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Cap 5 Zanatta

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5. El ocaso de la era La gran transformacién que tuvo lugar en América Latina du- Fante la época liberal plantea, a inicios del siglo XX, los cl ‘cos problemas de los procesos de modernizacién. En el plano politica, el crecimiento de la escolarizacion y la ampliacion de la ciudadania politica sometieron a una dura prueba al eltismo de los regimenes liberales y se expresaron en ol crecimiento {de nuevos movimientos politicos decididos a combatiios. En €l plano social, volvieron mas evidente la urgencia del contlicto, ‘moderno entre el capital y el trabajo, y la importancia del rol del ‘estado para hacerl frente. En ol plano econémico, el extraordi- nario crecimiento de las décadas precedentes hizo emerger su lado oscuro: la vuinerabilidad y el desequilibrio de un modelo de desarrollo basado en el comercio exterior. Por uitimo, en el plano ideol6gico, el cima comenzé a cambiar en forma répida; ‘1 mito del progreso tendié a sustentar una vasta reaccién na- cionalista, que contribuy6 a alimentar tanto el intervencionismo militar estadounidense en Centroamérica y el Caribe como la Modernismo, cuyo representante mas destacado fue el poeta nicaragtiense Rubén Dari. La ola de ideas ~periféricas 0 bien estructurales a la ideologia- que traspasé la barrera positivista abarcaba una amplia gama de expresio- nes a menudo diversas ¢ incluso contradictorias entre sf. Lo que aqui importa es captar algunos elementos esenciales y observar cémo, en- tre tanta divergencia, las nuevas ideas tendieron a confluir hacia un paradigma nacionalista genérico. Si durante la edad liberal la tenden- cia prevaleciente habja sido buscar modelos politicos y culturales fue- ra de la frontera, donde la civilizacién moderna era ms floreciente, ahora predominaba la tendencia a resguardarse en la biisqueda de la nacionalidad y sus origenes, a cuya reconstrueci6n o inyencidn fueron dedicados asiduos esfuerz0s, Esto fue asi porque los viejos modelos se Ihabian resquebrajaco y debido a que, una vez consolidados los estado, cera preciso forjar ciudadanos para hacer la nacién, inculcando en la poblacién un sentido de pertenencia y destino compartido. Esto fue ast fatal punto que, al propiciar la inmigracién, la elite posiivista intent atenuar el componente étnico indigena y afroamericano, incrementar do el slanco (europeo), con la convieciGn de que la heterogencidad cera ur lastre para el desarrollo de la civlizacién. En ese nuevo clima ‘maduraron las corrientes indigenistas y a reivindicacion de la Améti- ‘ca mestiza, que ofteefa como peculiar aporte a la eivilizacién su “raza ‘césmica”, el hombre nuevo creado por su. excepcional historia, como sostenia el mexicano José Vasconcelos. ‘Al dogma cientificista le sucedié una reaccién espiritualisa, madura daa fines de los afios veinte, que dio lugar a un verdadero revival cat6- lico, eayos protagonistas fueron no pocas veces positivstas conversos, ¥ que aliment6 grupos, partidos, movimientos e ideas politicas donde se cconjugaron catolicidad y nacién en tuna mezela tipica de muchos paises hhispanicos. A la fe optimista en el progreso siguié una obsesiva bisque dda de identidad, dirigida en especial a la identificaci6n de las races 106 Historia de Aérca Latina de una identidad nacional, a menudo mitica, Tanto es asf que desde tentonces se ha hablado con frecuencia de brasilianidad, cubanidad, peruanidad, y asf sucesivamente, con el fin de representat la identidad eterna e incorruprible de una nacién, En lugar de la virtud y de la libertad del individuo, comenzaron a revalorizarse Ia esencia y los valores de la comunidad, entendida ya como un todo orginico, formada por corporaciones y cimentada en Ja unidad religiosa, en el caso de los catélicos, o bien como unidad de ‘clase en el caso de los marxistas, entre los cuales comenzaron a emerge corrientes que se esforzaban en nacionalizar aquella ideologfa, de por sf internacionalista Ese fue el caso del perusano José Carlos Mariategui, ‘cuyos esfuerzos tendieron a reconducirla a una suerte de comunismo incaico primigenio, anterior a la conquista espaiiola, mis alla de cusin verdadero o imaginario fuese AMAUTA Eciorial de la revista Amat, Lima, 1927, El cosmopolitismo, tan apreciado como teorizado en una época, em- 1pez6 por entonces a ser objeto de radicales diatribas: era considerado tun habito oligarquico, que se reducfa ala imitacin de la elites extran- Jeras, 0 una costumbre extraia al pueblo. Sobre dicho pueblo flore- cieron, ademas, estudios etnogrficos y antropologicos, investigaciones iteresadas en reconstruir las costumbres alimentarias, musicales, reli- siosas, en biisqueda de su sentido y de su identidad, y con ello, de los de la nacién, £1 ooaso de la ra Roeral 107 Esas fueron, en el plano ideoligico, las premisas de la marea nacio. nalista que comenz6 a propagarse en el continente; aunque ello no ‘ocurrié de manera univoca: se manifest también en el plano politico, yen casi todas las reas, ms alki de la que especificamente analizamos. Lo cierto es que el clima estaba cambiando. MATT TTeee ee Etkrausismo Hoy précticamente olvidado, yen realidad muy poco conocido fuera de! ‘unde hispénico y aleraén, ol krausismo eerci6 una ampli inluencia en ‘América Latina, La doctrina proceda de fidsofo alomn Kar Krause y ‘censite en una suerte de lberalimo espitualsta que abd @ América Latna a través de Espafa, donde two numerosos seguidores y dviga- ‘eres. Eausismo influyo no poce en la retexiénpoitica de hombres ‘cero José Marty José Bate y Ordonez, y acompané la parébola de ‘muches de los partidos racicales que legaron ala madurez en los aos vente, Lo que probablemente lo vot tan atractivo en el cima cuturl de América Latina y susceptible de desarrolos cstintos de las premisas bere de las cuales partis, ue su estuerzo en conciler iberalsmo y organicismo. Los derroteros de la crisis liberal Los caminos seguidos por las crisis de los regimenes oligarquicos fue- ron miltiples; lo mismo eabria decir de sus resultados, cualquier cosa ‘menor uniformes, El caso mas notable, violento y de impacto conti rental fue el de México, donde el Porfiriato acab6 por convertirse en igrosa tapa agujereada sobre una olla en ebullicion. Esa olla era la sociedad mexicana, en la cual diversas voces, durante mucho tiempo oprimidas, explotaron al unfsono y echaron las bases de la transicidn, larga y violenta, hacia un nuevo orden politico, econémico ysocia. En el extremo opuesto, al menos en lo que ataiie a los pafses max yores, se ubicaba en esa época la Argentina, donde la Ley Saenz Peiia de 1912 abrié las puertas a algo que parecia poder operar la virtuosa metamorfosis del régimen oligarquico en régimen democratico, me- iante la elecci6n, con el sufragio universal masculino, del Iider radical Hipélto Yrigoyen en 1916, 108 Hetoria da América Latina Hipdito Yigoyen, en Rosario, durante la camps En 1992 se ratificé la regular alternancia constitucional, confirma- da seis aios después, cuando Yrigoyen fue nuevamente electo, Sin embargo, en 1930, un golpe de estado, encabezado por el general Félix Uriburu, puso fin a aquella incipiente experiencia democratica, que cay6 vietima de diversas causas. La mais evidente fue la reaccién conservadora de vastos sectores ~dle Ia elite econémica a las etipw ida ademas con el rechazo del creciente conflicto social y la difusién de ideologias revolucionarias, ya que se imputaba a la democracia no saber hacerle frente, o se la acusaba de allanarle el camino. En este contexto, nacieron grupos nacionalistas antidemocriticos, se difun- entos contrarrevolucionarios. Ademis, Ia joven e imperfecta democracia argentina sucumbié debido a la tendencia del partide mayoritario, el radical (0 por lo menos de una parte de él), a transformarse en un movimiento nacional, es decir, a monopolizar el poder pretendien- do representar la identidad misma de la nacién, desnaturalizando de ese modo el espiritu pluralista de la democracia moderna. So- bre esta situacion ya compleja cayeron como un rayo los tremendos efectos de Ia crisis de Wall Street, con lo que el pais que se erguia como un baluarte de la civilizacion europea en América entré en el las eclesidsticas y militares~ contra la democracia politica, vincu dieron corrientes ideol6gicas autoritarias y se formaron movimi casa da a raliteal 100 ttinel de una crisis no muy distinta de la que afectaba a tantos vecinos, latinoamericanos. No obstante, las masas (o los fantasmas que evocaban) no fueron. cn todas partes decisivas a la hora de generar la crisis del régimen ol ‘girquico. En principio, en Brasil, donde se sumaron ademas otros dos factores ~mis alla de los efectos del crack econémico de 1929- que in- cidieron en dicha declinacién. El primero fue el emerger a la luz de tun mievo estado, Rio Grande do Sul, que horad6 la consuetudinaria alternancia en el poder entre las elites ce San Pablo y Minas Gerais. Del nuevo estado provenia Geuilio Vargas, el hombre que, derrotado en las eleeciones de 1980, denunci la irregularidad y fue luego levado al poder por los militares, para permanecer alli por largo tiempo. Pero el segundo factor, atin mas importante, fueron los militares, especialmen- te losdenominados tenents, jovenes oficiales de grado intermedio, que ya enlos aiios veinte habian protagonizadlo varias revueltas, y que ahora cencarmaban mis que otros el nuevo clima nacionalista, imponiendo la creacién de un estado centralizado y decididdo a organizar bajo su ala ‘ali poblaci6n, mientras que la elite habia creado un estado disperso cen numerosas autonomias, privado de ascendencia popular. Ese fue el sentido del golpe de 1930. Lainestabilidad politica sacudi6 en otras ocasiones los fundamentos del continente, Desde Pert, donde en 1930 cayé la larga dictadura de Augusto Legufa, a Chile, donde en el medio de una etapa de contfictos y convulsiones se impuso la breve dictadura del general Carlos Ihatiez; desde El Salvador, donde en 1981 un golpe blinds el dominio de la oli- garquia del café, cuestionada en primer término por los movimientos ‘campesinos, a Venezuela, donde a fines de los aios veinte comenzaron ‘a manifestarse los primeros signos de intolerancia hacia la larga auto- cracia de Juan Vicente Gémez, Los casos son numerosos, aunque pe- culiaes; en general los militares fueron los protagonistas, derrocando © poaiendo bajo su tutela las instituciones liberales surgidas durante los regimenes oligirquicos y todo cuanto parecta demasiado frgil para soportar el choque de Ia modernidad, en especial en aquellas socieds- des atravesadas por la fragmentacién social, en las cuales los militares parecfan la expresién politica de una elite blanea (y de su cultura), No ‘obstante, es preciso actarar que la intervencién de los militares no tuvo siempre un solo sentido, es decir, a favor de una clase social especifica, sino que fue variando en los diversos contextos. {10 Histor de América Latina La edad del intervencionismo norteamericano yeel ascenso del nacionalismo Las intervenciones militares de los Estados Unidos en el rea centroame- ricana y caribefia tuvieron lugar en los primeros treinta atios del siglo XX. Aunque en algunos casos fueron breves, ‘0s, como por ejemplo en Nicaragua 0 en Haiti, donde tenian el objetivo de poner fin a las guerras civiles imponiendo un hombre o un partido fiel a Washington, 0 de proteger a los ciudadanos y las propiedades es- tadounidenses amenavadas por el desorden local. Se trataba de grandes rmuiltinacionales que inerementaban desmesuradamente sus intereses en. la extracci6n minera o en los primeros pasos de la industria petwolifera, ‘o bien en el campo de la produccién de bienes tipicos de la agricultura subtropical, mbito en el que descoll6 la United Fruit Company. ‘otros duraron varios us- Tienda de viveres de la United Fruit Compary, En otras casos, en especial durante la presidencia de Woodrow Wilson, las intervenciones militares estadounidenses tuvieron mayores ambicio- nes politicas y expresaron un claro intento paternalista y pedagégico, ccon el objetivo de sentar las bases institucionales de estados y adminis. traciones mas s6lidas y eficaces. En todos los easos, sin embargo, la poli- ocaso del ea loeral 111 tica ewadounidense en la regi6n fue la puesta en escena de la doctrina del destino manifiesto y comport no s6lo la interveneién militar, sino también una profunda expansién comercial, el propésito de minar los intereses europeos en el area, y el esfuerzo por difundir valores de la civilizacién notteamericana, en general, sin éxito. El intervencionismo y el sentimiento de superioridad contribuyeron desde entonces a alimentar el nacionalismo que ya habia comenzado a crecer en los jovenes estados de América Latina. El nacionalismo li. ‘inoamericano encontr6 a su enemigo ~en contraposicién al cual bus- caba construir su identidad y su misién- en los Estados Unidos, en su injerencia politica, yen las bases mismas de la civilizacién que aspiraba ‘a exportar. Tipico en ese sentido ~acaso por su aura mitiea~ feel caso del pequeio ejército guiado en Nicaragua contra los marinespor Augus- to César Sandino, una suerte de David nacionalista en lucha contra el Goliat imperialista, asesinado en 1934 por la Guardia Nacional estable- ida por los Estados Unidos durante la ocupacién, Un Goliat del cual el nacionalismo latinoamericano legé a rechazar tanto el expansionismo comoel liberalismo, el capitalismo, la democracia representativa, suma- dos a tantos otros rasgos de la civilizacién protestante, individualista y ‘materialista tipica de los paises anglosajones, contrapuesta a la cat6lica, ‘asada en el comunitarismo y la democracia orgnica, PATA ee La Guerra del Chaco part de los aos veinte, el establecimiento de estados-nacion sobre fronteras a menudo inciertas (lo cual, ya en la sogunida mitad del siglo XX, abla sido causa de guertas entre vecinos) yl ragiidad de algunos {gobiemos dlspusstos a usar ol argumento nacionalsta para sostener su fata de legitidad tuveron un rol cave en las creciontas tonsiones entra ova y Paraguay, inicos dos estados privados de sada al mar, rerdedores, adems, de los confictos béicos del siglo XX. Si ben suele ‘FostUarse que la guerra two su origen en la commpetencia entre dos ‘grandes empresas petroloas extranjeras por un teritorio cuestionado en ls limites entre ambos paises, lo certo es que predominaron otros ‘motivos. En espacial, ps6 la rustracién bolviana por a derrota en la rragociacion de su sali al Pacifico, que indujo al gabiemo a buscar abrir na bracha hacia e Ailantico través del sistoma fal del dbl Para uay; a ello coadyuv6 el cima nacionalista, que aumenté como nunca en 30 parfodo. La guerra culminé en 1985, com la fa del eristicio en “12 Histor de América Lata [Buenos Aires, lo cual le granjed al ministro de Relaciones Extarires: ‘argentino ol premio Nobel dela Paz, al Paraguay el reconocimiento dela soberania sobre ol teritrio en cisputa, y a Bolivia una nueva hurilacién, ‘causa de crisis nminentes, Sobre el tereno, entretanto, yacan los ccuerpos de unas cien mil viclimas. iF

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