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Granta No.25 Perú
Granta No.25 Perú
Granta No.25 Perú
LA SERPENTÍNICA Ú
Valerie Miles
la oración, la contemplación, en esa cosa famosa que se llama la fe. Paz, deci-
mos.Y de pronto un haz de luz es una posibilidad.Y amor, único lugar seguro,
esa fuerza que permite sobrellevar la barbarie. De allí los escritos de José Car-
los Agüero y Rosa ChávezYacila. Así reza la cubierta-amuleto del Elliot Tupac:
ágape. Tan esencial como el pan.Y preguntamos: ¿Qué historias se cuentan en
Perú hoy? En retrospectiva, si testimoniamos el presente, ¿qué nos puede de-
cir del futuro? Como dijo el poeta: ¿Cuál es el traje que vestí mañana?
Abrimos el número pensando en Vallejo y su andar por los trapecios, de
mito en mito; toda la inestabilidad del tiempo contante. Estamos en el desier-
to imaginado, telúrico, vivo. «Cuántos secretos habría escondido la tierra y
con cuánta curiosidad combatirá el viento a diario con la intención de recu-
perarlas», escribe Carlos Yushimito. Estamos en la selva, la sierra, entramos
en la casa de un mundo magnético, en lenguas originarias como el quechua,
el shipibo-konibo y el wampis: Dina Ananco comparte su anen, un canto sa-
grado de melodías hipnóticas, Ch’aska Anka advierte del ojo invertido de las
mujeres sepultadas por la violencia. Ojo. Luna, dado eterno, se ha puesto el
gallo incierto. Inin Rono observa que no hay papel que soporte un cuento
milenario. Exploramos el saber de la celebrada cocina peruana. La afro-pe-
ruana con Mónica Carrillo y Lucía Charún, la chifa con Julia Wong. «Ad-
vertencia –escribe Enrique Planas–, no se habla de gastronomía frente a un
peruano. Solemos convertirnos en argentinos hablando del futbol». Gastón
Acurio se remonta a los años setenta, cuando «una dictadura militar intenta-
ba hacernos creer cada día que eran ellos los guardianes de nuestras ideas y
sueños». Descubrió su amor por el cebiche gracias a una ola campana del Pa-
cífico: «el mar sabe a algas, moluscos, plancton, arena y sal».
«¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir!». Entramos en la capital y partimos
con la diáspora: con un inédito de Patricia de Souza, peregrina en la noche
continua, y nos deslizamos por narrativas telescópicas hasta llegar al joven
Giancarlo Poma, que se enfrenta al gran padre Vargas Llosa, el ojo que mira
el diorama del poderoso drama que prosigue.
Me detuve en una imagen de Trilce: la «serpentínica u». La serpiente, po-
deroso símbolo universal. Cuando se come la cola y se vuelve uróboro, es el
ciclo eterno. La que entra en el subsuelo y en la cosmovisión andina expre-
sa el poder regenerador del inframundo. Su piel inspira las representaciones
geométricas en el arte shipibo. Perú lleva esa serpentínica ú en su nombre.
Que se mueve como los ríos. Se regenera.Y la pantalla se desvanece. El vien-
to sopla y la arena. ¿Dónde estoy?