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Economía y Educación
Economía y Educación
Economía y Educación
“La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma”, es una frase
célebre del filósofo estadounidense John Dewey, cuya importancia recae en la concepción que
brinda de la educación. Es decir, a la luz de la frase, aludir al término “economía de la educación”
es hablar, esencialmente, de la “economía de la vida” en sí misma. Pero, ¿qué es la economía de la
educación? Conforme lo expone Pilar Pineda, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona,
es “la disciplina que estudia los aspectos económicos de la educación y los efectos que esta tiene
en la actividad económica a nivel de crecimiento y desarrollo” (Pineda, 2000, p. 148). Entre dichos
aspectos destacan su demanda, financiación, provisión, rentabilidad, calidad y sus costes.
Dado el valor agregado que tiene esta disciplina, tanto para la economía como para la academia; la
economía de la educación puede enmarcarse dentro de las ciencias económicas y de las ciencias
pedagógicas. Sin embargo, su relevancia trasciende de lo puramente investigativo. El hecho de que
hoy en día la educación, columna vertebral del desarrollo integral de las personas y, en efecto del
progreso de la sociedad, tenga su propia línea de estudio, permite acercar a los agentes
económicos y gobernantes a la toma de decisiones y políticas óptimas y efectivas en cuanto al
tema.
La educación, pasando desde su formalización económica hasta los efectos empíricos que tiene, es
considerada, a opinión de este artículo, el cimiento para el progreso individual y colectivo de la
sociedad. No solo un progreso económico, sino también mental y emocional a nivel personal y,
cultural y científico a nivel social. No obstante, no es suficiente acceder a la educación, más
importante aún es la calidad de esta. Según un informe de BBC News Mundo, los países que
registraron mejores sistemas educativos en el 2019 fueron China, Singapur, Japón, Finlandia,
Canadá, Irlanda, Polonia y Países Bajos. Los cuales, a su vez, coinciden en los primeros lugares de
países con alto poder adquisitivo por habitante y entre los países con mayor Índice de Desarrollo
Humano, tal como lo informa el portal de noticias CNN.
Intervenir en la educación, al ser esta la fuente de una vida de calidad, es hacerlo en la vida misma.
Y no se pretende apuntar solamente a una calidad de vida material, sino también a una calidad de
vida emocional, social, física y mental. Por ello, cuando los gobiernos dirigen sus políticas a la
financiación de la educación, en un largo plazo están operando directamente en la vida de las
personas. John Dewey, no se equivocó.
Desarrollo y educación
La educación es uno de los factores que más influye en el avance y progreso de personas y
sociedades. Además de proveer conocimientos, la educación enriquece la cultura, el espíritu, los
valores y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.
La educación es necesaria en todos los sentidos. Para alcanzar mejores niveles de bienestar social
y de crecimiento económico; para nivelar las desigualdades económicas y sociales; para propiciar
la movilidad social de las personas; para acceder a mejores niveles de empleo; para elevar las
condiciones culturales de la población; para ampliar las oportunidades de los jóvenes; para
vigorizar los valores cívicos y laicos que fortalecen las relaciones de las sociedades; para el avance
democrático y el fortalecimiento del Estado de derecho; para el impulso de la ciencia, la tecnología
y la innovación.
La educación siempre ha sido importante para el desarrollo, pero ha adquirido mayor relevancia
en el mundo de hoy que vive profundas transformaciones, motivadas en parte por el vertiginoso
avance de la ciencia y sus aplicaciones, así como por el no menos acelerado desarrollo de los
medios y las tecnologías de la información.
Como parte de su seguimiento histórico, de Barbieri indica que “el núcleo duro de la distinción
entre lo público y lo privado parece encontrarse en la teoría del contrato social. Subyace a la
elaboración conceptual que cuestiona el ordenamiento feudal y posibilita la constitución de la
democracia burguesa, la aparición del individuo libre –ciudadano en quien descansa la soberanía
de la nación y del Estado moderno– (…). Así se construye la sociedad civil, como la suma de los
individuos-ciudadanos. Público y privado son las esferas en que se divide la sociedad civil. En la
primera, que fue objeto de reflexión de los contractualistas, acontecen las actividades propias de
la ciudadanía. La privada, en cambio, no es política por definición. A nivel generalizado, predomina
la representación de “lo privado” como “ámbito doméstico, espacio físico de la vivienda, de sus
alrededores y las relaciones parentales e íntimas que tienen lugar en él” (p. 110). Mientras que por
“lo público” predomina “todo aquello que transcurre fuera del hogar y las relaciones sociales no
adscritas en función del parentesco, la conyugalidad y la amistad (ibídem).
No obstante, para indagar más estos espacios y para poder dar cuenta de otros como esferas o
ámbitos de acción, de Barbieri define lo público y lo privado (16) como espacios de interacción en
los que se vienen produciendo diferentes normatividades. Más allá de la dicotomía de lo público y
lo privado, de Barbieri señala que en el estudio actual de los espacios vistos como ámbitos de
acción existe de hecho una mayor complejidad que trasciende la lógica binaria: “Público y privado
son ya hoy, como tantos autores han señalado y analizado, inoperantes: restringen y confunden el
conocimiento sobre las sociedades y la comprensión de sus actores. Parece entonces necesario
representar a las sociedades actuales con otros ámbitos, de manera de dar cuenta de la diversidad
en que transcurre la vida social” (p. 128).