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Tema 44

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TEMA 44. LA PROSA MEDIEVAL.

LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO. ALFONSO X


EL SABIO Y DON JUAN MANUEL.
1. LOS ORÍGENES DE LA PROSA CASTELLANA
La aparición de la prosa literaria en lengua castellana es el resultado de un largo proceso que –al
igual que en otras literaturas- culmina cuando ya se han escrito importantes creaciones literarias en
verso. Los mismos clérigos y letrados que usan la lengua romance para componer sus poemas
narrativos se sirven del latín (la lengua de cultura) para sus discursos prosísticos. Las razones para
ello son dos:

1. La facilidad que ofrece el verso para transmitirse por cauces orales y llegar a un público
analfabeto.
2. La dificultad inicial que supone enfrentarse a una creación en prosa sin los apoyos rítmicos y
métricos.

Los primeros pasos de la prosa castellana son muy tempranos, pero están muy lejos de poder
calificar como “prosa literaria”. En la prehistoria de la prosa castellana contamos tanto con la
creación de textos históricos y jurídicos en castellano, como con traducciones desde el árabe, el
griego, el hebreo y el latín de textos históricos, filosóficos, científicos y religiosos (Fazenda de
Ultramar) al castellano, que permitirán afianzar la prosa para que pueda servir como medio
articulador de un discurso narrativo. Aunque estas obras no podríamos considerarlas literarias, son de
gran utilidad para documentar otros fenómenos literarios, que toman de estos técnicas constructivas,
organizativas y elocutivas. Por ejemplo, la elaboración de una crónica implica saber “contar” y
articular un relato, proceso imprescindible para que pueda surgir de forma independiente la ficción
narrativa en prosa. Así, sin este valioso ejercicio previo sería imposible la madurez alcanzada por la
lengua en tiempos de Alfonso X.

1.1. LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO


Entre aproximadamente 1124 y 1220, en la Europa Occidental latina tiene lugar la mayor actividad
de recuperación del saber antiguo, a través de la traducción y difusión del conocimiento científico y
filosófico, por parte de diversos centros del Occidente latino, siendo el más importante de todos
ellos, la llamada Escuela de Traductores de Toledo. Tal y como mencionábamos en el apartado
anterior, además de la importante labor de recuperación del conocimiento Antiguo, estas
traducciones a las lenguas romances (fundamentalmente el castellano) también tienen la importancia
de servir como base para la creación de una prosa en castellano.

Amable Jourdain (1819) fue el que se refirió por primera vez al conjunto de estudiosos (musulmanes,
cristianos y judíos) que trabajaban traduciendo los textos en la diócesis de Toledo entre los siglos XII
y XIII, como «collège de traducteurs». Sin embargo, Toledo en los siglos XII y XIII no era el
único lugar en la península ibérica dedicado a estas labores: existían otros centros culturales en
los que se llevaban a cabo estas labores, como León, Burgos o Barcelona; y de hecho muchos autores
que tradicionalmente han sido adscritos dentro de la Escuela de Toledo llevaban a cabo su labor
traductora en otras ciudades

En este sentido, estudiosos como Santoyo, sostienen que lo que tenemos en Toledo es un conjunto
de personas que trabajan individualmente o colaboran puntualmente, bajo el patronazgo y
directrices de un mecenas, en un ambiente adecuado y propicio que estimulaba el trabajo de
traducción o de creación propia. Es decir, lo que había en Toledo, más que una escuela formal, era
un espíritu de trabajo intelectual que estimulaba toda clase de actividades académicas, razón por la
cual, hombres de todas partes, atraídos por este espíritu desarrollaban su actividad de manera
vibrante y a veces frenética en Toledo.

De este modo, queda claro que no había una escuela formal en Toledo que realizase una autentica
actividad didáctica y formativa reglada. Sí podemos decir que había un espíritu de trabajo intelectual,
que estimulaba toda clase de actividades académicas, al que se sentían atraídos hombres de letras y
ciencias de los más diversos confines y, por ello, tenemos un conjunto de resultados concretos (obras
propias y traducciones), que nos han llegado hasta hoy. Es esta noción la que entendemos como
Escuela de Toledo.

Entre las traducciones y composiciones destacadas surgidas en el núcleo de este espíritu de trabajo
intelectual podemos encontrar Libro de los Doce Sabios (1237), resumen de sabiduría política y
moral clásica pasada por manos «orientales». En la segunda mitad del siglo XIII el Sabio rey
Alfonso X institucionalizó en cierta manera en Toledo esta «Escuela de traductores», centrada sobre
todo en verter textos astronómicos, médicos y científicos.
2. ALFONSO X EL SABIO
Siguiendo una línea que contaba con ilustres precedentes, Alfonso X, que ocupó el trono entre 1252
y 1284, se propuso unir el poder político con las letras y consiguió encarnar el ideal de gobernante
ilustrado, culminando así la estela incipiente de otros reyes anteriores.

2.1. OBRAS JURÍDICAS Y CIENTÍFICAS


1. Fuero real
2. Espéculo
3. Partidas y Setenario
2.2. OBRAS HISTORIOGRÁFICAS. LA HISTORIA COMO RELATO
La literatura medieval hispánica se distingue por la escasez de sus manuscritos, que ha obligado a
suponer la existencia de numerosas obras perdidas y a tener que reconstruir las conservadas a partir
de los reducidos testimonios hoy al alcance. El panorama es totalmente diferente cuando se aborda la
historiografía. Bibliotecas y archivos atesoran una selva de manuscritos, en gran parte todavía
inéditos, lo que da cuenta de la consideración que tenía el género.
El proyecto historiográfico alfonsí suponía una gran novedad respecto a la historiografía preexistente
en dos sentidos: por una parte, suponía un cambio lingüístico del latín (Crhonicon Mundi, 1234; De
rebus Hispaniae, 1243) sino también por su visión más integradora (frente a la brevedad y el
esquematismo de las crñónicas históricas escritas con anterioridad en romance, como los Analaes
toledanos o las Crónicas navarras.
La concepción historiográfica alfonsí implicaba atender a los pueblos que dominaron la tierra y a sus
señores, siguiendo un orden cronológico o priorizándolos en función de su importancia. Así, la
ESTORIA DE ESPAÑA
Alfonso X comenzaría su proyecto historiográfico en torno a 1270 con la idea de redactar una Estoria
de Esoala qye avarcara “desde el tiempo de Noé fasta este nuestro”.
 Versión primitiva: Finaliza con el reinado del rey leonés Vermudo III.
 Versión crítica (1282-1284)
G ENERAL E STORIA

2.3. OBRA LÍRICA. LAS CANTIGAS

2.4. EL TALLER DE TRABAJO ALFONSÍ


3. DON JUAN MANUEL
En el panorama literario peninsular don Juan Manuel (1282-1348) es un personaje excepcional por
muchas razones. En un período literario en el que la norma es no contar con apenas datos de los
autores, la condición noble de don Juan Manuel, directamente emparentado con Alfonso X y
preceptor de Alfonso XI, posibilita conocer al detalle sus andanzas. Además, frente al predominio
hasta el momento de escritores con formación clerical, nos encontramos por primera vez con un
escritor laico, testigo y protagonista de todos los sucesos turbulentos de su tiempo quien, sin
embargo, escribe para dar lecciones de conducta. Pese a los peligros que siempre entraña proyectar la
biografía de un autor sobre su escritura, es difícil no ver una conexión entre esta y su producción, que
termina convirtiéndose en una vía para la reafirmación personal.

Su actividad se habría iniciado con casi cuarenta años a la sombra de su tío Alfonso X. Tomando
como partida la Crónica d’España, don Juan Manuel se limita a realizar una atenta lectura de la obra
alfonsí para hacer resúmenes ara uso personal, no exentas de envidia y admiración hacia su tío.

El año 1325, fecha en la que Alfonso XI asume el trono con catorce años, no solo supone el fin de la
tutoría compartida del infante a manos de don Juan Manuel, supuso el inicio de una considerable
merma de poder, que intentó evitar arreglando el matrimonio de su hija Constanza Manuel con el
joven Monarca. La ruptura de este compromiso matrimonial en 1327 sera el detonante de sus años
más fructíferos de su producción literaria.

Centrándose en la educación del joven noble y sus problemas éticos, perfila su estilo literario en El

Los espejos de príncipes y El conde Lucanor

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