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Ensayo de Medieval

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Mario Reyes Ángeles.

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El pragmatismo de san Agustín: una luz que se apaga en el medievo

El tema que se discute en la filosofía medieval trata sobre la existencia de Dios, pero que no
se deja de lado al hombre pues, con las leyes divinas que surgen dentro de la Iglesia
fundada por Cristo, el medievo exige a éste accionar con obligaciones de parte de Dios,
esto es, someter la voluntad del hombre a la voluntad del Creador. En efecto, para poder
justificar la existencia de Dios se requiere del conocimiento que ya los Padres de la Iglesia
lo cambian por la fe: pasan de la razón a la fe y por tanto el más grande conocimiento será
la fe o creencia que se convertirán en verdades reveladas por parte de Dios. Cabe decir que
no todos se divorcian de la razón en este período; tenemos, por ejemplo, a san Agustín
quien menciona que para conocer hay que creer y que para creer es necesario conocer.

En lo que sigue de este trabajo, presento una idea de san Agustín que quizá pudiera
rescatar un poco del medievo en cuanto llevar la filosofía a lo práctico. Primero hago una
descripción general del medievo comprándolo con la filosofía griega; luego hago mención
de san Agustín como un pensador en donde se pudiera rescatar algo útil dentro de la
filosofía medieval y que quizá este pensamiento esté muy de la mano con la psicología en
cuanto a hacer introspección de nosotros mismos. Al final concluyo con una crítica que
hago hacia éste pensador.

Bien sabemos que el papel de la filosofía – como ya su etimología lo dice- es ser


amigo del saber, esto es, aproximarse o llegar al conocimiento de la verdad, que en la edad
media ésta verdad se sustituye por el concepto ‘Dios’. La filosofía cristiana, si así se le
quiere llamar, pretende llegar al conocimiento de su creador, pero este conocimiento
requiere que el sujeto primero se conozca así mismo donde se pone en tela de juego el
voluntarismo del hombre confrontado con el poder de ‘Dios’ para luego buscar la verdad
exterior. Pues bien, el pensamiento medievo es un cambio muy radical dentro de la historia
de la filosofía ya que, en comparación con la edad antigua, la filosofía nacía con la
ambición de conocer el principio de todas las cosas, es decir, establecer teorías que dieran
respuesta a las inquietudes de aquél entonces; en cambio, en la edad media se prohíben
muchas cosas, tales como el pensar autónomamente o el darle interpretación particular a las
‘sagradas escrituras’ o leer libros que no estuvieran relacionados con la fe cristiana, esto
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porque el clero había llegado al poder y se tenía un gobierno teocrático, algo terrible para
cualquier nación – desde mi punto de vista-.

Cabe señalar que en la antigua Grecia la filosofía comenzaba gracias a los mitos de
Homero y Hesíodo en los cuales se hablaba de divinidades con figuras humanas, es decir,
de dioses que tenían pasiones y sentimientos como todo ser racional: lloraban, reían, tenían
relaciones sexuales genitales unos con otros, había envidia entre ellos mismos, etc. Así
mismo los mitos de Homero influían en diversos pensadores de tal modo que de éstos
comenzaban a salir teorías sobre “qué había detrás de este mundo”. Esto lo podemos
observar en la filosofía del primer filósofo que por querer responder a éstas cuestiones cayó
en un pozo: una enseñanza de que el contemplar mucho nos quita fuerzas físicas para
accionar en este mundo, cuestión de la que muy pocos filósofos se han percatado, pues la
mayoría recae siempre en hacer un tipo de metafísica, esto es, quedarse en la contemplación
o la teoría. Ahora bien, la mayor parte de la filosofía griega mostraba más importancia en la
vida práctica que en la teórica, y ello lo podemos notar más en las escuelas de decadencia
como lo eran los epicúreos, los estoicos o los cínicos.

En síntesis, podemos decir que el pensamiento filosófico se pierde por varios siglos,
siglos a los que se les ha denominado como el período de la filosofía oscura; sin embargo,
no podemos dejar de lado el pensamiento de Ockam quien, con su navaja pretende cortar
con el pensamiento escolástico o divino y que así abre paso otro período: la edad moderna.
Tenemos también a los gnósticos que no quieren abandonar los sentimientos y que se
arriesgan en dar su propia interpretación a las ‘sagradas escrituras’. ¿Pero acaso no hay
nada que rescatar de algún otro pensador cuyo pensamiento pueda ser útil ante nuestros
días?, ¿qué decir del existencialismo de san Agustín? Quisiera detenerme un poco para
exponer, de manera breve, la vida de éste pensador a fin de poder entrar con el
existencialismo que nos ofrece como medio para el conocimiento.
Como bien sabemos, éste hombre es influenciado por el neoplatonismo, por Plotino,
Porfirio y Cicerón, es decir, influenciado por toda una filosofía platónica. La vida de
Agustín resulta ser muy extensa, pues según sus ‘Confesiones’ tiene una vida muy
experimentada en todos los sentidos: era un chico de campo, hijo de Patricio y de Mónica;
nace en Tagaste (donde aprendió griego), perteneciente a la población de la Numidia, en el
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África. Éste poseía gran poder para expresar sentimientos: la poesía de Cicerón y de
Virgilio estaban tan arraigadas en la mente de Agustín que la podía reescribir sin acudir a
ellas; tiene alrededor de 40 obras escritas. En su juventud llevaba una vida llena de vicios y
sin preocupaciones; después éste se refugia en el maniqueísmo por unos diez años que lo
relaciona un tanto con el ‘Hortencio’1. Ya entre los treinta y uno y los treinta tres años de
edad se convierte al cristianismo a causa del obispo Ambrosio, donde renuncia a sus oficios
de maestro y se somete a la autoridad de la iglesia católica. Agustín tuvo otros dos
hermanos y un hijo llamado Adeodato (= regalo de Dios).
En efecto, si se habla de preocupación en éste pensador hemos de señalar, entonces,
que sigue siendo la de los antiguos griegos: el conocer la verdad absoluta. Y es que el tema
de la verdad es un tema muy serio dentro del pensamiento de Agustín, recordemos cómo su
madre Mónica le replicaba que la verdad no la iba a encontrar en la razón, sino en la fe,
pero éste padre de la Iglesia no la encuentra en el vicio ni el maniqueísmo, sino dentro de sí
mismo ya que, en su época, los escépticos argumentaban que en el interior del hombre
habitaba la verdad y no en el exterior, por lo que en “La ciudad de Dios” Agustín dirá que
el hecho de que dudamos ya estamos existiendo: ¿Cómo puedo engañarme con respecto a
mi ser, cuando es cierto que soy, a partir del instante en que me engaño? Ya que existiría
aunque me engañase, aún en la hipótesis de que me engañe, no me engaño en el conocer
que soy. Por lo tanto, ni siquiera en el conocer que me conozco me estoy engañando. 2 Cabe
mencionar que éste pensador hace mención y recupera la máxima de Sócrates: “conócete a
ti mismo” con la cual Agustín dirá que en el hombre “está la verdad”, es decir, haciendo
introspección hemos de encontrar la verdad. Así, cuando encontremos la verdad interior,
entonces hemos de expresarla a lo exterior.
Ahora bien, ¿cómo relacionar este tema del ‘conócete a ti mismo’ con la praxis que se
le pide hoy en día a la filosofía? Hemos de señalar que el tema del conocimiento nos lleva
al tema de la ética puesto que para poder actuar en el mundo tenemos que conocer primero
al objeto. Entonces lo que Agustín hace, es invitarnos a reflexionar sobre nosotros mismos
para luego actuar en el mundo, porque ¿qué caso tendría querer conocer a mis próximos
cuando aún no me doy cuenta de mi ser que soy? Creo que en esto, san Agustín rebasa a los
1
El ‘Hortencio’, obra de Cicerón, que convierte a san Agustín al mundo de la filosofía y que desde ahí ocurre
un cambio en sus sentimientos, de tal manera que modifica sus propósitos y deseos.
2
Giovanni Reale y Darío Antiseri, “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Tomo I: Antigüedad y
edad media, ed. Herder, Barcelona, 1995, p. 383.
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griegos en cuanto a lo práctico de parte de la filosofía, pues el tema del autoconocimiento


sigue siendo vigente para la psicología, esto es, pareciera que los filósofos antiguos no
encontraron la verdad, pues la buscaban en lo exterior y no en el interior, y como dije antes,
para poder actuar hemos de conocer antes el objeto, es decir, hacer autognosis de nosotros
mismos.
En efecto, después de revisar éste análisis que hace Agustín se podría percibir una
duda acerca de quién es el que se aproxima más a la verdad: si el que la busca dentro de sí o
el que la busca en lo exterior. Si dijéramos que la vía más rápida es buscarla en el interior,
afirmaríamos que la psicología se le adelanta a la filosofía y que por tanto le ha robado el
trabajo a los ‘amigos de la sabiduría’ ya que la psicología lo que pide es reflexionar sobre
nosotros en cuanto a nuestros actos para luego mejorarlos ante la sociedad. Vemos, ante
esto, que la máxima de Sócrates que revive en san Agustín pretende llevar la filosofía a un
tipo de pragmática.
Cabe mencionar –como un dato más para ubicar al Padre de la Iglesia en una filosofía
pragmática- que para éste pensador el conocimiento es propio del alma, esto es, que el alma
es quien regula el conocimiento de los sentidos y responde a ellos con la verdad. Es decir,
san Agustín, a diferencia de la mayoría de los medievales, no pretende desterrar los
sentidos de nuestro cuerpo, pues “un cuerpo tiende, en virtud de su peso, a su lugar
propio”3. Y así como el fuego tiende hacia arriba, diríamos que tiende hacia su propia
naturaleza; lo mismo para con el cuerpo que está constituido de materia, sería una
contradicción que no hiciéramos caso de nuestros sentimientos. Pareciera que con esto,
acercamos el pensamiento de san Agustín más a lo práctico que a lo teórico, pues el
pensamiento de los medievales abundaba más en quedarse en la contemplación como aquél
filósofo griego que cae en el pozo, es decir, la filosofía oscura se quiso cambiar de mundo,
cuando en vez de accionar contemplaba otros mundos que no podía palpar. Querían ser
como los dioses inmortales de Homero, sólo que alejaban sus sentimientos y emociones
para no errar en enamorarse y luego sufrir un desamor o más bien para no decantarse en el
sexo o en el libertinaje.

Sin embrago considero que esta pragmática a la que se quiere acercar el filósofo no se
desenvuelve como tal, pues lo que pretende éste es invitarnos a reflexionar de ‘nuestros’

3
San Agustín, ‘Confesiones’, ed. Porrúa, México, 2010, pág. 301.
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pecados para luego llegar a un arrepentimiento y someternos a la voluntad de Dios, pues


recordemos que el tema de Dios es el objetivo de todo el pensamiento de Agustín, y el tema
de la verdad lo ocupa como intermedio para justificar la existencia o esencia de Dios. En
efecto, la verdad para Agustín es la participación en las ideas eternas, las cuáles son el
verdadero ser, según la interpretación que da de La metafísica de la luz de Plotino. Ahora
bien, el Padre de la Iglesia reconoce a Dios como la verdad absoluta: este Dios será
diferente al Dios de Aristóteles, pues no querrá solamente explicar el cosmos, sino también
querrá acercarse y gozar de su presencia. Así mismo, a Dios lo va a relacionar como la
verdad absoluta, así como la sabiduría y felicidad absoluta. Sabiduría porque ésta es
contemplativa, y felicidad porque gozamos de la presencia del Creador. Por lo tanto,
tenemos –como una interpretación personal que noto en este pensador- que, después de
hacer ésta analogía, se puede entender del porqué éste alude mucho al “conócete a ti
mismo, ahí encontrarás la verdad”, pues a lo que quiere llegar es al conocimiento de Dios,
al voluntarismo de Dios para con el hombre, que quizá con este voluntarismo él esté a favor
de una teocracia.

CONCLUSIÓN
Digo esto de la teocracia puesto que san Agustín habita en lo que es la época
medieval donde se fijan el tema del conocimiento con el de la ética, pues el conocer debe
implicar una acción de parte del hombre, esto es, mantenerse en la virtud, la cual ha de
llevarnos a actuar de manera ‘buena’ para lograr alcanzar esa Verdad absoluta. Y quizá se
tenga razón al querer llevar la filosofía a la praxis, pero ésta praxis se le imponía al hombre
a partir de leyes divinas. Así puedo señalar que uno de los errores del medievo era que la
‘buena voluntad’ estaba fijada en una acción de parte del hombre que estaba obligado a
respetar al clero de la Iglesia. Es por eso que la idea de la introspección en san Agustín no
se desarrolla del todo, pues nos encaminaba a divorciarnos de este mundo y así someternos
a obligaciones divinas. Pienso que si se actuara con ese tipo de obligación que se le impone
al hombre no resultaría ser tan benéfica para el pueblo, puesto que si se actúa con miedo a
recibir castigos, pronto el hombre se hartará y preferirá hacer el ‘mal’ para con sus
próximos y hasta consigo mismo.

BIBLIOGRAFÍA
Mario Reyes Ángeles.
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 Giovanni Reale y Darío Antiseri, “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Tomo I:
Antigüedad y edad media, ed. Herder, Barcelona, 1995.
 San Agustín, ‘Confesiones’, ed. Porrúa, México, 2010.

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