba, sin enviarlos primero al mercado. Por consiguiente,
el dinero y el crédito todavía no tenían un uso generalizado, aunque existían desde
épocas antiguas. Los Estados Nación poderosos y las economías nacionales inte-
gradas no alcanzaban una evolución plena, ni tampoco existían escuelas del pensa-
miento económico.
Asimismo, después de 1500, los mercados y el comercio tuvieron una rápida
expansión, y las exploraciones y descubrimientos geográficos más grandes fueron
resultados de este proceso y a la vez lo aceleraron. La economía monetaria sustituyó
a la economía natural o autosuficiente. Los Estados Nación con economías unifica-
das se convirtieron en fuerzas dominantes. Las escuelas de economía surgieron para
representar a grupos sistemáticos de pensamiento y formación política.
La “era de la economía política”, que inició en 1500, comenzó a suplantar a la
“era de la filosofía moral”. El enfoque de la economía política permitió organizar
con más congruencia el pensamiento económico, y convirtió los fragmentos de
ideas económicas en teorías sistemáticas. Sin embargo, debe reconocerse la natu-
raleza seminal de esos primeros fragmentos, de manera que en el sitio web de este
libro (http://www.cengagebrain.com) usted encontrará capítulos sobre la antigua
Grecia y la influencia de las ideas religiosas de los tiempos bíblicos hasta la Reforma
protestante. Aunque de forma ocasional se hace referencia a las ideas anteriores, el
texto inicia con la historia de la evolución del pensamiento económico en el siglo
XVI, con el mercantilismo.
1
2 Capítulo 1 Introducción y perspectiva general
miento económico parece moverse en espiral. Las teorías y políticas económicas con
frecuencia retoman ideas de otras similares de una época anterior, pero a menudo
se encuentran en diferentes planos y condiciones muy distintas. Las diferencias son
tan significativas como las similitudes, y vale la pena analizar de cerca ambas. De ello
usted se dará cuenta a medida que transite a lo largo de la Línea de tiempo. Consulte
a menudo dicha línea conforme avance en la lectura del libro, porque eso le ayudará
a identificar en dónde los economistas y las ideas que estudia tienen cabida dentro del
flujo mayor histórico de las doctrinas.
Por último, verá a lo largo del libro muchas secciones llamadas El pasado como
prólogo. Esas secciones numeradas demuestran que las ideas pasadas, en ocasiones de
forma fragmentada, son precursoras de ideas o políticas económicas posteriores más
desarrolladas y formalizadas. Un símbolo en el margen de la página indica el mejor
momento para hacer una pausa y leer dichas secciones. También le recordarán en
dónde volver a iniciar su lectura después de la pausa.
general sobre el empleo, el interés y el dinero en 1926, en vez de hacerlo en 1936, habría
suscitado mucha menos atención de la que atrajo. Claro, es importante el medio
social en el cual se desarrollan las ideas.
De hecho, algunos economistas le atribuyen una importancia primordial a los
entorno social, político y económico para modelar la naturaleza de las preguntas que
plantean los economistas y, por consiguiente, al contenido de las teorías económicas
que surgen durante un periodo determinado. Por ejemplo, según John Kenneth Gal-
braith, “Las ideas son inherentemente conservadoras. Se doblegan no ante el ataque
de otras ideas, sino ante la violenta y masiva embestida de las circunstancias con las
cuales no pueden contender”.1 Dicho de otra manera, las nuevas ideas sustituyen a
las teorías económicas aceptadas sólo cuando los acontecimientos del día hacen que
las antiguas teorías sean claramente inadecuadas. Por ejemplo, algunos argumentarían
que la antigua noción de que una economía de mercado genera automáticamente el
pleno empleo, no cedió ante la lógica de la teoría general de Keynes, más bien ante la
depresión y el desempleo masivo a nivel mundial de la década de 1930.
Wesley C. Mitchell expresó un punto de vista similar cuando escribió:
Los economistas tienden a pensar que su obra es el resultado de un juego de la libre
inteligencia sobre problemas lógicamente formulados. Pueden reconocer que sus ideas
se han visto influidas por la lectura y la enseñanza que fueron lo bastante sensatos para
elegir, pero muy rara vez comprenden que su inteligencia libre ha sido moldeada por las
circunstancias en las cuales crecieron; que sus mentes son productos sociales; que, en
cualquier sentido serio, no pueden trascender a su entorno.
Para comprender todo esto acerca de ellos mismos, es importante si los estudiantes
se convertirán de forma apropiada en autocríticos; es decir, si comprenderán los límites
a los cuales está sujeta su visión. Pero es excesivamente difícil que una mente que ha
sido moldeada por un entorno determinado acepte ese entorno como algo rutinario, o
que vea que es el producto de condiciones transitorias, y por consiguiente está sujeta a
diversas limitaciones.2
Sin embargo, muchos otros economistas no estarían de acuerdo o limitarían la idea
de que las fuerzas del entorno son los principales formadores de la teoría económica.
Argumentan que los factores internos dentro de una disciplina, como el descubri-
miento y la explicación de paradojas no resueltas, dan razón de la mayoría de los
adelantos teóricos. Que sea George J. Stigler quien hable por ellos:
Creo que cada desarrollo importante en la teoría económica durante los últimos cien
años habría surgido mucho antes si las condiciones del entorno hubieran sido todo lo
que necesitábamos. Incluso la teoría general de Keynes habría podido encontrar una
base empírica evidente en el periodo posnapoleónico las décadas de 1870 o 1890. Tal
vez esto sólo equivale a decir, lo que es verdadero y casi redundante, que los elementos
de un sistema económico que los economistas creen que es básico han estado presentes
durante largo tiempo. La naturaleza de los sistemas económicos ha cambiado relativa-
mente poco desde la época de Smith.
De manera que le asigno un rol menor, e incluso incidental, al entorno contemporá-
neo en el desarrollo de la teoría económica desde que se ha convertido en una disciplina
1
John Kenneth Galbraith, The Affluent Society, Boston, Houghton Mifflin, 1958, p. 20.
2
Wesley C. Mitchell, Types of Economic Theory, editor Joseph Dorfman, tomo 1, Nueva York, A. M. Kelly, 1967, pp. 36
y 37.
Capítulo 1 Introducción y perspectiva general 5
profesional. Incluso cuando el estímulo del entorno original para un desarrollo analítico
específico es bastante claro, como en la teoría de la renta de Ricardo, la profesión muy
pronto se apropia del problema y lo reformula de manera tal que se vuelve cada vez
más lejano de los acontecimientos actuales, hasta que finalmente su origen no tiene una
relación reconocible con su naturaleza o aplicaciones.3
4
Charles Gide, Charles Rist. A History of Economic Doctrines from the Time of the Physiocrats to the Present Day, Univer-
sidad de California. D.C. Heath, 1948, p. 10.
Capítulo 1 Introducción y perspectiva general 7
5
Mark Blaug, Economic Theory in Retrospect, 4a. ed., Londres, Cambridge University Press, 1985, p. VII.
8 Capítulo 1 Introducción y perspectiva general
deben adoptar y cuáles rechazar, y cuál debe ser la prioridad de cada meta. Aun
cuando todo conviniera en las metas para la economía, habría desacuerdo acerca de
su importancia relativa. Pero el análisis económico ayuda a idear sistemas que definen
el bien común, individual y social, para que las personas satisfagan sus propios inte-
reses, al tiempo que mejoran el bienestar de otros.
Al combinarse ciertas circunstancias, emerge la desesperanzada perversidad de las
personas. Cabe la esperanza de que a medida que aumente la comprensión de la
economía y de que se incremente el dominio sobre los problemas sociales; conforme
aumente el bienestar material y se amplíe el aprecio de las facetas culturales, estéticas
e intelectuales de la vida, el hombre será más civilizado, humano y considerado hacia
los demás. Si el estudio de las teorías y los problemas económicos del pasado y del
presente contribuyen a alcanzar estas metas, habrá valido la pena el esfuerzo.
Lecturas selectas
Libros
Blaug, Mark. The Methodology of Economics, or How Economist Explain. Londres,
Cambridge University Press, 1980.
_____, editor. The Historiography of Economics. Brookfield, VT, Edward Elgar, 1991.
Colander, David y A. W. Coats, editores. The Spread of Economic Ideas. Nueva York,
Cambridge University Press, 1989.
Capítulo 1 Introducción y perspectiva general 9
Mackie, Christopher D. Canonizing Economic Theory: How Theories and Ideas Are
Selected in Economics. Armonk, NY, M. E. Sharpe, 1998.
Meeks, Ronald L. Economics and Ideology and Other Essays: Studies in the Develop-
ment of Economic Thought. Londres, Chapman and Hall, 1967.
Mitchell, Wesley C. Types of Economic Theory. Introducción por Joseph Dorfman.
2 tomos. Nueva York, Kelly, 1967, 1969.
Rogin, Leo. The Meaning and Validity of Economic Theory. Nueva York, Harper,
1956.
Stigler, George J. Essays in the History of Economics. Chicago, University of Chicago
Press, 1965.
Artículos de revistas
Cesarano, Filippo. “On the Role of the History of Economic Analysis”, History of
Political Economy 15, primavera de 1983, pp. 63-82.
Dillard, Dudley. “Revolutions in Economic Theory”, Southern Economic Journal 44,
abril de 1978, pp. 705-724.
Ekelund, R. B. y R. W. Ault. “The Problems of Unnecesary Originality in Econo-
mics”, Southern Economic Journal 53, enero de 1987, pp. 650-661.
Stigler, George J. “The Influence of Events and Policies on Economic Theory”,
American Economic Review 50, mayo de 1960, pp. 36-45.
APÉNDICE
Historia del pensamiento económico: Fuentes de información
El propósito del apéndice es proporcionar un resumen conciso de los tipos de fuen-
tes disponibles para recabar información acerca de la historia del pensamiento eco-
nómico. Los estudiantes que presentan trabajos para exámenes trimestrales o que
desean explorar con mayor profundidad algunos temas, se beneficiarán al analizar la
numerosa y creciente literatura en esta área.
Fuentes principales
Las fuentes principales consisten en los escritos completos del economista que se estu-
dia en el libro. Esas fuentes se citan en la sección de Lecturas selectas al final de cada
capítulo.
Libros de lectura
Además de las obras completas, existen varios libros excelentes que contienen extrac-
tos selectos de las fuentes originales. Algunos ejemplos incluyen los siguientes:
Abbott, Leonard Dalton, editor. Masterworks of Economics. 3 tomos. Nueva York,
McGraw-Hill, 1973.
Needy, Charles W., editor. Classics of Economics. Oak Park, IL, Moore, 1980.
Newman, Philip C., Arthur D. Gayer y Milton H. Spencer, editores. Source Readings
in Economic Thought. Nueva York, W. W. Norton, 1954.
Tratados sobre historia del pensamiento económico
Varios tratados significativos sobre la historia de los métodos y la teoría económicos
son dignos de mención. Por lo general, esas obras no se usan como libros de texto
a nivel universitario, debido a su gran extensión, sus detalles minuciosos o su con-
10 Capítulo 1 Introducción y perspectiva general
tenido riguroso. Sin embargo, son buenas fuentes para ampliar el conocimiento.
Cuatro ejemplos de libros de este género son:
Blaug, Mark. Economic Theory in Retrospect. Quinta edición. Londres, Cambridge
University Press, 1997.
Pribram, Karl. A History of Economic Reasoning. Baltimore, Johns Hopkins Univer-
sity Press, 1983.
Schumpeter, Joseph A. History of Economic Analysis. Nueva York, Oxford University
Press, 1954.
Spiegel, Henry W. The Growth of Economic Thought. Tercera edición. Durham, NC,
Duke University Press, 1991.
Tesis del cambio científico
Los siguientes libros, al desarrollar amplias teorías de los factores que generan el
cambio científico, proporcionan marcos de referencia útiles para estudiar la historia
de la economía:
Kuhn, Thomas. Structure of Scientific Revolutions. Tercera edición. Chicago, Univer-
sity of Chicago Press, 1996.
Lakatos, Imre. The Methodology of Scientific Research Programmes. Londres, Cam-
bridge University Press, 1978.
Popper, Karl. The Logic of Scientific Discovery. Segunda edición. Londres, Hutchin-
son and Co., 1968.
Libros acerca de economistas
Numerosas biografías estudian las vidas y épocas de los grandes economistas, y varias
obras monumentales analizan las contribuciones de economistas específicos. La
mayoría de los libros de importancia primordial se mencionan como Lecturas selec-
tas al final de los propios capítulos del libro. Dichas listas no son exhaustivas, pues
a menudo aparecen nuevos volúmenes. El sistema de referencia en una biblioteca
académica es el lugar para comenzar a buscar esos libros.
Artículos de revistas
Las revistas especializadas sobre economía son el medio que utilizan los economistas
para ofrecer nuevos conocimientos acerca de la historia del pensamiento económico.
Varios artículos se citan en las notas de pie de página y al final de cada capítulo, pero
esas referencias son sólo una pequeña fracción de los numerosos artículos escritos
sobre los diversos aspectos de los temas que se estudian en el capítulo. Las revistas
son de dos tipos: 1) revistas generales, que contienen artículos que cubren el amplio
espectro de las áreas secundarias de la economía y 2) revistas especializadas, que son
específicas para un área de la economía, como finanzas públicas, economía laboral o
historia del pensamiento económico.
Revistas generales. Los artículos sobre historia del pensamiento económico apare-
cen ocasionalmente en las revistas generales de economía, como American Economic
Review, Oxford Economic Papers, Journal of Political Economy, Southern Economic Jour-
nal, Economica y otras por el estilo. Los siguientes dos índices son importantes en la
búsqueda de artículos de interés:
American Economic Association. Index of Economic Articles. Homewood, IL:
Richard D. Irwin, Inc. Esta serie se actualiza por medio de nuevos tomos periódicos
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A businesslike atmosphere filtered through the quiet of the Smokies.
Though wolves and panthers had largely disappeared by 1910, fur
buyers and community traders enjoyed a brisk exchange in mink,
raccoon, fox, and ’possum hides. Oak bark and chestnut wood,
called “tanbark” and “acid wood” because they were sources of
valuable tannic acid, brought $7 per cord when shipped to Asheville
or Knoxville. As the sawmills flourished, makeshift box houses of
vertical poplar and chestnut planks gave way to more substantial
weatherboarded homes of horizontal lengths and tight-fitting frames.
Slick, fancy, buggy-riding “drummers” peddled high-button shoes and
off-color stories. The spacious Wonderland Park Hotel and the
Appalachian Club at Elkmont, and a hunting lodge on Jake’s Creek
graced the once forbidding mountainsides.
Undergirding this development was a growing cash base: peaches
and chestnuts, pork and venison, wax and lard—translated into
money—brought flour and sugar, yarn and needles, tools and
ammunition. Yet in the midst of this new-found activity, many clung to
their old habits. Children still found playtime fun by sliding down hills
of pine needles and “riding” poplar saplings from treetop to treetop.
Hard-shell Baptist preachers, such as the hunter and “wilderness
saddle-bagger” known as “Preacher John” Stinnett, still devoted long
spare hours, and sometimes workdays as well, to reading The Book:
“I just toted my Bible in a tow sack at the handle of my bull tongue
and I studied it at the turn of the furrow and considered it through the
rows.”
But whatever the immediate considerations of the hour happened to
be, logging was the order of the day. From the Big Pigeon River, all
the way to the Little Tennessee, the second generation of timber-
cutters had moved into the Smokies on a grand scale.
The companies, with their manpower, their strategically placed
sawmills, and their sophisticated equipment, produced board feet of
lumber by the millions. The rest of the country, with its increased
demands for paper and residential construction, absorbed these
millions and cried for more. By 1909, when production attained its
peak in the Smokies and throughout the Appalachians, logging
techniques had reached such an advanced state that even remote
stands of spruce and hemlock could be worked with relative ease.
Demand continued unabated and even received a slight boost when
World War I broke out in 1914.
Laura Thornborough
Wiley Oakley, his wife, and children gather on the
porch of their Scratch Britches home at Cherokee
Orchard with “Minnehaha.” Oakley always said, “I
have two women: one I talk to and one who talks to
me.”
National Park Service
Oakley was a park guide before there was a park. And
in that role he nearly always wore a red plaid shirt. He
developed friendships with Henry Ford and John D.
Rockefeller and became known as the “Will Rogers of
the Smokies.”
In Horace Kephart’s own eyes, his greatest education came from the
spirited breed of mountain man known as “blockade runners” or
simply “blockaders.” These descendants of hard-drinking Scotsmen
and Irishmen had always liked to “still” a little corn whisky to drink
and, on occasion, to sell. But as the 1920s opened into the era of
Prohibition, the mountain distiller of a now contraband product
reached his heyday. He found and began to supply an expanding,
and increasingly thirsty market.
Stealth became the keynote in this flourishing industry. Mountaineers
searched out laurel-strangled hollows and streams that seemed
remote even to their keen eyes. There they assembled the copper
stills into which they poured a fermented concoction of cornmeal,
rye, and yeast known as “sour mash” or “beer.” By twice heating the
beer and condensing its vapors through a water-cooled “worm” or
spiral tube, they could approximate the uncolored liquor enjoyed at
the finest New York parties. And by defending themselves with
shotguns rather than with words, they could continue their
approximations.
In this uniquely romantic business, colorful characters abounded on
both sides of the law. Horace Kephart wrote about a particular pair of
men who represented the two legal extremes: the famous
moonshiner Aquilla Rose, and the equally resilient revenuer from the
Internal Revenue Service, W. W. Thomason.
Aquilla, or “Quill,” Rose lived for 25 years at the head of sparsely
populated Eagle Creek. After killing a man in self-defense and hiding
out in Texas awhile, Rose returned to the Smokies with his wife and
settled so far up Eagle Creek that he crowded the Tennessee-North
Carolina state line. Quill made whisky by the barrel and seemed to
drink it the same way, although he was occasionally seen playing his
fiddle or sitting on the porch with his long beard flowing and his
Winchester resting across his lap. His eleventh Commandment, to
“never get ketched,” was faithfully observed, and Quill Rose
remained one of the few mountain blockaders to successfully
combine a peaceable existence at home with a dangerous livelihood
up the creek.
W.W. Thomason visited Horace Kephart at Bryson City in 1919.
Kephart accepted this “sturdy, dark-eyed stranger” as simply a tourist
interested in the moonshining art. While Thomason professed
innocence, his real purpose in the Smokies was to destroy stills
which settlers were operating on Cherokee lands to evade the local
law. He prepared for the job by taking three days to carve and paint
a lifelike rattlesnake onto a thick sourwood club. During the following
weeks, he would startle many a moonshiner by thrusting the stick
close and twisting it closer.
When Kephart led the “Snake-Stick Man” into whiskyed coves in the
Sugarlands or above the Cherokee reservation, he found himself
deputized and a participant in the ensuing encounters. More often
than not, shots rang out above the secluded thickets. In one of these
shootouts, Thomason’s hatband, solidly woven out of hundreds of
strands of horsehair, saved this fearless revenuer’s life.