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El Trauma Psíquico Es de Todos - Rompe El Silencio

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EL TRAUMA PSÍQUICO ES DE TODOS

ROMPE EL SILENCIO

Begoña Aznárez
A mi marido y mis hijos, principales responsables de que me
resulte bastante fácil generar polvo de hadas cada día.

A James Rhodes, a quien no conozco, pero con quien me


siento en deuda como profesional de la psicología. Por
haberle fallado. A él y a tantos otros.

A todos los que han sufrido y sufren por causa de lo


obligadamente silenciado.
El TRAUMA PSÍQUICO ES DE TODOS

© Begoña Aznárez 2021

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o


parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su
transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico,
mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito
de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede
constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Edición: www.triunfacontulibro.com

Foto de portada e ilustraciones Juan Marín Aznárez @conimorart

Para visualizar las fotos a todo color puedes descargarte un pdf pinchando
aquí.
“La primera y mayor victoria es conquistarse a uno mismo”

Platón
ÍNDICE:
Prólogo

Introducción

PRIMERA PARTE: LECCIONES BÁSICAS Y NO TANTO

Lección 1. El pajarito blanco

Lección 2. Una definición

Lección 3: Equivalencia entre trauma físico y trauma psíquico

Lección 4: Hablar de ello, pensar en ello, soñar con ello

Lección 5: El contexto exige silencio

Lección 6: La madre de todas las polaridades: vinculación-


desvinculación

Lección 7: Los dos grandes sistemas psicobiológicos: aproximación y


defensa

Lección 8: La adaptación y los conflictos

Lección 9: Resumen 1. El por qué del silencio y el por qué del trauma

Lección 10: La ansiedad, esa “pelea” entre aproximación y defensa

Lección 11: Peligros y equivocaciones con la aproximación

Lección 12: Las emociones y la polaridad

Lección 13: Diferencia entre emoción y sentimiento

Lección 14: ¿Son lo mismo la autonomía y la independencia?

Lección 15: El peligro de convertir los deseos en necesidades


Lección 16: El bucle de la reivindicación

Lección 17: Las necesidades básicas

Lección 18: Resumen 2. Emociones, sensaciones y su relación con el


trauma

Lección 19: El cuerpo, vehículo de las emociones. La memoria


implícita

Lección 20: La memoria explícita

Lección 21: Generar memoria explícita

Lección 22: La intolerancia a la experiencia interna

Lección 23: El cerebro triuno

Lección 24: La jerarquía polivagal

Lección 25: La ventana de tolerancia

Lección 26: La respuesta fisiológica en condiciones óptimas

Lección 27: La respuesta fisiológica en condiciones traumáticas

Lección 28: Resumen 3. El cerebro y la respuesta neurofisiológica

Lección 29: Experiencia vital óptima versus experiencia vital


traumática

Lección 30: Ejemplo

Lección 31: La mente al rescate

Lección 32: La mentalización

Lección 33: Lo que no es mentalización


Lección 34: El apego

Lección 35: Los tipos de apego

Lección 36: La base segura y el desapego

Lección 37: Parámetros de base segura

Lección 38: La mirada incondicional

Lección 39. Resumen 4. Trauma mentalización, apego y pérdida

Lección 40: La disociación

Lección 41: La fobia a la reexperimentación

Lección 42: La parte aparentemente normal (pan) y la parte emocional


(pe)

Lección 43: La fobia entre partes

Lección 44. Revertir disociación e integrar

Lección 45. Trauma simple versus trauma complejo

Lección 46. El esquema de la rejilla

Lección 47: Still face y el vacío

Lección 48: El esquema de la rejilla y el trauma complejo

Lección 49: El vacío, el horror. El valor. La sanación

Lección 50. La red neuronal por defecto

Lección 51: Las fases del tratamiento del trauma

SEGUNDA PARTE: INTERVENCIÓN PARA ALIVIAR EL


SUFRIMIENTO
Introducción

Lección 52. La magia, la mayor aliada del ser humano

Lección 53. Un esquema para entender la adaptación

Lección 54: El mágico polvo de hadas

Lección 55: Las narrativas que genera la magia negra

Lección 56. La magia en el proceso psicoterapéutico

Lección 57. El arte de contar historias

Lección 58. El proceso terapéutico ideal

Lección 59: Acciones imprescindibles. La regla de las 5 “emes”

Lección 60: El pajarito blanco revisitado


PRÓLOGO
Quienes trabajamos con personas sabemos que la eficacia de lo que
hacemos no depende tanto de qué hacemos como del modo en que lo
hacemos. Es en gran medida la forma en que desarrollamos nuestro trabajo
el que marca su eficacia. No es mejor profesional quien más sabe sino quien
es capaz de encontrar un modo sencillo y claro de explicar los procesos y
abordarlos de forma efectiva. Tanto más cuando se trata del alma humana y
su dolor.

Somos muchos los que llevamos años esperando este libro. Anhelando que
Begoña encontrara el tiempo y la paz suficiente para escribirlo. Porque ella
aúna ese “qué” con un “cómo” luminoso. Pero sus pacientes siempre iban
antes, cada alma y su historia, cada trauma y su huella, cada niño o niña y
su magia.

Begoña es una de las mejores profesionales que he conocido. José Luis


Marín diría, en ese estilo polarizado que a Begoña le gusta tanto, que es la
mejor. Y ha sido maestra y guía de más profesionales de los que ella puede
imaginar. Por eso, escribir este prólogo es en sí mismo un honor y un
regalo. Ella sabe que he dedicado mi vida profesional a dar voz a las
personas cuya historia de trauma hizo enmudecer, a romper ese silencio del
que habla desde el comienzo. Y ha sido en parte gracias a ella.

Pero Begoña es algo más: es maga y vuela. Por eso cuando empiezas a leer
las páginas de este libro te llega una sensación de incredulidad. Parece
imposible describir de una forma tan sencilla lo complejo y nombrar el
sufrimiento de una forma tan luminosa y valiente. Cuando avanzas en su
lectura te vas dando cuenta de que sus páginas te van dejando sin excusas:
como terapeuta para incorporar su propuesta técnica a tu trabajo y como
persona para mirar o revisitar tu propia narración.

Es todo un reto el que Begoña se propone: hablar sobre el trauma tanto a las
personas ajenas al ámbito psicoterapéutico pero que conocen el trauma
(consciente o inconscientemente) y se reconocerán en muchos pasajes del
libro como a profesionales de la psicología y la medicina. Ella lo dice claro:
“lo que sana es el vínculo”. Y a lo largo de las páginas ella nos guía con
sensibilidad, sincronía y presencia.

Este libro genera memoria explícita semántica en más de un nivel. Y


mentaliza las intuiciones y sensaciones de “tripas” que muchos hemos
tenido a lo largo de nuestra trayectoria profesional. Rompe el silencio. Y
para quienes hemos tenido el privilegio de escuchar a Begoña en
formaciones o conferencias es toda una reexperimentación, casi como estar
escuchándola. Estas páginas desarrollan un abordaje terapéutico para
intervenir con personas con historias de trauma. Existe poca literatura que
describa los modelos técnicos de intervención de forma que puedan ser
generalizados. Necesitamos lograr que los profesionales de la psicología y
de la medicina sean capaces de leer la historia de trauma que hay detrás de
la sintomatología emocional, conductual y somática. Esa mirada consciente
que permite ver el horror, el miedo y el valor de la supervivencia.

Porque déjenme que acabe este prólogo eligiendo mi lección. Elijo la 48. El
vacío, el horror, el valor, la sanación. Pocas veces he leído un resumen que
honre mejor a todas las personas que han encontrado su forma única, propia
y valiente de sanar su historia de trauma. Y la luz que nos llega cuando en
la lección 52 nos habla de ese “vínculo sano y sabio con nosotros mismos”
...ése que vemos aparecer en el alma, los ojos, las acciones y la sonrisa de
las personas en el contexto terapéutico. Ése que da sentido a lo que
hacemos. Ése que, con suerte, logramos con nuestro niño o niña interior.

Pepa Horno Goicoechea.

Psicóloga y consultora en infancia, afectividad y protección.

Espirales Consultoría de Infancia


INTRODUCCIÓN
¿Experimentas, con demasiada frecuencia, momentos de desconexión en los
que, aunque te estén hablando, no te enteras de lo que te dicen? ¿Te sueles
calificar como alguien muy despistado, olvidadizo o con falta de
concentración? ¿Te cansas más de lo que te parece normal? ¿Te aquejan
muchos síntomas o enfermedades? ¿Padeces insomnio desde que puedes
recordar? ¿Sufres de ansiedad, estado de ánimo deprimido o labilidad
emocional? ¿Notas sensaciones corporales que sospechas que pueden tener
relación con algo que te ocurrió, pero de lo que, o no te acuerdas, o prefieres
no acordarte? ¿Te han tachado de ser una persona hiperactiva o
“multitareas”? ¿Tienes una pesadilla recurrente que hace que huyas del
sueño?

Y una última pregunta: ¿eres de esas personas que piensan que traumático es
eso que ocurre en muy contadas ocasiones a muy pocas personas?

Si respondes que sí a más de una de estas preguntas estoy segura de que este
libro puede ayudarte.

A través de su lectura:

- le pondrás nombre a muchas de las cosas que te ocurren o que ves que les
ocurren a otros a tu alrededor,

- aprenderás conceptos que te ayudarán a entender experiencias y

- encontrarás respuestas claras y concisas que explicarán eficazmente eso


que experimentas y que te ha tenido preocupado, dolorido, avergonzado o
culpable durante mucho tiempo.

Ayer por la tarde, Ana, una de mis pacientes diagnosticada de fibromialgia,


tras una agotadora sesión en la que estuvo reconstruyendo y
reexperimentando algunas escenas muy difíciles de su pasado, me dijo muy
enfadada: tengo dieciséis cicatrices en mi cuerpo de dieciséis intervenciones
quirúrgicas, seis de ellas en las manos y en los brazos. Y ahora me doy
cuenta de que, probablemente, podría habérmelas ahorrado todas. Si tan
solo alguien me hubiese visto, si tan solo hubiera podido contar…

Esta rotunda afirmación de Ana puede parecer cuestionable, y tal vez, a un


nivel, lo sea. Pero eso da igual, lo importante es que ella pudiera, por fin,
darse cuenta y verbalizar lo poco que fue vista y escuchada durante toda su
vida. Ni padres, ni profesores, ni médicos, ni enfermeras, ni psicólogos, ni
trabajadores o educadores sociales… Nadie. Nadie vio lo que le ocurría y a
nadie pudo contar. Esta es una cualidad que comparten las experiencias
que se convierten en traumáticas, que no se les da ni la visibilidad ni la
voz que necesitan.

Como veremos, traumático puede llegar a ser cualquier acontecimiento


vivido que se experimente con una intensidad emocional considerable y que
deba ser silenciado.

El silencio del contexto que nos rodea resulta catastrófico .

El trauma psíquico es de todos. Le ocurre a la mayoría y todos


sufrimos, de una u otra manera, sus consecuencias.

Se nos pide que callemos lo que nos ocurre y sigamos adelante como si nada
hubiera pasado. Y lo hacemos. Pero esto deja sus huellas. No en vano, lo más
eficaz que podemos hacer para que algo no se convierta en traumático es
HABLAR DE ELLO, PENSAR EN ELLO Y SOÑAR CON ELLO. Así
de simple y complejo a la vez.

El trauma psíquico es de todos. Le ocurre a la mayoría y todos sufrimos,


de una u otra manera, sus consecuencias.

Todos albergamos experiencias que nos impactaron emocionalmente y que


debimos silenciar. Así lo indican las cifras. Los datos estadísticos son
contundentes: solo en relación a la victimización sexual, en Europa, uno de
cada cinco niños (One in five es el lema de una campaña de sensibilización
impulsada por el Consejo de Europa) sufre una experiencia de dicha
naturaleza. Cuando incluimos otras experiencias, los porcentajes ascienden
exponencialmente.

Por eso he querido escribir este libro y lo he hecho:

- Para ti, querido colega. Esperando poder contribuir a nuestra labor. Tanto
si estás empezando como si ya llevas unos años desarrollando tu profesión,
pero sigues queriendo formarte, profundizar y avanzar en tu ejercicio. Para ti
que no te asustas ante la idea de cambiar el día a día de tu práctica
profesional por la necesidad de incluir una mirada, una formación y una
técnica acorde con la realidad de las historias de tus pacientes.

- Pero también para ti, lector no profesional de la psicoterapia. Para ti


porque convives, con los recuerdos de unas experiencias que suponen una
carga que todo lo contamina y condiciona. O porque tienes alrededor gente
muy querida a la que ves sufrir por ello y a la que no sabes, no ya cómo
ayudar, sino siquiera, cómo entender, cómo acompañar, o cómo escuchar. O
incluso si conviene hacer algo de eso…

- Y para ti, que trabajas con niños, les estás criando, compartiendo tareas
de educación, ayudándoles en tu consulta médica o de enfermería, o jugando
con ellos como canguro, monitor de campamento o enseñándoles a hacer
papiroflexia. Los niños necesitan que los adultos sepamos poner palabras a lo
que les ocurre.

En realidad, este libro es para todo aquel que quiera saber más y mejor
acerca del trauma psíquico.

Lo he escrito tras veintiocho años de experiencia acompañando a mis


pacientes en la consulta y a mis alumnos en las aulas. Llevo mucho tiempo
estudiando, formándome, investigando y trabajando en este tema. Constituye
el núcleo de mi vida profesional. Así pues, lo que en él expongo es mío para
lo bueno y para lo malo. Lo he destilado después de toda esa experiencia y
constituye, por tanto, material propio, estrictamente profesional, que he
querido hacer transferible por una vía distinta a las que he venido empleando
hasta ahora.
Mi idea es que las conclusiones a las que he llegado, y que comparto ahora
en este libro, sirvan a varios objetivos:

Para disponer de una base teórica sólida, pero asequible y fácil de


entender por todos, sobre la clínica del trauma.

Para crear conciencia sobre la necesidad de mirar y valorar


adecuadamente esas experiencias que son traumáticas pero que no
suelen considerarse como tales.

Para contribuir a proporcionar a los profesionales de la psicoterapia una


mirada y unos hábitos imprescindibles.

Y, por último, y quizá el más ambicioso de todos: paramostrar mi más


profunda gratitud a todos mis pacientes que tanto me han enseñado y
que tanto han confiado en mí a pesar de los muchos errores cometidos a
lo largo de tantos años.

Espero que el libro te sirva para seguir creciendo como persona y, si es tu


caso, como profesional, que disfrutes tanto de su lectura como yo he
disfrutado escribiéndolo.

He dividido el libro en 60 lecciones cortas y concisas para poder abarcar un


espectro teórico amplio pero que haga la lectura ágil y entretenida. Espero
haberlo conseguido. Es preferible que esas lecciones se lean en el orden en el
que están expuestas pues, en general, están concatenadas, pero también
pueden leerse y, desde luego releerse, según la prioridad o el capricho que a
cada uno le haga preferir acercarse antes a un concepto u otro.

A lo largo del libro, de tanto en cuanto, he ido añadiendo breves resúmenes


que pretenden compilar lo más esencial abarcado en pequeños grupos de
lecciones. Espero que resulten útiles.

La primera entrada constituye una excepción puesto que más que exponer
contenido teórico, utiliza una escena de El pajarito blanco de James M.
Barrie (autor del conocido Peter Pan) para ilustrar una de las ideas
fundamentales que se recogen en este libro: la importancia de tener a un otro
que asuma el necesario papel de hacerse eco de lo que nos ocurre. Que nos
legitime y nos ayude a poner voz y narrativa a lo que experimentamos.

Es mi intención que, al final del libro, quede absolutamente claro por qué
esta escena es tan representativa y por qué la he elegido para “abrir el telón”.
La última lección, retomará esta escena y compendiará todo lo expuesto en el
libro.
PRIMERA PARTE:
LECCIONES BÁSICAS Y NO
TANTO
LECCIÓN 1. EL PAJARITO BLANCO

Como decía en la Introducción, El pajarito blanco es un libro escrito por


James Matthew Barrie, el famoso escritor escocés autor de Peter Pan. De
hecho, es el libro en el que presenta, por primera vez, a este inmortal
personaje.

Barrie sabe lo que son las experiencias traumáticas, las infancias rotas, los
padres que no miran, ni ven, ni consuelan. Su hermano mayor murió con
trece años cuando él solo tenía seis. En ese mismo instante lo perdió todo.

“Todo es pura suposición hasta los seis años de vida”, escribiría más tarde.

Su madre enloqueció al perder a su favorito y James anhelaba su mirada, su


cariño, su reconocimiento. Tanto, que incluso se vestía con la ropa de su
hermano muerto para obtenerlo todo por un instante.

- ¿Eres tú, David?, le preguntaba su madre al entrar en su habitación a


oscuras.

Ella, en la cama, apenas sale de ahí.

Los segundos que dura la confusión son puro gozo en el abrazo materno.
Pero enseguida llega el infierno de la realidad y el rechazo.

- Ah, no; solo eres tú…


El crío se refugiaba en los libros y en las historias que construía. Sufría una
soledad y un abandono que le impidieron incluso, crecer. Llegó a medir
poco más de metro cincuenta, y ya entonces (hablamos de finales del siglo
XIX), fue diagnosticado de enanismo psicógeno. Parece que su madre
repetía que su David sería un niño eternamente. ¿Esperaba James, no
creciendo, siendo perpetuamente un niño, ser visto, por fin, por su madre?
¿Se negó el crecimiento al que su hermano no tuvo derecho? ¿Hubo un
poco de ambas cosas?

¿Podemos hacer conjeturas sobre las respuestas más apropiadas a estas


preguntas? Yo creo que sí. Espero demostrarlo a través de cada una de las
siguientes lecciones.

Pero no he traído a James Barrie solo por su historia personal sino también,
como decía, por su libro, El pajarito blanco. Aunque poco conocido, es una
verdadera joya en mi opinión. Me encanta su estilo narrativo. Los detalles
que integran la manera de entender el mundo infantil me parecen
maravillosos, me emocionan. Hay, en especial, un párrafo dedicado a un
momento clave del día que es en el que yo quería centrarme en esta primera
entrada.

Se trata de ese momento en el que todos los seres humanos estamos


especialmente sensibles. Al caer la tarde, cuando el día se va acabando y se
va acercando la noche, la mayor parte de las obligaciones del día están
cumplidas y es hora ya de retirarse e ir desconectando, preparándose para
dormir. ¿No es un momento difícil para la mayoría? Mi experiencia me dice
que sí. ¿Por qué será? Veamos cuál es la premisa de Barrie:
¡Que Dios se apiade de las madres si no son realmente entrañables, pues
sus hijos lo sabrán con certeza cuando llega ese breve instante del día en
que las madres aparecen, a los ojos de sus pequeños, como lo que son!

El pavoroso momento suele llegar entre las seis y las siete de la tarde…
Ella le da el beso de buenas noches y le acurruca entre las sábanas
mientras él la mira fijamente con esos ojos grandes y misteriosos y le hace
el repaso del día… Vosotros dos no tenéis edad, no hay ninguna experiencia
en la vida que os separe; es la hora del muchacho y tú acudes para saber
su opinión:

- ¿Me he portado bien hoy querido hijo?

Tienes que decirle eso, nada debes ocultarle, pues él lo sabe todo. Hay que
ver cómo se parece su voz a la tuya a esas horas de la noche…

¡Cuánta sensibilidad la de poetas y escritores! A los profesionales de la


psicología nos lleva años de estudio vislumbrar esas apreciaciones, de
estudio, de clínica, de trabajo personal y de investigación. Pero ellos miran
el alma humana de frente y la plasman en el texto con una belleza y una
clarividencia que sobrecoge.

Continua así:

Hay madres que evitan a sus hijos a esas horas de la tarde, pero eso no las
salva. ¿Por qué tantas mujeres temen quedarse a solas con sus
pensamientos entre las seis y las siete de la tarde? No te lo pregunto a ti
Mary, pues creo que cuando cierras la puerta de la habitación de David
hay un brillo de alegría en tus ojos y te sobrecoge el sentimiento de quien
sabe que el Dios al que el niño reza tiene un rostro muy similar al de su
madre.

Permíteme que me repita: me sobrecoge este texto.

Representa a la perfección la esencia de las experiencias traumáticas. Pero


no voy a decir más. Al menos ahora. Lo diré en las siguientes lecciones y
retomaremos a James Barrie y su “teoría” para sacarle todo el jugo a esta
maravillosa escena.
LECCIÓN 2. UNA DEFINICIÓN

Cualquier experiencia es susceptible de convertirse en traumática.

Algunas no tienen ni duda ni debate. Son esas que, en algunos textos sobre
trauma, se califican como “traumas con T mayúscula”, por ejemplo: una
violación, un tsunami, el abuso sexual infantil, un accidente de tráfico en el
que muere un ser querido, etc.

Pero, tras muchos años de acompañar a cientos de personas en su proceso de


ir asimilando lo vivido en cada una de sus historias, he podido comprobar
que no me equivoco al afirmar que no importa lo que ocurra, lo que resulta
siempre traumático es verse silenciado, sin voz para gritar y compartir
lo ocurrido, sin legitimación sobre lo sentido, en soledad, desprotegido y
escindido .

Si mezclamos impacto emocional y silencio, el resultado solo puede implicar


experiencia traumática.

En mi opinión:

Traumático es, para cualquier ser humano, tener que guardar silencio
en relación con cualquier cosa que le ocurre y que le impacta
emocionalmente.

Traumático es que sus experiencias no sean vistas, legitimadas, escuchadas y


sostenidas. Traumático es que su voz sea silenciada. Traumático es tener que
protegerse a través de la división, el síntoma o la locura porque sus figuras de
protección no están en sintonía con sus necesidades y no encuentra otra
salida porque no la hay.

TRAUMA PSÍQUICO sería la herida resultante de verse obligado a


silenciar, negar e incluso disociar las experiencias vividas con alto
impacto emocional que deberían haber sido compartidas con las figuras
de apego para adquirir significado, así como para generar las adecuadas
creencias sobre uno mismo y el mundo y, consiguientemente, posibilitar
la adaptación y el aprendizaje.

Estoy segura de que más de uno estará sorprendido ante esta afirmación, por
eso expondré en las siguientes lecciones los pasos que me han llevado hasta
ella.
LECCIÓN 3: EQUIVALENCIA ENTRE
TRAUMA FÍSICO Y TRAUMA PSÍQUICO

Empezaré por “bucear” en la definición de Trauma. El diccionario de la


RAE comienza aclarando que procede del vocablo griego τραῦμα que
significa herida. Ofrece, además, tres definiciones:

1. m. Lesión duradera producida por un agente mecánico, generalmente


externo.

2. m. Choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente.

3. m. Emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.

No me parece casual que en las tres definiciones aparezca la palabra


“duradera/o”. En el caso del trauma psíquico, como hemos expuesto, es
precisamente el tener que callar lo que va a convertir cualquier “herida”
(¿podemos llamarla herida en el alma?) en una lesión duradera y, con ese
silencio prolongado, en traumática.

Tampoco es de extrañar que el estudio del trauma haya sido algo que se ha
preferido obviar o sobre lo que pasar rápido y lo más de puntillas posible. Lo
malo, mejor apartarlo, tenerlo lejos.

Es lo que se ha venido haciendo históricamente. Durante siglos, el Trauma


Psíquico (TP en adelante) se ha sentido tan peligroso, que sus
manifestaciones y sus efectos se achacaron a posesiones demoníacas o a
exóticos movimientos uterinos que explicaban por qué éramos las mujeres
(ya de por sí seres considerados más vulnerables e influenciables), las más
afectadas.

El peligro del TP es de tal naturaleza que los esfuerzos en relación a hacerle


frente han ido siempre en una dirección que llevaba a transformarlo en algo
físico que pudiese ser manejado por un médico. Al fin y al cabo ¿no es más
fácil mirar (y curar) una herida en la piel que una en el alma? Así las
cosas, en relación con los traumas físicos, todo ha derivado en desarrollo y
avances médicos, mientras que con el TP todo ha sido silencio, preguntas sin
contestar, cuestionamiento e incluso retrocesos constantes. Hasta hace bien
poco, eran los gurús, chamanes, brujos, confesores y magos de distinto
origen y condición (también inquisidores, verdugos y otras salvaguardas de
la moral y el orden, por supuesto) quienes se habían atrevido con eso de
ocuparse de las heridas del alma. Todo ello con mejor o peor fortuna y, claro,
resulta que la psicología, heredera de todo este legado, aun siendo la ciencia
más exacta que conozco, continúa considerándose poco menos que
superchería.

Parece imprescindible que los clínicos actuales nos preguntemos qué tiene de
peligroso el trauma psíquico y que tratemos de responder.

Vayamos por partes. Empecemos por comparar esas heridas de las que
hablábamos y que se corresponden con un trauma físico (TF) y un trauma
psíquico (TP).

- Primero, para ejemplificar y ver la equivalencia, veamos cómo se comporta


el organismo cuando sufre un TF en forma de herida, por ejemplo, en la
piel:
La secuencia sería algo así como: (1) herida en la piel, (2) ¡alarma/peligro!,
(3) riesgo deinfección, y (4) posibilidad de que se produzca la muerte del
organismo que sufrió la herida.

Ante la amenaza de aniquilación, es lógico y razonable que todo el


organismo ponga en marcha los mecanismos oportunos para contrarrestar los
efectos de la herida. En ese sentido, nuestro cuerpo está provisto de un
sistema de reparaciones que se pone automáticamente a funcionar en cuanto
saltan las alarmas tras esa pérdida de la integridad del tejido. Parece que el
proceso de cicatrización epitelial, después de una herida, conlleva una
reacción en tres fases: inflamación, proliferación y remodelación.
Curiosamente, la psicoterapia del trauma también implica tres fases:
estabilización, procesamiento de los recuerdos traumáticos y reconexión. A
eso llegaremos un poco más adelante.

La secuencia la esquematizaremos más o menos así:

- Comparativamente, cuando experimentamos un acontecimiento que


produce un impacto emocional de considerable intensidad, estaremos de
acuerdo en que eso dejará alguna secuela que podemos calificar de herida.
Igualmente saltarán las alarmas. ¿Por qué? ¿Cuál es el peligro? La clave para
responder a esta pregunta está en las emociones y en el mensaje que aportan.
De aquello de lo que nos advierten. Y una vez más, ese mensaje es de grave
peligro.

Como ya comentábamos en la lección anterior, esto resulta muy evidente con


algunos acontecimientos en los que la integridad física de uno mismo o de
otros seres cercanos (trauma vicario) se ve claramente comprometida, como
en un accidente de coche o en un tsunami, por ejemplo. En otros casos, no
parece tan claro ese mensaje de peligro grave. Cuando hablamos de
negligencia parental, de carencias en el apego, de falta de sintonía emocional
u otras vivencias de naturaleza más sutil, tan comunes en la infancia y que
tanta huella dejan, ¿por qué las emociones nos advierten de que hay peligro y
hacen saltar alarmas? ¿Qué mensaje de riesgo conllevan? ¿Cuál sería el
equivalente a la infección en el trauma físico?

Yo sostengo que el gran peligro es la desvinculación. Cuando un niño vive


las situaciones descritas más arriba, recibe mensajes por parte de sus
emociones que, de alguna manera, le informan acerca de sus mayores. La
información que transmiten es altamente peligrosa. ¿Por qué?, porque dan
cuenta de cuestiones como las siguientes: “Papá y mamá no están haciendo
las cosas del todo bien, a lo mejor no son tan de fiar como yo pensaba. No se
preocupan tanto como yo pensaba por lo que yo necesito, no me protegen, no
me quieren lo suficiente”.

Si el niño legitimase esos mensajes y los diese por válidos sin dudar de sí
mismo, experimentaría la alarma de un gran peligro: “Estoy arriesgando mi
relación con ellos”, y no está en condiciones de hacerlo. El niño necesita
vincularse y mantener los vínculos con sus figuras de apego para
sobrevivir . Si no lo hace, sabe que no tiene posibilidades. De nuevo, el
mensaje final es de peligro de aniquilación.

La secuencia podría quedar así esquematizada:

Afortunadamente, y como ya comentábamos en la introducción, también en


este caso poseemos de fábrica un maravilloso y sofisticado sistema de
cicatrización/reparación de heridas del alma. Se puede explicar de forma muy
sencilla dividiéndolo en tres actuaciones fundamentales: hablar de ello,
pensar en ello y soñar con ello.

El ser humano se explica narrándose. Y si esto es así, tiene todo el sentido


que la capacidad de contar historias y de otorgar significado a lo vivido a
través de ellas sea innata. En el intercambio de lo que nos ocurre con un otro
significativo, narrándolo a nuestra manera y con el otro como espejo, es
donde vamos encontrando y confiriendo sentido a lo que vemos, a lo que
experimentamos y a lo que somos.
No hay identidad sin historia. Así, con otro o sin él, siempre andamos
contándonos nuestra propia historia.

Pero, si podemos llevar a cabo estas tareas con nuestras figuras de cuidado, la
herida cicatrizará adecuadamente y la experiencia podrá transformarse en
aprendizaje, pues la narrativa resultante contendrá todo el material necesario
(adecuadamente traducido) y generará las creencias apropiadas sobre uno
mismo y lo que nos rodea.

El problema es que estas tareas presentan importantes dificultades. Lo


vemos a continuación. Están asociadas al contexto exigiendo silencio.
LECCIÓN 4: HABLAR DE ELLO, PENSAR EN
ELLO, SOÑAR CON ELLO

Vamos a explorar las dificultades que presentan esas tareas que a primera
vista parecen tan sencillas.

- Hablar de ello . Hablar… ¿con quién? ¿Contarlo? ¿Qué contar? ¿Cómo


contarlo? ¿A quién? Imposible. Se enfadarán, se decepcionarán, me
castigarán, se morirán, no me querrán, me moriré, me matarán…

Frecuentes estas preguntas y afirmaciones, ¿no es así? Son las que expresan
las víctimas de sucesos traumáticos cuando consiguen hablar de ello y nos
revelan lo que sintieron y pensaron en el momento en el que ocurrieron los
acontecimientos. No es tan fácil contar. No es sencillo discriminar qué y a
quién cuando algo más fuerte te advierte del grave peligro que corres si
hablas.

Aunque el movimiento espontáneo de todo ser humano, cuando le sucede


cualquier acontecimiento impactante, sería acudir llorando a ser consolado
y “curado” por sus figuras de apego, en el caso de determinadas
experiencias, la amenaza de la desvinculación (y con ella, de la
aniquilación), obliga al silencio. Sobre todo, en el caso de un niño. La
víctima calla y la gangrena se extiende. De hecho, la experiencia de los
profesionales de la psicoterapia es que a nuestros pacientes les cuesta
muchísimo hablar de algunas cosas, aunque sean adultos y, aparentemente,
el peligro haya pasado.

Iremos entendiendo a lo largo del libro todos los porqués.

Quiero detenerme en una de esas preguntas formuladas más arriba y que me


parece clave porque se extiende más allá de lo obvio: ¿qué contar? Toda
experiencia conlleva cierto contenido externo que puede ser fácil de relatar
porque es aquello que se ha visto. Pero hay una cantidad importante de
contenido interno que se ha percibido, sentido o notado (porque suponen
sensaciones corporales y emociones) que no resulta nada fácil discernir ni
mucho menos, narrar. De la dificultad de compartir, narrando lo ocurrido,
ya hemos hablado, vamos a profundizar ahora en el problema añadido de
discriminar lo experimentado. Para ello, es necesario un trabajo previo de
traducción. El niño no puede organizar la experiencia interna sin la
ayuda de unos referentes externos. Éstos, mayoritariamente sus padres,
deberían ser capaces de sintonizar con esas sensaciones y emociones que el
chiquitín está experimentando, y entonces, reconocer, nombrar, legitimar
y enseñar a manejar todo lo que engloban. Es decir, deberían haber
desarrollado la inteligencia emocional necesaria que le capacitaría para
traducir a sus hijos. Lamentablemente, eso no se enseña en ningún sitio.

La clave aquí está en el concepto de sintonización. La sintonía del cuidador


con las necesidades del niño es imprescindible para llevar a cabo esa
traducción. La sintonía favorecerá una respuesta contingente, es decir,
acorde con lo que realmente se está pidiendo. Y la respuesta contingente es
la base de lo que llamamos apego seguro, y que veremos más adelante.
Pero para que un cuidador pueda sintonizar con las necesidades de su bebé,
ha tenido que ser previamente “entrenado” en esta tarea y, en consecuencia,
ha tenido que haber aprendido, a través de la interacción con sus mayores, a
legitimar, etiquetar y regular sus propios estados de ánimo. Solo si hay una
tarea previa de esta naturaleza en relación con el propio niño interior es
posible hablar de sintonía, de traducción y de contingencia en la respuesta.
Pero ya hemos dicho que esto no es lo que ocurre habitualmente.

Llegados a este punto, nos topamos con conceptos y tareas tan interesantes
e imprescindibles como la mentalización. Aunque hablaremos más
despacio sobre este concepto, podemos adelantar que mentalizar supone
poner mente a los afectos, a emociones y sensaciones. Supone pensar sobre
lo que sentimos y sentir sobre lo que pensamos. Hacer todo un trabajo de
poner consciencia sobre nuestro mundo emocional y sensorial.

El aprendizaje de esta tarea depende de los otros y, en consecuencia, de su


disponibilidad, receptividad, de su sintonía, de su proximidad y de su
capacidad para responder. Todo lo que está subordinado a las
capacidades de otros puede llegar a convertirse en algo que no se
consigue nunca y que es eternamente demandado. En este sentido,
examinaremos más adelante lo que yo llamo “bucle de la reivindicación”.

Como los cuidadores no suelen estar “entrenados”, la experiencia interna no


se traduce y el silencio que se pide desde fuera, se impone.

El contexto manda , sí. El sistema nos impone sus reglas que dicen que
ciertos temas no se airean. Y no solo temas tan claramente escabrosos como
el abuso o el maltrato. No se airea tampoco lo mucho que “duele y asusta
que mamá y papá no se lleven bien, discutan, se griten y se enfaden; que me
dejen todo el día con una cuidadora que no habla mi idioma y que tiene que
cuidarnos a mis hermanos y a mí, que tiene que hacer las tareas de la casa y
además, está deprimida porque se encuentra a miles de kilómetros de su
hogar, de sus padres y de los hijos que dejó allí y a los que echa
horriblemente de menos; que no haya tiempo para estar conmigo y contestar
a mis preguntas; que a nadie le importe qué siento, por qué lloro o qué me
preocupa y, por tanto, no se me pregunte por ello; que dude de mi derecho a
ser querido, cuidado y protegido y, por tanto, no me atreva reclamar nada;
que sienta que me tratan mal en el colegio y yo calle porque sé que no solo
no lo van a entender en casa sino que, muy probablemente, incidirán en que
soy yo el culpable y me lo merezco o que debería quejarme menos y
espabilar más y aprender a defenderme yo solito; que no se tengan en
cuenta mis necesidades pero que me pase el día escuchando que todo se
hace por mí, por mi bien, por mi futuro, porque se quiere lo mejor para
mí…”

Conocido también, ¿verdad? ¿No es esto mucho más frecuente en las


consultas de psicoterapia que los tsunamis? ¿No son estos, realmente, los
pequeños o grandes tsunamis que vivimos en nuestro día a día?

- Pensar en ello: dos problemas surgen aquí.

1. El primero es que nuestra cultura recomienda lo siguiente cuando se


experimenta un acontecimiento emocionalmente perturbador: lo mejor es
que no pienses en ello, no le des más vueltas, quítatelo de la cabeza, haz
borrón y cuenta nueva, pasa página . L e estás dando demasiada
importancia, haz como si no hubiera ocurrido, ¿qué ganas pensando en
ello?, eres morboso dándole tantas vueltas, parece que disfrutas
rememorando algo así …

De nuevo, el contexto y sus mandatos entorpecen o bloquean esta


importante tarea de pensar en aquello tan perturbador que hemos vivido en
el intento de encontrar sentido y dar significado. Ya decíamos antes que el
ser humano se explica narrándose y para ello hay que rememorarlo,
compartirlo, pensarlo, sostener lo que internamente produce y, poco a poco,
ir sintiéndose más empoderado (precioso término acuñado por Judith
Herman y que empleamos mucho los que trabajamos con trauma).

Volveremos sobre este tema y lo ampliaremos a lo largo del libro.

2. El segundo problema está asociado con eso que comentábamos de que


hablar sobre lo ocurrido y pensar en ello permite dar significado. Esto
conlleva el generar ideas acerca de uno mismo y también de los demás y del
entorno. El pensamiento sustenta nuestras creencias. Si no se nos permite
pensar, investigar, ahondar en aquello que estamos experimentando y se
banaliza esta tarea (o, incluso, se la desprecia con una de esas frases que
comentábamos antes), una de las primeras conclusiones que obtendremos,
una de las ideas que generaremos, es que aquello que sentimos no es válido,
que está mal o que no es fiable. Nuestra creencia sobre nosotros mismos
será negativa y, por supuesto, errónea.

La producción de creencias equivocadas sobre uno mismo y el mundo


que nos rodea es uno de los más terribles daños colaterales que
genera la vivencia de experiencias traumáticas y una de las cuestiones
más difíciles de revertir.

- Soñar con ello: sobre esta tarea es más difícil intervenir conscientemente.
Al dormir, el cerebro intenta entender y procesar lo ocurrido durante el día
para integrarlo adecuadamente. Luego podrá acudir a ese material
almacenado cuando se vea enfrentando tareas similares. Este proceso es el
que contribuye a convertir la experiencia en aprendizaje. Así es como
vamos creando modelos de funcionamiento que nos van a servir de
referencia en futuras ocasiones. Este trabajo se lleva a cabo
fundamentalmente en la llamada etapa de sueño REM (siglas de Rapid
Eyes Movements). Como su nombre indica, es una etapa en la que se
observan movimientos muy rápidos de los ojos hacia uno y otro lado. Se les
conoce como movimientos sacádicos.

Durante la fase de sueño REM, el cerebro desarrolla una gran actividad.


Gracias a esos movimientos, se movilizan áreas cerebrales como el tálamo,
la amígdala y el córtex prefrontal, que favorecen la memoria y el
aprendizaje.

En definitiva, podemos afirmar que estamos muy bien diseñados para


elaborar adecuadamente las experiencias que vivimos y convertirlas en
esquemas que nos sirvan para dos grandes tareas asociadas al aprendizaje:
la memorización y la planificación por anticipación. No en vano, decimos
que consultar una decisión con la almohada es siempre algo que garantiza
encontrar soluciones más adaptativas. Profundizaremos algo más sobre este
tema de la creación de esquemas, la memorización y la anticipación cuando
lleguemos a lecciones en las que hablaremos de la memoria.

Cuando lo que hemos vivido produce un gran impacto emocional,


observamos durante el sueño la aparición de pesadillas que serán más
turbulentas y perturbadoras cuanto menos hayamos podido elaborar lo
ocurrido durante la vigilia a partir de las dos tareas tan importantes que
mencionábamos atrás: hablar de ello y pensar en ello.

Si, por el contrario, lo que hacemos es callar y tratar de pasar página y


olvidar, las pesadillas se convertirán en el único punto de conexión con
esos acontecimientos perturbadores vividos , y podrán llegar a
mantenerse activas durante toda la vida. Con frecuencia hemos
experimentado o escuchado a otros, dentro o fuera de la consulta, hablar de
pesadillas que se repiten un día y otro y que resultan tan angustiantes que
pueden llegar a hacer que se intente evitar el momento de ir a la cama y que
lleguen a cronificar un insomnio que durará hasta que por fin podamos
hablar y pensar porque hemos encontrado a alguien que nos escucha.
LECCIÓN 5: EL CONTEXTO EXIGE
SILENCIO

En fin, que dependiendo de cuál sea la naturaleza del acontecimiento


traumático y cuál el discurso que el contexto pronuncie sobre dicho
acontecimiento, se nos permitirá hablar o se nos empujará a callar. Se nos
silenciará y se nos invitará a pensar lo menos posible, a pasar página y “a
otra cosa mariposa, espabila que lo que tienes que hacer es animarte, ver el
vaso medio lleno, darte cuenta de la suerte que tienes en realidad, si yo te
contara…, la verdad es que no tienes motivos para quejarte, mira solo el
lado bueno…” y otras lindezas por el estilo, narradas con mejores o peores
intenciones y recibidas (casi siempre), como mínimo, con preocupación y,
con peor suerte, con culpa (es cierto, si ya decía yo que soy una mala
persona, me quejo de vicio, soy un desastre, no merezco lo que tengo,
etcétera). Ahí es donde se instala definitivamente una herida y donde
jamás cicatriza…
Ahí es donde lo que llamamos mecanismo de polarización cobra su
máximo sentido. Polarizar supone entender las cosas viendo solo dos
grandes opciones que se oponen y que son imposibles de concebir
simultáneamente. Es un mecanismo que todo ser humano maneja desde
muy temprano porque supone una manera muy adaptativa de ver el mundo.

Por ejemplo, resulta imprescindible, dentro de la polaridad buenos-malos,


ver a mamá y papá en el lado (en el polo) de los buenos.
De esta manera, si consideramos la polaridad Vinculación-
Desvinculación o, lo que sería lo mismo, Apego-Desapego, la necesidad
de sobrevivir llevará al niño a primar todo lo que tenga que ver con
permanecer vinculado.

Así, si un chiquitín debe silenciar toda la información que está al servicio


del desapego, lo hará.

En la infancia, un extremo de la polaridad Vinculación-Desvinculación


se impone sobre el otro.

El problema es que para desarrollarse y adquirir autonomía el ser humano


necesita saber llevar a cabo ambas tareas (apegarse y desapegarse). Por eso
venimos muy bien preparados “de fábrica”, con capacidad para desplegarlas
a la perfección.

Y eso hace que no resulte nada sencillo silenciar a esa engorrosa parte que
siempre acaba encontrando la forma de expresarse. Siempre busca otras
formas de manifestarse diferentes a la palabra y que terminan suponiendo
constantes pesadillas, amnesia, disociación, somatizaciones, etcétera.
LECCIÓN 6: LA MADRE DE TODAS LAS
POLARIDADES: VINCULACIÓN-
DESVINCULACIÓN

Este es un tema al que yo doy gran relevancia. Por eso he decidido


dedicarle una lección en exclusiva.

En mi opinión, sobre esta polaridad básica se asienta todo nuestro


desarrollo .

Es la madre de todas las polaridades. ¡La madre de todas las batallas!

VINCULACIÓN-DESVINCULACIÓN

Recordemos que un extremo de la polaridad se impone por una cuestión de


supervivencia. De niños dejamos fuera todo lo que le genere peligro de
desvinculación. Por permanecer vinculados, hacemos cualquier cosa,
sacrificamos todo lo que haga falta.

La polarización, como hemos dicho, se hace imprescindible cuando somos


niños. Necesitamos polarizar el mundo y dividirlo en dos grandes bloques:
el de los buenos y el de los malos. En el lado de los buenos, colocamos,
siempre, en principio, a mamá y papá. Y digo en principio, porque, a veces,
la realidad se impone y debemos colocar a uno de ellos en el lado de los
malos: uno de los dos abandona, o maltrata, o abusa, o lo que sea, y queda,
“oficialmente”, tachado de “el malo”. En ese caso, al mecanismo de
polarización le acompañarán el de devaluación e idealización: uno de los
progenitores pasará a ser el malo malísimo mientras que el otro será el
bueno buenísimo. El caso es que en el mundo infantil no hay términos
medios.

Detrás de las tareas de Vinculación y Desvinculación están los llamados


sistemas psicobiológicos de Aproximación y Defensa. Vamos a hablar
sobre ellos porque nos permitirán comprender más y mejor la importancia
de esta gran polaridad Vinculación-Desvinculación y sus implicaciones.

Emplearé las mayúsculas para referirme a estos sistemas, así como también
cuando hable de los extremos de algunas polaridades como Apego-
Desapego o Vinculación-Desvinculación. Así, los distinguiré de cuando
esté empleando esos términos en otros momentos y en otros contextos.
LECCIÓN 7: LOS DOS GRANDES SISTEMAS
PSICOBIOLÓGICOS: APROXIMACIÓN Y
DEFENSA

Si la madre de todas las polaridades es la de Vinculación-Desvinculación,


yo diría que la “madre del cordero” para entender el funcionamiento del ser
humano es, sin la menor duda, la unidad que forman Aproximación-
Defensa. De hecho, en un nivel, estamos hablando de lo mismo puesto que
estos dos grandes sistemas están al servicio de la vinculación y la
desvinculación.

Vamos a verlo despacio y desde el principio.

Los teóricos de la personalidad han ido desarrollando teorías sobre la misma


que explican qué la conforma y cómo se desarrolla.

En lo que todos ellos coinciden, en general, es en que la personalidad


supone una estructura dinámica compuesta por varios sistemas que
interactúan para organizar una determinada manera de manejarse.

Theodor Millon, un estudioso del tema, creador del Inventario Clínico


Multiaxial (MCMI), define la personalidad como la particular manera en que
cada uno de nosotros tiene de percibir, sentir, pensar, afrontar y actuar. Yo
suelo incluir un elemento más: narrarse.

Esta específica manera de llevar a cabo estas tareas constituye un patrón


personal e intransferible a partir del cual, cada uno de nosotros, tenderá a
relacionarse consigo mismo y con lo que le rodea.

El ser humano necesita convertir el mundo en predecible cuanto antes. Por


tanto, esa tendencia a generar un patrón con el que manejarse, se observa
muy temprano y está respaldada incluso a nivel fisiológico. Según el
postulado de Hebb, dos neuronas que se excitan juntas en un momento dado
tenderán a excitarse juntas en un futuro, organizando un patrón neuronal (a
través de lo que Hebb llamaba asambleas neuronales). Esto de los patrones y
del mundo predecible es algo que nos proporciona seguridad y
tranquilidad. Por eso es tan importante, si queremos profundizar en el
conocimiento de la personalidad de cada individuo, reconocer sus patrones
particulares a la hora de manejarse en ciertas situaciones.

Esos dos grandes sistemas que hemos llamado de Aproximación y Defensa


son una pieza clave a la hora de recopilar información con la que generar
patrones y esquemas de funcionamiento.

– El de Aproximación nos ayuda a discriminar los estímulos que no nos


harán daño y, por tanto, a los que podemos y debemos acercarnos. Digamos
que carga con la información que nos permite ir hacia los otros,
aproximarnos, vincularnos. Nos ayuda a experimentar la pertenencia pues
nos conecta con los demás seres humanos y nos permite formar grupo.

- El de Defensa nos faculta para diferenciar aquellos estímulos


potencialmente dañinos de los que debemos alejarnos, distanciarnos,
desvincularnos.

Vinculación-Desvinculación son tareas tan imprescindibles para la


adaptación que, como ya decíamos, venimos muy bien diseñados de fábrica
para ser capaces de realizarlas óptimamente. Pero el niño necesita
permanecer vinculado para sobrevivir y eso hará que uno de los sistemas sea
ninguneado y la información que aporta, silenciada. No son los únicos
sistemas que tenemos cargados de información, pero sí quizá, los más
importantes, o los más básicos. Otros sistemas nos ayudan con tareas como el
juego, la socialización, la regulación de la energía o la sexualidad. Lo que
todos tienen en común es que son considerados sistemas de acción pues
están destinados a actuar frente a las diversas situaciones que exijan
adaptación.

El desarrollo de la personalidad no es más que una manera, más o menos


óptima, de enfrentarse a las múltiples exigencias adaptativas. Es decir, que si
yo tuviera que dar una definición de personalidad que cualquiera pudiese
entender me arriesgaría a describirla en los siguientes términos:

La personalidad supone una estructura compleja que se sustenta sobre


unos determinados sistemas de acción y que comprende un particular
modo de percibir, sentir, pensar, afrontar, actuar y narrarse con el
objetivo fundamental de cumplir con las tareas adaptativas que exigen el
medio interno y externo.

Esa estructura compleja que es la personalidad tiene componentes innatos,


genéticamente adquiridos y que conforman lo que conocemos como
temperamento, además de componentes aprendidos que constituyen el
carácter. Por eso, estos sistemas que están en la base de las dinámicas
estructurales de la personalidad se consideran psicobiológicos y su desarrollo
depende de que se vayan dando las condiciones necesarias para ello. Es
como pensar en una semilla que, en su ADN, contiene todo lo necesario para
convertirse en árbol y dar fruto. Si esta semilla no cae en la tierra adecuada,
si no recibe la dosis de sol y agua que precisa, si no tiene las podas
oportunas, la fertilización y la eliminación de plagas, no logrará alcanzar ese
destino final que es convertirse en un frondoso árbol frutal.

Vemos entonces que los resultados dependen de condiciones internas y


externas . Y también, que hay una cierta jerarquía implícita en las
condiciones. Parece claro que, sin tierra, agua y luz, ni siquiera aparecerán
los brotes que acabarán convirtiéndose en tronco y ramas que, en algún
momento necesitarán poda y anti pulgón.

Si el ser humano no desarrolla el potencial que se asocia a esos dos grandes


sistemas que hemos considerados básicos, Aproximación y Defensa, las
tareas adaptativas que les son inherentes no podrán llevarse a cabo
satisfactoriamente y, además, el desarrollo del resto de sistemas que hemos
nombrado (juego, socialización, regulación de energía o sexualidad) se verá
comprometido. Esto hará que los esquemas que se desarrollen no sean los
más eficaces, las creencias sobre uno mismo y el mundo sean limitantes y, en
definitiva, que el individuo sufra por verse solo, marginado, inadaptado, poco
capaz, carenciado y desconfiando de sí mismo y de los demás. Además, que
esa sensación de ineficacia y falta de resolución, se extienda a muy diferentes
ámbitos de la vida y las relaciones.

Cuanto más puedan desarrollarse el resto de sistemas, más complejos serán


los esquemas de que se disponga para afrontar exigencias adaptativas.
Los sistemas de Aproximación y Defensa son como la tierra, el agua y la
luz. Juegan un papel crucial en el desarrollo de nuestra personalidad y
explican, en mi opinión, el ochenta por ciento, sino más, de lo que somos y lo
que hacemos.

Son la clave para entender cómo y por qué funcionamos como lo hacemos.

El desarrollo de los dos sistemas básicos depende de nuestras figuras de


cuidado, de nuestros primeros vínculos. Todo está condicionado, como ya
hemos anticipado anteriormente, a las capacidades de nuestras figuras de
apego para sintonizar con nuestras necesidades, para hacer la traducción
adecuada en relación con la experiencia interna y externa que vivimos y para
responder contingentemente. Aquí surgen los conflictos.
LECCIÓN 8: LA ADAPTACIÓN Y LOS
CONFLICTOS

Decíamos que diferentes sistemas de acción confieren estructura y dinámicas


concretas a la personalidad de cada individuo y que su desarrollo es crucial
para que podamos llevar a cabo las tareas que conllevan las exigencias
adaptativas. Permíteme que insista en eso de lo bien diseñados que venimos
de fábrica. Tenemos todo lo que hace falta para responder a las demandas
internas y externas para conseguir adaptarnos. Es impresionante, ¿no te
parece? Y entonces, ¿por qué resulta una labor tan difícil?

Veamos qué sucede para que todo se complique o, mejor, qué hay detrás de
eso que hemos comentado de que debemos hipotecar desapego en aras de
permanecer vinculados.

Empecemos por preguntarnos qué supone la adaptación. Bowlby (psiquiatra


y gran profesional de la psicoterapia creador de la teoría del apego) decía que
la adaptación supone la resolución satisfactoria de los conflictos. Me
encanta esta afirmación. La vida nos está conflictuando continuamente. No
en vano, el propio Bowlby afirmaba que el conflicto es el estado normal de
las cosas, por eso asociaba la salud mental a la adecuada regulación de los
mismos.
¿No sería oportuno entonces afirmar que la máxima adaptativa es
aprender a solucionar satisfactoriamente los conflictos? Yo creo que sí.
Respondamos a una pregunta clave: ¿cuál es el conflicto básico universal?
Muy sencillo: Experimentar un deseo y su contrario simultáneamente.

¿Y qué tiene esto que ver con todo lo que estamos diciendo? Si de nuevo
volvemos al tema de las polaridades y a la que hemos llamado “madre de
todas ellas”, podemos afirmar lo siguiente:

El conflicto universal de todo ser humano consistirá en experimentar,


simultáneamente, el deseo de apegarse y desapegarse a una misma persona

Y la persona que principalmente nos genera dicho conflicto es, como ya


habréis adivinado, mamá.

Sí, las personas que más conflicto nos generan son mamá y papá. Ya hemos
dicho que para sobrevivir es imprescindible situar a mamá y papá en el polo
de los buenos e incuestionables; así pues, no hay duda en primar la
Vinculación sobre la Defensa y mandar al terreno de lo inconsciente todo
aquello de lo que nos informa esta última. Llamamos a esto
DISOCIACIÓN. Supone dejar fuera de la conciencia lo que aporta un
sistema estructural clave para nuestro desarrollo, en aras de un fin
mayor.
Es primordial que profundicemos en las consecuencias que esta forma
particular de resolver el conflicto básico universal tiene para el ser humano.
Silenciar toda una parte fundamental de nosotros mismos es nefasto a medio-
largo plazo a pesar de suponer la mejor opción en principio. Vivir
traicionándonos comporta generar grandes dosis de ANSIEDAD .
Implica atrofiar estructuras, derrochar energía manteniendo la información
fuera de la conciencia y generar así déficit de atención, transformar la
emoción en movimiento (porque no se ha aprendido a tolerarla) y en
consecuencia, conseguir un diagnóstico de hiperactividad, presentar todo tipo
de síntomas porque “ el cuerpo siempre lleva la cuenta”, no recordar casi
nada o nada en absoluto, de la infancia (amnesia disociativa), tener pesadillas
recurrentes, generar ideas erróneas sobre nosotros y sobre el mundo. En fin,
una incontable lista de problemas, síntomas, trastornos, etcétera. Un enorme
sufrimiento.
LECCIÓN 9: Resumen 1. EL POR QUÉ DEL
SILENCIO Y EL POR QUÉ DEL TRAUMA

Según lo visto hasta ahora, estamos en condiciones de entender:

1. Por qué se debe silenciar: para que no peligren nuestros vínculos.

2. Qué silenciamos: la información que aportan las emociones y las


sensaciones que están asociadas al Sistema de Defensa (que es el que nos
alerta ante estímulos que son percibidos como peligrosos).

3. Cómo lo hacemos: disociando. Es decir, manteniendo fuera de la


conciencia todo ese material que se acabará expresando por vías
alternativas a la palabra: síntomas corporales (somatizaciones como
dolores de cabeza, colon irritable, dermatitis, amenorrea), síntomas
emocionales (ansiedad, angustia, insomnio), síntomas cognitivos
(rumiaciones, pensamientos intrusivos, creencias limitantes, dificultades de
atención y concentración, amnesia) y síntomas conductuales (descontrol
de impulsos, conducta agresiva, evitación)

4. Qué más supondrá: ANSIEDAD. Porque la vivencia constante de


conflicto entre lo que pide un sistema y lo que pide el otro (Aproximación-
Defensa) hace que nos sintamos traicionando a una parte de nosotros
mismos que es tan legítima y necesaria como la otra. Aunque consigamos
disociar, y con ello nos garanticemos vinculación, no nos garantizamos
paz . Hay una tarea pendiente de realizar y la ansiedad siempre se encargará
de recordárnosla.

5. Qué es el trauma psíquico: la herida resultante de tener que silenciar


ciertas experiencias para proteger los vínculos. Esas experiencias tendrían
que haber podido compartirse con figuras de referencia, quienes, con la
sintonía y la capacidad de traducción necesarias, habrían contribuido a
transformarlas en aprendizaje. La clave: hablar de ello, pensar en ello y
soñar con ello .

Dedicaremos la próxima lección a la ansiedad. Para terminar, añado un


esquema que resume las últimas lecciones y que espero ayude a integrar la
información. Suele hacerlo el tener una imagen que sea captada por el
hemisferio derecho y complemente la que aportan las palabras que ingresan
por el izquierdo.
LECCIÓN 10: LA ANSIEDAD, ESA “PELEA”
ENTRE APROXIMACIÓN Y DEFENSA

Según lo visto en la lección anterior ya sabemos de dónde viene la ansiedad.

La ansiedad no es ni más ni menos que la constante pelea por llevarse el


gato al agua entre esos dos grandes sistemas de los que hablábamos, el
de la Aproximación y el de la Defensa.

Así de simple y así de complejo.

La tarea que supone resolver el conflicto universal entraña una enorme


dificultad. Aprender a gestionar eso de experimentar un deseo y su contrario,
es ocupación para toda una vida. Una parte de nosotros mismos siempre
seguirá pidiendo que primemos la Vinculación mientras que otra pedirá
desapegarse, avanzar en otra dirección, priorizar nuestras necesidades,
etcétera. Eso genera una gran tensión interna que se manifiesta con lo que
conocemos como ansiedad.

Resolver este conflicto implica conseguir lo que yo llamo revertir la


polaridad o superarla. Esto no conlleva que gane uno de los extremos ni que
consigamos el equilibrio en el punto medio. Supone poder desplazarse por
todo el espectro del continuo que abarca la polaridad . Ampliar el
repertorio de posibilidades de actuación. Generar nuevos esquemas de
manejo, según lo que veíamos en la lección anterior, más amplios y flexibles.
Dejar de pensar como un niño, es decir, en términos de o estás conmigo o
estás contra mí. Saber que unas veces habremos de inclinarnos más hacia un
extremo y otras hacia el otro. Hacer que todo esto no nos dispare, que no
genere tensión, ansiedad. Poder considerar múltiples opciones.

La ansiedad siempre es un síntoma asociado a ese conflicto. Por eso, la mejor


manera de resolverla empieza por escuchar a ambas voces. Esto se dice muy
fácilmente, pero ya te estarás imaginando que una de las dificultades
mayores que conlleva esta tarea es la de dar voz a esa parte que ha estado
tanto tiempo silenciada. No solo porque con ello se reactivarán miedos
antiguos que despiertan alarmas sino por algo más elemental, si cabe: porque
es muy difícil poner palabras a algo que no se ha expresado jamás con
lenguaje hablado.

La Aproximación y sus demandas tienen palabras, muchas. Su lenguaje es el


lenguaje de las normas, las reglas, lo que hay que hacer, lo que se espera de
nosotros, lo que nos convierte, según nuestra cultura y nuestro sistema, en
buenos hijos y buenos miembros del clan. La voz de la Aproximación es tan
antigua como las Tablas de la Ley. La escuchamos desde el primer minuto de
vida en casa, en el cole, en la iglesia, en los códigos de convivencia y en
todas partes.

Culturalmente, la hemos asociado a un angelito, por eso de que nos “chiva”


cómo ser niños buenos. La voz de la Defensa, sin embargo, suele
representarse con un “demoniete” porque, como sabemos, suena a peligrosa,
a nada recomendable, a no escuchable.

Nosotros les hemos dado esta apariencia:


LA QUE INTEGRE AMBAS VOCES PORQUE LAS SABE
LEGÍTIMAS Y NECESARIAS.Las vivimos siempre llevándose mal,
siempre en contradicción, en pelea constante. No miscibles. Incompatibles.
Sin embargo, esa es nuestra gran tarea como seres humanos en evolución
constante hacia la mejor versión de nosotros mismos, la más adaptada,
la más productiva, la menos conflictuada, la más feliz,

Por ejemplo, ¿así?


Nos encanta esta imagen. Lo dice todo. Las dos voces integradas en una.
Distinguibles, legitimadas, pero latiendo con un solo corazón. Es la imagen
de la INTEGRACIÓN. Justo lo que se necesita para revertir la experiencia
traumática que supone división, integración.

En el proceso intermedio, durante la terapia, suelen experimentarse así:


Empezamos a poder legitimar ambas y vamos ensayando la convivencia…
LECCIÓN 11: PELIGROS Y
EQUIVOCACIONES CON LA
APROXIMACIÓN

Es muy importante tener en cuenta que, a menudo, confundimos los


mensajes que nos lanzan la publicidad, los medios de comunicación y las
redes sociales, con la voz de la Defensa. Nos dicen cosas que suenan tan
bien que estamos deseando creérnoslas. Dicen: “sé tú mismo, expande tus
horizontes, cumple tus sueños, tú puedes conseguir cualquier cosa que te
propongas, desear es querer y querer es poder”, y un largo etcétera de frases
hechas, manidas, trilladísimas y que están al servicio de la Vinculación. No
lo parece ¿verdad? Pues lo están. Suponen huidas hacia adelante que no
son otra cosa que formas que tiene la Vinculación de mantenernos
enganchados. Modos de Aproximación que producen pocas sospechas. Lo
que yo llamo: Aproximación disfrazada de Defensa. ¡Ojo con estos
mensajes! Si huimos hacia adelante, no elaboramos los duelos
imprescindibles que todos debemos completar. Por eso, entre otras muchas
cosas, venimos tan bien preparados con estos dos grandes sistemas que, por
un lado, nos ayudan a acercarnos, a poseer; pero también a separarnos, a
perder.

Esos mensajes ladinos nos hacen creer que, mientras mantenemos vivos
esos “sueños”, ya es como si estuviéramos realizándolos. Por eso suenan a
Defensa. Si tenemos una preciosa cuenta de Instagram donde
supuestamente nuestra vida es de “lujo”, con fotos estratégicamente hechas
en escogidos enclaves, con el plano de nuestra cara más favorecedor y con
muchos amigos todos tan guapos y molones como nosotros mismos,
entonces, realmente, ya tenemos cumplidos los sueños, ¡qué más queremos!
Iremos a lugares donde, si somos honestos, no nos apetece ir, guardaremos
colas interminables para conseguir la foto precisa, arriesgaremos la vida por
una selfie y aguantaremos (con suerte) a un montón de personas a nuestro
lado que, en realidad, nos parecen insufribles. Seguiremos hipotecando,
como cuando éramos niños, nuestra intimidad y nuestra autonomía, por
algo que está claramente al servicio de la Vinculación: por sentirnos
perteneciendo al grupo, mientras silenciamos y no afrontamos nuestro
miedo a estar solos. Y, lo peor de todo, en realidad, no estaremos engañando
a nadie, pues, mientras se silencien la Defensa y sus demandas ¿de qué no
nos libraremos?

Exacto: de la ansiedad.

Y del insomnio, de las pesadillas, los dolores de cabeza, las compulsiones,


la dermatitis, la amenorrea, la ira explosiva, el dolor, la fatiga, etcétera,
etcétera.

Los seres humanos hemos descubierto variadas maneras de “narcotizar” la


ansiedad, de anestesiarla: alcohol, comida, ansiolíticos, Netflix (las series
de televisión son las nuevas drogas duras), contracturas y otras formas de
expresión corporal (somatizaciones, en definitiva), rutinas inflexibles y
compulsivas, no parar jamás…, pero en el fondo, son solo maneras
transitorias de creer que nos manejamos con ella y con lo que nos pide. Es
lo que yo llamo Magia Negra, que veremos con detalle más adelante.
La Defensa no se expresa con palabras. Al crecer, acostumbramos a
escuchar los mensajes que dan voz a la Aproximación, pero cuando se trata
de prestar atención a lo que nos quiere comunicar la Defensa,
ensordecemos, enmudecemos y nos cegamos. Somos auténticos
analfabetos. Si no nos enseñan, no aprendemos. Y si no aprendemos,
tampoco podremos traducir y enseñar a nuestros hijos y pasamos nuestro
analfabetismo de una generación a otra.

¿Cuál es realmente el lenguaje original de estos sistemas? Muy fácil: el


de las emociones. Hablamos de ellas en la siguiente lección.
LECCIÓN 12: LAS EMOCIONES Y LA
POLARIDAD

Según cuenta Daniel Goleman en Inteligencia emocional, parece que la


palabra emoción procede de la palabra latina emovere. Movere significa
movimiento y el prefijo e, hacia. Emoción supondría entonces “movimiento
hacia”.

Relacionémoslo con lo que ya hemos ido viendo anteriormente: decíamos


que la personalidad era una estructura dinámica que andaba compuesta por
diversos sistemas de acción. Se ve por dónde voy ¿no? Es razonable que el
alimento de estos sistemas, su lenguaje, sean las emociones que,
intrínsecamente, nos llevan a actuar. La emoción nos informa de la
cualidad del estímulo que la provoca para hacer que nos acerquemos
(sistema de Aproximación) o que nos alejemos (sistema de Defensa) . Me
sigues, ¿verdad?

- Si ante un estímulo experimentamos una de las llamadas emociones


positivas, nuestras acciones serán de acercamiento.

- Si ante un estímulo experimentamos alguna de las llamadas negativas


nuestra reacción será de evitación, de alejamiento.

¿Cuándo surgen los problemas? En el momento en el que los estímulos


que provocan emociones negativas son mamá y/o papá. Ya hemos visto que
mamá y papá deben mantenerse en el extremo bueno de la polaridad. Si algo
en el comportamiento de ambos me huele a chamusquina mejor me vuelvo
ciego, sordo y, sobre todo, mudo. El caso es que prime la vinculación.

Las emociones que acompañan a ciertos comportamientos de determinadas


personas quedan envueltas en un halo de incertidumbre, confusión y
desconfianza, y, lo que es casi peor, de creencias falsas sobre uno mismo y
lo que nos rodea: “no puedo fiarme de lo que siento, estoy mal como soy, las
emociones son peligrosas, mejor no experimentarlas, algo no funciona bien
en mí, el mundo es demasiado peligroso, etcétera”.
Entonces, continuaré experimentando “cosas” (básicamente emociones y
sensaciones) que se quedarán sin ser correctamente traducidas.

¿Cuál sería la situación ideal? Pues que mamá y sean conscientes de que
deben llevar a cabo toda una tarea tan compleja y engorrosa como
imprescindible. Asuman que los padres perfectos no existen y que tienen que
poner límites, aunque eso frustre a su hijo y le enfade o predisponga contra
ellos. La esquematizamos así:

- Primero: legitimar lo que siente el niño y ponerle nombre. Aunque lo que


experimente sea algo que se viva como negativo (que duele, enfada o
entristece, incluso, “contra” ellos, por ejemplo), merece que sus padres le
digan qué es lo que está sintiendo, cómo se llama. Además, las emociones
tienen siempre un correlato corporal y esas sensaciones también deben ser
reconocidas y etiquetadas. Las emociones no son ni positivas ni negativas,
son todas, adaptativas.
- Segundo: enseñarle cómo regularse, qué debe hacer con eso que
experimenta, cuál puede ser la mejor manera de obtener algo verdaderamente
positivo de toda la experiencia. Es decir, cómo transformarla en aprendizaje.

Voy a poner un ejemplo con el que espero que todo quede más claro, pero
antes quiero puntualizar algunas cosas más sobre las cualidades de las
emociones que contribuirán a enriquecer el ejemplo y la comprensión que se
desprenda de él.

Como decíamos, a las emociones se las tacha de positivas o negativas según


nos hagan experimentar deseos e impulsos de acercamiento o de rechazo. Las
primeas son el alimento del sistema psicobiológico de Aproximación y las
segundas del de Defensa.

Yo suelo trabajar con siete emociones básicas (otros autores proponen más
otros menos). Tres pertenecen a cada uno de los dos sistemas y una es, a mi
juicio, de ambos.

- Emociones supuestamente positivas del sistema de Aproximación: amor,


alegría y curiosidad.

- Emociones supuestamente negativas del sistema de Defensa: miedo, rabia


y tristeza.

- Emoción que veo en ambos sistemas: vergüenza.

Amor, alegría y curiosidad invitan a establecer relación con aquellos


estímulos que las provocan. El amor lleva a relacionarse con menos personas,
pero de forma más íntima. La alegría abre un poco el campo y proporciona
mayor número de relaciones, pero más superficiales. La curiosidad no tiene
límites, llevará a interesarse y relacionarse más allá de las fronteras, no solo
de la especie o del propio país, sino de otras especies y del universo entero.

El miedo, la ira y la tristeza, sin embargo, provocan movimientos de


rechazo y alejamiento, favoreciendo, según se hace uno cargo de ese
Desapego, que se puedan elaborar los duelos que le son inherentes.

Me explico, en mi opinión, es fácilmente observable una secuencialidad en


estas emociones de la Defensa. Cuando un estímulo despierta miedo, acto
seguido puede necesitarse de la ira para afrontarlo, ya sea in situ, mientras
me “pego” con mi agresor o más tarde, mientras lo cuento tras haber huido y
expreso mi indignación contra él. Me enfadaré incluso si no ha ocurrido
ninguna de esas dos cosas, si no he podido huir y he tenido que aguantar la
agresión y después he vuelto a sentirme medianamente a salvo y me cuento a
mí misma o a otros lo vivido. Enfadarse parece, pues, el escalón siguiente a
sentir miedo y lo que viene a continuación exige conectar con la tristeza para
elaborar la pérdida que conlleva esta experiencia. Ahí es donde vemos con
claridad cómo se va dando el proceso de elaboración de pérdidas. Aunque
solo sea la de la inocencia que me hacía pensar que en este mundo las cosas
malas les pasaban siempre a otros, pero no a mí.

La vergüenza unas veces me servirá para no sacar los pies del tiesto y
garantizarme la pertenencia (Vinculación) y otras para todo lo contrario:
experimentarla en relación con la conducta de un grupo me hará sentir que yo
no quiero que se me vincule con él y me separará (Defensa).

Vayamos ahora con el ejemplo prometido : imaginemos que mi madre me


echa una bronca que yo siento como injusta y que obedece más al estrés que
le provoca su trabajo y su relación con su jefe que a lo que yo he hecho o he
dejado de hacer. Yo soy una cachorrita pequeña, tengo solo cinco años. No he
podido verbalizar toda esa información acerca de lo injusto de la conducta de
mi madre y su relación con sus propios problemas claro, ¡ni siquiera he
podido pensarla! (¿recuerdas lo de la mentalización? No te preocupes,
volveremos sobre ello).

Solo hay algo interno que me hace sentirme rara con mamá, ambivalente, por
un lado, la quiero y deseo agradarla, pero, por otro, estoy molesta, frustrada y
enfadada, quiero también quiero gritarla, herirla.

Si mi madre se diera cuenta de lo que ha sucedido, lo que haría sería lo que


llamamos REPARAR:

- Vendría a explicarme lo que ha ocurrido y, consu tono comprensivo ante


mi reacción,sincero ante su error y su abuso de poder, calmado ante mi
necesidad de seguir teniéndola como referente de manejo de los conflictos y
seguro a la hora de explicarme cómo se llama lo que ha pasado y por qué ha
ocurrido, me aliviaría y me haría sentir mejor.

- Después, además, me sentiría legitimada.

No pensaría que soy una mala hija por provocar la ira de mi madre y por
experimentar deseos de gritarla, llamarla tonta o pegarla. No me vería
confundida ante sensaciones corporales que no sé por qué están ahí y que no
me dejan tranquila o que incluso me van a llevar a la cama de mis padres más
tarde (la ansiedad no me va a permitir conciliar el sueño) o a la consulta del
pediatra al día siguiente (el dolor de tripa no se me va a pasar así como así).
Si mi madre sintonizara con lo que me está ocurriendo, me explicaría que es
normal que me enfade con ella, que no pasa nada porque los hijos se enfaden
con los padres. Que los padres también cometen errores. Le pondría nombre
(ira, frustración, angustia, etcétera) a lo que he sentido y estaría un rato
charlando conmigo mientras respondiera a todas mis preguntas.
Mi madre haría una labor crucial: pondría palabras a la Defensa.
Sentaría las bases para que ésta no necesitase expresarse de modo simbólico
en una pesadilla, un dolor de tripa o el insomnio. Normalizado las
experiencias desagradables sin tacharlas de malas, me habría abierto la puerta
a ir bajándola, despacio, del pedestal idealizador en el que la tengo para
colocarla en el lugar que le corresponde. Con ello, me habría posibilitado
elaborar las pérdidas que eso supone, abriéndome un horizonte nuevo de
opciones de manejo de los conflictos que me harían sentir segura y con el
control suficiente.

El nombre de estas acciones secundarias (aunque no por ello menos


importantes) que entraña la reparación es:

- Traducir la experiencia interna: cuando le pongo etiquetas a lo que ocurre


dentro de mí y de los demás.

- Mentalizar: al hablar de lo que siento, cuando traduzco y pongo corteza


(pongo ¨mente¨) en esas emociones y sensaciones. Cuando,
consecuentemente, me doy cuenta de que puedo pensar sobre lo que siento y
sentir sobre lo que pienso.

- Hacer duelos: cuando, al realizar las tareas anteriores, conecto con una
tristeza más o menos profunda que me lleva a sentir que es una pena que las
cosas no puedan ser como a mí me gustaría que fueran y eso duele, y lloro.
Elaboro pérdidas y me desengancho de un pasado que fue como fue, o que no
fue como me habría gustado que fuera. Eso me deja el horizonte despejado
para focalizarme en un futuro lleno de posibilidades.

- Regular: cuando, tras haber compartido ese rato con mi madre, he


aprendido que las emociones son muy útiles y no se las puede juzgar, que la
mejor manera de manejarlas es conocerlas y escuchar lo que tienen que decir.
Cuando experimento que el mejor modo de hacerlo es hablando con otro que
sabe cómo ayudarme y voy poco a poco “escuchando a mis tripas” (como
suele decir Pepa Horno) y poniendo palabras a lo que me quieren decir.

- Aprender: cuando, como resultado de todo lo anterior, obtengo, a partir de


diferentes experiencias más o menos agradables, un amplio espectro de
patrones de funcionamiento que me hacen sentir segura a la hora de enfrentar
las situaciones conflictivas que me trae el día a día.

- Generar coherencia: cuando lo que siento al narrarme lo ocurrido no


chirría ni hace agua. Cuando las ideas que genero sobre mí y mi entorno no
me revuelven las tripas y me causan ansiedad.

Para todo esto sirven las emociones. Ahí es nada.


LECCIÓN 13: DIFERENCIA ENTRE EMOCIÓN
Y SENTIMIENTO

Es importante que entendamos la diferencia entre emoción y sentimiento.

Las emociones son intensas y pasajeras, los sentimientos son la suma de


una emoción básica más una cognición y pueden “instalarse” por
mucho, mucho tiempo.

Por ejemplo, el sentimiento de impotencia supondría la suma de miedo más


la idea de “no puedo hacer nada”:

Emoción básica, MIEDO + Creencia, NO PUEDO HACER NADA =


Sentimiento de IMPOTENCIA

Las emociones básicas son tan intensas que, si las experimentásemos durante
un tiempo prolongado, nuestro organismo se vería seriamente afectado. Por
eso, enseguida, se ponen en marcha mecanismos que tratan de minimizar el
daño que esto puede producir. Uno de los recursos es transformarlas en
sentimiento con la ayuda de la corteza entrando a generar una explicación
que, en principio, resuelve.

Cuando exploremos la neurobiología del trauma entenderemos mejor por qué


y cómo ocurre todo esto. Es un baile habitual que desarrollan el sistema
límbico (nuestro cerebro emocional) y la corteza (nuestro cerebro cognitivo).

Como decíamos, la entrada en escena de la corteza atenúa la intensidad de la


emoción, pero al aparecer una creencia negativa (y errónea), se queda
instalado un sentimiento que nos puede perseguir toda la vida.

El problema es que esta solución es eficaz a muy corto plazo. Además,


cronifica una situación respecto a nuestro mundo emocional que suele llevar
aparejada la consideración de que algunas emociones es mejor no
experimentarlas porque no aportan nada bueno cuando resulta que
deberíamos saber (una parte de nosotros lo sabe) que es exactamente todo lo
contrario. Así que, ya tenemos garantizada la tensión interna (dos voces
enfrentadas) además de ese sentimiento del que hablábamos que nos resta
sensación de capacidad, nos “desenergiza” y nos limita.

Trae más cuenta aprender a sostener la emoción que experimentamos,


mirarla cara a cara, traducirla y hacer el resto de procesos comentados en la
lección anterior.

De ahí la importancia de resonar en la mente y el corazón de otro. Este


trabajo no se puede hacer sin ese otro significativo que colabore en el
programa. Lo cual me lleva a una pregunta que resolveremos en la siguiente
lección.
LECCIÓN 14: ¿SON LO MISMO LA
AUTONOMÍA Y LA INDEPENDENCIA?

Visto lo visto hasta ahora, creo que podemos responder fácilmente a la


pregunta: no son lo mismo. Es la autonomía lo que deberíamos
perseguir.

Ya lo hemos dicho, necesitamos al otro. Eso no es ni malo ni bueno, es


nuestra condición. A lo mejor, en otro puñado de miles de años, la
evolución nos va llevando hacia otro lugar, pero, de momento, las cosas son
así. La independencia es algo que nos venden y que compramos enseguida,
pues suena muy bien. Es una de esas cosas que antes tachábamos de
Vinculación disfrazada de Defensa. Suena bien, pero no es real.

Sabemos que superar la polaridad no significa quedarse en un extremo y


eliminar el otro, eso haríamos si abanderásemos la independencia,
prescindir de los vínculos. Hay narrativas que sostienen ese gesto:
“Apegarse produce sufrimiento, mejor aprender a manejarse solo y así uno
estará más protegido”. No podemos prescindir del otro. Por eso nos interesa
más no renegar de la dependencia y generar autonomía.

Así pues: El ser humano necesita generar autonomía, pero no puede ser
independiente de los vínculos afectivos que establece y que le ayudan a
dar sentido a su existencia.
Insisto: superar la polaridad supondrá saber manejarse por un espectro
amplio de opciones que, si bien es siempre adaptativo, implica pérdidas
irremediables. No obstante, me gusta insistir en que el deseo de que las
cosas fueran de otra manera siempre es legítimo. Vamos con ello en la
siguiente lección.
LECCIÓN 15: EL PELIGRO DE CONVERTIR
LOS DESEOS EN NECESIDADES

Soñar es gratis y el deseo es siempre legítimo. Ahora bien, que lo sea no


significa que deba o vaya a convertirse en realidad.

A lo largo de nuestra vida, muchas cosas, personas, sueños, ilusiones y


experiencias deben quedar atrás. No debemos seguir batallando por
conservarlas presentes y activas en una lucha estéril que solo ata y no deja
crecer. Ya comentábamos antes la multitud de duelos por otras tantas
pérdidas (primarias y secundarias) que implica estar vivo.

Desear es imprescindible, pero convertir un deseo en necesidad es un


mal negocio .

Desear ser independiente es legítimo, pero resulta un mal negocio. Desear


genera una Magia que contrarresta la realidad pura y dura (en ocasiones,
muy dura). Desear es bueno, pero empeñarnos en que los deseos se
cumplan para ser felices supondrá nuestra ruina.

Querer recuperar lo perdido o anhelar lo que no se ha tenido es normal pero


muy poco adaptativo. Si pierdo una pierna en un accidente desearé
recuperarla, soñaré con ello. Ansiaré volver a caminar como lo hacía antes
y me parecerá que mi vida no volverá a ser la que era sin ella. Eso es cierto.
Pero es una trampa que atrapa. Uno no vuelve a ser el mismo después de
pasar por determinadas experiencias, pero eso no tiene porqué ser solo
malo. También puede ser bueno. Debemos pensar que el nuevo yo que
nazca tras esas vivencias puede llegar a ser incluso mejor. Es lo que
llamamos crecimiento postraumático. De ello hablaremos más adelante.

En realidad, nadie debería pretender ser el mismo minuto a minuto, día a


día. Lo mejor que nos puede pasar es ir evolucionando, creciendo,
avanzando con cada experiencia, con cada día vivido.

¿Qué ocurre cuándo nos quedamos enganchados en esa rueda en la que


seguimos convencidos de que necesitamos aquello que no tenemos (o no
hemos tenido) para ser felices? Nos vemos inmersos en lo que yo llamo el
bucle de la reivindicación. Iremos con ello en la próxima lección.
LECCIÓN 16: EL BUCLE DE LA
REIVINDICACIÓN

Como decía en lecciones anteriores, el niño necesita polarizar e idealizar a


sus figuras de apego. Fruto de esa idealización es la presunción de que
mamá y papá todo lo pueden, todo lo saben, todo lo tienen, todo me lo
pueden dar. Mamá y papá son vistos por un cachorrito como
perfectamente capaces de cubrir el cien por cien de sus necesidades .
Por lo tanto, la tendencia natural del niño será siempre la de esperar que eso
llegue.

El peligro de seguir esperando eternamente que lo que se desea y que


parece justo tener se cumpla, es quedarse encerrado en lo que yo llamo el
“Bucle de la reivindicación”. Esto condicionará las relaciones posteriores
que están condenadas a ser insatisfactorias. ¿Por qué? Pues porque:

- Por un lado, se debe cumplir la profecía obtenida de la experiencia con


los padres: “Mamá y papá no me dieron todo lo que merecía, es decir, los
otros nunca me dan lo que merezco”.

- Por otro lado, para poder seguir reivindicando es necesario que fracasen
las relaciones con los otros. Pedimos a la pareja, los hijos, los amigos, los
compañeros de trabajo, lo que no pueden darnos. El niño que espera que le
den lo que cree justo y necesario tiene que volver, una y otra vez, al punto
de partida hasta conseguirlo.
El hecho es que, si te fijas, estamos donde comentábamos al principio, con
un montón de creencias erróneas sobre uno mismo y el mundo circundante,
generadas a partir de no haber podido hablar con las figuras vinculares
primarias de la frustración que produce la decepción que provocan (¿vas
viendo la conexión con lo que James Barrie expone en el Pajarito Blanco?).

Esto último es difícil de asumir, lo sé. De hecho, cuando yo digo en clase o


en consulta que los padres decepcionamos a nuestros hijos siempre recibo
miradas de preocupación y desconsuelo, de “dime que estás de broma, por
favor”. No, no estoy de broma. Incluso debo ir un poco más allá: el ser
humano decepciona siempre a los que tiene alrededor. Siempre. Es ley
de vida. Una vez más, el deseo es legítimo: ¡Cómo nos gustaría a todos que
fuese al contrario! Pero hay algo que debo confesaros: los Reyes Magos son
los padres. Lo siento.

Ya sé que no os estoy revelando nada que no supierais, pero ¿a que no gusta


nada eso de leerlo así, con esa contundencia y rotundidad? Si no lo
nombramos y no lo escribimos, es como si no existiera. Como si cupiera,
así, una posibilidad, por mínima que fuera, de que al final resulte que sí,
que hay Reyes Magos, padres perfectos, Ratoncito Pérez y, por supuesto un
Hogwarts al que ir algún día cuando volvamos a cumplir once años.

En mi opinión, solo hay dos maneras de salir del bucle: la reparación y los
duelos.

Hablaré de ambas escuetamente:


- Reparación: ya he hablado de la reparación en la lección 12. Resumiendo
lo expresado en ella, lo que yo entiendo por reparación supone que mamá y
papá se den cuenta de algunos de los fallos que van cometiendo y vayan
subsanando. Eso no significa que me den todo lo que deseo, pero sí que me
abran la puerta a la oportunidad de hacer esa tarea que comentábamos en la
lección de darle voz a la defensa: legitimar mi frustración y otros
sentimientos respecto a lo ocurrido y acompañarme en el trabajo difícil que
supone dolerme de las pérdidas.

Yo suelo decir que la reparación es como la lotería, que no toca. Sin


embargo, en terapia de niños y adolescentes la busco siempre. Por eso no
concibo trabajar con ellos sin los padres interviniendo y colaborando
activamente en el proceso psicoterapéutico. La reparación, en el caso de la
psicoterapia con adultos, debe realizarla uno mismo en relación con su
propio niño interno. Es un paso previo, natural, que permite afrontar el
siguiente escalón, el de los duelos.

- Duelos: los duelos son la clave para el crecimiento como persona pues
permiten elaborar las pérdidas y seguir adelante con un proyecto personal y
único y no seguir el programado por el sistema.

Elaborar pérdidas genera crecimiento siempre y es una de las tareas más


difíciles, pero más fructíferas. Ahondaremos en ello en la lección dedicada
a los cuatro inmutables de los que habla la psicología existencial, en la
segunda parte del libro.

Nuevamente ofrezco un esquema que resume este proceso del bucle de la


reivindicación, sus engaños y su salida.
LECCIÓN 17: LAS NECESIDADES BÁSICAS

Hace muchos años que empecé a elaborar, con pacientes y alumnos, el


listado de necesidades básicas que te dejo a continuación. No sé si serán
todas las que están o si están todas las que son, pero yo he distinguido estas
quince, de momento, y las ofrezco porque me parece que son de gran ayuda
en el trabajo psicoterapéutico.

Mi consejo es trabajarlas junto con el bucle de la reivindicación. Como


hemos dicho, hacer consciencia de las necesidades que no han sido
cubiertas es el primer paso para poder hacer los duelos
correspondientes .

NECESIDADES BÁSICAS DEL SER HUMANO

1. Amor explicitado: mirada / palabras / contacto

2. Regulación emocional: reconocimiento / etiquetado / legitimación /


regulación / expresión

3. Tiempo con completa atención

4. Seguridad / Protección

5. Sintonía emocional: sentirse escuchado / sentido / visto

6. Movilización / Respuesta

7. Adecuado despliegue de roles


8. Límites claros

9. Valoración / Aceptación / Respeto

10. Estimulación suficiente y adecuada / Motivación

11. Recursos / Autonomía

12. Pertenencia

13. Capacidad Reflexiva/Mentalización

14. Identidad

15. Magia
LECCIÓN 18: Resumen 2. EMOCIONES,
SENSACIONES Y SU RELACIÓN CON EL
TRAUMA

Contestemos a las preguntas clave de las últimas lecciones para contribuir a


integrar información:

1. ¿Qué es la Ansiedad? La tensión resultante de la pelea que mantienen los


dos grandes y básicos sistemas psicobiológicos, la Defensa y la
Aproximación, por llevarse “el gato al agua”.

2. ¿Qué piden cada uno de esos dos sistemas psicobiológicos? El sistema


de Aproximación está al servicio de mantenerse apegado y contribuir a
fomentar la sensación de pertenencia. El de Defensa, ayuda a desapegarse y
media todos los procesos de duelo, de elaboración de las pérdidas.

3. ¿Cuál de los dos sistemas debe primar? En la infancia prima la


Vinculación, cobra poder todo lo asociado a la Aproximación, pero para
hacer una adecuada Adaptación, debe darse voz a la Defensa y que se vaya
facilitando la autonomía y, consecuentemente, el desapego y los duelos.
Llegado un momento, al finalizar la adolescencia y madurar, ninguno
debería primar sobre el otro. Deberían actuar de forma integrada. Sin fobias
entre ellos.

4. ¿De qué se nutren esos sistemas psicobiológicos? De las Emociones.


Deben ser las guías para la acción.
5. ¿Cómo puedo entonces superar la Ansiedad? Dando voz a la defensa
que no suele utilizar el lenguaje para expresarse y lo hace por otras vías, por
ejemplo, a través de síntomas.

6. ¿Qué conseguimos dando voz a la Defensa? Erradicar la ansiedad,


generar autonomía, encontrar más de dos opciones de respuesta, legitimar
deseos y no convertirlos en necesidades, transformar memoria implícita en
explícita… (esto último lo veremos en las próximas lecciones).

7. ¿Qué es el crecimiento postraumático? El que resulta de haber podido


integrar la información que proviene de ambos sistemas de Aproximación y
Defensa y que ha posibilitado, previa elaboración de los duelos necesarios,
cuando se escoge una opción entre varias y se asumen las pérdidas que
conlleva esta tarea, transformar la experiencia en aprendizaje.
LECCIÓN 19: EL CUERPO, VEHÍCULO DE
LAS EMOCIONES. LA MEMORIA IMPLÍCITA

Como decíamos, cuando silenciamos la voz de la defensa, ésta busca


maneras de expresarse que no suelen ser el lenguaje hablado. Una de las
formas más inmediatas de dar salida a la emoción tiene que ver con el
cuerpo . El cuerpo, como dice Bessel Van der Kolk, siempre lleva la cuenta.
Podemos intentar controlar el pensamiento y las acciones, pero no es tan fácil
controlar la experiencia corporal que acompaña a una vivencia cargada de
emoción. Por eso, al cuerpo no hay quien le engañe. El cuerpo habla, y
seguirá hablando, hasta que se le escucha y se le traduce.

El recuerdo que almacena el cuerpo en relación con las experiencias con


impacto emocional forma parte de lo que se conoce como Memoria
Implícita.

Antes de pasar a describir este tipo de memoria, veamos algo importante que
conviene saber sobre este proceso tan interesante. Memorizar no es solo la
forma en la que almacenamos información. Es más que aquello que podemos
recordar conscientemente. Daniel Siegel nos explica que no existe un
“armario de almacenamiento” sino que dicho almacenaje sería el cambio en
la probabilidad de activar un patrón de red neuronal determinado en el futuro.
Es "el modo en que los acontecimientos pasados influyen sobre la función
futura" en palabras del propio Siegel.
Esto implica algo impresionante y es que la memoria es el modo en que la
experiencia afecta al cerebro y a continuación, altera sus respuestas futuras.
Memorizar es una cuestión de probabilidades. Las que tienen unos
determinados patrones de ser los que se activen para responder ante
determinados estímulos. Recordar sería, por tanto, activar realmente un
patrón de red neuronal potencial que se parece al perfil activado en el pasado.
¿Recuerdas el axioma de Hebb? (te recuerdo que hablamos de él en la
Lección 7). Parece que el cerebro se prepara para actuar en el futuro según lo
que ocurrió en el pasado y que nuestro pasado, moldea tanto nuestro presente
como nuestro futuro. Ya hemos hablado sobradamente de la necesidad del ser
humano de generar esquemas que le ayuden a convetir el mundo en
predecible cuanto antes.

A grandes rasgos, la memoria implícita se caracteriza por:

- Estar disponible desde los primeros momentos de vida.

- Englobar cuatro subtipos de memoria: perceptual (para la obtención de una


imagen que da información sobre el aspecto de las cosas), somático
(corporal), emocional y conductual.

- Al activarse, no se tiene sensación de estar recordando nada pues implica a


estructuras del cerebro que no trabajan en el procesamiento consciente.

- Ayudar a ir generando patrones de respuesta que son automáticos pues


tienen el objetivo de actuar sin pensar.

- Generar lo que conocemos como aprendizaje procedimental. Éste engloba


habilidades (como montar en bicicleta), aprendizaje condicionado (estímulo-
respuesta), patrones de funcionamiento del Sistema Nervioso Central,
tendencias afectivas y esquemas cognitivos. Es decir, esos esquemas de los
que ya hablábamos en capítulos anteriores y que decíamos que se convertían
en automáticos a la hora de responder ante determinados estímulos.

Cuando vivimos un acontecimiento que impacta emocionalmente y que no


puede seguir el proceso natural y deseable de manejo del que ya hemos
hablado: ser compartido, narrado, pensado; traducidas las experiencias
corporales que lo acompañan, legitimadas las emociones experimentadas,
etiquetado todo ello, mentalizado; sostenido con la ayuda de los vínculos
apropiados y soñado en los días sucesivos; si no ocurre todo esto, entonces:

- el cuerpo almacenará la memoria de todo lo experimentado sin que todo


ello alcance a convertirse en palabras. Eso sí, dentro de un patrón concreto de
conexiones neuronales que supone una forma particular de responder y que
será el que tenga más probabilidades de utilizarse,

- la mente dará una explicación que no será la adecuada, generandoideas


erróneas y construyendo esquemas de afrontamiento desadaptativos, y

- nos conduciremos de forma automática porque nuestro aprendizaje estará


basado, simplemente en el condicionamiento. Este condicionamiento es la
expresión clara de esa forma de funcionar según ese sistema de
probabilidades que hemos dicho que adquiere un patrón de respuesta que se
utilizó en el pasado y que, si funcionó más o menos, será el que se siga
eligiendo constantemente.

En definitiva, se habrá disociado la información y quedará, por un lado, la


que lleva contenido somatosensorial, y por otro, la que es puramente
cognitiva. Para la última hay palabras, para la primera, síntomas.

Esto explica que afirmemos que, en relación con las experiencias


traumáticas, no recordamos, sino que reexperimentamos. La memoria
traumática reexperimenta porque el hecho de que la información se
almacene de forma disgregada no facilita la integración sino la
repetición infinita de lo vivido dentro de un bucle que buscará
eternamente la resolución realmente satisfactoria de la situación
traumática.

Afortunadamente, algo bueno tienen estos síntomas, y es que nos obligan a


consultar a un profesional y al hacerlo, aumentan nuestras posibilidades de
que lo que debe ser traducido se traduzca y se pueda salir por fin de ese
bucle.

Por eso, los profesionales debemos estar atentos a colaborar en esta


traducción. El proceso podríamos llamarlo: traducir memoria implícita en
explícita, y es imprescindible llevarlo a cabo en psicoterapia. Es uno de sus
objetivos.
LECCIÓN 20: LA MEMORIA EXPLÍCITA

La memoria explícita, a grandes rasgos, podríamos caracterizarla así:

- No está disponible desde el primer día, sino que se desarrolla alrededor


de los dos años cuando ya podemos hablar y narrar lo que nos va
ocurriendo y cómo nos afecta.

- Depende del desarrollo de estructuras corticales como el lóbulo


temporal y el córtex orbitofrontal y otras estructuras límbicas como el
hipocampo, responsable de la secuenciación.

- Engloba memoria semántica y memoria autobiográfica.

- Genera lo que conocemos como conocimiento declarativo y el llamado


conocimiento de la utilidad de los procesos cognoscitivos. El primero
incluye información sobre hechos, ideas o conceptos que son conocidas
conscientemente. Se asocia también con la atribución de significado. El
último, también conocido como conocimiento explicativo, se encarga del
por qué y cómo utilizar la información de que disponemos para que nuestra
ejecución sea más eficaz.

- Supone consciencia y uso deliberado de la información.

Este último punto es clave para entender por qué es tan importante el
desarrollo de memoria explícita.
Para la generación de memoria semántica y autobiográfica es muy
importante que medie la ayuda de otro con más conocimiento y experiencia.
Ese otro nos cuenta y nos explica lo que debemos saber sobre cómo
funciona todo. La memoria semántica supone conocimiento y significado.
Es la que se adquiere en los libros o con las respuestas de mamá y papá a
todos los porqués que planteamos de niños. En psicoterapia es lo que
hacemos cuando hablamos de psicoeducación. Este concepto es
fundamental porque genera memoria explícita y es imprescindible para la
adecuada integración de la información. Los terapeutas debemos explicar a
nuestros pacientes conceptos relacionados con diferentes teorías que ayudan
a entender procesos internos y manejo conductual. Por ejemplo, resulta
imprescindible explicar la teoría del trauma, la disociación, el apego y otras
muchas otras cuestiones. Es, por tanto, imprescindible que los profesionales
los tengamos muy, muy claros.

Para desarrollar memoria autobiográfica en la consulta, en mi opinión, no


hay nada mejor que construirla línea de vida. Considero el
psicodiagnóstico absolutamente fundamental en el proceso
psicoterapéutico y la línea de vida la herramienta clave con la que contamos
para llevarlo a cabo.

Cuando combinamos conocimiento y significado sobre temas concretos con


lo que hemos ido experimentado cada uno de nosotros a lo largo de nuestra
vida, es decir, cuando combinamos psicoeducación con línea de vida, la
resultante es una narrativa mucho más coherente, más amplia e
integradora.
La tarea de dibujar una raya en un papel en blanco dispuesto de forma
apaisada mientras vamos situando encima, y a todo lo largo de la misma, lo
que vamos recordando, no solo nos ayuda a organizar, secuenciar y ordenar;
además, la imagen resultante y el propio ejercicio de ir recordando mientras
se ordena, estimulan las asociaciones y los recuerdos y van colaborando en
la generación de una nueva narrativa que dará un significado distinto a lo
vivido. Ayuda a lo que llamamos resignificar.

Como ves, la interacción con los otros mientras se narran los


acontecimientos vividos, como ya apuntábamos desde el principio, es
fundamental. Así pues, la conversación entre padres e hijos antes, durante y
después de cualquier acontecimiento favorece el ir haciendo consciencia de
lo experimentado, traduciendo lo vivido e integrando todo en una narrativa
suficientemente amplia, coherente con lo que se experimenta a nivel
somatosensorial, integrada y completa.

Esta es otra de esas tareas fundamentales en psicoterapia.


LECCIÓN 21: GENERAR MEMORIA
EXPLÍCITA.

Generar memoria explícita puede, y debe, hacerse por dos vías:

1. Desarrollando memoria semántica y autobiográfica

2. Transformando memoria implícita en explícita.

- Lo primero forma parte de las tareas propias de lo que llamamos procesar


de arriba abajo. Utilizamos aquí nuestra corteza y lo que llamamos
funciones superiores, para explicarnos lo más y mejor posible lo que nos
acontece a todos los niveles.

Nos vamos explicando a la luz de los nuevos conocimientos adquiridos en


la psicoeducación, vamos dando respuesta a preguntas que nos veníamos
haciendo desde siempre, nos vamos comprendiendo mejor.

Este trabajo resulta muy eficaz pero no está del todo completo. Es por eso
que muchos de nosotros hemos dicho u oído alguna vez eso de “la teoría me
la sé, pero me resulta imposible llevarla a la práctica”. Esto es porque queda
fuera del procesamiento consciente todo lo que alberga la memoria
implícita.

Por eso es necesario combinar ambas tareas.


- Transformar memoria implícita en explícita suponeprocesar de abajo
arriba. Significa abordar directamente sensaciones, síntomas y
emociones para que, al ser escuchados y traducidos, puedan formar parte
del contenido consciente que ya se maneje al afrontar los retos que se van
presentando.

Lo ideal, como decía, es compaginar ambos modos de procesamiento. El


problema fundamental es que acceder a algunos recuerdos almacenados en
forma de memoria implícita a veces resulta tan difícil que puede parecer
casi imposible. Unas veces porque parece que se han olvidado por completo
y otras porque recordar se vive como tan dañino que prefiere no hacerse. Lo
primero solemos llamarloamnesia disociativa. Lo segundo, fobia a la
reexperimentación. Dos grandes caballos de batalla en el trabajo con los
recuerdos traumáticos. Los abordaremos en profundidad más adelante para
entenderlos mejor y para saber cómo intervenir.

En algunos casos, los acontecimientos se vivieron en épocas preverbales


(antes de los dos o tres años). Si no se pudo poner palabras a lo ocurrido y
ni siquiera pensarse, es difícil que se pueda recuperar y trabajar con esos
recuerdos.

Pero, una vez más, difícil no es imposible. Veremos cómo proponemos


hacer en psicoterapia. Adelanto que, como el cuerpo siempre lleva la
cuenta, la idea será partir de los síntomas, las sensaciones corporales o las
pesadillas recurrentes, por ejemplo. Muchas personas con historia de abuso,
maltrato, intervenciones quirúrgicas tempranas y otras experiencias
traumáticas infantiles, no guardan recuerdo explícito de lo ocurrido pero
tienen reacciones corporales, emocionales y/o conductuales (esos patrones
de respuesta condicionados), ante diferentes situaciones, personas o lugares
(olores, sonidos, sabores o contacto) que les han hecho sospechar que algo
debió de ocurrirles en relación con todo ello. Ese es el hilo del que se va
tirando para deshacer los nudos de confusión y lagunas y desde donde se
puede obtener una narrativa que realmente resulte eficaz para explicarse a
uno mismo lo que se ha venido siendo y haciendo.

En psicoterapia, hay muchas formas de trabajar con la memoria emocional


y corporal. Yo utilizo la técnica llamada EMDR (Eyes Movement
Desentitization and Reprocessing): Desensibilización y Reprocesamiento
por el Movimiento Ocular. Mi elección se basa en los resultados tan
espectaculares que he podido comprobar que se obtienen utilizándola. Es
una técnica que ha alcanzado los máximos reconocimientos en el ámbito de
la intervención en Trastorno de Estrés Postraumático.
LECCIÓN 22: LA INTOLERANCIA A LA
EXPERIENCIA INTERNA

El día a día de cada uno de nosotros supone bregar con emociones y


sensaciones que resultan difíciles de sostener. Lo único que nos diferencia a
unos y a otros es el rango de estímulos que provocan ese malestar y cuánto
de insostenibles los percibimos. Por lo demás, todos reconocemos esa
expresión de “me pone literalmente enfermo” como algo que alguna vez
hemos experimentado para referirnos a algo o a alguien.

Ahora sabemos que el cuerpo lleva la cuenta de todo lo vivido y que eso
explica que sea el que reacciona primero ante determinados estímulos que
están relacionados, de alguna manera, con otros que impactaron
emocionalmente en algún momento. Sabemos que ese malestar interno
puede ser el único material que tenemos que almacena, custodia, la memoria
de lo que una vez ocurrió, que forma parte de nuestra memoria implícita y
que debe ser traducido. Pero también sabemos que preferimos seguir
dejándolo fuera de nuestra conciencia, que lo tememos más que a un nublado
y que deseamos fervientemente poseer ese extraordinario poder mental que
nos permita mantenerlo a raya para siempre, o que lo haga desaparecer.

La intolerancia a la experiencia interna es humana y universal como lo


es el reto de poder sostenerla y llegar a traducirla para incorporar su
mensaje en nuestra narrativa.
Llegar a reconocer, nombrar, legitimar y sostener la experiencia interna
es el primer paso para poder utilizarla como guía para la acción y
transformar las experiencias vividas en aprendizaje.

Si no, la energía se nos va en mantenerla a raya con acciones tan poco


productivas como la amnesia, la disociación, la somatización, o lo que
conocemos como los mecanismos de racionalización o de intelectualización,
los cuales nos ayudan a crear unas narrativas que supuestamente interpretan
nuestras acciones y las dotan de significado pero que, en realidad, están muy
lejos de explicar adecuadamente lo que ocurre). La mente dispone de
mecanismos fantásticos para acudir a rescatarnos y ayudarnos a mantener la
información emocional aislada de la conciencia y, sin embargo, hacernos
creer que la estamos teniendo en cuenta. ¿Recuerdas eso de Vinculación
disfrazada de Defensa?
LECCIÓN 23: EL CEREBRO TRIUNO

¡OJO!: el título de esta lección puede resultar disuasorio para algunas


personas que se sentirán tentadas a pensar que puede resultar tediosa o
incomprensible. DETENTE, no te saltes esta lección NI LAS
SIGUIENTES. Aunque exponen conceptos y teorías asociadas a la
neurobiología del comportamiento, son muy básicas y ayudan a entender
muchas cosas.

Voy a tratar de explicarlo todo de la forma más breve y sencilla posible, tal
y como lo hago en mi propia consulta con los pacientes, para que cualquiera
pueda sentir que entiende los aspectos más importantes de aquello que se
“cuece” a nivel fisiológico cuando experimentamos una emoción y
actuamos en consecuencia.

Iré desarrollando las diferentes cuestiones en tres lecciones separadas y, al


terminarlas, agruparé lo expuesto en una sola narrativa que abarque, integre
y explique todo. Esa será, por tanto, la lección 26.

Esta lección expone una teoría que explica nuestro cerebro como si, en
realidad, fueran tres funcionando como uno solo: tres cerebros en uno.

La teoría de los tres cerebros en uno supone que en nuestra cabeza están
alojados lo que podríamos considerar tres tipos de cerebro que, realmente,
en la práctica, funcionan, o deberían funcionar, como uno solo. ¿Por qué
digo deberían? Como ya hemos visto en lecciones anteriores, una parte
importante de la información que incorporamos cuando vivimos
determinadas experiencias, se queda almacenada fuera de la conciencia, eso
supone que hay estructuras que no están llevando a cabo su trabajo en
equipo, con las demás.

¿Cuáles son esos tres cerebros? El reptiliano, el límbico y el cortical (gris


claro, blanco y gris oscuro en el dibujo)

Esta idea de “cerebro triuno” es un modelo que desarrolló Paul MacLean


allá por 1985 para explicar cómo se organiza el cerebro de los seres
humanos. No podemos considerarla al pie de la letra porque no
funcionamos exactamente como propone, pero la tomamos prestada porque,
didácticamente, resulta muy gráfica y útil para entender lo que nos interesa.

- El reptiliano: se llama así porque es el que compartimos con los reptiles,


pero también se le conoce como Complejo-R. Es el más primitivo de todos.
Está en la base del cráneo y lo componen las siguientes estructuras: los
ganglios basales, el troco del encéfalo y el cerebelo.

Su especialidad son los instintos. Controla las respuestas de lo que se


conoce como Sistema Nervioso Autónomo (cardíacas y respiratorias, por
ejemplo), el movimiento y el equilibrio. Podría llamarse también cerebro
sensoriomotriz.

- El cerebro límbico: se le considera evolutivamente posterior al reptiliano


y, de alguna manera, circunda al anterior. Lo compartimos con los
mamíferos, es el también llamado cerebro emocional. Su tarea
fundamental tiene que ver con la vida afectiva.

Una de las estructuras fundamentales que componen este cerebro es la


amígdala, que es protagonista en muchas historias al hablar de emociones.

Esta amígdala no es la que tenemos en la garganta. Me gusta hacer esta


aclaración desde que una vez, en una conferencia, me preguntaron:
“Entonces yo, como estoy operada de amigdalitis, no puedo hacer todo esto
que me explicas, ¿no?” Caí en la cuenta de que nadie tiene por qué saber, a
priori, que estamos hablando de estructuras diferentes ya que comparten el
mismo nombre que procede del griego y significa almendra. La llaman así
por su forma.

- El cortical o neocórtex: rodea a los dos anteriores y es evolutivamente el


último en desarrollarse. Es el que poseemos los mamíferos más
evolucionados. Se encarga de lo que conocemos como funciones
superiores: razón, pensamiento, lenguaje, abstracción o planificación, por
ejemplo.

Realiza un procesamiento cognitivo de la información.

Cada uno de estos tres cerebros tiene su particular manera de percibir y


entender el mundo. El uno más ocupado de percibir a nivel visceral, el otro
a nivel emocional y el otro a nivel cognitivo. Ya decíamos que estábamos
muy bien diseñados…

Lo deseable es que estos tres cerebros funcionen de forma integrada.


Ningún tipo de información es más importante que otra y, sin embargo, es
conveniente que todos los mensajes que transmiten sean tenidos en cuenta.

Idealmente, toda la información que registramos acaba integrándose en una


estructura que pertenece al sistema límbico y que se llama Tálamo. Desde
ahí, se dirige al córtex prefrontal que es desde donde emitimos las
respuestas. Sin embargo, en determinadas circunstancias, uno de esos
cerebros puede volverse dominante y funcionar de forma completamente
aislada de los otros dos (y del Tálamo). Veremos un ejemplo de esto más
adelante cuando expliquemos cómo funcionamos cuando vivimos un
acontecimiento con alto impacto emocional.
LECCIÓN 24: LA JERARQUÍA POLIVAGAL

Es un concepto que proviene de una teoría desarrollada por Steven Porges en


1995. Explica los condicionantes fisiológicos que subyacen al
comportamiento social del ser humano y su respuesta ante determinados
retos que involucran al miedo. El protagonista de estos condicionantes sería
el nervio vago o neumogástrico. Éste constituye lo que se conoce como el
décimo par craneal.

Los pares craneales son los nervios que salen del cerebro (los demás nacen
en la médula espinal) a través de unos agujeros repartidos por la base del
cráneo. Desde aquí llegan a áreas periféricas como la cabeza, el tórax o el
abdomen. Estos nervios se llaman así porque se cuentan a pares, uno sale del
lado derecho y otro del izquierdo. Se clasifican por el lugar del que parten y
por su función.

El nervio vago parte del bulbo raquídeo y transmite órdenes a los músculos
faríngeos y laríngeos. Envía fibras nerviosas a órganos como el estómago, el
corazón o el páncreas. Es el más largo de los pares craneales, de ahí su
nombre (vagus en latín significa vagabundo).

Controla el sistema parasimpático. Y esto le pone en relación con la


ansiedad y con la percepción de peligro o seguridad.

Los sistemas simpático y parasimpático conforman lo que conocemos


como Sistema Nervioso Autónomo (SNA), el opuesto al Sistema Nervioso
Central (SNC). El autónomo se llama así porque no es posible ejercer un
control consciente sobre las funciones en las que está implicado.

Para resumir podemos decir que el sistema simpático enciende y el


parasimpático apaga. La activación del parasimpático produce, entre otras
cosas, disminución de la frecuencia cardíaca.

Si decimos que el nervio vago controla el parasimpático podemos inferir que


está asociado a “apagarnos” cuando sea necesario. Por eso digo que se le
relaciona con la ansiedad pues es el que se encarga de la recuperación, tras la
activación que genera el simpático, y el que contribuye al ahorro de energía y
al enlentecimiento general de funciones que requieren procesos como, por
ejemplo, la digestión.

Para explicarlo de manera muy sencilla diré que lo que propone Porges es un
modelo general de reacción que compartiríamos los seres humanos ante
situaciones de tensión generadas por otros individuos, y que supondría la
interacción entre simpático y parasimpático donde el nervio vago juega un
papel crucial.

La teoría explica cómo, estar en sintonía con otra persona puede sacarnos de
un estado de desorganización o de miedo. Porges y su colega Sue Carter
llaman al sistema vagal ventral el código del amor neuronal. Precioso, ¿no
es cierto?

La actuación estaría jerarquizada en tres fases:

1. En la primera, se activaría la rama parasimpática ventral de nervio


vago (PSVV) que parece encargarse de apelar a la empatía para poder, algo
así como, negociar. Es lo que se conoce como el Sistema de Conexión
Social.

Pondré un ejemplo que creo que será útil para entenderlo. No sé si habrás
vivido alguna vez la experiencia de sufrir un atraco. Ante agresiones como
esa, a pesar de que parece que lo inmediato sería el salir corriendo o liarse a
puñetazos (si sabes y puedes darlos) no es menos frecuente que nos veamos
pidiendo al atracador que se lleve todo lo que tenemos pero que no nos haga
daño, o que se lo lleve todo “menos este anillo de aquí, que era de mi madre
y es muy especial para mí…”. También buscando la ayuda o la implicación
de terceros. Tiene sentido, ¿verdad? En este caso, estamos intentando
establecer una conexión con el agresor y apelando a su capacidad de
empatizar con nosotros para conseguir salir airosos; u obtener aliados con el
mismo propósito.

Este llamado Subsistema Vagal Ventral es el más reciente y sofisticado


evolutivamente. Cuando la rama PSVV está activada, manda señales al
corazón y a los pulmones reduciendo el ritmo cardíaco y aumentando la
profundidad de la respiración. El resultado es que nos sentimos tranquilos,
relajados y centrados.

En contextos claramente no amenazantes, el Sistema de Conexión Social


controla al simpático, facilita la implicación con el entorno y nos ayuda a
establecer vínculos afectivos.

Pero, en condiciones traumáticas, el predominio de este sistema suele


quedar anulado. El peligro desconecta nuestro sistema de conexión social y
precipita el impulso de moverse y atacar. Nos sentimos desconectados del
otro y menos sensibles a su voz mientras que aumenta la sensibilidad a las
señales amenazantes. En este estado, al menos, nos sentimos vivos y
energizados.

2. Aquí entraría a actuar el sistema simpático (SS). Su activación moviliza


respuesta de ataque o fuga ante una amenaza. La amígdala daría la señal de
alarma y un torrente de sustancias químicas aumentarían la activación
general del organismo.

Evolutivamente, es más primitivo y menos flexible que el anterior.

Continuando con el ejemplo que comentábamos más arriba, la activación del


simpático supondría una segunda fase cuando la estrategia que hemos
empleado de intentar convencer a nuestro asaltante de que no nos haga daño,
no funcionase. Se impondría la necesidad de huir o luchar.

3. En una tercera fase, la rama parasimpática dorsal del nervio Vago


(PSDV) supone la inmovilización total del organismo.

Si las actuaciones anteriores fallasen, ésta sería la última línea defensiva que
podría garantizar la seguridad.

Es el sistema más primitivo de todos y se desencadena a causa de la hipoxia


(disminución de oxígeno en sangre) que se produce tras mantener durante un
cierto tiempo toda la actividad que genera el simpático. Provoca la reducción
del ritmo cardíaco, síntomas digestivos como la diarrea o las náuseas y la
reducción drástica del metabolismo. También la sensación de
entumecimiento general y el síncope.
La conciencia se apaga y nos paralizamos. Esto posibilita que físicamente no
registremos las sensaciones de dolor.

Volviendo al ejemplo, si todo lo anterior fracasa, lo que hace el organismo es


apagarse, congelarse. Es una respuesta muy primitiva y automática que
emplean muchos animales ante el ataque de un depredador. Se conoce como
“muerte fingida”. Es también lo que le puede ocurrir a cualquier ser
humano ante un asalto como el que comentábamos en el ejemplo.

La teoría de Porges implica la idea de que el subsistema vagal ventral fue


evolucionando para que pudiéramos adaptarnos a la complejidad de las
relaciones con los otros. “Cuanto más eficazmente sincroniza este sistema la
actividad de los sistemas simpático y parasimpático, mejor se sincroniza la
fisiología de cada individuo con la del resto de los miembros de la tribu”. B.
van der Kolk, 2014.

Estar sincronizado con las personas que nos rodean es fundamental. Así
es como el ser humano aprende a regular sus emociones. Y, aunque siempre
estamos, de algún modo, en alerta, con nuestro sistema defensivo atento a las
señales, para sentirnos unidos a los otros debemos desconectar esa
vigilancia natural y confiar.

La experimentación traumática acaba con todo esto de la sincronización


con la tribu. Las personas traumatizadas están en alerta permanente, sin
posibilidad de desconexión, bloqueadas; impermeables a nuevas
experiencias y sin opciones para detectar el peligro verdadero.
Bessel van der Kolk nos ofrece los siguientes datos según un estudio
realizado en 1998 para contrastar la relación entre abuso y negligencia
infantil y el riesgo de sufrir experiencias de violencia en la edad adulta. Las
mujeres que de niñas habían sido testigos de malos tratos a sus madres por
parte de sus parejas tenían más probabilidades de ser víctimas de violencia
doméstica y las mujeres que de niñas habían sufrido abuso o negligencia
tenían siete veces más posibilidades de sufrir una violación de adultas.

Muchas personas con historia de trauma buscarán el aislamiento que les hace
sentir seguras, pues el contacto íntimo desencadenará reacciones intensas y
automáticas. Como señala Porges: “Para lograr cualquier tipo de intimidad
profunda, un abrazo intenso, dormir con un amigo o tener sexo, requiere
permitirse a uno mismo experimentar la inmovilización sin miedo”. Como
comentábamos en lecciones anteriores, poder manejarnos por todo el
espectro de conductas que integran la polaridad Aproximación–Defensa sin
que nos disparen los extremos.

¿Cómo plantearse la intervención psicoterapéutica con estas personas e


intentar desbloquear toda una organización defensiva que una vez les
garantizó la supervivencia y les permitió la adaptación al medio?

Una vez más, la respuesta está en la sintonía y en tratar de trabajar siempre


dentro de lo que Daniel Siegel (1999) llama la ventana de tolerancia.
Veámoslo en la siguiente lección.
LECCIÓN 25: LA VENTANA DE TOLERANCIA

El concepto de ventana de tolerancia está relacionado con la teoría polivagal


explicada en la lección anterior.

Se entiende que el ser humano posee un umbral dentro del cual puede
sostener el efecto que produce un estímulo sobre él, y generar una respuesta
óptima ante el reto que supone dicho estímulo. Dicho umbral es lo que se
conoce como ventana de tolerancia.

El estímulo que provoca una determinada respuesta más o menos tolerable


puede ser interno o externo y, dependiendo de las experiencias de cada uno,
ese umbral de tolerancia será mayor o menor. Cada persona tiene una
amplitud habitual dentro del margen de tolerancia que influye en su
capacidad general de procesar información.

La mayoría de las personas que han experimentado vivencias


traumáticas que no han quedado adecuadamente integradas, van a
moverse dentro de un margen de tolerancia estrecho y el rango de
estímulos que le dispararán será muy amplio.

La zona dentro de la cual toleramos la experiencia interna se conoce como


zona óptima de activación fisiológica.

La siguiente imagen nos ayuda a entender e integrar mejor estos conceptos.


La zona óptima de activación fisiológica se relacionaría con el llamado
sistema de conexión social, mientras que la

activación del simpático y la rama dorsal del nervio vago estarían


relacionadas con lo que llamamos hiperactivación e hipoactivación: la
activación del simpático puede sacarnos de esa zona óptima y generar una
respuesta global de hiperactivación que nos preparará para la lucha o la
huida. Y el fallo en la actuación tras esa hiperactivación, nos llevará a la
inmovilización típica de la hipoactivación posterior.

Como hemos comentado, las personas que han sufrido experiencias


traumáticas tendrán un umbral de tolerancia estrecho y responderán ante la
amenaza de peligro hiperactivándose o hipoactivándose. Estos extremos
pueden ser adaptativos al enfrentar situaciones estresantes, pero se vuelven
desadaptativos cuando se utilizan en contextos que no revisten ninguna
amenaza.
En esta zona de activación óptima se mantiene el funcionamiento cortical,
lo que supone un prerrequisito para integrar la información a los niveles
cognitivo, emocional y sensoriomotriz. Se mantiene la posibilidad de pensar
sobre lo que está ocurriendo y cómo lo estamos viviendo. Se mantiene la
Mentalización.

En psicoterapia , es crucial que averigüemos el modo habitual de respuesta


de nuestros pacientes. Todos tenemos una manera característica de enfrentar
los retos del día a día y podemos asociarla claramente con usos que sugieren
híper o hipo activación. Hay que prestar atención a los diferentes síntomas y
modos de afrontamiento que el paciente nos relata y aprender a relacionarlos
con un estilo u otro. Síntomas característicos y fáciles de relacionar con la
hiperactivación serán, por nombrar algunos, la ansiedad en general, los
ataques de pánico, el insomnio crónico, las taquicardias, los tics, la
hiperactividad o los atracones. Los asociados a la hipoactivación serán los
síncopes vasovagales, la anhedonia, la hipersomnia, la desconexión con las
sensaciones corporales, la anestesia ante el dolor, etcétera. Al procesar los
recuerdos más perturbadores de nuestros pacientes, éstos tenderán a
desencadenar (de forma inconsciente) el modo defensivo con el que
habitualmente se protegen.

Es decir, si el paciente suele experimentar ansiedad, incremento del ritmo


cardíaco y ataques de pánico, cuando trabajemos en terapia con algún
recuerdo perturbador, será eso lo que experimentará. En principio, es lo
normal e incluso lo deseable. Pero tenemos que asegurarnos de que la
sensación de desbordamiento e intolerancia vaya disminuyendo. Es el primer
paso para poder ir integrando lo ocurrido: que se pueda tolerar la experiencia
interna que produce.
Dentro del margen de tolerancia se pueden procesar distintas
intensidades de activación emocional y fisiológica sin alterar el
funcionamiento del sistema.

Recomiendo que, tras una exhaustiva evaluación, comencemos la


intervención propiamente dicha trabajando en aumentar la ventana de
tolerancia.
LECCIÓN 26: LA RESPUESTA FISIOLÓGICA
EN CONDICIONES ÓPTIMAS

Al principio de la lección 23 dije que es importante que sepamos lo que


ocurre en nuestra fisiología mientras estamos viviendo acontecimientos
estresantes que son susceptibles de convertirse en traumáticos. En esta
lección, abordaremos una narrativa globalizadora que resulte
esclarecedora y convincente.

Pretendo recoger lo visto hasta ahora e incluir algún dato más. Esta forma
de explicar que expongo es la que utilizo tanto en clase como en la consulta.
Deseo que resulte comprensible para todos.

Antes de empezar, una aclaración: el desarrollo de las neurociencias nos ha


permitido desentrañar los misterios de la respuesta fisiológica a cada
situación que vivimos y conocer las claves para regularla óptimamente. Los
datos y teorías son muchos. He rescatado lo que me parece más importante
para una mínima comprensión eficaz de los procesos involucrados y para
mostrar cómo se condiciona la intervención clínica en base a ellos. Para
profundizar, los lectores interesados deberán consultar la extensa
bibliografía de que disponemos. Al final del libro incorporo una muestra.

Vayamos a la tarea.

Me gusta explicarles este tema a mis pacientes haciendo un sencillo dibujo


partiendo de un monigote como este:
La idea es que, en el dibujo, queden representados los cinco sentidos: vista,
olfato, oído, gusto y tacto. A través de los cinco sentidos podemos ir
incorporando el mundo que nos rodea.

Veamos lo que sucede a nivel fisiológico en condiciones óptimas.


Después lo compararemos con lo que ocurre durante un evento
traumático:

- En condiciones óptimas , cuando cualquier estímulo sensorial (con


excepción de los olfativos) entra en una persona, la primera escala que
realiza en el cerebro es en el tálamo. Éste, como muchas otras estructuras
cerebrales, es bilateral. Además, se encuentra interconectado con otras
estructuras del sistema límbico, así como con la corteza prefrontal, los
ganglios basales, la corteza somatosensorial, las áreas de asociación, la
corteza auditiva, la visual, el córtex motor, el cerebelo y el tronco del
encéfalo. El tálamo es, por tanto, un centro de transmisión ascendente y
descendente. Su capacidad para sincronizar las diversas agrupaciones
neuronales existentes a lo largo del todo el cerebro (cada una oscilando en
su propia frecuencia) y de determinar la formación de combinaciones
coherentes de redes neuronales, lo convierte en la piedra angular de la
integración de la información. Gerald Edelman, premio Nobel de Medicina
en 1972, decía del tálamo que es el “cocinero del cerebro” y mezcla toda
la información de nuestras percepciones para preparar una “sopa
autobiográfica” muy homogénea, una experiencia integrada y coherente de
“esto que me está pasando”.

Una vez recibida la información del exterior, lo que creíamos hace años era
que el paso siguiente del tálamo consistía en enviarla a la corteza
correspondiente para ser analizada. Pero, Joseph LeDoux, un
neurocientífico norteamericano de la Universidad de Nueva York, descubrió
(1986, 1992, 1994) que la información que salía del tálamo, en realidad,
seguía dos vías, y mientras que una, efectivamente, iba a la corteza, otra,
secundaria y más corta, se apresuraba hacia la amígdala. Este
descubrimiento transformó la manera de entender el camino seguido por las
emociones en el cerebro pues ahora sabemos que la amígdala dota de
significado afectivo a los distintos estímulos. Si se interrumpen las
conexiones entre ella y el resto del cerebro, el individuo al que le ocurre
tal cosa se convierte en un verdadero inepto para descifrar el
significado emocional de los acontecimientos que vive.

Voy a repetir esto último: la interrupción de la conexión entre amígdala y


tálamo nos convierte en analfabetos emocionales. Lo hago porque es
CRUCIAL para entender lo que ocurre con las experiencias traumáticas.
Volveremos sobre ello un poco más adelante.
La amígdala es una estructura compleja, con forma de almendra. Supone
una pieza clave en cuestiones emocionales. En realidad, existen dos
amígdalas que constituyen un conjunto de estructuras interconectadas. Se
hallan encima del tallo encefálico. La amígdala pertenece al sistema
límbico, a lo que conocemos como “cerebro emocional”. Es “el punto
central de confluencia en el que toda la información procedente de los
sentidos es unida y dotada de significado emocional”, (U. Bergman, 2011).
Tiene, además, capacidad de memoria, aprendizaje y respuesta por sí
misma.

El atajo que supone la comunicación tálamo-amígdala y la capacidad de la


amígdala para responder rápidamente ante determinados estímulos, tuvieron
que ser importantísimos evolutivamente. Responder en cuestión de
milisegundos, seguramente permitió ventajas “vitales” al reaccionar ante
situaciones peligrosas. Pero juega también muy malas pasadas a los seres
humanos produciendo lo que se conoce como auténticos “secuestros
emocionales”.

Las investigaciones de LeDoux explican la manera en la que la


amígdala asume el control cuando el cerebro pensante todavía no ha
podido tomar ninguna decisión . LeDoux llama a estas confusiones
emocionales emociones precognitivas. Es decir, reacciones basadas en
impulsos neuronales fragmentarios. Supone, fundamentalmente,
información sensorial que la amígdala no se molesta en contrastar, ella saca
una conclusión apresurada y actúa en consecuencia. La información no pasa
por la corteza, no es pensada, mentalizada. Y al tener la amígdala capacidad
para responder por sí misma, ocurre que actuamos precipitadamente,
secuestrados. Por eso, ante estos acontecimientos que todos identificamos,
la cultura suele proponernos aquello de “cuenta hasta 100” antes de decir
eso que primero nos viene a la mente, hacer esa llamada, tomar esa
decisión, seguir un impulso. Así, le damos tiempo a la corteza a ayudarnos
a decidir más adaptativamente.

Por otro lado, la amígdala juega un rol muy importante en la generación de


respuestas endocrinas. Por exponerlo de manera sencilla y resumida,
cuando detecta peligro, manda las señales pertinentes a las estructuras
involucradas en la respuesta de estrés responsables de la liberación de
potentes hormonas como el cortisol o la adrenalina que aumentan el ritmo
cardíaco, la presión sanguínea y el ritmo de la respiración. Ésto nos prepara
para la huida o la lucha. No en vano, Van der Kolk compara la amígdala con
un detector de humo.

El cerebro utiliza un método muy ingenioso para registrar con especial


intensidad los recuerdos emocionales ya que emplea los mismos
neuroquímicos que preparan al cuerpo para responder ante un peligro para
grabar dichos recuerdos vívidamente en la memoria . De esta manera, la
amígdala resulta estar muy bien informada como receptora de las señales
que emiten las hormonas implicadas en la respuesta de estrés y, así, la
activación de la amígdala, parece provocar una intensificación
emocional que profundiza la grabación del recuerdo de las situaciones
vividas.

Cuanto más intensa es la activación de la amígdala, más profunda es la


impronta y más indeleble la huella que dejan las experiencias que nos
han asustado o emocionado.
El problema de este sistema de alarma neuronal comandado por la amígdala
es que funciona por el método asociativo y equipara cualquier situación
presente con otra pasada en cuanto comparten unos pocos rasgos similares.
Por eso reaccionamos ante situaciones actuales con modos y maneras
pasados que son obsoletos y poco adaptativos . Son respuestas muy
toscas porque las células implicadas solo permiten un procesamiento rápido
pero impreciso.

Ahora, volvamos a centrarnos en cómo respondemos ante un estímulo que


produce activación emocional y qué ocurre en el interior de nuestro
organismo.

Pongamos como ejemplo un estímulo visual, por ejemplo, una serpiente.


Al ingresar en el cerebro, hemos dicho que su primera parada será en el
tálamo. Después, llegará a la amígdala y algo más tarde, a la corteza
correspondiente (corteza occipital en este caso) y al resto de estructuras
corticales y subcorticales. En condiciones óptimas, las diferentes
estructuras implicadas harán sus análisis correspondientes y enviarán sus
resultados de nuevo al tálamo para proceder a su integración. Toda la
información acabará en el córtex prefrontal que será el encargado de emitir
una respuesta. Si se han dado las condiciones óptimas, el córtex prefrontal
dispondrá de una cantidad de información tanto emocional como cognitiva
y sensoriomotriz que le permitirá emitir la respuesta más adaptativa posible.
Una maquinaria perfecta funcionando a todo rendimiento.

Esto quedaría representado más o menos así:


LECCIÓN 27: LA RESPUESTA FISIOLÓGICA
EN CONDICIONES TRAUMÁTICAS

¿Qué ocurre cuando las condiciones no son las óptimas?

Comenzaré exponiendo literalmente la definición de Pierre Janet de


trauma psíquico: “… es el resultado de la exposición a un acontecimiento
estresante inevitable que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la
persona. Cuando las personas se sienten sobrepasadas por sus emociones, los
recuerdos no pueden transformarse en experiencias narrativas neutras. El
terror se convierte en una fobia al recuerdo que impide la integración
(síntesis) del acontecimiento traumático y fragmenta los recuerdos
traumáticos apartándolos de la consciencia ordinaria, dejándolos organizados
en percepciones visuales, preocupaciones somáticas y reactuaciones
conductuales…” Esta definición data de 1919. ¡Más de 100 años ya y sigue
absolutamente vigente!

Veamos cómo las neurociencias han venido a confirmar lo que Janet


intuyó que les ocurría a sus pacientes a partir de su trabajo con ellas.

Ante cualquier estímulo que venga de fuera, hemos dicho que el tálamo es la
primera estructura cerebral que se da por enterada. La amígdala será la
siguiente en reaccionar. Las neurociencias nos han permitido saber que,
cuando el acontecimiento supone un alto impacto emocional la amígdala se
sobreexcita (“hiperarousal amigdaloideo” lo llamó LeDoux) produciendo,
entre otras muchas cosas, un corte en la comunicación ascendente entre
amígdala y tálamo.

Las estructuras que funcionan como moduladoras de la respuesta de la


amígdala (lóbulos prefrontales, en concreto la corteza prefrontal medial)
fallan en su tarea de “apagar” la sobreexcitación. El manejo efectivo del
estrés depende del equilibrio entre la alerta de la amígdala y la
capacidad de la corteza prefrontal de graduar su alteración .

En consecuencia, en la experimentación traumática, se instalan el


bloqueo y la fragmentación. La información emocional relativa al suceso
quedará fuera de los circuitos “normales” de funcionamiento. Al no
poder ser devuelta al tálamo, éste enviará al córtex prefrontal solo
información procedente de la corteza correspondiente generando
creencias y explicaciones que solo pueden ser erróneas por incompletas e
incoherentes con lo que realmente se está experimentando.

Ya decíamos que el corte de comunicaciones amígdala-tálamo nos hacía poco


conscientes de nuestras emociones. No obstante, aunque la información de
carácter emocional y sensoriomotriz queda aislada de la corteza, utilizará
otras vías alternativas de expresión a través de las estructuras relacionadas
con el Sistema Nervioso Autónomo. El caso es poder expresarse de alguna
manera. Esto nos suena ya y nos explica las somatizaciones.

Además, mientras el trauma no se resuelva, las hormonas del estrés que el


cuerpo secreta para protegerse siguen circulando y los movimientos
defensivos y las respuestas emocionales se siguen reproduciendo.
En resumen, cuando se viven situaciones de alto impacto emocional, una
parte importante de la información respecto al acontecimiento queda
aislada, fuera de la consciencia, debido, fundamentalmente a la
hiperexcitación de la amígdala y al fallo en los mecanismos de reducción
natural de esa excitación.

Por eso afirma Van del Kolk que todos los traumas son preverbales. Al no
poderse “cocinar” en el tálamo toda la información, al quedarse
desconectados sistema límbico y corteza, no hay explicación que “mezcle” lo
que aportan ambas vías y no hay palabras para emociones y sensaciones.
Esto es lo que conocemos como Alexitimia (a: sin; lexo: palabras; timos:
afecto, emociones). El término lo acuñó Peter Sifneos en 1973.

Además, se ha podido comprobar a través de neuroimagen, que el área de


Broca (que es la que se ocupa del lenguaje) se desconecta cuando se
desencadenan los flashbacks. Lo cual incide en la necesidad de ayudar a la
víctima a crear la necesaria narrativa del acontecimiento traumático.

La sintonía del cuidador juega un papel crucial en la reducción natural de la


excitación y el logro de una narrativa de lo ocurrido que sea coherente,
completa e integradora. La sintonía del cuidador permitirá que se lleven a
cabo las tres grandes tareas que consiguen disminuir el arousal amigdaloideo
del que hablábamos: hablar de ello, pensar en ello y soñar con ello.

LeDoux ha estudiado el papel de la amígdala en la infancia y ha llegado a la


conclusión de que los encuentros y desencuentros entre el niño y sus
cuidadores constituyen un auténtico aprendizaje emocional . Como una
parte muy importante de estas lecciones emocionales se impartieron en
momentos en los que el niño carecía de palabras, cuando se reactivan los
recuerdos en la vida adulta no existen pensamientos acerca de cuál es la
respuesta más apropiada y abundan los automatismos. Los recuerdos se han
almacenado en forma de memoria somatosensorial y son, como ya
decíamos, el principal alimento de la memoria implícita.

Si la experiencia vivida no se narra, nuca adquirirá significado. Para poner


palabras hace falta ser traducidos e instados a explicarse.

La alexitimia es otra de las características de la vivencia traumática. No hay


palabras que describan lo que se ha sentido. M. Feldenkrais dice: “ no
puedes hacer lo que quieres hasta que sabes lo que estás haciendo” .
Cuando perdemos la guía de nuestras señales internas nos vemos avocados a
repetir automáticamente las mismas respuestas ante estímulos similares, a dar
las mismas explicaciones ilimitadas e incoherentes con nuestra experiencia
interna y a sufrir la protesta de nuestro cuerpo que interpretamos como
traición y condena.
LECCIÓN 28: Resumen 3. EL CEREBRO Y LA
RESPUESTA NEUROFISIOLÓGICA

Vamos a compendiar lo tratado en las últimas ocho lecciones:

1. ¿De qué hablamos cuándo nos referimos a intolerancia a la experiencia


interna? Del hecho de que nos resulte casi imposible sostener las
emociones y sensaciones que una vez disociamos y que están relacionadas
con acontecimientos del pasado que preferimos no evocar. De la barrera que
ponemos ante la información que nos viene del sistema psicobiológico de
Defensa que, como decía, no se cansa de intentar que miremos lo que nos
pasa y le demos voz. Como lo asociamos a algo peligroso, tratamos de
silenciarlo y mantenerlo disociado.

2. ¿Qué aportan teorías como la del cerebro triuno o la polivagal?


Modelos de comprensión de la respuesta neurofisiológica ante el peligro.

3. ¿Qué es eso de ventana de tolerancia? El umbral que representa nuestra


capacidad para responder óptimamente, sin desbordarnos ni perder
mentalización (ni conexión con emoción y sensación) ante algún reto que se
nos presenta.

4. ¿Y la amígdala? Es una estructura que pertenece al sistema límbico y


que juega un papel fundamental en la elaboración de la respuesta
emocional.
5. ¿Por qué se le llama al tálamo el “cocinero del cerebro”? Porque es el
que mezcla e integra la información que proviene de diferentes estructuras
cerebrales propiciando que la respuesta que finalmente se organiza sea la
más adaptativa.

6. ¿Cómo se explican las somatizaciones desde el modelo de Joseph


LeDoux? Por el bloqueo de comunicación entre amígdala y tálamo debido
al híperarousal amigdaloideo. La información queda bloqueada a nivel de
sistema límbico y se expresa a través de vías que controla el sistema
nervioso autónomo.

7. ¿Qué es la Alexitimia? No tener palabras para expresar nuestra


experiencia emocional.
LECCIÓN 29: EXPERIENCIA VITAL ÓPTIMA
VERSUS EXPERIENCIA VITAL
TRAUMÁTICA

Ya sabemos qué ocurre en nuestra fisiología cuando vivimos cada uno de


estos tipos de experiencia, pero ¿cómo se expresarían conductualmente?
¿Qué supondrían, en ambos casos, en lo que se refiere a las conductas de las
figuras responsables de contribuir a que la información que se “cuece” en la
olla de la interacción se procese adecuadamente o no?

Vamos a verlo paso por paso y con un ejemplo sencillo:

- Características de la experiencia vital “óptima”.

Imaginemos a cualquier “cachorrito” de humano expuesto a los avatares del


día a día. Por ejemplo, a éste:
El mundo “ingresa” en él a través de sus sentidos, como ya hemos visto, y
lo hace en forma de inputs sensoriales. En consecuencia, generará una serie
de reacciones en su interior que llamaremos a partir de ahora experiencia
interna. Esta experiencia interna provocará, asimismo, una respuesta en
forma de emociones, sensaciones corporales, cogniciones y conductas.
Estos cuatro son los elementos comunes a toda experiencia.

En el mejor de los casos (lo que supone que las figuras de apego emiten una
respuesta contingente basada en la sintonía con las necesidades del infante
y en la adecuada traducción de sus reacciones) el niño, con su experiencia
interna traducida adecuadamente y con la heterorregulación apropiada por
parte de sus figuras vinculares, podrá incorporar dicha experiencia en forma
de recuerdos integrados, los cuales almacenará en su memoria para que le
sirvan de aprendizaje en futuras interacciones. Esto, a su vez, generará la
posibilidad de desarrollar una narrativa de lo sucedido que resultará
completa, eficaz e integradora. Hasta aquí, resumido, lo que ya hemos visto
en lecciones anteriores.

Quedaría esquematizado más o menos así:


- Características de la experiencia vital traumática

Imaginemos a ese mismo cachorrito expuesto a un evento traumático:

- Aquel que suponga un importante impacto emocional y que no cuente con


la respuesta contingente y en sintonía con sus necesidades por parte de sus
cuidadores que dejarán sin traducir su experiencia interna.

- Aquel que le lleve a no poder regular su respuesta emocional y a generar


creencias erróneas sobre sí mismo y el mundo que le rodea.

- Aquel que provoque que almacene los recuerdos de forma desintegrada


porque el elevado arousal que los acompaña los mantiene en estado
excitatorio (y a él en constante alerta).
- Ese que lleve aparejada una respuesta corporal que se quedará asociada a
la emoción para incorporarse en forma de memoria implícita y constituir un
automatismo a la hora de responder en nuevas ocasiones ante estímulos que
contengan similitudes con el original.

- Ese que, por último, le lleve a actuar con conductas inadecuadas por poco
adaptativas.

Desde aquí, la narrativa que se organiza es:

- Incompleta: excluye una importante cantidad de experiencia interna que,


al haber quedado sin traducir no se puede incorporar a la narrativa
consciente,

- desintegrada: pues se obtiene una para cada uno de los elementos de la


experiencia,

- totalmente incoherente con lo realmente vivido y, en consecuencia,

- muy poco eficaz, muy poco adaptativa.

Es decir, algo así:


LECCIÓN 30: EJEMPLO

Vamos a verlo con un sencillo ejemplo. Este ejemplo lo utilizo siempre en


clase y en consulta, pues me parece simple y muy gráfico. Espero que
ilustre adecuadamente:

Imaginemos a un pequeñín de unos cuatro años que va de la mano de su


mamá por una calle cualquiera de su ciudad. Si es una calle conocida que
suele transitar, estará menos estresado que si no lo es, pues encontrará
menos estímulos novedosos. Supongámosle caminando por su calle a una
hora habitual en un paseo cotidiano. Está contento y tranquilo, y sale
relajado de la mano de mamá, con quien va conversando alegremente y a
quien va haciendo mil preguntas, propias de su natural curiosidad, que son
satisfactoriamente contestadas. De pronto observa, al levantar su carita del
suelo, que, de frente, se acerca una señora con un enorme perro a su lado. El
niño no está acostumbrado a los perros. En su familia no tienen ninguno. Y,
además, éste es enorme. Su reacción automática ante la observación del
estímulo “perrazo enorme” es la de sentir miedo, notar aceleración de las
pulsaciones y rigidez corporal, pensar que se le va a echar encima un
animal amenazador y, por lo tanto, que está en peligro, y apretar la mano de
mamá con fuerza mientras se para en seco.

Según lo que ya venimos sosteniendo, lo que marca la diferencia y nos


obliga a poner el apellido traumático a determinados acontecimientos,
tiene todo que ver con la respuesta del cuidador. Si éste sintoniza con las
necesidades del chiquitín y le sabe traducir, podrá darse cuenta de lo que
está pasando en él y reaccionará de la siguiente manera. Dirá, con una voz
dulce y tranquilizadora, mientras se para y se agacha para ponerse a la
altura del chiquitín mirándole con su mirada más legitimadora, comprensiva
y empática: Hijito, estás asustado. Has visto ese perro grandote y te ha
entrado miedo. Es normal cariño. Yo también me habría asustado si fuera
tú porque es la primera vez que ves un perro tan grande y parece peligroso.
Tranquilo, mi vid,a que estás con mamá y no te va a pasar nada. Además, el
perro está con su correa y su dueña le sujeta…

Mientras tanto, la dueña del perro, que ha visto al niño y se ha dado cuenta
de lo que pasa, se acerca diciendo que por favor no se asuste, que el perro
es grande pero que es muy bueno, que le encantan los niños y que no va a
hacerle nada, que es un cachorro ahí donde le ven tan grande y que solo
quiere jugar. Y, al llegar a la altura de la mamá y el chiquitín, se para. La
mamá la mira con mirada cómplice y la dueña del perro se tranquiliza y
espera. Mamá le dice al cachorrillo: Mira, si es muy bueno. No hace nada,
verás. Mamá lo toca. Es muy suave. ¿Ves? Le gusta que le acaricie. Como a
ti.

Juanito (en los ejemplos el niño siempre se llama Juanito) se va relajando.


Al sentirse comprendido y traducido, puede aflojarse y emplear la energía
en entender lo que le está explicando su mamá. Le gusta escuchar la voz
serena de su madre, le da seguridad. Se siente protegido y va cambiando su
miedo por una curiosidad innata por acercarse a conocer cómo será eso de
tocar a un animal así y jugar con él…
El final de esta historia ya lo conocemos. Es un final de “amor y lujo” en el
que el cachorro de humano se lo termina pasando pipa con el perro y el
animal el que acaba huyendo…

Cuando Juanito llegue a casa y le tenga que contar la experiencia a papá,


sabrá hacerlo adecuadamente porque habrá venido todo el camino de vuelta
narrándolo con mamá a quien le interesa mucho que el niño haga consciente
todo lo vivido e incorpore un esquema de funcionamiento como ese que
acaba de vivir ante los acontecimientos estresantes. Un esquema que le
permita desarrollar las ideas oportunas sobre sí mismo y sobre el mundo
que le rodea y que le lleve a poder confiar en los adultos como las personas
adecuadas con quien llevar a cabo todo el trabajo hasta lograr convertir la
experiencia en aprendizaje.

¡Ay! ¡Si esto pudiera ser siempre así!

La realidad, sin embargo, suele ser otra bien distinta. En la realidad, la


mamá, el papá o el cuidador, responden de una manera muy diferente.

Veamos algunos ejemplos. Te parecerá que exagero, pero lo cierto es que


incluso me voy a cortar…. En fin, veremos reacciones como:

- la de darse cuenta de lo que vive el niño pero haciendo caso omiso,


tirando de él como si la reacción que está teniendo no fuese la normal (así
lo interpretará el niño, claro, que acabará pensándose como alguien
inseguro, poco capaz y cobarde; considerando a los perros animales del
demonio y a los adultos seres bastante poco confiables) y obligándole
caminar al lado del perro haciendo gestos ostentosos de ridiculización de su
conducta, llegando incluso a verbalizar algo como: Vamos, hombre, no me
digas que tienes miedo, pero si no es más que un perro. ¡Este crío es un
miedica! (con lo que se garantiza su sensación de superioridad y la
dependencia del niño).

- Puede que el cuidador responda asustándose más que el propio cachorrito


y viendo, por tanto, solo su propio miedo, en cuyo caso tirará del niño para
cruzar de acera mientras despotrica de los perros, los dueños de los perros,
del alcalde de la ciudad y del sursuncorda… Pocas cosas son menos
favorecedoras cuando se trata de integrar una experiencia vivida que sumar,
al propio miedo, el miedo del cuidador, del que el niño no puede, de
ninguna manera, hacerse cargo. Y, sin embargo, tendrá que hacerlo.

- También puede pasar que el cuidador sea tan sádico que, al ver la reacción
del niño, le suelte de la mano con cara de asco, y profiriendo insultos le
obligue a pasar solo y bien cerca del perro. El niño berreará, negándose e
intentando agarrarse a su cuidador que no le dejará. El perro ladrará, la
gente se quedará mirando y el cuidador agarrará de malos modos al niño, le
dará una colleja e insultándole y profiriendo gritos contra él y toda la
familia del otro progenitor, se alejará ostentosamente orgulloso de su forma
de educar al niño, pues es bien sabido que necesitan más mano dura de la
que hoy en día se emplea…

Estas son solo algunas de las posibilidades que evidencian que toda vez que
la respuesta del cuidador no se acompasa, a través de la sintonía emocional,
con las necesidades del niño, es decir, cuando no es contingente,
encontraremos el campo preparado para que la experiencia que se viva
necesite de la disociación de una parte del material que ha tomado partido
en ella. De esta manera, los recuerdos asociados a dicha experiencia se
almacenarán de forma desintegrada, colaborando a la generación de unas
creencias totalmente erróneas y a una narrativa muy poco eficaz. El sueño
REM tratará de hacer su trabajo, pero no será posible debido al alto nivel de
excitación que ha quedado, de forma residual, asociado al evento,
produciendo, eso sí, pesadillas que podrán estar presentes durante años.

¿Cómo si no va a garantizarse el niño que no entra en contacto con la


realidad de lo que ha vivido? Ha sido testigo de la incapacidad de su
cuidador para empatizar con él; de que no diera crédito y valor a sus
reacciones; de protegerle, cuidarle, quererle, respetarle y atenderle; de
ayudarle a regularse; de responder adecuadamente en función de su rol…
Como no paramos de afirmar, el niño pondría gravemente en peligro la
vinculación si atendiese a esta información. Hay que silenciarla, apartarla,
no atenderla. Mejor pensar que el inútil, no válido, poco capaz,
desregulado, torpe… es él.
LECCIÓN 31: LA MENTE AL RESCATE

Según todo lo visto hasta ahora, podemos afirmar que nuestras


capacidades cognitivas pueden ser un arma de doble filo. Nos
proporcionan formas de afrontamiento en nuestro día a día que resultan no
solo útiles, sino absolutamente imprescindibles para sentirnos adaptados y
controlando mínimamente las exigencias externas, pero, a la vez,
pervierten, de alguna manera, la relación que tenemos con nosotros mismos
y con el mundo. Impregnan de ideas, no siempre acertadas, cada interacción
y crean falsas narrativas sobre quiénes somos y por qué estamos como
estamos.

Cuando vivimos una experiencia de naturaleza tal que parece tener todas las
papeletas para acabar silenciada y disociada, la mente es la herramienta más
eficaz (por no decir la única) de la que disponemos para afrontar lo que
ocurre. Tanto si vamos por el “buen camino” y podemos compartirla y
hablar de lo ocurrido con figuras de referencia y pensar y soñar con ello
(haciendo lo que se conoce como heterorregulación o regulación en
relación con los otros), como si debemos apañárnoslas solos y
autorregularnos a través de la disociación. Por eso comentaba lo del arma
de doble filo. Puede llevarnos al más alto grado de conexión con nuestra
experiencia interna (con plena consciencia de lo que sentimos y notamos) o
al más alto grado de desconexión. Estas dos manifestaciones constituyen los
extremos de otra importante polaridad que hay que tener muy presente:
MENTALIZACIÓN versus SOMATIZACIÓN

La mente es maravillosa pero no todopoderosa. Dotar de contenido


cognitivo aquello que experimentamos en forma de emociones o
sensaciones es útil y necesario, y es (a grandes rasgos) lo que conocemos
como Mentalización (o función reflexiva). Pero ojo, resulta un proceso de
doble dirección: supone pensar sobre lo que sentimos, pero también sentir
sobre lo que pensamos. Es decir, aunque la palabra empiece por “mente”,
no supone la utilización solo de procesos cognitivos. La Mentalización está
cargada de emocionalidad.
LECCIÓN 32: LA MENTALIZACIÓN

Quiero hacer una advertencia antes de explicar esta lección y la siguiente:


puede que pienses que este concepto no es demasiado importante y tengas la
tentación de pasar de largo directamente a la lección 34, que es muy atractiva
porque habla del apego. No lo hagas, por favor; el concepto de
Mentalización es clave para entendernos a nosotros mismos y a los
demás . Dedícale el tiempo y la energía que merece porque va a repercutir en
tu beneficio, seguro. Hazme caso y ya me dirás si tenía razón.

Es un concepto más complejo de lo que parece a simple vista, pero una vez
que se comprenden algunos aspectos clave resulta fácil manejarlo.

Como hemos venido diciendo, simplificando mucho, mentalizar supone:

- Poner mente a los afectos . A los propios y los ajenos.

- Pensar sobre lo que se siente y sentir sobre lo que se piensa.

- Hacer consciencia sobre la experiencia interna de cada uno.

- Echar mano de los recursos cognitivos de que disponemos y ponerlos al


servicio de utilizar toda la información proveniente del exterior y del interior
para afrontar óptimamente las diferentes tareas adaptativas. Recordemos:
TODA LA INFORMACIÓN. Toda.
Aunque hablemos de mentalizar, no estamos hablando solo de utilizar
procesos y habilidades cognitivas excluyendo el mundo relacionado con
emociones y sensaciones.

El de Mentalización es un concepto acuñado inicialmente por Pierre Marty


en los años 60. Pero el desarrollo del mismo, asociado a la comprensión de
los problemas que generan las dificultades en las relaciones de apego, se lo
debemos a autores como Peter Fonagy, Anthony Bateman o Margaret Target.

Voy a explicar los aspectos más importantes del concepto de forma breve y
sencilla para que todos podamos entenderlo, animando al que tenga mayor
interés en profundizar en ello a que acuda a la extensa bibliografía
disponible.

El término está vinculado también a lo que conocemos como teoría de la


mente. Ésta supone la consideración de que, a través de unas neuronas
llamadas espejo, cada uno de nosotros va cayendo en la cuenta, al entrar en
interacción con la mente de otro, de que dispone de mente propia y de que
ésta es distinta a la de cualquiera y sustenta sus propios estados
emocionales y perspectivas intelectuales . El conjunto de creencias,
emociones, anhelos, expectativas, etcétera que organiza cada uno en torno a
lo que le ocurre, es lo que se conoce como Estados Mentales.

Una de las cuestiones más relevantes relacionadas con esto de los estados
mentales es llegar a entender que la realidad, tal y como cada uno la vivimos,
experimentamos y entendemos es solo una representación personal, que
depende, en gran medida, de esos estados emocionales.
Me dirás que esto, o algo muy parecido, ya lo sostiene la filosofía desde hace
siglos, y así es. En mi opinión, hay una inspiración grande en la filosofía para
el desarrollo de esta teoría y su extrapolación al ámbito psicoterapéutico.
Kant afirmaba que nuestra mente construye el conocimiento a partir de los
datos de la experiencia. Que la mente ordena estos datos (emociones,
sensaciones, pensamientos, etcétera) y genera esquemas o reglas que,
lógicamente, son responsabilidad de la mente, no la realidad en sí misma. Así
pues, la realidad la construimos nosotros (el constructivismo desarrolla
esta idea) y lo que conocemos viene determinado por el cómo se produce ese
conocimiento (las circunstancias externas y, desde luego, internas).

Aquí el lenguaje es clave, pues las realidades se organizan y mantienen a


través de las historias ya que el ser humano necesita narrarse para dar
significado a lo que vive (esto ya lo hemos comentado en lecciones
anteriores y volveremos sobre ello más adelante)

En la actualidad, tres disciplinas trabajan, nutriéndonos de información


imprescindible, para que podamos mantener afirmaciones como las que
estamos haciendo y alguna más que vamos a hacer:

1. Las Neurociencias: que estudia cómo sustenta el cerebro dichos procesos.


Hemos visto ya sus aportaciones para explicar la neurofisiología de algunos
procesos clave en el trauma, como el de disociación.

2. La Psicopatología del desarrollo: que explica el impacto de las


experiencias sobre el desarrollo de la mente/cerebro.
3. Y la Neurobiología interpersonal: que estudia cómo influye el
comportamiento de una persona sobre el cerebro/mente de otra

De este modo, yendo más allá, mentalizar permite interpretar el


comportamiento propio y ajeno en función de la atribución de estados
mentales. Esto facilita la posibilidad de hacer inferencias sobre lo que debe
estar sintiendo y pensando el otro. Con ello, lo que se entiende, además, es
que lo que se actúa no siempre se corresponde con lo que realmente se está
sintiendo o deseando. Mentalizar ayuda, entonces, a ver a los demás como
agentes intencionales, es decir, con intereses propios - experimentando y
actuando, pues, según esos intereses.

Para todo este trabajo hace falta, como ya estarás suponiendo, imaginar. Lo
que sospechamos que el otro debe estar sintiendo o pensando supone una
actividad imaginativa que nos permite interpretar el comportamiento de los
otros.

Parece, entonces, que desde muy temprano, los seres humanos vamos
percatándonos de las intenciones de los demás a la hora de actuar pudiendo
distinguir entre la acción y objetivo de la misma (aunque éste no se haya
explicitado).

Es por eso que decimos que a los niños resulta muy difícil engañarles, pues
captan las intenciones del adulto en sus interacciones y aunque les digamos
que esto lo estamos haciendo por su bien, ellos se dan cuenta de que a lo
mejor no es exactamente así y que más bien puede que sea por el nuestro. La
compleja mezcla de reacciones que configuran el estado mental concreto
asociado a esa acción nuestra supone advertir de alguna manera el engaño.
Ahí están las emociones llamadas negativas (las que forman parte del sistema
psicobiológico de la defensa) para aportar información certera.

Mentalizar resulta una clara ventaja adaptativa pues facilita la interacción


con los otros al permitir: entender su comportamiento, predecirlo, anticipar
cómo van a influir nuestros actos sobre ellos, mejorar la comunicación,
autorregular, y, en definitiva, tomar las decisiones más ventajosas en las
relaciones. Como decíamos, nos permite regular satisfactoriamente los
conflictos. Cuando se distinguen las acciones de los estados mentales que
subyacen a ellas se advierte que estos últimos son siempre los causantes de
aquellas.

Pero, aunque la mayoría de nosotros desarrolla su capacidad para mentalizar


a partir, más o menos, de los cuatro años, es imprescindible, como ya hemos
venido diciendo, un adulto significativo que colabore en la tarea. Un adulto
con el que se establezca una relación de apego seguro que garantice tres
grandes cuestiones básicas para poder mentalizar:

- Capacidad de regulación emocional.

- Control de la atención (versus generación de disociación).

- Desarrollo de determinadas habilidades mentales como la empatía, la


capacidad de simbolizar, de hacer consciencia (del impacto emocional y del
conflicto interno, por ejemplo) o la reflexión…

En definitiva, esto mismo es lo que hacemos, o deberíamos hacer, en


psicoterapia.
LECCIÓN 33: LO QUE NO ES
MENTALIZACIÓN

Es muy importante distinguir la Mentalización de lo que se conocen como


modos prementales de afrontamiento. Son formas de manejo
evolutivamente anteriores a la mentalización. Dos de estos modos son lo que
conocemos como equivalencia psíquica y la pseudomentalización.

- Equivalencia psíquica : supone hacer equivaler lo que yo experimento con


la realidad: lo que está en mi mente es real. Este es un modo de manejarse
infantil, temprano (según Fonagy, es el que utilizamos hasta los tres años),
pues supone que no se ha logrado esa distinción de la que hablábamos antes
entre realidad y estados mentales propios y ajenos. En este sentido, mis
fantasías proyectadas sobre lo que está ocurriendo afuera son vividas como
reales.

Es el modo habitual de funcionar en lo que respecta a los disparadores del


trauma: si yo lo estoy experimentando como peligroso ahora es que es
peligroso ahora. Por eso el paciente debe aprender en terapia que lo que una
vez fue juzgado como peligroso, por ejemplo, la desvinculación como
representante máximo del peligro, no tiene por qué serlo ahora. De hecho,
esa desvinculación que suponía mi aniquilación con cuatro años es
absolutamente imprescindible ahora a mis treinta y cuatro…

Lógicamente, cuanto mayor sea el rango de vivencias experimentadas como


traumáticas, mayor será el número de disparadores que provocan el
funcionamiento en modo de equivalencia psíquica. Es decir:

de pérdida de la capacidad de poner algo de distancia entre “la realidad”


y lo que se experimenta con respecto a ella, pudiendo llegar a interpretarlo
como “mi respuesta” en base a un estado mental subyacente que carga con
emociones y creencias que están condicionadas por la experiencia previa.

Implica: extrema rigidez de pensamiento, tendencia a culpar al otro y la


tendencia a hablar en términos absolutos (polarizar es muy infantil,
¿recuerdas?)

- Pseudomentalización: supone el desarrollo de ideas sobre los afectos sin


que éstas estén basadas realmente en las emociones y sensaciones
experimentadas.

Al necesitar del otro para poder identificar, etiquetar y regular


adecuadamente toda la experiencia interna, si el cuidador falla en esta tarea,
el niño podrá desarrollar una idea sobre lo que se siente ante determinadas
experiencias, pero no será congruente con su realidad interna. Se habla de un
modo “como si”, pues la persona habla de sus emociones como si las
estuviera experimentando realmente. Esto lo vemos muy a menudo en
personas con buenas capacidades cognitivas, que han leído mucho y que
utilizan diferentes teorías que en ellos se exponen para dar largas
explicaciones a lo que les ocurre. Elaboran un discurso, una narrativa que en
apariencia es sabia y coherente pero que en realidad no resuelve nada. Los
síntomas persisten porque todo se queda solo en eso, en la elaboración de una
teoría más o menos sesuda (cuanto más, mejor).

Cuando el niño no obtiene el “reflejo” adecuado por parte de su cuidador (la


respuesta que le ayuda en la traducción de su experiencia interna), desarrolla
una idea equivocada de sí mismo. Recoge información proveniente de
diferentes contextos, miradas o doctrinas e interioriza representaciones
incongruentes acerca de quién es. De esta forma, acaba desarrollando
pensamientos e ideas que piensa que son suyas pero que “sabe” que no lo
son . Es lo que se llama “self ajeno” o “alien self”.

Esto está relacionado con el concepto de “lo sabido impensado” de


Christopher Bollas.

En este sentido, si damos por sentado que el paciente “sabe”, aunque no haya
podido pensar sobre lo que sabe, no hay nada que un terapeuta pueda
descubrirle sobre sí mismo en un proceso psicoterapéutico. Con suerte,
mucha formación, estudio y función reflexiva, podrá ayudarle a traducir
(para poder llegar a pensar lo ya sabido) y sostener las dificultades (los
miedos y reparos) que este proceso conlleva.

¿Ves la importancia de que el terapeuta tenga una gran capacidad


mentalizadora? ¿Y de un buen proceso psicodiagnóstico? Sin una buena
evaluación, el terapeuta no puede llegar a saber lo suficiente.
Si todos sabemos lo que nos pasa y captamos intenciones, entonces, si la
traducción que nos ofrece el terapeuta no es la apropiada, lo sabremos.
Y si su intención es “engañarnos” haciéndonos creer que sí lo sabe y que
somos nosotros los que estamos equivocados, también lo sabremos.

Necesitamos que el terapeuta sea una base segura.

Ha llegado el momento de hablar de Apego.


LECCIÓN 34: EL APEGO

Hemos dicho que un bebé necesita ir organizando una idea de sí mismo y del
mundo que le rodea para desarrollar esquemas de afrontamiento de los
conflictos que le hagan sentir con un manejo satisfactorio de los mismos.
Esto es adaptarse.

También hemos insistido en que para llevar a cabo esta gigantesca tarea que
es la Adaptación es imprescindible que otras personas le ayuden. El ser
humano es muy poco capaz cuando viene al mundo. Por eso, la tarea
adaptativa primaria es la supervivencia, y por eso afirmábamos que primarán
los aspectos relacionados con aquello que ayuda a sobrevivir: los vínculos.

Tenemos entonces a un cachorrito pequeño totalmente dependiente de que un


otro significativo le permita desarrollar un vínculo con él. Además, necesita
que ese vínculo no sea un vínculo cualquiera, sino que tenga unas
características determinadas: que sea Seguro.

“Aquellos niños que posean un apego seguro, con unos padres que les
contengan, que verbalicen y pongan palabras a los estados de confusión del
bebé, que den respuesta a sus necesidades, más allá de las físicas, estos
bebés, niños, adolescentes, adultos, tendrán más capacidad para mentalizar
que los niños con apego inseguro o desorganizado” (Fonagyy y col. 2002)
La teoría del Apego comienza su desarrollo con John Bowlby, un psiquiatra
infantil británico que ya en 1940, pocos años después de licenciarse en
medicina, escribió un artículo titulado: La influencia del ambiente temprano
en el desarrollo de la neurosis y del carácter neurótico . Observó que las
madres de niños con problemas tendían a proyectar sobre éstos la hostilidad
que, en realidad, sentían sobre sus propios padres y exigían a los niños que
satisficiesen necesidades afectivas que sus propios padres no habían
satisfecho, generando en ellos, por tanto, demandas excesivas y que no les
correspondían.

De este modo, Bowlby le da valor a la interacción familiar, a la influencia de


la separación temprana de las figuras vinculares, a los efectos nocivos de la
privación de cuidados maternos adecuados y a los fenómenos
intergeneracionales.

Después, Mary Ainsworth y Mary Main, contribuyen a ir desarrollando una


teoría que, en la actualidad, es indiscutiblemente imprescindible para la
comprensión del ser humano.

Una vez más, voy a exponer las ideas nucleares de esta teoría para llegar a
una comprensión mínima de la misma y ver su influencia en todo lo que
llamamos traumático.

Ideas básicas de la teoría del Apego:

- Afirma que es una necesidad humana fundamental la de generar lazos


afectivos para sobrevivir. Define el Apego como el vínculo afectivo especial
que se crea entre el bebé y su figura de cuidado principal.
- El apego es, asimismo, necesario para la regulación de los afectos y para la
construcción de una idea de uno mismo y del mundo circundante.

Bowlby sostenía que es una necesidad evolutiva disponer de un mundo


representacional que, de alguna manera, simbolice o encarne el mundo real.
Así es como iríamos adquiriendo conocimiento de nosotros mismos y de los
demás, y haciendo inferencias sobre la experiencia presente y futura.

- Según la teoría del apego, este mundo representacional se desarrolla en un


contexto relacional y depende del grado de sintonía de nuestras figuras de
apego. La calidad de la comunicación no verbal con dichas figuras parece
clave en la creación de modelos de funcionamiento.

Como sostiene David Wallin (2007); “los trabajos de Mary Main (Main,
Kaplan y Cassidy, 1985), arrojaron luz sobre la manera en que esas
interacciones no verbales tempranas, de origen biológico, se registran en el
bebé en forma de representaciones mentales y normas para procesar la
información e influyen, a su vez, en el grado de libertad con el que después el
niño, el adolescente y el adulto es capaz de pensar, sentir, recordar y actuar.”

- Es decir , lo que comienza como algo impulsado por una necesidad


biológica, se acaba registrando como representaciones psicológicas y
mentales que continúan influyendo en la particular manera de concebir
y registrar la experiencia subjetiva y en la de modular la conducta a lo
largo de la vida, estén o no presentes ya las figuras de apego que las
propiciaron.

- Main dio una importancia clave a aquello que funciona o no funciona en


relación con nuestras figuras de apego. Así, teorizó que todos interiorizamos
determinadas reglas que podrían llamarse “reglas de apego”. Supondrían
verdaderas estrategias adaptativas para maximizar u optimizar el apego.
Hay una diferencia clave entre los distintos tipos de apego respecto a estas
reglas. Lo más característico del apego seguro es la flexibilidad.

Tipos de Apego : seguro e inseguro. Dentro de la categoría de inseguro se


distinguen tres tipos diferentes: ansioso-ambivalente, evitativo y
desorientado-desorganizado . Los explico, brevemente, en la siguiente
lección.

- La investigación de Main indica que el apego seguro es consecuencia de la


flexibilidad de los padres que engendra flexibilidad en los hijos. Esta
flexibilidad se traduce en pocas restricciones para el despliegue de la
atención, un amplio repertorio afectivo y conductual, maleabilidad de
pensamiento y desarrollo de metacognición (pensar sobre el pensar) y fácil
acceso a gran variedad de recuerdos.

- Desde el apego inseguro no se puede tomar conciencia de necesidades y


sentimientos propios ni expresarlos. Deben amplificarse o maximizarse en
la toma de conciencia, así como en la expresión, según se tema el rechazo de
la figura de apego o la continuidad de la atención y el cuidado. En estos
casos, las estrategias para optimizar el apego se implementan activamente y
producen gran adhesividad, lo cual explica su sostenimiento a lo largo de
toda una vida. Main atribuía la estabilidad de estos modelos al contexto
crítico de supervivencia en el que se generan.

- “Así pues, la necesidad parental (a menudo inconsciente) de perpetuar estos


rígidos patrones de atención y conducta inculca en los hijos unos esquemas
asimismo rígidos.” (Wallin, 2007). Main teorizó que este era el mecanismo
que explicaba la transmisión intergeneracional del apego inseguro (Main,
1995).

Este es un interesantísimo concepto que explica que, si no hacemos algo al


respecto (fundamentalmente terapia), nos veremos haciendo y diciendo a
nuestros hijos lo mismo que nuestros padres dijeron e hicieron con nosotros.
Aunque nos hayamos jurado, en más de una ocasión, que esto que me están
haciendo, jamás lo haré yo con mis hijos. Que levante la mano el padre o la
madre que pueda tirar la primera piedra…

- Los niños inseguros pues, crecen con modelos rígidos que obedecen a las
leyes de los llamados modelos múltiples. Estos modelos se generan sobre la
base de incompatibilidades o conflictos. En palabras de Bowlby: “imponen
una restricción defensiva de la atención con el fin de abordar el problema
de saber lo que supuestamente no se debe saber y sentir lo que
supuestamente no se debe sentir ” (Bowlby 1988). ¡Me encanta esta frase!
Como puedes suponer…

- Y llegamos al conflicto universal del que ya hablábamos y que supone el


meollo de todo. Ya en 1956 el psicoanalista británico escribía: “Rigurosa
desnudez y simplicidad la del conflicto que oprime a la humanidad: el de
enfrentarse a la persona que más se ama y desear herirla ”.

Este conflicto es tan difícil de resolver que supone tarea para toda una vida…
y es la clave del trabajo psicoterapéutico.
LECCIÓN 35: LOS TIPOS DE APEGO

Se distinguen dos grandes tipos de Apego: seguro e inseguro.

Dentro del inseguro, tres subtipos: evitativo, ansioso-ambivalente y


desorganizado-desorientado.

Estos diferentes tipos se definieron a partir de un procedimiento de trabajo


y observación de los niños y sus madres durante una situación que se llamó:
“situación extraña”. Se lleva a cabo en una sala que podría ser la sala de
espera de cualquier centro médico. En ella hay juguetes que van a resultar
un estímulo atractivo para el chiquitín. Mamá y su niño entran e interactúan
entre ellos y con los juguetes. Posteriormente, entra un extraño que se sienta
en una silla y se pone a leer una revista. Entonces, mamá sale y deja al niño
con el extraño. La ausencia de mamá dura unos tres minutos. Después,
mamá vuelve y ahí es cuando se produce el momento clave de observación:
el reencuentro.

Posteriormente salen tanto mamá como el extraño y se deja al niño solo.


Luego vuelve a haber un segundo reencuentro entre el niño y mamá.

Apego Seguro : un niño con apego seguro se desregulará con la salida de


mamá y no podrá seguir con su juego y con su normal conducta
exploratoria del entorno. Reclamará el regreso de su madre y, cuando ésta
vuelva, se calmará enseguida al ser cogido y atendido por ella y le será fácil
volver a la normalidad y jugar de nuevo.
Encontramos tres grandes patrones de conducta en estos niños:

1. Mayor habilidad para explorar el entorno con seguridad, curiosidad y


entusiasmo.

2. Menos problemas y mayor habilidad para mostrar su enfado cuando


mamá se va.

3. Mayor facilidad para calmarse cuando mamá vuelve.

Aproximadamente la mitad de los niños observados reaccionan de esta


manera.

Apego Evitativo : estos niños no suelen mostrar enfado al irse mamá. No


tienen conductas de proximidad con ella y no la buscan al volver sino, más
bien, evitan de forma activa el contacto con ella.

De hecho, la atención de los niños se centra más en los objetos que en las
personas y las relaciones con ellas. Lógicamente, esto se interpreta como
signo defensivo: el niño centra su atención y energía en los objetos para
mantener a raya sus necesidades emocionales, pues sabe que no van a ser
atendidas.

Este grupo alberga, más o menos, a una cuarta parte de los niños
observados.

Apego ansioso-ambivalente : en este caso, los niños suelen mostrarse


cautos o pasivos antes de que la madre se vaya, muy preocupados por ella,
y reaccionan fuertemente ante su marcha. Cuando regresa, aunque la buscan
para consolarse, no lo consiguen fácilmente. No se calman, pueden mostrar
rabia y no retoman el juego normal.

Este grupo lo componen aproximadamente un quince por ciento de los


niños.

Apego desorganizado-desorientado: los niños de este grupo reaccionan de


forma desorganizada ante el progenitor y con su vuelta. Están confusos y
pueden recurrir a conductas extrañas que reflejan colapso en relación a una
intención o un objetivo. Pueden quedarse quietos, como en trance, tener
conductas estereotipadas de autoconsuelo o aferrarse y llorar amargamente,
pero sin que la mirada refleje comunicación.

El porcentaje de niños que presentan este tipo de apego oscila alrededor del
diez por ciento.

Estos niños suelen ser hijos de madres con muchos problemas: maltrato,
adicciones, negligencia, patología mental, etcétera; y crecen en unas
condiciones particulares en las que carecen de total sintonía por parte de sus
cuidadores y, además, experimentan agresividad, falta de protección e
inseguridad con ellos. Claramente, las emociones que les despiertan sus
adultos de referencia, prácticamente siempre, son negativas. Es lógico pues
que el resultado sea la desorganización y la desorientación. No solo no se
pueden integrar esquemas de funcionamiento aportados por dichas figuras
(pues no los tienen ellas mismas y no hay una comunicación contingente)
sino que se percibe, más que en ningún otro caso, el choque brutal de
mensajes entre los sistemas de aproximación y defensa.
LECCIÓN 36: LA BASE SEGURA Y EL
DESAPEGO

La seguridad es una experiencia subjetiva y está relacionada con el


mantenimiento de un tono afectivo estable. Podemos decir que estaría en el
polo opuesto a la ansiedad, que ya comentábamos que suponía
ambivalencia y lucha entre los dos grandes sistemas: el de Defensa y el de
Aproximación.

El niño que ha crecido con una madre “suficientemente buena” (como


decía Winnicott, otro pediatra-psiquiatra británico) suele poder incorporar
esquemas o modelos de funcionamiento que resultan eficaces para afrontar
las exigencias adaptativas. Son los adultos interiorizados como “base
segura” los que proveen al niño de los mecanismos para la regulación
emocional y la resolución satisfactoria de los conflictos.

¿Cómo lo hacen?

- Permitiéndole hacer consciencia de la información que proviene de su


sistema de defensa : de ese miedo, esa rabia y ese dolor que sienten y que,
en muchas ocasiones, ellos mismos le provocan (volvemos a acordarnos de
El pajarito blanco…).

- Traduciéndole adecuadamente,

- legitimando sus emociones y


- etiquetándolas correctamente.

- Ayudándole a regularlas.

- Proporcionándole esquemas de funcionamiento flexibles (por


permanentemente cuestionables y en revisión).

- Estando dispuestos a reparar.

- Sirviéndole de fuente de inspiración, confianza, ejemplo, referencia, calma


y recarga.

- Sosteniéndole, pero, a la vez,

- dándole el permiso y el empujón que le hace falta para lanzarse al


mundo.

En resumen, generando la confianza en sí mismo y la autonomía que


necesita. El equilibrio preciso entre Apego-Desapego. La posibilidad de
distinguir más allá de esas dos grandes opciones a primera vista
incompatibles. Todo un abanico amplio de opciones entre ellas, pero
también la capacidad de elegir uno de los extremos, cuando sea juzgado
necesario, sin que genere ansiedad ni culpa. Ese tono afectivo estable del
que hablábamos en el primer párrafo de esta lección. Ahí es nada la tarea…

Pero los padres causamos algunos “males” a nuestros hijos. Es


irremediable. Ni el mejor intencionado cuidador deja de cometer fallos en la
crianza. Los padres perfectos no existen. Muchos son los factores que
influyen en ello: personales, ambientales, circunstanciales, familiares,
sociales, laborales… Y que nos lo expliquemos y lo entendamos bien no
justifica que no debamos (y, desde luego, que no queramos), hacernos
responsables. Los niños son responsabilidad de sus padres. Para lo bueno y
para lo malo.

Los padres cometemos errores y con ello hacemos daño a nuestros hijos.
Esto es un hecho. Que no lo hagamos a propósito y que nuestra intención
sea la mejor no implica que no debamos asumir que esto es así y que
tengamos que hacernos cargo de la reparación cuando hacemos
consciencia de ello. De hecho, lo más difícil, a mi parecer, es hacer esa
consciencia. Según mi experiencia como psicoterapeuta infantil, muchos
padres habrían agradecido que otros profesionales de la salud (o la
educación) les hubieran explicado, mucho antes de llegar a mi consulta, qué
estaban “haciendo mal” o deberían haber hecho de otra manera, para evitar
sufrimiento a sus hijos. Muchos, cuando hacen consciencia conmigo, están
encantados de entender y conocer la raíz de ese sufrimiento y el modo en
que ponerle fin.
LECCIÓN 37: PARÁMETROS DE BASE
SEGURA

Un progenitor interiorizado como base segura es ese al que se puede volver,


tras explorar el mundo, en busca de consuelo, comprensión, sostén, ayuda y
recarga de energía. Y para interiorizar a alguien de esta manera hace falta
que lo hayamos considerado, previamente, como alguien:

- Coherente,

- Fiable,

- Responsivo,

- Próximo (sin resultar intrusivo) y

- Limitador.

Estos son los llamados parámetros de Base Segura.

Desde aquí se pueden elaborar adecuadamente las pérdidas y enfrentar,


airosa y maduramente, el deseable, difícil, necesario y no siempre bien visto
Desapego.

Veámoslos con un poco más de detalle:

• Un adulto Coherente es aquel que exige en el nivel que da, y el que se


comporta según abandera de palabra.
Es una pena, pero la mayoría de los adultos no somos coherentes y, por
tanto, no somos un buen ejemplo para nuestros niños. Les hablamos de
asumir responsabilidades, y las nuestras para con ellos dejan mucho que
desear. Les decimos cómo comer, cómo comportarse, que no fumen, que
estudien, que lean más, que cuiden los hábitos de sueño y de ejercicio,
etcétera, etcétera, y nosotros somos los primeros que no cumplimos…

Les echamos grandes charlas, moralizamos sobre lo torpes que son sus
“modos y maneras” y lo magníficos que eran, sin embargo, los nuestros a su
edad, pero después no solemos estar a la altura de cómo nos vendemos.

Y todo lo arreglamos diciendo que aquellos eran tiempos más complicados,


que ahora lo tienen todo más fácil y que no hay, por tanto, justificación para
que no respondan como se espera de ellos.

También les decimos a menudo: “Tú haz lo que te digo, no lo que yo


hago…”

• Un adulto Fiable es aquel que es íntegro, honesto. Es aquel que nos


transmite confianza, en quien podemos depositar nuestro cuidado. Es aquel
que sabemos que está ahí para procurar nuestro bien y protegernos. Ese que
intuimos que no nos fallará. Que está de nuestra parte.

• Un adulto Responsivo es ese que va a actuar cuando el niño necesita que


lo haga. Que no dirá que “eso son cosas de niños” y que hay que dejar que
entre los niños lo arreglen, para que luego sea demasiado tarde en relación
con conductas de bullying en el colegio, por ejemplo.
Dar respuesta a las necesidades del niño es muy complejo y para ello hay
que tenerlas muy claras (recuerda que hablábamos de ellas en lecciones
anteriores y expusimos las que creemos fundamentales en la lección 17).

Aquí, como en derecho, el desconocimiento de la ley no exime de su


cumplimiento.

Así pues, como adultos responsables y responsivos, debemos saber cuáles


son nuestras obligaciones, tener claro lo que los niños esperan de nosotros y
ACTUAR en consecuencia. Todos, padres y madres, pero desde luego
profesores, cuidadores, profesionales de la salud, políticos y todo aquel que
trabaja con o para los niños.

• Un adulto Próximo, que no resulte intrusivo, es quien sabrá transmitir que


está ahí sin agobiar, sin entrometerse, sin excederse en el control. Ese que
permitirá intimidad y respetará espacios.

Cerca y disponible, pero sin ahogar, sin coaccionar, sin extracontrolar.

• Un adulto Limitador sabe que el niño necesita que los límites sean muy
claros. Tanto para lo que considerará bueno como para aquello que vivirá
como no tanto. Los límites proporcionan seguridad y estructura y eso,
cuando viene de un adulto coherente y fiable, se agradece enormemente.

Así pues, todo niño va a poder asumir los inconvenientes de las limitaciones
de sus adultos sin demasiados problemas siempre que se fíen de ellos.

Estos parámetros resumen perfectamente lo que supone una clara necesidad


sobre la que quiero volver a insistir: que todos los adultos que vivimos,
trabajamos, educamos, cuidamos o tenemos algún vínculo de
responsabilidad con niños deberíamos tenerlos en cuenta y trabajarnos
lo que sea necesario para cumplir con ellos estrictamente.

Permíteme que, a colación de lo tratado en esta lección, hable de la


sobreprotección. Este es un concepto que yo considero mal entendido,
pues lleva a pensar en un exceso de protección de los padres con sus hijos
cuando, en realidad, las conductas que describe son, fundamentalmente,
nada protectoras para con el niño y sí para con ellos mismos.

Los llamados padres sobreprotectores se cuidan a sí mismos y calman su


propia ansiedad cuando están “tan encima” de sus hijos. La narrativa
(bastante seudomentalizadora, por cierto) es que todo lo hacen por su bien y
porque nada es suficiente para cuidarles, pero lo cierto es que su propia
angustia no les deja mirar, ni un segundo, las necesidades del niño.
¿Recuerdas el listado de necesidades básicas de la lección 17? ¿Y lo que
hablábamos del apego inseguro?

En relación con el listado, y durante todo el texto, he venido insistiendo en


la necesidad del niño de que sus cuidadores sintonicen con él y así pueda
sentirse visto, sentido, y escuchado; de la necesidad de que no se inviertan
los roles y de que les ayuden a entrar en contacto con sus propios recursos y
ser autónomos. Cuando los padres despliegan esos comportamientos que
conocemos como sobreprotectores ¿no es obvio que no están sintonizando
con sus hijos, que son los niños los que, al frustrar sus intentos de
despegarse para que sus padres estén tranquilos, cuidan de sus progenitores,
y que ven bloqueado tanto el desarrollo de sus recursos como de su
posibilidad de adquisición de autonomía? Eso no es protección (otra
necesidad básica, por cierto), eso es negligencia en el cuidado porque se
priorizan las necesidades del adulto.

Y, para terminar, lo más importante: LA MIRADA INCONDICIONAL.

Pero este tema merece una lección en exclusiva…


LECCIÓN 38: LA MIRADA INCONDICIONAL

Me gusta decir que los parámetros de base segura se resumen en uno (casi
como los mandamientos), la mirada incondicional.

Los vínculos se establecen a través de la mirada. Por eso este tema es


imprescindible.

En clase, cuando abordo esta cuestión, siempre empiezo utilizando un


poema de Ángel González. Voy a volver a sacarle partido…

Muerte en el olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...

No sé si se puede expresar mejor y más bellamente este mensaje en relación


con la fuerza de una mirada.

Con su mirada, una madre hace príncipe a un hijo o le condena como rana
(ya lo decía Eric Berne, el padre del Análisis Transaccional).

En la consulta, la mirada de un terapeuta será la que ayude a salvar o añada


peso a la carga que hunde más y más profundo a quien la lastra.

"Si el rostro de la madre es poco receptivo, entonces un espejo es algo que


se puede mirar, pero no sirve para mirarse". Otra frase que lo dice todo. Es
de Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista británico que centró los
estudios de toda una vida en la relación madre-lactante.

Para qué voy a competir con ellos. Creo que ya está todo dicho.

En la mirada nos construimos, aprendemos quiénes somos a ojos de los


demás. Generamos una idea de nosotros mismos y obtenemos el permiso, o
no, para cambiar esa representación por aquella que encaje más con la
mirada propia que un día habremos de desplegar.

Porque a mirar se enseña y a mirar se aprende. Es duro el trabajo de


aprender a desarrollar esa incondicionalidad cuando nos miramos a nosotros
mismos. Muy duro. Cuando hemos vivido la experiencia traumática de no
tener el reflejo incondicional de la mirada del progenitor, la idea que
obtenemos de nosotros mismos suele ser bastante pobre si no nefasta. La
creencia que se asienta será la de no ser alguien querible, no estar bien
como uno es o la de no tener permiso para nada bueno. La de ser, en
definitiva, poco más que un cubo de basura que solo está para asumir
porquería.

Qué difícil mirar y mirarse bien. ¡Qué no haríamos por una buena
mirada! Por una mirada buena… Tal vez, como el niño James Barrie,
ponernos el “traje” de otro sea lo que más hacemos. De ese otro que
sabemos anhelado por mamá. De ese otro que no somos y jamás seremos.
De ese otro que siempre llevaremos con nosotros y con el que hay que
aprender a convivir.

Todo esto vamos a tratarlo más despacio en las próximas lecciones, porque
supone profundizar en la disociación y volver a atender, con la mejor de
nuestras miradas, a esos dos niños, a esas dos voces, que todos llevamos
dentro.

¿Y quienes somos realmente? LOS DOS.


LECCIÓN 39. Resumen 4. TRAUMA,
MENTALIZACIÓN, APEGO Y PÉRDIDA.

Esta vez vamos a integrar lo abordado en nueve lecciones. Veamos si


podemos contestar a las preguntas más básicas:

1. ¿Cuáles son las características fundamentales de un evento


traumático? Alto impacto emocional, falta de contingencia en la respuesta
del cuidador, necesidad de silenciar, amígdala híperexcitada, bloqueo de la
información emocional y sensoriomotriz, intolerancia de la experiencia
interna, conductas desadaptativas y creencias erróneas sobre uno mismo y
el mundo que le rodea.

2. ¿Qué es la mentalización? Mentalizar es poner mente a los afectos. Es


pensar sobre lo que se siente y sentir sobre lo que se piensa. Es traducirse y
traducir al otro en función de sus estados mentales. Cuando mentalizamos,
entendemos que lo que explica nuestras conductas y las de los demás, son
dichos estados; y que lo que entendemos por realidad es solo una
representación en base a ellos.

3. ¿Por qué resulta la mentalización una ventaja adaptativa? Porque


facilita la interacción con los otros al permitir entender y predecir su
comportamiento.

4. ¿Por qué la somatización está en el extremo opuesto a la mentalización?


Porque supone la canalización, a través de los síntomas, de todo el material
asociado a la experiencia emocional y somatosensorial que ha quedado
bloqueado tras la vivencia traumática.

5. ¿Qué es el apego? Es una teoría que explica la importancia de generar


vínculos para la supervivencia humana.

6. ¿Sirve el apego para algo más que para sobrevivir? Sí, el apego está en la
base del autoconocimiento, la capacidad de regulación emocional, la
elaboración de modelos internos de funcionamiento, la legitimación de la
experiencia interna, el desarrollo de autonomía, del sentimiento de
pertenencia y, en definitiva, de un montón de tareas relacionadas con la
adaptación al medio.

7. ¿Y la pérdida? Es tan importante como el apego. Asociada al desapego


(en el otro extremo de la polaridad) permite elaborar los duelos, lo cual
supone, también una gran ventaja adaptativa.

8. ¿Cómo se construyen los vínculos de apego? A través de la mirada.

9. ¿Y cómo debería ser la mirada de un progenitor y un psicoterapeuta?


Incondicional.
LECCIÓN 40: LA DISOCIACIÓN

Ya hemos nombrado esta gran herramienta, este gran problema para todo
clínico que trabaja en psicoterapia. Pero vamos a estudiarla con un poquito
más de profundidad. No demasiada, para no abrumar. Nuevamente te insto
a acudir a la extensa bibliografía que hay disponible sobre el tema. Aquí se
trata de abordar estos grandes temas de forma simplificada para que todos
los identifiquemos, conozcamos y manejemos mínimamente.

Me gusta decir que la Disociación es:

- Un problema en la clínica.

- Un mecanismo de defensa en psicopatología.

- Un automatismo psicológico en teoría del trauma.

- Un fenómeno perfectamente normal y adaptativo en la mayoría de las


ocasiones de la vida cotidiana.

Empecemos por el final.

• Conocemos como disociación normativa todo eso que hacemos, más o


menos conscientemente, para dejar fuera de la consciencia una parte de la
información que tenemos disponible pero que consideramos, o bien
prescindible, o bien molesta, a la hora de llevar a cabo, óptimamente, una
tarea concreta.
Yo suelo recurrir siempre al mismo ejemplo: seguro que, si conduces, te has
visto alguna vez, mientras tenías que enfrentar una ruta desconocida para
acudir a algún sitio nuevo, pidiendo a los que iban contigo en el coche que
se callaran para poder ver mejor las señales (además de apagando la música,
claro). ¿Realmente hace falta callarse y apagar la música para ver mejor?
Pues, a simple vista, parecería que no, pero lo cierto es que sabemos que, si
concentramos toda nuestra atención en un grupo determinado de estímulos,
obviando la información que aportan otros, la ejecución será,
indudablemente, mejor. Estaríamos estrechando el campo de la conciencia
para ser más eficaces.

Esto lo hacemos normalmente, cada día, en el desempeño de un montón de


tareas, y esto es disociar. Porque disociar es dividir, separar. Y, a veces, lo
hacemos con consciencia y para el mejor desempeño de una tarea.

También dejamos fuera de nuestra consciencia gran cantidad de estímulos


cuando soñamos despiertos o cuando permanecemos absortos en nuestros
pensamientos y no nos enteramos de lo que nos están diciendo. Dividimos,
en cierto modo, nuestra atención consciente, y la centramos en tareas
determinadas.

¿Cuándo se convierte esto en un problema? Pues más allá de los que


pueden surgir porque la persona que nos estuviera hablando se enfade con
nosotros porque no le hemos prestado atención, o las que suponga volver a
la realidad después de fantasear con lo que haríamos si nos tocara la lotería,
el problema se explica en forma de porcentajes. Es decir, que todo
depende del tiempo que nos pasemos “divididos”. Si yo me quedo absorto
en mi mundo el 10% de las veces que otro me habla, las repercusiones no
van a ser las mismas que si lo hago el 80% de las veces, o el 100%.

Cuando aumentan los porcentajes, aumentan los problemas. Entonces,


seguramente, estaremos hablando de que empleamos la división para
“librarnos” de algún material que estorba, más que para mejorar nuestra
ejecución. Es ahí cuando nos encontramos con el automatismo
psicológico.

• Pierre Janet (un neurólogo francés coetáneo de Freud) llamaba así,


automatismo psicológico, al fenómeno de la disociación. Nos gusta verlo
de esta manera. Algo que supone una acción defensiva para dejar fuera de
la conciencia ese material, externo o interno, que produce malestar y que
resulta intolerable.

Ya hemos hablado de qué tipo de material es (fundamentalmente el que


proviene del sistema psicobiológico de la Defensa) y de por qué hay que
dejarlo fuera de la consciencia (lo tachamos de peligroso porque nos hace
arriesgar los vínculos ya que el contexto pide que sea silenciado), pero si te
has saltado alguna lección, o no te acuerdas ahora, repasa las lecciones 6, 7
y 8.

Para los profesionales, los fenómenos disociativos que encontramos en la


clínica, son el resultado del manejo de las experiencias traumáticas y, por lo
tanto, podemos decir que trabajar con ellas supone, siempre, trabajar con la
disociación. Veremos más adelante cómo proponemos hacerlo.
• El hecho de que consideremos la disociación como un acto defensivo
contra un material de dudosa naturaleza hace que los libros de
psicopatología lo incluyan entre los muchos que utilizamos para manejar
todo este conglomerado de información y constituyen lo que conocemos
como mecanismos de defensa.

Suponen estrategias psicológicas, fundamentalmente inconscientes, para


afrontar la realidad cuando uno no se puede hacer cargo de ella, tal y como
se presenta. No son maniobras de afrontamiento conscientes.

• Creo que lo que hemos comentado hasta ahora, explica bastante bien por
qué la disociación constituye un problema en la clínica. O el profesional
está muy atento, o no sabrá reconocer ciertas respuestas como fenómenos
disociativos ni, desde luego, logrará manejarlos para poder ayudar a su
paciente a revertir esa división.

Lo contrario de división es unión, así, lo contrario de disociación nos gusta


calificarlo de INTEGRACIÓN. Hablaremos de ello más adelante. Veamos,
primero, algunas cuestiones relativas a la disociación que dificultan dicha
integración.
LECCIÓN 41: LA FOBIA A LA
REEXPERIMENTACIÓN

La fobia a la reexperimentación es un fenómeno tan normal como temido


por los profesionales de la psicoterapia.

¿Por qué es normal? Porque tener fobia a reexperimentar significa temer


revivir algo que tuvo un fuerte, y negativo, impacto emocional . Todos
preferimos no hacerlo. Temblamos ante la sola idea de pensar en ello
siquiera. De ahí que triunfen, como decíamos en las primeras lecciones,
consejos como lo de que tú lo que tienes que hacer es no pensar en ello,
procurar olvidarlo, pasar página , etcétera, etcétera.

Esta fobia a reexperimentar está relacionada con la intolerancia a la


experiencia interna de la que hablábamos en la Lección 22, ¿recuerdas?
Supone material que pertenece al sistema de Defensa y que ha quedado
almacenado fuera de la consciencia. Produce dolor emocional y reacciones
corporales desagradables que se experimentaron en su día y quedaron
asociadas al peligro del que prevenían. Las queremos lejos, muy lejos. O, al
menos, una parte de nosotros lo quiere así. Otra está deseando que se
puedan mirar y narrarse. Enfrentar y superarse. Nuevamente, el eterno
conflicto de experimentar un deseo y su contrario simultáneamente…

Enlazamos con las siguientes dos lecciones para terminar de entender estos
conceptos y situarlos dentro de lo que entendemos por Teoría de la
Disociación Estructural
LECCIÓN 42: LA PARTE APARENTEMENTE
NORMAL (PAN) Y LA PARTE EMOCIONAL
(PE)

Estos dos conceptos: Parte Aparentemente Normal y Parte Emocional,


provienen de lo que se conoce como la Teoría de la Disociación
Estructural de la Personalidad de Pierre Janet (ya le hemos nombrado
antes, ¿recuerdas?, dos lecciones más atrás).

Este clínico francés sostenía que, cuando vivimos algo emocionalmente


impactante y que sentimos como peligroso (eso que decíamos que es
material que proviene de la Defensa y debe quedar silenciado), una parte de
nosotros tenderá a seguir con la vida como si nada hubiera pasado,
aparentando normalidad, mientras que la otra, la que carga con todo lo
negativo experimentado durante el suceso traumático, deberá permanecer
en la sombra, sin autorización para hablar, rechazada. Una es la PAN y la
otra la PE.

Como ves, ambas voces se corresponden perfectamente con lo que


hemos venido llamando Aproximación y Defensa.

Las dos son partes infantiles, perfectamente legítimas, que tienen una
labor imprescindible que cumplir.

Es solo que la PAN debe imponerse, como ya hemos comentado también,


porque la aproximación debe primar para garantizar los vínculos. Por eso
hablamos de fobia entre partes. La PAN es muy fóbica con respecto a la
PE. La teme más que un nublado porque siente que si la deja expresarse
será una catástrofe. La PAN va a sabotear todo intento de la PE de
expresarse con palabras y de integrar el material que almacena dentro de la
experiencia consciente.

Todos deberíamos aprender a reconocer y traducir estas voces . Es un


trabajo complejo, pero estrictamente imprescindible para nuestra salud
mental (recuerda que la definíamos, siguiendo a Bowlby, como la
regulación satisfactoria de los conflictos) que debe ser guiado por nuestras
figuras de referencia. Decíamos que solo un adulto que resulte base segura
va a poder llevar a cabo una labor de traducción, legitimación y regulación
adecuada de esas voces. Solo un adulto con sintonía va a poder ayudarnos a
mirar con aprobación el material que proviene de la Defensa.
LECCIÓN 43: LA FOBIA ENTRE PARTES

La fobia entre partes (como decíamos en la lección anterior) involucra a esa


dos voces aparentemente opuestas y deseando cosas tan dispares: la PAN
(Parte Aparentemente Normal) que desea seguir con la vida como si nada
hubiera pasado, y la PE (Parte Emocional) que lo que quiere es que no se
oculte aquello que pasó, que se hable de ello, que se legitimen emociones y
sensaciones asociadas y que se desarrolle una narrativa de lo ocurrió que
realmente contemple todos esos elementos.

Es decir, una quiere callar (incluso negar) y la otra quiere hablar e integrar.

En la consulta, me ocurre muy a menudo (sobre todo al principio del


proceso terapéutico, durante la evaluación) que mis pacientes me dicen, al
llegar a algún tema “escabroso”, que no quieren hablar de ello. Yo siempre
les invito a hacerlo comentándoles que entiendo su miedo y que
seguramente yo, en su lugar, sentiría el mismo recelo, pero que estoy segura
de que, aunque una parte de ellos no quiere, otra parte sí. Y que esta parte
seguro que incluso lleva mucho tiempo anhelándolo, que confíen y que me
cuenten, que aunque sea duro, se van a encontrar mucho mejor después,
seguro. Y hablan. Cuentan contentos de haberlo hecho, agradecidos y
expresando que era la primera vez que lo compartían y que qué bien
sienta…
Es de sentido común entender que cuando una persona acude a la consulta
de un psicoterapeuta está deseando contar. Pero para que lo haga es
necesario que sienta que el terapeuta puede hacerse cargo de lo que va a
contarle. Por eso yo siempre animo a mis alumnos a hacerlo. Si lo que
respondemos ante su miedo es: claro, claro, si no quieres hablar de ello no
lo hagas, lo que estamos haciendo es confirmar que hacerlo es peligroso.
Nos hacemos cómplices de su miedo. Y no hay nada peor para una parte
infantil asustada que un adulto, que se supone que es el que controla la
situación y cuyo criterio es el que debe validarse y seguir, le confirme que
eso que ella anticipa como desastroso, lo es.

Entiéndeme, no quiero decir con esto que haya que obligar a nadie, a punta
de pistola, a contarlo todo. Se trata de invitar a hacerlo garantizando cuatro
cuestiones fundamentales:

1. Que, aunque sabemos que cuesta mucho y que da mucho miedo porque
una vez se valoró como muy peligroso, no lo es ahora, aquí, en este
contexto (primero conecta y luego redirige, como dice D. Siegel).

2. Que es perfectamente legítimo que se quiera contar.

3. Que es siempre mejor hablar, aunque produzca dolor, que silenciar.

4. Que nosotros somos la persona indicada para recibir todo lo que tiene
para contarnos, que tenemos las espaldas suficientemente anchas para
sostenerlo y que sabemos cómo manejarlo. Que puede confiar. Que somos
base segura.
Cuando invitamos a hablar gestionando todo el proceso desde esa posición
de base segura, estamos empezando a trabajar con la fobia entre partes:

Ö Legitimamos el miedo, confirmamos que se va a pasar mal, explicamos


que sabemos que cuesta y va a ser duro, y con ello, damos la razón a la
PAN.

Ö Pero también explicamos que hay que sacarlo, que es desastroso silenciar,
que es legítimo querer contar, que nosotros somos la persona idónea para
recibirlo y que éste el lugar adecuado para narrarlo.

De esta forma, comenzamos a mostrar a nuestro paciente, que es normal


sentir un deseo y su contrario y que puede que no sea tan peligroso como se
anticipó en su momento. Empezaremos a revertir disociación y a
integrar.
LECCIÓN 44. REVERTIR DISOCIACIÓN E
INTEGRAR

¿Verdad que te has visto alguna vez pensando, e incluso comprobando


posteriormente, que, después de darle muchas vueltas a algo que te parece
muy complejo de resolver y para lo que llevas tiempo buscando la solución
adecuada, lo mejor acaba siendo lo más simple?

Pues en el caso del trabajo con la disociación ocurre lo mismo. Lo mejor es


lo más simple.

Cuando empecé a trabajar en la clínica, hace muchos años, esto de la


disociación se presentó como un gran reto para mí. En la facultad no me
habían preparado para afrontarlo.

Se nos había explicado, desde lo que se conocía como psicología dinámica


(la que provenía del psicoanálisis y sus seguidores) que quizá existiera algo
llamado inconsciente que a veces nos jugaba “malas pasadas”. Pero se nos
había instado a no hacer ni caso a todo lo que viniera por ahí. Había que
trabajar con lo que se ve y no atender a nada más. Triunfaba entonces lo que
se conoce como conductismo y, desde ahí, el peso debía recaer sobre la
conducta y, como mucho, sobre los pensamientos (psicología cognitivo-
conductual). Yo no estaba tan segura de que esa fuera la mejor manera de
proceder en psicoterapia así que, paralelamente, me formé en las disciplinas
que sí le dan peso a ese material que no se ve.
El problema era que, en demasiadas ocasiones, la forma de entender y de
trabajar con todo ese contenido desde esas disciplinas, era engorrosa, poco
clara y muy larga. Entonces descubrí la Psicoterapia Breve de manos del
Doctor José Luis Marín.

Ofrecía un modelo integrador, no excluyente, que combinaba la cabal


manera de explicar al ser humano, entendiendo que hay elementos que lo
conforman que no se aprecian a simple vista, con la eficacia de los
abordajes breves que instan a hacer foco en los aspectos que mejor explican
el sufrimiento (en el momento de consultar al psicoterapeuta), sin alargar
eternamente las intervenciones. ¡Aquello tenía una pinta estupenda y
cuadraba con lo que ya me estaba pareciendo que tenía sentido! Así que ese
modelo es el que fui incorporando y en el que he estado trabajando todos
estos años.

Se hacía imprescindible, pues, si de verdad queríamos abreviar los procesos


y ser eficaces con nuestro modelo de psicoterapia breve, entender y manejar
adecuadamente la disociación. Fue un hueso duro de roer, pues las
propuestas que, sin embargo, teníamos para hacerlo, suponían un largo y
complejo (lioso incluso, en ocasiones) trabajo con las diferentes Partes
Emocionales (PEs).

Como digo, los expertos ofrecían modelos muy creativos, originales y con
mucho sentido, pero, a la hora de ponerlos en práctica, en el día a día en la
consulta, encontrábamos muchas dificultades con eso de trabajar con las
diferentes Partes Emocionales (PE). Confundía mucho y volvía a alargar
tremendamente el proceso. La experiencia, mis pacientes y mis alumnos en
supervisión, fueron enseñándome, poco a poco, una manera más sencilla y
sumamente eficaz de abordar la disociación en psicoterapia. Y aquí es
donde retomamos eso que decíamos al principio de que lo más simple es lo
que termina siendo lo mejor.

Nuestra propuesta supone trabajar con las dos grandes partes


infantiles que dominan el panorama: la Parte Aparentemente Normal
(PAN) y la Parte Emocional (PE).

Voy a exponer, brevemente, esa forma de trabajar:

Recuerda que el hecho de que la PAN aparezca como la parte más adaptada
porque hace todas esas concesiones al contexto, al sistema, no significa, en
absoluto, que sea una parte adulta. Para encontrar una parte adulta en todo
este tinglado hay que buscar a esa que haya podido integrar las peticiones
que provienen de un extremo y del otro de la polaridad primordial, la que
hemos llamado la madre de todas las polaridades: Vinculación-
Desvinculación. Hemos venido diciendo que en eso consiste, precisamente,
la salud mental y el madurar: en poder sostener un deseo y su contrario
simultáneamente sin que eso nos sobrepase a pesar de suponer un conflicto.

Así pues, tenemos a dos niños muy pequeños tirando cada uno para su lado
y, con suerte, una parte adulta que se ha ido, digamos, formando,
organizando, según las exigencias adaptativas que vamos viviendo, y que
trata de ser quien controle la situación. ¿Cuándo será más capaz esa parte
adulta de hacerse cargo de las diferentes exigencias externas e
internas? Esta respuesta te la sabes, ya la hemos venido comentando
durante varios capítulos. Vamos a desglosarla, no obstante, para que nos
sirva de resumen y compilación a la vez:
- Cuanto más material de ese que sabemos que constituye la experiencia
interna haya sido traducido.

- Cuanto, una vez traducido, más se haya legitimado, aunque aparezca


como algo casi imposible de sostener por contradictorio. Recuerda que, de
esta manera, vamos a evitar que se produzca la fobia a la reexperimentación
y la fobia entre partes.

- Cuanto más se haya podido aprender a regular esa experiencia interna.

- Cuanto más se haya podido doler sobre aquello que, aunque


legítimamente deseado, no se ha podido tener.

- Cuanto más se haya sido capaz, después de completar estos pasos, de


transformar la experiencia en aprendizaje, construyendo un esquema de
afrontamiento de los conflictos flexible, coherente y realmente adaptativo.
Y produciendo crecimiento postraumático.

Era justo lo que tenías en mente ¿verdad?

¿Y de qué depende que se vaya organizando esta parte adulta y vaya


desarrollando esas tareas que hemos especificado? Pues, como ya sabemos,
de unas figuras vinculares que lo hagan posible. Ya hemos reiterado, a lo
largo y ancho de estas lecciones, la necesidad de un otro de referencia para
construirnos. Cuanto más disponibles, sintonizadores, y capaces de mediar
en la realización de todo ese trabajo, más probabilidades habrá de encontrar
una parte adulta que esté presente la mayor parte del tiempo haciéndose
cargo de las exigencias del día a día.
Visto lo visto, ¿qué debe hacer el terapeuta en la psicoterapia para conseguir
la integración? Pues debe ser esa figura mediadora que va a colaborar en la
realización de esas tareas que, aunque imprescindibles, quedaron sin
completar: en la identificación de ese material, la traducción, legitimación,
el correcto etiquetado, regulación, elaboración de duelo y transformación en
esquemas adaptativos de aprendizaje. ¿Cómo? Localizando el material
que pertenece a cada una de esas partes infantiles: la PE y la PAN.

Localizar lo que nos trae la PAN es bastante sencillo. Ya decíamos que el


reto está en poner voz a la defensa, la PE. Que la PAN tenga narrativa es
fácil, casi automático, el contexto contribuye a “enriquecerla”. Pero la PE
debe aprender otras formas de mostrase y nosotros, de localizarla detrás de
ellas (síntomas fundamentalmente, actos involuntarios e incontrolables). De
ahí la necesidad de hacer una exhaustiva evaluación y reconocer cómo y
cuándo asoma la PE e intenta ser vista y escuchada.

Y aunque esa PE pueda englobar varias emociones, mi consejo es trabajarla


como una sola. En bloque. Como la voz del sistema biológico de defensa.
Es decir, hablar de perturbación emocional, de malestar emocional, en
general.

Yo suelo utilizar, además de las imágenes que he compartido en la Lección


10, dos muñecos para representarlas. Esos de Playmobil que son un angelito
y un demonio. La voz de la PAN suele identificarse con el angelito
(recuerda que ya lo hemos comentado) pues, como sabemos, está al servicio
de la Vinculación y la pertenencia. Nos indica cómo ser “niños buenos” y
está muy bien vista por el sistema. El “demoniete”, sin embargo, representa
a la Defensa. Cargado de emociones que nos desbordan y que nos sentimos
incapaces de controlar, lo vivimos como algo malo que hay que neutralizar
y, con un poco de suerte, eliminar.

Poner a esos dos muñecos uno al lado del otro e ir favoreciendo que cada
uno se pronuncie y pueda sostener lo que el otro tiene para decir, supone el
primer escalón para la integración.

O el segundo, quizá. Porque el primero, seguramente, sea el de percatarnos,


no tanto de que existen (pues eso es algo de lo que ya llevamos mucho,
mucho tiempo siendo más o menos conscientes), pero sí de que es normal, e
incluso sano, que estén ahí. Y de que hay que trabajar en serio, contando
con la ayuda de nuestro terapeuta, para que esas voces se reconozcan, se
legitimen, se respeten, no se teman, comprendan el porqué de su existencia
y se lleven bien.

Lo más difícil, como ya comentábamos en capítulos anteriores, sobre todo


al hablar de lo que no es mentalización (en la lección 33), es distinguir
claramente cuándo la narrativa que nos contamos (o que nos cuenta nuestro
paciente si somos terapeutas) aparenta ser propia de la Defensa, pero, en
realidad, pertenece a la Vinculación. Eso que yo llamo Vinculación
disfrazada de Defensa. No debemos olvidar, para estar alerta ante
posibles engaños, que, si realmente estuviéramos dando voz a la
Defensa y haciendo el proceso correspondiente de legitimación e
integración, no sería necesario el síntoma . Pues éste desaparece cuando
las tareas pendientes se llevan a cabo. Así pues, si el síntoma persiste, es
que no era esa la narrativa que buscábamos.

Ir fomentando este conocimiento entre estas dos grandes voces, y


contrarrestado la fobia entre partes y a la reexperimentación, es un
momento crucial y muy delicado en el proceso psicoterapéutico. Ya durante
la evaluación (que, como ya he dicho, yo considero imprescindible)
debemos ir chequeando cuánto permiso tiene la Defensa para expresarse y
cuán difícil es tolerar la experiencia interna que llevan asociados los
recuerdos que alberga.

Después, en la entrevista de devolución, cuando leemos nuestro informe,


es imprescindible que se explicite la relación entre los síntomas que
producen sufrimiento y han llevado a consultar y ese material silenciado.
En los primeros días de intervención propiamente dicha, tenemos que
aumentar el margen de tolerancia y trabajar con la disociación. Aquí es
donde procede utilizar la Psicoeducación (que, como veíamos en la lección
21, supone generar memoria explícita), el trabajo anteriormente
mencionado con los muñecos (o sin ellos, como prefiramos) y donde yo
introduzco una variante en el protocolo básico de EMDR que comentaré
más adelante al hablar de la técnica.
LECCIÓN 45. TRAUMA SIMPLE
VERSUS TRAUMA COMPLEJO

Interesantísimo, y absolutamente necesario, diferenciar entre estos dos tipos


de experiencia traumática. Vamos con ello.

Entendemos por trauma simple ese “golpe” que recibimos, en un momento


dado, y que tiene la suficiente intensidad como para rompernos. Es aquello
de lo que ya hablábamos en las primeras lecciones que nadie discute que va
a ser traumático: una violación, un accidente grave, una intervención
quirúrgica arriesgada, un tsunami…

Pero ocurren otro tipo de experiencias que, no siendo quizá inicialmente tan
terriblemente impactantes, igualmente acaban rompiéndonos. ¿Por qué?
Porque se producen repetidamente, día tras día y, sobre todo, durante el
periodo más sensible y vulnerable de nuestra vida, la infancia. Son cosas
como esa falta de mirada, de sintonía, de respuesta empática por parte del
cuidador. Son el maltrato diario, la negligencia, la desprotección, el abuso
de poder… Es esto a lo que llamamos trauma complejo.

Yo suelo poner en clase la siguiente equivalencia: ¿qué le ocurre a un


cráneo si le pegas un buen mazazo? Se rompe ¿verdad? Parece algo muy
evidente.
Pero si a ese mismo cráneo le va cayendo una insidiosa gota de agua,
minuto a minuto, segundo a segundo, diariamente, durante años, ¿qué le
ocurrirá? Se romperá también, ¿verdad? No de la misma manera, pero se
romperá.

Ese “agujero” que se origina produce un horrible dolor. Una terrible


sensación de vacío. Es como un agujero negro que todo se lo traga y que
no da tregua. Es protagonista diario de pequeños grandes dramas internos y,
en muchas ocasiones, también externos. Es un tormento que ha estado
siempre presente y que acompaña de continuo. Que se procura silenciar
llenándolo de diferentes maneras: con comida, bebida, sustancias más o
menos tóxicas, personas que lo son también en mayor o menor medida,
trabajo, objetos coleccionables, etc.

El trauma que produce necesitaba un nombre y, a lo largo de los años,


diferentes clínicos le han procurado uno. El de trauma complejo lo aportó
Judith Herman, psiquiatra norteamericana que ha dedicado toda una vida
de investigación e intervención al Trastorno de Estrés Postraumático. Su
libro Trauma y recuperación es ya un clásico como referente en el estudio y
la comprensión del trauma. Ella habla de Trauma Tipo 1 para referirse al
Trastorno por Estrés Pos Traumático (TEPT) Simple, Tipo 2 para referirse
al Trastorno por Estrés Pos Traumático Complejo.

Allan Schore , neuropsicólogo norteamericano, habla de Trauma


relacional temprano. Es otra forma de llamar al mismo fenómeno. Este
investigador sostiene que la madre moldea el cerebro del bebé durante el
primer año de vida. La falta de conexión, empatía y sintonía, causarán
estragos a nivel no solo psicoemocional sino también, estructural. Schore
defiende que el hemisferio derecho es el primero que se organiza, pues la
comunicación durante los dos primeros años, hasta que aparece el habla, es
somatosensorial y emocional y es en este hemisferio donde se aloja. Esta
información produce conocimiento implícito absolutamente fundamental
para la comprensión de los estados mentales de uno mismo y del otro. Y ya
hemos hablado de lo que significa la falta de posibilidad de entendernos
desde los estados mentales que experimentamos y que son los responsables,
como decíamos, de nuestras representaciones sobre el mundo (repasa las
lecciones sobre Mentalización, 31, 32 y 33).
Un fallo tan determinante, un agujero tan insidioso, un vacío tan enorme,
generan unas secuelas trágicas con manifestaciones muy particulares.

Permíteme que lo explique con un esquema que he aprendido gracias a


trabajarlo con mis pacientes en la consulta. Lo vemos en la siguiente
lección.
LECCIÓN 46. EL ESQUEMA DE LA REJILLA

Volvamos a la idea, de la que ya hemos venido hablando, de la importancia


de la respuesta contingente del cuidador y de lo que eso significa y
conlleva. Decíamos que la respuesta que organizan los padres ante la
demanda de un niño es contingente cuando le dan lo que realmente necesita.
Que esto supone solo cosas fantásticas para el niño (aunque lo que necesite
sea que le pongan los límites muy claritos y eso no le guste demasiado), que
termina produciendo el aprendizaje adecuado, las creencias precisas y las
conductas adaptativas óptimas.

Bien, pues esto no siempre ocurre. En ocasiones, las intenciones de mamá o


papá pueden ser buenísimas, pero eso no necesariamente significa que le
estén dando lo que el niño de verdad necesita. Ya sabemos que los padres
tienen que traducir las demandas de sus hijos y que esa tarea es
complejísima, así que puede ser francamente difícil acertar.

Cuando explico todo esto en clase siempre me acuerdo y nombro a Miguel


Gila, el actor y humorista con el que crecimos un par de generaciones y que
tanto nos hizo reír con sus llamadas telefónicas al enemigo… Bien, y te
preguntarás qué pinta Gila aquí, más allá de que el humor puede ser bueno
para darle un respiro al alma en estos momentos en los que llevamos tanto
tiempo ahondando en un tema tan difícil y doloroso. Pues es que Gila decía
que su madre siempre le ponía una chaqueta cuando ella tenía frío… Me
parece una forma preciosa de expresar una respuesta no contingente pero
cargada de buenas intenciones. Si mamá tiene frío, puede fácilmente pensar
que, si su bebé llora, será por esa misma razón, porque siente frío. Pero es
posible que no sea eso lo que esté ocurriendo. Puede que el bebé esté
llorando por cualquier otro motivo.

De hecho, lo normal es que las madres aprendamos a distinguir, desde muy


pronto, los diferentes tipos de llanto de nuestro bebé, porque existen. Los
que sois madres y padres sabéis de lo que hablo. Enseguida entendemos que
cuando llora así o asao es porque tiene sueño, hambre, ganas de mimos o
porque tiene sucio el pañal. Estos son los primeros ensayos de traducción,
legitimación, etiquetado y regulación. Nos acercamos a la cuna, y con esa
voz particular que ponemos al hablarle a nuestro bebé, le decimos que ya
está aquí mamá, que ya sabemos que cuando llora así es porque tiene
hambre y que enseguida mami le va a dar de comer. Y, al cogerle y hablarle
de esta manera, ya estamos sintonizando y haciendo todas esas tareas que
hemos descrito.

Ahora es cuando introduzco el esquema de la rejilla. La idea que yo


empecé a desarrollar para explicarles a mis pacientes, en esos momentos de
psicoeducación que decíamos que debemos tener con ellos y que generan
memoria explícita, fue la siguiente: pongamos por caso que el mundo
psico-somato-emocional del ser humano, cuando nace, pudiera
representarse con una rejilla con un montón de huequecitos que deben
ser rellenados. Sería como el entramado metálico sobre el que debe
incorporarse el hormigón para que haya estructura y se solidifiquen, de la
forma más adecuada, esos cimientos. Algo como esto:
Cada vez que el niño pide/necesita algo y su cuidador lo ve, lo legitima, lo
nombra y responde adecuadamente y le ayuda a regular emocionalmente y
narrar la experiencia, decimos que su respuesta ha sido contingente y, en
esa ocasión, uno de los cuadraditos quedaría relleno.

Y así uno detrás de otro. Lo que ocurriría, en el mejor de los casos, sería
que ese niño, al llegar a la adolescencia, se encontraría con una buena
cantidad de “material” traducido, de experiencia transformada en
aprendizaje. Con un entramado estructural sólido sobre el que asentar los
retos de transformación diarios. Lo que Lisa Nichols llama la musculatura
de la resiliencia. Con esos 9 músculos imprescindibles de los que estaría,
según esta autora, compuesta: el de la comprensión (con compasión), el de
la fe en uno mismo, el de pasar a la acción, el de lo sé porque lo sé, el de la
honestidad, el de di que sí, el de la determinación, el del perdón y el de la
decisión más acertada.

Todos esos músculos debemos terminar de desarrollarlos a partir de la


adolescencia, pero el entrenamiento debe haber empezado mucho antes,
desde siempre, para, de esta forma, conseguir una buena musculatura que
garantice resiliencia y, con ella, recuperarse de los avatares de la vida (que
ya hemos dicho que es dura y exige muchos duelos). Que nos doblen, pero
no nos rompan.

Cuando el niño pide y la respuesta del cuidador no es contingente (por el


motivo que sea), todo este proceso no se produce y ese agujerito se queda
sin rellenar. Se queda vacío. Esto es clave pues ese vacío se siente terrible
cuando se acumulan agujeros sin rellenar .

A mí me gusta ejemplificar las posibles opciones de respuesta de la


siguiente manera:
Como puedes ver, no es lo mismo responder de una manera que de otra. O,
incluso, no responder, como ocurre en la última opción. Aunque no
responder, ya supone una forma de respuesta…

En el segundo caso no hay contingencia, pero, al menos, lo que el niño


recibe se parece a lo que necesita. En los otros casos, la respuesta está muy
lejos de ser lo que el niño espera. En algunos, además, puede que haya
reproche, negativa explícita o incluso violencia. Y, a veces, por desgracia, lo
que ocurrirá es que ni siquiera se responda. La falta de respuesta es
demoledora para el niño. Ya dice el refrán que “no hay mayor desprecio que
no hacer aprecio.”
LECCIÓN 47: STILL FACE Y EL VACÍO

Una investigación llevada a cabo por el Doctor Edward Tronick, director de


desarrollo infantil en la Universidad de Harvard, puso de manifiesto la
importancia del desarrollo del vínculo de apego para la salud mental del ser
humano. El experimento que diseñó se conoce con el nombre de “Still face”.
Si no lo conoces, ve a buscarlo en internet. En él, se le pide a una mamá que
interaccione con su bebé de aproximadamente un añito. Hay muecas, risas,
palmas-palmitas, se señalan objetos y se desvía la mirada hacia ellos…, lo
normal con un bebé de ese tiempo. Todo es maravilloso. Pero, en un
momento dado, mamá debe darse la vuelta, dejar de mirar al bebé por un
instante y, al volver a mirarle, tiene que permanecer quieta, impertérrita, sin
reaccionar, sin hacer absolutamente nada. Resulta demoledora la reacción de
los chiquitines. De hecho, por ética elemental, no se mantuvo la situación
más que por unos pocos segundos. Pero son suficientes para darse cuenta del
impacto que produce la falta de sintonía y, con ella, de respuesta.

¿Recuerdas lo que hablábamos (en la Lección 24) acerca de la respuesta de


híper/hipoactivación y de la jerarquía polivagal? Aquí lo vemos todo en
funcionamiento. El niño acude primero al Sistema de Conexión Social (rama
vagal ventral del nervio vago) y repite algunas de las conductas que ha estado
desarrollando con mamá antes y que le dieron tan buenos resultados. Apela a
la empatía de mamá para que se involucre en la interacción. Cuando esto le
falla, empieza a ponerse visiblemente más nervioso a cada segundo que pasa
y comienza a desregularse, a superar el umbral de la ventana de tolerancia y a
híperactivarse. Es el simpático el que actúa aquí. Entonces ya mamá
responde y le consuela. ¿Qué habría pasado si mamá hubiera seguido sin
mirarle ni reaccionar? Bien, ya te lo sabes. Habría acabado hipoactivándose
(entrando en juego la rama dorsal del nervio vago). Y, como ya
comentábamos, generando unas ideas sobre sí mismo y el entorno
completamente erróneas, la experiencia se almacenaría como traumática y no
habría posibilidad de aprendizaje, solo la horrible experimentación de la
vulnerabilidad extrema sin apoyo alguno ni conexión. En silencio. En el
vacío.

La huella que deja la falta de contingencia, pues, puede llegar a ser


claramente dramática.

El vacío es la experiencia que relatan las personas que sufren la


traumática falta de conexión con sus cuidadores.

La sola mención de la palabra les dispara y les desregula.

Ese vacío que abisma y aterroriza es de lo peor que puede llegar a


experimentar un ser humano. - Y es, sin embargo, la marca del Trastorno de
Estrés Postraumático Complejo.

- De lo que huyen los pacientes que lo sufren como si del mismísimo


demonio se tratara.

- Lo que mayor fobia a la reexperimentación produce.


- Lo que más desregula y provoca disociación y cualquier tipo de síntoma o
un montón de ellos a la vez.

- De hecho, hay trastornos, considerados así en los manuales, que tienen


etiquetas propias basadas en la sintomatología que presentan, pero que caben
perfectamente dentro de la categoría de TEPT Complejo y que, en mi opinión
es ahí donde deberían estar. Por ejemplo, el llamado Trastorno Límite de
Personalidad (TLP). Estos pacientes suelen tener en común en su historia el
apego inseguro desorientado/desorganizado y, en su mayoría, albergan
experiencias de falta de conexión y negligencia parental que, como sabemos,
resultan traumáticas y absolutamente nefastas para el adecuado desarrollo.
Cuando no, además, vivencias de maltrato y abuso. ¿Por qué reclamar otro
nombre para lo que sufren? Pues porque ello lleva asociado otra mirada y
otro tratamiento. Si no se trabajan adecuadamente las experiencias
traumáticas tempranas (que son el origen de sus síntomas) y solo se tratan los
síntomas que presentan, es mucho más difícil que dejen de experimentar
dichos síntomas. Ya hemos dicho que la voz de la defensa siempre encuentra
por dónde expresarse…
LECCIÓN 48: EL ESQUEMA DE LA REJILLA
Y EL TRAUMA COMPLEJO

Siguiendo con el esquema de la rejilla, ¿cómo sería ésta en el caso del


TEPT Complejo?

Mi hipótesis inicial era que lo que explicaba esa sensación tan terrorífica de
vacío era el hecho de que se quedaran tantos huequecitos sin rellenar y, por
eso, uno sintiera que no pisaba sobre suelo firme, sino que se habría
construido sobre la nada.

Pero, como siempre, son los pacientes los que nos enseñan y, a partir de la
experiencia con sus vivencias en consulta, pude terminar de entender cómo
se sentiría ese vacío utilizando el esquema.

A continuación, comparto la transcripción de una conversación con una de


mis pacientes en sesión. Grabo las sesiones siempre que me lo permiten.
Son un tesoro. Esta en concreto, fue definitiva para entender lo que estamos
viendo ahora. A partir de sus palabras, el esquema de la rejilla cobró una
dimensión diferente y el vacío tuvo una representación más adecuada en mi
opinión y en la de los otros muchos pacientes con los que he podido ir
comentando y contrastando.

Ojalá pudieras escucharla y verla…

- “Ya no hay vacío”, comienza diciendo M.


Era una sesión de seguimiento. Repasábamos cosas vividas y aprendidas en
el proceso. M. Había sido diagnosticada con TLP con catorce años. Desde
entonces hasta su mayoría de edad, había vivido en un centro de menores
tras entregar su madre su custodia a la Comunidad de Madrid. Poco después
de cumplir los dieciocho, empezó el proceso terapéutico conmigo. Fueron
dos años duros, difíciles, pero muy productivos.

- “¿Ya no hay vacío?” Pregunto yo.

- “A lo mejor sí… pero lo típico de que tus recuerdos malos están ahí
solitos, ¿sabes?”

- “Explícame…”

“Pues ese vacío ahora es como… que tus miedos y tus mierdas internas
están siempre ahí. Yo pienso que eso va a estar siempre ahí. Más
chiquitito”.

“O sea que lo que está claro es que no es una cuestión de rellenarlo, ¿no?”

Durante las sesiones de psicoterapia habíamos estado entendiendo que,


desde temprano, la experiencia interna es tan desagradable que se intenta
rellenar ese vacío a base de comida, bebida, pastillas, relaciones, nuevos
modelos de lo que sea, ropa, fiestas, trabajo… Ya lo hemos comentado en
lecciones anteriores.

Leímos juntas un libro que yo suelo utilizar siempre en estos casos y que,
desde aquí te recomiendo, aunque está también en la bibliografía. Es el de
Vacío de Anna Llenas. Me gusta utilizarlo en dos tramos. La primera parte
ayuda a identificarse. Nos viene muy bien para conectar, sentir, recordar,
entender, poner imágenes, asociar, externalizar, hablar de ello,
aproximarse… Cuesta mucho hacer todo esto con el vacío… Pero la
solución prefiero que la encuentre cada uno al ritmo y de la manera que
necesite. Aunque, desde el modelo de Psicoterapia Breve que manejo, yo
tiendo a “pinchar” para que ese ritmo se acelere todo lo que sea posible.
Así, la segunda parte la leemos y la comentamos hacia el final del proceso.

Continué pidiéndole que me describiera, a su manera, el proceso que había


ido sintiendo que hacía en relación con ese vacío.

- “¿Cómo describirías tú todo lo vivido con ese vacío?”

- “Pues era un agujero muy grande y según he ido progresando se ha ido


haciendo más pequeñito. Pero siempre queda esa cicatriz, ese agujerito.
Siempre va a estar ahí porque es parte de mí. Es parte de lo que yo he sido y
lo que soy ahora.

Y no está mal que esté ahí tampoco porque me recuerda lo que ha pasado y
tal… Pero no, yo pienso que no lo he rellenado, sino que lo he ido haciendo
más pequeñito. Si lo hubiera rellenado habría llegado un momento en que
eso habría petado. ¿Sabes? ¿Me explico? Es cuestión de reducirlo
aprendiendo qué me pasa, por qué hago esto, qué siento, de dónde viene…
Eso lo hace más pequeñito… Hasta llegar a sentir que eres madura,
mayor… ¡Hala! ¡Me siento mayor! Me miras y me siento mayor…

“Pues eso, que yo lo veo como una cicatriz. Tengo muchas cicatrices y sé lo
que digo” (a M. le atropelló un camión cuando tenía diecisiete años y le
pasó por encima de sus piernas. Una de ellas quedó muy, muy maltrecha.
La salvó de milagro y conserva muchas, muchas cicatrices…)

“Es que yo me imagino que rellenar es como cuando rellenas un peluche…


¿Has visto ese episodio de los Simpson en el que van a una tienda de
peluches donde va Ralph a comprar un muñeco y le preguntan de cuánto
amor (gomaespuma) lo quiere rellenar? Dice que quiere todo el cariño, y lo
llena tanto que explota…”.

- “Yo suelo explicarlo con un esquema que asemejo a una rejilla”.

Le explico el esquema. Mi teoría.

Y ella me ofrece su versión:

- “Para mí que la rejilla no es solo que no se rellene con la falta de respuesta


contingente de los cuidadores, sino que el agujero que no se ha rellenado se
va haciendo más grande. Como si la carcoma se fuera comiendo las
paredes de esa rejilla, uniendo los pequeños agujeros que han quedado
sin rellenar. Corroyendo. Todo acaba siendo un enorme agujero”.

“Porque de la otra forma, si el entramado se mantuviera, eso te daría


sensación de estructura y de estabilidad. ¡Y NO LA TIENES! PARA
NADA”.

¡Cuánta razón en esa explicación! ¿No crees?

“Por eso además sientes que ese vacío te destruye por dentro. Notas esa
destrucción. La sabes ahí. La sientes”.
LECCIÓN 49: EL VACÍO, EL HORROR. EL
VALOR. LA SANACIÓN.

No quería terminar esta serie de lecciones sobre el trauma complejo, la


rejilla y el vacío sin hacer una “reflexión en voz alta”, o mejor, a vuela
pluma.

• El vacío es la experiencia que contiene la información más valiosa y, a su


vez, más peligrosa para el ser humano.

• Expresa la carencia vincular temprana que es lo más doloroso que un ser


humano tiene que asumir.

• Lo que más sensación de vulnerabilidad y peligro provoca.

• Lo que más terror produce.

• Los daños primarios son brutales en lo que se refiere a experimentación de


la angustia, el dolor ante ese terror y esa vulnerabilidad, y su forma de
contrarrestar o tratar de manejar: síntomas expresados en los diferentes
ámbitos de manifestación posible, somático, psicoemocional, cognitivo y
conductual.

• Los daños colaterales no se quedan atrás y son, si cabe, más insidiosos.


Están relacionados, sobre todo, con las creencias negativas limitantes y
destructivas sobre uno mismo y los que le rodean.
• Esa carencia vincular temprana es tan dolorosa y el vacío al que abisma
tan terrorífico que, para negar y acallar la voz que lo grita, se hace cualquier
cosa. Una de las más comunes: autolesionarse. Es preferible cualquier otro
dolor antes que ese.

• Mirar, traducir, hacerse cargo y dolerse en relación con ese vacío es


imprescindible para sanar y evolucionar.

• Este trabajo debe hacerse en relación con otro que suponga una base
segura.

• Hacerlo en terapia es la mejor alternativa.

• Así se desarrolla resiliencia y crecimiento postraumático.


LECCIÓN 50. LA RED NEURONAL POR
DEFECTO

Considero esta lección absolutamente fundamental . Esto me ha hecho


pensar mucho, antes de situarla aquí, pues parece que un concepto tan
primordial debería explicarse, casi, casi, lo primero de todo. Pero creo que se
puede entender mejor la relevancia del mismo cuando ya se han adquirido
ciertas nociones sobre el trauma y se ha reflexionado y hecho conciencia
sobre aspectos relacionados con cualidad de la experiencia, repercusión,
cifras, neurofisiología, etcétera.

La llamada Red Neuronal por Defecto nos explica tantas cosas que me
parece que es buena idea que coprotagonice el cierre de este bloque de
lecciones, como colofón a este reto, tan interesante como extenso, que
supone entender el trauma psíquico.

Antes de explicar lo que es y lo que supone esta red, quiero hacer referencia
a un estudio que se llevó a cabo en los Estados Unidos por investigadores de
las universidades de Harvard y Virginia. Sus autores principales, David
Reinhard y Timothy Wilson, publicaron, en julio de 2014, un artículo pen la
revista Science titulado: Just think: the challenges of the disengaged mind ,
donde explicaban el estudio y compartían sus conclusiones.

Lo que los autores pedían a los participantes era, aparentemente, una tarea
sencilla: pasar de seis a quince minutos a solas, con sus pensamientos, en una
habitación. No había posibilidad de hablar con nadie, ni leer, ni estar con el
teléfono o distraerse con ninguna otra cosa. Exclusivamente permanecer a
solas con los propios pensamientos. ¿Cuáles crees que fueron los resultados?
Ya te imaginas, seguro, por dónde van los tiros. Sí, la mayoría lo pasó fatal
para conseguirlo o ni siquiera pudo hacerlo. La muestra fue muy amplia y
abarcó gente de edades comprendidas entre los dieciocho y los setenta y
siete. Se desarrollaron once estudios en total en los que se fueron variando
las condiciones de aplicación y, ligeramente, la premisa (como ofrecer alguna
posibilidad de distracción). En uno de los estudios se posibilitó incluso que
los participantes pudieran aplicarse una descarga eléctrica (algo claramente
considerado previamente por ellos mismos como una actividad por la que
pagarían para tratar de evitar que les ocurriese). La mayoría de los varones de
la muestra recurrió, sin embargo, a la descarga (o a más de una) para soportar
la “tortura” de un cuarto de hora con sus pensamientos…

Las conclusiones de este estudio pueden ser muchas y variadas y, de hecho,


se han escrito diferentes artículos al respecto. Pero a mí me interesa
conectar estas observaciones de los investigadores del estudio con la
maravillosa Red Neuronal por Defecto , pues parece que es la que mejor
nos va a explicar qué nos ocurre cuando no tenemos ninguna tarea o
exigencia externa. En esos momentos, es ella la protagonista absoluta de la
película.

Se la conoce como red “por defecto” precisamente por eso, porque es la que
se activa cuando no hay exigencias externas. ¿Qué hace en esos momentos
nuestro cerebro? Se centra en nosotros para que podamos desarrollar
conciencia de nosotros mismos .
Abarca estructuras que se localizan en regiones mediales de nuestro cerebro
y por eso van der Kolk comenta que le gusta llamarla “cresta de la
autoconcienciación”. De estas estructuras que la componen, unas recogen
información que proviene de nuestras vísceras, otra información sensorial,
otras coordinan emociones y pensamiento, otras nos ayudan a orientarnos
dándonos la percepción física de dónde nos encontramos…

¡Déjame que insista en lo maravillosamente bien diseñados que estamos! Es


fascinante. Tiene toda la lógica del mundo que lo que el cerebro disponga
como prioritario sea lo que se nos exige desde el exterior, pero qué fantástico
que, después, encare la tarea de recoger también exigencias internas. La
información global es justo la que precisamos para optimizar la adaptación.

Ya lo has pensado ¿verdad? En realidad, llevamos todo el libro hablando de


esto. De la importancia de atender a la experiencia interna y traducirla y
conocerla bien y aprender a sostenerla y regularla. Pues aquí está la
respuesta, en la Red Neuronal por Defecto que, como ya imaginas también,
anda bastante bloqueada en las personas que han experimentado experiencias
traumáticas que, como hemos dicho ya, somos todas. ¿No explica esto
perfectamente la dificultad para conectarse con los pensamientos y no
desarrollar ninguna otra tarea durante quince minutos?

Veámoslo despacio: si yo necesito silenciar algo que me ocurrió y dejar en


el terreno de lo inconsciente todo el material somatosensorial asociado al
acontecimiento, tengo que evitar a toda costa que esta Red Neuronal por
Defecto haga su trabajo. Necesito que estas estructuras no se pongan en
marcha nunca. “Apagarlas” contribuye a que yo pueda disociarme “como es
debido”. A que no pueda verme, en ningún momento, conectado (pensando,
sintiendo, recordando) con la experiencia desagradable que viví. Con el
dolor. Con el vacío…

¿Qué más haré entonces? Procuraré estar siempre muy atareado. Tener mil
cosas que hacer, no parar ni un minuto. ¿Nos suena este proceder? ¡Cuánta
gente se autocalifica de multitareas! A cuántos niños vemos diagnosticados
de hiperactivos desde tan pronto. ¿Y no estará esa necesidad de no parar
asociada a la de no conectar?

Para resumir, y, casi casi, terminar: tengo que insistir en que debemos
dar palabras a esa voz que no las tiene y así poder funcionar según ese
magnífico diseño que nos caracteriza y aprender a sostener un deseo y su
contrario simultáneamente que es el mayor reto al que se enfrenta dicho
diseño.
Pensemos lo diferente que es vernos y entendernos desde aquí. Lo necesario.
Cómo se impone una mirada que revisite nuestra forma de explicarnos y
narrarnos a la luz de esta dificultad para integrar la información proveniente
de una parte de nosotros mismos y su expresión, a toda costa, por otras vías.
LECCIÓN 51: LAS FASES DEL
TRATAMIENTO DEL TRAUMA

Pierre Janet, allá por finales del siglo XIX, aproximadamente en 1898,
afirmaba que el tratamiento del trauma podía explicarse en las tres fases
siguientes:

1. Reducción de síntomas y estabilización

2. Trabajo con los recuerdos traumáticos

3. Integración de la personalidad y rehabilitación

Muchos años más tarde, Judith Herman, en su ya mencionada publicación


Trauma y recuperación, sostenía que le parecía que el planteamiento de
Janet seguía vigente y que, efectivamente, en esas fases podía resumirse la
intervención en trauma psíquico.

La mayoría de los clínicos que trabajamos en trauma no le ponemos pegas a


esta manera de verlo. Hay que matizar que ya el propio Janet decía que no
podían considerarse dichas fases como sujetas a linealidad o secuencialidad
tal y como se enumeran, sino más bien, como que evolucionasen en espiral.
Es decir, cada vez que se alcanza una de las fases se tiene que ir revisitando
la anterior porque avanzar en este trabajo de integrar las experiencias
traumáticas y la información que aportan obliga a dar un paso atrás para
estabilizar y vuelta a empezar a trabajar con recuerdos concretos e integrar
la información que traen y estabilizar…

Yo solo quiero añadir, para abundar en matices que, lo más importante, en


mi opinión (y en la de tantos otros) contrastada no solo con la experiencia
sino con los resultados de estudios que se hacen al respecto, es que:

LO QUE CURA ES EL VÍNCULO

• Es la base de esa estabilización inicial y la reducción de síntomas.

• Es lo que permitirá que el paciente confíe para entrar a mirar de frente su


vacío.

• Es lo que le ayudará a verse representado como integrado al mirarse y


sentirse resonando en el otro. Sus dos voces en armonía. El equilibrio
restaurado.
RECUERDA: VÍNCULO CARGADO DE MIRADA
INCONDICIONAL
SEGUNDA PARTE:
INTERVENCIÓN PARA
ALIVIAR EL SUFRIMIENTO
INTRODUCCIÓN:

El primer paso para reducir el nivel de sufrimiento que cualquier


experiencia produce es saber qué está pasando. Poner nombre y
entender.

Eso es lo que venimos haciendo a lo largo de las cincuenta lecciones de la


primera parte.

En esta segunda, vamos a centrarnos en qué pasos vendrían a continuación y


cómo habremos de darlos. Son solo siete lecciones más porque no tiene
sentido aquí plasmar, con todo detalle, el modelo de intervención que
manejo. Esto no es un manual para profesionales de la psicoterapia, ni
tampoco una extensión del aula que comparto con mis alumnos. La idea
sigue siendo la misma, exponer de forma precisa pero breve, los conceptos
asociados a lo que sería la óptima forma de proceder una vez que conocemos
lo que nos ocurre y por qué.

Lo resumo en cuatro bloques de acciones:

1. Situar todo lo aprendido en un marco teórico explicativo que proporcione


una estructura sobre la que colocar todas las piezas y que sirva de referencia
para continuar añadiendo aprendizaje.
En mi caso, el esquema teórico incorpora y lo sostiene la Magia. Queda
resumido en cuatro lecciones.

2. Entender el poder de las historias que nos contamos en la construcción de


quiénes somos y qué lugar ocupamos en el mundo. Narrarnos,
resignificando lo vivido a la luz de lo aprendido, siendo honestos con
nosotros mismos. Solo así nos haremos cargo de nuestra responsabilidad en
todo este proceso de conquistarnos a nosotros mismos.

3. Profundizar mínimamente en el conocimiento de lo que supondría una


intervención psicoterapéutica que contemple el trabajo con las experiencias
traumáticas. En mi caso, dicha intervención está basada en los principios
teóricos que ya he presentado, en una buena evaluación y en la técnica de
EMDR (Eyes Movement Desensitization and Reprocessing).

4. Integrar todo ello en un estilo de vida saludable que combine unos


mínimos cuidados en relación a alimentación, ejercicio físico, sueño, práctica
de meditación y tiempo de dedicación al crecimiento personal.

Vayamos paso a paso.


LECCIÓN 52. LA MAGIA, LA MAYOR
ALIADA DEL SER HUMANO

El ser humano ha utilizado la Magia, desde siempre, para contrarrestar la


crudeza de la realidad y para explicársela. La Magia siempre ha salvado, y
sigue haciéndolo. Aun cuando la ciencia parece dar, cada día, más
respuestas a nuestras preguntas, seguimos recurriendo a la Magia para
contestarnos a muchas de ellas, o para terminar de cuadrar una respuesta y
enmarcarla en una explicación quizás más llevadera. Y es que, algunas
narrativas que construimos muy tempranamente y que han sido transmitidas
de generación en generación, son muy difíciles de cuestionar y casi
imposibles de abandonar. Ya sabemos por qué.

En cualquier caso, la Magia seguirá siendo imprescindible, pues la realidad


es cruda y espinosa. Siempre conflictuándonos. Y la Magia es la única
capaz de limar aristas, envolverlas o incluso hacerlas desaparecer.

Etimológicamente, la palabra Magia proviene del griego μαγεία ( mageia) y


lleva implícita la idea de poder. Este poder, según el diccionario de la Real
Academia, estaría relacionado con el producir “resultados contrarios a las
leyes naturales”. Por eso me parece una alternativa, la única de hecho, que
posee el ser humano para contrarrestar los a menudo devastadores efectos
de la realidad. Pensar que hay alguna otra opción a esa latosa realidad es
creer que se conseguirán resultados diferentes a los que cabría esperar. Eso
es fantásticamente esperanzador. Eso es Magia, eso es poder.
Si nos hemos construido una explicación para ciertos fenómenos y una
narrativa relativamente adaptativa, mejor no darle muchas más vueltas a las
cosas y, si fuera necesario, mejor incluso maquillarlas todo lo que se dejen
para que encajen en nuestro discurso y no al revés. Si Mahoma no puede
(no quiere, o teme) ir la montaña, ya se organizará uno el siguiente relato:
“o la montaña no merece la pena, ¡quien quiere montañas hoy en día!, o la
montaña no es lo que aparenta, en realidad, ¿quién me asegura que sea de
verdad una montaña?, o la montaña que ya tengo en casa es mejor montaña
o suficiente al menos, no hace falta cambiarla por otra…”, ¿no es cierto?
Más vale montaña en mano que ciento volando…

Los seres humanos tememos aquello que desconocemos y nos aferramos a


los esquemas que alguna vez han funcionado. La adquisición de esquemas
que resulten útiles para conseguir convertir el mundo en predecible es, a
“grosso modo”, el quid de la adaptación. El más sabio será aquel que posea
la mayor cantidad de esquemas eficaces más tempranamente. Un auténtico
mago. Nuestra fisiología neuronal está al servicio de esa adquisición
temprana de patrones de funcionamiento que nos hagan sentir adaptados.

¿Recuerdas el axioma de Hebb? Lo vimos muy al principio, en la lección 7.


Lo que sostiene es que dos neuronas que se han excitado juntas en alguna
ocasión, consiguiendo resultados aceptables, tienden a hacerlo nuevamente
organizando patrones. Esto supone que nuestra base fisiológica favorece la
creación (lo más pronto posible) de unos modelos de funcionamiento que
nos expliquen el mundo y lo conviertan en predecible. Que nos permitan
sentirnos con planes de acción más o menos eficaces lo más rápido posible.
Nos resistimos a cuestionárnoslos, contrastarlos y, si se demuestran poco
útiles, cambiarlos por otros. Antes cambio la realidad que los esquemas
que utilizo para explicármela. Eso aclara que, aunque la realidad esté
cambiando a la vertiginosa velocidad a la que lo hace, sigan vigentes
argumentos que tienen miles de años. Y que esas explicaciones sean
secundadas por millones de personas. Es imposible verificarlas como
certeras y se acompañan de rituales que igualmente perduran intocados
(intocables) desde hace mucho tiempo, pero ahí están, secundadas por
grandes mayorías.

Necesitamos Magia, es una evidencia. Yo sostengo que la hay de dos tipos:


Negra y Blanca. Y que es preferible utilizar esta última.

Decíamos que la Magia es poder. El de conseguir resultados contrarios a las


leyes naturales. El de creer que mi mamá me quiere, aunque no lo parezca.
Aunque, de hecho, parezca todo lo contrario. “Aunque, de hecho, me
maltrate, no me cuide, ni proteja, o me haya abandonado”. Es el poder de
creerlo y actuar en consecuencia: negando, disociando aquello que
demostraría lo contrario y generando una explicación que justifique sus
actos, por ejemplo, “que la culpa es mía, que no valgo lo suficiente o que no
merezco ser querido”. Y así, seguir a su lado “convencido de que quiere y
de que algún día seré digno de ese cariño".

La disociación genera Magia Negra:

- Porque a partir de ella conseguimos ver resultados contrarios a lo que la


realidad está mostrando.
- Porque genera sensación de poder, de control, de pertenencia, de
vinculación. A pesar de las evidencias, por encima de uno mismo.

- Porque es un mecanismo que deja fuera de la consciencia demasiada


información valiosa, imprescindible.

- Porque es un automatismo inconsciente.

- Porque nos ancla a explicaciones erróneas y patrones que dejan, muy


pronto, de ser adaptativos.

- Porque limita nuestros recursos.

- Porque nos hace creer que no podemos solos.

Las leyes naturales nos avisan y nuestro sistema psicobiológico destinado a


la defensa genera el miedo necesario para advertirnos de que ese estímulo
mamá o papá, puede que sea de naturaleza amenazante, pero un miedo aún
mayor nos obliga a invocar los conjuros necesarios para silenciar o borrar
las señales y permanecer apegados. ¡Menos mal! Y así sucede. Así
generamos enfermedad, locura, delirio, pero seguimos vinculados a mamá
y papá, y leales al sistema.

El diccionario dice que la Magia Negra supone utilizar ritos supersticiosos.


El ser humano no ha parado de hacerlo desde que el mundo es mundo para
conseguir poder y adquirir esa sensación de control tan anhelada para
contrarrestar la cruda, crudísima realidad.

Veamos en qué consiste este esquema que propongo para explicar el


“movimiento adaptativo” del ser humano desde que viene al mundo y que
tiene a la Magia como protagonista indiscutible. Este pretende ser el marco
teórico desde el que explicarnos y narrarnos.

Veamos, qué es lo que yo llamo Magia Blanca…


LECCIÓN 53. UN ESQUEMA PARA
ENTENDER LA ADAPTACIÓN

Mi teoría parte de la asunción de que se puede representar la adaptación


del ser humano a este mundo utilizando un eje de coordenadas en el que se
ponen en relación las siguientes variables: en el eje de abscisas se
extendería el continuoRealidad-Magia y en el eje de ordenadas el de
Consciencia-Inconsciencia. Enfrento estas variables porque, a mi entender,
recogen los elementos esenciales que, combinados, permiten situar a un
individuo en cada momento de su existencia y valorar su adaptación al
medio. Estos elementos ya los conocemos, los hemos ido descubriendo en
lecciones anteriores. Veamos ahora cómo encajarlos todos juntos en un
esquema que se pueda revisitar para ir colocando piezas y que contribuya a
la generación de una narrativa adaptativa.

Desde el principio:

1. En el momento de nacer , el bebé se encontraría en el cuadrante que


supone verse enfrentado a su realidad (interna y externa) con la más
absoluta falta de consciencia. Según el esquema, en el cuadrante marcado
con el número

1. Más o menos así:


¿Qué supone esa realidad externa e interna del bebé?

- La realidad externa es todo aquello que le rodea, animado e inanimado:


sus padres y familia en general, su casa, la ciudad, el país en que ha nacido,
su cultura, su religión, etcétera. Todo esto supone lo que ya hemos llamado
macro y micro sistema.

- La realidad interna, sin embargo, estará constituida por elementos físicos


y psicoemocionales: su cuerpo y las circunstancias de funcionamiento del
mismo y sus emociones, necesidades, reflejos, instintos, impulsos…

¿Cuáles serán los movimientos que irá haciendo el pequeñín a medida que
pasen sus días y sus meses?

2. En un primer momento , el movimiento “normal” y deseable de todo


bebé le llevaría a ir atravesando la barrera de la inconsciencia a medida que
va siendo traducido por las figuras vinculares en el marco de su interacción
con ellas. Este movimiento es lento y se va gestando poco a poco, día a día.
Esa traducción que consigue al ir convirtiendo material inconsciente en
consciente, sitúa al niño en el cuadrante superior izquierdo, el 2. En este
cuadrante se supone que se ha adquirido consciencia de la realidad. De la
externa es más fácil hacer consciencia, al menos, de una parte importante de
ella. Pero la realidad interna, como sabemos, necesita ser traducida.

Ya hemos dicho que, en este punto, son cruciales lasintonía del cuidador y
su capacidad para ofrecer una respuesta contingente.

Recordemos: el cuidador, al discriminar en el llanto de su bebé lo que éste


necesita, y traducirlo en miedo, hambre, mimos, sueño o lo que sea, está
permitiendo al niño hacer consciencia de lo que le ocurre y etiquetarlo con
una palabra que lo simboliza. Si además resuelve lo que el niño necesita, y
le calma (recuerda: respuesta contingente), entonces le estará enseñando a
regular sus afectos y a obtener una narrativa que hablará de sí mismo y de
sus circunstancias, que dará sentido a lo ocurrido y que le permitirá
disponer de material a tener en cuenta cuando sea necesario.

3. ¿Qué ocurre si la experiencia interna del niño no es traducida? Pues


también hemos hablado ya de todo esto. Ese material no podrá a travesar la
barrera que debe conducirle a la consciencia, se quedará almacenado de
forma inconsciente como memoria implícita y producirá malestar. Esta
experiencia que se queda sin voz, quiere tenerla. Sabemos que pertenece a
lo que hemos llamado sistema psicobiológico de Defensa. El de
Aproximación le teme (fobia entre partes) y no quiere que la tenga. Aquí,
como hemos visto, encontramos el germen de la ansiedad.
Pero la Defensa siempre encuentra la forma de expresarse. Es necesario
calmar la ansiedad y encontrarle una salida a toda esa experiencia
bloqueada. ¿Cómo lo hacemos? Pasando al cuadrante 4 y utilizando
“recursos mágicos”.

Los recursos de este cuadrante son lo que yo llamo“Magia Negra” porque


tienen como protagonista la Disociación. Suponen dividir nuestra
experiencia en lugar de integrarla. Implican una falta absoluta de
consciencia. Y eso es una solución muy poco recomendable. Ayuda
momentáneamente, pero es una mala inversión a largo plazo. Recuerda que,
como debe triunfar la vinculación, el sistema (famila/contexto cultural)
impondrá sus reglas y se silenciará todo aquello que arriesgue vínculos.
Esto, inicialmente, resulta adaptativo, pero a medio-largo plazo, será
nefasto. Una de las razones es que esa Magia Negra supone la producción
de todo un acervo de creencias negativas sobre uno mismo y el mundo que
contribuye a esa adaptación original pero que sabemos absolutamente falso
e incongruente con la realidad sentida y, desde ahí, muy peligroso.
Incompatible con la salud mental y la felicidad.

En este cuadrante sitúo todos los llamados Trastornos mentales.

Lo que conocemos como trastornos mentales son una expresión perfecta de


esos rituales supersticiosos (que decíamos que acompañan a todo lo
mágico) que generamos para conseguir resultados diferentes a los esperados
ante la desconcertante realidad de los hechos que nos rodean: abandono,
falta de cariño, desprotección, violencia, abuso, maltrato, negligencia,
egocentrismo, ausencia de demostraciones de afecto, ignorancia, amargura,
falta de respeto y dedicación.
Calmamos angustia y desarrollamos una narrativa que parece darnos
explicación y control.

Eso conseguimos con los síntomas que presentamos ante esta peliaguda
situación y que se recogen en los manuales con diferentes apellidos para el
nombrado trastorno. Uno por cada grupo de síntomas. Pero ¿qué tienen
todos en común? LA FALTA DE TRADUCCIÓN. La falta de sintonía, la
no contingencia en la respuesta del cuidador, los vacíos.

Así, en el extremo inferior derecho (en el cuadrante 4), el que supone mayor
nivel de inconsciencia y mayor alejamiento de la realidad situaríamos el
delirio psicótico. Cerca, encontraríamos el Trastorno de Identidad
Disociativo (T.I.D.) y cerca también al T.O.C. (Trastorno Obsesivo
Compulsivo) con sus complejos rituales de control, expresión perfecta de lo
que vengo comentando. Magia Negra resultan las fobias y su magnífico
truco de desplazamiento del objeto fóbico y por ahí también andan las
somatizaciones creando una realidad alternativa de síntomas corporales que
tan maravillosamente bien guardan el secreto de lo que en verdad
representan. Si serán eficaces esas somatizaciones que engañan y han
venido haciéndolo durante siglos a generaciones de sesudos médicos que
buscan explicaciones fisiológicas que no siempre encuentran y que tratan de
silenciar con fármacos que resuelven poco y, sobre todo, cronifican mucho.
Así podríamos seguir con todo el DSM-5 y sus categorizaciones.

4. El paso deseable, y sano, sería el que llevaría al niño a cruzar hacia el


cuadrante 3 donde encontramos Magia, pero de la Blanca.
Decíamos que la Magia es necesaria siempre. Estoy convencida de ello. La
realidad cruda y desnuda puede ser claramente insoportable. Necesita un
maquillaje que le lime aristas. En mi opinión, el mejor “cosmético” es el
polvo de hadas que cada uno debe aprender a generar cada mañana.
¿Cómo? El siguiente paso (tras la traducción), ingrediente fundamental de
esta maravillosa fórmula, la elaboración de los duelos. Ya hemos hablado
largo y tendido de este tema y de su acción maravillante. Hacerse cargo de
las pérdidas que conlleva seguir vivo, y en contacto con la realidad y sus
conflictos, es tan complejo como liberador.

Supone:

• la aceptación de los hechos y circunstancias vitales, incluido el supuesto


absurdo que supone asumir la mortalidad,

• hacerse cargo de que la responsabilidad sobre el sentido de la existencia


recae sobre uno mismo,

• de la libertad de elección asociada a esa responsabilidad

• y de la inevitable consecuencia de todo ello que deriva en un sentimiento


de soledad tan abrumador como deseado.

En definitiva, asumir y conseguir “superar” (¿trascender, sublimar quizá?)


esos cuatro inmutables de los que habla la Psicología Existencial. Supone
pues, dejar de utilizar los filtros que proporciona la Magia Negra respecto a
la información de entrada (tanto interna como externa).

Supone hacerse dueño de la propia historia. ¿Cómo?, narrándose.


Recuerda, nada otorga más significado, y por lo tanto más poder, que
una narrativa completa y coherente .
LECCIÓN 54: EL MÁGICO POLVO DE HADAS

Ser los productores de esa narrativa tan eficaz que explica sin fisuras lo que
hemos sido y somos genera una magnífica sensación del control justo y
necesario para manejarse por el día a día con solidez, confianza y
contundencia. Genera un filtro potente desde el que interpretar e
interpretarse: lo que yo llamo el maravilloso “polvo de hadas”.

Pero ¿qué es exactamente ese polvo de hadas? ¿De qué está hecho?, de
amor.

El amor es la Magia Blanca más poderosa que existe. De amor y


respeto y lealtad y cuidado a uno mismo.

Cuando, después de un recorrido tan largo y difícil a través de los diferentes


cuadrantes, llegamos al de la Magia Blanca, desarrollamos una relación con
nosotros tan honesta que sabe a triunfo, a conquista (parafraseando a Platón
con el que abríamos el libro). Desde ahí, desde ese vínculo sano y sabio que
generamos con nosotros mismos, es posible vincularse con los otros y con
el mundo en general de una manera que nos permita:

disfrutar y obtener lo mejor de cada relación posible

mantener las distancias en las imposibles

ser valientes
exponernos y correr riesgos

alimentar la curiosidad que se traduce en motivación y pasión

vivir según nuestros criterios y nuestros valores

hablar, contar nuestra verdad

reír

crear

ser apasionados

actuar

estar inspirados e inspirar

ser generosos

amar

cambiar el mundo

El polvo de hadas está hecho de eso, de duelos, aceptación, lucha, pasión,


crecimiento y amor. De miedos enfrentados que han dejado de ser muros
cubiertos de resentimiento.

EL polvo de hadas es un filtro de salida con una potente acción


maravillante…

Dirás que esta narrativa puede llegar a oler a autoengaño… Puede, pero
está bien. Somos conscientes de la crudeza de la realidad. Hemos
perdido la inocencia. Pero, ¿por qué no pensar que todavía podemos
volar? El polvo de hadas es lo que tiene, bien espolvoreado, permite volar y
llegar tan lejos como uno se proponga.
Y el deseo es siempre legítimo.
LECCIÓN 55: LAS NARRATIVAS QUE
GENERA LA MAGIA NEGRA

Las narrativas propias del cuadrante 4 sin embargo, las asociadas a esa
Magia Negra que nos hace tan desgraciados, están cargadas de la misma
devoción supersticiosa con la que reza un niño un “Padrenuestro” antes de
dormir. Bellas oraciones que han de repetirse con fe y convicción para
“protegernos” del cambio. Recuerda que son producto del terror a la
desvinculación y que buscan aparentar normalidad y evitar cualquier
intromisión por parte de la Defensa.

Narrativas llenas de elementos fantásticos y términos absolutos, que


acuden a nuestra consciencia en cuanto hay un atisbo de peligro: D a tres
vueltas a la llave y todo estará bajo control, desconfía y estarás mejor, no
salgas y te sentirás siempre a salvo, no bajes la guardia y no te pasará
nada, irrítate el colon y no te irritarás nunca con nadie, angústiate y cree
que es que hay algo dentro de ti que funciona mal, que no vales, que estás
en peligro y que nunca serás capaz de protegerte, que siempre necesitarás
al otro o a eso otro (bebida, sustancia, comida…). O convéncete de que no
necesitas a nadie y eres autosuficiente y no llores por tanto las pérdidas
puesto que no hay nada que perder. O échale la culpa a los que pertenecen
a otra religión, otra cultura u otra ideología… Los fundamentalismos son
un buen negocio donde invertir, sí señor. Y esos sí que suponen narrativas
dignas de la más negra de todas las magias. Cargadas de creencias
categorizantes, rígidas y excluyentes, confieren el poder que otorga el
sentirse en posesión de la verdad, con las respuestas a todas las preguntas,
con los peligros bien localizados (simbolizados en las figuras de los otros
dioses, los otros militantes, los de otras razas) y con los esquemas de acción
perfectamente diseñados: a la guerra, a la persecución, al exterminio, a la
invasión, a la esclavitud, a la hoguera, a la tortura, la lapidación o la
opresión…

El acto suicida, como decía más arriba, disfrazado de liberador, supone


también una conducta compleja que no está exenta de una narrativa
acusadora y victimizante a la vez. Una vez más, llena de elementos
excluidos, evitados o negados. Una vez más, en la inconsciencia. Una vez
más, Magia Negra. Pero, en este caso y según mi punto de vista, la huida al
cuadrante 4 se haría desde el 2. Esto, como habrás advertido, presupone la
existencia de una traducción, un paso a la consciencia que tal vez por
prematuro, brutal, accidental o descarnado, traumático, obstaculiza el paso
siguiente de elaboración de los duelos necesarios que posibilita el cruce al
cuadrante 3, el de la Magia Blanca.

Ritual supersticioso se me antoja una carta de despedida, una liturgia de


preparación del escenario, una particular manera de llevarlo a cabo. Lo que
presenciamos no es más que un poner en acción (sin nada de consciencia)
emociones y deseos negados y no permitidos, largamente disociados, no
legitimados. Es el triunfo de la inconsciencia gobernada por una parte
emocional infantil (P.E., siguiendo la teoría de la Disociación Estructural de
la Personalidad de Pierre Janet) que al advertir la desvinculación (no se ha
podido generar un vínculo de apego suficiente para la supervivencia) y
enfrentada por consiguiente a un vacío interior al que abisma asomarse (la
fragilidad de los esquemas de sostén es enorme cuando no se ha disfrutado
de la solidez que produce la respuesta contingente de un cuidador que
sintoniza con las necesidades de uno) toma el control y solo encuentra una
salida para dejar de padecer un sufrimiento tan intenso y desgarrador.

Retomaremos el tema de las Narrativas más adelante.


LECCIÓN 56. LA MAGIA EN EL PROCESO
PSICOTERAPÉUTICO

La idea es que podamos utilizar este esquema durante todo el proceso


terapéutico tanto si somos terapeutas como si somos pacientes. Nos servirá
de guía en todo momento. Si tenemos claro cuál es el movimiento evolutivo
saludable y dónde y cómo se ha ido produciendo el conflicto que ha
obligado a silenciar material y convertirse en la constelación de síntomas
que lleva a consultar, podremos ir dirigiendo, acompañando y
experimentando la marcha en sentido contrario.

• Durante la evaluación: aquí prima que veamos a nuestro paciente, que le


veamos de verdad. Que podamos sentir cómo aprietan los zapatos de ese
niño ajustándose a la realidad que le rodea y sus exigencias para sentirse
mínimamente a salvo, querido.

Podemos utilizar el esquema como guía para observar y tratar de


comprender cómo se ha construido el ser humano en particular que tenemos
frente a nosotros en la consulta, que estamos evaluando y que llamamos
nuestro paciente.

Necesitamos enfocar esta tarea tratando de recoger la mayor cantidad de


información relativa a los diferentes cuadrantes.

Veamos el cuadrante 1. Para completar la información de nuestro paciente


relativa a dicho cuadrante son dos los instrumentos fundamentales que
recomendamos utilizar: una completa línea de vida y un buen genograma.

Recogiendo los datos que nos aportarán herramientas como el genograma o


la línea de vida que están esencialmente relacionados con su realidad
externa, podremos hacer inferencias sobre cómo ha ido experimentando su
realidad interna. Iremos conociendo cuánto fue traducido contingentemente
y supone ahora material con el que hay conexión y que se puede regular
adecuadamente (que pertenece ahora en el cuadrante 2) y cuánto fue
necesitando atravesar la línea hacia el cuadrante 4, material que, como ya
sabemos, ha generado los síntomas y problemas que le han traído a terapia.

En el cuadrante 4 situamos, por tanto, el motivo de consulta.

En relación con esto último (la traducción contingente y el material no


traducido), sugerimos utilizar otras dos herramientas que consideramos
imprescindibles en la evaluación: una entrevista que valore elApego y
algún instrumento de evaluación de la Disociación. No importa qué
entrevista o técnica concreta utilicemos para esta valoración, lo que importa
es que hagamos una apreciación consciente de:

• cómo se ha ido produciendo la traducción por parte de las figuras


vinculares,

• la manera particular de expresión inconsciente del material no traducido y

• la narrativa explicativa que el paciente trae sobre todo esto.

Una buena selección del material de apoyo en esta recogida de información


y un buen conocimiento de técnicas de observación de lo que me gusta
llamar “el inconsciente en movimiento” (juego simbólico en los niños
fundamentalmente y esas narrativas que trae el paciente además de los
instrumentos proyectivos) son esenciales aquí.

Algo muy importante que hay que chequear en relación con las narrativas
es la cantidad de creencias sobre uno mismo y sobre el mundo que le rodea
que ha generado el paciente y que, en su gran mayoría serán tan negativas
como erróneas. Un completo listado de creencias puede ser de gran ayuda
aquí como herramienta complementaria.

Con este ejercicio exploramos a la vez los cuadrantes 3 y 4. Recuerda que


todo lo que no ha podido atravesar la barrera para sentirse y saberse con
consciencia no se puede experimentar con coherencia y no permite dar un
paso más allá hacia la elaboración de la pérdida que conlleva el abandono
de la inocencia y la ignorancia infantiles.

Cuando se elaboran los duelos y se asume la pérdida de la inocencia y


de los “paraísos asociados”, se conecta con toda la fuerza del darse
permiso para crecer y autorrealizarse, se aceptan los hechos y se
afrontan los retos. Y, lo que es más maravilloso, se encuentran las
fuerzas en ese mágico “polvo de hadas” que supone el amor a uno
mismo por derecho propio y por encima de todo.

O de casi todo, de todo lo que uno decida que debe estar por debajo. Las
narrativas resultantes son muy diferentes a aquellas asociadas a la necesidad
de mantener fuera de la consciencia la realidad interna y la incoherencia
vivida con respecto a los razonamientos que vienen de fuera para explicarlo
todo.
• En la Intervención: si resumimos lo expuesto hasta ahora, podemos
afirmar que la clave es el reconocimiento, por parte del terapeuta, de
cuánto material ha quedado sin pasar a la consciencia y de cómo se ha
venido expresando y se está expresando ahora para poder ofrecer un plan
que ayude al paciente a esa necesaria toma de conciencia y a hacerse
cargo de lo que supone (con el dolor irremediable que produce), a la
generación depatrones de afrontamiento eficaces y de narrativas que den
significado a su existencia y permiso para tomar las riendas de su destino.

El esquema general de intervención queda así resumido:

1. Revertir el camino que llevó a pasar del cuadrante 1 al 4 y que generó


los modos y maneras concretos de expresarse (rituales y narrativas
incluidas)

2. Consecuente toma de consciencia y legitimación de todo ese material


que no fue visto como parte de esa reversión.

3. Desarrollo de habilidades de regulación adaptativa de este material


recién descubierto.

4. Elaboración de los duelos consecuencia de las pérdidas que esta toma de


consciencia produce.

5. Colaboración para el desarrollo de las narrativas completas y coherentes


necesarias para explicarse adecuadamente y para dotar de significado.

6. Colaboración para la generación del “polvo de hadas” que comienza a


percibirse al entrar en contacto con los recursos personales que se activan:
• Cuando se ha recorrido todo este camino. Y esos recursos se constatan
presentes en esas narrativas que hemos elaborado en forma de creencias
veraces sobre uno mismo y sobre el mundo que rodea.

• Cuando hemos aprendido a amarnos y a amar a los demás y


vincularnos.

• Cuando tenemos un buen montón de filtros de salida que nos permitirán


la adaptación a cada exigencia del día a día viviendo los retos sin el
miedo a la pérdida de integridad y con el mínimo de pérdida de
ecuanimidad.

• Cuando hemos dejado, por fin, de emplear los infames filtros de entrada
que proporciona la Magia Negra, eso que Anna Llenas llama en su libro
sobre el Vacío, tapones, y podemos relacionarnos con la comida, los
móviles, los padres, las drogas y tantos y tantos filtros o tapones, de una
forma consciente, responsable y adaptativa. En definitiva, de la manera que
mejor se corresponda con cuidarnos y sentirnos bien. Suficientemente bien.
Incluso con el grandísimo reto que supone hacerse cargo de los inmutables.

• Cuando, con los oportunos duelos elaborados, al enfrentar las pequeñas


pérdidas cotidianas somos conscientes de que nos preparan para la gran
pérdida que supone la muerte. Todo esto nos hace levantarnos de otra
manera cada mañana. Huele a que nos vamos sintiendo más capaces cada
día de encontrarle “el punto” a esto de estar vivo. El polvo de hadas
elaborará una narrativa que nos servirá de filtro "acolchante". Algo así
como: "A lo mejor tengo suerte y esto de mi muerte se produce muy tarde,
sin dolor, de forma rápida. El caso es que me dé tiempo a despedirme de los
míos y a gozar de todas las oportunidades que la vida me otorgue y las que
me sepa construir”. Ya lo hemos dicho: el deseo es legítimo siempre. Con
tal de que no lo convirtamos en necesidad…

Sabemos que con esta narrativa nos estamos engañando. Sabemos que
puede pasar cualquier cosa en cualquier momento, pero ¿y si fuera así? No
obstante, si no sucediera como deseamos, no importa, no hemos convertido
el deseo en necesidad y, por si acaso, estamos viviendo la vida de tal forma
que ya no asusta perderla.

Para terminar, me gustaría aclarar que, en general, los filtros de entrada que
proporciona la Magia Negra son esquemas de funcionamiento que se nos
ofrecen desde fuera (por eso es fácil hablar de transmisión
transgeneracional de conflictos), mientras que los filtros que componen el
polvo de hadas son internos, de propia generación tras la revisión de los
aportados desde afuera y la constatación de su ineficacia en la
actualidad.
LECCIÓN 57. EL ARTE DE CONTAR
HISTORIAS

El ser humano necesita narrarse y lo hace, con soltura, desde muy temprano.
De hecho, parece que se ha constatado la existencia de un gen que sería el
responsable, de alguna manera, de nuestra capacidad de desarrollar lenguaje
y narrativa. El FOXP2.

Ya hemos dicho que le damos significado a las experiencias cuando nos


contamos historias . Nos gustan las historias, nos las contamos, las
escuchamos y las leemos constantemente. Nos explican, nos transforman,
nos impulsan, nos definen, nos conmueven. Sobre el poder de las historias ya
he escrito en otros textos y no quiero alagarme aquí, pero sí dejar constancia
de mi profunda convicción de que una historia puede cambiar, radicalmente,
el curso de nuestra existencia. Para bien y para mal. Las narrativas de líderes
sociales o espirituales pueden mover a grandes masas hacia un objetivo
determinado.

Cuando de críos somos víctimas de negligencia, abuso, desprotección o


maltrato, la historia que nos contemos para explicarnos lo ocurrido será
definitiva para instalar síntomas corporales, carencias cognitivas y
emocionales, problemas conductuales e infelicidad para el resto de
nuestras vidas.

Soy abusable, soy débil, no puedo fiarme de mis emociones ni confiar en


nadie, estoy mal como soy, soy un desastre, soy culpable, debería haber
hecho otra cosa diferente de la que hice, no merezco que me pasen cosas
buenas, etcétera son algunas de las creencias que nutren esas narrativas y que
limitan nuestro crecimiento, nuestra evolución, nuestra maduración, nuestra
posibilidad de ser felices, de hacer duelos y crear el polvo de hadas necesario
para estar en contacto con el potencial que todos tenemos para
automotivarnos y desarrollarnos.

Yuval N. Harari sostiene que nuestro lenguaje evolucionó como una variante
del chismorreo, pues necesitamos acumular información sobre los otros
humanos que nos rodean. “La cooperación social es nuestra clave para la
superviviencia y la reproducción”, dice Harari. Necesitamos vincularnos para
sobrevivir y tener la mayor cantidad de datos sobre los otros. Supone una
clara ventaja adaptativa al servicio del sistema psicobiológico de la
Aproximación.

Pero, como afirma Harari, lo más impresionante y, a mi juicio, poderoso, es


que podamos hablar sobre lo que no vemos ni oímos, sobre lo que
imaginamos e inventamos, sobre mitos y leyendas que, mágicamente,
explican y dan sentido. No podemos vivir sin explicárnoslo todo. Asumir que
puede haber millones de cosas, de fenómenos, para los que no tenemos
explicación es imposible para un niño. Desde que podemos hablar
empezamos a preguntar ¿por qué? Un niño necesita, siempre, una respuesta.
Y no tiene ningún problema con las que están llenas de magia y fantasía.

Pero un adulto debería haber elaborado el duelo en relación con no tener


respuesta para poder vivir sosteniendo el miedo a lo desconocido e
inexplicado .
Ya lo he expuesto en lecciones anteriores. Utilizando como referencia el
“esquema de la Magia” podríamos decir que, muchas de estas narrativas, de
estos mitos populares, son Magia Negra pues nos alejan claramente del
objetivo de crecimiento hacia un cuadrante que supone haber elaborado
pérdidas. Pero, “… Dichos mitos confirieron a los sapiens la capacidad sin
precedentes de colaborar en gran número… Esta es la razón por la que los
sapiens dominan el mundo… Un gran número de extraños puede cooperar
con éxito si cree en mitos comunes… Los tipos de cosas que la gente crea a
través de esta red de narraciones son conocidos en los círculos académicos
como “ficciones”, “constructos sociales” o “realidades imaginadas… una
realidad imaginada es algo en lo que todos creen y, mientras esta creencia
comunal persista, la realidad imaginada ejerce una gran fuerza en el mundo”.
Ya te decía yo que la Magia es poder. Una narrativa cargada de los elementos
emocionales apropiados puede tener un poder transformador casi ilimitado.

Las historias nos aportan:

- Significado

- Información para sobrevivir

- Poder

Ojo entonces con lo que nos contamos sobre nosotros mismos y lo que nos
rodea. ¿No nos vendría muy bien revisar esas narrativas que organizamos en
nuestro día a día? Sí, claro que sí. Ellas son la expresión evidente de nuestro
sufrimiento.
Dime qué me cuentas de ti y del mundo que te rodea y te diré qué has vivido,
cómo han sido tus relaciones vinculares tempranas y qué te produce el
sufrimiento actual que padeces.

Debemos aprender a traducirnos, es clave. Si nuestros padres fallaron en


esa labor, lo cual es normal y universal pues los padres perfectos no existen,
debemos hacernos cargo cada uno de nosotros. Es la responsabilidad de un
adulto. Así como de la resignificación y de la re-narración de nuestra
historia. En el caso de los profesionales de la psicoterapia, en palabras de
Milton Erickson: “Todas nuestras estrategias terapéuticas deben orientarse
hacia la co-creación, junto con nuestros pacientes, de una realidad en la que
puedan desarrollar por sí mismos el nivel de confianza necesario para la
utilización de sus recursos personales en la consecución de metas
apropiadas”.

¡Cuánto me gustan estas palabras! Además, Erickson afirmaba, igual que yo,
que “Tú sabes algo que no sabes que sabes. Tan pronto descubras eso que ya
sabes, sin saber que lo sabes, podrás empezar a cambiar”.

Esta ha sido todo el tiempo la idea. Ahora ya sabes que sabes. Ya te he


contado en lo que hay que ahondar, cómo funcionamos escondiendo a
nuestra conciencia eso que todo nuestro cuerpo grita. Busca ayuda para
aprender a traducirte. Nos construirnos y narramos a través del vínculo y
debemos hacer la reconstrucción, la re-narración en relación con otro que
suponga una Base Segura para nosotros. No dejes de hacerlo, por favor. El
cese de tu sufrimiento y tu paz interna serán tu recompensa.
¿Qué puedes ir haciendo tú? De prácticas saludables, sanadoras y
empoderantes hablaremos en siguientes lecciones. Muchas de ellas, si no
todas, ya las conoces, pero no quiero dejar de mencionarlas, incluyendo
alguna sugerencia específica que puede resultarte útil.
LECCIÓN 58. EL PROCESO TERAPÉUTICO
IDEAL

1. ¿Cuál es el ingrediente fundamental del proceso terapéutico ideal?


Exacto, el terapeuta. Era lógico deducirlo después de lo que hemos venido
trabajando. Si el vínculo es lo que realmente sana, el ingrediente
fundamental en un proceso que busque la ayuda a la transformación de otro
ser humano ha de ser el vínculo que se genere entre las dos personas
implicadas, y eso es responsabilidad de una de ellas.

2. ¿Y el segundo?, una adecuada y exhaustiva evaluación. Sin la menor


duda. Si eres un profesional de la psicoterapia, no comiences un proceso de
intervención sin llevar a cabo el psicodiagnóstico que de verdad te permita
entender y ver a tu paciente. Y si eres un consumidor, exige que tu terapeuta
se tome la molestia de saber quién eres y en qué puede ayudarte.

Cuando nuestros pacientes vienen a la consulta, requieren soluciones,


estrategias, y fórmulas mágicas. Los padres nos piden pautas para
manejarse con sus hijos. Es muy difícil resistirse a dar esas
recomendaciones, pero ahí está el reto. Recordemos lo que decíamos en
lecciones pasadas, que una parte de nosotros quiere una cosa y otra la
contraria, y que ambas son legítimas. A nosotros nos interesa que la que se
sienta vista, escuchada, entendida y queriendo ser traducida es la que
siempre ha estado en la sombra, la que no tiene voz. Esa, créeme, está
encantada con que nos tomemos el tiempo necesario para atenderla
adecuadamente. Sobre todo, si explicamos desde el principio en qué va a
consistir todo el proceso y por qué. Si legitimamos el deseo de obtener
soluciones mágicas ya pero también afirmamos que estamos seguros de que
le va a parecer bien que hagamos ese trabajo de evaluación porque va a
redundar en mejores resultados. ¿Cómo iba a ser si no? ¿Cómo vamos a
saber qué hay qué hacer si no sabemos qué pasa? ¿Y quién es ese al que le
pasa?

En esa evaluación, unos cuantos elementos son indispensables: la línea de


vida, el genograma y, por supuesto explorar historia de trauma y
disociación.

Existen muchas baterías de test muy útiles para medir e investigar


diferentes variables. No voy a señalar aquí ninguno en particular. Sí insisto
en que se exploren las áreas necesarias y en que sea la que sea la prueba que
estemos llevando a cabo, lo hagamos en la consulta, con nuestro paciente, y
dando más importancia a qué cuenta y cómo lo cuenta que a la cifra
concreta o el perfil determinado que nos ofrece la corrección. Siempre que
no estemos en investigación, hay que recordar que la evaluación en clínica
es para actuar y producir un cambio; para intervenir, no para comparar
resultados entre sujetos de estudio.

3. ¿Una técnica absolutamente eficaz? EMDR

Voy a hablar muy sucintamente de la técnica. EMDR, acrónimo en inglés de


Eye Movement Desensitization and Reprocessing. Una técnica
psicoterapéutica especialmente indicada para el trabajo con las experiencias
traumáticas y que se traduce como: desensibilización y reprocesamiento por
el movimiento ocular.

Fue desarrollada por Francine Shapiro en 1987 con el siguiente presupuesto


teórico: la existencia de unsistema innato en todos los seres humanos
fisiológicamente orientado a la salud. Equivalente al sistema inmunitario
pero específico para el procesamiento de experiencias psicoemocionales. El
sistema se activa, cada noche, de forma natural, durante la fase R.E.M. del
sueño con el movimiento sacádico de los ojos. Se ha comprobado que
favorece la sincronización de la información atesorada en sendos
hemisferios cerebrales. En condiciones ideales, la información somato-
sensorial, emocional y cognitiva quedaría así perfectamente integrada y esto
conferiría al individuo la oportunidad de elaborar una respuesta adaptativa
en relación a los retos del día a día y de producir aprendizaje.

La patología se crearía al bloquearse dicho sistema que se conoce en la


actualidad por el acrónimo PAI (Procesamiento Adaptativo de la
Información). El bloqueo supondría que la información referente al suceso
que se ha vivido queda aislada del resto de redes neuronales y no integrada.
Ya hemos visto cómo, cuándo y por qué sucede esto. Recuerda: cuando
hemos de silenciar información que proviene de una parte de nosotros que
es tan importante y legítima como la que nos pide que callemos.

Reproducir voluntariamente, y en nuestra consulta, el trabajo que el cerebro


realiza espontáneamente en sueño REM fue la genial inspiración de
Shapiro. Es lo que hacemos cuando les pedimos a nuestros pacientes que
sigan el movimiento de nuestros dedos con sus ojos procurando no mover la
cabeza, cuando les hacemos toques alternantes en sus manos, piernas u
hombros (tapping), o les ponemos unos auriculares con un sonido
igualmente alternante. Son las diferentes maneras de producir lo que es la
esencia del funcionamiento de EMDR o de lo que hace nuestro cerebro en
REM: la estimulación bilateral , responsable de esa sincronización
hemisférica que hemos nombrado.

Inicialmente, Francine Shapiro pensó que solo estaba desarrollando una


manera extraordinariamente eficaz para desensibilizar, pero los llamativos e
interesantes resultados que iban consiguiendo sus pacientes, le llevaron a
deducir que se estaba produciendo algo más que desensibilización. Ella lo
llamó reprocesamiento. Supone un cambio drástico y duradero en el
sistema de creencias del individuo cuando se trabaja adecuadamente con
la estimulación bilateral.

Esto es lo que convierte a la técnica, a mi juicio, en una forma


revolucionaria de trabajo. Es estar presenciando cómo un proceso que
generó inexorablemente una narrativa tan incompleta e incoherente con la
experiencia vivida como consecuentemente falsa y desadaptativa, es
invertido y transformado en otro muy distinto: el de la saludable integración
de la experiencia, con una narrativa radicalmente distinta, coherente,
completa, integradora y eficaz adaptativamente hablando.

Por eso parece Magia. Por eso me gusta tanto.

4. ¿El proceso imprescindible?, la elaboración de duelos para la


generación de narrativas completas, coherentes, integradas y eficaces. Salir
del bucle de la reivindicación y resignificar lo vivido es el paso previo para
tomar la batuta de la responsabilidad sobre mi felicidad y mi bienestar.
Es no tener miedo a que se active la red neuronal por defecto sino todo lo
contrario, buscar el momento de conectar con uno mismo para aumentar
conciencia, propiocepción y conocimiento de uno mismo. Es poder pasar a
la acción. Dejar de vivir el mismo día una y otra vez. No dejes que eso
suceda, vivir el mismo día ochenta años, y llamarlo vida. Eso no es vivir.

Dicen por ahí que la mejor manera de no tener miedo es no tener esperanza.
Yo diría que la esperanza en que ocurran cosas que no ocurrieron y que ya
no van a ocurrir, es lo que nos congela en el tiempo. Dolernos por lo que no
fue, aunque con el derecho a que hubiera sido, es mirar de frente al miedo
que es imposible no sentir. Pues es mirar al vacío y la soledad. Y es
liberarse y es crecer.

Es amarse. Es Magia Blanca.

Es la posibilidad de nuevos miedos y nuevas esperanzas.

Es pasar a la acción donde todo es posible.


LECCIÓN 59: ACCIONES
IMPRESCINDIBLES. LA REGLA DE LAS 5
“EMES”

Todos estamos al corriente de en qué consiste llevar una vida saludable. El


reto está en tener la disciplina para aplicar las tareas que los expertos nos
recomiendan.

¿Y de dónde saco yo la fuerza de voluntad que genera disciplina?


Primariamente, del permiso. Ya sabemos al servicio de qué está que yo no
evolucione, que no crezca, que no me cuide…

Por eso es tan importarte conocerse, entenderse, resignificarse y quererse. Y


por eso es imprescindible buscar ayuda psicoterapéutica en tantos casos. No
sufras más de lo estrictamente necesario intentando, a solas (cual Barón de
M• nchausen), sacarte a flote de las arenas movedizas tirando de tu propia
coleta. Confía y busca a otro ser humano en quien sentirte resonando para
abrir tu caja de Pandora e ilumina tus demonios. Verás cómo resulta mucho
más fácil así.

No obstante, recordemos algunas de las cosas que sabemos infalibles para ir


contrarrestando esquemas empobrecidos y limitantes, y cambiarlos por los
que van a ayudar en la tarea transformativa. Es lo que yo llamo La Regla de
las 5 emes, una seguida de cada vocal, así es más fácil construir una regla
nemotécnica y no olvidarlas:
• “Manualizar”: palabra que no está en el diccionario, pero sí en nuestro
vocabulario actual. Se trata de intentar hacer alguna tarea con tus manos.
Pinta, borda, haz puzles, monta maquetas, cocina, trabaja en el jardín o en
tus macetas, cose, cultiva, haz velas, jabón o tocados, toca un instrumento,
las castañuelas… Los estudios asocian trabajo manual con desarrollo
cerebral.

Y, desde luego, escribe. En tu diario. Con bolígrafo y papel. Llevar un


diario es una tarea indiscutiblemente relacionada con el éxito en el
autoconocimiento y la adquisición de autoconsciencia.

• Meditar: empieza el día meditando. Y acábalo meditando también. No te


arrepentirás. Medita en la gratitud y en perdón a diario, nada hay más
sanador. Dispones de cientos de vídeos en YouTube, aplicaciones para
teléfonos y tabletas, podcasts, etcétera que suponen un buen arsenal de
ejercicios para probar hasta que encuentres el que te enganche, con el que
estés más cómodo o te guste más.

Puedes meditar activa o pasivamente. La meditación pasiva suele ser más


exigente. Yo te la propondría para un segundo nivel. La meditación activa
supone visualizaciones guiadas que suelen ser más fáciles para
principiantes.

No obstante, busca lo que más te guste, lo que más vaya contigo y mejor te
siente y no dejes de practicarlo. Meditar contribuye a Mentalizar, a
conectar con la Red Neuronal por Defecto y aumentar consciencia,
propiocepción y autoconocimiento.
Todo ello, ayuda a ser más exitoso en todo lo que haces porque repercute
directamente en tu capacidad para anticiparte y planificar.

• Minimizar: el tiempo que estás “enredado” en un entretenimiento pasivo,


que no aporta ni nutre, sino que solo resta. Y la ingesta de comida basura,
azúcar, bebidas gaseosas, tabaco, alcohol, fritos, comida precocinada…

• Moverse: camina, corre, practica yoga, ve al gimnasio, baila un rato en


casa…

También son innumerables las opciones de que disponemos en todos los


formatos imaginables. Si no encuentras la tuya, inventa.

• Muscular: las neuronas. Lee un rato cada día. Aunque solo sean 15 o 20
minutos. Trata de aprender algo nuevo también. Cada día. Esto fomenta la
neurogénesis que es la formación de nuevas neuronas y que nos garantiza
ralentizar el deterioro cognitivo producido por la edad.

En todas las tareas que te propongo puedes encontrarte incómodo, sobre


todo al principio, Es parte de lo bueno, aunque suene a disparate. Salir de la
zona de confort de vez en cuando es fantástico para todos nosotros. Es la
única forma de crecer.
LECCIÓN 60: EL PAJARITO BLANCO
REVISITADO

Ha llegado el momento de volver con El pajarito blanco. Y de acercarse,


volando, hasta la isla en medio del Serpentine, en los jardines de
Kensington, donde nacen todos los pájaros que, algún día, se convertirán en
niños y niñas.

A esa isla donde vive Peter Pan, quien con una semana, recordó que había
sido pájaro y que aun podía volar, y escapó por la ventana una noche. De
hecho, según James Barrie, todos podríamos volar si estuviéramos tan
convencidos de poder hacerlo como lo estaba aquella noche Peter mirando
los árboles de los jardines.

Sostiene Barrie que los niños son un poco indómitos las primeras semanas,
y sienten un gran hormigueo en los hombros, allí donde solían tener las
alas… Pareciera que al crecer fuésemos perdiendo ese cosquilleo. ¿En qué
momento nos vemos imposibilitados de volar? Yo creo que nunca. ¿Estás
de acuerdo conmigo ahora que estás acabando el libro? ¿Y a quién
haríamos responsable de que nunca perdamos la capacidad de volar?
Exacto, a la Defensa. Ella es la que no se cansa de recordarnos la tarea
que tenemos pendiente para con nosotros mismos y nuestra capacidad
de volar, de soñar, de hacer magia . Sin necesidad de quedarse siendo
eternamente un niño. Con la inocencia perdida, sí, pero ¡pudiendo llegar
aún más alto en nuestro vuelo! Con la magia del conflicto entre partes
resuelto y el polvo de hadas que genera esa complicidad entre ambas.

Pero volvamos a la habitación de David. Le dejamos en la cama con su


madre haciéndole una maravillosa pregunta:

- ¿Me he portado bien hoy querido hijo?

Me conmueve cada vez que la leo. Tantas cosas cambiarían en los seres
humanos, en las familias, en el mundo, si las madres y los padres
preguntásemos a nuestros hijos, cada noche, si nos hemos portado bien, en
lugar de exigirles que hagan examen de conciencia y revisen lo que ellos
han hecho mal para procurar ser mejores niños al día siguiente… ¡Tantas!

Después de lo revisado y aprendido durante las lecciones anteriores vamos


a “deconstruir” esta escena tan potente.
Cuando unos padres preguntan a su hijo si se han portado bien están
reconociendo que ellos también se equivocan y con ello:

- Dando permiso a su hijo para equivocarse.

Si mamá y papá, que son los adultos que me parecen más guays del mundo
y a los que más quiero, se equivocan, yo también puedo equivocarme. Lo
importante es darse cuenta, hablar con el otro de lo que hemos hecho mal,
reconocer el error, pedir disculpas y aprender un montón de cosas a partir
de ese error.

Equivocarse es de sabios, y es la mejor manera de aprender y la más rápida.

- Legitimando lo que una vocecilla interna ya le venía “chivando” y que le


hacía sentirse inquieto por dentro, y por fuera.

Recuerda que la voz de la Defensa se encarga de hacernos ver la realidad de


cualquier estímulo que tengamos delante provocando emociones y
sensaciones negativas para crear una alerta con respecto a ese estímulo.
Aunque sean mamá y papá. Si no se traduce esa experiencia interna, se
queda ahí bloqueada, sin palabras, generando inquietud y miedo. El miedo
al que se enfrentan todos los niños, cada noche, a la hora de irse a la cama.

¡Esta experiencia de legitimación de la Defensa es muy para el futuro de un


ser humano cachorrito!

- Con la legitimación se hace posible la traducción y que la Defensa se


exprese a través del lenguaje de las palabras. No más disociación. ¡No más
alexitimia! ¡No más síntomas!
La Defensa pasa a tener el mismo derecho que la Vinculación a la expresión
a través de narrativas que serán completas, coherentes, integradoras y
eficaces.

Ya sabemos qué importantes son esas narrativas para que las experiencias
que vamos viviendo cobren significado y se generen las creencias
adecuadas sobre uno mismo y el mundo que rodea.

- Con la traducción y la generación de narrativas con estas cualidades se


hace posible la Mentalización y muy difícil la disociación, y eso es
garantía de salud y equilibrio. De autoconocimiento, de propiocepción, de
consciencia de quiénes somos y qué nos pasa, de generación de esquemas
de funcionamiento adaptativos, de regulación emocional…

- En este caso, cuando se active la Red Neuronal por Defecto, no surgirá la


necesidad de transformar la emoción (angustia) en movimiento, ni de
disociarla.

Al niño, entonces, no le urgirá el ponerse a dar saltos en la cama e


híperactivarse para distraerse de la información que una parte de sí mismo
quiere hacerle ver y otra necesita negar. Tampoco tendrá que generar un
síntoma. Ni dolor de tripa ni fobia a la oscuridad, los fantasmas o dormir
solo. No, nada de esto ocurrirá porque la paz interna que se experimenta
cuando Aproximación y Defensa están en armonía permiten un sueño
tranquilo, profundo y reparador. Con unas fases REM estupendas en las
que se podrán hacer los trabajos oportunos de procesamiento de
información sin necesidad de desarrollar pesadillas.
- El miedo más paralizante que existe, el de “desaparecer” si se pierden los
vínculos, podría enfrentarse cada noche acompañado de las figuras
oportunas que estarían respondiendo contingentemente a la necesidad que
a esas horas tenemos todos los seres humanos: encontrarnos resonando
en la mirada amorosa de otro que nos transmite que somos
importantes, que valemos la pena, que merecemos amor y que podemos
con lo que la vida traiga. Y que el camino a hacia la autonomía no lo
vamos a hacer solos.

- Al poder hablar de ello, pensar en ello y soñar con ello, se rompe la


posibilidad de enredarse en el bucle de la reivindicación y el camino hacia
los duelos, a través de la reparación, queda completamente despejado.

Y los deseos no se ven convertidos en necesidades.

- Solo así será posible que el niño desarrolle un modelo de sí mismo como
alguien capaz de buscar y conseguir ayuda cuando la necesita y un
modelo del otro como alguien en quien puede confiar. Esa es la esencia
de sentir a los padres como una Base Segura. La puerta hacia el
crecimiento, la autonomía, el éxito y la felicidad.

¡Qué bonito sería romper el silencio! Poder hablar de lo que nos pasa.
Poder sostener lo que nuestros hijos tienen para contarnos . El mundo
sería un lugar mejor. Con mucho menos sufrimiento gratuito.

Corramos la voz. Grítalo conmigo: rompe el silencio. El trauma psíquico


es de todos. Nos incumbe a todos. Lo sufrimos todos.
¿Recuerdas las preguntas que me hacía al comienzo del libro, hablando de
El pajarito blanco? Te las recuerdo: ¿Esperaba James, no creciendo, siendo
perpetuamente un niño, ser visto, por fin, por su madre? ¿Se negó el
crecimiento al que su hermano no tuvo derecho? ¿Hubo un poco de ambas
cosas?

Cuando yo decía que se podían hacer inferencias precisas sobre las


respuestas a estas preguntas no me equivocaba, ¿verdad? Se puede. Tienes
las respuestas. Ahora, todo cuadra.

Claro que el niño James esperaba que su madre volviera a reconocerle. Sin
poder salir del bucle de la reivindicación convirtió en necesidad su deseo de
ser visto, sintonizado, comprendido, cuidado, reconocido, amado por su
madre. Si traumática fue la pérdida de su hermano peor aun fue que ésta
supusiera la de su madre. ¡Cuánta ambivalencia frente a ambas figuras!
¿Qué cantidad de amor y qué cantidad de rabia! Qué necesitado de
reparación, de parar el tiempo hasta conseguirla. Sigue sacando tú tus
propias conclusiones. No te pares. No dejes de dudar, de preguntarte y de
preguntar.

HABLA SOBRE ELLO, PIENSA EN ELLO, SUEÑA CON ELLO

Rompamos el silencio y hagamos del mundo un lugar mejor.


¡GRACIAS!
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