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Sarmiento y Alberdi

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Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina.

Pags.60-108
Colegio Don Bosco 6° Sociales (los mejores!)
Sarmiento y Alberdi son dos figuras centrales de la llamada “Generación del 37”, un grupo de jóvenes
intelectuales que reconocen la necesidad de pensar, estudiar y analizar la particular realidad social argentina: los
obstáculos para la institucionalización de un orden político liberal, el caos de las guerras civiles, instalar un orden que
inscriba a la Argentina en el camino del progreso político y económico. La Generación del 37 es considerada como el
primer movimiento intelectual animado de un propósito de interpretación de la realidad argentina que enfatizó la
necesidad de construir una identidad nacional. Sus integrantes más reconocidos son Esteban Echeverría, Domingo
Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, José Mármol y Félix Frías.
Tendrá un período de creatividad hasta 1880, durante el cual su ideología romántica alcanza la hegemonía cultural
para ser luego desplazada por otras tendencias.
En relación a su colocación estético-ideológica, sabemos que Echeverría retorna de Francia con el nuevo credo en
1830, cuando el romanticismo ya tiene cincuenta años de existencia en Europa, donde se extendería aproximadamente
hasta 1850. Cuando el romanticismo ingresa en el Plata con aquel señalado desfase, en Europa ya existen otros
movimientos de ideas que han empezado a disputarle el terreno.
El romanticismo puede ser comprendido por su contraste con la Ilustración. El romanticismo atiende a fenómenos
que no forman parte del ámbito de la racionalidad iluminista. Trasladando estas nociones al plano socio-cultural, el
romanticismo valorará lo auténtico, lo propio, lo idiosincrático, es decir, lo original y distintivo de cada cultura y cada
nación, en contraposición al cosmopolitismo ilustrado. Valorará asimismo a los llamados “simples”, es decir, aquellos
que están más cerca de la naturaleza y de la tierra, como los campesinos, cuya ignorancia en cuestiones intelectuales
se ve compensada y superada por su saber instintivo, natural, espontáneo, incontaminado con los falsos refinamientos
de la civilización. De hecho, ésta será la crítica de la Generación del 37 a los unitarios, a los rivadavianos, a quienes
reprocharán haber sido pura razón y no haber tenido un ojo clavado en las entrañas de su propia realidad americana.
La selección de tópicos, géneros y problemáticas que se realizará dentro de este modelo está determinada en buena
medida por un tipo de romanticismo que se desarrolla en un país donde la cultura política está configurada por la
presencia de discursos republicanos y por referencias constantes al proceso revolucionario vivido.
Luego de un período durante el cual alientan ciertas expectativas positivas hacia el régimen de Juan Manuel de
Rosas, los miembros de esta generación ingresan en una activa política de oposición que los llevará al exilio, de donde
regresarán luego de la batalla de Caseros de 1852.
No sería inoficioso advertir que esa gran fracción de la república que formaba el Partido Federal no combatía
solamente por la mera forma de gobierno. Pues otros intereses y otros sentimientos se refundían en uno solo para
hacerlo triunfar. Primero: era la lucha de la parte más ilustrada contra la porción más ignorante. Segundo: la gente del
campo se oponía a la de las ciudades. Tercero: la plebe se quería sobreponer a la gente principal. Cuarto: las
provincias, celosas de la preponderancia de la capital, querían nivelarla. Quinto: las tendencias democráticas se
oponían a las miras aristocráticas y aun monárquicas. Todas estas pasiones, todos estos elementos de disolución y
anarquía, se agitaban con una terrible violencia, y preparaban el incendio que no tardó en llegar.
En la Argentina de 1845 gobierna Juan Manuel de Rosas, y que a causa de su oposición al régimen, Sarmiento se
ha exiliado en Chile. Sarmiento escribe el Facundo publicando a lo largo de varias semanas los artículos en el diario
chileno El Progreso. Sarmiento escribe desde la política y no desde un lugar de académico o científico empeñado en la
pura verdad. En el texto sarmientino hallamos una narración novelada con formato de biografía histórica, pero además
encontramos un estudio histórico y social de la Argentina, así como observaciones acerca del medio geográfico y
cultural. El Facundo resultó sumamente eficaz en la implantación de una serie de tópicos para pensar la realidad
argentina.
El impulso que la dinamiza forma parte de una lucha política. En Facundo hallamos pasajes en los que se acude a
una retórica de carácter romántico. Al mismo tiempo, la elección de un caudillo bárbaro como el gran hombre que
contiene el secreto del enigma argentino tendrá consecuencias en el texto, aún más allá de las intenciones del propio
autor. El libro es una defensa de la civilización, pero el héroe es un bárbaro. En el libro no existe ningún héroe de la
civilización equivalente a Facundo. Facundo es una marcada tensión entre el código estético e ideológico romántico al
que Sarmiento se pliega, por un lado, y su emprendimiento de descalificación y crítica de la barbarie por el otro.
Cuando Sarmiento usa de ese modo el término “civilización”, lo hace en el marco de una valoración política. Así
dirá que la civilización es superior a la barbarie, y que es preciso llegar a la civilización. El civilizado Sarmiento sale
huyendo del despotismo rosista y escribe una frase en francés, entonces considerada la lengua culta, la lengua de la
civilización. Luego llegan los bárbaros, quienes no pueden leer la lengua de la civilización. El que escribe es un
letrado que forma en las filas de la civilización y al mismo tiempo es un hermeneuta, un intérprete, alguien que conoce
el significado de signos que para los otros no significan nada.
Así se llega a la escena de la muerte de Facundo Quiroga, donde se suponía que el libro debía terminar. Pero
Sarmiento le agrega un capítulo con su programa para ser implementado una vez derrocado Rosas: inmigración; libre
navegación de los ríos; nacionalización de las rentas de aduana; libertad de prensa; educación pública; gobierno
representativo; religión como elemento de moralización pública; respeto de la vida (seguridad) y la propiedad privada.
A la hora de proponer el programa, Sarmiento no dice nada distinto de lo que había sido el programa tradicional de la
elite política e intelectual argentina. Es un programa liberal, vaciado en el molde de las ideas de la Ilustración. De ma-
nera que un texto en buena medida animado por el modelo romántico, a la hora de proponer y organizar concluye
adoptado el legado ilustrado. Lo que impera es un romanticismo de medios y un iluminismo de fines.
Si Alberdi coincide en su nacionalismo constitucionalista con su hermano-enemigo Sarmiento, también dentro de
las diferencias existe un significativo punto de acuerdo con el sanjuanino y en general con el sector dirigente y letrado
nacional: es la sólida creencia en la excepcionalidad argentina.
Así, al realizar un balance de los primeros casi cuarenta años de existencia de la Argentina y en plena hegemonía
rosista, en su nota titulada “La República Argentina, años después de su Revolución de Mayo”, de 1847, llama la
atención la obstinación por parte de Alberdi en cuanto a aquella creencia en la excepcionalidad y la grandeza argenti -
nas.
Alberdi experimenta encuentros y desencuentros con su propio sector del mundo dirigente y letrado. Alberdi será
efectivamente el inspirador central de la Constitución Nacional. Luego, con el advenimiento del roquismo al gobierno 2
resultará perdidoso en sus apuestas estrictamente políticas. En aras de esta férrea oposición al partido de Mitre y
Sarmiento, Alberdi denunciará activamente la guerra del Paraguay, con lo cual quedará incluido por la fac ción porteña
en la ominosa acusación de “traidor a la patria”. Esa marcada línea del antiporteñismo alberdiano se halla perfecta-
mente articulada con un diagnóstico opuesto al de Sarmiento sobre las causas del atraso en la Argentina.
De todos modos, al año siguiente escribe uno de sus últimos artículos: “La República Argentina consolidada en
1880 con la ciudad de Buenos Aires por capital”, donde celebra y da por cumplido el proyecto de construcción de una
nación moderna. Como gesto de reconocimiento a su entera labor, el Congreso vota la edición de sus obras completas.
Pero de nada valdrá la reivindicación que le ofrecerá el roquismo en su último retorno a la Argentina. Extraño en
su patria, temeroso de las fuerzas para él siniestras de la poderosa Buenos Aires, regresa a Francia para morir en 1884
en un exilio que había ocupado casi la totalidad de los últimos cuarenta años de su vida. Cuatro años después,
Sarmiento lo seguirá en el mismo camino a la tumba y a la posteridad. Con ellos agonizaba una época a la que estos
miembros brillantes de la Generación del 37 habían alimentado con la pasión y el furor de sus polémicas, y nacía otra,
cuyo panorama se había modificado material y simbólicamente.

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