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Estudio de La Adoracion
Estudio de La Adoracion
Estudio de La Adoracion
Números 8:14:
Así apartarás a los levitas de entre los hijos de Israel, y serán míos los levitas.
Introducción:
Hablar sobre el trabajo en equipo (video ojala )
Los primeros ejemplos de trabajo en equipo que se encuentran en la Biblia se
encuentran en el capítulo inicial de Génesis. Allí encontramos a la Trinidad: el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo, que trabajan en concierto en la creación (Génesis 1: 1–3). Cada
miembro de la Trinidad tenía una posición para llenar la creación del mundo; Cada uno
tenía un trabajo definido para realizar.
En el Antiguo Testamento encontramos a Noé, trabajando con su familia para lograr la
construcción del Arca. Jamás lo hubiera podido hacer solo.
Fue necesario contar con cada mano y pie que participó, y juntos lograr hacer realidad la
voluntad de Dios (Génesis 6:8-7, 10).
Otro de los ejemplos es Moisés. En Números 11:14-17, Moisés le cuenta a Dios lo
difícil que era guiar a Israel solo. El Señor lo sabía, y le pide que reúna a 70 hombres de
entre los ancianos, que a partir de ese momento lo asistirían. El trabajo en equipo ayuda
a dividir las cargas y hacerlas más ligeras.
De igual manera, en Éxodo 17, vemos que mientras Moisés mantuviera los brazos
arriba, Israel derrotaría a los amalecitas. En plena batalla, Moisés estaba cansado y no
podía solo. Pero Aarón y Jur lo ayudaron, sosteniendo sus brazos y fueron una parte
fundamental para lograr la victoria. Estos personajes nos han mostrado que, aunque no
siempre es fácil, trabajar en equipo lo hace todo mejor, reconforta el alma y nos
recuerda que no estamos solos.
“Mejor dos que uno, pues obtienen mayor recompensa en sus fatigas. Porque, si
caen, uno levantará al otro. Pero, ¡ay si uno cae sin tener a nadie que lo levante!”
Eclesiastés 4:9-10
El equipo de doce hombres de Jesús estuvo marcado por su diversidad (Marcos 3: 13–
18; Lucas 6: 12–16). Uno era un recaudador de impuestos, varios eran pescadores, uno
era políticamente activo y se lo conocía como "el Zelote". Los Evangelios relatan tres
años y medio de entrenamiento intenso, ya que los discípulos pasaron tiempo al lado de
Jesús mientras enseñaba y atendía a las personas. En el punto medio de su mentoría,
Jesús envió a los doce en equipos de dos hombres (Marcos 6: 7–13). Se les dio
autoridad, dirección y oportunidad. Jesús siguió con la revisión, la corrección y el
descanso (Marcos 6: 30–31).
Estamos diseñados para necesitar a Dios y unos a otros. Nadie tiene todas las
habilidades, dones o sabiduría necesarios para una vida exitosa. Se nos exhorta a usar
los dones que recibimos, los talentos y las inclinaciones únicas de nuestra naturaleza
creada, así como nuestros dones espirituales, para servirnos unos a otros con
amabilidad, respeto y aprecio.
Origen de los levitas Deuteronomio 18:1
Los sacerdotes levitas, es decir, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad en
Israel; de las ofrendas quemadas a Jehová y de la heredad de él comerán.
Jacob o Israel tuvo 12 hijos y uno de ellos era Leví, el cual tuvo tres hijos: Gersón,
Coat y Merari. Estos tres hijos dieron origen a las tres familias que constituyeron
la tribu de Leví. Moisés y Aarón, por ejemplo, pertenecían a la familia de Coat.
Dios eligió a los levitas para sustituirlos. De este modo, actuaban como representantes
de los primogénitos de las tribus de Israel. Fueron apartados como propiedad especial
del Señor (Números 8:14-19; 18:6).
Los levitas, descendientes de la familia de Merari, De los hijos de Aarón serían los
encargados de ejercer el sacerdocio y solo ellos podían ministran en el lugar santísimo,
cuando halla de mudarse el campamento serán Aarón y sus hijos los que desarmaran y
cubrirán El tabernáculo de reunión. Con todos sus utensilios (Números 4:29-33).
Los levitas, hijos de Coat, eran los encargados de llevar el mobiliario del Tabernáculo
(Números 3:29-32; 4:1-36). Ellos no debían ver cuando se este guardando el santuario
porque si no morirían.
Los levitas, hijos de Gersón, se encargaban de las cortinas, cubiertas y velos del
Tabernáculo (Números 3:21-26; 4:21-40).
tenían la tarea de cuidar el transporte y las tablas del Tabernáculo así como sus barras,
sus columnas, sus basas y todos sus enseres, con todo su servicio y su atrio (Números
3:35-37; 4:29-44).
Los levitas eran los guardianes del culto a Dios, los que debían vigilar las cosas del
Señor. Ellos acampaban alrededor del Tabernáculo, sirviendo como sus protectores. De
ser necesario, un levita daría su vida para proteger el Tabernáculo.
Las funciones de los levitas cambiaban según el contexto histórico y las condiciones
de vida de los israelitas. Con el tiempo, estas funciones se alejaron, en cierto modo, de
las tareas más serviles de los tiempos errantes en el desierto.
Por ejemplo cuando el rey David llevó el Arca de la Alianza a Jerusalén fijando el culto
allí, y más tarde cuando el rey Salomón construyó el Templo, las tareas relacionadas
con el transporte del Tabernáculo, sus muebles y utensilios, ya no fueron necesarias.
Cuidar de la limpieza y el orden del Templo. Esto incluía las tareas relacionadas
con los animales de sacrificio.
Servir como guardias y porteros, además de recibir y guardar los diezmos y
ofrendas.
Enseñar la Ley del Señor al pueblo, y en algunas ocasiones servir como jueces y
consejeros. Durante el reinado de Josafat, por ejemplo, los levitas se encargaban
de recorrer las ciudades del reino con el Libro de la Ley para enseñar la Palabra
del Señor a los judíos (2 Crónicas 17:7-9). Más tarde, en la época de Esdras, los
levitas también desempeñaron un papel fundamental en la educación religiosa
del pueblo.
Servir como músicos, poetas, compositores y cantantes en el culto público.
Especialmente durante y después del reinado de David, los levitas aparecen en la
narración bíblica con protagonismo en la realización de estas tareas,
incluso, componiendo algunos salmos (2 Crónicas 29:12-30). En esta época
vivía el levita Asaf. Era el líder del culto que ministraba ante el Arca del Señor y
uno de los levitas más famosos de la Biblia (1 Crónicas 16:4).
El sustento de los levitas
Como los levitas estaban dedicados al servicio del Señor, vivían por los diezmos del
pueblo. Sin embargo, ellos también daban los diezmos de lo que recibían a los
sacerdotes (Números 18:21-28). En algunas ocasiones, los levitas y los sacerdotes
también compartían el botín de guerra ( Números 31:25).
Los levitas en el Nuevo Testamento
A pesar de sufrir varios cambios en sus funciones a lo largo del tiempo, los levitas
siguieron distinguiéndose de los sacerdotes en el periodo del Nuevo Testamento.
Esto queda claro en la parábola del buen samaritano. Allí el Señor Jesús menciona
tanto a un levita como a un sacerdote (Lucas 10:31-32).
Los levitas y los sacerdotes también fueron enviados por los judíos para indagar sobre la
identidad del profeta Juan el Bautista. Sospechaban que podía ser el Cristo (Juan
1:19). Bernabé, compañero de misión del apóstol Pablo, era un levita (Hechos
4:36).
¿Existe el ministerio de los levitas en las iglesias de hoy?
Tal cual como las funciones que acabamos de ver, no hay levitas en las iglesias
locales cristianas. Pero, de la misma forma que lo mencionamos al principio del
artículo, Dios progresivamente ha revelado su plan divino, en el cual todo creyente en la
actualidad es un sacerdote y levita (1 Pedro 2:9;1 Pedro 2:5;Apocalipsis 1:6)
De esta forma, hoy cada creyente es un sacerdote y levita para el Señor, ya que por
medio de Cristo y la capacitación del Espíritu Santo, goza de una relación directa con
Dios y está capacitado para servirle en santidad.
Por tanto, el sistema religioso del Antiguo Testamento era temporal y una sombra
para señalar el ministerio redentor de Cristo, que es perfecto y permanente. Cristo es
nuestro Sumo Sacerdote, y por lo tanto ya no necesitamos el orden levítico (Hebreos
7:27).
Por tanto, hoy en día todos tenemos acceso al Padre Celestial, ahora todo su pueblo es
un reino de sacerdotes, y esto se cumple en la Iglesia a través de la obra de Cristo que
redimió a un pueblo para que fuera santo.
Aplicación
1 NO ERAN CONTADOS con los otros (v. 47). Dios siempre establece una diferencia
entre el creyente ordinario y aquellos que están totalmente dedicados a Él
2. ERAN ESCOGIDOS POR DIOS (3:12). Él los tomó a ellos en lugar de a los
primogénitos en Israel, de modo que cada uno tenía un carácter representativo.
Cada primogénito no representado por un levita tuvo que ser redimido (3:46-48). Ya
veis vuestro llamamiento, hermanos, vosotros los que pertenecéis al círculo interior de
sus escogidos. En lugar de Cristo, que es el Primogénito de toda criatura.
2 DADOS A AARÓN (3:9). Y así somos nosotros, como sus escogidos, dados a Cristo.
Jesús reveló este pensamiento cuando dijo: «He manifestado tu nombre a los hombres
que del mundo me diste». Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a Mí.
Que es la adoración
En el idioma griego se usan varias palabras, la que con más frecuencia se traduce
adorar es "proskuneo" (pros: hacia; kuneo: besar), implica: acto de homenaje o
reverencia, también traduce: dar obediencia a, arrodillarse, postrarse. Es un acto que
reconoce la grandeza, poder y autoridad del otro.
B) La palabra de Dios nos dice en Mateo 4:9-10 "y le dijo: Todo esto te daré, si
postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás". Fue la respuesta de Jesús a la tentación
de Satanás.
1) En el contexto podemos ver que el diablo no quiere que adores a Dios.
2) El diablo presenta diversas y muchas cosas para que dejes de adorar a Dios.
3) El diablo te ofrecerá el camino más fácil. (Jesús es Señor de todos los reinos, pero
era necesario primero por la cruz).
4) Concluimos entonces que la mejor adoración es hacer la voluntad de Dios en Su
tiempo y esperar en su soberanía y bondad.
Adorar a Dios no es solo cantar canciones. En efecto, como discípulos de Jesús todo lo
que hacemos, es decir, nuestro trabajo, actividades de ocio, estudio, vida familiar, etc.)
Debería ser adoración a Dios. La verdadera adoración a Dios involucra dar el 100% de
nuestra vida a El; estar totalmente dispuestos y totalmente obedientes a El.
ADORAR: ALABAR, SERVIR, HONRAR.
1. ¿Qué es la adoración?
Adorar a Dios es la actividad más noble, elevada e importante que el ser humano
puede realizar. Fuimos creados para eso, y cuando el hombre pecó rompiendo
así su relación con Dios, él envió a su propio Hijo con el fin de redimirnos para
que pudiéramos ser nuevamente verdaderos adoradores. Esto es lo que Jesús
quería dar a entender a la mujer cuando le dijo: "el Padre tales adoradores
busca que le adoren". Tan importante es el tema, que la adoración será nuestra
actividad principal durante toda la eternidad. Lo podemos comprobar con
frecuencia en el libro de Apocalipsis, donde todos los seres celestiales adoran a
Dios sin cesar.
(Ap 4:8-11) "Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y
por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo,
santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de
venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de
gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y
adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del
trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder;
porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas."
Ahora bien, todos sabemos que el verdadero amor a Dios implica entrega
absoluta. El Señor nos enseñó que para amarle hay que hacerlo con todo el
corazón, con toda el alma y con toda la mente (Mt 22:37). Así pues, la adoración
genuina implica la entrega de todo lo que somos como una ofrenda de amor.
Podemos encontrar una buena ilustración de esto en el sacrificio de los
holocaustos que se realizaban en el Antiguo Testamento. La particularidad que
tenía este tipo de ofrenda era que el animal se ofrecía completamente al Señor en
olor grato, a diferencia de los otros sacrificios en los que se reservaban
diferentes partes para los sacerdotes o el oferente (Lv 3:1-9). Así que, podríamos
decir que la adoración es una "ofrenda del todo quemada", donde el adorador
no se queda nada para sí mismo, sino que se entrega sin reservas a Dios,
consagrándole su vida entera a él. Parece que el apóstol Pablo tenía este tipo de
sacrificio en mente cuando exhortaba a los cristianos en Roma:
(Ro 12:1) "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional."
(Mr 7:6) "Respondiendo él, les dijo: Hipócritas bien profetizó de vosotros Isaías,
como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de
mí."
Ahora bien, una vez que hemos señalado que la adoración surge de un corazón
que ama y se entrega completamente a la voluntad de Dios, hay que decir
también que le adoramos cuando nos dirigimos a él para expresarle la
admiración que le profesamos. Esto lo podemos hacer principalmente por medio
de la oración y también del canto.
(He 13:15) "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de
alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre."
Por supuesto, esta admiración surge y crece en nosotros al considerar por medio
de su Palabra cómo es él; su naturaleza, sus atributos, su carácter y también sus
obras. Es entonces cuando nos rendimos a él mientras nos deleitamos en
contemplar de forma reverente su gloria.
Podemos pensar en una sencilla ilustración que nos puede ayudar a entenderlo
mejor: Imaginemos unos novios que han quedado para verse. En un momento el
chico saca un precioso anillo que le regala a su novia. Inmediatamente la
muchacha mira el regalo fascinada mientras se lo pone en el dedo y le da las
gracias a su novio. Pero según va pasando el tiempo, el anillo pasa a un segundo
plano y toda la atención de la chica vuelve a estar puesta nuevamente en su
amado, en quien no ve más que virtudes.
Y de la misma manera, nosotros también estamos maravillados de la gracia de
Dios sobre nosotros y de sus muchas bendiciones, pero más importante que
cualquiera de ellas, es Dios mismo, a quien admiramos y adoramos por quién es
él. En este sentido el apóstol Pedro hizo un breve resumen de nuestra nueva
posición en Cristo, pero no se detuvo ahí, sino que expresó que todo esto que
hemos recibido por gracia nos debe llevar a "anunciar sus virtudes" en un
espíritu de auténtica adoración.
Tenemos que tener mucho cuidado con esto, porque con facilidad nos detenemos
pensando en lo que ahora somos en Cristo y en cuántas bendiciones hemos
recibido de él, y no llegamos a adorarle por lo que Dios mismo es. Si queremos
ser verdaderos adoradores tenemos que dejar de pensar en nosotros mismos
para concentrar toda nuestra atención en quién es Dios.
Sin embargo, habiendo dicho esto, hay que decir también que es un error limitar
la adoración exclusivamente al canto, porque también encontramos otras
muchas ocasiones a lo largo de la revelación bíblica en las que diferentes
personas adoraron a Dios por medio de sus oraciones.
Y por otro lado, no todas las canciones que cantamos son de adoración y
alabanza a Dios. Y aunque en muchos círculos se asocia "la alabanza" con el
periodo dedicado a la música, esto no es exacto. Hay himnos en los que el tema
es la confesión, o la petición de protección, o la acción de gracias por algún don
recibido... pero no la adoración. Así que, si buscamos adorar a Dios con nuestra
música, será necesario elegir bien las canciones, prestando especial atención a su
letra.
Además, la música, como todas las cosas buenas que Dios ha creado, se pueden
usar de una forma inapropiada. Y no cabe duda de que el uso de la música en la
adoración a Dios conlleva varios peligros de los que ninguno estamos libres.
Reflexionemos sobre algunos de ellos:
En primer lugar, en algunas culturas es muy fácil dejarse llevar por el ritmo de la
música sin pensar en nada de lo que dice su letra. En otros casos podemos tararear
canciones cristianas "pegadizas" sin reflexionar en ningún momento en su
contenido. Otras veces la música tiene ritmos tan "fuertes", que es casi imposible
entender su letra. En todos estos casos, no es posible tener una experiencia de
intimidad con el Señor que nos lleve a una auténtica adoración. Debemos recordar
la exhortación del salmista: "Cantad con inteligencia" (Sal 47:7). Porque cantar o
escuchar música cristiana sin prestar atención a lo que se dice, no es algo que
debamos identificar con la adoración.
En segundo lugar, y es muy triste decirlo, parece que muchas veces los cristianos se
fijan más en los cantantes que en Dios mismo. Parecen sentir por ellos una
fascinación similar a la que los del mundo tienen por sus ídolos musicales. Pero el
tiempo de adoración no es para exhibirnos a nosotros mismos, o los dones que Dios
nos ha dado, sino para dirigir nuestras miradas hacia Dios. Siempre existe la
tentación de convertir esos dones y talentos en el centro de la adoración,
usurpando así el lugar que legítimamente sólo le corresponde al Señor. Los
cantantes cristianos tienen una gran responsabilidad en este punto.
En tercer lugar, algunos cantantes cristianos, conocidos actualmente como "los
grandes adoradores", son responsables del tremendo empobrecimiento de mucha
de la adoración que hoy se ofrece a Dios por medio de la música. Sólo hay que ver
la pobreza de sus letras, que en muchos casos sólo consiste en unas sencillas frases
que se repiten indefinidamente. Esta escasez de términos y conceptos en la
adoración no tiene nada que ver con la riqueza que brota de las Sagradas
Escrituras.
En cuarto lugar, también existe el peligro de pensar que Dios está más presente en
nuestra adoración cuando contamos con buenos medios técnicos, bien sea de
sonido, iluminación, coros, cantantes famosos... Pero eso no es cierto. De hecho,
esto nos puede llevar fácilmente a la arrogancia. El profeta Isaías nos ha dejado un
hermoso versículo que conviene recordar en relación a esto: "Así dijo el Alto y
Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la
altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Is
57:15). A Dios no le impresiona nuestra super organización, porque él es el Alto y
Sublime, el que habita la eternidad. Y su presencia en nuestras vidas sólo está
garantizada por un corazón quebrantado y humilde ante él.
En quinto lugar, en muchas ocasiones se han sustituido los himnos
congragacionales que todos los creyentes podían cantar juntos, por otro tipo de
canciones que sólo pueden ser cantadas por un interprete sobre un escenario. Esto
priva a la iglesia de identificarse adecuadamente con la adoración, dejándola en
manos de los "profesionales", mientras que el resto de la congregación sólo puede
dar palmas y aguantar de pie por largos periodos de tiempo sin poder hacer otra
cosa.
En sexto lugar, a nadie se le escapa el hecho de que en el día de hoy la música
cristiana se ha convertido para algunos cantantes en un importante negocio que no
sólo les reporta grandes beneficios económicos, sino también fama y popularidad
similares a las de los cantantes del mundo. Y con el fin de ampliar su mercado, no
dudan en imitar los ritmos mundanos o de alternar canciones dedicadas al Señor
con otras de carácter totalmente profano.
Ahora bien, habiendo considerado algunos de los peligros que puede haber
cuando se utiliza la música en la adoración, debemos volver a enfatizar que su
uso correcto no debe ser nunca despreciado. Por el contrario, aunque no
necesitamos la música para adorar a Dios, sin embargo, la Biblia nos enseña que
es un aspecto importante de nuestra relación con él. Como ya hemos dicho, todo
el libro de los Salmos es un buen ejemplo de esto. Y en nuestro tiempo es muy
importante que el Señor siga levantando a hermanos con dones que sean capaces
de crear nuevas composiciones musicales que nos ayuden en nuestra alabanza a
Dios por medio del canto.
Aunque esto es obvio, siempre debemos recordar que sólo podemos dirigir
nuestra adoración a Dios. Es importante que tengamos cuidado con esto. No
olvidemos que Dios es celoso y no comporte la adoración de su pueblo con nadie
más.
(Ex 34:14) "Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo
nombre es Celoso, Dios celoso es."
Dios tiene que ser el centro de nuestra adoración, y todo lo demás debe quedar
en un plano secundario. Es más, en último término, no necesitamos ninguna otra
cosa para adorar a Dios.
Ahora bien, ¿por qué decimos esto que parece tan evidente? Bueno, porque
siempre que queremos hacer algo para el Señor, el camino está lleno de
tentaciones. Por ejemplo, como ya hemos señalado, es relativamente fácil que el
líder de alabanza se convierta en el centro de la adoración, o que nuestra
adoración esté enfocada más en el hombre que en Dios, gloriándonos de nuestra
nueva posición ante Dios en lugar de mirar a Cristo y su obra en la cruz por
medio de la cual hemos recibido todo lo que somos y tenemos.
En este punto es importante decir también que la cruz de Cristo debería tener
un lugar central no sólo en nuestra vida y servicio, sino también en nuestra
adoración. Sin la obra de la cruz, nosotros todavía estaríamos bajo la ira de
Dios, expuestos al juicio y a la condenación. Es por la cruz que hemos
encontrado la reconciliación con Dios y es allí donde podemos apreciar de forma
totalmente nítida cómo es Dios. El apóstol Pablo expresó con claridad el lugar
central que la cruz ocupaba en su ministerio y adoración:
Por otro lado, tampoco debemos olvidar que es imposible honrar al Padre sin
honrar al Hijo.
(Jn 5:23) "Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no
honra al Hijo, no honra al Padre que le envió."
Nunca está de más hacer énfasis en esta gran verdad, máxime cuando hay
grupos llamados cristianos que niegan la naturaleza divina del Hijo y que por lo
tanto no le adoran como Dios. Pero como vemos, la Palabra nos enseña lo
contrario: "que todos honren al Hijo como honran al Padre". Encontramos
numerosos ejemplos de esto en personas que durante el ministerio terrenal de
Jesús le adoraron, lo que era especialmente significativo si tenemos en cuenta
que la mayoría de ellos eran judíos monoteístas que de ninguna manera habrían
hecho algo parecido con nadie que no fuera Dios. Veamos algunos ejemplos:
(Mt 2:11) Los magos venidos de oriente adoraron a Jesús cuando lo encontraron
en Belén.
(Mt 14:33) Los discípulos le adoraron cuando subió a la barca después de haber
calmado la tempestad.
(Mt 28:8) Las mujeres que habían ido a la tumba le adoraron después de su
resurrección.
(Mt 28:17) También los once discípulos le adoraron cuando le vieron resucitado.
(Jn 9:38) Un ciego sanado por el Señor también le adoró.
Y por último, quizá debemos añadir una reflexión acerca de la adoración que la
Iglesia Católica ofrece a la virgen María. En cuanto a esto, ya hemos dicho que
Dios es celoso y no comparte su gloria con nadie más. Quien se atreva a hacerlo
tendrá que darle cuentas por ello. Además, no encontramos ni un solo ejemplo
en la Biblia en la que los cristianos dieran culto a María, ni que tampoco le
atribuyeran ninguno de los títulos con los que el catolicismo pretende honrarle,
dándole a veces más importancia a ella que al mismo Hijo de Dios.
Queda claro a lo largo de toda la revelación bíblica, que el propósito por el que
hemos sido creados y redimidos es para que seamos adoradores de Dios. Y como
decíamos, esta no es una actividad opcional, sino que como hacía el rey David,
debemos exhortarnos continuamente a nosotros mismos para adorarle:
En realidad, los cultos que dedicamos en la iglesia para alabar a Dios son un
reflejo de lo que diariamente hacemos en la intimidad con el Señor. Si no
pasamos tiempo cada día adorando a Dios, nuestros cultos serán fríos. Y no se
puede hacer responsable de esto exclusivamente al pastor o al líder de alabanza.
Cada creyente debe ir preparado para adorar a Dios. Recordemos la ordenanza
en el Antiguo Testamento que prohibía que ningún israelita se presentase
delante del Señor con las manos vacías (Ex 23:15) (Ex 34:20). El tipo de ofrendas
podían variar; había becerros, ovejas, cabras o incluso palominos. Una persona
podía traer desde un animal tan grande como un becerro, hasta uno tan
pequeño como un palomino, pero de ninguna manera podía ir con las manos
vacías. Y ahora en nuestro tiempo, no podemos llegar a la iglesia para ver que
han preparado los líderes, descargando sobre ellos toda nuestra responsabilidad
de adorar a Dios. Cada uno de nosotros debemos implicarnos en ello, y para esto
es imprescindible llegar preparados desde nuestros hogares, habiendo pasado
tiempo cada día de la semana en la presencia del Señor.
6. Adoración y servicio
(Mt 4:10) "Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás."
La idea de que "todo vale" en la adoración no sólo es falsa, sino que además es
sumamente peligrosa.
(Is 6:5) "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al
Rey, Jehová de los ejércitos."
O las de Job:
(Job 42:5-6) "De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me
aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza."
(Lc 5:8) "Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:
Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador."
Nosotros también debemos recuperar este santo temor y reverencia ante el
Señor, no olvidando que Dios es fuego consumidor (He 12:28-28). Tomemos
buena nota del caso Nadab y Abiú, los hijos del sumo sacerdote Aarón, los cuales
ofrecieron fuego extraño que Dios no les había pedido y fueron consumidos por
él dentro del mismo tabernáculo (Lv 10:2).
9. Beneficios de la adoración
Además, la adoración nos transforma y nos prepara para la vida eterna. Porque
ya sabemos que ésta será nuestra ocupación primordial en el cielo, cuando nos
unamos al coro de millones de seres que ya le están adorando. Así que, la
adoración nos acerca más a lo que seremos eternamente.
Este es el propósito por el que el hombre fue creado, y no puede haber nada más
noble y que llene su vida de una forma tan plena como adorar a Dios. Sin
embargo, el pecado ha trastornado gravemente nuestros sentidos, de tal manera
que incluso después de convertirnos seguimos experimentando dentro de
nosotros mismos la tensión que nos produce muchas veces el querer seguir
siendo el centro de nuestras propias vidas. Esto se refleja incluso hasta en la
forma en la que oramos, donde manifestamos que en la mayoría de las ocasiones
nuestras preocupaciones y anhelos giran en torno a nosotros mismos. Acudimos
a Dios cargados con inmensas listas de peticiones que en la mayoría de los casos
tienen como fin librarnos de enfermedades, angustias y problemas. Queremos
recibir sus bendiciones y que nos prospere en todo lo que hacemos. Y aunque
todas estas cosas pueden ser legítimas, cuando el Señor nos enseñaba a orar,
puso en primer lugar la gloria de Dios. En (Mt 6:9-15) podemos notar que antes
de que el Señor dijera que debemos pedir por el pan nuestro de cada día, o por
el perdón de nuestros pecados, o el ser librados de tentación, primero nos enseñó
a buscar la gloria del Padre y el cumplimiento de su voluntad:
(Mt 6:9-10) "Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra."
Con esto que decimos queremos mostrar que la adoración no es algo que surge
de forma natural del corazón humano, ni siquiera del creyente. De hecho, mucho
de lo que llamamos adoración no es más que una expresión de lo contentos que
estamos con la nueva condición que ahora tenemos como creyentes. Pero nos
cuesta mucho colocarnos a un lado para centrar toda nuestra atención en Dios y
en su gloria. Para hacerlo es imprescindible la obra regeneradora y
santificadora del Espíritu Santo en nuestras vidas, de otra manera nunca
llegaremos a ser los adoradores que el Padre espera que seamos.
De todo lo anterior se deduce que los adoradores que Dios está buscando son
aquellos que han entrado en una nueva relación con él por medio de la fe en su
Hijo. Estos son los adoradores que el Padre está buscando. Porque mientras que
no arreglemos nuestra relación con Dios por medio de la conversión y seamos
regenerados por su Espíritu Santo, nuestro corazón seguirá estando en rebeldía,
buscando una y otra vez el volver a ser el centro de toda la atención. Y en esa
condición es imposible adorar a Dios.
A partir de ahí Dios no está ligado a edificios, sino a su pueblo, que forma un
templo santo en el Señor:
(Mt 18:20) "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos."
Vez tras vez los autores bíblicos insisten en que la adoración sin moralidad es
totalmente desagradable a Dios:
Esto tiene que ver con la misma naturaleza de Dios. Veamos lo que que dijo el
apóstol Juan:
De hecho, cuando el pecado está presente en nuestras vidas nos resulta imposible
adorarle de forma genuina. El rey David experimentó esto cuando pecó con
Betsabé, la mujer de Urías heteo (2 S 11). Y aunque él ocultó el pecado y actuó
como si no hubiera pasado nada, sin embargo, su comunión con el Señor se vio
afectada inmediatamente y se dio cuenta de que no podía adorar a Dios. El
mismo David escribió un Salmo en el que relata su angustia:
Pero todo cambió cuando David confesó su pecado. A partir de ahí la comunión
con Dios fue restaurada y nuevamente brotaron la adoración y la alabanza.
(Sal 32:5,11) "Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré
mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado... Alegraos
en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de
corazón."
En primer lugar, con estas palabras Jesús nos estaba enseñando que la
naturaleza de nuestra adoración debe estar de acuerdo con la naturaleza del
Dios a quien adoramos, y "Dios es Espíritu". Esto quiere decir que no tiene
partes corporales ni limitaciones materiales. Esta es una de las razones por las
que Dios prohibió siempre en su palabra que los hombres hicieran ninguna
representación de él. El profeta Isaías lo expresó de la siguiente manera:
Si leemos toda la porción de este capítulo, nos daremos cuenta que Dios estaba
indignado con su pueblo porque hacían representaciones de él que intentaban
embellecer de todas las formas posibles. Pero esto, además de ser absurdo, era
algo que Dios mismo había prohibido en la ley:
En segundo lugar, la adoración "en espíritu" tiene que ver con el nuevo
nacimiento o la conversión, que como recordaremos debía ser por el Espíritu (Jn
3:5-8). De esta manera llegamos a ser "hijos de Dios" (Jn 1:12) y así adquirimos
el derecho de tratar a Dios como nuestro Padre. Este es un detalle importante.
Notemos que no dice que "Dios busca adoradores", sino que el "Padre busca
adoradores". Para la verdadera adoración tiene que haber una relación íntima
con Dios, debe ser nuestro Padre, y esto sólo es posible por la conversión.
En tercer lugar, se trata de una adoración en la que el espíritu tiene un papel
primordial. Esto quiere decir que lo más importante es que la adoración surja
del corazón. Eso es lo que Dios mira principalmente cuando escucha nuestras
oraciones. No se fija tanto en el lugar donde lo hacemos, ni tampoco en la
postura corporal que adoptamos al hacerlo. Los samaritanos discutían sobre el
lugar correcto para adorar, y los fariseos se gloriaban en sus ritos exteriores. En
nuestros días algunos cristianos parecen creer que la adoración está
íntimamente ligada con el movimiento de nuestro cuerpo y por eso elaboran
elegantes coreografías. Otros aplauden con las manos, se balancean y gritan
constantemente sus aleluyas. En contraste los hay que prefieren adorar de
rodillas, sentados o de pie. Frente a todo esto debemos volver a repetir que la
verdadera adoración es "en espíritu". Nuestros movimientos corporales no
pueden añadir nada a la adoración. Aunque siempre tendremos que tener
cuidado para que nuestra actitud al adorar sea compatible con la seriedad y
reverencia que nuestro Dios merece (He 12:28-29). Porque no sería digno de él
que adoptáramos bailes sensuales al estilo del mundo para adorar a nuestro
Dios. Y de la misma manera, tampoco sería apropiado un grado de seriedad
extremo, que pareciera que el adorador se encuentra asistiendo a un funeral. En
cualquier caso, insistimos en que Dios escudriña nuestros corazones antes de
escuchar lo que nuestros labios dicen (Is 29:13). Y también sabemos que es
posible doblar la rodilla físicamente sin doblegar nuestro corazón y voluntad
ante sus mandamientos. Ninguno estamos libres de poner el énfasis en los
aspectos externos de la adoración, y en este sentido debemos recordar las
frecuentes advertencias del Señor Jesucristo sobre los peligros de una religión
externa. Por esta misma razón, no debemos hacer depender nuestra adoración
de nada externo. Y quizá en este punto podamos preguntarnos, por ejemplo, qué
ocurriría en muchas iglesias si eliminasen la música de los cultos de adoración.
(Ef 2:18) "Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un
mismo Espíritu al Padre."
(Ro 8:15) "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez
en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba Padre!"
(Ro 8:26) "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles."
Por otro lado, debemos adorar al Padre "en verdad". Esto nos recuerda que
Dios es racional y que la verdadera adoración debe involucrar nuestra mente.
(Mt 22:37) "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente."
Dios insiste en que nuestros cultos de adoración tienen que ser comprensibles
para todos. Por esta razón el apóstol Pablo escribiendo a los Corintios dedicó un
capítulo entero para poner orden en el culto público (1 Co 14), y su finalidad era
que las personas pudieran entender lo que se decía. Con esta finalidad impidió
que todos hablaran a la vez (1 Co 14:31), también prohibió hablar en lenguas en
la iglesia si no había intérprete, porque de otra manera las personas no
entenderían lo que se decía (1 Co 14:28). El jaleo, el griterío incomprensible, el
bullicio no tiene nada que ver con la verdadera adoración, más bien, puede dar
la justa impresión de que estamos locos (1 Co 14:23).
Tampoco podemos convertir la adoración en una repetición ciega de frases como
si se tratara de un mantra que los budistas repiten una y otra vez sin pensar en
lo que dicen, o como el rosario que los católicos rezan a toda velocidad sin
reflexionar sobre lo que dicen, únicamente concentrados en llevar bien sus
cuentas.
En segundo lugar, no existe tal cosa como una adoración verdadera basada en la
ignorancia. Jesús mismo tuvo que decir a la mujer samaritana que "vosotros
adoráis lo que no sabéis", lo que descalificaba su adoración. Y de la misma
manera, el apóstol Pablo predicó el evangelio a los atenienses para que dejaran
de adorar "al Dios no conocido" (Hch 17:23). Es imposible adorar a un Dios a
quien no se conoce.
Por esta razón, Dios se ha revelado para que sus criaturas le conozcan y puedan
adorarlo tal como él es. Porque si ignoramos su Palabra, lo más probable es que
estemos adorando a un dios que es producto de nuestra propia imaginación y
además lo estaremos haciendo de una forma que le desagrada. Así pues, la
verdadera adoración debe estar arraiga en su Palabra revelada. Debemos
conocer a Dios antes de poder adorarle correctamente.
Preguntas
4. Explique brevemente qué quiere decir que la adoración que agrada a Dios
debe ser "en espíritu y verdad".