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Cómo Era La Gente Poblamiento Nativo

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¿Cómo era la gente?

El poblamiento nativo antes de la llegada de los


conquistadores

Por: Uribe, María Victoria

Tomado de: Revista Credencial Historia. 


(Bogotá - Colombia). Edición 27 
Marzo de 1992

Los primeros diez siglos de nuestra era fueron testigo de la conformación de


sociedades indígenas con un marcado acento regional; en efecto, en la zona sur-
occidental así como en la depresión momposina, los cacicazgos nativos
alcanzaron una complejidad social y política que estuvo acompañada de un auge
cultural sin precedentes. A esta etapa de los desarrollos regionales corresponde
buena parte de la piezas de orfebrería fabricadas con oro de buena ley o con
tumbaga, las que desempeñaron un papel muy importante en las ceremonias y
rituales indígenas.

De esa época datan las obras de infraestructura hidráulica emprendidas por los
indígenas de la depresión momposina con el objeto de regular las inundaciones de
la zona; los canales de drenaje y los camellones para cultivo llegaron a cubrir una
gran extensión de los cursos bajos de los ríos Nechi, San Jorge, Sinú y Cauca.
Por razones de muy variada índole, este acervo tecnológico se perdió para sus
sucesores, los Malibú, quienes procedentes del bajo Magdalena llegaron a la zona
hacia el siglo XIV y se asentaron cerca a los caños, ignorando por completo el
sistema hidráulico que con el tiempo fue quedando sepultado por los sedimentos.

Después de varios siglos de desarrollos cacicales complejos en la región del alto


Magdalena, cuyos vestigios corresponden a los montículos funerarios y la
estatuaria monumental de San Agustín, el valle de La Plata y Tierradentro, los
pobladores tardíos que encontraron los españoles en la región vivían dispersos en
las vertientes cordilleranas y en los valles cálidos, ignorantes de las conquistas de
sus antecesores. Algo similar ocurrió en la costa Pacifica sur con la cultura
Tumaco-La Tolita: después de varios siglos de auge cultural, plasmado en la
alfarería y en la orfebrería del oro, la plata y el platino, sus pobladores se
redujeron a grupos dispersos de cultura muy rudimentaria.

Las anteriores transformaciones apuntan hacia la disolución de un orden en el cual


los caciques acaparaban todo el tiempo social de la comunidad y su reemplazo
por formas más comunitarias, y a la gran movilidad de la población aborigen,
fenómeno que caracterizó todo el período prehispánico y contribuyó a diversificar y
fragmentar las diferentes unidades sociales.

El siglo XII época de grandes cambios

Unos cuatro siglos antes de la llegada de los españoles, los grupos de agricultores
avanzados venían sufriendo trasformaciones importantes inducidas por factores
tanto de tipo interno como externo. En efecto, alrededor del siglo XII de nuestra
era en varias porciones del territorio que hoy conocemos como Colombia y
coincidiendo con un descenso en los niveles de humedad y temperatura, ciertas
actitudes y prácticas sociales que las comunidades traían de tiempo atrás
comenzaron a ser lentamente sustituidas por otras.

Hay evidencias que indican que las pequeñas unidades cacicales que tenían una
estratificación muy marcada -representada por la mayor o menor posesión de
objetos suntuarios-, se fueron transformando en comunidades con una mayor
densidad de población, en las que las diferencias sociales existentes no se
materializaron en la posesión de objetos. La calidad de la orfebrería fue
decayendo poco a poco hasta ser reemplazada por piezas de fabricación masiva
con alto contenido de cobre; cesó la importación de aquellos productos que tenían
un carácter exótico por su lejana procedencia y la producción de objetos de
cuidadosa factura fue reemplazada por artefactos rudimentarios.

Estos cambios, cuyos efectos son visibles entre los grupos tardíos del valle medio
del río Cauca, de la región del río Calima, del altiplano nariñense, del alto
Magdalena y del bajo San Jorge, no implicaron una transformación a fondo de la
sociedad, sino más bien una mejora sustancial en las condiciones de vida de la
población en general en detrimento de los privilegios cacicales. Prueba de ello son
las adecuaciones topográficas emprendidas por las diferentes unidades cacicales
con el objeto de mejorar condiciones de producción de los alimentos para poder
sostener a la creciente población y la disminución de bienes suntuarios de uso
exclusivo de la élite cacical.

Otro factor de transformación tardía de la población nativa prehispánica tuvo que


ver con el fenómeno de la colonización interna que ha caracterizado y sigue
caracterizando al país; en efecto, a partir del siglo XII, migraciones sucesivas de
población Karib procedente del área del Caribe remontaron los ríos Cauca y
Magdalena para dispersarse en las vertientes interiores de las dos cordilleras; de
la fusión de estos migrantes con la población local asentada en la zona de tiempo
atrás surgieron dos tradiciones locales.
Los vestigios de la primera de ellas, denominada tradición de Urnas funerarias del
Magdalena medio, se encuentran diseminados en el valle medio y bajo del
mencionado río; sus portadores eran grupos que vivían sobre las terrazas
aluviales en viviendas comunales similares a las malocas de las tribus amazónicas
y cuya cultura material parece indicar que se trataba de comunidades igualitarias.
La otra es la tradición Sonsoide del valle medio del río Cauca, integrada por
variedad de grupos asentados en ambas riberas del río e interrelacionados a
través del intercambio.

Un poco más hacia el sur, en el valle del Patía, estuvieron asentados pequeños
cacicazgos correspondientes a la fase Guachicono, cuya cultura material tenía
semejanzas con la de los Pastos del altiplano nariñense, quienes, según los
primeros cronistas españoles, eran el grupo más numeroso de la gobernación de
Popayán. Los pastos vivían en aldeas hasta de cien bohíos, tenían rebaños de
llamas, se alimentaban de tubérculos andinos, quinua y maíz y comían cuy. El
intercambio a larga distancia con la costa lo realizaban los mindalaes, unos
mercaderes especializados en trasladar productos desde sus comunidades de
origen hasta zonas distantes, de tal forma que podían proveer a los caciques de
bienes de lejana procedencia como los caracoles de mar y las cuentas de concha.

Marcado regionalismo de los grupos tardíos

El país de los dos siglos anteriores a la conquista y colonización españolas estaba


conformado por un mosaico de grupos autónomos de diverso nivel de desarrollo,
estilo de vida y organización política que vivían diseminados en el paisaje y
acomodados a la topografía natural; desde un principio esta costumbre de vivir
dispersos fue combatida por los españoles, que obligaron a los indígenas a
reunirse en aldeas con el fin de facilitar su conquista y evangelización. A los ojos
de los conquistadores, la población nativa adolecía de una fragmentación política
extrema y su comportamiento en general manifestaba una gran belicosidad; la
única excepción la constituían los muiscas habitantes del altiplano
cundiboyacense, cuyo sometimiento no presentó mayores problemas.

En la región caribeña la fragmentación era aún más palpable. Con excepción de la


Sierra Nevada de Santa Marta, habitada por los tairona, que tenían una estructura
urbana y una compleja red vial, la población de la llanura caribeña vivía de los
recursos acuáticos de ríos, ciénagas y mar. En la ciénaga grande de Santa Marta
merodeaban los recolectores de moluscos, quienes se asentaban por temporadas
para recolectar almejas y pescar bagres, róbalos y mojarras; algunos de estos
grupos practicaban una incipiente agricultura y mantenían relaciones con los
grupos de la Sierra Nevada. Los grupos costeros en general tenían una gran
movilidad y, con excepción de los cacicazgos de la Sierra Nevada, la depresión
momposina y la península de la Guajira, su organización social y política era de
tipo igualitario.
Las tribus que poblaban la costa Pacifica vivían de la pesca, la caza y la
agricultura, asentadas muy cerca a la línea de los manglares sobre montículos
artificiales; estas construcciones tenían por objeto aislar a los indígenas de la
extrema humedad que caracteriza la zona. La región amazónica tenía una menor
densidad de población que las costas y la zona andina; allí las viviendas
comunales de los nativos estaban ubicadas cerca a los ríos, muy distantes unas
de otras.

Este poblamiento fragmentado en etnias disímiles estaba articulado por medio del
intercambio y de la guerra. Del primero de ellos existen numerosos vestigios
excavados de las tumbas y de los basureros; al parecer tenía un radio de acción
variable, pues abarcaba desde el trueque sencillo de productos de estricta
supervivencia para las unidades domésticas, hasta el intercambio a larga distancia
de productos exóticos que hacían mercaderes especializados.
Desafortunadamente, de la guerra intertribal de ataque y repliegue con dardos y
macanas no quedaron evidencias materiales; sin embargo, la insistencia con que
los cronistas la mencionan en sus relatos hace pensar que ésta fue constante
entre las comunidades prehispánicas.

En la región andina los grupos agrícolas habían logrado una adaptación óptima al
medio cordillerano, asentándose en un piso térmico y colonizando los pisos
contiguos con el objeto de procurarse el acceso a productos de otros climas; esta
microverticalidad se practicó en los fríos altiplanos cundiboyacense y nariñense,
en la montaña santandereana, en las cordilleras occidental y central y en la Sierra
Nevada de Santa Marta; en las mencionadas regiones los cacicazgos tenían una
compleja organización social y económica que contrastaba con aquella de sus
vecinos de las vertientes cordilleranas y los valles cálidos, menos cohesionados y
de mayor nomadismo.

Los anteriores rasgos son perceptibles en la región del río Calima, donde los habitantes tardíos del
período Sonso emprendieron numerosas obras de carácter cívico como los aterrazamientos
artificiales en las laderas, o "tambos", que servían de base para las viviendas y estaban
diseminados entre los campos de cultivo. También adecuaron las pendientes para las labores
agrícolas, haciendo unas zanjas profundas en el sentido de la pendiente, cuyo objetivo era drenar
los suelos anegadizos saturados de cenizas volcánicas; así mismo, la región quedó interconectada
por una extensa red de caminos rectos trazados sobre las cuchillas de los cerros que articulaban la
zona con el valle del Cauca y la llanura del Pacífico. La construcción de tambos sobre las laderas de
las vertientes cordilleranas fue costumbre muy arraigada en la zona suroccidental del país.

Los grupos tardíos de mayor densidad de población y mayor complejidad social


fueron los muiscas y los tairona. Sobre las vertientes norte y occidental de la
Sierra Nevada de Santa Marta los tairona implantaron sus populosas aldeas de
arquitectura lítica, construidas sobre terrazas artificiales y escalonadas sobre las
cuchillas y las laderas de los cerros; una red de caminos de piedra conectó los
diferentes asentamientos entre sí, facilitando el intercambio de productos entre los
distintos pisos térmicos. La organización social parece haber sido teocrática,
centrada alrededor de caciques y chamanes; hay indicios acerca de la importancia
del control del comercio a mediana distancia por parte de los caciques, lo que
redundó en consolidación de su prestigio y poder. En tal sentido, se mencionan la
sal, el pescado, las conchas de mar, el algodón y la coca. Los tairona,
aprovechando su posición estratégica y protegidos por los contrafuertes de la
sierra, presentaron gran resistencia a la colonización española; su conquista por
parte de la Corona fue lenta y se llevó a cabo de manera cruel y despiadada.

En el altiplano central los españoles encontraron a las diferentes federaciones


muiscas organizadas alrededor del zipa y del zaque; su subsistencia estaba
basada en el cultivo de maíz, que se producía en todos los pisos térmicos y
constituía la base de su alimentación. Era gente industriosa que explotaba las
salinas de Zipaquirá, fabricaba grandes cantidades de piezas de orfebrería
destinadas al intercambio y a las ceremonias propiciatorias, poseía una próspera
industria textil y tenía un dominio efectivo de los páramos circundantes con fines
medicinales y religiosos. Los muiscas y sus vecinos los guanes, laches y tunebos
tenían la costumbre de momificar los cadáveres de sus jefes, que depositaban
entre cuevas en lugares de difícil acceso, acompañados con ofrendas en textiles y
comida; el patrón de asentamiento de toda esta población fue predominantemente
disperso.

Las evidencias parecen indicar que los muiscas, guanes, laches, tunebos y
chitareros, de filiación Chibcha, llegaron al altiplano cundiboyacense en sucesivas
oleadas migratorias procedentes del norte del país y que, una vez asentados en el
altiplano, lograron una integración regional no exenta de tensiones. Hacia el valle
del Magdalena colindaban con grupos Karib como los panches, pijaos, muzos y
colimas, quienes por su naturaleza belicosa mantenían tensiones continuas en las
zonas fronterizas. La imposición del régimen colonial se hizo de manera muy
desigual aprovechando aquellas zonas densamente pobladas y cohesionadas,
como el altiplano central, para establecer un dominio efectivo del Estado español y
de la Iglesia, descuidando la integración de aquellas poblaciones menos
cohesionadas que habitaban las vertientes templadas y los valles cálidos.

 Bibliografía

AUTORES VARIOS. Colombia prehispánica. Regiones arqueológicas. Bogotá: Instituto


Colombiano de Antropología-Colcultura, 1989. 

AUTORES VARIOS. Ingenierías prehispánicas. Bogotá: Fondo FEN. Instituto Colombiano


de Antropología-Colcultura, 1990. 

AUTORES VARIOS. Metalurgia de América precolombina. Bogotá: 45 Congreso de


Americanistas-Banco de la República, 1986. 

PLAZAS. CLEMENCIA Y ANA MARIA FALCHETTI. Asentamientos prehispánicos en el


bajo San Jorge. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales-Banco
de la República. 1981.

REICHEL-DOLMATOFF. GERARDO. Arqueología de Colombia. Un texto introductorio.


Bogotá: Fundación Segunda Expedición Botánica-Litografía Arco. 1986. 

URIBE, MARIA VICTORIA Y SANTIAGO MORA. "Colombia prehispánica". En: Gran


Enciclopedia de Colombia.Bogotá: Círculo de Lectores. 1991

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