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SEÑALES
SEÑALES
SEÑALES
Anhelamos la sensación
de un profundo bienestar, la confianza de que, al final, todo saldrá bien aunque
ahora tenga que sufrir.
Una de las principales cosas que nos hacen sentir infelices es el descontento. La
falta de contentamiento es ese sentimiento persistente de que la hierba siempre
parece más verde del otro lado, de que uno merece estar allí y de que, si
pudiera cambiar su lugar por el de personas afortunadas, sería dichoso.
Pero todo esto no es más que una ilusión. Alguien dijo una vez que «la hierba
solo está más verde, porque en aquel lugar hay más estiércol». No sé si a usted
le ocurrirá, pero, en mi caso, darme cuenta de que la vida de los demás no está
tan libre de problemas como pueda parecer me ayuda un poco. Sin embargo, y
de esto estoy convencido: si usted no está satisfecho con el lugar donde está, no
lo estaría en ningún otro, bajo ninguna circunstancia. Las Escrituras afirman, por
ejemplo: «El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la
abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad» (Ec. 5:10).
Un hombre llamado Pablo escribió más libros del Nuevo Testamento bíblico que
ningún otro. Tuvo que padecer muchos sufrimientos estando al servicio del
Señor. De hecho, estaba en la cárcel cuando escribió estas palabras acerca del
contentamiento:
Ahora, tomemos tan solo unos minutos para observar tres cosas sobre el
contentamiento en estos versículos.
Ya les dije que si una vez han escuchado el secreto del contentamiento, les
resultará fácil de recordar. El secreto es Jesucristo. Confíe en Él y siga
haciéndolo en toda circunstancias; así tendrá cada vez más contentamiento en
su vida.
Señales
¿Sabía usted que antes de que existiera el término “cristiano”, los
creyentes eran conocidos como los seguidores del Camino (Hch 11.26;
9.2)?
Fue un nombre bien elegido, porque implicaba dos características del naciente
movimiento, que lo distinguían: el camino de la salvación que Jesús mismo es, y
el modo o camino de vida que Él llama a sus discípulos a seguir (Jn 14.6; 13.
15).
El nombre “El Camino” evoca la imagen de una carretera, o de una senda que
tomamos en la vida, pero sugiere también una historia. A medida que viajamos
con Cristo, estamos viendo una historia, una narración que a veces incluye
remolinos y cascadas; otras, una suave ondulación; y otras, un gran dramatismo.
Considere las historias que siguen, y observe cómo funcionan como señales. La
lista que sigue apenas escarba la superficie de las muchas historias que hay en
la Biblia, y el potencial que tienen ellas para guiarnos en nuestra propia
peregrinación con Dios.
Aunque dude de que hay un camino más adelante, Dios está obrando.
Señal # 1
Sara se rió porque, dadas sus circunstancias, no podía imaginarse cómo podría
Dios cumplir su promesa. No tenía ni idea de que en el momento de su mayor
duda y cinismo, el Señor estaba a punto de hacer un gran milagro. El resultado
fue que la oscuridad de su incredulidad estaba por dar paso a la luz de un
amanecer glorioso.
Señal # 2
Piense en la historia de José (Gn 37; 39-47). ¿Qué significó para él ser
traicionado por sus hermanos? ¿Ser vendido como esclavo? ¿Ser encarcelado
por respetar y tratar de proteger la honra de la esposa de su amo? Su
sufrimiento duró mucho más de lo que podemos imaginar.
Ambos tuvieron sueños tan confusos, que no tenían idea de cómo interpretarlos.
José se dio cuenta de lo turbados que parecían los hombres, y les preguntó la
causa de su intranquilidad. Cuando le contaron al joven hebreo sus sueños, se
sorprendieron al descubrir que Dios le había dado a José la capacidad de
interpretarlos.
Eso debió de haber sido muy desalentador y frustrante para José, quien pudo
haber renegado de Dios allí mismo. Se había mantenido fiel, pero ¿dónde
estaba la evidencia de la fidelidad de Dios? ¿Por qué seguir confiando en Él?
José no sabía nada del futuro, por supuesto. No tenía la menor idea de lo que
habría más allá en el camino: los años de abundancia y de hambre en Egipto; el
sueño inquietante de Faraón; el papel supervisor de José en el acopio y la
distribución del trigo que más tarde salvaría a Egipto; su reconciliación con sus
hermanos, y su gozoso reencuentro con su padre. José tuvo que tomar una
decisión: confiar en Dios o abandonar la fe. Eligió permanecer en la historia,
aunque su oportunidad de liberación parecía haberse desvanecido.
Si José hubiera sido puesto en libertad cuando tenía la esperanza de que eso
sucediera, la historia habría resultado buena para él, sin duda, pero solamente
para él. Con toda probabilidad, él jamás habría visto a sus hermanos y a su
padre otra vez; nunca habría asumido una elevada posición de responsabilidad
en la corte; nunca habría salvado a toda una nación del hambre.
Ese habría sido el precio de un final prematuro. Una vez más, esta historia sirve
como señal. Al igual que Sara, José fue llamado a creer en que el Señor estaba
obrando cuando había poca o ninguna evidencia de ello. José se mantuvo en el
camino de Dios.
Señal # 3
La historia de Job comienza en una escena terrenal. Es rico y poderoso; tiene su
esposa y varios hijos; es compasivo y generoso, un modelo de fe. Entonces, la
escena cambia abruptamente. En la corte celestial, Satanás desafía a Dios con
el argumento de que Job era bueno y fiel porque Dios le había facilitado las
cosas. Satanás quiso poner a este hombre a prueba, y Dios le permitió que le
quitara la riqueza, luego a sus hijos, y finalmente su salud (Job 12).
Entonces Dios le habla a Job desde un torbellino, para demostrarle con absoluta
autoridad que Él es Dios trascendente, poderoso y sabio. Job está simplemente
abrumado por esta experiencia y, al final, se rinde y confiesa haber hablado de
asuntos que no entendía (Job 3842).
Fue Job quien experimentó pérdidas catastróficas concretas. Por otra parte, fue
Job quien experimentó la gloria de Jehová, quien vino a él de una manera
concreta. Es por eso que, cuando vemos su historia, tenemos que imaginar lo
que debió haber sido para Job tener ese encuentro con el Dios verdadero, y esa
fue la razón por la que él no tuvo más preguntas que hacer.
Porque, cuando una persona descubre que Dios es un ser real y glorioso,
encuentra que Él es la respuesta a todas las preguntas. La recompensa de Job
no fue la restauración de sus medios de subsistencia y de su familia (aunque le
fueron dados esos regalos); su verdadera recompensa fue nada menos que Dios
mismo.
Esta es la razón por la que la historia de Job puede ser una señal: Job luchó.
Pero, de alguna manera, siguió adelante con fe, hasta dónde pudo, y el Señor se
le apareció.
El Camino es duro y angosto, dice Jesús. Pero también nos asegura que su
yugo es fácil, y ligera su carga (Mt 7.14; 11.30). Puede ser que nos resulte más
fácil vivir en esta tensión si nos detenemos a leer las señales a medida que
avanzamos.
Las dificultades enfrentadas por Sara, José y Job nos recuerdan que aunque
ellos sufrieron como nosotros, se mantuvieron en el Camino y tuvieron la
experiencia de ver cumplido el plan redentor de Dios.
Nosotros, también, que estamos rodeados por una gran nube de testigos,
podemos despojarnos de todo lo que nos asedia, y seguir adelante, mirando a
Jesús mismo, quien es el autor y consumador de nuestra fe.
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