Religious Belief And Doctrine">
Salmanticensis 1955 Volumen 2 N.º 3 Páginas 614 654 en Torno A Los Alumbrados Del Reino de Toledo
Salmanticensis 1955 Volumen 2 N.º 3 Páginas 614 654 en Torno A Los Alumbrados Del Reino de Toledo
Salmanticensis 1955 Volumen 2 N.º 3 Páginas 614 654 en Torno A Los Alumbrados Del Reino de Toledo
3. Publicado por el P. LLORCA, o. c., apéndice II, p. 198. Parecida es Ia que se !ee
en el proceso contra Luis de Beteta, ib., p. 23, nota 23.
4. P. ViCENTE BELTRÁN DE HEREDiA, La Beata de Piedraliita no fué alumbrada, en
«La Ciencia Tomista», 63 (1942). 301-304.
5. O. c., 3.a parte, f. 25.
6. SERRANO Y SANz, Pedro Ruiz de Alcaraz, iluminado alcarreño del siglo XVl, en
«Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos», 1901. t. I, p. 2, nota 1.a y p. 5.
7. Publicados por MiouEt MiR y PRAy jusTo CuERvo, Los Alumbrados de Extrema-
dura en el siglo XVJ, en «Revista de Archivos», 9 (1903), 203-206; 10 (1904), 64^7; 11
(1904), 179-191; 12 (1905), 459^63; 13 (1905) 57^2.
8. Cf. MENÉNDEZ Y PELAYo, Historia de los Heterodoxos Españoles (edic. nacional.
1947), t. TV, 215.
9. Art. cit., p. 2, nota 1.a.
10. Contra Io que parecen indicar las afirmaciones de Willian Thomas. Para él
las sectas masónicas se unen con nuestros alumbrados, muchos de los cuales, al huir
al Norte, reaparecieron en Alemania con el nombre de «illuminati», a quienes a me-
diados del siglo XVII reorganizó Weishaupt. (Felipe II, [Madrid, 1946], p. 350 s.).
2.0 Que poseía luz suflciente para conocer los hombres que tenían el
espíritu de Dios o carecían de él (p. 68, n. 1).
5.0 Refleja sus tendencias judías, al hacerse eco de las profecías me-
siánicas de Carlos de Bovillo y señalar el fin de Ia opresión de Ia Iglesia
con Ia traslación de Ia Sede Romana a Jerusalén (p. 69, n. 1).
6.0 Hombre sensato y a Ia vez devoto, con una intensa vida de peni-
tencia y subidísima oración, que se coronaba en el éxtasis (p. 7.1, n. 1).
II
l.° En este mismo año hace un viaje a Pastrana con el fln de conocer
Ia naciente cofradía iluminista de esta ciudad.
2." Según los datos del proceso, consta también su estancia en Priego,
de 1519 a 1523, como contador del marqués de dicho nombre. Al flnal se
trasladó a Madrid donde residió muy poco tiempo.
4.0 Ese mismo año flja su residencia en Escalona, como predicador del
segundo marqués de Villena, D. Diego López Pacheco. Allí conoció a los
frailes franciscanos y en casa del licenciado Antonio de Baeza dirigía una
cofradía de iluminados a Ia que acudían, aparte del marqués y casi toda
su servidumbre, clérigos como el capellán Gutiérrez, o seglares como el
joven Juan de Valdés y familias de buena posición.
allí Ia llevaron los aludidos frailes entre otros. La fecha señalada por algu-
nos historiadores no se compagina con estos datos ".
Francisca H., Ia misma tal vez que años antes hemos visto relacionada
con Fray Melchor, se presenta ahora con un influjo extraordinario en Ia
secta de los alumbrados. Natural de Canillas (Salamanca) ejerció su prin-
cipal'actividad en esta ciudad y en Valladolid, favorecida por los Cazalla ".
Dentro el sector de Toledo aparece en relaciones con los alumbrados de
Guadalajara, con el obispo Cazalla y su hermana, los PP. Olmillos y Ocaña,
los alumbrados de Pastrana y otros lugares... Ni el mismo Alcaraz, que
en su proceso demuestra tenerle poco afecto, se sustrajo a su influjo. Con
razón se ha dicho que Francisca H. gozaba de una posición privilegiada
dentro de los alumbrados. En torno a ella merodearon siempre un grupo
de ilusos y crédulos como Francisco Ortiz, o malintencionados como
Medrano.
Como se desprende de una lectura del proceso contra Alcaraz, los ilu-
minados del reino de Toledo no forman una sola escuela. Se presentan
seccionados en dos grandes grupos. De una parte Alcaraz —con sus nume-
rosos discípulos— e Isabel de Ia Cruz, a quien nunca traicionó en sus
declaraciones; sólo en el momento de subir al suplicio Ia insultó calificán-
dola de «embaucadora y falsa mujer que Io había seducido con sus erro-
res» 23. Por otra parte los demás alumbrados a que hemos aludido desde
los frailes de Escalona hasta Francisca H. De igual modo censura Alcaraz
las doctrinas de los Cazalla o Francisca H. que las predicadas por los frailes
de Escalona o La Salceda. Después de descubrir los éxtasis del P. Olmillos
que él presenció en Ia visita del provincial, expresa así su estado de ánimo :
«•••Y yo (Alcaraz) estaba que parescía que el corazón me comían perros» ".
Pero aún dentro del segundo grupo se impone una ulterior subdivisión.
23. El P. Llorca (o. c., p. 17) da como fecha de Ia actividad de los PP. Olmillos y
Ocaña el año 1552. Fecha inadmisible, aparte de las razones aludidas, porque en el 3529
moría Olmillos en Madrid, después de haber sidoA Provincial. Cf. Anales Minorum, en
«Revista de Archivos...», art. cit., p, 5, nota l. : ...«obiitque (P. Olmillos) Matriti
anno 1529, magna pietatis opinione».
La misma fecha dada por Serrano y Sanz (art. cit., p. 3), el 1522, ha de adelan-
tarse según las razones aducidas.
Menéndez y Pelayo desconocería mucho» documentos relativos al sector de Toledo;
de otro modo carece de sentido Ia siguiente afirmación : «En 1529 se descubrió en
Toledo una secreta congregación de alumbrados o dexados. (Historia de los Hetero-
doxos..., t. rV, p. 215). Ese mismo año terminaba Ia Inquisición de Toledo el largo
proceso de 10 años contra el autor del dejamiento.
24. Pedro Cazalla y su hermano Francisco Cazalla, que vivía en Logroño, Io mismo
que Ia mujer de aquél y otros, que frecuentaban su casa, quedan bastante complicados
en las declaraciones de Francisca H. (LLoncA, o. c., p. 222 ss.V
25. SERRANO Y SANZ, art. Cit., p. 10.
26. Proceso contra Alcaraz, ib., p. 5.
28. Recogemos el testimonio de los Annales Minorum, que aduce Serrano y Sanz
(art. cit., p. 5, nota 1.a), porque a Ia vez se encomian las virtudes del P. Olmillos:
Joannem de Olmillos, guadianum conventus de Scalona, viruni fuisse religiosissimum
et obedientiae virtute insignem, qui, cum frequenter extra se raperetur... ab ipso Qui-
ñonio jussus, promte obedierit et deinceps ab hu]usmodi sermonibus abstinuerit, neque
amplius tales extases habuerit, pro quibus aliud occultum beneficium se a Deo recepisse
Quiñonío revelavit, dum regiit provinciam castellae».
29. BATAILLON, O. C., p. 182.
30. Tercer Abecedario Espiritual, en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles». Para
el estudio de Osuna : P. FiDELE DE Ros, Le Père Froncois d'Osuna. Sa vie, son oeuvre, sa
doctrine spirituelle, Paris, 1936
II
41. Afirmación que corresponde a Ia proposición cuarta del edicto (Cf. V. BELinAN
DE HEREDU, art. cit., p. 110).
42. Nadie tachará Ia ortodoxia del autor del Audi Filia, y de Pray Luis de Granada.
Con todo, a su paso por Extremadura, se intensificó un movimiento que degeneró en
iluminismo. (Cf. V. BELTRÁN DE HEREDIA, Los alumbrados de Ia diócesis de Jaén, en «Re-
vista Española de Teología», 35 [19491, 162). Mas influyeron los obispos D. Cristóbal de
Rojas y el beato Ribera, (it>. p. 162 ss.). Más tarde, los primeros brotes del iluminismo
giennense coinciden con Ia predicación del beato Avila y sus discípulos (ib., p. 171 ss.).
El mismo P. Granada en algunas de sus cartas encomia las virtudes y Ia vida de ciertas
beatas con manifiestas tendencias iluministas. (B. VELADO GRAÑA, Dos cartas inéditas del
Veneratile P. Fray Luis de Granada, en «Revista de Espiritualidad», 7 [19481, 339-356).
43. O. c., p. 180.
III
53. Asi parece deducirse del consejo que da Alcaraz a los incipientes de Pastrana :
«mortificate membra vestra» ; y Io mismo al aflrmar que las abstinencias, ayunos y obras
exteriores, al llegar al estado de dejamiento, ya no son necesarias.
54. Proceso contra Alcaraz (V. BELTRAN DE HEREDIA, art. clt., p. 124 y 127).
En el nusmo sentido podían aducirse las proposiciones 37, 40 y 41 del edicto (ib. 116 s.).
Esto les permitía optar por Ia norma de vida que estuviera más en conso-
nancia con sus gustos. A este propósito mantenían tendencias antimonás-
ticas, tratando de impedir que los fleles se hicieran religiosos.
Finalmente ¿qué alcance tienen determinados principios doctrinales que
abiertamente contradicen tesis fundamentales del dogma católico? Tales
podían ser, entre otros, los que niegan Ia existencia del inflerno, Ia omni-
potencia de Dios, Ia necesidad de Ia confesión... o por el contrario aflrman
Ia encarnación del Padre, Ia impecabilidad, etc., etc.
Claro está que no a todas las proposiciones que en el edicto llevan Ia
censura de herejías les conviene este nombre con toda propiedad. Ni pueden
tener ese alcance en Ia mentalidad de unos fanáticos, mejor o peor inten-
cionados, pero faltos de conocimientos. El ambiente de espiritualidad en
que se desarrollaban sus doctrinas piden también una interpretación más
benigna. No obstante, tomadas globalmente, son las primeras manifesta-
ciones de una tendencia que con el nombre de reforma podría terminar en
peligrosísima herejía.
Esto nos obliga, aunque sea brevemente, a considerar el movimiento
iluminista en relación con el protestantismo.
El 31 de octubre de 1517 fljaba Lutero en Ia iglesia de Wittemberg sus
95 tesis contra las indulgencias. Esto es suficiente para señalar una total
independencia entre Ia aparición de Ia pseudorreforma española y Ia ale-
mana. Es cierto que Ia reforma luterana encuentra en el iluminismo español
el terreno mejor abonado para sembrar sus doctrinas heréticas. Algunos al
mismo tiempo que alumbrados eran verdaderos discípulos de Lutero. En los
procesos de Ia Inquisición, sobre todo a partir de 1530, se acusa a los pro-
cesados de iluminismo y protestantismo a Ia vez; y en el edicto de 1525
varias proposiciones se censuran expresamente como luteranas.
Pero no es nada probable que los errores doctrinales, que en 1524 y 1525
resumía Diego Ortiz de Ángulo contra Alcaraz, y de los que ya había sido
acusado en 1519, sean debidos a una repercusión del protestantismo eri
España. No había habido tiempo para establecer este contacto. Por otra
parte, es totalmente inverosímil que gente sencilla y de profesión artesana,
como Alcaraz, se diera cuenta y captara antes que nadie Ia reforma de
Lutero. Es que, a pesar de todo, hay entre el iluminismo y el protestantismo
cierta relación de coexistencia, que nadie juzgará de pura casualidad. Naci-
dos en el mismo ambiente, no es de extrañar que llegaran a soluciones si-
milares.
Como nota Manuel Serrano y Sanz, «al mismo tiempo que Lutero echaba
los cimientos del protestantismo, en el centro de España se elaboraba un
sistema análogo sin que entre el fraile sajón y el alumbrado de Guadalajara
hubiera ni pudiera haber relación alguna» 62.
Por esto Ia Inquisición, que conocía las tesis de Lutero, podía calificar
algunas de las proposiciones de los alumbrados como luteranas.
I. LOS jUaíOS
aflrma que Ia mayor parte de los alumbrados de Toledo son conversos. Pos-
teriormente en los procesos de Ia Inquisición contra los alumbrados de
Llerena se descubre un buen porcentaje de conversos.
Pero también sería peligroso generalizar demasiado: ni todos los judíos
eran alumbrados, ni sólo los judíos.
Señalar concretamente en qué estuvo Ia influencia del judaismo en el
movimiento de los alumbrados es tarea más difícil y aventurada. El aludido
autor apunta algunas razones, que no pueden ser las únicas ni valdrían
para explicar esta influencia si se las considera aisladamente.
La primera fundada en Ia situación de los conversos, con un cristia-
nismo mal orientado, equivaldría a decir con términos de nuestros días que
«la misión del marrano es burear a Dios» (p. 195).
Sin embargo cabe preguntar, ¿por qué no Io buscaban dentro de Ia
Iglesia?
Con una distinción salvaríamos en parte esta dificultad.
Los que deseaban conservar Ia pureza del profetismo mesiánico y su
libertad religiosa, se comprende que pensaran en Ia restauración del mo-
saísmo judío. Pero Ia presencia de Ia L·iquisición a Io sumo les permitiría
presentar un judaismo no farisaico y ritualista, sino un judaismo disfrazado
con apariencias de cristianismo. Al menos, una vez desarrollada Ia nueva
secta, en ella encontrarían acogida los descontentos conversos, que, al
verse perseguidos, se veían impulsados a fomentar un movimiento de reno-
vación religiosa.
Otros en cambio, buscando en Ia Iglesia el sustitutivo a las prácticas
mosaicas, se encontraron con un cristianismo enfermizo y en caricatura,
que pedía una reforma. Dado su carácter inclinado hacia los problemas
religiosos y especulativos, es muy verosímil que, olvidados de las múltiples
prescripciones de los primeros Ubros de Ia Biblia, pensaran resucitar el
mesianismo de los antiguos profetas y establecer un contacto directo con
Dios. Así se explicaria muy bien el profetismo y mesianismo de los prime-
ros alumbrados.
Una solución a base de Ia importancia de los judíos en Ia sociedad
española no sería muy aceptable para explicar el movimiento iluminista,
que en sus orígenes no fué monopolio de Ia burguesía ni encontró en ella
los mejores propagandistas. Sus afiliados —si excluímos a los Cazalla— se
puede decir ,en términos generales, que son gente humilde y sin letras.
El mismo Alcaraz, principal representante de los dejados, era un simple
oficial y sus conocimientos de Ia Escritura no pasaban de ser algo subjetivo.
El apoyo que Ia aristocracia otorgó a Ia nueva secta —no debió tener mucha
importancia ya que Ia Inquisición, al procesar a los alumbrados, en nada
complica a sus protectores— demuestra Ia condición más bien humilde de
los primeros alumbrados.
En todo caso, el carácter visionario de los alumbrados, su odio a Ia
Nada más natural que el contacto del pueblo islámico con el español
dejará huellas imborrables en Ia vida religiosa española. Nos referimos a
Ia fusión lenta e involuntaria de los dos pueblos. A este propósito dice Angel
Ganivet: «La creación más original y fecunda de nuestro espíritu reli-
gioso aranca de Ia invasión árabe...» «...el espíritu de los árabes llegaba
entonces a su apogeo, y era natural que influyese sobre el de los españoles, si
ya no bastara el contacto de varios siglos y Ia guerra misma... De esa poesía
popular, cristiana y arábiga... nacieron las tendencias más marcadas en
el espíritu religioso español: el misticismo, que fué Ia exaltación poética,
y el fanatismo, que fué Ia exaltación de Ia acción. El misticismo fué como
una santificación de Ia sensualidad africana, y el fanatismo fué una re-
versión contra nosotros mismos, cuando terminó Ia reconquista, de Ia furia
acumulada durante ocho siglos de combate» ".
Dejando a un lado Ia solución de los que más cómodamente quieren
negar Ia influencia del elemento musulmán en nuestra espiritualidad, vien-
do sólo una influencia germánica, y Ia del mismo Ganivet que ve Ia raíz
del misticismo español en Ia fusión del pueblo musulmán con el ibero,
preferimos una solución media. Cierto que el misticismo español se remonta
más allá de su contacto con el pueblo árabe, pero es preciso reconocer que
Ia huella del islam, no menos que en otros aspectos, quedó gravada en Ia
vida religiosa de nuestro país.
En esta asimilación lenta había el peligro de un sincretismo, acrecen-
tado por las conversiones poco seguras realizadas por Hernando de Tala-
vera, que llegó hasta el fanatismo en sus esfuerzos por Ia conversión del
islam. Para él el pueblo invasor, aunque Ie faltaba Ia fe de los cristianos,
obraba como cristiano. Gráfica es Ia frase que repetía a los moros de
Granada: «Dadnos, hermanos, de vuestras obras y tomad de nuestra fe».
Para ellos tradujo y editó en Granada Ia Vita Chrísti de Francisco Eximenic.
Menos sinceras fueron las conversiones en masa llevadas a cabo por
Cisneros, muchas de las cuales se veían forzadas por el temor 6C.
Este peUgro Io resumimos brevemente con palabras de R. M. Baugarten,
que recoge el P. Llorca: «Si se hubieran dejado correr las cosas en España
tal como se habían ido desarrollando desde el siglo XIV sin duda hubiera
resultado, a Ia larga, con toda seguridad, una especie de sincretismo o isla-
mismo como reUgión de España» ".
Más dificultoso sería señalar el sentido de esta influencia en nuestros
alumbrados. No obstante siempre sería aceptable una explicación a base
de las circunstancias de «los nuevos cristianos», que más o menos ya hemos
tocado al hablar de Jos judíos. El temperamento visionario del pueblo
árabe se veía favorecido por un fanatismo religioso con muchas aparien-
cias de ortodoxia. Pero existe un hecho que nos permite concretar más esta
influencia. Según su peculiar concepción del entendimiento separado, ve-
nían a enseñar un panteísmo que terminaba en una especie de Nirvana.
El hombre para pensar necesita permanecer unido al pensamiento uni-
versal. Esta unión, que podía llegar a verdadera identidad, era Ia suprema
aspiración en este mundo. Panteísmo que podría relacionarse con el de los
alumbrados o dejados ya que Ia cultura arábiga, que se extendió por Ia
Península, influía también en los ambientes de espiritualidad.
una manera general con estas palabras, hablando de los que se dejan se-
ducir por doctrinas erróneas, temerarias y escandalosas: ...«Y entre estos
se encuentran hoy no pocos que constantemente manejan y citan a Bau-
tista de Crema, Enrique Herp, Juan Taulero, y otros autores... sin darse
cuenta de sus errores, su mentalidad y su intención» 6*.
Expresivas son también estas palabras de Cano: «También he oído
decir Io que v. m. que siguen a Juan Taulero y a Enrique Herp (se reflere
a Ia Compañía) y los días pasados a Bautista de Orema. A éste poco ha Ie
condenaron en Roma Ia doctrina, que fué alumbrado o dejado».
Que hay dependencia entre los aludidos autores y los alumbrados de
Toledo está claro para el teólogo español. Después de describir al-
guna de las características de esta secta, señala su origen en los místicos
anteriores: «Enrique Herp las compara (Ia oración vocal y prácticas ex-
teriores) a Ia paja que, después de purgado el trigo para los hombres, se
aparta para las bestias... También las compara a los cimbrios que, acabada
Ia bóveda, se quitan...».
Esta misma doctrina Ia descubre en el autor del Espejo de Perfección
«...los que son verdaderamente espirituales y tienen Ia libertad del espíritu
están sobre todas las leyes y consejos y no pueden ser juzgados por los
hombres» ' 0 . Libertad e independencia que profesaban los alumbrados.
Al mismo tiempo crecía Ia afición por una espiritualidad fundada en
Ia Sagraaa Escritura.
La Vita Cristi del Cartujano era traducida al castellano en 1501 por
Pray Alonso de Montesino. Prescindiendo de otros aspectos, dada Ia impor-
tancia que se concedía a Ia imaginación, esta obra conducía fácilmente
a una piedad visionaria e individualista. Con el ñn de evitar representa-
ciones inútiles que estorbaran Ia contemplación que recomienda el autor
de Ia Vita Cristi, Ia imaginación trabajaría constantemente reproduciendo
por su cuenta Ia historia de Ia vida de Cristo.
Esta tendencia imaginaria se reproduce en Ia obra del mismo título
de Francisco Eiximenic y en varias obras donde se tocan idénticos temas.
Pero sobre todo en Ia revisión de Ia traducción castellana de Epístolas y
Evangelios hecha por Montesino; éste, más avanzado que el Cartujano,
deja que cada uno reaccione ante el texto sagrado según su fuerza o segúri
su debilidad ".
Los alumbrados tomarían esto a Ia letra y no sólo se permitiría inter-
pretar por su cuenta Ia Sagrada Escritura, sino que pensarían en una
reforma de Ia misma.
Hablando de Ia influencia del elemento místico cabe preguntar ¿la
68. De locis tfieologicis, 1. XII, c. X, edic. «Opera Cani», Madrid, 1760, p. 416.
69. Reproducidos por V. BELTRAN DE HEREoiA, en Corrientes de Espiritualidad, pá-
ginas 77 y 80.
70. BATAILLON, 0. C., p. 47-50.
V. El erasmismo
obras y doctrina : «Nihil doctrinae, nihil scripturarum apud hos iam legitur, nec habetur
in pretío praeter libros tuos. Aiunt eorum lectionibus in Dei spiritum vere illuminari,
conscientiasque suas consolari...» (reproducida por BATAiLLON, o. c. p, 173).
80. Aunque de hecho este programa de renovación espiritual se quedaba en el
terreno de Io ideal. En Ia práctica apenas encontramos entre los erasmianos españoles
representantes en los que resplandezca junto con sus conocimientos Ia práctica de las
virtudes.
81. Proceso contra Alcaraz, publicado por el P. V. BELiRÁN DE HEREWA, El edicto
contra los alumbrados del reino de Toledo.... p. 124 y 128.
82. Según Ia retación que hace Menéndez y Pelayo, pueden recordarse las siguientes :
«De creer moderna Ia confesión auricular». <d3e tachar de judaismo las ceremonias ecle-
Biásticas, los ayunos, las abstinencias». «Preferir el matrimonio al estado de virginidad».
«De tener por inútiles y vanas las indulgencias, Ia veneración de los santos, las reli-
quias, imágenes y peregrinaciones» (cf. Historia de los Heterodoxos..., t. ni, p. 98 s.
83. Asensio valora en su justo medio Ia influencia erasmiana en España. Cf. El Eras-
mismo y las corrientes espirituales afines, en «Revista de Filología Española», 36
(1952), 31-99.
5.—EXPLICACIÓN HISTÓRICA
85. El maestro Villava, (o. c., 3." parte, f, 30 ss.), recorre diversos movimientos he-
terodoxos resaltando Ia influencia del elemento femenino.
86. MENÉNDEz Y PELAYO, o c., t. TV, p. 211, dice: «Los gnósticos todos eran iliuni-
nados, pero nadie se parece tanto a los i!uminados como C'arpocras, hasta por el
menosprecio a las buenas obras, practicas exteriores y toda Ia vida activa».
CONCLUSIÓN