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Guillermo Carnero Javier Salvago Trinidad Gan Ariza Efi Cubero Godoy Roxana Méndez Pilar Márquez Devereux Manuel Neila Julián Herbert Lobo

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Guillermo Carnero [3] Malva Flores [4] Cristina Peri Rossi [6]

Javier Salvago [8] Inmaculada Moreno [9] Elsa López [10]


Trinidad Gan [11] Charo Prados [14] José Manuel Benítez
Ariza [15] Nieves Chillón [20] José María Álvarez [21]
Efi Cubero [23] Luis Armenta Malpica [24] Daniel Díaz
Godoy [29] André Cruchaga [30] Alfredo Félix-Díaz [32]
Roxana Méndez [33] Elías Moro [35] Luis Arturo Guichard [36]
Pilar Márquez [42] Sergio Álvarez [45] Alejandro Belonne
Devereux [46] Lola Mascarell [48] Inmaculada Calderón [49]
Manuel Neila [50] María José Vidal Prado [51] Eva Vaz [52]
Julián Herbert [53] Aníbal Cristobo [55] José Manuel Vinagre
Lobo [57] Saúl Ibáñez [58]
Guillermo Carnero
LUIS CERNUDA: HOMENAJE

Paladea y observa a contraluz


–la mirada perdida en el crepúsculo
granate y pronto negro– las palabras rotundas,
cegadoras en luz imperfectible,
que suenan no en halago del oído
sino en reino interior de soledad y sueño,
alto, concluso y solo, inaccesible
a la envidia, al rencor, al meditado olvido.
En la palabra vive y en la música,
enlazadas en luz y ritmo antes de escritas,
muda conversación entre tres Luises
en homenaje mutuo concertados:
el adusto y lejano, el poderoso
envuelto en marta y seda, el desterrado
en su altivo desdén irrevocable.
Brillan secretas al cerrar los ojos
y en ellas se complace: allí no rige
la leyenda que ignora que es primero
quien no primer sino mejor orfebre
haya sido, en belleza y pensamiento.

[3]
Malva Flores
BRÚJULA MÍNIMA

La aguja imantada que recorre


el umbral
el tibio firmamento de lo que vemos marcando
siempre al Norte.

Como si el Norte nos dijera algo


como si el rojo de la aguja indicara
un hacia allá
dirígete hacia allá
No importa dónde
allá
Donde salta la liebre
y te desnuda
acá
Fiebre es lo que cuenta aquí.
Fiebre de no saber a dónde pero sí
cómo llegamos al quicio
del tibio firmamento.

¿Es tibio?

¿Puede ser tibio eso que nos alumbra


como una cortesía?
¿Cuál firmamento?
Cuál firma para decir
esto es mío
esto soy
un día fui.

[4]
Sigue la ruta roja de la aguja imantada
ahora que ya no hay más.
Sólo la sombra mínima
del diamante que cala.

[5]
Cristina Peri Rossi
GÉNERO

Hay días en que me despierto muy hombre


Y te miro con deseos de posesión
y no me importa si te resistes
me excita mucho más
y te haría un hijo
como Cumbres borrascosas
y después te abandonaría ufano
silbando fuerte
y mi ego se hincharía
como el pecho de un urogallo macho
presumiendo de mi fuerza y de mi poder
y no escucharía tus quejas ni demandas
soberbio, ebrio de mí mismo
como Narciso mirándose en el espejo.

Pero hay días en que me despierto


muy mujer
y te miro dormir entimismada
y te contemplo como una reliquia antigua
de gran valor
como un cántaro romano en el fondo del océano
y te acaricio suavemente
tan suavemente que no lo sientes
(“Ay de ti, que duermes navegando”)
Y a tu lado espero con deseo y con ternura
que despiertes
bella y ronroneante como una gata persa
Y te alabo y cuido tu sueño

[6]
y sé que sería tu escudo invulnerable
ante cualquier catástrofe
Y jamás te dañaría
enamorada como una mujer enamorada
Entonces despiertas
me sonríes y preguntas qué hago
“Velo armas” te digo y te beso

[7]
Javier Salvago
ALELUYAS DEL ORDENADOR Y EL GATO

A Zombi, mi gato

Quien me iba a decir a mí,


cuando empezaba a escribir,
que acabaría escribiendo
poemas en un invento
que te conecta en segundos
con el mundo y sus submundos
y pone todo el saber,
con solo un lance de red,
a tu alcance y a tu antojo.
¡Prodigio maravilloso!

Pero es más extraordinario,


por increíble y por raro
–dada la escasa empatía
que entre nosotros había
en aquella fiera infancia
de arañazos y pedradas–,
que yo escriba con un gato
dormitando en mi regazo.

[8]
Inmaculada Moreno
A FAVOR DE LA NOCHE

A favor de la noche
contó siempre el silencio
y la calma llegada solamente
al apagarse el día;
las horas de los libros
sin más cota que el sueño,
la presencia del padre revelada
por la raya de luz bajo una puerta,
las estrellas fugaces que parecen
confetis que echa un mago contra el cielo,
las películas viejas en la tele…
Poco más, eso es todo a favor de la noche:
maravillas calladas,
el catálogo exiguo
de un puñado de gestos en penumbra
que la penumbra misma absorbe
una vez se han mudado a tu costumbre.
Todos salvo esta luz que deja el flexo
enmarcando su brazo sobre el folio.

[9]
Elsa López
EL PROGRAMA DE LAS CUATRO Y MEDIA

“Buenas tardes”, dijiste.


Como una brisa cálida tu voz atravesó
las puertas de la casa.
Y, como cada día, tu sonrisa fue abriendo
el aire y las ventanas para colarse a golpes
en el pequeño espacio de la vida.

Fue un momento impreciso.


Te miré –yo nunca te había visto excepto en las postales
o clavado en los postes que anuncian novedades–
y me quedé aguardando
que cambiaran de sitio los muebles de mi alma.

Y así fue sucediendo.

Y como cada día y como cada tarde,


fuiste marcando el rumbo de mi café con leche.
A mi pequeño cuarto fue llegando la vida,
la risa, el desconcierto, las noticias del mundo,
el dolor, la ternura, y el ruido de las nueces.

[ 10 ]
Trinidad Gan
RELOJES ROTOS

Camina tan deprisa…


Parece que los días pasados la persiguen,
que nota a sus espaldas cómo se desmorona
el oscuro mecano que levantó su vida.
Pero sigue corriendo.
Apenas si le importa que resbalen sus pasos
sobre los vidrios rotos que dejó la tormenta.
De madrugada cruza las plazas solitarias,
su estruendo de estorninos, ese rumor del agua
–casi fingido azul, imposible marina–
que tiene el despertar en algunas ciudades.

Y enfrente, la mañana.
Un sol entrecortado perfila tras las nubes
retazos de recuerdos, un enjambre de rostros:
deshilachada música que escolta su regreso.
Junto a la vieja fuente de piedra se detiene
y trata de acercar a unos labios que arden
agua fría que escapa del cuenco de sus manos.

Si se atreviera ahora…
Si apurara esas gotas, esas brasas heladas,
ahora que ya sabe que fue vano espejismo,
que fue mentido incendio su fulgor, su destello.
Si se atreviera ahora…
Quizá sea el instante en que deba pararse
y congelar el río que la empuja sin freno,
veloz, a la carrera, al umbral de la nada.

[ 11 ]
El aire se enrarece
con sonidos que tratan de acelerar su marcha.
La arrastra la vorágine, el tráfico del día.
Para evitarlo dobla la esquina, pero siente
como una quemadura, tal vez un roce ajeno
de manos en su nuca que le hace alzar los ojos
y descubrir, oculto, un tiempo detenido.
El muro de una torre:
sobre él dos esferas de reloj contrapuestas
–frío norte la una, hacia el ocaso otra–
guardan, dormido, el cuerpo de las horas vencidas.

¿Qué guardián descuidado


permitió que cesara su baile sin retorno?
Parásitos en coma, ¿esperan los minutos
que el filo de unos párpados mueva las cuatro agujas
y haga recomenzar su olvidada cadencia?
¿O acaso su mirada, como un grito, detuvo
la cascada de arena, el fugaz mecanismo?

Da un paso más, recorre


la pared de una casa. Sube una escalinata.
Vacilante tropieza con la hiedra y maldice.
Hacia la torre oscura vuelve otra vez la vista.

¿De quién fueron los dedos


que atrasaron, crueles, sus pasos en la vida
y que han vuelto su historia dos relojes en sombra?
Tal vez desde la altura descubra algún indicio,
pueda desentrañar su espiral más secreta,
apresar grano a grano los momentos brillantes,
su pequeña ganancia, las fértiles cenizas.

Retoma su camino.
Abierta la mañana, entra al fin en la casa
–la claridad del cuarto, verde tras las cortinas–

[ 12 ]
y, tendida en el lecho, recuerda los relojes,
el ángulo preciso desde el que la vigilan.
Lanza su llama última el temblor de una vela,
la más alta y azul, justo cuando se apaga.

¿Qué materia serán,


qué cuerpo han de tomar las horas si dormimos?
¿Habrá quien, esta tarde, en su cristal recoja
los contados minutos que por vivir le quedan?

Se le cierran los ojos.


En la orilla del sueño luces tenues se encienden,
dibujan laberintos sobre páginas negras.
Ante ella, como caras de un dado, los recuerdos
ruedan en un tablero con lunas, hombres, labios.
Se va quemando el mapa del día y la memoria
en la hoguera tenaz de tiempo en la que ardemos.

[ 13 ]
Charo Prados
ÁNGEL SIN ALAS

Sobre la espalda
un niño lleva a cuestas el cuerpo de su abuelo
colgando, quieto y duro, en el árbol del patio.

Entre tizas y lápices, su madre llora siempre,


y la abuela no mira
más allá de las flores y los tiestos del patio,
quieta como una estatua de sal ya sin memoria.

En un mapa
el crío traza rayas y círculos concéntricos
y escribe con su letra redonda lo que dicta
la maestra de escuela.

Y de pronto, la rabia.
Pero los niños buenos no quieren ya pelea
con ese que se toma la vida tan en serio,
el que dibuja mapas sin ton ni son ni tino.

Ángel sin alas, quieto,


en el hueco de un árbol del que pende un fantasma
en círculos concéntricos,
cada vez más pequeños.

[ 14 ]
José Manuel Benítez Ariza
TRÍPTICO IRLANDÉS

FLORA Y FAUNA DE DUBLÍN

Aquí los cuervos


son del color de plomo
de las palomas

y a finales de marzo ya han florecido los cerezos:

en las flores mojadas prendidas de una rama


me ha parecido ver rostros que miran
desde las ventanillas de un autobús que pasa;

quiero decir que la primera luz


de la mañana a veces desdibuja los límites
entre lo imaginado y lo real,

como la bruma, en esos días


en que la niebla es lluvia en suspensión,
difumina el perfil de los acantilados,

o la luna enmascara ese tipo de cosas que solamente ocurren


a la luz de la luna: las disputas
entre zorros y gatos en torno a las basuras,

o la indignada queja de las focas


bajo la luz rasante del faro en la bocana
de Howth, cuando disputan la morralla
que los barcos de pesca arrojan por la borda.

[ 15 ]
Todas esas criaturas me acompañaron en Dublín.

Y también los borrachos –el que tomaba siempre


el último autobús de Dunleary a Kilmacanogue–
y las ancianas que sacaban
a pasear sus perros al despuntar el día.

Una de ellas me dio su bendición:

Que el amor, la fortuna y la felicidad me acompañaran siempre.

Cruzaba el cielo entonces una de esas cornejas del color de la ceniza,


y llevaba una rama florecida en el pico.

II

JOYCEANA

El mar tiene el color de su pañuelo sucio.


“Vaya colores que gastáis ahora
los bardos irlandeses”, le dijo un insolente.

Y toda la rompiente, desde las escolleras


de Sandycove hasta el Canal,
le daba la razón: esas tonalidades
como de secreción acatarrada
bajo un cielo de borra sucia.

Y lo peor, el retintín: la gota


que colma el vaso del orgullo herido.

Y luego todas esas alusiones


a lo que Stephen hizo o dejó de hacer
cuando la muerte de su madre.

Motivo suficiente, quizá, para el extrañamiento.

Quién no se ha ido alguna vez,


dando un portazo,
de una reunión de amigos.

[ 16 ]
Quién pensaría siquiera en volver a la Torre,
con ese plasta y ese inglés borracho.

Y todo el día por delante,


largo como esta playa de arena entreverada
de conchas que se rompen a su paso,
frágiles como la conciencia herida.

Y luego la ciudad,
la trama espesa de sus compromisos,
la cháchara de los desocupados,
la penumbra violácea
de sus burdeles.
¿Quién
es éste que me toma del brazo, como a un borracho,
y me lleva a su casa y me sirve una taza de cacao caliente?

Esta curiosa intimidad entre desconocidos,


estos descaminados afectos que no encuentran
otro destinatario que un muchacho propenso a meterse en problemas,
alguien con quien tener un gesto amable,
quizá un arranque paternal
en contraposición a tantas cosas
que a lo largo del día han ido estropeándose.

“Al menos este chico –piensa Bloom–


no está al tanto de ciertas calumnias sobre mi mujer
ni me desprecia por judío”.

Hoy como entonces


el mar tiene también ese color dudoso.

“Aquí nadie ha leído el Ulises de Joyce”,


me dice el joven guía en el tren que bordea la rada de Dublín,
“pero nos hablan mucho de ella en el colegio.
Mil páginas o así: la historia de un judío y un muchacho
que se cruzan un día en estas mismas calles.
Todos sabemos de qué va.

[ 17 ]
Y muchas gracias por el chocolate.
Ya ve, yo traigo aquí mi almuerzo.
Los precios de Starbuck’s sólo pueden pagarlos los turistas.”

III

GLENDALOUGH O MI JORNADA ENTRE LAGOS Y MONTAÑAS

Ante el ejemplar que Yeats tenía de Walden de H. D. Thoreau.

“I will arise and go now…”


Yeats: The Lake Isle of Innisfree

Sí, me pondré en marcha enseguida


e iré a pasar el día en Glendalough,
y subiré hasta el lago, lejos de los turistas,
a contemplar el limpio reflejo de los montes
en las aguas apenas rozadas por un viento frío
que es también el que agita la fronda de los robles
y mueve la maleza del cementerio, al otro
lado de la alta torre, alzada como un mástil
entre las tumbas rematadas
por cruces sobrepuestas al círculo solar.

Bajo ese sol antiguo, en la benigna


tregua que se da el tiempo a finales de marzo,
entre risueños estudiantes
venidos de otras tierras donde no se habla inglés
y taciturnos irlandeses
que aguardan la hora cárdena de la pinta en el pub,
formularé en voz baja una vez más
la cansada pregunta sin respuesta
del solitario en una multitud,
la irresoluble paradoja
del deseo como una aspiración
a la felicidad más allá de uno mismo,
el asombro de constatar los gestos

[ 18 ]
afirmativos de la vida
en un paraje que también acoge
las gesticulaciones de la muerte,
sus largas enumeraciones de sucesivos nombres y apellidos,
su silencioso contrapunto
al tráfago de los excursionistas.

Desde aquí me parece estar oyéndolo,


a la hora en que los bares empiezan a vaciarse.

Desde aquí, donde todo es víspera.

[ 19 ]
Nieves Chillón

Diciembre crepita en las estufas

crepita bajo mis pies la escarcha


y los juguetes que él arruga muerde y arroja
al charco rebosante de hojas

crepita el volcán teogónico de espuma


y sangre del que emergió hace tres meses

desde entonces mi cuerpo intenta


cerrarse sin conseguirlo del todo.

[ 20 ]
José María Álvarez
Y ENTONCES, BURKE

¿Recuerdas? La mañana era limpia como el viento


helado que quemaba
tu cara. Habías salido a pasear. Te
cruzaste con los niños del coro de King’s College.
Sé que me detuve junto al puente
del Queen. Y que de pronto cruzó el cielo
un latigazo de tinieblas.
Volví. Y esa pequeña librería
de viejo, cerca del Trinity.
Entré para calentarme un
poco. Y entonces aquel pequeño
volumen, su piel azul obscuro, como el cielo,
y esas letras en oro: REFLECTIONS
ON THE FRENCH REVOLUTION.
Y oliste aquellas páginas, como hueles
a una mujer, lo acariciaste
con el placer que a ellas.
Ah esos libros que adoras,
que jamás se destruyen,
que pueden ir en el bolsillo,
que atesoran el mundo.
Tú ya tenías en Villa Gracia
esas REFLECTIONS, dos o tres ediciones.
Pero ésta era perfecta.
¿Quiénes lo habrían gozado?
Ah esos libros que acompañaron a alguien
y ahora a ti, que tienen el calor
de tantas manos, la fiebre de tantos ojos,

[ 21 ]
a veces anotaciones de otro,
y que sabes que cuando tú no estés
acompañarán otras vidas.
Agradécelo.

[ 22 ]
Efi Cubero
ALBUR

Sólo viento al albur, materia al sueño,


forma al deseo, fuerza e intensidad
a lo verdadero que desvela o revela
este misterio, profundo, del mirar.
Ceñir el tiempo en la esencia de luz
frente a la bruma del barro primigenio.
Podar, para que no arrebate lo inconstante
la savia de los frutos, deshacerte de ramas
que te impiden crecer, y seguir,
seguir siempre, por esta extraña senda
de incertidumbre y vida.
De silencios.

[ 23 ]
Luis Armenta Malpica
ESTAMPIDA

A quien se despidió en un sueño.

Viene mi padre
y dice: hay un sitio
en el hombre
en el que nunca he estado.
Desde niño lo supe. Cambia de voz
la voz
que desde un blanco
tenue
fortifica los huesos cuando avanza
y regresa lo grave del morir
con esta otra visita que nos hace
la vida. Nos ha dado la espalda aquello
en que montamos la primera ilusión
el enamoramiento
la pasión
la costumbre
y luego el desencanto.
Viene
y se va
sin fin
resonando la sangre.
En ese punto
exacto
del que ya nadie escapa
de la arteria
hay un filo de voz
una burbuja mínima
que estorba en la carótida

[ 24 ]
y da paso a otros hombres, des
conocidos todos, urgentes en la urgencia
de hallarme en el respiro, la voz
entrecortada
la vena en la cuchilla
de este decir “papá” cuando siempre
fue el padre quien nos marcaba
el paso.

Viene conmigo y vuelve


su sombra
silenciosa. Viene
apenas su voz detrás de los caballos
y azotaron las puertas del quirófano
en donde estoy tendiendo estas palabras. Es
más firme que yo si sostiene
mis dedos. Enormes como ese dios que llega
retrasado a la cita que pedimos
hace casi dos lustros, su sombra
es una coz
casi aquel sobresalto que provocan los ojos
que no aman
lo que amamos, pero que no por eso dejan
de ser un grito, la sirena encendida de ese deseo, pasión
enormidad de estar dentro de una mirada, aunque se nos desangre
el alma por sus finas suturas. La cicatriz
es brida, un tope
nunca más la armadura
por muy azul que sea, por cielo
desmedido o el recuento de daños
de ese alguien que no
está.

Se escucha una sirena lejanísima: parece decir horses, horses, horses,


pero yo escucho hurts, hurts, hurts… y cómo duele.

[ 25 ]
Puede venir
de mí, igual que vino el padre
de su padre y su padre.
Pueden venir los restos del naufragio
a incinerar mi voz
y no van a callar
esto
que estoy mirando.
Y si puede venir, que diga
para quién se presenta, qué sombra
fue la suya
si son ciertas estas duras palabras que caen
sobre la nieve. Más dura (casi tarda) en volver a nosotros
el agua del alivio que nos diagnosticaron. La sangre
que es de todos
tiene un trote distinto. Se escucha horses
aunque resuena hurts. Otra
manera de saltar por las cercas, y a lo lejos
sólo queda el rumor, la sequedad del ojo
y ese helado callarnos la partida.

Pero que no nos diga que es


la muerte: esa
mi sombra larga
porque puedo matarla
contra mi propio miedo.

En cambio, al padre
no. Viene
conmigo el sitio donde nos encontramos.
Esa caballeriza de haber estado juntos en mis treinta
y dos años que son el par de espuelas
que le hinco en los ijares, que aprieto en sus costillas
con las cuales desgarro su grupa con un amor de hierro
a fuego vivo y cal para la herida. Y si lo monto
a pelo, ese padre no deja de patearme

[ 26 ]
de relinchar la negación del hijo
no dos sino tres veces, no un par sino otros hijos
la sagrada familia que no vaya a enterarse de estas cosas
porque ya no hay amor, aunque haya avena
y lazos y herradura para quien se encabrite.

Escucho una sirena ya muy cerca: parece decir hurts, hurts, hurts
pero resuena horses.

Que no nos diga el padre, ese hombre


que se viene con sus escasos litros de ternura
tan bronca, el semental más hosco
que se doma la muerte si viaja detrás nuestro
o si la colocamos adelante
apretamos su vientre y le dejamos ir
todo el camino andado tras la sombra del padre.

Puede o podría venir conmigo esa sombra de voz


que ya no reconozco como la de mi padre. Pudiera ser
una leche más fértil al traspasar sus belfos
y abandonar ese cilindro duro que cargo junto a mí
como una cartuchera, como un cuerpo más mío
el agudo disparo que inicia en una vena aorta
y estalla en la válvula tricúspide con su gota de sangre
su DNA similar, los altos triglicéridos
que no brincan la cerca y por eso se escuchan las sirenas
en ese mar de fondo de su arteria, en ese mar profundo
del dolor y por toda la sala ambulatoria. Amar
era una excusa para estar con mi padre. Lo que realmente
quise fue penetrar su piel hasta encontrar mi cuerpo
latiendo gota a gota.

Mi padre, en cambio, vino


sin válvula mitral y sin arterias: dejó
que le llenaran el cuerpo de tubitos de plástico
y de suero. Ahora se alimenta de sombras y temores. Desde la hombría

[ 27 ]
lo sé: y abandono mi voz por la que ahora le sangra. Intercambio su abrazo
por mi beso. No lo dejo sufrir, porque no es de hombres.
Preparo mi escopeta, apunto a su garganta y cuento: una, dos, tres.
Una dos tres, papá, no te me escondas.
Una, dos, tres, por ese enorme padre que vuelve
a estar conmigo.

[ 28 ]
Daniel Díaz Godoy
GRIETA SIN OLVIDO

Cuando pises la arena de mi pecho


haz de tus pies una fuerte raíz,
y así, cuando me haya ido
–y aunque esta patria te quede distante–,
echaremos de menos cómo crece
un vínculo cubierto de verdad.

Aunque tu ausencia se haga


cada día más sólida,
tendré siempre este labio
por el que me resbala tanta muerte;
esta profunda grieta
donde habita tu nombre.

[ 29 ]
André Cruchaga
IDENTIDAD PLURAL

A veces sólo se evaporan los escapularios del presente como


las piedrecillas de la escarcha en la lengua: en los pespuntes del
balbuceo los dientes tienen su propio oficio: morder de un tajo
la sombra de los eclipses los costados invisibles del humo o la
fisura acumulada en los costados (cuando ya la noche está fundada
nos toca morder las lápidas desasidas de los pensamientos y los pantanos
que acumulan las tormentas) el fuego nos empecina a quemar los
imposibles y sobrellevar el bramido de las sombras la vellosidad
de los cuerpos jadeantes y a ratos escribir sobre el disimulo: la
misión de los adioses a menudo es para acumular nostalgias
y darle sentido a las aceras a la ropa sudada frente al espejo
por lo demás poco me importa el tiempo y su contrapunto de
éter en una acuarela de espectros respiro los páramos amarillos
de la gota que se resiste a caer sobre las pesadumbres leo con
dificultad algunas fotografías del presente: sé que envejezco a
la orilla de la mesa y de ello tengo certeza cuando veo mi cara
decapitada por el crimen —yo ya dejé de pensar en la posteri-
dad aunque otros seguramente lo hacen ya dejé de pensar en la
inocencia y en la claridad inasible de las ventanas carbonizadas
en su faena premonitoria los adiestramientos de eternidad son
imposibles entonces hay que ahorrar el vocabulario y advertir
las rejas adustas de los sueños pero uno nunca debe aceptar la
inercia para procrear espejismos en las cloacas lo indeseable de
las pocilgas algún extrañamiento inasible claro los hedores que
nos humillan y nos hablan de culpas las escamas de la niebla
que se propagan desde el umbral observo las raciones de huidas
que nos pisotean diariamente se hunde la lluvia en los bolso-
nes de los ojos: en el fondo de las fosforescencias remotas las

[ 30 ]
grietas tripulantes de la almohada y alrededor los amuletos de
las circuncisiones (en aquel ardiente ataúd del insomnio las rodillas
ahorcándose en el suelo mientras clarea lo atardecido de las semanas o lo
sucedido se quema por completo)…

[ 31 ]
Alfredo Félix-Díaz
LA COARTADA

Le marco siete veces. No contesta.


Toco la puerta pero no me abre.
Aúllo como lobo y no se asoma.
Me suicido en el porche de su casa,
lentamente, probando su clemencia.
Al fin la luz de las sirenas llama
su atención. Corre a la ventana y mira:
Ya todos los vecinos me contemplan.
Emerge de su cuarto sin aliento
y se abalanza por las escaleras.
Sobre mi cuerpo y sangre se desploma.
Me da respiración de boca a boca
pero es un poco tarde para besos.
Se quita finalmente los audífonos
–caben diez mil canciones en el iPod–
y cuando el policía la interroga,
dice: “No escuché nada, se lo juro.”

[ 32 ]
Roxana Méndez
LA PALABRA PRECISA

He pasado los años de mi juventud


observando sobre los árboles,
empinada para ver qué llega
o qué se marcha. He querido
mirar antes que nadie la tormenta,
y la he visto acercarse
como una leona sombría
cuyas fauces son la mitad del mar.

También la he visto derrumbarse


como un alcohólico
sobre la casa de una niña,
destruir ciudades de papel
y levantarse para pisotear lo que queda.
Estruendo es su nombre inimitable.
Luz que rasga la luz, las líneas de su boca.

He concluido cada tarde y cada mañana.


No hay música que me defina.
Mi pasado es un destello. La punta
de un cuchillo que no corta,
que no separa lo futuro de lo presente.
Pan seco es mi lengua.

Una mancha de café


que es solo oscuridad, mi ojo abierto.
Penumbra, mi ojo cerrado.

[ 33 ]
En alguna habitación,
sigo siendo una niña que escucha,
en la calle, a toda hora,
aullidos de perros o de hombres,
y cierra los ojos y reza
una oración de una sola palabra,
pues no conoce otra.

[ 34 ]
Elías Moro
VIENE LA LUZ

Viene la luz esta mañana


a contarme los colores

mira, me dice, este es el nuevo azul


del aire poblándose de pájaros,
ese de ahí el blanco de estreno
abrazando al rosa casi muerto,
ocre viejo es aquel otro
de la tierra que pardea,
observa qué bellos los verdes
que se duermen en el estío

el amarillo redondo es el sol,


la sangre del día el rojo que estalla

y has de saber, me dice,


que ese gris que ignora dónde posarse
es la niebla insegura y dulce,
semejante en todo a tu mirada

[ 35 ]
Luis Arturo Guichard
SABUESOS

Cae la oscuridad y yo enseño los dientes


a los sabuesos infernales que me persiguen
en el camino a ninguna parte.

Charles Simic, El monstruo ama su laberinto

***

No sé si haya mucha gente que tenga su factura, ni si eso sirva


para algo. Yo encontré la mía por casualidad, un día que estaba
poniendo en orden viejos papeles de mis padres en la casa fami-
liar de Tuxtla. Mi madre siempre fue una persona de excelente
salud hasta que rindió toda ella al Alzheimer (y un poco antes
al asma). Por eso fui muy barato: no hizo falta sangre ni nada
extraordinario. El Dr. Valdemar Rojas, conocido ginecólogo en
una época en que Tuxtla era todavía lo suficientemente peque-
ña como para que un médico fuera conocido, cobró 250 pesos
por traer a este que escribe al mundo. Tengo la factura por ahí.
Supongo que cuando muera podrán endosarla para el barquero,
dejando claro que no se admite ningún tipo de devoluciones.
***

Dos cosas que marcan de manera irremediable: la vista defi-


ciente y el sudor. Cuando era pequeño, en la escuela las maes-
tras se dieron cuenta de que hacía las cuentas correctamente
en la clase de matemáticas, pero con números diferentes a los
que estaban en el pizarrón. Mis primeras invenciones fueron

[ 36 ]
números borrosos que no alcanzaba a ver y que no me quedó
más remedio que sustituir. Es fácil ver metáforas donde no las
hay: no sé si eso fuera mi primer asomo a la poesía. Tal vez un
mundo borroso al que no queda más remedio que darle una
forma y un sentido para que las cuentas salgan. El sudor, en
todo caso, complementa eso. Sudo de una manera incómoda y
permanente. Al menor asomo de calor tengo la frente, el cue-
llo y el pecho cubiertos como si hubiera salido de una piscina.
Cuando era niño, mi tío Aldo, hermano de mi padre y médico,
me hacía beber limonada con bicarbonato, que, por absurdo
que parezca, me funcionaba a medias. Si usas gafas y sudas, te
acostumbrarás a que el sudor que te cae de la cara tiene el color
de las patillas de las gafas. Recuerdo mi vida como una sucesión
de hilillos de colores. Mis recuerdos están ligados al color de mi
sudor. Ahora mismo, mientras tecleo, acaba de caer una gota
azul sobre la “j”.
***

Fui un niño solitario y caprichoso, maleducado, como corres-


ponde al último hijo de unos padres más que cuarentones que
no tienen ya mucha fuerza para corregir el comportamiento de
nadie. Muy maleducado. De nuevo, si hubiera que ver metá-
foras donde no las hay, tal vez esto signifique algo. Tengo una
cicatriz en la frente de una vez que empotré el triciclo contra la
puerta de la cocina y otra en una uña de cuando metí el dedo
en un molino manual de cacao. Es la mano con la que escribo y
al rotar la pluma hacia mí siempre veo la línea que corta la uña
de arriba abajo. Y no tengo más, sólo por suerte. Uno de mis
primos maternos se quebró el brazo porque hicimos una carre-
ra de caballos clandestina en la que perdí, pero no me caí. De
nuevo, tal vez aquí aprendí cosas que luego me han servido para
carreras absurdas en las que no ganas, pero al menos te sujetas a
la crin lo mejor que puedes. Solitario, caprichoso, maleducado,
aficionado a las carreras clandestinas. ¿Cómo no iba a acabar
siendo filólogo clásico y poeta?
***

[ 37 ]
El espacio tal vez es más importante que la edad. Y lo que,
con razón o sin ella, se extrae simbólicamente de él. Nadie
vive en el mismo lugar que otro, porque lo reduce a símbolos
diferentes. Tuxtla era una ciudad tan poco agraciada como lo
es ahora: inventada en el siglo XIX para poner ahí una capital
que se disputaban dos ciudades coloniales con solera. Tenía
dos cualidades que ahora veo fueron fundamentales para mí:
se podía caminar por ella y era relativamente segura, así que
a una cierta edad ya se podía dejar a los niños mayorcitos
ir solos por ahí. La caminata es el símbolo al que se redujo
pronto esa ciudad para mí. Años después, cuando leí el poema
de Paz que abre Árbol adentro, me sorprendí por encontrar
ahí retratada mi pequeña experiencia: “¿Qué o quién me guia-
ba?” Caminando por las calles en mi última niñez planeaba
poemas extensos e intensos que pude escribir mediados los
treinta, como Margen de espejo, Campanas subterráneas o El jardín
de la señora D. En este caso la metáfora ya es real: los vi ahí y
entonces, aunque obviamente no tenía los recursos para es-
cribirlos. Ser joven, si no se es un genio rimbaldiano, es muy
frustrante: carreras largas en las que no te caes, pero tampo-
co ganas. Libros que “ves”, pero no puedes escribir todavía.
Afortunadamente, si has sido un niño solitario, caprichoso y
competitivo, te aferrarás a esos libros como a la crin del caba-
llo, no los dejarás ir.
***

Los espacios verdes se vuelven simbólicos furiosamente. Ha-


ría falta ser tonto para que un sitio tan extraordinario como el
rancho que mis padres tenían en el norte de Chiapas no se me
volviera un universo eléctrico de símbolos. Uno se acostumbra
por igual a vivir en un lugar normal que en uno extraordinario,
eso es cierto, y un niño puede transformar el lugar más anodino
en Narnia, pero si es un rancho en el que aprendes a montar a
caballo a los cuatro, hay cocodrilos en el arroyo frente a la casa
y tus hermanos han tenido por mascota un venado y tu madre
una nutria… obviamente es más probable. En las noches de

[ 38 ]
tormenta los rayos matan vacas que se refugian bajo los árboles
y los perros y los zopilotes no las tocan. Hay serpientes vene-
nosísimas que un empleado del rancho ata con una cuerdecita
y arrastra como si fueran perritos. Y mi padre olvida la pistola
sobre la mesa y un servidor está a punto de matar a su madre
jugando a los vaqueros. Con menos García Márquez salió des-
pedido hacia el Nobel y el puño de Vargas Llosa.
***

Mis primeros libros fueron esos, como no podía ser de otra ma-
nera. Cuando mi hermano mayor se fue a estudiar al DF, dejó
en Tuxtla un librerito. Durante varios meses me acostumbré
a levantarme temprano, hacerme un pan tostado y ponerme a
leer esos libros. Había muchos de García Márquez. El que más
me gustó se llamaba Ojos de perro azul. Creo que es un libro que
ya nadie lee y que incluso entonces leía poca gente, fascinada
más bien por las iguanas voladoras y el hielo derretido. Es el
único libro de GM que me pareció arriesgado. En esa época no
sabía que esa era la razón por la que me gustaba. Cuando tuve
mi primer dinero propio, resultado de un concurso escolar, me
compré tres libros de Vargas Llosa. Es muy importante com-
prarte tus primeros libros con tu primer dinero. Los leí y me
gustaron. Pero lo realmente importante es que me sobraron
cinco pesos. Con ellos compré otro libro: Cohetes, seguido de Mi
corazón al desnudo. Era un volumen de la editorial Premià, colec-
ción La balsa de los locos, una editorial que habían fundado en
México unos exiliados de la Guerra civil y que publicaba libros
raros. Para mí, ese es el primer libro. Baudelaire hizo que todo lo
anterior fueran libritos para niños. Unos meses después, envié
a la dirección en el DF de esa editorial un pedido. Recuerdo
el paquete que fui a recoger a la oficina de correos. Rimbaud,
Apollinaire, más Baudelaire y dos Byrons. Compré un pozol en
el puesto de la esquina y comencé a leer. No los pude soltar,
hasta hoy.
***

[ 39 ]
Escribir sin escribir, eso es ser joven. Me pasé varios años ima-
ginando libros cuyas palabras no era capaz aún de poner en fila.
Me asaltaba una especie de fiebre y salía a dar largas caminatas
en las que seguía “viendo” los libros. Lo que lograba escribir en
los papeles era totalmente diferente: una sombra. Me acostum-
bré a leerlo todo, buscando cómo poder escribir eso que veía.
Me puse a estudiar inglés en una escuela privada, francés y ale-
mán en la Escuela de Lenguas de la Universidad que –eran otros
tiempos- no alcanzaba a cubrir sus plazas de esas lenguas con
universitarios y permitían que cualquiera se inscribiera, aunque
fuera un estudiante de Preparatoria como yo. De vez en cuando
tengo pesadillas en las que me falta aprobar un examen, siempre
un examen más, de esas lenguas en las que, en verdad, lo único
que me interesaba era encontrar cómo escribir los libros que me
eludían agazapados en una especie de nebulosa que –era joven,
creo que ya lo he dicho- comencé a llamar el futuro.
***

Nunca he estado por completo en un mismo sitio, siempre hay


una parte de mí en otra parte. Por eso no podía creerlo cuando
encontré un libro que se llamaba La vida está en otra parte. Una
revelación no: una divisa. La historia de Jaromil, un joven poeta
que es, en verdad, una transmutación de Rimbaud. Nunca me he
atrevido a leer de nuevo ese libro y no lo voy a hacer, porque es-
toy seguro que no puedo repetir las (numerosas) lecturas de en-
tonces. Una huida hacia adelante y hacia adentro y al final agua,
nada de llamas. La Ofelia de Rimbaud, el viajero de Saint-John
Perse y Jaromil escribieron mis primeros poemas “decentes”.
Yo ponía la mano, pero los escribían ellos. Si alguien tuviera
que guiarme por el infierno, el purgatorio y el paraíso, yo sé cuál
sería cada cual. Pero nunca volveré a leerlos.
***

Demasiada realidad. Yo lo que en verdad quiero es olvidar. Me


levanto algunos días y quiero olvidar por qué estoy en ese lugar y
en otro y en otro. Comienzo a funcionar y la mente se ocupa en

[ 40 ]
su mecánica diaria y se adormece. Casi lo logra. De pronto una
conexión neuronal imprevista, un tramo de electricidad que no
debió irse en esa dirección conecta una imagen. Estoy sentado
en una mesa de café de una plaza y la plaza se convierte en otra
parte. Eso me quedó de aquellos libros. Un estremecimiento que
de pronto vuelve impoluto y mismísimo. Abro el cuaderno otra
vez y lo anoto. Ponerlo por escrito no ayuda a olvidar, pero a
estas alturas ya sé que no puedo hacer otra cosa. Mi lugar del
olvido son los libros: ahí se queda quieto lo que de otra manera
sigue moviéndose alrededor de mi como una nube de avispas
que me persigue invisible, preparada.

[ 41 ]
Pilar Márquez
PACIENTE BODEGÓN

Con Fray Juan Sánchez Cotán

Fray Juan, entre maitines santiguados


y vísperas oscuras
–Pater Noster, qui es in coelis–,
desgrana día a día, hora a hora
–santificetur nomem Tuum–,
breviario iluminado de quehaceres,
mientras en el taller el caballete
le aguarda con santísima paciencia.

Veámoslo,
como estatuas perspicaces,
calzarse las sandalias, recogido
–adveniat Regnum Tuum–,
rozando su tonsura el blanco hábito,
tácito el paso en fila al refectorio,
reguero celestial de bendiciones
musitadas.
La luz del claustro... (¡Ay!, blanca luz fugaz
de imaginarias formas retenidas
en los párpados ávidos,
pospuestos a la hora de taller).
La luz frugal
–fiat voluntas tua–,
rayo en bruma disuelto
del tragaluz del muro, aureola
derramada sobre el tazón vidriado

[ 42 ]
–sicut in caelo et in terra–.
…Y hacia ella, la tierra, converge nuestro fraile
con el hermano labrador de turno.

Mirémoslo
afanarse en la labor del huerto,
celado punto íntimo de fuga
–Panem nostrum quotidianum da nobis hodie–,
de par en par trabados los sentidos
en una voluntad multiplicándose
de “ora et labora y crea”. (¡Ay! memoria,
retraída del lienzo turbador
por la obediente, resignada espera).

Sigamos
su figura avanzando entre naranjos,
doblada, arrodillada ante el ciprés,
conclusa al siglo y a las apetencias,
roturando barbechos con la azada,
mala hierba arrancando con el sacho.
(¡Ay, tiempo que desvaes y mancillas
los blancos y los ocres, los violetas
tersos, vibrantes, luminosos, puros,
del azahar, la salvia, la azucena, el romero,
feneciendo en su último perfume).
–Et dimitte nobis debita nostra
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris–.

Dejémoslo
rendido a esa última belleza,
hermosura fragante para ornato divino,
tan sólo perdurable
por milagro de aceites y de impuras
sustancias, consagrados
por guardianes pinceles
en sucio menester.

[ 43 ]
Dejémoslo gozar humanamente
en la celda que huele a trementina,
a humedad de renuncias
–et ne nos inducas in tentationem–,
sed liberanos a malo.
…Y aguardemos
el fruto y la pericia de sus manos humanas.

“Ecce opus”:
ese cardo tersísimo y robusto,
blanco con huellas de su nacimiento
terrenal
(¡manos trabajadoras con pincel y escardillo!),
y esas cuatro zanahorias
oscuras de humedad o solanera,
son, pasados los siglos, la obra de un pintor
impresa antes del “fugit” en olla cenobítica,
oración en museo, alabanza
al Altísimo, sus gracias y sus dones.
Belleza sobrehumana.
Arte, no más, profano.
“In saecula saeculorum”.

[ 44 ]
Sergio Álvarez
CRECER-MENGUAR

Crecer, menguar, sentirse una mañana


más grande que la vida y un instante
después ser más pequeño que ese instante.
Crecer, llenado el día, como un Dios
enamorado, y luego reducirse
cayendo en un desagüe, diminuto,
como un punto y final
en un desierto blanco.
Crecer, menguar, y no quebrarse en medio.
Llenarse de esperanza cada día
para perderla luego.
Abrirse como un árbol, que da todo,
o ser una semilla sobre el suelo,
tan desnuda, que todo necesita.
Crecer, menguar, crecer hasta romperse.
Menguar, crecer, menguar hasta la esencia
¿Mas no es así, responde,
el modo en el que late el corazón
y continúa?

[ 45 ]
Alejandro Belonne Devereux
CAJA DE ACUARELAS

La lluvia de anoche se escurrió calle abajo


arrastrando a su paso basura y colillas,
y unas ratas oscuras, con desparpajo,
me saludan por el hueco de una alcantarilla.

La luna de la esquina ya no trabaja,


la noche fue soplando todas las velas,
lo nuestro se quedó en agua de borrajas,
la aurora abre ahora su caja de acuarelas.

Hay un rumor movedizo cuando amanece,


sobre la ciudad se van borrando los colores
del arcoíris que ya se desvanece,
y en las copas de los árboles se abren las flores.

Las sombras fugitivas huyen de la luz,


se escapan por los toldos y los edificios,
y una alondra que va en vuelo besa la cruz
del campanario de la iglesia de San Patricio.

Salta la verde primavera en flor, de maceta


en maceta, de balcón a balcón
y en la tienda liquidan camisetas
blancas (en rebajas) para hombres de algodón.

Más allá, desde una ventana abierta suben


los acordes de una guitarra española
y una flota de galeones en las nubes
va surcando lento el cielo azul crayola.

[ 46 ]
En la altura varias parejas de zapatillas
celestes, amarillas y rosa pastel,
cuelgan del cableado como muertas avecillas
o como vieja literatura de cordel.

Un rayo dorado de sol rebota


en el reloj de agujas de la cafetería
y juega como un duende con una pelota
en el tin-tin-tin de la cristalería.

En la esquina está el semáforo risueño.


Los pequeños van de camino a la escuela,
yo por fin llego a casa (sin las espuelas)
y cuento dos, tres, cuatro ovejas del sueño.

[ 47 ]
Lola Mascarell
LA ALTURA

No es sólo perspectiva
lo que otorga la cumbre a quien la alcanza,
no es sólo ese pedazo de aire y mar al fondo
que intentas atrapar
con el ojo o la cámara,
hay algo más profundo,
más alto que esas copas
de pinos y algarrobos,
que las nubes poniéndose y las luces
de las casas lejanas,
un estado del ánimo
y no una cualidad
moral o metafórica:
la fortuna de ver,
de ser en lo que veo, de ser otra,
más pájaro, más cielo.

[ 48 ]
Inmaculada Calderón

Sentir en mi carne cual un trigal maduro


la caricia punzante de la espiga
que me hace sangrar en amapolas,
bailarinas al viento de su efímera danza.

Volar hoy en las alas del tiempo


sobre una tenue nube pasajera
a las tardes morosas en que el sol reía
en bulliciosa espera sobre mar salino.

Perderme en el rielar del agua,


bañarme en su estela alborotada,
desnudar piel y alma en un abrazo,
zambullirme en la luz a tumba abierta.

Ser un día y renacer en la palabra


libre del velo que la oculta y tergiversa
Ser, sólo ser, en un existir rasgado
que esparza su aroma al desaliento.

[ 49 ]
Manuel Neila
SENDAS DE BASH
(Invierno)

Se marcha el año.
Y empieza un año nuevo
que ha de acabarse.
*
Primeras nieves.
Las ramas del almendro
han florecido.
*
Sol de la infancia:
dondequiera que vaya,
sigue luciendo.
*
Sendas perdidas.
Suenan flautas antiguas
entre los árboles.
*
Un carámbano
de luna. Y en la boca,
un gusto raro.
*
Muñeca rota:
el agua la acaricia
entre los juncos.

[ 50 ]
María José Vidal Prado
MISIÓN

Y yo debía construir un mundo


sin ti, pero contigo.
Y yo tenía que elegir un centro
para la rotación de la nada.

Enlazando recuerdos y delirios


para que el sol brillara sobre ti
y tuviera la luna cuatro fases,

para que en tu ventana inexistente


vieras con esos ojos que no tienes
la perfecta armonía de los astros.

Para que tú creyeras que vivías,


yo tuve que inventarme tantas cosas
que hasta a mí me inventé.

[ 51 ]
Eva Vaz
LA MUÑECA

Soy una muñeca hinchable.


Por mi boca, siempre abierta,
los curanderos de la seguridad social,
los terapeutas salvavidas,
los socorristas de las piscinas,
los jardineros y los electricistas
meten:
amitriptilina y medacepam
y mirtazapina y alprazolam y paroxetina,
y una polla y un teléfono y una lámpara.

Y mi estómago me esconde los libros


y las sartenes y la despensa y los platos.
Y los dientes.
Todo para ellos, qué solidaridad.

También esconden mi fe en la vida,


pequeña y privada,
la vida mínima: mi pequeña isla
soy yo.
Soy
inundada de pánico,
asustada,
como las muñecas hinchables
que tampoco pueden cerrar
los ojos.

[ 52 ]
Julián Herbert
MANUEL BANDEIRA ME LLAMA POR COBRAR

Así quisiera yo mi último poema:


Los narcococos cayeron en Jujuy
(dodecasílabo neobarroso to-
mado de un periódico);
navaja negra el derecho de Caín;
trabaja dos de piel;
nadie hablaría de ángeles
si las nubes portaran armadura;
la fantasía es un lugar en donde llueve;
el plagio es otro lugar en donde llueve;
la lluvia es un lugar fantástico desde un ángulo recto.

Así quisiera yo mi último premio:


que viniera con muchísimo dinero
(dodecasílabo didascálido y feraz),
que tuviera la llama de los diamantes
que se suicidan casi sin perfume
y la pureza de las cosas
que sollozan sin explicación.

Así quisiera yo mi último amor:


que fueras tú,
que fuera un aguamala,
que fuera el tren transparente del mezcal,
que fuera el lujo marchito de beber a solas,
que fuera mi hijo menor con el cabello cortado a lo mohicano
y con un hacha,
que fuera lento,

[ 53 ]
que me diera suficiente oscuridad,
que tuviera chispas de tigres debajo de las uñas,
que fuera mi rehén y se callara.

Así quisiera yo mi último cuerpo:


arrodillado,
vacío de dolor,
pidiendo una limosna
en el umbral del dolor.

[ 54 ]
Aníbal Cristobo
CHINA SE ENFRÍA

[el esquiador abandona la escena]

con náuseas
la subasta de todas las cartas a sus discípulos en una galería

con los pulmones antes de la leyenda


o miles de kilómetros para ver una foto borrosa

un graznido en el jardín

si recurre a la única profecía posible


o si China se enfría

[el traje del pianista]

es plateado
cuando China se enfría
–repatria a los caídos este verano en Fantástico Beach–

lo que vemos ahora es un ojo de pez: un obrero


en el estadio olímpico

millones de hojas secas


no pertenecen
a ninguna acción colectiva

si pasa un autobús de un color tropical


mientras China se enfría

[ 55 ]
[los años locos]

mi madre
una de las últimas trabajadoras sexuales
del Estado Independiente Chino
reconvertida en montadora de perros

mi padre
uno de los últimos rehenes
del movimiento hippie chino

encerrados en una Nochebuena


en un ascensor socialmente inmóvil
con toda la confianza de esos años locos

[un doble]

ahora tiene mucho éxito


con las palabras
en la escuela de Zhengdu

pero aquí se arruinaba


para montar una conversación

no hace falta gritar


a los viejos
casi siempre los manda a las islas inútiles

con miedo en un contenedor


le puede tocar impartir instrucciones
“cómo actuar
en caso de que China se enfríe”

[ 56 ]
José Manuel Vinagre Lobo
PRINCIPIO Y FIN

Ésta podría ser mi muerte.


Recuerda una calurosa noche de agosto,
En una tierra del sur.
Mujeres solas presurosamente corren
Por pasillos oscuros, al atardecer.
Es una casa andaluza, con jazmines
Y alargados celacantos.
Alguien lleva salpicándose el delantal
Un aguamanil al cuarto,
Donde mi madre se retuerce entre almohadones.
Una voz lejana de las islas
Avisa del regreso de una alondra casi muerta.
Es mi padre que vuelve precipitadamente
Del fondo de la historia.
Luna nueva hay en el rostro
Apagado del espejo.
Para un niño que nace sin saber
El fin de las palabras.

[ 57 ]
Saúl Ibáñez
DIAPOSITIVA

Son las once de la noche pero parece más tarde,


él le quita confeti del pelo a ella,
que parpadea y deja caer dos lágrimas.
Mientras le seca las mejillas se pregunta
si ese es un momento para siempre,
si debe raptarlo para el canto.

[ 58 ]
Luz de la esencia cir que esta poesía es, en cierto modo, poesía
pictórica. En todo caso, es un libro con un
TOMÁS VALLADOLID BUENO encuadre y una composición determinadas
que no autorizan a separar demasiado los
Jesús Cárdenas (textos) y Jorge Mejías (ilustraciones) motivos poéticos de los pictóricos, pero tam-
Raíz olvido poco a que los confundamos en una diluyen-
Maclein y Parker, 2017. te fusión estética. No es un libro de poemas
visuales, ni tampoco de glosas poéticas con
En la primavera de este año, la editorial Ma- trazos de pintura, ni tan siquiera resulta una
clein y Parker publicó el libro Raíz Olvido homología o analogía entre artes diferentes.
cuyos autores son el poeta Jesús Cárdenas y Además, no estimo que la obra consista en
el pintor Jorge Mejías. Esta magnífica y bella una traducción de leguaje poético a un len-
obra cuenta con un prólogo muy bueno de guaje pictórico. Y, por supuesto, este libro no
Ana Gorría. Para quienes estén dispuestos a es un libro de poesía ilustrado con pinturas.
escuchar los rumores que va dejando el tiem- ¿Podríamos hablar tal vez de una pintura que
po, aquí tienen una excelente oportunidad emerge de un nacer pictórico que hace rebro-
para ponerse a prueba. Ahora bien, sepan de tar una poesía previa?
la advertencia poética con la que serán reci-
Se me hace razonable pensar que estamos
bidos en la misma puerta de entrada: «No se ante un peculiar caso de lo que se ha dado
sale indemne de aquí. / Todo lo verdadero en llamar, por varios escritores, «el ojo que
tiene un coste.» A esta prevención del poeta escucha». El poeta ve escuchando y el pintor
Jesús Cárdenas, añado la sugerencia de que ve escuchando la escucha que, en propiedad,
no se tenga esta obra por una yuxtaposición es la visión del poeta. El poeta lee la realidad
de dos libros: uno de poemas y otro de pin- y el pintor lee la lectura del poeta. Ya Que-
turas. No estamos delante de un dos en uno vedo, en un conocido y comentado soneto,
ni de un pack al uso. La unidad y la diferencia, habló de la lectura como si esta consistiese
internas a la unicidad del libro, se resisten a en escuchar con los ojos. Decían así los dos
ser entendidas fácilmente. cuartetos: «Retirado en la paz destos desier-
La cuestión relativa al vínculo entre pintura tos, / con pocos, pero doctos libros juntos,
y poesía no es nueva. Algunos artistas chinos / vivo en conversación con los difuntos / i
del siglo XI ya disputaron sobre si en cada escucho con mis ojos a los muertos. // Si
poesía hay una pintura o viceversa. Recorde- no siempre entendidos, siempre abiertos, /
o enmiendan, o fecundan mis assuntos / i en
mos, a su vez, algunas conocidas opiniones
músicos callados contrapuntos / al sueño de
de tres personalidades relevantes de la his-
la vida hablan despiertos.»
toria cultural. Para Horacio, «una pintura es
un poema sin palabras»; mientras que para El ojo que escucha nos acerca a lo que de
Leonardo Davinci, extendiendo la mudez a temporal hay en la verdad, porque en el tiem-
la ceguera, «la pintura es poesía muda y la po es donde se va diferenciando, separando,
poesía pintura ciega». Y de entre los gran- multiplicando, desplegando, la esencia de la
des pintores modernos, no es menos intere- realidad. El ojo que escucha es el ojo que tra-
sante la siguiente consideración de Picasso: ta de superar los límites del ojo que ve la rea-
«La pintura es poesía; siempre se escribe en lidad a través de esas imágenes que siempre
verso con rimas plásticas». Dicho esto, para se limitan con su horizonte de sentido. No es
prevalernos de algunas ideas, en el caso de raro que Jesús Cárdenas hable de una poesía
Raíz olvido tal vez pueda hablarse de un libro en busca de lo esencial, tras la frontera del
de pintura poética, ya que primero fueron silencio, es decir, más allá del horizonte de
los poemas, y después las pinturas, sin pasar las imágenes. Lo que se siente en la visión
por alto que estas trasformaron las originales que escucha es algo exterior en la esfera del
poesías, por lo cual también podríamos de- infinito y que habla con la «elocuencia del si-

[ 60 ]
lencio», del silencio de un tiempo primordial conciben el libro como libro y a ese empeño
solo visible o audible bajo una óptica de si- van dedicando tiempo, reflexión y poemas.
nestesia, y que no puede ser recuperado por A esta última cofradía pertenece, sin ninguna
la reminiscencia del recuerdo, sino por una duda, José Carlos Rosales, con el agravante de
quiebra de la memoria. De ahí que el ver poé- que él no piensa en libros sino en ciclos.
tico y pictórico consista en escuchar el crujir El primero es el que se abrió en 1988 con
del desgarro de la realidad, o sea, del tiempo El buzo incorregible y alcanzó su sexta entrega y
que se escucha como una luz resonando en su final con Y el aire de los mapas, de 2014. Este
la multiplicación del instante original, en el Si quisieras podrías levantarte y volar supone para
que este se desparrama en un caudal de esen- Rosales el comienzo de un nuevo ciclo que
cias. Una luz que resuena como silencio del pretende acercarse más a unos relatos “que
tiempo, luz que solo puede ser vista como justifiquen las razones y conclusiones poéti-
luz audible. cas” y en el que incluso los títulos, como el
del presente libro, sean más extensos, “una
De hecho, no tenemos por casual que Ana frase cuyo sentido no conoceremos del todo
Gorría elija una cita de la poeta uruguaya hasta no leer los poemas”.
Circe Maia para encabezar su espléndido Lo primero que hay que destacar de este
prólogo: «Si decrece la luz, se oscurecen los libro es que se trata de un único poema, de
ruidos». En este sentido que venimos propo- marcado tono narrativo, dividido en veinti-
niendo, Raíz olvido no es solo la muestra de cinco partes encadenadas, cada una con su
imágenes poéticas-pictóricas que objetivan título correspondiente, ya que van contando
una realidad con la ayuda de figuras, símbo- las peripecias de su protagonista en una se-
los, representaciones, tonos, colores, pince- gunda persona gramatical que sirve conve-
ladas, etc. Los rayos de luz que, en este libro nientemente a los desdoblamientos del yo.
atraviesan la fronda del mundo y de la vida, Aunque la intención del autor sea la de
dejan oír la metamorfosis del color, el paso comenzar una nueva aventura poética, no
de los sonidos y el transcurrir de los obje- por ello dejan de estar presente en estas pá-
tos. Y ese entretanto en el que acontece lo ginas algunas de las líneas maestras de sus
real entre poesía y pintura, en verdad, es el últimos libros: el miedo, la huida, el vacío, ni
tiempo cuyo rumor da elocuencia al silencio. se apagan del todo sus coordenadas poéticas,
Por eso, de acuerdo con el poeta, pienso que centradas en dos figuras: la del viajero o fu-
este libro es un libro, «tras la frontera del si- gitivo, la del enfermo o prisionero: seres que
lencio». Poemas y pinturas son la visión que habitan un mundo ajeno y extraño, desde la
escucha la luz que irrumpe por la hendidura quietud o desde el movimiento.
del tiempo. Escuchemos, pues, con la lectura El vuelo de su título, que se repite a lo lar-
y la mirada. go del libro como un leiv-motiv, viene avalado
(avuelado, podríamos decir) por la citas inicia-
les: tres clásicos (Juan Boscán, Luis Carrillo
y Sotomayor, y el conde de Villamediana) y
Las ruedas y las alas un contemporáneo tan representativo como
Luis Cernuda. En alguna de sus partes nos
JUAN LAMILLAR llegará el eco de Auden a través del cuadro de
Brueghel, “La caída de Ícaro”. Poesía, pintu-
José Carlos Rosales ra y mitología en un juego de espejos.
Si quisieras podrías levantarte y volar Consecuentemente, el primer poema se ti-
Bartleby Eds., 2017. tula “Las alas”, con su referencia al albatros
de Baudelaire: esas alas gigantes que le im-
Frente a la facción poética de los que es- piden vivir, y esos primeros rasgos que nos
criben poemas que después organizan para van presentando al personaje poético que va
formar un libro, existe la de aquellos que a protagonizar la aventura. El cansancio vital

[ 61 ]
y la soledad con los que acaba el poema ini- convierta en un perseguido, entramos con él
cial se nos dibujan con más nitidez en los dos en lugares de claro simbolismo. El primero
siguientes: ”El timbre de la puerta” y “El te- es un bar, pero aunque su deseo es volar, des-
léfono”, con su defensa de la intimidad fren- ciende a los servicios, al sótano, sin ahorrar-
te a lo exterior, frente a lo persistente como nos la descripción del abandono: cisterna que
molestia o amenaza. gotea, cervezas apiladas, calendarios anacró-
El timbre de la puerta se duplica en el nicos… Los despojos del mundo, la dejadez
timbre del teléfono. La puerta no se abre, el del mundo.
teléfono no se contesta, a pesar de la insis- Tras la subida de las escaleras, con men-
tencia: “no quieres ver ni que te vean” y con ción del fracaso de Babel, llega la permanen-
ese sigilo (ascensor hasta el garaje que evita cia en el bar, donde reflexiona sobre esta so-
los saludos) nuestro personaje alcanza lo ex- ciedad que sólo se interesa en lo que tienen,
terior. El coche, el otro protagonista de la ac- no en lo que son, las personas, y su ajetreo de
ción, cobra su lugar, mientras asistimos a una cartas y documentos y firmas… Frente al pe-
constatación de la omnipresencia de los mo- riódico, la cabeza no existe: sólo existen los
tores, deteniéndose en los electrodomésticos ojos, que son los que se enfrentan al predo-
hasta llegar a la conclusión de que el mundo minio de las imágenes. Por eso se buscan las
es un motor, de que la vida es movimiento. palabras aunque sean las que se nos exigen
La gasolinera como primera parada de para completar el crucigrama. Y se presenta
consumo: chocolatina, periódico… Comien- el absurdo: no puedes volver a la casa porque
za un clima de desolación, subrayado por el las llaves están en el coche.
espacio –la impersonalidad de la autopista- y Del bar, un sitio de convivencia, de un
por el tiempo: una tarde de agosto. Ciudad cierto grado de socialización, pasamos a otro
desierta, mundo detenido. Una mirada a las refugio: el ambulatorio, otro lugar de paso
mentiras de periódicos que acabarán en he- en el que enfermo y turno son imaginarios,
merotecas: se han llevado “el brillo de los aunque hace suya la espera de los ancianos y
días, el fulgor de unas horas” y por ello sus las familias. Nos hiere ese tiempo sin fondo
páginas acogerán a los insectos. de las salas de espera, punteado aquí por la
Continuamente se nota la importancia de lámina de Brueghel que representa la torre de
la mirada: “Te pareces a las cosas que miras Babel, ese “afán humillado de los hombres”.
/ y las cosas que miran se vuelven como tú”. Quiebra de Babel que se relaciona con el fra-
Hay un cruce de miradas entre el persona- caso de Ícaro.
je que desde el pretil de un puente observa De nuevo en la calle, contempla el esca-
los trenes desatendidos que son ya material parate de una tienda de muebles de oficina:
de museo, y entre los policías que miran el muebles obsoletos, porque ya las oficinas
coche (no precisamente nuevo) aparcado en son virtuales o están en una isla perdida del
la acera. La negativa del protagonista a reco- Pacífico… En la calle recuerda también “el
nocer su propiedad y las dudas policiales po- laberinto de la infancia”, los consejos que
nen en marcha la acción, que se permite una siempre comienzan con el no: desde no to-
reflexión sobre los sitios de donde uno no se ques los enchufes hasta no le digas a nadie
va, adonde uno no regresa: “animal encerra- que estás solo.
do que recorre su jaula” (¿Cómo no recordar El personaje que miraba los trenes aban-
la pantera del poema de Rilke?) donados contempla ahora, en el depósito
El coche se lo lleva la grúa, “igual que se de la grúa, los muchos coches sin reclamar,
ha llevado tu vida la desgana”, y entonces hay “la explanada como un museo a la intempe-
una desposesión, un “no buscar nada” del rie…” Tras robar el coche, asistimos a una
poeta que procura, sin conseguirlo porque es repetición: como al principio, está en la auto-
un extraño en el sistema, que sus pies encajen pista pero ya se ha convertido en un ladrón,
“en la cuadrícula del mundo.” Hasta que el en “el hombre que robó su propio coche”,
poeta rescate su coche mediante el robo y se como pregona la emisora local. El solitario,

[ 62 ]
ahora exhibido, conduce sin destino, con- por dónde empezar. Esta es la sensación que
vertido “en un fantasma escondido que re- se tiene cuando se comienza la lectura del últi-
corre la soledad”, esa soledad del principio: mo libro de Lutgardo García Díaz.
ni puertas, ni teléfono. Se repite también el Decía Hegel en su análisis de El Orlando Fu-
abandono del coche: “todo tiene un final me- rioso que las metáforas y las alegorías muestran
nos tu miedo”. la falsedad de los sentidos y juicios humanos.
El hallazgo por la guardia forestal de un El poeta está casi obligado, pues, a reinterpre-
coche abandonado (un Simca Aronde) apare- tar la realidad. La llave misteriosa lo consigue
ce en el periódico, que el personaje lee en el acercándose de manera mítica al recuerdo del
bar, como en un bucle que se va repitiendo… otro. A diferencia de La viña perdida y El lugar
Y el largo poema acaba con la intervención de lo sagrado, sus libros anteriores, aquí la me-
ajena: un empleado de gasolinera que traza moria ajena de hechos pasados pero vívidos
un retrato de sus costumbres, hábitos, consu- se hace presente en las palabras del poeta-vate
miciones… En esta última parte, es el yo, la que construye diversos minimundos a la ma-
primera persona, la que se despide y regresa nera del mejor Darío. Para ejemplo, el poe-
a la calle cuando “la noche comienza otra vez ma que articula todo el conjunto “La llave de
a ser fría”. oro” y que bosqueja un microcosmos artúrico
Me he permitido ir desvelando este es- a imagen de la isla de oro de El coloquio de los
quema incompleto de los hechos que nos centauros: Antonio Mairena, rey, en la página
presenta José Carlos Rosales porque supone cincuenta, una nada casual ubicación teniendo
una mínima aproximación a la complejidad en cuenta las casi cien páginas del poemario.
del libro, es sólo la trama sobre la que se le- La poesía, además, siendo el espacio de lo
vanta este poema extenso que aúna vértigo y ilimitado, se permite aquí escoger entre un
reflexión, que disecciona carencias e imposi- buen repertorio de figuras del cante, el baile y
ciones de la sociedad contemporánea. el toque. Si bien es verdad que “nunca llueve a
Si quisieras podrías levantarte y volar es un gusto de todos” (si Gabriela Ortega levantara
libro valiente y extraño, una narración que la cabeza…), es indiscutible la factura artística
se acoge a los recursos de la poesía que son de cada una de ellas. Desde Franconetti hasta
necesarios para su proyecto. De ahí que este- José Valencia; algunos desconocidos para ad-
mos ante una poesía directa, conversacional, venedizos aficionados, otros señeros como el
que va dibujando las vicisitudes y contradic- ya mencionado Mairena, Manuel Torre, Juani-
ciones de un personaje que quiere mantener to Mojama o Tomás Pavón.
la lucidez en este laberinto, de un buzo que, Es la mirada de García Díaz como la de
incorregible en sus aspiraciones, pretende, Huidobro, aquel niño que parece descubrir el
nada menos, que alzar un vuelo anhelado mundo por primera vez (”yo he visto”) y así
pero casi imposible. nos lo cuenta en un acto de generosidad infi-
nito. Aquellos a los que el flamenco nos trans-
porta y no tenemos referencia de este cosmos
más que en lo que oímos y se va publicando,
Profiteroles agradecemos esos ojos que traen al presente a
Lorca escuchando a través del teléfono a Ma-
CELIA LÓPEZ MUÑOZ nuel Torre, a Mairena en Londres o la muerte
de Manolete en un periódico del día.
Lutgardo García Díaz Aun así, se ha colado su propia vivencia:
La llave misteriosa no podía faltar el tributo personal del poeta al
Renacimiento, 2017. arte. “El número cuatro” y “Cantes de Jerez”
son dos poemas deliciosos que huyen del cas-
Imaginemos que “sobre el cristal del mundo” ticismo y nos ponen al poeta en su presente.
(p. 67), a modo de bandeja, se ofrece un rami- Tal es el poder del flamenco como modelador
llete de exquisitos dulces, todos. Uno no sabe de almas que no se resiste a pedirle a Santa

[ 63 ]
María de la Alboreá que conserve “estas vo- granada, / otra vez el tiempo acelerándose /
ces del pasado (…) pues el tiempo no tiene ni jinete vacío. […] Así comienza este otoño /
principio ni fin”. Pide incluso, el poeta, que que fuera no promete nada, / y temo al in-
siga poniendo el arte en boca de los niños por vierno por ellos, / al hambre, a la locura del
generaciones. Es este un poemario para traba- dolor. / A la falta de amor en los ojos de los
jar directamente en un aula también por su es- hombres.» (ibíd.).
tilo orfebre de la lengua: hiñen, alborada, áncora De este modo la preocupación de lo colec-
conviven con carburo, telera, mientes o casapuertas. tivo marca el tono general del conjunto, pero
Aunque donde se destila la miel de esos dul- no de manera plana o sencilla, sino trenzada
ces exquisitos es en la metáfora. Recordando alrededor de una preocupación individual. O
el Lunario sentimental de Lugones se encuentran viceversa. Ambas se estructuran en torno a
bellísimas imágenes que tienen que ver con las una concepción humanista del amor que ve en
estrellas, el cristal o la luna, como cuando Mai- el otro la necesidad del diálogo, concibiéndose
rena sumerge su grito en el “agua templada del al hombre como ser social. Tal y como señala
vientre de las madres que en el reloj lunar ago- Marisol Sánchez Gómez en su lúcido prólogo
taban las horas”. a propósito de las «rutas interiores» y las «rutas
Sin querer descubrir del todo el misterio, exteriores» del libro (pp. 9-10), Comiendo de una
el lector, guiado por su instinto y su deleite, granada no tiene partes sino que se articula por
irá degustando. Solo queda desear Bon appétit! temas, y además no simétricamente, a saber:
las «rutas» europeas, «Ruta de los Balcanes»
(p. 29), «Ruta del Mediterráneo oriental» (pp.
34-35), y la «Ruta del Mediterráneo occidental.
Hacia otras rutas Playa del Tarajal» (pp. 53-54), son algunas de
las líneas que se trazan. «Cuando era niña me
JUAN CARLOS ABRIL gustaba / la palabra “cifra”. / En mi mente /
servía para hablar de estrellas, / de secretos, de
Esther Muntañola todo lo bello que no podía / ser comprendido
Comiendo de una granada / enteramente. / Ahora / las cifras son núme-
Prólogo de Marisol Sánchez Gómez ros y no esconden misterios. / Son muertos
Bartleby Editores, 2017. / y se derraman con la lluvia.» (p. 35). Transi-
do por estas perpendiculares en el mapa, esta
Excelente sorpresa este Comiendo de una gra- suerte de cartografía social tiene su dialéctica
nada, de Esther Muntañola (Madrid, 1973), en la cartografía individual del sujeto verbal,
poemario que desde su título remite al mito del sujeto poemático, que –dejémonos de
de Perséfone (o Proserpina) –y a su malevo- monsergas teóricas– viene a corresponderse
lismo–, ya que la hija de Deméter (o Ceres) con la autora. Se desgrana en este sentido una
sabía que si probaba un solo grano del fru- particular historia sentimental localizada a par-
to no podría volver a la tierra desde el infra- tir de diversos lugares y diversos momentos
mundo. Aun así el mito, que tanto inspiró a históricos, los abuelos, las historias familiares,
la antropología filosófica, espolea otros temas, la Guerra Civil, los emigrantes, la infancia en
pues por un lado se aborda el tema de Europa, Asturias… como en «Maíz» (p. 37): «Cuando
en su complejidad histórica, la horizontalidad llegaba a la lluvia el frío / mamá / freía tortos
de su eje social y su encrucijada actual fren- de maíz. / Mi hermana y yo / deseábamos ir al
te a las migraciones y refugiados («En el mar molino a por harina, / era un molino de agua
que nombramos nuestro / encallaban perso- con sus palas de madera / que alimentaba el
nas que no llegarían a Europa / huyendo de río.» (ibíd.). O el estremecedor recuerdo de la
la barbarie», de «Comenzamos el otoño», p. abuela en «Cuchara de madera» (p. 44). Surge
24); y por otro lado se aborda el asunto del aquí también otra dicotomía que habla al mis-
amor, de las relaciones íntimas y sentimentales mo tiempo de Europa y de la aldea asturiana,
(«Comenzamos el otoño / comiendo de una revitalizando los Cultural Studies, propuesta

[ 64 ]
poética que, por cierto, se viene practicando lejos de las consignas o los caminos emocio-
en los últimos años. nales ya transitados en la comodidad del sillón
Paralelo a esto, llama la atención el uso del y la taza de té. Toda una sorpresa. Todo un
lenguaje al acercarse a la naturaleza, a los ob- descubrimiento.
jetos (lejos del esencialismo fenomenológico),
a la manera de nombrar, desarrollar las tramas
argumentales y la utilización de los referentes,
impregnando a esta poesía de un poso des- Perfecto equilibrio
carnado resalta –y choca por contraste– por
sus texturas líricas y sociales, tiernas y duras, JESÚS CÁRDENAS
suaves y violentas; sus combinaciones cromá-
ticas, o las referencias al cuerpo: «En el blanco Jesús Aparicio
teñido del cielo / rodeo el aire hacia la nada / Arqueología de un milagro
y me adentro, sin prisa, / en este invierno, con Ruleta Rusa Ediciones, 2017.
mis dos ojos.» (de «Lugar», p. 41). O como por
ejemplo en «Canal» (p. 48): «En la quietud / Al celebrar la vida, la luz del Omega, el pun-
oigo al pez que roza / el matorral de ortigas.» to de arranque desde cero, se pone el foco
(ibíd.). Hay un acercamiento material que pro- de atención, irremediablemente, en el instan-
viene –al parecer– de otras disciplinas como te de un tiempo y un espacio en el que la luz
el dibujo, la pintura, la escultura, etc., y en ese se detiene y brilla con fulgor insuperable. Así
sentido esta poesía se nutre de ese intercam- se presenta el undécimo libro de poemas del
bio plástico, de ese mutuo entendimiento. En briocense Jesús Aparicio González, Arqueolo-
relación al cuerpo habría que decir que es uno gía de un milagro. Se trata de un poemario que
de los grandes hallazgos de este poemario, tra- ensalza la vida gracias a la búsqueda y hallazgo
tado sin marca, es decir como ser humano, y del ser y de la palabra.
presente en todo lugar. Cabrían aquí muchas Sólo una escueta dedicatoria al lector y una
y felices citas. O sobre la poesía: «Antes que el cita de Basilio Sánchez, que ayuda a comple-
trazo, / la sombra sobre el papel, / como el mentar el significado del título del libro, cuyo
cuerpo es amapola / antes que piel o carne / membrete nos pone en situación ante lo que
y el poema asombro, silencio, espacio / antes podemos encontrarnos: no sólo revivir el
que palabra.» (de «La sombra sobre el papel», tiempo perdido de la infancia delante del es-
p. 28). Vemos cómo confluyen los temas de pejo, sino profundizar en lo más adentro hasta
manera interdisciplinar en torno al cuerpo y encontrar el verdadero sentido de las cosas,
la poesía, cómo Esther Muntañola posee una el poder atemporal de la naturaleza frente al
mirada artística sincrética en la que la compo- fluir finito del ser humano; cualidades desta-
sición va más allá de las técnicas y los géneros cadas de la poesía de William Wordsworth y
literarios. El mismo poema concluye así: «Qué de Luis Cernuda. En ese enfrentamiento con
frágiles, / absurdos, hermosos, / nosotros, / uno mismo, nacen las palabras. Pero al poeta
deseando perdurar en lo mutable, / en lo in- no le vale cualquiera. No todas son dignas o
cierto y voraz, / definición de duda… / Así precisas para apresar el alma de lo natural, de
que amémonos, / dejemos al tiempo hacer lo aquello que renace y brota una y otra vez.
suyo, / sólo somos pequeñas lumbres / al aire Tras distintas entregas líricas (Con distinta
de la noche.» (ibíd.). agua, El sueño del león o La paciencia de Sísifo, por
Los lectores podrán descubrir muchas nombrar sólo algunas), el discurso poético
cosas más, si se acercan a este poemario. En de Aparicio González adquiere gran solidez
cualquier caso, Comiendo de una granada se pre- lírica y aquilatado sentido del ritmo en busca
senta como un libro interesante y actual, im- de la fusión de lo natural y lo humano, hallaz-
prescindible y atractivo, rabiosamente atracti- go que resulta inefable, de ahí que el sujeto
vo para los que le piden a la poesía algo más vuelva sus ojos hacia una claridad sumergida,
que palabras bonitas o discursos deglutidos, como pretendía uno de sus maestros, el poeta

[ 65 ]
de la claridad, Claudio Rodríguez. Varios son y con el lenguaje por las riberas del milagro.
los sustantivos que podemos identificar con Tal entendimiento nos pone en la órbita de
la forma de construir los poemas de Arqueolo- la poesía de San Juan. Aparicio González
gía de un milagro: soledad, silencio, lentitud…, abre las ventanas y su mirada alcanza desde
nombres con los que definimos no sólo el el trabajo de las hormigas, el canto del gallo,
punto de vista de su creación sino también el el crecimiento del árbol, pasando por el paso
de la recepción poética. Y esto nos pone en la de una nube, la caída de una hoja, la huella
senda de quienes labran una trayectoria más que se deja en la piedra, el vuelo o el canto
que digna desde la honestidad y la valentía placentero de las aves, hasta conmoverse con
más absoluta, como se nos dice en el poema la luz, el viento y la lluvia, porque promue-
«Nieve»: «he empezado a andar / echándome ven, milagrosamente, los nuevos brotes. Esos
a la espalda / las sílabas del día», o en «Un instantes dan cuenta de un aquí y un ahora
salmo ante la tumba de Camus»: «que sólo hay revelándose en distintos poemas, incluso en
dos caminos / para los valientes: / el suicidio alguno, donde se cultiva la asonancia en los
o la esperanza». pares, así en «Un juego a mi manera» y en
Una sucesión de setenta y ocho poemas «Cancioncillas con agua», quedando bastante
breves, que no supera la veintena de versos, bien reconocidos, en los haikus y senryus que
ocupa la perplejidad de los instantes cotidia- conforman los poemas «En lo que nombras»,
nos que reconquistan el espacio y escalan la «Progresivas», y «Tres haikus en el paseo»;
línea del pasado hasta llegar a la del presente, esas formas japonesas, provenientes de la
como puede verse en «Predicciones»: “Ante- mística oriental, aparecen integradas en «De
ayer, hoy nevaba. / Ayer decía lluvia. / Ahora la duda y la doma» y en «Un salmo ante la
el sol nos deja fríamente / su última palabra / tumba de Camus».
y tú no sabes nada del mañana.” El núcleo del proceso creador radica en el
Esa misma incertidumbre ante el futuro es hecho de salir de casa, en caminar para descu-
revelada al final del poema «Noche en char- brir las revelaciones del mundo en la natura-
ca helada»: «¿Conocerán tus ojos esas luces / leza, como sucede en el poema «Las afueras».
que se guarda la luna nueva». Esos poemas Pero no se engañe el lector, este camino es
encajan con una línea de la poesía llamada poe- interior porque el poeta se enfrenta a la rutina
sía de la incertidumbre. En todo caso, forman del trabajo pensando en lo que de verdad le
parte de una línea existencial que se ocupa de llena y amplía: «Y está ese verso / como ger-
meditar y comunicar las relaciones inestables men de trigo, que te llena / de su milagro».
del sujeto con el fluir del tiempo. Sin embar- Entonces, comprendemos cuál es la verda-
go, la poesía de Aparicio González se colma dera lucha del poeta, la de hallar la palabra
del gozo de ser. que rompa la incierta soledad de la página en
La emoción embarga, en ocasiones, al su- blanco. Lo primero es cómo se revela: «Un
jeto poético que contempla la naturaleza des- poeta silencia sus canciones, / en lo oscuro
de el extrañamiento ahondando en la visión de un hueco entre las sábanas»; la palabra se
contemplativa pero descubriendo espacios co- revela de madrugada: «a esa palabra limpia
munes donde se mueve el ser y ve transitar la que germina / bajo un sedimento de olvidos»;
vida. A este respecto, cabe nombrar el poema pero no siempre se logra, de ahí el miedo a las
«Vuelve Yeats», donde propone la huida de la páginas en blanco, pues es un modo de ale-
ciudad al mundo natural. Esa sencillez, que jarse de su entorno y, al mismo tiempo, una
dota de coherencia al conjunto de la obra, nos manera de protegerse ante la prisa de la vida
concita. Así, se nos dice en el poema «Resu- y de los adelantos tecnológicos; y en otras, se
rrección»: «Hay quien hace posible mi jardín. / muestra inefable («una palabra que abra este
Cuando un niño despierta empieza el mundo». enredo»); el poder de la palabra es genésico,
Lo contemplado se vuelve emoción prime- pues todo renace cuando se nombra, y la es-
ra porque el sujeto poético entiende la rela- critura se convierte en una forma de conocer
ción del ser consigo mismo, con la naturaleza su entorno y conocerse, y también en un me-

[ 66 ]
dio de escapar de la dura cotidianidad, como El sentido de un libro surge, tal vez, de
ocurre en «Algo normal» o en «Vuelve Yeats», la manera en que sus páginas se reflejan
a fuerza de armarse de paciencia: «el brillo de deliberadamente y se refractan unas a otras: las
un tesoro entre los dedos / te deslumbra y mejores, casi siempre, declaran la fe eterna en
desaparece». la literatura como un modo de vida. Leer los
Asimismo, el sujeto mide su distancia con poemarios Uso y abuso/ Peso neto (1974-1976)
el cielo, esa distancia inabarcable en la que el supone asistir al registro hermético de alguien
sujeto se coloca ante la nada. No es dulce sen- dispuesto a perseguir obstinadamente la
cillez los caramelos de estos versos; van bien futilidad, en lugar del triunfo en los términos
envueltos por distintos recursos, entre los más establecidos. La colección es la crónica
habituales cabe destacar: la paradoja («¿Qué de la lucha de un joven escritor, el poeta
es lo más cierto y lo que nunca se sabe?»), la infrarrealista (México, 1956 - Morelia, 2004),
metáfora pura («para entregarme al lobo del contra sí mismo y contra la poesía.
olvido»; «Somos hijos de un árbol»), compa- “Me propongo demostrar/ que aparte de
raciones («como ese viento que acumula hojas las luchas sociales/ existen vidas íntimas”
por los rincones»; «hoy soy como la hierba / (“Confieso:”). Misterios insolubles y mitos
libre y asilvestrada»), elipsis («La música del literarios configuran una literatura febril,
agua / y de una antigua herida»). Todos estos consciente de la amenaza inmisericorde del
recursos ayudan a la consecución de la idea silencio: “Hoy tocar una nalga no es más/
pero también a mantener la sonoridad a que que tocar una nalga: / solamente música
el verso fluya. Véase, por ejemplo, los poe- para enamorados” (“Hoy la garganta es
mas con varios versos encabalgados, donde la un tobogán abollado”). Podrían leerse los
máxima muestra es el poema de once versos, poemas primerizos de Uso y abuso como una
«Soberbio en horas bajas», sin ninguna pausa oración por algo que se cumplió hace tiempo.
al final de los versos. Asistimos al paisaje después de una batalla:
Como muestra de su preocupación por el “¿Qué es, a fin de cuentas, / mi historia y mis
ritmo endecasilábico, en especial, heptasílabos situaciones personales, / sino un lengüetazo
y endecasílabos, que predomina a lo largo de en la Historia del Hombre” (“Sobre mí”).
todo el libro, puede verse en los poemas «Luz Esa lectura, sin embargo, ignoraría lo más
de marzo», «Ya», «Himno de un miércoles», excepcional y distintivo de este poemario
«Luz y pájaros», entre otros. que es, en esencia, una promulgación del
Así, cualquier lector podrá entender fracaso como prueba de resistencia, coraje
que en el libro Arqueología de un milagro no sólo y lealtad a la propia originalidad. Difícil no
importa qué nos dice, sino, sobre todo, cómo leer esta poesía sin la sensación de que ha
se nos dice; en el perfecto equilibrio de ambos sido escrita por un hombre que trata de
niveles, fondo y forma, se halla el talento y la escapar a la muerte: “La belleza ha dejado de
sutileza de Aparicio González. ser un ataque de epilepsia/ y sólo nos queda
la lujuria degollándonos como a guajalotes/
el doce de diciembre” (“Discurso de
mediacalle”).
Lengüetazo en la Historia La forma más cercana a las composiciones
de la última colección del mexicano, Peso
del Hombre neto (1976), serían las variaciones musicales,
donde las imágenes se llaman unas a otras, de
JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA diferentes maneras cada vez: “Escondrijo del
resentimiento social, / mi corazón es el nido
Cuauhtémoc Méndez del amor a mis semejantes” (“Peso neto”). Si
Uso y abuso/ Peso neto (1974-1976) surge un todo, lo hace lejos de los patrones
Prólogo de Pedro Damián Bautista de asociación y alusión idiosincráticos. El
Ediciones Sin Fin, 2017. progreso, el clímax y la reconciliación se

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poesía y el idealismo. Las composiciones no
resisten a cada verso: “miré una página se esfuerzan tanto por resolver sus crisis como
de anuncios / y encontré lo que decía:/ por dramatizarlas, dejando al lector con el
“Corazón: 15 mil o 20 mil dólares/ Hígado: estado de ánimo de sus preguntas más que con
arriba de 150 mil por rebanada” (“Hojeando la seguridad de sus respuestas. En esto pueden
una revista pornográfica”). A veces el estilo parecer epigramáticas, inacabadas y, a veces,
da lugar a fragmentos desunidos, ofrecidos adolescentes. Pero las más irradian la audacia
en citas, que se leen como líneas salvadas de del intelecto, así como la crueldad de la visión,
intentos igualmente fallidos: “No estaré más/ que informan la mejor literatura.
y mi boca será/ sólo un hueco/ en la sombra”
(“Del alma”).
La historia es conocida: en 1974 y tras
haber sido expulsados de ​​ un taller de poesía
de la UNAM, los poetas Mario Santiago,
Roberto Bolaño y el propio Cuauhtémoc
Méndez, entre otros, se plantearon la
necesidad de formar un movimiento de poesía
“contra la cultura oficial”, que denominaron
Movimiento Infrarrealista. Entre los héroes del
grupo, los Beats, los dadaístas, el movimiento
Hora Zero de Perú, maudits como Rimbaud y
Lautréamont, aunque también figuras menos
célebres, como Sophie Podolski, poeta belga
que se suicidó a los veinte años. Su enemigo
declarado, el poeta e intelectual Octavio Paz,
guardián del establishment literario mexicano.
“De paz no hay nada, / salvo los versos con
que lo manchas todo” (“Correspondencia”).
Escritura en expansión, a cargo de alguien
obligado a imaginar otras vidas; exceso del
lenguaje o la curiosidad, el deseo, el disgusto
con la idea de final por la imposibilidad
que implica de multiplicar las posibilidades;
escritor en sus múltiples mundos, infinitamente
divergentes y solapados, muchos de los cuales
involucran a su alter ego en un ático de lujo
con vistas al infinito, se yuxtaponen las muchas
narrativas en un único libro con puertas o
trampillas que se comunican. Aunque tras su
lectura uno esté tentado de afirmar que no
hay nada de su inocencia a lo que el poeta no
haya sido leal, las razones de esa lealtad no se
muestran en ningún lugar mejor que en Uso y
abuso / Peso neto, que surgen impulsados por la
negativa a seguir cualquier regla o expectativa
sobre lo que un poemario debe ser.
Ambos poemarios acaban de ser editados
por Ediciones Sin Fin, en 2017, con prólogo del
poeta Pedro Damián Bautista. Los dos libros,
en un solo volumen, suponen un elogio al fugaz
movimiento y al salvajismo de la juventud, la

[ 68 ]
JUAN CARLOS ABRIL (Los Villares, Jaén, 1974) es profesor de la Universidad de Granada,
responsable de ediciones de autores como Caballero Bonald, García Montero, Antonio Deltoro y
Fabio Morábito, entre otros. Su poesía ha sido recogida en México y Costa Rica. Dirige la revista
Paraíso. • JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ (Cartagena, 1942) fue uno de los poetas incluidos en la anto-
logía Nueve Novísimos poetas españoles (1970). Autor de versiones de Cavafis, Stevenson y Eliot, ha ido
reuniendo su poesía en Museo de cera (última edición de 2016). • SERGIO ÁLVAREZ (Salamanca,
1973) ha publicado el libro de poesía Las islas del río (2015), así como poemas y traducciones en
revistas literarias. • LUIS ARMENTA MALPICA (Ciudad de México, 1961) es autor de un buen
número de libros de poemas. Ganador de los premios de poesía Aguascalientes, Efraín Huerta,
Jalisco en Letras y José Emilio Pacheco, dirige en Guadalajara Mantis Editores. Vaso Roto publicó
en 2012 su antología El agua recobrada. • ALEJANDRO BELONNE DEVEREUX (Buenos
Aires, 1980) comenzó en 2012 a dirigir la editorial de poesía mural La Madrileña, con su sede en
Madrid, y otras en Santiago de Compostela, Buenos Aires y París, que han difundido muchas de las
nuevas voces poéticas. Pájaros con mensajes que vienen desde lejos es su primer poemario. • JOSÉ
MANUEL BENÍTEZ ARIZA es autor de ensayos, diarios, relatos y novelas, así como traductor
y crítico literario. En 2007 publicó Casa en construcción (Itinerario poético 1984-2007). Después han
aparecido Diario de Benaocaz (2010) y Panorama y perfil (2014). • INMACULADA CALDERÓN es
natural de Puerto Real (Cádiz) pero reside en Sevilla desde la adolescencia. Entre sus obras se
encuentran: De amores y sabores (2009), Ronda de la rima rima (2010), La levedad del instante (2011), Sangre
de nómada (2014), y Con la venia de Erato y Perséfone de próxima aparición. • JESÚS CÁRDENAS
(Alcalá de Guadaíra, 1973) ha publicado los libros de poemas Algunos arraigos me vienen (2005), La luz
de entre los cipreses y Laberintos sin cielo (ambos en 2012), Raíces de ser y Mudanzas de lo azul (en 2013 los
dos), Después de la música (2014), Sucesión de lunas (2015) y Raíz olvido (2017). • GUILLERMO
CARNERO es uno de los poetas de la llamada generación novísima. No se apagó en los años
setenta su inspiración, que conoció un decenio espléndido entre 1999 y 2009 con la publicación de
cuatro libros que tenían mucho en común: Verano inglés, Espejo de gran niebla, Fuente de Médicis y Cuatro
noches romanas. En 2017 ha publicado Regiones devastadas. • NIEVES CHILLÓN (Orce, Granada,
1981) ha publicado los poemarios La hora violeta (2004), Morning Blues (2006), La canción de Penélope
(2011) y Rasguños (2013). Con El libro de Laura de Laurel (2017) ganó el Premio de Poesía Unicaja. •
ANÍBAL CRISTOBO (Lanús, Provincia de Buenos Aires, 1971) es un poeta y traductor argentino
residente en España desde 2002. Miniaturas kinéticas (2005) reúne sus tres obras anteriores. • ANDRÉ
CRUCHAGA (Chalatenango, El Salvador, 1957) ha publicado varios libros de poesía, traducidos
en parte a varios idiomas. • EFI CUBERO reside en su natal Granja de Torrehermosa (Badajoz)
tras casi toda una vida pasada en Cataluña. Sus títulos de poesía más recientes son Canción del extraño
(2013) y Punto de apoyo (2014). • DANIEL DÍAZ GODOY (Torrox, 1990) fue premio del Certamen
Literario Jorge Guillén de narración corta (2008) y Mención de Honor en Premio Cero de Poesía
Joven (2016). Ganador en la categoría de poesía del primer Certamen Internacional de Poesía y
Relatos «Libros sobre Ruedas, Librerías en Marcha» (2017). • ALFREDO FÉLIX-DÍAZ (Ciudad
de México, 1974) es guionista de cine y televisión. Ha publicado los libros de poemas Salve Regina
(2001), Si resistimos (2008, accésit del Premio Adonáis), y Nada que perder (2013). Pronto estrenará su
primera obra de teatro.• MALVA FLORES (Ciudad de México, 1961) es autora de obras narrativas
y de crítica. Como poeta ha publicado ocho libros, el más reciente de los cuales es Galápagos (2016).
Entre otros galardones, ha obtenido el Premio de Poesía de Aguascalientes. • TRINIDAD GAN
es autora de Fin de fuga (2008, Premio Ciudad de Cáceres), Caja de fotos (2009, Premio Surcos). Su
libro de poemas más reciente es Papel ceniza (2014). Una antología de su obra apareció en Costa
Rica en 2014 con el título de Receta para el fuego. Acaba de obtener el Premio Generación del 27. •

[ 70 ]
LUIS ARTURO GUICHARD es natural de Chiapas (México) y reside en España desde 1997,
donde es profesor de la Universidad de Salamanca. Ha publicado varios libros de poesía en México
y España. Su poesía reunida apareció en 2011 con el título de Una fe provisional (2013). Su libro de
poesía más reciente es El jardín de la señora D., con el que obtuvo el Premio Villa de Martorell
2016. • JULIÁN HERBERT nació en Acapulco (México) en 1971 y reside en Saltillo. Es articulista
y autor de crónicas, también de cuentos y novelas premiados (como la muy celebrada Canción de
tumba, 2011), además de varios libros de poesía. Las azules baladas (vienen del sueño) es de 2014. • JUAN
LAMILLAR (Sevilla, 1957) es autor de una amplia obra poética y ensayística. Una selección de sus
versos apareció en 2015 como Entretiempo: antología poética 1982-2009. En 2017 publicó Notas sobre
Venecia. • ELSA LÓPEZ (1947) obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Melilla en 1987 con Del amor
imperfecto, en 2002 el José Hierro por Mar de amores y en 2005 el Ricardo Molina por Travesía. Su
último poemario hasta la fecha es Viaje a la nada (2016). Dirige Ediciones La Palma. • CELIA
LÓPEZ MUÑOZ es licenciada en Periodismo y en Filología Hispánica. Ha trabajado en medios
de comunicación locales cordobeses y madrileños. Profesora de secundaria de Lengua y Literatura,
reside en Sevilla. • PILAR MÁRQUEZ, profesora de Lengua y Literatura en la Universidad de
Sevilla, C. U. de Cádiz y de Enseñanza Media, ha publicado poemas, obras y trabajos de investigación
en revistas especializadas. • LOLA MASCARELL (Valencia, 1979) ha publicado los libros de
poemas Mecánica del prodigio (2010) y Mientras la luz (2013), con el que ganó el Premio Emilio Prados
de Poesía Joven.• ROXANA MÉNDEZ (El Salvador, 1979) es poeta e ilustradora. Ganadora del
Premio Nacional de Poesía de su país, con El cielo en la ventana logró el Premio Alhambra de Poesía
Americana. Otros libros suyos son Memoria (2004) y Mnemosine (2008) • INMACULADA
MORENO (El Puerto de Santamaría, 1960) ha publicado cuatro volúmenes de poesía, el más
reciente de los cuales es Donde la higuera verde (2011). Dirige la revista de traducción literaria Pliegos
Suelos de la Academia. • ELÍAS MORO ha publicado libros de poemas (el último, Hay un rastro, 2015),
dietarios, aforismos y greguerías. Sus dos últimos libros en prosa son Microrrelatos domésticos y Álbum
de sombras, ambos en 2017. • MANUEL NEILA (Hervás, Cáceres, 1950) es autor de aforismos y
ensayos, además de poesía. En 2014 publicó El camino original (Antología poética 1980-2012). •
CRISTINA PERI ROSSI (Montevideo, Uruguay, 1941) reside en España, donde se exilió en 1972.
Es autora en varios géneros. Con Playstation (2009) ganó el Premio Loewe. Cuatro años antes había
publicado su Poesía reunida. La Universidad de Sevilla publicó en 2017 el volumen colectivo Erotismo,
transgresión y exilio: las voces de Cristina Peri Rossi. • CHARO PRADOS nació en Alcalá del Río (Sevilla)
en 1962. Tiene publicados los poemarios El aire detenido (1997, Premio de Poesía Ciudad de San
Fernando), Tan alta soledad (2004), y Todos los fuegos (Premio de Poesía Rafael Morales 2009). Es
autora, así mismo, del libro de relatos La carpa de oro (2009). • JOSÉ DE MARÍA ROMERO
BAREA (Córdoba, 1972), autor de novela y poesía, así como traductor literario, es un asiduo crítico
en diferentes publicaciones. En 2015 publicó el poemario Un mínimo de racionalidad un máximo de
esperanza. • JAVIER SALVAGO (Paradas, Sevilla, 1950) reunió su poesía hasta la fecha en Variaciones
y reincidencias (Poesía 1977-1997). Luego ha publicado la antología La vida nos conoce (2011) y los libros
Nada importa nada (2011) y Una mala vida la tiene cualquiera (2014). En prosa, su libro más reciente es
No sueñes conmigo (2017). • TOMÁS VALLADOLID BUENO es autor de los libros Democracia y
pensamiento judío: de Habernas a Benjamin y Pensar anamnéticamente el pasado. • EVA VAZ (Huelva, 1972)
es gestora cultural. Figura en varias antologías y en Frágil (2010) reunió una selección de su poesía.
Su obra más reciente es Trabajo sucio (2016). • MARÍA JOSÉ VIDAL PRADO (El Ferrol, 1967),
profesora de Lengua y Literatura, es autora de Historia de un jardín muerto y de un pájaro rojo (2015) y
Polifonía (2016). • JOSÉ MANUEL VINAGRE LOBO (Jerez de la Frontera, 1959) es bibliotecario
en la Universidad de Sevilla. El poema aquí publicado pertenece al libro inédito Principio y fin.

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Centro de Iniciativas Culturales
de la Universidad de Sevilla (CICUS)

Director general de Cultura y Patrimonio


Luis Méndez Rodríguez

ESTACIÓN POESÍA

Dirección
Antonio Rivero Taravillo

Comité asesor
Jesús Aguado, Enrique Baltanás, Juan Bonilla,
Jacobo Cortines, Luis Alberto de Cuenca,
Ana Gorría, Ioana Gruia y Aurora Luque

Coordinación técnica
Juan Diego Martín Cabeza

Diseño
F. Javier Martínez Navarro

Maquetación e impresión
Imprenta Sand

ISSN 2341-2224
DL SE 618-2014

Contacto y suscripciones
estacionpoesia@us.es
C/Madre de Dios, 1. 41004 Sevilla

© 2018 Editorial Universidad de Sevilla


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