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Mjmh. Pétalos de Piel. Versión Corregida y Regrabada
Mjmh. Pétalos de Piel. Versión Corregida y Regrabada
Mjmh. Pétalos de Piel. Versión Corregida y Regrabada
Pétalos de piel
M
iro a Fernando Uribe por vez primera en el Hotel Casa Granda . Un sol
relampagueante zigzaguea en la mañana fresca de Santiago de Cuba. El
escalofrío de siempre me asegura que el extranjero está completamente loco,
a pesar de su garbo de marqués bogotano y su prestigioso cargo de consultor internacional.
Entra en la recepción, mete la mano en el bolsillo del pantalón caqui y extrae una gran faja
de dólares, como mostrando el dinero.
Fanfarrón es mi primera evaluación.
Más que adinerado. Porque los pudientes no se exhiben ante los pobres de baja
ralea. No los consideran lo suficientemente importantes como para esforzarse y hacer gala
ante ellos. Pero guapo sí que lo es, sin duda pienso en silencio.
Uribe tararea con voz acaramelada y suave que le dispongan la suite principal, con
el más brioso de los aires acondicionados, excelentes cobijas, esto y lo otro. La amabilidad
ambulante llega al Mamá Granda.
Petulante concluimos todos los nativos en el hall.
No importa, tiene dólares y eso es lo que interesa aquí, más allá de lo que él crea
de sí mismo reflexionamos todos íntimamente, sin que nadie diga nada al vecino de
labores.
Los dólares se quedarán en nuestros bolsillos de cualquier manera. Con tanto
dinero que lleva encima, no importa que sea y sienta como le dé la gana. Que pida lo que se
le antoje. Nosotros estamos aquí para servirlo y quitarle los dólares de cualquier forma y
manera pensamos todos los del servicio, sin pronunciar ni una sola palabra.
2
Ocho y treinta de la noche santiagueña. Camino por el corredor del piso 4 donde
está alojado el noble marqués de Bogotá. La penumbra del corredor me cubre. No se
pueden encender todas las luces del hotel por el racionamiento permanente al que nos ha
sometido este gobierno infame.
Llevamos más de cuarenta años esperando el cambio. Hay que ahorrar energía,
dicen ellos. Es la orden general en la isla desde lo más alto del Comité Central Comunista.
Con todo, las paredes pintadas con cal huelen a cementerio, pero esto minimiza el calor y el
mal olor por la falta de químicos y de jabones para la higiene que hay en toda la isla,
asolada por tanta pobreza desde que arribó el comunismo. Antes algunos eran pobres, ahora
con la igualdad, lo somos todos.
Me cambio toda la ropa y voy caminando emperifollada de amarillo girasol, el color
de mi Orishá. Ya he rezado a mis antepasados para la protección, pedido suerte y
4
embrujado todo mi cuerpo para el dispositivo de sexo que se me avecina. Ahora, él tiene
que unirse a toda esta humanidad esplendorosa y ya problema resuelto.
Las baldosas del suelo del hotel están opacas y son de color melón. Poca luz en los
pasillos que viven en la eterna penumbra. Hay flores de plástico colgando en los ventanales
góticos del hotel. Odio esos adornos de baratija.
Mira pa’ eso digo mientras camino.
Este hotel que nació con la mejor arquitectura del momento, rebajado a puro
parecer.
Pero bueno, problema del Comité Central Comunista.
Llevo taparrabos mínimos, falda ancha y blusa medio transparente. Tengo puesto el
sostén de encaje que me regaló el francés en su último arribo. Ese Isfel, así es como lo
llamo yo, es muy económico. No se le levanta nada, ni el sudor. Es un mirón perfecto. Con
él, yo me pago y me doy el vuelto. Sin enfermedades y con buenos emolumentos en la
busaquita. Camino hacia la alcoba del marqués.
Golpeo suavemente la puerta del 407 y miro hacia los lados del pasillo para indagar
sobre los espías que siempre están. No hay problema, ando sola y a mis anchas, haciendo lo
propio. Se abre el recinto. Sale Fernando y saluda como al tanto de mi arribo, apoya la
mano sobre el filo de la puerta y me escudriña de arriba a abajo, prácticamente elaborando
la inspección de un volcán.
Yo le pregunto tontamente:
¿No incomodo? pero él no responde nada y me mira fijamente a los ojos para
desafiarme, con su presunto dominio y control sobre la situación. Únicamente retira el
brazo, se da la vuelta y se lanza hacia el interior del cuarto. Lo sigo y cierro la puerta
lentamente. Sin duda habrá jaleo sexual.
II
María de los Amores sale de casa de la Yaya y corre hacia el hotel buscándome por todas
partes. Noticias urgentes de los muertos. Nada de delirios emocionales para su amiga
Caridad con el hombre blanco. Mis apreciaciones preliminares sobre su locura extrema,
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todas ciertas, con peligro en el horizonte. Mensaje claro de los hermanos del más allá. Sin
conflictos amorosos con éste, todo saldrá a mi favor.
El cándido vulcanólogo, sirve para lo que sirve, han dicho los espíritus; por tanto
con él, mucho ron, sexo y buenos momentos. Nada de amor, nada en serio, pura pachanga y
juerga. Lo sé todo cuando se da la vuelta en lo profundo del cuarto y extiende la sábana,
como preparando el teatro para la obra que se avecina.
Fernando habla de sí, como cosa rara en él, y yo lo escucho pacientemente. Luego
sentada. Cruzo la pierna y me desnuda con la mirada. Habla, habla y habla de sí mismo
hasta la saciedad. De vez en vez, se ríe y pregunta frivolidades que en verdad no me
interesan. Yo, puro parecer amable con éste. Creo que hay problemas o no le gusto lo
suficiente para empezar a enrollarnos sin tanta exposición personal. Quiere vino, llama al
restaurante y después pide whisky, eso sí, del para ricos, aclara varias veces.
Tome ron. Eso esclarece la garganta, y en Santiago es de lo mejor. Más exquisito
el ron santiagueño que cualquier cosa en el mundo. Usted está, doctor, en los dominios del
Bacardí, único en América. Lo mejor de lo mejor insisto. También gano comisión por la
venta de ron en el restaurante del hotel.
No medita nada y de sopetón cambia la orden. Agrega comida. Me consulta sobre el
platillo, pero al final escoge él sin considerar, ni por un minuto, mis opiniones.
Mariscos y ensalada. Cuidado con la esbeltez. Me estudia el cuerpo, las manos, los
senos. Le gustan mis ojos dorados, mi abanico de encajes y mis largos zarcillos de oro.
Arriba pronto la orden nutricional y etílica. Insisto en comer sobre la cama y así voy
acercando a la víctima hacia el territorio de guerra. Acepta, se relame con harta inelegancia
pagana. Está hambriento el pobre. Es ansioso hasta el extremo. A lo mejor por desgaste
estomacal no ha empezado la función sexual. Seguro le falta energía a ese cuerpo blanco y
peludo, de oso albino.
y froto mis caderas como la gata Helena por todas las partes de su cuerpo. Reacciona al
estímulo. Me mira impresionado y ya no suda como un toro en el ruedo a punto de la
estocada final. Estudio el caso mientras lo beso apasionadamente por todas partes. Entre
tanto, converso con mi Orisha1 para enfrentar esta difícil prueba.
¿Sigo el duelo o dimito? consulto a Oshun.2
Llegan las luces. El hombre está embrujado por su amante colombiana que le quiere
liquidar el matrimonio con la hidalga mayor, Claudia con C . Bueno, él también la
enamoró, le mintió a su amante colombiana y la dejó devastada, lejos por allá en la lejana
Bogotá y el muy tránsfuga, se regresó para Arizona buscando salvar su virtuoso matrimonio
feliz. La amante abandonada. ¿Dios sabrá? Entonces, fue por eso que la amante le trituró lo
macho con hechizos y maldiciones. Venganza de bruja que yo bien conozco.
No importa, estoy preparada para dichas nimiedades brujeriles y conmigo no
funcionan esas pócimas, porque al final yo no creo en nada de eso. Esos encantamientos no
andan conmigo, necesito los dólares y punto. Asunto concluido.
Insisto en los besos, los manoseos, y le toco y retoco todo el cuerpo, mientras lo
ensalmo y le retiro los espantos y los malos espíritus que lleva por dentro haciéndolo
impotente. Hay respuesta por los sótanos eróticos, y la conexión sexual y emocional
comienza su funcionamiento. El caballo toma ánimo. Se va enderezando el enano caído con
mucha rapidez, más pronto de lo que yo pensé. Fernando se aleja un poco, me acaricia y me
toma con la brusquedad del necesitado varón. ¡Fiestaaaaa! Mueve su humanidad unos
segundos dentro de mí y grita ¡gua, gua, gua!, tipo perrito fino.
Que estúpido, ni jadear sabe, el muy cretino pienso burlescamente.
Ahora sale de mí y me acuesta boca arriba. Se me encarama encima con asfixia,
hace lo propio y yo me alboroto todita. Está forzudo, completo, varonil, es calentito y
suave; me encanta este marqués de Colombia. Levanta la cara. Otro guau, guau. Me muero
de la risa con tanta pasión canina. Todo se consuma y es demasiado para el pobre. Grita y
se desmaya dormidito a mi lado como un bebé de pecho. Me enternezco, miro por la
ventana y la luna está llena, llenísima. Apago la luz de la habitación, pero quedo clareada
1
Dioses, en lengua yoruba.
2
Diosa yoruba del amor, la belleza, riqueza, fertilidad. Representa las virtudes de la mujer perfecta.
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por la centinela galáctica. Como puede, me toma la mano, me aprieta a su lado y me besa
casi en trance. Puro romanticismo de adolescente. Afuera, en la plaza suena la canción:
Y si vas pallá
donde está Cachita
tráeme una estampita de la Caridad
pa mi mamá, tara rara
3
Diosa yoruba del mar, la hechicera y maga.
4
Se refiere a la diosa Yemaya, consagrada en el mito de la limpieza marina. Se muestra en la espuma blanca
del mar.
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III
Oigo el resonar de los alaridos del puerto y tocan la puerta de mi cuartucho. Un aguarura en
el fondo comenta el regreso de las lanchas con los pescadores madrugadores en el puerto de
Santiago. Es María de los Amores muy apurada. Me asomo a la ventana y veo el puerto, el
mar azul, siento la brisa fresca que entra raudamente rociando diminutas perlitas de sal por
todas partes. El cielo comienza a matizarse con destellos manzanos.
El colombiano aguarda con desespero para desayunar. Está sentado en la terraza,
muy sonreído, vestido de blanco, con zapatillas negras tan espantosas como la miseria y
emparamado en agua de colonia de la más fina; afeitadísimo y listo para la acción. Pero
dice que no quiere nada si no te encuentra de inmediato. Te ha estado buscando por todos
lados desde que amaneció. Lo has vuelto loco, sinvergüenzona. Tienes que contármelo
todo, sin omitir nada, de nada. El marqués se halla felicísimo. Alega que todo y todos
somos bellos en la isla, hasta el mulato tuerto de la puerta principal, el pobre infeliz de
Blanco dice la prima.
Baño de inmediato, atuendo ligero y medio traslúcido, sin ropa interior. Hora de los
negocios. Al subir las escaleras para llegar al mirador me encuentro a Serafina, acariciando
con placer a la Helena que me da los buenos días con alargados maullidos y toqueteos
nerviosos en mis pantorrillas. Rascadera rápida en la cabeza grande y blanquísima, incluso
manoseos por la cola larga, con rasquitas incorporadas
Despedida para ambas con besos y apretones. Poco tiempo para las relaciones
públicas, los negocios apremian.
Voy con prisa. Cúbreme el día solicitud desesperada a una buena amiga.
10
Pago doble y sin quejadera. Supe de la buena cosecha de anoche. Todo el mundo
lo comenta en el Mamá Grande, que eres la sensación de los impotentes. Así que paga
para que siga la juerga, negrita.
Necia, terrorista. Pero buena publicidad para mí en la boca de esta chismosa, lo de
levantar muertos. Al final eso es ganancia.
Aún no cobro. Sólo sembré anoche, pero acepto. Voy de afán ¿Te das cuenta?
Ya hasta hablo como mi distinguido bogotano. También la nobleza se pega como los virus,
por contacto sexual. Le pagaré doble, a la sinvergüenza ésa, sólo para que continúe
chismeando. No hay precio para la publicidad oral.
Arribo apresurada al salón de la terraza. Hace una brisa aterciopelada con olor a
patilla y todo se ve elegante ahora. Las palmeras en sus porrones arcillosos dan un aire
distinguido al lugar y una melodía sabrosa anima la mañana cándida. Al fondo los mástiles
de las embarcaciones se mecen lerdamente y más allá de todo, el azul perlino del mar. Por
último, el horizonte libre y suelto que se bambolea ante los ojos del mundo. El olor a
comida recién hecha invita a la vida y los ojos del marqués brillan de felicidad.
El bogotano sonreído y con cara de amor se incorpora y me espera de pie, mientras
me acerco a él lentamente, moviendo mi cuerpo al compás del viento y de la música viva.
Se regocija en mis movimientos lujuriosamente, al verme venir. Le gusto mucho y lo demás
es cuento. Pero ahora me desea más porque a la luz del día mis ojos son más dorados que
en la oscuridad. Delira de fiesta por el amor conmigo. Pero él sabe cómo es el asunto con
mis deseos alimenticios. Primero comidita y luego lo demás; he allí su desespero para el
desayuno juntos.
Comemos bien. Yo más cantidad que él, pues siempre está nervioso. Se concentra
en preguntarme en todo sobre lo de anoche y yo, únicamente, sonrío dulcemente y no le
cuento la verdad. La vida pasa factura y no se puede jugar con el amor de las mujeres. Por
debajo de la mesa me aprieta las manos, los muslos, todo lo que le alcancen los dedos.
Comí en demasía, estoy muy llena y quisiera dormir, pero el deber llama.
Bajamos por las escaleras como a las diez y media, cayéndonos entre rozamientos y
estremecimientos prematuros. Se encuentra muy estimulado. Hoy no hace falta ni un rezo,
ni un Padrenuestro más. El loco está curado de todo maleficio sobre impotencia sexual. Su
11
5
Célebre bar nocturno de la isla de Cuba.
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Oiga, Cachita, con usted me la paso muy bien. Me he vuelto a sentir un hombre
completo, con energía para empezar a trabajar nuevamente y seguir adelante con mi vida.
Es usted una bendición, una cura de verdad, verdad termina lloroso.
Pero es que usted es una delicia. Estoy como en vacaciones. Me has hecho sentir
un hombre por fin, con más fuerza que cuando era un adolescente. ¿Pero, usted qué tiene?
Dígame, ¿no ve como me alegra? y busca besarme en la boca.
Yo lo siento excitado. Su impotencia cerebral lo está matando, pues la creencia es
más fuerte que los hechos. Insisto, no soy médico. Su problema sexual es su frustración por
el fracaso de su matrimonio. Exclusividad en cuernos tiene el colombianito. Despejo su
esquizofrenia:
Conga, lindo, tengo conga, alegría y amor y camino tongoneando las caderas
hacia la tienda para que me compre un regalo hermoso y caro.
Él, se da cuenta de mis intenciones económicas, pero no le importa, porque sabe que
soy una prostituta y que si no paga me apago. Le gusto y es todo. Se siente feliz. Dice que
me ama y no le creo nada. Cuando se me sentimentaliza me parece harto graciosillo. Siento
que me parezco a Helena, la gata del hotel, que acaricia a los empleados de la cocina con el
rabo, largo y peludo, sólo para que le alcancen carne del restaurante.
En la turistienda6 compro collar, pulsera, zarcillos, cartera y zapatos, y él paga la
cuenta. Claro que si me vengo solita, aunque tenga dólares, estos desgraciados no me
venden nada, por miedo al gobierno. El comunismo es así, incentivo del mercado a través
de la negación y la represión. Mientras más ellos me constriñan, más cosas deseo adquirir
yo. Al final el marqués es mi tarjeta de crédito dorada.
Me hace falta un vestido nuevo para la noche y lo llevo por tiendas clandestinas que
conocemos solamente los que vivimos por aquí. Seguimos buscando. Consigo el comercio.
Pruebas a escondidas. En la noche será una sorpresa mi atuendo. Sé que a él no le importa
la ropa, póngame lo que me ponga, me considera una mestiza, una sirvienta prostituta. Lo
único que le pasa es que conmigo siente el sexo y vuelve a reencontrar el varón que se le
perdió hace tiempo de su mundo de fachadas y máscaras.
Llegamos al Mama Granda pasadas las seis de la tarde y el ocaso se cuela turbio
por la terraza. Huele a café y a la envidia de los demás compatriotas cubanos. Yo conjuro
sus intenciones y aprovecho sus malas fuerzas a mi favor. Me invita a su cuarto y no me lo
creo, pero él insiste hasta con pataleta pueril. Fastidio cuando le aflora el destornillado otra
6
Tienda de regalos en Cuba donde únicamente pueden comprar los turistas. Está prohibida la entrada para los
nativos de la isla.
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vez. Nueva embestida, ahora larga, divertida y divina, con baño de espumita incluida. ¡Ay,
Dios!, creo que me estoy enamorando del blanco peluche, aunque esté más loco que una
cabra. El amor, el sexo y el dinero juntos, cuánta divinidad, emocionante manía
disparatada.
Voy a mi cuartucho y María de los Amores me intercepta. Me mira a la cara.
Cuidado con la enamoradera. Totalmente perjudicial y contraindicado en los
negocios expone con reprimenda.
La ignoro y sigo, debo ponerme bellísima esta noche para mi amado el fogoso. La
furia de Vulcano ha despertado desde la muerte y yo no me enamoro de hombres
traicionados que se arrebatan el despecho con mujeres livianas como yo.
Salgo de mi sucucho y nos encontramos en la puerta del ascensor. Voy vestida de
blanco, con traje largo y de raso, sin nada abajo, únicamente la piel tostada como funda.
Fernando queda extasiado. Le miro las intenciones y sé muy bien qué desea cuando renace
Vulcano, pero lo halo por el brazo hasta el Hall. Yo quiero ir al Tropicana , la guerra de la
piel será más tarde, cuando el ron y la noche hagan sus estragos.
Fuimos bien y vinimos mejor, con varios rones y mojitos calentándonos el cuerpo y
las ganas. Tenía mucho apetito de llegar a la alcoba, pero lo llevo a la plaza y lo siento en
los bancos de madera para que disfrute de las luces del puerto y de la estrella principal que
está encendida en la puerta del cabildo. Todo huele a sal y a luceros plateados. Son las tres
de la madrugada en la plaza principal de Santiago de Cuba y estamos juntos frente al
puerto, la iglesia, yo y el marqués [el marqués y yo], extasiados en feliz tranquilidad.
La madrugada lo pone reflexivo y eso me aburre cuando me confunde con una
terapeuta. Me provoca recordarle que soy tan sólo un pasatiempo, una prostituta tal vez,
pero que no juegue al enamorado conmigo, ni me converse en serio sobre las vicisitudes de
su vida. Pero él insiste y me revela que no es feliz en su matrimonio.
Llora y lo consuelo. Mi trabajo tiene muchas actividades diferentes y es muy
exigente por la diversidad de acciones y de horarios. Conozco su pena y su problema. Todo
el drama es que Vulcano no le atiende a la Quintanilla a ninguna hora, ni lugar. Lo beso en
la plaza y le acaricio el pecho, las manos. En los banquitos otras parejas nos acompañan
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con el mismo repertorio amoroso. Santiago huele a ron, con sal y amor. El inmenso ángel
de la catedral me mira con reprimenda por tanta lujuria en la plaza mayor.
Resiste, que a ti también te salen flores cuando hay parranda en la catedral le
recuerdo para que deje el regaño conmigo por apóstata.
El marqués insiste en el drama con la ingeniera colombo-estadounidense, pues a la
súper inteligente, también le agrada el amor con lujuria. Él es un fiasco como hombre y
esposo; Claudia le perdió el respeto y lo manipula a su antojo. Seguro hay cuernos y de los
grandes. El pobre no tolera la idea de que su esposa es una adúltera y esto le pesa
demasiado en su baja autoestima. Segurísima que hay adulterio, pero ¿con quién?;
¿incertidumbre brujeril? No percibo con claridad a los infieles. Acepto invitación de
cerveza a esas horas de la madrugada. Llego de última a la habitación.
Él, sentado en la cama, esperando, me sigue hablando sandeces; me desnudo y lo
invito también. Hacemos lo nuestro con fuerza y pasión. Me gusta y disfruto mucho de
Vulcano, como la pintura de la fragua del inmenso pintor Velásquez. Echados sobre la
cama conversamos frivolidades. Él tiene sed y desea agua. Que quede claro: no intenté
averiguarle la vida, no fue mi culpa. Toma y coloca el vaso de agua delante de mí, sobre un
plato que está en la cama y así me convierto en un ángel, en una mensajera más de los
designios de Dios cuando entre la luz y el agua se alzó el oráculo. Veo al [el] agua nítida a
través del trasluz del sol que ya sonreía por la ventana. Mi videncia se eleva, se revela su
futuro y contemplo su desdicha en el vaso mojado. Corroboro todo sobre el problema del
marqués. Sin duda traición y de la más grande, desde hace años y en forma definitiva. Si
supiera el pobre doctor, consultor, marqués, vulcanólogo, esquizofrénico , desdichado ser,
con quién es traicionado y rebajado.
Definitivo jaleo en puerta y, además, tejido por mí. Quiero que se conecte en
Internet con su esposa y me deje entrar en escena. Eso sí, antes quiero mis dólares. Le
comento que debo ayudar a mi tía y sin titubeos paga los diez mil y me invita a pasar las
próximas horas en su cama. Con los asuntos económicos cerrados, el sexo y el dormir no
son problema. Lo que quiere es amor con sol y eso está hecho.
Mi amor, mañana vamos al Internet con la Claudia le digo.
Que descanses, mi delicia. Me tienes agotado responde el bogotano sin más
argumento familiar.
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mucho mejor cuando entra en calor conversacional y surgen las identificaciones respectivas
en materia de placer. La conversación escrita va más suelta y espontánea con respecto a sus
fantasías y necesidades, para distraerse de tantas magnas responsabilidades académicas y
profesionales.
A riesgo de no equivocarme, yo parezco la científica. Esta pasión por la verdad
me podría llevar a la tumba reflexión instantánea de una cibersantiagueña.
Pasamos de los bits y de las presentaciones triviales, a lo íntimamente emocional. Ni
tan sola, ni tan amargada está la colombiana, pero acepta que la libera hacer nuevas
amistades y experimentar emociones fuertes que la alejen de la monotonía del trabajo y del
hogar. Es sincera, directa y muy morbosa. Me gusta esta chiquilla. Colombia al acecho, con
cara de asombro, de tan inesperada conversación entre su mujer y extrañas cibernautas. En
diez minutos más, me le abalanzo sobre sus misteriosas intimidades. Tiempo de respuesta
inmediato. Interés en el ambiente cibernético.
Salimos del protocolo ingenuo y alcanzamos el perímetro del sexo fuerte y verbal,
después de los treinta minutos. Me lanzo:
Me gusta mucho el amor y el sexo. Para mí es importante el uso de todas las
posibilidades. Deseo experimentar con nuevas tecnologías, poses y fantasías con mi género
expongo impúdica y espero respuesta.
De inmediato escribe:
Igual respuesta afirmativa y gran acuerdo en el plano virtual, sexual y
emocional.
Espera meditabunda Luego al ataque, sin contemplaciones y directo al grano. El
momento de las confesiones.
Soy homosexual y estoy con mi asistente y nueva novia, Viloria Chelavista.
Cuando quieras te nos unes con la cámara a través de la red. Incluso puedes invitar a una
amiga o a varias, para compartir experiencias sutiles con nosotras. También tenemos un
club responde la doctora Claudia, la lésbica con L.
El marqués, impresionado y boquiabierto, saltando de la desesperación por el
hallazgo, con ganas de levantarse y correr fuera de la pieza vuelto un energúmeno, tratando
de quitarme el teclado para escribir él y ordenándome para que le dijera a la Claudia que su
esposo estaba allí y que ya conocía todo sobre sus preferencias amatorias homosexuales.
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¡Imposible que mi mujer sea una lesbiana! afirma con desafuero el Fernando
Esto es una mala broma y ustedes están jugando muy sucio conmigo reclama
abochornado por nuestra intromisión y descubrimiento amatorio en su matrimonio feliz.
Nervios en el equipo. Bromeo con él. Pero afirmo mi lesbianidad con la mujer
perfecta vía cíber y la invito a encender cámaras mañana, a la misma hora, para
experimentar sexo tecnológico-comunicacional. Típico de éstas. Aceptado de mil amores
por la Claudia y la Viloria Chelavista que prontamente entró en la escena del monitor.
Ahora, mujeres que se aman en la red. Susto y más susto. María de los Ángeles, de partida
ante el desconcertado rostro del marqués que casi intenta partir de un golpetazo el monitor
y el teclado. Violencia contenida en el traicionado por lesbiana de su esposa la magnánima.
Reprendo enérgica y elocuentemente al indignado esposo. Una pueril. Mañana se
verá. Llegamos a la habitación y el hombre devastado psicológicamente por infidelidad
lesbiánica de su esposita, su mujer, la perfecta, le monta los cuernos ¡y con su asistente!
La Viloria Chelavista, una anormal gordísima, como un camión de grasa, de ciento
cincuenta kilos, sin ninguna gracia, además. Todavía si la amante fuese una esbelta y bella
mujer de portada de revista, una dice ¿no? Pero esa mata de obesidad deforme. La Claudia
es tan desquiciada como él. Sin duda.
¿Y tú cómo sabías que mi mujer era del club de las homosexuales? inquiere el
marqués.
Yo no sé nada. Pura intuición, mi vida. Juegos de adolescente respondo con
aire melancólico.
Pero tomemos y celebremos que tu masculinidad se halla intacta, mi querido
bogotano. Ella te ama, únicamente que no lo sabe bien y juega con otras. Los cuernos de tu
esposa con otras mujeres no son cuernos como tal, o traiciones profundas para ti; piénsalo
bien. No son más que pequeñas desviaciones sin importancia. Olvida eso, ella te ama le
resuello excitada.
Ahora más reconfortado y mientras yo me cambio la ropa, en su rostro aparece el
adonis del sexo. El hombre me acuesta de sopetón. La rabia lo mejora muchísimo de la
cintura para abajo e inicia nuevos cadereos. La ira le viene de maravilla y le dura como para
tres horas de contención en faena sexual incansable. Es un campeón del sexo. Me siento
fabulosa y lo tengo curadísimo, ya casi me enamoro del tocadito éste y le agradezco mucho
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su ayuda, a la Claudia con C, por su enamoramiento con la gorda de Botero, Viloria
Chelavista, con G, de infinita grasa.
Mi amor, ésta fue la mejor de todas las noches. Felicidades. Ella se lo pierde
pienso yo interiormente.
¡Lárgate! replica el marqués sin más palabras y con voz de gravedad. No
respiro y salgo con mi ropita atada al brazo, caminito de mi catre. Emerjo derrotada de la
407, rumbo a mi cuchitril.
Entro en mi habitación y descanso. Dormito un poco, no sé por cuánto tiempo. Oigo
el motor de un auto que sale a toda velocidad y rodea la plaza principal. Ya son las cuatro
de la madrugada en Santiago de Cuba y creo que mi marqués de Bogotá se ha marchado,
rumbo al Pacífico. Ni triste, ni nada por el traicionado. A lo hecho, pecho.
IV
Ya han pasado cuatro años desde que mi marqués desapareció de Santiago y aún lo
recuerdo, tanto por su poder sexual, la obsesión de su personaje reconstruido, su baja
autoestima, como por su dinero. Escucho el timbre de la puerta del hotel y una mujer
corpulenta y desgarbada, muy mal ataviada de verde olivo, pide una habitación sencilla y
pregunta por mí. La recepcionista mueve la mano y ésta se dirige hasta mi vera, con un
pequeño bolso carmesí que parece que me lo está regalando de lo mal ataviada que lo lleva.
¿Me recuerda, mi delicia? Pero ahora soy Fernanda, Fernanda Uribe alega en
tono andino y con voz suave de violín, el mujerón descompuesto.
Susto. Es el marqués que ahora es marquesa. Está parado (a) frente a mí, con el
mismo rostro de perturbación de siempre. Histérico (a), como de costumbre. Toma asiento
frente a mí y narra su transformación y el doloroso tránsito de la operación hasta
convertirse en hembra para poder intercambiar con su esposa, la ingeniera perfecta.
Impresión. Yo de luto cerrado y muy triste porque el loco, ahora loca, me mató al
Vulcano, su inquilino de abajo, mi más preciado juguete de entretenimiento. Menos mal
que hay otros.
Invita a una cena en el restaurante del hotel, con seducción, y yo curiosa, más que
sorprendida. Asisto por los buenos tiempos. Para el desarrollo de la comida, manda a
preparar platillos especiales y champaña, en vez de escocés, con ron, cerveza y vino.
Se coloca, a petición de la marquesa, los manteles de puntilla y de lino, guardados
exclusivamente para las altas personalidades del comité comunista. Un gran ramo de flores
que con la escasez de todo en esta isla, me imagino que cuesta una verdadera fortuna. María
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de los Amores me llega a la pieza con un regalo. Un par de zarcillos largos, en oro y con
incrustaciones de esmeraldas que, según informa, me los envía el ex marqués que ahora es
marquesa.
Llego a la cena vestida de diario, con toda la ropa interior bien colocada en su sitio,
sin pavoneamientos, ni retorcijones de cadera. Él, ella, otra vez muy triste, como siempre,
cuenta la otra parte de la historia. Su esposa deja a la Viloria Chelavista y lo abandona a él
también. Se sale de los lesbianismos tontos, recuerda a Vulcano y se muda a París, con un
vecino, veinte años menor que ella. Está esplendorosamente enajenada de sexo y muy
contenta por estar con él, en la Ciudad Luz.
Además, y como si fuera poco, la infiel Claudia con C , le escribe todos los días
por Internet y le cuenta, sin omitir detalle, todos sus placeres amorosos con su nuevo
amante el Infante de Carrión. Muy literariamente castiza, la chica de las ex alitas blancas;
y él, lee sus correos diaria y cuidadosamente. Fernando (da) le responde que la pase bien,
que se cuide mucho, que esté alegre, que ella (la marquesa, antes marqués) cuida de los
hijos de ambos (ambas) y que en Arizona la están esperando para cuando ella decida
volver, con los brazos abiertos. Se despide:
marquesa. Quiero respuestas, pues soy una renegada del sexo. El río suena y se ríe como
diciéndome:
Amor es amor canta Oshun alegremente a través de notas líricas de agua de río.
La Orisha contenta y yo estoy dichosa, si ella lo está también. Reflexiono y comprendo.
Hay muchas formas y tipos de amor, pero el primero de todos los amores es el amor propio.
Me levanto y me largo a bañarme velozmente.
Me espera un nuevo turista en el pueblo, una historia diferente, con otro marqués,
rodeado por desconocidos castillos manchegos, guiones más actualizados sobre el show de
la vida, con alitas y sin ellas. Los humanos somos complicados, más bien, muy complejos.
Hoy existimos de una forma y queremos algo, pero mañana deseamos otra cosa
completamente diferente. Todos cambiamos muchas veces en la vida. Necesitamos un
guión para nuestros mundos y así poder soportar las grandes debilidades que cargamos a
cuestas y las desgracias que nos sobrevienen. La vida está llena de frustraciones y a veces
no estamos preparados para soportarlas bien. A lo mejor me hago amiga de la marquesa,
pero sólo amiga, ¡cuidado!
Yo seguiré acariciando a extraños y siendo una jinetera 7 cualquiera, con la
conciencia de lo que soy, ni más, ni menos. El río me hace un poco poetisa. Me acuerdo de
la profesora Catalina, la de Historia Universal, cuando aún yo era una niña y ésta decía:
¡Ha muerto el Rey! ¡Que viva el Rey!
Ahora yo soy la que digo: ¡Ha muerto Vulcano, que viva Vulcano! Je, je, je,
estoy feliz.
Salto y camino de vuelta al Mama Granda. Tengo que trabajar. Necesito un
cambio de piel para seguir viviendo en esta angustiada isla.
FIN
7
Nombre con el que denominan a las prostitutas en Cuba.