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Fueradenorma Preliminares

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Fuera de norma. Antología de pensamiento feminista hispanoamericano.

©Del prólogo: 2015, Sonia Montecino Aguirre


©De esta edición:
2015, Santillana del Pacífico S.A. Ediciones
Andrés Bello 2299 piso 10, oficinas 1001 y 1002
Providencia, Santiago de Chile
Fono: (56 2) 2384 30 00
Telefax: (56 2) 2384 30 60
Código Postal: 751-1303
www.loqueleo.com/cl

ISBN: 978-956-15-2664-8
Nº de registro: 258.105
Impreso en Chile- Printed in Chile
Primera edición: octubre de 2015

Edición: Sofía Montenegro


Asistente de edición: Sofía Améstica
Diseño de cubierta: Roberto Peñailillo
Imagen de cubierta: Shutterstock

Dirección de Arte:
José Crespo y Rosa Marín
Proyecto gráfico:
Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas y Julia Ortega

Agradecimientos:
Victoria Ocampo. “La mujer y su expresión” (1936). Revista Sur.
© Fundación Sur, 2015

Gabriela Mistral. “La instrucción de la mujer” (1906)


La Orden Franciscana de Chile autoriza el uso de la obra de Gabriela Mistral. Lo
equivalente a los derechos de autoría son entregados a la Orden Franciscana de
Chile, para los niños de Montegrande y de Chile, de conformidad a la voluntad de
Gabriela Mistral.

Todos los derechos reservados.


Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni regis-
trada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en
ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico,
magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso pre-
vio por escrito de la Editorial.
Fuera de norma
Antología de pensamiento
feminista hispanoamericano
Prólogo de Sonia Montecino Aguirre
PRÓLOGO

“No me interrumpas”

Por Sonia Montecino Aguirre

“No me interrumpas”, una frase que cita Victoria Ocam- 7


po en esta antología, revela literal y metafóricamente lo
que ha sido la lucha intelectual de las mujeres a lo largo
de la historia. A través de las autoras seleccionadas es po-
sible seguir un hilo de las preocupaciones centrales de lo
que ha sido la “entrada” femenina al mundo de las ideas,
la política y la cultura. No podemos decir que todas ellas
hayan sido feministas, puesto que este término alude a
un conjunto de conceptos y acciones que es preciso defi-
nir: el feminismo es un movimiento que posee una histo-
ria específica y varias formas de realización. Lejos de la
mirada estereotipada del lugar común que sitúa al femi-
nismo como una lucha de las mujeres contra los hombres,
tenemos que comprender que ese término alude a una de
las revoluciones más profundas que han ocurrido en las
sociedades modernas y que tiene relación con transfor-
maciones económicas y políticas ocurridas desde el siglo
XIX hasta hoy día. El contexto del surgimiento del femi-
nismo es un período de cambios donde la razón desplazó
a la religión como explicación del mundo y de las cosas,
de las constituciones como reguladoras del control social
del Estado, de las nociones de igualdad de todos ante la
ley, del concepto de ciudadanía y de derechos. Desde la
vertiente económica, el fenómeno creciente y expansivo
de la industrialización ligada a la productividad implicó
nuevas formas en que las esferas públicas y privadas en-
cararon el trabajo y su consecuente división sexual: si an-
tes la familia era el eje de la producción, ahora los hom-
bres laborarán en las industrias y las mujeres en el hogar,
reproduciendo desde lo doméstico la mano de obra nece-
8 saria para el desarrollo económico.
El feminismo nace al interior de esos cambios, y co-
loca una pregunta que hasta ese momento no se había
realizado: ¿por qué las mujeres no tienen los mismos
derechos que los hombres? Desde ahí se inicia un largo
camino —que continúa con nuevas interrogantes sobre
esos derechos y sobre los nuevos que han surgido desde
fines del siglo XX—. En torno al movimiento que se creó
para conseguir la igualdad respecto a la educación (recor-
demos que solamente los hombres accedían a colegios y
universidades), el sufragio (las mujeres no eran ciudada-
nas y por ello no podían elegir ni ser elegidas), y ante la
ley, el feminismo fue elaborando sus reflexiones, discur-
sos y conocimientos sobre las mujeres desde el punto de
vista de ellas mismas (ya no pensadas por “otros” filó-
sofos, científicos, políticos). Pero, al mismo tiempo, que
reflexionaron sobre su condición, actuaron, lucharon y
sufrieron todas las consecuencias de quienes se atreven
a desafiar el orden dominante. El movimiento feminista
tuvo su sello de origen en Europa y Estados Unidos y muy
rápidamente se expandió a América Latina y a Chile. Ya a
inicios del siglo XX su influencia atravesó las fronteras, y
los logros conseguidos en los países anglosajones fueron
modelos para aquellas que en las periferias comenzaron
a construir la base del movimiento feminista. En los paí-
ses como los nuestros, donde el catolicismo mantuvo un
fuerte poder y peso en las definiciones normativas de lo
que es ser una mujer o un hombre, el feminismo tuvo que
enfrentar la resistencia del conservadurismo, y recién a
mediados del siglo XX alcanzar los logros de la ciudada-
nía, la educación y la igualdad ante la ley. 9
Las escritoras e intelectuales de la antología Fuera
de norma, a excepción de Sor Juana Inés de la Cruz, es-
tán insertas en la historia del movimiento feminista en
lo que se ha llamado la “primera ola” y que he reseñado
arriba. Sin duda, Victoria Ocampo, Amanda Labarca y
Elena Caffarena son testigos de las nuevas elaboraciones
del movimiento, o lo que se ha denominado su “segunda
ola”. Ahora lo que está en juego ya no es solo el acceso
a los espacios masculinos, como la educación, el traba-
jo remunerado, la política y la cultura, sino la igualdad
de condiciones en el acceso a ellos. Al mismo tiempo, se
construye una reflexión política y una utopía social que
apunta a que los problemas de las mujeres se resolverán
toda vez que se produzca un cambio profundo en las es-
tructuras sociales y económicas y en la distribución del
poder. Este nuevo feminismo apuntará a la creación de
formas distintas de vida donde la igualdad en la diferen-
cia (es decir, donde ser “distinto” no significa una des-
igualdad en el acceso a los recursos, a las ideas, a la políti-
ca) sea el horizonte, así como una sociedad donde todas y
todos tengamos los mismos derechos sin discriminacio-
nes de género, clase y etnia. Este feminismo ya no solo
está propiciando reformas a la sociedad, sino un cambio
de paradigmas dentro de los cuales las grandes visiones
de mundo que habían dominado son cuestionadas y de-
nunciadas en su sexismo y androcentrismo.
El conjunto de lecturas que propone Fuera de norma
refleja los distintos avatares históricos de estas dos ex-
presiones del feminismo y sus preocupaciones centra-
10 les. Pero, sobre todo, pone en evidencia las maneras de
aproximarse a las interpretaciones de la organización so-
cial desde el punto de vista de las mujeres, desde una mi-
rada crítica que devela las formas de subordinación y dis-
criminación y sus efectos en la vida femenina. ¿Qué une
a estos textos escritos en épocas diversas? Por un lado, el
hecho de que, en su mayoría, son de literatas y este es un
dato que se torna relevante toda vez que el acceso de las
mujeres a la escritura ha sido muy tardío en la historia
de la humanidad. Asimismo, que provienen de América
Latina, a excepción de Concepción Arenal y Emilia Pardo
Bazán, españolas. Todas comparten un idioma, el caste-
llano o español, y eso implica un gesto significativo: la
difusión de las ideas feministas a los públicos latinoame-
ricanos, especialmente femeninos, pero también mascu-
linos. Ellas han logrado la educación; son una vanguar-
dia dentro de la población de mujeres de sus países y del
continente que se ha atrincherado en la palabra como po-
sibilidad de cambio, de influencia intelectual. Sin duda,
eso lo sabemos, fueron excepciones, pues lograron tener
una voz con autoridad en épocas en que las producciones
de las mujeres no poseían gran valor e incluso eran cen-
suradas.
Si partimos con Sor Juana Inés de la Cruz, podemos
decir que ella representa la vieja forma en que las muje-
res podían aprender a leer y a escribir: como monjas, pero
por cierto no cualquiera de ellas podía alcanzar prestigio
y ser escuchada. Sor Juana de alguna manera anuncia la
“modernidad” en tanto emergencia del sujeto mujer que
se piensa como identidad (femenina) y como escritora, y
las estrategias que se van a utilizar para evadir el poder 11
(en su caso, de la Inquisición). Juana Manso pone en es-
cena la capacidad de activismo intelectual y político con
la creación de revistas, y con su lúcida denuncia ante la
violencia contra las mujeres. Gertrudis Gómez de Avella-
neda se perfila en su oficio de poeta y dramaturga colo-
cando un nudo central: la búsqueda de la valorización de
las mujeres como intelectuales. Por su lado, Concepción
de Arenal es un ejemplo de la discriminación que vivían
aquellas que querían entrar a la universidad en el siglo
XIX: renunciar a su apariencia de mujer travistiéndose
en hombre para asistir a los cursos de Derecho.
Por su parte, la escritora Emilia Pardo Bazán eviden-
cia el perfil de la intelectual y de la activista infatigable
por los derechos de las mujeres. Desde esa misma ver-
tiente, Soledad Acosta de Samper centra su reflexión en
un llamado de atención a la literatura femenina latinoa-
mericana, conjuntando la doble identidad de género y de
un espacio cultural específico de producción escritural.
Gabriela Mistral, aun cuando no se declaró feminista, sí
se preocupó en el más amplio sentido del significado de
ser mujer y de su posición en la sociedad bregando por la
educación de las mujeres, sobre todo de las más pobres,
como un primer paso para su dignificación. Teresa de
la Parra propugnó, entre los diversos derechos, el de las
mujeres a ser intelectuales, a trabajar con las ideas y a ser
más que una madre y una esposa, una pensadora. Elena
Caffarena como abogada, líder y creadora del MEMCh,
Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, co-
loca su foco en el mundo popular, donde las mujeres son
12 doblemente discriminadas, en la posibilidad del divorcio
y en la legitimidad de los hijos(as), develando, por prime-
ra vez, la existencia de la madre soltera. Victoria Ocam-
po, una escritora sobresaliente, luchadora feminista, se
centra en la necesidad de expresión de la voz femenina
no solo en el plano de la escritura, sino en el cotidiano,
mostrando las diferencias en el poder del habla entre
hombres (monólogo) y mujeres (diálogo). Por último,
Amanda Labarca, ensayista y educadora, sitúa su mirada
en los modos de construir nuevas identidades de género
a través de la socialización de las hijas en el trabajo extra-
doméstico, pero también en el papel de los hombres en la
reproducción cotidiana, anunciando con ello las nuevas
formas que deberían tomar las relaciones entre hombres
y mujeres en un contexto de igualdad.
El “no me interrumpas” proferido por el hombre de
negocios que cita Victoria Ocampo cede en esta antolo-
gía a la necesidad femenina de manifestar las ideas, no
sin interrupción, sino en un sentido dialógico con la his-
toria, consigo mismas, pero sobre todo con las demás. Se
escribe a alguien, para alguien, para un(a) lector(a) que
completa con su mirada el texto, que lo complica a veces,
que lo construye de acuerdo con sus contextos. Sin duda,
leídos desde el hoy, los escritos de Fuera de norma tal vez
no aparezcan como subversiones, ni textos al margen de
los cánones sociales, porque hoy día es común hablar de
los problemas de las mujeres, de los asuntos de género,
aun cuando la palabra “feminismo” sigue despertando
resquemores; sin embargo, ellos sacan a luz los cimientos
bajo los cuales ha sido posible que el lenguaje contempo-
ráneo se refiera no solo a las desigualdades de género, 13
sino a las otras que funcionan en nuestras sociedades.
También emergen como registro de las batallas que las
mujeres ilustradas y feministas dieron para que en estos
momentos podamos sentarnos a la misma mesa, asistir
al mismo colegio, a la misma universidad hombres y mu-
jeres, incluso para que esta antología se publicara. Hace
solo diez años habría sido imposible colocar el vocablo
“feminista” en una sala de clases, o pronunciar la pala-
bra “género” fuera de ciertos ámbitos restringidos a la
academia o la política. Es clave para la formulación de
cualquier utopía o proyecto de sociedad conocer la histo-
ria de las ideas, las razones por las cuales hemos avanza-
do culturalmente en unos aspectos y en otros no. Eso es
lo que nos muestra Fuera de norma, una memoria funda-
mental para comprender el desarrollo del conocimiento
femenino y de las contiendas de las mujeres que nos pre-
cedieron y de las cuales somos tributarias, porque hoy
día no nos quedamos en silencio cuando nos dicen: “No
me interrumpas”.
Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)

La más grande figura de las letras del siglo XVII en Hispanoamérica


fue Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer mexicana que prefirió
la vida de convento a la vida matrimonial. Gracias a su brillante
inteligencia, ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de
Toledo y de su esposa Leonor de Carreto, esta última, la más
importante mecenas de Sor Juana. Durante su vida en la corte,
14 la futura religiosa se desarrolló intelectualmente gracias a las
tertulias literarias en las que participaba y donde mostraba sus
composiciones líricas. En 1669 entró a la Orden de San Jerónimo y
dedicó el resto de su vida al estudio.
"Respuesta a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz” (1691) es
la enérgica respuesta de la religiosa al obispo de Puebla, Manuel
Fernández de Santa Cruz, ante los cuestionamientos que este
formuló respecto a su perfil intelectual. En esta carta, Sor
Juana defiende la importancia de la educación de la mujer y lo
indispensable que resulta para el estudio de la Sagrada Escritura el
tener vastos conocimientos en áreas que solían estar reservadas
para los hombres.
Esta correspondencia comenzó cuando Sor Juana envió
una carta al arzobispo Antonio Vieira, en la que le expresó su
discrepancia con el “Sermón del Mandato”, donde Vieira habría
forzado la lectura del Evangelio para probar sus ideas. Sor
Juana, con una retórica inteligente, desbarató los argumentos
enunciados por Vieira, y el obispo de Puebla, quien no compartía
los pensamientos del arzobispo, llamó a la carta de Sor Juana la
“Carta atenagórica”, es decir, digna de la sabiduría de Atenea. Si
bien el obispo apoyó a la religiosa enviándole una carta, bajo el
seudónimo de Sor Filotea, en la que la felicitó por su inteligencia,
también se encargó de recalcar que estaba excediéndose en sus
facultades como mujer religiosa.

Respuesta a la muy ilustre


Sor Filotea de la Cruz
(1691)

Muy ilustre Señora, mi Señora: 15


No mi voluntad, mi poca salud y mi justo temor han
suspendido tantos días mi respuesta. ¿Qué mucho si, al
primer paso, encontraba para tropezar mi torpe pluma
dos imposibles? El primero (y para mí el más riguroso) es
saber responder a vuestra doctísima, discretísima, san-
tísima y amorosísima carta. Y si veo que preguntado el
Ángel de las Escuelas, Santo Tomás, de su silencio con
Alberto Magno, su maestro, respondió que callaba por-
que nada sabía decir digno de Alberto, con cuánta mayor
razón callaría, no como el Santo, de humildad, sino que
en la realidad es no saber algo digno de vos. El segundo
imposible es saber agradeceros tan excesivo como no es-
perado favor, de dar a las prensas mis borrones: merced
tan sin medida que aun se le pasara por alto a la esperan-
za más ambiciosa y al deseo más fantástico; y que ni aun
como ente de razón pudiera caber en mis pensamientos;
y en fin, de tal magnitud que no solo no se puede estre-
char a lo limitado de las voces, pero excede a la capaci-
dad del agradecimiento, tanto por grande como por no
esperado, que es lo que dijo Quintiliano: Minorem spei,
maiorem benefacti gloriam pereunt1. Y tal que enmudecen
al beneficiado.
No es afectada modestia, Señora, sino ingenua ver-
dad de toda mi alma, que al llegar a mis manos, impresa,
la carta que vuestra propiedad llamó Atenagórica2, pro-
rrumpí (con no ser esto en mí muy fácil) en lágrimas de
confusión, porque me pareció que vuestro favor no era
más que una reconvención que Dios hace a lo mal que le
16 correspondo; y que como a otros corrige con castigos, a
mí me quiere reducir a fuerza de beneficios.
…Digo que recibo en mi alma vuestra santísima amo-
nestación de aplicar el estudio a Libros Sagrados, que
aunque viene en traje de consejo, tendrá para mí sus-
tancia de precepto; con no pequeño consuelo de que aun
antes parece que prevenía mi obediencia vuestra pasto-
ral insinuación, como a vuestra dirección, inferido del
asunto y pruebas de la misma Carta. Y, a la verdad, yo
nunca he escrito sino violentada y forzada y solo por dar
gusto a otros; no solo sin complacencia, sino con positi-
va repugnancia, porque nunca he juzgado de mí que ten-
ga el caudal de letras e ingenio que pide la obligación de
quien escribe; y así, es la ordinaria respuesta a los que me
instan, y más si es asunto sagrado: ¿Qué entendimien-
to tengo yo, qué estudio, qué materiales, ni qué noticias
para eso, sino cuatro bachillerías superficiales? Dejen
eso para quien lo entienda, que yo no quiero ruido con el
1 Minorem spei, maiorem benefacti gloriam pereunt: hay menor gloria en las es-
peranzas, y mayores en las beneficencias.
2 Atenagórica: digna de la sabiduría de Atenea.
Santo Oficio, que soy ignorante y tiemblo de decir alguna
proposición malsonante o torcer la genuina inteligencia
de algún lugar. Yo no estudio para escribir, ni menos para
enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino solo
por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y
así lo siento.
El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza
ajena; que les pudiera decir con verdad: Vos me coegistis3.
Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio
a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha he- 17
cho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad)
que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan
vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni aje-
nas reprensiones —que he tenido muchas—, ni propias re-
flejas —que he hecho no pocas—, han bastado a que deje
de seguir este natural impulso que Dios puso en mí.
Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía
el estado de cosas (de las accesorias hablo, no de las for-
males), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para
la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos
desproporcionado y lo más decente que podía elegir en
materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a
cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedie-
ron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi
genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener
ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi
estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosega-
do silencio de mis libros.
3 coegistis: latinismo, del verbo cogo, que significa animar, fomentar, estimular.
Volví (mal dije, pues nunca cesé); proseguí, digo, a la
estudiosa tarea (que para mí era descanso en todos los
ratos que sobraban a mi obligación) de leer y más leer, de
estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos
libros. Ya se ve cuán duro es estudiar en aquellos carac-
teres sin alma, careciendo de la voz viva y explicación del
maestro; pues todo este trabajo sufría yo muy gustosa
por amor de las letras. ¡Oh, si hubiese sido por amor de
Dios, que era lo acertado, cuánto hubiera merecido! Bien
18 que yo procuraba elevarlo cuanto podía y dirigirlo a su
servicio, porque el fin a que aspiraba era a estudiar Teo-
logía, pareciéndome menguada inhabilidad, siendo cató-
lica, no saber todo lo que en esta vida se puede alcanzar,
por medios naturales, de los divinos misterios.
Con esto proseguí, dirigiendo siempre, como he di-
cho, los pasos de mi estudio a la cumbre de la Sagrada
Teología; pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir
por los escalones de las ciencias y artes humanas; por-
que ¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las Ciencias
quien aún no sabe el de las ancilas4? ¿Cómo sin Lógica
sabría yo los métodos generales y particulares con que
está escrita la Sagrada Escritura? ¿Cómo sin Retórica en-
tendería sus figuras, tropos y locuciones? ¿Cómo sin Físi-
ca, tantas cuestiones naturales de las naturalezas de los
animales de los sacrificios, donde se simbolizan tantas
cosas ya declaradas, y otras muchas que hay? ¿Cómo si el
sanar Saúl al sonido del arpa de David fue virtud y fuerza
natural de la música, o sobrenatural que Dios quiso po-
4 ancila: sierva, esclava, criada.

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