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Tema 3 La Aprehensión de La Realidad
Tema 3 La Aprehensión de La Realidad
Tema 3 La Aprehensión de La Realidad
LA APREHENSIÓN DE LA REALIDAD
DETERMINANTES INTERNOS
3. TIPOS DE ATENCIÓN
ATENCIÓN SOSTENIDA.
Por otro lado, cuando prestamos atención a algo, el patrón de las ondas
cerebrales es diferente, así las ondas gamma emitidas por nuestro cerebro indican un
mayor grado de atención en la persona.
ATENCIÓN SELECTIVA
Puesto que los seres humanos podemos realizar varias actividades a la vez, este
tipo de atención plantea el problema de cuál de ellas se selecciona en cada momento.
Un fenómeno importante es el conocido como defensa perceptiva, que es una
propiedad mediante la cual los estímulos agradables o favorables son identificados
más rápidamente que los desfavorables.
4. LA SENSACIÓN
La sensación es el proceso psicofisiológico mediante el cual los seres vivos
recogen información del mundo. En el proceso sensorial se distinguen tres fases: el
momento estimular (fase física), la fase de transducción y transmisión (fase fisiológica),
y la fase de proyección (fase psíquica)
1. Agrio.
2. Dulce.
3. Salado.
4. Amargo
5. LA PERCEPCIÓN
La percepción es un complejo proceso psicológico mediante el cual
conocemos la realidad como un todo coherente y organizado de objetos. Un proceso
previo a la percepción es la sensación. Mediante la sensación nuestros sentidos captan
información del mundo. Mediante la percepción se organiza e interpreta esa
información.
Se llama realismo ingenuoa la teoría filosófica, defendida entre otros por Aristóteles,
que defiende que lo que percibimos es una copia exacta de la realidad. Ejemplo, la
mesa que percibo es una imagen exacta de la mesa real. En realidad, muchísimas
personas siguen creyendo que el proceso perceptivo es así. Ya Kant, en el siglo XVIII
afirmó que nunca podremos saber cómo son las cosas en sí mismas
6. ASOCIACIONISMO
Es la teoría aceptada en la modernidad y sistematizada por Wundt a finales del
siglo XIX. Según esta escuela, se perciben primero las sensaciones aisladas (manchas
de luz y color, cualidades táctiles como la dureza, la tersura, etc.). Con posterioridad,
el cerebro asocia estas sensaciones entre sí, mediante la suma de los elementos
aislados hasta llegar a construir la percepción global del objeto. Así, Wundt explica la
percepción como si fuera un mosaico formado por átomos de sensaciones
elementales. El asociacionismo es un atomismo perceptivo.
7. LA GESTALT
LEYES DE LA PERCEPCIÓN
ILUSIÓN Y ALUCINACIÓN
Existen percepciones incorrectas y falsas. Entre ellas se encuentran la ilusión y la
alucinación.
La ilusión consiste en una interpretación incorrecta de la realidad, debido a una
percepción errónea de los datos sensoriales. Por ejemplo. Creo que un bulto que
percibo en la oscuridad es un animal. Luego resulta que se trata de una roca.
La alucinación, en cambio, es una percepción ilusoria que no tiene
correspondencia con la realidad sensorial. En pleno “delirius tremens” los
alcohólicos crónicos ven bichos o animales sin que exista nada delante de ellos
que se pueda parecer a esas visiones. La alucinación puede ser auditiva, táctil,
óptica, etc. Aparece frecuentemente en ciertos trastornos mentales como la
esquizofrenia. También se sufren alucinaciones con el consumo de ciertas drogas
DIEZ CARAS PAREJA BESÁNDOSE
9. LA MEMORIA
1. Teoría del desuso. Según esta teoría, cuanto menos se utiliza la información
memorizada, mayormente tiende a borrarse y desaparecer. Esta interpretación la
mantienen generalmente los psicólogos conductistas. La memoria consiste, por
tanto, en una sucesión de engramas. Se conoce con este nombre a la huella que el
aprendizaje deja en la corteza cerebral. Si el circuito neuronal correspondiente a
un engrama se activa frecuentemente, la huella de la memoria tiende a hacerse
más profunda. En caso contrario, va desapareciendo poco a poco. Sin embargo,
esta teoría tiene dificultades para explicar por ejemplo el fenómeno de la
memoria súbita.
2. Teoría de la interferencia. Afirma esencialmente que los nuevos aprendizajes
repercuten negativamente en los antiguos, de tal modo que una información
nueva tiende a borrar otra información anterior.
3. Teoría motivacionales y emotivas. Inspiradas sobre todo en Freud y el
Psicoanálisis. Para ellas, el olvido se encuentra íntimamente relacionado con la
represión. Es decir, olvidamos aquellos sucesos o aprendizajes que nos resultan
desagradables o que poseen connotaciones emocionales negativas para nosotros.
Así, el olvido sería como un mecanismo de defensa de nuestro psiquismo con el fin
de evitar la ansiedad que nos producen ciertos recuerdos.
Cuanto más se sabe sobre una materia más fácil resulta adquirir nuevos conocimientos
sobre la misma ya que uno tiene muchos referentes con los que relacionar la nueva
información. Hay diversas maneras de asociar:
En lugar de:"917104026"
3-3-4-7-3-7-9-0-9-0-8
6.- Recordar el contexto: a veces resulta más fácil recordar algo si uno trata de
visualizar el momento en que el que estaba estudiando esa lección. Estaba en mi
habitación, era sábado por la tarde, recuerdo que estaba oyendo música de Elton John,
tenía puesta una camisa roja,..
VOCABULARIO
Hábitos saludables
Para mantener la memoria siempre alerta hay que prestar atención a la calidad
de vida. El neurólogo Iván Okamoto sugiere un estilo de vida más tranquilo, con
alimentación balanceada, sin vicios y con la práctica regular de ejercicios físicos.
“La memoria forma parte de la salud, por eso es importante evitar el cigarrillo y
el exceso de bebidas alcohólicas, ejercitarse y seguir una dieta equilibrada.
Mantener la actividad mental, ya sea trabajando o participando en alguna
actividad en grupo ayuda a elevar la autoestima y poner la memoria a todo vapor
Ireneo empezó por enumerar, en latín y español, los casos de memoria prodigiosa
registrados por la Naturalis historia: Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su
nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que administraba la
justicia en los 22 idiomas de su imperio; Simónides, inventor de la mnemotecnia;
Metrodoro, que profesaba el arte de repetir con fidelidad lo escuchado una sola vez. Con
evidente buena fe se maravilló de que tales casos maravillaran. Me dijo que antes de esa
tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido lo que son todos los cristianos: un
ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado. (Traté de recordarle su percepción
exacta del tiempo, su memoria de nombres propios; no me hizo caso.) Diecinueve años
había vivido como quien sueña: miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo, de casi
todo. Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró, el presente era casi intolerable
de tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguas y más triviales. Poco
después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la
inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles.
Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los
vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes
australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía
compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había
mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la
víspera, señor, es como vacíadero de basuras. Una circunferencia en un pizarrón, un
triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le
de la acción del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba
ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos
los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado
nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos
tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.
Y también: Mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mi
memoriapasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de
ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las
muchas caras de un muerto en un largo velorio. No sé cuántas estrellas veía en el cielo.
Esas cosas me dijo; ni entonces ni después las he puesto en duda. En aquel tiempo
no había cinematógrafos ni fonógrafos; es, sin embargo, inverosímil y hasta increíble que
nadie hiciera un experimento con Funes. Lo cierto es que vivimos postergando todo lo
postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos in—mortales y que tarde o
temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.
La voz de Funes, desde la oscuridad, seguía hablando.
Me dijo que hacia 1886 había discurrido un sistema original de numeración y que en
muy pocos días había rebasado el veinticuatro mil. No lo había escrito, porque lo pensado
una sola vez ya no podía borrársele. Su primer estímulo, creo, fue el desagrado de que los
treinta y tres orientales requirieran dos signos y tres palabras, en lugar de una sola
palabra y un solo signo. Aplicó luego ese disparatado principio a los otros números. En
lugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) Máximo Pérez; en lugar de siete mil catorce,
El Ferrocarril; otros números eran Luis Melián Lafinur, Olimar, azufre, los bastos, la
ballena, gas, la caldera, Napoleón, Agustín vedia. En lugar de quinientos, decía nueve.
Cada palabra tenía un signo particular, una especie marca; las últimas muy complicadas...
Yo traté explicarle que esa rapsodia de voces inconexas era precisamente lo contrario
sistema numeración. Le dije decir 365 tres centenas, seis decenas, cinco unidades; análisis
no existe en los “números” El Negro Timoteo o manta de carne. Funes no me entendió o
no quiso entenderme.
Locke, siglo XVII, postuló (y reprobó) idioma imposible en el que cada cosa individual,
cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera nombre propio; Funes proyectó alguna vez
un idioma análogo, pero lo desechó por parecerle demasiado general, demasiado
ambiguo. En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino
cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de
sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo
disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la
conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de
clasificar todos los recuerdos de la niñez.