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WH 40K Imperio Oscuro 00 La Armadura Del Destino Guy Haley - Valncar
WH 40K Imperio Oscuro 00 La Armadura Del Destino Guy Haley - Valncar
WH 40K Imperio Oscuro 00 La Armadura Del Destino Guy Haley - Valncar
No exis a tal cosa como una silenciosa armadura de poder. Incluso la placa
de batalla especialmente adaptada de los Reivers Primaris que emi a un
quejido. La armadura de energía llevaba un reactor compacto, que hacía
un ruido. Los haces de bra que se contraían en sus mangas de plas acero
hacían ruido. Los servomotores en las principales ar culaciones que
trabajaban en concierto con los haces y con las extremidades del
portador... hacían un ruido. Al igual que la unidad cogitadora, la
farmacopea, la planta de reciclaje, el dispensador de nutrientes, el sistema
de ltración atmosférica, el sistema de comunicaciones, y todos los demás
artefactos diversos y miniaturizados que estaban apiñados en su caparazón
blindado. En el silencio de la biblioteca se escuchaba con agravante,
aburrido por la concentración de Roboute Guilliman tan constante como
un gusano estropeando una manzana.
-¿Mi señor?- el capitán Sicarius le atendió esa noche, aunque no tenía por
qué hacerlo; Guilliman era más que capaz de defenderse, y además, el
capitán Sicarius podía fácilmente eximirse de tales deberes. Sin embargo,
se quedó de guardia en la entrada del lado opuesto de la cámara, perdido
en sus pensamientos. Guilliman se compadeció del guerrero. Había
conocido a Sicarius sólo un poco antes de desaparecer en la disformidad,
pero fue su ciente para darse cuenta de que había cambiado para peor
cuando regresó.
-Nada- dijo Guilliman. Trató de pensar. Sobre una mesa separada instalada
en un hueco, con estantes a su alrededor, estaba cada trabajo sobre el
blindaje de poder del Adeptus Astartes en existencia, en múl ples
formatos. Esa subsección de su biblioteca era un tesoro de información
que cualquier magos de Marte mataría por acceder, no es que Guilliman
dejara pasar a tales faná cos por la puerta.
Gavillas de planos estaban esparcidas por el escritorio frente a él. Vio algo
interesante escrito en uno y lo buscó, apretando los dientes contra el
ronroneo del traje. Siempre lo hacía con su mano derecha. Los puntos de
integración de la Mano del Dominio a su izquierda hacían que fuera casi
imposible coger algo, incluso sin el guante y el tornillo de sujeción. Las
tareas diarias como esta eran una lucha. Sus dedos acorazados empujaban
a la escurridiza plastek. La ceramita se deslizaba por los papeles, rándolos
al suelo en aleteos.
-Por el Trono, ¿por qué se espera que sea serio en todo momento? Sí,
Capitán Sicarius, estoy haciendo luz sobre mi situación. Durante lo peor
de la Gran Cruzada, era conocido por hacer bromas ocasionales. Incluso
después de que Terra cayera. No pasé toda mi vida anterior escribiendo
pensamientos profundos en pequeños cuadernos, pero a veces me atreví
a disfrutar. Supongo que eso no quedó registrado en las hagiogra as.
-¿Desea que vaya a buscar a sus escribas para recoger sus papeles, mi
señor?
-No quiero que vayas a buscar a mis escribas- dijo. -No quiero verlos
recoger cosas para mí. ¡No quiero estar tan indefenso!
Levantó la mano que llevaba el conjunto del puño de poder exterior. -Con
esta armadura puedo aplastar el cráneo de un caudillo de los orkos, pero
no puedo levantar una copa, ni sostener una pluma- sacudió la cabeza con
tristeza. -Esta armadura ene que quitarse.
-Pero...- dijo Sicarius, su manera las mera se rompió por un breve segundo
por un toque de sorpresa. -Me dijiste que morirías si lo intentabas.
-Este estudio ene un propósito singular. Esta es la Armadura del Des no,
pero mientras la use no estoy al mando de la mía. Debe ser removida. He
aprendido a hacerlo.
-Sí, mi señor.
Miró los intrincados planes que ya había memorizado, sus ojos se lanzaron
sobre sus líneas como si fuera a descubrir algo que se había perdido. -
Puede dejarme, capitán- dijo. -No necesito que se cierna sobre mi
hombro constantemente. Cuando se vaya, llévese a los demás con usted.
No se requiere ningún guardia en mi scriptorium para guardia. Pre ero
estar solo.
El úl mo hijo leal del Emperador esperó hasta que estuvo seguro de que la
Guardia Victrix había par do, usando el empo para poner sus cosas en
tan buen orden como pudiera con sus torpes manos acorazadas, y luego se
dirigió a sus aposentos y al elevador oculto allí.
Losen hizo una pausa incierta. Las piedras ciegas anidadas en sus cuencas
oculares resplandecían en la luz rojiza de la máquina.
-No has hecho nada malo, astrópata. No tengas miedo. No tengo ningún
código ni ningún mensaje que enviar, pero necesito que despiertes la
máquina de todos modos, porque quiero hablar con ella.
-No quiero que le envíe esta conversación a Cawl, más allá de eso no me
importa mucho el código que use. Enciéndelo. Usa el úl mo. Usa el
anterior. Sólo despiértalo.
Concluyó como siempre, con un fuerte pop que sólo sonaba dentro de su
mente. Las cabezas se estremecieron y se quedaron quietas. El ruido se
convir ó en un estruendo silencioso y aceitado.
La voz de Belisarius Cawl retumbó desde el aire. Las bocas de las cabezas
muertas hablaban junto con sus palabras, pero el sonido en sí mismo no se
generaba desde ningún lugar en par cular.
-Una vez te habría preguntado cómo podías saber qué era el ruido de un
profesor frustrado, porque dudo que lo hayas oído- dijo la máquina. -
Ahora, no estoy tan seguro. En referencia a su analogía, le presento un
concepto simple, no lo en ende. Las respuestas que puedo dar se limitan
al subconjunto de información que el código ac va dentro de mi almacén
de datos. No puedo proporcionar más información que la que ya tengo.
-Eso es una calumnia. No haría tal cosa- insis ó el Cawl Inferior. -Ya hemos
tenido este debate antes. Estoy seguro de que usted también ha tenido la
misma discusión con el Archimagos Belisarius Cawl.
-Así que, para responder a su pregunta- con nuó el Cawl Inferior, ya que
era tan gárrulo como su creador, -no puedo responder a su sa sfacción.
Simplemente no sé las respuestas a las preguntas que usted busca.
-Lo sé- dijo Guilliman. -Hubiera preferido una respuesta tuya, pero si debo
hacerlo, entonces iré a ellos. Hasta la próxima vez, máquina.
-Tu sirviente como siempre- dijo el Cawl Inferior, con su ciente tono de
ironía para hacer que Guilliman dudara completamente de su sinceridad.
-No puedo encontrar enemigos, mi señor- dijo Sicarius, -pero no hay nada
aquí, sólo roca y aire congelado. ¿Qué esperabas encontrar?
-Lo que busco está aquí- dijo Guilliman. -Un lugar de encuentro que me
dio a conocer un viejo amigo hace mucho empo.
Miró hacia el acan lado y pasó la mirada por él. Levantó la Mano del
Dominio y señaló un único y enorme dígito mecánico. -Está ahí.
Se paseó por el pie del acan lado. Era peculiarmente regular, las
ondulaciones en su super cie casi demasiado bien formadas para ser
naturales. No había rocas al pie. La llanura se detuvo, y se elevó, como si la
erra hubiera sido doblada cuidadosamente. Cuando el Primarca pasó al
úl mo de los cen nelas, un grupo de ellos se liberó del círculo y cayó con
él, el resto ajustando sus posiciones para que su perímetro estuviera de
nuevo perfectamente espaciado. La Guardia Victrix se puso en marcha y se
puso al frente.
Roboute Guilliman se detuvo frente a una sección del acan lado que no se
veía diferente a ninguna otra. Extendió su mano sobre el hielo. Era tan
an guo que la presión había exprimido todas las impurezas del mismo.
Bajo la oscuridad del cielo era casi tan azul como una armadura de
Ultramar.
El agua corrió como un uido a través del mundo sin nombre, quizás por
primera vez en su historia. Enormes nubes de vapor rugieron hacia el cielo
por el toque de los rayos de fusión, y luego, cuando la super cie se rompió
y los Marines Espaciales habían sacado una entrada lisa, salieron del
creciente túnel con gran fuerza. El vapor se congeló en todo lo que tocó,
cubriendo a los Marines Espaciales más cercanos al si o de excavación con
escarcha de una pulgada de espesor.
Guilliman asin ó, pero no dijo nada más. Unos minutos más tarde, el
úl mo de los vapores dejó de rugir del túnel y el equipo de corte salió
encerrado en el hielo. Se aferró en láminas transparentes a las partes
planas de su placa de batalla, rompiéndose en pequeñas duchas de sus
ar culaciones, derri éndose y volviéndose a congelar alrededor de los
conductos de calor de su armadura en un ciclo constante.
-Tengo un auspex sonando ahora- dijo Sicarius. -Hay un edi cio dentro de
este acan lado. Es grande. Estamos detectando fuentes de energía,
psíquicas, de fusión, más. Todos los teóricos exigen que se proteja a un
comandante, y yo me prepararía para escoltarte, pero ya he pasado
su ciente empo en tu presencia como para saber que irás solo.
Con esas palabras entró, inclinándose para navegar por el bajo techo del
túnel recién excavado.
Una suave luminancia llenó el túnel desde otra fuente, y Guilliman apagó
las luces de su traje. El resplandor le era familiar: propio de la tecnología
de Aeldari.
Aunque no sabía exactamente a dónde ir, dejó que sus pies le llevaran
adelante, y en seguida llegó a su des no.
Había una torre sin ventanas que, sin embargo, prome a las mejores
vistas, si uno supiera cómo verlas. Debajo del elevado cono del techo, una
gura ágil con armadura negra y un yelmo en forma de media luna otaba
con las piernas cruzadas en el aire. Estaba iluminado por un rayo de luz que
no comenzaba en ninguna parte, y orbitaba por un patrón entrelazado de
runas giratorias.
Roboute Guilliman se encontró con el que había llamado, uno de los seres
más poderosos de la galaxia.
-Enemigo soy a veces para tu gente, y por eso estoy agradecido de que
hayas venido- dijo Guilliman. La habitación de la torre estaba bien
amueblada, incluyendo varias sillas. Todas eran demasiado pequeñas para
su volumen, así que se quedó de pie.
-En absoluto- dijo Ulthran, mirando al frente otra vez. -La culpa es tuya,
por supuesto, pero un día la dominarás. Prác camente ninguno de tu
especie, no importa cuán poderoso sea, nunca podría ni lo hará.
Eldrad Ulthran dio una risa seca. -Qué di cil debe ser para , un hijo de la
iluminación del Emperador, juzgar estas cosas. La armadura sos ene tu
alma. Cuando fuiste herido por tu hermano caído, el corte pasó a la carne
e hirió tu ser eterno. Esa herida nunca se curará.
-No conoces mis penas- dijo Eldrad. Miró de nuevo al Primarca. Cuando su
cabeza se movió, Guilliman se dio cuenta de que podía ver el techo a través
del yelmo. Eldrad se estaba desvaneciendo. Debe obtener su respuesta
rápidamente, o no la obtendría.
-No puedes saber todo lo mío tampoco, por todos tus dones psíquicos.
Esta sección de la nave fue la más dañada por los Corsarios Rojos durante
su mandato. Recordó haber subido a bordo después de la recuperación de
la nave, lamentándose del daño hecho, aliviando su ira con la restauración
del mismo. Se preguntaba, mientras volvía la mirada a la maquinaria
especial que le esperaba, si se arriesgaba a un daño similar en todo el
Imperio al tomar esta medida.
-Empieza- dijo.
Un sirviente levantó un brazo ciberné co, la herramienta eléctrica
montada en lugar de su mano que ya estaba girando. La broca se encajó
suavemente con un perno de bloqueo en el engranaje del Primarca.
FIN