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Freud El Esquema Del Peine 2

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Freud el esquema del peine

En el Proyecto de una psicología para neurólogos, Freud (1895) anticipa la relevancia


de la sensopercepción y la atención como procesos básicos en la constitución del
aparato psíquico
En este texto fundador, como en otros que le siguieron, se advierte su voluntad de
construir un esquema del aparato “anímico”, pensado desde una economía de la energía
nerviosa, por distintos circuitos neuronales, regidos por la tendencia a la disminución de
su cantidad (Q). Este antecedente es convocado escasamente en la investigación
neuropsicológica. Asimismo, los trabajos psicoanalíticos tampoco suelen integrar
resultados experimentales y modelos explicativos de las disciplinas cognitivistas y
neurocientíficas, respecto a las funciones atencionales y su correlato con el psiquismo.
Más allá de sus alcances y desarrollos específicos, estas disciplinas pocas veces se
reconocen cordialmente entre sí. No obstante es importante señalar que las
discrepancias epistemológicas y metodológicas no constituyen un obstáculo insalvable
respecto de los objetos de interés científico más actuales.
Según Ansermet y Magistretti (2006), por muchos años, Psicoanálisis y Neurociencias
fueron vistos como ajenos e irreconciliables, pero a partir del descubrimiento de la
neuroplasticidad se hicieron evidentes ciertas convergencias.
La expresión de una postura monista necesaria para la comprensión del complejo
cerebro-mente, en donde el aparato psíquico no es simplemente una parte constitutiva
del sistema nervioso, sino que es uno con el sistema nervioso. Desde el reconocimiento
de la validez de distintas metodologías de investigación en el estudio de estos
fenómenos.
Las perspectivas más recientes, en lugar de plantearse dichos problemas desde la
confrontación, lo hacen con un planteamiento más socrático. Cuestionan cómo lo
representacional o las inscripciones en el psiquismo incitan modificaciones en los
distintos circuitos neurofisiológicos, y cómo la compleja estructura de éstos trasciende
sobre el mundo representacional.
Es necesario advertir que, al avanzar sobre estos temas y traer citas de distintas
perspectivas, se insiste en la defensa de un diálogo interdisciplinar entre el Psicoanálisis
y las Neurociencias cognitivas, aunque también puede darse lugar a debates y
discordancias.
Quedarán abiertos algunos interrogantes y serán esquivados ciertos asuntos, bajo la
excusa de la brevedad del texto y la complejidad de tales cuestiones.

Definiciones de atención

Freud (1895) discurre sobre la atención en varios sentidos: se refiere a mecanismo,


estado y proceso.
Habla de mecanismo atencional, ya que está compuesto por distintos tipos de
neuronas, permeables e impermeables, cuya interacción se expresa en inhibición o
facilitación del curso de Q, pudiendo operar de manera normal o patológica, y siendo
el resultado de la experiencia biológica.
Como estado, hace referencia al anoticiamiento de un signo de cualidad, entre la
expectación y las catexias desiderativas; o también al estado vigilia, opuesto al sueño.
Y como proceso, al considerar el decurso de cantidades vinculadas a la percepción, el
desplazamiento de Q y la asociación de signos de cualidad.
Los modelos neurocognitivos también suelen usar distintas metáforas para referirse a
la a atención: filtro, esfuerzo, recursos, foco, procesos de control de la memoria
operativa, proceso de selección, entre otros.
Con todo ello, puede decirse que no existe todavía consenso sobre la definición de
atención. Sin embargo, se reconoce que numerosos procesos neurológicos y
cognitivos participan en los mecanismos de alerta, orientación, selección y
sostenimiento de la misma (Posner y Petersen, 1990, 2012).

Esto permite procesar una parte de toda la información disponible (externa e interna)
y enfocar la conciencia, atender selectivamente a ciertos estímulos e inhibir la intrusión
de distractores, cambiar el foco atencional o mantenerse atento en un cierto periodo.
La concepción más actual considera que la atención no es un proceso unitario y
aislado, sino un mecanismo complejo implicado en los procesos de selección,
distribución y mantenimiento de la actividad cognitiva (Fernández Guardiola y Gumá
Díaz, 2001; Reed Hunt y Ellis, 2007).
En este sentido, guarda directa relación con la percepción y la memoria, tal como lo
postula Freud en el Proyecto, con valores de intensidad diferenciables, que pueden
estimarse a través de ciertos instrumentos psicométricos.

En términos generales, el estudio del mecanismo atencional tiene en cuenta la


evaluación de cuatro características: amplitud (cantidad de estímulos a los que se
puede atender), oscilación (selección y cambio en el foco atencional), intensidad
(mantenimiento atencional o sostenimiento continuado de una respuesta, vigilancia) y
tipo de control (equilibrio entre el control automático y voluntario), por lo que en su
evaluación se ha buscado integrar múltiples estrategias y test.

La atención y su correlato neuronal

Inicialmente en el Proyecto, Freud (1895) distingue tres tipos de neuronas: las


neuronas φ (permeables y destinadas a la percepción), las neuronas ψ
(impermeables, dotadas de resistencia y tentativas de cantidad), y las neuronas ω
(también perceptivas, traen aparejadas la conciencia y requieren un nivel mínimo de
cantidad).
Se refiere igualmente a los sistemas φ, ψ y ω, que sirven al propósito de apartar y
descargar cierta cantidad (Q). A partir de esto, Freud (1895) busca explica el
funcionamiento de la conciencia, la memoria, el dolor, los afectos y los diversos
estados desiderativos.
Para Valls (2004), como para Ansermet y Magistretti (2006), entre otros, la descripción
de estos tipos de neuronas ha sido el antecedente de la propuesta freudiana
de topografía psíquica, en tanto que la postulación de los flujos de cantidad lo es de
su dinámica, presuponiendo entre éstas una economía.
En tal intercambio, se hace posible integrar fenómenos fisiológicos y psíquicos. Se
articulan experiencias del nivel sensorial y perceptivo con representaciones, palabras,
recuerdos, afectos, etc., gracias a la existencia de barreras de contacto entre
neuronas, así como de procesos de inhibición y facilitación entre éstas.

En el Proyecto, la clasificación de las neuronas φ, ψ y ω, corresponde en parte a lo que


se conoce histológica y neurofisiológicamente como función neuronal general, que las
diferencia en tres tipos: neuronas sensoriales, neuronas motoras e interneuronas.
Desde la mirada freudiana, estas últimas son responsables de todo tipo de actividad
psíquica, mnémica y representacional, habilitando la configuración de la subjetividad.
Desde desarrollos neurocognitivos, la actividad de las interneuronas define el concepto
de estados funcionales. Llinás (2003) afirma que la subjetividad sólo posible en el ámbito
del funcionamiento del sistema nervioso.
En la actualidad, se reconoce además la existencia de una amplia y compleja variedad
de neuronas y redes de relaciones entre éstas. Se han establecido diversas categorías
funcionales según su morfología externa, la transmisión y dirección del impulso
nervioso, el tipo de sinapsis, el neurotransmisor implicado y la ubicación en
determinadas áreas corticales o subcorticalesEn el nivel más básico, la atención ocurre
en función de la activación de un determinado grupo de neuronas, por el impacto de un
cierto estímulo exógeno, en alguna de las modalidades sensoriales, como mecanismo
reflejo o automático.
En el Proyecto, Freud (1895) distingue dos tipos de atención: reflectoria y psíquica. La
atención reflectoria es pasiva y automática, mientras que la atención psíquica es
controlada o intencional.
Maldavsky (1998) retoma estos dos niveles de la atención y afirma que el nivel reflejo
básico es una condición necesaria para el desarrollo y fortalecimiento de la conciencia
originaria, por cuanto ofrece tales contenidos “al abrochamiento por los afectos” Hacia
un nivel superior, la atención psíquica implica un movimiento anímico de investidura.
Como señala Maldavsky (1998), “en principio de la zona estimulada y luego del mundo,
vuelto ya significativo. Esta segunda atención, de carácter psíquico, tiene como requisito
el surgimiento de la conciencia, sobre todo de aquella que posee como contenidos a los
estímulos sensoriales” (p. 159).
O bien, como señala Llinás (2003), la integración de las señales sensoriales en una
percepción depende de un contexto interno del cerebro, una intención funcional
momentánea (atencional), que se identifica fácilmente si se comparan los estados de
vigilia y de sueño. Llinás (2003), desde una perspectiva neurocientífica, aclara que las
“representaciones fragmentadas de las propiedades de estímulos individuales,
observadas en áreas sensoriales primarias del cerebro, se pueden amalgamar para
formar un estado funcional único: la cognición” (p. 138). Asimismo, Freud (1895) señala
que “existen diversos grados de intensidad de la atención, lo que solo podemos
interpretar en el sentido de que existen diversos grados de intensificación de las
cantidades catectizantes” (p. 262). A partir de este concepto, discrimina niveles de
atención que van de la vigilancia, a la expectación, al re-conocimiento y al pensamiento
observador consciente. Del mismo modo, Posner y Boies (1971) postulan una de las
más reconocidas teorías neurocognitivas de la atención. Diferencian tres sistemas de
atención distintos y, al mismo tiempo, interrelacionados. El más básico está situado en
áreas subcorticales (sistema reticular del tallo cerebral y regiones mesencefálicas),
consideradas primitivas en el desarrollo, responsables tanto del nivel general de
excitación, como de la respuesta de alerta ante cambios en el medio ambiente.
Los otros dos, llamados sistemas de nivel superior, son corticales. El sistema de
atención posterior (lóbulos parietales y regiones de asociación temporo-parieto-
occipital). Tiene que ver con la dirección de la atención en el espacio y la respuesta de
orientación.
Y, el más avanzado de los tres, se conoce como sistema de atención anterior (regiones
dorsolaterales y cinguladas de los lóbulos frontales). Se relaciona con la capacidad de
mantener la atención en objetos o hechos particulares a pesar de la presencia de otros
estímulos; por lo tanto, actúa como sistema de regulación para las Funciones Ejecutivas.
Al hacer referencia a este concepto, que integra capacidades cognitivas o mentales de
orden superior, se destacan habilidades tales como: control atencional, memoria de
trabajo, planificación, automonitoreo de la propia conducta y resolución de problemas.
Para Lezak (1982), estas funciones permiten la resolución deliberada de un problema o
la ejecución de una conducta eficaz. Están definidas por su carácter volitivo, por lo tanto
son intencionadas, propositivas y deliberadas.

La adquisición de este conjunto de habilidades depende de un proceso de maduración


cerebral, y tiene implicancia en el temperamento y la emoción, la modificación
consciente del comportamiento y la cognición, como sugieren distintos autores
(Colmenero Jiménez, 2004; Faraone y Biederman, 1998; Tirapu Ustárroz, García
Molina, Ríos Lago y Ardila Ardila, 2012).
Freud (1895), anticipándose a estas definiciones, señala que la atención está
biológicamente determinada y cambia según los requerimientos externos e internos.
Sugiere que la atención “se ha conservado en el curso de la evolución psíquica” (p.
257) y responde a las repeticiones de las catexias perceptivas, tanto para la vivencia
de satisfacción (que dará lugar a estados de expectación y de deseo), como para otras
conductas generadoras de displacer.

Capacidad plástica y actividad psíquica

La neuroplasticidad se manifiesta en cada etapa del desarrollo y se explica por


cambios que se dan a diferentes niveles en el sistema nervioso, asociados también a
las experiencias individuales y singulares para enfrentar y adaptarse a los estímulos
cambiantes del entorno (Ansermet y Magistretti, 2006; Llinás, 2003), e incluso para
compensar los efectos de una lesión (Voytek et al., 2010).
Tal capacidad plástica deviene de la naturaleza y funcionamiento de las neuronas
cuando establecen comunicación, modulando la percepción de los estímulos, tanto de
los que provienen del medio exterior, como aquellos endógenos.
Los estados de anhelo, deseo y expectación son la justificación biológica de todo
pensar y el reflejo de cómo las redes neuronales se activan, se adaptan y aprenden.
Freud (1895) señala que “la catexia perceptiva, cuando ocurre por primera vez, tiene
escasa intensidad y posee sólo reducida cantidad (Q), mientras que la segunda vez,
existiendo ya una precatexia de ψ, la cantidad afectada es mayor” (p. 258).
Asimismo, indica que, bajo ciertas circunstancias, el decurso de las cantidades
vinculadas a la percepción puede suscitar ulteriormente la atención, o no hacerlo. De
este modo, plantea que pueden existir percepciones no acompañadas por atención, o
percepciones de nivel subumbral, que igualmente pueden ir a la memoria.

Evidentemente, cada experiencia percibida y vivida puede llegar a dejar una huella,
determinando el carácter de las inscripciones subjetivas. Sin embargo, es claro que sólo
una porción de lo percibido llega al nivel de la conciencia, y que lo consciente no es
exactamente lo percibido. Abordando el debate entre Neurociencias y Psicoanálisis,
Maldavsky (2000, 2002) destaca que mientras algunos equiparan atención a conciencia,
contrapuestas a la percepción; otros, sostienen que la conciencia es el correlato
subjetivo de los procesos atencionales. Parece existir consenso al señalar que la
conciencia no es simplemente un sistema de monitoreo atencional pasivo, sino un
mecanismo de control que participa en la función esencial de coordinar las distintas
necesidades del individuo con las realidades del medio externo. Por su parte, Valls
(2004) reseña que los límites de la atención, como los de la percepción y la memoria,
son diferentes y cambiantes en cada persona, según las circunstancias y la época de la
vida, y se amplían con las vivencias propias. Ya en distintos textos freudianos se hace
referencia a la importancia de la atención como mecanismo que induce al yo a seguir
las percepciones y a influir sobre ellas. En el Proyecto, Freud (1895) sostiene que el
estado de atención tiene un prototipo en la vivencia de satisfacción, importante en el
curso de desarrollo evolutivo de dicho mecanismo. En la presentación del “Esquema del
peine”, Freud (1899) postula que el proceso psíquico se desarrolla en general pasando
desde el extremo de la percepción hasta el extremo de la motilidad. Y, posteriormente
en las anotaciones de “El block maravilloso”, Freud (1925) sostiene que el aparato
anímico tramita la función perceptiva en dos sentidos: un sistema que recibe
los estímulos (percepción-conciencia), que no ofrece huellas duraderas, y unos
sistemas contiguos, que alojan la memoria. Freud (1895) afirma que las catexias
perceptivas intentan responder a la pregunta sobre qué es, qué significa, a dónde
conduce; mientras, las catexias mnemónicas, conectadas por asociación con la neurona
inicial, generan una huella a partir de las repeticiones de tal vivencia. En este sentido,
Maldavsky (1998) señala que las huellas mnémicas parten de una incitación perceptual
particular y pueden retornar a la superficie por diferentes medios.

Asimismo, para distintos autores (Damasio, 2001; Edelman & Tononi, 2002; Llinás,
2003; Maldavsky, 2002), es posible advertir claros nexos entre atención, percepción,
memoria, conciencia, y entre éstas y lo subjetivo, en una relación que se complejiza en
el curso de la maduración del sistema neuronal.

Relaciones funcionales del mecanismo atencional

Existen distintas acciones asociadas a la atención como entidad compleja: estar alerta,
darse cuenta que algo llama o impacta en el sistema, identificar si es novedoso o ya
conocido, reconocerlo en sus cualidades y magnitudes, distinguirlo entre otros
estímulos, seguirlo o mantenerlo en foco, ser consciente de su presencia, nombrarlo o
usarlo deliberadamente, se constituyen niveles diferenciables de este mecanismo
atencional al servicio de la percepción, la memoria y la conciencia. A continuación se
resumen brevemente sus relaciones.

- La percepción es selectiva y tendenciosa. Tiene un significado particular, aunque


circunscrito al dominio de lo concreto, de lo espacial y lo temporal, permitiendo obtener
información del entorno y de los estados internos propios. Se percibe lo que puede
atenderse en el campo sensorial y se categoriza, según se trate de información nueva
o de aquella que previamente ha dejado una huella.

- La memoria es plural y mutable. Tiene distintos grados de retención temporal y


capacidades de conservación y evocación. Coincide con el contenido de la conciencia
asociado a una información previa conocida o nueva susceptible de almacenarse. -
La conciencia es el complejo de lo percibido, lo conocido y lo significado. Tiene un
referente en las variantes de la vigilia al sueño. Es temporal y se ajusta al contexto
cambiante, para relacionarse y reconocerse individualmente dentro de éste. -
La subjetividad es el resultado del sinnúmero de inscripciones psíquicas, a lo largo de
las experiencias vividas, esto es, la manera de percibir, sentir, simbolizar, recordar y
pensar de cada individuo, de cómo se experimentan interiormente estos y otros
procesos. Se atiende a las necesidades endógenas y también al intercambio
intersubjetivo, en un contexto cultural particular.

Puede advertirse cómo estas nociones se superponen y se ven atravesadas por


procesos atencionales. En términos del Proyecto, toda actividad psíquica emerge del
flujo de cantidad entre los sistemas de percepción, de memoria y procesos psíquicos en
general, y de conciencia (φ, ψ y ω, respectivamente), que determinan los estados de
tensión en el yo, sus afectos y estados desiderativos, también individuales y singulares,
como residuos de las vivencias de dolor y satisfacción (Freud, 1895). Así, una función
inicial de la atención es la “percatación” de las señales que impactan sobre las neuronas
φ y ψ, y consecuentemente sobre ω, que puede fluir al “re-conocimiento”, en un juego
de repeticiones que Freud (1895) despliega en dos situaciones, el pensar observando y
el pensar común. En un sentido plástico, esta dinámica deja una huella de memoria, al
tiempo que modifica y adapta la eficacia de la transferencia de la información a nivel de
los elementos más finos del sistema. Reseña Valls (2004) que el pensamiento
observador está compuesto por la atención dirigida a las asociaciones verbales que se
perciben en la conciencia por medio del lenguaje. De modo que, en el pensamiento
observador la percepción está hiperinvestida de atención, más que en el pensar común.
Así también, es producto de la tensión de necesidad que, después de la vivencia de
satisfacción, se transformó en deseo de volver a repetirla y para lo cual se invistió de
atención la percepción del mundo externo y del curso del pensamiento concientizado
por la emisión de las palabras. En el marco general del cognitivismo, el estudio de la
atención explica al menos dos aspectos del funcionamiento mental. En primer lugar la
selectividad, ya que sólo una porción de los estímulos que traspasa los receptores
sensoriales, llegan a ser percibidos de modo consciente y pueden ser procesados. En
segundo lugar, la limitación de la capacidad y consecuentemente sus restricciones, dado
que para ejecutar dos tareas en forma simultánea se requiere del control voluntario e
intencionado (Hunt y Ellis, 2007).
En este marco, el surgimiento de la subjetividad puede considerarse entonces como el
resultado de la cualidad de los procesos mnésicos, perceptivos y atentivos (automáticos
y controlados).

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