Prometheus">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Guion para Obra de Teatro Prometeo Encadenado

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 16

ECENA N°1

Narrador: Los dioses se encuentran en el olimpo para elegir un nuevo gobernante ya que
cronos a la mayoría de dioses no les parece correcta su forma de gobernar.

Fuerza:  ya es la hora de elegir un nuevo gobernante alguno de ustedes propone a alguien

Hermes: yo opto que Zeus sea nuestro nuevo gobernante

Dioses:  SI SI SI  ZEUS ZEUS ZEUS

Prometeo: no no todos los dioses están de cuerdo además que las profecías de mi madre
tierra dicen que si seus gobierna será un gobierno de tiranía

Epimeteo, Cromia, Oceano: algunos tampoco queremos que Zeus sea nuestro nuevo
gobernante

Hermes: pero no hay opción si hay alguien que Deva sustituir a cronos ese deber su hijo
Zeus
Epimeteo, Cromia, Oceano: está bien debemos ayudar a Zeus hacer el nuevo gobernante

Hermes: si cronos no estra de acuerdo hay que ayudar a Zeus

Prometeo: A cabo de que no tengo opción a elegir y de que no escuchan mis profecías las
cuales me mostró mi madre Tierra si Zeus gobierna, debo ayudar con este nuevo gobierno,
solo espero no arrepentirme, bueno me uno con ustedes vamos allá

ECENA N°2

Narrador: Los Dioses se acercan a Cronos y Zeus para anúnciales que quieren a Zeus


como nuevo gobernador

Hefestos , Fuerza o Hermes: Cronos debemos anunciarte que queremos ahora a Zeus


como nuestro gobernante!

Cronos: Pero de qué están hablando, no saben lo que dicen!! Si Zeus llegara a gobernar
este imperio se irá a la ruina él no está preparado, si esto sucede caerá una maldición en
estas tierras!! Se los advierto!!

Zeus: Lo siento padre pero son los designios de todos los Dioses, si no quieres creo que
debemos actuar en conjunto.

(Lo Dioses atrapan a Cronos y lo sacan del escenario) (Todos los dioses se retiran)
(Zeus aparece sentado en un trono Y Alado su hijo Hefestos con una antorcha!)
(Luego entran Prometeo y Epimeteo)

Zeus: Cómo nuevo gobernante ahora mismo debo anunciar a cada uno sus obligaciones.
Que pasen los primeros dioses. (Aquí entran Prometeo y Epimeteo) A ustedes dos
hermanos hijos de Temis, os encargo la importantísima misión de crear la vida en la Tierra.
Así mismo a cada especie deben darle sus dones que lo diferencien de los demás. Háganlo a
su manera! Solo sepan controlarse para que no tenga que arrepentirme de haberles
comisionado semejante misión.

Epimeteo: No se preocupe su majestad!. Debe estar confiado en que todas nuestras


obligaciones se cumplirán con la debida responsabilidad.

Zeus: Eso es lo que espero ahora muévanse!

Epimeteo: Wow! Prometeo este encargo es uno de los mejores me agrada esta idea así que
vamos a hacerlo ahora mismo! ¡Vamos corre!
Escena N°3

Narrador: Epimeteo y Prometeo habían cumplido la petición de Zeus que era el crear


vida en la tierra pero a Epimeteo y Prometeo les faltaba una especie por la cual
habían trabajado mucho 

Epimeteo: Hermano el designio del grandísimo Zeus está por cumplirse he trabajado


mucho en esto desde que se nos encargó. He dado ya casi todos los dones a las especies
vivientes. Pero ahora solo me faltaría dar dones a la especia que tú creaste y veo es a la que
más aprecio tienes. La especia Humana!. Hermano! Ayúdame que dones debemos dar a
esta especia yo ya no tengo idea!.

Prometeo: Si hermano eres muy observador, esta es la especia en la que más nos hemos
dedicado y por eso es la que más aprecio, debido a que no tenemos más dones que darles
para que se diferencien, creo que debo darles algunos de los nuestros como lo son: que
puedan caminar erguidos (en dos piernas), que piensen, que puedan coger cosas con las
manos e incluso les otorgaré el fuego custodiado por Hefestos! es lo mínimo que se merece
una de nuestras más grandes obras.

Prometeo: espera que boya por a por la antorcha ( Prometeo sale del escenario y entra
con una antorcha y se la da a Epimeteo )

Epimeteo: Pues está bien hermano debido a que no tengo nada que hacer esta vez confiare
en tus acciones. Solo espero que el Dios Zeus no se vaya a enojar!

Prometeo: No para esto haré que el mismo escoja cuáles serán los alimentos destinados a
la especie humana y cuales a los Dioses pondré la carne y las vísceras de un buey en el
estómago del mismo en un plato y en otro plato pondré mucha grasa que cubra huesos.

Escena N°4

Narrador: Epimeteo y Prometeo llegan al olimpo Prometeo coge dos platos y hace lo


que dijo, en eso llega Zeus y Prometeo le da a escoger los alimentos destinados a la
especie humana y a los dioses

Prometeo: Zeus justo a ti te estaba buscando quiero que escojas cuales alimentos


tendrá la raza humana y cual los dioses

Zeus: Es trabajo se los ordené a ti y a tu hermano, pero está bien lo haré, aprecio que al
menos tengan muy en cuenta la opinión de su gobernador (Prometeo muestra los platos)
(Zeus escoge uno)
Es muy obvio que para nosotros elegiré esta grasa q nos mantendrá bien alimentados! Y no
este simple estómago de buey desabrido.

Pero que esto! Solo he encontrado huesos creí que aquí venía la carne!! QUE HAS HECHO
PROMETEO!  ME HAS ENGAÑADO. No puedo tolerar que nosotros nosotros!! los
Dioses, los grandiosos y majestuosos Dioses!!! Tengamos esta alimentación tan pobre!! .
Además observo como tu hermano se ha marchado con el fuego que te has dignado en
robar. Creo que optaré por ahora mismo eliminar esa especie humana de la faz de la Tierra
mandaré un Diluvio que acaba con toda esa especia y así será como que nada pasó

Prometeo:—————————————————————-

Zeus: En eso tienes razón ¬¬ y está bien Prometeo soy un dios y por eso no molestaría
comer grasa y huesos al alimentarme pero más me molesta el hecho de haberme engañado,
eres un insolente! Nunca debiste haber hecho esto ahora pagarás este acto de barbarie
sufriendo eternamente!

Fuerza, Hefestos! Vengan, vengan y encadenen a este traidor en los fines más remotos y de
la tierra donde el sol le llegue directamente y así reciba su castigo por haber robado el
fuego y entregárselo a los humanos!.

Escena N° 5

En una región montañosa, cercana al mar, Fuerza lleva prisionero a Prometeo. Junto


a él va Hefestos, el dios del fuego hijo de Zeus, que con sus herramientas dispónese a
sujetar a Prometeo a una roca.

Fuerza: Hemos alcanzado la región más extrema de la Tierra, en un desierto nunca


encontrado. A tí te corresponde, Hefestos, cumplir las órdenes de tu padre. Debes fijar a
este mal hechor en estas abruptas rocas, utilizando irrompibles grilletes de bronce, porque
robó el resplandor del fuego, origen de todas las artes, entregándoselo a los hombres. ¡Debe
pagar a los dioses por esa falta! Y así aprenderá a sufrir la tiranía de Zeus y renunciar a sus
humanitarios sentimientos.

Hefestos: Fuerza ya habéis cumplido el mandato de Zeus y nada os retiene. Pero yo no me


atrevo a encadenar a un dios hermano en esta tormentosa cima. Pero… es necesario tener
coraje para eso, ya que es muy grave no cumplir con las órdenes de un padre

Hefestos: (Dirigiéndose a Prometeo): Magnánimo hijo de la consejera Temis, contra tu


voluntad y la mía voy a clavarte con fuertes lazos de bronce en esta in nóspita roca, donde
no volverás a escuchar la voz ni podrás ver la figura de un mortal, ya que, quemado por el
resplandeciente Sol, tu piel se estremecerá. Con alegría, darás la bienvenida a la noche que
con su manto estrellado atenuará los sufrientes efectos de la potentísima llama del Sol; pero
el amanecer se convertirá de nuevo en el inicio de tu angustia y sufrimiento, pues todavía
no ha nacido tu libertador.                                                                                         

Fuerza: ¡Basta! ¡Basta de vana palabrería! ¡Hefestos, no te demores más! ¿Acaso no eres


capaz de aborrecer a este dios que ha entregado el fuego a los mortales?

Hefestos: Mucho me confunde el parentesco que tengo y la amistad que tuve con este
pobre insolente.

Fuerza: Eso es entendible pero… ¿es posible que no obedezcas las órdenes de tu padre?
¿No crees que eso sea muy peligroso?

Hefestos: ¡Siempre resplandece tu crueldad y tu audacia!

Fuerza: ¡Basta! ¡Basta de lloriqueos y de pretextos! ¡Nada ganarás compadeciéndote por


ése miserable!

Hefestos: Ya, ya, ya. No me apures que casi termino.

Fuerza: Pero sujétalo bien. ¡Clava con fuerza los grilletes a la roca! Este es capaz hasta de
lo imposible por fugarse…

Hefestos: No, que va. Está muy bien sujeto. No se puede escapar.

Fuerza: ¡No te confíes! ¡Has bien tu trabajo! ¡Demuéstrale a este infeliz para que aprenda a
comportarse!

Hefestos: (Dirigiéndose a Prometeo) ¡Oh, Prometeo, no sabes cuánto lo siento!

Fuerza: Pero… ¿qué es lo que mis ojos ven? ¡Estás llorando por tu enemigo! No es
posible. ¿Qué aún no te has percatado de la gravedad del delito de este infeliz?

Hefestos: Pero, ¡no te conmueves, Fuerza, ante este tétrico espectáculo!

Fuerza: ¿Habría de hacerlo? ¿Por qué? Anda, dime ¿por qué he de compadecerme? Tan
sólo estoy presenciando el merecido y justo castigo de un delincuente. ¿O no?

Hefestos: Ya, por fin, he terminado.


Fuerza: ¿Cómo que has terminado? Pero… si lo has apretado con una dulzura
incomprensible. ¡No! Sujétale fuerte. ¡Que sienta el rigor de los grilletes en su carne!

Hefestos: ¡Eres verdaderamente malvada, Fuerza!

Fuerza: Anda, calla y haz bien lo que debes de hacer. Ah… y no te atrevas a reprenderme
por mi obstinación. Tan sólo deseo que las órdenes de tu padre se cumplan estrictamente.

Hefestos: Ya vámonos. ¿Que no ves que esta inmovilizado? o ¿acaso esa manta de cadenas
crees que le permita moverse?

Fuerza: (Dirigiéndose a Prometeo) ¡Insolente! ¡Cómo fue que te atreviste a despojar a los
dioses de sus privilegios para trasmitirlos a los degradados y efímeros humanos! Anda,
piensa en la clase de alivio que los mortales podrán proporcionarte. ¡Paga, paga con tus
penas y sufrimientos eternos el mal que has hecho!

(Hefestos y Fuerza se retiran!)

Prometeo: ¡Ay, ay de mí! Pero… ¿qué es eso que escucho? El aire me parece que susurra
con un ligero batir de alas. ¡Oh! Todo lo que se aproxima me aterroriza.

(Corami en un carro alado que se posa sobre una roca cercana a la que está
sujeto Prometeo)

Corami: No temas. Amiga tuya es esta persona que en rápida carrera de alas se ha
acercado a esta roca. Veloces las brisas me han traído.

Prometeo: ¡Ay, qué sufrimiento! Hija de la fecunda Tetis, hija del padre Océano,
¡miradme!, ¡contempladme!: ¡Aquí encadenado, aprisionado en esta cima rocosa,
custodiado de este precipicio, monto una nada envidiable guardia.

Corami: Te veo, Prometeo, y una leve y tímida niebla llena de lágrimas mis ojos al
contemplarte sobre esa roca consumiéndote bajo estos grilletes de bronce.

Prometeo: Si por lo menos me hubiese precipitado bajo tierra. Heme aquí como un vil
juguete de los vientos sufriendo incluso peor que los castigos que el Hades da a los
muertos.

Corami: ¿Quién de los dioses tendrá un corazón tan duro para recrearse y regocijarse con
tus padecimientos? ¿Quién, además de Zeus, no es susceptible de compartir tus
pesares?  (Mirando a Prometeo) Y pensar que tu única oportunidad sería que otro dios
tomase el lugar de Zeus… pero… eso es, y lo sabes, imposible.

Prometeo: Es verdad, mas sin embargo aunque esté aquí cargado de cadenas, Zeus
necesitará de mí, pues habré de advertirle el nuevo designio que terminará despojándole de
su cetro y de sus honores.

Corami: ¡Eres osado y en vez de ceder por tus amargos sufrimientos, hablas con excesiva
libertad!

Corami: Pero, dime, qué hiciste para estar aquí encadenado

Prometeo: Sencillo: hice habitar entre ellos la ciega esperanza. Pero, además de esto, yo les
regalé el fuego.

Corami: ¡Gran favor otorgaste con eso a los mortales! ¿Y ahora los seres efímeros tienen el
fuego resplandeciente?

Prometeo: ¡Sí! Y por él aprenderán muchas artes.

Corami: Entiendo. Es, pues, por tales culpas, que Zeus te…

Prometeo: … me ultraja negándose a disminuir mis males.

Corami: ¿Pero… acaso no ha fijado un término para tu pena?

Prometeo: No, ninguno, solo cuando le plazca a él.

Corami: ¿Y cuándo será eso? ¿Hay alguna esperanza de que pronto ponga término a tus
sufrimientos? Pero, bueno, ya te has convencido de tus errores, así que tu aceptación de
haber delinquido conlleva implícita una pena de profundo sufrimiento en ti. Más… dejemos
esto y busquemos la manera de que pronto te libres de estas cadenas.

Prometeo: Fácil resulta al que tiene el pie fuera de las desgracias aconsejar y amonestar al
infortunado. Pero todo esto yo ya lo sabía. A conciencia cometí la falta, ¡no lo niego!; por
ayudar a los mortales he encontrado este castigo. Sin embargo nunca supuse que mi falta
me conduciría a consumirme en unas rocas abruptas, en una cima desierta alejada de todo y
de todos. Pero ahora, sin lamentarte por estos sufrimientos, bajad a tierra firme, escuchad
mi suerte futura, para que lo sepáis todo hasta el fin.
Corami: Tú clamas por una tropa dispuesta a obedecerte, Prometeo. Ahora, dejando con
pie ligero este raudo asiento, me acercaré a este suelo escabroso, porque deseo escuchar
hasta el final tus padecimientos.

(A la vez que Corami de Oceánidas desciende, aparece, ascendiendo, Océano en un


carro tirado por un caballo alado)

Océano: Por fin he llegado al final de un largo viaje en mi recorrido hacia ti, Prometeo.
Sólo con mi mente y sin bridas, conduje este alado monstruo. De tus desgracias me
conduelo.

Prometeo: ¿Qué es esto? ¿Tú también quieres ser testigo de mis males? Mira este
espectáculo: yo, el amigo de Zeus, que lo ayudé a establecer su tiranía, ahora bajo que
sufrimientos me abato.

Océano: Lo veo, Prometeo, y me gustaría aconsejarte lo mejor, y aunque sé que eres sagaz,
sería bueno que reconsideraras y adoptaras nuevas actitudes, ya que también hay un nuevo
tirano entre los dioses. Pero si continuas lanzando palabras tan duras y aceradas, quizá tus
insultos lleguen a los oídos de Zeus, que está, nunca lo olvides, sentado mucho más alto
que tú, y puede ser que el enojes de tus presentes males termine pareciéndote un juego
frente a lo que Zeus, en su furia, pudiera desatar.

Prometeo: Te envidio porque te encuentras fuera de culpa aunque participaste en todo y te


asociaste a mi osadía. Ahora deja a Zeus y no te preocupes. De todos modos no le
convencerás; no es fácil de convencer. Pero ten cuidado de que tu actitud no termine
perjudicándote.

Océano: Eres mucho mejor para inspirar prudencia al prójimo que a ti mismo; juzga por
hechos, no por palabras. Pero en mi afán, no me retengas. Porque me ufano, sí, me ufano de
que Zeus me concederá la gracia de librarte de estos males.

Prometeo: Te alabo por tu generosidad y no cesaré de hacerlo; en buena voluntad nadie se


asemeja. Pero no te esfuerces en vano, sin provecho para mí; si es que quieres hacerlo.
Permanece tranquilo y mantente apartado. Temo que tus lamentos por mí te originen una
enemistad.

Océano: ¿Con el que acaba de sentarse en un todopoderoso asiento?

Océano: Tu infortunio, Prometeo, es maestro.

Prometeo: Vete, aléjate, salva tu actual buen sentido.


Océano: Dices esas palabras a quien las a nela. Mi cuadrúpeda ave acaricia ya con sus alas
el dilatado camino del éter y gozoso doblará la rodilla en su establo.

(Océano y su monstruo alado se retiran, y tras un breve silencio aparecen


las Oceánidas sobre una roca y cantan)

Corami: Ya todo el país ha lanzado un… grito lastimero; los pueblos lloran por tu
grandeza y tu antiguo prestigio. Y todos los mortales… Sufren ante el gran gemido de tus
penas.

Prometeo: (TRAS UN SILENCIO y coromia le dice porque te quedas en silencio) No


creáis que callo por arrogancia o altanería; un pensamiento me devora el corazón al verme
así tan vilipendiado. En verdad, a estos dioses nuevos, ¿qué otro sino yo les repartió
exactamente sus privilegios? Pero sobre esto callo, pues ya sabéis cuanto podría decirte.

Corami: Padeces un castigo indigno; privado de razón divagas, y como un mal médico que
a su vez ha enfermado, te desanimas y no puedes encontrar para ti mismo los remedios
curativos. No ayudes a los mortales más allá de lo necesario descuidando, de esa manera, tu
propia desgracia. Tengo buenas esperanzas de que un día, cuando estés librado de estas
cadenas, no serás menos poderoso que Zeus.

PROMETEO: No tiene decretado todavía la Moira, que todo lo lleva a término, que esto se
cumpla; cuando esté abrumado por mil dolores y desgracias, escaparé de estas cadenas. El
arte es, por cierto, más débil que el Hado.

(ENTRA IO, DESPUÉS DE SUS PRIMERAS PALABRAS, SIENTESE SACUDIDA


POR EL AGUIJÓN DEL TÁBANO)

I0: ¿Qué tierra es ésta? ¿Qué raza? ¿A quién diré que miro atormentado? ¿Qué falta expiras
en esta agonía? Dime a qué parte de la Tierra he llegado, mísera, en mi extravío.

¡Ay, ay! ¡Ah, ah! ¡Desdichada de mí! Vuelve nuevamente a picarme un tábano. Apártalo,
Tierra, porque tiemblo al ver al boyero de mil ojos. Se acerca con su pérfida mirada. Ni
muerto la Tierra lo oculta sino que, saliendo de las sombras, me da caza a mí, infortunada,
y me hace errar, entre errante y hambrienta, por la arenosa playa.

Corami: ¿Oyes el clamor de la bicorne doncella?

Prometeo: ¿Cómo no oír a la hija de Inaco, la muchacha hostigada por el tábano? Ella
abrasa de amor el corazón de Zeus y ahora, odiada de Hera, se ejercita por fuerza en esas
infinitas carreras.
IO: ¿Cómo es que has pronunciado el nombre de mi padre? Responde: ¿quién eres tú,
miserable,

Prometeo: soy Prometeo hijo de Jápeto y la oceánide

IO:, ¿por qué razón sufres esto?

Prometeo: les di el divino fuego a los mortales

IO: dime ató en esa escarpada roca.

Prometeo: La decisión fue de Zeus, pero de Hefestos fue la mano.

IO: Prometeo tu que lo sabes todo Muéstrame el fin de mi viaje y cuál será este día para mí,
la desdichada.

Prometeo: A veces, no conocer es mejor que conocer.

IO: No me escondas lo que he de padecer.

Prometeo: No te rehúso ese favor.

IO: Entonces, ¿por qué tardas en decir lo que sabes?

Prometeo: No es mala voluntad, pero dudo en turbar tu alma.

IO: No te preocupes más por mí que yo misma.

IO: ¿Es posible que un día Zeus decline su poder?

Prometeo: Sin duda tú te alegrarías de ver este suceso.

IO: Desde ya; si es por Zeus que sufro tan desgraciadamente.

Prometeo: Que esto será así, debes estar segura.

IO: ¿Quién lo despojará de su cetro tiránico?

Prometeo: Será víctima de sus insensatos planes.


IO: ¿De qué manera? Dímelo, si no hay daño en ello.

Prometeo: Contraerá una boda de la que un día se arrepentirá.

IO: ¿Con una diosa o con una mortal? Dímelo, si se puede.

Prometeo: No está permitido decir con quién.

IO: ¿Acaso su esposa lo derribará de su trono?

Prometeo: Ella le dará un hijo más fuerte que su padre.

IO: ¡Y no hay manera de que esto no suceda!

Prometeo: Ciertamente no, salvo que yo sea desatado de estas cadenas.

IO: ¡Y quién te desatará sin el permiso de Zeus!

Prometeo: Seguramente debe de ser uno de tus descendientes.

IO: ¿Cómo dijiste? ¿Un hijo mío te liberará de estos males?

Prometeo: Sí, el tercer linaje después de diez generaciones.

IO: No es fácil de comprender esta profecía.

Prometeo: No debes intentar comprender el fondo de tus padecimientos.

IO: No me ofrezcas un bien para después quitármelo.

Prometeo: De dos, te concederé uno.

IO: ¿Cuáles? Muéstramelos y dame a elegir.

Prometeo: Te lo concedo, elige: o te diré claramente el resto de tus males o el nombre de


quien me liberará!
Corami: De estas dádivas, concede una a ésta y otra a mí, y no desprecies nuestras
palabras. A ella cuéntale el término de esta errática carrera, y a mí, quién será tu libertador.
Pues esto es lo que deseamos saber.

Prometeo: Puesto que éste es vuestro deseo, no me negaré a narrar todo. A ti, lo, te
revelaré el curso de tu agitada carrera; grábala en las fieles tablillas de tu memoria.

Narrador: Cuando atravieses la frontera de los dos continentes cruzando el mar cuando
llegues a las llanuras de Cístenes, donde viven las Fórcides, tres viejas doncellas de
figura de cisne que tienen un ojo común, un solo diente y a las que nunca alcanza el
sol, cerca estarán 3 hermanas aladas con cabellera de serpiente las Gorgonas que
ningún mortal puede ver sin morir.

Pero escucha otro peligroso espectáculo: guárdate de los grifos de pico corvo, los mudos
perros de Zeus, de dientes afilados. Huye también del ejército Arimaspo, gente de un
solo ojo, montada a caballo, que vive junto a las aguas del río Plutón; tú no te acerques a
ellos. Llegarás a una tierra lejana, de un pueblo de tez oscura, donde está el río Etíope.
Baja por las riberas de éste hasta la catarata. Éste te conducirá hasta el país triangular,
donde el destino os reserva, lo, a ti y a tus hijos, fundar una gran colonia. Si algo de
esto es confuso y difícil de comprender, pregunta de nuevo y entérate con precisión.
Dispongo de más tiempo del que quiero.

Corami: Si tienes algo nuevo u olvidado que contar acerca de tu triste historia, dilo; pero si
lo has dicho todo, concédeme ahora el favor que pedí. Lo recuerdas, sin duda.

Prometeo: Es todo cuanto tengo para decir sobre su viaje. Pero, a fin de que sepa que no
me escucha en vano, le diré qué trabajos ha sufrido antes de venir aquí, dándole con ello la
prueba de mí relato.

Hay una ciudad, Cánobo. En ella, Zeus, imponiéndote su mano serena, al simple contacto,
te devolverá el juicio. Allí darás a luz un hijo, Éphalo.

IO: ¡Ah! Una convulsión, un delirio que turba mi mente vuelve a abrasarme; el dardo sin
forjar del tábano me hiere. Mi corazón horrorizado palpita en mi pecho y mis ojos giran en
sus órbitas. Un viento me arrastra fuera del camino y no gobierno mi lengua; los confusos
pensamientos chocan al azar contra las olas de la odiosa Ate.

(IO se retira)

Corami: Sabio, sí, sabio era el primero que concibió en su espíritu y formuló con la lengua
que casarse según su rango es con mucho lo mejor, y cuando se es artesano no ambicionar
unas bodas con gente mimada por las riquezas o envanecida por el linaje.
A mí, una boda con un igual, no me asusta, lo que temo es que el amor de los dioses me
mire con sus inevitables ojos. Pues es una lucha inevitable, sin más esperanza que la
desesperanza, y no se qué sería de mí. Porque no veo cómo se podría escapar a la voluntad
de Zeus.

Prometeo: En verdad, todavía Zeus, por altivo que sea de corazón, será humilde según la
boda que se dispone a contraer, que lo arrojará, aniquilado, de su tiranía y de su trono. De
estos trabajos, ningún dios, salvo yo, podría mostrarle claramente la solución. Yo lo sé y de
qué forma. Nada le bastará para no ser desplazado ignominiosamente; tal es el adversario
que se está preparando contra sí mismo, prodigio invencible, que encontrará una llama más
poderosa que el rayo y un ruido más ensordecedor que el trueno; y dispersará el azote
marino que sacude la Tierra, el tridente, lanza de Poseidón. Cuando choque con este mal,
aprenderá qué diferencia hay entre mandar y obedecer.

Corami: Conviertes tus deseos en predicciones para con Zeus.

Prometeo: Digo lo que se cumplirá y además lo que deseo.

Corami: ¿Hay que esperar que alguien venza a Zeus?

Prometeo: Y tendrá que soportar fatigas más pesadas que las mías.

Corami: ¿Cómo no tienes miedo de pronunciar palabras como éstas?

Prometeo: ¿Y qué puede temer aquel que está decretado que no muera?

Corami: Puede enviarte pruebas más dolorosas aun.

Prometeo: Que lo haga; todo lo espero.

Corami: Sabios son los que se inclinan ante Adrastrea.

Prometeo: Implora y adula al poderoso; a mí me importa Zeus menos que nada. Que haga,
que mande como quiera durante este corto período, pues no reinará mucho tiempo sobre los
dioses.

Ahí llega el correo de Zeus, el servidor del nuevo tirano.

(Irrumpe Hermes conducido por sus aladas sandalias)


Hermes: A ti, que ofendiste a los dioses, pasando a los seres efímeros sus privilegios,
ladrón del fuego, a ti te lo digo: el padre te manda preguntar qué bodas son ésas de que
tanto alardeas por las cuales él será destronado. Y esta vez explícate sin enigmas. Evítame,
Prometeo, un doble viaje, porque ya ves que Zeus no se ablanda con tus procedimientos.

Prometeo: Éste es un discurso solemne y lleno de arrogancia, como de un criado de los


dioses. Sois jóvenes y ejercéis un poder joven, y creéis que habitáis una fortaleza
inaccesible a los dolores. ¿Acaso aparento tener miedo y agazaparme delante de los dioses
jóvenes? Mucho, o mejor dicho, más bien me falta todo para ello. Regresa por el camino
que seguiste, pues no sabrás nada de lo que intentas averiguar de mí.

Hermes: Sin embargo, con estas arrogancias has venido a anclar en estos males.

Prometeo: No cambiaría mi desgracia por tu condición servil. Es mejor estar esclavizado a


esta roca que ser fiel mensajero y sirviente del padre Zeus. Porque a los ultrajes hay que
corresponder con ultrajes.

Hermes: Te envaneces de tu actual situación.

Prometeo: ¿Yo, envanecerme? Así viera yo envanecidos a mis enemigos. Y a ti te cuento


entre ellos.

Hermes: ¿Me acusas, también a mí, de tus desgracias?

Prometeo: En una palabra, odio a todos los dioses que, habiendo recibido beneficios de mí,
me tratan inicuamente.

Hermes: Comprendo que deliras, poseído por un gran padecimiento.

Prometeo: Sí, estoy enfermo, si enfermedad es odiar a los enemigos.

Hermes: Serías insoportable si estuvieras bien.

Prometeo: ¡Ay de mí!

Hermes: Zeus no conoce qué significa esta palabra.

Prometeo: El tiempo, al envejecer, todo lo enseña.

Hermes: Tú, sin embargo, todavía no sabes ser sensato.


Prometeo: Ciertamente, no habría hablado a un criado como tú.

Hermes: Parece que no quieres decir nada de lo que desea el padre.

Prometeo: Estando en deuda con él, debería devolverle el favor.

Hermes: Te burlas de mí como si fuera un niño.

Prometeo: ¿No eres un niño y algo más simple todavía, si esperas saber alguna noticia de
mí? No hay ultraje ni artificio con los cuales Zeus me obligue a declarar esto antes de que
desate estas cadenas infamantes. Que lance la llama devoradora, que con la nieve de blanca
ala y con truenos subterráneos confunda y agite todo el universo; nada de ello me doblegará
como para revelarle por quién ha de caer de su tiranía.

Hermes: Esta actitud no te ayudará en nada. Decídete, insensato. Ante estos sufrimientos,
decídete a razonar bien.

Prometeo: Hace tiempo que todo está visto y decidido.

Hermes: Me parece que, si hablo, voy en vano, pues en nada te conmueves ni ablandas con
ruegos. Mordiendo el bocado como un potro recién domado, te rebelas y luchas contra las
riendas. Tu violencia, sin embargo, se funda en un débil razonamiento, pues la obstinación,
para el que razona mal, nada puede por sí misma.

Considera, si no te convencen mis palabras, qué triple ola de desgracias te caerá


inexorablemente encima.

Primero, ese pico, el padre lo hará pedazos y esconderá tu cuerpo en los brazos de la piedra.
Cuando haya transcurrido mucho tiempo, regresará nuevamente a la luz; pero entonces el
perro alado de Zeus, el águila sangrienta, desgarrará vorazmente un gran jirón de tu cuerpo;
un comensal que, sin ser invitado, vendrá todos los días a regalarse con el negro manjar de
tu hígado. No esperes un término de este suplicio hasta que aparezca un dios dispuesto a
sucederte en los trabajos y se ofrezca a descender al tenebroso Hades y a las oscuras
profundidades del Tártaro.

Ante esto, reflexiona, pues no se trata de una jactancia fingida sino de una palabra muy bien
pronunciada. Porque la boca de Zeus no sabe mentir sino que cumple todo lo que dice. Tú
mira bien y medita, y no creas que la insolencia sea mejor que el prudente consejo.

Corami: Hermes no parece hablar desatinadamente: te invita a dejar la arrogancia y a


buscar la sabia discreción. Escúchalo, pues para un sabio es vergonzoso persistir en el error.
Prometeo: Que un enemigo sea maltratado por enemigos, no es deshonroso. Así pues, que
lance contra mí el rizo de fuego de doble filo, que el éter sea agitado por el trueno y que la
furia de los salvajes vientos sacuda la tierra y la arranque de sus fundamentos con sus
raíces, que la ola del mar con su ardiente rugido confunda las rutas de los astros celestes,
que caiga mi cuerpo al negro Tártaro en los implacables torbellinos de la Necesidad. Sin
embargo, ¡él nunca me hará morir!

Hermes: Tales son los pensamientos y las palabras que son posibles oír de seres sin juicio.
¿Qué falta a tu suplicio para ser un delirio? Si te trataran mejor ¿se calmarían tus furores?
Pero en todo caso, tu Corami que compartís sus sufrimientos, retiraos aceleradamente de
estos lugares, no sea que el rugido implacable del trueno aturda vuestros sentidos.

Corami: Háblame de otra manera y exhórtame en términos que nos convenzan, pues no se
puede tolerar la palabra que acabas de soltar. ¿Cómo puedes obligarme a practicar
villanías? Con éste quiero sufrir lo que sea preciso, pues he aprendido a odiar a los
traidores, y no hay ruindad que aborrezca más que ésta.

Hermes: Bien, pues, no olvidéis lo que ahora te prevengo. Cuando seas presa de la
calamidad no reprochéis a la fortuna y nunca digáis que Zeus os lanzó a un padecimiento
imprevisible sino, en verdad, tú a ti mismo. Porque sabiéndolo y sin sorpresas ni engaño te
encuentras en tu locura, prendida en la red inextricable de Ate.

(Se retira HERMES, los vientos se huracanan y la tierra se estremece)

Prometeo: No se trata ya de palabras sino de hechos: la tierra tiembla. En sus


zigzagueantes profundidades ruge el eco del trueno y los relámpagos fulguran encendidos.
Los torbellinos agitan tolvaneras y los vientos saltan unos contra otros, anunciando una
lucha de hostil aliento. El cielo con el mar se mezclan confundidos. Tal es el ímpetu de
Zeus que, intentando asustarme, avanza claramente contra mí. ¡Oh majestad de mi madre!,
¡oh éter que haces girar la luz común a todos! ¡Ya veis de qué manera tan injusta padezco!

(PROMETEO y CORAMI QUEDAN A LA MERCED DE TÉTRICOS RAYOS Y


TRUENOS).

(PROMETEO y CORAMI QUEDAN EN SILENCIO MIRANDO AL SUELO…


(TRISTES), CON MÚSICA TRISTE DE FONDO. LUEGO…
EL ÁGUILA APARECE Y COMIENZA A ATACAR
A PROMETEO. CORAMI OBSERVA Y LLORA DESCONSOLADAMENTE, EL
TELÓN SE CIERRA LENTAMENTE Y FIN!)

FIN

También podría gustarte