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Musica de Vanguardia
Musica de Vanguardia
Musica de Vanguardia
A finales del siglo XIX se produce una reacción violenta contra el pasado romántico,
buscando una música más intelectual y menos emotiva, que se traduce en las tendencias
más dispares que se desarrollarán también en el siglo XX. Es el siglo de las grandes
orquestas y de la música sinfónica, a las que se incorporan los instrumentos de percusión.
La ópera languidece, mientras que el ballet adquiere gran importancia. El ritmo, que en el
pasado estaba supeditado a la melodía, se libera con la creación de nuevos esquemas
métricos.
Primera mitad del siglo XX
Corrientes de vanguardia
El serialismo integral nació entre 1945 y 1960 en torno a los cursos de verano del Instituto
Internacional de Música de Darmstadt, Alemania. Los serialistas, partiendo del
dodecafonismo de la Escuela de Viena, aplicaron el concepto de serie no solo a las alturas,
sino a todos los parámetros de la música, de modo que las intensidades, los timbres y las
duraciones de los sonidos fueran también ordenados en series y aparecieran en la obra de
un modo prefijado por la técnica compositiva. De este modo se consigue una música
«totalmente organizada», en la que no hay lugar para el azar o las preferencias
personales. Por su rigurosidad científica, a esta corriente también se la ha denominado
ultrarracionalismo.
Como precedente de esta tendencia debe ser citado el francés Olivier Messiaen (1908-
1992), estudioso del canto de los pájaros y de la música hindú, que compuso obras como
Pájaros exóticos y Sinfonía de Turangalila.
Pero los tres principales compositores de esta tendencia fueron el francés Pierre Boulez
(1925), autor de la obra más famosa y representativa de la escuela, El martillo sin dueño,
así como de Tercera sonata y Destellos; el alemán Karlheinz Stockhausen (1928), del que
cabe resaltar las 11 piezas para piano, Himnos y Jubileo, y el italiano Luigi Nono (1924-
1990), de cuyas obras sobresalen Cantos de vida y amor y Bajo el sol cargado de amor;
compuso también música electrónica.
La música concreta, surgida de laboratorios de sonido, partía de grabaciones en cinta
magnética de sonidos naturales o «concretos» (risas, palabras, ruidos...), es decir, no
producidos por instrumentos musicales. Esas grabaciones se manipulaban artísticamente
para configurar nuevos mundos sonoros. Destacan en esta corriente los compositores
franceses Pierre Schaeffer (1910-1995), autor de Sinfonía para un hombre solo, y Pierre
Henry (1929), con obras como Orfeo y La reina verde.
La música electrónica utilizaba solo sonidos producidos por aparatos que los sintetizaban
y se elaboraba en laboratorios. Esta música proporciona una gran gama de frecuencias, a
la vez que innumerables niveles dinámicos.
Los logros principales se produjeron en torno al Estudio Electrónico de la Radio de Colonia
y fueron aportados por Karlheinz Stockhausen, entre cuyas obras citaremos El canto de los
adolescentes.
La música electroacústica utilizaba sonidos concretos y electrónicos, mezclando ambos
estilos. Inicialmente, estas tendencias prescindían de la figura del intérprete, aunque
pronto fue más habitual la combinación con instrumentos tradicionales. Practicaron esta
música los compositores italianos Luciano Berio (1925) y Bruno Maderna (1920-1973).
La música aleatoria supuso la oposición al serialismo integral porque creaba obras
abiertas, es decir, con múltiples posibilidades de interpretación. El compositor pide al
intérprete que improvise o decida entre varias opciones interpretativas, sin excluir la
intervención del azar, produciendo así obras en las que cada audición es diferente de
cualquier otra posible. Los principales representantes de esta tendencia son el
estadounidense John Cage (1912-1992), con su obra Imaginary Landscape n.° 4, y dos
excepcionales compositores polacos, Witold Lutoslawski (1913-1994), autor de obras
como Variaciones sinfónicas, Música fúnebre, Segunda sinfonía, Libro para orquesta y
Concierto para violonchelo y orquesta, y Krzysztof Penderecki (1933), de quien cabe
mencionar sus obras Pasión según San Lucas, Fluorescencias, Stabat Mater, Trenos por
Hiroshima y la ópera Los demonios de Loudun.
La tendencia estocástica o matemática crea su música con la ayuda de ordenadores y
basándose en la probabilidad matemática. El impulsor de esta corriente fue el
griegofrancés Iannis Xenakis (1922-2001), con obras como Metástasis, Pithoprakta y
Eonta.
Por su uso novedoso del concepto de textura, debe mencionarse también a uno de los
compositores más celebrados de nuestro tiempo, el húngaro György Ligeti (1923), entre
cuyas obras podemos resaltar el Réquiem y San Francisco Polyphony.
Las tendencias vanguardistas entraron en crisis en torno a 1970, pero sus ideas y hallazgos
siguen marcando una parte considerable de la evolución musical hasta nuestros días.
Una de estas tendencias fue el minimalismo, nacido en los años 60. La música minimalista
o repetitiva es un estilo tonal, que utiliza como procedimientos la repetición prolongada
de frases y la reducción extrema de los recursos musicales, buscando la simplicidad. Entre
sus principales representantes se cuentan los estadounidenses Steve Reich (1936) y Philip
Glass (1937).
Dentro de la música aleatoria se encuadra la música gráfica, en la que el intérprete se
expresa guiado por una serie de gráficos y símbolos.