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Cristología I Biblica UCA 2023 Delio 01 Intro y AT

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Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”

Facultad de Teología

Asignatura: Cristología I
Año Lectivo: 2023

CRISTOLOGÍA - Parte bíblica - File 011

I. BASES BÍBLICAS VETEROTESTAMENTARIAS DE LA


CRISTOLOGÍA

Dr. Delio Ruiz, SCJ


deliovia@yahoo.com.ar

Contenido del Programa: Parte Biblica


Introducción: 1. Prerrequisitos del curso. 2. Objetivo. 2. Método. 3. Principales factores.
4. Aclaración de terminologías.
El principal objetivo de la cristología bíblica es indagar el surgimiento de las afirmaciones propias del
cristianismo con respecto a Jesús, el Cristo, tal y como se documentan en las Sagrada Escritura.
I. Bases bíblicas veterotestamentarias de la cristología
El tema tiene como propósito captar los desarrollos teológicos del AT y su recepción en el NT. Estudio del
contenido y la dinámica de la Escritura en su forma canónica buscando comprender más profundamente el
misterio de la encarnación del Verbo.
1.1. El testimonio del AT en perspectiva cristológica:
1.1.1. El Pentateuco – la ley y la cristología
1.1.2. Los Profetas y la cristología
1.1.3. El significado cristológico de los Salmos (p.ej. Sal 2; 22; 45; 69; 110)
1.1.4. Los libros Sapienciales e Históricos y la cristología
1.2. Jesús y las expectativas del judaísmo del siglo I: (a) mesianismo real; (b) mesías
sacerdote; (c) profeta; (d) médico; (e) maestro
II. Afirmaciones cristológicas atribuidas a Jesús:
¿Jesús tenía una cristología? Es decir, ¿hizo afirmaciones significativas sobre sí mismo? El testimonio de los
evangelios sinópticos, no tanto del evangelio de Juan.
2.1. Evangelios de la Infancia: Nacimiento y vida antes del ministerio público de
Jesús; Juan el Bautista (I)
2.2. Comienzos de la vida pública: Juan el Bautista (II); el bautismo de Jesús por
Juan; el llamado de los discípulos.

1
Apuntes de clase, para uso de los estudiantes. Bogotá-Buenos Aires, 2023.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 2

2.3. El mensaje central de Jesús: reino y reinado de Dios; el reino como presente;
el reino como futuro. El mensaje y significado de las parábolas. El mandamiento
principal (Mc 12,33).
2.4. Los milagros de Jesús: problemas metodológicos; su historicidad y categorías;
su significado en el amplio contexto del ministerio de Jesús.
2.6. Jesús y la Ley, Jesús y el Templo: la Torá y su interpretación (sábado, divorcio,
ayuno, puro-impuro, el sacrificio, el templo, etc.).
2.7. Roles, designaciones y títulos: ¿Cómo se describió y se definió Jesús a si mismo?
La visión de Jesús sobre su propio rol.
2.8. Los últimos días de Jesús en Jerusalén su pasión y muerte: el evento histórico
y su relevancia teológica: cronología; decisión de dar muerte a Jesús; entrada de
Jesús a Jerusalén; la “purificación” del Templo; la última cena; el arresto; el juicio;
crucifixión y muerte; sepultura. La visión de Jesús sobre su muerte.
III. Los inicios de la cristología propiamente dicha. La fe pascual
3.1. La Resurrección de Cristo y el testimonio de la Escritura.
Jesús Resucitado abre las mentes de los apóstoles para que comprendieran que “es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en
los Salmos” acerca de Jesús (Lc 24,44). En el NT se dice que “Jesús ha resucitado.” En el
NT se encuentran cuatro tipos de testimonios: confesiones de fe; himnos cristológicos
primitivos; relatos acerca del sepulcro vacío y relatos de apariciones de Resucitado. (véase
archivo Delio 2002 n.3)
3.2. La experiencia del Espíritu Santo
3.3. Rasgos de la cristología primitiva: retratos cristológicos de Mc, Mt, Lc-Hch.
Jesús, el Cristo (Mesías), Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Profeta.
IV. Cristo en la teología de Pablo
4.1. Cristo el nuevo Adán – Cristo en cuanto hombre
4.2. Cristología de la Sabiduría – Cristo y su divinidad
4.3. Cristología del Espíritu – Cristo y el Espíritu
4.4. La participación (“en Cristo”) como clave de la cristología paulina
En la teología paulina de la participación, los creyentes han sido “llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo, Señor nuestro” (1Cor 1,9; cf. 2Cor 13,5; Gal 2,19-20; Col 1,26-27).
V. Diferentes énfasis en los escritos de la segunda generación
5.1. Las Cartas del Paulinismo y las Pastorales
5.2. 1Pedro – Santiago – Hebreos
Junto al Cuarto Evangelio, la Carta a los Hebreos posee la más elaborada cristología del NT.
5.3. Apocalipsis de Juan
Los “retratos” de Jesús, el Cristo, que presentan los autores del NT, aparecen según la rica variedad y
profundidad teológica del conjunto literario neotestamentario. Un rasgo llamativo de la cristología del
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Apocalipsis de Juan es la relación entre Dios y el Cristo exaltado, aunque la fuerza cristológica puede tener
diversos matices, ya que la talla apocalíptica está abierta a diversas interpretaciones.
VI. Cristo en la teología de Juan
6.1. El Verbo se hizo carne
6.2. La glorificación del Hijo
6.4. La primera y segunda carta de Juan / Crisis de la cristología
VII. Conclusión
7.1. Unidad y diversidad en la cristología del NT.
7.2. El fundamento de la cristología posterior

Cristología – Parte bíblica


Introducción
1. Objetivo.
El principal objetivo de la cristología del Nuevo Testamento es indagar el surgimiento de
las afirmaciones propias del cristianismo con respecto a Cristo, tal y como se documentan
en las Sagrada Escritura. Antes del ministerio público de Jesús, sólo podemos hablar de
una esperanza judía diversa de la nueva era que a menudo implicaba una o más figuras
intermediarias o redentoras: mesías, profeta, héroe exaltado, arcángel, incluso Dios mismo.
Un siglo más tarde, todas estas categorías y otras más fueron sustituidas o concentradas en
un solo hombre, Jesucristo. Ignacio de Antioquia (+110 d.C. aprox.) habla de Jesús en
términos directos como “nuestro Dios, Jesucristo,” (Efesios 18.2; Rom 3.3), y muestra de
qué manera la Cristología transitaba su camino hacia las clásicas definiciones de los credos
de los concilios ecuménicos. “No hay más que un solo médico, carnal y espiritual,
engendrado y no engendrado, Dios venido en carne, en la muerte vida verdadera, Hijo de
María e Hijo de Dios, primero pasible y ahora impasible, Jesucristo Nuestro Señor”
(Efesios 7.2). En el curso de esos cien años, las pretensiones del cristianismo han ido
apareciendo y empezaron a tomar forma definitiva. El NT contiene ese primer
florecimiento y nos permite apreciar buena parte de cómo y por qué surgió y consiguió la
forma que tomó. El NT contiene ese primer florecimiento y nos permite apreciar buena
parte de cómo y por qué surgió y tomó la forma que tomó.
2. Método. Dado que se trata de una transición que va desde las expectativas del mundo
judío a la fe cristiana, se ha optado por un enfoque creciente o progresivo. Para ello se parte
de la base de que un análisis de la historia de la tradición es apto para descubrir las líneas
maestras de las convicciones y enseñanzas del propio Jesús y, de igual modo, de que se
puede disponer de información suficientemente fiable sobre la fe de la iglesia primitiva. A
partir de ahí, podemos investigar la enseñanza y el énfasis de cada uno de los autores del
NT, siguiendo la datación y la localización consensuadas siempre que sea necesario. Este
planteamiento, sin duda, no revela todo lo que los cristianos dijeron sobre Cristo durante
ese periodo, pero es evidente que los escritos del NT fueron considerados desde el principio
de una importancia más que pasajera y, por tanto, puede decirse que conservan el material
más influyente de la época fundacional.
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3. Principales factores. Los principales factores para la formulación de la cristología del


NT pueden ser resumido en tres:
(1) El efecto causado por Jesús, incluido el impacto de su ministerio en cuanto a su estilo
y contenido, así como de sus enseñanzas en particular;
(2) el impacto de su muerte y su resurrección;
(3) la experiencia de los primeros cristianos, quienes reconocieron nuevas pruebas su poder
y la condición gloriosa.
El material utilizado por la cristología del NT fue principalmente la memoria que los
primeros cristianos tenían de Jesús y su propia experiencia. Pero un afluente principal
fueron los diversos rasgos principales de la esperanza judía que se veían coherentes en
Jesús. También fueron de creciente importancia, a lo largo de los cien años analizados,
diversas categorías del mundo grecorromano.

4. El planteo de la Cristología Neotestamentaria


¿Como se empieza a ser cristiano? Benedicto XVI afirma con razón: “No se comienza a
ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación definitiva” (Deus caritas est, n. 1).
¿Cómo debemos entender al Cristo del NT? ¿Cuál es el marco bíblico que los teólogos y
estudiantes deben dominar si su cristología sistemática ha de estar enraizada en las
Escrituras? Si bien, la cristología que se encuentra en el NT es el principal objetivo, el
marco y la perspectiva cristológica que proviene del AT es sumamente importante. Este
estudio no busca importar conceptos del credo posteriores al NT, sino de estudiar libro por
libro el NT acerca de la identidad teológica de Jesucristo. Se constata que no existe un solo
retrato de Jesús completamente como Dios y completamente humano en ninguno de los
libros neotestamentarios, sino que se busca entender cómo los libros los presentan.
Refiriéndonos al caso de los evangelios, Marcos y Mateo retratan a Jesús como el Hijo de
Dios como el mesías de David, y al hacerlo, implican divinidad, mientras que Juan ofrece
poca conexión entre David y la expectativa mesiánica, desarrollando el tema del Mesías e
Hijo de Dios directamente desde una perspectiva de lo divino. Los sinópticos parecieran
ocultar la identidad de Jesús para desplegarla lentamente en la narrativa (especialmente
Marcos y su “secreto mesiánico”); mientras que, el Evangelio de Juan retrata a Cristo
hablando desde el comienzo hasta el final y de manera consistente acerca de su igualdad
con Dios. Los sinópticos muestran la cruz como un evento de humillación, mientras que
para Juan es un momento de glorificación, Jesús siendo “levantado” atrae a todos hacia sí.
Se puede decir que es posible buscar cuales son las diferentes cristologías del NT y cómo
se pueden unir todas ellas para ofrecer un cuadro coherente de la identidad de Jesús.2
Los orígenes y el desarrollo de la cristología del NT representan un problema complejo y
de constante replanteos. El aporte a la cristología que han dado muchos autores es
indudable. Es necesario, por un lado, hacer una lectura critica de estudios e interpretaciones

2
Frank J. Matera, New Testament Christology (Louisville, KY: Westminster John Knox Press 1999), 86.
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de la Escritura que han influido profundamente la teología por largas épocas.3 Por otro lado,
tener presente el camino de los estudios bíblicos, la exegesis y la teología bíblica, que nunca
se detiene. Estos necesitan ser leído e interpretado críticamente a la luz de las constantes
investigaciones animadas y guiadas por el Magisterio, de la Tradición viva de la Iglesia.
De esta manera, la teología dogmática o sistemática, la espiritualidad y la pastoral de la
Iglesia se verán enriquecidas e iluminadas, y podrán seguir dando sus frutos, abiertos a los
caminos del Espíritu.
El camino en constante avance de los estudios bíblicos en todos sus aspectos, históricos,
exegético y teológico, que aportan a la teología en general, a la espiritualidad, la pastoral,
exige una constante puesta al día. Nuestro aporte gira en torno al testimonio bíblico sobre
Jesús. Reunir y organizar los conocimientos bíblicos en torno a Jesús, el Cristo, tanto del
AT como del NT, implica realizar dicho recorrido de investigación exegético-teológico en
vistas de un updtate de los resultados del mismo. Partimos de una valoración de los estudios
bíblicos, para brindar la base bíblica de la cristología y comprender más profunda y
adecuadamente los desarrollos temáticos de la cristología desde finales del siglo I hasta el
presente.4
Este es el espíritu que nos mueve a seguir avanzando en el estudio y reflexión, y en el
presente trabajo propongo compartir un poco más de 30 años dedicados a “rumiar” la
cristología bíblica (Lc 2,19).5 Rumiar en el sentido de “meditar” el misterio revelado en la
Escritura. Es la acción de quien quiere entrar y asimilar el misterio, así, María le daba
muchas vueltas a lo sucedido para entrar en la comprensión de Jesús dada la riqueza de la
personalidad del Hijo. Y es una labor que mantuvo toda su vida. Como en episodio de
Jacob (Gen 37,11), ella quiere encontrar el sentido de cuanto Jesús dice y hace. Siguiendo
a María como modelo de discípula, nuestro estudio implica también meternos en una
actividad meditativa y contemplativa como lo hizo la ¡Madre de Dios y discípula de Jesús!
Una convicción que distingue a los cristianos de los no-cristianos es que estos últimos
sostienen que Jesús ha muerto y permanece como tal. Sin embargo, los cristianos
profesamos que Jesús está presente en el mundo actual mediante el poder del Espíritu Santo
y de manera más íntima y contundente que durante el corto lapso de tiempo anterior a su
muerte.6 Efectivamente, la vida de Cristo, el Hijo de Dios, se comunica a los creyentes por

3
Véase: Larry W. Hurtado, “New Testament Christology: A Critique of Bossuet’s Influence.” Theological
Studies 40.2. (1979), 306-317; Chris Kugler, “New Testament Christology: A Critique of Hurtado’s
Influence.” Bulletin for Biblical Research Vol. 30, No. 3 (2020), pp. 367-378; Oscar Cullmann, The
Christology of the New Testament (rev. ed.; Philadelphia: Westminster, 1963), sobre el tema del “kyrios” en
la comunidad primitiva (véase, pp. 203-15).
4
Carl Holladay. A Critical Introduction to the New Testament: Interpreting the Message and Meaning of
Jesus Christ. Nashville TN: Abingdon Press, 2005.
5
Utilizo la palabra “rumiar” (el masticar), una imagen de Lucas aplicado a María, quien “guardaba todas
estas cosas y la meditaba en su interior” (Lc 2,19). Estas “palabras, cosas, lo sucedido,” en paralelo con Lc
1,65, María las guardaba (atesoraba) y las meditaba en su corazón. Lit. “las interpretaba en su corazón”
(συμβάλλω), es un verbo técnico del griego helenístico para la interpretación de oráculos. Una formulación
análoga lo encontramos en Genesis 37,11 y Daniel 7,28, indica que quien ha recibido una revelación lo
conserva en su interior para el futuro (ἐπ᾽ ἐμοί καὶ τὸ ῥῆμα ἐν τῇ καρδίᾳ μου συνετήρησα, Dan 7,28 LXX).
En el caso de Lucas, se quiere poner de relieve la reflexión de María sobre unos acontecimientos cuyo sentido
solo se manifestará en la revelación pascual.
6
Luke Timothy Johnson, The Living Gospel (London: Continuum, 2004), 161.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 6

medio del Espíritu, que lo une y vivifica como su cuerpo visible (cf. LG 7). 7 Esta
discrepancia de perspectivas cuenta a la hora de responder a la pregunta, ¿Cuál es el mejor
camino para aprender sobre Jesús?
Jesús de Nazaret no permanece en el pasado como el crucificado y el predicador itinerante
de la Palestina del siglo I. Él es la figura fundadora de una religión universal, como
Mahoma, por ejemplo, y ha tenido aún más literatura dedicada a su persona y a sus
enseñanzas que Moisés. Pero musulmanes y judíos de ninguna manera consideran que
Mahoma o Moisés estuvieran vivos. La influencia de estas históricas figuras continúa hasta
hoy, sin embargo, sus historias personales han terminado. No obstante, en el caso de Jesús
de Nazaret, actualmente una porción significativa de la población mundial, comparte
seriamente la convicción de que Jesús vive hoy de una manera más sustancial por medio
de su ejemplo y enseñanza.8
Considerando que Jesús está vivo y presente con todo su poder salvador, Él puede ser
aprendido a través todas las formas en que su presencia es mediada, a través de:
o la comunidad de discípulos,
o la liturgia, especialmente el sacramento de la Eucaristía,
o las personas santas, cuyas vidas han sido moldeadas según su imagen.
o los pequeños de la tierra con quienes Jesús prometió asociarse para siempre,
o y a través de las escrituras que hablan de él de maneras diversas y, sin embargo,
convergentes.
Por lo tanto, aprender acerca de Jesús no es cuestión de estudios académicos, sino más bien,
un discernimiento fiel en medio de las comunidades de fe, no es una cuestión de
investigación idiosincrásica, sino una tradición cierta, no una cuestión de opinión casual
sino de obediencia apasionada. Para quienes lo vivimos de esta manera, los escritos del
Nuevo Testamento son valiosos precisamente, en la medida en que testifiquen que Jesús
de Nazaret es el Resucitado.

I. Bases bíblicas veterotestamentarias de la cristología


El tema tiene como propósito captar los desarrollos teológicos del AT y su recepción en el NT. Estudio del
contenido y la dinámica de la Escritura en su forma canónica buscando comprender más profundamente el
misterio de la encarnación del Verbo.
1.1. El testimonio del AT en perspectiva cristológica:
1.1.1. El Pentateuco – la ley y la cristología
1.1.2. Los Profetas y la cristología
1.1.3. El significado cristológico de los Salmos (p.ej. Sal 2; 22; 45; 69; 110)
1.1.4. Los libros Sapienciales e Históricos y la cristología
1.2. Jesús y las expectativas del judaísmo del siglo I: (a) mesianismo real; (b) mesías
sacerdote; (c) profeta; (d) médico; (e) maestro

7
¿Cuál es el significado del Espíritu y cuál es su relación con Jesús? Véase: Leopoldo A. Sánchez, T&T
Clark Introduction to Spirit Christology (London: T&T Clark, 2022), 58s.
8
Véase Johnson, The Living Gospel, 161-163.
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Introducción
En este apartado introductorio comenzamos buscamos responder a dos preguntas:9 (1) El
Antiguo Testamento, ¿cómo nos enseña a leer los Evangelios? (2) Los Evangelios, ¿cómo
nos enseñan a entender el Antiguo Testamento? Concluimos ofreciendo: (3) unas líneas
como guía del magisterio de la Iglesia.
Desarrollo del tema: Rasgos más significativos de las lecturas judía y cristiana del
Pentateuco y los libros históricos, los Profetas, los Salmos y los Sapienciales.
(1) El Antiguo Testamento, ¿cómo nos enseña a leer los Evangelios?
Vamos a explorar cómo el AT nos enseña a leer los evangelios, resulta ilustrativo leer
algunos pasajes a modo de ejemplo. Comenzamos con la profética acción de Jesús en el
Templo (Mc 11,15-19) donde el maestro de Nazareth vuelca las mesas de los cambistas.10

“Llegaron a Jerusalén. Una vez allí, entró Jesús en el Templo y comenzó


a echar fuera a los vendedores y compradores; volcó las mesas de los
cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y no permitió que
nadie transportase cosas por el Templo”. (Mc 11,15-16)
Una lectura atenta del episodio, mediante un ejercicio de intertextualidad, requiere prestar
mucha atención a las palabras de Jesús en el Templo después de echar del recinto a los
mercaderes y cambistas. En estas palabras de Jesús se entremezclan textos del AT
concretamente de Isaías y Jeremías.

Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito ‘mi casa será llamada casa
de oración para todas las gentes?’ Pero ustedes la han convertido en
una cueva de bandidos”. (Mc 11,17).
La primera cita de Isaías 56,7, pertenece originalmente a la visión de Isaías de una
restauración escatológica de Jerusalén en la cual se revela la liberación obrada por Dios
(56,1). Una característica que se destaca con respecto a este orden de redención es el hecho
que los Gentiles vendrán al Monte Sion y se unirán al pueblo de Dios para un culto en
común (Is 56,7-8).
Por medio de la cita de este pasaje profético, el evangelista resalta el hecho que Jesús acusa
a las autoridades del Templo el haber convertido el recinto sagrado en un bazar creando un
desorden en el atrio exterior de los gentiles y haciéndolo inadecuado como lugar de culto
para los “otros” gentiles que pudieran querer reunirse allí para orar. Al expulsar a los
mercaderes, el Jesús de Marcos despeja el camino, en sentido figurado, para el culto
restaurado del reino de Dios, en el que participarán todas las naciones junto con los
exiliados de Israel que regresen. Por lo tanto, la acción de Jesús mira hacia la futura
redención de Jerusalén.

9
Richard B. Hays, Reading Backwards: Figural Christology and the Fourfold Gospel Witness. Waco, Texas:
Baylor University Press, 2014, 6-16.
10
Hays, Reading Backwards, 6-13.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 8

Asimismo, la acusación de Jesús, en contraste con la visión escatológica, apunta a las


autoridades del Templo quienes han hecho de la casa de Dios “una cueva de bandidos”,
aludiendo al sermón de Jeremías en el Templo (Jer 7,1-8,3). En este conocido pasaje, Dios
da la instrucción a Jeremías que “se ponga de pie frente a la puerta de la entrada de la casa
del Señor” y pronunciar una denuncia mordaz y una profecía de destrucción. Para poder
apreciar la fuerza de las palabras “cueva de bandidos”, veamos el contexto en el cual
Jeremías utilizó por primera vez esta frase impactante (Jer 7,3-4. 9-11a).
El oráculo de juicio de Jeremías concluye con una declaración que trata de que el Señor se
refiere a destrucción el Templo (7,13-15). Por consiguiente, cuando Jesús irrumpe en el
Templo, vuelca las mesas de los cambistas e invoca la imagen profética del Templo como
“cueva de bandidos”, no cabe dudas de que dicha alusión al AT señala el contexto más
amplio de la diatriba profética de Jeremías y que la acción prefigura la destrucción del
Templo, profetizada más tarde en Marcos 13, conocido como el discurso escatológico:

“Al salir del Templo, le dijo uno de sus discípulos: ‘Maestro, mira que
piedras y construcciones’. Jesús le dijo: ‘Ves estas grandiosas
construcciones? No quedará piedra sobre piedra, ni una que no sea
destruida’” (Mc 13,1-2).
Otra clave provista por Marcos, se encuentra en el pasaje de la higuera que no da fruto.
Cuando Jesús maldice la higuera a la entrada de la ciudad (Mc 11,12-14), hay una
evocación de la profecía de Jeremías 8,13.

“Quisiera recoger de ellos algo -oráculo de Yahvé-, pero no quedan


uvas en la vid; tampoco hay higos en la higuera y están mustias sus
hojas”. (Jer 8,13)
Del mismo modo que Jeremías había hablado de Israel como de una higuera seca e
infructuosa, Jesús realiza un acto simbólico de arrancar un árbol que prefigura el destino
de Israel o, al menos, del Templo. Por lo tanto, la frase “cueva de bandidos” y la imagen
de la higuera estéril proveen una conexión imaginativa muy útil para que el lector
comprenda mejor dicha relación figurada.
Por consiguiente, la acción de Jesús en el Templo adquiere significado solamente cuando
somos instruidos por el AT para que entendamos el evento en relación a las palabras
proféticas de Jeremías e Isaías. Hay que notar que ni Jeremías ni Isaías profetizaron que
Jesús volcaría las mesas de los cambistas. No encontramos aquí la frase “esto sucedió para
que se cumplan las palabras del profeta”, o alguna frase por el estilo. Sin embargo, la acción
y las palabras de Jesús adquieren claridad cuando al episodio del evangelio se lo sitúa en
una relación dialéctica intertextual de dos cosas: la visión de Isaías sobre la restauración
de Jerusalén y las palabras de juicio contra la ciudad y su Templo.
Por último veamos como ejemplo la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,1-12 / Mt
21,33-46 / Lc 20,19,9-19). Para los detalles sobre la preparación y plantación de la viña,
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veamos el cantico de Isaías 5,1-7, la descripción del dueño de la vina como un “hijo amado”
(evocando Gen 22,2; Sal 22,2; e Is 42,1), la declaración de los terratenientes, “vengan,
matémoslo”, evoca textualmente el episodio de José y sus hermanos en Genesis 37,20
(única vez en el texto de LXX), y la conclusión citando el Salmo 118,22-23, que proclama
que la piedra desechada por los arquitectos se convirtió en la piedra angular.
Al evocar este recuerdo canónico, los evangelios sinópticos nos obligan a interpretar la
parábola como una palabra de juicio sobre los dirigentes de Israel por no haber entregado
los frutos de la viña a su legítimo propietario. De este modo, la parábola sitúa la historia de
Jesús dentro de la historia de Israel y presenta su muerte como el clímax de un patrón o
estándar de infidelidades y juicios que resulta familiar a cualquier lector de la literatura
profética de Israel. El modelo es tan antiguo como la historia de José y sus resentidos
hermanos.
Al mismo tiempo, la identificación de Jesús como “el hijo amado” (Mc 12,6; Lc 20,13),
vinculándolo sea con el Isaac (el hijo amado de Abraham, llamado a ofrecer su hijo como
sacrificio) y con el rey David (el hijo amado cuya soberanía real es proclamada en el Sal
2,7-9), hace pensar que su muerte debe ser entendido no como un mero y trágico episodio
de violencia, sino incluso como un acontecimiento salvador para el pueblo de Israel. Esta
insinuación se ve confirmada por la cita del Salmo con que culmina la parábola, que espera
la resurrección como acto salvador de Dios:

“La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha


convertido, fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos”
(Mc 12,11-12 par., cita del Sal 118,22-23).
Cuando esta citación es vinculada con el eco de la historia de José (Gen 37), quien fue
rescatado del pozo donde lo han dejado sus hermanos y ascendido a la posición de poder,
junto al faraón egipcio, o mejor dicho una posición desde la cual, en última instancia,
proporcionó la salvación a su propio pueblo, la resonancia entre la parábola de Jesús y las
Escrituras de Israel es sustancialmente poderosa. Así, las versiones sinópticas canónicas
sitúan la parábola de los viñadores homicidas en un contexto narrativo más amplio y
presentan la muerte y resurrección de Jesús como el clímax de la historia de Israel. Los
evangelios, evocando las escrituras de Israel proporcionan tanto orientación hermenéutica
como profundidad teológica. Entonces, el AT nos ayuda a leer la parábola de forma
comprensible.

(2) Los Evangelios, ¿cómo nos enseñan a entender el Antiguo Testamento?


Los evangelios nos enseñan a leer hacia atrás (lectura retrospectiva) lo cual es una difícil
tarea. Consideremos dos textos lucanos que identifica algunos aspectos significativos del
vínculo entre la identidad de Jesús y su evocación del AT. Primero, el pasaje del encuentro
de Jesús resucitado con los dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-35). Jesús actúa como
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interprete o exégeta definitivo de “todo lo que sobre él está en la escritura” (24,27). Cleofás
y su compañero de camino conocen bien las tradiciones acerca de la vida de Jesús, incluso
el relato de la tumba vacía y la proclamación angélica de la resurrección (24,19-24), sin
embargo, ellos se alejan de la ciudad muy tristes. No han sido capaces de reconocer al
redentor de Israel que está a su lado.
Jesús no les reprocha por haber fallado en creer en las predicciones del mismo Jesús sino
por no haber creído lo que dijeron “los profetas”. Jesús les explica las escrituras
comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas todo lo referente a él (24,27). Pero su
explicación no produce fruto inmediatamente. Ellos comienzan a reconocerlo solo cuando
parte el pan estando a la mesa (24,30-32). Este punto es importante para entender de qué
manera los evangelios nos enseñan a leer el AT. Llegamos a entender las escrituras solo
cuando participamos en la vida de la comunidad, cuyo momento central es el compartir la
mesa. Las facultades de comprender de los discípulos se abrieron de tal manera que ellos
no sólo reconocen a Jesús, sino que también reconocen que las Escrituras han sido
interpretadas por el mismo Jesús, quien les abrió la mente (24,32.45).
En Lucas 4,16-30 Jesús declara que cumple la misión profética del siervo del Señor
evocada en Is 61,1-2a, pero también la de Elías y Eliseo. De estas figuras proféticas Jesús
sólo recuerda los actos de liberación del mal, dejando caer en el olvido los castigos de Dios
(véase las omisiones de Lucas sobre la cita de Is 61,1-2, “día de la venganza”), también
impartidos por los dos profetas. Con estas evocaciones y omisiones, revela de modo
definitivo a Dios Padre, incondicionalmente misericordioso y bueno con todos.11
Volviendo una vez más la atención al relato de Emaús, la comprensión del evento de la
resurrección y de AT por parte de los discípulos sólo es posible tras el encuentro con el
Señor resucitado. No obstante, la resurrección de Jesús permanecerá muda, un
rompecabezas imposible de interpretar a menos que se sitúe firmemente dentro de la
historia veterotestamentaria de Israel. Los discípulos que se dirigían a Emaús ya habían
oído decir que Jesús estaba vivo, pero como no sabían cómo situar esta noticia dentro de
la historia de Israel, les parecía una afirmación curiosa y sin sentido. Una nueva lectura del
Antiguo Testamento a la luz de la historia de la muerte y resurrección de Jesús abre, tanto
al texto como al lector, nuevas posibilidades antes inimaginables.12
En análisis de dos textos lucanos, Lucas 24,1-49 y 4,16-30 identifica algunos aspectos
significativos del vínculo entre la identidad de Jesús y su memoria del AT. En 24,1-49, el
Señor, al recordar la Sagrada Escritura, se revela como el Mesías crucificado y resucitado,
cumplimiento de toda la revelación bíblica. De este modo, refuerza a los discípulos en su
identidad de testigos creyentes de su vida, muerte y resurrección.13

11
Franco Manzi, “Identità e memoria di Gesù nell’attestazione narrativa di Lc 24,1-49 E 4,16-30.” Milano,
20.11.2004.
12
Hays, Reading Backwards, 15-16.
13
Manzi, Identità e memoria di Gesù.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 11

La lentitud para entender el evento de la resurrección por parte de los dos discípulos de
Emaús prefigura la impotencia interpretativa de muchos lectores de la actualidad
ejemplifica el dictamen sombríamente irónico con el que concluye la parábola del Rico y
el pobre Lázaro: “Si no hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán,
aunque un muerto resucite” (Lc 16,31). Esa es nuestra difícil situación hoy, no solo
hablando de la pluralista cultura actual sino también de la iglesia hoy, Moisés y los profetas
pertenecen a unos cerrados y desconocidos libros. No obstante, la buena noticia de Lucas
24 es que el relato no termina en la incomprensión y fracaso hermenéutico, porque el que
resucitó de entre los muertos nos enseña de nuevo a leer hace atrás, y por lo tanto a escuchar,
a Moisés y a los Profetas.
(3) El Magisterio de la Iglesia
En este estudio recordamos algunas líneas en las que se sitúa la lectura católica de estos
libros, mediante las orientaciones que ofrece el Magisterio de la Iglesia acerca de los libros
del AT. Primeramente, nos remitimos a la síntesis completa y autorizada acerca de la
comprensión de los libros del AT en la Iglesia lo tenemos en el documento del Concilio
Vaticano II, en la Constitución Dogmática Dei Verbum, que dedica al AT todo el capítulo
cuarto (nn. 14-16). Aquí subrayamos solo algunos aspectos.
“Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas
tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el
Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo
Testamento en su sangre, no obstante, los libros del Antiguo Testamento
recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y
manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo
y explicándolo al mismo tiempo.” (Dei Verbum 16)
El documento desde el comienzo explica en qué modo el AT presta su contribución al
Nuevo en atención a la figura de Cristo: La economía del AT estaba ordenada, sobre todo,
para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversos retratos la venida de Cristo
redentor universal y la del Reino Mesiánico (Dei Verbum 15).
Mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el
conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo
y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano
en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo.
Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y
adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera
pedagogía divina (cf. Pío XI, Enc. Mit brennender Sorge, 14 marzo 1937:
AAS 29 (1937), p. 15). (Dei Verbum 15)
Por consiguiente, se entiende que el AT y NT no son dos etapas sucesivas y excluyentes
en las que, una vez alcanzado el fin, los primeros pasos ya no servirían y perderían su
interés. Son dos instancias de un mismo plan de salvación, en la cual la primera sirve de
preparación a la segunda y definitiva.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 12

Es importante tener presente también el documento de la Pontificia Comisión Bíblica


(1993), La Interpretación de Biblia en la Iglesia. En el apartado dedicado a las
metodologías recordar algo esencial que se necesita para una interpretación correcta de los
textos: en su trabajo, los exegetas católicos nunca deben olvidar que ellos interpretan la
Palabra de Dios. Esta tarea común no está consumada cuando se han distinguido fuentes,
definido las formas o explicado procedimientos literarios, sino solamente cuando se
alcanza a iluminar el sentido del texto bíblico como palabra de Dios para el presente
(III.C.1.§2). La aplicación de estas líneas sobre el método se refiere a toda la Biblia, pero
tiene que ver sobremanera sobre nuestro tema. Dedicándose al AT, el documento desarrolla
lo expresado por la Dei Verbum 16 desde una nueva perspectiva, diciendo que

las relaciones intertextuales toman una extrema densidad en los escritos


del Nuevo Testamento, todos ellos tapizados de alusiones al Antiguo
Testamento y de citas explícitas. Los autores del Nuevo Testamento
reconocen al Antiguo Testamento valor de revelación divina. Proclaman
que la revelación ha encontrado su cumplimiento en la vida, la enseñanza
y sobre todo la muerte y resurrección de Jesús, fuente de perdón y de
vida eterna. ‘Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras y
fue sepultado; resucitó al tercer día según las Escrituras y se apareció...’.
Este es el núcleo central de la predicación apostólica (III.A.2.§1).

1. El testimonio del AT en perspectiva cristológica


“Si creyesen ustedes a Moisés, tal vez me creerían a mí, pues él escribió sobre mí. Pero si no
creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?” (Jn 5,46-47)

1.1. Pentateuco, libros históricos, proféticos y otros escritos

“Lo que el Resucitado explicará a los discípulos en el camino hacia


Emaús es aquí (en el Tabor) una aparición visible. La Ley y los Profetas
hablan con Jesús, hablan de Jesús”.14

14
Ratzinger, Jesús, 362.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 13

Presentamos los rasgos más significativos de la lectura cristiana del Pentateuco en clave
cristológica.15 Los libros sagrados que estudiamos aquí nacieron y viven en el pueblo con
el que Dios hizo y mantiene su alianza, que es Israel. La Iglesia no se entiende a sí misma
en confrontación con Israel sino en continuidad: manteniendo lazos de familia con nuestros
padres en la fe, y procurando permanecer fiel a la enseñanza de Jesús, que llevó a su
plenitud la fe de los patriarcas y dio cumplimiento a las palabras de los profetas. Por eso,
la Iglesia acoge como propios los libros de la Biblia Hebrea, a los que añade algunos libros
más, en su mayor parte escritos por cristianos –el Nuevo Testamento–, a los que reconoce
igual autoridad. Los libros de la primera alianza completados por los de la nueva están
integrados en una única Sagrada Escritura.
Los libros de la Biblia constituyen un punto de referencia esencial para el cristianismo.
Pero el Catecismo de la Iglesia Católica hace notar, no obstante, que

“la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la


religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino
del Verbo encarnado y vivo» (S. Bernardo, hom. miss. 4,11)”. (n. 108)
En efecto, esa Palabra de la que vive la Iglesia es el Verbo eterno de Dios, por el que todo
ha sido hecho (cf. Jn 1,1-3), una Palabra creadora, que nos precede y nos sostiene, y por
eso puede ser el fundamento de nuestra vida. Solo en nuestro Señor Jesucristo, el Verbo
hecho carne, se escucha esa Palabra en plenitud.
Los primeros discípulos de Jesús, todos ellos judíos, como Jesús mismo, reconocían la
autoridad de las Escrituras del pueblo hebreo. Pero, desde que fueron testigos de la muerte
y resurrección de Jesús, una nueva luz fue brillando en su lectura. En lo que estaba escrito
encontraban la confirmación de lo que había sucedido. Las palabras del aquel Viajero en
el camino de Emaús les movieron a recapacitar: “¡Necios y torpes de corazón para creer
todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y
así entrara en su gloria? Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó
en todas las Escrituras lo que se refería a él” (Lc 24,25-27).
En la predicación cristiana primitiva, se entiende el sentido de las Escrituras de Israel
observando el testimonio de Cristo que ofrecen. Por eso, desde los primeros capítulos del
evangelio según san Mateo hasta los relatos de la Pasión según san Juan, al narrar recuerdos
ligados a Jesús, se dice que sucedió así «para que se cumpliera lo que dijo el Señor por
medio del Profeta» (Mt 1,22), «para que se cumpliera la Escritura» (Jn 19,36), o
expresiones similares.
En la tradición rabínica –por su parte– corresponde a la Torah, la Ley de Dios, la más alta
estima en el conjunto de las Escrituras. San Pablo le otorga también un valor importante
en la historia de la salvación, pero no le reconoce la más plena autoridad, sino solo la que
corresponde a una etapa que alcanzaría su plenitud en Jesucristo: “la Ley ha sido nuestro

15
Estos parágrafos han sido tomados de Francisco Varo, Moisés y Elías hablan con Jesús, Estella
(Navarra), Verbo Divino, 2016 (introducción).
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 14

pedagogo, que nos condujo a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe; pero cuando
ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al pedagogo” (Gal 3,24-25).
Solo en Cristo, señala el Apóstol, es posible descorrer el velo que cubre el Antiguo
Testamento (cf. 2Cor 3,12-16). Los primeros cristianos, judíos seguidores de Jesús, seguían
aceptando las Escrituras de Israel y, además, encontraban en ellas la confirmación de su fe
en Cristo. No tenían ya, por sí solas, la última palabra, pero sí testimoniaban la
condescendencia de Dios, que había ido manifestándose poco a poco, de modo pedagógico,
y, sobre todo, eran profecía donde estaba anunciada la plenitud de esa manifestación de
Dios que se realizó en Jesucristo.
EL PENTATEUCO
La centralidad de la figura de Moisés en el Pentateuco, e incluso la delimitación formal de
su contenido en cinco libros que concluyen con la muerte de Moisés al otro lado del Jordán,
En los cuatro Evangelios, la vida pública de Jesús comienza a orillas del Jordán, donde
Juan bautizaba. Moisés había llegado, conduciendo a su pueblo, hasta muy cerca de sus
márgenes, pero no había cruzado sus aguas. Su tarea estaba incompleta, a terminaría Josué.
El mensaje del Pentateuco sigue siendo relevante en el NT, el mensaje de Moisés no es
caduco sino permanente, aunque, cuando la revelación divina ha alcanzado su plenitud en
Jesús, Moisés ya no tiene la última palabra. Los argumentos que Juan pone en boca de
Jesús son muy expresivos acerca de la fe que se requiere para leer el Pentateuco desde unas
coordenadas cristianas: “Si creyesen ustedes a Moisés, tal vez me creerían a mí, pues él
escribió sobre mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras? (Jn
5,46-47).
Llevaría mucho tiempo considerar todas las relecturas del Pentateuco y libros históricos
que se encuentran en el NT. Veamos solo unos aspectos.
Mateo ya en la genealogía de Jesús nos remite al AT, Jesús es el Mesías el “Hijo de David”
(Mt 1,1) y lo presenta como el “nuevo Moisés” (Mt 2,1-8). Mateo también habla de la
predicación de Jesús presentándolo como el nuevo Moisés, que va detallando los preceptos
de la Ley en un largo discurso desde una montaña (Mt 5,1), en alusión al Sinaí. Jesús es la
plenitud de la Ley (5,17-18), y su esquema de presentar los mandamientos es similar a la
forma de proceder de los maestros de Israel de aquel tiempo (5,43-45). El modo en que
Jesús enseña la Ley no parte de una lectura literalista de la Escritura, ni se acomoda con
cesiones injustas a lo que le gustaría oír a la gente, sino que tiene como idea de fondo el
proyecto original de Dios acerca del ser humano, y a él remite ante situaciones en las que
el paso del tiempo y las debilidades humanas habían ido relajando su exigencia (véase Mt
19,3-9).
Ante la pregunta comprometida que se le plantea, Jesús responde con unas citas explícitas
del Génesis (Gn 1,27 y 2,24). Conoce bien la Torá y el modo de disputar propio de los
maestros de Israel. A él le han hecho una pregunta relativa a la interpretación del
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 15

Deuteronomio (cf. Dt 24,1-4), pero él pondera los textos señalando que la permisión del
Deuteronomio había sido una concesión a la dureza de sus corazones, pero que la verdad
fundamental es la expresada en el Génesis acerca de la indisolubilidad del matrimonio.
En el evangelio de Marcos la presentación de la figura de Jesús en paralelo con la de Isaac
tiene una gran fuerza. Los ecos de la frase ‘mi hijo, el amado’ que se escucha tanto en el
bautismo como en la transfiguración de Jesús (Mc 1,11; 9,7) son los mismos que se
señalaron al mencionar estos pasajes en el evangelio de Mateo (Mt 3,17; 17,5), ya que
evocan el modo en que Dios se dirige a Abrahán para pedirle que le sacrifique a su hijo
Isaac: toma a ‘tu hijo, el amado’ (Gn 22,2). Marcos desarrollará esta figura de Jesús en su
relato de la pasión, también en la escena de Getsemaní. Es el único evangelista que
menciona el hecho de que Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, dejando a los
demás (cf. Mc 14,32-33), como Abrahán dejó a sus siervos cuando se acercaba el momento
culminante del sacrificio (cf. Gn 22,5). Lo mismo que Isaac, cuando es consciente de lo
que va a suceder, se dirige a Abrahán llamándolo: ‘¡Padre!’ y lo sigue con docilidad (cf.
Gn 22,7), Jesús invoca de igual modo: ‘¡Abbá, Padre!’ y acepta por completo su voluntad:
‘que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú’ (Mc 14,36).
Lucas hace comenzar la vida publica de Jesús con una referencia fundamental de la “unción
mesiánica” (Lc 4,16-20) y el comienzo de su ministerio en Nazaret. Allí le reprochan no
haber realizado allí ningún prodigio como los que habían oído contar de él (Lc 4,24-27).
La narración se ilustra con referencias a sucesos narrados en los libros primero y segundo
de los Reyes (1Re 17,8-16 y 2Re 5,1-14 respectivamente), a los que aquí se alude reparando
en algo que, ciertamente está en el relato, y que al lector de los libros de los Reyes no le
parecería lo más importante, pero que da luz acerca de lo que está pasando con Jesús y sus
conciudadanos.
Lo más característico del uso que hace el evangelio según san Juan de los textos del AT
es el hecho de que constituyen un marco imprescindible para comprender a fondo mucho
de lo que dice. La nueva “mujer” (Bodas de Cana y la cruz), el “pan del cielo” y un “profeta
como Moisés” (Jn 6).
La predicación de la primera comunidad cristiana, hace alusión a los salmos. Alguno de
los discursos, como el que dirige Pedro a los habitantes de Jerusalén el día de Pentecostés
(cf. Hch 2,14-36), está construido sobre todo a partir de otros libros del AT, en este caso
los Salmos, con especial referencia al Salmo 16 y al 110. Véase también el discurso de
Esteban (Hch 7,2-53).
Relecturas del AT en las cartas de Pablo y otros textos del NT. Jesucristo es el “nuevo
Adán” (Rom 5,15; 1Cor 15,22). Abrahán es padre en la fe (Gal 3,6-7). Las cosas sucedieron
como “figura” anticipo de lo que sucede con Cristo (1Cor 10,1-12). Jesús es prefigurado
en el AT como sacerdote, y presentado como el consumador de la nueva alianza (cf. Heb
7,1-10). Otras referencias: Sant 2,2-26; 1Pe 3,20-21; 1Jn 3,11 (Gen 4,1-16); Judas 4; Ap
5,5-6 (cf. Gen 49,9-10).
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 16

LOS PROFETAS
¿Moisés predice a Jesús como Profeta?
En el sermón de la montaña, Jesús evoca la “Ley y los Profetas” como dos colecciones
autorizadas de la Palabra de Dios que habla de del gran plan de redención que tiene su
culminación o cumplimiento en él (Mt 5,17). La ley fue dada en un tiempo relativamente
corto a Moisés en el monte Sinaí cuando Dios creaba a Israel como nación y establecía con
ellos la alianza. Los Profetas, por su parte, considerados hombres y mujeres en gran
diversidad, de diferentes lugares, hablando en diferentes situaciones y retos. Y, sin
embargo, Jesús afirma que todos ellos tienen un mensaje y un programa en común.
Cualquiera sea su mensaje en sus propios contextos, todos ellos contribuyen en
conformidad con el gran mensaje acerca del Dios creador, juez del pecado, y
misericordioso.16
¿A qué se debe esta voz unificada dentro de tanta diversidad? La respuesta es que los
profetas del AT no hablan por si mismos; sino que hablan por Dios. Ellos transmiten el
mensaje recibido de Dios. En su diversidad de personas, de circunstancias, ellos
representan al Dios único. Por ese motivo, porque representan al único Dios, el mensaje de
todos ellos es uno.
El rol del profeta en el AT, su definición, lo encontramos especialmente en Deuteronomio
18,15-19, llamado por Dios, miembro de la comunidad de la alianza, convocado para
transmitir el mensaje y mandato de Dios. Este pasaje tiene connotación mesiánica, tal como
aparece en Hechos 3,22; 7,37 (cf. Mt 16,14; Jn 1,21). El profeta no decide cuando vendrá
la palabra de Dios, sino que es Dios quien decide (2Re 4,27). A veces Dios calla, a causa
de los pecados de los hombres (Amos 8,11). Otras veces la inspiración profética se da por
medio de la música y la danza, como en el caso de Miriam (Ex 15,20).
Los profetas y la cristología
Los escritores del NT, al igual que los predecesores escritos del judaísmo, especialmente
los escritos del judaísmo del Segundo Templo, participan en esta tradición continuada,
interpretando y reinterpretando las profecías. 17 Dentro de las escrituras cristianas, las
tradiciones proféticas alcanzan su punto máximo en la interpretación que atestigua que
Jesús es la culminación de las profecías. La profecía está imbuida embutida en los relatos
del NT, y en los dichos del propio Jesús (cf. Lc 4,16-20). Además, algunos personajes de
las tradiciones del NT son designados como profetas, y en particular, los evangelios dan
testimonio de Jesús como el profeta por excelencia. Qumrán y las comunidades cristianas
no solo vieron en los profetas se han cumplido en su momento preciso, sino también, pero
también comprendió que esta forma de cumplimiento superaba incluso lo que los propios
profetas comprendían (PCB, 32).18

16
Eric J. Tully, Reading the Prophets as Christian Scripture: A Literary, Canonical, and Theological
Introduction (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2022), 59; véase también pp. 57-61.
17
Gina Hens-Piazza, “Introduction to the Prophets”, in: John J. Collins & Others, editors. The Jerome
Biblical Commentary for the Twenty-First Century, London: T & T Clark, 2022. pp. 813-814.
18
Pontifical Biblical Commission, The Jewish People and their Sacred Scriptures in the Christian Bible.
Vatican City: Libreria Editrice Vaticana, 2002. n.32.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 17

Un contexto teológico fundamental de los profetas es la “alianza”. Las principales alianzas


teológicas del AT han sido, con Noe (Gen 6,18; 9,1-17); Abraham (Gen 12,1-3; 15,1-21;
17,1-21); Israel (Éx 19,3b-8; 20,1-24,18); David (2Sam 7,4-17); Nueva Alianza (Jer 31,31-
34). El tema de la “alianza”, porque “los profetas están particularmente enfocados en las
alianzas de Dios con Israel como los principales puntos de inflexión en la historia redentora,
incluyendo lo que Dios cumplirá en el futuro”.19
En el célebre pasaje de los discípulos de Emaús, tenemos un momento importante sobre la
relevancia de los profetas para la cristología. Leemos en Lucas 24,25-27:
“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús… Él
[Jesús] les di les dice: ‘¡Que poco perspicaces sois y que mente más
tarda tenéis para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era
necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?’ Y,
empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les fue
explicando lo que decían de él todas las Escrituras”.
El Resucitado dice varias cosas a los discípulos de Emaús, dignos de consideración. Ante
todo, (1) Jesús nombra a los profetas como una colección única y ellos importante dentro
de las Escrituras y que tienen algo específico que aportar a la teología y la fe. (2) Los
profetas contribuyen al mensaje de “toda la Escritura”. En otras palabras, hay un mensaje
unificado de “toda la Escritura”. En realidad, hay muchos diferentes mensajes en los
diferentes libros de la Biblia, pero todos están interconectados para formar un solo gran
mensaje. (3) Los profetas hablan del grandioso plan de salvación, el cual culmina en
Jesucristo. Por consiguiente, Jesús amonesta a aquellos discípulos que el haber fallado en
“¡creer todo lo que dijeron los profetas!” lleva a malinterpretar su ministerio y perder su
propuesta de salvación.
Jesús, debería aparecer con los rasgos específicos del profeta: más que el del rabí (no se
dedicaba a explicar la Torah), ni solamente del maestro de sabiduría, ni tampoco del Mesías,
aunque se han individualizado en él rasgos mesiánicos. Al decir profeta entendemos el
término en significado propio, no tanto de vidente orientado al futuro, cuanto portador de
la palabra de Dios y, fundamentalmente, aquél que habla abiertamente delante de las otras
personas en lugar de algún Aquel quién lo ha enviado.20
En fin, Jesús se sitúa en la tradición de los profetas tanto en lo que dice y hace, como en lo
que los evangelios proclaman sobre él. El evangelio más antiguo, el de Marcos, se abre de
este modo con una proclamación sobre Juan de Bautista como heraldo de Jesús,
inspirándose y combinando textos de Malaquías 3,1 e Isaías 40,3. El tema de la profecía,
junto con la escatología apocalíptica, se unen para cerrar el NT en el Apocalipsis.

Notas sobre algunos textos proféticos relevantes:


-Miqueas: Muestra a los pueblos que se acercan a Jerusalén, la ciudad de salvación, y
afirma que el Mesías nacerá en Belén (Mi 4 y 5,1-3).

19
Tully, Reading the Prophets as Christian Scripture, 12, véase pp. 12-36.
20
Cf. R. FABRIS, «Gesù di Nazaret e il modello profetico», en R. PENNA (ed.), Il Profetismo da Gesù de
Nazaret al montanismo (Atti del IV Convegno di Studi Neotestamentari), Ricerche Storico-Biblice V/1,
Dehoniane, Bologna 1993, 43-65.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 18

-Isaías:
Libro del Emanuel (Is 1-39)
a) 7,14-15: profecía citada en Mt 1,22.
b) 9,1-7: es un canto de alegría a los tiempos mesiánicos.
c) 11.1-10: Poema eminente mesiánico que muestra algunos rasgos de la vida del
Mesías: será de la estirpe davídica (del tronco de Jesé); estará lleno de espíritu
profético, y de los dones del Espíritu Santo.
Libro de la Consolación (Is 40-55): las profecías acerca de la manera como Dios salva: El
siervo de Yahvé (cuatro canticos):
Primer cantico (Is 42,1-9) Tiene dos partes claramente diferenciadas:
a) vv. 1-4
b) vv 5-9: citado explícitamente en Mt 12,17
Segundo cantico: (Is 49,1-7): contiene un pasaje paralelo en el Salmo 2, 7, v. 3.
Segundo cantico: (Is 50, 4ss): Habla el Siervo de Yahvé, exponiendo los sufrimientos que
soportará.
Cuarto cántico: (Is 52,13-53,12): narra la muerte del Siervo. El texto, conocido también
como la pasión según Isaías. Tiene amplia recepción en el NT.

-Jeremías: Predice al verdadero pastor de Dios enviará (Jer 23,5 ss).


-Ezequiel: (Ez 34, 23-31), (Ez 37,24). Véase también la alegoría del Buen Pastor Jn 10,
11-16.
-Daniel:
“El hijo del hombre”: (Dan 7,13) Este texto es utilizado por Cristo ante el Sanedrín para
indicar su carácter de juez escatológico (cf. Mt 26,64 y Mc 14,62). Este título tiene las
siguientes características:

a) el Hijo del hombre viene del cielo: origen divino.


b) carácter universal del reinado del Hijo del hombre
c) su reino será indestructible; tendrá potestad eterna.

- Profecías sobre el Mesías, rey y sacerdote


Además de los rasgos sufrientes y escatológicos del Mesías, en el AT se encuentran
también las características regio, destacando la descendencia davídica. Profecía de Natán
(2Sam 7); 2Sam 23,5; véase Lc 1,32-33.
En esta alianza se cumplen las previas promesas. El anuncio de Gen 3,15 se concreta en la
alianza sellada con Abrahán, a la vez se le dará la tierra (Gen 12, 1-9, cf. Gen 28,10-16; cf,
Gen 49, 9-10). En las profecías, la perspectiva salvadora universal es inseparable del
carácter regio del descendiente de David. Esta perspectiva continúa subrayándose en los
salmos (véase: Salmo 2, cf. p.e., Hch 4,24-28;13,33 y el salmo 109, cf. p.ej., Heb
1,3.23;5,6.10;7,17;10,12-13).
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 19

LOS OTROS ESCRITOS


En líneas generales consideramos aquí algunos aspectos de los libros Históricos,
Sapienciales y Salmos que tienen resonancias cristológicas. Más detalles se pondrán a
consideración al releer los textos del AT desde los textos del NT pertinentes.
A diferencia del canon cristiano, que sigue el orden de la Septuaginta, la Biblia hebrea no
termina con profetas sino con historia, y no con la historia griega de los Macabeos, sino
con los dos libros de las Crónicas, ambos forman el último (el 24º) libro del canon. Esto se
justifica dado el carácter de Crónicas como una lectura retrospectiva y de toda la historia
de Israel. La primera palabra de Crónicas 1,1 es “Adán”, y los versículos finales en 2
Crónicas 36,22-23 relatan el decreto de Ciro que concede el permiso para la reconstrucción
del templo. De esta manera, según este pasaje “así se cumplió la palabra del Señor por boca
de Jeremías” (2Cro 36,21-22.21
Esta visión sagrada de la historia destinada al cumplimiento de esta profecía
específicamente de Jeremías continuará a dar forma al periodo del Segundo Templo, sin
embargo, según una perspectiva escatológica en lugar de histórica. En este sentido, los
libros de Crónicas representan una especie de narrativa afín con las gloriosa e idealizadas
profecías del Trito Isaías (Is 55-65). 22 Los libros de Esdras y Nehemías, por su parte,
contrastan con el anterior tienen mayor contacto con la honestidad y realismo de los
profetas menores (p.ej. Oseas y Malaquías).
La visión triunfalista de Crónicas se caracteriza por la participación del monarca en la
realeza divina, especialmente en el caso de los dos grandes reyes de Israel, Salomón y
David, se afirma en el profundo entrelazamiento entre el templo y el trono.
Una imagen sorprendentemente sobre la realeza sacerdotal es el resultado, centrado en el
templo de Jerusalén, que se puede apreciar como el lugar del poder supremo de la teofanía
de Yahvé. La fuerza militar que el Cronista contempla se puede visualizar, de alguna
manera en la concentrada acción litúrgica de Israel, como una expresión particularmente
reveladora de esta poderosa fusión del culto y el reino (por ejemplo, 2Cro 13,3-13).
Los Salmos
El mismo texto de Lucas 24 acerca de las palabras del Resucitado a los discípulos de Emaús,
que se refiere la Ley y los Profetas (v. 27), es válido también para el testimonio de los
“Salmos.” Dando las ultimas instrucciones a sus discípulos, el Resucitado les abrió sus
mentes para que comprendieran que “es necesario que se cumpla todo lo que está escrito
en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos” acerca de Jesús (Lc 24,44).
Las palabras de Jesús de Lucas 24,44-46 incluyen todos los temas de la predicación
apostólica, comenzando con el empleo de las Escrituras: Hch 2,23-32/Sal 16; Hch 13,28-
29.33-37/Sal 89,2; Sal 2,7; 16,10; Hch 4,10-11/Sal 118,22; Hch 26,22-23/Ley y Profetas,
esta utilización de la Escritura en la predicación de la iglesia primitiva hace ver que la fe
cristiana está en gran medida incluida en la fe de Israel.

21
Anthony Giambrone, OP. The Bible and the Priesthood. Priestly Participation in the One Sacrifice for
Sins (Grand Rapids: Baker Academic, 2022), 146 (véase pp. 156-151).
22
Aunque Crónicas fueron escritas al final del periodo persa, tal vez comenzando el periodo helenista.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 20

La interpretación teológica de los autores del NT comienza con la citación del AT, por
ejemplo, la burla de los sacerdotes ante la cruz (cf. Sal 22,2.9.19; 34,20). Los salmos 22;
34 y 69 son considerados especialmente referidos a la muerte de Jesús. Pablo y el autor de
la carta a los Hebreos elaboran similares temas bíblicos, por ejemplo, a partir de los salmos
8 y 110, subrayando el rol de Abraham. Además, partiendo de una línea de Habacuc se
desarrolla el tema del justo que vive por su fe.
Notas sobre algunos salmos y la cristología
Salmo 2:
Es un salmo davídico y mesiánico citado frecuentemente en el nuevo testamento (cf.
Hechos 4,24-28; Heb 1,5;5,5; Ap 2,26-28). Consta de tres estrofas:
a) vv. 1-3: describe la sedición de los pueblos y los tumultos de las naciones contra
Dios y su Unigénito
b) vv. 4-6: Dios, en una antítesis dramática, se ríe de sus enemigos y anuncia “que
ha constituido al Rey sobre Sión, su monte a santo”.
c) vv. 7-9: este Rey promulga el decreto de Yahvé: “Tú eres mi hijo, yo hoy te he
engendrado. Pídeme y te dará a las naciones por heredad, y tus posesiones hasta los
confines de la tierra”.
-Salmo 21 (22):
Es también un salmo davídico-mesiánico. Se distinguen tres partes:
a) vv. 2-12: muestra las lamentaciones que el varón atribulado dice a Dios: “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me ha abandonado?” (cf. Mt 27,46).
b) vv. 13-12: describe la imagen dolorosa del justo sufriente.
c) vv. 23-32: indica los efectos provechosos del sufrimiento justo.
-Salmo 44 (45): El salmo celebra las nupcias de un rey con una reina. No es aplicable a
Salomón, sino sólo a un rey singular y divino. Es un salmo alegórico, como el Cantar de
los Cantares, Hebreos 1,8ss. refiere este salmo al Mesías. Describiendo la dignidad de
Cristo, tiene una gran concordancia con otros salmos que son típicamente mesiánicos (Sal
2 y 109).
-Salmo 68 (69): Contiene la súplica a Dios al varón inmerso en el mar de las tribulaciones.
En el Nuevo Testamento se aplica este salmo al Mesías en Jn 2,17; Hch 1,20; Rm15,3.
-Salmo 109 (110):
Citado por el mismo Jesús, como una pregunta que hace a los fariseos (Mt 22,41 ss). Se
encuentra citado en Hechos 2,34 y es un texto clave Hebreos (cf. Heb 5,10ss.)
a) vv. 1-3: celebra al Mesías como Rey.
b) v. 4: considera la dignidad sacerdotal del Mesías.
c) vv. 5-7: la guerra del Mesías contra sus enemigos y su victoria.
Delio Ruiz, Cristología I - Parte Bíblica. File 1 | 21

1.2. Jesús y las expectativas del judaísmo del siglo I: (a) mesianismo real; (b)
mesías sacerdote; (c) profeta; (d) médico; (e) maestro

En el AT hubo muchos mesías, o muchas personas designadas para determinados fines


divinos. Es decir, no hubo una sola concepción del Mesías. Las figuras mesiánicas en el
AT incluyen reyes (1Sam 16,6; 2Sam 1,14), sacerdotes (Ex 30,30), profetas (1Re 19,16),
e incluso Ciro el rey persa (Is 45,1).
Durante la época del Segundo Templo, con el regreso del exilio, el rol de los reyes griegos
(en particular los Seléucidas), con las revueltas asmoneas y la posterior dominación de
Roma, se formaron y crecieron entre los judíos diversas expectativas mesiánicas. En este
ambiente nació Jesús. Varias de estas expectativas mesiánicas incluían una figura política
que liberaría a los judíos de la tiranía romana, mientras que otros esperaban más bien una
figura profética.
En muchos sentidos, aunque se presionó a Jesús para que cumpliera una serie de
expectativas mesiánicas, no satisfizo la demanda de ningún grupo. No obstante, a la luz de
su resurrección, el cristianismo llegó a reconocer a Jesucristo (Mesías, en hebreo; Cristo,
en griego) como el ungido de Dios.

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