Pedagogia
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INTRODUCCIÓN
Los signos de interrogación que definen tanto el tema general del seminario como el
título de esta conferencia no son una mera fórmula gramatical. Aluden a un estado
de la reflexión sobre la realidad que evidencia un cierto grado de ignorancia o de
sana inseguridad. Pero la ignorancia que denotan estos signos de interrogación no
es la que se explica por carencia de estudios, de investigaciones o de
experimentaciones. La ignorancia, en este caso, es una ignorancia social.
Obviamente, es necesario investigar mucho más sobre los problemas educativos y
sociales contemporáneos, pero esos problemas surgen de realidades que están
cambiando permanentemente y que son esquivas al conocimiento basado en
nuestros paradigmas conceptuales tradicionales. En ese sentido, hoy es necesario
ampliar nuestra mirada, admitir la duda y permitirse reflexiones provisorias. Un
ámbito como este seminario es, sin duda, un espacio propicio para estos ejercicios.
Este enfoque es el que nos lleva a discutir el tema de la subjetividad desde el punto
de vista de las políticas educativas, asumiendo los riesgos de la provisoriedad de las
hipótesis que podemos formular al respecto.
La otra dimensión de análisis se refiere a las modalidades con las cuales se efectúa
el proceso de transmisión. Al respecto, es necesario considerar los cambios que se
han producido en el seno de las instituciones de transmisión como la familia y la
escuela.
Con respecto a la familia, es bien sabido que los cambios han sido muy
significativos. Existen diversos tipos de familia así como la ausencia de familia o, en
muchos casos, la ausencia de adultos significativos. Se ha producido una distinción
importante entre familia biológica y familia afectiva. Pero lo que me parece más
importante y sugerente en relación con el punto que estamos discutiendo es la
hipótesis de Zaki Laïdi, para quien la democracia está abandonando el espacio de lo
público para refugiarse en el ámbito privado. Desde su punto de vista, se está
democratizando la institución familiar. Si la familia se constituye en una institución
democrática pierde su función de transmisión. En lugar de transmisión hay
intercambio, lo cual es cualitativamente diferente. La transmisión supone cierto
principio de autoridad; no quiere decir que el otro acepte lo que le digo, lo puede
discutir, pero yo lo transmito como algo que “es así”.
Cuando transmito algo, no estoy opinando. Esta crisis de transmisión es hoy uno de
los fenómenos culturales fundamentales que atraviesa nuestra sociedad. Parecería
que tenemos muy poco para transmitir, o lo que tenemos no lo transmitimos como
algo que está fuera de discusión, independientemente de que el otro lo acepte o no,
sino que lo difundimos, lo intercambiamos.
Este cambio está asociado a la centralidad que ahora ocupan los sentimientos en
los vínculos familiares. La familia constituida en base al amor es un fenómeno
históricamente reciente. Para decirlo en pocas palabras, el núcleo familiar
constituido por compromiso, por contrato, es una institución destinada a transmitir,
ya sea valores o bienes. En un vínculo familiar basado en el amor, en cambio, lo
principal es el desarrollo personal y no la transmisión.
En esta misma línea de análisis se pueden retornar las reflexiones de Jeremy Rifkin
acerca del nuevo capitalismo como un capitalismo del acceso. Según su análisis, el
nuevo capitalismo se caracteriza por incorporar plenamente la esfera cultural dentro
de relaciones de tipo mercantil: “[...] la comercialización de los recursos culturales,
incluyendo los ritos, el arte, los festivales, los movimientos sociales, la actividad
espiritual y de solidaridad y el compromiso cívico, todo adopta la forma de pago por
el entretenimiento y la diversión personal”. Creo que debemos reflexionar seriamente
acerca de las consecuencias de incorporar las actividades culturales a la lógica de
mercado. En este sentido, los productos culturales ya no valen por sí mismos, no
tienen una existencia permanente, pierden su carácter de productos endógenos ya
que pueden ser producidos en cualquier lugar y adquiridos en cualquier otro y, lo
más importante desde nuestro punto de vista, no son transmitidos de generación en
generación sino comprados y vendidos en un mercado donde predomina el poder de
compra de cada actor o sector social.
El análisis de Touraine evoca las tesis libertarias del anarquismo del siglo pasado.
Este sujeto, consciente de sí mismo, no se produce por la meditación interior y el
aislamiento de las influencias externas. Al contrario, es un sujeto reflexivo, capaz de
luchar contra aquello que lo aliena y le impide actuar en función de la construcción
de sí mismo. No es casual que el razonamiento de Touraine culmine en una pregunta
y no en una afirmación categórica: “¿El fin de la sociedad puede conducir al
nacimiento del sujeto?”.
La pregunta de Touraine no es retórica. La duda acerca del sentido de los cambios
es real. No hay futuros escritos o inevitables, pero es importante señalar la paradoja
actual: mientras por un lado hay más necesidad, demanda y urgencia por la
formación del sujeto, por el otro se están deteriorando las condiciones
institucionales para hacerlo. El deterioro o declive de las instituciones también
afecta el proceso de construcción del sujeto. La subjetividad no se construye en un
vacío social. El declive de las instituciones no es socialmente neutro. En los sectores
sociales excluidos, el deterioro institucional tiene significados que podemos asociar
con derechos y necesidades no satisfechos de educación, de salud o de protección
social. De la misma manera, la respuesta a ese déficit de socialización por parte de
los excluidos puede no estar asociada a demandas por un orden social más justo
sino que, en muchos casos, son respuestas violentas o de cohesión autoritaria. Es
en ese contexto que se justifica la pregunta por las políticas de subjetividad, que no
son otra cosa que políticas destinadas a garantizar condiciones institucionales que
permitan cumplir con el derecho a la subjetividad para todos. Sólo a título de
ejemplo, quisiera finalizar esta exposición con algunos puntos referidos a la escuela
y a las estrategias de acción educativa.
POLÍTICAS DE SUBJETIVIDAD
Sobre esta base, es posible identificar una serie de variables y objetivos de una
política educativa referida a la formación docente, a la evaluación del desempeño
tanto de alumnos como de maestros. Pero, además del docente, también hay que
referirse a la institución escolar. Al respecto, me parece que tendríamos que
recuperar la idea de la escuela como un espacio artificial. Siempre criticamos la
escuela por ser un espacio artificial, diferente de la sociedad, aislada de la vida.
Ahora quizá llegó el momento de que hagamos de esto un elemento positivo. Cierto
nivel de aislamiento, de artificialidad en el espacio de experiencias de socialización
que brinda la escuela puede ser educativamente muy importante. Esto tiene que ver
con la idea de la escuela como espacio contracultural. Existen experiencias de
aprendizaje que sólo pueden tener lugar en la escuela. Esto no se refiere solamente
a la dimensión cognitiva, a los aprendizajes de conocimientos. También se refiere a
aprendizajes fundamentales vinculados con valores de solidaridad, de comprensión
del otro, de responsabilidad, de justicia, de diálogo.