Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Resumen de El Espejo Africano

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

Resumen de El espejo africano, de Liliana Bodoc

El espejo africano es una novela corta escrita por la autora argentina Liliana Bodoc y
publicada en 2008. El libro obtuvo el Premio Barco de Vapor ese mismo año.
Ambientada en diversos lugares de Sudamérica y España a finales del siglo XVIII, narra la
historia de diferentes personajes que entrelazan sus vidas sin saberlo a través de un espejo
de ébano tallado en África.

MENÚ RÁPIDO

1.- Resumen de El espejo africano


1.1. - La historia de Atima Imaoma
1.2. - El espejo llega a Valencia
1.3. - La causa libertadora del General San Martín
1.4. - Atima Silencio recupera el espejo
2.- Personajes de El espejo africano
2.1. - Personajes principales
2.2. - Personajes secundarios
Resumen de El espejo africano
La historia de Atima Imaoma
Esta historia comienza en una aldea con pocos habitantes donde vivían Imaoma, un joven
cazador, y Atima, una bella muchacha experta en teñir plumas y coser pieles. Un día,
Imaoma miró tres veces a Atima, lo que en su aldea significaba que quería casarse con ella;
Atima acepta y ambos se casan. Atima le regala a Imaoma un brazalete de piel, e Imaoma le
regala a Atima un pequeño espejo enmarcado en ébano que él mismo había tallado. Con el
paso del tiempo tienen una hija a la que llaman Atima Imaoma.
Un día, Atima y su hija se alejan de la aldea en busca de comida y son sorprendidas por
cazadores de hombres, los cuales capturan a la niña. Atima hizo todo lo posible por
rescatarla, pero sus esfuerzos resultaron inútiles, por lo que le suplica al jefe de los
cazadores que le entregue el espejo de ébano a su hija. El hombre accede.
Atima Imaoma es llevada en barco hasta América del Sur, donde fue vendida a la familia
Fontezo y Cabrera para ser la doncella personal de la hija de esta familia, Raquel. Además,
le cambian el nombre a Atima Imaoma y la llaman Silencio. A pesar de todo, Silencio tuvo
suerte, pues la familia Fontezo y Cabrera la trataba muy bien.
Silencio creció junto a Raquel y aprendió las mismas tareas que le enseñaron a ella. A pesar
de estar agusto, Silencio también estaba triste porque no podía recordar a su familia ni su
verdadero nombre. Cuando Raquel cumplió doce años le pidió a su padre permiso para
enseñar a Silencio a leer y escribir. El padre se negó, pero acabó cediendo con la condición
de que le enseñara a escondidas en el granero.
Al cabo de unos años, la situación económica de la familia Fontezo y Cabrera es
desesperada, por lo que deben desprenderse de algunos objetos de valor y, también, de
Silencio. Raquel suplicó que no la abandonaran, pero fue inútil: Silencio fue vendida a una
hacienda en Mendoza, donde ya no sería tratada con tanta benevolencia. Silencio pasó la
última noche en el granero. Sostuvo el pequeño espejo frente a su rostro, herencia de su
madre, y comenzó a moverlo despacio hasta que leyó escrito en el pizarrón “AMO A MI
AMITA”, pero que en el espejo se leía al revés: “ATIMA IMA OMA”.
Al día siguiente, mientras se despedía de Raquel, le dijo que ya tenía doce años y que,
según las costumbres de su pueblo, podía elegir su nombre y que éste sería Atima Imaoma.
Raquel le dijo que no lo mencionara frente a sus nuevos dueños porque podrían castigarla y
prometió que algún día se reencontrarían. Luego, el carro en el que estaba Silencio partió
hacia Mendoza.
El espejo llega a Valencia
Nos situamos en Valencia unos años más tarde, en 1818, en una casa de antigüedades
donde viven María Petra, la dueña, y Dorel, un huérfano que ella sacó del orfanato cuando
tenía seis años. La casa permanecía cerrada salvo la ventana donde se encontraban los
objetos a la venta.
La señora Petra era muy buena con Dorel, ya que le dejaba incluso dar clases con un
maestro, salvo por una cosa: no le dejaba aprender a tocar el violín, su gran pasión, porque
creía que la música era mala. Pero Dorel le dijo que nunca sería feliz si ella no le permitía
tocar el violín porque la música era buena para el alma, según le decía su maestro. Esto
enfurece a Petra y le prohíbe al maestro volver a darle clases a Dorel.
Un día, Petra deja a Dorel como encargado del negocio y entra un joven con el espejo que
había pertenecido a Atima Imaoma, diciendo que su padre lo había traído de América y
quería venderlo por cuatro monedas. Dorel acepta, pero se lo vende por tres monedas
porque es lo que había aprendido de la señora Petra, y comienza a limpiar el espejo cuando
ve, con asombro, que su cara reflejada en él era gris y triste y muy similar a la de la señora
Petra.

Retrocedemos a 1802 y nos situamos de nuevo en Mendoza. Atima Imaoma se casó con un
esclavo de la nueva hacienda en la que trabajaba y tuvo una hija con él, a la que llamó
Atima Silencio. Atima Imaoma y su esposo mueren a causa de la peste, por lo que Atima
Silencio se quedó sola y con ganas de huir de ese lugar. Avanzamos hasta 1816, a una noche
de tormenta en la que los fuertes vientos destrozaron el barracón en el que dormía Atima
Silencio y la muchacha aprovechó para escapar.
A la mañana siguiente, en la hacienda descubren que Atima Silencio se ha fugado y la
persiguen varias personas, entre ellas el hijo mayor del amo de la hacienda. Encuentra a
Atima Silencio en lo alto de una quebrada alta y escarpada, pero, al intentar escalarla,
resbala y cae. Atima Silencio pide ayuda al resto de sus perseguidores para que socorran al
muchacho haciéndoles señales con su espejo. Los perseguidores salvan la vida del
muchacho y capturan de nuevo a Atima Silencio, pero el amo la libera por haberle salvado
la vida a su hijo.
Volvemos a Valencia, al año 1818. Arrepentido de haber comprado el espejo por tres
monedas, Dorel va en busca del muchacho para darle una cuarta moneda. Pregunta a varias
personas que le indican dónde han visto al muchacho, pero siempre que llega ya no está
donde le habían indicado. Al final se encuentra con un monje que le invita a tomar una taza
de leche en el monasterio. Allí había un violín que Dorel pudo tocar y, por fin, en el espejo
se mostraba su reflejo sonriente.
La causa libertadora del General San Martín
Retrocedemos de nuevo a Mendoza, al año 1816. Atima Silencio vaga en libertad en busca
de un trabajo, pero nadie se lo daba. Una noche en la que estaba hambrienta, se acercó a
una hoguera donde había soldados y éstos le dieron de comer. Al final se acercó un jinete,
el general San Martín, que ordenó que le dieran un trabajo con un grupo de mujeres que
ayudaban al ejército.
Agradecida, Atima Silencio intentó acercarse al general en varias ocasiones para darle las
gracias. Consigue llamar su atención al tercer intento; le dio las gracias al general y le
ofreció el espejo como donación para contribuir con la causa libertadora. El general grabó
su firma en el marco del espejo y dijo que lo usaría como salvoconducto y que lo llevaría
uno de sus mejores mensajeros. Poco después el ejército partió y Atima Silencio se despidió
de sus compañeros.
Viajamos ahora a Chile, al año 1818. Es de noche y el ejército de San Martín se dispone a
acampar. En una posada, un viajero entra a descansar y allí escucha a dos soldados
españoles hablar sobre una emboscada al ejército de San Martín esa misma noche. Quiso
avisar al ejército, pero los soldados españoles lo interceptaron y le quitaron un espejo con
el nombre del general del ejército de San Martín. Le llevan ante su general, el general
Ordóñez, y lo asesinan de dos balazos. Luego, atacaron por sorpresa al ejército de San
Martín.

Ahora viajamos a Mendoza en el año 1821. Atima Silencio vivía tiempos difíciles, pues no
había mucho trabajo para una esclava liberada. La mayor parte del tiempo no tenía nada
que comer ni dónde dormir.
Atima Silencio recupera el espejo
Ahora saltamos a un teatro en Madrid, en 1822. Raquel, la antigua ama de Atima Imaoma,
va a ver un concierto de música donde Dorel es el violinista principal. Raquel ya era una
mujer mayor que se había casado y enviudado y tenía dos hijos; además, su salud no era
muy buena. Después del concierto fue a ver a Dorel a su camerino y descubrió que tenía en
su poder el espejo de Atima Imaoma. Le preguntó de dónde lo había sacado y Dorel le
contó que se lo había comprado a un muchacho por tres monedas. Dorel le regala el espejo
y Raquel, a pesar de su salud, decide viajar a América para buscar a su antigua doncella.
Raquel llega a Mendoza y se dirige a la hacienda donde trabajaba Atima Silencio. Pregunta
en el barracón de los esclavos, que ya no eran tantos como antaño, y le cuentan que Atima
Imaoma murió pero que tuvo una hija. También le dicen que el cuerpo de Atima Imaoma
está enterrado en el cementerio para esclavos, en el límite al norte de la hacienda; Raquel
va al cementerio y encuentra la tumba de su antigua amiga, y entonces se acerca Atima
Silencio. Raquel la ve y la confunde con Atima Imaoma, pero Atima Silencio le dice quién es
en realidad.
Raquel le entrega el espejo que era de su madre y le ofrece ocupar el lugar que ocupaba
Atima Imaoma cuando eran jóvenes. Atima Silencio se pone muy contenta y acepta el
ofrecimiento. Las dos mujeres hablan de sus vidas hasta que llega la noche.

Personajes de El espejo africano


Personajes principales
Atima Imaoma o Silencio: hija de Atima e Imaoma. La venden a una familia donde se hace
amiga de la hija, Raquel. Allí le cambian el nombre por Silencio. Eventualmente, debe
abandonar a esa familia y servir en otra hacienda donde se casa y tiene una hija, Atima
Silencio. Muere a causa de la peste.
Atima Silencio: hija de Atima Imaoma. Es una joven esclava que quiere huir de la hacienda
en la que trabaja, y lo logra. Está varios años malviviendo y sobreviviendo como puede
hasta que se encuentra con la antigua ama de su madre, Raquel.

Personajes secundarios
Atima: madre de Atima Imaoma, una mujer africana experta en teñir plumas y coser pieles.
Imaoma: padre de Atima Imaoma, un joven cazador africano.
Raquel: mejor amiga de Atima Imaoma, hija de los dueños de la primera hacienda en la que
trabaja.
Dorel: un joven huérfano que vive en España junto a María Petra, que lo tiene dominado
como a un esclavo. Su sueño es ser violinista.
María Petra: una anticuaria.
Familia Fontezo y Cabrera: familia acaudalada con haciendas y esclavos.
General San Martín: prócer independentista.

Opinión de El espejo africano


El espejo africano es una historia bella y conmovedora que muestra la diversidad cultural de
nuestro territorio. Habla de los objetos y de cómo pasan de mano en mano dejando su
marca en cada una de las personas que lo poseen. Con el espejo como testigo, las
experiencias se entrelazan para reflexionar sobre la esclavitud, los sueños y la libertad.
Cada una de las personas por las que pasa el espejo lucha por la libertad. A medida que
conocemos estas historias de vidas enlazadas nos sumergimos en la cultura de los
diferentes lugares, con sus prejuicios y sus distintas maneras de entender la libertad.
Es un relato muy corto pero lleno de significados. Liliana Bodoc logra transmitir su mensaje
con una narrativa simple y directa. Sin duda lo recomiendo y, aunque sea una lectura
infantil, está llena de reflexión.

También podría gustarte