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Marroquincutzaleldersalomon - 73460 - 10349102 - "Incremento de Exportaciones, Modelos de Economías Asiáticas de Alto Desempeño"

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Universidad Mariano Gálvez de Guatemala

Facultad de Ciencias de la Administración


Licenciatura en Administración de
Empresas
Curso: Economía internacional
Sección “A”

Tarea: Investigación del “Incremento de Exportaciones, Modelos


de Economías asiáticas de alto desempeño”

Alumno: Elder Salomón Marroquín Cutzal


Carnet: 0229-14-5654

06 de octubre de 2,022
Incremento de Exportación, Modelos de Economías Asiáticas de
Alto desempeño

El período 1990-2009 constituye una etapa de profundos cambios en el panorama


económico mundial. Al inicio del nuevo milenio, la creciente importancia de Asia en los
intercambios comerciales y financieros globales anticipa la hegemonía futura de un
continente que apenas acaba de iniciar su ascenso en la escalera del desarrollo. A lo
largo de las últimas dos décadas, el conjunto formado por la economías asiáticas en
desarrollo (quince economías del este, el sudeste y el sur de Asia) ha logrado sostener
ritmos de crecimiento del PIB muy superiores a la media de los países de la OCDE.
Entre 1990 y 2009, los países asiáticos en desarrollo registraron una tasa de crecimiento
medio anual del 7,0%, frente a un crecimiento medio anual del 2,0% en el conjunto de
los países de la OCDE (gráfico 1). Al final del período, el nivel de renta per cápita de los
países asiáticos en desarrollo era todavía siete veces inferior al de la OCDE, pero la
producción total del grupo asiático pasó de equivaler menos de un quinto del PIB del
club de países industrializados en 1990 a suponer un 50% en 2009. El ascenso del
continente asiático ha ido acompañado de profundos cambios en el peso relativo de las
distintas economías que lo forman. A lo largo de la década de los noventa, Japón, la
economía más desarrollada del continente, atravesó una recesión honda y prolongada.
Las restantes economías del milagro asiático, que habían crecido a ritmos
espectaculares durante tres décadas, fueron sacudidas por la profunda crisis de finales
de los noventa. Por su parte, los gigantes asiáticos, China e India, crecieron
aceleradamente y recortaron su distancia con los restantes países de la región. En las
páginas siguientes se presenta la trayectoria de crecimiento económico de los países
asiáticos desde 1960, y se ofrecen análisis de la contabilidad del crecimiento para el
período 1990-2008. Los resultados muestran que la recuperación de los países
afectados por la crisis de 1997 se produjo pronto, y que la crisis de 2008-2009 ha tenido
un impacto moderado en la región.
El despegue económico de Asia, el continente más extenso y poblado del mundo, ha
logrado en pocos decenios convertirse en una región económica de enorme influencia.
En las últimas décadas, un buen número de países asiáticos ha atravesado períodos
de crecimiento intenso y sostenido, y en la actualidad tres de las cuatro mayores
economías del mundo se hallan en Asia (en valores PPA). China es ya la segunda
economía por tamaño, tras Estados Unidos, e India adelantó recientemente a Alemania,
ocupando el cuarto lugar, por detrás de Japón. Desde 1960, diversas economías del
Este y el Sudeste de Asia han logrado ritmos de crecimiento muy superiores a los del
resto del mundo. Entre las razones de su notable crecimiento se halla la ventaja propia
del atraso económico, que ofrece un amplio potencial de convergencia, pero también
unas características geográficas y estructurales favorables, como el acceso al mar o las
notables dotaciones de capital humano iniciales. O el impulso económico de las
transformaciones demográficas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que, al
originar un incremento del peso de la población en edad de trabajar, favorecieron el
ahorro y la inversión. Finalmente, el aspecto más distintivo fue la estrategia de desarrollo
seguida por numerosos países asiáticos. A diferencia de lo ocurrido en otras regiones
en desarrollo, los países que más rápido crecieron reconocieron el imperativo de abrirse
a la economía mundial, promoviendo las exportaciones de manufacturas intensivas en
mano de obra. Durante los años sesenta, Asia Oriental fue la región del mundo que más
rápido creció, al 8,6% medio anual (gráfico 2), frente al 5,3% medio de los países de la
OCDE, el 5,4% de América Latina y el Caribe, o el 4,3% de Asia del Sur. En estas
primeras décadas, el crecimiento de Asia Oriental estuvo impulsado por el milagro
japonés, así como por el dinamismo de Corea del Sur. La región del Sudeste asiático,
que cuenta con varias economías de reciente industrialización (Indonesia, Filipinas,
Malasia y Tailandia), también exhibió un destacado crecimiento. En los setenta creció
más rápido que cualquier otra región, al 6,3% anual (gráfico 3), frente al 3,5% de la
OCDE o el 3,0% de Asia del Sur (gráfico 4). En los ochenta, las trayectorias de
crecimiento de Asia y las demás regiones en desarrollo divergieron definitivamente.
Durante esta década, el África subsahariana creció al 1,9%, y América Latina y el Caribe
lo hizo al 1,2%. Por su parte, las tres regiones asiáticas crecieron por encima del 5%
anual. Durante las últimas décadas, Asia Oriental registró un crecimiento del 5,5% entre
2000 y 2009. Asia del Sur, que había crecido más lento que las regiones vecinas,
exhibió el mayor crecimiento en este período (6,7%), impulsada por el dinamismo de
India. Por su parte, el crecimiento de las economías del Sudeste asiático se ralentizó
sensiblemente.

Tigres y dragones asiáticos


En 1960, el conjunto de economías asiáticas daban cuenta del 12,3% de la producción
anual mundial. Tres décadas más tarde, Japón se había constituido en una economía
plenamente avanzada y una de las de mayor tamaño del mundo. Los tigres asiáticos,
formados por Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, habían protagonizado un
espectacular ascenso, modernizando sus estructuras productivas y compitiendo
eficazmente en los mercados mundiales. Desde los setenta, un segundo grupo de
economías del Sudeste asiático (Indonesia, Filipinas, Malasia y Tailandia) lograba
también notables ritmos de crecimiento e industrialización. A finales de los noventa, con
el ascenso de China e India, el continente asiático producía un quinto del PIB mundial.
La trayectoria de Japón se caracteriza por un crecimiento espectacular desde los años
sesenta, y un brusco cambio de tendencia a causa del crack bursátil e inmobiliario de
principios de los noventa (gráfico 5). Tras crecer a una tasa media anual del 9,9% en
los sesenta y del 5,1% en los setenta, el crecimiento se ralentizó en la década de 1980
(3,6%), y cayó hasta el 1,4% promedio en los noventa, la década perdida de Japón.
Junto a Japón y los tigres de tamaño menor, diversas economías del Sudeste asiático
lograron ritmos de crecimiento muy elevados (gráfico 6). Entre 1960 y 1980, las
economías de Indonesia, Malasia y Tailandia crecieron al 5,9%, 6,6%, y 7,4% anual
medio, respectivamente. A finales de los noventa, no obstante, estas economías
sufrieron un importante revés, a causa de la crisis financiera asiática de 1997. El origen
de la crisis, aún debatido, se ha relacionado con las dificultades propias del régimen de
tipo de cambio cuasi-fijo en un contexto de liberalización financiera acelerada, así como
con el riesgo moral presente en el sistema bancario asiático, acentuado por los
estrechos vínculos existentes entre la banca y el sector corporativo. Entre 1990 y 2009,
los ritmos de crecimiento de estas economías fueron sustancialmente inferiores. Entre
1980 y 2009, el conjunto de economías asiáticas estudiadas pasó de representar un
quinto de la producción mundial a producir un tercio del output. La razón de este
espectacular ascenso se haya en la emergencia de dos gigantes asiáticos: China e
India. El dragón chino comenzó su despegue a partir de las reformas pro-mercado y la
apertura al exterior iniciadas en 1978, tras la muerte de Mao. Frente al ritmo de
crecimiento anual medio del 3,5% en los sesenta y el 6,0% en los setenta, el crecimiento
económico chino se situó en el 9,4% medio entre 1980 y 2009, una realización histórica
sin precedentes. En cuanto a India, su despegue se inició a partir de la década de los
ochenta, a un ritmo medio del 4,9%. La liberalización exterior, a partir de 1991, permitió
consolidar una trayectoria de crecimiento notablemente intenso y estable.

Crecimiento y desarrollo económico


En 1961, el grupo de las quince economías asiáticas en desarrollo analizadas tenía una
población de unos 1.500 millones de personas. A lo largo de medio siglo, la población
del grupo asiático se multiplicó por 2,4, alcanzando en 2009 los 3.500 millones.
Mientras, la población de la OCDE se multiplicó por 1,4. El elevado ritmo de crecimiento
de la población de los países asiáticos en desarrollo es consecuencia de la transición
demográfica acontecida durante este período, impulsada por los procesos de desarrollo
económico, las políticas públicas destinadas a mejorar la educación y la salud y, en
algunos casos, estrictas políticas de control de la natalidad. La transición demográfica,
particularmente en Asia Oriental, provocó un incremento de la población en edad de
trabajar a un ritmo muy superior al crecimiento de la población económicamente
dependiente (jóvenes y ancianos), expandiendo la capacidad de producción y ahorro de
estas economías. Gracias al conjunto de políticas e instituciones favorables al
crecimiento económico, desarrolladas en los países del Este de Asia, el impulso
económico transitorio derivado de la explosión demográfica pudo ser aprovechado. En
el futuro, no obstante, el envejecimiento de la población en Asia Oriental tenderá a
deprimir el crecimiento, mientras que los elevados ritmos de crecimiento demográfico
previstos en India y las economías del Sudeste asiático supondrán un impulso adicional
a su crecimiento económico. Como muestra el gráfico 8, la evolución del tamaño
poblacional de los países asiáticos se ha ido suavizando progresivamente en relación
con el tamaño de la población de la OCDE, mientras avanzaba su espectacular ascenso
económico, cada vez más rápido en términos de capacidad productiva. Con todo, en
2009 los países asiáticos en desarrollo, con una población casi 3,4 veces más numerosa
que la de la OCDE, producían un output equivalente a solo el 50% del PIB del club de
países industrializados. En consecuencia, la renta per cápita de los países asiáticos en
desarrollo, de 4.100 dólares de 2000 (PPA), era casi siete veces inferior a la de la
OCDE, de 28.100 dólares. Sin embargo, debe destacarse que la renta per cápita de los
países asiáticos se multiplicó por más de ocho entre 1960 y 2009, frente a un factor de
3,2 en la OCDE. En términos relativos, la renta per cápita de los países asiáticos en
desarrollo ha tendido a converger con la de los países más avanzados, pasando de
equivaler al 4,8% del PIB per cápita de la OCDE en 1970 al 14,7% en 2009. A
continuación se presentan los análisis de las fuentes del crecimiento económico de las
principales economías asiáticas en el período más reciente, 1990-2008. El gráfico 10
ofrece unas síntesis de sus resultados para el agregado de las economías asiáticas en
desarrollo, mostrando una notable continuidad en las fuentes e intensidad del
crecimiento económico previo y posterior a la crisis financiera de 1997.
Panorámica de las principales economías asiáticas (cont.)
Los análisis de las trayectorias y las fuentes del crecimiento presentado en las próximas
páginas se centran en el período 1990-2009. En estos dos decenios se producen fuertes
cambios en el peso relativo de las distintas economías asiáticas, tal y como reflejan los
gráficos de la página 6. La distribución por países de la producción de Asia Oriental
cambió radicalmente en apenas dos décadas. En 1990 Japón era, con diferencia, la
economía más grande de la región, al producir casi dos tercios (63%) del output de Asia
Oriental. En 2009, no obstante, su peso había caído al 28,8%. Por su parte, China, que
en 1990 daba cuenta de un cuarto del PIB regional (24%), producía en 2009 casi el 60%
del output. El peso de Corea del Sur en el PIB de la región se mantuvo próximo a un
décimo. En Asia del Sur, India es con diferencia la economía de mayor tamaño. En 1990
producía tres cuartos del PIB regional (76,9%), y en 2009 su peso ascendía al 82%. Las
restantes economías de la región (Bangladés, Nepal, Pakistán y Sri Lanka) crecieron a
menor ritmo, por lo que su peso en la producción regional descendió. Pakistán, la
segunda mayor economía de la región, pasó de producir el 13,6% en 1990 al 9,9% en
2009. Finalmente, en el Sudeste asiático, el peso de Indonesia en la producción regional
descendió ligeramente, pero se mantuvo por encima de un tercio del PIB. Tailandia, la
segunda mayor economía, cayó del 22,4% al 19,7%, y Filipinas cayó del 14,8% al
11,9%. Por su parte, el peso de la producción de Malasia ascendió al 14,0%. Vietnam
también mostró un desempeño notable, al pasar del 6,0% en 1990 al 9,4% en 2009. Los
análisis siguientes se centran en tres economías de la región oriental (Japón, Corea del
Sur y China), una del sur (India) y cuatro del sudeste (Indonesia, Filipinas, Malasia y
Tailandia). Juntas, dan cuenta de más del 90% de la producción de Asia. El gráfico 14
muestra el peso de estas economías en el PIB conjunto de Asia en los dos años
extremos del período de análisis. Japón sufrió la caída más drástica, del 43,4% al
19,3%. China, por su parte, pasó de representar el 16,7% de la producción continental
al 39,3%. Durante este período, algunas economías en desarrollo lograron recortar su
distancia en renta per cápita respecto a los países asiáticos más avanzados. Japón
exhibió un crecimiento moderado, y su renta per cápita en 2009 ascendía a 26.725
dólares PPA de 2000. Corea del Sur, que en 1990 tenía una renta per cápita inferior a
10.500 dólares, la incrementó hasta 23.420 dólares en 2009. Las restantes economías
presentaban niveles de renta muy inferiores, si bien algunas progresaron muy rápido.
China, con un PIB en 2009 per cápita inferior a 1.000 dólares en 1990, tenía una renta
media de 5.300 dólares. La renta per cápita de Malasia ascendió de 5.900 dólares a
11.200.

Las fuentes del crecimiento en Japón


Japón es la economía más desarrollada de Asia. En 2009, su renta per cápita ascendía
a 26.700 dólares PPA de 2000, ligeramente por debajo de la media de la OCDE, pero
6,4 veces superior a la media de los países asiáticos en desarrollo. El despegue de la
economía japonesa se inició tras los esfuerzos de reconstrucción posteriores a la
Segunda Guerra Mundial, bajo una fuerte intervención estatal. Durante los primeros
años, el gobierno racionó las divisas y el crédito con el objetivo de desarrollar la industria
pesada y los sectores productores de bienes intermedios. Desde mediados de los
setenta, en cambio, la planificación se dirigió a la promoción de sectores de alta
tecnología. Aunque hoy persisten debates acerca de la idoneidad de la intervención
estatal japonesa, es incuestionable que la economía creció extremadamente rápido
hasta 1990, apoyándose en un potente sector exportador. Cuando otras economías del
Este y el Sudeste asiático comenzaron a despegar, a principios de los setenta, Japón
ya se había consolidado como la segunda mayor economía del mundo. Sin embargo,
durante la segunda mitad de los ochenta se fue gestando una burbuja especulativa,
cuyo estallido, a principios de los noventa, desembocó en una larga y profunda recesión.
Tras la caída del valor de los activos y la contracción productiva, las dificultades del
sector empresarial se trasladaron al sistema bancario, que prosiguió concediendo
préstamos fallidos. Por su parte, los esfuerzos de política monetaria, en presencia de
deflación y con tipos de interés nominales próximos a cero, resultaron inefectivos. Tras
un crecimiento medio anual del 3,8% durante los ochenta, este cayó al 2,3% entre 1990
y 1997. En este período, casi todo el crecimiento fue impulsado por la acumulación de
capital (87%), mientras que la caída del empleo restó dinamismo productivo. Debido a
esta evolución y el espectacular desempeño de China, entre 1990 y 1997, el peso de la
producción japonesa en el conjunto de Asia Oriental descendió desde el 63,2% al
49,7%. Tras la crisis asiática, la evolución del empleo siguió siendo muy negativa,
restando 0,4 puntos al crecimiento económico, pero las contribuciones del capital
humano, el capital TIC y la PTF incrementaron respecto al período previo a la crisis.
Con todo, sus aportaciones fueron modestas, de alrededor de 0,3 puntos, y entre 1999
y 2008 el crecimiento japonés languideció, a un 1,1% medio anual. El peso de la
producción japonesa en Asia Oriental siguió cayendo velozmente, hasta el 31,4% en
2008. Entre 1990 y 2008, el peso del PIB de Japón en la producción de Asia cayó a la
mitad, del 43,4% al 21,2%. En 2009, los efectos de la crisis económica internacional se
acusaron en Japón de manera muy notable, provocando una contracción del -5,4%,
frente al crecimiento del 6,2% en el conjunto de países asiáticos en desarrollo.

Las fuentes del crecimiento en Corea del Sur


Corea del Sur es la economía más grande de los cuatro tigres asiáticos y, con una renta
per cápita de 23.400 dólares PPA de 2000, constituye una de las pocas economías
asiáticas de renta alta. El análisis de las fuentes del crecimiento en Corea del Sur y los
restantes tigres (Hong Kong, Singapur y Taiwán) ha suscitado debates de gran
relevancia para la comprensión de los procesos de desarrollo. En el artículo clásico de
A. Young, The tyranny of numbers (1994), se atacaba la creencia de que estas
pequeñas economías asiáticas habían logrado crecimientos de la productividad
milagrosos desde mediados de los sesenta. Los ejercicios de contabilidad del
crecimiento mostraban que en el origen del boom económico del Este asiático se
hallaba un vasto esfuerzo de acumulación de capital y trabajo. Autores como Young y
Krugman advirtieron de la imposibilidad de sostener un elevado crecimiento basado en
la mera acumulación. No obstante, estimaciones posteriores han hallado en estas
economías crecimientos de la PTF notablemente superiores a los del resto de regiones
del mundo, al tiempo que se han destacado las fortalezas que han impulsado la exitosa
movilización de factores productivos. En sus primeras etapas de desarrollo, Corea del
Sur siguió una estrategia de sustitución de importaciones para bienes de consumo, con
una protección moderada y breve, sin extenderla a los sectores productores de bienes
de capital. A esta fase prosiguió otra de agresiva orientación al exterior, manteniendo la
intervención estatal dirigida a asegurar la capacidad competitiva de sus grandes grupos
industriales. En 1990, la economía surcoreana aún exhibía un rápido crecimiento,
creciendo al 7,2% medio anual hasta 1997. Durante este período, su peso en la
producción de Asia Oriental pasó del 9,8% al 11,3%. La acumulación de capital explicó
el grueso del crecimiento (54%), y la PTF también contribuyó notablemente, en un 27%.
La crisis financiera de 1997 produjo una brusca contracción del PIB al año siguiente, de
-7,1%, con efectos drásticos sobre el empleo y produciendo una intensa caída de la
productividad. En el período 1999-2008 el ritmo de crecimiento de Corea del Sur fue
sustancialmente inferior, del 5,5%, frente al 7,2% en el grupo de países asiáticos en
desarrollo. Debido al notable desempeño de la economía china, el peso de Corea del
Sur en la producción de Asia Oriental cayó del 11,2% en 2000 al 9,6% en 2009. Durante
este período, la productividad contribuyó muy notablemente al crecimiento, explicando
un 56,6%. La acumulación de capital aportó un tercio, con una contribución destacada
del capital TIC, de 0,5 puntos. Por su parte, la aportación del capital humano cayó de
0,3 a 0,1 puntos.

Las fuentes del crecimiento en China


La emergencia económica de China, el país más poblado del mundo, comienza a raíz
de la serie de reformas pro mercado llevadas a cabo tras la muerte de Mao. Las
primeras medidas relevantes afectaron a la agricultura, el sector de empleo entonces
más significativo. En 1978, la des colectivización de la tierra y la implantación del
sistema de responsabilidad familiar, que permitía retener beneficios, junto al apoyo
público destinado a extender las tecnologías de la revolución verde, posibilitó drásticas
mejoras de la productividad agrícola. La liberalización interna en China fue muy
particular, al basarse en un sistema de precios dual: parte de la producción estaba
sometida a cuotas y precios fijos, con intermediación del Estado, y el resto se regía por
las fuerzas del libre mercado. La planificación estatal fue limitándose a una porción cada
vez menor de la actividad productiva, de modo que a mediados de los noventa la mayor
parte de la producción se vendía en el mercado. A finales de los ochenta y principios de
los noventa, el lanzamiento de la Estrategia de Desarrollo Costero favoreció la creación
de núcleos industriales exportadores, otorgando ventajas a los inversores extranjeros
con el objetivo de facilitar la transferencia tecnológica. Posteriormente, estas políticas
se ampliaron a zonas más extensas del país. El período 1990-2009 se inicia justo
después de la reapertura de la Bolsa de Shanghái, y corresponde a un período en el
que se intensifica la reestructuración y privatización de las empresas estatales, aún
responsables de una parte importante de la producción. Durante este período, el
crecimiento económico chino superó con creces el del conjunto de países asiáticos en
desarrollo. Entre 1990 y 1997, China creció al 10,0% medio anual. La intensa
acumulación de capital explicó un tercio del crecimiento, y la evolución destacada de la
productividad dio cuenta de más de la mitad del crecimiento. En este período, el peso
del PIB chino en la producción de Asia Oriental ascendió del 24,3% al 36,4%. En 1998,
la crisis asiática causó una desaceleración notable, pero no impidió recuperar un
crecimiento vigoroso a partir de 1999. Entre ese año y 2008, China creció un 9,3% medio
anual. Las fuentes del crecimiento fueron similares al período previo a la crisis,
destacando el ritmo de mejora de la productividad, al 4,1% anual. En ambos períodos,
la notable mejora de la PTF se relacionaría con la reasignación de trabajo desde la
agricultura hacia la industria, así como desde el sector público hacia el privado. Por su
parte, la aportación del capital TIC pasó de 0,2 a 0,5 puntos porcentuales. Gracias a
este vigoroso crecimiento, el peso de la producción china en Asia Oriental ascendió
hasta el 60% en 2009. A lo largo de 2010, el PIB nominal chino superó al japonés, y
China pasó a ser la segunda mayor Fuente: Jorgenson y Vu (2010) economía del
mundo.

Las fuentes del crecimiento en India


India es un país de fuertes contrastes, con núcleos urbanos muy dinámicos y una
extensa pobreza rural. Su renta per cápita en 2009, de 2.560 dólares PPA de 2000, se
situaba aún lejos de los 4.130 dólares del conjunto de países asiáticos en desarrollo,
pero se había duplicado respecto al nivel de 1995. Hasta hace dos décadas, India era
uno de los máximos exponentes de la estrategia de industrialización por sustitución de
importaciones. Las cantidades producidas y los precios estaban fuertemente regulados,
el desarrollo de negocios privados requería la obtención de licencias para invertir y
expandirse, las divisas estaban estrictamente racionadas y prevalecían elevados
aranceles y cuotas de importación, que protegían el mercado de la competencia
exterior. La denominada tasa de crecimiento hindú, en torno al 3,5% medio anual entre
la descolonización y 1980, fue muy baja en comparación con los países asiáticos del
este y otras regiones con un nivel de desarrollo similar. La emergencia de India
comienza en los años ochenta, cuando se produce un claro cambio de actitud hacia la
iniciativa privada por parte de las autoridades, iniciándose la liberalización del mercado
interno. Entre 1980 y 1990 la producción india creció al 5,4% medio anual, frente al 3,0%
en los setenta. Pero, a su vez, a lo largo de esa década se incurrió en serios
desequilibrios fiscales y comerciales. En 1991, el rápido agotamiento de las reservas
internacionales, necesarias para hacer frente a las obligaciones en el exterior, forzó la
devaluación de la rupia y el inicio de una nueva ola de reformas dirigidas a liberalizar el
comercio y la inversión exteriores. Tras la crisis de balanza de pagos y la desaceleración
de 1991, India presentó un crecimiento vigoroso (gráfico 26). Entre 1990 y 1997, el
crecimiento anual promedió el 5,2%, impulsado sobre todo por la acumulación de capital
(40%). El incremento del trabajo y la mejora del capital humano contribuyeron a un tercio
del crecimiento, y la mejora de la productividad aportó más de un cuarto. La crisis
financiera asiática produjo una desaceleración notable en 1998, pero el crecimiento se
recuperó rápidamente. Entre 1999 y 2008 la producción india aumentó al 7,0% medio
anual. La aportación del capital se mantuvo en torno al 40%, con una mejora sustancial
de la aportación del capital TIC, que pasó de 0,1 puntos antes de 1997 a 0,4 puntos tras
la crisis asiática. La contribución del trabajo se mantuvo en 1,7 puntos, cayendo en
términos relativos a un cuarto del crecimiento. El capital humano pasó de aportar 0,5
puntos a 0,2 puntos a partir de 1997. Por su parte, la mejora de la productividad se
aceleró muy notablemente, del 1,4% al 2,3% medio anual, explicando un tercio del
crecimiento económico.

Las fuentes del crecimiento en el Sudeste asiático


Las experiencias asiáticas han originado otro importante debate acerca de las políticas
y los factores causantes del desarrollo económico. Los análisis del milagro del Este
asiático, referidos al ascenso económico de los tigres asiáticos (Corea del Sur,
Singapur, Hong Kong y Taiwán) y los restantes países asiáticos de nueva
industrialización (Indonesia, Filipinas, Malasia y Tailandia), se han dividido en al menos
dos posiciones. Una primera visión ha puesto el énfasis en la liberalización, la
desregulación, la apertura exterior y las políticas macroeconómicas prudentes como
ingredientes del éxito asiático. Otros autores, en cambio, han destacado que, con la
excepción de Hong Kong, los países del milagro asiático llevaron a cabo extensas
políticas industriales y comerciales destinadas a regular la actividad económica y
proteger los sectores industriales más prometedores. Ciertamente todos estos
elementos, adecuadamente secuenciados y diferenciados por países, habrían formado
parte de la estrategia exitosa del Este asiático. En los análisis de contabilidad del
crecimiento presentados a continuación, el período 1990-2008 se ha dividido en dos su
períodos, 1990-1997 y 1999-2008, con el objetivo de estudiar las trayectorias de
crecimiento previas y posteriores a la crisis financiera asiática. El año 1998, en el que
se acusa el impacto de la crisis, se ha excluido de ambos períodos. La trayectoria
económica de Indonesia se caracterizó por un rápido ritmo de crecimiento en el período
1990- 1997, al 7,3% anual medio. Durante estos años, el incremento de las dotaciones
de capital contribuyó a un 40% del crecimiento económico, mientras que el trabajo
contribuyó en menos de un quinto. La mejora de la productividad fue notable, explicando
más de un tercio del crecimiento indonesio. Esta fue la economía más afectada por la
crisis de 1997, cuyos efectos sobre el nivel de vida desataron fuertes conflictos étnicos.
En el período 1999-2008 el crecimiento languideció, situándose en el 4,6% medio anual.
La contribución de la acumulación de capital se redujo tras la crisis (28%), mientras que
la aportación de la productividad ascendió al 47%. La trayectoria de crecimiento de
Filipinas fue notablemente distinta, registrando, con anterioridad a la crisis, ritmos de
crecimiento más modestos que la media de los países asiáticos en desarrollo. Mientras
que el grupo creció al 7,4% medio anual, Filipinas lo hizo al 3,1%. En torno al 60% de
su crecimiento se debió a la acumulación y mejora del factor trabajo, mientras que la
PTF retrocedió sensiblemente (-0,1%). Tras la crisis, que afectó en menor medida a
esta economía, Filipinas ganó dinamismo, creciendo al 4,7% medio anual entre 1999 y
2008. La PTF evolucionó favorablemente, contribuyendo a un 40% del crecimiento en
este período.

Las fuentes del crecimiento en el Sudeste asiático (cont.)


Malasia, con un PIB per cápita en 2009 de 11.200 dólares PPA de 2000, es la segunda
economía de mayor renta per cápita del Sudeste asiático, tras la ciudadEstado de
Singapur. A diferencia de los cuatro tigres asiáticos, y en similitud con Indonesia y
Tailandia, esta es una economía de mayor envergadura y con generosas dotaciones de
recursos naturales. Pero a diferencia de lo ocurrido en otras economías del mundo, la
abundancia de recursos naturales en Malasia no ha llevado a consolidar un patrón de
desarrollo basado en las exportaciones primarias. Al contrario, este rasgo ha sido
aprovechado para potenciar un sector manufacturero volcado al mercado exterior. En
el período más reciente, sus gobiernos han hecho una fuerte apuesta por los sectores
de alta tecnología y la integración comercial regional. Con anterioridad a la crisis
asiática, el crecimiento económico de Malasia avanzó a un ritmo levemente superior a
la media de los países asiáticos en desarrollo, del 8,8% (gráfico 31). La mitad del
crecimiento fue impulsado por la acumulación de capital, el trabajo contribuyó a un 30%,
y la mejora de la productividad aportó el 20% del crecimiento restante (gráfico 32). Tras
una brusca contracción en 1998 (-7,6%) y una recuperación rápida, facilitada por el
establecimiento de controles a la salida de capitales, Malasia creció a un ritmo muy
inferior entre 1999 y 2008, del 5,8%. En este período, la mitad del crecimiento estuvo
impulsado por la mejora de la PTF, y el capital TIC contribuyó en una destacable décima
parte. Tailandia inició su apertura al comercio exterior en 1980, bajo un gobierno militar.
En la actualidad, las exportaciones representan más de dos tercios de su PIB, y su renta
per cápita en 2009 ascendía a 6.400 dólares PPA de 2000. Entre 1990 y 1997, la
producción creció a un 7,0% medio anual, impulsada de manera destacada por la
acumulación de capital (54%). Un 38% del crecimiento se debió a la mejora de la
productividad, y la contribución del trabajo fue modesta (8%). En julio de 1997, las
dificultades financieras de Tailandia, derivadas de la sobreinversión y un elevado
endeudamiento exterior, alentaron la salida de capitales y forzaron la devaluación del
baht tailandés, desatando fuertes movimientos especulativos en la región. La sucesión
de devaluaciones en los países vecinos desencadenó una crisis inesperada y de gran
escala. El PIB de Tailandia, tras contraerse un 11,1% en 1998, creció a un ritmo inferior
en el período 1999-2008, del 4,6% anual. En esta etapa la contribución de la
acumulación de capital fue reducida, del 13%, mientras que el trabajo aportó un tercio
del crecimiento. La productividad fue la fuente más importante del crecimiento en estos
años (55%).

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