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La Salamanca

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LA SALAMANCA

La leyenda argentina de La Salamanca


en Santiago del Estero es uno de los relatos más
conocidos por sus habitantes. Es la entrada al
infierno, donde se reúnen los practicantes de
magia negra a iniciar ritos con los que son
capaces de cometer cualquier acto.
En la lejanía una música comienza a sonar,
redobles de tambores en su son, una fiesta
nefasta que hiela la sangre de quien la escucha.
La Salamanca no tiene un punto exacto, en la
creencia popular aparece en cualquier lugar
desolado que solo los iniciados saben donde se
manifestará.
Allí los recibe Zupay, el rey de La Salamanca,
quien está presente en todas las reuniones. Este
ser aprueba y sella los pactos con los hombres
que acuden a él, que pueden ser de cualquier
inimaginable naturaleza. 
La fiesta comienza en este antro los fines de
semana, precisamente los sábados a la noche,
convocando a brujos, hechiceros y aquellos
deseosos de cumplir sus añoranzas. Estos
practicantes asisten en compañía de animales y
espíritus, con la finalidad de divertirse y planear
oscuros actos. Una despampanante iluminación,
música y carcajadas emanan de este sombrío
lugar. Quienes conocen La Salamanca no pueden
revelar el secreto de su locación, de lo contrario
sufrirán cualquier castigo mortal que ha de
dictar Zupay.
Conjuros y maldiciones se pactan para que se
hagan realidad. Los brujos y hechiceros acuden
para que sus ¨trabajos¨ se cumplan; los
enfermos, para curarse por completo de sus
agonías; los agobiados en el amor, para atraer a
sus amados con un ¨amarre¨;los ancianos para 
recuperar su juventud; los que sufren por
fealdad, para que sean dotados de una
hermosura indescriptible; y también hay
aquellos que desean ser hábiles o famosos en
alguna actividad como el canto.
Para que el pedido se cumpla ante Zupay, el
iniciado debe superar pruebas antes de  entrar a
la cueva. Como requisito es estar
completamente desnudo acompañado por
alguien ya recurrente a estas reuniones. En la
entrada estará una figura de Cristo boca abajo.
Un chivo maloliente empujara hacia dentro al
adepto. En el pasadizo se encontrará con los
animales e insectos de lo más repugnantes tales
como enormes arañas, sapos, víboras y
lampalaguas. Ante tales amenazas  deberá
quedarse quieto incluso si estos se le suben por
el cuerpo. Por último, un basilisco centelleante
lo aguarda y, si lo mira a sus ojos perderá la vida.
Si supera las pruebas con valor podrá acceder a
pedir lo que quiera. De esta manera, el iniciado
puede volver a  La Salamanca, y también estará
atado de por vida por el pacto realizado con
Zupay.

Salamanca (Salla=peña. Mancca=bajo, infierno):


vocablo quechua que significa aquelarre,
reunión de brujas, almas condenadas y seres
demoníacos que se unen para divertirse, bailar,
beber, planear diversas maldades contra los
seres humanos, renegando de todo precepto
moral o religioso. El Zupay es el rey de la
Salamanca y el que preside las reuniones y sella
los pactos de los hombres que acuden a él, en
busca de la clave de la vida, la ciencia de la carne
y los secretos del mal. La música que de allí
proviene sirve de guía para llegar hasta la
entrada, pero no todos pueden ingresar.
Quienes afirman haber estado allí lo describen
como un recinto iluminado con lámparas de
aceite humano y donde reina gran alboroto por
los gritos y carcajadas de los concurrentes.
Allí se realizan conjuros y maldiciones, para
poder ingresar se debe conocer la contraseña,
sin la cual la entrada permanece invisible, si por
el contrario se conoce se ingresa al recinto
pasando por una especie de laberinto tortuoso,
sin amilanarse.
Entre otros se debe sortear el Arunco, con un
chivo maloliente que a embestidas lo empujara
hacia el interior. Una enorme culebra colgante,
amenazando de cuya boca rezuma baba
sanguinolienta y finalmente con un Basilisco de
ojo centelleante. Los adeptos no pueden revelar
la entrada a la Salamanca, a riesgo de tener que
padecer un terrible castigo que se dicte contra
ellos.

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