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Estudio de La Adoracion

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Tema: Los levitas y la adoración

Números 8:14:
Así apartarás a los levitas de entre los hijos de Israel, y serán míos los levitas.

Introducción:
Hablar sobre el trabajo en equipo (video ojala )
Los primeros ejemplos de trabajo en equipo que se encuentran en la Biblia se
encuentran en el capítulo inicial de Génesis. Allí encontramos a la Trinidad: el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo, que trabajan en concierto en la creación (Génesis 1: 1–3). Cada
miembro de la Trinidad tenía una posición para llenar la creación del mundo; Cada uno
tenía un trabajo definido para realizar.
En el Antiguo Testamento encontramos a Noé, trabajando con su familia para lograr la
construcción del Arca. Jamás lo hubiera podido hacer solo.
Fue necesario contar con cada mano y pie que participó, y juntos lograr hacer realidad la
voluntad de Dios (Génesis 6:8-7, 10).
Otro de los ejemplos es Moisés. En Números 11:14-17, Moisés le cuenta a Dios lo
difícil que era guiar a Israel solo. El Señor lo sabía, y le pide que reúna a 70 hombres de
entre los ancianos, que a partir de ese momento lo asistirían. El trabajo en equipo ayuda
a dividir las cargas y hacerlas más ligeras.
De igual manera, en Éxodo 17, vemos que mientras Moisés mantuviera los brazos
arriba, Israel derrotaría a los amalecitas. En plena batalla, Moisés estaba cansado y no
podía solo. Pero Aarón y Jur lo ayudaron, sosteniendo sus brazos y fueron una parte
fundamental para lograr la victoria. Estos personajes nos han mostrado que, aunque no
siempre es fácil, trabajar en equipo lo hace todo mejor, reconforta el alma y nos
recuerda que no estamos solos.

“Mejor dos que uno, pues obtienen mayor recompensa en sus fatigas. Porque, si
caen, uno levantará al otro. Pero, ¡ay si uno cae sin tener a nadie que lo levante!”
Eclesiastés 4:9-10
El equipo de doce hombres de Jesús estuvo marcado por su diversidad (Marcos 3: 13–
18; Lucas 6: 12–16). Uno era un recaudador de impuestos, varios eran pescadores, uno
era políticamente activo y se lo conocía como "el Zelote". Los Evangelios relatan tres
años y medio de entrenamiento intenso, ya que los discípulos pasaron tiempo al lado de
Jesús mientras enseñaba y atendía a las personas. En el punto medio de su mentoría,
Jesús envió a los doce en equipos de dos hombres (Marcos 6: 7–13). Se les dio
autoridad, dirección y oportunidad. Jesús siguió con la revisión, la corrección y el
descanso (Marcos 6: 30–31).
Estamos diseñados para necesitar a Dios y unos a otros. Nadie tiene todas las
habilidades, dones o sabiduría necesarios para una vida exitosa. Se nos exhorta a usar
los dones que recibimos, los talentos y las inclinaciones únicas de nuestra naturaleza
creada, así como nuestros dones espirituales, para servirnos unos a otros con
amabilidad, respeto y aprecio.
Origen de los levitas Deuteronomio 18:1
 Los sacerdotes levitas, es decir, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad en
Israel; de las ofrendas quemadas a Jehová y de la heredad de él comerán.
Jacob o Israel tuvo 12 hijos y uno de ellos era Leví, el cual tuvo tres hijos: Gersón,
Coat y Merari. Estos tres hijos dieron origen a las tres familias que constituyeron
la tribu de Leví. Moisés y Aarón, por ejemplo, pertenecían a la familia de Coat.
Dios eligió a los levitas para sustituirlos. De este modo, actuaban como representantes
de los primogénitos de las tribus de Israel. Fueron apartados como propiedad especial
del Señor (Números 8:14-19; 18:6).

¿Cuáles eran las funciones de los levitas en el tabernáculo?

Básicamente, los levitas se dedicaban a un ministerio de ayuda y apoyo a los


sacerdotes. Eran personas apartadas para el Señor, que se ocupaban de los asuntos
del tabernáculo y del templo en el Antiguo Testamento. El Señor les había dado el
don a ellos para ejercer el ministerio y reconcilien a los hijos de Israel y no halla plaga
en los hijos de Israel. (Números 8:19).

Sus principales funciones se describen brevemente en Números 1:50 y eran realizadas


en el tabernáculo de reunión, sus principales funciones eran:

 Debían estar en el tabernáculo del testimonio.


 Debían estar sobre todos los utensilios y sobre todas las cosas del tabernáculo.
 Debían trasladar, desarmar y armar el tabernáculo del testimonio.
 Debían llevar el tabernáculo y todos sus enseres cuando el pueblo fuera de un
lugar a otro, y acamparán alrededor de él.
Los levitas comenzaban sus actividades a los 25 años, y continuaban sirviendo
oficialmente hasta los 50 años (Números 8:24-26). Es posible que hubiera un periodo
de aprendizaje de 5 años, ya que parece que las principales responsabilidades no eran
asumidas por los levitas hasta que alcanzaban la edad de 30 años.

¿Cómo se dividían las tareas los levitas en el Tabernáculo?

Los levitas, descendientes de la familia de Merari, De los hijos de Aarón serían los
encargados de ejercer el sacerdocio y solo ellos podían ministran en el lugar santísimo,
cuando halla de mudarse el campamento serán Aarón y sus hijos los que desarmaran y
cubrirán El tabernáculo de reunión. Con todos sus utensilios (Números 4:29-33).

Los levitas, hijos de Coat, eran los encargados de llevar el mobiliario del Tabernáculo
(Números 3:29-32; 4:1-36). Ellos no debían ver cuando se este guardando el santuario
porque si no morirían.
Los levitas, hijos de Gersón, se encargaban de las cortinas, cubiertas y velos del
Tabernáculo (Números 3:21-26; 4:21-40).

tenían la tarea de cuidar el transporte y las tablas del Tabernáculo así como sus barras,
sus columnas, sus basas y todos sus enseres, con todo su servicio y su atrio (Números
3:35-37; 4:29-44).

Los levitas eran los guardianes del culto a Dios, los que debían vigilar las cosas del
Señor. Ellos acampaban alrededor del Tabernáculo, sirviendo como sus protectores. De
ser necesario, un levita daría su vida para proteger el Tabernáculo.

¿Cuáles fueron las tareas de los levitas en el Templo?

Las funciones de los levitas cambiaban según el contexto histórico y las condiciones
de vida de los israelitas. Con el tiempo, estas funciones se alejaron, en cierto modo, de
las tareas más serviles de los tiempos errantes en el desierto.

Por ejemplo cuando el rey David llevó el Arca de la Alianza a Jerusalén fijando el culto
allí, y más tarde cuando el rey Salomón construyó el Templo, las tareas relacionadas
con el transporte del Tabernáculo, sus muebles y utensilios, ya no fueron necesarias.

Las tareas de los levitas en el templo fueron:

 Cuidar de la limpieza y el orden del Templo. Esto incluía las tareas relacionadas
con los animales de sacrificio.
 Servir como guardias y porteros, además de recibir y guardar los diezmos y
ofrendas.
 Enseñar la Ley del Señor al pueblo, y en algunas ocasiones servir como jueces y
consejeros. Durante el reinado de Josafat, por ejemplo, los levitas se encargaban
de recorrer las ciudades del reino con el Libro de la Ley para enseñar la Palabra
del Señor a los judíos (2 Crónicas 17:7-9). Más tarde, en la época de Esdras, los
levitas también desempeñaron un papel fundamental en la educación religiosa
del pueblo.
 Servir como músicos, poetas, compositores y cantantes en el culto público.
Especialmente durante y después del reinado de David, los levitas aparecen en la
narración bíblica con protagonismo en la realización de estas tareas,
incluso, componiendo algunos salmos (2 Crónicas 29:12-30). En esta época
vivía el levita Asaf. Era el líder del culto que ministraba ante el Arca del Señor y
uno de los levitas más famosos de la Biblia (1 Crónicas 16:4).
El sustento de los levitas

Como los levitas estaban dedicados al servicio del Señor, vivían por los diezmos del
pueblo. Sin embargo, ellos también daban los diezmos de lo que recibían a los
sacerdotes (Números 18:21-28). En algunas ocasiones, los levitas y los sacerdotes
también compartían el botín de guerra ( Números 31:25).
Los levitas en el Nuevo Testamento

A pesar de sufrir varios cambios en sus funciones a lo largo del tiempo, los levitas
siguieron distinguiéndose de los sacerdotes en el periodo del Nuevo Testamento.
Esto queda claro en la parábola del buen samaritano. Allí el Señor Jesús menciona
tanto a un levita como a un sacerdote (Lucas 10:31-32).

Los levitas y los sacerdotes también fueron enviados por los judíos para indagar sobre la
identidad del profeta Juan el Bautista. Sospechaban que podía ser el Cristo (Juan
1:19). Bernabé, compañero de misión del apóstol Pablo, era un levita (Hechos
4:36).
¿Existe el ministerio de los levitas en las iglesias de hoy?

Tal cual como las funciones que acabamos de ver, no hay levitas en las iglesias
locales cristianas. Pero, de la misma forma que lo mencionamos al principio del
artículo, Dios progresivamente ha revelado su plan divino, en el cual todo creyente en la
actualidad es un sacerdote y levita (1 Pedro 2:9;1 Pedro 2:5;Apocalipsis 1:6)
De esta forma, hoy cada creyente es un sacerdote y levita para el Señor, ya que por
medio de Cristo y la capacitación del Espíritu Santo, goza de una relación directa con
Dios y está capacitado para servirle en santidad.

Por tanto, el sistema religioso del Antiguo Testamento era temporal y una sombra
para señalar el ministerio redentor de Cristo, que es perfecto y permanente. Cristo es
nuestro Sumo Sacerdote, y por lo tanto ya no necesitamos el orden levítico (Hebreos
7:27).

Por tanto, hoy en día todos tenemos acceso al Padre Celestial, ahora todo su pueblo es
un reino de sacerdotes, y esto se cumple en la Iglesia a través de la obra de Cristo que
redimió a un pueblo para que fuera santo.

La santidad de los levitas


Todo el capítulo Levíticos 21 habla sobre cómo debían vivir y llevar sus vidas los
sacerdotes.
El SEÑOR le ordenó a Moisés que les dijera a los sacerdotes, hijos de Aarón: «No se
contaminen tocando el cadáver de alguien de su pueblo, 2 excepto en el caso de un
pariente cercano, como su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano 3 o una hermana
soltera que, por no tener marido, dependa de él. 4 Como jefes de su pueblo, no deben
hacerse impuros ni contaminarse.
Los levitas tienen que ser limpiado. Deben estar limpios los que lleváis los vasos del
Señor. Moisés debe rociar el agua de la expiación sobre ellos. Esto significa la
aplicación de la sangre de Cristo a nuestras almas por fe, para que podamos estar en
forma para servir al Dios vivo.
Todos los que esperamos participar de los privilegios del tabernáculo, en el servicio del
Señor debemos vivir una vida santa y agradable al Señor aun a pesar de sus deseos
mundanos y nuestras buenas intenciones debemos obedecer porque así lo dice el Señor.
Sin santidad y paz nadie vera al Señor.

Aplicación

1 NO ERAN CONTADOS con los otros (v. 47). Dios siempre establece una diferencia
entre el creyente ordinario y aquellos que están totalmente dedicados a Él

2. ERAN ESCOGIDOS POR DIOS (3:12). Él los tomó a ellos en lugar de a los
primogénitos en Israel, de modo que cada uno tenía un carácter representativo.

Cada primogénito no representado por un levita tuvo que ser redimido (3:46-48). Ya
veis vuestro llamamiento, hermanos, vosotros los que pertenecéis al círculo interior de
sus escogidos. En lugar de Cristo, que es el Primogénito de toda criatura.

2 DADOS A AARÓN (3:9). Y así somos nosotros, como sus escogidos, dados a Cristo.
Jesús reveló este pensamiento cuando dijo: «He manifestado tu nombre a los hombres
que del mundo me diste». Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a Mí.

Que es la adoración
En el idioma griego se usan varias palabras, la que con más frecuencia se traduce
adorar es "proskuneo" (pros: hacia; kuneo: besar), implica: acto de homenaje o
reverencia, también traduce: dar obediencia a, arrodillarse, postrarse. Es un acto que
reconoce la grandeza, poder y autoridad del otro. 

Comentario: Podemos concluir  entonces que adorar es es el  reconocimiento de la


naturaleza de Dios, donde el corazón humano se rinde y se somete en amor, es aquella
adoración que agrada Dios por cuanto primero busca hacer la voluntad divina y
procura todo aquellos que le es agradable.       

B)  La palabra de Dios nos dice en Mateo 4:9-10 "y le dijo: Todo esto te daré, si
postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás". Fue la respuesta de Jesús a la tentación
de Satanás.  

Comentario: En el Nuevo Testamento Interlineal dice: “y le dijo: todas estas cosas te


daré, sí caído en tierra te postras ante mí. Entonces le dijo Jesús: apártate, pues está
escrito: al Señor tu Dios adorarás postrado, y solo a él rendirás culto”. Hay varios
aspectos importantes que debemos observar aquí: 

1) En el contexto podemos ver que el diablo no quiere que adores a Dios.
2) El diablo presenta diversas y muchas cosas para que dejes de adorar a Dios.
3) El diablo te ofrecerá el camino más fácil. (Jesús es Señor de todos los reinos, pero
era necesario primero por la cruz). 
4) Concluimos entonces que la mejor adoración es hacer la voluntad de Dios en Su
tiempo y esperar en su soberanía y bondad. 
Adorar a Dios no es solo cantar canciones. En efecto, como discípulos de Jesús todo lo
que hacemos, es decir, nuestro trabajo, actividades de ocio, estudio, vida familiar, etc.)
Debería ser adoración a Dios. La verdadera adoración a Dios involucra dar el 100% de
nuestra vida a El; estar totalmente dispuestos y totalmente obedientes a El.
ADORAR: ALABAR, SERVIR, HONRAR.

La adoración que agrada a Dios - Juan 4:20-24


20 
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar
donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en
este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis;
nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la
hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y
en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Introducción

Durante su conversación con la samaritana, el Señor abordó el tema de la


adoración con una amplitud y profundidad completamente nuevas. De esta
manera contestó a las inquietudes de la mujer, dejándonos también a nosotros
una información muy valiosa que necesitamos para poder ofrecer a Dios una
adoración que sea de su agrado. Porque no debemos olvidar que adorar a Dios
es un asunto muy serio que no podemos tomar a la ligera. Y el pasaje que vamos
a estudiar nos advierte de la posibilidad de creer que estamos adorando a Dios,
cuando en realidad lo que hacemos puede ser otra cosa muy distinta. Por
ejemplo, el Señor descalificó la adoración de los samaritanos cuando le dijo a la
mujer: "vosotros adoráis lo que no sabéis". Por lo tanto, es importante que
aprendamos por su Palabra cómo debemos hacerlo para no cometer errores
similares.

A continuación haremos algunas aclaraciones sobre lo que es la adoración,


cuáles son sus características a la luz de la Biblia, y consideraremos también la
enseñanza que Jesús dio sobre el tema a la mujer samaritana.

1. ¿Qué es la adoración?

Adorar a Dios es la actividad más noble, elevada e importante que el ser humano
puede realizar. Fuimos creados para eso, y cuando el hombre pecó rompiendo
así su relación con Dios, él envió a su propio Hijo con el fin de redimirnos para
que pudiéramos ser nuevamente verdaderos adoradores. Esto es lo que Jesús
quería dar a entender a la mujer cuando le dijo: "el Padre tales adoradores
busca que le adoren". Tan importante es el tema, que la adoración será nuestra
actividad principal durante toda la eternidad. Lo podemos comprobar con
frecuencia en el libro de Apocalipsis, donde todos los seres celestiales adoran a
Dios sin cesar.

(Ap 4:8-11) "Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y
por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo,
santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de
venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de
gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y
adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del
trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder;
porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas."

Ahora bien, cuando nos preguntamos qué es la adoración, encontramos que,


como es habitual en la Biblia, ésta no nos ofrece ninguna definición, sino que su
forma de enseñarnos es mostrándonos numerosos ejemplos de personas que
adoraban a Dios con el fin de que a través de ellos podamos aprender cómo
debemos hacerlo nosotros.
Así pues, lo primero que observamos en las Escrituras es que un adorador es
alguien que tiene una relación personal con Dios al que ama intensamente.
Notemos por ejemplo cómo el rey David comenzaba el Salmo 18 expresando su
amor a Dios: "Te amo, oh Jehová", para inmediatamente después invocarle
porque reconocía que "es digno de ser alabado" (Sal 18:1-3). Como no puede ser
de otra manera, es nuestro amor a Dios lo que nos lleva a adorarle. Aunque, por
supuesto, este amor es una pobre respuesta al gran amor que hemos recibido de
él (1 Jn 4:10). Por lo tanto, si la adoración no surge como una respuesta genuina
de nuestro amor a Dios, todo lo que hagamos no pasará de ser simples ritos
religiosos fríos y secos, carentes de significado, y que de ninguna manera
agradarán a Dios.

Ahora bien, todos sabemos que el verdadero amor a Dios implica entrega
absoluta. El Señor nos enseñó que para amarle hay que hacerlo con todo el
corazón, con toda el alma y con toda la mente (Mt 22:37). Así pues, la adoración
genuina implica la entrega de todo lo que somos como una ofrenda de amor.
Podemos encontrar una buena ilustración de esto en el sacrificio de los
holocaustos que se realizaban en el Antiguo Testamento. La particularidad que
tenía este tipo de ofrenda era que el animal se ofrecía completamente al Señor en
olor grato, a diferencia de los otros sacrificios en los que se reservaban
diferentes partes para los sacerdotes o el oferente (Lv 3:1-9). Así que, podríamos
decir que la adoración es una "ofrenda del todo quemada", donde el adorador
no se queda nada para sí mismo, sino que se entrega sin reservas a Dios,
consagrándole su vida entera a él. Parece que el apóstol Pablo tenía este tipo de
sacrificio en mente cuando exhortaba a los cristianos en Roma:

(Ro 12:1) "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional."

Y si meditamos un poco más en esto, rápidamente nos daremos cuenta de que la


expresión plena de este tipo de devoción la encontramos en Cristo cuando
entregó su vida al Padre en la Cruz:

(Ef 5:2) "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y


sacrificio a Dios en olor fragante."

Por lo tanto, adorar a Dios implica también sumisión y obediencia. No podemos


adorarle sin haber rendido previamente nuestra voluntad ante él para servirle
en todo cuanto nos manda. Ya hemos visto un buen ejemplo de esto en el pasaje
de Apocalipsis antes citado, en el que en una escena celestial "los ancianos se
postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los
siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono" (Ap 4:10). El hecho de
colocar sus coronas a los pies del Señor es una forma de expresar su sumisión,
reconocimiento y entrega absoluta.
La conclusión de todo esto es que no podemos reducir nuestra adoración a unas
bonitas expresiones de nuestros labios, porque antes de que Dios escuche lo que
decimos, primeramente mira nuestros corazones. Esta fue la razón por la que
tanto Jesús como los profetas del Antiguo Testamento tuvieron que reprender
reiteradamente al pueblo de Israel:

(Mr 7:6) "Respondiendo él, les dijo: Hipócritas bien profetizó de vosotros Isaías,
como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de
mí."

Su problema consistía en que cuando ofrecían su adoración a Dios, lo que decían


sus labios no se correspondía con la actitud interior de sus corazones. No había
obediencia a su Palabra, lo que era una triste evidencia de su falta de amor por
él (Jn 14:15).

Ahora bien, una vez que hemos señalado que la adoración surge de un corazón
que ama y se entrega completamente a la voluntad de Dios, hay que decir
también que le adoramos cuando nos dirigimos a él para expresarle la
admiración que le profesamos. Esto lo podemos hacer principalmente por medio
de la oración y también del canto.

(He 13:15) "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de
alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre."

Por supuesto, esta admiración surge y crece en nosotros al considerar por medio
de su Palabra cómo es él; su naturaleza, sus atributos, su carácter y también sus
obras. Es entonces cuando nos rendimos a él mientras nos deleitamos en
contemplar de forma reverente su gloria.

También es importante aclarar que la adoración va más allá de nuestras


acciones de gracias por sus bendiciones recibidas. Debemos notar la diferencia
entre adoración y acción de gracias. Porque mientras que en la acción de gracias
el foco de nuestra atención está en las cosas que hemos recibido de Dios, en la
adoración la atención se centra en lo que Dios mismo es.

Podemos pensar en una sencilla ilustración que nos puede ayudar a entenderlo
mejor: Imaginemos unos novios que han quedado para verse. En un momento el
chico saca un precioso anillo que le regala a su novia. Inmediatamente la
muchacha mira el regalo fascinada mientras se lo pone en el dedo y le da las
gracias a su novio. Pero según va pasando el tiempo, el anillo pasa a un segundo
plano y toda la atención de la chica vuelve a estar puesta nuevamente en su
amado, en quien no ve más que virtudes.
Y de la misma manera, nosotros también estamos maravillados de la gracia de
Dios sobre nosotros y de sus muchas bendiciones, pero más importante que
cualquiera de ellas, es Dios mismo, a quien admiramos y adoramos por quién es
él. En este sentido el apóstol Pedro hizo un breve resumen de nuestra nueva
posición en Cristo, pero no se detuvo ahí, sino que expresó que todo esto que
hemos recibido por gracia nos debe llevar a "anunciar sus virtudes" en un
espíritu de auténtica adoración.

(1 P 2:9) "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,


pueblo adquirido por Dios para que anunciaseis las virtudes de aquel que os
llamo de las tinieblas a su luz admirable."

Tenemos que tener mucho cuidado con esto, porque con facilidad nos detenemos
pensando en lo que ahora somos en Cristo y en cuántas bendiciones hemos
recibido de él, y no llegamos a adorarle por lo que Dios mismo es. Si queremos
ser verdaderos adoradores tenemos que dejar de pensar en nosotros mismos
para concentrar toda nuestra atención en quién es Dios.

2. El papel de la música en la adoración

Ya hemos dicho que en la Biblia encontramos dos maneras principales de


adorar a Dios: por medio de la oración y también con el canto. En el libro de los
Salmos, que podríamos decir que servía de "himnario" para los creyentes del
Antiguo Testamento, encontramos la letra de muchos cánticos de adoración. Por
cierto, este es el libro más largo de la Biblia, lo que nos da una idea de la
importancia que Dios da a la música.

Sin embargo, habiendo dicho esto, hay que decir también que es un error limitar
la adoración exclusivamente al canto, porque también encontramos otras
muchas ocasiones a lo largo de la revelación bíblica en las que diferentes
personas adoraron a Dios por medio de sus oraciones.

Y por otro lado, no todas las canciones que cantamos son de adoración y
alabanza a Dios. Y aunque en muchos círculos se asocia "la alabanza" con el
periodo dedicado a la música, esto no es exacto. Hay himnos en los que el tema
es la confesión, o la petición de protección, o la acción de gracias por algún don
recibido... pero no la adoración. Así que, si buscamos adorar a Dios con nuestra
música, será necesario elegir bien las canciones, prestando especial atención a su
letra.

Además, la música, como todas las cosas buenas que Dios ha creado, se pueden
usar de una forma inapropiada. Y no cabe duda de que el uso de la música en la
adoración a Dios conlleva varios peligros de los que ninguno estamos libres.
Reflexionemos sobre algunos de ellos:
En primer lugar, en algunas culturas es muy fácil dejarse llevar por el ritmo de la
música sin pensar en nada de lo que dice su letra. En otros casos podemos tararear
canciones cristianas "pegadizas" sin reflexionar en ningún momento en su
contenido. Otras veces la música tiene ritmos tan "fuertes", que es casi imposible
entender su letra. En todos estos casos, no es posible tener una experiencia de
intimidad con el Señor que nos lleve a una auténtica adoración. Debemos recordar
la exhortación del salmista: "Cantad con inteligencia" (Sal 47:7). Porque cantar o
escuchar música cristiana sin prestar atención a lo que se dice, no es algo que
debamos identificar con la adoración.
En segundo lugar, y es muy triste decirlo, parece que muchas veces los cristianos se
fijan más en los cantantes que en Dios mismo. Parecen sentir por ellos una
fascinación similar a la que los del mundo tienen por sus ídolos musicales. Pero el
tiempo de adoración no es para exhibirnos a nosotros mismos, o los dones que Dios
nos ha dado, sino para dirigir nuestras miradas hacia Dios. Siempre existe la
tentación de convertir esos dones y talentos en el centro de la adoración,
usurpando así el lugar que legítimamente sólo le corresponde al Señor. Los
cantantes cristianos tienen una gran responsabilidad en este punto.
En tercer lugar, algunos cantantes cristianos, conocidos actualmente como "los
grandes adoradores", son responsables del tremendo empobrecimiento de mucha
de la adoración que hoy se ofrece a Dios por medio de la música. Sólo hay que ver
la pobreza de sus letras, que en muchos casos sólo consiste en unas sencillas frases
que se repiten indefinidamente. Esta escasez de términos y conceptos en la
adoración no tiene nada que ver con la riqueza que brota de las Sagradas
Escrituras.
En cuarto lugar, también existe el peligro de pensar que Dios está más presente en
nuestra adoración cuando contamos con buenos medios técnicos, bien sea de
sonido, iluminación, coros, cantantes famosos... Pero eso no es cierto. De hecho,
esto nos puede llevar fácilmente a la arrogancia. El profeta Isaías nos ha dejado un
hermoso versículo que conviene recordar en relación a esto: "Así dijo el Alto y
Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la
altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Is
57:15). A Dios no le impresiona nuestra super organización, porque él es el Alto y
Sublime, el que habita la eternidad. Y su presencia en nuestras vidas sólo está
garantizada por un corazón quebrantado y humilde ante él.
En quinto lugar, en muchas ocasiones se han sustituido los himnos
congragacionales que todos los creyentes podían cantar juntos, por otro tipo de
canciones que sólo pueden ser cantadas por un interprete sobre un escenario. Esto
priva a la iglesia de identificarse adecuadamente con la adoración, dejándola en
manos de los "profesionales", mientras que el resto de la congregación sólo puede
dar palmas y aguantar de pie por largos periodos de tiempo sin poder hacer otra
cosa.
En sexto lugar, a nadie se le escapa el hecho de que en el día de hoy la música
cristiana se ha convertido para algunos cantantes en un importante negocio que no
sólo les reporta grandes beneficios económicos, sino también fama y popularidad
similares a las de los cantantes del mundo. Y con el fin de ampliar su mercado, no
dudan en imitar los ritmos mundanos o de alternar canciones dedicadas al Señor
con otras de carácter totalmente profano.

Ahora bien, habiendo considerado algunos de los peligros que puede haber
cuando se utiliza la música en la adoración, debemos volver a enfatizar que su
uso correcto no debe ser nunca despreciado. Por el contrario, aunque no
necesitamos la música para adorar a Dios, sin embargo, la Biblia nos enseña que
es un aspecto importante de nuestra relación con él. Como ya hemos dicho, todo
el libro de los Salmos es un buen ejemplo de esto. Y en nuestro tiempo es muy
importante que el Señor siga levantando a hermanos con dones que sean capaces
de crear nuevas composiciones musicales que nos ayuden en nuestra alabanza a
Dios por medio del canto.

3. Dios y la obra de la Cruz deben estar en el centro de nuestra adoración

Aunque esto es obvio, siempre debemos recordar que sólo podemos dirigir
nuestra adoración a Dios. Es importante que tengamos cuidado con esto. No
olvidemos que Dios es celoso y no comporte la adoración de su pueblo con nadie
más.

(Is 42:8) "Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi


alabanza a esculturas."

(Ex 34:14) "Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo
nombre es Celoso, Dios celoso es."

Dios tiene que ser el centro de nuestra adoración, y todo lo demás debe quedar
en un plano secundario. Es más, en último término, no necesitamos ninguna otra
cosa para adorar a Dios.

Ahora bien, ¿por qué decimos esto que parece tan evidente? Bueno, porque
siempre que queremos hacer algo para el Señor, el camino está lleno de
tentaciones. Por ejemplo, como ya hemos señalado, es relativamente fácil que el
líder de alabanza se convierta en el centro de la adoración, o que nuestra
adoración esté enfocada más en el hombre que en Dios, gloriándonos de nuestra
nueva posición ante Dios en lugar de mirar a Cristo y su obra en la cruz por
medio de la cual hemos recibido todo lo que somos y tenemos.
En este punto es importante decir también que la cruz de Cristo debería tener
un lugar central no sólo en nuestra vida y servicio, sino también en nuestra
adoración. Sin la obra de la cruz, nosotros todavía estaríamos bajo la ira de
Dios, expuestos al juicio y a la condenación. Es por la cruz que hemos
encontrado la reconciliación con Dios y es allí donde podemos apreciar de forma
totalmente nítida cómo es Dios. El apóstol Pablo expresó con claridad el lugar
central que la cruz ocupaba en su ministerio y adoración:

(Ga 6:14) "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor


Jesucristo"

Así pues, la adoración debe estar centrada en Dios y en la obra suprema de


Cristo en la cruz. Sin embargo, debemos decir aquí que lamentamos cómo la
cruz ha ido desapareciendo de muchas de las canciones de adoración cristiana.
Se habla mucho del triunfo de Cristo, de su exaltación en gloria, de su
majestad... y aunque todo es completamente cierto y lo suscribimos sin reservas,
nunca deberíamos olvidar que Jesús fue "coronado de gloria y de honra, a causa
del padecimiento de la muerte" (He 2:9). Los profetas del Antiguo Testamento
anunciaron "los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos" (1
P 1:11). Y las huestes celestiales adoran al Cordero que fue inmolado (Ap 5:12).
Toda adoración que no tome en cuenta la obra de la cruz siempre será pobre e
incompleta.

Por otro lado, tampoco debemos olvidar que es imposible honrar al Padre sin
honrar al Hijo.

(Jn 5:23) "Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no
honra al Hijo, no honra al Padre que le envió."

Nunca está de más hacer énfasis en esta gran verdad, máxime cuando hay
grupos llamados cristianos que niegan la naturaleza divina del Hijo y que por lo
tanto no le adoran como Dios. Pero como vemos, la Palabra nos enseña lo
contrario: "que todos honren al Hijo como honran al Padre". Encontramos
numerosos ejemplos de esto en personas que durante el ministerio terrenal de
Jesús le adoraron, lo que era especialmente significativo si tenemos en cuenta
que la mayoría de ellos eran judíos monoteístas que de ninguna manera habrían
hecho algo parecido con nadie que no fuera Dios. Veamos algunos ejemplos:
(Mt 2:11) Los magos venidos de oriente adoraron a Jesús cuando lo encontraron
en Belén.
(Mt 14:33) Los discípulos le adoraron cuando subió a la barca después de haber
calmado la tempestad.
(Mt 28:8) Las mujeres que habían ido a la tumba le adoraron después de su
resurrección.
(Mt 28:17) También los once discípulos le adoraron cuando le vieron resucitado.
(Jn 9:38) Un ciego sanado por el Señor también le adoró.
Y por último, quizá debemos añadir una reflexión acerca de la adoración que la
Iglesia Católica ofrece a la virgen María. En cuanto a esto, ya hemos dicho que
Dios es celoso y no comparte su gloria con nadie más. Quien se atreva a hacerlo
tendrá que darle cuentas por ello. Además, no encontramos ni un solo ejemplo
en la Biblia en la que los cristianos dieran culto a María, ni que tampoco le
atribuyeran ninguno de los títulos con los que el catolicismo pretende honrarle,
dándole a veces más importancia a ella que al mismo Hijo de Dios.

4. La adoración no es una actividad opcional

Debemos decir también que este reconocimiento de la dignidad absoluta de Dios


que hacemos por medio de la adoración no es una actividad optativa. Dios está
buscando que su pueblo sea un pueblo de adoradores, que anuncian las virtudes
de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 P 2:9). Tan
importante es el tema, que aparece una y otra vez a lo largo de toda la Biblia.
Todo comenzó en el huerto del Edén cuando el hombre decidió que iba a dejar de
adorar a Dios.
Posteriormente Dios llamó a Abraham de Ur de los caldeos para formar a partir
de él un pueblo que dejando los dioses paganos que había en su entorno, adoraran
al único Dios verdadero. De esta manera, tanto Abraham, como su hijo Isaac o
Jacob, se caracterizaron por ser hombres de tienda y altar, es decir, peregrinos y
adoradores.
En el libro de Éxodo vemos que Dios envió a Moisés para liberar a Israel de la
esclavitud de Egipto y que de esta manera pudieran adorarle. En este sentido es
interesante notar la lucha que Faraón sostuvo con Moisés con el propósito de
impedir que el pueblo fuera adorar a Dios. Primero se negó a ello con total
rotundidad, pero después de que las diversas plagas fueron haciendo mella en él,
fue cediendo, pero siempre poniendo condiciones: en principio obligándoles a
ofrecer sus sacrificios a Dios dentro de la tierra de Egipto (Ex 8:25-27), luego
dejando que sólo fueran los varones del pueblo (Ex 10:8-11), más tarde
impidiéndoles que llevaran animales para el sacrificio (Ex 10:24-26), hasta que
finalmente, como no podía ser de otra manera, Dios ganó el pulso a Faraón y éste
les dejó salir sin condiciones para que adoraran a su Dios fuera de Egipto con todo
lo que eran y tenían.
En su viaje por el desierto Dios les dio la Ley junto con diversas instrucciones
acerca de cómo debían adorarle. Además les mandó construir un tabernáculo
donde Dios manifestaba su gloria en medio de su pueblo.
Más adelante, vemos a lo largo de todos los libros históricos y proféticos del
Antiguo Testamento el énfasis y la importancia que la adoración tenía en la vida
del pueblo de Israel. En relación a esto, el rey David jugó un papel muy
importante, porque tuvo en su corazón edificar una casa permanente a Dios donde
su pueblo pudiera adorarle. Y aunque él no pudo materializar el proyecto, dejó
todo preparado para que su hijo Salomón lo llevara a cabo. Este ejemplo fue
seguido también por algunos de los reyes que les sucedieron en el trono, pero en
contraste con esto, debemos subrayar el pecado de Jeroboam, el rey que hizo pecar
a Israel al levantar dos lugares de adoración idolátrica, lo que sirvió para que el
pueblo abandonara el culto a Jehová. Muchos fueron los profetas que denunciaron
su pecado y que hicieron un llamamiento a la nación para que se volvieran a la
adoración al único Dios verdadero. Desgraciadamente no tuvieron éxito, y por su
insistencia en seguir a los dioses paganos, la nación fue llevada en cautiverio; Israel
a Asiria y Judá a Babilonia.
El Señor Jesucristo continuó en la misma línea que los profetas del Antiguo
Testamento, denunciando en el mismo templo la falsa adoración que Dios estaba
recibiendo. Él llegó a decir que los religiosos de su tiempo habían convertido la
casa de Dios en una cueva de ladrones (Mt 21:13), lo que le acarreó el odio
homicida de los líderes religiosos de Israel.
Los apóstoles que predicaron el evangelio en medio de culturas paganas, tuvieron
como objetivo reconciliar a los hombres con el único Dios verdadero, a fin de que
se volvieran adoradores suyos. Pablo exhortaba a los idólatras de Listra de esta
manera: "Os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que
hizo cielo y la tierra, y todo lo que en ellos hay" (Hch 14:15). Y en otro lugar, el
mismo apóstol denunció a los paganos en Roma porque "habiendo conocido a Dios
no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias", sino que "cambiaron la
verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al
Creador" (Ro 1:21-25). Y esta actitud del hombre siempre atrae sobre él la ira de
Dios.
En el libro de Apocalipsis vemos que la actividad constante en el cielo es la
adoración. De hecho, este libro nos enseña que el acto que determina nuestro
destino final es la adoración: ¿Adoraremos a Dios o a la bestia y a su imagen?
Todos adoramos algo, aunque no nos demos cuenta de ello. Si no adoramos a Dios,
adoraremos a algo o alguien más. Y en Apocalipsis vemos que el final de nuestra
historia se decide por la cuestión de a quién adoramos.

Queda claro a lo largo de toda la revelación bíblica, que el propósito por el que
hemos sido creados y redimidos es para que seamos adoradores de Dios. Y como
decíamos, esta no es una actividad opcional, sino que como hacía el rey David,
debemos exhortarnos continuamente a nosotros mismos para adorarle:

(Sal 103:1-2) "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo


nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios."

5. Adoración pública y privada


Muchos cristianos asumen que determinadas reuniones de la iglesia guardan
una relación especial con la adoración, y sin duda, esto es totalmente correcto.
Pero cabe la posibilidad de caer en la equivocación de pensar que sólo en esas
reuniones podemos adorar a Dios. Pensar así sería un grave error, porque Dios
espera que en cada momento de nuestras vidas le adoremos. Por eso, junto con
nuestro tiempo de oración diario debemos dedicar tiempo también a la
adoración.

En realidad, los cultos que dedicamos en la iglesia para alabar a Dios son un
reflejo de lo que diariamente hacemos en la intimidad con el Señor. Si no
pasamos tiempo cada día adorando a Dios, nuestros cultos serán fríos. Y no se
puede hacer responsable de esto exclusivamente al pastor o al líder de alabanza.
Cada creyente debe ir preparado para adorar a Dios. Recordemos la ordenanza
en el Antiguo Testamento que prohibía que ningún israelita se presentase
delante del Señor con las manos vacías (Ex 23:15) (Ex 34:20). El tipo de ofrendas
podían variar; había becerros, ovejas, cabras o incluso palominos. Una persona
podía traer desde un animal tan grande como un becerro, hasta uno tan
pequeño como un palomino, pero de ninguna manera podía ir con las manos
vacías. Y ahora en nuestro tiempo, no podemos llegar a la iglesia para ver que
han preparado los líderes, descargando sobre ellos toda nuestra responsabilidad
de adorar a Dios. Cada uno de nosotros debemos implicarnos en ello, y para esto
es imprescindible llegar preparados desde nuestros hogares, habiendo pasado
tiempo cada día de la semana en la presencia del Señor.

6. Adoración y servicio

A veces la adoración puede parecer algo muy teórico y abstracto, pero de


ninguna manera podemos entenderlo así. El Señor Jesús nos enseñó que
adoración y servicio tienen que ir íntimamente ligadas.

(Mt 4:10) "Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás."

La adoración que no involucra nuestro servicio a Dios no es verdadera. Hacerlo


bien implica la entrega a Dios de nuestras energías, tiempo, trabajo, lealtad,
amor, todo cuanto somos y tenemos.

Y también implica el servicio a nuestros semejantes.

(He 13:16) "Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales


sacrificios se agrada Dios."

(Fil 4:18) "Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo


recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto,
agradable a Dios."
Estos dos pasajes emplean los sacrificios del Antiguo Testamento para ilustrar
que la ayuda mutua entre los creyentes debe formar parte de la adoración que
Dios desea recibir. Por lo tanto, la adoración es algo muy práctico.

7. A Dios no le agrada cualquier tipo de "adoración"

Los profetas de la antigüedad advirtieron al pueblo de Israel que mucha de la


adoración que ofrecían a Dios, él la aborrecía. Veamos los fuertes términos en
los que Dios expresó esto:

(Is 1:12-14) "¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a


presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana
ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar
asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras
lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son
gravosas; cansado estoy de soportarlas."

(Am 5:21-24) "Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré


en vuestras asambleas. Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras
ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales
engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las
salmodias de tus instrumentos. Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia
como impetuoso arroyo."

La idea de que "todo vale" en la adoración no sólo es falsa, sino que además es
sumamente peligrosa.

8. Adorar incorrectamente puede ser peligroso

Debemos tener presente que el verdadero adorador siempre se acerca a Dios


consciente de su propia indignidad. Recordemos las palabras del profeta Isaías
cuando vio al Señor en su trono alto y sublime:

(Is 6:5) "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al
Rey, Jehová de los ejércitos."

O las de Job:

(Job 42:5-6) "De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me
aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza."

O las del apóstol Pedro:

(Lc 5:8) "Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:
Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador."
Nosotros también debemos recuperar este santo temor y reverencia ante el
Señor, no olvidando que Dios es fuego consumidor (He 12:28-28). Tomemos
buena nota del caso Nadab y Abiú, los hijos del sumo sacerdote Aarón, los cuales
ofrecieron fuego extraño que Dios no les había pedido y fueron consumidos por
él dentro del mismo tabernáculo (Lv 10:2).

9. Beneficios de la adoración

No adoramos a Dios para ser bendecidos, pero indudablemente lo somos en la


medida en que lo hacemos. No cabe duda de que a través de la adoración
encontramos gozo, bendición, satisfacción y propósito para nuestras vidas.

Además, la adoración nos transforma y nos prepara para la vida eterna. Porque
ya sabemos que ésta será nuestra ocupación primordial en el cielo, cuando nos
unamos al coro de millones de seres que ya le están adorando. Así que, la
adoración nos acerca más a lo que seremos eternamente.

Y también, en la medida que vamos creciendo en nuestra adoración a Dios,


nuestra visión de quién es él se irá ampliando y ensanchando, llegando a
conocerle mucho mejor y de forma más personal.

"El Padre tales adoradores busca que le adoren"

Después de estas consideraciones preliminares sobre lo que es la adoración,


comenzamos ahora a considerar lo que el Señor Jesucristo le enseñó a la mujer
samaritana acerca del tema. En primer lugar tenemos que detenernos en la
sorprendente afirmación que el Señor hizo: "El Padre tales adoradores busca
que le adoren".
Es probable que muchas personas piensen que Cristo llevó a cabo la obra de la
cruz con el fin de librarnos de la condenación eterna en el infierno, y sin duda
este es uno de los beneficios que recibimos todos aquellos que creemos en él, pero
sin duda no es la meta final de nuestra salvación. En nuestro pasaje el Señor le
explicó a la mujer samaritana que lo que Dios estaba buscando en último
término eran auténticos adoradores. Este era el objetivo final de su misión. Para
entenderlo correctamente tenemos que remontarnos al comienzo de la historia
del hombre, cuando haciendo uso de la libertad que Dios le había dado, decidió
creer a la serpiente que le incitaba a comer del árbol prohibido con la falsa
promesa de que serían como Dios (Gn 3:5). Al hacerlo, el hombre y la mujer
dejaron de tener a Dios como el centro de sus vidas, usurpando ellos mismos esta
posición. En su nueva condición, dejaron de rendir su adoración a Dios,
alejándose así de la razón por la que habían sido creados. Esta actitud trajo
graves consecuencias para toda la raza, la más evidente fue la muerte, pero
también dejó al hombre sin una verdadera razón para vivir, algo que desde
entonces produce una constante sensación de vacío en el hombre. Ahora bien, la
obra de Cristo en la cruz tiene el propósito de restaurar la relación del hombre
con Dios, no sólo perdonando sus pecados, sino también volviendo a colocar a
Dios en el centro de su vida, creando una correcta relación donde el hombre
nuevamente vuelva a adorarle como el único Dios verdadero. Así pues, tenemos
que deducir que el propósito de la conversación que Jesús tuvo con la
samaritana tenía como finalidad llevarle a ser una verdadera adoradora de Dios.
Y por supuesto, esta debe ser también nuestra meta cuando predicamos el
evangelio a las personas inconversas.

Este es el propósito por el que el hombre fue creado, y no puede haber nada más
noble y que llene su vida de una forma tan plena como adorar a Dios. Sin
embargo, el pecado ha trastornado gravemente nuestros sentidos, de tal manera
que incluso después de convertirnos seguimos experimentando dentro de
nosotros mismos la tensión que nos produce muchas veces el querer seguir
siendo el centro de nuestras propias vidas. Esto se refleja incluso hasta en la
forma en la que oramos, donde manifestamos que en la mayoría de las ocasiones
nuestras preocupaciones y anhelos giran en torno a nosotros mismos. Acudimos
a Dios cargados con inmensas listas de peticiones que en la mayoría de los casos
tienen como fin librarnos de enfermedades, angustias y problemas. Queremos
recibir sus bendiciones y que nos prospere en todo lo que hacemos. Y aunque
todas estas cosas pueden ser legítimas, cuando el Señor nos enseñaba a orar,
puso en primer lugar la gloria de Dios. En (Mt 6:9-15) podemos notar que antes
de que el Señor dijera que debemos pedir por el pan nuestro de cada día, o por
el perdón de nuestros pecados, o el ser librados de tentación, primero nos enseñó
a buscar la gloria del Padre y el cumplimiento de su voluntad:

(Mt 6:9-10) "Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra."
Con esto que decimos queremos mostrar que la adoración no es algo que surge
de forma natural del corazón humano, ni siquiera del creyente. De hecho, mucho
de lo que llamamos adoración no es más que una expresión de lo contentos que
estamos con la nueva condición que ahora tenemos como creyentes. Pero nos
cuesta mucho colocarnos a un lado para centrar toda nuestra atención en Dios y
en su gloria. Para hacerlo es imprescindible la obra regeneradora y
santificadora del Espíritu Santo en nuestras vidas, de otra manera nunca
llegaremos a ser los adoradores que el Padre espera que seamos.

De todo lo anterior se deduce que los adoradores que Dios está buscando son
aquellos que han entrado en una nueva relación con él por medio de la fe en su
Hijo. Estos son los adoradores que el Padre está buscando. Porque mientras que
no arreglemos nuestra relación con Dios por medio de la conversión y seamos
regenerados por su Espíritu Santo, nuestro corazón seguirá estando en rebeldía,
buscando una y otra vez el volver a ser el centro de toda la atención. Y en esa
condición es imposible adorar a Dios.

"La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre"

La mujer había preguntado sobre la adoración verdadera, y el Señor le estaba


dando las claves para saber cuáles eran sus características fundamentales.
Ahora es interesante notar que aunque el lugar designado por Dios para que su
pueblo le adorara era Jerusalén, sin embargo, Jesús le anuncia un cambio que
abriría los horizontes para una adoración universal. Estaba llegando "la hora"
para este cambio. Como veremos a lo largo de todo el evangelio de Juan, "la
hora" se refiere a la culminación de la obra de Cristo en la cruz y su posterior
glorificación. Y fue el rechazo de los mismos judíos, quienes lo llevaron a la cruz,
lo que abrió las puertas para esta nueva adoración universal, sin diferencias
entre judíos y gentiles. Y uno de los aspectos más importante de esta nueva
adoración es que ya no sería en un lugar concreto. A partir de ese momento
todos los lugares sagrados han dejado de tener importancia. En este sentido es
importante no olvidar que fue en el mismo momento en el que Jesús entregaba
su vida en la cruz, que el velo del templo fue rasgado milagrosamente de arriba
a abajo (Mr 15:38). De esta manera Dios estaba diciendo que se habían
terminado las limitaciones para entrar a la presencia de Dios, quedando el
camino abierto para que todas las personas pudieran entrar, y no sólo el sumo
sacerdote judío una vez al año (He 9:6-8).

A partir de ahí Dios no está ligado a edificios, sino a su pueblo, que forma un
templo santo en el Señor:

(Ef 2:19-22) "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos


de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo
mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un
templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados
para morada de Dios en el Espíritu."
Dios no sustituyó el templo en Jerusalén por otro templo o iglesia en otra parte
del mundo. Ahora los verdaderos adoradores no se reúnen en un punto
geográfico concreto, o en un edificio, sino en torno a una persona: el Señor
Jesucristo.

(Mt 18:20) "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos."

La verdadera adoración es moral

Es significativo que antes de que Jesús le describiera a la mujer samaritana la


clase de adoradores que el Padre buscaba, le mandó que llamara a su
marido (Jn 4:16-18). Esto puso al descubierto la vida inmoral que la mujer
estaba viviendo. Y fue necesario hacerlo así, porque antes que de pudiera
ofrecer un tipo de adoración que agrada a Dios, su pecado debía ser expuesto,
confesado y perdonado.

Con esto coincide el salmista.

(Sal 24:3-4) "¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar


santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a
cosas vanas, ni jurado con engaño."

Vez tras vez los autores bíblicos insisten en que la adoración sin moralidad es
totalmente desagradable a Dios:

(Pr 15:8) "El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová"

(1 S 15:22) "¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en


que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros"

(Am 5:21,24) "Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en


vuestras asambleas? Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como
impetuoso arroyo"

(Is 1:11-17) "¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros


sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales
gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién
demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para
hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es
abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo
sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras
fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy
de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos yo esconderé de vosotros mis
ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de
sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras
de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad
el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda."
Y esto mismo es lo que Jesús denunció tantas veces en el comportamiento de los
fariseos. Asistían a la sinagoga y al templo, escudriñaban las Escrituras,
ayunaban, oraban y daban diezmos. Su vestimenta, su manera de hablar y de
comportarse eran exageradamente religiosa. Sin embargo, sus corazones
estaban llenos de pecado, de codicia y de orgullo. Jesús los describió como los
que "devoran las casas de las viudas y por pretexto hacen largas oraciones" (Mr
12:40). Su corazón no se correspondía con su religiosidad externa, por lo que el
Señor los denunció con mucha seriedad:

(Mt 23:27) "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois


semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
inmundicia."

Todos nosotros debemos examinarnos bien antes de adorar a Dios. Porque


nuestra adoración no será agradable si por ejemplo estamos haciendo negocios
de una forma deshonesta, si estamos manteniendo una relación inmoral o
abrigando resentimiento y venganza contra alguien que nos ha hecho daño.

Esto tiene que ver con la misma naturaleza de Dios. Veamos lo que que dijo el
apóstol Juan:

(1 Jn 1:5-6) "... Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que


tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la
verdad."

(1 Jn 2:4,9) "? El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal


es mentiroso, y la verdad no está en él? El que dice que está en la luz y aborrece
a su hermano, está todavía en tinieblas."

Dios contrasta nuestras profesiones verbales con la realidad moral de lo que


vivimos. Y para que la adoración sea agradable a Dios debe haber una unión
indisoluble entre ellas.

De hecho, cuando el pecado está presente en nuestras vidas nos resulta imposible
adorarle de forma genuina. El rey David experimentó esto cuando pecó con
Betsabé, la mujer de Urías heteo (2 S 11). Y aunque él ocultó el pecado y actuó
como si no hubiera pasado nada, sin embargo, su comunión con el Señor se vio
afectada inmediatamente y se dio cuenta de que no podía adorar a Dios. El
mismo David escribió un Salmo en el que relata su angustia:

(Sal 32:3-4) "Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.


Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en
sequedades de verano."

Pero todo cambió cuando David confesó su pecado. A partir de ahí la comunión
con Dios fue restaurada y nuevamente brotaron la adoración y la alabanza.
(Sal 32:5,11) "Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré
mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado... Alegraos
en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de
corazón."

"Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu"

Como hemos visto, el Señor le explicó a la mujer que la adoración aceptable a


Dios no dependía del lugar en el que se ofrece, sino del estado del corazón del
que lo rinde. Ahora vamos a ver también que la verdadera adoración se basa
sobre dos hechos primordiales: debe ser "en espíritu y en verdad".

¿Qué significa esto de adorar a Dios "en espíritu"?

En primer lugar, con estas palabras Jesús nos estaba enseñando que la
naturaleza de nuestra adoración debe estar de acuerdo con la naturaleza del
Dios a quien adoramos, y "Dios es Espíritu". Esto quiere decir que no tiene
partes corporales ni limitaciones materiales. Esta es una de las razones por las
que Dios prohibió siempre en su palabra que los hombres hicieran ninguna
representación de él. El profeta Isaías lo expresó de la siguiente manera:

(Is 40:18) "¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le


compondréis?"

Si leemos toda la porción de este capítulo, nos daremos cuenta que Dios estaba
indignado con su pueblo porque hacían representaciones de él que intentaban
embellecer de todas las formas posibles. Pero esto, además de ser absurdo, era
algo que Dios mismo había prohibido en la ley:

(Ex 20:4-5) "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en


el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás
a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la
maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los
que me aborrecen"

Por lo tanto, en nuestra adoración a Dios no debemos usar imágenes porque no


se corresponden con su naturaleza espiritual, ni tampoco le agradan.

En segundo lugar, la adoración "en espíritu" tiene que ver con el nuevo
nacimiento o la conversión, que como recordaremos debía ser por el Espíritu (Jn
3:5-8). De esta manera llegamos a ser "hijos de Dios" (Jn 1:12) y así adquirimos
el derecho de tratar a Dios como nuestro Padre. Este es un detalle importante.
Notemos que no dice que "Dios busca adoradores", sino que el "Padre busca
adoradores". Para la verdadera adoración tiene que haber una relación íntima
con Dios, debe ser nuestro Padre, y esto sólo es posible por la conversión.
En tercer lugar, se trata de una adoración en la que el espíritu tiene un papel
primordial. Esto quiere decir que lo más importante es que la adoración surja
del corazón. Eso es lo que Dios mira principalmente cuando escucha nuestras
oraciones. No se fija tanto en el lugar donde lo hacemos, ni tampoco en la
postura corporal que adoptamos al hacerlo. Los samaritanos discutían sobre el
lugar correcto para adorar, y los fariseos se gloriaban en sus ritos exteriores. En
nuestros días algunos cristianos parecen creer que la adoración está
íntimamente ligada con el movimiento de nuestro cuerpo y por eso elaboran
elegantes coreografías. Otros aplauden con las manos, se balancean y gritan
constantemente sus aleluyas. En contraste los hay que prefieren adorar de
rodillas, sentados o de pie. Frente a todo esto debemos volver a repetir que la
verdadera adoración es "en espíritu". Nuestros movimientos corporales no
pueden añadir nada a la adoración. Aunque siempre tendremos que tener
cuidado para que nuestra actitud al adorar sea compatible con la seriedad y
reverencia que nuestro Dios merece (He 12:28-29). Porque no sería digno de él
que adoptáramos bailes sensuales al estilo del mundo para adorar a nuestro
Dios. Y de la misma manera, tampoco sería apropiado un grado de seriedad
extremo, que pareciera que el adorador se encuentra asistiendo a un funeral. En
cualquier caso, insistimos en que Dios escudriña nuestros corazones antes de
escuchar lo que nuestros labios dicen (Is 29:13). Y también sabemos que es
posible doblar la rodilla físicamente sin doblegar nuestro corazón y voluntad
ante sus mandamientos. Ninguno estamos libres de poner el énfasis en los
aspectos externos de la adoración, y en este sentido debemos recordar las
frecuentes advertencias del Señor Jesucristo sobre los peligros de una religión
externa. Por esta misma razón, no debemos hacer depender nuestra adoración
de nada externo. Y quizá en este punto podamos preguntarnos, por ejemplo, qué
ocurriría en muchas iglesias si eliminasen la música de los cultos de adoración.

En cuarto lugar, la adoración verdadera es la respuesta de nuestro espíritu al


Espíritu de Dios. Esto significa que es el Espíritu Santo el que nos permite y nos
insta a adorar. Veamos cómo lo expresaba Pablo:

(Ef 2:18) "Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un
mismo Espíritu al Padre."

(Ro 8:15) "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez
en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba Padre!"

(Ro 8:26) "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles."

En realidad, necesitamos que el Espíritu Santo venza la resistencia que hay en


cada uno de nosotros para adorar a Dios. Porque todos sabemos que la
naturaleza humana es egocéntrica, mientras que la adoración está centrada en
Dios. Es por eso que necesitamos que el Espíritu Santo nos pueda elevar de
nosotros mismos, pueda cambiarnos y enfocar nuestra devoción en Dios.
"Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en verdad"

Por otro lado, debemos adorar al Padre "en verdad". Esto nos recuerda que
Dios es racional y que la verdadera adoración debe involucrar nuestra mente.

Esto implica en primer lugar que si no pensamos lo que hacemos cuando


adoramos, Dios no recibe nuestra adoración. Cantar bellos himnos, orar de
forma mecánica y repetitiva sin pensar en lo que decimos, esto no le agrada a
Dios. Como Jesús dijo, esto no es más que "vanas repeticiones" y
"palabrería" (Mt 6:7). ¿Qué sentido puede tener incluso que expresemos
hermosos términos bíblicos en frases gastadas de las que hemos olvidado su
verdadero significado?

En la verdadera adoración debe estar involucrada nuestra mente. Sin lugar a


dudas, estos conceptos son extraños en gran parte del cristianismo moderno,
donde lo que importa en la adoración son los sentimientos y el estado de ánimo.
Pero el Señor repitió varias veces que nuestro amor por él debe incluir también
nuestra mente:

(Mt 22:37) "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente."

Debemos cuidarnos de cualquier forma de adoración emocional que no utiliza


cabalmente el intelecto. Es cierto que en ocasiones parece que una adoración así
está en un nivel superior, pero eso es falso. Nuestra mente debe tomar parte
activa en nuestra adoración. Es necesario que prestemos atención y entendamos
lo que cantamos y oramos.

(1 Co 14:15-16) "¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el


entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el
entendimiento. Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de
simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que
has dicho..."

Dios insiste en que nuestros cultos de adoración tienen que ser comprensibles
para todos. Por esta razón el apóstol Pablo escribiendo a los Corintios dedicó un
capítulo entero para poner orden en el culto público (1 Co 14), y su finalidad era
que las personas pudieran entender lo que se decía. Con esta finalidad impidió
que todos hablaran a la vez (1 Co 14:31), también prohibió hablar en lenguas en
la iglesia si no había intérprete, porque de otra manera las personas no
entenderían lo que se decía (1 Co 14:28). El jaleo, el griterío incomprensible, el
bullicio no tiene nada que ver con la verdadera adoración, más bien, puede dar
la justa impresión de que estamos locos (1 Co 14:23).
Tampoco podemos convertir la adoración en una repetición ciega de frases como
si se tratara de un mantra que los budistas repiten una y otra vez sin pensar en
lo que dicen, o como el rosario que los católicos rezan a toda velocidad sin
reflexionar sobre lo que dicen, únicamente concentrados en llevar bien sus
cuentas.

En segundo lugar, no existe tal cosa como una adoración verdadera basada en la
ignorancia. Jesús mismo tuvo que decir a la mujer samaritana que "vosotros
adoráis lo que no sabéis", lo que descalificaba su adoración. Y de la misma
manera, el apóstol Pablo predicó el evangelio a los atenienses para que dejaran
de adorar "al Dios no conocido" (Hch 17:23). Es imposible adorar a un Dios a
quien no se conoce.

Por esta razón, Dios se ha revelado para que sus criaturas le conozcan y puedan
adorarlo tal como él es. Porque si ignoramos su Palabra, lo más probable es que
estemos adorando a un dios que es producto de nuestra propia imaginación y
además lo estaremos haciendo de una forma que le desagrada. Así pues, la
verdadera adoración debe estar arraiga en su Palabra revelada. Debemos
conocer a Dios antes de poder adorarle correctamente.

La lectura y exposición de las Escrituras deben ocupar un lugar muy importante


en nuestros cultos de adoración. De esta manera conoceremos a Dios y podremos
adorarle correctamente. Además, el considerar en la Biblia cómo los santos de la
antigüedad adoraban a Dios, también servirá para enriquecer nuestra propia
adoración. Dios no puede ser adorado por un pueblo que no conoce su Palabra.
En este sentido, podemos considerar el terrible daño que la Iglesia Católica hizo
por siglos cuando prohibió al pueblo llano tener y leer la Biblia en su propia
lengua. Pero el mismo daño nos hacemos a nosotros mismos, si teniendo ahora la
libertad de disponer de la Palabra, no la leemos ni la estudiamos.

En tercer lugar, los verdaderos adoradores se ajustan a lo enseñado por Dios en


toda su Palabra. Este era el gran problema de los samaritanos, que sólo
admitían los cinco primeros libros de la Biblia, rechazando el resto. Pero como el
Señor mismo enseñó, tan grave era quitar de la Palabra como añadir, y esto era
lo que hacían por su parte los judíos. Ellos habían añadido sus propias
tradiciones, al punto de que no dejaban ver la Palabra, y por esta razón Jesús les
dijo que "en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de
hombres" (Mt 15:9). Nada importaba que su adoración estuviera dirigida al
Dios verdadero si no tenían en cuenta lo que él había dicho.

La historia bíblica nos ha dejado abundantes testimonios del hecho de que


cuando el hombre no basa su adoración en la Palabra, fácilmente su adoración
se vuelve supersticiosa, absurda y en muchos casos cruel.

Por lo tanto, la verdadera adoración debe consistir en la respuesta espontánea


del hombre a algún concepto, a alguna percepción de carácter de Dios que
aprendemos por su Palabra y que enciende nuestro corazón.
Y esto debe ser así también cuando nuestra alabanza la expresamos a través de
la música. El apóstol Pablo exhortó sobre esto a los colosenses:

(Col 3:16) "La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos


y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros
corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales."

Notemos que para poder enseñar, exhortar o cantar al Señor, primeramente


debemos estar llenos de la Palabra de Dios.

No obstante, el conocimiento de la Palabra, no garantiza por sí mismo que vaya


a haber una verdadera adoración. Siempre es posible tener muchísimo
conocimiento acerca de la Biblia y nunca arrodillarse ante Dios en adoración.
Pero tampoco el extremo opuesto es mejor, es decir, el de aquellos que que
tienen mucho "celo de Dios, pero no conforme a ciencia" (Ro 10:2). Debemos
cuidarnos de no caer en ninguno de los dos extremos.

Preguntas

1. ¿Cómo definiría la adoración? ¿Cuáles son las características de la verdadera


adoración? Explíquelas brevemente.

2. Busque tres ejemplos en el Antiguo Testamento de oraciones en las que su


tema central sea la adoración. Analícelas brevemente resaltando las razones por
las que Dios era adorado. Busque también algunos ejemplos en los Evangelios en
los que el Señor Jesús fue adorado. Explique las razones por las que lo hicieron.

3. En la lección se ha subrayado la importancia que el tema de la adoración ha


tenido a lo largo de toda la historia de la revelación bíblica. Haga un resumen de
esto, buscando las citas bíblicas apropiadas, analizando su desarrollo e
importancia desde Génesis hasta Apocalipsis.

4. Explique brevemente qué quiere decir que la adoración que agrada a Dios
debe ser "en espíritu y verdad".

5. Dé algunas de las razones por las que usted adora a Dios.

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