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Herramientas para Pensar El Rol de Educadora en Los CDI

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Herramientas para el rol de

educadoras de los CDI

Infancias como sujetos de derecho


Desde los CDI tenemos que estar atentos y atentas a aquello que el niño o la niña expresa de forma verbal y no
verbal, principalmente cuando está pidiendo ayuda. En este sentido, debemos tener en claro nuestro papel para
participar activamente en las acciones que acompañen la demanda de ese niño o niña. Pensar nuestras
intervenciones para la protección de los derechos y el compromiso de involucrar a la comunidad en su conjunto,
reconociendo la importancia fundamental que tienen las familias en este paradigma. Por eso, es importante
conocer el lugar que ocupamos dentro del Sistema de Protección Integral de Derechos, para resolver algún
inconveniente que se presenta de manera directa (ejemplo situación de violencia) o, en otras situaciones (ejemplo
estrategia de promoción del buen trato), mediante un abordaje en conjunto con otras instituciones. La
participación no solamente implica manejar, compartir información y opinar, sino también involucrarse en la toma
de decisiones.

La Ley 26.233 del año 2007 - En este sentido, todas las personas adultas compartimos una responsabilidad en
difundir diariamente esta perspectiva de derechos que consagra la Ley, sumando a las familias para fortalecer la
crianza y el desarrollo de sus hijos e hijas, ejerciendo una función preventiva, promotora y reparadora. Los
principios rectores de esta Ley (26.233) son los siguientes:

a) Integralidad de los abordajes;

b) Atención de cada niña y niño en su singularidad e identidad;

c) Estimulación temprana a fin de optimizar su desarrollo integral;

d) Igualdad de oportunidad y trato;


e) Socialización e integración con las familias y los diferentes actores del nivel local;

El desarrollo infantil

El desarrollo infantil es un proceso por el cual todo niño o niña, de acuerdo a sus posibilidades biológicas y de la
interacción dinámica con su familia, el contexto social y la cultura, va construyendo movimientos, pensamientos,
emociones y relaciones con otros y otras,ejerciendo un rol activo al modificar su entorno.Este proceso es continuo
y multidimensional. Desde su inicio, el desarrollo tiene un carácter social ya que se produce en la interacción
continua con su contexto. Está representado en parte por las prácticas de cuidado, educación y crianza, las
familias y sus características, pero también, por las características de las personas que se encargan de su atención
en los CDI, su historia, su socialización, ya que proveen experiencias e influyen en cada uno de los aspectos del
desarrollo. En ese desarrollo, las personas adultas jugamos un papel fundamental, ya que no existe autonomía si
no hay un vínculo de apego seguro con un adulto o adulta referente, es decir, un vínculo que sostenga la mirada, la
palabra, la escucha, el tacto, el sostén como base segura para la constitución de niños y niñas como sujetos.

El desarrollo siempre se da en un contexto.

Siempre debemos tenerlo en cuenta cuando

estamos con un niño o una niña y su familia.

Respetamos ese contexto y trabajando junto a

las familias podremos enriquecerlo.

El desarrollo infantil es integral. Todas las áreas del desarrollo deben ser consideradas en forma conjunta porque
están íntimamente relacionadas. Un enfoque integral compromete no sólo las necesidades de salud y nutrición, sino
las psicológicas, físicas, intelectuales, socio afectivas y emocionales. Por ejemplo, el desarrollo de la simbolización y la
construcción del pensamiento involucran fundamentalmente a los lenguajes, pero también a las posibilidades de
movimiento, coordinación, manipulación y exploración de objetos.

La integralidad tiene relación directa con lo dialéctico, es decir que no hay un aspecto sin el otro. No porque se
complementen, sino porque son vitales e interdependientes. Por ejemplo, uno no puede sólo ver sin oler o escuchar,
el corazón no late solamente por el aparato circulatorio, depende del respiratorio, del digestivo y a su vez éstos
dependen del circulatorio. El desarrollo se piensa en la misma lógica. Es por esta razón que los CDI siempre deben
tener en cuenta la integralidad de la atención. Deben atender la nutrición, la salud, el cuidado, la educación en sentido
integral, la promoción de derechos, el fortalecimiento de las familias y los vínculos con la comunidad.

El cuidado de los niños y niñas pequeñas merece una gran reflexión. En la situación de cuidado, las personas adultas
no pueden irse (imaginemos una situación de cambiado, o cuando acompañamos a niños y niñas al baño; aunque
puedan por ejemplo lavarse las manos por sí solos, seguimos estando presentes, acompañando). La persona adulta
tiene una tarea, por eso es un buen momento para el contacto y la comunicación: “vos estás conmigo”. No es
solamente ver la reacción de los niños y niñas porque, como sabemos, la interacción se da entre dos personas.

Anna Tardos habla de tres niveles en cuanto a los cuidados:

• Hablar, anticipar al niño o niña es obligatorio, pero es el punto de partida, el primer paso.

• Dar lugar a las iniciativas del niño y niña, ¿qué es lo que está mostrando? (no es sólo lo que yo observo, sino lo que
vos me devolvés cuando te miro).
• Está ligado estrechamente a la actitud de la persona adulta. Si conoce y está interesado o interesada en ese niño o
niña, las palabras de los y las adultas van a ser cada vez más ricas: es el momento de la verdadera interacción.

Suele ser esperable, usual, que niños y niñas con edades que rondan el año y 1/2 y los 3, peguen, no obedezcan
alguna orden, se manden los famosos berrinches, o se muestren rebeldes ante los ojos del adulto. Esto pasa y se
repite. Entonces, siguiendo la lógica, no debería ser algo que nos preocupe, pero sí, ocuparnos al respecto.

A esta edad suelen tener muy baja tolerancia a la frustración y capacidad de control de sus impulsos. Entonces, ante
un reto o la prohibición de hacer algo, no pueden expresarse plenamente como ellos quisieran, y el golpe es un
método que algunos encuentran muy a mano para descargar tal sentimiento. “ Creen” que esa será una forma
efectiva de comunicarle al otrx lo que les pasa. Y sí que lo es, claro que entendemos que eso no le está gustando, o
que no está conforme con lo que está sucediendo.Pensemos también que es una etapa clave en el proceso de
armado de su personalidad. Empiezan a despegar de su matriz, de su mamá o cuidador principal, tanto tiempo juntes
y dependientes une de otre, y “salir al mundo” no es nada fácil, se chocan con una realidad que no les permite plena
libertad de acción, y eso a veces enoja y mucho.

El niño o niña no nos está midiendo, no nos está probando, no está buscando nuestro límite, sino el suyo propio.
Hasta dónde es capaz de hacer, de lograr algo con éxito. Analiza y prueba a ensayo y error la mejor manera de
convertirse en un ser único y diferente de sus cuidadores. Y eso no parece tarea sencilla, no?...

El desarrollo y la independencia que adquieren en esta etapa es equiparable a la que vive un/a adolescente Viven, al
igual que nosotros acompañándoles, momentos de gran ambivalencia. Por un lado suelen ser muy independientes,
aprenden y logran muchas cosas nuevas cada día, exploran cada vez más y mejor el mundo, pero por otro lado todo
esto les da miedo e inseguridad, que sólo se calman en el lugar más confiable que tienen... mamá/papá y mucha teta
si es que aún toman

Recomendaciones:

👉🏼 Hablar con calma y en tono firme (lo que no es sinónimo de gritar!)


👉🏼 Darle una explicación lógica y acorde a su edad madurativa de por qué es
preferible que eso no lo haga

👉🏼 El límite se conversa y se marca poco a poco, es un proceso que lleva tiempo... no se impone ni es arbitrario
👉🏼 Pensemos cuáles “no” son pura inercia, y cuáles son negociables y hasta tal
vez injustificados.

👉🏼 Revisemos desde dónde dirigimos las órdenes, si tiene algo que ver con el modo que fuimos criados nosotros
mismos.. qué fibra íntima te toca el “berrinche”, el poner límite, el no ser oída/o, etc...

La posibilidad de intervenir en la producción de las normas y la claridad de fundamentación de aquellas reglas que
provienen de otras autoridades contribuyen a que cada quien comprenda la responsabilidad de cumplir lo acordado.
Esa correlación supone la conquista progresiva y a veces contradictoria de la propia consistencia entre decir y hacer:
frecuentemente sujetos de cualquier edad transgreden las normas porque no logran doblegar los impulsos interiores
o las circunstancias nublan su comprensión de lo justo. Esto es esperable en mayor medida en niñas pequeñas y
niños pequeños. En consecuencia, es menester que la autoridad docente señale las contradicciones sin mentarlas
como culpabilidades sino acompañando complejos aprendizajes relacionales: “Los límites no implican impedir que los
sujetos se expresen de formas diversas y singulares sino darles espacios de contención, trazar fronteras y construir
lugares que posibiliten y potencien su singularidad” (Greco, 2021, p. 57). Se trata de poner límites para garantizar la
convivencia en la diversidad y la tarea común, sin apelar a premios y castigos que modelen las conductas desde una
perspectiva heterónoma. Esto implica respaldar permanentemente el derecho a la participación de cada niña y cada
niño en la vida cotidiana de la sala. Es parte fundamental de nuestra tarea acompañar el desarrollo integral apostando
a que podamos construir limites, reglas de convivencia y buen trato que los niños y niñas incorporan en el cotidiano
del CDI.
LA CONSTRUCCION DEL ROL DE LA EDUCADORA

El rol de educadora no es un rol que vaya de suyo de por sí, implica la reflexión permanente sobre la práctica, la
capacidad de la apertura al intercambio con otros y otras, la posibilidad de manifestar que nos pasa con lo que
no nos sale, lo que no funciona, y definitivamente se trata de la posibilidad de habitar la posición de educadora
mas que ocuparlo. Habitar un rol implica todo el tiempo aventurarse al desafío del pensarse a si mismo y pensar
con otros y otras, para que esos desafíos no se vuelvan algo imposible sino habitable y transitable. Esto implica
poder encontrar tiempos compartidos con otros y otras para planificar, escuchar, escucharse, construir el
proyecto institucional de cada centro en donde todas las voces resuenen, estar atenta a aquello que resuena en
las salas, en lo que los niños y niñas nos muestran de nosotras mismas, pero también de ellos mismos. Que nos
pasa ante el desborde, como manejamos las dificultades en la convivencia, como entendemos los conflictos a
estas edades, que lugar ocupamos en tanto función adulta para acompañar que los niños y niñas vayan
construyendo la convivencia y la rutina institucional.

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