Breve Antologã A de La Poesã A Norteamericana de Los Siglos XIX y XX
Breve Antologã A de La Poesã A Norteamericana de Los Siglos XIX y XX
Breve Antologã A de La Poesã A Norteamericana de Los Siglos XIX y XX
poesía norteamericana de
los siglos XIX y XX.
Carver. O’Hara. Plath. Oliver. Gluck. Olds. Dickinson. Moore. Sexton. Rich.
WC Williams. Bishop. Whitman. Levertov. Cummings. Ginsberg. Pound.
El don de la ternura
Último fragmento
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.
Para Tess
Poema
Papi
Tú ya no, tú ya no
Me sirves, zapato negro
En el que viví treinta años
Como un pie, mísera y blancuzca,
Casi sin atreverme ni a chistar ni a mistar.
Tulipanes
Lady Lazarus
Es un pisapapel,
Mi rostro un fino lienzo
Judío y sin rasgos.
Descascara la envoltura
Oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —
¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
Se desvanecerá en un día.
Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
“Milagro!”
Que me liquida.
Luego una carga a fondo
Ceniza, ceniza —
Ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda 00
Cada día
veo u oigo algo
que más o menos
me mata de placer,
que me deja
como una aguja
en el pajar de luz.
para perderme
dentro de este mundo suave,
para aprender,
una y otra vez,
en la alegría,
y la admiración.
No estoy hablando
de lo excepcional,
de lo terrible, de lo espantoso,
de lo extravagante,
sino de lo ordinario,
lo común, lo monótono,
las cosas que ocurren a diario…
Poema
Les perdono
su infelicidad
les perdono
haberse ido del mundo.
a toda velocidad
hacia el olvido
al filo de sus exquisitos
poemas, anunciando:
este es el camino.
Louise Gluck (1943-2023)
Imagen en el espejo
El deseo
Primer recuerdo
La hora después
Un tiempo de pasión
Aceite de pescado
919
670
1755
La poesía
A mí tampoco me gusta.
Pero, al leerla con absoluto
desprecio, descubrimos en ella,
al fin y al cabo,
sitio para lo auténtico.
Anne Sexton (1928-1974)
Sé que todo es
un asunto de manos.
De la triste dulzura de tocar
llega el amor
como un desayuno.
De las muchas casas salen las manos
antes del abandono de la ciudad,
de los bares y tiendas,
sale una fila delgada de hormigas.
Me hace reír
ver a una mujer en esta condición.
Me hace reír por Estados Unidos y por la ciudad de Nueva York
cuando te cortan las manos
y nadie contesta el teléfono.
El beso
Deseando morir
Diálogo
no sé
quién era cuando hacía aquellas cosas
o quién dije que era
o si deseaba sentir
aquello sobre lo que había leído
o quién estaba allí conmigo en realidad
o si sabía, ya entonces,
que cabía la duda acerca de estas cosas.
XIII (DEDICATORIAS)
y que
probablemente
guardabas
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
tan frías
Elizabeth Bishop (1911-1979)
Un arte
Y yo he dicho...:
Canto a mí mismo
El pasado y el presente se marchitan.
Y los he llenado y los he vaciado a los dos
y prosigo llenando lo que me espera en el futuro.
Y ahora vosotros, los que me habéis escuchado,
levantaos. ¿Qué tenéis que decirme?
Miradme a la cara, mientras respiro por última vez bajo las sombras de la tarde.
(Hablad sinceramente, nadie os escucha y sólo dispongo de un minuto.)
¿Qué tenéis que decirme?
¿Qué me contradigo?
Sí, me contradigo. Y ¿qué?
(Yo soy inmenso…
y contengo multitudes.)
Me dirijo a los que están cerca
y espero en el umbral de la puerta.
¿Quién ha terminado su trabajo?
¿Quién ha concluido de cenar?
¿Quién me acompaña?
¿Quién viene conmigo?
O ¿vais a hablar cuando ya me haya ido y sea demasiado tarde?
Denise Levertov (1923-1997)
Al lector
El secreto
Yo que no sé el
secreto escribí
el verso. Ellas
me contaron
(a través de un tercero)
que lo habían encontrado
pero no en qué consistía
ni siquiera
el verso, el nombre
del poema. Las amo
porque vieron lo que
no puedo ver,
en otros
acontecimientos. Y por
querer saberlo,
por
LVII
VII
I.
Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la
maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad
sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando
jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose
sobre techos iluminados,
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia
en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,
que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la
calavera,
que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y
escuchando al Terror a través del muro,
que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana
hacia Nueva York,
que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o
sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,
con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,
incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de
Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,
realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero,
borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón
parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn,
desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,
que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en
benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y
golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,
que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo
largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis
en el jukebox de hidrógeno,
que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al
puente de Brooklyn,
un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio
desde ventanas desde el Empire State desde la luna,
parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo
ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne
para la sinagoga arrojada en el pavimento,
que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del
Atlantic City Hall,
sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de
abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,
que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se
iban, sin dejar corazones rotos,
que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia
granjas solitarias en la abuela noche,
que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos
instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles
indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle
en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al
brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron
hacia África,
que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y
la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,
que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes
ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,
que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del
Capitalismo,
que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras
las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island
también aullaba,
que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros
esqueletos,
que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más
crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,
que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y
manuscritos,
que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,
que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico
y Caribeño,
que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios
repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,
que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un
baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,
que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la
arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo
y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,
que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos
una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron
desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de
conciencia,
que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los
ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer,
resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,
que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de
estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables
jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos
de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios
levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en
callejones de la ciudad natal,
que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un
súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de
hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,
que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles
esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y
opio,
que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco
azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,
que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los
ríos de Bowery,
que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,
que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir
clavicordios en sus áticos,
que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas
naranjas de Teología,
que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que
en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,
que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino
vegetal,
que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,
que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, &
cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente,
que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir
tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de
versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de
nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron
atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,
que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados
dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera
una cerveza gratis,
que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el
sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos
de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se
acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la
explosión de colosales silbatos de vapor,
que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar-
autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,
que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías
tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,
que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y
meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora
Denver extraña a sus héroes,
que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y
los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,
que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada
y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,
que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en
busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a
Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,
que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su
locura y sus manos y un jurado indeciso,
que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se
presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco
discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,
y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia
terapia ocupacional ping pong y amnesia,
que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando
brevemente en catatonia,
volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a
la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,
los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma,
balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de
la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,
con la madre finalmente , y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la
última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último
cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió
torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado
poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa
animal del tiempo-
y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la
alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,
que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes
yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos
elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de
Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y
temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del
pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,
el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo
que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,
y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda
y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli
lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio
con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse
mil años.
II
¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las
escaleras! ¡Muchachos sollozando en ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el pesado
juez de los hombres!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la desalmada cárcel de tibias cruzadas y congreso de
tristezas! ¡Moloch cuyos edificios son juicio! ¡Moloch la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch los
pasmados gobiernos!
¡Moloch cuya mente es maquinaria pura! ¡Moloch cuya sangre es un torrente de dinero! ¡Moloch
cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es un dínamo caníbal! ¡Moloch cuya oreja es una
tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se yerguen en las largas
calles como inacabables Jehovás! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas
chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es aceite y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch
cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuado!
¡Moloch cuyo nombre es la mente!
¡Moloch en quien me asiento solitario! ¡Moloch en quien sueño ángeles! ¡Demente en Moloch!
¡Chupa vergas en Moloch! ¡Sin amor ni hombre en Moloch!
¡Moloch quien entró tempranamente en mi alma! ¡Moloch en quien soy una conciencia sin un cuerpo!
¡Moloch quien me ahuyentó de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien yo abandono! ¡Despierten en
Moloch! ¡Luz chorreando del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas!
¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas
de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Rompieron sus espaldas levantando a Moloch hasta el cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas!
¡Levantando la ciudad al cielo que existe y está alrededor nuestro!
¡Visiones! ¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis! ¡Arrastrados por el río americano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones! ¡Todo el cargamento de mierda sensible!
¡Progresos! ¡Sobre el río! ¡Giros y crucifixiones! ¡Arrastrados por la corriente! ¡Epifanías!
¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos animales y suicidios! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación
demente! ¡Abajo sobre las rocas del tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo! ¡Los ojos salvajes! ¡Los santos gritos! ¡Dijeron
hasta luego! ¡Saltaron del techo! ¡Hacia la soledad! ¡Despidiéndose! ¡Llevando flores! ¡Hacia el río!
¡Por la calle!
III
Causa
So-Shu soñó
y habiendo soñado que era un pájaro, una abeja y una mariposa,
quedó incierto de por qué debía tratar de sentirse otra cosa,
de ahí su contento.
¡Gracias por leer!
Hasta la próxima.