La Niña en La Palomera - Nodrm
La Niña en La Palomera - Nodrm
La Niña en La Palomera - Nodrm
LA NIÑA EN
LA PALOMERA
4 Fernando Cuadra
© Fernando Cuadra P.
© Pehuén Editores, 1990
María Luisa Santander 537
Providencia, Santiago, Chile
editorial@pehuen.cl
www.pehuen.cl
Inscripción N° 66.547
ISBN 978-956-16-0153-6
Diseño y diagramación
Pehuén Editores
Más información, actividades sobre este libro y otras lecturas recomendadas por edad en “Motiva-
ción para la lectura”, www.pehuen.cl
Se prohíbe la reproducción o emisión total o parcial de este libro, ya sea a través de sistemas eléctricos,
electrónicos, mecánicos, químicos, ópticos, de grabación, fotográficos o de fotocopia, sin la autorización
previa del editor.
FERNANDO CUADRA
LA NIÑA EN
LA PALOMERA
6 Fernando Cuadra
La Niña en la Palomera 7
LA NIÑA EN
LA PALOMERA
Crónica dramática de una adolescente de nuestro tiem-
po, dividido en tres actos. Esta obra fue estrenada en 1966 por
el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, de acuerdo al
siguiente reparto:
ESCENARIO
ÉPOCA: Actual.
LUGAR: Santiago, barrio Estación Central. Las esquinas de
Chacabuco con Erasmo Escala.
Allí podrían hallarse las casas de ANA y MA-
NUEL.
TIEMPO: Primer acto: Media mañana de un día de enero.
Segundo acto: Un año después. Mediodía, tarde y
noche. Fines de noviembre. Inicios de diciembre.
Tercer acto: Quince días después. Mediodía tarde y
noche.
La Niña en la Palomera 15
ACTO PRIMERO
LA PATOTA: ¡Pucha!
JUAN (llamando): ¡Daniel...!
DANIEL (en la puerta del taller): ¿Qué pasa?
JUAN: ¡Acarréate, oh! (Daniel se acerca, mostrándole el dia-
rio). ¡Mira! ¡Acuérdate, la fuimos a ver!
JUAN (leyendo): «Salvajemente fue asesinada la Reina del
Strip Tease de Matucana, conocida como la Diosa de
Medianoche». (A la Patota). ¡No la dejaron buena ni
para charqui!
ANA: ¿Y tu mamá?
GABY (molesta): ¡Ah! (Pausa). Bueno... Me voy y no me digas
nada, Ani. ¡Ni bueno ni malo, por favor!
28 Fernando Cuadra
* Marilyn Monroe.
30 Fernando Cuadra
JUAN: ¿Hablando? ¡Tai más loco, voh! ¡Si ahora nadie habla
con nadie! ¡En mi casa ya ni nos decimos buenos días
ni buenas noches! Estamos ahí. Y listo.
ANA (triunfante): ¿Ves? En tu casa, en cambio, tu mamá te
habla, Daniel, y sobre todo, te escucha. (A la Patota con
gesto de vencedora). ¡Gracias... compañeros!
(La Patota ríe y regresa a la esquina).
ANA (lenta): Te aseguro que a veces llego a dudar si el viejo
me ha hablado alguna vez. (Pausa). Por eso, hablo sola...
O leo revistas.
DANIEL: Pero estás estudiando. Igual que yo.
ANA (con cierta agresividad): Y de qué me sirve. En todo lo
que me obligan a estudiar, no hay nada que me hable
de lo que vivo todos los días; estoy como perdida, Da-
niel, porque unas cosas no tienen nada que ver con las
otras.
DANIEL (con torpe obstinación): De todas maneras creo que...
que hay que tratar...
ANA: ¿Tratar de qué ?
DANIEL (con dolorida sorpresa): ¡No sé!
(Un silencio).
ANA (acercándose a la Patota): ¿Qué se conspira aquí?
(Daniel, lento, regresa al taller).
ALBERTO: ¿Vas a ir a la pichanga del domingo?
ANA: A lo mejor.
JUAN: No te olvides de vendernos las entradas, pues.
34 Fernando Cuadra
(Ana no contesta).
LA PATOTA: ¡Bravo...!
OSCURECIMIENTO
58 Fernando Cuadra
La Niña en la Palomera 59
ACTO SEGUNDO
SRA. LUISA (en voz muy alta): ¿Sabía que expulsaron del liceo
a su hija?
DON RENÉ: ¿Qué?
SRA. LUISA: Estaría bien bueno que le preguntara por qué. A
mí no me lo ha querido decir.
DON RENÉ: ¿Es cierto eso?
ANA (con leve desafío en el gesto y en la voz, aunque también
hay un matiz de inocultable desesperación): Sí.
(Esta se detiene).
ANA: No sé...
MANUEL: ¿Nos encontramos a las siete?
ANA: Bueno... Si usted quiere... (Con brusquedad)... O me-
jor...
MANUEL (con apremio): ¿Qué?
ANA: Espéreme en la Quinta... (Rápida y jadeante). Pero por
la entrada que queda frente a Catedral...
MANUEL (con impulso incontenible, rózale el rostro con una
de sus manos. En voz baja y conmovida): Mijita.
(La Patota ríe. La señora Luisa con furor, arrójales las plantas
sobre ellos, que tornan a reír. La señora Luisa desplázase hacia
la cocina. Oyese la melodía del organillero, pero ahora con
mayor intensidad. Elsa ha terminado de arreglar su vestido,
cámbiase el que lleva, después de lo alto del ropero, saca una
cartera pasada de moda y la limpia con la mano, mírase al
espejo y sonríe tristemente. Con lentitud pasa el dedo por su
rostro, como alisándolo. Torna a sonreír con tristeza. Parece
percibir un ruido en el baño, acércase a la puerta y escucha
con el oído pegado; después en puntillas, se dirige a la puerta
de calle. Detiénese en la esquina, parece vacilar un momento
y, por último, echa a andar por la izquierda. La Patota sale.
La melodía cobra mayor intensidad. Los ruidos de la ciudad
adquieren una sonoridad abrumadora y la luz va disminuyendo
en el escenario, el cual va obteniendo la inconfundible apa-
riencia de la noche. Los ruidos de la ciudad se amortiguan.
La melodía vase diluyendo con suavidad y, muy lentamente
se encienden los faroles de la calle. Daniel enciende la luz
del taller. La señora Luisa sale de la cocina y enciende la luz
del comedor. Apaga la radio y vuelve a la cocina a iniciar los
preparativos de la comida, manipulando sus ollas. Ana se ha
dormido profundamente).
ANA: ¿Qué?
SRA. LUISA (con involuntaria ternura): Despierta, niñita...
(Ana mueve la cabeza, esquivando la caricia).
SRA. LUISA (desconcertada): ¿Qué le pasa?
ANA: Nada.
SRA. LUISA: Parece que algo anda mal, ¿no?
ANA: ¿Algo? ¡Fabuloso!
SRA. LUISA: Lo sé... lo sé...
ANA (mira fijamente a su madre. Algo parece haberse removi-
do en su interior. Con hondura): ¿Me entendería?
SRA. LUISA (pasándole una mano por la frente): Trataría.
ANA (acodándose en la cama. Como creando una atmósfera
de cálida intimidad): Mamá... Dígame una cosa...
SRA. LUISA (cogida casi de inmediato): ¿Qué, mijita?
ANA: ¿Cómo era yo cuando chica?
SRA. LUISA (tocada en su emoción): ¿Cómo? (Pausa). ¡Pero
si la estoy viendo! ¡Cómo no me voy a acordar! ¡Y el
viejo también! ¡Créame!
ANA (con leve estremecimiento): ¿También?
SRA. LUISA: ¡Usté siempre ha sido un orgullo para él!
ANA (con la voz quebrada): No mamá, eso no es cierto.
SRA. LUISA: ¡El viejo la quiere! Es... Cree que usté siente ver-
güenza por él. Trate de entenderlo. Nadie le dijo nunca:
esto está bien. Esto está mal.
ANA: ¿Y usted?
SRA. LUISA: ¿Yo? (Con amargura). ¡Si apenas hablamos,
mijita...!
ANA: Pero él... ¿nunca le ha dicho una palabra cariñosa?
SRA. LUISA (lenta): A su modo, sí. Como yo quisiera, nunca.
La Niña en la Palomera 99
JUAN: ¿Y... ?
ANA: La vieja no quiere darme permiso.
JUAN: ¡Oh! ¡Señores! ¡Atención! ¡Atención! ¡Un extraordi-
nario fenómeno en el mundo actual! ¡Atención! ¡Una
hija que tiene madre!
ORLANDO: ¡Y una madre que tiene hija!
JUAN: Y ¡cuando los hijos se van, ta, ta, ta, tan!
SRA. JUANA: Sí... Pero aquí está bien bueno, ¿y don René?
SRA. LUISA: En este tiempo trabaja hasta tan tarde.
SRA. JUANA: ¡Seña de que le va bien, pues!
SRA. LUISA: Pero la plata se hace sal y agua.
SRA. JUANA: ¡Cierto nomás, pues! Con la carestía de todo...
¡Ay, Señor!
SRA. LUISA: ¡Su gobierno, pues, señora Juanita, que lo iba a
bajar todo y hasta ahora puras alzas!
SRA. JUANA: ¡Pero si el gobierno no tiene culpa alguna, señora
Luchita, por Dios! ¡Habladurías!
SRA. LUISA: ¿Y de quién es la culpa, entonces? ¡Ya ve lo que
pasa con la leche!
SRA. JUANA: ¿De quién va a ser pues? ¡De la Oposición! Y
tanta alharaca que le arman...
SRA. LUISA: Nosotros no somos de ningún partido. Lo único
que hacemos es pagar las alzas y trabajar. Ah... En uno
de estos días sube la movilización.
SRA. JUANA: ¡Cuándo no, pues! ¡Si esos no se llenan nunca!
Ya ve lo que gana. (Indicando la casa de Manuel). ¡Y
su pobre mujer no tiene qué ponerse! ¡Habrase visto,
por Dios!
SRA. LUISA: ¡Pobre señora!
SRA. JUANA: El le trae todo, eso sí. Menos mal. No es pelam-
bre, señora Luchita... ¡pero es harto sinvergüenza!
SRA. LUISA: Yo lo conozco poco.
SRA. JUANA: Hum.
SRA. LUISA (que ha estado escudriñando la calle): ¡Tanto
que se ha demorado esta niñita! La mandé a comprar
pan nomás.
SRA. JUANA: Qué raro...
106 Fernando Cuadra
(Un silencio).
(Un silencio).
OSCURECIMIENTO
118 Fernando Cuadra
La Niña en la Palomera 119
ACTO TERCERO
la brisa que suele agitar las hojas de los álamos. Los ruidos
de la ciudad percíbense amortiguados, pero son los mismos
repetidos con monótona insistencia.
De súbito, irrumpe en la quietud de la calle, por el fondo,
la Patota, que avanza jugarreteando, chanceándose y riendo,
como siempre; bulliciosa, alegre y despreocupada.
JUAN: Chitas la película pa’ mala, oh...
LA PATOTA: ¡Bah!
JUAN: ¡Y para peor, re toda cortada!
ALBERTO: ¡Anda, oh! ¿Cuándo? ¡Este es más!
JUAN: ¡Ah! ¡Cómo estaría de dormido! ¡Acuérdense! De re-
pente, la galla está en calzones, ¿no?
LA PATOTA: ¿Sí!
JUAN: ¡Ah! ¿Ven? ¿Y cómo al tiro se veía con su trajecito de
novia, ah? (La Patota ríe).
ALBERTO: ¿Y eso qué tiene que ver?
JUAN: ¡Güena, oh! ¡Como vos cada día soy puro pajarón! ¿Sabí
que más? ¡Seguro que la galla esa estaba pagando por
adelantado! (La Patota torna a reír estrepitosamente.
Ya han llegado al taller).
DANIEL (saliendo a la calle): Hola...
LA PATOTA: Hola...
JUAN: Se te saluda, oprimido...
ALBERTO (a Daniel): ¿Y, te decidiste?
DANIEL: Todavía no.
ALBERTO (asombradísimo): ¿Cómo?
JUAN (que se ha levantado): ¡Puchas! ¿Así que terminaste de
estudiar todo fregado para no saber qué hacer?
LA PATOTA: ¡Güena, Ejército de Salvación!...
La Niña en la Palomera 121
LA PATOTA: ¡Listos!...
JUAN: Hasta más rato, ¿eh? A seguir trabajando, compañeros.
La Niña en la Palomera 137
FERNANDO CUADRA
1927
154 Fernando Cuadra
La Niña en la Palomera 155
FERNANDO CUADRA:
CRÓNICA DE LA REALIDAD CHILENA
Incluso hay otro hecho que revela este interés por registrar el
mundo cotidiano de los chilenos, sus dificultades para sobrevivir y
sus anhelos más íntimos: los actores que trabajaron en el montaje de
esta obra, en la Universidad Católica en 1966, formaron un taller de
investigación que realizó una labor de observación y conocimiento
en el sector social donde transcurre la acción. Para estos actores, lo
importante era entregar un testimonio vívido y elocuente del mundo
que existe en La niña en la palomera, dejando atrás las creencias o
ficciones que siempre hay en cualquier obra, y tratando de acercarse
lo más posible a la verdad real.
Esta intención de comprometerse con la realidad inmediata,
fue una tendencia marcada en los años en que se estrenó La niña en
la palomera. Toda una corriente de teatro chileno quiso acercarse
directamente a los problemas y los modos de vida, generalmente
de los sectores urbanos. Tanto La niña en la palomera, como El
wurlitzer, del dramaturgo chileno Juan Guzmán, se refieren al tema
de la juventud, desorientada y sin esperanzas, en sectores sociales
que no podrían calificarse de marginales, pero al menos si de pocos
recursos. Ambas son «crónicas», en el sentido de dar cuenta de
una realidad precisa en un momento determinado, aun cuando las
condiciones de vida de los protagonistas no necesariamente han
mejorado.
En la obra, Ana es una joven liceana que vive con sus padres en
condiciones materiales débiles. Ella aspira a un mundo de riqueza
y lujos, tal como lo ve a diario en las estrellas de cine que tanto ad-
mira. La modestia del barrio, las borracheras del padre, el sacrificio
de la madre, las chiquilladas de la patota, sofocan su existencia y
ahogan sus anhelos de un mejor mundo personal. Su amiga Gaby,
algo mayor que Ana, ya tomó una decisión: ejerce algún grado de
prostitución, lo que le ha permitido comprar buena ropa y hermosas
La Niña en la Palomera 157
joyas. Durante los dos primeros actos, la protagonista oscila entre los
deberes que una muchacha de su edad debe cumplir, y la incursión
en un terreno prohibido pero seductor: el amor con un chofer de la
casa vecina, que le ofrece sacarla de ahí y cumplir los deseos de
Ana. La huida del hogar y el breve amorío con Manuel termina en
un desastre, como podía preverse, pero anuncia un giro definitivo
en la vida de la joven: su padre la expulsa de la casa y ella sale, sin
apoyo alguno, a enfrentarse seguramente con la prostitución.
A diferencia de otras obras que parten de los protagonistas para
diseñar el mundo externo, La niña en la palomera es un estudio
detallado del entorno, incluso geográfico o poblacional. Es de ese
medio, con esa semi pobreza y presidida por la ignorancia, de donde
surgirán las frustraciones de Ana y el poco promisorio futuro de la
mayoría de los jóvenes que aparecen allí.
Al revés de lo que normalmente se dice, La niña en la palomera
no es una introspección puramente sicológica en una muchacha
de clase media baja. Si bien es cierto la protagonista aparece en
todas sus dudas y temores, en sus esperanzas más íntımas, con
toda su carga emocional y afectiva, igualmente la obra convierte
al mundo del que ella forma parte, en otro protagonista. De esta
manera, el dibujo de las calles, la población y los habitantes, forma
parte significativa de las causas que producen un drama como el
que sufre Ana.
Entre esos mundos, el de la familia es seguramente el más im-
portante. La muchacha no tiene una buena relación con sus padres,
a quienes acusa de no poseer ambiciones, de no entenderla. La obra
toca uno de los temas favoritos de las creaciones de la década del
60: la incomunicación, en este caso entre padres e hijos. Ahoga-
dos por dificultades económicas, sin preparación para enfrentar
los requerimientos juveniles y con problemas de alcoholismo, los
158 Fernando Cuadra
ÍNDICE
La Mano y La Gallina
Fernando Josseau
COLECCIÓN
TEATRO
(Versiones íntegras)
LA CAPO-TORTUGA Y LA LIEBRE
FANFARRONA
Gabriel Echeverría