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El Martillo de Brecht
El Martillo de Brecht
El Martillo de Brecht
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EL
MAR
TI
LLO
DE
*
BRECHT
Cuadernillo de distribución gratuita
Selección de textos:
Paco Ignacio Taibo II
Dirección de arte, ilustraciones y portada:
Kael Abello - Utopix
Diagramación:
América Latina Rodríguez - Utopix
Escuela de Cuadros:
Chris Gilbert y Cira Pascual Marquina
Prefacio 9
Introducción 13
POESÍA
Loa a la dialéctica 19
Preguntas de un obrero que lee 23
El cambio de rueda 27
Canción de la rueda hidráulica 29
Mi hermano era piloto 33
Leyenda de la Navidad 35
Alabanza al revolucionario 39
A los hombres futuros (a la posteridad) 43
O todos o ninguno 49
Balada del pobre Bertolt Brecht 53
CUENTOS Y FRAGMENTOS
El muchacho indefenso 59
Si los tiburones fueran hombres 61
El manto del hereje 67
César y su legionario 85
Medida contra la violencia 117
9
EL MARTILLO DE BRECHT
PREFACIO
Escuela de Cuadros
Para ver el video completo, visita:
https://youtu.be/S9L5629oUZY
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EL MARTILLO DE BRECHT
INTRODUCCIÓN
EL MARTILLO DE BRECHT
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1932
LOA
A
LA
DIALÉCTICA
Lo firme no es firme.
Todo no seguirá igual.
Cuando hayan hablado los que dominan,
hablarán los dominados.
¿Quién puede atreverse a decir «jamás»?
¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.
¿De quién el que se acabe? De nosotros también.
¡Que se levante aquel que está abatido!
¡Aquel que está perdido, que combata!
¿Quién podrá contener al que conoce su condición?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y el jamás se convierte en ahora mismo.
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1935
PREGUNTAS
DE
UN
OBRERO
QUE
LEE
EL MARTILLO DE BRECHT
¿Quién preparaba los festines?*
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba los gastos?
A tantas historias,
tantas preguntas.
1953
EL
CAMBIO
DE
RUEDA*
1934
CANCIÓN
DE
LA
RUEDA
HIDRÁULICA
3
Se embisten brutalmente,
pelean por el botín.
Los demás, para ellos, son tipos avariciosos
y a sí mismos se consideran buena gente.
Sin cesar los vemos enfurecerse
y combatirse entre sí. Tan sólo
cuando ya no queremos seguir alimentándolos
se ponen de pronto de acuerdo.
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Ya no sigue la rueda girando,
y se acaba la farsa divertida
cuando el agua, por fin, libre su fuerza,
se entrega a trabajar para ella sola.
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33
MI
HERMANO
ERA
PILOTO*
1923
LEYENDA
DE
LA
NAVIDAD
4
¡Ponemos las chaquetas al fuego para calentarnos más
tarde!
Después de eso, las vigas arden inmediatamente para
nosotros.
Solo por la mañana estaremos congelados.
Ven buen viento, te queremos acoger:
porque tú también no tienes hogar.
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1931
ALABANZA
AL
REVOLUCIONARIO
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mita d d e l o s 3 0
A
LOS
HOMBRES
FUTUROS*
(A LA POSTERIDAD)
EL MARTILLO DE BRECHT
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* 00:49:23. Está muy cerca de la frase del Che cuando habla de conservar
la ternura. Lo que no le hacía titubear a la hora de apretar el gatillo en los
contextos de una lucha armada de todo o nada. Está muy cerca de esta re-
flexión de Brecht.
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1945
O
TODOS
O
NINGUNO
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1921
BALADA
DEL
POBRE
B E R T O LT
BRECHT
EL MARTILLO DE BRECHT
En los terremotos del futuro, confío
no dejar que se apague mi puro de tabaco de «Virginia»
por exceso de amargura,
yo, Bertolt Brecht, arrojado a las ciudades de asfalto
desde la Selva negra, dentro de mi madre, hace tiempo.
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CUENTOS
Y F R A G M E N T O S
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EL
MUCHACHO
INDEFENSO
SI
LOS
TIBURONES
FUERAN
HOMBRES
EL MARTILLO DE BRECHT
existe una enorme diferencia. Si bien todos los pececi-
llos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en
idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse.
A cada pececillo que matase en una guerra a un par de
pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma,
se les concedería una medalla al coraje y se le otorgaría
además el titulo de héroe. Si los tiburones fueran hom-
bres, tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros
en los que se representarían los dientes de los tiburones
en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardi-
nes de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del
fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando
entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música
sería tan bella que, a sus sones, arrullados por los pensa-
mientos más deliciosos, como en un ensueño, los pece-
cillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda,
dentro de esas fauces. Habría asimismo una religión, si
los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que
la verdadera vida comienza para los pececillos en el es-
tómago de los tiburones. Además, si los tiburones fue-
ran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales
como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo
que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pe-
cecillos que fueran un poco más grandes se les permitiría
incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verían
esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores
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EL MARTILLO DE BRECHT
1939
EL
MANTO
DEL
HEREJE*
Es la historia de su manto.
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encerrado en su desván y rogaba que enviasen pronto
funcionarios a buscarlo.
EL MARTILLO DE BRECHT
Cristo y afirmado las cosas más desquiciadas sobre el Sol.
No era, pues, nada extraño que no hubiera pagado su
manto. Y la buena mujer no tenía la menor intención
de resignarse a esa pérdida. Tras una violenta discusión
con su marido, la septuagenaria, vestida con sus mejores
galas, se dirigió a la sede del Santo Oficio y reclamó, con
cara de malas pulgas, los treinta y dos escudos que le de-
bía el hereje allí encarcelado.*
EL MARTILLO DE BRECHT
oía ávidamente todo aquel chismorreo. La atormentaba
oír que el asunto del hereje tuviera todas las de perder.
Aquel hombre jamás sería liberado ni podría pagar sus
deudas. La mujer dejó de dormir por las noches, y en
agosto, cuando el calor acabó de arruinar sus nervios,
empezó a ventilar su queja a chorretadas en las tiendas
donde compraba y ante los clientes que iban a probarse
ropa. Insinuaba que los monjes cometían un pecado al
despachar con tanta indiferencia las justas reclamaciones
de un pequeño artesano. Los impuestos eran opresivos, y
el pan acababa de subir nuevamente.
EL MARTILLO DE BRECHT
Ella lo había visto cuando él fue a probarse el manto y
recordaba bien su cara, pero esta vez no lo reconoció de
inmediato. La tensión de los interrogatorios debía de ha-
berle provocado un cambio.
EL MARTILLO DE BRECHT
de los deudores morosos. Sus obligaciones les importa-
ban un rábano, y cuando se veían acorralados, fingían
estar moviendo cielo y tierra.
–¿Para qué necesitaba entonces un manto si no tenía di-
nero con qué pagarlo? –preguntó con dureza.
EL MARTILLO DE BRECHT
señora desde el umbral, pudiera decir algo, la anciana
le espetó:
–¿Por qué se comporta usted así si quiere seguir rodando
por el mundo?
EL MARTILLO DE BRECHT
–No es justo. Me querellaré contra él.
El anciano movió la cabeza.
–Mejor preocúpese de la conversación que habrá de man-
tener dentro de unos minutos. No puedo permitir que
aquí se siga discutiendo por unos cuantos escudos.
* 00:52:04. ¿Por qué te conmueve la historia? Porque suena real. (...) Te con-
mueve porque sientes que lo que estás leyendo viene de la realidad. No está
mediado, no está ideologizado. No está convertido en teoría. Es la realidad.
Y la realidad tiene este factor cuando se cuenta bien que te conmueve. Te
pesca y te conmueve.
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EL MARTILLO DE BRECHT
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85
1942
CÉSAR
Y
SU
LEGIONARIO*
1. César
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En el palacio de Cleopatra, centro de todas las intrigas
relacionadas con el Oriente, se hallan reunidos altos mi-
litares. La reina de Egipto es la verdadera inspiradora de
la guerra contra Persia. Bruto y Casio, así como otros
jóvenes oficiales, la felicitan por el triunfo en el Senado
de su política bélica. Su ocurrencia de hacer circular la
ominosa lista suscita admiración y carcajadas. El dictador
va a llevarse una buena sorpresa cuando trate de cobrar
en la City los créditos concedidos...
EL MARTILLO DE BRECHT
cuando ve cómo César devuelve el legajo sin abrir a su
secretario, para examinarlo más tarde.
EL MARTILLO DE BRECHT
Había presentado un gigantesco programa con el que dio
un susto de muerte al Senado: repartición de los latifun-
dios, tierras para los pobres.
EL MARTILLO DE BRECHT
Estado exclusivamente. Los senadores podrán disfrutar
de buen verano; en Bayá él será su anfitrión.
EL MARTILLO DE BRECHT
Efectivamente, todo depende ahora del pueblo...
EL MARTILLO DE BRECHT
Cuando el dictador regresa a su casa, el secretario ha de
convencer a la guardia de la identidad de su acompañan-
te para que le dejen pasar. La guardia es nueva. El re-
cién nombrado edil ha sustituido a la guardia romana
del palacio por una cohorte de negros. Los negros son
más seguros; no entienden latín, y es más difícil que se
amotinen, contagiados por el ambiente que reina en la
ciudad. César sabe ahora cuál es el ambiente que reina
en la ciudad... En el palacio, la noche transcurre agitada.
César se levanta varias veces y recorre los amplios apo-
sentos. Los negros cantan y beben. Nadie se preocupa
de él, nadie le reconoce. El dictador escucha una de sus
tristes canciones y sale. Se dirige a los establos a visitar a
su caballo favorito. Por lo menos, el animal le reconoce...
Roma la eterna está sumida en un sueño intranquilo. A
las puertas de los asilos nocturnos hacen cola artesanos
arruinados, ansiosos de encontrar un rincón donde dor-
mir siquiera tres horas, y mientras aguardan su turno,
leen los grandes carteles, medio desgarrados, en los que
se solicitan soldados para una guerra en Oriente que nun-
ca tendrá lugar. En los jardines de la jeunesse dorée han
desaparecido los centinelas de la noche anterior. De los
palacios salen voces de borrachos. Una pequeña cabalgata
atraviesa la puerta sur de la ciudad: la reina de Egipto
abandona, toda envuelta en velos, la capital… A las dos
de la mañana, César recuerda algo, se levanta y se dirige
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EL MARTILLO DE BRECHT
EL MARTILLO DE BRECHT
personal está allí amenazada. César ordena al enviado
de Antonio transmita a su amo que no irá al Senado. El
dictador acude, por el contrario, a casa de Cleopatra. Al
salir del palacio pasa junto a la larga fila de peticionarios
que allí concurren todas las mañanas. Tal vez Cleopatra
está dispuesta a financiar su campaña. En ese caso podría
prescindir tanto de la City como del pueblo.
Da la orden. Al Senado.
2. El legionario de César
EL MARTILLO DE BRECHT
y que están vacíos debido a lo temprano de la hora; se
siente revivir. César planea nuevas campañas triunfales.
Terencio Scaper llega oportunamente. Es el 13 de marzo
del año 44.
EL MARTILLO DE BRECHT
Ruido de pasos y de armas en el corredor: César asoma
por la puerta. El pequeño secretario se queda como pa-
ralizado bajo la mirada escrutadora del gran hombre.
¡Hacía tres años que César no pisaba por allí! Ni siquiera
sospecha que su destino acaba de cruzar el umbral.
EL MARTILLO DE BRECHT
Mientras tanto, Raro está de regreso en el palacio. El ban-
quero español le ha hecho entrega de un “dossier”, que él
ha transmitido a su vez a César. Ahora se dirige a la admi-
nistración para solicitar un adelanto. Allí recibe un gran
susto; en lugar de concedérsele el dinero que solicita, se le
somete a interrogatorio. ¿Dónde ha estado? ¿Qué encar-
go cumplió para el dictador? Cuando el joven secretario
se niega a responder, se le comunica que está despedido.
EL MARTILLO DE BRECHT
César lo ha hecho llamar a primera hora. Con su ayuda, el
dictador ha logrado desempolvar en la biblioteca un viejo
discurso, que pronunciara años atrás y en el que César
exponía su programa democrático. A continuación, el se-
cretario se ha encaminado a los arrabales con el propósito
de sondear la opinión de varios políticos plebeyos acerca
de un eventual restablecimiento de la democracia. Por
otro lado, el dictador ha ordenado la sustitución de toda
la guardia del palacio, así como la detención de su jefe, el
mismo que el día anterior había interrogado a Raro.
EL MARTILLO DE BRECHT
donde se reunirá con su ejército. Le promete disponer
para su huida una carreta de bueyes. El dictador, hundido
en su litera, no le responde.
–Sí.
–¿Y no puedes conseguir que haga algo por mí?
–Ya no puede hacer nada por nadie. Todo ha fracasado.
Mañana lo matarán como a una rata. Bueno, contéstame:
¿qué harías tú por él?
EL MARTILLO DE BRECHT
Scaper se ha recuperado de su postración: en él anida otra
vez la esperanza.
EL MARTILLO DE BRECHT
Lo intenta en otra dirección; el palacio es enorme.
Nuevamente tropieza con centinelas negros. No hay for-
ma de pasar. Prueba diferentes pasillos y jardines interio-
res, a los que se llega trepando por ciertas ventanas, pero
todo está acerrojado.
MEDIDA
CONTRA
LA
VIOLENCIA