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Andrés Avelino Cáceres
Andrés Avelino Cáceres
Andrés Avelino Cáceres
Defensor de la legalidad
Descripción
Guerra del Pacífico
Campaña del Sur
Campaña de Lima
Cargos políticos
Campaña de la Breña
La guerra civil de 1884-1885
Elecciones presidenciales de 1886
Primer gobierno (1886-1890)
Aspecto económico
Aspecto internacional
Origen del problema de La Brea y Pariñas
Otras obras y hechos importantes
Elecciones presidenciales de 1890
Segundo gobierno (1894-1895)
La guerra civil de 1894-1895
Post presidencia
Memorias
Legado
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
Nacimiento e infancia
La partida de bautismo de Andrés A. Cáceres está perdida. No obstante, tradicionalmente se acepta que
nació el 10 de noviembre de 1836, pues él mismo celebraba en esa fecha su cumpleaños, así como también
fue la fecha en la que se celebró el centenario de su nacimiento. Como respaldo se señala que es la misma
fecha de la festividad de San Andrés Avelino, pues presumiblemente su nombre había sido escogido del
santoral; aunque hay que señalar que Cáceres firmaba siempre como Andrés A., de modo que solo es una
inferencia derivada de la fecha de su santo que su segundo nombre fuera Avelino. Una investigación
realizada por el historiador Jorge Guillermo Leguía, llegó a la conclusión de que Cáceres nació en realidad
el 4 de febrero de 1833, y que su segundo nombre era Alfredo.1 2 El historiador afirmaba que esta
información le había sido transmitida por Hortensia Cáceres, la hija del héroe, pero su investigación no ha
tenido un amplio apoyo. Por tanto, prevalece la fecha tradicional.3
Sus padres fueron Domingo Cáceres y Oré, hacendado de Ayacucho, y Justa Dorregaray Cueva, hija del
coronel español Demetrio Dorregaray.4 Por la línea materna estaba emparentado con Catalina Huanca1
(1543-1637), princesa inca-huanca, hija de Machu Apu Alaya, curaca de Atun Jauja (hoy Jauja,
Concepción y Huancayo), y descendiente por vía materna del Inca Huáscar. Esta Catalina Huanca fue una
de las damas más acaudaladas y respetables de su tiempo; se decía que conocía los sitios donde se hallaban
enterrados los fabulosos tesoros del templo de Pachacámac, que los indígenas habían puesto a resguardo de
la voracidad de los españoles. Esta leyenda del «tesoro de Catalina Huanca» todavía se mantiene viva.5
Cáceres cursó sus estudios escolares en el Colegio San Ramón de su ciudad natal.1 6
Primeras armas
En 1854, junto con otros jóvenes entusiastas, se sumó a un motín que estalló en Ayacucho en apoyo de la
rebelión liberal conducida por el general Ramón Castilla contra el presidente José Rufino Echenique. Poco
después, llegó a Ayacucho el ejército rebelde encabezado por el mismo Castilla. Seducido por la
personalidad de este caudillo, Cáceres abandonó sus estudios y se enroló en el ejército.7 Él mismo cuenta
este episodio, en una entrevista que dio a un diario de Lima en 1921:
En 1854, acababa de estallar la revolución contra Echenique, provocada por los escándalos de
la corrupción del guano. De todos los rincones del país, se sumaban las adhesiones. En
Ayacucho, mi tierra natal, don Ángel Cavero, uno de los vecinos del lugar, encabezó el
movimiento rodeado de simpatía popular. Muchos jóvenes nos presentamos voluntarios a filas.
Yo contaba 19 años, estudiaba en la universidad de Huamanga y era de los más entusiastas.
Nos apoderamos de la gendarmería. Luego llegó el ejército rebelde, en donde terminé de
enrolarme. Entonces el general Castilla, a quien sin duda caí en gracia, me llamó a su
despacho y me dijo: “¿Quiéres seguir la carrera?”, “Sí, señor, es mi mayor deseo”, le contesté
con aplomo. Entonces, me respondió, palmeándome la espalda, “serás un buen guerrero”.
Entrevista en el diario La Crónica, 27 de noviembre de 1921, con ocasión del 42 aniversario
de la victoria de Tarapacá, durante la Guerra del Pacífico.8
Cáceres ingresó como cadete en el batallón Ayacucho, organizado por el general Fermín del Castillo.7
Luchó en batalla de La Palma, librada en las afueras de Lima, el 5 de enero de 1855, donde resultó herido
en un pie.1 Por su actuación destacada fue ascendido a subteniente. En 1857 ascendió sucesivamente a
teniente graduado y teniente efectivo.7
Durante la campaña revolucionaria ascendió sucesivamente a mayor efectivo y a teniente coronel graduado,
en abril de 1865. Participó en la ocupación de Lima y más tarde, ya con Prado como Dictador, en el
combate del Dos de Mayo de 1866 contra la Escuadra Española del Pacífico en el Callao.7 Aquí estuvo al
mando de 46 hombres y 30 voluntarios en el fuerte Ayacucho, desde el cual puso fuera de combate a las
fragatas Villa de Madrid y Berenguela. En el parte respectivo, el coronel José Joaquín Inclán, jefe de las
baterías del Norte, destacó su desempeño, calificándolo de «resuelto».1
En 1870, se casó en Ayacucho con Antonia Moreno Leyva con quien tuvo tres hijas: Aurora Cáceres, Rosa
Amelia Cáceres y Lucila Hortensia Cáceres.
Defensor de la legalidad
En 1868 decidió abandonar la carrera militar y regresar a Ayacucho para dedicarse a la agricultura. Pero en
1872 retornó al servicio, para enfrentar a la rebelión del coronel Tomás Gutiérrez contra el presidente José
Balta, originado por el descontento de un sector del ejército por la elección de Manuel Pardo y Lavalle, el
primer presidente civil del Perú y el fundador del Partido Civil.6 7
Su respaldo al presidente Pardo le ganó la simpatía de los líderes civilistas y fue nombrado subjefe del
Batallón Zepita, acuartelado en San Francisco, en Lima. Fue en esta circunstancia cuando alcanzó súbita
notoriedad, al reprimir personalmente una rebelión de varios sargentos de su batallón. Durante tres cuartos
de hora y al frente de un retén de soldados, se batió a disparos con los amotinados, y él mismo mató de un
certero tiro de revólver al cabecilla de la rebelión.1 Esta actuación le valió su ascenso a teniente coronel
efectivo, en noviembre de 1872.7
Con el mismo batallón marchó hacia Tarma y Chanchamayo para entrenar a sus soldados en trabajos de
colonización. En 1874 fue uno de los encargados de sofocar la revolución de Nicolás de Piérola, que acabó
siendo derrotado en la batalla del Alto de Los Ángeles, en Moquegua. Por esta acción fue ascendido a
coronel graduado, en 1875.7
Reteniendo el mando del Batallón Zepita, asumió la prefectura y la comandancia militar del departamento
del Cuzco, cargo que desempeñaba al estallar la guerra con Chile.1
Descripción
Cáceres era alto, delgado, ancho de hombros, de aspecto imponente, de rostro enjuto y blanco,
ojos grises y casi negros y una permanente cicatriz en el párpado derecho, cabello castaño,
largo, poblado y entrecano y espesas patillas "a la austriaca", pues se afeitaba la barba desde el
labio inferior hasta la garganta. Para la guerra en el interior tenía extraordinarias condiciones.
Su salud robusta, lograba soportar las incesantes marchas a través de largas distancias por
cordilleras, desiertos, quebradas y barrancos, así como las peores privaciones, y por ella llegó
a veces a alimentarse con la más extrema frugalidad. Incansable en su actividad, valiente en la
lucha, eficaz en el comando, tenaz ante el infortunio, luchó con los chilenos y también con la
escasez de recursos, con los rigores de la naturaleza, con la saña de las facciones políticas, no
solo en guerra declarada como primero ocurriera con tropas de García Calderón, luego de
Piérola, y por último, de Iglesias, sino también en hostilidad aleve, como en el caso de los
políticos de Arequipa. Conocía el idioma indígena y con él sabía inspirar devoción y coraje a
sus soldados. Solían llevar ellos los sombreros o kepis con funda encarnada y cubrenuca
blanca, origen del famoso kepí rojo, más tarde cantado por el poeta Ricardo Rossel.
Jorge Basadre9
Tras el comienzo de la
Guerra del Pacífico el 5 de
abril de 1879, Cáceres fue
enviado a la cabeza del
Batallón Zepita en defensa Cáceres, junto a su esposa Antonia
del Departamento de Moreno y sus hijas Zoila, Hortensia y
Tarapacá. Fue nombrado Rosa (1886).
comandante de la 2.ª
División del Ejército del
Batalla de Tarapacá. La pintura Sur y ascendió a coronel efectivo en octubre de 1879.1
representa al entonces coronel
Cáceres, en el extremo derecho, Luchó contra el ejército chileno en las batallas de San Francisco
dirigiendo el ataque a la división del (19 de noviembre de 1879) y Tarapacá (27 de noviembre de 1879).
teniente coronel chileno Ricardo En esta última, su intervención fue decisiva para sellar la victoria
Santa Cruz. Óleo de Aguirre peruana.7 En Tarapacá, una aldea situada al pie de la cordillera, se
Jaramillo, 1926 hallaban los restos del ejército peruano desmoralizado tras el revés
sufrido en San Francisco, cuando llegó la noticia de que los
chilenos coronaban las alturas y se disponían a atacarlos. De
inmediato los peruanos se dispusieron a contrarrestar el ataque, destacando la división mandada por
Cáceres, que logró subir hasta las alturas donde se atrincheraban los chilenos, lográndoles capturarles varios
de sus cañones. Pero Cáceres hizo aún más: resistió el contraataque del enemigo, que venía reforzado con
caballería y dos columnas. Cuando se le agotaron las municiones, se proveyó de los pertrechos de los
chilenos caídos y emprendió otro ataque, apoyado por otros destacamentos. Hizo retroceder a los chilenos,
a quienes no pudo perseguir por no contar con caballería. Tarapacá se constituyó así en un notable triunfo
peruano, logrado por los restos de un ejército fatigado y desmoralizado, que no contaba con caballería ni
artillería, y que aun así supo batir a un enemigo superior en poder de fuego.10 El aniversario de esta batalla
se convirtió en el Día de la Infantería Peruana.
Pero la victoria de Tarapacá no cambió el curso de la guerra y las tropas peruanas optaron por retirarse al
norte, desocupando el departamento de Tarapacá hasta llegar a Tacna. A Cáceres se le confió la vigilancia
del litoral situado en las inmediaciones de Ilo. Luego fue trasladado a Tacna, donde el alto mando dispuso
una concentración de fuerzas, cooperando en la reorganización del Ejército del Sur del Perú.7 Dicho
ejército fue desplegado alrededor de la ciudad de Tacna con el objetivo de unir fuerzas con el ejército
boliviano que era dirigido por el presidente de Bolivia en persona, el general Narciso Campero.
El ejército chileno desembarcó más al norte de Tacna, entre Ilo y Pacocha, sin hallar oposición; desde allí
atacaron a las posiciones peruanas. Se libró la batalla del Alto de la Alianza o de Tacna, el 26 de mayo de
1880, donde Cáceres, otra vez al frente de batallón Zepita, tuvo una notable participación. Combatió con
tanto ardor y con gran riesgo para su vida que sufrió la pérdida de dos caballos, y cuando la derrota era ya
definitiva, reunió a los soldados dispersos y cuidó el orden de la retirada. Propuso reforzar la plaza de
Arica, pero el comando dio por terminada la campaña y Cáceres se encaminó a Lima, donde llegó en
agosto de 1880 para ayudar en la organización de la defensa de la capital.7
Campaña de Lima
Cáceres participó en las batallas de San Juan el 13 de enero de 1881, donde tuvo a su mando el IV Cuerpo.
Tuvo que retirarse a Miraflores luego de haber sufrido fuertes pérdidas. Chorrillos y Barranco fueron
incendiados, y según testimonios, parte de la tropa chilena se entregó a la embriaguez y a la reyerta. Esa
misma noche Cáceres y César Canevaro insistieron en avanzar hacia Chorrillos, al frente cinco mil o más
soldados peruanos, para hacer un ataque sorpresa a los chilenos. Piérola se negó a autorizar esta operación
que consideró muy riesgosa. Aunque Cáceres, en sus memorias, insiste en sostener que se perdió una
oportunidad única para infligir al enemigo un grave revés, lo cierto era que, descontando a los soldados
chilenos ebrios e indisciplinados (quienes, según cálculos del historiador Carlos Dellepiane, no
sobrepasaban el número de dos mil13 ), el grueso del ejército chileno se hallaba a cubierto de una
sorpresa.14
Dos días después, el ejército chileno venció la línea de Miraflores, donde Cáceres sufrió la perforación del
fémur derecho. Acudió al puesto ambulatorio establecido en la calle de San Carlos y luego al ubicado en el
colegio de San Pedro, donde fue atendido por el doctor Belisario Sosa.15 Pronto los chilenos inquirieron
sobre su estado de salud, por lo que temió ser capturado, escondiéndose entonces en la celda del padre
superior del Convento de San Pedro. El 15 de abril de 1881, todavía convaleciente y con la ayuda de su
esposa y algunos amigos, salió de Lima, dirigiéndose hacia Jauja, en la sierra central.16
Cargos políticos
El 26 de abril de 1881, el presidente Piérola lo nombró Jefe Político y Militar de los Departamentos del
Centro de la República,7 en reemplazo de Juan Martín Echenique.9 Por su parte, la Asamblea Nacional
reunida en Ayacucho lo ascendió a General de Brigada (26 de mayo de 1881),17 por el heroísmo
demostrado en las cinco batallas principales en las que actuó: San Francisco, Tarapacá, Tacna, San Juan y
Miraflores.
En julio de 1881 el gobierno de Francisco García Calderón intentó atraerlo a su servicio ofreciéndole la
primera vicepresidencia, pero Cáceres reiteró su adhesión a Piérola.18 En octubre, Piérola lo nombró
ministro de Guerra.19 En noviembre, los jefes y oficiales de su ejército se rebelaron contra Piérola y le
ofrecieron la presidencia de la república, que no quiso aceptar, pues consideró más apropiado respaldar
(ahora sí) al presidente García Calderón Landa, que acababa de ser confinado a Chile por negarse a firmar
la paz con cesión territorial. En la práctica, su lealtad fue hacia el vicepresidente Lizardo Montero, que
asumió el gobierno en reemplazo del presidente deportado. Cáceres se conformó con mantenerse en el
cargo de Jefe político y militar de los departamentos del Centro. Por entonces ya había empezado la
campaña de la Breña.20
La razón del abandono de su adhesión a Piérola se debió a que fue convencido de que con el gobierno de
García Calderón/Montero se podría llegar a la paz con Chile a través de la mediación del ministro
estadounidense en Lima, general Hurlbut, sin contemplar la cesión territorial. Pero esta expectativa no se
cumplió y Piérola llegó incluso a afirmar que la defección de las fuerza militares de Cáceres en el centro y
las de Montero en el sur, hicieron frustrar un supuesto ataque combinado que tenía planeado hacer con
Bolivia para recuperar Tarapacá y Arica, así como otro ataque masivo a Lima. Cáceres, en sus Memorias,
negó rotundamente haber sido informado de la existencia de tal plan.21 Existe también una carta de
Ricardo Palma, firmada con el seudónimo de Hiram y publicada en el diario El Canal de Panamá (11 de
enero de 1882), donde llama traidor a Cáceres por pasarse al bando de García Calderón, y propiciar así,
según su opinión, el fracaso de los planes de Piérola de contratacar a los chilenos.
Campaña de la Breña
Con fuerza y mucho carisma, Cáceres pudo levantar a las poblaciones de la cordillera para resistir la
invasión chilena, especialmente gracias al apoyo completamente beligerante de la Iglesia peruana, dirigida
desde el Convento de Santa Rosa de Ocopa. Estableció como su centro de poder el valle del Mantaro y a
Ayacucho como su reserva.
Su ejército, que empezó con unos cuantos oficiales y 16 gendarmes convalecientes en el hospital de Jauja,
llegó en su momento máximo a más de 3000 hombres. Sus soldados vestían modestamente aunque con
igualdad de trajes; usaban mayormente fusiles Peabody y contaban con algunos cañones venidos a través
de Bolivia. Pero carecían de caballería.23 Fue denominado Ejército del Centro. Era, efectivamente, un
ejército orgánico, compuesto, en parte, de veteranos, sirviéndose de los guerrilleros solo como tropas de
choque.24 Buena parte de estos estaban armados de rejones, lanzas y hondas; también eran expertos en el
empleo de galgas que hacían rodar desde lo alto de los cerros sobre los pasos estrechos y desfiladeros. No
obstante, los chilenos no reconocieron a estas tropas como ejército, calificándolo de guerrillas o
montoneras, y por lo tanto, fuera de las formalidades de la guerra.25
A lo largo de esta campaña, Cáceres fue apodado «el Brujo de los Andes», apelativo debido a que siempre
burlaba las maniobras envolventes planeadas por los oficiales chilenos, y por la forma de dirigir sus
ataques, actuando con tanta fluidez que parecía estar presente en todas partes.7 Se hacía perseguir por
terrenos difíciles hasta alturas insoportables para los adversarios, quienes caían víctimas del soroche; otra
argucia que usaba era poner las herraduras de los caballos de forma inversa para despistar al ejército
chileno.
De Tarma, Cáceres pasó a Jauja y de allí a Huancayo, donde pasó revista a sus tropas, que sumaban 1300
hombres. Mientras tanto, Del Canto iba a su encuentro. Cáceres optó entonces por retirarse más al interior,
pero al avanzar hacia Pucará se encontró con las fuerzas chilenas. Se produjo entonces el Primer Combate
de Pucará (5 de febrero de 1882). Si bien inicialmente los chilenos creyeron tener éxito, se encontraron
luego con una segunda línea de combate separada de ellos por una quebrada de difícil acceso, donde no
podía maniobrar su caballería. Pronto descubrieron una tercera línea de fuego que los atacaba desde una
altura dominante. Se produjeron una serie de combates escalonados. Fatigadas sus tropas, Del Canto
ordenó la retirada hacia Sapallanga y luego hacia Huancayo, mientras que Cáceres continuó
ordenadamente su marcha hacia Ayacucho.32 Durante el combate, Cáceres, gracias a su guardia personal,
se salvó de una arremetida que para matarlo había desplegado un escuadrón de caballería enemiga.33
De Pucará, Cáceres marchó por Acostambo, Huancavelica y Acobamba, y de allí a Julcamarca donde una
terrible tempestad mermó sus fuerzas considerablemente, quedando reducido a 400 hombres, famélicos y
harapientos. No obstante, continuó su marcha hacia Ayacucho. Se enteró que el coronel Arnaldo Panizo,
subordinado suyo, se hallaba cerca de Ayacucho; este militar se había negado a entregarle sus tropas, las
cuales sumaban 1700 hombres. A pesar de contar con menos fuerzas, Cáceres atacó a Panizo en
Acuchimay, triunfando e incorporando esas tropas a su ejército (22 de febrero de 1882).34
En Ayacucho, Cáceres se reorganizó durante algunos meses y logró reunir un ejército de 4000 hombres,
con quienes salió nuevamente en campaña, en junio de 1882, rumbo hacia el valle del Mantaro, haciendo
previamente movimientos de observación e incentivando a las guerrillas lugareñas a atacar al enemigo.
Muchos pueblos de la región se le sumaron alborozados pues la incursión chilena se había hecho odiosa
por sus exacerbados abusos y sus demostraciones de racismo hacia el hombre andino.35
Cuando estuvo listo, Cáceres preparó un avance sobre las guarniciones chilenas de Marcavalle y Pucará,
que se produjo el 9 de julio de 1882. Los peruanos atacaron por tres frentes: por la izquierda Tafur, por el
centro Secada y por la derecha el propio Cáceres. Se produjo el segundo combate de Pucará y el combate
de Marcavalle. La resistencia chilena solo duró quince minutos; luego entraron en acción los guerrilleros
indígenas y los chilenos fueron perseguidos hasta Sapallanga36 Simultáneamente, entre el 9 y 10 de julio,
la guarnición chilena de Concepción (que se hallaba al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto), sufrió el
ataque de los guerrilleros indígenas de Comas (al mando del coronel Juan Gastó), librándose el combate de
Concepción, donde fueron exterminados los chilenos. A todas estas acciones se les conoce globalmente
como el triple triunfo de Cáceres en Pucará-Marcavalle-Concepción.37
Los chilenos retrocedieron hacia Huancayo, donde se hallaba el grueso de su división, y el día 11 de julio
emprendieron la retirada a toda prisa, pasando por Jauja y Tarma, rumbo a Lima. El 19 de julio Cáceres
ingresó triunfante en Tarma, cuando ya los chilenos se habían retirado. Coincidentemente, seis días antes, al
otro extremo del Perú, los pobladores de Cajamarca se levantaban contra los abusos de una expedición
chilena y lo derrotaban en la sangrienta batalla de San Pablo, triunfo peruano que no tuvo mayor
significado que el de ser una singular gesta cívica protagonizada por los cajamarquinos, que luego sufrieron
una feroz represalia chilena.38 26
Comprendiendo Cáceres que sus enemigos debían retroceder en fuga y cargados de enfermos, ordenó al
coronel Tafur que se adelantase para destruir el puente de La Oroya, ya que así quedaría cortado el camino
hacia Lima. Pero Tafur no cumplió con la orden dada y Cáceres no pudo acabar con la estropeada División
Del Canto, la que logró pasar por el puente de La Oroya en fuga salvadora hacia Lima. De todos modos, la
segunda expedición chilena contra Cáceres había fracasado rotundamente: el número de bajas chilenas
llegó a casi el 20% de la división, sin contar los enfermos e inutilizados. Muchos breñeros exhibían con
orgullo las cabezas y restos mutilados de los soldados chilenos. Por segunda vez, el departamento de Junín
quedó libre de invasores chilenos.39
Por entonces, los chilenos presionaban al presidente García Calderón (entonces confinado en Chile) a que
firmara la paz con cesión territorial. Las mismas presiones sufría el contralmirante Lizardo Montero, el
vicepresidente establecido en Arequipa. Ambos mandatarios rechazaron tales exigencias, pero sucedió
entonces el llamado Grito de Montán, el 31 de agosto de 1882, proclamado por el general peruano Miguel
Iglesias, jefe de las tropas del norte, quien consideraba necesario firmar ya la paz, incluso con cesión
territorial, antes que los chilenos continuaran destruyendo lo poco valioso que quedaba en el Perú.40
Cáceres rechazó tal planteamiento y anunció su voluntad de continuar la lucha.
c) Tercera expedición contra Cáceres. Huamachuco.- Los chilenos, viendo en Cáceres un obstáculo
para finalizar la guerra, en abril de 1883 organizaron una tercera expedición contra el ejército de la Breña,
esta vez mucho más poderosa que las anteriores, que reunía a 12 000 soldados, que mezclaban a veteranos
con reclutas de los nuevos batallones enviados del sur, pero mejor equipados. Así, sobre Canta marchó la
División León García con 2000 hombres; al mismo tiempo la División Del Canto se adelantó sobre
Sisicaya con 1500 soldados; luego, la División Urriola con 3000 regulares se dirigió por el valle del Rímac;
la División Gorostiaga caminó hacia Cajamarca con 2600 hombres; y finalmente, rumbo a Huaraz se
dirigió la División Arriagada compuesta de 3000 soldados.
Mientras tanto, Cáceres decidió movilizarse hacia el norte para reforzar su posición y además para debilitar
a Iglesias. El 1 de junio de 1883 llegó a Huánuco. Luego, atravesó el Callejón de Huaylas, cruzó la
Cordillera Blanca, por un abra de 4800 m s. n. m., subiendo después de la laguna de Llanganuco; de
bajada, Vaquería, Seccha, Acobamba y llegó a Pomabamba, con dirección Norte hasta Huamachuco.41
d) Cuarta expedición contra Cáceres.- Si bien se ha dicho que Huamachuco significó el fin de la guerra,
lo cierto es que Cáceres no se dio por vencido y marchó hacia Ayacucho, dispuesto a organizar un nuevo
Ejército de la Breña.45
Bajo el mando del coronel Martiniano Urriola, se emprendio una cuarta expedición con 1700 hombres,
debían ocupar Jauja, Huancayo y Ayacucho para impedir a Montero enfilarse con Cáceres en Junín. En el
trayecto sufrió el acoso de los guerrilleros, motivando bárbaras represalias de parte del jefe chileno. Urriola
entró por fin en Ayacucho el 1 de octubre, mientras Cáceres se retiraba a Andahuaylas (localidad de
Apurímac) para organizar su nuevo ejército. Urriola permaneció hasta mediados de noviembre en
Ayacucho, apremiado por la falta aprovisionamiento y el constante acoso guerrillero.46
“Cuando se ha pasado por Tarapacá y por Huamachuco no se puede retroceder sin mengua ni
empañar con una monstruosa deserción las glorias que he podido conquistar para mi patria”.
Su esperanza radicaba en el llamado Ejército del Sur, estacionado en Arequipa y bajo el mando de
Lizardo Montero. Pero dicho ejército se disolvió sin disparar un tiro y fue entonces cuando Cáceres vio
perdida toda posibilidad de ganar la guerra.49 Pero mantuvo por algún tiempo su cuartel general en
Huancayo, sin que los chilenos se arriesgasen a ocuparla. A mediados de 1884, las fuerzas chilenas
ocuparon la localidad de Jauja, la repentina ocupasión tendría una respuesta escrita por parte del general
peruano al coronel Gutiérrez, al mando de la guarnición chilena de Jauja, en la que refiere lo siguiente: La
celebración y ratificación del tratado de octubre, hacían esperar el término de las hostilidades entre los
beligerantes y la inmediata desocupación del territorio peruano por las tropas de Chile, de conformidad con
lo prescrito en ese mismo tratado y con los principios y prácticas internacionales. Por lo tanto, el avance de
las fuerzas comandadas por V.S. hasta la ciudad de Jauja, apenas tiene explicación, y el que suscribe ignora
si ese movimiento implica la continuación de las hostilidades, lo que, a ser verdad, significará el
rompimiento del referido tratado, por parte de los mismos que lo celebraron. Por lo que a mí respecta,
abrigo la profunda convicción de haber hecho, en la esfera de lo posible, todos los esfuerzos y sacrificios
que me ha impuesto el Perú en defensa de su honor y de su gloria; esfuerzos y sacrificios que han sido
estériles en sus resultados por la acción constante de los malos elementos que han conseguido reducir la
república a un estado completo de impotencia para la prosecución de la guerra con Chile. El 19 de Junio,
Patricio Lynch envió a su secretario, el doctor Armstrong, como delegado para instar a Cáceres a un
arreglo, a base de que reconociese el Tratado de Ancón, a lo cual el general peruano respondió:
El gobierno chileno ha conseguido todo lo que ha querido; ahora debe retirar sus tropas para
dejar libre al Perú, a no ser que pretenda dominarlo con la fuerza, lo cual no conseguirá, salvo
el caso de que convierta al país en un cementerio; pues mientras me quede un hombre con su
rejón flameará en alguna puna el pabellón nacional y continuaré luchando.50
Solo después de la total repatriación de las fuerzas chilenas y ante los hechos consumados, fue que Cáceres
se vio obligado a reconocer el tratado de Ancón, pues consideró que era necesario iniciar de una vez la
reconstrucción del país (agosto de 1884).48 Pero no reconoció al gobierno firmante, es decir, el gobierno
de Iglesias, y se empecinó en desalojarlo del poder.51
En lo que respecta a la política interna, Cáceres gobernó con el apoyo de su partido, el Constitucional
(integrado por sus amigos y partidarios), así como del Partido Civil. El Partido Demócrata, liderado por
Nicolás de Piérola, no lo apoyó, pero tampoco le hizo oposición, porque consideraba que la nación
necesitaba paz para la reconstrucción. Una característica de este régimen fue la inestabilidad ministerial
(hubo en total diez consejos de ministros) debido a la amenaza de censura aplicada destempladamente por
una minoría parlamentaria, de tendencia liberal, que también
obstruyó por mucho tiempo la aprobación de importantes medidas,
como la firma del Contrato Grace, por lo que acabó siendo
expulsada del parlamento y reemplazada.57
Aspecto económico
La existencia de grandes cantidades de billete fiscal o papel moneda emitido desde 1878
con la garantía del Estado y que por entonces estaban muy devaluados.
La falta de recursos para cubrir las necesidades de la Nación.
Una crecida deuda externa que mantenía al Perú con falta de crédito en el extranjero.
Desaparición del billete fiscal.- En 1884 el billete fiscal en circulación ascendía a más de
120 millones en soles e incas; este billete se hallaba enormemente devaluado. En 1886, el
primer año del gobierno de Cáceres, reapareció la moneda metálica de plata, aunque se
mantuvo el curso del billete fiscal cuya conversión en metálico se dispuso; para entonces
un sol plata equivalía a 21.8 soles en billetes. Una de las medidas fue autorizar que hasta
un 20 % del impuesto de aduanas fueran pagados en billetes, lo que solo estimuló la ola
especulativa. Mientras tanto, el billete se fue depreciando mucho más; a fines de 1887 un
sol plata valía de 28 a 35 soles en billetes. Vista la desconfianza general, a principios de
1888 el gobierno ordenó que todas las oficinas públicas recibieran entradas solo en
metálico. Los billetes fiscales dejaron así de circular oficialmente y en 1889 se permitió que
fueran canjeados con títulos de la deuda pública interna, medida que solo benefició a los
grandes especuladores, mas no a la gran masa de la población que de un momento a otro
se vio en posesión de billetes que ya no valían nada.60
Reorganización hacendaria.- Anteriormente, los ingresos del Estado provenían
mayormente del guano y el salitre, pero el Perú ya no contaba con esas riquezas o bien se
habían reducido a su mínima expresión. Las rentas de las aduanas se convirtieron entonces
en la principal fuente de recursos. Para hacer frente a los gastos del presupuesto, la política
económica se enfocó en reducir gastos y crear nuevos impuestos. Los egresos de la Nación
se redujeron a seis millones y medio de soles, igualando a los gastos. Se crearon los
impuestos al consumo del alcohol y el tabaco, el estanco del opio y el impuesto del papel
sellado.61
Descentralización fiscal.- Para una mejor recaudación e inversión de las rentas del
Estado, se estableció la descentralización fiscal. Consistía en dividir dichas rentas en
generales, para los gastos del Estado; y en departamentales, para cubrir las necesidades
de cada departamento. Para esto último se crearon las Juntas Departamentales, integradas
por representantes del gobierno y de las municipalidades, y que debían recaudar y
administrar las rentas del respectivo departamento. Sin embargo, los resultados de esta
descentralización no respondieron a las expectativas del gobierno. Uno de los impuestos
que generaron más descontento en la población andina fue el de la contribución personal,
que recordaba al tributo indígena colonial abolido por Ramón Castilla en 1855.62
Aspecto internacional
En 1887 la República del Ecuador quiso nuevamente ceder, como pago a sus acreedores
británicos, grandes extensiones de tierras en la Amazonía que disputaba entonces al Perú.
La diplomacia peruana logró detener ese proyecto y firmó con dicho país, el 1 de agosto de
1887, un convenio por el cual la cuestión de límites sería sometida al arbitraje del Rey de
España. En 1889, el comisionado especial del Perú en España, José Pardo y Barreda,
presentó al Rey español el Alegato del Perú, notable estudio jurídico de la cuestión que
desde entonces fue el baluarte de la defensa peruana en ese pleito de límites. Pero
representantes del gobierno de Cáceres quisieron resolver de manera directa el asunto y
suscribieron con el gobierno ecuatoriano en Quito el Tratado García-Herrera (2 de mayo de
1890), por el cual el Perú cedía Tumbes y una gran parte de Maynas al Ecuador. El
Congreso ecuatoriano se apresuró a aprobar dicho tratado, pero el Congreso peruano, bajo
presión de los representantes amazónicos, puso como condición hacer modificaciones en
la línea trazada, lo que no fue aceptado por el Ecuador. La solución del diferendo continuó
entonces bajo el arbitraje de la corona española.65
El Perú participó en un Congreso de Representantes Americanos que se reunió en
Washington el que, como culminación de sus actividades, firmó un Tratado de Arbitraje, que
se consagró como principio del derecho internacional. Se realizó también en Lima un
Congreso Sanitario.66
Cáceres designó a su vicepresidente y partidario Remigio Morales Bermúdez como su candidato para las
elecciones presidenciales programadas para el 13 de abril de 1890. Como contrincantes se presentaron
Francisco Rosas, candidato por el Partido Civil; y Nicolás de Piérola, líder del Partido Demócrata. Como
este último se mostraba como el favorito de los votantes, el gobierno se propuso ponerlo fuera de juego.
Los principales dirigentes demócratas fueron perseguidos y encarcelados, Piérola entre ellos. Este instó
entonces a sus seguidores a que se abstuvieran de votar. Contando, pues, con el control total del proceso
electoral, Morales Bermúdez resultó elegido presidente de la República para el período 1890-1894.82 83
Tras entregar el poder a su sucesor, Cáceres pasó a ejercer como ministro plenipotenciario en Inglaterra y
Francia.7 En 1892 fue elegido Diputado por la provincia de Andahuaylas84 y en 1894 fue elegido como
senador por Ayacucho.85
Los caceristas presionaron para que el mando provisional fuera transferido al segundo vicepresidente,
Justiniano Borgoño. Así se hizo y la misión del nuevo mandatario era convocar a nuevas elecciones. Pero
Borgoño, además de la elección del Presidente, dispuso que se renovara totalmente el Congreso,
argumentando que su composición no era representativa y que no gozaba de ninguna autoridad ni prestigio.
Esto constituía un acto inconstitucional pues solo se podía renovar
el Congreso por tercios. En realidad, Borgoño buscaba allanar el
camino para la elección de su líder, el general Cáceres. Este,
contando con el apoyo de todo el aparato gobiernista, triunfó y
asumió el poder el 10 de agosto de 1894.87 88
Post presidencia
Luego de vivir en Buenos Aires de 1895 a 1899, Cáceres regresó al
Perú y residió en Tacna y Arica, las provincias entonces bajo
administración de Chile y que estaban a la espera de la realización
del plebiscito que debería decidir su destino final. Como jefe del
Partido Constitucional, Cáceres tuvo influencia en la política
nacional durante la llamada República Aristocrática, época de
predominio del civilismo. Fue elegido senador por El Callao entre
1901 y 1906.92 93 94
95
96 97
Fue ministro plenipotenciario en
Italia (1905-1909) y Alemania (1911-1914)7 y, de regreso al Perú,
presidió la convención de partidos que en 1915 designó a José La tumba de Andrés Avelino Cacéres
Pardo y Barreda como candidato a la presidencia de la República. en la Cripta de los Héroes del
Pero desde 1918 conspiró contra este gobernante y apoyó el golpe Cementerio Presbítero Maestro.
de Estado de Augusto B. Leguía, que ocurrió el 4 de julio de 1919
y que fue el punto de partida del Oncenio.4
La Asamblea Nacional, por ley N.º 4009 del 10 de noviembre de 1919, y en reconocimiento a su brillante
conducción de la campaña de la resistencia contra Chile, le confirió el grado de Mariscal del Perú,
asignándole una renta anual. Fue el único militar de la guerra del Pacífico (incluyendo a los de Chile) que
llegó a ese máximo grado.98
Se retiró al balneario de Ancón, donde falleció el 10 de octubre de 1923, a la edad de 86 años. Su muerte y
entierro dieron lugar a una jornada de duelo nacional.99
Memorias
Su valioso testimonio de la guerra del Pacífico lo trasmitió a su hija,
la escritora Zoila Aurora Cáceres, y al comandante Julio C.
Guerrero, que fuera su adjunto militar en Berlín. La primera los dio
a conocer en La campaña de la Breña (1927); y el segundo utilizó
esos informes para publicar La guerra entre el Perú y Chile
(Madrid, 1924) y Memorias del general Cáceres (Berlín, 1924 y
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epígrafes, recopilación documental y notas, Carlos Milla Batres]. Editorial Milla Batres,
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Enlaces externos
Sucedió en el Perú: Andrés Avelino Cáceres (https://www.youtube.com/watch?v=xy9YTSEf
Pbs) (video)
YouTube - La guerra del Pacífico V (https://www.youtube.com/watch?v=VGMuajInBQA&NR
=1)
Dos ejemplos de la falta de veracidad de las Memorias de Cáceres (http://elinaresm.blogsp
ot.com/2014/11/dos-ejemplos-de-la-falta-de-veracidad.html)
Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Andrés Avelino Cáceres.
Wikisource contiene obras originales de o sobre Andrés Avelino Cáceres.
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