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Delmira Agustini, Alfonsina Storni y La Subversión Del Modernismo
Delmira Agustini, Alfonsina Storni y La Subversión Del Modernismo
Delmira Agustini, Alfonsina Storni y La Subversión Del Modernismo
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eos empleados por Lugones y Herrera y Reissig, sin embargo, están todavía
inmersos en y suponen una crítica desde el modernismo, según han señalado
Octavio Paz y Guillermo Sucre. Las revisiones críticas que plantean el argentino
y el uruguayo forman parte estructural del sistema en cuanto es este último el
que orienta sus prácticas paródicas. El movimiento que mejor describe la praxis
de los poetas es el del péndulo: siempre afuera (crítica/parodia) y, al mismo
tiempo, dentro de una misma órbita (parodia/homenaje). Excéntrico: fuera
pero también en función del centro.
La poesía escrita por mujeres inmediatamente posterior al modernismo coin-
cide con el posmodernismo en términos de periodización literaria (Le Corre
232) y de búsquedas expresivas. La lírica de Delmira Agustini, Alfonsina Storni,
Gabriela Mistral (1889-1957) y Juana de Ibarbourou (1895-1979) ha sido califi-
cada como una práctica escriturai conflictiva y subversiva cuyo antecedente sería
Sor Juana Inés de la Cruz (Percas de Ponsetti 49). Las concomitancias de ese
conjunto de escrituras con el posmodernismo, sean estilísticas o temáticas, estri-
ban sobre todo en la conciencia del desgaste de la poesía anterior, a la que
deconstruyen y parodian. Si bien en un primer momento las poetas caminan en
terrenos formales andados por el modernismo2, un análisis más detallado deja
ver que la incidencia recurrente y obsesiva en esas prácticas tiene por objeto
"desinstalar", distorsionar y diluir esos mismos recursos desde dentro: sólo quie-
nes conocieran la retórica modernista y fueran conscientes de su agotamiento
podrían "torcer el cuello al cisne". La desarticuladón y bznalizaciôn de la estética
modernista parece comunicar un hondo malestar y un cierto grado de inestabili-
dad en su sistema poético, conduciendo esto ya a una subjetividad disgregada,
ya al repliegue del discurso, por lo que no sería aventurado incluir a estas escrito-
ras en el posmodernismo. El objetivo de las escritoras es la búsqueda de un
espacio propio al margen de los tropos y tópicos modernistas; en otras palabras,
un espacio y un discurso desde donde repensar y volver a plantear el lenguaje
poético a fin de expresar en nuevos términos la experiencia propia de la dife-
rencia.
2 Por ejemplo, Delmira Agustini se da a conocer con El libro blanco (Frágil) (1907), cuya
métrica e imaginería aún se ubican dentro de la estética modernista, en tanto Alfonsina
Storni publicará en 1916 su ópera prima, La inquietud del rosal, de versificación reposada y
rima regular. Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou darán muestra de su aguda conciencia
métrica desde "Sonetos de la muerte" (incluido en Desolaáón, 1922) y Las lenguas de diamante
(1919) respectivamente.
3 Entre las reformas promovidas por José Batlle y Ordóñez se contaban el establecimiento
del divorcio y de la jornada laboral de 8 horas, el derecho, inédito en América Latina, de las
mujeres al voto y el diseño de un efectivo sistema educativo, según refiere Milton Vanger en
The Model Country: José Batlle y Ordóñez of Uruguay.
cielo cruel y una tierra colorada" - y Baldomero Fernández Moreno - "Las lar-
gas calles de polvo, / las grandes plazas tranquilas, / y el sol, como una gran
boca / dorada y muerta de risa" (109) / 4. En todo caso, la fuga y la alabanza de
los poetas mexicano y argentino a la provincia, y la huida al "alma del suburbio"
en la obra de Evaristo Carriego, confirmarían la voluntad dispar, asistemática y
marginal que caracteriza a buena parte de los posmodernistas. El posmoder-
nismo, por lo tanto, sería la consecuencia última del modernismo. Más que su
antítesis, su respuesta, contra-dicción y crítica: su crisis. Quizá la conocida frase
de Ramón López Velarde en torno al poema como "sistema crítico" sugiera en
fondo y forma la idea de cuestionar las prácticas poéticas repetitivas y epigonales
del modernismo, esto es, realizar sin ambages una lectura crítica pero también
la crítica de esa lectura5: "Quien sea incapaz de tomarse el pulso a sí mismo no
pasará de bosquejar prosas de pamplina y versos de cascara" (López Velarde
479), advierte con voz profética el mexicano6. Parte de la respuesta posmoder-
nista consistirá en replantear el tono y el acento del poema a fin de hacerlo más
cotidiano y menos trascendente - cantar la "épica sordina" - : a la voz tonante y
confiada del poeta vates modernista o del "pequeño dios" vanguardista (Vicente
Huidobro), se opone ahora un ser acéntrico, degradado y doliente7.
La contradicción que entraña el posmodernismo se caracteriza por la ironía y
el sentido irreverente del humor, como ocurre en algunos poemas de Carlos
Pezoa Veliz - "El carnero cornigacho / de hosco ceño y agria testa, / está de
novio con esta / borrega de buen mostacho" (114) - ; o bien como se aprecia
en los epígrafes que encabezan los versos de Luis Carlos López. "Día de triqui-
traques" de este último, por ejemplo, inicia con una cita atribuida a Nietzsche -
"Y después dijo el asno: I-A" - para de inmediato dar cuenta del paso de una
multitud que festeja la llegada de un gobernador, espectáculo ante el que un
personaje ebrìo sólo atina a decir "¡Qué barbaridad, qué barbaridad!" (30). Por
su parte, en "In pace" Luis Carlos López preludia el fallecimiento y entierro del
bohemio fin de siècle que se describirá más adelante. La voz poética, sin embargo,
contempla la muerte en su más puro sentido escatologico, con lo que desarticula
la perspectiva tópica (fatalista) y, se podría decir, emergente del bohemio:
Ahora bien, lo primero que habría que plantear antes de discutir las con-
vergencias entre las obras de Agustini y Storni es la ubicación de sus propuestas
estéticas. En ese sentido, la poesía de las autoras argentina y uruguaya representa
un reto para la crítica. En el caso de Agustini, según Jorge Luis Castillo es a partir
de los 80 cuando se comienza a atender más el carácter subversivo de la poesía
de la escritora uruguaya - algunos de los trabajos más difundidos son los de
Sylvia Molloy, John Burt y Gwen Kirkpatrick - , carácter que la lleva a trascender
"los postulados ideológicos y estéticos del modernismo" y a sobrepasar "sus re-
cursos teóricos" (Castillo 70). La suerte crítica de la obra de Alfonsina Storni
no es muy diferente. Desde Jorge Luis Borges hasta los críticos de la revista
Nosotros - Luis María Jordán y Roberto Giusti, por ejemplo - se ha resaltado el
carácter "disonante" de la obra poética de la autora argentina. Primero, el
amaneramiento de una poesía hecha de retazos de otra ya de por sí epigonal y
grandilocuente como la de Amado Nervo; y, en segundo lugar, la de una obra
que hace del poema un espacio de lucha entre un discurso validado - el de los
estereotipos: la mujer débil y mendicante que se convierte en vasalla del sujeto
amado, que a su vez adopta el papel de señor, una resonancia del mi dons de la
poesía cortesana - y otro enmascarado y subversivo (Muschietti 86). El exceso
que agota los recursos anteriores y los convierte en balbuceo o silencio com-
pone, para algunos críticos (Castillo y Muschietti), una retórica de lo femenino
que echa mano necesariamente de topoi modernistas para des-componerlos.
Aunque este proceso ha sido señalado como una actitud excéntrica (Sucre, Cas-
tillo y Le Corre) , considero que Agustini y Storni más que crear fuera y en función
del modernismo - que es lo que significa "excéntrico" - , buscan también desar-
mar y vaciar el sentido de los motivos y de la métrica modernista para articular
una nueva retórica. Mi perspectiva en este trabajo intenta replantear la de Paz,
Sucre y Hervé Le Corre, quienes utilizan el epíteto "excéntrico" al referirse a
Delmira Agustini en un juicio que bien podría hacerse extensiva a la obra de
Alfonsina Storni. Dice, por ejemplo, el crítico francés: "... su mirada es tangen-
cial, su poética excéntrica. El texto y el paratexto de la obra de Agustini eviden-
cian una estrategia de toma de posesión de un lenguaje poético modernista,
en particular el erótico, a través de su técnica y sus símbolos, y su progresivo
desplazamiento" (242). Propongo aquí que la poesía de Agustini y la de Storni
es más bien acéntrica en cuanto desarticula, contra-dice y vacía el discurso mo-
dernista. Las dos poetas se dirigen hacia los extremos de los planteamientos del
modernismo al distorsionar sus símbolos y recursos paradigmáticos. Más que el
bestiario modernista, los bibelots, las bisuterías y los objetos de mármol, su sa-
crificio y derroche: algo tan refinado que casi termina por ser poco definido, lo
ya dicho para decir lo indecible.
Las poetas exhuman y descomponen el sustrato modernista para componer
un discurso propio. Según Iris Zavala, "Storni, Agustini, Ibarbourou y Loynaz
reclaman el derecho de autorrepresentación [...], mientras recodifican y re-
territorializan temas y material léxico, potencializando un registro 'femenino'.
La lucha por el signo es sexualizada contra la 'modalidad' [ . . . ] de la práctica
de escritura y asuntos patriarcales" (112). La "reterritorialización" a la que se
refiere Zavala consistirá en resemantizar las prácticas modernistas a través del
desplazamiento de sus topoi y recursos; una vez conquistado ese territorio, el
procedimiento será construir un nuevo espacio a partir del cual el yo lírico em-
prenderá su búsqueda epistemológica y ontológica (112). En Agustini y Storni
el destierro autoinfligido de la lengua o de "cierta manera" de hacer poesía se
significa en una crisis:, la conciencia de la falta de un espacio dentro del lenguaje.
La poesía moderna expresa el fracaso del yo frente al conocimiento: el sujeto es
imperfecto y su lenguaje, más que llevar a la plenitud, conduce al balbuceo y,
como dijera Hugo Friedrich, a la desarticulación y a la oscuridad (39) 8. El pro-
blema o malestar que acusan Agustini y Storni, sin embargo, se dirige no tanto a
la caída del sujeto ante la imposibilidad de trascender la cárcel del lenguaje - en
palabras de Wittgenstein - , cuanto al problema de la carencia de un espacio
textual propio. Parte del cuestionamiento epistemológico posee una vertiente
autorreflexiva que descompone, primero, la prosodia y los topoi modernistas, y
después, sugiere la caída inminente del orden simbólico patriarcal. En "Lo ine-
fable", Agustini realiza un soneto polimetria), de versos entrecortados y dis-
pares: lejos parecen estar ahora los armoniosos alejandrinos de Darío. La voz
poética intenta describir, sin conseguirlo, un "pensamiento mudo" que nunca
se definirá con exactitud, pues se trata de algo - un "no sé qué", diría San Juan
de la Cruz - incapaz de ser aprehendido a través del lenguaje, con lo que se
advierte el fracaso y la caída del yo lírico9. Pero lo que en los místicos es deseo
de vacuidad, en el poema de Agustini es carencia e imposibilidad de definición:
8 En "Yo persigo una forma" Rubén Darío había dado cuenta de la esquiva aprehensión
de la experiencia y de los dictados de la Diosa a través del lenguaje, lo cual aparece ejemplar-
mente representado en el interrogante cuello del cisne: "y bajo la ventana de mi Bella-
Durmiente / el sollozo continuo del agua de la fuente / y el cuello del gran cisne blanco
que me interroga" (247). Sin embargo, más que como caída epistemológica del sujeto, la
enigmática pregunta puede leerse como sugestión de lo inasible - el misterio de la poesía y
de las formas que anuncian los primeros versos - . Quizá por ello el poema de Darío concluye
justo cuando queda en suspenso.
9 Vale la pena confrontar la imposibilidad en cuanto carencia presente en el poema de
Delmira Agustini con la que exponen algunos poetas modernistas. A diferencia de aquélla,
por ejemplo, Julio fclerrera y Reissig todavía atribuye a la poesía - representada, entre otras
imágenes, por la proteica esfinge - , una dimensión mistérica, adivinatoria y orfica: "Salve,
noche estrellada y urna de quintaesencia: / eres toda la Lira y eres toda la esfinge" (232).
"El hombre sombrío" de Storni principia con una visión tópica de la masculi-
nidad: el sujeto invocado es "frío", "soberbio", capaz de aclarar las "sombras de
los bosques" y - a la manera de (un nuevo) Orfeo - de dominar a las fieras. Los
tres últimos versos, sin embargo, descomponen los estereotipos cuando el yo
lírico advierte que la desnudez del sujeto revela su vulnerabilidad infantil, casi
angelical, con lo que consigue sobreponerse al aparente dominio de aquél:
Algo similar ocurre en "Tú me quieres blanca", poema en el que Storni realiza
una "insolente respuesta" al programa ético y estético romántico-modernista
(Kirkpatrick, "Alfonsina Storni: . . . "387) de la "amada inmóvil". La estrategia de
la contradicción - las "tretas del débil", diría Josefina Ludmer - consiste en re-
petir la tópica perspectiva masculina pero ahora desde el punto de vista de la
víctima, la cual pasa de objeto de la observación a sujeto que observa:
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada. (143)
OBRAS CITADAS
Kirkpa trick, Gwen. "Alfonsina Storni: 'Aquel micromundo poético'". Modern Language Notes
99.2 (1984): 386-92.
Molloy, Sylvia. "Dos lecturas del cisne: Rubén Darío y Delmira Agustini". La sartén por el
mango: encuentro de escritoras latinoamericanas. Ed. Patricia González y Elena Eliana Ortega.
Río Piedras: Huracán, 1985. 57-69.
Muschietti, Delfina. "Las mujeres que escriben: aquel reino anhelado, el reino de amor".
Nuevo Texto Crítico 4 (1989): 79-102.
Onís, Federico de. Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1932). Nueva York:
Las Americas, 1961.
Pacheco, José Emilio. Nota sobre la otra vanguardia . Casa de las Americas 20.118 (1980):
103-07.
Paz, Octavio. Cuadrivio. México: Joaquín Mortiz, 1991.
Percas de Ponsetti, Helena. "Reflexiones sobre la poesía femenina hispanoamericana".
Revista / Review Interamericana 12. 1 (1982): 49-55.
Pezoa Veliz, Carlos. Poesías. Pról. de Armando Donoso. Santiago de Chile: Nacimiento, 1927.
Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires: Nueva Visión,
2003.
Storni, Alfonsina. Obras. Poesía. Vol. I. Ed. y pról. de Delfina Muschietti. Buenos Aires: Losada,
1999.