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Tema 44
Tema 44
Tema 44
1. La facilidad que ofrece el verso para transmitirse por cauces orales y llegar a un público
analfabeto.
2. La dificultad inicial que supone enfrentarse a una creación en prosa sin los apoyos rítmicos y
métricos.
Los primeros pasos de la prosa castellana son muy tempranos, pero están muy lejos de poder
calificar como “prosa literaria”. En la prehistoria de la prosa castellana contamos tanto con la
creación de textos históricos y jurídicos en castellano, como con traducciones desde el árabe, el
griego, el hebreo y el latín de textos históricos, filosóficos, científicos y religiosos (Fazenda de
Ultramar) al castellano, que permitirán afianzar la prosa para que pueda servir como medio
articulador de un discurso narrativo. Aunque estas obras no podríamos considerarlas literarias, son de
gran utilidad para documentar otros fenómenos literarios, que toman de estos técnicas constructivas,
organizativas y elocutivas. Por ejemplo, la elaboración de una crónica implica saber “contar” y
articular un relato, proceso imprescindible para que pueda surgir de forma independiente la ficción
narrativa en prosa. Así, sin este valioso ejercicio previo sería imposible la madurez alcanzada por la
lengua en tiempos de Alfonso X.
Amable Jourdain (1819) fue el que se refirió por primera vez al conjunto de estudiosos (musulmanes,
cristianos y judíos) que trabajaban traduciendo los textos en la diócesis de Toledo entre los siglos XII
y XIII, como «collège de traducteurs». Sin embargo, Toledo en los siglos XII y XIII no era el
único lugar en la península ibérica dedicado a estas labores: existían otros centros culturales en
los que se llevaban a cabo estas labores, como León, Burgos o Barcelona; y de hecho muchos autores
que tradicionalmente han sido adscritos dentro de la Escuela de Toledo llevaban a cabo su labor
traductora en otras ciudades
En este sentido, estudiosos como Santoyo, sostienen que lo que tenemos en Toledo es un conjunto
de personas que trabajan individualmente o colaboran puntualmente, bajo el patronazgo y
directrices de un mecenas, en un ambiente adecuado y propicio que estimulaba el trabajo de
traducción o de creación propia. Es decir, lo que había en Toledo, más que una escuela formal, era
un espíritu de trabajo intelectual que estimulaba toda clase de actividades académicas, razón por la
cual, hombres de todas partes, atraídos por este espíritu desarrollaban su actividad de manera
vibrante y a veces frenética en Toledo.
De este modo, queda claro que no había una escuela formal en Toledo que realizase una autentica
actividad didáctica y formativa reglada. Sí podemos decir que había un espíritu de trabajo intelectual,
que estimulaba toda clase de actividades académicas, al que se sentían atraídos hombres de letras y
ciencias de los más diversos confines y, por ello, tenemos un conjunto de resultados concretos (obras
propias y traducciones), que nos han llegado hasta hoy. Es esta noción la que entendemos como
Escuela de Toledo.
Entre las traducciones y composiciones destacadas surgidas en el núcleo de este espíritu de trabajo
intelectual podemos encontrar Libro de los Doce Sabios (1237), resumen de sabiduría política y
moral clásica pasada por manos «orientales». En la segunda mitad del siglo XIII el Sabio rey
Alfonso X institucionalizó en cierta manera en Toledo esta «Escuela de traductores», centrada sobre
todo en verter textos astronómicos, médicos y científicos.
2. ALFONSO X EL SABIO
Siguiendo una línea que contaba con ilustres precedentes, Alfonso X, que ocupó el trono entre 1252
y 1284, se propuso unir el poder político con las letras y consiguió encarnar el ideal de gobernante
ilustrado, culminando así la estela incipiente de otros reyes anteriores.
Su actividad se habría iniciado con casi cuarenta años a la sombra de su tío Alfonso X. Tomando
como partida la Crónica d’España, don Juan Manuel se limita a realizar una atenta lectura de la obra
alfonsí para hacer resúmenes ara uso personal, no exentas de envidia y admiración hacia su tío.
El año 1325, fecha en la que Alfonso XI asume el trono con catorce años, no solo supone el fin de la
tutoría compartida del infante a manos de don Juan Manuel, supuso el inicio de una considerable
merma de poder, que intentó evitar arreglando el matrimonio de su hija Constanza Manuel con el
joven Monarca. La ruptura de este compromiso matrimonial en 1327 sera el detonante de sus años
más fructíferos de su producción literaria.
Centrándose en la educación del joven noble y sus problemas éticos, perfila su estilo literario en El