Leyvaetal 2008 Gobernar (En) Ladiversidad
Leyvaetal 2008 Gobernar (En) Ladiversidad
Leyvaetal 2008 Gobernar (En) Ladiversidad
(en)
la
diversidad:
experiencias
indígenas
desde
América
Latina.
Hacia
la
investigación
de
co-labor
Incluye bibliografía
ISBN 978-968-496-671-0
ISBN: 978-968-496-671-0
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1.
Las identidades territoriales mapuche y el Estado chileno:
conflicto
interétnico
en
un
contexto
de
globalización
Pablo Marimán y José Aylwin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
[7]
Capítulo 2.
Bolivia indígena: de gobiernos comunitarios en busca
de autonomía a la lucha por la hegemonía
Pablo Regalsky y Francisco Quisbert . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Capítulo 3
Yapti Tasba Masraka Nanih Aslatakanka (Yatama) en el proceso
de autonomía de la Costa Caribe de Nicaragua
Lestel Wilson, Miguel González y Evaristo Mercado . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Capítulo 4
Pueblos originarios en la metrópoli de la Ciudad de México:
gobernar en la macrocomunidad de Milpa Alta
Consuelo Sánchez y Agustín Martínez Villagrán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
Capítulo 5
De la oposición y el enfrentamiento al diálogo y las alianzas: la experiencia
de la Conaie y el MICC en Ecuador
Lourdes Tibán G. y Fernando García S. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
Capítulo 6
Resarcimiento y reconstitución del pueblo maya en Guatemala:
entre la acción autónoma y el reconocimiento estatal
Santiago Bastos, Domingo Hernández Ixcoy y Leopoldo Méndez . . . . . . . . 305
Capítulo 7
Multiculturalismo y gobierno permitido en San Juan Cancuc, Chiapas:
tensiones intracomunitarias por el reconocimiento
de “autoridades tradicionales”
Araceli Burguete Cal y Mayor y Miguel Gómez Gómez . . . . . . . . . . . . . . 343
Capítulo 8
La comunalidad: un referente indígena para la reconciliación política
en
conflictos
electorales
municipales
en
Oaxaca
Hugo Aguilar Ortiz y María Cristina Velásquez C. . . . . . . . . . . . . . . . . 393
Capítulo 9
Globalización bajo la lanza: nuevas interpretaciones de las formas
de gobernar e identidad comunitaria en Nicolás Ruiz
Shannon Speed y Constantino Rubén Moreno Méndez . . . . . . . . . . . . . . . 433
Capítulo 10
El
Consejo
Municipal
Plural
Ampliado
de
Ocosingo:
demandas
de ciudadanía étnica en tiempos de guerra
Xochitl Leyva Solano y Juan Vázquez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 469
CONCLUSIONES
Escribir en los albores del siglo XXI acerca de experiencias de gobierno local
y regional, de formas de gobierno indígena o de políticas para la “gober-
nabilidad”, resulta más que relevante cuando vemos que a lo largo de toda
América
Latina
nuestros
sistemas
políticos
atraviesan
g randes
dificultades
para consolidar instituciones realmente democráticas y para hacer avanzar
políticas públicas más equitativas y justas en contextos multiculturales. En
ese
marco,
a
finales
del
2003
pusimos
en
marcha
el
proyecto
que
nutre
el
presente libro y que en su forma inicial se llamó Gobernar la diversidad: ex-
periencias de construcción de ciudadanía multicultural. Una investigación colaborativa
(Leyva, Burguete y Speed, 2003).
El
primer
objetivo
del
presente
libro
es
reflexionar
acerca
de
los
desafíos
que enfrentaron comunidades, organizaciones y movimientos indígenas cuan-
do se convirtieron en gobierno local o co-gobierno nacional. El segundo ob-
jetivo es sistematizar la forma en que dichas comunidades, organizaciones y
movimientos indígenas hicieron frente a las políticas públicas de los Estados
nacionales de América Latina: políticas lanzadas para gobernar en contextos
en que la diversidad interpelaba a la sociedad en su conjunto.
Por varias razones que explicaremos a continuación, era imprescindible
sistematizar y analizar esos temas conjuntamente con los grupos y organi-
zaciones indígenas involucrados en los procesos que se estudiaron. Por ello,
epistémica y metodológicamente concebimos y construimos nuestro proyecto
[65]
1
Co-labor: del latín collaborare, que según el Diccionario de la Lengua Española
significa:
“traba-
jar con otra u otras personas en la realización de una obra” (http://buscon.rae.es/draeI/
SrvltGUIBusUsual?TIPO_HTML=2&TIPO_BUS=3&LEMA=colaborar).
2
Por desgracia el estudio de Bolivia no formó parte del proyecto de investigación, pero sí del presente
volumen.
3
Después de haber escrito la primera versión de este texto asistimos a la entrega de la Cátedra Diskin
a
Orlando
Fals
Borda,
en
el
marco
del
Congreso
de
la
Asociación
de
Estudios
Latinoamericanos
LASA-2007. Fals Borda cerró su discurso de agradecimiento con las siguientes palabras: “Recor-
demos que los paradigmas que han moldeado hasta ahora nuestra formación profesional han sido
constructos socioculturales de origen europeo. Tratamos hoy de inspirarnos en nuestro propio
entorno
y
construir
paradigmas
más
flexibles
de
naturaleza
holística
y
participativa.
Para
llegar
a
estas metas, la arrogancia académica es un obstáculo: debería archivarse” (Fals Borda, 2007: 21).
4
Al proponer caminar hacia una “sociología de las ausencias” y una “sociología de las emergencias”,
Boaventura de Souza Santos (2005: 12) parte de la idea de que “las ciencias sociales convencionales
constituyen más los problemas epistemológicos contra los que nos enfrentamos que la vía de so-
lución de los mismos. La razón de esto reside en la concepción de racionalidad que subyace tanto
científico
es
superior,
más
valioso
que
el
producido
por
los
actores
sociales;;
y 3) el de la política de la producción del conocimiento que incluye, por una
parte, el interés y la práctica de producir conocimiento que contribuya a trans-
formar condiciones de opresión, marginación y exclusión de los estudiados
y, por otra, la elaboración de análisis académicos más ricos y profundos con
base en la experiencia de co-labor. En las siguientes secciones explicaremos
brevemente de dónde y cómo surgen estos tres problemas, para luego pasar
a una discusión concreta de cada uno de ellos partiendo de la experiencia que
tuvimos en el proyecto que echamos a andar en aquel año de 2003.
a las ciencias naturales como a las sociales. Se trata de una racionalidad indolente, cuya indolencia se
traduce en la ocultación o marginación de muchas de las experiencias y creatividades que se dan en
nuestro mundo, y por tanto, en su desperdicio”.
5
Como
afirma
Walter
Mignolo
(2006a:
15),
el
colonialismo
“se
define
por
su
lógica de colonialidad
que lo hizo posible y le da su forma de existencia todavía hoy”. De acuerdo con el pensamiento
crítico descolonial, dicha lógica opera en tres niveles: la colonialidad del poder o colonialidad de la
economía
y
de
la
política;;
la
colonialidad
del
saber,
que
se
da
en
los
niveles
epistémico,
filosófico
y
científico
y
en
la
relación
lenguas-conocimiento;;
y
la
colonialidad
del
ser,
que
opera
en
la
subje-
tividad, el control de la sexualidad, de los roles atribuidos a los géneros, etcétera.
6
En su revisión de las producciones clásicas británicas de la antropología política de los años cuarenta
y cincuenta del siglo pasado, John Gledhill (2000: 17-18) enfatiza que éstas, sin duda, “tienden a dar
por sentada la propia dominación colonial”, pero al mismo tiempo cita a Joan Vicent para mostrar
que “resulta históricamente inadecuado considerar la disciplina [antropológica] simplemente una
forma
de
ideología
colonial”.
Vicent
usa
ejemplos
de
antropólogos
de
finales
del
siglo
XIX radi-
cados en Washington y Gran Bretaña, quienes enfrentaron a las burocracias federales, criticaron
la dominación europea e incluso trabajaron en sus propios países y no en sociedades “exóticas”.
Vincent concluye que por desgracia esas voces no se constituyeron en hegemónícas dentro de la
disciplina antropológica después de 1940.
7
Al
respecto
puede
leerse
la
crítica
radical
de
Andrés
Aubry
(2007:
2),
quien
afirma:
“En
el
campo,
la peor tarjeta de presentación es la del antropólogo: se interna, a veces penetra, se va con datos
…aprovechar todas las coyunturas que se presenten dentro del actual sistema
para actuar en favor de las comunidades indígenas… [y] …volverse hacia la rea-
lidad
local
para
teorizar
a
partir
de
ella,
a
fin
de
superar
la
condición
subalterna
de
simples
ejemplificadores
de
teorías
ajenas
(Primera Declaración de Barbados,
1971: 6).10
El
trabajo
del
sociólogo
colombiano
Orlando
Fals
Borda
fue
otra
respuesta
académica
con
compromiso
político
en
beneficio
de
los
grupos
y
las
clases
e información (no siempre relevante) para escribir su tesis, y si le va bien su libro, regresa un rato
para entregar puro papel si tiene un tanto de formalidad y desaparece para siempre sin dejar otra
devolución a la comunidad que su literatura ilegible para campesinos. A las otras disciplinas de las
ciencias sociales no les va mejor…”
8
Expuesta sobre todo en su libro Pedagogía de los oprimidos (Freire, 1970).
9
Véase su libro Los
damnificados
de
la
tierra
(Fanon, 1963 [1961]).
10
Para 1977, cuando fue emitida la Segunda Declaración, la perspectiva crítica hacia la antropología fue
todavía más fuerte. Dicho documento fue redactado, por ejemplo, sólo por los participantes indí-
genas y no hubo mención alguna de los antropólogos comprometidos con la Primera Declaración.
Las críticas al fardo neocolonial en las ciencias sociales no sólo fueron lanza-
das desde los pueblos colonizados sujetos de estudio, sino también, como ya
vimos, desde dentro de la propia academia. Además de los ya mencionados,
también retaron las premisas básicas positivistas de las ciencias sociales y
los proyectos políticos hegemónicos que las sostenían: teóricos críticos de
la raza, feministas, teóricos post-coloniales, post-modernos, post-modernos
de oposición,14 así como constructores del pensamiento crítico descolonial
(Fanon, 1963; Mignolo, 2006a y b; Quijano, 2001; Maldonado-Torres, 2006)
y del análisis de los sistemas-mundo (Asad, 1973; Gough, 1968; Said, 1978;
13
El concepto “otros saberes” es muy polémico. Entre los miembros de las redes altermundistas y
de los movimientos indígenas se usa como reivindicación política de lo propio, del conocimiento
propio frente al occidental, moderno, hegemónico, mestizo, winka, kaxlán, etcétera, etcétera. En el
mundo académico la crítica al término ha sido expresada, por ejemplo, por Boaventura de Sousa
Santos
(2005:
163-164),
quien
afirma
que
“la
idea
de
que
los
saberes
no
científicos
son
alternativos
al
saber
científico…
presupone
la
idea
de
normalidad,
y
ésta
la
idea
de
norma;;
por
lo
que,
sin
más
especificaciones,
la
designación
de
algo
como
alternativo
tiene
una
connotación
latente
de
subalter-
nidad”. Aquí usamos el concepto en el sentido de reivindicación que le dan algunos movimientos,
organizaciones indígenas y activistas, aunque sabemos que para muchos lectores la utilización de
“saberes
indígenas”
frente
a
“conocimiento
científico”
no
mostrará
más
que
subalternización,
como
señala Boaventura.
14
Así
es
como
Boaventura
de
Santos
se
autodefine
(2005:
11).
de
Occidente
están
situados
en
un
sistema
social
y
cultural
particular
que
necesita ser descolonizado.
La
crítica
que
desestabilizó
la
hegemonía
de
la
epistemología
científica
occidental moderna también permitió considerar epistemologías alternati-
vas producidas, por ejemplo, por movimientos sociales, pueblos indígenas,
mujeres y, en general, subalternos.15 En este sentido Linda Tuhiwai Smith
(1999) llama a implementar una metodología descolonizada que no contem-
pla la colaboración con no-indígenas, sino que supone la realización de la
investigación por los propios indígenas desde sus propios saberes. Para ello
sería necesario –agregaría desde otra postura Boaventura de Sousa Santos
(2005)– implementar al menos cinco ecologías (entre ellas la ecología de sabe-
res),16 que permitieran recuperar la experiencia social y cultural desperdiciada
por la “razón indolente” de
Occidente
y
la
modernidad,
que
oculta
y
margina
muchas de las experiencias y creatividades que se dan en nuestro mundo.
Todos estos autores y debates también apuntan hacia la necesidad de
reconocer que la antropología, las ciencias sociales y la academia están ins-
critas en redes de poder hegemónico y que el conocimiento producido por
ellas ha sido y es principalmente producto de y reproductor de esas mismas
relaciones de poder. Sin duda, una manera de construir epistemes-otras, me-
todologías-otras, teorías-otras, es mediante el desprendimiento que promueve
el pensamiento des-colonial, que consiste en ser capaz de pensar e imaginar
más allá de las categorías imperiales de la modernidad/colonialidad. La inca-
pacidad de pensar más allá de esas categorías no es una limitante individual,
sino prueba fehaciente del éxito imperial en el manejo de la colonialidad del
15
Al respecto consúltese: Colectivo et al., 2004; SMWG, 2004; Notas desde 2003; Sen et al., 2004;
Wallerstein,
2004a;;
Santos,
2005;;
Aparicio
y
Blazer,
2006;;
Casas-Cortés,
Osterweil
y
Powell,
2007;;
Quijano, 1996; Lander, 1993; Smith, 1999; Mignolo, 2006a y b; Ribeiro y Escobar, 2002; Restrepo
y Escobar, 2004; Ribeiro, 2006.
16
Por el momento sólo nos detendremos en la ecología de los saberes como aquella que cuestiona
la
lógica
de
la
monocultura
del
saber
y
del
rigor
científico
a
partir
de
la
identificación
de
otros
cri-
terios de rigor (saberes), que operan creíblemente en contextos y prácticas sociales declarados no
existentes por la “razón indolente” (Santos, 2005: 163).
Charles Hale (2004: 3-5)17 retoma a Fals Borda y a varios precursores más
al sostener que la investigación descolonizada puede producir mejores re-
sultados académicos. Hale, como Haraway, parte de la premisa de que el
investigador(a) es un(a) actor(a) social situado, es decir, posicionado en cuan-
to a su género, su cultura y su perspectiva política. Según Hale, cuando esta
posicionalidad se hace consciente y explícita y se da en favor del grupo orga-
nizado en lucha, se convierte en fuente de la alineación básica, cimiento de
la co-labor. Para Hale y para varios de quienes trabajamos en esa dirección,18
tal
alineación
supone
un
traslape
de
metas
políticas,
la
identificación
y
el
compromiso en el ámbito político, pero a la vez en el terreno académico
requiere de independencia y pensamiento crítico que asegure al investigador
alineado19 un espacio propio. Véase más adelante nuestra experiencia con-
creta sobre este punto.
17
Hale fue uno de los tres asesores de este proyecto. Los otros dos fueron Héctor Díaz-Polanco y
Neil Harvey.
18
Véase también Speed (2006a y b) y Leyva (2006).
19
En inglés Charles Hale usa el término alignment,
que
en
una
de
sus
múltiples
acepciones
es
definido
como “apoyo a, alianza política con una persona o grupo particular o con un punto de vista espe-
cífico”.
El
término
“alineación” causó un acalorado debate en nuestro salón de clase de la maestría
A decir de Hale (2001: 15), las personas y grupos “tienden a proveer más
y mejor información cuando tienen algo en juego en los resultados” y no sólo
son reducidos a simples “informantes”, a “materia prima” digna de ser analiza-
da sólo por el “experto”. Pero el asunto es recíproco, puesto que el académico
que forma parte en ese tipo de investigación asume una responsabilidad dife-
rente frente a quien colabora, ya que no es lo mismo hablar sólo entre colegas
y recibir sus críticas que discutir con la contraparte –es decir, los miembros
del grupo organizado en lucha–, los resultados, mismos que pueden llegar a
tener “graves efectos políticos directos y demostrables sobre las vidas de las
personas y los procesos que nos importan” (ibid.). En otras palabras:
del CIESAS, por la cercanía que puede tener en español con “alienación” o con cualquier otra forma
de pérdida de autonomía del pensamiento crítico del investigador.
20
Traducción al español de Shannon Speed.
Con las críticas emitidas desde el “sujeto indígena” y con la herencia inte-
lectual de nuestros predecesores, nos planteamos como primer paso meto-
dológico
concreto
empezar
a
modificar
las
relaciones
de
poder
e
inequidad
intrínsecas a la investigación social en nuestro propio equipo de trabajo y
explorar nuevos caminos que nos permitieran trabajar y sistematizar los sabe-
res indígenas como contribuciones teóricas y prácticas al campo del ejercicio
de gobierno y de las sociedades latinoamericanas de las que formamos parte.
Como veremos enseguida, tal tarea no fue sencilla ni estuvo libre de tensiones
ni de contradicciones.
Teóricamente,
en
la
investigación
descolonizada
activista
lo
ideal
sería
definir,
conjuntamente con el grupo organizado en lucha –que forma la base y parte
del estudio– qué sería importante estudiar –tanto para el grupo como para
el investigador–, cómo se debería estudiar y cuál sería el producto o serie de
productos útiles para ambas partes. Como sabemos, la estructura y la lógi-
ca del sistema académico21 pocas veces permite que esto suceda así. Por el
contrario, lo normal (la norma) es que el investigador primero consiga los
fondos para llevar a cabo la investigación, para lo cual se requiere redactar
un
proyecto.
En
general
justificamos
esta
forma
de
proceder
diciendo
que
“ésa es la única manera de poder pagar los gastos para reunir a las partes”,
sin darnos cuenta de que éste es el primer impedimento para construir des-
de el principio verdaderas agendas compartidas. En nuestro caso, las tres
21
Retomamos el concepto de sistema académico de Andrés Aubry (2007), quien lo acuñó como parte
de su crítica radical a la academia hegemónica e institucionalizada. Para Aubry el sistema académico
no sólo es parte constitutiva del sistema mundo moderno capitalista sino que contribuye a repro-
ducir las relaciones históricas de poder de éste.
22
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fue uno de nuestros invitados a ser contra-
parte de esta investigación. Su incorporación al proyecto era vital, pues su trabajo de formación
de gobiernos autónomos de facto, rebeldes y en resistencia, es ejemplar y único en México y se da
desde 1994 con la creación de los municipios autónomos zapatistas. De hecho, en aquel año de
2003, el EZLN había ya repensado su modelo de gobierno en resistencia y había creado las Juntas
de Buen Gobierno (JBG) en una suerte de gobiernos regionales que aglutinaban a los municipios
en rebeldía. La JBG Corazón del Arcoiris de la Esperanza (con cabecera en Morelia) aceptó inicial-
mente participar en el proyecto, pero por desgracia el inicio del trabajo de campo coincidió con
la preparación de su primer informe de gobierno. Esta falta de coordinación de ritmos y tiempos
fue el impedimento concreto para la co-labor en la investigación. Lamentamos profundamente
este hecho, porque hubiera sido muy oportuno e importante para todos nosotros contar con la
participación de los compañeros zapatistas, y, sobre todo, avanzar juntos a partir de este proyecto
en el camino del giro descolonial y de la construcción de las “epistemes-otras”, la otra política y las
academias-otras. Esto no quiere decir de ninguna manera que cada una de las autoras de este texto
no lo hayamos hecho desde otros campos y experiencias.
23
Celebrado en la Ciudad de México en marzo del 2004.
el
error”
y
modificar
el
perfil
del
encuentro.
De
modo
que
invitamos
a
los
equipos de investigación completos, es decir, al académico y a su contrapar-
te, a la que llamamos “actor-sujeto” como una manera de reconocer en el
concepto a intelectuales, comunidades y organizaciones indígenas que eran
parte de movimientos y procesos relevantes en los contextos en los que la
investigación tuvo lugar.
En esa primera reunión de trabajo surgieron enseguida tensiones y crí-
ticas. Por ejemplo, en forma clara y directa las contrapartes expresaron su
desconfianza
acerca
de
una
real
alteración
de
las
relaciones
de
inequidad
intrínsecas
a
cualquier
investigación
científica.
Hubo
quien
señaló
que
las
coordinadoras
habíamos
definido
de
antemano
el
proyecto,
el
marco
teóri-
co e incluso la metodología. El interrogatorio sobre quién era realmente el
sujeto de la investigación emergió inmediatamente, dado que los indígenas
no suelen ser considerados “colegas investigadores”, sino simples “infor-
mantes”.
Esta inequidad era más evidente y acentuada en México, en donde el
número de investigadores indígenas adscritos a centros de investigación es
reducido, cuando no nulo. Algunas veces los indígenas que trabajan en los
centros de investigación fungen, a lo más, como “asistentes de investiga-
ción”, subordinados a la agenda del investigador mestizo, ladino o extran-
jero. Eso no ocurría en nuestro proyecto, pero era sintomático que ninguna
de las contrapartes mexicanas indígenas fuera investigador(a). No sucedía así
con los colegas de América del Sur: en Ecuador y Chile, los coinvestigadores
indígenas
tenían
un
perfil
de
profesionales
con
licenciatura
y/o
posgrado,
y el investigador indígena chileno había sido docente en un centro de in-
vestigación. En el caso de Ecuador, la investigadora indígena y su respectiva
organización eran al mismo tiempo actores relevantes en la gestión y promo-
ción de innovaciones en las formas de gobierno local y la gobernabilidad en
el nivel nacional. Así, pues, nuestro primer desafío no era menor: construir
relaciones
de
equidad
que
modificaran
jerarquías
y
desconfianzas
históricas
reproducidas por las relaciones coloniales dadas entre la investigación cien-
tífica
académica
y
los
pueblos
indígenas.
Como
veremos
en
los
siguientes
apartados, las tensiones y contradicciones estuvieron presentes en diferentes
momentos
y
en
todas
las
fases
de
la
investigación.
Afloraron
tanto
en
los
seminarios internacionales como en la conformación y desempeño de los
equipos de investigación.
Pero también vale la pena mencionar que fueron los propios intelectuales
indígenas quienes se encargaron de hacer la primera crítica a la colonialidad
del saber, lo que en la práctica nos obligó a tomar muy en serio el enfoque de
la descolonización de la investigación y del giro descolonial. Al respecto, una
de las contrapartes, el intelectual kiché de Guatemala, Domingo Hernández
advertía que:
Era necesario superar aquella vieja forma de escribir sobre los pueblos indí-
genas sin la participación de ellos… o bien reduciéndolos a mera fuente de
testimonios, cuando hoy los pueblos indígenas de Guatemala tienen puntos
de vista propios porque han estado inmersos en diferentes escenarios nacionales
e internacionales… que obligan a superar la idea de que el académico… trae la
verdad (Hernández, 2005: 2-6).
En
el
mismo
sentido,
el
intelectual
mapuche
Pablo
Marimán
afirmaba
que
las organizaciones a las que él pertenece tienen muchos prejuicios contra la
academia y contra los winka (blancos) que la controlan, y de hecho el término
“estudio o investigación… se asocia con la extracción de información que
nunca
les
llega
o
bien
sirve
para
fines
personales
o
académicos
que
no
tienen
mayor
compromiso
con
su
lucha”
(Marimán,
2005:
2-3).
Todas
estas
afirma-
ciones cimentaron las convergencias entre el trabajo concreto en pro de la
descolonización que ya venían haciendo los académicos parte del proyecto
y el de los intelectuales indígenas en contra de la investigación extractiva
(neo)colonial. Gracias a ello, en la práctica se generó una especie de solida-
ridad orgánica sobre la cual se sustentaron las alianzas básicas (alineación
básica) necesarias para emprender la co-labor.
24
Celebrado en la ciudad de Quito, Ecuador, del 29 al 31 de octubre de 2004.
25
Véase Hale (2001 y 2006) y el sitio web “Activist Anthropolgy” (http://www.utexas.edu/cola/
depts/anthropology/activist/).
26
Los
casos
de
Chile,
Ecuador,
Nicaragua
y
Ocosingo
(Chiapas,
México).
Véase
cuadro
al
final
de
este capítulo.
27
Nos referimos en México a los bienes comunales de Milpa Alta (Distrito Federal) y de Nicolás Ruiz
en Chiapas.
Había
muchos
aspectos
no
definidos
a priori sobre cómo conducir en la
práctica la investigación de co-labor, que de hecho era concebida al interior
de nuestro propio proyecto de distintas maneras. Por ejemplo, para los mixes de
Oaxaca
la
investigación
“debe
tener
sentido
para
los
pueblos,
debe
ponerse
28
La Asociación Maya Uk’ux B’e
de
Guatemala
y
Servicios
del
Pueblo
Mixe
A.
C.
de
Oaxaca,
México.
29
Es el caso del estudio realizado en el municipio de Cancuc, Chiapas, México.
TENSIONES
IRRESUELTAS:
ALINEACIÓN
VERSUS
AUTONOMÍA
Como
bien
afirmara
José
Aylwin
(2005),
los
discursos
de
las
contrapartes
indígenas encuentran hoy eco legal internacional en las directrices elaboradas
en
1995
y
2007
por
la
Organización
de
las
Naciones
Unidas
(ONU) para la
Protección del Patrimonio y los Derechos Indígenas.
Bastos (2005) comentaba que cuando escribía solo, antes de participar en este
proyecto, tenía un margen más amplio para elaborar críticas desde fuera del
movimiento, pero al momento de plantearse un texto en coautoría con inte-
lectuales mayas tuvo que operar con base en consensos que les permitieran
a todos estar de acuerdo en qué decir y cómo decirlo.
La naturaleza política de la coyuntura 2003-2005 ayudó mucho a los
investigadores
ecuatorianos
a
valorar
y
a
poner
en
primer
plano
la
reflexión
autocrítica sobre los “avances y los errores cometidos” por la Coordinadora
de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie).30 Esta coyuntura generó
condiciones excepcionales, ya que por lo general las organizaciones y movi-
mientos ponen en segundo plano la investigación ante asuntos políticos, lega-
les o económicos más urgentes (Marimán, 2005; Vázquez, 2005; Hernández,
2005;;
Aguilar
y
Velásquez,
2005).
En
el
caso
de
Ocosingo
(Chiapas,
México),
la vía que la académica propuso para trabajar las diferencias de perspectivas e
interpretación sobre ciertos aspectos concretos, fue que en el texto escrito se
diera cuenta de esas disonancias y se tratara de mostrar la validez intrínseca
y contextual de ambos puntos de vista (Leyva, 2005).
En uno de los nueve casos, el estudio en Nicaragua, las tensiones estu-
vieron a punto de llevar a la ruptura del diálogo de co-labor. La organización
planteó que ellos deberían conocer, tomar parte y “avalar” todas y cada una
de
las
acciones
y
productos
del
proyecto.
Ante
tales
afirmaciones,
el
acadé-
mico no-indígena del equipo reclamó su espacio de autonomía:
30
Al respecto la intelectual kichwa Lourdes Tibán (2005: 1) anotaba: “la investigación colaborativa
se dio en un momento donde el movimiento indígena del Ecuador debía, por un lado, reformular
su accionar en la vida política del país y, por otro lado, realizar un concertado trabajo en las bases
para explicar y dar oídos a las interrogantes respecto del porqué de la alianza y la ruptura”. Para
entender el procesos de alianzas y rupturas de la Conaie con facciones militares y otros sectores
populares de Ecuador, véase capítulo 5 de este libro.
Habría
que
agregar
a
la
reflexión
de
Charles
Hale
que
un
análisis
más
fincado
en el conocimiento de la organización es también resultado de una negociación,
en la cual tanto los protagonistas políticos como el investigador dirimen las
tensiones que resultan de la investigación colaborativa. En esta negociación no
hay garantías, más que la esperanza, a veces incierta, de que la interpretación
analítica
pueda
ser
ampliada
sobre
la
base
de
asumir
y
reflexionar
consciente-
mente sobre las contradicciones (González, 2005: 7).
En este mismo sentido, Xochitl Leyva (2005) habla de que el texto en coau-
toría es más bien un “texto negociado”, mientras que Santiago Bastos (2005)
lo llama “texto consensuado” y Shannon Speed (2005) destaca su naturaleza
de “texto compartido”. El intelectual mixe Hugo Aguilar y su contraparte
académica,
Cristina
Velásquez,
se
refieren
a
su
texto
como
un
producto
basado en el principio de reciprocidad que rige las sociedades indígenas,
paráfrasis del dicho del líder histórico mixe Floriberto Díaz: “si tú das, te
damos, si damos, tú recibes y si recibes, también puedes dar” (citado por
Aguilar y Velásquez, 2005: 3).
Todo parece indicarnos que el espacio autónomo del académico se
alteró, mas en el sentido de reducirse o restringirse. Ello sin duda fue
31
En
el
equipo
de
Nicaragua
se
decidió
trabajar
dos
textos
finales:
uno
que
se
publica
como
capítulo
en este libro y otro interno que fue dirigido al directorio político de Yatama. Además se produjo
un video y un folleto que se difundieron ampliamente entre los miembros de dicha organización
(comunicación electrónica Miguel González, 2007).
¿Hasta qué punto la insistencia de que los activistas entren a discutir desde las
premisas de los académicos no puede llegar a suponer una nueva forma de
paternalismo y así acabar haciendo lo contrario de lo que originalmente se pro-
ponía? ¿No puede llegar a ser una forma de recrear el poder de los académicos
sobre los indígenas, ahora obligándolos a entrar en mecánicas y problemas que
no son los suyos…? (Bastos, 2005: 8).
Pero dejemos que sean los propios intelectuales indígenas quienes evalúen lo
que les ha dejado a ellos y a sus organizaciones y movimientos este proceso
de investigación de co-labor. El intelectual tseltal Rubén Moreno (2005) y la
intelectual miskita de la Costa Atlántica Lestel Wilson (2005) reconocieron
que gracias a esta experiencia pudieron “aprender algo” de algo que no sabían
(investigar), así como conocer más de la historia de las comunidades de donde
ellos vienen y para las cuales trabajan.
El intelectual nahua de bienes comunales de Milpa Alta (Distrito Fede-
ral) Agustín Martínez (citado en Sánchez y Martínez, 2005), el intelectual
mapuche Pablo Marimán, (referido en Aylwin, 2005) y el intelectual tseltal
Juan Vázquez (2005) dijeron que conocer otras experiencias de otros países
y regiones indígenas les permitió pensar comparativamente asuntos de su
propia realidad que antes no podían ver o no veían de esa manera. Vázquez
(2005: 5) agregó incluso: “Ahora podemos hacerle propuestas a los inves-
tigadores sobre la forma en la que se deben hacer las cosas. En el pasado
había un desconocimiento de los procesos metodológicos y eso nos limitó.
Esta experiencia sin duda contribuyó en algo a acortar la distancia que hay
entre la investigación y la gente”. Y a decir de Fernando García (2005: 2), su
contraparte la intelectual kichwa Lourdes Tibán, en 2004, en sus discursos
de campaña electoral por la municipalidad de Cotopaxi, integró varias de las
ideas que trabajó en el equipo de co-labor.
PARA
CONCLUIR:
CAMINO
HACIA
LA
INVESTIGACIÓN
DESCOLONIZADA…
científico
es,
y
ha
sido,
por
naturaleza,
colaborativo.
Piénsese
en
cualquier
tipo
de antropología, y se verá que siempre ha ido de la mano del Estado-nación,
de los poderes imperiales, de los grupos de interés, de los partidos de Estado,
etc. Sobre la base de que la colaboración puede asumir, y ha asumido, mil
formas, aquí optamos por el término “investigación de co-labor” para mar-
car un doble sentido: nuestro vínculo con predecesores que desde los años
cincuenta del siglo pasado buscan descolonizar las ciencias sociales y nuestra
especificidad
frente
a
los
otros
intentos
de investigación descolonizada.
Hemos tratado de ser muy autocríticas al mostrar todas las tensiones y
contradicciones que enfrentamos en nuestro trabajo. Estas tensiones y con-
tradicciones nos llevan a hablar, más que de una investigación descolonizada
a secas y como hecho consumado, de un caminar que busca descolonizarnos:
descolonizar nuestras mentes, nuestros cuerpos, nuestras prácticas y nues-
tras instituciones. Para ello lo primero que hicimos fue reconocer y rechazar
abiertamente las valoraciones hegemónicas y la “racionalidad indolente” de
las ciencias sociales. Reconocimos y rechazamos el fardo (neo)colonial, en
otras palabras la colonialidad del poder, del ser y del saber, que por desgracia
no es algo que está ahí afuera de nosotros sino que habita y se reproduce
gracias a muchas de nuestras prácticas institucionales y personales. A partir
de
la
experiencia
emanada
de
este
proyecto
colectivo
podemos
afirmar
que
gracias al trabajo de co-labor es posible instrumentar prácticas que desafíen
las prácticas e ideas dominantes en las ciencias sociales que sirven como base
de las lógicas de poder de las sociedades que queremos cambiar.
¿Modificamos
la
inequidad
entre
academia
y
pueblos
indígenas?
De
ma-
nera radical no, pero sí creemos que humildemente contribuimos a trastocar
las relaciones de poder e inequidad de las que fuimos parte. Ello –como han
apuntado nuestras contrapartes indígenas–, tuvo y tiene repercusiones me-
nores y mayores en sus organizaciones políticas y movimientos. ¿Logramos
entre todos sistematizar los saberes indígenas sobre gobierno, sobre buen
gobierno? Creemos, modestamente, en nuestro aporte, pero usted lector(a)
podrá emitir su opinión después de leernos detenida y comparativamente.
32
Agradecemos los comentarios, sugerencias y críticas puntuales que hicieron a este texto los amigos
y colegas: Miguel González, Araceli Burguete, Mario Blaser, Rubén Moreno, José Aylwin, Santiago
Bastos, Sergio Mendizábal, Lestel Wilson y Miguel Gómez. Ya antes, en un seminario celebrado en
la ciudad de México, un borrador de este mismo texto había recibido los comentarios de Héctor
Díaz-Polanco y Charles Hale, a ellos también mil gracias. Xochitl Leyva agradece también a los
miembros del Seminario Wallerstein, del CIDECI-UNITIERRA/Chiapas, los debates varios en los que
ha podido participar, aprender y caminar colectivamente en la construcción de las epistemes-otras,
del giro descolonial y del pensamiento crítico wallersteniano y zapatista
Ocosingo,
Chiapas,
Juan Vázquez, Xochitl Leyva,
México Coalición
de
Organizaciones
Autónomas
CIESAS Sureste, Chiapas,
de
Ocosingo
(COAO) México
CIESAS, D. F. Asesor del proyecto Héctor Díaz-Polanco
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