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Práctica de Psicología Social

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CAP.

1
1. Introducción.
2. El devenir histórico de la Psicología Social.
3. Sobre el concepto de la Psicología Social.
4. Enfoques teóricos de la Psicologia Social.
5. La Psicología Social como interacción.

1. INTRODUCCIÓN.

Hermann Ebbinghaus era especialmente consciente de la trascendencia


que tiene el trabajo científico. Era habitual que comenzara sus discursos
con referencias a figuras históricas de relevancia universal. Sentía, al igual
que Colón, que hay cosas por descubrir, y que, como Newton, había ido a
hombros de gigantes. Suyo es el conocido aforismo que reza «La
Psicología tiene un largo pasado pero una historia corta» (Ebbinghaus,
1908).

Estas palabras sobre la historia de la Psicología nos llevan a plantearnos


elaborar un compendio de la Psicología Social en este capítulo. Para ello
analizamos tres aspectos clave en la disciplina: sus antecedentes
históricos, su conceptualización y enfoques, así como su objeto de
estudio. Comenzamos con un recorrido histórico por las ideas y
circunstancias que han venido dando for ma al pensamiento psicosocial,
destacando las figuras de quienes han contribuido al mismo. A
continuación reseñamos los conceptos y enfoques más significativos,
tanto paradigmáticos como teóricos, con los que se ha venido intentando
explicar el comportamiento humano en sus relaciones con los demás, para
llegar, al final del capítulo, a centrarnos en el núcleo que da sentido a toda
ciencia, es decir, su objeto de estudio. En el caso de la Psicología Social,
nos estamos refiriendo a la interacción, y más concretamente a
aquellos aspectos que no están cubiertos ni por la Psicología ni por la
Sociología, y que motivaron la necesidad de independencia de nuestra
ciencia, lo que no obsta a que mantenga una estrecha relación con el resto
de las ciencias sociales.
2. EL DEVENIR HISTÓRICO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

2.1Antecedentes de la Psicología Social.


En el pensamiento filosófico de la Antigua Grecia ya se daban
manifestaciones que guardan similitudes con el pensamiento psicológico
y, en particular, con la Psicología Social; incluso algunos autores hablan de
«pensamiento psicosocial precientífico». Son muchas las referencias que
en los textos sobre la historia de nuestra ciencia se hacen respecto a que
en Platón y Aristóteles en contramos, primeros vestigios de un
pensamiento psicosocial.

En Protágoras (481-411) se daten las primeras manifestaciones o


antecedentes del relativismo cultural, no se suele citar a este sofistacomo
antecesor. No ocurre lo mismo con Platón (427-347), defensor de la
posibilidad del conocimiento objetivo, o con Aristóteles (384-322), que
centró en la naturaleza del hombre la garantía del orden social, al afirmar
que el hombre es social por naturaleza. Ambos se preocuparon por las
relaciones individuo-sociedad. Mientras que Platón veía necesaria la
educación para vivir en sociedad, y darla era una obligación del Estado,
Aristóteles no la ve tan necesaria al ver al hombre capacitado para ello de
manera natural. Platón entiende al hombre como moldeable, con derecho
a la educación y deber de servir al Estado. Por primera vez se reclama la
igualdad de derechos del hombre y la mujer (La República, pp. 454- 456).
Aristóteles plantea que la sociedad es función del individuo. Sólo en
sociedad el hombre llega a su forma perfecta.

Siglos más tarde, en el Medievo, Agustín de Hipona intenta integrar el


pensamiento pagano, en especial la filosofía platónica, con el cristianismo.
Afirma que el conocimiento intelectual es una acción de Dios sobre el
hombre. Tomás de Aquino trata de reunir la filosofía aristotélica y la
filosófica cristiana desde San Agustín. El carácter espiritualista de la
Psicología escolástica se refleja en la obra de Santo Tomás, que entiende
el intelecto como facultad de comprensión intelectual.

Ya en el siglo XVI llega el Renacimiento. Hechos como los cambios en los


modos de vida o la aparición de la clase media, con las nuevas
necesidades de relaciones sociales, traen una forma de reflexionar sobre
la interdependencia individuosociedad, sobre las relaciones humanas y las
causas y consecuencias del comportamiento en sociedad, centrándose
más en el individuo que vive en sociedad, en el sujeto que toma
decisiones.
2.2. La Psicología Social en el siglo XIX

El idealismo alemán marca la pauta en el pen- samiento social, volviéndose, en el


tercer tercio del siglo, a Kant. Se plantean dos formas de abordar el estudio de la
realidad social: el monismo, por un lado, que caracteriza al método de las ciencias
naturales como el verdaderamente científico y, por otro, el individualismo
metodológico, para el que las sociedades y sus estructuras devienen de las
características personales de sus componentes. Es- tas tendencias van a dirigir los
posteriores debates conceptuales en el campo de la Psicología Social:

— La tradición franco-británica, de un em- pirismo-positivista, es partidaria del mo-


nismo metodológico.
— La tradición alemana, favorable al indivi- dualismo metodológico, es antipositivista,
idealista e historicista, y apoya una episte- mología específica en las ciencias sociales

Según Crespo (1995, p. 54), «La psicología social se construyó al final del siglo XIX y
princi- pios del XX como una ciencia interesada en el comportamiento colectivo». En
esos años convivieron dos perspectivas sobre los fenómenos psi- cosociales. La
primera fue la psicología de los pueblos, y la segunda la psicología de las masas.
Para Graumann (1990, p. 26), la psicología de los pueblos «es una psicología
comparativa, histórica, social y cultural». Es a partir de 1885 cuando surge una
verdadera preocupación por el tema. Las aportaciones de Wundt desde su Psicología
de los pueblos constituyen un importante elemento en el pensamiento psico-
sociantropológico. Los principales productos de la interacción recíproca son el
lenguaje, los mitos y las costumbres. Su obra constituye un antecedente claro, aunque
no reconocido, de ulteriores desarrollos de la psicología social, aunque sus ideas han
sido absorbidas por la Antropología y la Lingüística.

La perspectiva representada por la Psicología de las Masas surge por la necesidad de la


burguesía de explicar, regular y predecir el comportamiento de las multitudes, al
considerarlas una notable amenaza contra sus intereses. Se abordó con un enfoque
negativo, asumiendo una mente patológica de la multitud. Las aportaciones más
destacadas las hicieron Le Bon, Tarde, Freud y Ortega y Gasset.

En 1976 se funda la primera revista exclusivamente de Psicología Social a cargo de


Murchinson y Dewey, Journal of Social Psychology.

Junto a esta intensificación metodológica interactúan otros momentos decisivos para


el desarrollo de la Psicología Social:

— Reconocimiento y valoración del psicólogo social y su disciplina.


— Emigración a Estados Unidos de filósofos, sociólogos y psicólogos desde Europa.
— La II Guerra Mundial afecta a los progra-
mas universitarios, que se adaptan a las necesidades impuestas por el conflicto.
Tras la II Guerra Mundial, en la Psicología Social empezó a decaer el
estudio de las actitudes, por pérdida de novedad y reformulación y
descubrimiento de temas grupales, iniciándose, en los setenta, una crisis
que no fue exclusiva de la Psicología Social, sino que está inmersa dentro
de una crisis genérica de las ciencias sociales y de la sociedad misma. Los
múltiples factores que incidieron en el proceso de crisis se podrían
englobar en tres:

— Sociales. El escenario principal lo constituyó la crisis de valores que


generó el mayo del 68 francés. Se añadieron la crisis energética, la
económica, el surgimiento de la informática y su aplicación a la
investigación, etc.
— Científicos-epistemológicos. En la Psicología se empieza a poner en
duda tanto la validez de los métodos positivistas como los
procedimientos. La principal dificultad estriba en que el individuo es a la
vez objeto y sujeto de la investigación.
— Internos. Surgió lo que Elms (1975) llamara «crisis de confianza»,
acaecida por la contestación que la práctica habitual de la Psicología
experimental e individualista había despertado en un sector de los psi-
cólogos sociales.

Procede señalar que, tras la crisis, hubo mayor pluralismo metodológico,


retomándose también paradigmas que fueron abandonados en su día. Los
planteamientos cuestionados se agruparon en argumentos en contra de
los procedimientos metodológicos y del paradigma de la Psicología Social.
Como posible solución al malestar existente en la disciplina, se levantan
voces proponiendo la interdisciplinariedad.

La crisis ha sido positiva para que los psicólogos sociales tomen más
conciencia de la construcción histórica de la disciplina. Entre las
consecuencias de la crisis (Torregrosa, 1998) reseñamos algunas:

— Historicidaddelarealidadestudiadaydel conocimiento psicosocial.


— La relatividad de los conocimientos psicosociológicos, que son
obtenidos en contex- tos y para propósitos determinados.
— Mayor afinidad con las demas ciencias sociales.
3. SOBRE EL CONCEPTO.

DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL.

Desde que la Psicología Social se constituyese como disciplina independiente, el


intento de delimitar el concepto no ha estado exento de problemática. Allport
(1968) afirmaba que «la Psicología Social tiende a comprender y explicar cómo
los pensamientos, los sentimientos y las conductas de los seres humanos son
influenciados por otro real, imaginario o implícito». Esta definición ha sido
punto de referencia y de partida de un gran número de psicólogos sociales.

El objeto de estudio de la Psicología Social, según Marín (2005), debe poseer


ciertas cualidades:
— Es inacabado.
— Es espacio-temporal.
— En su concreción intervienen seres humanos.
— El objetivo de la Psicología Social no es propio ni exclusivo.
— Es posible aproximarse a él por diversos
caminos.

En la Psicología Social persiste la multidisciplinariedad paradigmática, que


supone un enriquecimiento para la investigación y la explicación de la realidad
psi- cosocial (Stephan y cols., 1991; Munné, 1993). En este escenario, intentar
construir una teoría que explique el fenómeno psicosocial es algo más que
utópico, una realidad imposible (Gergen, 1982; Parker, 1989).

Una teoría adquiere sentido porque proporciona Conocimiento del campo de


sus problemas, principios y objetivos de estudio y Valorpráctico, que amplía la
comprensión sobre las experiencias de la vida personal y social.

Las funciones que pueden tener las teorías, según Frey, Botan, Friedman y Kreps
(1992), son:
— Motivadora. Una teoría organiza nuestro conocimiento e incita a la investigación.
— Explicativa. Permite la clasificación y aclaración de los hechos estudiados.
— Predictora. La teoría se antepone a lo que va a suceder.
— Controladora. Predice los acontecimien- tos que supone que puede controlar.
— Heurística. Impulsa la generación o pro- ducción de nuevas investigaciones sobre la
realidad psicosocial.
— Inspiradora. Sirve para sugerir ideas, despertar la imaginación del investigador y
proponerle diversos modos de afrontar el acercamiento a la realidad psicosocial.

Para Habermas (1975,1982), se pueden plantear dos tipos de intereses en el trabajo


científico: los extrateóricos y los intrateóricos.
4. ENFOQUES TEÓRICOS

DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Dada la complejidad del hecho psicosociológico, nuestra disciplina


necesita atender a su objeto de estudio desde campos que permitan
abarcarlo. Jiménez Burillo (1983, p. 168) piensa que la Psicología Social
debe articular, no sólo la Psicología y la Sociología, sino una serie de
disciplinas de las ciencias sociales. La especialización permite dedicarse a
fondo a una parcela de la realidad, aumentando, por otro lado, el riesgo
de desconexión del mundo real.

La necesidad de especialización se justifica porque ningún investigador


tiene la capacidad de abarcar toda la realidad empírica de la ciencia que
trabaja. Debido a ello, las disciplinas han de fragmentarse. De los muchos
ejemplos citaremos, en ciencias sociales, la bifurcación en cultural y
material de la Antropología, o la experimentada por la Geografía en
humana, económica, física, etc.

Todo señala a que se ha llegado al momento actual con un bagaje teórico


que permite entender a la Psicología Social como ciencia
multiparadigmática. En esta línea, Páez, Valencia y Echevarría (1992)
afirman que no se abandona un pa- radigma por otro, sino que se produce
una convivencia teórica, sin que pueda hablarse de verificabilidad o
falsación de los mismos. Ibáñez (1990) apunta que se generaliza la idea de
la existencia de dos Psicologías Sociales: Psicología Social Psicológica y
Psicología Social Sociológica.
4.1. Tradiciones teóricas desde

la Psicología Social Psicológica

A) El conductismo. Tuvo una notable influencia en la Psicología


hasta mediados del siglo XX, no pudiendo decirse lo mismo
respecto de la Psicología Social.

B) b) El psicoanálisis. Freud entendía que toda Psicología


individual es, desde el principio, Psicoogía Social. Sin embargo,
donde caló fue en la Sociología y la Antropología más que en la
Psicología, debido en parte a rechazar el instintivismo que
imperaba en ella en los años veinte, y a su orientación clínica
con poco énfasis en lo social.

C) El cognitivismo. La orientación cognitiva se ha ido imponiendo


en la Psicología Social. En este sentido, Markus y Zajonc (1985)
le atribuían el haberse sobrepuesto al resto de las orientacio-
nes teóricas.

D) La Gestalt. Reacción de raíz alemana ante el conductismo y el


atomismo explicativo de la conducta.

E) La teoría de campo. Se debe a Lewin, a quien muchos autores


expresan su reconocimiento; otros, como Munné (1989, p.206),
ven sus aportaciones como limitadas.

F) La teoría atribucional. Es el enfoque temático que se ocupa de


la atribución, en línea con los trabajos de Heider (1958), Jones y
Davis (1965), que intentan conceptuar, por medio de su teoría
de la inferencia correspondiente, la forma de atribuir las
acciones de otras personas a criterios intencionales.

G) El Sociocognitivismo. Se ocupa de la percepción y de la


cognición (Munné, 1986). Aparecen figuras clave como Piaget,
Vygotski o Barlett. Se le critica por su aspecto individualista y
por la poca atención a los factores sociales.
4.2. Tradiciones teóricas desde la Psicología Social
Sociológica

En el desarrollo de la disciplina, y ya desde sus inicios, la Psicología


Social Sociológica cuen- ta con una notoria tradición como parte
integran- te del mismo, aportando su vocación de alterna- tiva al
positivismo reinante. Algunos autores integran el interaccionismo
simbólico en la teoría del rol, mientras que otros dicen que aquel es
una corriente principal y ésta sólo otra.

A) Teoría de rol. La idea básica de esta teo- ría es concebir la


conducta humana como repre- sentativa de roles durante las
interacciones. Se presupone que las personas ocupan
diferentes posiciones en la estructura social, por lo que su
comportamiento, sus expectativas, normas, creencias, etc., son
un reflejo de las posiciones funcionales en que se sitúen en
dicha estructura social.

Stryker (1999) identifica dos tendencias: la teoría estructural


del rol y la teoría interaccional del rol:

— Teoría estructural del rol: la cultura y la adaptación que ella


requiere asignan guiones o pautas de comportamiento a las
personas-actores.
— Teoría interaccional del rol: se fundamenta en que los roles
proporcionan los mar cos de actuación a los individuos, pero
éstos poseen un margen para la elección y la actuación.

B) Interaccionismo simbólico. Es encabezado por Mead, Cooley,


James y Thomas. Se encuentra entre las teorías sociológicas
iniciadas a partir de la Escuela de Chicago. Parece útil
considerarla una escuela única de pensamiento, debido a tener
un origen filosófico e histórico común, y a ser una forma
particular de entender al hombre y a la sociedad.

Hay dos opiniones sobre el origen de las inte racciones entre


personas: que se dan a partir de las expectativas que «residen»
en la estructura social, o que se crean y negocian en cada
interacción por los actores.

5. LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO INTERACCIÓN

Parson (1937) opina que, en la construcción del proceso de


interacción, «la primera formulación importante de este problema»
la plantea Descartes en su Discurso del método, quien consideró la
relación como un flujo de información del objeto al sujeto. Desde
Descartes, y según Hobbes, se consideró al objeto humano como un
organismo físico con necesidades, con pasiones.
Así se inició el utilitarismo. «El actor utilitarista, considerado como
observador, es un “conocedor” cartesiano, pero también mucho
más» (Swanson, 1968, p. 167). Aparece el «movimiento idealista»,
que analiza el «yo pensante del sujeto», que fue excluido por
Descartes, y plantea el establecimiento de categorías, lo que hoy
llamamos «marco cultural». En la segunda mitad del s. XIX la Biología
hace entender la acción humana en función de la herencia, en
oposición a la perspectiva cultural. En la línea de la herencia, con
Freud como figura principal del instintivismo, las necesidades
instintivas venían reguladas por las normas morales de la sociedad.
Desde el enfoque culturalista, Durkheim incide en la necesidad de
diferenciar entre sistemas sociales y personales. A diferencia de
Descartes, se preocupó de la categoría que llamó «hechos sociales»,
viendo la necesidad de considerar al actor como algo más que un
pensador. Ya en el medio social había otros actores que ejercían
como interactuantes. La diferencia clave con Freud es que, para
Durkheim, el principal foco de atención es el sistema social.
5.1 Diferentes puntos de acercamiento a la interacción social

Crespo (1995, p. 128) afirma que las formas de concebir la interacción


están en función del concepto que se tenga del ser humano y de lo que se
crea científicamente posible saber sobre su acción.
De los modelos de ser humano propuestos en el campo de la Psicología
Social, Porter, Lawler y Hackman (1975) exponen las tres dimensiones
básicas en los modelos de ser humano:

A) Racional vs. emocional. El racional se presenta como el que recoge


y analiza la información necesaria para sus tareas. La conducta del
emocional está dominada por las emociones, muchas de ellas
involuntarias.

B) — Conductista vs. fenomenológico. El medio ambiente determina


la conducta del modelo conductista. La importancia de los procesos
mentales del individuo es la base del modelo fenomenológico.

C) Económico vs. humanista. La versión económica ve al ser humano


aplicando su racionalidad para obtener el máximo de sa tisfacción
con el mínimo esfuerzo. El modelo humanista orienta su conducta
en función de sus ideales de crecimiento psicológico y logro
personal.

El objeto de la Psicología Social, no cabe duda, es todo aquello que


emerge de la interacción que no se pueda explicar desde la Psicología o
desde la Sociología como ciencias de conducta humana.

Creemos conveniente describir la interac- ción como intercambio de


conductas, de símbo- los, de comunicación, de estructura, de proceso y
como constructora de la personalidad.
CAP. 2

1. Introducción.
2. El concepto de personalidad.
3. La identidad social.
4. Personalidad e identidad: su impacto en lo cotidiano.
5. Conclusión.

1. INTRODUCCIÓN
Los conceptos de personalidad e identidad intentan dar respuesta a
preguntas básicas que todos tenemos. Estas preguntas tienen que ver con
la propia esencia de la persona; por ejemplo, ¿en qué medida somos seres
irrepetibles?, ¿surge la personalidad y la identidad de nuestra interacción
con los otros, o están prefijadas cuando nacemos?

La individualidad de la que cada uno de no- sotros hace gala surge de la


influencia de variables genéticas y ambientales que originan tipos
singulares de conducta inter e intra individuales. De qué forma llegamos a
ser lo que somos y cuáles son las variables que determinan las diferencias
de comportamiento de los individuos son premisas que se han tratado de
responder a partir de presupuestos teóricos desde hace mucho tiempo. La
Psicología, y en concreto la Psicología Social, es la ciencia que se ha
encargado de actualizar la vieja disyuntiva de naturaleza o ambiente para
dar respuesta al cómo y por qué el hombre llega a ser el tipo de individuo
que es.

El capítulo explora dos conceptos fundamentales que definen la esencia


de la persona como ser social: la personalidad y la identidad. La
personalidad se entiende como la combinación específica de patrones de
respuestas emocionales, actitudinales y conductuales presentes en una
persona. La identidad social, por otro lado, se refiere al sentido de
pertenencia que una persona genera al participar o ser miembro de
determina- dos grupos.

Por último, el capítulo acaba presentando el impacto de estos conceptos


en el espacio público y cotidiano de las personas.
2. EL CONCEPTO DE PERSONALIDAD

El término personalidad tiene diferentes significados, según su uso se haga


a nivel popular o se haga a nivel científico. La primera acepción parece
derivarse más de las raíces etimológicas del término, mientras que la
segunda atiende a un empleo sistemático (Bermúdez, 1980) y a procesos
de análisis especializados.

El término de personalidad, como muchos de los conceptos psicológicos,


procede de la Filosofía y guarda estrecha relación con el concepto de
persona. Es un concepto que tiene un marcado carácter tanto filosófico
como teológico. Las suposiciones de su origen etimológico son varias.

El concepto se construye a partir de datos inferidos de la conducta y


actitudes manifestadas por las personas.

Uno de los autores más relevantes en la conceptualización de la


personalidad es G. W. All- port (1973), padre de la psicología
contemporánea y el máximo representante de la teoría de rasgos de la
personalidad. Allport clasificó las definiciones de personalidad en cinco
grupos básicos:

a) Definiciones aditivas, en las que la personalidad está compuesta por el


conjunto de cualidades innatas y adquiridas.
b) Definiciones integrativas o configuracionales, donde la personalidad se
entiende como una organización de atri- butos individuales.
c) Definiciones jerárquicas, en las que se establecen distintos grados de
integra- ción u organización de la personalidad, bien en forma de rasgos,
estados o niveles. Aquí se encuadrarían las concepciones psicoanalíticas
de Freud y la de McDougall.
d) Definiciones adaptativas o de ajuste, que entienden la personalidad
como el resultado de la forma en que los organismos ajustan sus pulsiones
innatas con las demandas ambientales, buscando el equilibrio o la
adaptación a la realidad.
e) Definiciones basadas en la distintividad que se centran en la forma
particular y singular de estructuración habitual de las disposiciones y
sentimientos, que hacen a un individuo diferente de los demás.
2.1. El enfoque de rasgos

El término rasgo es un término confuso, pues se emplea de varias formas


diferentes. Guilford (1959) adopta un punto de vista diferencial a la hora de
definirlo. Para este autor, el rasgo vendría determinado por cualquier
aspecto estable del individuo y que lo diferencia de los demás; puede
adoptar diferentes modalidades: somático, actitudinal, temperamental y
motivacional. Los rasgos, además, son susceptibles de medida y, al mismo
tiempo, consistentes respecto al resto de la personalidad. Otra característica
importante es que los rasgos son duraderos; unos se organizan y se
relacionan entre sí y otros son independientes. Para que la personalidad se
explique a partir de los rasgos, el autor propone que éstos sean unidades
demostrables y exactas. Su número debe ser el más reducido posible y
abarcar toda la personalidad. La forma de identificar los rasgos y
obtenerlos sería a partir de un análisis factorial.

En la misma línea de operatividad, Eysenck (1967) deduce el rasgo por


medio de la consistencia observada entre las conductas habituales del
sujeto. Lo distingue de las respuestas habituales, que son las producidas en
circunstancias similares, y éstas, a su vez, de las respuestas específicas, o
conductas que se observan una sola vez.

Cattell (1965) realiza la misma inferencia conductual por medio del análisis
factorial, y lo define como estructura mental a partir de las unidades
funcionales que se hacen patentes en la covariación de la conducta del
individuo.

Los rasgos pueden ser considerados como realidades existentes en las


personas y que constituyen tendencias determinantes de la conducta
(Allport, 1973). Para este autor, los rasgos son más generales y duraderos
que otras tendencias determinantes, como son el hábito y la actitud. El
hábito supone una respuesta adquirida por la experiencia pasada sobre
situaciones específicas más o menos semejantes. Si bien es cierto que el
rasgo puede surgir de la interacción de hábitos, intervienen además otros
componentes biofísicos, que, según Allport, vienen definidos por el
temperamento.

2.2. La teoría funcionalista: características generales


La mayoría de las teorías de la personalidad han centrado la búsqueda de
las variables determinantes de la conducta en el mundo interno del
individuo. Las críticas a estas posiciones se basan en que los constructos
internos creados son hipotéticos y carecen de comprobación empírica.
Como alternativas, surgen argumentos por los que se afirma que, si bien la
conducta tiene una función adaptativa al medio, es muy probable que el
control de la misma esté en ese medio, y no en fuerzas o estructuras
internas imposibles de ser comprobadas.

Lo que propone el modelo funcional es el análisis de la conducta a partir de


los datos y términos observables; se estudia el medio ambiente, o
situaciones donde interactúa el sujeto, y las variaciones que en éste se
producen por influencia ambiental y viceversa. Lo que interesa es la
relación existente entre el medio (E) y la conducta del sujeto (R). Si en ella
se supone la existencia de procesos mediadores interdependientes, bien de
tipo cognitivo o biológico, éstos no pueden ser demostrados o aislados,
pues sólo se deducen de la relación E-R. Por tanto, es este proceso, y no
otro, el que importa. La diferencia fundamental con las teorías factorialistas
estriba en que éstas presuponen disposiciones estables en las conductas —
rasgos—, mientras que el funcionalismo la hace depender de la covariación
situacional (Mischel, 1968).

Características definitorias de este modelo son: su metodología


experimental, la utilización del laboratorio para la explicación de procesos
de conducta, la inferencia del comportamiento humano a partir de la
experimentación con animales, tan criticada por el interaccionismo
simbólico (Blumer, 1982), y la tendencia a partir de datos simples para el
estudio de procesos complejos.

Como representativa de este enfoque veremos la teoría de Skinner sobre la


conducta humana.

3. LA IDENTIDAD SOCIAL

La identidad social es el concepto de sí mismo que la persona deriva a


partir de la percepción de pertenencia o membrecía a distintos grupos
sociales (Hogg y Vaughan, 2002). Se puede entender también con la
percepción individual de aquello definido por el pronombre «nos», que
está asociado a la interiorización de la membrecía o participación en
grupos sociales. Frente a la identidad personal, que se refiere al
conocimiento del «yo» derivado de atributos únicos personales, la
identidad social es esa parte del «yo» que se define por nuestra
pertenencia a distintos grupos sociales. Un grupo social se define como un
conjunto de personas que mantienen una identificación social común, o se
perciben como miembros de la misma categoría social.

Generalmente, el concepto de identidad social tiene asociado un conjunto


de significados para las personas, ya que se refiere a algo tan privado
como el sentido propio de quiénes somos.

3.1. Identidad social e identidad personal


Cuando experimentamos y accedemos a ese estado mental que se
denomina como autoconciencia, parece ser que las personas pueden
diferenciar con facilidad entre lo que se entiende como identidad social y
lo que se entiende como identidad personal.

3.2. Autoconcepto y autoestima


El autoconcepto se refiere al sentido unitario que tenemos como
personas. Generalmente, nuestra atención está centrada en lo que pasa
en el ambiente, y en cómo responder a las demandas que éste nos
plantea.

3.3. Teoría de la identidad social


Como hemos ido adelantando en esta sección del capítulo, la identidad
social es ese sentimiento de pertenencia (por ejemplo, pertenencia a una
hermandad, ser hincha de un equipo de fútbol, etc.) que trae consigo unas
valoraciones positivas para la persona.

4. PERSONALIDAD E IDENTIDAD: SU IMPACTO EN


LO COTIDIANO.

Como hemos visto a lo largo de este capítulo, la personalidad y la


identidad son dos conceptos que el individuo entiende como únicos e
intransferibles. Sin embargo, la investigación en el área de Psicología
Social muestra que hay patrones de conducta que se repiten, o siguen
patrones predecibles que han permitido que los teóricos en la materia
establezcan teorías predictivas sobre nuestra personalidad, y nuestro
propio entendimiento sobre quiénes somos.

4.1. Normalidad y anormalidad en la personalidad

El individuo vive en una sociedad y está siendo continuamente


evaluado por él mismo y por aquélla. Esta evaluación permanente
origina una dinámica constante de ajuste del comportamiento
individual a lo social, con el fin de permanecer dentro de los límites
tolerados por ella. Estos límites constituyen lo que se ha venido en
llamar la «normalidad». El concepto podría ser enfocado desde varios
puntos de vista, tanto desde la estadística como el funcional, social,
clínico o jurídico. Muchas conductas que no son «normales», desde
una perspectiva social o estadística, tampoco son rechazadas por la
sociedad. Tal es el caso de la extravagancia de ciertos ídolos populares,
el travestismo, la conducta «despistada» de los «sabios», etc. Muchas
de estas manifestaciones son aceptadas por la sociedad en general
porque no suponen un peligro, ni para las personas que las emiten ni
para el ambiente donde se expresan.

4.2. Impacto cultural en la identidad

La identidad cultural ha sido objeto de estudio desde varias


perspectivas contemporáneas. En la última década se ha generado un
consenso desde las ciencias sociales que presentan al sujeto como un
individuo coherente con un conjunto de identidades culturales. Estas
identidades pueden ser sujeto de distintas condiciones, como la
localidad geográfica, género, raza, nacionalidad, sexualidad, religión y
otras.

5. CONCLUSIÓN

A lo largo del desarrollo de este capítulo el lector habrá podido


comprobar que la expresión popular de tener una gran personalidad, o
que se carece de ella, aparte de suponer una excesiva simplificación
descriptiva tiene poco que ver con una concepción psicológica del
término. Cosa diferente sería el calificarla de bien estructurada,
desarrollada, equilibrada o, como la denomina Allport, madura.
El tema de la personalidad ha sido y es uno de los puntales de la
Ciencia Psicológica y Social. El término se refiere a aquellas tendencias
conductuales o formas de ajuste a la realidad que tiene un individuo y
que vienen determinadas por la confluencia de procesos internos y
ambientales.

Irónicamente, desde fuera de la disciplina se entiende que el objetivo


de la psicología es la «personalidad»; esto es especialmente relevante
para la Psicología Social. Sin embargo, como hemos visto, cuando se
estudia en profundidad la vida y la personalidad de las personas, la
única conclusión posible es que la personalidad es un constructo que
se refiere a la misma esencia de la persona y que, por tanto, se refleja
en muchas expresiones y conductas humanas.

El conocimiento de estos enfoques teóricos nos obliga a posicionarnos


y tomar partido por alguno de ellos. Este capítulo ha proporcionado las
claves para que esa lección sea informada, ya que nuestra postura
tendrá importantes consecuencias en cómo nos entendemos y cómo
entendemos nuestro papel en la sociedad.

CAP 3.

1. Introducción.
2. La percepción de personas.
3. Formación de primeras impresiones.
4. Percepción de la personalidad.
5. Factores que influyen en la percepción de personas.
6. Consecuencias de la formación de impresiones y de la
percepción de personas.
7. Percepción de causalidad: la atribución causal.

1. INTRODUCCIÓN

Poder predecir los sucesos que ocurrirán en nuestro ambiente y


adivinar el comportamiento o las reacciones de las personas con las
que en mayor o menor medida interactuamos, es esencial para nuestra
supervivencia como individuos y especie. Está claro que si no
pudiéramos anticipar y predecir las reacciones de los demás de una
manera general, y de determinadas personas en una situación
particular, estaríamos en desventaja para disponer de nuestras
acciones. Sin embargo, antes de que la persona pueda realizar
prediccio- nes o acciones, ya que al fin y al cabo la percep- ción social
se traduce en conductas (Dijksterhuis y Bargh, 2001), debe poseer una
correcta percepción del entorno en el que se desenvuelve.
Por percepción de social entendemos el proceso mediante el cual la
persona llega a conocer a los demás (personas, grupos o instituciones)
y a concebir sus características, cualidades y estados.

Los estudios sobre percepción social tienen un punto de inflexión en un


simposio celebrado en la Universidad de Harvard (Jones, 1990). A partir
de esta fecha, el estudio de la percepción de personas toma entidad
propia, separándose así de un área más extensa que es la percepción
social, que incluye el estudio de las influencias sociales sobre la
percepción de objetos no sociales (Moya, 1995).

2. LA PERCEPCIÓN DE PERSONAS

La percepción, tanto de nuestro ambiente social como de nuestro


ambiente físico, implica la selección y codificación de gran cantidad de
da- tos que nos llegan del exterior, reduciendo así su complejidad para
que sea más fácil su almacenamiento y recuperación posterior. Sin
embargo, también supone la base para la elaboración de inferencias
que nos permitan realizar predicciones sobre los acontecimientos
futuros. De esto se deduce que el proceso perceptivo posee dos
características esenciales: se trata de un proceso selectivo y activo.
Es un proceso selectivo porque las personas no registran
indiscriminadamente los estímulos procedentes del exterior, sino que
atienden a algunos aspectos de los mismos y pasan por alto otros
(Taylor et al., 1989). Esto es debido a dos motivos fundamentales: el
primero es que sería imposible recoger el enorme caudal de informa-
ción que inunda a los sentidos, y el segundo es que no toda la
información estimular tiene el mismo grado de importancia para las
personas (Bruner, Shapiro y Tagiuri, 1958).

Esas estructuras que elaboramos las conocemos en Psicología Social


bajo el nombre de categorías, y el proceso mediante el que se forman
proceso de categorización.

Los proceso de percepción comprende los si guientes tres aspectos:

1. Reconocimiento emocional, en el sentido de que tanto nuestras


expresiones verbales como las no verbales comunican nuestro estado
de ánimo. De hecho, la manifestación física de ciertas emociones como
la ansiedad (a través de la sensibilización de mucosas,
microexpresiones faciales, la vasodilatación capilar, facial, etc.), es muy
utilizada en la detección de testimonio falsos (Baron y Byrne, 1998).
2. Formación de impresiones, proceso mediante el cual nos formamos
imágenes relativamente coherentes de los otros a partir de la
multiplicidad informativa r cibida. Estas impresiones pueden estar más
o menos elaboradas, como veremos más adelante.
3. Atribuciones causales, mecanismo mediante el cual explicamos la
causa de las conductas que observamos en los demás a partir de la
información que nos proporciona el contexto, el conocimiento de la
persona percibida y nuestra propia experiencia.

3. FORMACIÓN DE PRIMERAS IMPRESIONES.

La formación de las primeras impresiones es el proceso perceptivo más


simple y circunstancial que existe en las situaciones sociales (Grau y
Agut, 2002), pero de mucha relevancia, puesto que éstas nos van a
ayudar a guiar nuestro comportamiento en interacciones futuras.
Por formación de impresiones se entiende el proceso mediante el cual
se infieren características psicológicas a partir de la conducta y otros
atributos de la persona observada, de forma que se organizan en una
impresión coherente y no de forma aislada (Grau y Agut, 2002; Moya,
1995). Las primeras impresiones se sustentan con poco material
informativo, proveniente en su mayor parte de indicios visibles,
directamente observables, como la apariencia, la conducta o las
comunicaciones verbales.

Las principales características del proceso de las primeras impresiones


son:

1. Es el proceso de percepción más simple.


2. Se elaboran con poco material informativo.
3 Suelen ser duraderas y estables.
4. Por tanto, son difíciles de modificar.
5. Guían nuestras futuras interacciones.

3.1. Teoría gestáltica de Asch.

Para explicar cómo se combinan las características de la persona para


formar una primera impresión, Asch planteó que una posible
explicación podría ser que la impresión global fuera la suma, o la unión
sin más, de todos los elementos informativos, de tal manera que el
valor de cada uno de ellos fuera independiente del valor de todos los
demás.

3.2. Integración de la información

Gran parte del trabajo cognitivo que realizamos las personas al


formarnos una impresión consiste en intentar combinar las diferentes
piezas de información, reduciendo las inconsistencias o lo que Asch
llama resolución de información contradictoria.

4. PERCEPCIÓN DE LA PERSONALIDAD.
Desarrollar una idea sobre la personalidad global de un individuo es una
forma de percepción mucho más compleja y estructurada que la de
formarse una impresión. Esta complejidad puede deberse a que no es un
proceso tan instantáneo como el de la formación de impresiones, sino
que, como afirma Gilbert (1989), ocurre en dos etapas:

1. Caracterización. Es una etapa relativamente automática, en la cual


se describe más a la persona y a los comportamientos sobre la base
de lo directamente observado.

2. Corrección. Se caracteriza por modificar, en función del contexto,


de las circunstancias, etc., esa percepción inicial mediante el
proceso de carácter deductivo que Gilbert llama negociación
cognitiva.

En la formación de esta percepción podemos diferenciar cuatro


fenómenos o errores perceptivos que solemos cometer:

1. El efecto halo: consiste en presuponer algunas características en las


personas a partir de otra que ya conocemos. Por ejemplo, si por la
calle vemos comer a una persona obesa, pensamos que es glotona y
comilona. Estas inferencias responden a una teoría implícita de
personalidad, según la cual tendemos a percibir un conjunto de
rasgos supuestamente relacionados entre sí, pero que en realidad
puede que no lo estén.
2. La analogía proyectiva: se produce cuando tendemos a percibir
como semejantes a dos personas parecidas en algún aspecto
concreto, aunque estos rasgos no estén contrastados.
3. Los estereotipos: tendencia a percibir a una persona basándose
en rasgos que caracterizan a un determinado grupo social. Por
ejemplo, podemos percibir a una persona como juerguista por el
mero hecho de ser andaluz o tacaño por ser catalán.
4. Teorías implícitas de la personalidad: creencias que cada uno de
nosotros tiene acerca del ser humano en general, especialmente en
relación con la frecuencia y variabilidad de un determinado rasgo de
personalidad. Es como si jugáramos a ser psicólogos catalogando
diferentes tipos de personalidades.

5. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA PERCEPCIÓN


DE PERSONAS.
Los procesos de percepción de personas y de objetos están sujetos
a variables de caracteres biológicos y sociales. Como muestra de
esto, un reciente estudio (Waggoner, Smith y Collins, 2009)
demuestra cómo la administración de oxitocina (neuropéptido
implicado en el desarrollo y mantenimiento de conductas de apego
en los seres humanos) aumentaron los juicios sobre confiabilidad y
atractivo de personas de ambos sexos. Pero también es evidente
que el proceso de percepción no ocurre en el vacío social, sino que
se desarrolla en un contexto dinámico de interacción. De este modo
podemos afirmar que percepción social e interacción son
inseparables. Por esto, al hablar de los factores implicados en la
percepción de personas vamos a considerar los tres polos de la
interacción, en concreto el perceptor, la persona percibida y el
contenido de la percepción.

5.1. El perceptor

Respecto al perceptor, destacamos en primer lugar las metas,


objetivos o motivaciones que posee (Fiske y Neuberg, 1990; Hilton y
Darley, 1991; Jones y Thibaut, 1958).
Las metas que una persona tiene al percibir a otra modelan el
procesamiento de la información y el tipo de información que
busca. Hemos de considerar tres tipos de metas en la percepción
que pueden favorecer un procesamiento minucioso de la
información o una categorización casi automática del otro (Jones y
Thibaut, 1958):

a) Probar o confirmar los propios valores o creencias.


b) Comprender al otro y su conducta.
c) Comprender si la conducta del otro se
ajusta a alguna regla.

5.2. La persona percibida


La persona percibida también juega un papel importante en el
proceso perceptivo. Ésta intentará manejar la impresión que nos
formemos de ella para que el resultado de la percepción le sea
favorable (Schlenker y Weigold, 1992). En definitiva, los objetivos
del manejo de las impresiones son:

1. Aprobación social: es uno de los objetivos fundamentales en el


manejo de la impresión.
2. Motivaciones particulares:
a) Autoensalzamiento: sirve para mantener o incrementar la
autoestima y presentar una imagen idealizada de nosotros ante los
demás (Schlenker, 1980).
b) Autoconsistencia: consiste en validar nuestras creencias con
respecto a nosotros mismos.
c) Autoverificación: supone usar al perceptor para aprender sobre
nosotros mismos la observación diagnóstica del otro.

5.3. El contenido de la percepción

Es importante tener en cuenta estas variables, ya que tanto la


forma de interactuar como de percibir varía en función de los
objetivos y de la situación.

1. Efectos de orden de presentación de la información.

Estos efectos tienen un carácter muy intuitivo. Tratamos de


averiguar en qué medida influye el que un rasgo aparezca al
principio o al final de la serie de características que describen a la
persona en el proceso perceptivo. Esto da lugar a los efectos de
primacía y de recencia.

a) Efecto primacía.
b) Efecto recencia.
6. CONSECUENCIAS DE LA FORMACIÓN DE
IMPRESIONES Y DE LA PERCEPCIÓN DE
PERSONAS.

Según Worchel (2002), cuando hemos formado nuestras impresiones


acerca de los demás estamos expuestos a predisposiciones que ocurren
cuando ciertas ideas se activan por su uso frecuente o reciente. Cuando se
nos predispone con una información de tal modo que está en nuestra
mente, ésta influye en nuestro recuerdo del comportamiento de los
demás. Al hacer inferencias sobre los otros cometemos muchos errores,
tales como la emisión de juicios sobre otras personas o desaprovechar o
ignorar los datos de la línea base en la búsqueda de una información
coherente para nuestras impresiones.

Las impresiones que nos formamos de los demás tienen implicaciones


para la forma en que éstos actúan. Como vimos anteriormente, Rosenthal
y Jacobson (1968) se encuentran entre los investigadores que han
probado el efecto de las expectativas, o profecía autocumplida. En sus
investigaciones, escolares cuyos profesores esperaban que se
desenvolvieran bien tuvieron un mayor rendimiento que los alumnos que
no despertaron grandes expectativas en sus maestros.

6.1. Juicios sobre el individuo.

Una vez que nos hemos formado una impresión sobre un individuo,
emitimos un juicio sobre éste, bien sea simple o complejo.

6.2. La búsqueda de información coherente.

Los estudios evidencian que muchas veces ignoramos la información


general disponible sobre alguien y prestamos atención a casos concretos.
Ginossar y Trope (1987), en un estudio, contaron a los sujetos que yendo
en taxi habían tenido un accidente nocturno.

6.3. La profecía autocumplida.

Una vez que nos formamos una impresión sobre una persona, nuestras
expectativas a menudo nos conducen a comportarnos de tal modo que se
producen conductas que confirman las expectativas.
7. PERCEPCIÓN DE CAUSALIDAD: LA ATRIBUCIÓN
CAUSAL.

Además de percibir e interpretar las características y conductas de los


otros, usualmente queremos ir más allá, conocer sus rasgos permanentes,
comprender las causas de su conducta y por qué actúan como lo hacen.
Buscamos explicaciones para las conductas, tanto para las nuestras como
las de los demás, atribuyendo causas internas o externas. De esta forma,
podemos predecir y controlar nuestro entorno. El proceso a través del
cual buscamos tal información es conocido como atribución. Atribuir
significa que la persona A explica por qué B hace determinado
comportamiento y A se comportará en función de la atribución hecha. La
explicación dada por A puede no ser el motivo que impulsó a B a ejecutar
el comportamiento.

Necesitamos encontrar causas para todo. Nuestra conducta y la relación


con nuestro entorno dependerán de las atribuciones causales que
hagamos. La atribución causal es una explicación de «por qué» alguien ha
hecho algo. Es un proceso muy individual y circunstancial (depende del
estado del observador, de las características de la situación, de la relación
con el que ha realizado el comportamiento, etc.); es muy rápida y es la
actividad cognitiva que más efectuamos a lo largo del día.

Weiner propone tres dimensiones causales principales:


a) Internalidad-externalidad: causas atribuidas a factores internos o
externos al individuo. Entre las primeras estarían capacidad,
esfuerzo y estado de ánimo, mientras que entre las segundas
estarían dificultad de la tarea, azar e influencia de otras personas.

b) Estabilidad-inestabilidad: causas que tienen un carácter


permanente o transitorio. Entre las primeras estarían capacidad y
dificultad de la tarea, mientras que entre las segundas estarían
esfuerzo, azar, estado de ánimo y ayuda específica.

c) Controlabilidad: causas que están bajo la capacidad de control del


individuo o escapan a su capacidad de control. Entre las primeras
estarían esfuerzo y ayuda específica, mientras que entre las
segundas estarían capacidad, dificultad de la tarea y azar (De la
Coleta, 1990).
7.1. Teorías sobre atribución causal

Otros investigadores han propuesto distintas teorías para explicar


cómo se produce la causalidad. Nos centraremos en las dos que más
han influido: la teoría de la inferencia correspondiente de Jones y
Davis y el modelo de covariación de Kelley.

7.2. Errores y sesgos atribucionales


Se ha dedicado mucha investigación a conocer cómo las personas, al
hacer atribuciones, se «desvían» de lo postulado por los modelos.
Así, por ejemplo, se ha encontrado que muchas veces las personas
no utilizan el principio de covariación y que no consideran la
información de consenso, sobrevalorando sus propias expectativas
(Echebarría, 1994). Por ello se han descrito varios tipos de sesgos
atribucionales, o tendencias sistemáticas a realizar determinados
tipos de atribuciones y, por tanto, a desviarse de lo que plantean los
mo- delos normativos.

El error fundamental de la atribución

Hace referencia a la tendencia a explicar las acciones de otros en


términos de causas disposicionales (internas), más que de causas
situacionales (externas). Consiste en atribuir la conducta de otra
persona a sus propias características o cualidades, prestando muy
poca atención a los diversos factores situacionales que podrían
haber influido en su conducta. Esta tendencia a sobrestimar las
causas disposicionales y subestimar las situacionales puede derivar
del hecho que cuando observamos la conducta de otro nos
focalizamos en sus acciones, y no en el contexto en el cual ellas
ocurren.

Las diferencias actor-observador.

Cuando somos actores, tendemos a hacer atribuciones en términos


de factores externos o ambientales, mientras que cuando nos
comportamos como observadores tendemos a realizar atribuciones
internas, disposicionales. Jones y Nisbett fueron los primeros en
llamar la atención en 1972 sobre las diferencias que existen en la
forma en que pensamos acerca de nuestras propias acciones, y la
forma en que pensamos acerca de las acciones de otros.
Sesgo a favor de uno mismo (self-serving).

Hace referencia a la tendencia a atribuir los resultados positivos


propios a causas internas y los resultados negativos a causas
externas. Las personas pueden verse a sí mismas como
responsables del éxito, pero no del fracaso, debido a factores
primariamente cognitivos. Además, es más probable que esperemos
tener éxito, y se ha visto que también es más probable que los
resultados esperados sean atribuidos más a causas internas que
externas (Sabini, 1992). Además, este sesgo deriva de la necesidad
de proteger y reforzar la autoestima. En relación a esto, se podrían
distinguir dos subtipos de sesgo a favor de uno mismo: sesgo ego-
protector y sesgo egoreforzante. El primero se refiere a la negación
de la responsabilidad por los resultados negativos, mientras que el
segundo se referiría a la asunción de responsabili- dad por los
éxitos, teniendo ambos como función mantener niveles altos de
autoestima y buscar la aprobación social (Echebarría, 1994).

Falso consenso o sesgo egocéntrico.

Hace referencia a la tendencia a sobrestimar el grado en que las


propias expectativas y juicios son compartidos por las otras
personas. Al predecir qué harían otros en una determinada
situación, muchas veces los individuos hacen una predicción
egocéntrica, basada en su propia ex- periencia, asumiendo que los
otros son más similares a sí mismo de lo que realmente son.

Puede surgir del hecho que las personas a veces olvidan la


distinción entre cualidades de los objetos y evaluaciones. Así como
las cualidades son parte del objeto y externas al observador, las
evaluaciones no son parte del objeto y son internas al observador.

Si se llega a asumir que las evaluaciones son externas y parte del


objeto, al igual que las cualidades, se asumirá que las otras personas
harán las mismas evaluaciones que uno mismo y, por tanto, que se
comportarán de lamisma manera frente al objeto o situación. Esto
corresponde a lo que Jones y Nisbett llaman «realismo ingenuo»
(Sabini, 1992).
Aprendizaje:

Aprendizaje cap. 1

Según lo escrito en el capítulo 1 del libro


El devenir histórico de la Psicología Social.
con los antecedentes de la psicología social quienes de destacan son
platón y Aristóteles como los primeros vestigios de un pensamiento
psicosocial, ya que Platón junto con Aristóteles fueron los defensores de
la posibilidad del conocimiento objetivo, Ambos se preocuparon por las
relaciones individuo-sociedad.

Donde la psicología social comenzó a a decaer el estudio de las actitudes


fue tras la segunda guerra mundial la crisis ha sido positiva para que los
psicólogos sociales tomen más conciencia de la construcción histórica de
la disciplina.

LA PSICOLOGÍA SOCIAL

la Psicología Social tiende a comprender y explicar cómo los


pensamientos, los sentimientos y las conductas de los seres humanos son
influenciados por otro real, imaginario o implícito. Esta definición ha
sido punto de referencia y de partida de un gran número de psicólogos
sociales.
Aprendizaje Cap. 2

El concepto de personalidad el cual se construye a partir de datos


inferidos de la conducta y actitudes manifestadas por las personas.

La identidad social, este se refiere a un conjunto de significados


para las personas, ya que se refiere a algo tan privado como el
sentido propio de quiénes somos.

El conocimiento de estos enfoques teóricos nos obliga a


posicionarnos y tomar partido por alguno de ellos. Este capítulo
ha proporcionado las claves para que esa lección sea informada,
ya que nuestra postura tendrá importantes consecuencias en cómo
nos entendemos y cómo entendemos nuestro papel en la sociedad.

Aprendizaje Cap. 3
Percepción de personas este se puede definir como el mecanismo
individual que realizan los seres humanos que consiste en recibir,
interpretar y comprender las señales que provienen desde el exterior,
codificándolas a partir de la actividad sensitiva.

Los proceso de percepción comprende los siguientes tres aspectos:

1. Reconocimiento emocional
2. Formación de impresiones
3. Atribuciones causales

LA PERCEPCIÓN DE LA PERSONALIDAD.

Este se trata de desarrollar una idea sobre la personalidad global de un


individuo es una forma de percepción mucho más compleja y
estructurada que la de formarse una impresión.

PERCEPCIÓN DE CAUSALIDAD: LA ATRIBUCIÓN CAUSA.

Según esto todos necesitamos encontrar causas para todo. Nuestra


conducta y la relación con nuestro entorno dependerán de las
atribuciones causales que hagamos. La atribución causal es una
explicación de «por qué» alguien ha hecho algo.

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